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Presented to the
LIBRARY ofthe
UNIVERSITY OF TORONTO
by
THE DEPARTMENT OF
SPANISH AND PORTUGÜESE
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in 2009 with funding from
University of Toronto
http://www.archive.org/details/obrasdelopedeveg07vega
OBRAS
DE
LOPE DE VEGA
OBRAS
DE
LOPE DE VEGA
PUBLICADAS
POR LA
REAL ACADEMIA ESPAÑOLA
(NUEVA EDICIÓN)
OBRAS DRAMÁTICAS
MADRID
Tipografía de Archivos. Olózaga, U
1930
PRÓLOGO
Comprende el presente tomo VII ele las Obras de Lope de Vega,
veinte comedias, todas raras, como las anteriores (i) o que no han sido
reimpresas desde el siglo xvii. Trataremos brevemente de cada una en
particular.
I. Ei Labrador de! Tormes (2).
Esta comedia ha llegado a nosotros en dos textos que no son en
realidad más que uno solo. Una impresión suelta, en el Museo Británi-
co, que no es posible identificar ni describir con certeza porque le faltan
las cuatro primeras hojas, en que constarían el título y comienzos del
texto y la hoja finaj. Las cinco han sido reemplazadas por copias ma-
nuscritas.
El otro texto es un manuscrito de mano de don Agustín Duran
que se halla en la Biblioteca Nacional (3). Es con levísimas diferencias
el mismo que el anterior, como puede verse en la calidad de las varian-
tes que ofrece el texto que publicamos a continuación, teniendo ambos
a la vista.
Pero parece que esta comedia, o una anterior a ella, hubo de tener
otro título, como nos indican unos disparatados o más bien postizos
y redundantes versos que hay al final y dicen:
Rey. Aquí ha pintado
en El Labrador del Tormes
su autor un fino retrato,
dándole fin a su historia
de lo que puede un agravio.
(i) Por un descuido en la buena ordenación de originales se incluyó en el tomo
anterior la comedia titulada La hermosura aborrecida, reimpresa en la Biblioteca de
Autores españoles (tomo II de Lope, pág. 95). Aunque, el pecado no sea de mucha
gravedad, bueno es advertirlo, para que no se crea ignorancia el haber anticipado la
publicación de dicha obra.
(2) A esta comedia debería preceder, en este tomo, la que sigue de Julián Romero,
Fué im error de ajuste en la colocación y paginación del tomo.
(3) Manuscrito número 15.443, en 4°, de 200 hojas, que comprende otras nueve
comedias de Lope. El Labrador del Tormes es la tercera.
VI PROLOGO
Los dos últimos son, a mi juicio, añadidos, al refundir en una sola
obra dos diferentes, cada una de las cuales terminaba a su modo.
Nótese, en primer lugar, lo pésimamente editada o impresa que ha
sido esta comedia, llena de erratas o groseros errores, supresiones de
versos y series de ellos y hasta incongruencias notorias de sentido que
parecen acusar dos tendencias o planes en el modo de tratar el asunto.
Tal como hoy la conocemos no tiene finalidad, ni moralidad, ni intención
dramática, en sentido artístico, pues nada más brutal que casi todos los
caracteres de los personajes en sus ideas y en su modo de obrar.
Consta de un modo seguro que Lope escribió, o a principios del
siglo XVIII existían a él atribuidas dos comedias: una titulada El La-
brador de Tonites y otra Lo que puede un agravio, pues ambas las
registra en su Catálogo (páginas 6o y 63) el fidedigno IMedel del Cas-
tillo, de quien, como de costumbre, lo tomaron Huerta, Mesonero y Ba-
rrera. La fecha del texto impreso, en lo poco que se puede asegurar
por sus caracteres, faltando lo princi]^al, que son el encabezado y el
final de la comedia pudiera ser de fines del siglo xvii o principios del
siguiente. Entonces sería cuando se hiciese la refundición o eontami-
nación (como decían los latinos) de ambas obras, por alguno de los
poetas que como censores y fiscales de las comedias tenían a su dis-
posición los archivos del Príncipe y de la Cruz: Avellaneda. Lanini,
Salvo, Cañizares u otro cualquiera.
Hecha la refundición, ya no había necesidad de imprimir Lo que
puede un agraz'io y manuscrita la vería Medel del Castillo. Hoy se ha
perdido todo rastro de esta obra y ni Duran, ni Chorley, ni Barrera
supieron de ella más de lo que dice Medel.
Insistimos tanto en lo que a esta pieza se refiere, porque monstruo-
sa y todo como hoy la vemos, contiene rasgos de admirable belleza que
sólo el alma de Lope podría concebir, a,l lado de las más prosaicas y crue-
les sandeces, y nos parece que en su primitiva forma cada una de ellas,
y, sobre todo. El Labrador de Tormes sería una de las más grandes
obras de tendencia moral y social de Lope de Vega.
La leyenda o historia genealógica que Lope oiría referir en el tinelo
de Alba, relativa a un Zúñiga. duque de Béjar o antes de serlo le ins-
piraría el pensamiento de su comedia, que se desarrollaría en la forma
que fragmentariamente conocemos. La dulce y agraciada Casilda, en-
amorada del Conde galán, se casaría, por fuerza de su padre, con el La-
brador Ñuño: el Conde insistiría en sus amores y Ñuño daría muerte
a los dos amantes.
Lope plantearía aquí el conflicto que a diario ocurría en casi todas
las familias, dimanado del concepto oriental en que aún se tenía a la
PROLOGO Vlt
mujer y a su escasa importancia en la constitución de la sociedad fami-
liar o doméstica.
Ello es que parii el matrimonio en el si(i;i() wii no se consultaba la
voluntad de la mujer: la casaban su padre o su hermano mayor con
quien querían. El marido, nuevo tirano, exigía de i)ersona que adquiría
por tales medios no sólo fidelidad absoluta sino amor y respeto como
un hijo o un esclavo; y, ¡ay, de ella si no cumplía rii^urosamente tales
preceptos! i'a.^aba con la vida la más ligera sospecha que inspirase su
conducta.
Esta odiosa injusticia es la que se propuso hacer resaltar Lope en
su primitiva comedia. Casilda, cuya amorosa figura trae a la memoria
aquella otra Casilda de Peribáñea, ama al Conde, aunque sabe que no
puede casarse con él, y por fuerza le oblig'an a unirse al Labrador, que
no sería un noble encubierto, como a última hora le pinta la refundi-
ción, sino el tosco aldeano que Casilda nos retrata luego, basándose en
el cantar popular :
Labrador que vas al Tormos;
allá vayas y no tornes.
Si Casilda fuese una mujer puramente liviana, según contradiciéndose
a cada paso nos la figura la obra, no desdeñaría ni resistiría tan heroica-
mente el amor del rey Alfonso XL que aparece en esta obra violento y
tirano cual fué realmente en la primera mitad de su vida. Sólo se rinde
al Conde, que era su verdadero y primitivo amor, como en desquite de la
violencia con ella ejercida. Cierto que no hace bien ; que mejor haría re-
sistiendo su pasión ; pero ahí está precisamente el drama que Lope des-
enlaza según el gusto de la época para esforzar más el alcance de su
pensamiento.
En cuanto al argumento de Lo que puede íin agravio sería el de un
drama en que el tema de la honra se llevaría por el camino de El médico
de su Jioura. de Calderón, o El celoso prudente, de Tirso de Molina.
n. Julián Romero.
Se imprimió por primera vez esta comedia en una Parte XXVII de
Lope de Vega, impresa en Zaragoza, a principios de 1633, de cuya exis-
tencia sólo tenemos noticia por la licencia para imprimirla consignada
en otra reimpresión del mismo año, que, aunque dice hecha en Barcelona,
debe de ser castellana o acaso de Sevilla (1).
(i) Las I Comedias del \ Fénix de España Lope de Vega Carpió. ! Parte vein-
te y siete. I Dirigidas al Doctor Ivan Pérez I de Montalvan, natvral de \ la Villa de
Madrid. \ Año (Escudo del halcón en el puño y el león al pie con la leyenda : 'Tost
tenebras speró lucem", que tienen las primeras ediciones del Quijote) 1633. ] Con ¡icen'
Vlll PROLOGO
En este tomo, pues, del cual existe un ejemplar completo en la Biblio-
teca del Instituto de Estudios Catalanes de Barcelona y fragmentos en
la Biblioteca Nacional de Madrid (i), sin contar con otros hoy perdi-
dos, se halla la comedia con este encabezado:
De Ivlian Romero. \ Comedia \ famosa. | De Lope de l^'ega Carpió. \
Representóla Antonio de Prado (2)
Es impresión detestable, así como las demás del tomo, según puede
comprobarse viendo el sin número de errores y omisiones que no ha
sido posible subsanar por no existir otro texto. La comedia tampoco
es buena, tanto gue no parece de Lope.
Son tres episodios militares de una supuesta vida de Julián Romero.
El primero cuando, siendo sacristán de un pueblo de la provincia de
Cuenca, asienta en el ejército español, como ayudante del tambor de una
compañía. El segundo en Londres, donde, según el poeta tiene la for-
tuna de salvar la vida de Felipe 11; y el tercero cuando obliga a los
franceses a levantar el cerco de Douay. Con todo, el carácter del prota-
gonista está bien bosquejado, según el imperecedero recuerdo que este
celebre general español ha dejado en la historia.
No es imitación ni recuerda en nada la obra de Lope, más que por
el nombre del héroe, la comedia de don José de Cañizares, titulada:
Ponerse hábito sin pruebas y guapo Julián Romero, impresa en Valen-
cia en 1768 (3). No sólo es un verdadero guapo y valentón el célebre
cia (Roto el papel, de modo que sólo se lee en esta última palabra la sílaba "ia". [En]
Barcelona (sigue otra rotura como de dos centímetros de ancho, en que pueden ca-
ber las palabras "A costa"' de (y roto lo demás del renglón). No debe leerse en el
espacio en que suponemos las palabras "A costa'' la de "Año" pues sobraría mucho
espacio, ni después del "de"' que se conserva la fecha "1633", porque en ninguna por-
tada de entonces se repetía el año de la impresión y ya estaba consignado más arriba
a los ladíjs del escudo. — 4."; 2 hojas prcls. ; 40 de las dos comedias Por la puente, Juana
y Celos con celos se curan; 126 (21 a 146) para las seis comedias Lanza por lanza,
El sastre del Campillo, Allá darás rayo, La selva confusa, Julián Romero y Los Vargas
de Castilla. Siguen luego otras cuatro comedias, cada una con su foliación particu-
lar. Como se ve, es un tomo colecticio formado sobre la base de uno orgánico.
Véase, además, el folleto del señor Harry Clifton Heaton, su descubridor, titu-
lado Lope de Vcga's Parte XXVII extravagante, aparte de la Romanic Reviezv,
vol. XV; enero-junio de 1924.
(i) Tomo X de esta colección de Lope: prólogo del señor Ruiz Morcuende, que
lo halló, págs. XLiii y sigs.
(2) Ocupa Jos folios loi a 123; signaturas Q-S^.
(3) No conozco más impresión que ésta, con el siguiente encabezado: N. 134.
Comedia famosa. Ponerse ovito sin pruebas y guapo Julián Romero. De Don Joseph
de Cañizares. Al final: En Valencia, en la Imprenta de la Viuda de Joseph de Orga...
Año 1768. 4.^ 32 págs. Pero es casi seguro que habrá otra anterior madrileña de
Juan o Antonio Sanz. En la Bib. Nacional hay dos manuscritos de esta comedia, pro-
PROLOGO IX
maestro de campo conquense, a quien hace natural de Anteciuera, sino
que lo son también su supuesto padre Miguel Romero, hombre ya se-
sentón, la amada del héroe y su doncella y hasta una hermana del futu-
ro cuñado de Julián, que además son todos deslenguados y groseros. No
i)uede darse mayor cúmulo de desatinos. Por otra parte, es falso que
Romero se ponga el hábito sin pruebas, pues las ha ido a practicar a An-
lequera, como caballero de Santiago e informante de ellas el cuñado
del protagonista y las obtiene muy favorables.
III. El lacayo fingido.
Se halla esta comedia en el tomo titulado Cuatro coniedias famo-
sas de don Luis de Gong ora y Lope de Vega Carpió, impresas en
Madrid, probablemente en 1613, y otra vez en 1617 (i). Las comedias
se titulan: Las firme::;as de Isabela, Los Jacintos y celoso de sí mis-
mo. Las hurtas y enredos de Benito y El lacayo fingido. La iirime-
ra es de Góngora y fué impresa en las colecciones de sus demás
obras; la segunda es La pastoral de Jacinto, de Lope, publicada des-
pués por él mismo; la tercera, aunque dudosa, la hemos impreso
en el tomo IV de esta colección, y la cuarta consta en la lista de la
primera edición, 1604, de El peregrino en su patria, en que Lope dio
algunos títulos de las obras que tenía ya escritas.
La comedia es ciertamente de la primera época de Lope por la
juvenil travesura que la anima, especialmente en la dama disfrazada
con el nombre de - Sancho, supuesto lacayo que embrolla y marea a
todos los personajes de la comedia, hasta conseguir recobrar el amor
cedentes de la Bib. de Osuna, con el título de El valor como tía de ser y el (jiiapo Ju-
lián Romero, uno de ellos de 1739 y en la Bib. Municipal otro de 1753 con el título
de El guapo Iiilián Royncro. Todos son enteramente iguales.
(í) Qvatro Comedias \ famosas de Don Lvís de \ Gongora. y Lope de Vega
Carpió, reco- I piladas por Antonio Sanctierj. ! Dirigidas a Don Ivan Andrés Hurta-
do de Mendoza, Marques de Cañete, señor \ de la villa de Algetc, &c. ¡ (Escudo de
Armas del Marqués) Con licencia \ En Madrid, por L. S. Año 161'/. \ A costa de
luán Berrillo. (Al fin:) En Madrid, ! En la imprenta de Luis Sanche.::. !
Año M.DC.XÍ'H.
8.°; 4 hojas preliminares, 269 foliadas y la del colofón. Tasa: Madrid, 6 de junio de
1617. — Licencia del Ordinario: Madrid, 15 de diciembre de 1612. — Erratas (ninguna):
Madrid, 8 de mayo de 1617. — Licencia a Antonio García: Madrid, 15 de junio de 1616.
(En ella se dice que este libro se había impreso "muchas veces".) — Dedicatoria fir-
mada por Berrillo.
Parece, pues, que en 1613 debió de haberse hecho en Madrid la edición princeps
de esta obra, si no es que se aprovecharon las licencias para imprimirlo en Córdoba,
donde también salió a luz en dicho año de 1613 en la oficina de Francisco de Cea, cu
S.° (Salva: Catál. I. pág. 423.) Pero nadie cita más ediciones y ni aún las de 1613 han
sido conocidas de los expertos bibliógrafos Pérez Pastor y Valdenebro.
X PROLOGO
del Duque Rosimundo. Uno de los episodios más curiosos, traído
aquí por los cabellos y sólo como uno de los diabólicos enredos del
falso Sancho, es el cuento o ejemplo contenido en El Conde Luca-
nor (Enx. XXXII) que don Juan Manuel refiere así : "tres homes bur-
ladores vinieron a un rey, et dijéronle que eran muy buenos maestros
de facer paños, et señaladamente que facían un paño que todo home
que fuese fijo de aquel padre que todos dicían, que vería el paño;
mas el que non fuese fijo de aquel padre que él tenía et que las gen-
tes dicían, que non podría ver el paño" (i). Punto por punto se ve-
rifica lo demás del cuento, haciendo dudar al mismo rey de Francia
si. sería o no hijo legítimo.
En cuanto a la época de la composición de esta comedia se da
con certeza, en el pasaje siguiente (pág. 88 de este tomo):
Sancho. ¿Qué hay de España?
Eleandro. Bravas cosas.
Tuvo en Valencia sus bodas
el Rey : vio las fiestas todas
mi hijo.
Sancho. ¿Grandes?
Eleandro. Famosas.
Escribe ((ue se halló allí,
y de allí se vendrá acá
y las contará.
Sancho. ¿Y vendrá?
Eleandro. A dieciséis.
Sancho. De éste.
Eleandro. Sí.
Es, por consiguiente, de 1599, en que se hizo el casamiento de Feli-
pe I TI y quizá fué escrita en Valencia misma, pues también Lope
estuvo en las bodas e hizo allí lucidísimo papel.
IV. Laura perseguida.
Obra también de la juventud de Lope, pues aparece citada en el
primer Peregrino (1604). Poseemos aún más concretas noticias. Se-
gún el manuscrito autógrafo que existió en el archivo del Conde de
Altamira, Lope terminó esta comedia en la villa de Alba de Tormes,
donde residía, como secretario del Duque don Antonio de Toledo,
el 12 de octubre de 1594 {2).
(i) Bib. de Autores cspailolrs. lomo 51, pág. 402.
(2) A la Biblioteca Nacional ha llegado una copia exacta de esta comedia sa-
cada en 1781 por el empleado del Archivo de Altamira don Miguel de Pliegos, como
se expresa el final de esta reimpresión, pero alterando el encabezado que tenía el
original con este otro: "Comedia \ nunca vista \ Intitulada I Laura Perseguida. En
TROLOGO XI
Imprimióse muchos años después, en 1614, en la Parte cuarta de
la colección del autor y con su asentimiento por Gaspar de Forres,
aiilor o jefe de compañías de cómicos, muy amig'o y protegido de
Lope, y después otras veces ( 1 j.
Esta comedia, de un género muy del gusto del autor, pues re])itió
varias veces el argumento más o menos alterado en los episodios,
como puede observarse en este mismo tomo en las comedias Lucinda
perseguida y Xadie se eoiioee, tiene mucho interés, y en la época
en c[ue se supone la acción no es tan inverosímil coino hoy lo sería,
imcs casos semejantes y más crueles nos recuerda la historia. Dígalo
si no la tragedia histórica de doña Inés de Castro, cuyo asunto recuer-
da algo la obra de Lope, es]jecialmente en el episodio de (juitarle a Laura
los hijos y despedida que ella les hace.
Como Lope se complacía en intervenir en el enredo de sus come-
dias con el falso nombre de Belardo, costumbre en que perseveró toda
su vida, no dejó de hacerlo en esta obra, ])ara tributar una muestra
de gratitud a su protector el Duque de Alba y contar veladamentc algo
de su vida. El pasaje es bastante curioso (pág. 132).
Okaxteü. ¿Cómo os llamáis, y sin perdón?
Belardü. Belardo,
si os que se ha de arrojar de un liolpc todo.
Oranteü. ; Casado sois, en fin?
Belardo. Y me lia cosíado
el serlo andar quizá por esos montes.
Oranteü. Vuestra mujer, ,;es moza?
Belardo. Hará estas hierbas
tres veinte {2^) y no más años (2).
Oraxteo. Bastan.
; Es bueno esc lugar?
Belardo. Tiene buen dueño ;
que cuando menos es del Duque Alhano.
Alba a 12 de octubre de ^5y[-/]." Pero copió las diversas licencias que tuvo para la
representación del ejemplar de que se trata, y fueron: una para Granada a 31 de
agosto de 1603; otra para Madrid, a 3 de mayo de 1604. Desgraciadamente no dice
quién fué el actor dueño de la obra, ni quiénes la representaron.
(i) Por no repetir con exceso las descripciones bibliográficas remitimos al lector
para las de esta Parte al tomo anterior a éste, pág. vii del Prólogo, donde se citan
tres ediciones de ella.
(2) Esa debía de ser entonces la edad de doña Isabel de Ampuero y Urbina ;
pues consta que era muy jovencita cuando Lope la robó en 1588 para casarse con
ella. La forma equívoca de "tres veinte"' pudiera entenderse también 60 años; pero
entonces hubiera sobrado la alusión al destierro por ser cosa ya viejísima para re-
cordada con melancolía. Quizá la ambigüedad resulte de estar mal reportado el verso,
que como se ve es incompleto, faltándole dos sílabas. Diría "tres y veinte" o "tres
con veinte".
XII PROLOGO
Falta salud y gente ; pero tiene •
una buena dehesa y un buen río.
V. El leal criado.
De la misma época que la precedente y aún algo anterior a ella es
El leal criado, cuyo autógrafo, fechado también en Alba de Tormes,
a 24 de junio de 1594, existió en la biblioteca de los condes de Alta-
mira, herederos del Duque de Sessa y de la cual hay un traslado bas-
tante seguro en la Biblioteca Nacional, hecho en el siglo xviii (i).
Pero además fué impresa en 162 1 por el mismo Lope de Vega en el
tomo o Parte XV de su colección propia (2). De modo que ambos textos
son dignos de crédito, aunque siempre es más correcto y más completo
el autógrafo. Por ejemplo, en esta impresión de la Parte XV, que es de
suponer que Lope corrigiese por sí, pues el corrector oficial apenas
examinaba los libros, dejó pasar la falta de versos y tales y tan gro-
seras erratas que el autor se admiraría al verlas si alguien se las
hubiese mostrado.
El asunto de esta comedia parece tomado, y lo será, de algún cuen-
tista italiano. Está bien tratado aunque resulta, algo inverosímil. En
cambio, la versificación es briosa y lozana como lo era la juventud
de su autor. Circunstancia curiosa y reparable es la de que después
de haber andado la comedia rodando por las provincias, al llegar a
Madrid en 1600 se obligase al autor a cambiar los nombres de los
lugares de la acción, París y Rúan, sustituyéndolos por el imagina-
rio de Dantís y el de Milán. Debió de consistir en que habiéndose
hecho la paz con Francia, después que Lope había compuesto su obra,
quisieron las autoridades evitar disgustos o quejas de los franceses
residentes en España.
VI. La lealtad en la traición.
En dos textos, que no son en* realidad más que uno, pues sólo
ofrecen leves diferencias ortográficas o de poca monta, ha llegado
(i) El encabezado del manuscrito de 1781, que será distinto del autógrafo, dice:
Comedia I Intitulada \ El Leal Criado. | En Alva a 24 de junio de 1594. \ Pasa en
Dantis. \ Acto Primero. | Personas que hablan en él. La copia está hecha por el mis-
mo don Miguel de Pliegos, que hizo la anterior y también nos conservó las licencias
para las representaciones sucesivas de la obra que Vergara fué a estrenar a Gra-
nada a fines de octubre de 1595; luego en Madrid, en noviembre de 1600, con el entre-
més La Alameda de Sez'illa; otra vez en Granada, en noviembre de 1603, y en
Jaén, en enero de 1614.
(2) Véase en el tomo anterior, página xxv, la extensa descripción de las dos edi-
ciones de esta Parte XV, publicadas por el mismo Lope.
PROLOGO XÍII
a nosotros esta excelente comedia, aunque en estado muy deplorable
por las innumerables erratas, equivocaciones y faltas que ofrece, se-
gún puede juzgarle por las abundantes notas que ha exigido la publi-
cación de este defectuosísimo texto.
El más antiguo (i) al parecer lo forma una comedia desglosada de
un tomo que no se ha podido aún identificar, en el cual ocupaba los
folios 41 a 57; signaturas GM. Hállase este ejemplar en un volumen
colecticio de la Biblioteca Xacional de ^lunich, que contiene otras trece,
todas raras, con el titulo general de Flor de las comedias. El particular
de la que estudiamos es: La lealtad en la traycion. \ Comedia \ famo-
sa ¡ de Lope de Vega Carpió. \ Representóla Prado. \ Hablan en ella
las personas siguientes. (Las mismas y por el mismo orden y con la
misma ortografía: "Alexandro, ^Níalxessi'' de la que sigue.) Acto
primero.
De esta antigua impresión se hizo, probablemente en Sevilla, en
la segunda mitad del siglo xvii, otra impresión con el siguiente título:
La lealtad en la Traición \ comedia \ famosa. [ De Lope de Vega
Carpió. I Representóla Prado. \ Hablan en ella las personas siguientes. \
(Ya hemos dicho que son las de la edición anterior.) Jornada Primera.
Como se ve, difi'ere sólo de la anterior en la / latina de la palabra
"traición" y en el empleo de la voz "Jornada" en lugar de "acto". Esta
unpresión suelta no tiene lugar, ni año, ni circunstancia particular que
la diferencie de otras, más que el tamaño desproporcionado de la pala-
bra "comedia", propio de las ediciones sevillanas. Consta de ló hojas
en 4.°. sin numerar; signaturas A-D todas de a 4 hojas; sin cabece-
ras ni adorno final.
En cuanto a la propiedad de la obra, que no aparece citada en nin-
guna de las listas del Peregrino, creemos que no hay razón para dudar
de la exactitud de la atribución hecha a favor de Lope. El Catálogo de
^ledel del Castillo (1735) también se la adjudica. De la fecha ni aun
aproximadamente podemos decir nada, sino que parece obra de la ma-
durez de Lope, por la hábil lucha de grandes y nobles afectos, de que sa-
bía dotar a sus personajes en las obras de su última época de autor
dramático.
íi) Don Cayetano Alberto de la Barrera, en su Catálogo del teatro antiguo es-
pañol, pág. 435, dice que don Agustín Duran poseía, de esta comedia un "manuscri-
to, con la fecha de Madrid, 22 de noviembre 1617." Pero es error de aquel bibliógra-
fo ; porque el vínico manuscrito que tuvo Duran de esta obra fué vma copia hecha por
él en el m.es de octubre de 1828, de la impresa suelta que poseía don Manuel Casal.
Esta copia está hoy en la Biblioteca Xacional. (V. Catálogo de Paz y Mélia. núme-
ro 1734.) El original de Casal será el que hoy, procedente de M. John R. Chorley,
se halla en el Museo Británico.
XIV PROLOGO
En la Biblioteca Nacional hay un manuscrito antiguo y al pare-
cer autógrafo ele una comedia titulada El muerto vivo y lealtad en la
traición, comedia firmada por un don Juan de Paredes (i). Esta co-
media, que nada tiene de común con la de Lope, ofrece cierta semejan-
za con Los hermanos encontrados, de Moreto {Parte III de sus Co-
medias) y mayor aún con las tituladas Hados y lados hacen dichosos
y desdichados y El Parecido de Rusia, ([ue quizá las haya ins])irado.
VI í. Lo que está determinado.
Tampoco esta comedia ofrece completas garantías de autenticidad
por no haber sido mencionada por su autor; pero es tan del estilo y
género de Lope ; está tan bien versificada y ofrece unos caracteres tan
bellos que sería una pena i)rivar,le de este hermoso drama.
Se imprimió por primera y única vez en Parte III de la colección
de Escogidas que lleva la fecha de 1653 y el título de Lo que está de-
terminado. Comedia famosa de Lope de l^eya Carpió (2).
Es pieza novelesca y bien dis])uesta y conducida, salvo el repug-
nante episodio de hacer comer el bárbaro Enrique, nuevo Atrida, al
(i) En 43 hojas en 4."; k'tra del sisólo xvn y procedente ile la Biblioteca de Osuna.
(2) Parte I fcrccnt ¡ de Comedias de los I ineiorcs ¡¡ujaüos de I España. ] Dedi-
cadas a Don Ivan de Rosas \ Viiianco y Escalera, Cauallcro del orden de Santiago,
de la Innta de \ Aposento de su Magestad, y Tesorera de la Reyna nuestra ¡ Seño-
ra y de sus Altecias. 1 66. | Año (Escudo del Mecenas) 165^. \ Con Priuilegio en Ma-
drid. Por Melchor Sanche^:. | A costa de loseph Muñoc Baruia, Ayuda de la cerería
de la Reyna ¡ nuestra Señora. Véndese en su casa en la calle de Atocha.
4.°; 3 hojas preliminares y 261 foliadas. Signaturas A-Kk de a 8 hojas menos la
última que tiene 4. Port. ; v. en blanco.
Hoja 2^\ Titulos de las comedias que tiene este libro: i. La llave de la lionra, de
Lope de Vega, fol. i. — 2. ]\Iás pueden Zelos que Amor, de Lope de Vega. fol. 19. —
3. Engañar con la verdad, de Gerónimo de la Fuente, fol. 39. — 4. La Discreta
Enamorada, de Lope, fol. 59. — 5. A un Traydor dos Aleuosos, y a los dos el más leal,
de Miguel González de Cunedo, fol. 84. — 6. La Portuguesa y dicha del Forastero, de
Lope de Vega Carpió, fol. 107. — 7. El Maestro de Dangar, de Lope, fol. 131. — 8. La
Fénix de Salamanca, del doctor Mira de Mescua, fol. 157. — 9. Lo que está determi-
nado, de Lope, fol. 181.— 10. La Dicha por malos medios, de Gaspar de Auila, fol. 203.
—II. San Diego de Alcalá, de Lope, fol. 222.— 12. Los Tres señores del mundo, de
Luis de Belmonte, fol. 242.
Hoja 2." vuelta. Suma de las aprobaciones. — Suma del privilegio a Muñoz Bar-
ma, por 10 años: 7 de octubre de 1652.— Erratas (ninguna): Madrid, 4 de febrero
de 1653: Murcia de la Llana.— Suma de la Tasa: 4 mrs. pliego; tiene con el princi-
pio 66: Madrid, 15 de febrero de 1653.
Hoja j." : Dedicatoria suscrita por José Muñoz Barma, sin fecha. Dice que le ofre-
ce este libro que contiene comedias de los mejores ingenios de España. "Y bien pu-
diera decir del mejor en esta profesión, pues las que componen la mayor parte de
este volumen son del Fénix della, el inmortal Lope de Vega."
PROLOGO XV
pobre Conde el cuerpo de su propio hijo. El mismo asunto, poco más
o menos, tocó Lope otras veces, tan feliz en la pintura de estos hijos
de reyes o grandes señores ciue viven, como Ciro, su juventud en una
aldea hasta que un suceso inesperado les revela su origen y los res-
tituye a su verdadera clase. Ejemplo de ello son las comedias Lo que
ha de ser, El hijo de los leones y otras muchas.
VIII. Lo que hay que fiar del mundo.
Imprimió Lope este sombrío drama en la Parte XII de sus co-
medias en 1619(1). Desde entonces no se ha vuelto a reproducir; y eso
que tiene caracteres y circunstancias que sujetan la atención del que
lo lee y después de leído hace que no se vaya tan presto de la memoria.
Quiso sin duda recordar lo más dramático de la vida de Ibraim, el
célebre visir del sultán Solimán 11, con quien gozó tanta privanza que
le casó con una hermana suya, aunque luego, a instigación de la fa-
vorita Rojelana, le hizo estrangular mientras dormía. Que Lope te-
nía presente esta terrible lección moral lo indica el pasaje (pág". 268)
en que al conferir el sultán el mando al genovés Leandro y exigirle que
vista a lo turco quiere también que cambie de nombre y le dice :
Selín. Pues llamaráste Brahín.
Leandro. Brahín por nombre, consiento,
responde el genovés.
Lope pudo haber leído el caso del A^isir en cualquier libro; por
ejemplo en las historias de Paulo Jovio u oírlo contar de público, pues
las hazañas "del Turco" eran entonces harto conocidas en España por
las narraciones de cautivos y soldados.
Pero el drama tiene una primera parte de origen diverso: es el
hecho de recibir Leandro temporal libertad para venir a casarse con
su amada y promesa de volver luego a constituirse en esclavitud. El
mismo Lope indica un hecho semejante que pudo haberle sugerido
esta parte de su drama. Cuando el Sultán duda de que cumpla la pa-
labra de volver, Leandro le recuerda el caso sig-uiente (pág. 258):
Un moro de Granada, Abindarráez
por nombi-e, y caballero, con ser moro,
volvió preso a Rodrigo de Narváez,
guardando a la palabra igual decoro (2).
El hacer genoveses a Leandro Espinóla y su esposa Blanca Lo-
(i) Véase en el tomo anterior, ¡¡agina xviii del Prólogo, la extensa descrip-
ción bibliográfica de dicha Parte XII.
(2) Es el tan conocido suceso del moro Abindarráez y la hermosa Jarifa, tan
bien novelado por xA.ntonio López de Vega y por otros.
XVI PROLOGO
melín, no tiene raíz histórica ninguna. Espinólas y Lomelines había
entonces en España en abundancia y el puerto de Genova, después de
Ñapóles, era el más conocido de los espaíioles,
IX. La locura por la honra.
Este drama, citado por Lope en la segunda edición del Peregrino
en su patria (1618) fué impreso por él mismo en dicho año, en la
Parte XI de sus Comedias (i). Compuso, además, un auto sacramen-
tal del mismo título (2), en el cual reprodujo en parte algunos temas
poéticos del drama, como el romance, imitación de los antiguos,
Yo me levantíira un lunes
tui lunes (le .la Ascensión,
que va parafraseando a lo divino en lindos y alados versos.
(i) Onsena | parte de I las Comedias de ¡ Lope de Vega Carpió, ja- ¡ miliar del
Santo Oficio. I Dirigidas a Don Bernabé I de Viiianco y Velasco, Canallero del Ahito
de San- I tiago, de la Cámara de su Magestad. \ Sacadas de sus originales. | Año
(Escudete del Sagitario, con la leyenda "A Deo missa salvbris sagita".) 1618. ¡ Con
privilegio. | En Madrid, Por la viuda de Alonso Martin de Balboa. [ A costa de Alon-
so Peres mercader de libros. I Véndense en la calle de Santiago.
4.°; 6 hojas proís, y 295 foliadas; signaturas A-Oo, todas de 8 hojas. Al final,
en hoja perdida, dice: "En Madrid, ' En casa de la viuda de Alonso I Martin de
Balboa. | Año M. DC. XVIH."
Portada; vuelta en bl. — Hoja 2.'': ''Aprovación del se- ¡ ñor Doctor Gutierre de
Cetina." Madrid, 4 de febrero de 1618. — ''Suma del priuilegio*' al autor, por diez años:
El Pardo, 24 de febrero de 1618. — ''Titulos de las Comedias.''
El perro del hortelano, fol. i. — El azero de Madrid, fol. 28. — Las dos estrellas tro-
cadas y ramilletes de Madrid, fol. 51 v. — Obras son amores, fol. 74 v. — Servir a señor
discreto, fol. 98. — El Príncipe perfecto, fol. 122 v. — El amigo hasta la muerte, fol. 148.
—La locura por la honra, fol. 175 v. — El Mayordomo de la Duquesa de Amalfi, fol. 200.
—El x\renal de Sevilla, fol. 225. — La fortuna merecida, fol. 245. — La Tragedia del
Rey Don Sebastián y Bautismo del Príncipe de Marruecos, fol. 271.
Vuelta: "Tassa" 4 mrs. pliego: tiene 75 y medio, !\Iadrid, 10 de mayo de 1618. — Erra-
tas (muchas) : Madrid, 6 de mayo de 1618. El Lie. Murcia de la Llana.
Hoja 3.°: Dedicatoria, de Lope, sin fecha. (Lisonjera: dice que no pide nada.)
Vuelta: "Prólogo del Teatro a los lectores." Se queja Lope de los que le usurpan
sus comedias en la representación; aprendiendo unos cuantos versos y poniendo otros
muchos propios del usurpador. Que se vendían en las tiendas estos manuscritos a
nombre de los autores usurpados. Dice que las de este tomo son legitimas. Ofrece otras
doce y añade que tiene escritas ocJiocienfas. Este prólogo ocupa además todo el recto
de la Hoja 4.''
Vuelta: "A la memoria éter- ¡ na de nuestro insigne amigo, Lope Félix de Vega
Carpió por sus escritos." Es una larga silva firmada por "Don Tomás Tamayo de Var-
gas. D. C." en que va citando las obras de todo género, menos las comedias, que designa
en globo, que tenia compuestas Lope.— Texto.— Colofón. — Vuelta en blanco. — El li-
bro se empezó a vender en mayo.
(2) Publicado en el tomo II de la aiKcrior colección académica de Obras de Lope:
Madrid, 1892, págs. 627 y siguientes.
PROLOGO XVII
El asunto de este cruento drama quiere referirse, pero con mucha
libertad de interpretación, a la época de Carlomagno. El personaje
principal, el conde Floraberto. con su locura, parece ser el famoso
Orlando :
Carlos. ¿Qué es aquesto?
Ricardo. El Conde Orlando,
que era Floraberto ayer,
furioso, no por los desdenes de Angélica, sino por la tentativa de adul-
terio de su esposa Flordelís; el Príncipe Carlos es el Carloto de los
romances; doña Alda, con su propio nombre, etc.
Pero esto es sólo un pretexto para situar la escena en cuanto a
lugar y tiempo; creemos c[ue Lope quiso otra cosa. El conflicto do-
méstico y social confusamente dispuesto en El Labrador del Torines,
tal como hoy lo conocemos, está planteado aquí con toda su crudeza
y resuelto con la misma inicua crueldad que en aquella ol)ra. La pobre
Flordelís muere a manos de su marido, sin haber cometido delito ma-
terial. ¿Causas de esta catástrofe? Las conocidas. El Príncipe Carlos
amaba a Flordelís y era correspondido de ella. Pero el Rey, temiendo
que contrajesen un matrimonio clandestino, obliga a Flordelís a ca-
sarse a toda prisa, aun en ausencia de su padre el Almirante, con el
Conde Floraberto. Donde dice rey póngase padre o hermano: la au-
toridad doméstica era la misma.
¿Qué había de suceder? Lo de siempre. El Conde, que conocía los
amores de su mujer con el Príncipe, y, sin embargo, se casa con ella,
iras de andar algún tiempo celoso y receloso, finge una lejana partida
de caza y regresando de noche sorprende al Príncipe en su domicilio.
Hace arrojar por una galería a la triste Isabela, doncella de Florde-
lís, que se estrella contra las losas del suelo; da por su propia mano
muerte a un inocente caballero que acompañaba al Príncipe, y después
de una horrible escena, parodia trágica del romance
Blanca sois, señora mía (i)
en que el Conde va descubriendo los indicios de la presencia del Prín-
cipe fpág. 308),
¿ Cuyos eran dos caballos
que estaban en el zaguán?, etc. (2)
la apuñala encarnizadamente, exclamando:
(i) Cancionero de Romances, 1550. En Duran; Autores españoles, I, 161.
(2) En el romance citado, dice : y enviólo para vos.
— ¿Cuyo es aquel caballo — ¿Cuyas son aquellas armas
que allá abajo relinchó? que están en el corredor?
— Señor, era de mi padre — Señor, eran de mi hermano
XVlll
PROLOGÓ
Del alma sólo me pesa.
Palabras fríamente dichas, pero que son espantosas en labios de un
cristiano que de tal modo castiga un delito de pensamiento.
Sobreviene el padre de la víctima y en lugar de los acentos de do-
lor que debía arrancarle el trágico suceso, no menos feroz que el
padre de Casilda la del Labrador del Tormcs, profiere estas repugnan-
tes palabras:
Digo, aunque perdone amor,
que está mil veces bien muerta
y me pesa que despierta
no esté del sueño profundo
para sacalla del mundo
abriéndole yo la puerta.
Mis brazos quisiera darte (al Conde)
y el agravio lo resiste,
de que parte no me diste
para venir a ayudarte.
El Conde se vuelve loco furioso, no por el remordimiento de su
crimen, sino porque con el escándalo se ha descubierto su deshonra, y
aún no se considera bastante vengado mientras viva el Príncipe, a cuya
existencia no puede atentar.
Para restituirle el juicio y restablecer el imperio de la moral de
aquel tiempo, hay que darle en matrimonio una hija del Rey y casar
al Príncipe con doña Alda, hermana del Conde, terminando como una
vulgar comedia esta gran tragedia; desenlace que no puede satisfacer
a ningún espíritu recto y menos al del autor del drama, cuya psicolo-
gía amorosa y conyugal conocemos harto por sus hechos.
Pero esta obra está bellísimamente escrita y versificada; saturada
de ideas y pensamientos sublimes, y con escenas de incomparable be-
lleza. En ningún drama puede presentarse episodio más hermoso que
aquel con que principia el acto segundo, cuando el Príncipe, disfraza-
do de aldeano, con sus criados igualmente encubiertos enraman y en-
tapizan de flores la puerta y balcones de Flordelís (págs. 299 y sigs.)
a la vez que entonan el cantar rústico:
¿ Cuándo saliredes, alba ;
alba galana?
i Cuándo saliredes, alba ?
y hoy vos las envió.
— ¿Cuya es aquella lanza
que desde aquí la veo yo?
. — Tomadla, Conde, tomadla;
matadme con ella vos;
que aquesta muerte, buen Conde,
bien os la merezco yo.
PROLOGO XIX
X. Lucinda perseguida.
Esta linda coinedia aparece ya citada por Lope en 1604 en la
primera edición de su Peregrino; pero no la imprimió hasta 162 1 en
la XVII Parte de sus comedias, editada por él mismo (i).
Está dedicada a don i\íanuel Sueyro, clásico traductor de Tácito
y de Salustio y autor de unos Anuales de Flandes. en dos tomos en
folio, impresos en Amberes, en 1624. Residía este hispanoportugués
en Flandes, donde había nacido, y en cierta ocasión envió a Lope se-
milla de tulipanes, que éste hizo prosperar en su jardinillo, cosa que
le recuerda agradecido en su dedicatoria de la comedia. Afirma tam-
bién en ella ser dicha obra fruto de sus juveniles años, y añade este
curioso párrafo: "Su título es Lucinda perseguida; que de mis manos
(i) Decima séptima ' parte de 1 las comedias de 1 Lope de Vega Carpió, Pro- ¡ cu-
rador Fiscal de la Cámara Apostólica, y I Familiar del Santo Oficio de [ la Inquisi-
ción. I Dirigidas a diver- i sas Personas. | Año (Escudo del Sagitario) 1621. ¡ Con pri-
vilegio. I En Madrid. Por Fernando Correa I de Montenegro. ! A costa de Miguel
de Siles mercader de libros. Véndese en su casa, en la calle Real de las Descalcas.
4."; 4 hojas prels. y 312 fols. (Erratas en la numeración de las ocho últimas.)
Signaturas A-Qq. — Port. ; v. en bl.
Hoja 2!': "Tabla de las come- [ dias de esta decima séptima parte." i. Con
su pan se lo coma. Dirigida a la Ilustrísima señora doña Francisca Salvador,
folio I. (Representóla Valdés.)— 2. Quien más no puede. A D.^ Ana María Mar-
garita Roig, Marquesa de Villacor, fol. 29. (Representóla Pedro Cebrián.) — 3. El
soldado amante. A la señora doña Ana de Tapia, fol. 44. (Representóla Osorio.) —
4. Muertos biuos. Al Licenciado Salucio de Poyo, fol. 83. (Representóla Villalba.) —
5. El primer Rey de Castilla. A Don Fernando de Ludeña, fol. 112. (Representóla
Vergara.) — 6. El dómine Lucas. A luán de Pina, fol. 131. (Representóla Melchor de
Villalba.) — 7. Lucinda perseguida. A Emanuel Sueyro, fol. 162. (Representóla Mel-
chor de León.) — 8. El Ruiseñor de Sevilla. Al Lie. don Francisco de Herrera Mal-
donado, fol. 187. (Representóla Rios.) — 9. El sol parado. A don Andrés de Rogas,
fol. 209. (Representóla Ríos.) — 10. La madre de la mejor. A don Fray Plácido de
Tosantos, obispo de Guadix, fol. 235. (Representóla Riquelme.) — 11. Jorge Toleda-
no. A luán Pablo Bonet, fol. 260. (Representóla Porras.) — 12. El Hidalgo abencerraje.
A doña Ana de Pina, fol. 281. (No dice quien la representó.)
Vuelta: Aprobación del maestro Espinel: Madrid, 20 de octubre de 1621.
Hoja 5.": Tassa (4. mrs. pliego; 79 pliegos = 316 mrs., 9 reales y 10 mrs.) Ma-
drid, 27 de enero de 1621.
Vuelta: Suma del privilegio. (A Lope, por diez años.) San Lorenzo, 31 de octubre
de 1620. — Fe de erratas (ninguna). Madrid, 25 de enero de 162 1. El Lie. Murcia de
la Llana.
Hoja 4." : Prólogo al Lector.
En este mismo año se imprimió de nuevo esta parte en Madrid, por la viuda de
Alonso Martín. Hay ejemplar en el Museo Británico.
En 1622 se repitió la edición en [Madrid por la viuda de Fernando Correa, en lo
demás exactamente como la de 1621 ; y también la reprodujo la viuda de Alonso Mar-
tin. De modo que fueron cuatro las ediciones de esta Parte en dos años.
XX PROLOGO
y caudal, ¿qué podría salir sino este nombre f^^ Singular persistencia
del recuerdo en 162 1 de unos amores ya terminados en 1608. Lucinda,
como es sabido, era el nombre poético de la actriz Micaela de Lujan,
tan ensalzada y amada de Lope.
En cuanto a la comedia puede decirse que es un duplicado de Lau-
ra perseguida o ésta de ella, según cual fuese la primogénita. En la
de Lucinda hay un segundo episodio, que son los amores de Rósela y
Alfredo, que, paralelamente a los de Lucinda, se van desarrollando en
ia obra.
X¡. Más vale salto de mata que ruego de buenos. ^
Esta rarisima comedia parece que se imprimió la primera vez en
una Parte XXVI de Lope, impresa en 1645, en Zaragoza, de que hubo
en algún tiempo ejemplar en la Biblioteca Nacional, pero no actual-
mente.
Para esta reimpresión nos hemos servido de la impresión suelta
hecha en Sevilla, a principios del siglo xviii, por un impresor flamen-
co llamado Francisco de Leefdael, que reprodujo otras muchas obras
dramáticas del siglo xvii.
El encabezado de la que ahora tratamos es: Núm. P4. \ Mas vale
salto de mata, \ qve rvego de hvenos. \ Comedia \ famosa, \ De Frey
Lope Félix de Vega Carpió. \ Hablan...'''' , etc. Al final: "Con licencia.
En Sevilla, por Francisco de Leefdael, | en la Casa del Correo Viejo.-'
32 págs. en 4.° Sin año, ni adornos tipográficos al principio ni al fin
y sin más característica que tener desde la página 21 al final separa-
das las dos columnas de cada plana por una líneaj a modo de coron-
del, formada con adornitos de imprenta y dos cruces en medio de la
línea.
La comedia es ciertamente de Lope y no mala. Despierta el interés
desde el principio con la fuga simultánea de Estela y su amante don
Carlos, presos en lugares distintos de la torre en que los tenía encerra-
dos el Conde de Barcelona, hermano de la dama, y su transformación
en aldeanos al servicio del rico labrador Albano.
El principio de un romance que canta Alendoza, criado de don Car-
Ios, que también les acompaña.
Hortelano era Belardo
en las huertas de Valencia,
nos pudiera indiciar que esta comedia, fruto de la mocedad de Lope,
fuese escrita en Valencia entre 1588 y 1590, en que Belardo residió
en dicha ciudad y que por eso pone el lugar de la escena en Cataluña.
Tiene además muchas gracias de por menor, agudezas aldeanas
y escenas rústicas que luego imitó Tirso de Molina.
PROLOGO XXÍ
XII. Más valéis vos, Antona, que la corte toda.
Otra comedia que también únicamente suelta ha llegado a nos-
otros. La conoci(S Aíedel (pág. Ó7 de su Catálogo). Don Agustín Du-
ran hizo una copia del ejemplar impreso que poseía don Manuel Casal
y será el que hoy, procedente de Chorley, se halla en el Museo Britá-
nico. La copia de Duran está en la Biblioteca Nacional (i).
El encabezado de la impresa es así: Adas valeys vos Antona, \ que
la corte toda. \ Comedia \ famosa. | De Lope de Vega Carpió. \ Ha-
blan en ella... etc.
No sabemos si tendría colofón, porque al ejemplar del Museo Bri-
tánico, único conocido, le faltan las dos últimas hojas, sustituidas ya
a fines del siglo xviii o principios del siguiente por una copia manus-
crita, que por dicha coincide exactamente con la copia de Duran, si no
es que esta copia fuese ya. como presumimos, hecha sobre este mismo
ejemplar incompleto.
La obra no sólo es de Lope sino una preciosa muestra de una cla-
se de comedia rústica en que tanto sobresalía, por su gracia, ingenio y
dulzura. Es muy parecida a la anterior en el fondo y desarrollo del
asunto ; pero lo que prueba el infinito talento e inagotables recursos del
autor, no se parece ni en los episodios, ni en lo que hablan los perso-
najes, ni en los demás pormenores.
Parece que Lope compuso esta comedia para ejemplificar el dicho
popular que le da título, pues Antona se hace llamar la náufraga Du-
quesa de Bretaña, Isabela, al entrar a servir al rico ganadero Pelayo,
hasta que al final recobra su nombre, al mismo tiempo que el infante
de Navarra es también reconocido.
XílL El mayor rey de los reyes.
De este título cita el Catálogo de ]\Iedel del Castillo (1735) dos
comedias, atribuyéndolas, una a Lope de Vega y otra a don Pedro Cal-
derón de la Barca; pero ninguna a nombre de Claramonte, a quien se
adjudica en tres manuscritos antiguos que hay en la Biblioteca Na-
cional.
El primero y más completo y antiguo que sirvió para nuestra
reimpresión, tiene el número 17.133. Otro manuscrito que ostenta el
número 15.278, es ya refundición o arreglo del anterior y se intitula
"£/ mayor rey de los reyes. Comedia famosa de Andrés de Claramon-
te.'^ Tiene al principio un largo encabezado en prosa describiendo el
(i) Tiene hoy la signatura Ms. 14.993 y no difiere del texto impreso más que en
algunas correcciones atinadas.
5CXII PrÓLOCiÓ
a|)arato escénico. Las acotaciones de este texto son sienii)re mucho
más extensas que las del anterior. Hay no sólo continuos cambios de
palabras, sino escenas enteras añadidas y supresión de otras del an-
terior manuscrito. Este es copia hecha por Dieg'o Martínez de Mora,
librero de Madrid que entretenía sus ocios cojeando comedias, algu-
nas de las cuales son hoy sólo conocidas por estas copias. La de ésta
atribuida a Claramonte es de principios de 1631 (i).
Hay además en dicha Biblioteca otro manuscrito, copia de la co-
pia de Martínez de Mora, que ofrece poco interés.
\'olviendo al primero, deberemos advertir que el nombre de Cla-
ramonte, puesto en el primer encabezado, es de letra moderna: pero
al final repite ''De Claramonte" de letra más antigua. El título inter-
no dice: ''Comedia famosa yntitulada El mayor rey de los reyes donde
representan (2) las figuras siguientes.''
Ahora bien; ¿qué parte puede corresponder a Lope en esta obra?
No nos atrevemos a señalarla. Hay pasajes y escenas que parecen su-
yas y lo serán: porque Claramonte no era capaz de escribir quintillas,
ni' redondillas como muchas del primer acto, ni octavas reales como las
del acto o jornada tercera; pero creemos que sí estará interpolado
por él. La segunda refundición, copiada por Mora, será ya de otro
poeta, porque Claramonte murió en 1626.
Esta obra es la historia de los tres Reyes Magos o del Oriente:
pero no la de su viaje a Belén, que se cuenta sólo en relación, sino la
de los sucesos ocurridos en sus reinos durante la ausencia. Todos pier-
den y recobran luego sus estados, según el poeta por intervención di-
vina. Hay episodios bastante novelescos y no mal referidos, pero el
drama en conjunto vale poco.
XIV. El mayorazgo dudoso.
Esta excelente comedia, fruto de la juventud de su autor, apai'e-
ce ya mencionada en 1604 en la primera edición de El Peregrino y
fué impresa cinco años después en la Parte II de las comedias de
(i) Al final de la primera jornada dice: "Acabóse de escribir miércoles a
primero de bcnero de presente ano de 1631 años. Alabado... {etc.) de memoria por diego
martínez de mora mercader y tratante en comedias. a gloria y honra de dios nro Sr. y
de su bendita madre año de 1631. D.° martínez de mora." Al final del acto 2° hay
la firma: "D." martínez de mora de memoria por el dicho año de 1631." El acto 3.°
está bastante incompleto. Y al final, dice: "Fin de la comedia del mayor Rei de los
Reyes escrita por Diego martínez de Mora mercader y tratante en comedias, a 7
de henero de 1631 años."
(2) En el encabezado del texto fpág. 427) por errata se puso ''se presentan".
PRÓLOGO XXI ri
Lope (i). En la Biblioteca Nacional hay un manuscrito antiguo que
(i) Segvnda parte de las Comedias de Lope de Vega Carpió. Madrid. Alonso Mar-
tín, 1609. De esta primera edición hay ejemplar, según Rennert, en el Museo Británico.
Fué costeada por el librero Alonso Pérez (padre del doctor P. de Montalbán) y de-
dicada a doña Casilda Gauna Varona. La fe de erratas está fechada en Madrid, a
18 de noviembre de 1609. La aprobación del doctor Cetina es de Madrid, i."* de agos-
to de 1609 y otra de fray Alonso Gómez de Encinas, mercenario, de. Madrid, a 30
de julio del mismo año. Contiene las doce comedias de la de Madrid, 1610.
Se reimprimió en Valladolid y Pamplona el propio año de 1609, ediciones hoy
rarísimas. La cuarta edición, probablemente igual a la primera de 1609, dice:
Segunda parte ! de las Co- ¡ medias de Lope ¡ de Vega Carpió, \ que contiene otras
doze, cuyos nombres 1 van en la hoja segunda. ¡ Dirigidas a Doña Casilda de Gau-
na Varona, muger de I don Alonso Veles de Gueuara, Alcalde ma- | yor de la cixi-
dad de Burgos. I (Un grabado) Con licencia. ¡ En Madrid, por Alonso Martin. [ Año
1610. I A costa de Alonso Pérez, mercader de libros.
4.°; 2 hojas prels. y 372 foliadas.
Portada. Vuelta: Tassa: Madrid, 18 de noviembre de 1609. — Erratas: Madrid,
18 de noviembre de 1609. — Hoja 2." : "Las comedias que contiene este volumen son
las siguientes: Comedia de la fuerza lastimosa (fol. i). — Comedia famosa de la Oca-
sión perdida (fol. 37). — Comedia famosa del Gallardo Catalán (fol. 69). — Comedia fa-
mosa del Mayorazgo dudoso (fol. 105). — Comedia famosa de la resistencia honrada
y Condesa Matilde (fol. 137). — Comedia famosa de Los Benavides (fol. 169). — Co-
media famosa de los Comendadores de Córdoba (folio 201). — Comedia famosa La
Bella malmaridada (fol. 229). — Comedia famosa de Los tres Diamantes (fol. 253). —
Comedia famosa de la Quinta de Florencia (fol. 285). — Comedia famosa Del padri-
no desposado (fol. 313). — Comedia famosa de las Ferias de Madrid (folios, 342 a
372). — Todas llevan expreso el nombre de Lope de Vega y entre algunas hay hojas
en blanco, sin duda para vender sueltas las comedias.
La quinta edición será la siguiente de Barcelona.
Segvnda parte 1 de las co- I medias de Lope | de Vega Carpió. I Que contiene
otras dose, cuyos nombres [ van en la vltima hoja. I Dirigidas a Doña Casilda de
Gauna Varona, muger de | don Alonso Velez de Guevara, Alcalde ma- I yor de la
ciudad de Burgos. | Año (Adorno tipográfico.) 161 1 I Con licencia. 1 En Barcelona
en casa Sebastián de Cormellas al Cali, j Año lóii. ¡ Véndense en la mesma Emprenta.
4.°; 4 hojas prels. y 323 hojas, sin foliar. Signaturas A-Xx, todas de a 8 hojas me-
nos la última que tiene cuatro.
Portada. — V. en bl. — Hoja 2." Tassa : Madrid, 8 de noviembre de 1609 : 4 mrs. plie-
go.— Vuelta: Licencia Real: Madrid, 11 de agosto de 1609, a Alonso Pérez. — Hoja 5.'
Aprobación del doctor Cetina: Madrid, i." de agosto de 1609. — Aprobación de fray
Alonso Gómez de Encinas: Madrid. 30 de julio de 1609. — Vuelta: Aprobación de El
Maestro Fr. Thomus (sic) Roca: Barcelona. En Santa Catherina Martyr, "víspera de
la misma Santa". Año 1610. Licencia del Vicario de Barcelona. Hoja 4.^ Dedicatoria
a Doña Casilda por Alonso Pérez. En la Vuelta, los títulos de las comedias; las mis-
mas y por el mismo orden que en la edición anterior. — Texto.
La sexta edición dice:
Segvnda parte | de las coiné- | dias de Lope de I Vega Carpió, I Que contiene
otras doze, cuyos nombres | van en la hoja segunda. I Dirigidas a doña Casilda de
Gauna Varona, muger de | don Alonso Velez de Gueuara, Alcalde ma- I yor de la
ciudad de Burgos. I (Adorno tipográfico) 1 En Brvsselas, I Por Roger Velpio, y Hu-
XXIV PROI-OGO
hemos tenido presente para la corrección del texto, aunque no ofrece
variantes de importancia (i).
Es un verdadero drama romántico y muy interesante, aunque
algo inverosímil. Tiene escenas lindísimas, como la de la pastora Clá-
vela que viene a cantarle al prisionero para darle noticias de lo que
sus amigos hacen en pro de su libertad y le trae cestilías de frutas y
flores que logra se entreguen al desgraciado Lisardo ; y otras de gran
ternura, como el diálogo entre éste y su hijo, al cual no conoce.
XV. El mejor maestro el tiempo.
Sólo un texto, pero no malo, tenemos de este drama con tendencia
moral ya reflejada en el título: es el de la Parte J^I. de las comedias
bcrto Antonio. Iniprcssorcs ■ de sus Altezas, a l'Agiiila de oro, cerca de | Palacio,
lóii. I Con licencia.
8."; 3 hojas prels. y 669 págs. (por errata dice 645), Signaturas A-Vv -, de a
8 págs., menos la última, que tiene 2.
Port,; V. en bl. — Hoja ^." : Dedicatoria de Alonso Pércrj. — Vuelta: Títulos de las co-
medias y erratas. — Hoja j." : "Aprobación": Madrid, i.° de agosto de 1609: El Doc-
tor Cetina. — Vuelta: "Aprobación": Madrid, 30 de julio de 1609: Fray Alonso
Gómez de Encinas. — Texto.
Y la séptima de esta parte será la que sigue.
Segvnda parte I de las Comedias de I Lope de Vega Carpió, I que son las que
se siguen. [ La juerga lastimosa. ¡ La ocasión perdida. I El Gallardo Catalán. | El
Mayorazgo dudoso. I La Condesa Matilde. I Los Benauides. I Los Comedadores de
Cordoua. | La Bella malmaridada. I Los tres diamantes. I La Quinta de Florencia. I
El Padrino desposado. \ Las Ferias de Madrid. I Dirigidas a Doña Casilda de Gavna
! Varona, ningcr de don Alonso Vclez de Gueuara, Alcalde I mayor de la ciudad de
Burgos. | Año (Escudo pequeño del halcón en el puño, sin el león al pie pero con
la leyenda) iói8. j Con licencia. | En Madrid, Por luán de la Cuesta, I A costa de
Miguel Martínez, j Véndese en la calle mayor, a las gradas de S. Felipe. (Al fin:)
En Madrid. | Por luán de la Cuesta. \ Año M.DC.XVIIL
4."; 2 hojas prels.; signat. A-Vv, algunas de 4 hojas; la mayoría de 8.
Port. — V. en bl. — Tasa : 79 pliegos con el principio a 4 mrs.: Madrid, 25 de ju-
nio de 1618. — Erratas: Madrid, 23 junio 1618: Murcia de la Llana.— "Aprobación":
Madrid, i.° de agosto de 1618: El Doctor Cetina.— Aprobación de fray Alonso Gó-
mez de Encinas: Madrid, 30 de julio de 1609.— Licencia a Miguel Martínez: Madrid,
7 de noviembre de 1617.— Dedicatoria de A. Pérez.— Texto.— Auto del Consejo prohi-
biendo introducir libros de fuera del Reino: Madrid, 19 de octubre de 1617. Nota de
Miguel Martínez sobre el auto. — Colofón.
(i) Tiene el número 17.071; consta de 56 hojas en 4.° y procede de la
Biblioteca de Osuna. La letra es de la primera mitad del siglo xvii. El título es:
"La famosa Comedia del mayoraz | go dudoso. Salen flora y albano." De letra mo-
derna : "de Lope de Vega" No tiene portada antigua ni más preliminares. La primera
jornada de muy mala letra; la de la segunda mucho mejor y la de la tercera la misma
de la primera. No tiene ninguna otra seña ni firma.
PROLOGO XXV
de Lope, impresa primero en Madrid, en 1615, y luego en Madrid y
Barcelona en 1616, a pesar de lo cual es tomo de gran rareza (i).
(i) El Fénix i de España | Lope de Vega Car- | pío Familiar del Santo j Oficio,
I Sexta parte de sus Comedias. | Dirigidas a don Pedro Docon y Trillo, Cauallero del
habito I de Santiago, hijo del señor don Juan Docon y Trillo, del Consejo Supremo
de su Magestad, y de la Santa Cruzada, Cauallero del habito de Calatraua, Comen-
dador de la I Fuente el Moral, y Casas de j Ciudad Real. | Año (Escudo del impresor)
JÓ15. j Con privilegio. | En Madrid, | Por la viuda de Alonso Martin. | A costa de
Miguel de Siles librero, j Véndense en su casa al lado del Correo mayor. (Colofón:)
''En Madrid, por la viuda de Alonso Martín | de Balboa, Año de iói¿.
4.°; 4 hojas prels. y 302 numeradas. Signaturas A-Pp de a 8 hojas.
Port. — V, en bl. — Hoja <?.": ''Títvlos de las Comedias.'' i. La batalla del honor,
fol. I.— 2. La obediencia laureada y primer Carlos de Hungría, fol. 26.-3. El hombre
de bien, fol. 51.— 4. El servir con mala estrella, fol. yy v. — 5. El cuerdo en su casa, fo-
lio loi V. — 6. La Reina Juana de Ñapóles, fol. 126 v. — 7. El Duque de Viseo, fol. 147.
— 8. El secretario de sí mismo, fol. 175. — 9. El llegar en ocasión, fol. 200 v. — 10. El
testigo contra sí, fol. 228 v. — 11. El mármol de Felisardo, fol. 252 v. — 12. El mejor
maestro el tiempo, fol. 275. — Vuelta: "Tassa" : Madrid, 3 de abril de 1615. — Erra-
tas: Madrid, i.° de abril de 1615: El Lie. ^Murcia de la Llana. — "Aprobación"' del
Maestro Vicente Espinel: Madrid, 11 de diciembre de 1Ó14. — Hoja 5.^: Privilegio a
Francisco Davila, por diez años: Madrid, 24 de diciembre de 1614. — Hoja 4.": Dedi-
catoria de Siles a Docón.' — Texto.
Las reimpresiones de 1616 son las siguientes:
El Fénix ' de España | Lope de Vega I Car- | pió, Fa¡uiliar del santo Oficio.
¡ Sexta parte de svs comedias, corre- \ gida, y enmendada en esta segunda impresión
de Madrid por los | originales del propio Autor. I Dirigidas a Don Pedro Docon
y Trillo, Cauallero del Abito de Santiago, hijo del señor don luán Docon y | Trillo,
del Consejo supremo de su Magestad y de la santa Cruzada, | Cauallero del Abito de
Calatrava, Comendador de la I Fuente el Moral, y casas de Ciudad Real. Año (Escu-
dete de Cuesta, con el halcón en el puño y la leyenda Post tcnebras, etc.) i6i6. j Con
privilegio. En Madrid. I Por luán de la Cuesta. I A costa de Miguel de Siles Merca-
der de libros. Véndese en su ¡ casa, en la calle Real de las Descalzas.
4.°; 4 hojas prels. y 282 foliadas. Signaturas A-Nn de a 8 hojas, menos la última
([ue sólo tiene dos. En el vuelto del folio 2S2. dice : "Con privilegio. 1 En Madrid
por luán de la Cuesta. ¡ Año 1616."
Port. — V. en bl. — Hoja 2!": '"Titz'los ' de las comedias qve ¡ z'au en esta sexta parte.
I La batalla del honor, fol. i. (Acaba en el fol. 24 r.) — La obediencia laureada y pri-
mer Carlos de Vngria, fol. 24 (vuelto) (acaba en el 47 r.). — El hombre de bien, fo-
lio 47 (v.) (acaba en el 72 v.). — El secretario de sí mismo, fol. /T, (acaba en el 97 r.).
— La Reyna luana de Ñapóles, fol. 97 (v.) (acaba en el 116 v.),. — El cuerdo en su
casa, fol. 117 (acaba en el 13 v.). — El Duque de Viseo, fol. 140 (acaba en el 165 r.). —
El testigo contra sí, fol. 165 (vuelto) (acaba en el 187 v.). — El servir con mala estre-
lla, fol. 188 (acaba en el 209 v.). — El llegar cu ocasión, fol. 210 (por errata, dice 209
y acaba en el 235 v.). — El mármol de Felisardo, fol. 235 (es el 236, acaba en el 259 r.).
— El mejor maestro el tiempo, fol. 259 (v.) (acaba en el 282 r.) — Vuelta: "Tassa."
4 mrs. pliego. Tiene 71 y medio = 8 reales y 14 mrs. : Madrid, 3 abril 1615. — Erra-
tas (ninguna) Aladrid, 19 mayo 1616. — "Aprouacióu" de Espinel. Dice que el libro
fué recopilado por Francisco. Davila, vecino de Madrid y que contiene excelentísimos
XXVI PROLOGO
El asunto no parece de invención del poeta sino más bien tomado
de algún libro extranjero de novelas o cuentos. La intención moral del
versos y conceptos; que se liabía perdido la i." censura que había dado y vuelve a dar
esta en el mismo sentido. Madrid, ii de diciembre de 1614: ''El Maestro Espinel."
Hoja 5.": Privilegio. "El Rey. Por cuanto por parte de vos Francisco Dauila, vecino
de Madrid nos fué fecha relación teníades un libro muy curioso intitulado El Fénix
de España Lope de Vega Carpió, en el cual iban doce comedias suyas y muy exem-
plares y de agudos concetos, y en adquirillas y juntallas habíades gastado mucho
tiempo y trabajo,, suplicándonos que, atento era útil y provechoso, os diésemos licen-
cia para imprimirle y privilegio por veinte años", etc. Se le concede por diez, Madrid,
24 de diciembre de 1614. Ocupa el privilegio hasta la mitad del vuelto de la hoja 3.";
el resto en blanco.
Hoja 4.": Dedicatoria, sin fecha, por Miguel de Siles. Celebra la familia de Docón
y Trillo y a la erudita doña Catalina Trillo, hermana de don Juan Docon.
Vuelta: "Al Lector. Bien estoy cierto, Lector amigo, que aunque te hago segundo
convite con im mismo plato, está tan bien sazonado por la erudición de su dueño que
no te dejará mal gusto, principalmente habiéndole añadido la salsa de su corrección
y enmienda; que aunque en la impresión primera, con el estudio posible procuré re-
ducir a su principio los versos, que por haber andado en manos diferentes estaban algo
desfigurados, en ésta he hecho una copia de los mismos originales, en que están resti-
tuidos a su primera hermosura: Admira al autor y agradece el deseo, etc."
Sigue el texto.
El Fénix | de España I Lope de Vega Car- 1 pío Familiar del Santo I Oficio. [
Sexta parte. | Dirigidas a don Pedro Docon y I Trillo, Cauallero de Santiago, hijo
del señor don luán Docon y | Trillo, del Consejo Supremo de su Magestad, y de la
Santa Cruza- | da, Cauallero del habito de Calatraua, Comendador de I la Fuente el Mo-
ral, y Casas de Ciu- | dad Real. ¡ /¿. j Año (Escudete con una figura humana en el
medio y una cartelita arriba que dice: In lovis vs- I que sinvm I 16 JÓ. I Con licen-
cia, ¡ En Barcelona, en casa Sebastián de Cormellas al Cali.
4.°; 4 hojas prels. No tiene foliación seguida. Cada comedia tiene la suya. Sin
embargo, las signaturas van seguidas de A-Qq 4: todas de a 8 hojas.
Portada.— Vuelta en h\.—Hoja 2." "Titvlo de las Comedias | que van en esta sex-
j ta parte.
La batalla del honor (fols. 1-23 v.).— La obediencia laureada y primer Carlos de
Vngría (fols. 1-24 v.).— El hombre de bien (fols. 1-26: la vuelta en bl.).— El servir con
mala estrella (fols. 1-24: la vuelta en bl.).— El cuerdo en su casa (fols. 1-24 v.).— La
Reyna luana de Ñapóles (fols. 25-44 v. Debe de ser error la numeración, porque el
papel, tipos y números son como los demás.).— El Duque de Viseo (Tragicomedia del:
fols. 1-28 V.).— El Secretario de sí mismo {fols. 1-24 v. : por errata dice 14.).— Llegar
en ocasión (fol. 28 v.).— El testigo contra sí (1-24 v.).— El mármol de Felisardo (fo-
lios 1-24 V.).— El mejor maestro el tiempo (fols. 1-24 v.).
Vuelta: "Tassa." A 4 mrs.: Madrid, 3 abril 1615.
Hoja 3." "Aprobación" del Maestro Espinel. Dice que este libro fué recopilado
por Francisco de Avila, vecino de Madrid; que el tomo tiene excelentísimos versos y
concetos: Madrid, 11 de diciembre de 1614.
Vuelta : "Licencia" Cree que debe darse Fr. Onofre Ferrer, dominico y añade que
todas estas comedias han sido ya representadas en toda España y vistas por otras
partes.
Hoja 4.'; Dedicatoria, como en las anteriores, ensalza la familia Docón y Trillo y
PRÓLOGO XXVII
autor es manifiesta y se declara paladinamente en diversos lugares
de la obra. Dura, en efecto, es la lección que la fortuna administra al
Rey y sus dos hijos, arrojándolos primero del trono y haciéndoles salir
de un peligroso naufragio, sin más que los cuerpos y en país extrafio
donde tienen ])ríniero que mendigar el sustento y luego entrar a servir
como hortelanos a cierto señor ([ue por dicha los trata con grande
liumanidad.
En esta situaci(')n los dos altivos hijos del Rey no sólo adquieren en-
señanza para lo futuro, cuando una reacción favorable los restablece
en el trono, sino que hallan dichosos matrimonios en la ilustre famiha
de su patrono.
El argumento de esta obra se desliza sin ningún contratiempo,
mansa y dulcemente, y nos resulta de lectura agradable, por las belle-
zas de estilo y lenguaje, aunque quizás algo monótona.
La época de su composición sería poco anterior a la de su impresión
y es extraño que no la haya recordado Lope al publicar, no más de
de tres años después, la segunda edición de su Peregrino, donde estam-
pó la lista de las comedias que había escrito desde 1604. Pero es sabido
que sólo puso en ella los títulos de que buenamente se acordaba, dejan-
do fuera muchos otros.
Antes de terminar estas observaciones no podemos menos de recla-
mar, una vez más, contra el absoluto e inexacto fallo de quienes por
sólo haber leído una docena de comedias de Lope quieren privarle de
ciertas calidades de autor dramático que en grado eminente adjudican
a otros autores que ciertamente poseyeron, pero que también se hallan
en el i)rimero de todos ellos y en más abundancia cpie en los demás.
Es una la de que en Lope no hay intención moral ni tendencia
educativa. Desde luego creemos y afirmamos que el autor dramático
n_o debe preocuparse en demostrar ninguna tesis, ni enseñar delibera-
damente ninguna ciencia ni arte, ni siciuiera urbanidad y buena crian-
za; le basta con recoger uno o más fragmentos o aspectos de la vida,
en lo que tengan de más interesante y artístico y describirlos en la
forma más bella y elegante posible. Si de los hechos se deduce alguna
enseñanza moral, siempre buena, tanto mejor.
Pero es inexacto que Lope no haya escrito comedias de tendencia
moral. Bastará recordar el gran número de las que tienen por título
dice que "al presente vive doña Catalina Trillo, hermana de don Pedro Docón, padre
del don Juan, dedicado; que a doña Catalina la cita el Bachiller Juan Pérez de Moya
por su erudición y santidad y eminente en las lenguas latina y griega. .Sin fecha: firma
Miguel de Siles. — Vuelta en blanco."'
Al final del tomo, o sea en el vuelto del folio 24 de la última comedia, dice al
pie: ^'Con licencia. I En Barcelona, en casa Sebastián de CormeUas ¡ al Calí, Año,
M.DC.xyiy
XXVIII PROLOGO
ya un proverbio, como la presente, de El mejor maestro el tiempo; ya
un refrán o un dicho popular, cuyo fin y aplicación morales constitu-
yen la esencia de su argumento.
Lo mismo podemos decir de los caracteres, dado caso que presen-
tar en escena un avaro inverosímil ; un gruñón insoportable ; un necio
embustero, un odioso maldiciente, una marisabidilla (hoy formarían le-
gión), en sus caracteres abstractos y generales sea una perfección en
el drama, cosa harto dudosa. De eso, gracias a Dios, poco hay en Lope ;
pero caracteres reales e interesantes, ya ridículos, ya cómicos, ya dra-
máticos ; todos bien presentados, llenos de vida, de exactitud y de vigor,
a centenares se hallan en nuestro gran poeta.
Esos caracteres universales y abstractos, tan cacareados hace años
con referencia a los teatros extranjeros, no son desconocidos en el nues-
tro y constituyen una sección aún poco estudiada de él : se hallan en los
autos sacramentales. Allí se verán personificados y repetidos hasta la
saciedad la codicia, el engaño, la ira, la lujuria, la vanidad: todas las
pasiones y ridiculeces individuales y sociales que los seudoclásicos creían
])ropios de la comedia y el drama. Pero éstos no deben ser tratados
de moral teórica, sino reflejo de la sociedad en que viven; deben refe-
rir casos particulares, ya sucedidos o ya inventados, pero verosímiles.
Así lo entendieron los griegos, que no quisieron idealizar o generalizar
las ideas de venganza, fatalidad, lujuria, amor conyugal, envidia, amor
filial, etc. ; quisieron hacer revivir hechos singulares en que concurrían
aquellos sentimientos, pero sujetándolos a lo particular del caso, en
Electra, Edipo, Fedra, Andrómaca, Polinice, Antígona, etc. Lo inte-
resante era la vida y hechos de las personas, como tales personas, se-
gún su historia o leyenda, no lo sustancial de los afectos que las movían.
XVI. La merced en el castigo.
A nombre de Lope se imprimió esta hermosa comedia en la Par-
te XXVI, Zaragoza, 1645, hoy perdida; pero que vio el erudito don
Juan Yáñez Fajardo y cita en su inédito Catálogo de comedias antiguas.
En la Parte XXX (1668) de la colección de Comedias Escogidas, se
reimprimió con este título: Comedia famosa I El premio en la misma
pena, | De Don agvsfiíi Morefo, \ Personas qne hablan en ella (i).
(i) Parte treinta. | Comedias | riveras, y escogidas de los ¡ mejores Ingenios de
España. | Dedicadas ¡ a Don luán de Moles, Oficial por su Magcstad, de la | Secre-
taría del Estado de Milán, en el Consejo | Supremo de Italia. I (Escudo del Mecenas)
Con privilegio. En Madrid, Por Domingo García Morras, I Impressor del estado Ecle-
siástico. Año de 1668. ] A costa de Domingo Palacio y Villegas, Mercader de Libros.
Véndese en su casa, frontero del Colegio de Santo Tomás. — 4.*'; 4 hoj. prels. y 463 pá^s^s.
La comedia de Lope se halla en la pá.s;. 79 y siguientes, Empieza; "Ya estamos en
taragoza." Y acaba: "pues la hace el que perdona,"
PROLOGO XXIX
En la Parte XL (1675) de la misma colección se repitió la impresión
dándole este encabezado : La gran comedia \ del Dichoso en Zaragoza. \
Del Doctor Ivan Perc:; de Montalvan (i), Algunos afirman que tam-
bién se publicó suelta a nombre de Montalbán, cosa poco probable.
Y, en fin, a mediados del siglo xvii se imprimió suelta rotulándose :
La ¡nerccd en el castigo. \ Comedia famosa. \ De Lope de Vega Car-
pió. I (2).
De ]\loreto no puede ser esta comedia por no tener ninguno de los
caracteres de este poeta. De Montalbán pudiera ser; pero lo tardío de
su atribución le quita el poco valor que tenga el hecho contra más segu-
ros indicios.
No desdice de las demás obras de Lope. El asunto ofrece interés;
está bien urdido; es bueno el gracioso Martín y el desenlace muy origi-
nal, feliz y razonado. La época de la composición de esta comedia será
posterior a 1Ó18, ya que no figura en la lista del segundo Peregrino.
XVII. El mérito en la templanza.
En un solo texto y no muy autorizado ha llegado a nosotros esta
linda comedia que no pudo tener otro padre que el Fénix de los in-
genios. Se halla en una impresión suelta de fines del siglo xvii, cuyo
encabezado dice: El mérito en la templanza, \ y Ventura por el sve-
ño. I Comedia \ famosa. ! De Lope de Vega Carpió. \ Hablan, etc.
Consta de 18 hojas sin numerar, ni señales ningunas de lugar, tiem-
po, ni oficina tipográfica. La creemos edición madrileña, quizá de
Francisco Sanz. Tampoco tiene adornos ni otra cosa que las letras ne-
cesarias para la lectura. En la Biblioteca Nacional hay un manuscrito
moderno de esta pieza, copia hecha por don Agustín Duran de un
ejemplar de esta edición y quizá del mismo que, procedente de Chorley,
está hoy en el Museo Británico (3).
El asunto de esta deliciosa comedia parece ser de pura invención
del poeta, por las reminiscencias que ofrece de otras suyas en algunas
situaciones. El desenlace peca de algo violento y poco preparado, si bien
(i) Parte \ quarcnta I de Comedias i nvevas. 1 De diversos az'torcs. \ Año (Un
canastillo de flores.) i6/¿. \ con privilegio. I En Madrid: Por lulián de Paredes, Im-
pressor de Libros, en la Plagúela del Ángel. — ^4.°; 2 hoj. prels. y 244 foliadas. La co-
media de Lope está en los folios 167 y sigs. Empieza : "Ya estamos en Zaragoza."
Y acaba: "el Dichoso en Zaragoza."
(2) Sin lugar ni año; 4."; 20 hojas sm numerar; signaturas A-E-, todas de 4 ho-
jas sin cabeceras, ni adorno final: parece edición madrileña.
(3) AI final de esta copia se dice: "Copia de la impresa que po?ee en su colección
don Manuel Casal. Madrid, 24 de octubre de 1828. A. Duran."
XXX PROLOGO
no puede negarse que es lógico y natural En cambio está escrita y ver-
sificada con sin igual soltura y elegancia.
La época de su composición no dejará de ser posterior a 1618, por
no figurar en las listas del Peregrino y por su perfección misma.
XVIII. Mudanzas de la fortuna y sucesos de Don Beltrán
de Aragón.
Aparece mencionada esta obra en El Peregrino de 161 8, con solo
el título de Don Beltrán de Aragón : fué, por consiguiente, escrita des-
pués de 1604. Constaría el texto en una impresión de la Tercera parte de
las Comedias de Lope de Vega y otros autores, hecha en Valencia en
161 1, que sólo se conoce por la mención que de ella se hace en otra
edición, también rarísima, estampada en Barcelona en 161 2 por Se-
bastián de Cormellas (i).
De esta Parte hay reimpresiones de 2\iadrid, 1613, por Miguel Se-
rrano, y Barcelona, 161 4, del mismo Cormellas. La de Madrid, que ofre-
ce más garantías de autenticidad, ha servido de texto para esta impre-
sión; pero también se ha tenido a la vista la de 1614. En la colección
(i) Tercera parte | de las | comedias de | Lope de Vega y otros j auctores,
con sus loas y entremeses I las guales Comedias van en I la oja precedente. | Dedica-
das a Don Lvys Ferrer | 3; Cardona, del abito de Sanctiago, Coadjutor en el oficio de j
Portantvezes de General Gouernador desta Ciudad, y Reyno, y señor de la ¡ Baronía
de Sof. (Adornito) I Con licencia del Ordinario. I * En Barcelona, en casa de * ¡ Se-
bastian de Cormellas, al Cali. I Año de 1612. I |[ Véndense en Caragoqa en casa de layme
Gotar I Mercader de Libros.
4.°; 2 hoj. prels. y 336 más sin foliar. Signaturas A-Ss\ de a 8 hojas; más A-B**
para los entremeses y loas.
Port. ; Vuelta: ''Comedias. | Los hijos de la Barbuda. ¡ La aduersa Fortuna del
Cauallero del Spri- ¡ tu Sancto. | El Espejo del Mundo. | La noche Toledana. | La
Tragedia de Doña Ynes de Castro. ¡ Las mudanzas de Fortuna y sucesos de don ]
Beltrán de Aragón, I La privanqa y caída de don Aluaro de Luna. | La prospera
Fortuna del Cauallero del Spi- ¡ ritu Sancto. | El Esclauo del Demonio. | La pros-
pera fortuna d Ruy López d Aualos. j La aduersa fortuna de Ruy López d Aua-
los. [ Vida y muerte del Santo Negro, llamado san I Benedito de Palermo."
Hoja 2." : Aprobación con el 'Tmprimatur. I Casanova" al margen, de "Gaspar Es-
colano, Retor de la parrochial | de san Esteuan, y Choronista de su Mage | stad en la
ciudad y Reyno de Valencia". — Dedicatoria a don Luis Ferrer en 16 tercetos que aca-
ban en el vuelto de esta hoja. — Texto que acaba en el recto de la última hoja: vuelta
en blanco. Siguen en 14 hojas los entremeses El sacristán Soguijo; el Entremés fa-
moso de los Romances ; el de los Huevos y las cinco Loas : en alabanza de la espada ;
de las calidades de las mujeres; de la Batalla Naval; de las Letras del ABC y del
*'sumptuoso Escurial."
Las ediciones de Madrid, 1613 y Barcelona, 1614 son exactamente iguales a ésta,
salvo las diferencias de lugar en las aprobaciones y licencias.
PROLOGO XXXI
de Lord Holland hubo un ejemplar suelto, quizá desglosado de alguna
de las Partes anteriores, que, como la de Madrid, 1613, no llevan pa-
ginación seguida.
En la Biblioteca Nacional, procedente de la ducal de Osuna, hay
un singular manuscrito antiguo (de 1610) titulado Miidan::as de la
fortuna, que sin ser un plagio es una imitación servil de la comedia
de Lope. Va siguiendo paso a paso la acción y los episodios ; pero em-
pleando palabras distintas y cambiando los nombres de algunos per-
sonajes, que aquí son los siguientes, que ponemos para que se puedan
comparar con los impresos:
D. P." prinzipc
don al." el rey
garzes
don juá abarca
la rreyna
feligiano
don Beltran de aragon
leonor
Jordán
Doña Ana abarca
Un soldado
almirante
don al." ynfante
federico
Pondremos ahora algunas muestras de su versificación y estilo asi
en el comienzo de la obra como en la conclusión de ella.
R.' Es mucha descortesía, Humilde estoy ante ti.
don Pedro. R.^ ¿Y a mi hijo, por qué no
P.° Habré de callar, le habéis de tener respeto.
que os tengo de respetar, Descomidióse, en ef eto ;
como a reina y madre mía. y siendo menor que yo,
R." no, sino perderme a mí él me había de respetar,
el respeto. y la culpa estuvo en él.
P.° El cielo quiera R.' Respetadle vos a él
que antes yo a tus manos muera. P.° Eso no está en su lugar.
La terminación de esta obra es como sigue:
D. Juan. Habéisme honrado el Infante y yo a Castilla.
de manera, don Beltrán, Beltrán. Y fin a la historia dando.
que no sabré exagerarlo. Si faltas ha habido en ella,
Pedro. Vamos, señora, de aquí. perdonad, senado claro.
R." Vamos, porque nos partamos Finís.
En cuanto al autor sólo podemos decir que en el manuscrito apa-
rece un J.° (Juan) Rodríguez, que quizá no sea más que el copista (i).
La que consideramos obra de Lope es un gran drama por el estilo
y muy parecido a los de Don Bernardo de Cabrera, lo cual es una prue-
ba más de que éstos son de Lope, en que se pinta la caída de un buen
(i) Ms. 15.553 de 43 hojas en 4.°, letra de la época que dice y con el siguiente
encabezado: Las mudancas de fortuna. De 16 10. /.» Rodríguez. /." jornada. Salen Don
Pedro y su madrastra la Reyna. D. J. M. Rocamora en su Catálogo de los manuscri-
tos de la Biblioteca de Osuna, de donde procede éste, creyó que era autógrafo de Lope
de Vega.
XXXII PROLOGO
ministro, por las envidias y calumnias cortesanas que un rey dema-
siado crédulo admite sin comprobarlas y la elevación de otro gran
caballero que en debida gratitud de beneficios recibidos impide la
total ruina del primero y aún consigue que vuelva a la gracia real.
Derroche de nobles afectos y altas cualidades caballerescas hay en
esta obra que indican bien el alma sublime que sabía crearlos y darles
la expresión más grande y más poética que se ha visto. El deleite es-
piritual que esta obra produce casi hace olvidar los muchos defectos
de impresión que ha sufrido y no hemos podido subsanar.
XIX. Los muertos vivos.
Este drama, que Lope apodó tragicomedia, es obra de su primera
juventud, como indica el autor en la dedicatoria al poeta murciano
Damián Salucio del Poyo, y resulta de nombrarla en su primer Pe-
regrino de 1604. No fué impresa hasta 1621, en que el mismo Lope
la dio al público en la Parte XVII de su colección especial de come-
dias (i).
(i) En el tomo anterior a éste (pág\ xxviii del Prólogo) hemos descrito la
Parte XVII, edición de Madrid de 1621, que creemos sea la primera. Ahora para
completar este punto c ir dando la bibliografía dramática de Lope describiremos la
reimpresión de 1622, hecha por la viuda del mismo Fernando Correa que hizo la an-
terior.
Decimascptima ¡ parte de j las eomedias de \ Lope de Vega Carpió, pro- |
enrador Fiscal de la Cámara Apostólica, y I Familiar del Sanio Oficio de I
la Inquisición. ] Dirigida a diver- ] sas personas, i Año (Escudete del Sagitario con
la sabida leyenda) 1622. ¡ Con privilegio. I En Madrid. Por la viuda de Fernando Co-
rrea. I A costa de Miguel de Siles mercader de libros. Véndense en su casa ¡ en ¡a
calle Real de las Descalcas.
4.°; 4 hojas prels. y 312 foliadas: Signaturas A-Qq. todas de a 8 hojas, Al ñnal
del tomo sólo dice "Fin".
Portada. — V. en bl. — Hoja 2!": "Tabla de las come- [ di^ decimascptima parte:
I. Con su pan se lo coma. Dirigida a la Ilustrissinia Sra. D." Francisca Salvador, fol. t.
— 2. Quien mas no puede. A Doña Ana María Margarita Roig, Marquesa de Villa-
gor, fol. 29. — 3. El soldado amante. A la señora doña Ana de Tapia, fol. 44 (es 54 v.).
— 4. Muertos viuos. Al Licenciado Salucio del Poyo, fol. 8¿. — 5. El primer Rey de
Castilla. A don Fernando de Ludeña, fol. 112 v. — 6. El Domine Lucas. — A Juan
de Pina, fol. 137 v. — 7. Lucinda perseguida. A Emamiel Sueyro, fol. 162. — 8. El
Ruyseñor de Seuilla. Al Licenciado D. Francisco de Herrera Maldonado, fol. 187. —
9. El sol parado. A don Andrés de Rocas, fol. 209 v. — 10. La Madre de la mejor. A
don Fray Plácido de Tosantos, Obispo de Guadix, fol. 235 v. — 11. lorge Toledano.
A luán Pablo Bonet, fol. 260 v. — 12. El Hidalgo Abencerrage. A doña Ana de Pina,
fol. 289 V. — Vuelta: "Aprouacion" del Maestro Espinel: Madrid, 20 octiubre 1621.
Hoja 5.*: "Tassa'": 4 mrs. pliego: tiene 79 = 316 mrs. "de pedimiento de la parte
ÍROLOGO XXXIII
En hi Biblioteca Nacional hay un manuscrito antiguo de esta
del dicho Lope de Ve.ua Carpió, doy esta fee en Madrid, a 27 de enero de 1621 años.
—Diego González de Villarrocl. Tiene 79 pliegos, que a los dichos cuatro maravedís
cada pliego, monta nueve reales y diez maravedís en papel."
Vuelta: "Suma del privilegio"; a Lope por diez años: S. Lorenzo, 31 de octu-
bre de 1620. — "Fe de erratas (ninguna) : ]\Lidrid, 25 de enero de 1621 : El Lie. I\Iur-
cia de la Llana".
Hoja 4^: "Prólogo al Lector. — Solía el Teatro hacer aquestos prólogos, y cansa-
do de las quejas de los autores (de compañías) que dicen que les imprimen sus co-
medias en daño de su hacienda, remite el de esta parte a imo de los académicos de
la corte para que en vez de introducción satisfaga por los poetas a sus voces y pe-
ticiones injustas. Dos veces se les puso pleito a los mercaderes de libros para que
no las imprimiesen por el disgusto que les daba a sus dueños ver tantos versos rotos,
tantas coplas ajenas y tantos disparates en razón de las mal entendidas fábulas y
historias. Vencieron, probando que una vea pagados ¡os Ingenios del trabajo de sus
estudios no tenían acción sobre ellas: y así se determinaron a pedirles que se las de-
jasen corregir, y que habiendo de imprimirse no fuese sin avisarlos. Esto se ha hecho,
y las comedias salen mejores, como muestra la experiencia. Cuanto a la queja de ios
Autores se responde que los unos las hurtan a los otros o las venden a los lugares que
• para sus fiestas las codician; y destruyéndose ellos a sí mesmos, o haciendo compo-
ner de otros versos las invenciones que agradan, o hurtándolas o comprándolas a
sus papelistas y secretarios cómicos que con gran facilidad las venden, el menor
daño es imprimirlas; que no ha de andar el Poeta guardándoselas y más quien les da
su mismo original, y en su vida le quedó traslado" (lo subrayado es del texto: alude
Lope a sí mismo).
En la dedicatoria a Salustio del Poyo de su comedia Los muertos vivos, dice Lope:
"Dos cosas tiene contra sí este ejercicio: la primera está dicha (la envidia y maledi-
cencia) la segunda los traslados; porque no hay cortesana que haya corrido a Italia,
las Indias y la casa de Meca que vuelva tan desfigurada como una pobre comedia que
ha corrido por aldeas, criados y hombres que viven de hurtarlas y de añadirlas. En
esta parte he desconfiado mucho de papeles míos, a quien yo llamo pródigos, por-
que ni puedo vestirlos ni negarlos."
La comedia del Domine Lucas dice "Representóla Melchor de Villalba''.
Dice que Lucinda perseguida era obra de las primeras que escribió cuando era
joven. Se la dedica Sueyro, porque le había enviado tulipanes de Flandes y habían
llegado bien y florecido y Lope los había puesto en su jardinillo donde todos los años
se reproducían. "Su titulo es Lucinda perseguida, que de mis manos y caudal ¿qué
podía salir sino este nombre?"
En la comedia El ruiseñor de Sevilla, dice: "Representóla el famoso Ríos."'
En La madre de la mejor: "Representóla Riquelme." — En Jorjc Toledano, "Represen-
tóla Porras" y en la dedicatoria dice: "Parte es historia y de lo verosímil lo que
constituye al poeta; hacía el Jorje Toledano aquel insigne representante de Toledo
Solano a quien en la figura de galán por la blandura de talle y aseo de su persona
nadie ha igualado."
Con su pan se lo coma. "Representóla Valdés."— QíííVh más no puede. "Represen-
tóla Pedro Cebrián." — El soldado amante. "Representóla Osorio, autor antiguo y
famoso." — Los muertos vivos. "Representóla Villalba." — El primer rey de Castilla,
"Representóla Vergara."
XXX IV PROLOGO
obra, y no malo, puesto que ha permitido corregir algunas lecciones
erradas del impreso (i).
Este quizás haya sido retocado por el autor al publicarlo en 1621;
porque habiéndose introducido él mismo en la acción con su habitual
nombre de Belardo, lo hace en unos términos que indican ser ya
ordenado de sacerdote. Están hablando de aparecidos y dice :
Frondoso. ¿ Qué te parece Belardo, que mi abuela era fantasma,
tú que has sido sacristán; Frondoso. ¿Fantasma?
las ánimas que allí están. Belardo. ¿Sólo esto os pasma?
que nunca verlas aguardo, Cómo eso suelen fingir.
suelen venir por acá Una vez dicen que asió
si tienen algo que hacer? a Gil con un garabato,
Belardo. No hay hombre tan bachiller y que otra vez como gato
que sepa lo que hay allá. al cura se apareció.
Y aunque a veces yo he canta- Y aún más que una noche a mí
responsos a los difuntos, [do me picó con una aguja,
nunca, por Dios, a esos puntos Frondoso. Calla que sería bruja,
con los muertos he llegado. Belardo. Por Dios, que creo que sí.
Verdad es que oí decir
Esta comedia no parece de la inventiva del autor, por ser sumamen-
te novelesca y no poco inverosímil, pero es entretenida y a veces con-
mueven algunas escenas. Puede decirse que toda ella es un admirable
himno a la amistad.
XX. Nadie se conoce.
Se imprimió esta comedia en 1635, en la Parte XXII auténtica,
que Lope tenía ya preparada y distinta de otra Parte XII, impresa en
Zaragoza en 1632 (2).
(i) Ms. I4-97i> de 39 hojas en 4.°; letra de mediados del siglo xvii. Tiene el tí-
tulo de Los muertos vivos, y falta la dedicatoria.
(2) En el tomo antecedente hemos descrito esta Parte XXII extravagante o de
Zaragoza; daremos ahora la bibliografía de la Parte madrileña.
Ventidos | parte | perfeta de las comedias | Del Fénix de España Frey Lope
Félix de Vega | Carpió, del Habito de San luán, Familiar I del Santo Oficio de
la Inquisición, Pro- | curador fiscal de la Cámara I Apostólica. I Sacadas de svs
verdaderos | Originales, no adulteradas como las que hasta I aquí han salido. I De-
dicadas a la Excel."'' ¡ Señora doña Catalina de Zuñiga y Auellaneda, j Marquesa de
Cañete. \ 64 y '^ \ Año (adornito) i6s^. í Con privilegio. \ En Madrid. Por la viuda
de luán Goncalez. j A costa de Domingo de Palacio y Villegas, y Pedro Verges, j
mercaderes de libros.
4.**; 4 hojas prels. y 234 foliadas.
Port. — V. en bl. — Hoja 2.'' : Dedicat." de Luis de Vsategui, yerno de Lope. — En
la vuelta: Las comedias que lleva esta parte ventidos de Fray Lope Félix de Vega |
Carpió, son las siguientes: Quien todo lo quiere, fol. i. — No son todos ruiseñores, fo-
PROLOGO XXXV
La comedia parece de la edad madura de Lope y escrita sin acor-
darse de que en su juventud había tocado dos veces el mismo tema,
en las tituladas Laura perseguida y Lucinda perseguida: sólo que aho-
ra lo trata en cómico y no en sentido dramático.
Es de las comedias más bellamente escritas y versificadas de este
divino ordenador de ,1a palabra humana, que en su pluma es luz, fue-
go, alegría, pasión, ternura: lo que Lope quiere que sea. y todo lo
quiere con plena conciencia de lo que hace y de que nadie le puede
superar, ni aun casi competir como maestro del idioma.
Obsérvese que en esta comedia, lo mismo que en la titulada El
mayorasgo dudoso, el protagonista de ambos tiene el nombre de Lisar-
do: tan a la mano tenía siempre este nombre para emplearlo como
seudónimo cuando le convenía.
Emilio Cotarelo v Mort,
lio 19. — Amar, servir y esperar, fol. 41. — Vida de San Pedro Nolasco, fol. 65. —
La primera información, fol. 84. — Nadie se conoce, fol. 106. — La mayor vitoria, fo-
lio 130. — Amar sin saber a quién, fol. 150. — Amor, pleito y desafío, fol. 173. — EJ la-
brador venturoso, fol. 192. — Los trabajos de lacob, sueños ay q verdades son. fol. 214.
—La Carbonera, fol. 234.
Hoja ?.^: Aprovación del Maestro loseph de Valdivielso : Madrid, i¿ de mayo
1635; Lie. del ordinario: Madrid, 14 de mayo de 1635. — Vuelta: Aprovación del
Lie. don Florencio de Vera y Chacón: Madrid, 26 de mayo 1635.
Hoja 4.^: Suma del priviles:io a Lope por 10 años: Madrid, 21 de junio de 1635.
Suma de la Tassa: (4 mrs. pliego; tiene 74^^ = 290 mrs.) Madrid, 2 de octubre de
1635 ; Fe de erratas (ninguna) : Madrid, 28 septiembre de 1635 ; Lie. Murcia de la
Llana. — Vuelta: "Al que leyere." "Sale en público el último fruto que dio viviendo
la fectmdidad del mayor ingenio que tuvo nuestra venturosa España..."
ÍNDICE DEL TOMO VII
120. El labrador del Tormes i
121. Julián Romero. , 31
T22. El lacayo fingido 70
1 23. Laura perseguida no
124. El leal criado 149
125. La lealtad en la traición 19 r
126. Lo que está determinado 219
127. Lo que hay que fiar del mund<i 251
128. La locura por la honra 288
129. Lucinda perseguida 324
130. Más vale salto de mata que ruego de buenos 362
131. Más valéis vos, Antona, que la corte toda 395
132. El mayor rey de los reyes 427
133. El mayorazgo dudoso • 465
134. El mejor maestro el tiempo 504
135. La merced en el castigo 538
136. El mérito en la templanza y ventura por el sueño 571
137. Mudanzas de fortuna, y sucesos de don Beltrán de Aragón 600
138. Los muertos vivos 639
139. Nadie se conoce 681
f
COMEDIA FAMOSA
DE
EL LABRADOR DEL TORMES
DE
LOPE DE VEGA CARPIÓ
PERSOXAS QUE HABLAN EX ELLA:
El Conde de Béjar.
El Labrador del Tormes.
ToRRijos, lacayo.
Sanxho^ criado.
Segadores, bailarines.
Casilda.
Silena.
XUÑO PÉREZ (i).
Vidal, viejo.
MlRENO.
El Rey don Alfonso.
La Reina doñ.\ María.
Don Fadrique.
Doña Aldonza.
Músicos.
Payo de Lemos.
[Don Diego.]
ACTO PRIMERO
i^Suena dentro ruido de casa, y sale el Conde de Bé-
jar y ToRRijos y Sancho con un señuelo.)
Conde. Perdióse el mejor halcón.
Sancho. La garza parece nube.
ToRRijos. Bl sol será su ladrón.
Conde. Con la presteza que sube
uno y otro átomos son.
Sancho. Por la temeraria altura
calla el metal del neblí.
Conde. Cobrarle será ventura.
ToRRijos. Y desdicha para mí
si este ejercicio nos dura.
Nombre de imagen de guerra
siempre a la caza le han dado,
mas ésta que nos destierra,
Conde y señor, de poblado
aún más énfasis encierra.
Conde. ¿ Cómo ?
ToRRijos. Retrato no es,
sino el mismo original.
Callando hablen mis pies,
que a ser de encina o nogal,
roble, quejigo o ciprés,
aún no hubieran resistido
sierra tal, maleza tanta.
Conde. Ahora el halcón se ha perdido .
(i) Es el mismo Labrador del Tormes.
VII
ToRRijos. Wielve hacia Béjar la planta,
que es pájaro bien nacido;
y sin duda acudirá
al alcándara a cumplir
la obligación en que está.
Conde. Subirá hasta el zafir.
ToRRijos. ¡ Hucho !, ¡ ho ! ; no alcanza allá.
Sancho. Digo que vueseñoría,
si le parece, se vaya
antes que la noche fría
cubra del Tormes la playa.
loRRijos. i Qué hermosas truchas que cría !
Vuelve a ver las labradoras
y hidalgos del lugar,
pues entraremos a horas
en las (i) que puedas mirar
estrellas, soles y auroras,
y yo podré, con el santo
que la capa desgarró,
deshacer la nube en llanto.
Conde. ¡ Harto deshecho iré yo
de que el halcón vuele tanto !
Dos mil escudos perder
quisiera, que no el ave
' que ha querido fénix ser.
ToRRijos. Que se quema aún no se sabe.
Sancho. \"uela donde la has de ver.
(i) En los textos: "en el", sin duda refiriéndose
"tiempo", que no formaría consonante.
EL LABRADOR DEL TORMES
ToRRijos. Y acá vuela por el viento
ruido de labradores,
si acaso escuchas atento.
Conde. Sí, parecen segadores.
Casilda.
torrijos.
Sancho.
{Dentro Casilda y SiI-ena.)
¡ Ea, Silena !
¡ Qué contento !
A Santibáñez se van,
que alguna haza han acabado.
Conde. Entre este verde arrayán
encubrios ; disimulado
los veré y no me verán.
Sancho. Pues por Dios que una por ve-
descubro como una flor. [la (i)
Conde. Si el amor no me desvela;
que es todo antojos amor,
todo ilusión y cautela.
¿Es la hija de Vidal,
aquel aldeano rico?
ToRRijos. Es al mismo cielo igual,
y si al rostro iguala, espero (2)
no te testará. Conde, mal.
{Salen Músicos 3; Bailarines de segadores y Ca-
silda y Silena cantando y bailando.)
MÚSICOS. "Guarridica yo si morena
es la segaderuela :
más almas que espigas
el valle sustenta ;
han muerto sus ojos
con luces de estrellas.
¡ Ay de los que miran
aunque águila sea,
pues su atrevimiento
llora y paga en pena !
Guarridica," etc.
(Entranse cantando y el Conde detiene a Casilda
del brazo y queda con ella Silena.)
Conde. ¡Oh blanco de mis deseos!:
si os detenéis seréis ya
flor destos campos hibleos,
aurora que asombra a (3)
gigantes de sombras feos.
Casilda. ¡Ay de mí! Señor, ¿qué es esto?
¿ Quién, como áspid entre hierba,
os encubrió en este puesto?
(i) En el impreso: "por bella", que no rima ni ha-
ce sentido. Tampoco el manuscrito lo hace muy claro.
(2) "Espero" no rima con "rico". Quizá deba
decir "el pico" ; la discreción.
(3) En los textos: "ya", que no forma sentido.
Conde.
Casilda.
Conde.
Casilda.
Conde.
Silena.
torrijos.
Casilda.
torrijos.
Conde,
torrijos.
Casilda.
Silena.
Conde.
Amor, que el fuego conserva
en mí a quereros dispuesto.
Otra vez os he hablado
despacio en esta ribera...
¡ Soltad !
Y me habéis burlado.
Hablaros sola quisiera;
mas como atrás míe he quedado
de la gente, echarán menos
mi persona y volverán.
¿Pues qué importa, ojos serenos,
ojos que matando están
de tantos donaires llenos?
¿Cómo que importa? ¡Arre alié
i Su honra y reputación !
Segura del Conde está.
¿Vuelve alguno?
Con el son
todo hombre aturdido va.
Si ha dormido en los vapores
del gazpacho y lo demás,
bien puedes dar disfavores
a mi amo.
¡ Cruel estás !
No se pase el tiempo en flores.
Apon, toca con la mano,
dale un bocado en la nieve.
Lo que pensáis. Conde, es vano;
mirad que en vano se atreve
vuestro amor, cirando honor gano.
Es verdad que el otro día
volar la garza os miré,
cerca esa laguna fría
que al Tormes besando el pie
el de su cristal le envía.
Es verdad que os parecí
bien, y si he de hablar verdad
que hicistes lo mismo a mí;
mas no tengo voluntad
cuando para otro nací.
Dejadme andar mi camino.
Mas, señor, no la impidáis,
porque su muerte imagino.
Si palabra no me dais,
en esto me determino :
que me tenéis de querer,
y si voy a vuestra aldea
que me habéis de hablar y ver
lo que el intento desea;
vuestro pienso obscurecer, (i)
(i) Así en los textos; pero hay evidente error.
ACTO PRIMERO
Casilda. Digo que yo os hablaré
si es que a Santibáñez vais.
Conde. Mañana en la noche iré.
Casilda. Pues soltad.
CoxDE. i Palabra dais ?
Casilda. Digo que lo cumpliré.
Mas, ¿será la ida cierto?
ToRRijos. ¡ Tierna está la labradora !
Conde. ¡ Si en vos sólo está mi puerto
y en tormenta queda ahora
mi amoroso desconcierto !
Siglos las horas serán,
mi Casilda, hasta que os vea.
Casilda. Pues adiós, que lejos van
"los segadores.
SiLEXA. La aldea
casi que ya pisarán.
Casilda. Pero no dejéis de ir.
ToRRijos. Andad, que se va la gente.
Casilda. Los nobles saben fingir.
ToRRijos. Todo amante jura y miente,
mas yo te sabré servir.
SiLEXA. Vamos, señora, de aquí.
Casilda. De plomo son ya mis pies. —
Adiós.
Conde. Adiós.
Casilda. Si de mí
burla hacéis, veréis después.
Conde. ¿Qué he de ver?
Casilda. Que sobra (i) el sí.
ToRRijos. ¿ ]\Lis que es ya menester dalla
porque se vaya dinero?
Conde. ¡Enamorada está, calla.
ToRRijos. Silena, tu desdén fundo (2),
que entres conmigo en batalla.
Silena. En todo te he de servir.
ToRRijos. Ata el mastín, que al corral
seis tapias verás medir,
Silena. ¡ Seis tapias ! ¿ Pues qué animal,
di, tal podría sufrir?
ToRRijos. El que a la rueda de amor
quiere ser jumento atado.
Casilda. Si vais tendréis mí favor.
(Vansc las dos.)
Conde. Perdí el halcón y he cazado,
Torríjos, garza mejor.
torrijos.
Conde.
ToRRIJOS.
Conde,
torrijos.
Conde,
torrijos.
(j) En el manuscrito : "cabra" ; en el impreso : "co-
bra", ambos por errata.
(2) Así en los textos; pero quizá deba leerse "sin
desdén quiero".
Conde,
torrijos.
Conde.
Torríjos,
Conde.
Y yo cernícalo : di,
¿qué penetras que cacé?
A Silena.
En ella vi
las muestras de un no sé qué
en orden de amarme a mí.
Un escrito irá cruel,
de tierno, tras su favor.
¿Qué dices?
Yo cera en él:
que en mirándome, señor,
luego despacho un papel.
Imito ansí a un cortesano.
Como de naipes traía
baraja aqueste cristiano:
papeles traía de celos,
papeles de ausencia, olvido,
papeles de incendio y hielos.
¿Ya qué intento?
A ser querido.
La causa destos desvelos
preguntada, respondía
que era de amor un papel
la mejor artillería;
pues un día daba en él
y otro en quien lo recibía;
que la más linda razón
fácilmente se olvidaba,
y un pap^l, en conclusión,
cada vez que se miraba
retrataba su pasión
de suerte que visto allí
pintadas las maravillas
de amor a las damas...
Di.
Tal vez les hacían cosquillas
y venían a dar el sí.
Pues dime, ¿sabrá leer
Casilda ?
No hay mujer,
sí sabe que es afición,
que le faltase ocasión
de leer y dejar de ver. ^
Ahora bien ; mañana iremos
a ver de Casilda el día,
y con nevados extremos
las rosas del alba fría (i)
en su hermosura veremos.
Mí amor della gozará.
(i) Este pasaje está alterado por quien apenas sa-
bía castellano.
EL LABRADOR DEL TORMES
aunque le pese al amor.
{Dentro Ñuño.)
Ñuño. Pues la vida os costará,
y yo saldré vencedor.
ToRRijos Mala respuesta te da
el eco de aquesa peña.
Sancho. Acaso habló un aldeano
a los novillos que enseña.
Conde. ¡ Hola ! ¿ A quien digo, villano ?
Ñuño Quien de esa suerte desdeña,
aunque de Béjar el Conde
fuese, el mejor labrador
que en sus riberas esconde
el Tormes...
ToRRijos. ¡ Gentil humor
■el que al mió (i) corresponde !
Digo el propio original. (2)
NuÑo. Señor, a grandeza tal,
¿qué roble ni qué laurel
no rinde su fortaleza? —
¿ Llámame ? Su Señoría
me dé...
Conde. ¿Quién sois?
NuÑo. Conocerme
bien por el nombre podría.
Conde. DeciJdo.
NuÑo. Si he de atreverme,
escuche la historia mía.
La falda desta montaña,
soberbio . túmulo insigne
de la nieve, cuna al Tormes,
pues de adonde muere vive;
diesa a quien turbante apenas
congelada nube sirve
por ser sus extremos talles
que con los cielos compiten,
me dio en una aldea pobre,
no como de Venus dicen
en Chipre, en Delfo sí Apolo,
albergue de humilde origen.
Allí nací labrador,
como otros monstruos terribles
de la tierra, siendo en ella
parto a su vez infelice,
pues desde que dio la edad
fuerza a miembros juveniles
di en romper sus pardos senos,
(i) En los textos: '"mismo".
(2) Pasaje muy estropeado ; faltan versos.
antes del arado libres.
Desde el más cerril novillo
dañoso manchado tigre,
toro de aquestas riberas,
almas con el yugo humilde,
buey sujeto por mi mano,
dando la atrevida esfinge
de la envidia su veneno
a muchos, porque me envidien.
No hubo fiesta, baile o juego
donde asistiese que firme
no rindiese y alcanzase
premio para otros difícil;
tanto, que en muy breve tiempo,
volando a la inaccesible
cumbre de la buena fama,
a alcanzar sus glorias vine,
y de discreto también,
allá por no sé qué fines,
que de Gramática supe,
nunca al ingenio imposibles,
porque después por grandeza
que es justo, señor, se estime,
el Labrador me llamaron
del Tormes en nubes tristes,
sepulltando el Ñuño Pérez,
que ansí el que miráis se dice :
nombre herencia de mi padre,
que ya entre una losa existe,
dando, aunque en humilde edad,
clara y verdadera efigie
que se pone ed sol qu€ nace
y que no hay estado firme.
De aquestos bienes gozara,
perdonad, señor (i), abriles
vivan siembre vuestros años
sin qive é\ tiempo los marchite,
que me adelante a contaros
sin vergüenza ni melindres,
tras de tantas alabanzas
una flaqueza terrible.
¡ Ay, famoso Conde, cuando
cautivo me hallo libre,
esclavo siendo señor
y topo viviendo lince !
La causa unos ojos fueron,
cuya hermosura apacible
no es sol, aunque tiene rayos,
no estrella, aunque estrella brille.
Mas por milagro de amor
(i) En los textos: "amor en"
ACTO PRIMERO
en el cielo, donde asisten
dosel de púrpura y nieve,
dos divinos imposibles,
estaba aquesta serrana,
dueña del cielo que oísteis,
cuando pudo enhechizarme
y cuando pudo rendirme;
no como damas de corte,
todos fingidos matices,
composición enfadosa
por aquellos que las sirven ;
ni cual doncella encerrada
con barabúndas civiles
de cambrayes criminales
que en celosos cuellos viven,
mas azotando a un arroyo
las faldas, que el viento libre
dejó de puro cansado
los animbos de los miembres, (i)
ondearon sus cristales
contorneados marfiles ;
unos lienzos de la Vera,
tn blancos como sutiles;
y tal vez sobre una losa
que sus extremos divide,
tendidos, jabón les daba,
que entregado al cristal libre
fabricaba espuma tal,
tan hinchada, aunque apacible,
que parecía de lejos
enjambre de blancos cisnes.
AHÍ, entre un chopo y un fresno,
palios de este arroyo insigne,
pude ver sin que me viese
los claveles y rubíes
en las mejillas y labics
y en frente y manos jazmines;
en dos pechos de alabastro
que antes de unos cuerpos ciñen,
el alma de una gorgnera
de red que prende a los libres,
dos blancos de mis deseos;
mas al punto que los vide
volvieron su nieve fuego,
y en ellos ser fénix quise.
Fuíme a la orilla acercando
con pasos no más sutiles
que aquellos con que la sierpe
(i) Así en los textos. El asonante 'pide "mimbres"
y no "miembres"; pero lo demás no es fácil de com-
poner.
cuando entre grama se viste
al simple gazapo lleva
que del vivar donde vive
sacó a ser huésped la madre
de un césped hijo de Chipre.
Alzó la cabeza y vióme,
y al barajar carmesíes
del susto con azucenas,
yo, vergonzoso, la dije
"Guárdeos Dios, serrana hermosa",
a cerrar fué el invencible
pecho : digo que a abrocharse
los cuerpos que al fin la visten,
rompió a mi amor el silencio,
y al fin de ella a entender vine
que la agradó mi persona
y se llamare felice
de que su padre me hiciera
el Píramo de su Tisbe.
Traté con Vidal aquesto,
que ansí, ¡ oh, gran señor !, se dice,
y yo pobre desprecióme,
que donde hay oro hay origen.
, Noble, discreto, es el necio;
hermoso el feo, apacible
el intratable, que tiene
transformaciones de Circe.
El sol que me abrasó el alma
es la serrana que vistes
pasar con los segadores
vistiendo el campo de abriles.
Por lo que os conté mi historia
es porque, ansí de invencibles
triunfos ciñáis vuestra frente,
dando cetro a vuestros timbres,
que pues sois de aquesta tierra,
señor, y el mundo se os rinde
me ayudéis en esta empresa,
si es que del amor supisteis :
que a este Vidal le habléis
y digáis que no me quite
la prenda que más adoro,
el alma que más me rinde; (i)
que el fuego le dé a su esfera,
viento a la que el aire viste;
agua al mar, piedra a su centro,
y para que resucite
a Ñuño a Casilda hermosa,
ángel donde sólo vive;
que con esto, una S. y clavo
CO En el impreso: "rige".
EL LABRADOR DEL TORMES
podrá por vuestro rendirme.
Conde. ¡ Afuera, vil labrador !
¡ Para la lengua, villano,
con que has pintado tu amor
y de un ángel soberano
has vuelto cielo el rigor !
Conquiste tu atrevimiento
cuantas voladoras aves
puro acuchillan el viento;
^ cuantos peces sorben naves,
hidrópicos su elemento.
Tu amor resuelto (i) conquiste
las salamandrias que el fuego
de bermejas llamas viste;
las fieras del campo, y luego
todo cuanto en él asiste.
Pide a la veloz corriente
de un arroyOj después río,
que se detenga en su fuente;
que hiele el ardiente estío
por la canícula ardiente.
Pide que se pare el sol
en su curso occidental,
y que en sombra su arrebol
deje el orbe celestial
y busque el suelo español.
Que a las plantas más sombrías
el fruto quite, y dilate
en largos siglos los días,
y no me pidas que trate
de tus penas sin las mías.
Pero porque no me arguya
de ignorancia tu pasión,
ya sin premio por ser tuya,
digo que esa pretensión
loca de tu pecho huya.
Casilda, flor de su aldea,
otro campo la desea
con más poder, más amor
y gozará su favor,
pues con más armas pelea.
Tú pues esto ves, en tanto
el fuego a llama limita,
olvidando el dulce encanto
que ansí el sosiego te quita
y que ansí te ofrece el llanto.
Porque si aquesto no haces,
volviendo hielo en tu pecho
aquesas llamas voraces,
con él quedarás deshecho
(i) En los textos: "reselo", que no es nada.
eso en que te satisfaces, (i)
Tu ser vendrás a perder
Casilda sus bienes hoy, (2)
pues para poderlo hacer
el Conde de Béjar soy;
tú villano, ella mujer.
(Vase.)
NuÑo. Digo que la dejaré;
mas, ¿cómo el alma podrá?
ToRRijos. Como de mano la dé.
Sancho. La ausencia busque, que es ya
madrastra a la mayor fe.
Si a Casilda tiene amor,
despiqúese con Ginesa.
ToRRijos. Y si le niega favor,
las labradoras del Teresa (3)
sean parches de su dolor. —
¡ Válgate el diablo al grosero !
¿ Alcahuete hace a mi amo ?
Sancho. Dejarle por loco quiero.
ToRRijos Yo iré a seguir el reclamo
de los ojos por quien muero.
Y agradezca...
NuÑo. Yo pequé;
pero con su señoría
me desculpé, que amor fué
causa a la descortesía. —
¿Qu/é mira?
ToRRijos. Ya yo lo sé;
mas ha andado muy cruel.
NuÑo. Confieso que anduve mal.
ToRRijos. Es un tonto, un moscatel.
NuÑo. Soy...
ToRRijos. Daráme un memorial,
que yo me acordaré del.
(Vanse Torrijos y Sancho.)
NuÑo.
Suspende el vuelo, pensamiento altivO:
no quedemos entrambos anegados:
yo entre el amargo mar de los cuidados
y tú en el viento donde sólo estribo.
Si te ha desvanecido el ver que vivo
de dos favores sin valor ganados,
plumas humillas, pues que ya abrasados
les hiere el hielo de un desdén esquivo.
Como flores tuvieron nacimiento
(i) Así en los textos; pero hay error evidente, o
faltan versos, que será lo más cierto.
(2) También aquí falta algo.
(3) Así en el manuscrito ; en el impreso, "terras-
sa", que es peor. Quizá dieba decir: "la labradora
Teresa".
ACTO PRIMERO
en los campos de amor sin cultivarse,
fácil las marchitaron váentos fríos.
¡ Mas para qué me canso, pensamiento,
si basta para sólo marchitarse
el ser nacidas para frutos míos !
(Sale MiRENO.)
MiRENO. No tienes que lamentarte,
pues que ya tu dicha empieza
donde he podido escucharte.
Ñuño. ¿ Cómo, IMireno ?
MiRExo. Endereza
a la aldea, allá te parte.
Por aquí Vidal pasó,
y domando esos novillos.
Ñuño. ¿Qué hizo?
MiRENO. Que te miró
hasta que con desuncillos
tu fuerte brazo alabó.
Di jome que te llamase,
que en Santisbáñez te espera.
Ñuño. Harás que mi pena pase,
que vuelva el alma a su esfera
y en ella de a:mor se abrase.
Pero dime la verdad,
ansí de Silena goces.
¿ Burlaste ?
MiRENO. Mi voluntad
muy mal. Ñuño, la conoces.
Tú gozarás la beldad,
' porque aquí se me ha encajado,
de Casilda, que vi al viejo
algo esta tarde inclinado.
Ñuño. Pues yo tomo tu consejo
y me voy determinado
de besarte aquesos pies.
Daréte el mejor eral
que entre mi ganado ves...
MiRENO. No me estará. Ñuño, mal.
NuÑo. Si gozo dése interés.
Y partamos, porque el viento
quisieran mis pies calzar,
o ser rayo, o pensamiento.
MiRENO. ¿Para qué?
Nuxo. Para volar
a ver si logro mi intento.
Para que con su presteza
viese si se determina.
MiRENO. Pues desea ser belleza
de mujer, que ésta camina
con la mayor ligereza.
(Vanse.)
(Salen el Rey, y don Diego y Payo de Lemos.)
Don Diego.
Llaman Peña de Francia a esta Señora,
porque aquí la escondieron los leoneses,
huyendo al fin de la canalla mora
que ayudaron, señor, a los franceses
en Roncesvalles.
Payo.
Su divina aurora
entre rotas lorigas y paveses
por despojo quedó de aquesta guerra,
por luz de España y norte de esta sierra.
Rey.
Yo me huelgo, don Diego, de haber visto
este convento santo, aquesta casa
divina donde humano se vio Cristo,
cuyo edificio de las nubes pasa;
que aunque el imperio de la edad conquisto,
aun más de amor, que a devoción me abrasa,
que en estos años de heredado quiero
ser cuerdo mozo cuando en ella espero.
Don Diego.
Aquí de Salamanca a ver veniste
sola a esta imagen destos monjes santos;
como quien eres recebido fuiste,
con danzas, juegos y sonoros cantos.
Rey.
A no llegar enamorado y triste,
si es bien cantar a un rey extremos tantos,
un siglo entre sus riscos me estuviera.
Don Diego.
¡ Que en ese amor tu intento persevera !
Payo.
¡ Que a un poderoso Rey como tú obligue
un tan humilde objeto, una serrana,
y que no la razón tu. mal mitigue!
Rey.
¿Qué importa, si fabrica en nieve y grana
el hechizo de amor que me persigue,
en proporción cuanto divina humana?
¿Qué importa, si en dos ojos, no de nieve,
que negros son, mis esperanzas bebe?
Que el cuerdo nunca calidad procura
para amar, sino parte solamente
de cuerpo y alma, donde esté segura
beldad y discreción; tal se consiente
desde el rey al pastor, que la hermosura
EL LABRADOR DEL TORMES
tiene tanto poder, es tan valiente,
que suple calidades y señala
que con la muerte al igualar le iguala.
Pasando a caza vi en aquesta aldea,
como te dije, aquella labradora,
y desde que la vi mi amor desea
gozar del suyo.
Don Díego.
¿Qué te impide ahora?
Sea, señor, lo que en firmeza sea.
A Santibáñez parte, y pues que mora
en él, roba a su padre su hermosura :
tu quietud y sosiego así procura.
Vete a dormir a Béjar esta noche,
pues llegarás a tiempo, que aún el día
del mar no habrá sacado el rubio coche
ni ella ausentado su tiniebla fría.
Dale al Conde un rebato, haz que trasnoche
y en empresas tan fáciles confía.
JIey.
Con saber que a sus tierras he llegado
y no me ha visto me ha desobligado.
Por donde vine que volvamos quiero
y que en la aldea de Casilda hagamos
noche embozados, que gozarla espero.
Don Diego.
Todos es justo que tu amor sigamos.
Rey.
Montes, adiós; adiós, peñasco fiero,
donde el alba de Dios norte miramos,
y perdonad, que os dejo, (i)
(Sale el Conde.)
Conde. El tiempo enseña
que a muy buena ocasión.
Dé Vuestra Alteza los pies
a un vasallo que ha venido
a pedir perdón, después
que lo haya merecido,
de lo descuidado que es.
Hoy supe que a honrar venía
esta tierra, y he tardado
en hacer lo que debía;
mas quien confiesa que ha errado,
en vuestro perdón confía.
Rey. Quien pretende merecer
(i) Falta el resto de esta octava, que se comple-
taría con los dos primeros versos que siguen y algunas
otras palabras.
nunca se ha de descuidar
en servir y agradecer;
pues mal se podrá pagar
si no se llega a deber.
Supuesto que vine aquí
Conde, y vuestra tierra honré,
si cuando me parto os vi,
yo de vos me acordaré
como os acordáis de mí.
{Vanse y queda solo el Conde.;
Sí, pero yo seguiré
cual sol a tu luz divina.
(Sale ToRRijos.)
ToRRijos. ¿Qué hay?
Conde. ¡ Aparta !
ToRRijos. i Bien, a fe I
¿Tenemos ya trebolina?
Conde. ¡ Loco estoy !
ToRRijos. ¿El Rey se fué?
Conde Y de eso sólo ha nacido
haber yo el seso perdido,
que son sus reales razones
tósigos en ocasiones
que trabucan el sentido,
ToRRijos. Pues, señor, ¿hase quejado
de que tardaste en venir
a besar su mano?
Conde. ¡ Airado
me culpo el no prevenir
lo que creí desconfiado !
ToRRijos. ¡ Qué gentil borrachería !
¿Rey en Béjar? Calla, calla,
y vamos a ver el día
de Casilda : entra en batalla
con tu osada valentía.
Vamos de aquí a anochecer
a Santibáñez, adonde
tu sol pueda amanecer,
y yo, motilón de ini Conde,
a Sílena pueda ver.
Entremos por el corral,
y sin que ladre el mastín
mientras rumia el animal
del pesebre, darás fin
con tu amor a tanto mal.
Que lo demás es locura,
y culpo tal sentimiento.
Conde. Bien divertirme procura,
Torrijos, tu entendimiento.
¿Mas cumplirá la hermosura
ACTO PRIMERO
í
de Casilda lo que ayer
nos dijo?
ToRRijos. No hay que dudar:
podrás hablarla y ver,
y si me aprietas, gozar.
Conde. Hoy me ha dado en qué entender
aquello que habló el villano
que me costaría la vida.
ToRRijos. ¡ Ese es pensamiento vano !
Pues que su amor te convida,
da a todo agüero de mano
y tierra con ella gana.
Conde Vamos, que aunque injusta ley,
es de honor : hoy en mí sana (i)
enojo que causó un Rey
belleza de una serrana.
(Vansc.)
(Salen Casilda, Vidal y Silena.)
\'iDAL. Esto tengo prevenido,
que ya estoy determinado.
Casilda. Siempre tu gusto he seguido.
Vidal. Casilda, bien lo he mirado,
yo te doy muy buen marido.
Al Conde te vi hablar,
sin que me vieses, ayer
de un encubierto lugar,
y debe de pretender
tu honor y el mío manchar.
Es poderoso señor,
y no puede un padre viejo,
aunque tenga más valor,
más prudencia y más consejo,
enfrenar su loco amor.
Y ansí, habiendo contemplado
en mí aquesta insuficiencia,
hoy a Ñuño te he buscado:
hombre que hará resistencia,
no a un Conde, a un Rey coronado.
Con pecho casto y fiel,
puedes bien poner tu honor,
tu fe y esperanza en él,
que aunque nació labrador
es digno de su laurel.
Casilda. Yo he sido, padre, de suerte
a Ñuño tan inclinada,
de cuyas partes me advierte
tu amor que no hago nada
ahora en obedecerte.
Y para que eches de ver
(i) En los textos: '"gana", por errata.
que en aqueste pensamiento
no soy mudable mujer
y que seré a este intento
imposible de vencer,
trae al Adonis más bello
del mundo por mi marido,
y que venga ufano a sello
de mil riquezas vestido,
airoso del pie al cabello ;
tráeme cuantos olores
Sabá en sus aromas cría,
cuantas muestra el campo flores
el abril, ansí que el día
recibe y vista de amores;
y al fin, de tierra y de mar
dame la mayor riqueza,
que aunque la pudieras dar,
por Ñuño y por su belleza
hoy las pudiera trocar.
Es verdad que me halló el Conde,
y que porque me dejase
otro día le dije adonde
para hablarme me buscase.
Vidal. Pues que tan bien corresponde
a mi obediencia tu amor,
Ñuño Pérez que entre quiero
a verte.
(Vase.)
Casilda. Será favor,
si bien, señor, el primero
que me haces y el mayor.
SiLEN.\. ¿Ya, en efecto, estás casada,
Casilda ?
Casilda. Silena, sí,
y estoy muy bien empleada.
(Entra el Conde y Torrijos.)
Conde. ¡ Casada Casilda oí !
(Entra.)
ToRRijos. Entra quedo, que no es nada,
pues de nadie visto has sido,
que aquí con Silena está,
y sea el Sofí su marido.
Silena. Gente ha entrado hacia acá.
Casilda. Por la falsa puerta ha sido. —
¿ Quién es ?
Silena. ¿Quién va?
Conde. Quien quisiera,,
aunque la noche es obscura,
que mucho más lo saliera,
por gozar de la hermosura
10
EL LABRADOR DEL TORMES
torrijos.
Casilda.
torrijos.
Casilda.
Conde.
ToRRIJOS.
Conde.
Casilda.
Conde.
Casilda.
Conde.
Casilda.
SlLENA.
Conde.
Casilda.
Conde.
ToRRIJOS,
que en vuestros ojos me espera.
El Conde soy, que he venido
de la palabra obligado
que de vos he recibido.
Yo Torrijos, rematado
como si fuera vestido
en almoneda por ti,
Silena.
¡Ay de mí, señor í
¿Quién le ha entrado hasta aquí?
Hace invisibles amor,
y yo el instrumento fui.
Vayase su señoría,
que vendrá mi padre ahora,
y viéndole aquí podía
matairme.
El alma os adora,
hermosa Casilda mía,
y es imposible dejar
que goce desta ocasión.
Temiendo estoy un azar,
que hay gañán que es un Sansón,
y mientras viene a enhilar
si es el Conde o no es el Conde,
hacer dos costillas menos.
¿Qué vuestro amor me responde,
divinos ojos serenos?
Que pues prudencia se esconde,
en él se vaya de aquí.
Y mire que me han casado.
¡ Casado ! ¿ Qué escucho ?
Sí.
¡ Mataré al villano osado
que tal intenta !
i Ay de mí,
que mi padre viene ya !
Métase en ese aposento,
que después en mí tendrá
una esclava, y de su intento
con la victoTÍa saldrá.
¡ Vuelva, señor, por mi honor
su nobleza y cortesía !
¡ Presto, presto !
Vuestro amor
obliga a la pena mía;
pero ofrecedme un favor:
dadme a besar una mano
primero.
Y dos os daré
por el peligro que gano.
Aquí me retiraré.
De miedo soy hombre vano.
Conde.
Casilda.
Conde.
Torrijos.
Ñuño.
Soy músico, soy poeta;
no ha}^ veleta como yo.
(Escóndese.)
(Salen Vidal y Ñuño.)
Vidal. Vuestro es ya lo que os inquieta.
NuÑo. Amor mis deseos premió
con mi Casilda discreta.
Y pues que ya a su presencia,
Vidal, habernos llegado,
quiero, con vuestra licencia,
que vea el que la ha ganado.
¡Cielos, quién tendrá paciencia!
Yo be sido la venturosa,
pues granjeo. Ñuño mío,
que me llamen vuestra esposa.
i Mío dijo! Desconfío
ya de mi pena amorosa.
Torrijos, yo salgo.
Tente,
y mira que es mucha gente
y que es de noche, señor,
que hay brazo de labrador,
onda de David.
Quien siente
los favores que me hacéis,
más que loco debe de estar.
En mí un esclavo tendréis;
mas habéisme de pagar
con el mismo amor.
Veréis
como os estimo y adoro ;
y en fe de esto os doy la mano.
¡ Perdió a mi amor el decoro !
Cristiana es con el cristiano
y mora con el que es moro.
Yo una moza conocí
como aquesta, que hizo voto
de a nadie negar el sí.
Mas se excusa el alboroto:
vuelve si es posible en tí.
Conde. Torrijos, si es cobardía
la tuya, la pena mía
no puede más aguantar.
Ñuño. ¡ Podráme el sol envidiar !
¡ Venid, pues, gozo del día !
(Sale el Conde.)
Conde. ¡ Villano, no gozarás,
que antes...
(El Rey, don Diego y gente al paño.)
Rey. Don Diego, detente
Casilda.
Conde. .
Torrijos.
ACTO SEGUNDO
11
y los pasos vuelve atrás,
que aunque es del sol el oriente,
éste que miras es más.
\'iD.vL. Conde y señor, ¿qué es aquesto?
Conde. ¿Qué? Querer a vuestra hija
darle más honrado puesto ;
querer que a su luz no aflija
la nube que le habéis puesto ;
querer que este labrador
no goce de la hermosura
en aquesta edad maj'or,
y gozar de la ventura,
tiempo y lugar con amor.
NuÑo. j Eso no, no gozará,
siendo su marido yo,
vuestra señoría ya
mientras no trocase en no
el sí que ahora me da !
\'alor tengo y tengo honor,
y el quitarme a mi mujer
es tiranía, señor.
Conde En los reinos del querer
sólo vive ley de amor.
¡Esta me manda que goce
de aquello que más deseo.
Rey. y esa misma reconoce
que estorbe intento tan feo
quien tu sinrazón conoce :
que te quite de delante
la causa destos enojos,
por quien blasonas de amante.
CoxDE. i Quebraréle yo los ojos
por locura semejante!
Quien tanto mal me asegura,
conocerle es justa ley.
(■Uescííbrcse el Rey.)
Rey. Paso; enmendarte procura,
que a Casilda lleva el Rey.
Casilda. ¡ Qué perseguida hermosura !
(Llévase el Rey a Casilda de la mano y éntranse
todos y quedan solos el Conde y NuÑo.)
CoXDE.
i Perdí la posesión de mi esperanza !
NuÑo.
¡ Cayó por tierra el edificio mío !
Conde.
Contra el poder de un Rey loco porfío.
NuÑo.
Tormenta es ya la que miré bonanza.
Conde.
¡Engañóse mi altiva confianza!
NuÑo.
¡Murió mi bien, nació mi desvarío... !
Conde.
Las fuerzas faltan, falta el albedrío.
NuÑo.
Pues su mayor firmeza fué mudanza.
Conde.
¿ Qué miraré sin la serrana hermosa ?
NuÑo.
¿Qué haré de Casilda enamorado?
Conde.
Celoso estoy.
NuÑo.
El alma no reposa.
Conde.
¡ Mal haya el que mis dichas ha estorbado !
NuÑo.
¡Pene cual yo quien lleva ajena esposa!
Conde.
¡ Sin premio muera !
NuÑo.
¡ Como yo, abrasado !
(Vanse.)
ACTO SEGUNDO
{Sale el Conde con prisiones, escuchando a uno que
canta.)
MÚSICO. "Don Alonso de Castilla,
de aqueste nombre el onceno,
en Alba de Tormes tiene
al Conde de Béjar preso.
Mil inquietas mocedades
en tal estado le han puesto,
que aguarda afligido y sólo
a la muerte por momentos."
Conde. ¡ Válgame Dios, ya se cantan
' versos de mí; ya con ellos
mi prisión lamenta España !
Pues prosigue, escuchar quiero,
que en lo'S pechos afligidos
y en los en prisiones puestos
si no alivia el yerro el canto,
12
EL LABRADOR DEL TORMES
MÚSICO.
Conde.
TORRIjOS.
Conde.
ToRRIJOS.
Conde,
torrijos.
Conde,
torrijos.
lo suspende por menos.
"La sentencia está ya dada,
y en una escarpia de acero
manda poner su cabeza,
para mayor escarmiento.
En tierra cayó la estatua,
vióse humillajdo el soberbio,
las mujeres 3^a seguras
3' ya los vasallos quietos."
¿Pues tantas he yo forzado?
¿Tantos insultos he hecho?
¿Tan mal traté mis vasallos?
¿Soy acaso Nerón con ellos? (i)
Si al Rey llevando a Casilda
con cuatro o seis cabalkros
quitársele quise, que es
por lo que me tiene presu,
fué adorando su hermosura,
y que fué yerro confieso;
mas son dignos de perdón
cuando son de amor los yerros.
¿Quién cantará a mis oídos
mis locos atrevimientos?
¡ Mi cabeza en una escarpia ! ;
j yo sentenciado !, y lo creo ;
porque las nuevas del mal,
siendo desdichado el dueño,
son ciertas antes de dichas.
¿Qué serán puestas en versos? —
¡ Hola, Sancho ! ¡ Hola, García !
¡Torrijos! Están durmiendo.
¡ Ah, Torrijos !
(Dentro Torrijos.)
Señor.
¡ Hola !
(Sale Torrijos.)
Señor.
Entra.
¿Qué tenemos?
¿ Dormías ya?
Como un sollo,
como el ingenio de un necio,
preciado de hablar mucho
y malo como un discreto ;
en los cuentos un flemático,
y como en noche de invierno
im amante trasnochado,
que ama bien sin tener celos.
(i) Sobra una sílaba; quizás diría: "Nerón de
ellos".
Torrijos.
Conde.
Torrijos.
Conde.
Torrijos.
Pero, ¿por qué lo preguntas?
Conde. ¿ Por qué ? Porque fueran luego,
si lo permiten las .guardas
que en este castillo han puesto
las sinrazones de Alfonso
a mi persona, y corriendo
alrededor sus murallas
trajeras el que me ha muerto
aquí cantando en voz triste
mi historia.
¿ Pues que no dieron
sus acentos esperanzas
de que Casilda, instrumento
desta prisión, gozarías ?
Antes en las mismas leo
que a muerte estoy sentenciado.
¿ Qué dices ?
Lo que dijeron.
Ve y haz esta diligencia.
Hanse ya entregado al sueño
las guardas, y abrir la torre
imposible a lo que entiendo;
será que andan con cuidado,
y a Sancho y García pusieron
aquesta noche en la calle,
famoso Conde, diciendo
que bastaba que durmiese
por alivio de tus hierros
yo en tu recámara solo.
Conde. ¿ Y qué ? : ¿ ellos de aquí salieron ?
Torrijos. Abajo están en la villa.
Conde. ¡ Sin duda mi mal es cierto !
Mas oye, que suenan pasos.
Torrijos. Ya escucho, que ya los siento.
Conde. Trae una vela.
Torrijos. Murió ahora.
Conde. ¡ Descuidado fuiste !
Torrijos. Creo
que es vano el cuidado contra
la desvergüenza del viento,
vida y muerte de la luz
como del amor los celos.
Mas, ¿quién es? Entra, señor.
(Sale Ñuño.)
NuÑo.
Conde.
Conde.
¿Quién va allá?
TORRJJOS.
Algún miedo
vive entre estas cuchilladas.
NuÑo.
Un vasallo amigo vuestro...
¿Dónde estáis?
Conde.
Llega hacia aquí.
ACTO SEGUNDO
13
XuÑo.
C0N*DE.
XuÑo,
Conde.
XuÑo.
Que aficionado en extremo,
señor, de vuestra persona,
de vuestros heroicos hechos,
sabiendo que el rey Alfonso
aquí en Alba os tiene preso
y a pique de degollar
la vida y fama oponiendo,
a su rigor, he querido
libraros.
¿ Cómo, en efecto,
el entrar en esta torre
pudistes?
La industria es medio
para allanar imposibles,
aunque no lo han sido aquestas.
Una llave pudo darme
por entre el mudo silencio
y el sueño de aquestas guardas
entrada a vuestro aposento.
De aquí tenéis de salir
Conde, que de no hacerlo
como es miraréis mañana
lo que os han cantado cierto.
Sentencia Alfonso os ha dado
de muerte, esto dice el pueblo ;
y pues que el pueblo lo dice,
que es voz de Dios, el creerlo
importa en esta ocasión, "
tan solamente advirtíendo
que a libraros viene un hombre
sin reparar en el riesgo
que de ello puede venirle ;
no por agradecimiento
que espera de vuestra casa,
de vos ni de vuestros deudos;
pero porque echéis de ver
que hay más que no en nobles pechos
en un labrador virtudes
donde hay luz de entendimiento,
y que sin obligaciones
pueden ser de otros espejos;
que descuidos dé los nobles
cumplen villanos groseros.
La obscuridad de la noche,
el haberse la luz muerto,
de que os pueda ver me impide.
¿Quién sois? ¿Sois de Béjar?
Tengo
mi hacienda cerca de allí.
Soy, famoso Conde, un cuerpo
adonde por alma vive
lealtad, prudencia y consejo.
A librar vuestra persona
con estas tres cosas vengo,
sin que tiranice el gusto
a las leyes de su imperio.
Bajad por esa escalera,
y sin que el son de los hierros
los guardas despierten. Conde;
que una yegua, hija del viento
en ese campo os aguarda.
Conde. Primero he de conoceros.
NuÑo. Salid, que allá me veréis.
ToRRijos. Señor, parece que es sueno,
la entrada de aqueste hombre.
XuÑo. Pero desde aquí os advierto
que si el tiempo se mudare,
que suele mudarse el tiempo
y envejecer, os veis libre
de quien sois natural dueño,
que os acordéis que un villano,
nobles ánimos venciendo,
cuando más mal le quisistes
estas finezas ha hecho.
Que si tal vez por amor
se os ofreciere ofendello,
penséis en que os da la vida,
libertad estando preso ;
que recordando al olvido
de esta historia o estos procesos
ni seréis príncipe ingrato
ni tirano caballero.
Conde. ¿ Quién es el que esto me dice ?
NuÑo. El que ha emprendido este hecho
es el labrador del Tormes.
Conde. ¡ Ah, X^'uño, yo te prometo
que si quieto en Béjar vivo,
que sí a mis estados vuelvo,
que tú seas mi privanza !
X'uÑo. Libraros sólo pretendo.
ToRRijos. Por agüero lo tm-iste
un tiempo; mas fué. el agüero
de muerte trocado en vida.
que es la libertad lo mesmc.
Marchemos hacía la puerta.
{Dentro Payo de Lemos)
Payo. X^'o conseguirá el inten*-o
' a que hoy ha dado principio.
X'uÑo. Sin duda que nos sintieron.
Conde. ¡ Las guardas han despertado !
XuÑo. Su señoría el esfueizo
no pierda, que he de librarle
sí de Jerjes los ejércitos
14
EL LABRADOR DEL TORMES
estas pttertas ocuparan.
Si están ya tomadas creo
que será imposible, Ñuño.
Conde, en piis brazos soberbios
la hierba del Pico vive,
rompiendo ansí aquestos hierros
se descolgara de aquí.
Conde.
Ñuño.
Conde.
Ñuño.
Conde.
Ñuño,
torrijos.
Ñuño.
ToRRIJOS.
NuÑo.
torrijos.
Guarda.
torrijos.
Guardas.
Payo,
torrijos,
NuÑo.
Payo.
Ñuño.
ToRRIJOS.
Payo,
torrijos.
(Arranca una reja.)
¿Qué Milón, qué Hércules griego
tan fuerte reja arrancara?
Señor, muy cerca está el suelo :
descuélgate.
Ya lo hago.
{Descuélgase.)
Que los dos tras desto iremos.
Que no sea el postrero yo,
famoso Ñuño, te ruego.
Ya en el suelo el Conde está.
Pues yo voy tras él al suelo,
que es ciego su señoría
de noche, y si no le adiestro
es imposible librarse.
Pues arrójate de presto.
Una pica está la caba
de hondo.
En este aposento
están.
i Vaya allá conmigo,
San...
(Salen Payo :y Guardas.)
¡ Bárbaros, deteneos,
si no queréis que esta punta
pase esos aleves pechos !
¿ Dónde está el Conde ?
Aquí está —
En el salto nos cogieron.
¿ Quién es el que busca al Conde ?
¿Quién es? El Rey por lo menos;
pue sa/quí viene su firma.
Aquí manda en un decreto
que luego parta a Medina,
adonde le aguarde preso.
Pues esta reja ha rompido
y quebrantando los hierros,
se fué huyendo su rigor.
¡ Y vive Dios que es mal hecho !
Vos ayuda le habéis dado.
¿ Nosotros ? ¡ Qué lindo cuento !
El, dejándonos dormidos
Payo.
torrijos.
Payo.
NuÑo.
TORRIJOS.
NuÑo
GUARD. I
ToRRIJOS,
GUARD. 2.
TORRIJOS.
Casilda.
SlLENA.
y aquesta reja rompiendjo,
Icaro fué desta torre
sin respetar mis consejos.
¡ HoJa, cuadrilleros !, salgan
y no quede valle o cerrro
donde el Conde no se busque,
y en tanto llevad aquestos
donde paguen sus delitos.
¿Los dos qué culpa tenemos?
Préndanse también los guardas.
Con mucho gusto voy preso.
Yo con mucha pesadumbre.
¡ Grande fué mi atrevimiento !
Mas si no hallan al Conde,
si mi industria tiene efecto,
de la tiniebla amparado,
moriré contento viendo
que hoy un labrador dio a un noble
lo que muchos no pudieron.
" ¡ Vaya el lacayo !
Ya irán. —
¡ Ah, Ñuño, Ñuño, el Infierno
aquí te metió esta noche,
sin duda alguna, pues pienso
que se mirará por ti !
' Vamos.
Ya voy, caballeros. —
Torrijos hecho torrijas,
pues la miel voy previniendo.
(Vanse todos.)
(Salen Casilda y Silcna.)
Puras, risueñas fuentes
deste jardín hermoso,
que en curso pavoroso
dais perlas transparentes
al nácar que del día
nace en celajes sobre el alba fría,
si mi tristeza os mueve,
llorad conmigo, aumentaréis mí nie-
Y bien la puedes mostrar, [ve !
pues por hermosa perdiste
la paz donde el bien consiste
en tu casa y en tu hogar.
Tu 'padre, deudos y hacienda
también, Casilda, has perdido,
y a Ñuño, el mejor marido,
sin que ninguno se ofenda,
que en toda la serranía
de Béjar ni en la ribera
del Tormes verse pudiera,
cuando tales hombres cría.
ACTO SEGUNDO
15
Casilda. Yo confieso que perdí
la ventura que esperé
muchos días; pero fué
sueño, no la merecí.
Pero bien sabes también
que nunca le di favor
al Rey que de su rigor,
con favor o con desdén,
le obligara a tal locura,
digo a traerme con él.
SiLENA. ¿Y estás, dime, tan cruel
todavía que asegura
tu pensamiento a su amor ?
Casilda. Nieve que apague su fuego
y ser un peñasco luego
de inaccesible rigor.
Aunque señor natural
un rey, mi Silena, sea,
el gusto es rey, y desea ■
su ser en un ser igual.
El viene, si no me engaño.
Silena. Sentirá que hayas salido
de su cuarto, en que ha vivido
consigo tu desengaño.
Pídele que nos envíe
a Santibáñez.
Casilda. Mi amor
le obligará con rigor
para que el suyo se enfríe.
(Sale el Rey.)
Rey. Gallarda labradora,
más hermosa que el día
cuando entre rosas cría
luz que los campos dora,
mostrando en sus albores
oro a la nieve, púrpura a las flores,
templa tanta fiereza,
trueca en cera el diamante :
un rey es ya tu amante
y adora tu belleza.
Necia, Casilda, eres
si olvidas cetros y aguijadas quieres.
Casilda. El olvidar, gran señor,
un favor tan desigual -
no es, fKDr Dios, que os quiero mal,
mas por no tener valor.
Si yo una señora fuera
de sangre y fembra en Castilla
rica, cuando ansí se humilla
¿quién duda que le quisiera?
Mas siendo una labradora
y él rey, no me estará bien.
Rey. ¡Qué bien muestras que el desdén
por alma en tu pecho mora !
Mira qué quieres que haga
por tí, ¿qué interés te mueve?
Pide, que como la nieve
tu injusto rigor deshaga
y blanda mi amor te vea,
mi corona te daré,
mis reinos, como mí fe,
porque tu amor lo posea.
Casilda. Aunque el interés ha sido
quien torres ha derribado,
y en las mujeres agrado
lugar continuo ha tenido.
Aunque dicen que ya Amor
perdió la aljaba con él
y que el pecho más cruel
se enciende con su valor,
entiéndese en las ciudades,
en las cortes de los reyes,
no en las tierras donde bueyes
siguen más que majestades.
Ansí que mi amor mal haya
cuando yo quiera por él.
Rey.
¿Pues qué pretendes con él?
Casilda.
Que me deje y que se vaya.
Rey.
El resistirse es locura.
Casilda.
¡ Que tu amor se ciegue tanto !
(Sale la Reina y Aldonza.)
Reina.
Si esto pensé, ¿qué me espanto?
Aldonza.
¿Qué desengaño procura
de más certeza tu amor?
Reina.
Veré en qué viene a parar
locura de un desear
prevenida de un temor.
Rey.
Yo he de hacer mi voluntad.
Casilda.
Yo tengo de hacer la mía.
¡ Soltad !
Rey.
EJ Amor me guía.
Casilda.
¿Quién es causa?
Rey.
Tu beldad.
Casilda.
¡ Fea es ya !
Rey.
No es sino hermosa
Casilda.
¡Dejadme o voces daré!
Rey. '
Tengo amor.
Reina.
¡ Yo celos !
'Casilda.
Fe
nunca es buena mentirosa.
Rey.
Queredme con ella a mí.
Casilda.
No puedo.
16
EL LABIL\DOR DEL TORMES
Rey. i Locos desvelos !
Casilda. ; Que no hay quien me ayude, cielos !
Reina. La Reina tenéis aquí. —
¿ Que es esto, labradora, di ? ¿ Qué voces
son las que das? ¿Y quién desta manera
cuando en palacio estás, cuando conoces
que estoy yo aquí, qué tu hermosura altera?
¿Quién eres? Habla ya, no te reboces
callando el nombre que mi amor espera
y mi deseo de verle conducido
al dulce espanto de tu voz nacido.
SlLENA.
Casilda es, gran señora, la serrana,
(hablo turbada) ésta que el Rey pretende,
aunque ella a sus amores no se allana,
por contemplar que a vos en eso ofende.
Tnijola de su tierra aquí, do gana
desdén tu Alteza, donde más se encierra,
estando a pique de casar con Ñuño,
hombre que muesa tierra trae en (i) puño.
Mil días la ha tenido aquí encerrada,
y ahora, descortés y aun atrevido,
la ha querido forzar.
Reina.
Calla la airada
lengua con que a Su Alteza has ofendido,
no marchites la frente coronada
del verde lauro que ganó vencido
el moro en los confines de Antequera.
¿Tal del Re\^, mi señor, pensar pudiera?
Si fuera armado en la campaña, dando
temor y espanto al sarraceno moro ,
amar la muerte del confuso bando
que se opusiera a su real decoro,
yo lo creyera, yo, que estoy mirando
viva su fama sobre estatua de oro;
pero ¿ocupado en viles ejercicios?,
de tu malicia son claros indicios.
Desde aquí a verme voy con su grandeza,
ya que su misma espada... Mas, ¿qué veo?
¿ Aquí me está escuchando Vuestra Alteza ? —
Volvió la espalda, marchitó el deseo;
huye el león en su mayor fiereza,
mas visto aguarda en la campaña fea (2).
Rev.
¡ Yo, león español, de amor perdido
(i) En los textos: "hombre que a muesa tierra
tra en el puño".
(2) "Fea" no es consonante de "veo" y "deseo",
como debiera.
huyo de una mujer que me ha vencido.
(Vase.)
Casilda. A vuestros reales pies,
señora, pido perdón:
al Rey no he dado ocasión,
esto lo sabréis después.
Mi vivienda era una aldea,
mi amor el de un labrador,
cegó a Su Alteza el amor,
yo resisto y él pelea.
Reina. Ya sé que te trujo aquí
cuando fué a Peña de Francia,
que fué devota ganancia
si pérdida para mí.
Muy bien sé que te robó
el mismo día que estabas
desposada, porque esclavas
a sus potencias halló
de su gusto. Yo daré
remedio a su desatino
dándote un esposo digno
de tu constancia y tu fe :
Payo, un hidalgo que ha ido
a traer al Conde preso
en Béjar, de quien confieso
que anduvo loco atrevido,
será tu marido hoy;
pues hoy en Medina ha entrado.
Aldonza. y en tu sala acompañado.
Reina. Tu amiga, Casilda, soy.
Hoy que eres diamante vi
cuando mi afrenta intentó
el Rey, y viéndolo yo
pago lo que te debí.
Con él quedarás casada,
y os daré igual a tu suerte
la renta que te despierte
para que vivas honrada.
(Sale Payo de Lemos y gente. Xuño Pérez y ToRRi-
jos preios.)
Payo. Pensé que el Rey mi señor
hablara, señora, aquí,
y así entré.
NuÑo ¿ Qué es lo que vi ?
Reina. ¿Y el Conde?
Payo. Este labrador,
Reina, le dio libertad;
éste la prisión rompió
por donde el Comde salió,
su dueño.
Reina. ¡Fué lealtad!
ACTO SEGUNDO
17
Casilda. Y éste, gran señora, es
quien ha de ser mi marido :
aqueste sólo he querido,
éste pido a vuestros pies.
Si de mí estáis obligada
resistiendo al Rey su amor,
concedechne este favor,
ansí de la edad airada
no veáis vuestra hermosura
marchita. Con él no quiero
rentas, sólo el bien espero
que su igualdad me asegura,
pues en las leyes, después
del amor, imperio justo,
tan sólo el caudal del gusto
es el miayor interés.
Reina. Si el amor ansí te obliga
y aquí te lo trujo Amor,
goza de tu labrador,
San Pedro te le bendiga.
Payo. ¿Pues el delito, señora,
de haber al Conde librado?
Reina. Todo está ya perdonado:
Casilda, Payo, le adora.
Ella ha guardado mi honor
defendiéndose del Rey,
y ansí será justa ley
que vuelva yo por su amor.
Hoy seré vuestra madrina,
que os honro España verá.
NuÑo. ¡ La vida en la muerte está !
Casilda. ¡ Hoy fué mi cielo ]\Iedina í
ToRRijos. ¿Y a mí quién me lo ha de dar?
¿Quedo libre del delito?
Reina. Mi largueza no limito,
que es día de perdonar.
ToRRijos. Yo sólo libre me siento,
que a Ñuño en esta ocasión
si le quitan la prisión
le dan la del casamiento.
(Vanse.)
'{Salen el Conde y Sancho vestidos de
Conde con mi azadón.)
COXÜE.
Viste al invierno frío
mayo de blancas flores,
púrpura a rosas, cielo a violetas;
viene el pálido estío,
marchita sus colores,
al parecer estables, ya imperfetas
es de aquestas inquietas
Alíanos, y el
dueño el tiempo: mudanzas
el otoño se ofrece,
el campo reverdece,
espera coronado de esperanzas
tras de otra en copos y nieve;
mas yo, ni en largo bien, ni en el mal breve.
Despeñados cristales
cavan peñasco duro,
alma de lluvia (i) en su veloz corriente,
adonde son iguales
a su elemento puro
llegan, no hijos de nativa fuente;
sin ellos queda ardiente
la antes húmeda tierra,
hasta que el que las sube
sol desata otra nube,
volviendo a su posada al mismo guerra;
libre fué si es cautivo,
mas j'^o tan sólo con desdichas vivo.
Sancho.
Las hojas en los campos,
el águila en los vientos,
madre de Venus, en el mar la espuma ;
la nieve entre sus campos.
Si espejo a tus intentos
diste, y desnuda su inconstante bruma,
señor, no te consuma
el verte en tal estado,
que pasará su rueda,
jamás estable y queda,
y presente en el punto que ha pasado
a tanta tiranía,
émulo, luz dará a tu alegre día.
Conde. Fáltame ya la esperanza,
y temo que este pesar
nunca ha de tener mudanza.
S.^NCHO. Muy bien puedes admirar
el mal que de amor te alcanza :
bien el verte Conde ayer
y hoy cultivando un jardín,
todo por una mujer.
Conde. Venir aqiu' no fué a fin,
Sancho, de poderla ver.
Huí de Alba sentenciado
a muerte, y de aquesta suerte
sabré si este Rey airado
vuelve a tratar de mi muerte,
quejoso y mal informado.
Y si es ansí trataré
(i) En el impreso : "pluvia".
VII
18
EL LABRADOR DEL TORMES
que nos vamos a Aragón.
Sancho. De este parecer seré.
Pero, si no es ilusión
y el alma fantasma ve,
¿no es Torrijos el que viene
de palacio por aUi,
señor?
Conde. Creerlo conviene,
si no es que también a mí
lo que dices me detiene.
Sancho. Si de la torre escapó
a Medina se aventura (i).
{Sale Torrijos.)
Torrijos. ¿Quién a tal dicha llegó
como Ñuño más segura?
¡Mujer bella!, ¿por qué no?
Hoy será aqueste jardín
su cielo y Zapardiei
de ranas, poblado, en fin;
noble, rico, pues en él
habrá tanto serafín.
Todo por el casamiento
de aquesta hermosa serrana.
Conde. ¿Quién vendrá aquí?
Torrijos. El firmamento
de estrellas, y un sol que gana
luz y pomposo ornamento.
Y carambola ha de haber,
que la Reina baja acá,
quieren decir que a comer.
Conde. ¿Ya qué tal fiesta se hará?
Torrijos. \ Grosero al fin proceder !
¡Qué majadero que estáis!
¿No sabéis que es hoy madrina?
Conde. ¿De quién ?
Torrijos. ¡ Mucho preguntáis !
De la beldad más divina.
Conde. ¿Y es? Decid.
Torrijos. ¡ Pesado andáis !
Cásase Casilda hoy.
Conde. ¿Qué Casilda?
Torrijos. Una serrana.
Conde. ¿ De dónde ?
Torrijos. ¡ Paciente estoy !
i Del Brasil, de Trapobana,
de Ginebra, de Estrarríboy,
de Gazpirrio ! Mas, ¿ qué veo ?
¿Es el Conde, mi señor,
(i) En los textos: "vendrá", que no rima con
'segura".
O me ha engañado el deseo?
Conde. Paso, Torrijos, que amor
todo es disfraz.
Torrijos. Si rodeo
por la cerca del jardín
no topo aquesta ventura,
porque tú eres, en fin.
Conde. Este traje me asegura.
Torrijos. ¿Y quién es el Gandalín
que te acompaña?
Sancho. ¿Quién es?
Torrijos. ¡ Sancho ! Grandes cosas hay,
algunas sabrás después;
mas Medina es el Catay
de tu Angélica.
Conde. No des.
Torrijos, más que dudar
a mi amor y a m,i deseo.
Torrijos. Hoy Ñuño la ha de sacar.
El Rey la trujo trofeo
que no pudiste estorbar.
Prendiéronnos en la torre
de Alba, vino aquí la Reina,
celosa tanto socorre,
viendo que en Casilda reina
un Marte, que firme corre
en esto del resistir
la loca afición del Rey,
que ha podido conseguir
el perdón, y con la ley
del matrimonio impedir
que goce de su hermosura^
pues a Ñuño se la ha dado.
El goza desta ventura,
la Reina los ha casado,
que con esto se asegura.
Vestidos de cortesanos
a comer vienen aquí.
¡ Qué viandas ! Dos enanos
empanar anoche vi
por jugadores de manos.
Sancho. Dirás de estra^dos hurones,
Torrijos. En jigote lui bachiller,
docto en poner objeciones,
que herejías suelen hacer
de las más santas razones.
Un discreto hecho en tostada^
largo como sus concetos,
todo seco de empanada,
y entre dos platos inquietos
una vieja lampreada.
Sin toda la jerarquía
ACTO SEGUNDO
19
Conde.
Cantan.
d€ caballeros pichones
que España en sus nidos cría.
Mas, dime: ¿cómo te pones
en tal peligro este día?
Conde. Quise saber el estado
en que mis cosas están.
ToRRijos. Ya los novios han llegado.
¿ Oyes ?
D'c aquí envidiarán
mis ojos lo que han amado.
"Todo pasa por el tiempo,
que no hay cosa que no troque:
nobles hace a los villanos
y villanos a los nobles.
Erase la Casildilla
y érase también un Conde,
por ella perdió su estado
y ella por otro perdióle."
(Salen la Reina, Aldonza, Casilda, Ñuño y acom-
pañamiento.) (i)
Reina. ¡ Hermoso está con las flores
el jardín !
Casilda. Señora mía,
la hermosura le pone
Su Alteza; después mi Ñuño,
que es el mayo.
Ñuño. ¡ Altos favores
adonde están vuestros ojos,
hermosura de mi noche !
Conde. Que donde vive el amor
no es mucho que el tosco roble
iguale al cedro más alto,
pues llanos hace los montes.
Aldonza. Efectos del amor canta
el villano.
Casilda. Y aun se esconde
mi historia entre sus acentos,
mi memoria entre sus voces.
Conde. No hay calidad en amor,
pues son los mayores dotes
el caudal de la hermosura,
dulce hechizo de los hombres.
i Dichoso el que ha de gozarla,
y por ventura esta noche,
y infeliz del que la pierde
por firme loco de amores !
Casilda. ¿Este no es el Conde?
Silena. Si,
que, loco de tus amores,
(i) Esta acotación falta en el impreso.
se ha disfrazado.
Casilda. ¡ Ay de mí !
Ñuño. ¿Qué decís?
Casilda. Que siempre os goce,
el alma pedía a los cielos.
Reina. Amor hará que os lo otorgue.
(Vayase todo el acompañamiento.)
Conde. Y el que desespere el alma,
pues en los brazos se pone
de un risco el sol que me abrasa,
cielo de quien fui Faetonte.
¡ Ay, yedras de ese olmo asidas,
cristales murmuradores,
que sois trepando en las peñas
de mis inconstancias nortes !
Consoladme en mis desdichas,
Alfonso, yo soy el Conde
de Béjar, yo soy quien quise
contra mi lealtad de bronce,
con cuatro o seis embozados,
quitaros a la que hoy rompe
el nudo que mi esperanza
formó con tanta desorden.
No hay amor sin competencia,
con ella si crece al doble,
¿ qué hará cuando se miran
perdidas sin que se logren?
El Conde soy, ¿qué aguardáis?,
que huyó de las prisiones.
(Sale Casilda.)
y que a Casilda...
Casilda. Detente,
aue ella escuchando tus voces,
habiéndote conocido,
con miedo aquí te responde,
pues deja solos los Reyes,
a su esposo, a mil legiones
de dueñas y de criados,
linces, y a ti aduladores... (i)
Mas, ¡ ay de mí, el Rey viene !
(Sale el Rey.)
Rey. Conocí las intenciones
que tuvistes de apartareis
por entre estos tornasoles:
si es para darme disculpa
que en dar la mano a este torpe
labrador fuiste for:i-l-
(i) Así en los textos; pero ei -a ti' sería otra pa-
labra o sobra.
20
EL LABRADOR DEL TORMES
(¿qué celos la paz no rompen?)
y que tenéis de quererme
yo os perdono como tornen
a vivir mis esperanzas
con vuestros dulces favores.
Casilda. Señor, yo me veré en ello;
Vuestra Alteza me perdone.
{Sale XuÑo.)
NuÑo. Casilda por aquí vino.
Con el Rey está; dar voces
importa a honor: ya recelo
que no son seguros golpes.
¡ Casilda, Casilda !
Casilda. Ñuño
viene, señor.
Rey. Bien me esconde
el cuadro de este arrayán,
Casilda. Aquí quien os ama os oye.
NuÑo. Huélgome que estéis despierta.
¿Sola estáis?
Casilda. Entre estas flores
sólo a espaciarme salía.
Conde. ¡Tiemblo de ver este hombre!
NuÑo. Pues, Casilda, ya sois mía
y en matrimonios conformes
hacemos dé dos un alma,
que esto la Iglesia dispone.
Sólo a mí habéis de mirarme ;
mis mandamientos menores
han de ser leyes a vos
mirando aquellos que cogen
por fruto honradas mujeres,
deste casamiento noble ;
que a mí me toca el guardaros,
no de los humildes hombres,
sólo como yo : de duques,
de marqueses y de condes;
del Rey, cuando el Rey quisiere,
obscureciendo su nombre,
proseguir vviestra conquista
contra quien fuiste de bronce,
fuera de que en sangre tal
nunca vive el vicio (i) enorme
tan de asiento que no asiente
la razón lo que le importe;
y cuando no lo hiciese,
Ñuño labrador, el noble,
¡ vive Dios que le matare !
Vamos, Su Alteza perdone.
(i) En los textos: "ocio", que parece errata.
Casilda.
NuÑo.
Conde.
Rey.
que un palomo me dio ejemplo
ahora en aquestas torres,
que a otro dio muerte a picadas
por un delito tan torpe.
Ñuño, yo soy vuestra esposa.
Y yo El Labrador del Tormes,
que por coger honor siembro
valor. ¡ Feliz quien le coge !
(Vanse.)
Si desta suerte ha tratado
a un Rey, ¿ qué le queda a um Conde ?
Hoy se partirá a su aldea
y hoy venceré mis pasiones;
que quien tuvo atrevimiento
de hablar lo que aqueste, es hombre
que ejecutará ofendido
lo que con honor propone.
ACTO TERCERO
{Sale ToRRijos y NuÑo co7i una daga en la mano.)
NuÑo, La causa me has de decir
o aquí tienes de acabar,
sin que te puedan oír
o alguno pueda purgar
lo que veniste a inquirir.
Si es que me escuchas atento,
Ñuño, con menos rigores,
sabrás todo el fundamento
y menguarán los furores
de tu inquieto pensamiento.
Deja esas vanas razones
y confiesa la verdad.
ToRRijos. Pues en el potro me pones
de tanta riguridad
y no crees mis pasiones,
sabrás que el Conde, que vino
con Sus Altezas ayer
a Béjar, porque ya es digno
de su amor, me envió a ver
de Casilda el peregrino
rostro, y a que la hablase
que aún persevera en su amor,
NuÑo, Di.
ToRRijos. Que ansí me disfrazase
mandó porque yo mejor
dentro de su casa entrase.
Entré, hablé a tu mujer;
respondióme que casada
no tenía de ofender
TORRIJOS.
NuÑo.
ACTO TERCERO
21
tu honor, que sería honrada.
Que dejase el pretender,
porque si no lo hacia
ansí, tras del Rey iría,
y de bruzos a sus pies
le pediría después
remedio a su tiranía.
Esto llevo por respuesta,
y ésta sola es la verdad :
tu esposa es casta y honesta.
Ñuño. Pues con tal seguridad,
A'ete, y al Conde protesta
lo que dices que te dijo.
Aconséjale que deje
la ocasión, porque me aflijo;
tu ingenio, al fin, le aconseje.
que mire de quién fué hijo.
Que no pretenda afrentar
a sus vasallos, que mire
que yo le pude librar
en Alba, que se retire
y se trate de aquietar.
Todo aquesto le dirás
como que de ti ha salido,
y de paso tocarás
que el perro es leal, y ofendido
muerde al dueño, cuanto más...
ToRRijos. Todo aqueso le diré.
NuÑo. Torrijo5, sé buen amigo,
que yo tuyo lo seré.
ToRRijos. De mi fe serás testigo,
yo al Conde reduciré.
Nuxo. Pues quede ansí confirmado.
mi amor y mi honor te duela.
ToRRijos. ¡ El llora, y ella ha tragado
lindamente mi cautela !
¡ La vida al Conde le ha dado !
(Vase.)
(Sale Casilda.)
:'C-ASILDA. ¡ Ñuño de mis ojos,
labrador del alma,
que posesión coges
sembrando esperanzas !
¡ Dulce hechizo mío
que con tantas gracias
por remate adoro
en estas montañas !,
¿qué haces? ¿Quién, dime,
por aquí te aparta
triste y pensativo,
con ceño en la cara?
La causa es que miras
alguna serrana,
y triste de ti
si, aunque fuese un alba,
un cielo, una estrella,
me olvidas y la amas ;
que ofendida entonces,
cual loba con rabia,
serían a mis dientes
ella y tú vianda,
pues los celos fieros
que a un caribe igualan,
por sustento, Xuño,
tienen carne humana.
XuÑo. Casilda, sosiega,
pues con tus palabras
a mi amor ofendes
y aim a ti te agravias;
pues cuando quisiera
yo, no me dejaran
tus ojos, que en ellos
¿qué beldad no pasa,
qué alba no se ríe,
qué flor no se halla,
qué fuente no bulle,
qué sol no se espanta?
Yo te adoro sola.
Casilda. Xo. divertido andas.
Tú amas en la aldea.
NuÑo. Sí, mas a tu estampa,
a la sombra tuya.
Casilda. Xo aseguras nada
la sospecha mía ;
algo aquí te encanta
Porque presunciones,
yo creo que falsas,
más no me atormenten
pues libre te hallas,
has de hacer por mí
una cosa.
X'uxo. Habla.
Casilda. Ausentarte tienes
de la aldea, de casa :
X^uño, vete al Tormes,
pues andan tus vacas,
- tus yeguas y ovejas,
lechónos y cabras
en su hermosa orilla ;
divierte y descansa
ansí tus pesares,
pues contra la llama
22
EL LABRADOR DEL TORMES
del sol cara tienes
como a las borrascas
del enero frío,
ladrón de las plantas.
Goza tus labores
y olvida si amas,
que es el ocio dueño
siempre de esperanzas.
Ñuño. Casilda me envía
que me ausente, traza
al Tormes; y cuando
acaba de hablarla
criado del Conde...
Celosa, enojada.
Todo esto es fingido:
ella que estimaba
verme todo el día
loco contemplarla.
¡ Honor, gran peligro
tenéis! La que es casta
ver huye al marido
fuera de su casa,
porque su presencia
cuando más airada
' por lo menos dice
que ha de haber bonanza ! —
Digo, esposa mía,
que si asegurada
quedáis desa suerte
con que yo me parta
(¡qué ciega que ha andado!),
que en la yegua baya
que ensillada tengo
para ir a esas hazas
cerca de la ermita
del Patrón de España,
me iré a las labores
que al Tormes esmaltan ;
que aquestas tristezas
perdona, que el alma
no puede encubrirse,
eran engendradas
de que esta licencia
de ti me faltaba
cuando la quería,
que el que en labor trata
ha de andar sobre ella,
que mozos egañan.
Casilda. Pues parte, aunque pene.
NuÑo. Lágrimas son falsas
las que llora ahora. —
Suspende las lágrimas,
que no es para siempre.
Casilda. Envía mañana
por hato a Bartolo.
el novio de Laura.
NuÑo. Con aquesta ausencia
sabré si ésta trata
mi ofensa, y sabida
tomaré venganza.
(Vase.)
Casilda. Fuese. ¡ Plegué al cielo
que de un risco caigas
y que te despeñes
de sus cimas altas !
Que en ese camino
sombras y fantasmas
asombren tu yegua;
en vez de mortaja,
juncias de ese río,
por sepulcro el agua.
Labrador que vas al Tormes,
¡ allá vayas y no tornes 1
j Qué cansada vida,
qué cosa pesada
es siempre un marido
en mesa y en cama,
y más cuando el cielo (i)
de que se trataba
feo, torpe y necio !
Variedad agrada.
¡ Bien hayan aquellas
que como la blanca
espuma en el río
tienen sus constancias !
{Sale Vidal.)
Vidal.
Casilda.
Casilda.
Señor.
Vidal.
- Ñuño al Tormes baja,
¿ que le das licencia
para que allá vaya?
Casilda.
Por eso anda triste.
Vidal.
Y tú, loca, andas
altanera: advierte
que sé lo que tratas.
Casada eres, hija.
y si eres casada
tan sólo tu esposo
ha de amar tu fama
Anda, llama humilde,
(i) Faltan versos después de éste.
ACTO TERCERO
23
SlLENA.
Casilda.
deja de ser garza,
que hay halcones condes
que atrevidos cazan
y es su gusto viento
y apretándole agua;
luz que sólo deja
por sombra la infamia.
Leía en un libro
la noche pasada
que un rey a un privado
le dijo en su cara
que le olía la boca
mal, que procurara
remedio, o que nunca
entrara en su sala.
Fuese a su mujer,
que tierno le amaba,
y quejoso dijo
que cómo tal falta
no le había dicho.
Penélope, casta,
le respondió y dijo
que creía honrada
que todos los hombres
tal olor gozaban.
Destas has de ser;
que de no imitarlas
ni hermosura precias
ni respetas gracias.
(Vase.)
(Sale SiLENA.)
Ya se partió el viejo.
i En mal hora parta,
que yo al Conde adoro
con fineza tanta !
¡ Labrador que vas al Tormes,
allá vayas y no tornes !
(Vanse y salen el Rey y la Rein.v y el Conde 31 doña
Aldonza y acompañamiento.)
I
Conde.
Rey.
Conde.
Reina.
Hey.
Aldonza y acompañamiento.)
Literas a Sus Altezas.
No habéis de pasar de aquí.
Sírvanse vuestras grandezas
que los acompañe.
Ansí
las prometidas finezas
que en nuestro servicio haréis,
vuestros yerros perdonados,
ansí remediar podréis
mejor.
Ya os quedan cuidados.
Alvaro, en que os ocupéis.
A dar el maestrazgo voy
a Plasencia a don Fadrique,
de Santiago, contento hoy
de que España lo publique
por suyo, pues padre soy.
Treces y comendadores
para la elección me esperan:
serán lisonjas mayores,
puesto que servirme quieran
hidalgos y labradores.
Que fiestas nos prevengáis
para la vuelta, a esto os dejo.
Reina. Sólo en Béjar os quedáis:
a este intento por consejo
os encargo que lo hagáis;
mas cuerdo, sin inquietar
a vuestros vasallos, Conde;
y si habéis de dar lugar
a quejas no es justo.
Conde. ¿ Dónde
puedo más bien granjear
vuestra gracia que en serviros,
quietándome juntamente?
Ya he conocido los tiros
de la fortuna inclemente,
ya sus inconstantes giros
dispuestos siempre a mudanzas.
Sólo agradaros deseo.
Reina. Son honradas esperanzas
las que llevamos.
Rey. Yo creo
que trataréis de bonanzas
tras de tan grande tormenta
como la que fué pasada.
Conde. ¿Quién escarmentar no intenta?
Reina. Quien no estima al Rey en nada.
Rey. y quien supo dar afrenta.
Vuestro ánimo se mitigue
juvenil que al viento sigue,
que si a disparar comienza
no habrá razón que me venza
ni lástima que me obligue.
Aldonza. Adiós, Conde.
(Vanse.')
Conde. El cielo os guarde.
Sancho. Muy bien te han dado a entender
tus travesuras.
Conde. ¡ Qué tarde
bueno me quieren hacer !
¡Aún sangre en mi pecho arde;
24
EL LABRADOR DEL TORMES
aún me han quedado cenizas
de aquella Troya pasada !
Sancho. Si con esperar la atizas,
durará.
{Sale ToRRijos.)
ToRRijos. ¿Tendrá posada
un sirviente que autorizas
con el nombre de estafeta,
aunque mal segura, hoy
en tu cuarto?
Conde. Entra, que inquieta,
según agorero estoy,
esa acción tan imperfeta,
este modo de decir
y aquese modo de entrar,
a mi amor, que ha de vivir
tan sólo con esperar.
¿Viste al sol?
ToRRijos. En su zafir.
Que mejor diré en su oriente.
Conde. ¿ Hablaste a Casilda, di ?
¿ Es piedra a mi amor, o siente ?
TORRijos. Siento que te envía el sí.
Conde. ¿El sí?
ToRRijos. Escucha atentamente.
A Santibáñez llegué,
y vestido de villano
en casa de Ñuño entré:
digo un imposible llano,
porque en Misa la dejé.
Legué a Casilda a hablar
amparado de Silena,
que aquesto me dio lugar.
Comuniquéle tu pena,
que ella trató de escuchar.
Estimó tanta fineza,
y di jome que mañana
en la noche su belleza
te espera a tu gusto llana,
rendida de tu firmeza.
Conde. ¿Qué dices?
ToRRijos. Lo que has oído.
Por la huerta me mandaron
salir, temiendo al marido,
que aunque en Misa le dejaron
mis ojos, sin ser sentido
al salir me le topé
en la huerta, que iba a entrar.
Conde. ¿ Conocióte ?
ToRRijos. ¡ Bien, a fe !
Quísome la muerte dar.
pero yo le deslumbre
con mi ingenio de manera,
que él quedó muy sosegado
cerca de su esposa.
Conde. Espera.
¿ Y de mí ?
ToRRijos. Con el cuidado
que tuvo la vez primera.
Conde. No importa, que amor que gana,,
sin dificultades miuere.
Mas, ¿qué dijo mi serrana?
ToRRijos. Que te adora, que te quiere
3^ que allá vayas mañana,
que...
Conde. Para, no digas
mas, suspende la lengua, pues con ella
a enloquecer me obligas.
Sólo en los ojos de Casilda estrella
deste horizonte pasa,
vuelve a oriente y busca en el mar casa-
Venga la noche fría,
si bien de obscuras sombras entoldada,
más hermosa que el día,
con pies de nieve por montaña helada,
pues que con el-la espero
gozar la gloria por quien vivo y muero
¡ Oh, nueva venturosa !
i Oh, Torrijos, más lindo, más bizarro
que la llama hermosa
del sol, pincel (i) de su ilustre carro !
¡ Un cielo me pareces !
TORRIJOS.
¿Con estas barbas?
Conde.
Sí, que más mereces-
Tú me has enamorado;
por ti a Casilda gozaré, ¿quién duda:
TORRIJOS.
¿ Qué frenesí te ha dado,
que ansí en mí amante te transforma y muda?
Conde.
Quien ama y no enloquece,
¡ ay !, no de amante, no, premio merece.
Como envía a la tierra
el agua nube para ser bordada
de flores, y a la guerra
del caloroso estío el aura amada,
ansí a la sangre fría
(i) Así en lo? textos.
ACTO TERCERO
Jo-
SU fuego amor para que viva envía.
Mi Casilda es un cielo,
la vida con su amor en mí ha causado.
SA^'CHO.
Desto algún mal recelo.
TORRIJOS.
Mas quédase un hereje apasionado.
Conde.
; \'enid. que yo vo\- loco !
Sanxho.
Tente.
TORP.IJOS.
Aguarda, señor.
Sancho.
Espera un poco.
(Sale Ñuño.)
Xu.vo. Sin reparar en licencia,
perdona, heroico señor,
a Ñuño, al fin labrador,
que he entrado a vuestra presencia.
Conde. ¿Quién ha de hacer resistencia? —
Seáis, Ñuño, bien venido;
si la vida os he debido
a vuestra per.sona.
NuÑo. Creo
que al menos fué mi deseo
bien engendrado y nacido.
Supe ayer que habéis llegado
con Su Alteza aquí,
y ansí a Casilda fingí,
de veros determinado,
que a ver partía mi ganado..
Y a la yeguada Hegué
es verdad, donde saqué
dos morcillos, potros dos,
que tan sólo para vos
ha un año que señalé.
Estos en ese zaguán
los podréis salir a ver
cuando gustéis y a saber
que en ellos deseos van
gigantes, que en un gañán
como yo, en un labrador
se debe preciar, señor,
y también en esta espada
antigua, aunque no dorada,
los podréis mirar mejor.
Esta también os presento
Conde.
' XuÑo.
por ser, si no fué de rey,
señor, espada de ley,
buena como el pensamiento
ha de serlo, y el intento
del señor y del amigo.
Miradla, que yo me obligo
que si entre su espejo os vei.-
en ella, rastro hallaréis
de las empresas que sigo.
Y por vos me he desarmado,,
sin armas quedo por vos,
que quiero, bien sabe Dios,
sólo veros obligado.
Mi humildad habéis mirado,
yo miro vuestro poder:
no lo 'trato de vencer,
pero de serviros trato,
que obligado no hay ingrato
que no lo deje de ser.
Y con esto adiós quedad,
que yo paso a mi labor.
Yo os agradezco el favor.
La espada, señor, mirad.
(Vase.)
A pedir viene piedad.
No, no ha imaginado nada.
Mas, ¿para qué fué esta espada?
ToRRijos. ; Para qué? Consejo es sabio:
para que la de su agravio
no traigas desenvainada.
La espada fué siempre honor
del hombre; él, que no lo ignora^,
te ha dicho en dártela ahora
que se la guardes, señor.
Aunque me ha dado temor..
en mí no tendrán lugar
enigmas, antes gozar,
él ausente, la ocasión
pienso esta noche.
Razón
fuera temer este azar.
ToRRIJOS
Conde.
Sancho.
Conde.
Sancho.
(Vaiise V salen Músicos y Mirexo.)
Músicos. "Despertad, mi lindo amor:
despertad, porque salga el sol.'
Lab. i." ' Buena era para alborada
la música.
Lab. 2." Y aun la letra:
según mi ingenio penetra.
de propósito trovada.
¿Es de Mireno?
26
EL LABRADOR DEL TORJVIES
Lab. i.°
MlRENO.
Mus. i.°
Mus. 2.°
Lab. i.«
MlRENO.
Xj^b. i."
Conde.
MlRENO.
MÚSICOS.
No, ha días
ya la poesía ha dejado.
¿Dejado? ¡Necio has andado!
Fenecerá con mis días.
¿Luego piensas que ignorantes,
vejeces ni otros sujetos
embotarán mil concetos?
Poetas ha habido infantes,
reyes, duques y marqueses,
y condes, y aun hoy los veo,
entre cuyas obras leo
riquísimos intereses
de estimación y valor.
Tiénese en mucho lugar
aquesto de coplear.
Por locura y por favor.
¿ Y quién pensaréis que son
los que de aquesto murmuran?
¿Quién? Sólo los que procuran
pasanse con solo un don.
Don les agrada al cenar,
don les agrada al comer,
don al decir y al hacer
y don al discretear.
Y todo hombre echar había
de ver destos inocentes,
que aunque no paran sus dientes
también es don la poesía.
¡ Triste cosa es el nacer
graves para andar mirlados,
discretos por lo afeitados
y ricos para comer.
Pero un hombre allí ha salido
y hacia la huerta ha entrado.
¿ Si habrá mi amor despertado ?
¡ Mal hará si no te ha oído !
Pero hacia allí el hombre viene;
nosotros cantando vamos
ahora entre aquesos ramos,
por do más la letra suene.
''Despertad, mi lindo amor;
despertad, porque salga el sol."
{Vanse cantando y sale Ñuño.)
Ñuño.
Estos mis labradores son. j Ay triste !
¿Adonde, pasos, caminando llego,
cuando en vosotros mi dolor consiste,
sólo incitado de un honroso fuego,
donde cuando mi honor labrador viste?
¡ Animo noble con mi agravio ciego,
como la mariposa, ando ganando
mi muerte en esta luz que voy buscando !
Tres días ha que de la esposa mía
partí, diciendo que iba a mis labores,
y de los tres no ha habido noche fría
que del sol no haya visto los albores
rodeando a mi casa, hijos del día,
y en ésta las sospechas son mayores,
pues del Tormes aquí hacerles quiero,
no ha faltado a mi bien un mal agüero:
Una tórtola Vi que con su esposo
besos de paz le daba en ese llano,
sobre im olivo, y que un halcón furioso
los ausentó, también de amor tirano.
Una oveja debajo de un coposo
fresno adelante contemplé, que en vano
su muvillo gozar sólo quería,
y un extranjero a topes les impedía.
De im álamo gentil miré abrazada
una hojosa parra, que atrevida,
trepando hacia su cima enamorada,
vida la daba de su misma vida.
Ansí con mi Casilda, dije amada,
pasé la mía yo, ya fementida.
Desasiólos un viento, yo lo vide,
y proseguí. ¡ Mal haya el que os divide !
Pues el que más me aflige y atormenta
es el haber mirado dos caballos
al entrar del lugar, que de mi afrenta
por ladrones bien puedo llamallos.
Ensillados estaban ; pedí cuenta
a la gniarda y hallé que de mancallos
tratan y que su dueño adelante iba,
y no le he visto porque en pena viva.
Temo que sea el Conde; mas la puerta
falsa que sale a aquesta huerta abrieron.
¿En mi casa, ¡ ay, honor!, qué se concierta?
{Sale SiLENA.)
Si LENA.
Cuando anoche viniste, ¿no os dijeron
que habíais de volver por esta huerta,
no por la calle? Entrad, señor.
NUKO.
¿Qué oyeron
mis oídos ? ¡ Ay, triste ! Mas, ¿ quién duda
que el traje, el nombre y la persona muda?
SlLEXA.
A más no espere 3'a su señoría,
entre, que está aguardando mi señora,
y en la cama con más que peina el día
flores sobre el regazo de la aurora.
ACTO TERCERO
¿I
Nuxo.
¡ Ah, falsa ! ¡ Ah, Conde vil ! ¡ Ay, honra mía
¡Quien fía de mujer, su infamia ignora!
Vamos.
{Sale el Conde y Torrijos.)
Conde.
Las cuatro tapias se han saltado.
Torrijos.
Y yo media espinilla me he quebrado.
Demás que me topé aquesta alborada
a una frenticalzada, a un tabernero,
aguando el vino, y a una fea tapada.
Ñuño.
¿Es el Conde?
Conde.
Yo soy.
Ñuño.
i Vil caballero,
un tiempo mía, saca ya la espada,
que con la que te di matarte espero !
Si no es que allá colgada la has dejado
porque no te afrentase quien me ha honrado.
Conde.
¡ Xuño, detente !
NuÑo.
¡ Conde, mete mano !
Conde.
Que soy yo tu señor, labrador, mira.
SlLENA.
¡Triste Silena !
Torrijos.
¡ Escurriré !
NuÑo.
A un tirano
que a sus vasallos ofender aspira
igual le viene a ser el m.ás villano.
Conde.
Que te ofendí confieso ; mas retira
de mi ofensa tu bárbaro deseo.
NuÑo.
¡ Yo por mi honra y con razón peleo !
(£níra)!J£?.)
Silena. ¿Por dónde me escaparé?
Torrijos. ¿Es Silena?
Silena. Amigo, sí.
Torrijos. Pues échate por aquí,
que tras ti me arrojaré,
pues nos ofrece un portillo
a otra huerta esa pared.
{Dentro el Conde.)
Conde. ¡ Muerto soy !
Torrijos. ¡ Ah, cielos, ved
que yo lo estoy con oíllo.
{Vanse.)
{Sale NuÑo con la espada desnuda tras de Casilda.)
Casilda. ¡Esposo mío, detente
y ten de mi amor piedad,
que con tal riguridad
ofendes una inocente !
NuÑo. ¡ Calla la lengua, tirana,
que es animar mí rigor !
i Dime de mi deshonor ;
confiesa que • eres liviana,
para que de aquesa suerte
te dé, falsa fementida,
fin a tu injuriosa vida,
y con más enojo, muerte !
Casilda. Si es fuerza ya el confesar,
yo digo que te ofendí.
NuÑo. i Pues mi ofensa vengo ansí !
{Mátala.)
Casilda. ¡ Y yo lo Arengo a pagar !
{Dentro Vidal.)
Vidal. Entrad, que aquí es el ruido.
NuÑo. ¡ Cielos, ya vengué mi honor I
{Sale Vidal, Mireno y labradores, con luces.)
; Ñuño Pérez ?
¿Qué hay, señor?
VlDi\L.
NuÑc.
Vidal. Hijo...
NuÑo. Padre...
Vidal. ¿Qué ha sido
tal rumor en vuestra casa?
Que como vivo frontero,
el verte tal y tan fiero,
pues que de límites pasa;
con oír espadas desnudas
de pendencia entre casados,
nos traen con estos cuidados.
MiRENO. Y aunque nuestras lenguas mudas,
con la misma confusión
tras de Vidal nos entramos
también, que cantando andamos,
28
EL LABRADOR DEL TORMES
pues la noche da ocasión.
Ñuño. Pues si lo queréis saber,
llegad esa luz allí.
Vidal. ¿Qué miro? ¡ Ay triste de mí!
Ñuño. Vuestra hija y mi mujer.
Vidal. ¿ Por qué muerte la habéis dado ?
NuÑo. Porque ella me deshonró.
Vidal. ¿Cómo, decid? ¿Se probó?
Ñuño. ¡ Muy bien lo tengo probado !
Vidal. Sólo el adulterio pide
una tan cruel venganza.
Ñuño. Sí este nombre de ella alcanza,
justo será el que la impide.
Vidal. ¿ Cómo, si no hallaste hombre
en vuestra casa con ella?
MiRENO. ¡ Ella murió por ser bella !
NuÑo. ¡ Hombre haillé !
Vidal. ¿Quién? Decid el nombre.
NuÑo. El Conde de Béjar fué,
que muerto en este portal
yace con castigo igual
al que mereció su fe.
Este mi honor ha infamado,
éste hallé dentro en mi casa;
que un poder términos pasa
de lo que el cielo le ha dado,
Este de aquí retiré :
a cuchilladas cayó
sobre un pesebre que yo
para bueyes fabriqué.
Dile allí la muerte fiera,
que es bien que ansí se derribe
y que, quien cual bestia vive,
encima un pesebre muera.
Vidal. Ahora os quiero abrazar,
que aunque fué nueso señor,
vos vengastes vuestro honor
y ése sólo ha de reinar.
Mi hija es la que habéis muerto,
Ñuño, y al fin la pasión
pudiera en esta ocasión
pedir a este desconcierto
venganza; mas no lo haré,
porque yo fuera el villano
si persiguiera la mano
del que tan honrado fué.
Antes por participar
de hazaña tan conocida,
quisiera darle la vida
para volverla a matar.
Toda mí hacienda tenéis,
poneros en salvo importa.
NuÑo. ¡Ah, canas!, ¿quién se reporta
con el valor que tenéis?
Los pies me dad, y venid
adonde sabréis mi intento.
Vidal. El más feliz casamiento
veles, y tome ejemplo en mí (i).
{Lleva Vidal a Casilda.)
(Salen el Rey, la Reina, don Fadrioue^ doña Aldon-
ZA, Payo de Lemos y acompañamiento.)
Payo. Don Fadrique de Castilla»
maestre de Santiago,
viva, y gócele Su Alteza
largos y felices años.
Reina. Pues ya se ha hecho el juramento
y los trece le han jurado,
frailes y comendadores
todos le besen la mano.
Fadrique. Si tanto amor Vuestra Alteza
le hace a un humilde vasallo,
¿qué queda para don Pedro,
tu digno hijo y mi hermano?
Reina. De doña Leonor lo sois
de Guzmán, de cuyo claro
linaje ha habido en Castilla
reyes y príncipes tantos ;
de Alfonso, a quien guarde el cíelo,
sois un divino retrato.
Y ojalá que en Pedro viera,
de estos reinos mayorazgo,
la inclinación que en vos veo,
pues de Cruel le he notado
aun en sus primeros años.
Fadrique. Precióme de vuestro esclavo.
Payo. ¡Viva -el maestre don Fadrique?
Rey. ¡ Viva !, y al alcázar vamos.
(Tocan cajas.)
Pero, ¿qué caja es aquesta,
que inquietando el aire vago
nuestro ánimos inquieta?
Payo. Todos lo que es ignoramos.
Pero ya marchando llegan,
con cuatro o seis enlutados,
un destemplado tambor
y una bandera arrastrando.
(Salen por un palenque NuÑo con luto, Vidal, Mi-
reno, ToRRijos, SiLENA y labradores, con una ban-
dera arrastrando.)
NuÑo. Valeroso don Alfonso,
(i) Así en el texto; pero sin duda está errado
pues además es el verso largo.
ACTO TERCERO
29
t Rey.
Reina.
Rey.
Reina.
Ñuño.
de España onceno llamado,
como Fernando valiente
y como su hijo sabio.
Ilustre doña María,
reina de los castellanos;
valerosos caballeros,
Maestre de Santiago,
escuchadme todos juntos,
que con todos juntos hablo:
cual jueces a Sus Altezas,
los demás como abogados.
Xuño Ferez.
Habla, Xuño.
¿Alguna desdicha aguardo?
¡ Qué notable confusión !
Idme atentos escuchando.
Bien se os acuerda, señores,
que tras de haber yo librado
al Conde de Béjar, preso
y aun a muerte sentenciado
por sus muchas tiranías
y por haber intentado
quitarle al Rey a Casilda,
a quien libró de sus manos,
yo me desposé con ella
dentro en Medina del Campo,
honrándome mi señora
la Reina, ¡ viva mil años !,
bien que queriéndome armar
caballero, y procurando
que en mi casa me quedase,
favor digno de estimarlo.
Pedí en su trueque el perdón
del Conde como vasallo,
el cual me otorgó Su Alteza,
y de otros grandes rogado
también, en que me volví
a Santibáñez honrado,
de mi quietud deseoso,
que es lo que procura el sabio
sé también que habéis sabido.
Mas que aqueste cuerpo amado
que en hombros de aquestos viene
manchase mi lecho casto.
No saben Vuestras Altezas,
no ; que pensando mi agravio
y sospechando mi ofensa
un día me entré en su cuarto,
tras de avisarle con éste (i),
(i) Aqui faltan versos para que entre a hablar
del Conde.
Vidal.
Rey.
Vidal.
NuÑo.
que era entonces su criado;
que le presenté dos potros
a que olvidase conquista,
indigna de un pecho hidalgo,
y una espada, porque en ella
leyese en renglones claros
que mis armas le rendía,
tan sólo para obligarlo,
no; que pensando mi agravio
y ausente en mi casa ha entrado
violó el tálamo Casilda,
que antes mostró ser peñasco
a otras mayores grandezas,
cómplice en agravios tantos;
no que a los dos los maté,
y que habiéndola enterrado
a ella traigo al Conde aquí,
con banderas arrastrando,
por lo que fué capitán
como caballero armado ;
con pompa como a mi dueño,
honrándole con criados,
para que después de visto
tu Alteza mande enterrarlo,
y a mí i(i) cortar la cabeza
si pequé con la que saco.
Advirtiendo que yo, padre
de la muerta, bien mirado
el caso a Xuño perdono,
digno de estatua de mármol.
Yo castigarlo pretendo,
pero será castigarlo
armándole caballero,
y armándole con el hábito
de Santiago que él tuvo
y el valor que escucho y callo,
por haber tocado en mi,
también de amor obligado.
Es digno de perdonallo,
pues quien a los reyes vence,
muy cerca está de igualallos.
¿A un labrador Vuestra Alteza
honra ansí?
Sí lo he callado,
desde que nació mi padre
fué noble, aunque amigos falsos
de Aragón a aquestas sierras
■de Tormes lo desterraron
por envidias ; compró casas,
en ellas prados, gaznados,
(i) En el texto dice "Ñuño", que alarga el verso.
30
EL LABRADOR DEL TORMES
Reixa.
y hecho humilde labrador
aquí feneció sus años,
con doña Elvira, mi madre,
siendo de la casa entrambos
de Heredia. Aquestos papeles
averiguan bien el caso.
Pues bien se ha echado de ver
que quien ha tanto ánimo
para emprender tal hazaña
de noble sangre ha gozado.
Payo. Pues habiendo muerto al Conde.
Rey. ¡ Quedo, caballero, paso !
Fadrioue. justamente el Rey le premia,
mi señor.
Rey. Aquí ha pintado
en El Labrador del Tormes
su autor un fino retrato,
dándole fin a su historia
de lo que puede un agravio.
COMEDIA FAMOSA
DE
J"TJLI^:tT Tt(Dls/L:HlTtC)
DE
LOPE DE VEGA CARPIÓ
REPRESENTÓLA ANTONIO DE PRADO
HABLAN EN ELLA LAS PERSONAS SIGUIENTES:
Don Fernando, (i)
Capitán don Juan.
Beltr.\n.
Atambor.
Almirante.
Secretario.
Don Juan.
Tomás, duque.
Don García de Toledo.
Julián Romero.
La Reina María.
Conde de Feria.
Rey Felipo.
El Emperador.
Don Leyó Conde.
Sargento.
Soldados.
Juana [31 su Madre.3
Huésped, padre de
Pablo, y Andrés. (2)
ACTO PRIMERO
{Saien don Fernando, y don Juan, y Capitán y
Beltrán.)
D, Fer. Digo, señor Capitán,
que yo la reserviré
con mucho gusto, y iré
donde tantos buenos va:i.
Capitán. Señor don Juan, yo rne holgara
que en esta ocasión pudiera
servirle con mi bandera,
que nadie más bien lo honrara.
Pero el señor Presidente,
de quien me he valido yo,
para don <Gil la pidió,
que dicen que es su pariente.
Pues mire vuesa merced
si era respeto justo
hacerle yo ese disgusto
a quien me hace a mí merced.
Véngase a Italia conmigo,
que con mi escuadra podrá
(i) Parece que este don Fernando es el mismo Ca-
itán que a renglón seguido se llama don Juan, asi
>mo Be'ltrán es el después llamado Julián Romero.
(2) Además intervienen otros que se indican por
abreviaturas Mar.j Biato.
entretenerse hasta allá,
ques plaza para un amigo;
y déjeme el cargo a mí
de su justa pretensión
en la primera ocasión,
que nunca faltan allí.
Mi mesa no ha de faltarle,
y una piñata también
para cuatro hombres de bien.
Beltráx. ¡ Quién pudiera acompañarle !
Ya es tarde; quiérome entrar
en mi iglesia.
Capitán. ¿Qué hace aquí?
Venga y fíese de mí,
que no es bien que entre Gueycar
y Júcar (i),
sobre una tierra mal sana
hecha para hombres de lana
y para ingenios de azúcar,
esté como preso un hombre
que sólo en Cuenca le ve
el sol que pasa, y yo sé
que Italia la sabe el nombre.
Ese talle y bizarría
(i) Faltan la.s primeras palabras de este versa
que, como se ve, rima con "azúcar."
32
JULIÁN ROMERO
¿dónde mejor lucirá
que en Ñapóles, donde está
la gala y la cortesía?
ÍBeltrán. ¿iLuego hay más gala que ver
entrar de guardia en Milán
un soldado tan galán
como vos lo podéis ser?
¿Ni cuera de más primor
que tenga más que mirar
que un peto y un espaldar,
con una y otra labor,
y gorra de terciopelo
con más costa que invención,
que se iguale a un morrión
con un penacho hasta el cielo?
Y al que de galán se pica,
¿qué más galán se desea,
que cuando armado se vea
terciando al hombro la pica?
Digan lo que pasa aquí.
¿Quién es éste?
Un sacristán.
¡ Vive Dios, señor don Juan,
que se ha andado tras de mí
toda esta mañana !
Soy
a las armas inclinado.
¿ Luego queréis ser soldado ?
No sé, a fe; tentado estoy,
y más después que os escucho,
porque lo habláis de manera
que tras de vos me anduviera
hoy todo el día.
¿Hablo mucho?
Y tan bien, que me traéis
hecho un bobo tras de vos.
i Alto, amigo, andad con Dios;
bueno está !
No os enojéis.
Señor, ¿adonde se entiende
que los soldados irán?
Unos dicen que a Milán,
y otros quel Turco deciende,
y algunos dicen también,
y pienso que han de acertar,
que vamos a conquistar
la ciudad de África.
D. Juan. ¿Quién?
Capitán. África de Berbería,
la que se llamó Atrodicio,
antiguamente el indicio
es que junta don García
Capitán.
D. Juan.
Capitán.
Beltrán.
Capitán.
Beltrán.
Capitán.
Beltrán.
D. Juan.
Beltrán.
D. Juan.
Capitán.
de Toledo y Juan de Vega,
virrey de Sicilia, allí
la gente que va de aquí
y el tercio dicho que llega
de Alemania, y tiene Andrea
las galeras en Mecina.
Pero también se imagina
que el Emperador desea
baje libre de la guerra
de Escocia para mover
la que le empezaba a hacer
el reino de Ingalaterra
por Flandes.
D. Juan. ¿ Y hay ocasión
agora para la empresa?
Capitán. Y embestir a la Princesa,
su prima, en la posesión
del reino.
D. Ju.\N. ¿Luego murió
Enrique ya?
C\PiTÁN. Y Eduardo,
su hijo, mozo gallardo.
D. Juan. ¿Dejó hijos?
Capitán. No llegó
a edad de tenerlos.
D. Juan. ¿Viene
sin contradición ninguna
el reino a María?
Capitán. Alguna,
por ser católica, tiene.
Porque el Duque poderoso
de ^Normandia ha procurado
excluirla del Estado;
y así el César, receloso
desta exclusión, apercibe
sus gentes para enfrenar
al fuerte, (i)
a la Princesa, que vive
casi presa en un castillo.
D. Juan. Y pretenderá también
que al Príncipe se la den.
Capitán. Días ha que oigo decillo
después que enviudó Su Alteza
de la primera mujer.
¿ Mas que os tengo de romper
la jineta en la cabeza?
Beltrán. No hará el señor Capitán.
D. Juan. ¿Por qué?
Beltrán. No tendrá razón.
Capitán. ¡ Válgate Dios, clerizón ! —
(i) Falta lo demás de este verso.
ACTO PRIMERO
33
D. Juan.
Beltrán.
1). Juan.
Beltrán,
D. Juan.
Beltrán.
D. Juan.
Capitán.
D. Juan.
Beltrán.
Capitán.
D. Juan.
Beltrán.
Capitán.
Beltrán.
Capitán.
D. Juan.
Capitán.
D. JuAiS.
Capitán.
D. Juan.
Capitán.
D. TUAN.
Déjelo, señor don Juan.
Estoy por darle.
No dé,
que yo me iré si le enfado;
que soy...
¡ Un desvergonzado !
Agora sí lo seré.
¡ Grosero, vete de aquí !
\'cte tú.
¿ Hay tal desvergüenza ?
Señor don Juan...
¿ No es vergüenza
que éste se me atreva a mí?
Si vos os desvergonzáis,
¿por qué no me he de atrever?
Amigo, hacedme placer
que en vuestra iglesia os metáis,
que no sé si ella os valdrá
si yo me enojo también.
¡ Andad, bergante !
Hablad bien.
Bien habla; quitaos allá:
no han de preferirse algunos.
Sólo el que habla mal se atreve,
sea quien fuere ; Dios me lleve
donde seamos todos unos.
(Fase.)
i Pardiós que es hombre chapa-
Digo que os quiso embestir, [do ! —
Hombre es que os hará morir.
Este fuera gran soldado.
Mejor soldado a lo menos
que clérigo. Es temerario,
gran pendenciero, voltario,
y vive a ruego de buenos;
que mil veces ha querido
ahorcarle el Corregidor,
porque a su alguacil mayor
mil veces se ha resistido.
Finalmente, el otro día
le quitó im preso, y calló.
A ese hombre quisiera yo
llevar en mi compañía,
que tiene brío y coraje.
¿ Llámase ?
Beltrán Montero.
¿Quién es?
Julián Romero (i) :
(i) Faltan versos que expliquen este galimatías y
completen versos defectuosos.
Vil
es un caballero de linaje
vizcaíno.
(Sale un Sargento.)
Sargento. Vucsa merced haga alarde
de los soldados que tiene.
Capitán. ¿Pues qué hay de nuevo?
S.ARGENTO. Orden viene
para que marche esta tarde.
(Sale JuLi.xx Romero .v taña uua campanilla.)
Capitán. A Misa llaman ; haced
echar el banido ho}-, que quiero
ver esta Misa primero.
Sargento. Abrevie vuesa merced.
Capitán. Al clérigo lo decid,
ques el que viene; ha de ser,
que hoy no tengo que hacer.
Vos lo demás prevenid.
(Salga el Atambor y éntrense el Capit.^n y don Juan.)
Atajmbor. ¿Qué orden hay?
Sargento. Echad el bando.
(Julián pase con el misal, y las vinajeras.)
Atambor. ¿Ha de ser para esta tarde?
Sargento. Luego se hace el alarde.
Atambor. Manda el señor don Femando
de Acuña que los soldados
acudan a su bandera
dentro de una hora.
Julián. ¡ Quién fuera
uno de los alistados !
Atambor. ¡ Pardiós !. yo quisiera ser
monecillo como vos.
S.\RGENTO. Asidos están los dos ;
el vino le ha de beber.
Julián. ¿No hay un obispo de anillo
que os ordene de corona?
At.\mbor. Todo el año me hago mona
y nunca soy monecillo.
Julián. La ampolleta me ha escurrido.
Sargento. Y os ayudará a la Misa. —
¿Qué hacéis aquí?
Atambor. Dése prisa,
porque yo ya he consumido.
(Salen Soldados.)
¿Ha de ser luego el alarde?
Sargento. Dentro de un hora ha de ser.
SoLD. i.° ¿Pues tan presto se ha de hacer?
¿ Cuándo se marcha ?
Sargento. Esta tarde,
3
34
JULIÁN ROMERO
que bajan ya las banderas,
según don García avisa.
SoLD. 3.° ¿Pues para qué con tanta prisa?
Sargento. Para alcanzar las galeras,
que han de estar todo este mes
en Cartagena.
Julián. ;Y se irán
presto de allí?
SoLD. 3." Capellán,
o monecillo, o quien es,
¿qué le importa que se vayan
tarde o temprano de allí:
Sargento. Dejalde.
SoLD. 2." ¿Es segura?
Sargento. Sí,
de las que agora se ensayan
para volverse en saliendo
del teatro de Neptuno.
SoLD. 3.° Y sepamos: ¿sabe alguno
para dónde se va haciendo
esta gente?
Sargento. A Berbería, (i)
SoLD. 2..° Dicen que ha de haber jornada.
SoLD. 3.° Mejor; pero acaba en nada.
Sargento. Eso (2) dice don García ;
pero otros dicen que va
a casarse a Ingalaterra
el Príncipe, y que la guerra
ha de ser hogaño allá.
SoLD. 2.° ¡ Pluguiese a Dios que allá fuese
y que la guerra durase !
SoLD. 3.° Más que nunca se acabase
y a saco Londres se diese,
que si yo sus calles viese,
no seré hombre de bien
si vuelvo mal puesto.
Julián. Amén.
SoLD. i.° Ni yo.
Julián. Et cum spirítu tuo. (3)
SoLD. i.° Tened cuenta al Sacristán,
que anda hecho una lanzadera.
Julián. Deo gracias.
Sargento. Dende fuera
le responde al Capellán.
SoLD. 3.° ¿Luego está ayudando a Misa?
Sargento. Y responde desde aquí.
SoLD. 3.° ¡ Figura es !
(i) En el texto: "La Berbería", por errata.
(2) En el texto: "Pero".
(3) No rima "tuo" con "viese".
Sargento. Y para mí
lo ha sido de mucha risa.
SoLD. i.° Ya ha salido el Capitán.
{Sale el Capitán y don Juan.)
Capitán. ¿Vase juntando la gente?
Sargento. Ya se junta.
Capitán. Y, finalmente,
prometo, señor don Juan,
de darle mi escuadra y mesa,
y mi bandera después.
D. Juan. Señor don Fernando, no es
tan pequeña la promesa,
sino muy grande favor
para quien sólo desea
irle sirviendo, aunque sea
en una plaza menor.
Capitán. Vuesa merced se perciba...
D. Juan. Ya yo apercibido estoy.
Julián. Que no me he atrevido hoy
a decir que me reciba.
¿Soy 3'0 menos que los otros?
¿Por qué no me he de atrever?
Capitán. Ya yo no tengo que hacer.
Sargento. Menos tenemos nosotros.
Capitán. Pues a la orden.
Julián. Ya se van.
Sargento. Toca a marchar.
Julián. Aquel son
me alborota el corazón.
¡ Válgate Dios, tapatán !
¿ Quién hay que no se alborote
de una caja? ¿Qué he de hacer?
¡ No puedo más, yo he de ser
soldado, y no sacerdote!
Y en la guerra, si el pie estampo
ima vez y me acomodo,
cuando corra turbio todo
puedo ser Maese de Campo.
Quiero hablar al Capitán,
pero téngole enojado;
no quiero ir por soldado,
no me conozca don Juan.
Allí me quiero meter
en orden con los demás,
que van muchos, y uno más
nadie lo echará de ver.
SoLD. i.° Apartaos de ahí, majadero.
Julián. Soy soldado, camarada.
SoLD. 3.° ¿Pues cómo andáis sin espada?
Julián. He de ser arcabucero.
SoLD. 2.° ¡Lástima es hacerle mal?
ACTO PRIMERO
35
SOLD. 3.°
Julián.
SOLD. 3.^
Julián.
Dejalde, que es un pobrete.
SoLD. 3.° Pobremente, gato, vete;
haz que te echen un ramal.
Julián. ¿ Qué he dicho ? Corrido estoy.
No hay sino disimular,
que me han de crucificar
los soldados si allá voy.
Por dicha, no aniquila
el servir. Señor soldado,
¿ha menester un criado
que le lleve la mochila?
¿ Quién es ?
Yo seré.
Vos no,
sois muy grande mochilero.
¿Qué es esto, Julián Romero?
¿ Para nada valgo yo ?
¡ Vive el César bendito
que le tengo de servir,
y he de ir allá, aunque haya de ir
por mozo del atambor ! —
¿Queréisme llevar con vos?
Atambor. ¿ De qué me habéis de ayudar ?
Julián. Os ayudaré a llevar
la caja, que entre los dos
será el trabajo menor.
Atambor. ]\Ii teniente os quiero hacer.
Julián. Eso no; yo no he de ser
sino m.ozo de atambor.
Atambor. Pues seréis mi mochilero.
Cargaos la caja.
Jlt-IÁn. Sí haré,
no diga alguno que fué
atambor Julián Romero.
(í^anse.)
(Sale Juana y su Madre.)
M.\DRE. Este traidor de don Leyó
tiene el reino alborotado.
i Que se haya, así entronizado
un hombre humilde y plebeyo !
¿Qué pretende?
Juana. Deshacer
el derecho de María;
y mi padre eso querría.
¿Pues por qué ha de pretender
lo que pretende un traidor
un hombre de calidad?
(Sale el Duque.)
Duque. Déme vuestra majestad
las manos.
Juana.
Padre y señor,
¿ qué pide ?
Duque.
Las manos pido,
que se las quiero besar.
Juana.
¡ Ay, padre, no hay que tratar ! —
Mi padre viene perdido.
Duque.
No vengo sino ganado,
pues pude daros a vos,
hija, una corona.
Juana.
¡Ay, Dios!
¿ Corona me habéis dado,
que yo ninguna deseo?
Duque.
La de Ingalaterra.
Juana.
Padre,
yo no la quiero; a mi madre
se le debe ese trofeo.
que si yo tengo derecho.
Duque.
El que ella tiene os dará.
Juana.
No lo dará.
1
Duql'e.
Bueno está.
Pues que el reino lo ha hecho.
Esto nos conviene agora;
no hay que replicar aquí.
que me va la vida a mí.
Juana.
Y a mí la vida.
Duque.
i Traidora !
Juana.
Mi madre no ha de excedier
el derecho de reinar.
Duque.
A mí me toca esforzar
el que vos podéis tener.
Pero esto importa primero,
porque está tratado así,
que me importa a mí. (i)
(Salgan todos.)
Dentro.
¡ Viva Juana !
Duque.
El reino viene.
Hija, por ti está la suerte,
y no por tu madre. Advierte
lo que has de hacer.
Juana.
Reina tiene
Inglaterra, Duque; (2)
dejaos desa liviandad.
Duque.
No quiero esa Majestad;
dése el reino a cuyo es.
Tú has de reinar, ¡ vive Dios !,
y no tu madre.
Juana.
No digas
que he de reinar.
Duque.
Enemigas,
(i) Verso incompleto.
(2) Otro verso incompleto.
36
JULIÁN ROMERO
¿queréis que os mate a las dos?
Juana.
Mátame primero a mí
que a mi madre.
Duque.
Eso pretendo.
Juana.
¡ Padre mío !
Duque.
i Ya me enciendo !
Todos. ,
¡ Viva Juana !
Duque.
Sal allí.
Segundo.
Viva vuestra majestad
los años que ha menester
tu reino.-
Juana.
¿Esto se ha de hacer
en mi presencia?
Duque.
¡ Callad !
{Salen Ingleses.)
Turbada está.
1. No pensó (i)
verse como aquí se ve.
Juana. Levantaos todos en pie.
2. ¡ Oh, gracias a Dios que habló !
Juana. No sé si hablé bien o mal,
que se alborota la gente.
DuQ'UE. Vuestra majestad se asiente
en este trono real.
Todo el reino que está aquí
esta corona le ofrece.
Juana. Cosa de sueño parece
esto que pasa por mí.
Duque. D-espíerta está.
Juana. ¿ Juana reina ? ;
decildo así.
Todos. ¡ Reine Juana
mi'l años !
Madre. Decid : \ Viva Juana !
(Tocan las cajas.)
Juana. Pa réceme que soy reina.
{Sale el Conde.)
Conde. Déme vuestra majestad
las manos.
Juana. Conde, cubrios :
todos son criados míos.
¿Hay tal ventura? Llegad,
Marquesa, vos.
SoLD. Quien abona (2)
ya me voy hallando bien
con el cetro y la corona.
Conde. La mano le dio a besar
a su padre.
SoLD. Claro está,
y a su madre la dará.
Juana. Suave cosa es reinar.
La reina soy, ya lo creo;
no debo destar soñando,
yo he de morir sustentando
la corona que poseo.
Conde. Ya veis, Duque, que he cumplido
cuanto os prometí.
Duque. Útil es;
y yo cumpliré después
todo cuanto he prometida.
Juana. Don Leyó, llegaos aquí.
Pues ya la corona es mía,
haced que doña María
■parezca luego ante mí ;
o la traed desengañada
a la corte: haz que se prenda,
no aguardes que se defienda.
Conde. Vuestra prevención me agrada.
Juana. La prisión hará mi padre.
Conde. Ninguno la hará mejor.
Juana. Don Leyó, ¿ con qué favor
podré hoy honrar a mi madre ?
Conde. El mayor favor, señora,
que la Reina suele hacer,
siéndolo vos, ha de ser
que os lleve la falda agora.
Juana. ¿Vióse agravio semejante?
¿ Honra es ésa ?
Conde. Sí será.
Juana. Pues vamos : mi padre irá
con el estoque delante.
{Vanse.)
{Salen María y Tomás-)
Tomás. Un católico me envía
de la Corte este papel,
que dice, señora en él :
¿A mi reina María." (i)
María. ¿ Reina me llama ? ¿ Si es muerto ■
el Rey mi hermano ? — Tomás,
mira lo que dice más.
To]vi;Ás. "En peligro será (2)
si entras en Londres..."
María. ¿Qué es esto?
(i) En el texto : "por eso", por errata,.
(2) Falta un verso a esta redondilla, que justifica-
ría estas palabras de un soldado.
(i) Para que el verso conste habrá que pronun-
ciar "reina", como en la Edad Media.
(2) Verso incompleto e incongruente. Quizá deba
leerse "T-u peligro será cierto".
ACTO PRIMERO
37
Tomás.
]\ÍARÍA.
Tomás.
María.
Tomás.
Z\Iarí\.
Tomás.
M.\RÍA.
To:siÁs.
María.
Uxo.
María.
Uxo.
María.
Uxo.
María.
¿ Qué peligro puede ser
el que yo puedo tener
en Londres? Miedo me ha puesto.
Por otra también me ofrece
mi primo el Emperador
desde Flandes su favor.
Si el casarte favorece,
prosigue, no tengas pena,
que con su fortuna vas.
Con la mía di, Tomás,
que jamás la tuve buena.
Cierta es la muerte del Rey.
Y la mía lo será,
amigo, si llego allá,
que esto pretende don Leyó, (i)
Días ha que se murmura
tu muerte.
Y aun la ocasión.
Saltos me da el corazón :
amigo, no estoy segura.
Si temes que el Rey es muerto,
nómbrate Reina, señora,
pues es ocasión agora.
Si supiera el caso cierto,
ánimo tengo y valor
para emprender esa hazaña,
que tengo sangre de España
y en ella al Emperador.
No es caso de admiración
que esto se pueda encubrir.
Como esto sabe fingir
la herejía y la ambición.
Bien haces de asegurarte
en este castillo agora.
No estoy mal aquí.
{Sale Uxo.)
Señora.
¿ Qué dices?
Vengo avisarte
que el de Suecia ha llegado :
dice que te quiere hablar,
y no le he dejado entrar
porque viene acompañado.
¿ Qué gente trae ?
Muchos son :
trecientos hombres y más.
Déjame sola, Tomás,
{Vanse.)
que qtiiero hacer oración.
(i) Para que "Leyó"' sea consonante de "Rey"
habrá que pronunciarlo sin la o. "(Dudley.)
Hasta agora. Señor, os he pedido
la corona que tantos han ganado,
que por ser de martirio hubiera dado
más crédito a la fe que os he tenido, (i)
sino la deste reino desdichado.
Primero he de daros restaurado
lo que habéis vos dexado por perdido.
Vuestra causa defiendo; hablemos claro:
nos costó menos sangre Ingalaterra
que los demás por la eomún desgracia.
Aquí de Dios, Señor, bien me declaro:
daldes la mano vos, quel hombre yerra
y sólo puede Dios ponerle en gracia. —
¡ Hola !
Tomás. Señora.
María. . Dexad
entrar al Duque.
Tomás. Tropel
de gente viene con él.
María. Conmigo está la verdad,
que es más poderosa y fuerte.
Tomás. ¿A tu enemigo mortal
aguardas sola ?
Marí.v. Estoy tal,
que no me espanta la muerte. —
{Sale el Duque y gente.)
Duque, seáis bien venido.
Llegad acá. ¿Cómo estáis?
¿Venís bueno? ¿Adonde vais,
que vais tan apercibido?
Duque. A prenderos.
María. ¿Quién lo manda?
Duque. Quien puede.
María. ¡ Cierto es mi daño !
El Rey será.
Tomás. Aquí hay engaño.
Muestra la cédula.
María. Anda.
¿Habíase de atrever
el Duque a prenderme a mí
sin orden del Rey?
Duque. x\quí
traigo orden.
María. Quiérolo A^er.
Tomás. '^Juana, por la gracia de Dios Rei-
na de Inglaterra, Francia y Hun-
gría, su prima cabeza de la Iglesia.
Mandamos a vos Enrique, Duqiíe de
(i) Falta un verso, después de éste, para el so-
neto y para el sentido.
38
JULIÁN ROMERO
Sufolsia, nuestro Canciller mayor,
que prendáis la persona de Mada-
ma María y la traigáis presa, y a
buen recaudo, a mía de las torres
de Londres, y que no excedáis, so
pena de nuestra desgracia, del or-
den que os habernos dado por escri-
to y de palabra.
'•La Reina."
María. ¿Qué Juana es ésta? ¿No reina
mi hermano?
Duque. Madama, no;
murió dias ha.
María. • Si él murió, (i)
¡ traidores !, yo soy la Reina ,
y os mando, ¡ ea !, que prendáis
al Duque. ¿Qué hacéis?
Tomás. ¿Qué es esto?
María. Con vosotros hablo. ¡ Presto,
presto !
Tomás. Duque, ¿qué aguardáis?
Uno. Suspenso está.
María. Alzaklo más
aquel pendón de la fe
en mi nombre.
Tomás. Así lo haré.
María. Decid que reina de hoy más
la fe de Cristo, y María,
Reina de la Gran Bretaña.
ToaiÁs. Esta es la mayor hazaña
que emprendió (2) mujer.
María. Es mía.
Tomás. ¡ Reina María !
María. Decid,
que vive la fe de Cristo.
Uno. ¡ Tanto valor no se ha visto ! —
¡ Bárbaros, traidores, oíd, oíd ! (3)
Tomás. ¡ Viva la Iglesia romana
y nuestra reina María !
María. Traidores, desde este día
reina María, y no Juana.
Decid que viva vosotros;
que os mataré, ¡ vive Dios !
Todos. Que viváis mil siglos vos
decimos también nosotros.
(i) En el texto: "Si el Rey murió", que alarga,
sin necesidad, el verso.
(2) En el texto: "ha emprendido", que hace el ver-
so largo.
(3) Para que haya verso, sobra el "bárbaros" o
el "traidores".
María. Y el Pontífice romano
decid que viva también.
Todos. ¡ Viva el Pontífice, amén !
María. Besadme agora la mano.
SoLD. ¡Duque, ah. Duque!, ¿que se ha
vuestro ánimo y corazón, [hecho
cuando ésta es la ocasión? (i)
Duque. ¡ Háseme helado el pecho !
María. Al Duque quiero prender.
pues hoy vence quien se atreve.
Tomás. Sed preso. Duque.
Duque. ¿Yo, aleve?
¿El Duque preso ha de ser?
María. Sed preso, que yo lo mando. —
Llegad vosotros allí.
Tomás. Preso está.
JMaría. LJevalde así,
que habemos de entrar triunfando
por Londres. Hoy el pendón
de la Iglesia militante
llevad vos, Tomás, delante;
las armas del Papa son,
que yo he mandado traer
siempre delante de mí :
por esta señal vencí,
agora lo echáis de ver.
To]\L\s. No es aún tiempo de traellas;
mira...
Miaría. Nadie me aconseje.
¿Bueno es que las armas deje
quien ha de verse (2) con ellas?
Tomás. Muy pocos vamos aqui
para la gente que está
por Juana.
María. La que está allá
se ha de venir luego a mí.
Con una cadena fuerte
venga el Duque bien asido.
ToiVLÁs. Suerte que le ha sucedido :
luego se asombró de verte.
Milagro fué.
María. Bien podría
su milagro primero, (3)
quie soy católica yo
y tengo fe de María.
(Van se.)
(i) En el texto dice: "cuando está el Sol en la
oración", que es vm disparate.
(2) En el 1¡exto : "verla", que parece errata evidente.
(3) Para que hubiese verso habría que pronunciar
"primero". Probablemente está mal esta palabra.
ACTO PRIMERO
39
(Sale Juana y don Leyó Conde.)
CoXDE.
Yo sé mejor que vos si me conviene;
quiero que llegue hasta mis pies María
y me bese la mano. Presa viene.
¿Qué daño puede hacerme? ¿ Xo podría
alborotarse Londres ?
Juana.
Orden tiene
mi padre; él la dará, que siendo mia
todos acudirán a mi obediencia.
Quiero ver a María en mi presencia.
Béseme ella la mano, que es grandeza
de mi corona real, que si os parece
que me importa quitarle la cabeza
por el peligro que a la mía ofrece,
tu justa pretensión y la grandeza
del César, que sus cosas favorece,
'espués habrá ocasión; que de primero (i)
-sta Vitoria que me falta espero.
{Sale un Soldado.)
Soldado.
Toma las amias.
Conde.
¿ Qué hay ? ¿ Qué es eso ?
Soldado.
María viene; (2)
jn Cantabria está. (3)
Juana.
¿Has perdido" el seso?
Soldado.
Por Londres se ha de entrar sin resistencia,
que al Duque de Sufolcia tiene preso
y los pueblos se dan a su obediencia.
Reina se hace llamar por donde pasa
y todos la obedecen ; esto pasa.
JU.\XA.
¿Mi padre preso? ¡ Ay, Dios!
Conde.
Xo tengas pena.
que
(i) En el texto: "ocasión de que primero
«sta", etc., que no forma sentido.
(2) Verso muy incompleto, que podría acabarse
■"con grande diligencia".
(3) Como se ve, todos los nombres inglses están
desfigurados. "Cantabria." será Cantórbery, "Sufol-
cia", que cita dos versos después. Suffolk, etc.
; Qué importa que lo esté ? Yo saldré agora
y libraré a tu padre.
Juana.
Ruido suena.
¿Si llega ya María vencedora?
(Tocan.)
Conde.
^lejor dirás rendida y en cadena,
que apenas me verá Londres, señora,
cubierto de armas, cuando al mismo punto
estén con ellas y conmigo junto.
Sosiega.
Juana.
No podré. ¿ Querrá María
recebirme en su gracia ? ¡ Ah, reina triste !
Duró tu bien, como el sueño, un día !
Toma allá la corona que me diste,
que la figura que en la farsa hacía
, ^olvió a la natural, dejó la extraña,
luego que se deshizo la maraña.
Conde.
Vuelve a ceñir tu frente vitoriosa;
en posesión estás, goza segura
este reino y la corona poderosa;
quel peligro es crisol donde se apura
el valor de la sangre generosa,
y hasta agora María se aventura:
ella tiene el peligro, y tú, señora,
tendrás el triunfo si yo salgo agora.
Juana.
Tu fe me asegura, yo ánimo tengo ;
muestra tú el que me das; prende a ]\Iaría,
que escurecerá viendo, si no vengo,
la prisión de mi padre.
Conde.
Reina, fía
que volveré con ella si yo vengo.
(Vase.)
Juana.
Y dime tú la gente que tenía
cuando llegó mi padre.
Soldado.
Poca gente.
Juana.
¿ Cómo pudo prenderle ?
Soldado.
Fácilniente.
40
JULIÁN ROMERO
Llegó a prenderla, y ella, humilde y blanda,
leyó su mandamiento ; alborotóse :
rompiólo y dixo a voces: "¿Quién me manda
prender a mí, que soy la Reina?" Helóse
el Duque, que si entonces se desmanda
ella fuera la presa; pero el cielo
nos cubrió a todos (i) de un sudor de yelo
al sacar un pendón que ella tenía
con las armas del Papa en su aposento.
Alzó el pueblo la voz "¡ Reina Maria !",
y todos juntos con igual contento,
llevando al Duque preso, en compañía
de la Reina salieron a buscarte,
que no hubo un hombre sólo de tu parte.
Con seiscientos no más salióse (2) en campo ;
mas tantos a su voz han acudido,
que la gente que agora la acompaña
pasa de treinta mil.
Juana.
¡ Quién me ha metido
en esta confusión ! Este me engaña.
El traidor de don Leyó me ha vendido ;
siempre cobarde fué en sus contratos. (3)
{Sale DON Leyó Conde, y gente.)
Conde.
Ingleses caballeros, no es aquélla,
adonde veis la reina que busoastes;
conjurados saHstes contra ella,
mas contra mi sin duda os conjurastes:
allá me prometistes de prendella
o morir por la reina que dexastes,
y aquí apenas los frenos descubristes
cuando vuestros pendones le abatistes.
Todos serán...
Pablo.
Señor, pues con nosotros
nada puedes hacer, danos licencia
de pasarnos allá.
Conde.
¿También vosotros
queréis desampararme? ¡ Ah, Providencia!
El cíelo me aparta unos y otros,
poco a poco se van de mi presencia.
¡ Viva quien vence, y venza, en fin, María !
íji) En el texto: "nos cubriera sólo dos", que,
como se ve, es error de prensa.
(2) En el texto: "salir", que no forma sentido.
(3) Falta el penúltimo verso a esta octava.
(Sale la reina María y gente.)
Dame las manos.
María.
La Vitoria es mía.
Vencí con la oración, pues he vencido
sin llegar a las manos. — ¿Quién es ése?
Conde.
¿Quién es quien (i) lo pregunta?
María.
¿A qué has venido
a mis pies?
Conde.
Por clemencia ; no te pese.
María.
El mayor bien del mundo me has pedido.
Conde.
Dexa, señora, que los pies te bese.
María.
Como no seas don Leyó, te perdono.
Conde.
Mátame, pues que lo soy: don Leyó (2).
Soy el Cbnde.
María.
Prendelde.
(Sale Tomás.)
Tojl.xs.
Ya está preso.
María.
¿ No ves la paz de la clemencia mía ?
j Degollad al traidor !
Conde.
Yo lo confieso (3).
María.
A los de paz perdono hoy, que es día
de perdonar injurias.
JU.A.NA.
Según eso,
bien puedo yo llegar, reina María.
(i) En el original : "el que lo", que alarga el verso.
(2) Este pasaje está alterado: "Luego" no es con-
sonante de "perdono".
(3) Si estaba preso ¿ cómo vuelve a hablar aquí ?
Todo este trozo está interpolado )• alterado.
ACTO SEGUNDO
41
María.
¿Qué nombre? (i)
Juana.
No osaré.
María.
¿ Por qué, si daña ? (2)
JUAXA.
Por no decir "yo soy la reina Juana''.
La falsa reina soy, que por consejo
de don Leyó pretendí desposeerte; (3)
forzada reccbí el cetro que hoy dexo
y aJegre espero que me des la muerte.
La culpa tuvo él. De nadie me quejo, (4)
que yo jamás tratara de ofenderte:
yo no lo quise, ellos me buscaron,
y en el mayor peligro me dexaron.
Los mismos que me hicieron me han deshe-
justicia pido al cielo deste engaño; [cho,
ellos justificaron mi derecho,
y si no supe asegurar mi daño,
la traición pago yo que ellos han hecho.
¿Quién vio jamás tan nuevo desengaño?
JuAXA.
Tu sangre soy.
AL\RÍA.
La mala.
JUAXA.
¡ Ah, Reina,
por eso vengo a que me sangres della !
María.
Tú sola más que todos me ofendiste,
que siendo sangre mía me negaste; (5)
mil blasfemias me dicen que dijiste
de Dios y a su A'icario amenazaste.
(i) En el texto original: "hombres", por errata.
(2) "Daña" no es consonante de "Juana".
(2) También aqui habrá que pronunciar "don Ley"'
para que conste el verso. Lope quizás escribiría
"Donley".
(4) En el original decía: "La, culpa, la culpa tuvo
él, de nadie me quejo" : catorce sílabas.
(5; Estos dos versos están así en «1 original:
"Tú sola siento más que todos me ofendiste
que sangre mía me negaste."
Se ve claro que el "siento" del primer verso debe
pertenecer al segundo, variada la terminación. Es in-
creíble el desconcierto que hay en estas impresiones
antiguas de comedias.
A mí darme la muerte pretendiste
y a mi hermana Isabel aprisionaste ;
diez mil quejas y más de ti me han dado
en diez días primeros que has reinado.
Dícenme todos que segvín gastabas
con mano liberal \- a todas vías (i)
y la pompa real que sustentabas,
no dejaras qué dar en cuatro días;
que como no sabías lo que dabas,
dabas lo que sin pensar que lo tenías;
que recebiste la real guirnalda
y te llevó tu madre de la falda.
¡ Qué terrible portento, qué rudeza
de un pueblo ciego ! ¡ Qué ambición tirana
de una mujer cual naturaleza!
Con todo, quiero perdonarte, Juana,
y a don Leyó, que fué autor y cabeza
desta maldad, cortádsela mañana.
No aguardéis más con él, y al Duque preso
las manos le soltad.
JüAXA.
Las tuyas beso.
Entra en Londres, señora.
]\Iaria.
El palio sea
para que entre debajo del triunfando
el Santo Sacramento.
JUAXA.
Bien se emplea.
]\L\ría.
Yo iré con una vela acompañando;
llévame tú la falda, porque vea
tu madre que la vas representando
en la farsa del mimdo que hoy contemplo,
de quien tú has sido natural ejemplo.
FIX DEL -ACTO PRIMERO
ACTO SEGUNDO
(Salen don García de Toledo, y don Fernando, y
DON Juan, y Julián Romero, y Soldados, y uit
Sargento.)
D. Fer. Sin gente está el baluarte.
D. García. Yo no lo puedo hacer ;
llegad a reconocer
el muro por esa parte.
(i) En el texto: "dabas", que no rima con "días'
y "tenías", como era necesario.
42
JULIÁN ROMERO
D. Fer.
D. Juan.
D. Fer.
D. García
D. Fer.
D. García
D. Fer.
D. García
Julián.
Que si Dragut se ha escapado,
como vos imagináis,
con la gente que lleváis
vais muy bien- acompañado.
Y si fuere ardid de guerra
sabremos ya que lo es,
y se batirá después
por la mar y por la tierra.
Hoy, fuerte Acuña, es el día
que os habéis de eternizar,
y el buen día habéis de dar
a la casa de Buendía.
El que vos me dais, señor,
para mí bueno ha de ser,
pues muerto me han de volver
si no vuelvo vencedor. —
Ea, soldados, muramos
como españoiles; gocemos
el puesto.
No moriremos
sino como alarbes ; vamos.
¿Vos tan presto acobardado?
¿Quién es?
Mi cabo de escuadra.
Ouitalde luego la escuadra.
Es valeroso soldado .
valor es osar morir.
Eso no ilo puede ser:
bien puede el hombre temer,
pero no lo ha de decir.
Osar morir es valor,
mas no morir por osar,
que el hombre se ha de guardar
para otra ocasión mejor.
Bueno es que sea valentía
arriesgar una batalla,
y al otro por excusalla
se le tenga a cobardía.
Yo tengo por más valiente
el que mejor se defiende,
que osar morir no se entiende
morir -temerariamente,
sino cuando mucre el hombre
por su Dios y por su rey,
más obligado a la ley
de la razón que al renombre.
Señor, cuando sea verdad
que Dragut se haya escapado,
¿por ventura se ha llevado
la gente de la ciudad?
¿No están dentro? ¿Quién ignora
que nos han de resistir?
D. Juan.
Julián.
D. Juan.
Julián.
D. García.
Julián.
D. García,
Jlt-ián.
D. García,
D. Juan.
Julián.
D. Juan.
Julián.
D. Fer.
Julián.
b. Fer.
Sargento.
Julián.
¿Pues adonde habernos de 'ir
ducientos hombres agora,
si a sólo reconocer,
muchos somos, y si vamos
a pelea, no llevamos
la gente que es menester?
Eso me parece a mí,
y me parece, señor,
que osaré morir mejor
que algunos que van aquí.
¿Quién va aquí que valga me-
El que menos que yo hiciere, [nos?
¡ Bien poco valdrá el que fuere !
Valdrá por dos hombres buenos,
que ésos valgo yo muy bien.
¿Por dos hombres Abaléis vos?
Sí, que hoy pienso hacer por dos,
y por ducientos también.
Pues id a reconocer
las fuerzas del enemigo.
Sí haré; uno irá conmigo.
Mirad vos quién ha de ser.
Ruego al cielo que me nombre.
De los que Jiay agora aquí,
don Juan me parece a mí
que es de mi tierra y muy hombre.
¿ Dónde habemos de ir los dos ?
A reconocer el muro ;
mirad si honraros procuro.
No vaya don Juan con vos,
si hartos hay aquí.
¿ Pues quién ?
Mi Sargento.
Ya yo os sigo ;
vamO'S.
Vaya Dios conmigo
y Santiago también.
(Vanse los dos.)
D. García. ¿ Qué hombre es éste ?
D. Fer. A Italia vino
por mochillero, señor;
es hombre de gran valor,
su padre era vizcaíno
hijodalgo.
D. Juan. Maestro fué
mayor de las obras.
D. García. ¿ Dónde ?
D Juan. En Cuenca.
D. Fer. Bien corresponde
con las suyas, yo lo sé.
Vínose en mi compañía
ACTO SEGUNDO
43
sirviendo, como refiero,
hasta el mismo embarcadero,
donde supe que venía.
Hícele alistar, dio muestra,
embarcámonos, pasó
por soldado. Sucedió
que estando la armada nuestra
aprestándose, tuvimos
aviso de que Oclialí
andaba cerca de allí,
y a darle caza salimos.
Dimos con él, y amainando
peleamos; resistióse,
y, finalmente, escapóse,
aunque no se fué alabando.
Diez fustas perdió aquel día :
aquí fué donde primero
dio muestra Julián Romero
de su mucha valentía ;
porque habiéndose arrojado
dJentro de una galeota,
herido de una pelota
y de mil flechas pasado,
llevando una espada sola
y una daga, acometió
al arráez y lo mató,
y, finalmente, rindióla.
No pude darle mi escuadra
por la hazaña de aquel día;
pero después, en Pavía,
le hice cabo de escuadra.
(Disparen dentro arcabuces.)
D. García ¿ Qué es aquello ?
D. Fer. Han disparado
de dentro de la ciudad
mil arcabuces.
D. García. Mirad
si se habían emboscado.
i Buen lance echárades hoy !
D. Fer. Con ese riesgo vinimos :
todos venturosos fuimos.
D. García. Yo más que todos lo soy,
que no os quisiera perder
por seis Áfricas a vos. —
¿Vuelve alguno de los dos?
D. Juan. El que se dejó caer
del muro, se ha levantado.
D. García. Según eso, ¿vivo está?
D. Juan. Y viene derecho acá.
D. García. Hoy de buena se ha escapado.
{Sale JuLiÁx Romero.)
D. Fer. ¡ Y cómo que ha sido buena !
Julián es.
D. García. Seáis bien venido.
En verdad que hoy habéis sido,
Julián, de buena estrena.
Julián. No ha sido mala hasta agora,
pues ninguna herida siento.
Allá me dejo al Sargento.
D. Fer. Con vos todo se mejora.
Viniendo vos, mis soldados
muy buen sargento tendrán.
D. García. ¿Qué visteis?
Julián. Señor, que están
bravamente atrincherados.
Tienen hecho im contramuro
donde está la Artillería,
y toda la Infantería
cubierta de acero duro.
Y así no parece gente
por el muro, que se vea,
hasta que el asalto sea
y ellos salgan de repente.
Que llegando descuidada,
nuestra gente pereciera
en la muralla primera
de la primer rociada.
Este fué su intento.
D. García. El nuestro
muy diferente ha de ser :
un ardid se ha de vencer
con otro ardid de maestro.
\^os. Acuña y Valenzuela
y Avendaño, subiréis
con la gente que tenéis
por aquella montañuela ;
que dende allí fácilmente,
no habiendo quien os resista,
os ponéis a escala vista
en la muralla de frente.
Yo entre tanto fingiré
por esta parte el asalto,
y hasta que estéis en lo alto
alarma les tocaré.
D. Fer. Es milagroso el engaño
■ y fácil de conseguir.
D. García. Pienso que se ha de rendir
África con poco daño.
D. Fer. Sargento, poned en orden
la gente.
Julián. Eso quiero hacer.
44
JULIÁN ROMERO
D. Fer. Silencio, que es menester
no suceda algún desorden.
D. García. Ea, amigos, diligencia,
que quiero yo hacer la mía.
D. Fer. Empiece vueseñoría.
Aquí viene Su Excelencia.
D. García. No importa, esto se ha de hacer.
(Sale DON Pedro de Toledo de gota arrimado a un
Soldado.)
D. Pedro. ¿Qué se ha de hacer?
D. G.ARCÍA. Cierto engaño.
D. Pedro. Mirad no sea en nuestro daño.
D. García. Señor, dejadme hoy vencer.
D. Pedro. Venced, que eso deseo.
D. García. Vuesclencia se retire
a su galera y nos mire.
D. Pedro. Dende aquí también os veo.
D. García. ¡ Arma ! ¡ Arma !
D. Pedro. Don García
dice que quiere hoy vencer;
desde aquí 'lo quiero ver.
Soldado.
D. Pedro.
Soldado.
D. Pedro.
Soldado.
(J'asc.)
Ya empieza la batería.
Dios nos dé buena vitoria.
Vitoria dicen ya allí.
(Digan vitoria adentro.)
¿ Son los nuestros ?
Señor, sí.
D. Pedro. A Dios se dará la gloria.
(JuLi.^N Romero en lo alto con el estandarte.)
Julián. ¡ Viva nuestro Emperador !
¡ Viva España !
Soldado. El estandarte
tiene sobre el baluarte
nuestro campo vencedor.
(Entre Julián Romero, y sale don García.)
D. García. Ya Vucselencia venció :
entre en África triunfando,
que el mundo le está temblando.
D. Pedro. Vos vencisteis, (i) que no yo.
Triunfad vos, que el regocijo
tengo yo de la vitoria,
y básteme a mí la gloria
de teneros por mi hijo.
¿ Fuese Dragut ?
(i) En el texto: "vos venciste", que es mala y no
usada concordancia. También podría ser "vencistes."
D. García. Seis días ha
que con un ardid extraño
se salió de África.
D. Pedro. El daño
teano que en Italia hará.
(Entre Julián Romero con la bandera, y don Juan,
empuñados.)
Jllián. Pues la gané, mía es.
Yo no he de dar la bandera
menos que desta manera;
llegue a quitármela, pues.
D. Juan. El Capitán me la dio
y la tengo de empuñar,
Julián. Primero la has de ganar,
como la he ganado yo.
D. Juan. Dámela en paz, que está allí
el Virrey. ¡ Haz que se altere
el campo !
Julián. Quien la quisiere
me la ha de ganar a mí.
D. Juan. Julián, bueno está; ¿qué es esto?
Mira que nos conocemos;
tratémonos bien, no demos
a conocernos tan presto.
Julián. ¿ Pues a qué pensáis que vengo
sino a darme a conocer?
D. Juan. ¿ Quién sois vos?
Julián. ¿ Quién ? Yo he de ser
mejor que vos.
D. Juan. Ya te tengo
respondido lo que puedo.
Julián. Vos mentís, por sí o por no,
y salte conmigo.
D. Juan. ¡ Yo
te mataré !
Julián. Hablemos quedo.
D. PtDRO. ¿ Qué es aquello ?
Julián. Antes no es:
estamos hablando aquí
don Juan y yo.
D- Juan. Señor, sí.
D. Pedro. Hablad bajo.
Julián. Vamos, pues.
(Sale don Fernando.)
D. Fer. ¿Dónde vais ailborotados ?
Julián. Voy a darle la bandera
a don Juan presto, que espera.
D. Fer. ¿Luego vais desafiados?
Ya sé el caso, y me parece
que andáis muy libre. Sargento.
ACTO SEGUNDO
45
Julián.
D. Fer.
D. García,
D. Fer.
D. García
D. Fer.
Julián.
D. Juan.
Julián.
I
D. Pedro,
Dad la bandera al momento
a quien también la merece.
También la merezco yo.
Prometísela a don Juan
desde Cuenca.
Capitán,
¿qué pleito es ése?
Murió
mi Alférez en la refriega:
tengo la bandera dada
a don Juan.
Mucho me agrada.
Y el Sargento se la niega.
Señor, yo hállela en la muralla
muerto el Alférez, cobré
la bandera, peleé,
fui el primero en levantalla
sobre esas torres, y fui
sargento en la compañía;
por eso digo que es mía
y por eso no la di.
Si del suelo la cogiste
no digas que la cobraste,
que allí acaso te la hallaste
porque más dichoso fuiste.
Ganástela, claro está,
y no por más atrevido,
sino por haber subido
después de muchos allá.
Cuando el Alférez cayó,
como después del subiste,
primero que yo la viste,
porque iba delante yo.
]\Iuy bien lo puedes decir,
que te ibas tú retirando,
y yo me quedé matando
los que te hacían huir.
Del suelo alcé la bandera;
pero cuando yo la alcé
treinta moros derribé,
que hace una muralla entera.
Y si es así, no te espante
que no la pudieras ver,
porque, ¿cómo puede ser
con tantos cuerpos delante?
Bueno está. Cuando no fuera
Sargento se la debía ;
por la hazaña deste día
no le quitéis la bandera.
Conmigo se irá don Juan,
que si voy a Ingalaterra
con el Príncipe y hay guerra.
yo le haré mi capitán.
Y a vos os quiero hacer
mi teniente en esta ausencia.
D. Fer. Si me ha visto Vueselencia...
D. Pedro. Este bien lo podéis ver.
{Lee DON Fernando.)
"A don Pedro de Toledo, marqués
de Viüafranca, virrey de Ñápeles y
capitán general en la conquista de la
ciudad de África. Conviene a mi
servicio que dejéis la guerra en el
estado que estuviere, y a don García
de Toledo, vuestro hijo, en las ga-
leras de que le hago general, y os
vengáis luego a Flandes, donde ten-
go necesidad de vuestra persona
para que vaya en compañía de la
del Príncipe a Inglaterra. En Bru-
selas.— Carlos, emperador."
D. Pedro. Ya digo que os dejo a vos,
don Fernando, en mi lugar:
de África me habéis de dar
cuenta a mí, al César y a Dios.
Bien sé que queda segura
dándoos a vos la tenencia.
D. Fer. Déme los pies Vueselencia,
pues hoy quiere honrar su hechura.
Jltlián. Ya esta guerra se ha acabado
y aquí no la puede haber,
pues yo ¿ qué tengo de hacer
en África arrinconado?
Quiero ir a Ingalaterra
si allá se va a pelear,
que yo no puedo medrar
sino donde hubiere guerra.
Yo le alargo la bandera
a don Juan, si la quisiere,
y Vueselencia, me diere
licencia que en su galera
sirviéndole vaya.
D. Pedro. Estimo
el celo que habéis mostrado;
vos seréis un buen soldado.
Julián. Con ese favor me animo.
D. Pedro. Quiero que me acompañéis;
quédese don Juan aquí.
Julián. Tomad la bandera, a mí
basta el favor que m.e hacéis,
por razón de estado, digo.
(Vaitse.)
46
JULIÁN ROMERO
iSalen la Reina María, y gente.)
Que nos está menos mal
que éste se case contigo,
que es de tu sangre real,
y no extraño ni enemigo.
Y cuando no, Francia (i) tiene
un Príncipe que te adora;
el Polaco te previene,
y de Dinamarca agora
otro Embajador nos viene.
Cualquiera dellos elige,
y no al Príncipe de España,
que si por razón se rige
de estado la Gran Bretaña,
del que hoy, Tomás, se colige
el daño que aún no ha empezado
y ya se teme en su ausencia.
María. Vasallos, yo me he casado
en razón de mi conciencia,
y no por razón de estado.
Esto hallo que me conviene;
no hay más razón para mí
de estado que la que tiene
la misma conciencia en sí :
esta me alumbra y previene.
La. razón que puede haber
de estado es mudar de estado,
quien no quisiere perder
el que su padre le ha dado;
que el Rey que lo viene a ser
preciase más del blasón
de católico, y por esto
lo que es por esta razón...
{Suena dentro caiitpantllas y chirimías.)
¿Qué es aquesto? (2)
Duque. Por la calle (3)
pasa el Santo Sacramento.
María. Desde aquí quiero adoralle:
(Arrodíllense todos.)
déjese hoy el parlamento
y vam.os a acoimipañalle.
Vamos todos.
Duque.
No hasras tal !
(i) En el original: "Su Excelencia", que hace el
verso de diez sílabas y no tiene buen sentido.
(2) Verso incompleto ; y además falta otro a esta
quintilla.
(3) Otro verso incompleto, que pudiera decirse así :
"Señora, que por la calle".
María. ¿Por qué. Duque?
Duque. No es decencia
desta Majestad Real
ni obligación de conciencia,
y no siéndolo haces mal.
Que el Rey no lo suele hacer
de España.
]\ÍARÍA. Nadie se altere.
Por allá, no es menester;
mas por acá al que me viere
de ejemplo lo puede ser.
Si yo acertase a pasar
por vuestra casa algún día,
¿ño me habéis de acompañar
hasta dejarme en la mía?
Duque. No lo podría excusar, (i)
María. ¿Por qué?
Duque. Porque soy vasallo
y vos sois (2) mi Reina.
María. Bien;
pues yo por mi cuenta hallo
que Aquél es mi Rey, también
quiero ir a acom.pañallo.
(Fase.)
Duque. ¿Qué hay que pensar? Ella tiene
sangre de España, y la ley
de sus pasado'S mantiene.
¡ Quién pudiera hacer un rey
por deshacer al que viene !
Filipo nos ha de dar
bien en qué entender a todos.
Dios nos quiere castigar
por mil caminos y modos.
No lo he podido estorbar,
como Filipo no vea
a Londres. (3)
BiATO. Buen parecer,
porque casado granjea
más aumento y más poder.
Propúsele el casamiento
del Marqués de Sajonia; dio (4)
luego algún consentimiento,
pero después se volvió
a su primer movimiento.
{Vanse, y sale el Rey Felipo, y el Conde de Feria.)
Rey. Quisiera entrar esta tarde.
(i) En el original: "pueda", por errata.
(2) En el mismo : "seréis".
(3) El texto dice: "Como Freiponorea a Londres."
(4) Así en el texto. Pudiera leerse: "del de
jonia y dio".
J
ACTO SEGUNDO
47
Conde.
Rey.
Conde.
Rey.
Conde.
Rey.
Conde.
disfrazado como vengo,
en la corte.
Postas tengo;
pero llegaremos tarde,
y aun de noche.
Decís bien ;
de ese parecer estoy,
y me arriesgo si allá voy
a mil desgracias también.
Y más en un reino extraño,
donde no soy conocido,
aunque la posta he corrido
sin ningún peligro y daño.
Aunque viene disfrazado
Vuestra Alteza, en el lugar
ha dado que sospechar.
¿ Pues qué sospechas he dado ?
No aparta el huésped los ojos
de Su Alteza.
Yo lo creo.
Siempre acechando lo veo
y sobresaltado.
Antojos
vuestros son de que se altera
el lugar.
Gente va entrando.
{Tocan ¡Plaza, plaza!)
Rey.
Mas, ¿ si se viene acercando
la Reina?
Conde.
¿ Qué mucho fuera ?
Gente de lustre parece.
Rey.
¿Cómo no viene la mía?
Conde.
No tarda hoy por todo el día.
{¡Pla^a!)
Rey.
Conde, el alboroto crece.
¿ La Reina entra ?
Conde.
Señor, sí ;
cogidos nos ha. ¿Qué haremos?
Volvámonos.
Rey.
No podemos,
ya estoy empeñado aquí.
Quiérela ver, que a eso vengo
Niño.
corriendo la posta. Conde.
{Sale el Huésped.)
Huésped.
Conde.
Huésped.
Andrés.'
Huésped.
Señores.
Niño.
Rey.
¿De dónde
veré a la Reina ?
Andrés.
Huésped.
Allí tengo
Niño.
una ventana, subid.
Huésped.
{Vanse, y entra Pablo y Andrés, hijos del Huésped,
y un Niño jugando con un trompo.)
Andrés.
Huésped.
P.^BLO.
Huésped.
Andrés.
Huésped.
Andrés.
Huésped.
P/lBLO.
Huésped.
Padre, ¿qué tenemos?
Quede :
una presa, con que puedo
salir de la feria ; oíd.
¿Vistes los dos forasteros
que entraron agora ?
Sí;
y a uno un diamante vi
que vale muchos dineros.
Y el otro me pareció
que debajo la ropilla
trae un joyel.
¡ Qué maravilla !
Cadena es...
Bien dije yo.
Que vale, a mi parecer,
tres mil escudos.
¡ Braveza !
j Joya de rey, rica pieza !
¿Cómo la pudiste ver?
Por aquel resquicio, cuando
el más mozo se encerró
a dormir la siesta, y yo,
que los estaba acechando,
vi que llegó el compañero
con mucho respeto a hablalle,
y porfió en desnudallc,
y le descalzó primero.
Pero el gusto de quedarse
recostado en una silla,
desabrochó la ropilla
al tiempo de recostarse,
y entonces reconocí
aquella prenda que adoro.
¡ Ay, dulce cadena de oro,
el alma me dejo en ti !
Un corderino tamaño
de oro macizo, esmaltado
de diamantes, trae colgado
del joyel, si no me engaño.
¡ Padre, padre, el corderillo
para mí lo quiero yo !
¡ Démelo a mí !
Este me oyó.
Vete de aquí, rapacillo.
No quiero, si no me da
el corderillo primero.
Sacalde allá.
¡ Yo no quiero !
Dejalde, no salga allá.
48
JULIÁN ROMERO
que en la calle ha de decir
todo cuanto aquí tratamos.
Niño. ¡ Pues no me lo dé, veamos !
Andrés. ¡ Que éste nos hubo de oír !
Huésped. Tras de vosotros se entró
jugando el trompo.
Pablo. ¡ Azotalde !
Niño. ¡ Padre, pesia tal !
Huésped. Dejalde,
no importa, ya nos oyó.
Hijos, éstos son criados
de Felipo, que se habrán
adelantado y vendrán
a su persona arrimados.
El hurto es de calidad
y las personas lo son,
y se hará la información
con mucha riguridad.
Y no estamos en la villa
con tan buen nombre los tres
que no nos pondí-án después
cada uno en su parrilla.
Yo con la edad no poseo,
ya aquel mi antiguo vigor,
por fuerza he de ser cantor
si en el facistol me veo.
Paréceme que tú puedes...
¿ Quién nos oye por aquí ?
Apartémonos allí,
que hay ojos en las paredes.
Paréceme más seguro
que entre las doce y la una,
que es hora más oportuna...
Aún aquí no me aseguro.
Pablo. ¡ Acabad ya !
Huésped. Digo, pues,
que tú en la sala has de entrar
y los has de degollar.
Pablo. ¿Y qué se ha de hacer después?
Huésped. Enterrar los cuerpos.
Andrés. ¿ Dónde ?
Huésped. En el establo.
Pablo. Y mañana,
si pregunta Elvira o Juana
por los huéspedes...
Huésped. Responde
que a las cuatro madrugaron
y se fueron del lugar,
que es cuando tú has de ensillar
los caballos que dejaron
y dar con ellos después
adonde naide los vea.
(Dentro JuLrÁN Romero.)
Julián.
¿Hay posada?
Huésped.
¿Quién se apea?
Pablo.
Español parece que es,
y soldado.
Huésped.
Sal tú allá. —
No hay posada.
(Sale JuLi.\N.)
Julián.
Dios os guarde.
Huésped.
Sí guardará. Llegáis tarde.
Julián.
Oídme.
Huésped.
Digo que está
todo ocupado, y no tengo
don'd/e estéis. Id a buscar
con tiempo donde posar.
Andad con Dios.
Julián.
También vengo
a saber...
Huésped.
i No hay qué saber !
Dejadme, señor. — Cerrad
presto esa puerta.
Julián.
Escuchad...
Huésped.
No os quiero escuchar ni ver.
¡ Cierra esa puerta !
Julián.
¿Tal pasa? (i)
No cerréis, que os echaré
en tierra de un puntapié
la puerta y toda la casa.
Huésped.
¿ Cómo, cómo ?
Julián.
¡ Vive Dios
que me habéis de oír primero
que os entréis allá !
Huésped.
¡ No quiero !
Julián.
Pues porfiemos los dos.
Pablo.
Oílde, padre.
Huésped.
¡ No hay posada !
Julián.
i Ni Dios te la dé !
Huésped.
¡ Dejadme!
Andrés.
Oílde, padre.
Julián.
Escuchadme.
Huésped.
Ya he dicho que está ocupada.
Julián.
No quiero que me hospedéis;
oídme sola una razón.
Andrés.
Es recio de condición
mí padre, no os espantéis.
Huésped.
¿Qué queréis?
Julián.
Que me digáis
sí se apearon aquí
(i) En el texto : "posada", por errata.
I
ACTO SEGUNDO
49
hoy dos españoles.
Andrés.
Huésped.
Sí.
Julián.
¿Para qué lo preguntáis?
Somos camaradas.
Julián.
Huésped.
Bien.
Andrés.
Andrés.
Decilde que no han venido.
Huésped
Huésped.
¡Calla, necio !
A.ndrés.
0 que se han ido.
Huésped.
Este ha de morir también. —
Bobo, no se ha d<e negar
lo que se puede saber. —
Hoy aquí a horas de comer
se vinieron a apear.
Julián.
El uno es mozo galán,
Huésped.
de aspecto grave, amoroso.
blanco, rubio, zarco, hermoso.
Jl-lián.
que más parece alem.án
que español : belfo de un labio,
mediano de cuerpo, de hasta
Huésped
treinta años o menos.
Julián.
Huésped.
Andrés.
Basta.
Y el otro...
¡ De brío, oh, rabio !
Julián.
Huésped.
Huésped.
¡ Calla, necio !
Julián.
Hablarles quiero,
que a ellos vengo a buscar.
¿Dónde están?
Huésped.
No habéis de hablar
si no me decís primero
quién son, que me han parecido
españoles caballeros.
TULI.\N.
No creáis tal: son dos plateros
que con Su Alteza han venido
a hacer las joyas.
Huésped.
Y vos,
Julián.
¿ sois también platero ?
Sí.
Pablo.
Rateros son.
Huésped.
Para mí,
joyas traen aquellos dos
para hacer rica esta tierra;
Andrés.
Andrés.
Huésped.
conózcoJos como al sol :
puede un platero español
comprar media Ingalaterra.
¿Media Ingalaterra?
Sí.
Huésped
{Sale el Ri
Andrés.
¿Medio pueblo no podrán
comprar para mí?
Rey.
Jl'lián.
Sí harán,
y ciento.
Huésped.
Eso es para mí.
No hay que decir, verdad trata.
¿ Qué diablos pueden tener
aquéllos ?
Pueden hacer
un muro a Londres de plata.
i Válgame el cielo !
Así pasa.
¿Que pensáis que es lo de acá
todo oropel? No saldrá
un español de su casa
menos que con mil escudos
cosidos en el jubón.
¿Es verdad?
Tenéis razón.
Mis manos en vuestros ñudos,
a fe que pasan de ciento.
No sé si llegan, a fe.
Tan mala landre me dé
{Tóquele el lado.)
como la que agora tiento. —
En esa sala os entrad.
¿ Cuál decís ?
En la primera;
subid por esa escalera. —
{Vasc.)
Hijos, ánimo; escuchad.
Gran tesoro he descubierto;
no hay mal que haya que temer:
muy bien hay en qué meter
las manos, desto os advierto.
Peligro hay, bien claro os hablo;
tres para tres somos, pero
éste que vino el postrero
tiene en el cuerpo el diablo.
Aseguremos la empresa :
traedme aquí el Manchadillo,
al Gitano y su caudillo,
no se nos vaya la presa.
Tened vos cuenta no salga
a la calle este rapaz,
y callad, padre.
La paz
del Padre Eterno le valga.
(Vanse.)
{Sale el Rey leyendo mía carta, y el Conde, y Julián
Romero.)
"Su Majestad me mandó embar-
car los tercios viejos de Ñapóles y
Sicilia en cuarenta naves; con ellos
estoy a vista de Inglaterra, aguar-
dando orden de Vuestra Alteza. No
vil
50
JULIÁN ROMERO
desembarco la gente por no alboro-
Rey.
Picas ; ¿ qué tengo
tar el reino. Paréceme que todo está
que darte?
pacífico por agora. — Don Pedro de
Niño.
Tío, ¿es la una?
Toledo."
Conde.
¡ Quita, rapaz !
Ha sido buena elección;
Rey.
No le deis.
es el Marqués muy prudente;
¿Qué me buscas en el pecho?
no desembarque la gente
Conde.
Dos 0 tres veces lo ha hecho.
hasta mejor ocasión.
Rey.
Dalde algo.
Y pienso que no la habrá
Niño.
¿Dónde tenéis
placiendo a Dios, que la Reina
el corderico?
pacíficamente reina;
Rey.
¡ Acabad !
pero pues a vista está
Conde.
Toma un escudo.
de Inglaterra la armada
Niño.
No quiero
para lo que sucediere,
si no me enseña primero
paréceme bien que espere
el corderico.
todo este mes abrigada
Rey.
.Mirad
en PJemua.
qué pide ; ¡ dádselo ya !
COXDE.
Salte allá.
Conde.
El Toisón debe de ser.
(E
lira el Niño y arrimase al Rey.)
Rey.
¿Pues cómo lo pudo ver?
¡ Válgame Dios ! — Ven acá.
Rey.
Dejalde llegar, que es hijo
¿ Qué pides ? — ¡ Pena me ha dado !
■del Huésped.
Niño.
Mi padre dice que tiene
Niño.
Mi padre dijo
un corderico.
que luego ha de entrar acá.
Rey.
¡ No viene
y está amolando el cuchillo.
el niño mal informado !
{Avalánzase al pecho del Rey el Ni.ño.)
Conde.
Niño.
Hállele yo en el resquicio.
Tío, ¿quiere irse a dormir?
Conde.
¡ Quita, niño !
Rey.
¿Por qué, hijo?
Niño.
Calle, pues
Niño.
Ha de venir;
verálo; y mi hermano Andrés
es la una.
fué a llamar el Manchadillo.
Rey.
¡ Fuerte indicio !
Tío, ¿es la una?
¿Quién, hijo?
Conde.
¡ Pardiós !
Niño.
Mi hermano Pablo:
¿Qué dice?
¿ no ve que lo ha de matar ?
Rey.
¡ Qué ha de decir
Y diz que lo ha de enterrar....
un niño !
mire, tío, en el establo.
Niño.
Vaya a dormir;
Conde.
¡ Jesvis, que inorme traición \
¿quiere, tío?
Rey.
¿Vistes tan nuevo suceso?
Rey. ■
Decidme vos.
Conde, ¿qué os parece deso?
¿ cuándo arribastes ?
Conde.
¡ Divina revelación !
Julián.
Ayer,
Rey.
Mirad, Conde, en qué peligro
y al punto en tierra me echó
ha estado mi vida hoy.
el Marqués.
i Jesús, Jesús, si aquí estoy
Rey.
¿ Cómo quedó ?
paréceme que peligro !
Julián.
Con ánimo de emprender
Vamonos luego de aquí.
la conquista desta tierra.
Niño.
No salga, tío.
Rey.
Es don Pedro de Toledo :
Rey.
¿Por qué?
con sólo su nombre puedo
Niño.
Calle, yo se lo diré.
espantar a Ingalaterra.
De mi gente, ¿ ha entrado alguna ?
{Mire el
Niño a todas partes^ como que tiene tniedo.y
Julián.
Tres millas delante vengo;
Rey.
Algún ángel habla en tL
ya entraron.
Niño.
Tío, ¿se lo ha de decir
ACTO SEGUNDO
51
a mi padre?
Rev. Xo hayas miedo.
Xixo. Mire, tío...
Conde. Estáte quedo.
Niño. Luego vendré, déjeme ir.
Rev. Dejalde.
Conde. Xo volverá.
XiÑo. ¡Por esta cruz de volver!
(Llegue a la puerta, y mire adentro, y vuelva.)
Conde. Del cielo debe de ser
este aviso.
Rev. Claro está.
Niño. ¡ Mi hermano está en la escalera
con una pistola así !
(Señale que tiene la pistola encarada.)
Y mi padre no está allí,
que está abajo, echando afuera
al perro por que no ladre.
Julián. Estas palabras no son
de niño,
Rev. Tenéis razón.
Niño. No se lo diga a mi padre,
que me azotará.
Rev. No haré.
Julián. La puerta abren de la calle.
Esto}-...
Rev. Todo el mundo calle.
Niño. Viene mi hermano, que fué
a llamar al Manchadillo,
y viene con otros dos.
Rev. ¡ Oh maravilla de Dios,
admirado estoy de oíllo !
Por codicia de robarme,
sin conocerme, esta gente
pudiera aquí fácilmente
esta noche degollarme.
Tres ángeles he tenido
de guarda esta noche aquí:
dos que me guardan a mí
y éste, que también lo ha sido.
; Qué haremos ?
Jlt-ián. Rom.per por todo.
Déjeme salir allá
Su Alteza, y presto verá
cómo el negocio acomodo.
Rev. No alborotemos la casa,
que está la Reina a la vista.
JtxiÁN. ¿ Qué valor hay que resista
la cólera que me abrasa?
¿Vuestra Alteza ha de tener
peligro estando aquí yo?
Rev, ¿ No soy hombre ? ¿ Por qué no ?
Aguardad,
Julián, Quiero poner
fuego en la casa y matar
cuantos hay dentro.
Rev. ¿No veis
que estoy yo en ella, y queréis
que se alborote el lugar
y me hallen en un mesón
con tan poca autoridad?
(Llegue el XiÑo a la puerta.)
Niño. Venga acá, tío.
Rev, Mirad:
¿qué es esto?
Julián. Hombres son,
que están en la mesma puerta
arrimados escuchando.
Rey. Estos me van apurando ;
salgamos a ellos.
Conde. Advierta
Su Alteza...
Rev. ¿Qué he de advertir?
Conde. Lo que puede suceder,
y yo el culpado he de ser.
Rev, ¡ Ea, acabad! ¿Qué teméis?
Rom.ped la puerta y salgamos
a la calle, ¿Qué aguardamos?
Y vos aquí os quedaréis.
Conde. ¡ Con esta daga abriré
puerta por donde salgamos !
Venga Vuestra Alteza.
Rey, Vamos,
Niño, ¡ Llévame, tío !
Rev. Sí haré.
Julián, Yo quedo de guarda aquí
mientras Su Alteza se va,
que poco se perderá
cuando me maten a mí.
La puerta siento. Ahora bien,
ayúdeme Dios ; yo espero
la espada en la mano, y quiero
fingir que duermo también.
(Con la espada desnuda sobre una silla.)
(Sale el Huésped, Andrés y Pablo.)
Huésped. ' Ruido de tejas siento;
¿qué será? Quiérolo ver;
llegad a reconocer
vosotros el aposento
mientras yo subo al tejado.
52
JULIÁN ROMERO
Pablo. ¿No es bulto aquél?
Andrés. Llega quedo, (i)
¿Hay algo?
Pablo. Sí, el uno.
Andrés. ¿ Puedo
llegar yo ?
Pablo. ¿ Qué haces parado ?
¡ Llega y dale !
Jlt-ián. No ciará
sin llevar ésta primero.
Andrés. ¡ Muerto soy !
Pablo. Lo mismo espero.
(Salgan con pistolas el Gitano y el Manchadillo.)
Qué es eso?
i Teneos allá !
Gitano.
Julián.
Manchad. Tira tú, pues yo no acierto.
Julián. Procurad no errar el tiro,
que si acierto adonde tiro...
¡ Ea, ladrones !
Gitano. ¡ Yo soy muerto !
Julián. Sang-re es ésta, herido estoy.
¡ Ah, perros ! ¡ Canalla !
Huésped. ¡ Pablo,
(Métalos a cuchilladas, y el Huésped, sin salir fue-
ra da voces dentro.}
Pablo !, ¿ qué es eso ?
Pablo. i El diablo !
Julián. Para vosotros sí soy.
(Sale la Justicia y corchetes.)
Justicia. Voces dan en esa casa.
i Válgame Dios !, ¿qué será?
Huésped. ¿No hay justicia?
Justicia. Entrad allá,
sabed lo que adentro pasa.
Huésped. ¡ Misericordia, señor,
yo solo en la casa quedo !
{Entre la Justicia y salga el Huésped y tras del
Julián Romero.)
¡ Tened clemencia !
Jlxián. No puedo,
que hoy es día de rigor.
Justicia. ¿ Qué es esto ? ¡ Teneos !
Julián. ¿A quién?
Justicia. Al Gobernador.
Julián. ¡Afuera!
(i) En el original: "presto", que no rima con
'"puedo".
Justicia. Espera, español, espera,
sabrás quién soy.
Julián. Eso bien.
Diga quién es.
Justicia. El Teniente.
Huésped. ¡ Oh, señor Gobernador,
justicia, que este traidor,
este español insolente,
este ladrón, y otros dos
que se van por los tejados...
Julián. ¡ Ah, mal viejo !
Huésped. Me han robado
la casa esta noche !
Julián. Vos,
señor Teniente, sabréis
mañana todo el suceso:
haced que le lleven preso.
Justicia. Vos también preso vendréis,
que importa mientras no tengo
otra información mejor. —
Llevadle.
Julián. Mirad, señor,
que con el Príncipe vengo,
y soy su criado.
Justicia. Bien.
Julián. Ya os aviso.
Justicia. Ya lo sé.
Dad las armas.
Julián. Sí daré.
Justicia. Aletelde allá dentro. — ^¿ Quién
posa más aquí? Se hará
la información.
Huésped. ¡ Oh, señor !
¿Para qué queréis mejor
información? Hecha está:
veis allí dos hijos muertos
y tres huéspedes quí.
Justicia. ¿ Hay tal maldad ?
Huésped. ¡ Para mí
estos son testigos ciertos !
De vos la justicia espero
destos que me han maltratado,
aunque ya se han escapado
los dos que he dicho.
Justicia. No quiero
más información. ¿Tal pasa?
Basta ésta y ser español,
enemigo nuestro. El sol
apenas con luz escasa
rayar a las torres bellas
del mismo alcázar real,
cuando asido de un ramal
ACTO SEGUNDO
53
se verá colgado dellas.
Verá la Reina quién son
españoles, y que está
el primero que verá
en la horca por ladrón.
Pero importa ya infinito,
para que yo me anticipe,
que tenga luego Felipe
aviso deste delito.
A la Reina os querellad;
sepa qué gente acompaña
a Felipo. ¡ Buena hazaña
para la primera ! — ^-\ndad.
Huésped. ¡ Justicia !
Justicia. Perded temor,
que cuando no os agraviara,
por español le colgara
mejor que por salteador.
(Vatise.)
(Sale acompañamiento, el Conde de Feria, Tomás,
el Rev y la Reina debajo de un palio,)
Rey.
Conde.
Rey.
María.
Rey.
María.
Rey.
María.
Cuando por la puerta entré
un memorial recebí.
¿ Qué le he hecho ? ¿ A quién lo di ?
¿ Cayóseme ?
Yo lo hallé :
aquí le tengo.
Acordadme
mañana que le tenéis.
{Asiéntense los Reyes.)
Pero no lo dilatéis;
quizá im.porta ; luego dadme.
(Lea el Rey.)
"Príncipe y señor de mi vida: En
vuestras manos generosas puedo de-
cir que la tengo, hoy que pensé lle-
gar a besárselas como a Rey y señor
mío, a la Reina mi señora y her-
mana.
¿ Qué es esto ? ¿ Yo no he mandado
degollar a esa tirana?
Señora, que es vuestra hermana...
¿ Cómo no la han degollado ?
¡ Vayan !
Vuestra Majestad
pierda el enojo que tiene
con Juana.
No conviene. —
i Ah de mi guarda ! Llamad
al cancelario.
Rey.
María.
Rey.
María.
Rey.
Tomás
Conde.
María.
Rey.
María.
Huésped.
Rey.
Huésped.
No vais.
Yo la tengo convencida
de traición : ¡ pierda la vida !
Piérdala, pues lo mandáis;
pero hoy no sea.
Mañana.
la degüellen.
Será justo,
mas no será por mi gusto,
que en efeto es vuestra hermana.
El Rey se aparta enojado.
Paréceme que lo está.
Alguno me pagará •
el enojo que le he dado. —
Yo la perdono, señor,
si es vuestra voluntad.
Beso a Vuestra Majestad
las manos por el favor.
Vayan: bien pueden traerla
para que la mano os bese,
y plega a Dios que no os pese
de haber rogado por ella.
{Sale el Huésped.;
¡ Reyes de la Gran Bretaña,
justicia vengo... !—i Oh!, ¿qué di-
¡Este es el Rey! ' [go?
¿Qué es, amigo?
Venid acá.
¡ Suerte extraña !
Señor, ¿el Rey es aquél?
i Miren a quién lo pregunto !
{Llega al Conde a preguntarlo.)
Rey.
Conde...
Conde.
Ya estoy en el punto.
Rey.
Disimulemos con él.
Huésped.
¡Mis huéspedes son! ¿Qué haré?
María.
¿Qué queréis? Venid acá.
Huésped.
Señora...
Conde.
Turbado está.
María.
No me espanto que lo esté.
que ha visto a 'Su Majestad.
Rey.
Y aun eso es su espanto.
María.
Amigo,
¿qué tenéis? Decildo.
Huésped.
Digo,
Reina...
Rey.
Decid la verdad.
Huésped.
Un agravio, una traición...
Tres españoles...
Rey.
¿Qué fué?
54
TULIAN ROMERO
Huésped. Ya es mayor mi iturbación. (i)
Rey. ¿ Qué os han hecho ?
Huésped. Hanme robado
la casa.
Rey. Miraldo bien.
Huésped. Señor, sí.
Rey. ¿ Hay más ?
Huésped. Y también
dos hijos me han degollado,
y tres hombres qne acudieron
a las voces.
María. ¿Es posible?
- ¡ Terrible maldad !
Rey. ¡ Terrible !—
¿Y no están presos?
Huésped. Rompieron
el tejado y se escaparon
los dos.
Rey. Tal les iba en ello.
¿Y el otro?
Huésped. Pude prendello :
a la cárcel lo llevaron.
Rey. Vayan luego, échenle fuera;
tráiganle; aquí tengo yo
noticia ya, y no pasó
el caso de esa manera.
María. ¿Pues cómo?
Rey. Dicen que ayer
entraron en un mesón
dos españoles, que son
hombres de buen proceder.
Y que el huésped, por robarles
una cadena, llamó
a tres ladrones, y entró
a media noche a matarles.
María. ¡ Válgame Dios !
Rey. Ellos, pues,
con las espadas rompieron
las puertas, y se salieron.
Esto sé yo, y pienso que es
un mismo caso.
María. ¿Quién son
los españoles?
Rey. Aquí están
los dos agora.
María. Hombres serán
de opinión.
Rey. Don Gómez de Figueroa,
conde de Feria, es el uno.
María. El será el uno, y ninguno
más digno de eterna loa.
¿Y quién será el otro?
Rey.
María
Rey.
Yo.
¡ Jesús !
Anoche me vi
tan apretado...
Huésped. ¡ Ay de mí !
María. ¿Vuestra Majestad se vio
en ese peligro aj^er?
Rey. Corrí por veros la posta,
y me tuviera de costa
la vida el poderos ver.
Débosela a quien me dio
el hábito. ¿Dónde está
el niño? Traelde acá.
Huésped. ¡ Ese a mí me la quitó !
(Sale la Justicia, y Julián Romero con una soga al
cuello.)
(i) Falta un verso a esta redondilla.
■JuLIÁ.\.
Rey.
JULI.\^'.
María.
Justicia.
JULIÁX.
Justicia.
Rey.
Conde.
¡Cuerpo de Dios ! ¿Qué aguardaba
Vuestra Majestad conmigo?
A tardarse más...
¡ Oh, amigo,
dadme los brazos !
Ya estaba
en el postrero escalón.
i Mucha priesa se dio el Juez !
Señora, anoche a las diez
le hallé escalando un mesón,
y acababa de matar
cinco hombres.
Yo no lo niego.
Confesó de plano luego:
¿qué se había de aguardar?
Los términos de la ley;
y fuérades descubriendo
que los mató defendiendo
su vida y la de su Rey.
Ya está aquí el niño.
{Sale el Niño.)
Rey.
Este fué
quien me avisó.
María,
El huésped
querría saber quién fué.
Rey.
Aquél.
Huésped.
¡ Ya espero
la muerte !
María.
Esa se le dé. (i)
(i) Este pasaje está muy alterado. Probablemen-
te se escribiría así :
Rey. Este fué
quien rae avisó.
ACTO TERCERO
55
Ahorcakle de esos balcones.
¡Presto! ¿Qué hacéis? ¡Acabad!
Y juntamente ahorcad
del pie los cinco ladrones
que mató aqueste español.
IiÑo. ¡ Padre, padre ! ¿ Dónde va ? —
j Tío, mire que le da
este alguacil ! ¡ Voto al sol
que no ha de ir con él !
Rky. Dejalde,
pues tiene tan buen padrino.
María. De mayor castigo es digno.
Rey. Vaya desterrado.
María. Dalde
a este niño mil ducados
todos los años de renta;
éstos le doy por mi cuenta.
Rey. Yo se los daré doblados.
Julián. Y denme a mí quien me saque
del hombro izquierdo una bala,
que estoy rabiando : no iguala
dolor con éste.
María. ¿Es achaque?
{Sáquesela él propio.)
Rey ¿Qué fué?
Julián. Una bala, señor,
que desde anoche traía.
Tomás. ¡ Bravo hecho !
María. ¡ Gran bizarría !
Vos sois hombre de valor.
¿ Cómo os llamáis ?
Julián
Romero.
Ya florecéis.
Rey. Quedaos conmigo, y seréis
de mi guarda capitán.
María. Vamos, señor, que hoy querría
que aquí en Visestre se os dé
la corona.
Rey. De más fe.
María. ¡ Viva Felipo !
Rey. ¡ Y María !
Reina. El huésped quiero
saber quién fué.
Rey. Aquél.
Huésped. Ya espero
la muerte.
Reina. Esa se le dé.
ACTO TERCERO
{Salen el Secretario del Rey y Juliá.n Romero.;
Julián. ¡ Cuerpo de Dios, qué he de hacer,
si estoy harto de aguardar !
O me mande despachar
o yo me quiero volver.
Secretar. Señor capitán Romero,
no deis voces, que os oirá
el César; salios allá.
JLT.IÁN. Óigame ya, que eso quiero.
Secretar. Aquí se negocia mal
con fieros y valentía ;
salios allá, que otro día
daréis ese memorial.
No os puede el César oír,
que hoy tiene mucho que hacer.
Julián. ¡ Vive Dios que lo ha de ver !
¿ Pues para qué ha de salir ?
Ha seis meses que deseo
velle por dalle esta carta,
¿y queréis vos que me parta
hoy que la cara le veo?
Secretar. ¿ Carta es ésa ?
Julián. Y de favor :
de su hijo; ved si fuera
de importancia si pudiera
dársela al Emperador.
Y tengo tan poca dicha,
que en seis meses no he podido
ni aun verle la cara.
Secretar. Ha sido
general esa desdicha.
¿Habéis visto despachar
algún negocio después
que estáis en Bruselas?
JuT-iÁN. ¿ Pues
qué se ha de hacer?
Secretar. Aguardar
que esté mejor, que anteayer
se levantó de su mal.
Julián. ¡ Dé el gobierno, pesia tal,
si no lo puede tener,
y no andemos unos y otros
tropezando todo el año
en su gota.
Secretar. El siente el daño.
Julián. Más lo sentimos nosotros,
que nos hace aquí gastar
las haciendas sin provecho.
¡ Sí está tullido o contrecho,
recójase a descansar !
56
TULIAN ' ROMERO
Secretar. Eso quiere agora hacer.
Julián. ¡ Pesia talj eso queremos :
buen hijo mozo tenemos,
el que habernos menester !
¿Cuándo renuncia?
Secretar. Hoy propone
el caso en Cortes.
Julián. Hazaña
de lui Cesar hijo de España
que a los demás se antepone.
¿De quién se cuenta este hecho?
Secretar. De muchos; pero más gloria
merece él desta vitoria
que los demás que esto han hecho,
por ver que están detenidos
en su corte como vos
mil hombres. Quedaos con Dios,
que estamos apercebidos
para esta tarde a las tres.
Julián. Señor Secretario, aguarde:
¿parécele que esta tarde
habrá ocasión?
Secretar. Mejor es
que aguardéis cuatro o seis días,
que llegue Su Majestad
de Inglaterra.
Julián. Callad
que son vanas fantasías.
Ni el padre ha de renunciar,
ni el hijo acá ha de venir,
ni me puedo persuadir
que a mi me han de despachar.
Secretar. Haced lo que os pareciere;
yo vuestro negocio hago,
que no el mío.
(Vase.)
Julián. ¡ Por Santiago,
que he de ver lo que me quiere,
seis meses ha en esta Corte,
el César ! Ya va saliendo
la guarda; a Dios me encomiendo.
Impórteme o no me importe
yo le he de hablar, que ansí entablo
mi negocio. El sale allí :
¿llegaré agora? No y sí...
¿Qué me ha de hacer si le hablo?
Quiero arrojarme a sus pies. —
(Sale el Emperador^ y acompañamiento, y el Duque
DE SabOYA.)
Mande Vuestra Majestad
ver ésta luego.
Emperad. Mirad
qué es eso.
Julián. Una carta es
del rey Felipe.
Emperad. Está bien;
yo la veré.
Julián. Es necesario.
Secretar. No lo deja.
Emperad. El Secretario
me lo acordará también.
Secretar. Tras del se va de rodillas.
Julián. Oiga Vuestra Majestad;
óigame, que importa.
Emperad. Andad.
¿Qué os he de oír?
Julián. Maravillas.
Emperad. No tengo agora lugar,
ni puedo pararme.
Julián. Es ley
de hoja: deja de ser Rey
si no te puedes parar.
Emperad. Eso voy a hacer.
Julián. Primero
lea Vuestra Majestad
aquella carta.
Emperad. Mirad
qué dice.
Secretar. "Julián Romero
es im gran soldado : ha sido
capitán, según parece,
por sus papeles ; merece,
por lo bien que me ha servido,
el puesto, que no le doy,
porque en ése se entretenga.
Vuestra Majestad le tenga
por mi encomendado. Hoy,
día de San Juan. — Felipo.'"
Emperad. Gran testimonio traéis
de quien sois. ¿Qué pretendéis?
Julián. Servir, que ansí me anticipo
a mil buenos.
Emperad. Despachalde. —
Vos acudiréis...
Julián. ¿A quién?
Emperad. A Gonzalo Pérez.
Julián. ¡ Bien,
después de seis meses !
Emperad. Dalde
vuestros papeles.
Secretar. Yo haré
mi oficio.
Jlt-IÁn. Señor.
ACTO TERCERO
0/
Emperad.
Tui.iÁx.
Emperad.
¿Qué queréis?
¿ Sirvo yo a Gonzalo Pérez
o a Su Maj estad ? ¿ Por qué
me ha de despachar ninguno
sino Vuestra Majestad?
¡ Quitad de aquí, acabad,
este soldado importuno ! —
Apartaos, Julián Romero.
í
(Éntrese el Emperador y tiene al Secretario.)
Julián. ¡ Yo me iré, mas vive Dios,
que no os iréis de aquí vos
sin despacharme primero !
Secretar. Señor Capitán...
Julián. Señor
Secretario, despachadme.
Secretar. No puede ser hoy; dejadme,
que se va el Emperador.
Julián. ¡ Váj-ase o quédese, digo
que me habéis de despachar
en este mismo lugar !
i Que andéis jugando conmigo !
Secretar. ¡ Oh, cómo sois temerario !
No os despacharé en un mes.
Julián. Pues suelo andarme tres
asido de un Secretario...
Secretar. ¿Qué pretendéis?
Julián. La tenencia
del castillo de Duay.
Secretar. Mejor es la de Lombay.
Jl"LIÁn. ¿En qué está la diferencia?
Secretar. En que es plaza de importancia :
la de Duay no os conviene,
porque se entiende que tiene
el Almirante de Francia
con diez mil hombres sobre ella.
Julián. Eso pretendo, eso ruego;
despachadme luego luego,
que quiero que me halle en ella.
Secretar. Mirad no os pese después.
Jlt-IÁn. Procuradme despachar,
porque yo pueda llegar
antes que llegue el francés.
Hágase, pues me conviene.
Secretar. Yo despacharé al Infante.
Julián. No la entrará el Almirante
si con toda Francia viene, (i)
(Vanse.)
(i) En el texto no expresa que diga Romxro
estos dos versos ; pero parece claro que no debe de-
cirlos el Secretario.
(Salen el Ajlmirakte y Soldados.)
Soldado. Dicen que se rendirán
si en tres días no les viene
algún socorro.
Almirant. ¿Quién tiene
la fuerza?
Soldado. Jaques Quelmán.
Almirant. ¿ Es tudesco ?
Soldado. Borgoñón.
Almir.\nt. ; Qué gente tiene en Duay ?
Soldado. ^lil hombres de guerra.
Almirant. Si hay
españoles, muchos son.
Soldado. No más de dos compañías
de ducientos hombres.
Almirant. ¡ Alto !
Vuélvase a dar otro asalto ;
no quiero aguardar tres días,
ni tres horas. Toca alarma.
(Vanse.)
¡ Francia arriba !
(Sale Julián Romero.)
Julián. Agora yo llego
que el Almirante ha cercado
a Duay, y que ha llegado
antes que llegase yo.
Corriendo la posta voy,
y hoy pienso llegar allá ;
pero si cercada está,
¿qué importa que llegue hoy?
¿Podré entrar? Peligro hay
si me ven las centinelas.
¿ He de volver a Bruselas
sin haber visto a Duay?
¿Qué dirá el Emperador?
— ¿ Para eso era solamente
la prisa de la patente?
Julián, ¿no sería mejor,
ya que no fué de provecho,
volver ante mi grandeza
las manos en la cabeza,
que no con ella en el pecho?
¿ Dónde está el coraje y brío
con que me hablasteis ayer?
¿ Prometistes defender,
mientras yo socorro envío,
a Duay, y volvéis aquí
antes que yo la socorra? —
¿ Quién habrá que no me corra
si esto se me dice a mí?
58
JULIÁN ROMERO
Un bravo ardid tengo ya
con que engañar al francés.
(Sale el Almirante y Soldados.)
Almirant. Quiero acercarme.
Soldado. Dos días
piden ya.
Almirant. Uno les daré
de plazo; más no podré:
y me enojas si porfías.
Cada hora que me detengo
aquí pierdo de ocasión.
Soldado. ¿Vuelto allá?
Almirant. La condición
espero.
Julián. A buen tiempo vengo. —
Vueseñoría me dé
las manos.
Almirant. Seáis bien venido.
¿Quién sois?
Julián. Capitán he sido :
hasta adelante seré
quien vos quisiéredes.
Almirant. Honrado
parece y noble. — Ya aguardo
el nombre.
Julián. Julián Romero.
Almirant. No os conozco por el nombre.
Seáis quien fuéredes, en mí
hallaréis todo el favor
que hayáis menester.
Julián. Señor,
a serviros vengo aquí.
Almirant. ¿Qué os ha sucedido allá?
Julián. Dejo muerto a un secretario
del César, bravo contrario,
y enemigo días ha.
Almirant. ¡ Mal caso !
Julián. Hízome un agravio,
y soy colérico yo.
Almirant. Si tanta ocasión os dio,
cólera fué de hombre sabio.
¿Qué hay por allá?
Julián. En sesión (i)
que en sus reinos ha hecho
(i) Así en el texto; pero quizá deba leerse:
Julián. La cesión
que de sus reinos ha hecho
Carlos Quinto.
Almir. Es un gran hecho,
digno de su discreción.
Carlos Quinto...
Almirant. Es rigor hecho
digno de su discreción.
¿ No trata de socorrer
a Duady?
Julián. De eso trata.
Almirant. Si dos días lo dilata,
ya no será menester.
Jltlián. ¿ Cómo ?
Almirant. Dáseme a partido
si hasta mañana no tiene
socorro. Guillermo viene
de Duay. — ¿ Qué han respondido ?
{Sale el Soldado.)
Soldado. Mudaron de parecer.
Almirant. ¿Piensan negociar mejor?
Soldado. Los españoles, señor,
se obligan a defender
mientras el socorro viene,
seis días que tardará,
la villa.
Julián. En diez no vendrá,
ni puede el César, ni tiene
ese pensamiento agora.
Almirant. Hacedme merced de entrar
en Duay a desengañar
los que están dentro.
Julián. En buen hora.
Almirant. Haced esta cortesía,
que la sabré agradecer.
Soldado. Yo la había de pretender,
que ésa es diligencia mía.
Almirant. Decid como no podrán
ser tan presto socorridos,
y ofreceldes los partidos,
si hasta mañana se dan,
que van escritos ahí.
Julián. ¡ Gran ventura ! — Sí haré.
Almirant. Y a.lgo más.
Julián. Yo les diré
lo que hace al caso.
Almirant. De mí
seréis premiado después
como es razón.
Julián. Yo no digo
qué haré ; venga conmigo
un caballero francés
que lo vea y acredite
mi opinión.
Almirant. Guillermo irá.
ACTO TERCERO
59
I
Julián. Duay no se rendirá
si salgo con este envite.
(l'aasc.)
(Sale el Castellano de Duay, y el Capitán, y
ESQUIVEL.)
Capitán. No se puede defender
de dos días adelante
la villa, y el Almirante
viene con todo poder;
que tiene determinado
de no alzar el cerco de ella
aunque v'enga a socorrella
el mismo César.
EsouivEL. No ha dado
el francés de su arrogancia
tan grande satisfación
que no se tenga opinión
de hacer algo de importancia.
No se trate de partido,
que aún no es tiempo.
Castella. ¿ Cómo no ?
¿ Qué socorro aguardo yo
para estarme entretenido
seis días más ni dos?
EsouivEL. Ya tiene
aviso el Emperador.
Castella. Yo no lo tengo, señor,
del socorro que me viene ;
y he menester prcA-enir
con tiempo el daño que espero
si enojo al Francés. No quiero,
pues no puedo resistir
su poder, fiar del mío
el riesgo que correrá
Duay si a saco lo da
el enemigo.
EsQUIVEL. Más fío
del ánimo con que están
mis españoles soldados.
{Sale Guillermo y Julián Romero.)
GuiLLER. Aquél es el Castellano;
contalde lo que sabéis.
Julián. Dejad que le hable; veréis
cómo este negocio allano.
Señor Capitán, aquí
me envía Su Majestad,
no por la necesidad,
estando vos, que hay de mí,
sino porque el César quiere
daros otra cosa a vos
Cap. (i)
Castella,
Julián.
Capitán.
Julián.
Capitán.
Castella.
Capitán.
EsQUlVEL.
Capitán.
Julián.
Capitán.
Julián.
Capitán.
Julián.
Fran. (2)
Julián.
Fran.
que importe más.
i Bien, por Dios !
¿Hará lo que le dijere?
¿Quién sois, señor.
Castellano,
de Duni.
¿Si éste se burla?
Esta os lo dirá.
¿Hay tal burla?
Yo la obedezco.
¡ Oh, villano !
¿ Por Castellano venía
a Duay?
Sea para bien,
i Miren el engaño ! ¡ Quién
lo supiera !
AI Duque envía
de Saboya, su sobrino,
de socorro; hoy llegará
o mañana, cerca está.
A darles aviso vino
del socorro. ¿Hay tal engaño?
¡Que le dejamos pasar!
¡ Ah, quién pudiera avisar
al Almirante del daño !
¿ Qué aguardas ? El Duque llega. —
Señor capitán Romero,
con vuestra licencia quiero,
pues la fuerza se os entrega
y sois su alcaide, volverme
al campo.
No es tiempo deso,
que habéis de quedaros preso.
¿Pues por qué queréis prenderme?
Así conviene.
¿No ha sido
buen trato haberme fiadb
y traerme aquí engañado?
Ardid fué que hoy he tenido
para entrar a dar aviso
del socorro. El Almirante
se engañó como ignorante
y con su enemigo quiso
que entrase en la villa : entré,
aun sin pedírselo yo ;
si fué engaño, él se engañó,
y mal trato suyo fué.
Sí, pero no es hidalguía
(i) Así €11 el texto; pero parece que cjuien habla
es Guillermo, el soldado que entró en la plaza con
Julián Romero.
(2) Querrá decir "Francés".
60
JULIÁN ROMERO
de español y caballero
tenerme preso.
Julián. No quiero
haceros des-cortesía,
sino sólo deteneros
porque no aviséis que viene
el Duque.
Fran. La culpa tiene
quien pudiera allá prenderos
y no lo hizo.
Julián. No os pese,
que os puedo hacer amistad.
Castella. a una torre lo llevad (Aparte.)
donde no vea el sol.
Julián. No es ese
mi intento.
Castella. ¿Pues cuál?
Julián. Que esté
donde se vaya.
Castella. Ya entiendo ;
harélo así.
Julián. Eso pretendo.
(Vaya preso.)
Castella. Llevalde, ¡hola!
Fran. ¡ Si podré
escaparme !
EsouiVEL. Si éste da
aviso que el Duque viene
y el contrario se previene,
mucho daño nos hará.
Julián. ¿Y si no viene?
EsQuiVEL. Imposible
me parece que ha de ser
defendernos sin tener
socorro.
Julián. Eso haré posible.
No sólo he de socorrer
a Duay yo so-lamente,
pero con muy poca gente
al francés pienso romper.
Salga el soldado y dé aviso
que el socorro viene ya,
que vuesa merced verá.
(Sale el Castellano.)
Castella. ¡ Maravillas de improviso !
Así sucediera todo.
Apenas salí de aquí,
cuando arrimándose a mí
me dijo de aqueste modo:
"Señor Capitán, ya ve
el agravio que me han hecho.
y de cuan poco provecho
en la prisión le seré.
V'uesa merced se aproveche,
que es razón, deste diamante,
y déme lugar bastante
para que del muro se eche."
Dijo, y apenas le di
lugar ni aun respuesta, cuando
como un alcotán volando
en medio el campo le vi.
Esta es la hora que está
dando aviso al Almirante
del socorro.
EsouivEL. Este diamante
mejor socorro os dará.
Julián. Bueno está así; el enemigo
una de dos ha de hacer :
o retirarse a poner
su gente en orden. Pues digo-
que con la nuestra cubierta
de la noche, si podemos,
sin ser sentidos saldremos
por una secreta puerta
al monte, y allí apartados
y divididos dos millas
unos de otros, en cuadrillas
de veinte o treinta soldadas,
con los cabos encendidos
y al son de cajas marchando,
nos vendremos acercando
a Duay, y siendo sentidos
del contrario, ha de pensar
que va todo el mundo junto
sobre ellos, y al mismo punto
se tiene de retirar.
Entonces yo, si oportuna
ocasión tengo, embistiendo
la retaguarda, pretendo
dar un tiento a la fortuna.
Y para que el enemigo
más se confunda y divierta
y tenga por nueva cierta
la que le lleva su amigo,
en la muralla han de estar
tocando alarma, con hachas
encendidas, las muchachas
y mujeres del lugar;
que con esto se asegura
Duay y engaño al Francés.
Capitán. ¡ Brava estratagema es !
Julián. Vamos a probar ventura.
(Vanse.)
ACTO TERCERO
61
(Sale el Almirante Francés.)
Fran. Recójase el campo presto,
no nos halle el enemigo
desordenados.
Almirant. Ya digo
que esté todo en orden puesto.
¿Es posible?
(Salga el Almirante, y gente marchando.)
Fran. Hame costaüo
un diamante de valor
de mil escudos, señor,
el aviso que te he dado,
¿y dudas si viene o no
el Duque ?
.\i.MiRA\T. Temo otro engaño
peor que el pasado.
Frax. El daño
del socorro temo yo,
si está tan cerca de aquí
como dice.
.Vlmirant. Si estuviera
no lo dijera.
Fran, Eso fuera
si no me prendiera a mí.
/ El venía a dar aviso
del socorro, y si lo dio
no tuve la culpa yo.
Almirant. Túvola mi poco aviso :
esta vez gana renombre
de engaños. ¿ Qué es lo que aguardo '.
Fran. Pues que se fingió Juan Pardo
siendo Romero su nombre
Almirant. ¡ Qué fácilmente creí
la muerte del secretario !
Pero si el campo contrario
está tan cerca de aquí
y viene el Duque con él,
tan poderoso, no ha sido
mal suceso haber tenido
aviso con tiempo del. —
¿Qué es aquello?
Fran. Luminarias
que ponen los de Duay
sobre el muro.
Aamirant. Fiestas hay,
y serán extraordinarias.
Ya osan salir libremente
al muro; alegres están;
cajas suenan, voces dan,
grande alboroto se siente.
Agora tengo por cierto
el socoro. ¿ Qué rumor
es éste?
Fran. ¡ Arma, arma, señor,
un cam'po se ha descubierto !
Cajas se oyen, y se ven
las cuerdas.
Almirant. Tienes razón,
por esta parte oigo el son.
Fran. Por allí se oye también.
Almir.'\nt. j Válgame Dios !, mucha gente
según eso trae de guerra
el Duque, pues tanta tierra
su campo ocupa igualmente.
En tres millas de distancia
se oyen cajas y se ven
cuerdas de fuego; ahora bien,
retirémonos a Francia.
(Vanse, y tocan arma. Sale Julián ;y gente.)
Julián. ¡ Ea, españoles ! ¡ Ea, soldados !,
el coaitrario, una por una,
va hu3'endo, y hoy la fortuna
favorece a los osados.
Con osar se ha de vencer
esta noche. Animo, a ellos,
que a todos pienso rompellos
sólo con acometer.
Mil hombres vamos aquí
y más yo, y a Dios pluguiera
que menos fuéramos : fuera
mayor blasón para mí.
¿Qué haremos? Huyendo van.
Mi propia fortuna os doy.
Santiago, y válgame hoy
mi patrón San Julián.
(Salgan el Rey y el Duque, marchando.)
Duque.
Hagan alto, señor; mucho quisiera
socorrer a Duay, si a tiempo llego,
antes que el enemigo la rindiera.
Que si de aquella plaza se hace entrego,
podrá sin resistencia cada día
correr este país a sangre y fuego,
y Vuestra Majestad también podría
meter la "guerra de una vez en Francia,
pues a la raya está de Picardía.
Rey.
Ya no será el socorro de importancia,
sino de estorbo y embarazo; siento
62
JULIÁN ROMERO
a castigar de Enrico la arrogancia.
Su Condestable va a meterse dentro
de San Quintín mientras socorro tiene;
mas no se alabará si yo le encuentro,
y mientras en Italia me entretiene
al de Guisa, el valiente Duque de Alba
y Paulo Cuarto al desengaño viene,
podré yo sin temor asir la calva
ocasión que me ofrece la vitoria
del Condestable. Aquí seguro, y salva
désta, pienso salir más triunfo y gloria (i)
que el Almirante de Duay, ni el Papa
de la liga que ha hecho, con notoria
codicia de quitarme a mí la capa
para hacer su linaje a costa mía;
fuerte ambición que a nadie se le escapa.
Dejemos a Dusay por otro día
y vamos a buscar al Condestable,
pues a la raya estoy de Picardía,
y él dentro en San Quintin.
Duque.
Es admirable
resolución.
(Sale el Secretario.)
Secretario.
Señor, Julián Romero
ha llegado.
Rey.
Decid que luego me hable.
Si fué a Duay mejor suceso espero.
{Sale Julián Romero.)
Julián.
Miejor me sucedió que yo pensaba.
Su Majestad me viva.
Rey.
En cierto agüero
que tengo yo de vos me aseguraba
la presa de Duay. ¿Cómo os ha ido?
Julián.
Llegué a Duay, señor, y hallé que estaba
cercada en torno (2) del Francés temido
y que el Alcaide, previniendo el daño,
trataba de rendírsela a partido.
Entré, en efeto, allá con cierto engaño;
entregúeme a la fuerza, y, finalmente.
(i) Este verso y el anterior, están errados.
(2) En el original: "contorno", que alarga el verso.
aquella noche, con silencio extraño,
hice en un punto armar toda la gente ,
y puestas las mujeres sobre el muro
con hachas encendidas, de repente,
por una falsa puerta me aventuro;
eché los hombres fuera, repartidos
en veinte o treinta escuadras, y procuro
que vuelvan unos de otros divididos.
Eran mil los soldados, y traían
cada cual cinco cabos encendidos,
que mirando de lejos parecían
un ejército grande.
Rey.
Cosa es clara.
Julián.
¿ Pues qué pensó el contrario ? Que venía
todo el mundo sobre él.
Rey.
Yo lo pensara.
Julián.
Y ¡juro a Dios!, señor, que al mismo punto
que descubrió las luces...
Duque.
¡ Quién llegara !
Julián.
Y oyó las cosas de un mortal trasunto
cubierto el campo, el Almirante, ciego
del sobresalto, tím.ido y difunto,
mandó tocar a retirarse luego.
Yo que vi la desorden, vengo, ¿y qué hago?,
recojo mis soldados presto y llego,
y diciendo y haciendo un Santiago,
les di de medio a medio tan gallardo,
que puede competir con el estrago
de Roncesvalles.
Rey.
Sois otro Bernardo.
Vitoria vuestra fué y hazaña clara
de las mayores que de vos aguardo.
Julián.
Ninguno, ¡ vive Dios !, se me escapara,
pesar de la fortuna que fué mía,
si la noche dos horas más durara.
Dejáronme, señor, la artillería,
treinta banderas y el bagaje entero.
Seguí el alcance y sobrevino el día.
ACTO TERCERO
63
I
Rey.
¿Cómo no me pedís, Julián Romero
de albricias a Duay?
Duque.
¡ Bien la merece
quien supo defendella !
Julián.
Yo no quiero
lo que está ya ganado.
Rey.
¿Qué os parece
que poiedo daros yo ?
Julián.
Las cinco villas
d-e San Quintín.
Rey.
Si el cielo favorece
la empresa, 3-0 os las mando, y treinta millas
la tierra adentro más.
Julián.
i Qué Santiago
les pienso dar, señor ! ¡ Qué maravillas
me habéis de ver hacer !
Rey.
Yo os haré en pago
de su Cruz.
Julián.
Cesan ya mis pretensiones.
Rey.
^Maese de Campo general os hago
(le tres tercios, Julián ; a tres naciones
quiero que gobernéis en esta guerra:
a españoles, tudescos y valones.
Julián.
Dadme, señor, las manos.
Rey.
Pues se encierra
el Condestable en San Quintín, no tiene
gana de pelear: ganemos' tierra,
^larche el campo.
(Sale el Secretario.)
Secretario.
Señor, la espía viene
de San Quintín.
Rey.
Silencio, no se entienda :
sabremos lo que pasa ; no conviene
que me hable agora; aquí espera la milicia.
Escuchad, Capitán.
Secretario.
Señor.
Rey.
Yo quiero
dar a Julián Romero la encomienda
de Yeste.
Don Fernando.
No sé yo si es caballero.
Rey.
No reparéis en eso; Santiago
se honrará de tener por compañero
un hombre tan valiente; yo le hago
del hábito merced; dádsele al punto.
Don Fernando.
Señor...
Rey.
No repliquéis.
Don Fernando.
No satisfago
las leyes de mi orden.
Rey.
No os pregunto
por las leyes agora.
Julián.
El Rey me mira.
Rey.
Haced la información.
Julián.
Ya se retira;
la Cruz me prometió; lo que es barrunto.
D. Fer. Procurad que se me dé,
señor Julián Romero,
con brevedad el dinero
que es menester.
Julián. ¿Para qué?
D. Fer. ^ Para hacer la información
de limpieza.
Julián ¡ Que me place !
¿Qué decís?
D. Fer. La que se hace
según la constitución
64
JULIÁN ROMERO
Julián.
D. Fer.
Julián.
D. Fer.
Julián.
D. Fer.
Julián.
D. Fer.
Julián
D. Fer.
de la Orden.
Es muy estrecha
la mía: no tengo un cuarto;
mas si es de limpieza, harto
tiempo ha que la tengo hecha.
Yo sé que soy caballero,
pero estoy pobre.
Dad orden
de buscarlo.
No quiero orden
donde se entra con dinero.
Ninguna cosa se alcanza
sin dinero.
Yo los libro,
si así es.
¿ Dónde ?
En el libro
del Rey.
¡ Buena es la libranza !
¿ Pues qué queréis ? Yo no tengo,
después de Dios, más hacienda,
juro, icnta ni encomienda
que mis pagas.
Yo no vengo
a hacer cuentas con el Rey,
sino hacer por comisión
del Rey mismo información,
conforme es costumbre y ley.
¿ Y quién sois ?
Yo os lo diré :
que fui clerizón primero
de una igilesia.
Ya lo sé.
Luego fui vuestro soldado,
cabo de escuadra, y allí
pasé a ser sargento, y fui
subiendo de grado en grado,
por mis servicios, a ser
alférez y capitán ;
cosas son éstas que están
probadas ya sin hacer
información.
Nadie ignora
vuestra nobleza, hecha está;
¿pero cómo se hará
la de vuestro padre agora ?
El arcabuz es mi padre,
y ésta mi madre; mirad
si tengo harta antigüedad
por la parte de mi madre.
Hijo SO}»- de quien ha hecho
los linajes de la tierra.
Julián.
D. Fer.
Julián
D. Fer.
Julián
y el tronco del mío se encierra
en este brazo derecho.
D. Fer. Muy bien muestra su hidalguía,
su valor, y en conclusión,
voy a hacer la información,
aunque sea a costa mía.
De secreto a hacerla voy,
y no quiero ser testigo
de su información que hago,
sino al mismo Santiago
que ha andado siempre conmigo.
[Julián.] Pues por testigo os doy
a vuestro mismo Patrón :
no hagáis más información,
que él os dirá quién yo soy.
{Vase.)
(Sale el Rey y el Duque.)
Duque. Su Majestad se resuelva
en lo de la espía.
Rey. Vuelva
a San Quintín, que allá estoy
resuelto en llevar al fin
la guerra de Picardía :
reconozca bien la espía
las fuerzas de San Quintín.
La gente que dentro tiene
el Condestable, y si piensa
aguardarme en su defensa;
o si el Almirante viene
de la costa de Duay
y piensa meter su campo
dentro, o me espera en el campo
como él dice.
Duque. Indicios hay.
Pienso que está el Almirante
de vuelta y en Picardía, (i)
dejando gente bastante
de socorro al Condestable,
a Duay se ha de volver,
y aquí se le puede hacer
luego otra burla admirable.
Rey. ¿Cómo?
Duque. Vayase acercando
Vuestra Majestad allá,
que yo me iré por acá
a la ligera arrimando
con diez mil hombres al paso,
y emboscado me pondré
donde si él pasa le haré
se vuelva más que de paso.
(i) Falta un verso antes o después de éste.
ACTO TERCERO
65
{Sale el Secretario.)
Secretar.
Ya la información se hizo,
y ha sido muy suficiente:
tan noble es como es valiente,
la nobleza satisfizo.
i Huélgome, por vida mía !
Secretar. Desde hoy su ventura empieza, (i)
Rey. No pudo faltar nobleza
en tan sfrande valentía.
Rey.
{Salen dos Caballeros, y dox Juan.)
Cab. I.°
D. Juan.
Cab. 2°
D. Juan.
Julián
j '. JUAX,
Cab. 2°
D. Juan.
Julián.
D. Juan.
Cab. 2."
Julián.
Cae. 2."
Maese de Campo le han hecho
de tres tercios.
Yo le vi
a tercios roto y deshecho.
También le veréis aquí
con un hábito en el pecho.
¿Hábito Julián Romero?
Estos aquí me han nombrado.
¡ Pesia tal con el grosero !
Si a él hábito le han dado,
¿qué darán a un caballero?
Yo le vi en Gante después
que de Ingalaterra vino
pobre capitán.
¿ No es
éste el milagro ?
Imagino
que he de matar estos tres.
Vos vístesle capitán,
pero yo sé quien le vio
menos que soldado : yo (2)
en Cuenca le conocí
hecho un pobre sacristán.
Nunca más honrado estuvo ;
si no dígalo Gabriel,
con quien él a sueldo anduvo,
sirviéndole de furriel.
(3). Con vos un encuentro tuvo:
el de África ; yo me hallé
también aquel día allí.
Aquí está don Juan. (Aparte.)
¿ Por qué
(i) En el original: "comienza", que no rima con
"nobleza".
(2) En el original : ''Don Juan", que sin necesidad
alarga el verso, puesto que es el mismo dox Juax quien
habla.
(3) En el texto se supone que sigue hablando dox
Juax, cosa impropia, pues el choque había sido con
él mismo.
fué la pesadumbre así ?
D. Juan. Sobre la bandera fué.
Cab. 2." Pienso que os desafió;
¿salisteis?
D Juan. ¿Eso decís?
¿Campo había de hacer yo
con un atambor ?
Julián. ¡ Mentís
vos, y vos, y quien creyó
que yo fui tamborinero !
Mozo de atambor sí fui,
y soy también caballero,
y agora verás aquí
quién es Julián Romero.
Meted mano todos tres,
que quiero mostrar que soy
mejor que vosotros, si es
honra en mí dárosla hoy
para mataros después
a cuchilladas.
Señor,
¿quién a.1 respeto que os debe
se atreverá sin temor
del mismo Rey?
Quien se atreve
a murmurar mi valor, (i)
Señor, señor !
Sólo importa
sacar la espada.
La mía
en daño vuestro no corta;
suplico a vueseñoría. ..
Mi cólera se reporta
a sustentar lo que digo;
pero soy hombre de bien ;
tenéis del Rey el castigo,
sois ^Maestre de Campo; ¿quién
se ha de atrever? Yo no quiero
reñir con vos.
Julián. Yo no soy
sino Julián Romero
cuando con la espada estoy;
por eso arrojé primero
el bastón en tierra.
Cab. i.°
Ji/'lián.
[Cab. 2.°]
JuLi. (2)
Cab. 2°
D. Juan.
(i) En el texto se intercala aquí el verso: "Yo me
atreviera también", que supone sigue diciendo Julián
Romero ; pero que ni rima ni forma sentido.
(2) Supone el texto que dice don Juax estas pala-
bras, pero es errata
VII
66
JULIÁN ROMERO
Cae. i." Ahora que sé (i)
que sois como [yo] un soldado,
si pudiere os mataré.
Julián. Todos me habéis agraviado.
¡ Guardaos todos !
Cae. i.° Yo haré
lo que pudiere por mí.
D. Juan. Yo me rindo, herido estoy.
Cae. 3.° Yo también me rindo.
Cae. i.° ¿Aquí
qué puedo hacer? Nada; [soy]
hombre (2) muerto
Julián. Así a ti. (3)
Ya habéis echado de ver
con el valor que peleo,
y que merezco tener
el hábito que poseo.
Las vidas os quiero hacer
de merced. Dejadme ahí
las armas ; id en buen hora.
¿Dónde habernos de ir asi?
La muerte nos das agora.
¿ Qué dirá el mundo de mí ?
Lo que dijere de todos.
¿Dónde iremos desarmados
tres hombres como nosotros?
Donde seáis murmurados
como yo fui de vosotros.
Eso por castigo os doy
de vuestra gran desvergüenza.
Lo mismo es que mandar hoy
sacarnos a la vergüenza.
¡Casi avergonzado estoy!
Lástima que han hecho ya
de verles ir sin espadas
cuando el Rey en arma está
y sus escuadras armadas. —
Soldados, volved acá.
¿Qué dijistes vos aquí
de mí agora?
Cab. i." La pobreza
con que en Gante os conocí.
Julián. Esa es la mayor nobleza
que podéis contar de mí. —
Y vos, ¿de mí qué dijisteis?
Cae. i.°
Cab. 2."
D. Juan.
Julián.
Cae. i.°
Julián.
Cae. 2.°
D. Juan.
Jltlián.
(i) Verso largo. Se habrá escrito así:
el bastón.
Cab- i.° Ahora que sé.
(2) En el texto: "Por hombre", que alarga el ver-
so y trunca el sentido.
(3) Quizá deba leerse: "¡Pesia a ti!"
D. Juan. ¡ No me acuerdo, vive Dios !
Cae. 2.° Así, yo dije que ftiisteis
menos que [atambor.]
Julián. Los dos
pienso que no me ofendisteis.
Menos que atambor ha sido
quien a un atambor sirvió ;
mas no por haber servido
a otro hombre menospreció,
menos honra ha merecido (l).
La virtud propia no está
sujeta al valor ajeno
ni. la honra a quien la da:
no puede hacerme el Rey bueno
si yo no lo fuera ya.
Ni es buena razón de honor
al criado atribuir
la indignidad del señor;
que no es deshonra servir
aunque sea a un atambor.
Muchos monarcas ha habido
que han sido siervos de quien
menos que pastor ha sido,
y muchos reyes también
que de siervos han venido.
Tan mal me tratáis, (2)
vos que atambor me llamáis,
cuando me hacéis este ultraje,
porque no consideráis
que hoy empiezo mi linaje
y vos el vuestro acabáis.
Y si blasones no muestro
que mi padre me dejó,
aunque fué de obras maestro,
más tengo ganados yo
que as pudo dejar el vuestro.
Y creo de su valor
y deíl que de mí colijo,
que se preciara mejor
de tenerme por su hijo
que a vos por su sucesor.
Esto basta; andad con Dios
y tenedme cortesía,
que os castigaré a los dos
si me enojáis otro día.
(i) Pasaje alterado. Quizás se enmendaría algo
diciendo :
mas no por haber servido
menos honra ha merecido,
ni a hombre se menospreció.
(2) Verso corto, que pudiera completarse diciendo :
"Y no tan mal tratáis."
ACTO TERCERO
67
Y mirad que os mando a vos
que del ejército os vais
hoy por todo el día: volveos
a Cuenca, porque digáis
en qué justas y torneos
ocupado me dejáis.
Decid que un sol/dado fuisteis
tan noble, que no tenéis
memoria de lo que hicisteis,
y que por eso os volvéis (i)
tan don Juan como venisteis.
Mirad que os haré matar
si no os vais luego del campo.
(Vasa.)
D. Juan. ¡ Oh, villano !
Cab. i.° ¡Porfiar!...
Mirad que es Maese de Campo
y nos mandará ahorcar !
Cab. 3.° ¡ Callad, pesia tal 1
D. Juan. ¡ No puedo !
¿ Por él me había yo de ir
del campo?
Cab. 2.° Allí viene, quedo.
D. JuAX. Luego me pienso partir.
¡Gran personaje es el miedo!
{Vanse.}
{Sale el Rey, y acompañamiento de capitanes, y dice
el Rey.;
Rey,
Príncipe.
Conde.
Rey.
Feria.
Rey.
Yo os he llamado a consejo,
capitanes, dende ayer,
porque no pretendo hacer
nada sin vuestro consejo.
Ayer estaba resuelto
de empezar la batería
por esta parte, y la espía
que de San Quintín ha vuelto
dice que arrimado está
a la espalda deste lienzo
un templo de San Lorenzo ;
y si el asalto se da,
como quedamos ayer
de acuerdo, por esta parte,
por ser este baluarte
el más flaco de romper,
se ha de echar el templo en tierra
de nuestro español bendito,
cosa que yo no permito
atmque se deje la guerra.
(i) En el texto: "volvistes", por errata.
Mirad, cómo esto se evite,
por dó se pueda batir,
que yo no he de consentir
que una piedra se le quite.
Duque. Ninguno hay aquí presente
que lo tenga por mirar,
si en San Quintín se ha de entrar
por esta parte se intente,
y si no el cerco levante
Su Majestad sin batilla,
que es fortísima la villa
y está dentro el Almirante.
Príncipe de Orange, ¿a vos
qué os parece?
Aunque rompéis
el templo, señor, no hacéis
ofensa al Santo ni a Dios,
no es aquesa mi intención.
Lo que dice ol Duque digo.
¿Oué dice Feria?
La ley que sigo,
yo digo son de opinión, (i)
Si el Duque de Fransuy,
que los demás que han votado
la empresa han dificultado,
si no se hace por allí,
como si importase más
San Quintín, echando un templo
en tierra, que el mal ejemplo
que damos a los demás.
¿Qué dirán los luteranos
cuando nos vean pasar
por un templo a saquear
una villa de cristianos?
Y quizá van con nosotros
algunos, más por robar
las iglesias y el lugar
que las casas de los otros.
Bien se echó en Roma de ver
cuando Borbón la asaltó;
y aun él con su muerte dio
bien que notar y temer.
Escarmiente en este ejemplo
Su Majestad.
Rey. ¿Ya el que doy
(i) Este y el anterior son versos largos y sin
sentido. Pudierají arreglarse diciendo :
Rey. ¿Qué dice Feria?
Feria. Que sigo
una contraria opinión.
Pero vienen luego dos redondillas llenas de dispara-
tes que no nos atrevemos a enmendar.
68
JULIÁN ROMERO
no es bueno? De opinión soy
que no se derribe el templo.
Si por un sepulcro vil
no consintió saquear
César Augusto un lugar,
siendo emperador gentil,
yo quiero hacer otro tanto,
que soy católico yo:
si él a un filósofo honró,
yo respondo (i) a un mártir santo.
Julián, ¿no tengo razón?
Julián. Si esto se hubiera de hacer
con mi voto y parecer,
y fuera el de Salomón
en grandeza y majestad,
ya él estuviera más llano
que la palma de la mano ;
esto es a decir verdad.
Esto es guerra, y llanamente
aquí hay fuerza, y sin pecar
puede robarse un altar
con necesidad urgente.
-Si esto es así y sabe el santo
que son santos sus intentos,
¿qué hay que andar en cumplimientos
con im santo que lo es tanto ?
Y siendo español Lorenzo
yo sé que no se pondrá
con lots que somos de allá
en cuatro palmos de lienzo,
y en ocasiones forzosas,
¿ cuándo en la Iglesia de Cristo
santo ninguno se ha visto
que repare en pocas cosas?
Y si es por el mal ejemplo,
¿por qué el santo ha de querer
que dejes tú dte vencer
porque no se rompa un templo?
Y cuando ése le deshagas,
puedes hacelle, señor,
en España otro mejor
con que al santo satisfagas.
Eso me parece a mi
que es lo que importa, y me aparto
con tu licencia a mi cuarto,
pues no hay más que hacer aquí.
(Vanse todos, y quedase el Rky solo.)
Rev. Cada uno se va al suyo
mientras vo me determino :
en no hallando otro camino
yo fácilmente concluyo.
Hoy es menester, mártir glorioso;
ayudadme a vencer, fuerte Lorenzo,
seréis escudo del arnés que trenzo
y el premio de mis armas, (i)
Siendo por vuestra causa vitorioso,
hoy que a reinar y a pelear comienzo,
si aquí os derribo para entrar un lienzo,
en España os haré un templo famoso.
Haré que en un milagro el mundo vea
las siete que celebra en su memoria;
verá (2) un templo y mausoleo en Castilla,
como en efecto en Caria y [en] Judea,
rendir a un templo la honra y la vitoria
y el mundo en el la otava maravilla.
S. LoREN. Invencible rey Felipo,
entra en San Quintín, que el cielo
oyó tu humilde plegaria
y yo tu demanda aceto.
Entrarás en San Quintín
hoy por mi causa, y el premio
de la vitoria será,
como prometes, eíl templo
de San Lorenzo d Real,
que en El Escuríal espero,
y hoy en recompensa dello
dos Vitorias te prometo.
Rey. Por aquí suena ima caja
que toca alarma. ¿Qué es esto?
¿En todo un campo se oye
no más de ima caja? ¿Sueño?
Una trompeta me llama;
¿qué impulso es éste del cielo?
¡Cierra, España; arriba, arriba!
Lorenzo, a vos me encomiendo.
i San Lorenzo, Santiago !
¡ Santiago, San Lorenzo !
Ya se da la batería,
desde aquí el asalto veo. —
¡ Ea, Conde de Agamón,
Príncipe de Orange, a ellos!
i Ba, Caceras famoso,
vailiente Julián Romero,
famoso Duque de Feria,
gana de tal feria el premio !
¡ Ea, fuerte Navarrete,
(i) Será "respeto" y no "respondo".
(i) Verso incompleto, que pudiera llenarse con las
palabras "más famoso".
(2) En el original: "aura" (habrá), que daña el sen-
tido.
ACTO TERCERO
69
maese de Campo del tercio
mejor que salió de España;
ea, españoles, que hoy tengo
a un español por patrón !
¡ Vitoria, en su nombre venzo !
(Dicen dentro.)
Dentro. ¡ Vitoria, vitoria !
Rev. a vos, Lorenzo, os la debo:
vos la alcanzasteis de quien
la da cuando quiere luego.
(Sale el Duque.)
Duque. Entre Vuestra Majestad
en San Quintín.
Rey i Gloria al cielo !
¡Capitanes, Duques, Condes,
levantaos todos, que quiero
recebiros en mis brazos,
pues hoy me han dado los vuestros...
Julián. Aquí estoy yo, señor.
Rey. Julián, (i)
en mis brazos os espero.
¡ Levantaos, valor del mundo !
Julián. Señor, aquí os traigo preso
a un par de Francia y del mundo,
(i) Verso largo : sobra el "yo" de la linea anterior.
quien no lo tiene.
Rey. Yo os creo
si es el Almirante.
Almirant. Soy,
señor, vuestro prisionero,
que basta. Dadme los pies,
pues estoy rendido y preso.
Rey. Levantaos, francés gallardo,
dadme los brazos, que hoy tengo
en más por vos la vitoria
y no os tengo a vos en menos
siendo par, pues os venció
quien es sin par en el suelo. —
¡Oh, Lorenzo, hijo y patrón
de nuestra España, ya tengo
más ocasión de cumplir
el voto que tengo hecho !
Entremos en la ciudad,
donde se dé fin al premio
de las armas de Felipo
y el principio al Monesterio
de San Lorenzo el Real.
Almirant. ¡ De tal Rey digno trofeo !
Rey y aquí acaba, senado,
la historia, y no los hechos,
del gallardo capitán
de Cuenca, Julián Romero.
LA FAMOSA COMEDIA
DE
EXj XjJ^GJ^"2"0 :FIIíT(3-IDO
DE
LOPE DE VEGA CARPIÓ
LOS QUE HABLAN EN ELLA SON
El Rey de Francia.
La Reina, su mujer.
Leonardo, galán.
El Marqués Arnesto.
Rosarda, dama.
El Duque Rosimundo.
Leonora, dama, que eí Sancho,
Eleandro, su criado.
Un hijo de Eleandro.
Un Mayordomo.
Un Alcaide.
Un Conde.
Un Seneral.
Un Paje.
Un Villano.
Una Villana.
Dos Guardas.
JORNADA PRIMERA
{Dicen desde dentro dos Guardas.)
GuARD. i.° ¡ Fuego, fuego !
GuARD. I." ¿Dónde, dónde?
GuARD. i.° ¡ Fuego en casa del Marqués !
GuARD. 2.° ¿Y hacia qué parte es?
GuARD. i.° En lo que al muro responde.
{Sale iiH Mayordomo medio desnudo.)
Mayord. Id, haced que toque a fuego
luego a la Iglesia mayor,
porque anda el fuego mayor,
i Id corriendo, luego, luego !
{Dentro.)
GuARD. i.° i Fuego, fuego!
GuARD. 2.° En la cocina
es donde se emprendió más.
{Sale el Bobo cargado de asadores, gatos y perros.)
Bobo. ¡ Válate San Nicolás !
Camina, hijo, camina.
{Dentro.)
GuARD. i.° ¡ Vinagre, vinagre, hola,
que esto es lo que más importa !
GuARD. 2.° i Corta aquesta viga, corta,
que el toque está en ella sola.
Mayord. Vaya todo este arco al suelo.
y no irá el fuego adelante.
{Vase.)
{Sale Leonardo con Rosarda en brazos.)
Leonardo. Hecho voy segundo Atlante,
pues llevo sobre mí el cielo.
{Vase. Dentro.)
GuARD. i.° ¡ Socorro presto !
Guard. 2.° ¿ Qué quieres ?
GuARD. i.° ¡ Todo lo alto es una fragua !
Guard. 2." ¡ Agua, agua !
GuARD. I." ¡Agua, agual
Guard. 2 ° ¡Al cuarto de las mujeres!
{Salen con dos cántaros, cada uno por su parte, róm-
pcnsc, y quiébranlos.)
GuARD. i.° ¡ Agua, agua, válate Dios !
GuARD. 2.° i Mas que te Valga a ti el diablo !
GuARD. i.° i Hame muerto, por San Pablo !
GuARD. 2.° ¡ Derrengóme, vive Dios !
{J^ansc, y sale el Marqués y el Mayordomo.)
Marqués. ¿ En qué estado queda el fuego ?
Mayord. Sólo el desta sala queda. "
Marqués. Remédiese como pueda,
con algo más de sosiego.
Y haced que se recorra
ese homenaje de casa.
Mayord. ¡ Notable desorden pasa !
Marqués. No os dé congoja aunque corra;
cójase así buenamente
eso que hubiera quedado;
JORNADA PRIilERA
71
lo demás no os dé cuidado.
}klAYORD. ¡ Hola !, echad fuera esa gente .
{Entratise, y toma a salir Leonardo con Rosarda.)
RosARDA. ¿ Qué fuego es éste, Leonardo ?
¿Qué mal? ¿Qué desasosiego?
Leonardo. Xo hay, Rosarda, aquí otro fuego
que el fuego en que yo me ardo.
Este es en mí natural,
que esotro ha sido echadizo.
Rosarda. ¿ Luego fué ruido hechizo ?
Leonardo. Y hecho, aunque por mi mal.
El desposarte mañana
con el duque Rosimundo,
a pesar suyo y del mundo
me ha hecho tu casa llana.
Porque no le des los brazos
mañana, fui a echar el fuego,
y echado me arrojé luego
por él, y te saqué luego en brazos.
Y si de industria se usó
y no se usó de la fuerza,
no importa, porque por fuerza,
a importar, la usara yo.
Quiérote tanto, Leonardo,
y que me quieras estimo,
que en mi deshonra me animo
y en tus furores te aguardo.
¿ Cómo ? ¿ Furor y deshonra ?
¿ Pues qué deshonra mayor
que la mía, y qué furor
que el tuyo, si sabes de honra ?
¿ No es deshonra que el Marqués,
siendo quien es en el mundo,
falte al duque Rosimundo
la palabra dada?
Leonardo. Es.
Rosarda. Pues mira cuánto deseo
tu gusto, que te perdono,
y estos dos yerros abono
porque en los tuyos (i) me veo.
Leonardo. Confieso que mi osadía
ofensa fué del Marqués;
mas, i ay de mí, que no es
tanto suya como mía !
Rosarda. ; Cómo tuya ?
Leonardo. Porque el Rey,
que en tus amores prosigue
y sin ley su gusto sigue,
porque un rey puede sin ley,
viendo que te desposabas
con Rosimundo mañana
y que su esperanza vana
desposándote dejabas,
me mandó que echase el fuego,
y a río vuelto me arrojase
y en su poder te entregase,
y hube de obedecer luego.
Ros.^rda. ¿ Y piensas a él entregarme ?
Leo:íardo. ¿ Pues qué tengo de hacer ?
Rosarda. ¿ Pues tiénesme en tu poder,
y al suyo quieres llevarme?
¿Qué es lo que aguardas, cruel?
Pero no cruel, cobarde;
no aguardes a que sea tarde,
hin'amos del Duque y del.
Como ose yo ir contigo
y a llevarme no te atrevas...
Leonardo. ¿Cómo, si antes que el pie muevas
ha de estar el Rey conmigo ?
¿ No ves que a la mira ha estado,
y tan cerca que ya llega?
Rosarda.
Leonardo
Rosarda.
{Entra el Rey embozado, con gente.)
Rey.
(i) Así en el original; pero quizá deba leerse;
tus brazos".
Esta dama se os entrega;
llevalda donde he mandado.
Rosarda. ¿Qué haces, señor? Aguarda,
no emprendas tan grande culpa.
Rey. Bien tengo que dar disculpa,
pero no es tiempo, Rosarda.
Rosarda. No es hombre el Marqués, mi tío,
con quien se pueda esto hacer.
Rey. Ningún respeto ha de haber
donde hubiere gusto mío. —
Tirad con ella de ahí
y donde mandé aguardad.
(Lléz'anla.)
Leonardo. ¿ Qué manda tu Majestad
que haga?
Rey. Vente tras mí,
Leonardo, y este servicio
pagaré como verás.
(Vasü el Rey.)
Leonardo. ¡ No me faltaba ya más
que servirte en este oficio !
Ahora bien; esto está hecho,
y es justo considerar
que aquí la fuerza ha lugar
■ y no lo tiene el derecho.
72
EL LACAYO FINGIDO
Y de dos inconvenientes :
o casarme con Rosarda
o tenella el Rey en guarda,
a pesar de sus parientes,
claro es, si en el mundo hay ley,
que el menor es el presente,
porque si ella no consiente
no le ha de hacer fuerza el Rey.
Pues della seguro tengo
,que me adora, y es quien es...
¡Pero si éste es el Marqués...!
¡ En mil dudas voy y vengo !
{Enira el Marqués y su gente.)
Marqués.
¿Cómo? ¿Que no parece.? ¡Vive el cielo
que ha de sacarse la verdad en limpio !
¿Habéis buscado bien la casa toda?
Mayordomo.
En su espacioso sitio no ha quedado
sala, cámara, cuadra y su retrete
que no se visitó.
Leonardo.
Marqués famoso,
¿tanta aceleración? ¿Pues qué hay dd fuego?
Marqués.
Valeroso Leonardo, en que ha resuelto
en pavesas y humo mi hacienda;
quemó joyas y casa y murió luego.
Pero el que ahora abrasa mis entrañas,
consúmeme el honor.
Leonardo.
¡Cómo! ¿Qué ha sido?
Marqués.
Perdí entre los despojos abrasados
la mejor prenda de mi casa antigua.
Hanme robado, amigo, de su cuarto,
en medio del incendio, a mi Rosarda,
y padezco el agravio, y no sé cómo,
que el robador lo ha hecho ocultamente.
Leonardo.
Guardándome el secreto de mi aviso,
por lo que suceder, señor, podría
si sabe ser yo quien te lo ha dado,
te diré lo que vide yo no ha mucho
ni muchos pasos de este que ahora pisas.
Marqués.
Prometo lo que pides.
Leonardo.
Pues al tiempo
que el incendio salió en su mayor fuga,
pasó de gente junto a mí una tropa,
y en medio una mujer que daba voces,
pero rompidas, jwrque la tapaba
con un lienzo la boca el uno dellos,
que fué de mí en la voz bien conocido.
Le oí decir : "Llevarla donde haga
lo que no quiso hacer sin casamiento
ahora, a su pesar, sólo por fuerza."
Marqués.
¿Y éste quién era?
Leonardo.
El duque Rosimundo,
que de dalle la mano arrepentido,
ha querido, robándola, gozarla.
Marqués.
Es el Duque un traidor, y eres mi amigo.
El aviso, Leonardo, te agradezco.
Y adiós, que ya me llama la venganza.
(Vase el Marqués.)
Leonardo.
No le he dado a mi empresa mal principio.
Ahora importa verme con el Duque.
Tropel de gente siento, aquí me aparto.
(Entra el Duque Rosimundo con Criados.)
Duque.
Rosarda no se halla, pues no dicen
dónde se pudo ir o quién la esconda.
¿Tiene seno la tierra en que la oculta
el robador indigno de mi honra?
Criado.
Dicen que entre la bulla del incendio,
o ella emprendió la fuga o la robaron.
Duque.
¡ Leonardo amigo !
Leonardo.
Pues, señor, ¿ qué es esto ?
Duque.
Falta, amigo, Rosarda de su casa,
y tiéneme el dolor tan impaciente
como dudoso el caso peregrino.
Leonardo.
Con el secreto que requiere el caso,
JORNADA PRIMERA
73
porque de no tenerle se podría
entre mí y el Marqués seguirse enojo,
te diré lo que sé de este suceso.
Duque.
El secreto prometo.
Leonardo.
Pues ahora,
al tiempo que la llama codiciosa
mostraba mayor ímpetu, pasaron
por este puesto en un tropel confuso
algunos rebozados, que llevaban
una mujer en medio que lloraba.
Les dijo: "Robadores de mi honra,
¿adonde me lleváis, a pesar mío?
¡ A Rosimundo quiero, a Rosimundo,
aunque el traidor Marqués mande otra cosa,
de la dada palabra arrepentido!"
Tapándole la boca dijo uno:
"El ^Marqués mi señor nos manda esto,
y se ha de hacer lo que el Marqués nos man<lq,"
Y volviendo esa esquina se escondieron.
Duque.
¿Luego el ruido y el fuego...?
Leonardo.
Fué de industria,
según parece por lo que he contado.
Duque.
¡ Oh, aleve ! ¡ Que esto pase ! — Mi Leonardo,
el hacerme amistad no es cosa nueva,
ésta al número añado de las hechas.
Adiós, que voy a hacer lo que oirás presto.
Leonardo.
¡ Y yo con mi propósito bien puesto f
(Vasc, y sale el Marqués con sus Criados.)
Marqués.
Mayord.
Marqués.
Mayord.
¿Por dónde dijeron que iba?
Según allí nos dijeron,
en este punto le vieron
ir por esta calle arriba.
¿ Quién dicen que va con él ?
Dicen que va con su gente.
(Entra el Duque Rosimundo con Criados.)
Duque. Paréceme que se siente
hacia aqui grande tropel.
Marqués. ¿Es el Duque?
Duque. ¿ Es el Marqués ?
Marqués. ¿Quién es el que lo pregunta?
DuguE. ¿Quién pudo hacer la pregunta?
Marqués. ¿Es el Marqués.
Duque. El Duque es.
Marqués. Pues, Duque, ¿a qué das la vucl-
Vuélveme a Rosarda a casa. [ta?
Duque. Para pasar lo que pasa.
Marqués, no la traes mal vuelta.
¿Vienes quizá arrepentido
de echar echadizo el fuego
y quiéresme hacer entriego
della. habiéndola escondido ?
Marqués. ¡ Bueno vienes !
^ Duque. ¡ Bueno estás !
¿ Qué es de Rosarda, Marqués ?
Marqués. ¡ Tú sabrás mejor lo que es
della, pues robado la has !
Duque. Pues, traidor, ¿ finges el fuego,
y usando de la ocasión
escóndesmela a traición
}■ hácesla robada luego ?
¿Y pídesmela? ¿Pensaste
que ignoraba lo que pasa?
Marqués. Traidor, ¿quémasme la casa
con el fuego que tú echaste,
y por achaque has tomado
el fuego, para echar fama
que te he escondido tu dama,
habiéndola tú robado?
DuQ*uE. Dame. Marqués, mi mujer.
Marqués. Dame, Duque, mi sobrina.
May'ord. Señor, mal se determina
esto aquí, a mi parecer.
Vuestra señoría se vuelva
y Rosimundo también,
y pues no puede por bien,
por pleito el caso se absuelva.
¿De qué ha de servir que os note
la corte de descompuestos?
Apartad y dejad éstos
y ninguno se alborote.
Si no dése al Rey noticia
y componga el caso el Rey.
Marqués. ¡ Aun bien, que hay justicia y ley !
Duque. ¡ Aun bien, que hay ley y justicia !
(Vanse, y sale una Villana, y Leonora, princesa, qnc
se llama Sancho, en hábito de lacayo, con un ca-
potillo de muchas cintas.)
Villana. Dad de comer al sardesco
porque se vuelva, que es tarde. —
Gentilhombre, Dios le guarde;
esta posada le ofrezco.
74
EL LACAYO FINGIDO
Que ésta es la quinta que he dicho,
cuyo alcaide es mi marido,
si hubiere en qué sea servido.
Adiós, y lo dicho, dicho.
(Vase.)
Sanxho. Un pie le beso, mi reina,
por la merced ofrecida. —
i Que no tema aquesta vida !
¡ Poco temor en mi reina !
¡ Que pudiese tu memoria
sola, ¡ oh duque Rosimundo !,
obligarme así a ver mundo
y que lo tenga por gloria !
¡Que siendo de España hija,
por ti a Francia haya venido,
y por hallarte haya sido
mi jornada tan prolija !
¡ Que siendo dama gentil
me haya hecho un vil lacayo,
con más cintas en el sayo
. que ponen a un tamboril,
y que juzgue esta hazaña
con que mi afrenta eternizo
por la mayor que hombre hizo
después que España es España,
y me pague todo esto
con dejarme por Rosarda!
(Entra el Alcaide.')
Alcaide. Ponle al sardesco la albarda
y vuélvelo al pueblo presto.
Sancho. Este es el viejo, sin duda,
que a cargo esta quinta tiene.' —
Si quien lo haga no viene,
yo lo haré, si hay en qué acuda.
Alcaide. No hay en qué acuda, señor.
¡ Hánselo visto y qué agudo !
¿De dónde adonde?
Sancho. Ahora acudo
a ser vuestro servidor.
Alcaide. No quiero servirme del,
señor mozo de agujetas.
Sancho. Señor guía de trompetas,
menos yo servirle a él.
Alcaide. Mancebo, dejemos cuentos:
¿ buscáis algo ?
Sancho. Aún por ahí sí :
¿tenéis aposento aquí?
Alcaide. Aposento y aposentos.
Sancho. ¿Luego del Rey sois criado?
Alcaide. Para lo que le cumpliere.
Sancho.
Alcaide.
Sancho.
Alcaide.
Sancho.
Alcaide.
Sancho.
Alcaide.
Sancho.
Alcaide.
Sancho.
Alcaide.
Sancho.
Alcaide.
Sancho.
Diga presto lo que quiere. [do?
¿Y está aquí el Rey, hombre honra-
Ha de estar antes de un hora.
¡ Oh, cuánto deso me huelgo !
¿Para eso dejáis sin huelgo
la persona?
Calle ahora.
¿ Qué es lo que queréis al Rey ?
Querría darle un aviso,
y breve, que si hoy no aviso
haré en ello contra ley.
¡ Válame Dios!, ¿qué será
caso de tanta importancia?
Podría de toda Francia
ser remedio.
Sí será.
Conoció la antigüedad,
según diferentes eras,
monstruos de muchas maneras
y de extraña novedad :
medio hombres, medio caballos,
medio toros, medio hombres,
que hasta sus propios nombres
puedo, si quiero, nombrallos.
Nació en Creta el Minotauro,
en la era del rey Minos ;
Hércules en sus caminos
encontró a Neso el Centauro.
Jusias, hombre y mujer,
vivió al mundo hermafrodita,
sin otra copia infinita,
que en Plinio se puede ver,
que afirma haber visto Roma
•en los ya pasados siglos
mil portentos, mil vestiglos
de que el mundo agüeros toma.
Llovió sangre, llovió trigo;
también de un hombre y mujer
se vio una muía nacer,
caso que horror trae consigo.
Y aun diz que otra parió un puer-
sí, y aun no menor que vos. [co,
¿Tan grande? ¡Creólo, por Dios!
Pues si a estos tiempos me acerco...
Dejemos viejas memorias
y nuevas, don Pepitín,
y sepamos a qué fin
revuelve tantas historias.
Los Reyes en cuya edad
estos portentos se vieron,
sábese que padecieron
sedj hambre y necesidad.
JORXADA ,PRIMERA
/O
Alcaide.
San'ciio.
XCHO.
Alcaide.
Y por esto yo al Rey vengo
a dalle con tiempo aviso
de que el Rey de reyes quiso,
en tiempo suyo.
¡ Oh, qué luengo !
Pero antes que esto se entienda,
sólo esto entre los dos :
¿muy bien conociste vos
al Alcaide desta hacienda?
¡ Demasiado lo conozco !
Id conmigo.
Con vos voy.
; Xo vino su muj er hoy,
en traje villano y tosco,
de un pueblo que está aquí junto,
adonde se fué a holgar?
Y vino de ese lugar.
Pues voy al punto.
Id al punto.
Sabed, pues, que la comadre
del lugar es madre mía,
y }'o vine esotro día
de España a ver a mi madre.
Y estando contento y harto
regalado de mi madre...
¿ La comadre ?
La comadre.
Llegó esta mujer de parto.
¿Quién? ¿La del alcaide?
Sí.
¿Mi mujer? ¡ Válame Dios !
¿ Pues de qué os alteráis vos,
que no hay de qué hasta aquí?
¿ Esta moza no ha podido
empreñar? (i)
No es ése el daño; (2)
que ha más de treinta y im año
que no engendra su marido.
Como esas faltas me dijo
allí del a mí mi madre,
que es un diablo la comadre...
¡ Pareceráse a su hijo !—
¿ Faltas'?
Las que no se han visto.
¿Que era viejo?
Peor, otra.
Alcaide.
Sancho.
Alcaide.
Sancho.
Alcaide.
Sancho.
Alcaide.
Sancho.
Alcaide.
Sancho.
Alcaide.
Sancho.
Alcaide.
Sancho.
Alcaide.
Sancho.
Alcaide.
Sancho.
Alcaide.
Sancho.
Alcaide.
'empreñarse", que alarga el SANCHO.
(i) En el original
verso'.
(2) Después de este verso siguen estas palabras :
"Sancho. ¿Pues qué?", que no son necesarias para
el sentido y alargan mucho el verso siguiente.
; Qué ?
No sé: allá de una potra...
¡ Eso no, por Jesucristo !
Id adelante, mancebo.
Pues lo que queda es el diablo.
¡ Presto, pues, hablad !
Y'a hablo.
Veréis el caso más nuevo,
el de mayor pasatiempo
y el de mayor compasión,
en parte.
¿ En resolución... ?
No era el preñado de tiempo,
mas traía cuando entró
dolores que a mover vino,
llovió...
(Como que habla entre dientes-)
¿Un qué?
Un pollino.
¡ \'erbum caro ! ¿ Un qué, movió ?
Movió un pollino, ¿estáis sordo?
Torno a decir que un pollino,
y aunque movido vino,
salió tan grande y tan gordo.
; Un pollino ? ¡ Oh meretriz !
¡ Oh traidora adulterina !
¿ Pues con un asno, ansarina,
planta de mala raíz?
¡ Juro a Santa Anastasia
que he de hacer una venganza !
¿ Sin duda parte os alcanza
desta injuria?
¡ Toda es mía !
¿ Sois, por ventura, el alcaide?
¡ Soy el puto del marido !
Habíaos yo conocido
como al propio moro Zaide.
¿Y con esta buena nueva
venís a buscar al Rey?
¿Pues no fuera contra ley
no decir cosa tan nueva?
¿ No es justo que aviso tenga
de un prodigio que en sus tierras
promete hambres y guerras,
porque en tiempo se prevenga.
¡ No vi hijo de comadre
jamás que supiese tanto !
Señor, nací en Viernes Santo,
y parió a las tres mi madre,
y no nace sin misterio
quien nace el día que digo.
76
EL LACAYO FINGIDO
Alcaide. ¿Vos no seréis mi testigo
si yo pido mi adulterio?
Sancho. ¿Pues por qué no Jo he de ser?
Serélo de mil amiores.
Alcaide. ¿ Que se sintió con dodores
y me engañó esta mujer?
¡Y dijo que iba .al lugar
a visitar sus parientes !
¡ Mil castigos diferentes
tengo de hacerle dar.
¿Pues yo no me soy justicia
. y tengo horca y cuchillo?
Sancho. Bien hacéis de no encubrillo,
tenga el Rey dello noticia.
Alcaide. Galán, por amor de mí,
que no os vais ; seréis testigo
en la querella.
Sancho. Id, que digo
que yo no me iré de aquí.
Sópase en Francia de vos
que sabéis tomar venganza.
Alcaide. ; Hela de hincar la lanza
hasta el cuento, vive Dios !
(Vasc el Alcaide.)
Sancho. De gusto tiene de ser
el motivo del pollino;
no he hallado mal camino
para darme a conocer.
(Entra Eleandro su criado.)
Eleandro. Señora...
Sancho. ¡ Eleandro amigo !
Eleandro. ¿Qué haces?
Sancho. Nada que importe :
como huyo de la corte,
el aldea y campo ^sigo.
De corte, amigo, ¿qué hay?
Eleandro. Tráigote unas buenas nuevas.
Sancho. ¿Nuevas, Eleandro?
Eleandro. Tan nuevas,
que 'Son las más nuevas que hay.
Sancho. ¿Casóse ya Rosimundo?
Ej^eandro. ¿ Y cómo, si es ya casado ?
Bien sabes lo que ha pasado.
¡ Húndase, señora, el mundo !
¿Acuerdaste que el cruel,
en España y en tu estado,
estando ya concertado
tu desposorio con él,
tan a pique de ser ya,
que esotro día 'se hacía,
se despareció en un día
antes de las bodas?
Sancho. Ya,
ya me acuerdo, por mi mal ;
que fué aquesa la ocasión
desita peregrinación,
que en su alcancie me trae tal.
Y debo bien acordarme,
pues dejé padre y parientes,
la patria, estado y las gentes,
por buscarle y disfrazarme.
Eleandro. Pues de la misma manera
que te sucedió con él
le ha sucedido ahora a él
en isu desposorio.
Sancho. Espera.
¿Del mismo modo ?
Eleandro. Del mismo:
desde esta noche pasada
no hallan la desposada.
Sancho. ¿Cómo?
Eleandro. Tragóla el abismo.
Pegóse fuego a la casa,
según dicen echadizo,
y entre el ruido hechizo
faltó ella, y esto pasa.
Pídesela el Duque al tío,
y el tío pídela a él,
y anda sobre esto un tropel
extraño.
Sancho. En forma me río.
Agrádame este suceso,
que, en fin, me queda esperanza.
Eleandro. ¿Y de labranza y crianza
profesas la aldea?
Sancho. Profeso.
Pero creo que no fundo
mal por ho)^ mi intención,
porque así tendré ocasión
de verme con Rosimundo.
Que el Rey acitde a esta quinta
la mayor parte del año,
y para esforzar mi engaño
hasta el sitio el cielo pinta
para qiie el Rey me conozca;
que más pintado ha de ser,
porque aquí se deja ver
entre gente zafia y tosca
mticho mejor que en palacio,
donde antes que le vean
los que hablarle desean
van las cosas muy despacio.
w
JORNADA PRIMERA
;/
Eleandro.
Sanxho.
Eleandro,
Sancho.
Eleandro.
Esto es cuanto a lo primero:
luego, cuanto a 'lo segundo,
seré aquí de Rosimundo
parcial, que es lo que yo quiero.
Porque del Rey conocido,
he de serlo de los Grandes.
Grandes son sus trazas.
Grandes,
si con las de hoy he salido.
¿Luego tienes dada alguna?
Una que presto has de ver
para darme a conocer,
que como ella ninguna.
¿ Pues con tanta brevedad
sie ofreció tan buena traza?
(Llegan el Rey, Leonardo, Alcaide y Guarda.)
Guarda. A ima parte. ¡ Plaza plaza,
que llega Su Majestad !
Rey. De guairda estará esa gente,
y vos, como as he mandado,
tened en todo cuidado
y recato conveniente.
Alcaide. Lo que tu ]\Iai estad manda
haré con puntualidad.
Leonardo. Bien sabe tu Majestad
cuan apasionado anda.
Rey. Leonardo, mucho lo estoy;
que diligencia no he hecho
de que consiga provecho,
y he hecho infinitas hoy.
Apartaos todos allá
y retirad esa gente.
Guarda. ¡ Hagan plaza brevemente !
{Apártanse, y queda el Rey y Leonardo solos.)
Leonardo, alacho en fingir bien me va. —
Señor, ¿ dónde está tu prenda ?
Rey. Encerrada en esta torre.
¿ En corte qué fama corre ?
Leonardo. Ninguna que a ti te ofenda.
Es el alboroto grande
que hay en casa del Marqués,
y el de Rosimundo es
no menor, que al fin es grande.
Y, como venía diciendo,
están los dos encontrados
y de mi industria engañados :
los revolví yo mintiendo.
• Y pídela el tío al Duque,
y el Duque pídela al tío.
Rey. i Bravo hecho !
Leonardo. Como mío.
Antes que el Marqués caduque
lo ha (de hacer caducar
el robo de la sobrina.
Rey. Esta es la hora que caminan
y me vienen a buscar.
¿ Si sospechó algo la Reina ?
Leonardo. Bien ha sabido su falta,
ningún alboroto reina.
No es cosa de pasatiempo
recelar sospecha della
tal sospecha en ningún tiempo.
Lo que importa es que se tenga
por acá mucho secreito,
no lo sepa antes que a efeto
tu pretensión, señor, venga.
Rey. La solicitud que puedo
pongo, Leonardo, en guardallo.
¿ Quién ha de osar revelallo
si está por freno mi miedo?
Bien sé, Leonardo, la gente
de quien mi secreto fío.
Leonardo. Señor, el parecer mío
te he de decir llanamente,
dando licencia primero
que hable tu Majestad.
Rey. No tienes necesidad
della ; habla, que ya espero.
Leonardo. Bien sabrás que me mandaste
quemar la casa al Marqués,
y que entre el fuego después
robase a Rosarda...
Rey. . Bíaste.
Bien sé lo que en esto hiciste
y lo que en esto te debo :
no lo repitas de nuevo;
di el fin porque lo dijiste.
Leonardo. Deberme tú es contra ley,
y yo sí debía por ti
hacer lo que hice allí,
que lo hice por mi Rey.
Y como allí debía ser
aquel que fui en aquel puesto,
debo en éste hacer esto,
o no hiciera el deber.
Tú tienes a tu Rosarda
por gusto tuyo robada,
sobre robada encerrada
en una torre con guarda.
Ella tiene calidad,
tú de rey obligación,
dos respetos que ellos son
78
EL LACAYO FINGIDO
■ grandes en tu Majestad.
Si tu amor le ha satisfecho
tanto a ella como es justo,
cuando ella acuda a tu gusto
es todo a su costa hecho.
¿ Gusta ella de su daño ?
Ella se tiene la culpa.
Si no gusta, ¿qué disculpa
te queda que no sea engaño?
Si ella por su voluntad
hiciese lo que pretendes,
sólo a sus deudos ofendes,
pero no a tu Majestad.
Que muchos reyes ha habido
que por amor han errado;
pero no porque han forzado,
mas porque los han querido.
Y entonces las mismas leyes
hacen los yerros menores
siendo yerros por amores,
aunque acontezcan por reyes.
Mas si no gusta ella dello
y tú usas de la fuerza,
entonces tú eres de fuerza
quien más pierde en emprendel-lo.
Y aunque siempre se es lo mismo
para la ignominia della^
si gusta, ofendes a ella,
y si no gusta, a ti mismo.
Porque soy parte en el caso
me he atrevido a decir esto :
perdona si en lo propuesto
de límite, señor, paso.
Que huyendo tu deshonra
me pareció que era justo
que el que ya acudió a tu gusto
acuda ahora a tu honra.
Rey. Es tuya al fin la advertencia;
yo la agradezco, Leonardo;
cree que en llamas de amor ardo,
pero no con resistencia.
Que lo que de ésta pretendo
entiendo que lo merezco,
y si el amor que la ofrezco
no admite ahora pudiendo,
aunque yo, al parecer tuyo,
como ardo en su amor arda,
no quiero de mi Rosarda
gusto siendo sin el suyo.
Que como éste falte en ella
usar de fuerza no puedo,
que yo a quien me quiere quiero,
Leonardo.
Rey.
Leonardo.
Alcaide.
Rey.
Alcaide.
Rey.
Alcaide.
no sólo quiero querella.
Que para que yo agradezca
el verme favorecido,
tengo de verme querido
sólo porque lo merezca.
Rogaréla, cansaréla,
y cuando siendo importuno
no halle remedio alguno,
dej arela y guardaréla.
Y para dorar el caso
con el mundo y con su tío,
disculpa hay en favor mío
que hará no poco al caso.
Yo sé (que se sabe todo)
que Rosarda no gustaba
de dar la mano que daba
al Duque de ningún modo;
y que amenazas del tío
le movieron mano y labios.
Y pues deshacer agravios
en mi reino oficio es mío,
diré que yo tracé el robo
por deshacer su disgusto.
Buen camino da a mi gusto.
Muy bien por aquí lo adobo.
Digo que es bravo el color
que ya le tienes pintado.
Leonardo.
Alc.mde.
Rey.
Alcaide.
Rey.
(Llégase el Alcaide.)
i Sea por siempre ensalzado
por mil siglos el Señor !
Alcaide...
Llegó la hora
de tratar de mi adulterio.
No le loáis sin misterio;
¿pues- por qué le loáis ahora?
Porque se acabó el secreto
y podremos ya hablar todos
los que somos de los godos
como del ara, en efeto.
Háblelo todo Leonardo,
y acá que nos papen duelos.
Señor Alcaide, ¿son celos?
Llegad y hablad, que aquí aguardo.
¡ Negro de bien, que ha durado
el secreto !
¿Fué prolijo?
Mucho os afligís.
¡ No aflijo,
peor que eso !
(Como entre dientes.)
; Oué ?
TORNADA PRIMERA
79
Alcaide.
Rey.
Alcaide.
Alcaide.
Me enfado
de que ante mí haya secretos.
¿ Y si son en ocasión ?
No sé, a fe: en conversación
dicen que no es de discretos.
Leonardo. Como es tan buena la tuya,
perderá Su Majestad
mucho en perdella.
En verdad,
que no es muy buena la suya.
¡ Maravilloso es el viejo ! —
Tiene el alcaide razón.
Ea, va de conversación;
de jalde vos.
Ya le dejo.
Perdone Su Majestad,
que enmendaréme otro día.
j Lindo está, por vida mía !
Conoce bien la amistad
que tu Majestad le hace.
Rey.
Leonardo.
Leonardo
{Entra un Villano con un billete.)
Villano. Señor, mi ama, que yace
en la cárcel, le envía un ruego
y que me despache luego.
Rey. ¿ A mí ruego ? ¡ Que me place !
(Abre el Rey el patcl, y lee bajo.)
Alcaide.
Leonardo.
Alcaide.
Rey.
Alcaide.
[Rey.
^Alcaide.
-eonardo
ÍAlcaide.
¿Ruego envía? ¡Vive Dios
que no le ha de aprovechar !
Alcaide, ¿qué envía a rogar?
¿Está enojada con vos?
¡ Es una grande mundaria,
y por la crisma que tengo
que si a degollarla vengo
no le ha de valer plegaria.
Pues Alcaide, ¿cómo esto?
¿Qué ha hecho vuestra mujer,
que la pudiste poner
del modo que la habéis puesto,
con grillos y con cadena
3^ en un cepo de cabeza?
¿Quéjase la buena pieza?
Pues ¿ por qué no es ella buena ?
¿Pues es vuestra mujer mala?
¿Cómo si es mala? ¡Y no poco!
i Ay, Dios, y cómo está loco
el que a estas falsas regala !
Porque a esta ruin mujer
mi regalo la ha hecho mal.
¿Qué hizo?
El delito es tal,
que me hace estremecer. [ción?
Rey. ; Qué ha sido ? ¿ Os ha hecho trai-
Alcaide. ¿Traición? ¡Y no comoquiera!
Rey. ¿No diréis de qué manera?
Alcaide. ¡ Es caso de inquisición !
Rey. ¿Es adúltera, quizá?
Alcaide. Adulterio ha cometido :
pero, i de qué suerte ha sido !
Leonardo. ¡ Válame Dios!, ¿qué será?
Alcaide. ¿ Que se la pidiese en carnes
yo a su padre a esta traidora
para que hiciese esto ahora?
Leonardo. ¿ Qué hizo ?
Alcaidb. ¡ Tiémblanme las carnes
sólo en pensar el delito !
Rey. ¿ Fué más que adulterio ?
Alcaide. ¡'Más!
Rey. ¿ Que fué más ?
Alcaide. ¡Lo que jamás
fué visto de hombre ni escrito !
Pues que no digo el misterio,
misterio tiene.
Leonardo. Yo no lo adivino.
Alcaide. ¿ Quién, si el-la movió un poUino,
pudo hacerme el adulterio?
Leonardo. Un asno, a mi parecer.
Alcaide. ¡ Pues un asno fué. por Dios,
tan grande como los dos !
Rey. o como vos podría ser.
Alcaide. Mire, siendo el Rey, si es justo
que haya maldad como aquesta.
Rey. Materia hay aquí dispuesta
para un buen rato de gusto. —
¿ Y tenéis con quien probar
el delito a esa traidora ?
Alcaide. Testigos hay que a la hora
lo pueden aquí jurar.
Rey. Pues veamos un testigo.
Alcaide. Este mancebo es el uno,
y dice más que ninguno.
Rey. ¿ Decís vos esto ?
Sancho. Sí digo.
Rey. ¿ Cómo ?
Sancho. Porque sucedió
esto en casa de mi madre,
señor, que fué la comadre
~ que al móvito se halló.
Rey. ¡ Agrádame, a fe, el testigo *
Xo puede ser esto malo. —
¿Juraréislo?
Alcaide. ¡ Jurarálo !
Sancho. Diré lo que ahora digo.
80
EL LACAYO FINGIDO
Rey. Pues decid cómo pasó
debajo de juramento,
que yo proveeré al momento
justicia.
Sancho. Esto sucedió;
y sin faltar punto en algo
contaré el suceso todo :
Yendo a pasar por un lodo
su mujer de este hidalgo
en £sta aldea aquí junto,
y no habiendo más de un paso,
y atravesándose acaso
mi polHno en aquel punto,
codiciosa de pasar
sin mojarse su camino.
la vi mover un poMino.
Alcaide. ¿ Del lugar ?
Sancho. ¡ Pues del lugar !
Alcaide. ¿ Que no le movió movido
sino de una parte?
Sancho. A otra.
'Alcaide. ¡ Oigan esto ! ¡ Y tiene la otra
el cuerpo a palos molido !
¿No me veniste a decir
que había movido un pollino,
ladrón ?
Sancho. ¡ Lindo desatino !
¿Un asno había de parir?
¡ Qué hermoso entendimiento !
¡ Pues aunque fuera ella burra !
Alcaide. ¡ Mirad, el diablo me aburra
si os cojo !
Rey. i Lindo cuento !
Ea, alcaide, paso, paso,
que vos entendistes mal.
Sancho. Señor, es un animal,
no estuvo cierto en el caso.
Rey. Galán, ¿quién os ha traído
por aquesta tierra a vos?
Sancho. ¿Quién, señor? Después de Dios,
estos pies y este vestido.
Rey. ¿ De qué nación ?
Sancho. Español.
Rey. i Famoso suelo !
Sancho. ¡ Y bien ancho !
Rey. ¿ Y cómo es el nombre ?
Sancho. Sancho.
Rey. ¡ Bravo hombre sois !
Sancho. Como el sol.
Rey. ¿ Habéis servido ?
Sancho. He servido.
Rey. ¿ íkluchas veces ?
Sancho.
Rey.
Sancho.
Rey.
S.\NCHO.
Rey.
Leonardo
Sancho.
Rey.
Sancho.
Rey.
Sancho.
Rey.
Sancho.
Rey.
Sancho.
Más de diez.
¿Y es la primera esta vez
que usáis de aqueste vestido?
Xo, que aunque francés, parece
usa también del España,
que aunque la usanza es extraña,
cuando es buena la apetece.
¿Luego allá de lacayuelo
habéis servido ?
A mil grandes.
¡ Gusto tiene !
No hay más Flandes
que oírle.
Tenerle suelo.
¿Y quién os trujo a esta tierra?
'Mi padre, que está presente.
Es un ingenio eminente
y útil mucho en paz y en guerra.
¿Útil en qué?
En cuanto importa
a lui reino todo.
¿ Que tanto sabe ?
Imposible es que lo alabe
lengua que no quede corta.
De astrólogos no conozco
quien le iguale, ni le leo ;
ni supo más Tolomeo,
ni escribió más Sacrobosco.
Es en medidas Vitrubio,
y en ingenio un Juanelo,
mide con un dedo el cielo,
con un dedal el Danubio.
Nadie sobre las estrellas
ha tenido tanta parte,
y en su vida emprendió arte
sin consultarlas a ellas.
Sabe la mágica toda,
y es en ella tan sutil,
que hace mil obras, y en mil
con su ingenio se acomoda.
Y entre otras cosas que hace
por extremo hace una,
a mí a lo menos ninguna
como ella me satisface.
¿Y es?
Una tela que la llama
prueba de la decendencia ;
cosa de tanta excelencia
jamás la contó la fama.
Es una cosa, señor,
donde se echa el resto junto,
porque antes que le dé el punto
JORNADA PRIMER.\
81
í
Alcaide.
Sancho.
Alcaide.
Sancho.
Rey.
Leonardo.
Eleandro.
Rey.
Eleandro.
Leonardo.
Sancho.
VII
que requiere a la labor
aguarda que por el cielo
influencia haya perfeta,
mira en tal y tal planeta
de aspecto benigno al suelo.
Y después de darle el punto
la mide.
Yo os juro a Dios
que la estáis urdiendo vos
ahora, a lo que barrunto.
Acabando de tejclla
tiene una grande virtud.
No tengáis vos más salud
que la virtud tendrá ella.
La virtud es que .aquel hombre
que en naciendo de su madre
es legítimo del padre
que lo crió en ese nombre
ve la tela, y al contrario
el que se tiene por hijo
del que ser su padre dijo
sin serlo, caso ordinario,
no la ve de ningún modo
si la está mirando un año.
De suerte que es desengaño
la tela de reino todo.
Y con que se halla un rey,
sin pensar, bravos hallazgos,
de estados y mayorazgos
poseídos contra ley.
Porque aquellos que poseen
si legítimos no son,
por su simple confesión
confiesan que no la ven.
Y a su lado la están viendo
los que legítimos son:
goza el rey de la ocasión
y entra la hacienda pidiendo.
Leonardo, ¿qué decís desto?
Tan bueno es como imposible.
Y si yo lo hago posible,
¿qué premio queda propuesto?
Y cuando no fuese así,
¿ a qué pena has de ponerte ?
A que nos mandes dar muerte
luego a mi hijo y a mí.
Señor, virtud puso Dios
de influjos en las estrellas,
y quizá sabe por ellas
lo que ignoramos los dos.
Verás mil desheredados
por momentos en tu corte.
Rey.
Sancho.
Rey.
Eleandro,
Rey.
Sancho.
Rey.
Sancho.
Rey.
Eleandro,
Rey.
Sancho.
Eleandro,
Rey.
Alcaide.
Rey.
Alcaide.
Rey.
Alcaide.
j-VE 1 .
Alcaide.
Rey.
Alcaide.
Rey.
De esta tela quiero un corte.
¿Y cuesta muchos ducados?
No deja de ser de costa;
pero lo bueno que tiene
es que hasta a hacerse viene
mi padre la hace a su costa.
Yo codicioso la espero.
¿Qué aguardáis que no se empieza?
Digo que haré una pieza
donde echar el resto espero.
Pues mirad si algo queréis
entretanto que se labra.
Sólo que nos des palabra
de que nos la pagaréis.
¿ Y cuánto ?
Lo que dijeren
los que merecieron vella,
que no quiero más por el-la
que conforme lo que vieren.
Pues esa palabra doy,
y la cumpliré sin falta.
Que me des licencia falta.
Ve en buena hora.
¿ Vaste ?
Voy.
¿Y tú?
El queda en mi casa,
porque entretenerme pueda.
¡ Ta, ta, Sancho en casa queda,
presto verán lo que pasa !
Alcaide.
Señor.
Mirad
que me guardes a Rosarda,
que gente os queda de guarda.
Descuide tu Majestad.
Y sobre todo el secreto,
que esto es lo que más encargo.
El secreto tomo a cargo
y la guarda te prometo.
No entre persona en la torre
fuera de vuestra mujer,
ni aun se le dé de comer
si por su mano no corre.
Y si yo, de cuando en cuando,
enviare este muchacho,
entre.
i Donoso despacho !
No guardo a nadie en entrando.
De mí mesmo no confío
en entrando él en la torre.
Eso por mi riesgo corre
6
82
EL LACAYO FINGIDO
en él, y entre a riesgo mío.
AiCAiDE. Eso muy enhorabuena;
allá con él lo han de haber.
Rey. Diránle lo que ha de hacer,
no tengáis vos de eso pena.
Vamonos.
Leonardo. No sé qué fin
estas quimeras tendrán.
Sancho. Allá me voy, padre Adán.
Alcaide. No ci-eo en vos, hijo Caín.
(Vanse todos y queda el Alcaide solo.)
Alcaide. Sólo me faltaba ya
traer este diablo a cuestas.
Sancho en casa : ¡ por aquestas,
cual secreto a riesgo está !
Siguiera el diablo el camino
como aquel ladrón siguió :
¡ diz que im pollino movió,
y era que apartó un pollino f
¿Hubo en el mundo tal trueco?
¿ Pensó el diablo tal novela ?
En la invención de la tela
verán como fué eml^eleco
el pensamiento en que dio.
Diz que tela puede haber
que la pueden unos ver
claramente y otros no.
Llega el legítimo y vela,
llega y no la ve el bastardo...
Yo sólo la tela aguardo;
veamos quién ve la tela.
Porque si ella se ejecuta
y la llegamos a ver,
maldito el hombre ha de haber
que no sea hijo de puta.
JORNADA SEGUNDA
{Sale el Rey, Leonardo y Sancho.)
Rey. Yo no me hallo en la corte.
Leonardo. No andes tú con ella corto,
sino olvida el campo.
Rey. ¿ Corto ?
Mil gustos hallo a mi corte.
Leonardo. Con todo, señor, no veo,
aunque el campo haces corte,
que entre los dados das corte
que sea justo a tu deseo.
No veo que tu Rosarda
acude a tu pretensión. '
Rey. Inmortal es el tesón
que en darme desdenes guarda.
Es, mi Leonardo, de modo,
que persuadiéndola he puesto
de cuidado todo el resto,
y he perdido el resto todo.
Ya yo no tengo que espere.
Leonardo. ¿Posible es que fuerzas tantas
no bastan ?
Sancho. ¿ De qué te espantas,
si Rosarda al Rey no quiere
y a ti te quiere ?
Leonardo. ¡ No hay tal !
Rey. ¡Cómo! ¿Que quiere a Leonardo?
Sancho. Pues no aguardas...
Rey. Ya aguardo.
Sancho. Digo que le quiere mal.
Rey. Como en el quiere te quedas...
Sancho. No has de hablar a ocasión
que me partas la razón,
para que entender bien puedas.
Pena es que entendieras maL.
Rey. Menester es que se espere
cuando se dijere el quiere
que se junte al quer el mal.
Leonardo. ¡ Sin sangre me había quedado ! —
¡ Demonio Sancho, o rapaz,
tengamos la fiesta en paz !
Sancho. Pues aún no hemos comenzado. ,
Rey. En fin, ¿que quiere a Leonardo
mal?
Sancho. Y declaradamente
dice que el ser él valiente,
el ser discreto y gallardo
le tiene a ella en el extremo
en que al presente se halla.
Leonardo. ¡Habla el diablo en éste! ¡Calla!
¡ Vive el cielo que le temo !
Rey. No entendí eso : ¿ de qué modo
la tiene el ser él valiente
en el extremo presente ?
Leonardo. Este confúndelo todo.
Sin duda lo que Rosarda
en esas razones siente
cuando me llama valiente
y de persona gallarda,
es, según parecer mío,
decir que el tener yo pecho
con que arrojarme de hecho
por ella en casa del tío
es lo que la tiene a ella
JORNADA SEGUNDA
Rev.
Sancho.
Leonardo.
Sancho.
Leonardo.
Rey.
Leonardo.
Rev.
\ Sancho.
Leonardo.
Sancho.
Leonardo,
Sancho.
Leonardo
Sancho.
Leonardo
Sancho.
Rey.
Sancho.
en el extremo en que está.
Sí, sin duda eso será
lo que puede decir ella.
Pues eso digo que dice.
¡ Yo digo que te encomiendo
a Barrabás !
Y en diciendo,
cuanto ha dicho contradice.
¡ Que no baste que lo ataje !
i Otra habremos de tener !
¡Un demonio es la mujer!
¡ Mayor demonio es el paje !
¿ Pues en qué se contradice ?
Ahora dice que Leonardo
es valiente y es gallardo,
y al momento se desdice.
Y dice que de haber sido
Leonardo tan para poco,
tímido, cobarde y loco,
todo su mal ha nacido.
Que si ella está en tu poder...
¡ Todo vaya con el diablo !
¿ Qué hablas, hombre ?
Lo que hablo.
¿Hay tan galano entender?
No sabe mucho ni poco
lo que dice ; si no, aguarde :
¿No me llama ella cobarde,
infame, gallina y loco ?
Y otras mil cosas encima
no buenas de referir.
Pues lo mesmo es que decir
que hazaña no fué de estima,
ni que valentía fué
el robar una mujer
sin resistencia y poder.
¿ No dice esto?
Sí.
Sí, a fe,
que esto es de lo que me río.
¿ Qué importa que el-la me Mame
cobarde, gallina, infame,
hombre sin valor ni brío,
porque contra una mujer
emprendí lo que emprendí
a lo que tú hablas aquí,
sin saber darte a entender?
¿ Luego a entenderme no he dado ?
Sí has dado, pero no bien.
¿Aún sí quisieras también
ser en esto porfiado?
¿Ahora esto no es cosa brava?
Dijo más: de que por ti
quiere mal al Rey.
R_EY. ¿A mí
por él?
Leonardo. ¡ Peor está que estaba !
Este tiene de hacer
que yo me pierda aquí hoy.
Rey. ¡ Cómo ! ¿ Aborrecido soy
por él?
Leonardo. Haslo de entender .
Decir que por causa mía
Rosarda a ti te aborrece
de toda duda carece,
no es tan claro el sol del día.
Dice que por lo que hice
yo por ti a disgusto suyo,
no acude Rosarda al tuyo. —
¿Esto no dice?
Sancho. Eso dice.
Rey. ¿ Pues no lo dirás de suerte
que lo entendamos, amigo?
Sancho. ¿ Pues bien claro no lo digo ?
Leonardo. ; Alcjor mueras mala muerte !
Sancho. Ahora, señor, no sé más
que solamente Rosarda,
de su prisión, de su guarda,
de su agravio y lo demás,
dice que tuya es la culpa,
que tú eres quien su mal causa,
y que nadie tan sin causa
ni nadie tan sin disculpa.
De nadie sino de ti
al viento derrama quejas,
que ablandarán las orejas
de un áspid.
Leonardo. Digo que sí.
Lo mesmo que yo te digo
dice él, mas dícelo mal :
no está Rosarda tan mal
contigo como conmigo,
por roballa de su casa
y entregalla en tu poder.
Sancho. ¿Eso no sabe entender?
¿Quien no entiende que así pasa?
Leonardo. ; Pasado mueras, ladrón !
¿Ahora acudes con eso?
Rey. - Quejas tiene de más peso:
mis quejas, Leonardo, son.
Yo la he llevado por bien
y la he llevado por mal,
y, finalmente, está tal,
que no es mía a mal ni bien.
84
EL LACAYO FINGIDO
Yo me he valido de fuegos,
de rigores y amenazas,
yo me he vahdo de trazas,
de regalos y de ruegos.
Yo he seguido cuantos modos
hay de llevar la mujer,
todos con buen proceder
y con mal suceso todos.
Si dice que con violencia
quebranté su antigua casa,
yo confieso que así pasa
y que fué mucha licencia.
Pero concédame luego,
si quiere decir verdad,
que aunque fué gran libertad,
la tiene el-la por mi fuego.
Yo sé, y sábelo el mundo,
que tuviera a mejor suerte
haberse dado la muerte
que la mano a Rosimundo.
Pues si yo di la ocasión
de estorbar su casamiento,
hecho, aunque a su descontento,
con tanta resolución,
¿por qué me paga tan mal,
que tiene en poco mi gusto?
Ahora, Leonardo, yo gusto
de dar aquí mal por mal.
Yo sé de su proceder
desta ingrata ya conmigo,
que la pretensión que sigo
efecto no ha de tener.
Yo sé que no hay en el mundo
ocasión que se le ofrezca
que más ella ahora aborrezca
que gozarla Rosimundo.
Pues si estoy tan ofendido
como estoy sin esperanza,
¿puede haber mayor venganza
que dársele por marido?
Su tío la anda buscando
y Rosimundo también :
mi venganza entra aquí bien
la dama manifestando.
Quiero dar noticia della
y hacer que con él se case.
Sancho. ¡ Vive Dios que tal no pase !
Si los casa me degüella.
Leonardo. ¡ No me faltaba ya más
que el casamiento se hiciese !
Sancho. Yo moriré si tal viese. —
¡ Fuera vergüenza !
Leonardo.
Sancho.
Leonardo.
Sancho.
Leonardo.
Sancho.
Rey.
Leonardo.
Rey.
{Entran
Reina.
Rey.
Leonardo.
Rey.
Reina.
Rey.
Reina.
Rey.
Reina.
Rey.
Duque.
Marqués.
Reina.
Y aún más.
¡ Fuera afrenta, vive Dios,
rendirte así a una mujer!
Y cosa, si llega a ser,
que mal nos está a los dos.
¿Pues a mí me está mal esto?
Como a mí, ¿qué haces extremos?
¿ Por lo menos no perdemos
el trabajo que hemos puesto?
¡Alto, esto es por demás,
cuanto dice es por enigmas !
Digo que en poco te estimas
si no te estimas en más.
¿ Bueno será que se diga
que una mujer te venció?
Señor, ¿no estoy vivo yo?
Pues tu empresa se prodiga.
Que yo Sancho no seré,
o te la pondré en la mano.
Cansaráste, Sancho, en vano,
y yo no descansaré.
Mi parecer no ha de ser,
pues, que aflojes por ahora,
que es mujer, y cada hora
están de su parecer.
Ahora quiérome seguir,
Leonardo, esta vez por vos.
la Reina, el Duque y el Marqués.)
Pésame que estéis los dos
tan malos de convenir.
¿Quién Anene?
La Reina viene.
¡ Oh señora !
¿ A novedad
tendrá Vuestra Majestad
visita! le ?
Alguna tiene.
No que no haya deseo harto
en mí ; pero no hay lugar,
que en el campo habéis de estar
o apartado en vuestro cuarto.
Ya yo pensaba ir a veros ;
de mano me habéis ganado.
Siempre me veis de pensado.
¿ Pues qué se hace, caballeros ?
Yo vengo a besar las manos
a tu Majestad, señor.
Yo a defender el honor,
señor, que pongo en tus manos.
Y yo vengo a interceder
por ellos, señor, con vos;
JORNADA SEGUNDA
85
Rey.
Dug'LíE.
Marqués.
Duque.
Rey.
^Marqués.
Duque.
-Marqués.
Rey.
L
sino que tienen los dos
pleito malo que absolver.
Ya tengo de él yo noticia:
digan ahora qué es
lo que el Duque y el Marqués
piden, proveeré justicia.
Yo, señor, y el iMarqués, tío
de Rosarda, concertamos,
cual consta, pues lo firmamos
del concierto suyo y mío,
que me daría a Rosarda,
su sobrina, por mujer,
y ahora no hace el deber,
pues la ha alzado, esconde y guarda.
Y pido esto y la palabra
que ella dio y él firmó.
{Empuña la espada el Duque.;
La verdad...
La he dicho yo.
Nadie más los labios abra.
Pues el Duque informó ya,
informe ahora el Marqués,
que la justicia después
por justicia se verá.
Yo digo, señor, que hice
con el Duque ese concierto;
pero digo que no es cierto
lo que en mi deshonra dice.
Que bien sabe que me falta
mi sobrina de mi casa,
y sabe bien lo que pasa
él acerca de su falta,
pues fué él quien la robó,
y yo no soy quien la escondo.
Yo pleiteo y no respondo.
Uno y^otro sé hacer yo.
Estando en litispendencia
el negocio como está,
sólo la probanza da
en pro o contra la sentencia.
Y los que tienen coronas
y un pleito han de decidir,
no se tienen de regir
por 'afición de personas.
El Duque alega una cosa,
y el Marqués lo mismo alega,
y competencia tan ciega
requiere prueba forzosa.
La relación habéis hecho,
visto el caso se os da a prueba :
veamos quién mejor prueba.
Reina.
que ése tendrá más derecho.
Y con esto, vamonos,
señora, hacia nuestro cuarto.
En verdad que deseo harto
la concordia de los dos.
{Vanse todos y quedan Leonardo y Sancho.)
Sancho. Ya se fué el Rey.
Leonardo. Ya se fué.
Sancho. ¿Y qué piensa hacer, Leonardo?
Leonardo. Pienso irme, porque tardo.'
Sancho. ¿ Luego hay adonde ?
Y a qué.
Esta vez la sangre ha estado
en los pies.
¿Por qué en los pies?
¡ Valentías, y después
no hablara de turbado !
No hay quien haga que yo calle
desde Levante a Poniente.
Sino Sancho solamente.
¿Tú?
Yo.
¡ DaHe !
¡ Pues sí, dal-le !
Sancho amigo, no os entiendo.
¿No me entiende? Mire bien.
Por la fe de hombre de bien,
no sé lo que estás diciendo.
¿No? Pues diga: ¿hubo picón
de lo que ante el Rey le hice?;
que si aquí la verdad dice
¿no le picó el corazón?
Mas, ¿qué me quiere negar
que le tu-^o tamañito?
Leonardo. Yo, pues, ¿en qué he hecho delito,
que se me pueda imputar ?
No delito, que no fué
por tal jamás reputado
el amor.
¿ Yo cuándo he amado ?
Has amado y amas.
¿Qué?
¡ Ea, que todo se sabe !
¿ Qué te nos haces de nuevas ?
¡ Si es que mi paciencia pruebas,
Sancho... !
Todo lo sé, acabe;
que ella me lo ha dicho todo.
Cuando comenzó a querella,
y cuanto ha hecho por ella,
el dónde, el cuándo y el modo.
Leonardo.
Sancho.
Leonardo.
Sancho.
Leonardo.
Sancho.
Leonardo.
Sancho.
Leonardo.
Sancho.
Leonardo.
Sancho.
i^eonardo.
Sancho.
Sancho.
Leonardo.
Sancho.
Leonardo.
Sancho.
Leonardo.
Sancho.
86
EL LACAYO FINGIDO
Leonardo. Pues miente ella, señor Sancho,
que no lo hay, si la hubo antes.
Sancho, j Que no se haga de guantes,
que en verdad que le viene ancho !
Leonardo. ¡ Digo que ya andas pesado !
No tratemos de esto más.
Sancho. ¿Que, en fin, dices que jamás
a Rosarda no has amado?
Leonardo. ¿Sabes, Sancho, lo que dices?
¿Yo amar mujer, y a Rosarda,
siendo prenda del Rey ? ¡ Guarda !
Sancho. ¡ Bien, bien, no te escandalices !
Pase por burla y donaire :
yo entendí mal, soy un necio ,
pues en verdad que me precio
de que las mato en el aire.
Mejor está de esta suerte
que de la que yo pensaba,
que en mi alma que me pesaba,
que es pesadumbre de muerte
pensar que era contra ti
lo que tengo de hacer.
Leonardo. ¿Y qué es lo que has de hacer?
Sancho. Haré lo que prometí.
(Hace que se va-)
Leonardo. ¿Y qué has prometido? Aguarda;
dime eso.
Sancho. Que será suya
antes de mil horas.
Leonardo. ¿Cuya?
Sancho. De nuestro Rey.
Leonardo. ¿ Quién ?
Sancho. Rosarda.
Leonardo. ¿ Y lo has de hacer así ?
Sancho. Téngoselo prometido.
Leonardo. Pues doy al Rey por querido
si él la llega a persuadir. —
Sancho, y quien viene de buenos...
Sancho. ¡Oh! ¿Ya tenemos sermones?
Leonardo. ¿No es bien que huya de ocasiones?
Sancho. No puede esta vez ser menos.
Prometílo, y es un Rey
a quien se lo prometí,
y que hay que mirar aquí
a bondad, razón y ley.
Leonardo. Alto, cogido me han vivo
en esta treta en extremo:
es mujer Rosarda, y temo
no tome nuevo motivo. —
Sancho, el punto 1-legó
ya de desnudar verdades :
yo amo.
Sancho. ¡ Ea, necedades !
¿ No era el pesado yo
y él quien ni amó jamás,
y el que enfadado me dijo,
teniéndome por prolijo,
"Ni tratemos de esto más"?
Toda aquella baraúnda
en sumisión ha parado :
como un león desatado
viene, humilde, a mi coyunda.
Leonardo. Pues si no a la tuya, ¿ a cuál ?
Mi Sancho, yo amo a Rosarda;
no hay que negarte j^a.
Sancho. Aguarda :
ya sé tu cuento, y no mal.
Leonardo. ¿Cómo?
Sancho. De su mism.a boca
de tu Rosarda hermosa,
sin faltar en toda cosa.
Leonardo. ¿ Y está firme ?
Sancho. Más que roca.
Y envíate a asegurar
de su firmeza conmigo
y me hables en su lugar, (i)
Leonardo. ¿ Que mis penas te contó ?
Sancho. Todas, grandes y pequeñas, (2)
y me dijo, por más señas,
una que te diré yo.
Que porque estés confiado
de lo que por ti he de hacer,
un papel que en tu poder
de tu nombre está firmado,
en que juras y prometes
que serás marido suyo,
que por yerro a poder tuyo
fué envuelto entre otros billetes,
porque ahora en su aflicción
defenderse con él piensa,
porque es la mayor defensa
que tiene en esta ocasión,
conmigo por su consuelo
al momento se lo envíes;
y como de mí te fíes
dándomelo, llevarélo.
Sólo es el mal que de bobo
no lo acertaré a llevar.
{Saca el papel Leon.\rdo.)
(i) Falta un verso a esta redondilla.
(2) Después de este verso sigue este otro, que
añadiría el recitante: "tu Rosarda me contó".
JORNADA SEGUNDA
87
Leonabdü. Yo se lo pensé enviar
un día antes de su robo.
Y como han sido las cosas
después acá tan de salto,
me hallé de ocasiones falto :
toma, llévale, si osas.
Pero recelo un encuentro
que un gran azar nos promete.
Sancho. Si al infierno va el billete
y lo llevo, ha de entrar dentro.
Leonardo. Mira, mi Sancho, que fío
de ti la vida, y no menos.
Sancho. No me va a mí mucho menos,
que en tu bien procuro el mío. —
Ahora, mi Leonardo, adiós;
fía en él, que al campo parto.
(Fase.)
Leonardo. ¡ Sabe él si quisiera harto
que partiéramos los dos !
No me estuviera a mí mal
que éste ignorara que quiero ;
sábelo, y llevallo quiero
más por bien que no por mal.
¡ Qué ingenio tuvo el rapaz !
Y si él, como ha mostrado,
de mi bien se ha apasionado,
bien lo hará, que es sagaz.
(Entra el Duque Rosimundo.)
Duque. ¡ Mi Leonardo !
Leonardo. ¡ Oh, Rosimundo !
¿Cómo va de pleito?
Duque. Bien,
porque el peso de mi bien
todo en tu amistad lo fundo, [mo?
Leonardo. ¿Todo en mi amistad? ¿Pues có-
DuQUE. Porque el peso de una empresa
que saber que tanto pesa
como la que a cargo tomo,
sólo lo que tú me has dicho
por su fundamento lleva,
y dándose el pleito a prueba,
mi prueba estriba en tu dicho.
Quiero que siendo testigo
digas qué sabes de eso.
Leonardo. Pues no hay empresa ni peso,
y esto es lo que siempre digo.
¿ Pues esa es la fe y palabra
que al dar el aviso diste?
Duque. ¿ Cuándo ?
Leonardo. Cuando me dijiste
que no diríades palabra.
Yo, fiándome de vos,
os di el aviso que os di :
lo que dije, yo lo vi,
y esto para entre los dos.
Y en queriendo que lo diga
ante el juez por testigo,
no vi cosa, y. esto digo.
Duque. Di la palabra y me obligo,
que soy, en fin, caballero,
y la he de cumplir; mas vos,
esto para entre los dos,
no andáis...; pero callar quiero.
Que no digáis vuestro dicho
no importa; pero quisiera
que hablar y hacer valiera;
y voime : lo dicho dicho.
(Vase.)
Leonardo. Puestos ya en el punto éstos,
los dos, aunque triunfo cueste,
no hay camino sino éste
para evadirme yo de éstos.
Leonardo,
Marqués.
Leonardo,
Marqués.
{Entra d Marqués. J
¡ Señor !
¡ Oh, Leonardo amigo !
¿Qué hay del pleito?
Está de modo,
que eres tú, Leonardo, el todo
en la pretensión que sigo.
Leonardo. ¿Yo el todo? ¿Pues de qué suer-
Marí?ués. Púsele al Duque demanda, [te?
y el Rey dar probanza manda,
y está en ti mi vida o muerte.
Porque más mi acción no es
que la que tú viste, acaso,
y así tú solo en el caso
eres mis manos y pies.
De modo que serán vanos
sin tu dicho los demás.
Leonardo. Pues haz cuenta, si no hay más,
que estás sin pies y sin manos.
¿Pues das la palabra y fe
que me diste de avisarte
de que nadie por tu parte
sabría que te avisé,
y quieres que jure yo?
La pasión te tiene ciego:
lo que te avisé, vi, y luego,
lo que vi se me olvidó.
Sólo lo vi para ti,
88
EL LACAYO FINGIDO
pero no para jurallo.
Marqués. Dite mi palabra, y callo;
pero poco haces por mí.
Leonardo. No tengo de decir dicho;
el cansarte es por demás.
Marqués. Bien pudieras hacer más;
pero, en fin, lo dicho, dicho.
Leonardo. Yo con esto concluí;
quiébrense ellos las cabezas,
que cuando estén hechas piezas,
no se me da un clavo a mí.
(Entrase y salen Sancho y Eleandro.)
Sancho. ¿ Qué hay de España ?
iíilLEANDRO. Bravas cosas ;
tuvo en Valencia sus bodas
el Rey; vio las fiestas todas
mi hijo.
Sancho. ¿Grandes?
Eleandro. Famosas.
Escribe que se halló allí,
y de allí se vendrá acá
y las contará.
Sancho. ¿Y vendrá...?
Eleandro. A diez y seis.
Sancho. ¿De éste?
Eleandro. Sí.
Sancho. Y de mi madre, ¿qué escribe?
Eleandro. Que hace diligencias grandes
por saber adonde andes.
Sancho. ¿Y está...?
Eleandro. Tristísima vive ;
pero que con esperanza
de que has de parecer,
Sancho. Por fuerza había de ser,
aunque haya de haber tardanza.
Eleandro. ¿ No preguntas cómo va
de tela?
Sancho. ¿Habrásla acabado?
Eleandro. Eso no, ni aun empezado,
y estará acabada ya.
El decir si se acabó
es, por Dios, un gran donaire :
como ello todo era aire,
en el aire se tejió.
Sancho. Sin duda estarás molido
de tejer.
Eleandro. Antes, señora,
temo no me muela ahora
el Rey, quizá, de corrido.
Sancho. ¡ Lindo eres, por vida mía !
Si el Rey la enviare a pedir,
¿qué tienes más que decir
más de que está ya tejida?
Eleandro. ¿Qué tejido ni qué tela,
si hebra no se ha tejido?
Sancho. Aún tú no me has entendido.
¿Sabes mi pretensión?
Sancho, Séla.
Cómo hemos de salir della
es lo que deseo saber.
Sancho. La tela que hay que tejer,
aquésa yo he de tejella.
Vete, y espérame en corte,
aunque tarde algún espacio;
y en entrando di en palacio
que llevas tejido un corte.
Que esto es lo que a ti te toca,
y déjame lo demás.
Eleandro. De esto y de todo lo más,
no desplegaré mi boca,
(V,ase-)
Sancho. Tengo tanto a qué acudir,
que no sé por dó comience ;
pero el ánimo es quien vence :
con todo quiero embestir.—
(Entra el Alcaide.)
¡ Señor Alcaide !
Alcaide. ¡ Jesú !
Sancho. ¿Dónde, sin Dios y sin ley?
Alcaide. Domine, memento mei.
Sancho. ¿Qué habéis visto?
Alcaide. i A Berzebú !
¿ Pues no basta haberos visto ?
Sancho. ¿ Y a im ángel hacéis la cruz?
Alcaide. Ángel con pies de avestruz,
como aquel que tentó a Cristo.
Sancho. ¿Pues cómo está la parida?
Alcaide. Para irse su camino ;
después que movió el pollino,
siempre está como movida.
Sancho. ¿Tal está?
Alcaide. En sólo el dibujo
la tenéis.
Sancho. ¿Yo? ¿Pues qué he hecho?
Alcaide. Por Dios, que no es de provecho
después que acá el diablo os trujo.
Teníala yo que apenas
el aire no la tocaba:
ella es podrida y brava,
JORNADA SEGUNDA
89
púsela cepo y cadenas.
Está la pobre...
Saxcíio. / No dudo
que muera de ésta.
Alcaide. Sin duda.
Sancho. ¿Y si ella se ve viuda
antes que os vieseis vos viudo ?
Alcaide. Dios lo puede hacer todo ;
pero, por Dios, mala está.
Sancho. ¡ Adiós !
Alcaide. ¿Qi^ié es? ¿Hay cuento ya?
Sancho. ¡ Y mal cuento !
Alcaide. ¿Y de qué modo?
¿Tenemos otra preñada?
Sancho. Y que, por Dios, que si pare,
cuando en mucho bien se pare...
Alcaide. Vendrá ello a parar en nada.
¿Y es la preñada?
Sancho. La Reina.
Alcaide. ¿Y es quizás de otro pollino?
Sancho. ¿Todo ha de ir por un camino?
Pues yo os... ¡vive Dios y reina,
que si no abrís bien el ojo
que os cueste el caso no nada !
Alcaide. ¿Ella, al fin, no está preñada?
cancho. Preñada, pero de enojo.
Yo hablo veras, y vos
hacéis el corazón ancho.
Alcaide. ¿De enojo a fe? ¿Y con quién, San-
Saxcho. ¿Con quién? Con vos. [cho?
Alcaide. ¡ Más, por Dios !
■ \NCHO. Xo son siempre unos los tiempos,
haylos de muchas maneras ;
sabed que yo sé de veras,
y que sé de pasatiempos.
Vos estáis de regordeo;
yo vuestro bien procuro, (i)
y es porque yo juro, juro...
Alcaide. No, no juréis, yo lo creo.
Sancho. ¿Pues sabéis vos lo que hacéis
en darme el crédito o no?
O vivir, o morir.
Alcaide. ¿ Yo ?
Sancho. ¡ No, sino yo ! ¿ No entendéis ?
Alcaide. Venid acá, Sancho, por Dios,
y decidme esto despacio.
Sancho. Digo, que se arde palacio
con chismes y contra vos.
Alcaide. ¿Contra mí? ¿Y de qué manera?
(i) En el original: "procurando", que no rima
con "juro".
Sancho. Sabed que la Reina sabe...
No sé en qué corazón cabe
el hacer que v.n hombre muera.
Alcaide. Acabaldo de decir,
ya que lo habéis empezado.
Sancho. A la Reina le han contado
todo, y esto es concluir.
Alcaide. ¿Qué?
Sancho. Que el Rey tiene a Rosarda
encerrada en esta torre,
y más, que no sólo corre
por mano vuestra su guarda,
sino que por vuestra mano
la hubo el Rey a las manos:
mirad los malos cristianos
que han dicho, tal de un cristiano.
Está de modo la Reina
con vos, que jura y perjura
que os ha de ver la asadura;
y podrálo hacer, que es Reina.
Alcaide. ¿Que la asadura ha de verme?
Sancho. Y de una escarpia colgada.
Alcaide. ¿Y de quién será informada?
Sancho. Del Diablo, que nunca duerme.
Alcaide. ¿Yo, yo del Rey alcahuete?
Sancho. Ahí veréis la maldad,
que sabiendo la verdad
echen la culpa a un pobrete.
No la echarían, yo fío,
al traidor que la vendió.
Alcaide. Por Dios, eso no sé yo:
¿Quién la vendió al Rey?
Sancho. Su tío.
Aquel ladrón del Marqués,
traidor, sin Dios y sin ley,
por estar bien con el Rey.
Alcaide. ¿El Marqués?
Sancho. El Marqués, pues.
Sin gustar jamás de ello
ella.
Alcaide. Eso sé yo bien,
que siempre hizo del desdén
y que nunca pudo vello.
i Pues lleve el Diablo al Marqués
y al padre que lo engendró !
Si él lo hizo, ¿es bien que yo
, pague el pato acá después?
Sancho, Hombre sois, por vos mirad,
que no hay a quien más le importe,
Alcaide. ¡ Juro a Dios de ir a la corte,
y delatar la verdad !
Sancho. Yo de ese parecer soy,
90
EL LACAYO FINGIDO
aunque mozo; vos sois viejo,
no habéis menester consejo.
Alcaide. Adiós, Sancho, a corte voy. —
i Asadura de mi alma,
en escarpia, Verbum caro !
Todo tiene de ir más claro
y más llano que esta palma.
(Vase-)
Sancho. ¿Vióse nunca tan buen paso?
El viejo se va a la Reina,
en quien ni aun sospecha reina,
y le cuenta todo el caso. •
¡Lindo cuento para el viejo
cuando se halle burlado !
Quedte ahora en este estado,
que en lindo punto le dejo.
Quise que la Reina entienda
como el Rey tiene a Rosarda
en una torre con guarda,
no tanto porque se ofenda
como porque no seamos
ofendidos del acaso
aquellos que en este caso
nuestra parte interesamos.
Ya quiso el Rey que Rosarda
se manifestara al mundo
}'■ dársela a Rosimundo
por vengarse; pero guarda,
que fuera el hacello asi
quitar al Rey del poder,
a Leonardo su mujer
y mi Rosimundo a mí.
Sépase ahora por entero,
que cuando ahora se supiere,
se sabrá, no como quiere
el Rey, mas como yo quiero.
A Rosarda quiero hablar,
que aunque es su prisión la torre,
este zaguán pisa y corre
cuando se sale a espaciar. [puesto
Que aunque he descubierto el
de la guarda, está guardado,
y sólo a Sancho le es dado
llegar donde ahora fui puesto.
Quiero por buena razón
darle .un poco de lisonja.
Ya sale al torno mi monja.
(Sale Rosada.)
Rosarda. Sancho, ¿a tan buena ocasión?
¿Qué hay, mi Sancho, vivo o
¿Cánsase el Rey o porfía? [muero?
Sancho.
Rosarda.
Sancho.
Rosarda.
Sancho.
Rosarda.
Sancho.
Rosarda.
Sancho.
Rosarda.
Sancho.
Rosarda.
Sancho.
Rosarda.
Sancho.
Rosarda.
Sancho.
Rosarda.
Sancho.
Hoy peor que el primer día.
¿ Peor hoy que el día primero ?
De la nuevaxcon que vengo
se echa de ver, y no mal.
¿Tal es, Sancho amigo?
Tal,
que miedo de darla tengo.
Aunque mal lo hago, cierto
que de cansado me cierro,
y no sé si acaso yerro
por donde pienso que acierto.
Ya de retórico pasas.
¿En qué yerras o en qué aciertas?
Las nuevas, Sancho, ¿son ciertas?
Ciertas.
¿De qué?
Que te casas, (i)
Y el hacellas malas, pasa
ya de quererte ofender,
que basta que a una mujer
se le diga que se casa
para que tenga por buena
la nueva, aunque le esté mal.
¿Y que el casamiento es tal
que me tiene que dar pena?
Mucha.
Ya sé lo primero;
saber quiero lo segundo :
¿ Con quién es ?
Con Rosimundo.
¿Con Rosimundo? ¡Primero...!
¿ Primero qué ?
¡ Mala muerte
morirá el que tal aguarda !
Que no hay remedio, Rosarda,
que está ya echada la suerte.
Que primero ni postrero
hay donde el Rey interviene,
y si él gusta, de ser tiene.
¿Qué hay porque no le quiero?
Porque no le quieres, pues,
te quiere manifestar,
y hacer que a tu pesar
al Duque la mano des.
(i) Este pasaje está en el original así:
Las nuevas, Sancho, son ciertas?
Sancho- Ciertas.
Rosarda. ¿De qué son?
Sancho. De que te casas.
Con lo que el verso resulta de diez sílabas.
TORNADA SEGUNDA
91
ROSARDA.
Sancho.
RoSARDA.
Sancho.
ROSARDA.
^ANCHO.
RoSARDA.
Sancho.
RoSARDA.
Sancho.
RoSARDA.
Sancho.
ROSABDA.
SiVNCHO.
¿Ya eso qué dice Leonardo ?
¿'Qué ha de decir? Como es cuerdo,
ha tomado nuevo acuerdo.
Dilo, acaba.
¿Tanto tardo?
Como ve que Rosimundo
por fuerza te ha de entregarse,
determina de casarse,
que no es más que esto este mundo.
Pues si él de casarse acuerda,
ni a él mujer le ha de faltar
ni a mí parte en qué hallar
una viga y una cuerda,
que vigas hay en la torre
y cintas en 'mi cabello.
¡ Vive Dios, qvTC va a hacello ! —
¿ Pues vaste ?
A ahorcarme.
Corre.
Voy. ¿Pues piensas que es donai-
Vuelve, mujer, ¿dónde vas? [re?
Pues cómo, ¿no hay más?
No hay más.
¡ Ahorcarse es cosa de aire !
i Vuelve, vuelve, pese a mí !
que ahí tienes a tu Leonardo,
tan tu amante y tan gallardo
como ha estado hasta aquí.
Verdad es que el Rey quería,
porque a él no le has querido,
darte al Duque por marido;
mas mudóse, a instancia mía.
Que le prometí acabar
contigo, que le harás rostro,
y así, aunque el Rey te dé en ros-tro,
te importa disimular.
Hagamos ahora a tu salvo
de su enfado pasatiempo,
que yo os pondré, en siendo tiempo,
a ti y a Leonardo en salvo.
Y para poderlo hacer
te traigo aquí el papel suyo,
y vengo por aquel tuyo
que tienes en tu poder:
en que le das la palabra
que él en éste te da a ti.
No sé si me enoje o si
al perdón las puertas abra.
Mas por el gusto del fin,
el sobresalto perdono.
Qué quieres, nada sazono
si no es con hacerte ruin.
RosARDA. Toma, ves aquí el papeí
y dáselo a mi Leonardo :
y así tu promesa aguardo
como su firmeza de él.
Sancho. Voime, pues, y fía de mí,
Rosarda, que he de ayudarte,
porque en defender tu parte
me va también parte a mí.
(Vasc. Salen el Rey y Leonardo.)
Rey. ¿ Sanchuelo ?
Leonardo. En el campo está.
Rey. ¡ Extremado es el rapaz 1
Leonardo. Tiene el ingenio vivaz
y cuanto quisiere hará.
Rey. No haría por mí poco
si su promesa cumpliese
y con blandura venciese.
Leonardo. Mostraba tenerle en poco.
El es de muy claro juicio,
entremetido y sutil,
y tiene otras partes mil
de las que pide el oficio.
A fe que él ponga a Rosarda
de la suerte que conviene.
No sé cómo ya no viene.
Para mí un siglo se tarda.
Rey.
Paje.
{Entra un Paje.)
Un extranjero, señor.
dice que hablarte quiere,
que importa.
Rey. Dile qué quiere.
Paje. Dice que es un tejedor.
Rey. ¿Un tejedor?
Paje. Que en tu corte
no cabe de gozo y ancho.
LeO'NArdo. Este es el padre de Sancho.
Rey. Entre. — Sin duda trae el corte.
{Entra Eleandro.)
Eleandro. a Vuestra Majestad beso
los pies.
Rey. Seáis bien venido.
Eleandro. Un corte traigo tejido
de mi tela.
Rey. " Huelgo de eso.
Veamos.
Eleandro. Harélo traer,
que cosa de tanta estima
veráse mal aquí; encima
de una mesa se ha de ver.
92
EL LACAYO FINGIDO
Manda darme un aposento
donde se vea despacio.
Rey. ¡ Hola !, darle en mi palacio
una cámara al momento. —
Y traído el corte, quiero
que tú el primero, Leonardo,
le veas.
Leonardo. ¡ Cuento gallardo ! —
¿ Yo el primero ?
Rey. Tú el primero.
Leonardo. ¿En fin, que el primero soy-
de quien hacer prueba quieres?
Rey. Por tenerla de quién eres,
el primer lugar te doy.
Leon.\rdo. En fin, ¿tú lo quieres?
Rey. Quiero.
Leonardo. Pues si tú gustas, veréla. — ■
Id y haced traer la tela,
que yo la veré el primero.
(Entra la Reina.)
Rey. ¿Es la Reina la que entra?
Leonardo. La Reina.
Reina. ¡ Válgame Dios,
y qué apareados los dos !
Rey. ¡ A mal tiempo nos encuentra,
que quiere conversación
y yo no estoy para ella !
Leonardo. El tiene el gusto en aquella
que le tiene el corazón.
Rein.\. ¿Q"é hace Vuestra Majestad?
¿Estará de pasatiempo?
Rey. Antes venís a mal tiempo.
Reina. ¿ A mal tiempo ?
Rey. Sí, en verdad.
Porque vamos yo y Leonardo
a un negocio de importancia.
Reina. ¿No os detendréis a mi instancia?
Rey. Digo que importa, y ya tardo.
Leonardo. Sí, señora; es ya muy tarde,
Uj podremos detenernos. —
¿ Cuándo tenemos de vernos
en esta tela?
Rey. Esta tarde.
{Vanse todos, y queda la Reina.)
Reina. ¿Que no pudo estar aquí
el Rey en viéndome entrar?
¡ Para todos hay lugar,
y nunca le hay para mí !
No sé, a fe, lo que me sienta
del poco gusto del Rey.
(Entrase el Alcaide^ y quédase la Reina pensando.)
Alcaide. La verdad a toda ley,
y no sufrir una afrenta.
¿Mi asadura en una escarpia
sin culpa? ¿Hay más crueldad?
¡ Yo contaré la verdad,
y veremos quién se escarpia !
Tráeme el caso sin sentido.
¿Yo alcahuete de Rosarda?
(Entra Sancho quedito y ásele de un brazo.)
Sancho. Aquí está un ángel de guarda.
Alcaide. ¿Y es de aquellos que han caído? —
¡ No digo yo que éste es trasgo ! —
¿ De qué nublado has caído ?
Sancho. En vuestro alcance he venido;
pero quedo, punto y rasgo.
La Reina es la que está aquí.
^Alcaide. ¿La Reina? Pues llegar quiero;
mas no, llegad vos primero.
Sancho. Dejadme llegar a mí.
Reina. Quizá no es lo que imagino;
por ventura me he engañado.
Sancho. Aquí tenéis un criado
que viene ahora de camino.
Reina. ¡ Oh, Sancho, de verte gusto !
Pues ¿de dónde?
S.A.NCIIO. De tu quinta.
Alcaide. ¡ Demonio es : todo lo pinta
este Sanchuelo a su gusto !
Reina. Pues, Alcaide, ¿también vos?
¿ Cómo no llegáis?
Alcaide. Ahora...
Reina. Llegad sin temor.
Alcaide. Señora,
{De rodillas.)
i misericordia, por Dios !
A^edme de hinojos puesto,
obligue a tu Majestad
a escucharme la verdad.
Reina. ¿Cómo la verdad? ¿Qué es esto?
Alcaide. Que el ladrón que de mi nómbre-
se acordó para mentir,
muy bien lo puede él decir;
pero...
Reina. ¿Qué dice este hombre?
Alcaide. Bjieno es eso, en buena fe,
pues ha jurado escarpiarme.
¿ Quiere ahora a-segurarme ?
Reina. Misterio tiene esto, a fe.
Disimular quiero aquí.
JORNADA SEGUNDA
93
Alcaide. Mire, así viva mil años,
que han sido chismes y engaños
cuanto le han dicho de mí.
Pues dígame: ¿hombre era yo
que al Rey le había de traer
a Rosarda a su poder?
¿ Alcahuete yo ? ¡ Eso no !
Del bellaco de su tío,
de ese Marqués, o que se es,
que lo que siendo él ^Marqués...
(Túrbase.)
fué el delito, que no mío.
Ese al Rey se la Atendió
por caer en gracia suya,
contra su voluntad.
Reina. ¿Cuya?
Alcaide. De ella, que ella no gustó,
que en buena fe que es honrada,
y como tal se resiste;
sino que es mujer la triste
y está allí muy acosada.
¿ Dónde ?
En mi torre, con guarda.
Y si la tengo en mi torre
por cuenta mía no corre,
sino del Rey, que la guarda.
Saxcho. ¡ Qué bien, qué suavemente,
sin tormento ha confesado !
Alcaide. Yo siempre estoy obligado
a mi Rey como teniente.
Si el Rey por sí es tan ruin
y me encarga una mujer,
¿secreto no he de tener?
Reina. Sí, que sois Alcaide al fin,
y honrado.
Alcaide. Por su virtud.
Reina. Guardáis muy bien un secreto.
Alcaide. Eso yo se lo prometo.
Reina. No tengáis vos más salud.
¡'Miren de qué modo quiso
Dios, estando yo ignorante,
porque no fuese adelante
tal maldad tuviese aviso !
Así, Rey, ¿que aquesto había
donde en la torre, con guarda,
tenéis a vuestra Rosarda?
Alcaide. Oiga, ¿que no lo sabía?
Reina. ¿ Yo ? Como lo que nunca fué.
Alcaide. ¡ Válgate el Diablo por Sancho !
¿Xo hay un árbol, no hay un gan-
de donde me ahorcaré? [cho
Reina.
Sancho.
¿ Xo digo yo que éste tiene
de dar fin a mi vejez,
primera y segunda vez?
¿Quién viene? ¡Hola!
El ^Marqués viene.
{Entra el Marqués.)
Marqués. Déme Vuestra !Maj estad
aquesas manos reales.
Reina. A los hombres principales.
Marqués, y de vuestra edad,
siempre suelo yo negarlas;
pero ahora ya no dejo
de dárosla por ser viejo,
sino por no querer darlas.
Pues cómo, ^Marqués, es bueno
que por esperanzas vanas
un hombre lleno de canas
y de obligaciones lleno ;
un hombre que tiene llenas
de sus victorias los templos,
y hombre por cuyos ejemplos
en mi reino hay tan buenos.
Un hombre cuyo consejo
hace raya en mis consejos,
mozo y valiente entre viejos
y en seso entre mozos viejo,
ahora al cabo de sus años,
por caer del Rey en gracia,
sin advertir mi desgracia
ni advertir sus propios daños,
al Rey vendiese a Rosarda,
a su sangre, a su sobrina.
Empresa al fin peregrina;
hazaña, cierto, gallarda;
entregar a una doncella,
cu3'a honra riesgo corre,
para que el Rey en su torre
la encierre y se esté con ella.
A no ser ella quien es,
bueno anduviera su honor.
Mal lo pensaste, señor.
Marqués. Beso esos reales pies.
¡Que sola tu !Maj estad,
por tan discreto camino,
pudiera ser la que vino
- a descubrir la verdad !
Y verdad que ha tantos días
que deseo yo saber.
Reina, No lo acabo de entender,
¿luego tú no lo sabías?
Marqués. ¿Yo, Reina? ¿Pues qué razón
94
EL LACAYO FINGIDO
Reina.
Alcaide.
DUOUE.
hay de que se haya creído
de mí tal?
Perdón te pido.
Milagros de Sancho son.
¡ De esta hecha sí me empala
el Rey en sabiendo el cuento !
(Entra el Duque Rosimundc.)
Aunque sea atrevimiento
hacer esto en esta sala,
perdone tu Majestad,
que para que en él prosiga
el honor solo me obliga,
pero no la voluntad.
Porque por donde se lleva
mal negocio en mi pleito,
quiero que en aqueste pleito
estéis, Marqués, a la prueba.
Vos ante el Rey prometéis
probar que a Rosarda tengo,
y yo sólo a probar vengo
que encubierta la tenéis.
Y así porque yo me fío
en la verdad que sustento,
dentro el real aposento
sobre el caso os desafío.
Y digo que os probaré
sólo en batalla aplazada
que vos la tenéis alzada,
y que yo no la robé.
Y hablen allí las espadas
y callen aquí las plumas.
Marqués. Porque de mí no presumas
cosas de mí no intentadas,
no en fe de lo que yo hice,
sino en fe de que no hay hombre
que con mis prendas y nombre
haga lo que aquí se dice,
el campo pedido acepto,
y en él te daré a entender
que yo tal no pude hacer.
El no poder es defecto :
que lo hiciste, eso sí,
no que no pudiste hacello.
Duque, sábese ya ello,
que por eso habla así.
Sábese ya de Rosarda.
¡ Por mi vida !
Y por mi vida.
¿Y quién la tiene escondida?
El Rey.
¿El Rey?
Duque.
Reina.
Duque.
Reina.
Duque.
Reina.
DuouE.
Reina. Y con guarda.
Duque. Marqués y señor, yo pido
perdón de mi grave culpa.
Marqués. Bien tenéis, Duque, disculpa.
Duque. Y aun por eso te la pido.
Dame las manos, por Dios,
que el amor me tenía ciego.
(Dansc las manos.)
Reina. Y dadas las manos, luego
pido yo un ruego a los dos.
Marqués. ¿Qué es lo que mandarnos puede
tu Majestad que no hagamos?
Reina. Que entre los tres que aquí estamos
este secreto se quede.
Duque. ¿Mi Rosarda está con honra?
Reina. ¿ Pues no basta conocella
para que donde esté ella
se crea que no hay deshonra?
Rosarda está con su honor,
y este negocio en mi mano,
y estando en ella está llano
que nadie lo hará mejor.
Por lo que en él me va a mí
y por lo que os va a los dos,
idos, señores, con Dios,
y quédese esto ahora así,
que yo lo pondré de modo
que a todos nos esté bien.
Marqués. Tus pies beso.
Duque. Yo también.
Reina. Pues irme quiero yo y todo.
(Vansc, y queda el Alcaide y Sancho mirándose
un rato sin hablar.)
Sancho. ¿No habláis. Alcaide? Hablémo-
[nos :
¿Qué decís o qué habéis visto?
Alcaide. Yo que ruego a Jesucristo
que me saque en paz de vos.
¿Qué os parece, Sancho, de ésta
en que me tenéis metido?
Sancho. ¿Esta, pues, tan mala ha sido?
¿ Pues hasta ahora qué os cuesta .■'
Acabad, no seáis cobarde.
¿No vivo yo? No temáis.
Lo que importa es que os partáis,
porque se hace ya tarde.
Ea, adiós. ¡ Miren mi acuerdo !
(Vase y vuelve.)
Díjome vuestra mujer
JORNADA TERCERA
95
que os acordase al volver
de aquella...
Alcaide. ¿Qué? Xo me acuerdo.
Sancho. ¿Pues no tenéis de compralle... ?
Alcaide. ¿ Qué ?
Saxcho Para su enfermedad.
Alcaide. ¡ Ah, sí ! ; Ah, sí ! Decís verdad :
una purga he de llevarle.
Y no sé qué otras cosillas.
San'cho. Pues no os olvidéis. Adiós.
(Fase.)
Alcaide. El me defienda de vos.
¡ Válgate el diablo, hurguillas !
¡ Todo lo busca y lo hurga,
no he visto cosa más brava !
Solamente le faltaba
saber también de la purga.
¡ Mala purga, mal bebida
te mate de mal ruibarbo,
que 3-0 tu vida no escarbo
y tú me escarbas la vida !
JORNADA TERCERA
{Salen dos Guardas.)
Guarda i.°
A buena cuenta, el paso que ocupamos
es el paso preciso de su vuelta.
Guarda 2.°
Y ésta es, según razón, la hora que dijo
Sanchuelo que el alcaide volvería.
Guarda 1°
Y por si se tardare, ¿qué recaudo
dejastes en la puerta de la torre?
Guarda 2°
¿ No es suficiente el número que queda ?
Cuando faltemos dos, ¿no hay cincuenta
que la guarden y ronden por sus postas,
y si fuere importante la defiendan
del poderoso ejército de Jerjes?
Pero, ¿si se quedase allá esta noche?
Guarda i.**
; Cómo, si acá le esperan con la purga ?
Guarda 2°
Deseárnoslo tanto, que tememos.
¿Vienen las medias máscaras a punto?
Guarda i.°
A punto vienen, y es razón ponerlas,
que ya es la hora, poco más o menos,
que viene por ahí como una posta.
Guarda 2°
Y creo que a pie ha de ser.
Guarda 1°
¿Pues qué a caballo?
Como nació del vientre de su madre.
{Sale el Alcaide con botas de camino y un quita-
sol en una mano y un vaso en la otra; y un ti-
llano con gorra, cantando: ^'Ensílleme el potro ru-
cio")
Guarda i.°
¡Ojo!; pidiendo viene el potro rucio.
Guarda 2."
Pues hace mal, viniendo a pie el cuitado.
Guarda i.**
¿De noche y quitasol?
Guarda 2°
Por el sereno.
Guarda 1°
Aviente el uno al mozo a espaldarazos.
Guarda 2°
Yo le haré que vuele la ribera.
Mozo.
¡Ay, justicia de Dios! ¡ Ay ! ¡ Ay !
Guarda 2°
Camine.
{Quííanle la espada al Alcaide.)
Guarda i.°
Deje esta espada o rueca, pusilámine !
Guarda 2.°
¿Qué pide que le ensillen el decrépito?
¿ Caballo rucio pide un astro rústico ?
Guarda i.°
No dice mal : ensíllenle un cuadrúpedo,
que es noche y viene a pie sobre estos lapides.
Alcaide.
¿ Dónde se aparecieron ? ¿ Son espíritus
del otro mundo, díganme?
Guarda i."
Y diabólicos.
96
EL LACAYO FINGIDO
Alcaide,
A no ser malos, ¡ qué dispuestos ángeles !
Guarda i.°
Pues hácennos bonitos las carátulas,
que sin ellas tenemos gestos fúnebres.
Guarda 2."
¿Para qué espada llevas, di, murciélago,
sin poderla regir tus fuerzas frágiles?
¿No era mejor con purga traer espátula,
que sirve al desatar la cañafístola?
Alcaide.
Si ha sido burla, pasa ya de límite.
De noche, y en camino y entre árboles,
burlarse con el hombre ¿es cosa lícita?
¡ Venga la espada, que eso no es buen término !
Guarda i.°
¡ Oigan, que espada pide el muy flemático I
Antes sellamos que por el escándalo
que su espada ha causado en nuestros ánimos
le condenamos todos los del cónclave
a que beba esa purga salutífera.
Alcaide.
i No, no, que me ha de hacer mal al estómago !
Guarda i.°
Pues hala de beber si fuese Hércules,
o harémosle llorar como a Demócrito.
Alcaide.
Si fuera de ruibarbo contra cólera,
recibiérala yo, que soy colérico ;
mas lleva confección de hermodátiles,
con ser, catolicón, hermes }' agárico,
cosas impertinentes a mi estómago.
Guarda 2.°
i Acabe, beba el puto viejo el recipe,
o quedará de un golpe paralítico !
Alcaide.
¿Que, en fin, he de beber, señores médicos?
Guarda i."
No ha de quedar de aquesta purga pénitus.
Alcaide.
i Si posibili est, fratres charísimi,
transeat a me aqueste cálice !
Guarda 2."
¡ O beba, o abrirle he medio cápite !
Alcaide.
;No me dan antes, siquiera de lástima,
o aceitunas, o limón, o algo odorífero
con que pase sin usmo el triste antídoto?
Guarda i.°
¡ Acabe, beba el viejo sin escrúpulo !
Alcaide.
Ya lo beben, señor, refrene el ímpetu. —
¡ Recíbote a ojos ciegos, in Dei nomine !
¡ Santo Dios, qué mal tufo !
Guarda i.°
Es aromático.
Alcaide.
He aquí un hombre purgado sobre céspedes,
que aun purgándose uno entre las sábanas
suele, si el aposento es algo húmedo,
morirse, sin pensar, de un pasmo súpito.
Guarda 2.°
Mejor lo quiera Dios. — Amigo, vamonos. —
Adiós, patrón.
Alcaide.
Fratelos salubérrimos.
¡ Por las llagas de Dios y del Seráfico,
que ya se han holgado a beneplácito,
se sepulte esto aquí !
Guarda i°
Sobre este artículo,
serán las lenguas de los dos inmóviles.
Alcaide.
Temo, ya que ha caído en mí esta máciua,
no lo sepa Sanchuelo, ¡que en sabiéndolo...!
{Vansc, y entra el Mozo con el lío de ropa-)
Mozo,
i Ah, señor!, ¿cómo está?
Alcaide.
Cerca del tránsito.
Mozo, toma el dinero : ve y di al médico
que recete otra purga en otra cédula,
porque se vertió esta otra en el viático.
Mozo.
¿ Pues la purga ?
Alcaide.
¡ Vertióse, mozo incrédulo !-
No siento tanto el haber bebídola,
que es para purgar sólo el ventrículo ;
JORNADA TERCERA
97
pero purgar también la bolsa... ¡Oh, pese a... !
Mozo.
¿Voime, señor?
Alcaide.
i Volando, mozo rígido ! —
Yo quiero, antes que las vías purgátiles
lo desaten, ni queden los justísimos,
por causa de los flujos, en (i) probática,
irme, por no ver el caso puesto en plática.
(Entrase, y salen Sancho y Leonardo.)
Saxcho.
Leonardo.
Sanxho.
Leonardo.
Sancho.
Leonardo.
¡ Famosa cosa !
¡ Famosa !
¡ Brava tela !
¡ La mejor
que he visto ! — ¡ Y vive el Señor,
que yo no he visto tal cosa !
Voy por otro o otros dos
que la vean.
iV\ase.)
Ve en buen hora. —
Si tienen lo que yo ahora,
verán viento, ¡ vive Dios !
No es bueno que me han llevado
a ver tela sin habella,
y que la he visto, sin vella :
i como a un indio me han tratado !
No se puede averiguar
esto de yerbas y estrellas
y decir que uno por ellas
la mágica puede usar.
Si me refiero a lo antiguo,
de Circes y de Medeas,
son fantasías de ideas :
por ahí poco averiguo.
Son las fábulas y cuentos
de las yerbas de Tesalia;
también dicen que en Italia
hay familiares a cientos.
Pero aunque siempre de este arte
he oído toda mi vida
que es usada y conocida,
nunca por quién ni en qué parte.
Todos dicen "yo lo vi",
y ninguno "yo lo he visto";
no sé yo : yo creo en Cristo,
¿ quién me mete en más a mí ?
Yo sé lo que un caballero
(i) En el original: "hechos", que alarga el verso.
VII
de capa y espada sabe ;
lo demás, ni ello en mí cabe,
ni yo especulallo quiero.
Lleváronme a ver la tela:
juro a Dios que no la vi;
pero díjeles que sí,
y díjelo de cautela.
He aquí, aunque no lo creo,
que ni sé si hay tela o no :
¿ el primero he de ser yo
que diga que no la veo ?
Séalo otro. Yo no dudo
que realmente es embeleco;
pero, ¿qué se yo si peco
también, y todo de agudo?
Si fuere risa, sea risa;
si fuere verdad, verdad ;
no soy solo en la ciudad,
que harta gente la pisa.
En mí no ha de dar, por Dios ;
dé en otro primero el rayo.
{Entra Sancho con el Marqués y el Duque.)
Leonardo. ¿Qué hay, Sancho, traes más?
Sancho. Trayo.
Leonardo. ¿ Cuántos vienen ?
Sancho. Otros dos.
Duque. ¡ Pues brava tela, Leonardo !
Leonardo. ¡ Lucida a fe !
Marqués. Veámosla.
Leonardo. Y"o no, que él la enseñará,
que a la salida os aguardo,
(Entrase-)
Leonardo. Si ellos ven lo que yo vi,
Sanchuelo a todos nos burla:
y si es burla, ella es la burla
mejor que en mi vida vi.
Paréceme que los miro
gastando la vista al aire :
pues Sancho ¡ con qué donaire,
si es tiro, nos hace tiro !
¡ Qué de vueltas que da al viento !
¡ Qué de ademanes que hace !
(Salen el Marqués y el D'uque-)
Marqués. ¡ Bien luce !
Duque. , ¡ Bien satisface !
AL\rqués. ¡y bien finjo!
Duque. ¡ Muy bien miento !
Marqués. ¿Que éste la vio y no la vi?
Duque. ¿Que no la vi y él la vio?
Marqués. ¡ No osaré decir que no !
7
98
EL LACAYO FINGIDO
Duque. Por fuerza dije que sí.
Leonardo. ¿Pues no es buena?
Duque. ¡ Buena, a fe !
Marq'ués. j La mejor es que yo he visto !
Leonardo. ¿ Visto la han ? ¡ Válgame Cristo,
peor está que pensé !
Duque. ¿ Qué aguardamos ? Vamonos.
Leonardo. Sancho, ¿también tú te vas?
Sancho. Señor, voy por más.
Leonardo, ¿Por más?
Sancho. No más que por otros dos.
{Vanse, y queda Leonardo.)
Leonardo. Con semblante sosegado
dijeron que la habían visto.
Digo que apenas resisto
la turbación que me ha dado.
¿No vella yo y vella ellos?
Aunque aqueso sería el Diablo...
¿Qué digo? ¿Sé lo que hablo?
Pero sí que bastó vellos.
Si a ver la tela vinieron
y habella visto afirmaron,
¡pues bueno a fe me dejaron,
pues yo no la vi y la vieron !
¡ Válate el diablo por tela !
¿ Que la vieron es posible ?
(Entran con Sancho un Conde y un General.;
Conde.
¿Que es invisible?
Sancho.
Invisible.
Conde.
He de verla.
General.
Veréla. —
¿Habéisla visto, Leonardo?
Leonardo
Vila.
General.
¿Yes buena ?
Leonardo
¡ Famosa !
General.
Ahora veamos esta cosa.
Conde.
Vamos, que por mí ya tardo.
{Entranse, y queda Leonardo.)
Leonardo. Sólo falta que lo afirmen
el Conde y el General,
para que, si pasa tal,
todos mi temor confirmen.
¡ Alto ! Ellos se detienen,
y es que la deben de ver;
y si no tienen que hacer
más que yo, ¿cómo no vienen?
Porque allí no hay más que entrar
y tornar luego a salir:
no sé yo si lo reír,
ni sé yo si lo llorar.
{Salen.)
Conde. (No vi cosa.)
General. (Nada he visto.)
Conde. ¡ Vistosa tela !
General. ¡ Vistosa !
{Vansc.)
Leonardo. ¿No dije yo? ¡Es milagrosa! —
¡ Viéronla, por Jesucristo !
Sancho. Ea, labor hay cortada
en que entrar hasta los codos.
Leonardo. ¿Vais por más, Sancho?
Sancho. Por todos.
Leonardo. ¿Por todos?
Sancho. En camarada.
(Vase.)
Leonardo. Basta que todos los que entran
ven la tela si no es yo...
¿ Venia, digo ? ¡ Quizá no !
Quizá conmigo se encuentran.
¿ No podremos haber dado
todos en un pensamiento ?
Pero no: mucho mal siento
del sosiego que han mostrado.
¿Cómo, Leonardo, qué es esto?
¿No os dio el Duque Arnaldo al
[mundo ?
¿ No sois hermano segundo,
en Francia, del duque Arnesto?
¿ Si se descuidó mi madre
y dio en otras fantasías?
i Mas si al cabo de mis días
fuese hijo de otro padre !
{Entran un golpe de caballeros con el Rey.)
Rey. ¿Qi-ie tan vistosa salió?
Pues, Leonardo, ¿qué hay de tela?
Leonardo. Señor, extremada: vela,
dirás lo que digo yo.
¡ Alto ! Pues siendo tan buena,
¿no la vemos? ¿Qué aguardamos?
Ya todos con gusto estamos.
Rey.
Duque.
{Entransc.)
Leonardo. ¡ Sólo yo quedo con pena !
¿Pues estoy en mí? Yo hallo
por gran necedad sentirlo:
sino si es burla, reírlo;
si verdad, disimulallo.
k
JORNADA TERCERA
99
Por Dios que me he de seguir
por lo que todos hicieren,
que contra lo que mil quieren
mal puede uno solo ir.
{Van salic'jiilo uno a ttno y hablando.)
Duque.
Marqués.
General.
COXDE.
Rey.
Leonardo.
Duque.
Marqués.
Conde.
General.
Rey.
Reina.
Rey.
Reina.
Rey.
Leonardo.
Reina.
Rey.
Reina.
Rey.
Reina.
I
Duque.
]NL\ROUÉS.
Conde.
General.
Leonardo.
Duque.
V
¡ La tela es buena en extremo !
¡ Maravillosa, realmente !
¡ Por mi fe, es excelente !
Saber alaballa temo.
Si buscase muchos modos
de loalla, no sabré,
i Maravillosa es, a fe ! — [dos !
¡ Por Dios, que me he de ir con to-
i Ni hay tela, ni sé qué hablo !
¡ Ni hay tela, ni yo tal creo !
¡ Si hay tela, yo no la veo !
¡ Si hay tela, me lleve el diablo !
Yo no la vi, pero llegue
otro a negalla primero :
todos lo afirman, no quiero
ser el primero que niegue.
(Entra la Reina.)
Basta, señor, que me afirman
que han traído a vuestra corte
de una tela extremo corte.
Cuantos la ven lo confirman.
¿ Luego venia ?
El reino todo.
Menos más de dos gallardos.
Dícenme que los bastardos
no la ven.
De ningún modo.
¿ No la veré ?
Sí, si quieres.
Sí, sí, deseólo harto. —
¡ Hola !, llevarla a mi cuarto,
y veránla las mujeres.
;Esta es verdad o novela?
¡ Yo qué sé de esto !
Yo menos.
¡ Pues por Dios que queden buenos
los que no AÍeren la tela !
¡ Por Dios que veo más de un tris-
y no soy, a lo que creo, [te ;
sólo yo el que no U veo !
Si me diesen en el chiste,
yo estoy tal, que podría ser,
que ruin mujer fué mi madre.
C^Vasc.)
Marqués. ¡ Qué tonto fué mi padre,
que lo engañó su mujer !
(Vase.)
Conde. Padre, ¿que me criaste vos
y otro me hizo ? ¡ Loco voy !
(Vase.)
General. ¿Que hijo de puta soy?
i No pensé tal, juro a Dios!
(Vase.)
Rey. Solos habernos quedado.
Reina. No muy solos, que aquí está
Leonardo.
Leonardo. También se irá.
Reina. Nunca vos estáis sobrado.
No os vais vos, que el Rey no gus-
Leonardo, de que osvais vos, [ta,
que hay no sé qué entre los dos,
que los dos gustos ajusta.
Rey. El ser Leonardo quien es
y en todo tener buen gusto,
lo ajusta a mí.
Reina. Luego justo
es, Leonardo, que. te estés.
No te vayas, que también
gusto yo de que te quedes.
Leonardo. Nada que tú mandar puedes,
puede no estarme a mí bien.
Rey. ¿Pues qué se ofrece, señora,
de pleitos, que ya no es
pleito el Duque y el Marqués?
¿ O no sois la intercesora ?
¿Cómo está ya muerto aquello,
que de ello no me tratáis?
Reina. Pero, ¿cómo os acordáis
todavía, señor, de ello?
Rey. Como os vi tan cuidadosa
y os veo ya tan sin cuidado
del pleito, habéismele dado.
Reina. Dámele a mí cualquier cosa.
No se le diera a otro más
del que se me ha dado a mí.
Rey. ¿Cuidado del pleito?
Reina. Sí.
Rey. ' ¡No me le dio a mí jamás!
Reina. Basta que se le haya dado
y tanto al Duque y Marqués.
Rey. ¿Cómo no tratan de él, pues?
Leonardo. Cuanto habla, habla doblado.
Reina. Como le mandaste dar
100
EL LACAYO FINGIDO
del caso a los dos probanza,
han perdido la esperanza
de poderlo averiguar,
porque no juró un testigo
solo que hay.
Rey. ¿Por qué?
Reina. No quiso,
y estáse el pleito indeciso.
Leonardo. Ahora hablará conmigo.
Rey. Saber quién es y obligalle
a ese testigo que jure.
Leonardo. Déjelo, no lo procure,
que quizás podrá dañarle.
Rei.xa. Eso no se les ofrece,
o les está así mejor.
¿Queréis que os diga, señor,
qué es lo que a mí me parece?
Que ni alzó el Marqués la moza,
ni el Duque se la robó;
sino que de cuña entró
otro.
Leonardo. ¡ Cuan bien lo arreboza !
Reina. Algún hombre principal,
que usando de su poder
tiene oculta la mujer.
Rey. ¿y sabéis quién?
Reina. No sé tal.
Si yo alcanzara a saber
este casó sin segundo,
¿el Marqués y Rosimundo
pleito habían de traer?
¿Una traición como ésa
no había de averiguar?
¿Tal de mí se ha de pensar?
De que se sepa me pesa.
Pensallo yo o presumillo,
sí; mas, ¿de saberlo había?
Rey. y aun por eso lo decía,
que era mal hecho encubrillo.
Reina. Eso no, ¡ Buena era yo
para tenello encubierto !
Leonardo. Así lo sabe ella cierto,
como soy Leonardo yo.
Reina. Ahora, lo que en esto hallo
es que los dos lo dilatan :
pues si ellos de ello no tratan,
¿quién me mete a mí en tratallo?
De ese parecer no estoy.
Dios guarde a tu Majestad.
(Vasc.)
Sancho. Tiempo pierdo en la ciudad;
yo también, señor, me voy.
Rey. Espera, Sancho, detente:
¿pues de esa suerte te vas?
Sancho. ¿Pues cuándo me importa más
que ahora ser diligente,
que la Reina y su sospecha
le tiene puesto en aprieto.
Rey. Aun bien que eres tú discreto,
de la ocasión te aprovecha.
Y pues que lo prometiste,
dame a Rosarda en la mano :
haz presto aquel risco llano.
Sancho. ¿Lo que te dije no hiciste?
Rey. Ya, primero que se fuera,
advertí al alcaide todo
lo que ordenaste del modo
que dijiste que lo hiciera.
Sancho. ¿Qué le mandaste?
Rey. Que hiciese
cuanto mandase Rosarda,
sin que estorbase la guarda
nada que ella le pidiese.
S.\ncho. Basta con eso. Me voy,
y mañana allá te espero.
Leonardo. Sancho mío, ¿vivo o muero?
Sancho. Yo te daré vida hoy.
Rey.
Leonardo.
Rey.
Leonardo.
Rey.
(Vase.)
Leonardo, ¿no oíste la Reina?
¿No viste aquella preñez
de cosas?
Algún doblez,
sin duda en su pecho reina.
Pues no sabe lo que pasa.
Por lo menos lo presume,
porque aunque se lo resume
muestra que en celos se abrasa.
Pues de hecho no lo sabe,
porque si ella lo supiera,
tanto valor no cupiera
en mujer, que en pocas cabe.
Yo, que la conozco bien,
sé que no lo sabe, no.
Leonardo. Y lo mismo digo yo,
porque lo muestra ahora bien,
y creo yo que lo ignora. —
No creo ni lo deseo,
que si lo sabe, yo creo
que mi suerte se mejora.
¿Qué dices?
No lo ha sabido,
sino que sospecha sólo.
Rey.
Leonardo
JORNADA TERCERA
101
Rey.
f
Leonardo, a Sanchillo sólo
mi gusto está remitido,
si él hace con brevedad
lo que prometido tiene.
Leoxardo. Eso es lo que más conviene
ahora a tu ^^lajestad;
apretar con la ocasión,
porque la presa está hecha,
primero que su sospecha
estorbe tu pretcnsión.
Rey. Pues no pienso amanecer,
si te parece, en la quinta.
{Salen el Marqués y el Duque.)
M'ARQUÉs. Si ello se nos despinta,
muy bien ha de suceder.
Rey. ¿ Quién entra ?
Leonardo. El Duque y el Marqués.
Rey. Pues entren, y vamonos. —
¿Pues dónde bueno los dos?
]\Iaroués. Señor, a besar tus pies.
Rey. ¿ Ofrécese alguna cosa
en que poder acudir?
}vL\R0UÉs. Ambos hemos de servir,
que es obligación forzosa.
{Vansc el Rey y Leonardo.)
No le osé decir palabra
porque prometí secreto
a la Reina.
Duque. Ese respeto
hace que el labio no abra.
^L^ROuÉs. ¿Qué dirá el Rey de nosotros,
ayer contrarios y hoy juntos?
Duque. Que no reparéis en puntos :
dirá lo que dicen otros.
Ya prometimos secreto
y habrémosle de guardar;
mas llegue el tiempo de hablar,
que cuando se llegue a efeto
cada uno hablará
lo que le estuviere bien.
{Entra la Reina.)
Reina. Estéis, señores, tan bien,
como el hablaros me está.
Marqués Los dos besamos, señora,
a tu Majestad los pies.
Reina. ¿Es hora de vernos?
^L\ROUÉS. Es,
y a que nos mandes ahora.
Duque. Acerca de nuestro pleito,
¿qué tenemos negociado?
Reina, Téngolo en tan buen estado,
que en pensarlo me deleito.
Y, en fin, pues yo prometí
que a los dos daría gusto,
fuera de parecer justo
y cumplir lo que ofrecí.
Mañana, como que vais
así a otra cosa distinta,
amaneced en la quinta;
que con que allí amanezcáis,
y yo allí también me halle,
que pienso allí amanecer:
lo que ofrecí podré hacer
con que todo el mundo calle.
Dejad que el negocio corra
por donde yo he de guiallo.
Duque. Mudo soy.
Marqués. Agora callo. —
De prevenciones ahorra.
Reina. Pues voime. Allá nos veremos
a la misma hora que he puesto.
Marqués. A la hora y en el puesto
que nos mandas estaremos.
{Vanse, y sale Sancho y Rosarda.)
Sancho. ¿Has enviado a llamar
al alcaide?
Rosarda. Ya envié.
Sancho. Mientras viene te diré
cómo Leonardo ha de entrar,
que el entrar él en la torre
es donde está todo el toque;
yo haré lo que a mí me toque
hasta esto, que por ti corre.
Sólo tengo que avisarte
que para que dé el sí el viejo
en tan buen punto lo dejo,
que el sí no puede faltarte.
Que el mismo Rey le ha mandado
que tu mandato obedezca ;
pero porque no parezca
que ha sido caso pensado,
es bien que entres con recato,
y no arrojándote luego
como que parezca ruego
' y no parezca mandato.
Entretenlo así primero,
que es el viejo de palacio.
Rosarda. Yo le hablaré despacio.
Sancho. Eso sólo es lo que quiero,
que en su vida ha estado él
102
EL LACAYO FINGIDO
tan de prisa como ahora.
El viejo viene, señora;
voime, y quédate con él.
(Vase Sancho y entra el Alcaide.)
Alcaide. Pues, mi señora, ¿en qué puede
este criado serviros?
RosARDA. Merced me haréis de cubriros,
y eso de servir se quede.
Yo soy la que espero hoy
de vos merced y regalo.
Alcaide. ¿ Yo merced ? ¡ No está esto malo !
RosARDA. Cubrios.
Alcaide. Muy bueno estoy.
RosARDA. Yo no quiero que así estéis;
atención quiero no más.
Alcaide. Eso y todo lo demás
haré que vos me mandéis.
Si pudiere, que, por Dios,
que no sé si me ha de dar
la negra purga lugar
de que hablemos los dos.
Rosarda. De libres padres nací :
pluguiera a Dios no naciera,
pues naciendo al mundo libre
contra razón estoy presa.
Poderosos, aunque a mí
pudieron darme a la tierra
vida larga, no pudieron
evitar su muerte presta.
Por muerte suya quedé
en el amparo y tutela
de Arnaldo, marqués, mi tío,
de quien hoy soy heredera,
que el estado del Marqués
y de mi padre la hacienda
por su muerte han hecho un cuerpo,
y de éste soy la cabeza.
Alcaide. Acordaos donde quedamos,
que al momento doy la vuelta.
(_Vase.)
Rosarda. Si la pasión me dejara,
a la risa rienda diera,
i No es bueno que me dejó
y se fué! ¿Quién esto hiciera?
Pero sí bien pudo hacello
un necio con una necia,
que harto lo he sido yo
en dar de mi vida cuenta
a quien de mí no la ha hecho;
pero es forzoso, ¡ paciencia !
(Vuelve-)
Alcaide. Quedamos en que quedaste
sin padres y con tutela.
Rosarda. Puesta en casa del Marqués,
viérades a mis pies puestas
del Hesperia y del Arabia
de oro y plata largas venas;
las piedras que saca el indio
y perlas que el negro pesca
me servía a mí mi tío
y no me tenía contenta
y en este golfo de bienes,
que no hay golfo sin tomenta,
la fortuna, que no en balde
sobre una bola se asienta,
de la bola resbalé
todo el mundo, y mudóse ella.
Alcaide. ¡ Y yo a mi pesar también
me mudo ! — Ya vuelvo, espera.
(Vase.)
Rosarda. ¿Qué me trujo mi ventura
a este tiempo? ¿Hay tal afrenta?
j Oh, necesidad infame !
¡ Oh, ignominiosa paciencia,
que a este extremo habéis traído
a una mujer de mis prendas!
Sin duda lo hace de industria,
porque el sufrimiento pierda,
como he perdido el sentido,
pues hallo industria en las bestias.
¿Enojaréme o reiréme?
(Vuelve el Alcaide.)
Alcaide. La purga me trae de vela. —
Y, como decís, señora,
volvió fortuna la rueda.
Rosarda. Mudóse, pues, mi fortuna,
Alcaide, en nada de buena,
y quiso mudase estado
mi tío : ¡ nunca quisiera !
Buscóme un marido rico,
como si yo pobre fuera,
sin ver que faltas de gusto
se suplen mal con riqueza.
Ya del día de las bodas
se prevenían las fiestas,
cuando tma noche me vi
robada y en prisión puesta.
Alc.mde. ¡ A Satanás doy la purga.
Rosarda. Yo quisiera...
Alcaide. Y yo quisiera
JORXADA TERCERA
103
acabarte de oír de un golpe,
pero hasme de dar licencia.
(Vaso.)
RosARDA. ¿Ya de que sirve sentirlo,
si se ha de sufrir por fuerza?
El no siente lo que hace,
y supuesto que lo sienta,
ya lo lleva por chacota
llevarlo como lo lleva.
Pues no me hallo en estado
de que lleve en la cabeza :
haga él lo que yo quiero,
y hágase como él lo quiera,
que ya no quiero enojarme.
(Vuelve.)
Alcaide. En efecto, tú quisieras...
RosARDA. Quisiera yo, si es posible,
hacer cierta diligencia;
tan cierta, que será cierto
el salir de aquí con ella,
y ésta, padre, está en tu mano
y en la entrada de esta puerta,
sólo en que dejes entrar
hoy mi ventura por ella,
que entrará con que entrar dejes
a...
Alcaide. Primero que entre espera
antes que salga de mí
alguna cosa que hieda.
(Vase.)
RosARDA. Sin duda es, o yo me engaño,
el alcaide anda de priesa,
porque en el salir y entrar
y en sus ansias tan inquietas
parece que está de parto
o los dolores le aprietan.
¿ Si le ha burlado Sanchillo
con alguna estratagema ?
'Que no sin misterio dijo
él que despacio fuera;
y si es la burla que pienso,
por mi fe que ha sido buena.
(Vuelve.)
Alcaide. ¡ Basta, que doy más caminos
que da al año una estafeta ! —
Señora, en resolución,
todo este ruego y oferta,
toda esta exageración,
el preámbulo y arenga,
¿es pedir que deje entrar
a alguno por esta puerta?
RosARDA. A Leonardo, que me importa
la vida.
Alcaide. Entre en hora buena,
y no me lo agradezcáis,
que por vos no lo hiciera.
Hágolo porque el Rey manda
que hoy en todo os obedezca :
llegue él a mí cuando mande,
que la puerta tendré abierta.
(Entra Sancho.)
Sancho. ¡ Oh, señora !
RosARDA. ¡ Oh, Sancho amigo !
Alcaide. ¿Acá entráis vos, buena pieza?
Saxcho. ¿ Pues por qué no ? ¿ Hay entredi-
^[cho?(i)
¡ Pchs ! i Mal huele por aquí !
Alcaide. ¡ Ah, ladrón, ya te lo han dicho ! —
Adiós, señora, a más ver.
RosARDA. No 03 vais ; mirad.
Alcaide. No hay lugar.
Sancho. Dejaldo ir a reposar,
que a fe que lo ha menester,
que cuando un hombre es de pur-
no está el pararse en su mano, [ga,
Alcaide. ¡ Credo in Deum como cristiano,
que sabe lo de la purga !
(Vase.)
Rosarda. Ya Leonardo puede entrar
en la torre, ,¿ Ahora qué resta ?
Sancho. Que de aquí a la hora puesta,
retirarse y aguardar,
que tu remedio está llano
en viéndoos allí a los dos.
Rosarda. Voime, pues, mi Sancho, adiós ;
mi vida pongo en tu mano.
Sancho. ¡Cielos!, ¿la danza no guío?
Pues el duque Rosimundo,
a pesar de todo el mundo,
ha de ser esta vez mío.
(Entra el Rey y Leonardo.)
Rey. Sancho, en hora buena estéis.
Sancho. El cíelo, señor, te guarde.
Rey. ¿ Hemos venido muy tarde ?
Sancho. No, señor, buena hora es.
Rey. Mientras en corte me engolfo
mi gusto tormento corre;
(i) Falta un verso a esta redondilla.
104
EL LACAYO FINGIDO
pero en llegando a la torre
de mi bien, no temo el golfo.
Luego que a esta puerta llego
descansa, Leonardo, el alma,
porque la tormenta calma.
Leonardo. ¡ Yo me turbo, temo y ciego !
(Entra Eleandro.)
Eleandro. Aumente el cielo los años
de tu ]\Iaj estad, señor.
Rey. ¡Oh, artífice vencedor
de naturales y extraños !
Por esta vez, ¿a qué bueno
ha sido vuestra venida?
Eleandro. ¿No es tiempo ya de que acuda?
Trátese, pues, del aprecio,
que en estando hecho el precio
que os entregará, sin duda.
(Entran el Duque, el Marqués, el .General y el
Conde.)
JMarqués. ¿Mándanos tu Majestad
algo en que te servir?
Rey. ¡ Marqués !
¡ Duque Rosimundo ! Pues,
¿a qué bueno? ¿Hay novedad?
Marqués. Acompañamos la Reina,
que se acaba de apear.
Rey. ¿La Reina, y sin avisar?
Marqués. ¡ Sin avisar !
Rey. Puede, que es Reina. —
¿ Si la trae algún recelo ?
Leonardo. No, sino deseo de verte.
Rey. ¡ No la trae sino mi muerte !
Leonardo. No la trajo sino el cielo.
Rey. Leonardo, gran riesgo corre
con su venida mi bien.
Leonardo. En la quinta le entreten,
que ha riesgo si entra en la torre.
Rey. No pasará de la quinta,
que nunca pasa de allí.
Leonardo. Hoy hace el cielo por mí
si sus intentos despinta.
Rey. Mientras yo a su vista asisto
de la Reina y vuelvo a veros,
vos y aquestos caballeros,
Leonardo, pues lo habéis visto,
podréis apreciar la tela,
que por el aprecio paso,
y páguenle en todo caso
al momento.
(Vase.)
Leonardo.
Eleandro.
Leonardo.
Eleandro.
Leonardo.
Eleandro.
Conde.
General.
Marqués.
Duí^ue.
Apreciaréla. —
Pues, ¿qué pedís vos de corte,
maestro?
Mil doblas pido.
¿Mil doblas?
No ha sido
mucho.
Sí fué ; de ahí se acorte.
No he pedido más ni menos
de lo que se me ha de dar :
y aun bien, que hay en el lugar
apreciadores y buenos.
Dénsele, que bien los vale
si el verla el precio señala.
(Fase.)
Yo no la vi, más valdrálo :
en bien bajo precio sale.
(Vasc.)
Por mí súbala diez codos.
iVase.)
Por mí, ni es bajo ni es alto.
(Vase.)
Leonardo. Pues todos lo dicen, ¡ alto ! :
quiero decir lo que todos. —
¡ Por Dios no vi lo que aprecio,
pero haré^elo contar ! —
Vamos, señor, haréos dar
de contado todo el precio.
Eleandro. A contar voy el dinero,
luego doy la vuelta, hijo.
Sancho. Yo aquí, con el regocijo
debido al caso, te espero.
(Vanse, y queda solo Sancho.)
Sancho. Mirar debo con cuidado
por lo que hoy traigo entre manos,
que no es bien que salgan vanos
tantos pasos como he dado ;
que el caso que emprendo es gra-
y no sin razón le temo, [ve
y esta reducción a extremo,
que hoy se le ha de echar la llave.
Ayuda, fortuna amiga,
que en tu nombre me aventuro.
{Vase, y sale el Rey.)
Rey. Por mi real corona juro
que no sé lo que me diga.
¿ Que hicieron el aprecio
JORNADA TERCERA
105
sin tela? Mas, ¿si la habría?
Yo por burla lo tenía ;
mas de veras pago el precio.
{Entra Sancho.)
Rey. Sancho.
Sanxho. Señor, ¿qué hay de celos?
¿Viene la Reina celosa?
Rey. No, Sancho, no sabe cosa:
mil gracias doy a los cielos.
Sancho, ¿dices que hoy, en fin,
a Rosarda gozaré?
Sancho. Hoy.
Rey. ¿Iré a la torre?
Sancho. Ve,
que a las tres tendrá eso fin.
{Vase el Rey.)
¡ Qué contento el pobre va !
Piensa que la Reina ignora
su amor, y es ésta la hora
que aquí por mi orden está.
Y en su venida le fundo
al necio el tiro mejor
que se le ha hecho a señor
después que este mundo es mundo.
(Entra Leonarda.)
Leonardo. ¿Es donaire o no es donaire?
Las mil doblas se han llevado,
uno sobre otro contado,
y la partida fué aire. —
¡Oh, mi Sancho! ¿Qué se hace''
¿Qué se ha hecho por allá?
Al alcaide hablé ya.
Sancho. ¿Y qué dice?
Leonaudo. Que le place ;
que él me franqueará la torre.
Sancho. Pues casaráste esta vez ;
espérame allí a las diez.
Leonardo. ¡ Tiempo perezoso, corre !
i (Vase y salen el D'uque y el Marqués.)
Duque. ¡ Válelo muy bien la tela !
Marqués. ¡ Muchas veces bien valido !
Duque. ¡ Xo vi aire más bien vendido !
Marqués. ¡ No vi más cara novela !
Duque. ¡ Oh, Sancho ! ,
Sancho. Señores, ¿dónde?
Duque. Buscándoos.
Sancho. ¡ Por vida mía !
Duque. La Reina a vos nos envía;
Duque.
Sancho.
Duque.
Marqués.
Sancho.
quiere decir que responde,
que es un caso que los dos
con Su Majestad tratamos:
os busquemos y sigamos
el orden que daréis vos.
Venimos a que nos deis
el que habernos de tener.
Sancho. Pues el que habéis de tener
es que al momento os tornéis,
y estéis a las diez en punto
en la torre en que con guarda
tiene el Rey puesta a Rosarda,
y que el Duque vaya a punto,
como desposado, en fin :
muy galán y acompañado,
y apenas habrá llegado
cuando consiga su fin.
Iré a las diez, puntualmente.
O un cuarto hora después.
Adiós. — Vamonos, Marqués.
Vamos a convidar gente.
(P'anse.)
Andad, que vais muy contentos,
que allá veréis lo que pasa :
hoy ve el Rey vuelta su casa
desde almenas a cimientos.
(Entra el Alcaide.)
Alcaide. ¿Dos mil vizcaínos? ¡Por Dios,
que no se la dan de balde !
Sancho. ¡ Miren qué sorna ! Buscalde.
Alcaide. ¿A quién buscáis?
Sancho. Busco a vos.
Alcaide. ¿Y qué es lo que me queréis?
Sancho. ¿Pasó ya aquella tormenta?
Alcaide. No toda, que a buena cuenta
habrá algo que paséis.
Sancho. ¡ Xo, no. pasaldo vos todo,
y hágaos muy buen provecho.
¿Qué es de vos? ¿Qué os habéis he-
Alcaide. He andado puesto de lado. [cho?
¿ Y para qué me buscáis ?
Sancho. Hase la tela acabado.
Alcaide. Así dicen.
Sancho. Y ha mandado
■ el Rey que de ella os vistáis
y parescáis en las bodas
de Rosarda, que hoy se casa,
y aunque hay mil galas en casa,
ninguna como ella en todas.
¿Qué más gala que salir
106
EL LACAYO FINGIDO
^ visto de unos y otros no?
¡ Ojalá saliera yo !
Alcaide. Será, por Dios, de reír.
¿Y ha de ser mío el vestido,
Sancho ?
Sancho. Bueno es pensar menos.
¿ No son dos mil muertos buenos ?
xAjlcaide. Ya quisiera estar vestido.
Sancho. Idos, pues, que en siendo tiempo,
haré que mi padre os vista.
Alcaide. Sancho, ¿la tela es de vista?
Sancho. De vista y de pasatiempo.
{Vase el Alcaide.)
Paréceme que se va
esto poniendo en buen punto.
(Entra Eleandro y su hijo en traje de caballeros.)
Eleandro. Aquí quedó en este punto :
adonde le dejé está.
Sancho. Pues, mi Eleandro, ¿has cobrado?
Eleandro. Todo, sin faltar ceptí.
Hijo. ¡Cielo! ¿Es posible que vi
rm día tan deseado? —
Dale, señora, las manos
a este humilde criado tuyo.
Mal quien te hizo hermano suyo
las dará: somos 3'a hermanos.
Levanta, Partenio caro,
y vengas muy en buen hora.
¿Cómo vienes?
Bien, señora.
Di el señora no tan claro,
porque aquí no soy señor,
sino Sancho solamente :
tratarásme entre esta gente
como a tu hermano el menor.
¿Qué me dices de mi madre?
Muere por saber de ti.
Sabrá muy pronto de mí.
Yo he menester a tu padre.
Ven, que a lo largo podré
darte cuenta de mi vida.
En todo serás servida
de mi lealtad y mi fe.
Sancho.
Hijo.
Sancho.
Hijo.
Sancho.
Hijo.
(Vanse, y sale Rosarda-)
Rosarda. Ya el plazo puesto es llegado
y mi Leonardo no llega;
ni el alma triste sosiega,
llena de amor y cuidado.
¿Es posible que he de ver
hoy el bien que ver deseo?
En fe de ser bueno creo
que no puede suceder.
¡ Tantos son, cielos, los males
que hechos me tiene el amor !
(Entra Leonardo.)
Leonardo. Con recato y con temor
atravieso estos umbrales.
No porque nadie me impide,
que franca tengo la puerta,
ni porque gloria tan cierta
es temida, y feudo pide.
Mas porque un alma que adora
siempre padece recelos.
Rosarda. ¿No es éste Leonardo, cielos? —
¡ Mi Leonardo !
Leonardo. ¡ Mi señora !
No sé por dónde comience
a celebrar mi placer,
porque temo no saber,
que el miedo a la causa vence.
El alma, que en verte calma,
tiene anudada la lengua,
y así caerá en grande mengua ;
pero hablándote está el alma.
Rosarda. ¿Es posible que nos vemos?
No es posible, aunque gozo.
Sancho.
Leonardo.
Sancho.
Leonardo.
Sancho.
Leonardo.
Sancho.
Rey.
(Entra Sancho.)
Señor, tu gozo en el pozo.
¿ Cómo, Sancho, ¿ Qué tenemos ?
Viene el Rey sobre vosotros.
¿El Rey?
Sí.
¿ Pues qué remedio ?
No sé que haya humano medio,
porque está ya con nosotros.
(Entra el Rey.)
¿Era ya tiempo, señora?... —
Pero, ¿qué es esto, Leonardo?
¿Qué hacéis aquí?
Leonardo.
Que aguardo :
(Túrbase.)
Rey.
Leonardo,
Rey.
he llegado antes de ahora.
¿Pe qué te turbas?
No turbo:
pregúntaselo a las guardas.
¿De modo que a mí me aguardas?
Más creo que te perturbo.
JORXADA TERCERA
107
Que he venido a perturbar
con mi venida tu gusto,
si se puede decir justo
hallarte en este lugar.
¿ Pues conmigo trato doble ?
¿ De ti fié mi secreto,
de ti ? : ¿yo soy el discreto ?
Y tú, ¿tú eres el noble?
¿A mí me aguardas, Leonardo?
¿Cuándo te dije yo a ti
que me aguardases aquí?
Pero no, ¿qué más aguardo?
i Vive el Cielo que hoy el suelo
en ti enemigo ha de ver !
Sancho. Señor, ¿qué hemos de hacer,
que se cae sobre ti el cielo?
Rey. ¿Qué hay?
Sancho. Que la Reina mi señora
viene, señor, sobre ti.
Rey. ¿Pues la Reina viene aquí?
Sancho. Aquí.
Rey. ¿ Ahora ?
Sancho. Ahora.
Rey. ¿Pues cómo la huiré el cuerpo,
porque no dé aquí conmigo?
Sancho. ¿Cómo, si está ya contigo
en batalla, cuerpo a cuerpo?
(Entra la Reina.)
Reina. Pues, señor, ¿tan encerrado
aquí os había de hallar?
¿Cómo tendré yo lugar,
si estáis tan bien ocupado?
¿•Cómo no me respondéis?
Mas, ¿qué habéis de responder?
Pues cómo: ¿un Rey con mujer,
y la mujer que tenéis,
se viene al campo a encerrar
a hurtadas con una dama?
¡ Grave empresa ! ¡ Buena fama !
¡ Buena empresa ! ¡ Buen vagar !
¿Juntas de noche y de día
con Sancho, Leonardo y vos?
¡ Lindo uno, bueno dos :
virtuosa compañía !
Sancho. ¿Tu Majesad da en callar?
¿Por qué no habla? Acabe ahora:
da a la Reina mi señora
con eso que sospechar.
Pensará que hace de veras
lo que de industria está haciendo.
Reina. ¿Qné es lo que estás tú diciendo?
¿Tú quimeras?
Sancho. Xo hay quimeras.
No hay sino verdades finas,
que si el Rey a este aposento
vino, ha venido a otro intento
muy fuera del que imaginas.
Habíanse los dos dado
la palabra de casarse:
quisieron hoy desposarse
y vino hoy el desposado.
Reina. ¿Palabras se tenían dadas?
Sancho. Cuando menos por escrito :
a sus firmas me remito.
Reina. ¿Luego hay cédulas firmadas?
Sancho. ¿ Luego no ? ¡De eso me río !
De cada uno un papel :
él el de ella, y ella el de él.
Leonardo. He aquí el mío.
RosARDA. He aquí el mío.
Reina. Perdone tu Majestad,
que cierto que callo ahora.
Rey. ¡ Que sois terrible, señora !
¡ No hay quien os sufra, en verdad !
¡ Por Dios, que me han hecho tiro !
Dios me saque del con bien,
y de este aprieto también,
porque otras mil cosas miro.
(Dicen desde dentro.)
Marqués. ¡ Fuera ! ¡ Lugar ! ¡ A una parte !
Rey. ¿ Quién ?
Sancho. Un acompañamiento
es de cierto casamiento.
Rey. ¿ Casamiento, }- en tal parte ?
(Entra una Guarda.)
Guarda. La puerta piden, ¿daréla?
Rey. Muy bien se la puedes dar.
(Entren todos los que pudieren de acompañamiento,
y el Duque vestido de ropas de boda, y el Mar-
qués, y el Alcaide en calzas de lienzo y en camisa,
con espada en su talabarte-)
Sancho.
Rey.
Sancho.
¡ Afuera ! ¡ Hagan lugar,
no le ajen esta tela! —
¿Vuestra Majestad no sabe
cómo al alcalde vestí?
¿De qué? ¿De mi tela?
Sí.
¡ Qué ancho viene, en sí no cabe !
¿No está muy bueno el vestido?
¿Qué dice Su M-ajestad?
108
EL LACAYO FINGIDO
Rey. ¡ Está famoso, en verdad !
Alcaide. Señores, ¿yo estoy vestido?
Reina. ¡ Famoso ! — ¡ Qué he de decir ! —
Digamos todos lo mismo.
Leonardo. ¡ Muy bueno ! ¿ Hay tal barbarismo,
que hemos todos de mentir?
Duque. ¡ No pensé saliera tal !
Marqués. ¡ Admirablemente sale !
Alcaide. ¿Vale mucho?
Marqués. ¡ Y cómo vale !
Alcaide. ¡ Pues, por Dios, que abriga mal !
Duq'üe. Basta que parezca bien.
Alcaide. ¡ Y tan bien como parece !
Reina. ¡ Bien lo que costó merece !
Alcaide. ¿Que es de esa tela que veo?
¡ El día que los muchachos
me tiran piedras, es hoy !
¡ Vive Dios que yo lo estoy,
o todos están borrachos !
Este ladrón es quien anda
quitando a todos el seso.
¡ Pues no pasaré por eso,
si todo el mundo lo manda !
¡ No es tiempo de callar más,
que esto pasa ya de raya:
poco se pierde que haya
un hijo de puta más! —
Señores, yo juro a Dios
que yo la tela no veo,
y así confiesan y creo
que no la ven más de dos.
Leonardo. Ahora bien, no supo el mundo
quién mi madre pudo ser,
ya no tengo qué perder,
porque soy hijo segundo.
O sea o no sea bastardo,
digo que no veo la tela.
Duque. ¿Va a decir verdad? Diréla.
Yo digo lo que Leonardo.
Reina. Pues si mi voto se toma,
yo también que hay tela niego.
Marqués. Yo la veo como un ciego.
Duque. Yo como al que está en Roma.
Alcaide. Pues decid, hijo de puta,
¿todos son hijos de putas?
Rey. La burla es de las astutas
que he visto.
Reina. ¡ Leve y astuta !
Sancho. ¿No me negarán que he hecho
a algunos tragar saliva.
Rey. Pues, Duque, ¿dónde se iba?
Duque. Vengo a casarme derecho.
Rey. ¿a casaros? Pues ¿con quién?
Duque. ¿Cómo con quién? Con Rosarda.
Rey. Torna a decir eso; aguarda:
¿ con quién ?
Duque. Con Rosarda.
Rey. Bien.
¿Con quién?
Duque. Con Rosarda, digo.
Rey. Con Leonardo está casada.
Marqués. ¿Cómo?
-Alcaide. No se le dé nada :
¿no se casará conmigo?
Podra decir, con verdad,
que me ha llevado en camisa.
Marqués. ¡ No hagamos cosas de risa
las cosas de calidad ! —
Sancho, ¿no dijiste vos
que la Reina mi señora
mandaba que a(|uesta hora
estuviésemos los dos,
porque le tenía tratado
al Duque este casamiento?
Reina. Marqués, yo tenía ese intento,
pero habíame engañado,
porque Rosarda y Leonardo
palabra se tienen dada.
Duque. ¿Y está ya con él casada?
Rey. Por mi mano.
Duque. Pues ¿qué aguardo?
Marqués. ¿Casados sin gusto mío?
Sancho. Cada uno tiene un papel
con las firmas de ella y de él.
Leonardo. He aquí el mío.
Rosarda. He aquí el mío.
Rey. Ellos están desposados,
y yo de que lo estén gusto.
Marqués. Pues como a ti te dé gusto,
Dios los haga bien casados.
Sancho. Duque, ¿ fuera buena ahora
Leonora la despreciada,
la sin razón olvidada?
Duque. ¿ Que conocéis a Leonora ?
Quizá, Sancho, ahora pago
lo mal que lo hice; mas...
Sancho. No es tarde, que a tiempo estás
de poderla dar buen pago.
Duque. ¿ Eres mi Leonora acaso ?
Sancho. Sí, Duque, Leonora soy.
Duque. ¡ De contento en mí no estoy !
Señor, ya también me caso;
que quien a aquesto se ha puesto
por mí, muy bien lo merece.
Á
JORNADA TERCERA
109
Reina. Y es deuda, según parece,
por lo que ella aquí ha propuesto.
Rev. ; Que es Leonora ?
DuouE. Heredera,
señor, de un Duque español.
Reixa. i Y no fea !
Rey. ¡ Es como el sol !
Y amando de esa manera,
justo es que vos paguéis
honrándola su afición.
Alcaide. Sancho, ¿que, en resolución.
sois hembra?
Saxxho. ¿y no lo creéis?
Alcaide. No me parece que estoy
para no poder creeros.
Rey. Tarde se hace, caballeros,
porque se celebre hoy.
En mi cuarto celebremos
un caso de tanta gloria.
Leonardo. Dando fin a aquesta historia,
que es justo que ya le demos.
Laus Deo.
FAMOSA COMEDIA
DE
LAURA PERSEGUIDA'
FIGURAS DEL PRIMER ACTO:
El Príncipe Orantec.
El Conde Rufino.
El Rey Pirandro.
Laura, dama.
Leonarda, dama.
Flavio.
Ardeniü.
ESTACIO.
Octavio^ secretario.
ACTO PRIMERO
(Conde Rufino, Príncipe Or-anteo, Flavi'o, Ardenio,
EsTACio, Criados, gente de guarda que sale a
prender al Príncipe.)
Rufino. Dése a prisión Vuestra Alteza.
Or.'^nteo. ¿ Burlas ?
Rufino. De veras lo digo.
Oranteo. ¡ Conde !
Rufino. ¡ Señor !
Oranteo. Conde amigo,
vete y guarda tu cabeza.
Rufino. Si yo de mi autoridad
prenderte, señor, quisiera,
entonces temer pudiera
castigo y riguridad.
Pero tu padre me manda
que te mate o que te prenda.
Oranteo. ¡ Que esto, Conde, el Rey pretenda !
¿Tan ciego en mis cosas anda?
¿ Matarme a mí ?
Rufino. No se entiende
que te ha mandado matar,
que es manera de espantar
al preso que se defiende.
Y cuando así lo mandara,
ni tu padre mi Rey fuera,
ni el Conde le obedeciera,
(i) El encabezado del manuscrito de esta come-
dia, de la Biblioteca Nacional, dice: "Comedia I
nunca vista | Intitulada I Laura Perseguida, j En
Alba a 12 de octubre de iS9[4.] Personas que ha-
blan en este acto Primero." Las variantes que arroja
respecto de la Parte IV de Lope, van anotadas al
pie de cada columna.
ni en ti su acero infamara.
Que éste, que para prenderte
de la vaina no ha salido,
da muestras que no ha tenido
pensamiento de ofenderte.
Que si por bien de Su Alteza
hubiera yo aquí llegado,
ya se hubiera el sol mirado
en su lealtad y limpieza.
Que porque a prenderte vengo
no le he querido sacar,
pues sólo te he de forzar
con las razones que tengo.
Y, en fin, la que más esfuerza (i)
es venir yo tan forzado,
si ya no estás obligado
más al autor de la fuerza,
que es padre, y padre con ira,
que luego se ha de aplacar.
Oranteo. ¿Al Rey me he de sujetar,
si ya caduca y delira?
¡Gentil y justa obediencia!
Sépase el delito mío,
y, vive Dios, que confío
de un contrario la sentencia.
¿Es más que tener amor
a una mujer?
Rufino. No es tu igual.
Oranteo. ¿Y esa es causa principal,
si es de mi gusto el mayor?
Para tenerle, por dicha,
¿ha de ser alguna diosa?
i Ah, Conde, no es otra cosa
sino mi antigua desdicha !
Y estos viejos una vez
no vuelven atrás los ojos;
mas de sus propios antojos,
¿quién será justo juez?
En estando algún anciano
(i) En el original:
crito : "te fuerza".
"te esfuerza" ; en el manus-
I
ACTO PRIMERO
111
Oraxteo.
Rufino.
Oranteo.
RUFIXO.
de todo punto impedido,
luego es el mozo perdido
altanero, loco y vano.
Lueg"o todo es dar consejo,
de ejemplo suyo adornado,
i Ah, Dios, quién de lo pasaao
les diera un presente espejo!
Que a fe que aunque más se abo-
vieran en otras edades [nan
las faltas y liviandades
que a ningún mozo perdonan.
RuFixo. No carece de misterio
del Rey tu padre el rigor,
si ha de resultar tu amor
en tu afrenta y vituperio ;
de donde se ha de seguir
que él y el reino lo padezcan.
¿Y que mis culpas merezcan
tales razones oír?
¿Hay semejante maldad?
¿ Yo deshonra ? ¿ Por qué ? ¿ En qué ?
Temen...
Dilo.
No lo sé,
ni lo afirmo por verdad;
pero dicen que le has dado
palabra de casamiento,
que es notable detrimento
de tu honor y de tu estado,
por ser Laura hija de un hombre
señor de un pobre castillo,
cercado de un montecillo
que aun apenas tiene nombre.
Y, en fin, mujer...
Oraxteo. ¡ Calla, necio,
que te han informado mal,
y esta es causa principal
de perdonar tu desprecio !
Que si no, ¡ por esta luz
del sol y de Laura hurtada,
que te metiera la espada
desde la punta a la cruz !
Quien a Laura ha de nombrar
ha de ser con el respeto
debido al justo conceto
de lo que yo puedo amar.
Lo que es digno que lo ame.
Conde, un hombre como yo,
¿ por ventura mereció
que tu boca nombre infame?
Si acaso bien me estuviera,
hoy a Laura te mostrara.
porque con más bella cara
como otra Medusa fuera.
Y aun ese padre ignorante,
que tiene entrañas de monte,
fuera de nuestro horizonte
otro endurecido Atlante.
Cuando nombrarla permita
será con el mismo celo
que suele nombrarse el cielo,
a quien Laura tanto imita.
Rufino. .Si eso hablarte merecía
mi inocencia, es bien fundada :
no saques, señor, la espada,
que aquí podrás con la mía.
Toma, y pasarás el pecho
más leal y desdichado,
Que al dueño lo mal hablado
nunca dio mejor provecho.
Pásale, aunque él no pecó
ni este pago merecía;
quedará la lengua fría
con que a tu Laura ofendió.
De la cual yo sé muy bien
que es discreción peregrina,
que es hermosura divina
)• ángel del cielo también.
Pero este tu padre airado
nos hace hablar en tu mengua.
Oraxteo. Si me ha ofendido tu lengua,
tu lengua me ha regalado :
yo te perdono, y me doy
por tu preso. Conde amigo.
Rufino. Ya no has de ir preso conmigo.
Oranteo. Basta, Conde : preso voy.
Esto es mi gusto.
Rufino. Pues ven,
que en esta torre has de entrar.
Oranteo. ¿ Hanme también de guardar
estos criados ?
Rufino. También.
Oranteo. Pues dile al Rey que estoy preso.
Rufino. Esto es hecho. — ¡ Alerta y guarda !
{Éntrense Oranteo y Rufino.)
Flavio. Aquí es hoy cuerpo de guarda.
Estacio. Que me ha pesado confieso,
Ardenio. ¿ Por qué ?
Estacio. Porque si éste escapa
de estas prisiones y enojos,
nos ha de quebrar los ojos
cuando nos eche la capa.
Ardenio. ¿Que matarnos ha al salir?
112
LAURA PERSEGUIDA
ESTACIO.
Flavio.
ESTACIO.
Ardenio.
Flavio.
ESTACIO.
Flavio.
ESTACIO.
Ardenio.
Flavio.
ESTACIO.
Ardenio.
Flavio.
ESTACIO.
Como lo cuento. ¿Pues no?
Cuando prender se dejó
sabe que no ha de morir;
y por esa niñería
no ha de hacer tal crueldad.
¿ No ves con qué libertad
al Conde matar quería?
Yo, por mí, si él salir quiere,
no le he de estorbar el paso.
Entonces, lo que hace al caso
es hacer lo que él hiciere.
¿Hase de jugar o hablar?
Jugar, que es buena ocasión.
Aquí me come un doblón.
Contigo no he de jugar,
que me ha dicho cierto amigo
que traes soga de ahorcado.
La necedad en que han dado
los necios que andan conmigo.
Un hombre que desa suerte
tan desdichado vivió,
¿con sus reliquias dejó
tanta ventura en su muerte ?
Un instrumento afrentoso
de un hombre tan desdichado,
que vino a morir ahorcado,
¿ puede a un hombre hacer dichoso ?
¿ Cómo dais crédito tanto
a un pedazo de una soga
que a un ladrón el cuello ahoga?
¡ Ved qué reliquia de santo !
Tiene Estacio gran razón.
Y rióme que a Florela
hallé anteayer una muela
de un ahorcado ladrón,
que diz que es muy venturosa
para hacer enriquecer
a la más pobre mujer.
¡ Buena muela es ser hermosa !
Esa es muela de molino,
que no para de una vez
si enfermedad o vejez
no le atajan el camino.
También esotra borracha
de Clávela, necia y fea,
se sahuma con almea
y se vende por muchacha.
Y Gricelia, ¿ no sembró
valeriana conjurada?
Y yo sé persona honrada
que en otra cosa la halló.
¿ Cómo ? ¿ Hubo acaso candelas ?
Rey.
Rufino
Rey.
Rufino.
Rey.
{Salen el Rev Periandro y el Conde Rufino.)
Ardenio. El Rey sale.
En fin, ¿se dio?
Dióse, y en prisión quedó
con guardas y centinelas.
JNIiedo le quiero poner;
que de podelle casar
pienso que me ha de estorbar
el amor desta mujer.
Estando tan adelante
el casamiento que tratas,
aciertas, si no dilatas
remedio tan importante.
Y a tus años está bien
dejar aparte el cuidado
de ver tu hijo casado.
Y es aumentarlos también.
Que al rey que duerme contento
de sucesión, no aprovecha
cuidado, pena o sospecha
a darle algún descontento.
Fuera de que ya las bodas,
del Embajador tratadas,
estarán capituladas,
y las demás cosas todas.
Deje ya, pues es razón,
Oranteo esta mujer,
y quiera la que ha de ser
para darme sucesión.
Baste ya el tiem.po perdido
con esta Laura hechicera ;
que el que yerra y persevera
es animal sin sentido.
Y porque por cierto tengo,
según me ha dicho una espía,
que en palacio la tenía,
hoy, Conde, a buscarla vengo.
Cierra esa puerta, y la guarda
se venga toda conmigo.
Tan flaco y vil enemigo
con poca guarda se guarda. —
Ardenio, Flavio y Estacio,
palacio se ha de mirar.
Las puertas harás cerrar,
y hágase franco el palacio.
(Vanse.)
(Laura y Leonarda entren.)
Leonarda. Aunque tu m.ucha hermosura
enciende cualquier deseo,
ser amada de Oranteo
fué, Laura, mayor ventura.
Rufino.
Rey.
ACTO PRIMERO
113
\
Que si la mujer hermosa
es gozada desdichada,
tú has sido hermosa y gozada
con más extremo dichosa.
Y esto echaráslo de ver
en que por ser poseída,
si es propia, es aborrecida
la más hermosa mujer.
Pero quien mirase atento
los pasos que en esto das,
verá que se debe más
a tu gran entendimiento.
Laura. Leonarda, si no supiera
tu pecho y el de Oranteo,
a envidia y nuevo deseo
tu plática me moviera.
Que si se me debe aquí
tan justa correspondencia,
tú sabes con la experiencia
los méritos que hay en mí.
Tú sabes los muchos años
que al Príncipe sirvo y quiero,
por cuyo amor verdadero
he sufrido tantos daños.
Tú sabes que desde el día
que del castillo salí
de su gusto el no y el sí
son compás del alma mía.
Entre estos puntos se mueve
y por estos dos se rige.
Leonarda. No por eso, Laura, dije
que te paga o que te debe.
Que el bl?nco donde yo miro
es la deslealtad de Octavio,
por cuyo amoroso agravio
celosa rabio y suspiro.
Y como en su opuesto tienen
las cosas más perfección,
ansí mis desdichas son
cuando con tus dichas vienen.
Laura. Condición debe de ser
de la mujer más querida
andar quejosa y fingida,
y tú, en fin, eres mujer.
¿En el secretario pones
esas dudas?
Leoxarda. ¿Pues en quién
las puedo poner más bien
que en un autor de traiciones ?
Es un hombre que tiniendo
de la persona real
el oficio más leal,
Laura.
Octavio.
Laura.
Octavio.
Laura.
Octavio.
Laura.
Octavio.
Laura. -
Octavio.
Laura.
de su deslealtad me ofendo.
Es un hombre que si miras
que es para todos fiel,
me ha hecho a mí su papel
y borrador de mentiras.
Aquí escribe y aquí inventa
cuantas tiene por donaire,
y daráme roto al aire
cuando se acabe la cuenta.
Tvi eres, Leonarda mía,
de aquellas escrupulosas
que hacen de pocas cosas
quimeras y fantasías.
De las que cuando no ven
llorar, suspirar, morir,
suelen jurar y decir
que nunca las quieren bien.
No pongas culpa en Octavio,
de quien, cuando estés quejosa,
es más por ser melindrosa
que por ocasión de agravio.
Que él te quiere de tal suerte,
que en lo que fueses servida
no hay pensar que tiene vida
que no ofreciese a la muerte.
{Entre Octavio.)
Para que en una razón
tu desdicha comprehendas,
¡ oh, Laura !, basta que entiendas
del Príncipe la prisión.
Oranteo queda preso
y el Rey te manda buscar;
que si te viniese a hallar
se teme un triste suceso.
En este peligro estás.
¿Dónde me busca?
En palacio,
que de tu vida el espacio
es el hallarte no más.
¡ Ay, Octavio !, ¿qué he de hacer?
Remedio tengo que estimes,
no más de con que te animes
a dejar de ser mujer.
¿Cómo, si mujer nací?
Con tomar de presto el traje
de algún caballero o paje.
¿Y ansí he de escaparme?
Sí.
Y determínate presto,
que suena la guarda.
A'oy.
{Vase Laura.)
8
114
LAURA PERSEGUIDA
Octavio, ¿Cómo en tu memoria estoy?
Leomarda. ¿Agora me tratas desto?
Ve y libra a Laura, y después
nos hablaremos.
Octavio. Ya sabes
que son tus ojos las llaves
de cuanto mi vida es,
(Vayase Octavio.)
Dentro. Este cuarto no hemos visto.
Octavio. Adiós, que la guarda es ésta.
Leonarda. Ni aun para darle respuesta
mis muchos celos resisto.
Téngolos de Laura, y tales
que pierdo el seso con ellos,
siendo en mi alma el tenellos
ocasión de muchos males.
Bien sé yo que no es razón
y que es ofender los ciclos;
pero por eso son celos,
porque son sin ocasión.
(Entre el Reyj el Coxde, Estacio, Flavio, ArdekioJ
Rufino. Leonarda sola está aquí.
Rey. ¡ Oh, Leonarda !
Leonarda. ¿Dónde vas
con tanta guarda?
Rey. No es más
de para prenderte a ti,
Leonarda. ¿ A mí, siendo yo tu presa
por gusto y obligación ?
Tal cuidado, tal prisión,
será por más alta empresa.
¿A quién buscas?
Rey. Tú lo sabes.
Leonarda. ¿Yo, señor?
Rey. Tú, que fuiste
la tercera que encubriste
cosas a mi honor tan graves.
Leonarda. Parece que hablas de veras.
Rey. No te quiero alborotar,
pero quiérote pagar
cuando tú obligarme quieras.
Dime de Laura, y te juro
por este pecho de darte
en mi reino tanta parte
cuanto al Príncipe procuro.
Leonarda. ¿Eso buscas?
Rey. Esto sóío.
Leonarda. Pues sábete que hoy se fué
con sólo un hombre de a pie,
y antes que saliese Apolo,
a su pequeño castillo,
donde el viejo padre está,
aunque llegado no habrá.
Rey. Toma, Leonarda, este anillo,
y fía que si parece
tendrás la satisfación
que merece la razón
de quien tanto bien me ofrece.
Vete a tu aposento.
Leonarda. El cielo
te dé sosiego y me guarde.
Rey. ¡Que una mujer me acobarde,
y la más baja del suelo!
¡ Que mi tierra me alborote
y prive de sucesión,
y que haya dado ocasión
que en las entrañas se note !
¡ Vive Dios, Rufino amigo,
que viva la he de quemar !
Rufino. Parece imposible hallar
a su pena igual castigo,
que es lástima, señor, verte.
Rey. Sabe el Cielo lo que paso.
(Entra Laura en hábito de paje.)
Laura. Ya no creo que doy paso
que no me lleve a la muerte.
Presto el disfraz me vestí.
Pero, ¡ ay, triste!, ¿dónde llego,
que huyendo del mismo fuego
en medio del fuego di?
Animo, que a toda ley
la vida en tenerle va.
Estacio. ¡Hola, paje, tente allá!
¿No miras que está aquí el Re^^?
Rey. ¿Qué es eso?
Fl.'Wio. Un paje, señor.
Rey. ¿ Cuyo ?
Laura. Del Príncipe.
Rey. Llega.
Laura. Mariposa he sido ciega;
mi engaño fué mi dolor.
Rey. No temas, llégate más.
Laura. Bien estoy, señor, aquí.
Rey. El nombre y tiempo me di
que con el Príncipe estás.
Laura. Celio es el nombre, y habrá
un mes que en servicio estoy
del Príncipe, y porque Voy
a la prisión donde está,
licencia, señor, te pido.
Rey. Hay mucho que averiguar.
ACTO PRIMERO
115
Laura. ¿Luego no me podré entrar
con esto, si eres servido?
Rey. Xo, señor, que hay más que hacer.
Laura. ¡ Oh, nubes, poneos aquí !
Rey. ¿Conoces a Laura?
L.VURA. Sí.
Rey. ¿Quién es Laura?
Laura. Una mujer
que mereció ser divina
y por muchos siglos bella.
Rey. Este sí que dirá della
cuanto sabe y imagina. —
¿Qué sabes della?
Laura. Sé yo
mi! cosas para contar.
Rufixo. i Oh, qué nuevas te ha de dar !
Rey. ¿Has visto a Laura?
Laura. ; Pues no ?
El mundo su fama abarca.
Rey. ¿Dónde?
Laura. En estampa la vi,
hoy que el principio leí
de las obras del Petrarca.
Rey. ¿Pues qué Laura imaginabas?
Laura. La italiana famosa (i).
Rufixo. ; Qué inorancia tan graciosa ! —
Di, necio, ¿al Rey engañabas?
Pregunta el Rey por la amiga
del Príncipe.
aura. Soy muy nuevu
en este traje que llevo,
ya que el servirle me obliga;
no privo tanto, en verdad,
que haya visto sus secretos.
Rey. ; Qué diferentes efetos
prometió su libertad !
Pero, ¿en qué nos detenemos
sabiendo donde ella está?
Ven, Conde, que ho}- morirá.
{Vase el Rey.)
Laura. ¿Por quién hace el Rey extremos?
Rufixo. Por hallar una mujer
que a Oranteo trae perdido.
¿ Cómo no lo has entendido,
y pareces bachiller?
Laura. Soy nuevo en palacio y corte.
Si la cogen, ¡ pobre della !
(I) Parece que estos dos versos debe decirlos
también Laura.
Rufino. Lo que se tarda en prendella,
tarda en que el cuello le corte.
Está el Rey muy enojado.
Voime, que se va.
{Vase el Conde.)
L.\URA. ¿Qué temo
de este mi dichoso extremo
habiendo al Rey engañado?
Pero resta de saber
si al Príncipe podré hablar.
(Oranteo entre.)
Oranteo. ¿ Que se quiere el Rey vengar
en una flaca mujer?
Quebrantaré la prisión
y romperé la obediencia,
porque a veces la paciencia
vuelve en ira la razón.
¿Buscalla con esa furia
y para darle la muerte?
¿Pues qué torre o prisión fuerte
no rompiera tanta injuria?
¡ Dame, ingrato padre mío,
a mi Laura, o, vive Dios,
que hemos de probar los dos
la fuerza de un desvarío :
yo lo que puede el veneno
y tú el efeto que hace,
si antes desto no deshace
el pecho, de que está lleno !
Aquí está un paje, a quien digo.—
¡ Hola ! ¿ Sabes tú del Rey,
aunque por más justa ley
dijera de mi enemigo? —
Pero, ¡ ay, cielo!, ¿quién te dio
de mi propria Laura el ser?,
porque sólo el ser mujer
para su ser te faltó.
;Mas, ¿qué dudo? ¡Laura mía!
¿Tanto en conocerme tardas?
¿Y tú, como noche, aguardas
tanto en descubrir el día?
¿De qué recibes agravio,
pudiéndolo estar de ti ?
Por el Rey me ha puesto así
hoy tu secretario Octavio.
Que como no puede hacerte
sujetar a su porfía,
quiere que celebre un día
tu casamiento y mi muerte.
¡ !\Iira qué bien me acomodas
Laura.
Oraxteo.
Laura.
116
LAURA PERSEGUIDA
y el premio de tanto amar,
pues mi sangre ha de firmar
los conciertos de tus bodas !
Aunque esto bien lo concierta,
pues no es bien que te aperciba
mujer siendo Laura viva,
sino siendo Laura muerta.
Y aun muerta tengo por mí
que de suerte lo sintiera,
que al mundo en pena volviera
para quejarme de ti.
Y advierte, Príncipe, advierte
en mi remedio y tu gusto
si ya por tu bien no es justo
que deje darme la muerte.
Aquí con el Rey hablé
y por tu paje me tuvo,
porque sólo en esto estuvo
la vida con que quedé.
La cual, si te da cuidado,
agora tiene ocasión
de que muestres la razón
con que te tengo obligado.
Oranteo. Después que mudaste el ser,
Laura, el ser firme mudaste,
y fué porque te quedaste
con algo de ser mujer.
¿Agora en mi fe varías?
No debes de ser quien eres,
porque siempre las mujeres
tenéis la firmeza a días.
¡ Con lindo miedo amaneces
al cabo de tantos años,
pues viva con tantos daños
y muerta te me apareces !
Vuelve a tomar tu vestido
y el que legítimo usaste,
que creo que en él dejaste
la más parte del sentido.
Porque mayor ocasión
no puede una mujer dar
de afligir y de matar
que quejarse sin razón.
¿ Por mi bien matarte a ti,
siendo tú todo mi bien?
Cuando a ti muerte te den,
Laura, ¿qué habrán hecho a mí?
Anda, que eres temerosa ;
mas dejándolo de ser
dejaras de ser mujer,
que es en ellas ley forzosa.
¡ Vive el cielo que primero
veas resolverse en nada
esta máquina estrellada
hasta el Antípoda fiero;
que veas dos soles rojos
en tu Venus y Calixto,
si acaso no los has visto,
viendo al espejo tus ojos,
que el Príncipe desampare
a Laura mientras viviere,
ni viviere ni rey fuere
donde Laura no reinare !
Laura. ¿Tan presto airados los ojos?
¿Tan presto tanto desdén?
Algo tienes tú también
de mujer en los enojos.
¡ Qué fácil sangre que crías
para sangre tan real !
Oranteo. Después, Laura, que hablas mal,
sales con hechicerías.
No se apure más mi agravio,
que yo sé que hay fuerza en ti,
no para vencerme a mí,
pero de Atenas im sabio.
Laura. ¿Cómo dejas la prisión?
Oranteo. Supe que andaba a buscarte
mi padre para matarte
y rompí la obligación.
Atrepellé la obediencia
cuando conocí su furia;
que la bestia de la injuria
no se enfrena con paciencia.
Laura. ¿Y agora qué hemos de hacer?
Oranteo. Esconderte mientras pasa
esta furia.
Laura. ¿Y en qué casa?
¿Cómo o con quién ha de ser?
Oranteo. Aguarda un poco, que sale
este tirano enemigo.
Laura. Habíale bien, dulce amigo,
que una humildad mucho vale.
{Entren el Rey, el Conde y Criados.)
Rey. ¿Que ha quebrado la prisión?
Rufino. ¿ Quién, señor, le ha de guardar
sabiendo su condición?
Rey. Hierro y puertas, a pesar
de la mayor presunción.
Maté al fin im hierro duro,
di de estocadas a un muro.
Oranteo. Con menos furia, señor,
podrá tener tu rigor
ACTO PRIMERO
ii:
$
I
í
mi atrevimiento seguro.
Tu hijo soy, vesme aquí.
Rey. ¿Cómo a mis ojos airados
osas parecer ansí?
Oraxteo. Verlos espero aplacados
si agora están contra mí.
Que mal sentenciado he sido,
señor, sin haberme oído,
y tú no has sido esta vez
padre, ni rey, ni juez,
pues no me guardas oído.
Rey. ¿Qué te puedo yo escuchar?
Después de la información,
¿ qué tengo más que probar ?
'/)R.\NTEO. ¿Tan buenos testigos son,
que me pueden condenar?
¿Agora estás advertido
de ley que tan justa ha sido
y que tanto se ha gtiardado?
¿Quién puede ser condenado
sin primero ser oído?
Dime : ¿el hijo no es forzoso
ser a su padre obediente?
En lo justo y virtuoso.
¿'Casarte no era decente
y a tu reino provechoso?
¿ Quién lo niega ?
Pues ¿qué quieres,
si desto contrario eres
y a mi gusto pertinaz,
por seguir como rapaz
la más vil de las mujeres?
¿Yes como estás engañado,
siendo Laura un claro espejo
de honor, presente y pasado ?
Pero nace del consejo
de los que están a tu lado.
Que a haber cortado la lengua
a alguno que se deslengua
y en esas puertas clavado,
ni me hubiera a mí afrentado
ni hubiera hablado en su mengua.
Pero yo le buscaré.
Rufino. Si a mí. Príncipe, me miras,
satisfación te daré.
Oraxteo. Quien al Rey va con mentiras,
no quiero que me la dé.
Laura es noble, aunque es verdad
que es pobre y en calidad
desigual a quien tú eres;
pero es luz de las mujeres
en virtud y honestidad.
Rey.
Oraxteo.
Rey.
Oraxteo.
Rey.
Oraxteo.
Si me es forzoso querella
tú mismo lo juzga. Rey,
teniendo dos hijos della,
que humana y divina ley
me mandan obedecclla.
Si fué el dejarse engañar
el vicio más de notar,
¿de un Rey se ha de defender
en un campo una mujer?
Rey. ¿ Que ansí te consiento hablar,
que no te mando en un punto
quitar la vida, atrevido,
y el atrevimiento junto?
Que más que verte pverdido
me vale verte difunto.
Laura, hija de un villano,
¿ llamas noble, y muy liviano
la haces casta Lucrecia,
sabiendo que la desprecia
hasta el- más vil cortesano?
i Ved qué Laura, como aquella
que fué huyendo de Apolo !
Tan engañado estás della,
que has pensado que eres solo
el regalado con ella.
¡ Ah, loco, y cuáles venenos
tienen tus sentidos llenos,
de un hombre tu igual impropios,
pues ya llegas a hacer propios
hasta los hijos ajenos !
¿Una Infanta tan hermosa,
que tiene por toda Hungría
nombre de divina y diosa,
dejas por la hechicería
de una fea, al mundo odiosa?
Que diz que es tal su fealdad,
que damas de la ciudad
te dan, cuando sales, vaya,
de que robado te haya
dos horas la voluntad,
con que el seso te ha quitado.
Oraxteo. Cualquiera que eso te dijo
te ha mentido y te ha engañado;
y si no fuera tu hijo
no hubieras tan libre hablado;
que si he tenido la espada
en su deshonra envainada
es porque fuiste mi padre;
que, vive Dios, que mi madre
no fué como Laura honrada.
Y eso de fea, si hubiere
118
LAURA PERSEGUIDA
quien la haya vi?to en la corte
y algunas señas me diere,
esta lengua se me corte
o la suya, si él mintiere.
Que es bella con tanto extremo,
queal más fuerte Hércules temo,
como llegase a su vista,
que en viéndola no se vista
la camisa en que me quemo.
Trátala bien si he de ser
tu hijo, y no la pretendas
infamar y escurecer,
que a Laura le sobran prendas
para ser de un rey mujer.
Rey. • Aunque el castigarte fuera
cosa tan justa y pudiera
satisfacer de tu muerte
al reino, que ha de perderte
y tu maldad vitupera,
quiero por loco dejarte
y hacer contigo un partido
con que pueda avergonzarte,
aunque pongas, advertido,
tu Laura en secreta parte.
Y es que si yo te probare
que la han gozado sin ti
y por infame quedare,
tú me obedezcas a mí
en lo que yo te mandare.
Pues cuando hubiere testigo
que eso me pruebe, me obligo,
no solamente a dejarla,
pero la vida quitarla
como a mi propio enemigo.
Pues quede ansí.
Por tu vida
lo juro.
Pues vamos, Conde.
Defenderáse, advertida.
No importa; al oro responde
la mujer más escondida.
En un rey no ha de haber fuerza
que su propósito tuerza
con mil industrias y modos.
(Vanse el Rey y el Conde.)
Oranteo. a conquistarte van todos,
y el mismo Rey, Laura, es fuerza.
Laura. Ya lo veo ; ¿ qué he de hacer ?
Oranteo. Confiados todos van
que el oro te ha de vencer;
pero engañados están
Oranteo.
Rey.
Rey.
Rey.
Rufino.
Rey.
después que no eres mujer.
Laura. ¿Luego siéndolo tenía
algún peligro?
Oranteo. Podría
este loco imaginar ;
que un monte suele allanar
el oro con la porfía.
Y por quedar sin sospecha
créeme que el verte hombre
de consuelo me aprovecha,
que la fuerza deste nombre
cualquiera temor desecha.
Laura. ¿Aún te huelgas de burlar?
]\Ias di, ¿ dónde me han de hallar ?
Oranteo. El oro llevan por norte,
Laura. Salgamos hoy de la Corte.
Oranteo. ¿Dónde irás?
Laura. A mi lugar,
que, en fin, es castillo fuerte,
sólo a tu gusto rendido.
Oranteo. A punto puedes ponerte.
Y si has de mudar vestido,
oye un engaño.
L.\URA. Di.
Oranteo. Advierte.
Con él has de visitar
a mi padre.
Laura. ¿Yo al Rey?
Oranteo. Y con un engaño hablar,
aunque del concierto es ley
que tu infamia ha de probar.
L-^URA. ¿Ha)'', para que bueno sea,
que el Rey, tu padif, me vea?
Oranteo. Con el engaño que fueres
no ha de saber que tú eres,
sino ver que no eres fea.
Y no repliques en esto,
pues sabes mi condición.
Laura. ¡ Que a tal error te has dispuesto !
(Octavio entre.)
Octavio. ¡ Maldiga Dios la ocasión ^ (Ap.)
que en tanto daño me ha puesto !
Del que amistad sabe hacer
todo se puede creer,
honra y hacienda entregar,
la misma vida fiar,
pero no lo que es mujer.
¡ Oh, cómo el bien infinito
del hombre, entre mil enojos
no fuera visto ni escrito,
si no naciera con ojos
ACTO PRIMERO
119
O no tuviera apetito !
¿Laura a mí? ¿Yo a Laura? ¿En
tal pensamiento fundé? [qué
j Líbreme Dios de mí mismo !
Laura, a mis ojos abismo,
cielo de mí mismo fué.
Unas ligas, unas medias
¿han hecho en mis pensamientos
tan espantosas tragedias?
Laura. ¿Y con esos fingimientos
tus desatinos remedias?
Oranteo. No está mal trazado ansí ;
esto a mi padre le di.
Octavio. ¡Que ver a Laura en tal traje
mi lealtad del cielo abaje!
Oranteo. ¡ Por Dios, que está Octavio aquí !
Octavio. Pensando en vuestro suceso
arrebatado traía
la mayor parte del seso.
Por muerta a Laura tenía
y a ti con diez guardas preso.
Oranteo. Si muerta Laura estuviera
más gente menester fuera.
Quédate, Octavio, que vamos
donde resistir podamos
del Rey la cólera fiera.
Octavio. ¿ Qué le diré si le veo ?
Oranteo. Que ninguna cosa sabes
de Laura y de mi deseo.
(Vayanse Oranteo y Laura.)
Octavio. ¿Que tan presto, ojos suaves,
vuestro rendido me veo?
¿Que así, tan presto, el rigor
de aqueste rayo de amor
toda el alma me ha deshecho,
dejándome sano el pecho
de aquel invisible ardor?
Una mujer vuelta en hombre,
que siendo mujer no pudo
hacerme nombrar su nombre,
me ha dejado tal, que dudo
que el mundo traidor me nombre.
i Oh, imposible pensamiento,
mirad que si sois de viento
irá creciendo la llama
que a Eróstrato dio la fama
de su infame atrevimiento !
¿ Pero soy yo, por ventura,
el primer autor de aquellos
que infamar su amor procura,
o el más disculpado dellos,
por ser mayor la hermosura?
Y, finalmente, de amar,
¿qué me puede resultar,
mientras que traición no intento?
Porque el primer movimiento
nadie le puede culpar.
(Entren el Rey Pirandro 31 el Coxde Rufino.)
Rey.
¿ Octavio dices que aquí estaba solo ?
Rufino.
Aquí le han visto ahora.
Rey.
Salte afuera.
(Fase el Conde.)
Octavio.
¿Hay algo en que servirte pueda Octavio?
Rey.
Octavio amigo, puesto que los hombres
confían más del bello sol que sale
que del que ya se pone, porque piensan
que aquél comienza lo que acaba el otro,
la posesión del bien entre discretos
excede las mayores esperanzas,
y al fin, el sol que alumbra el día presente
seguro ofrece lo que el otro en dtida,
que puede amanecer con viento y agua.
Pudiera hablarte con menor preámbulo,
conocido tu buen entendimiento,
y, en fin, ha sido justo declararte
por estas semejanzas mi propósito.
Octavio.
¿Eres tú, acaso, el sol que ya se pone,
invicto Rey, y el Príncipe el que sale?
Rey.
Pues me entiendes, Octavio, no desprecies,
por confiarte del favor del Príncipe,
la merced que te pienso hacer, si acaso
favoreces mi intento contra el suyo.
Octavio.
Señor, tú eres mi Rey, a ti se debe
como a' principio la lealtad jurada;
fuera de ti debiérase a tu hijo,
mas contra ti ninguna ley lo manda.
Dime en lo que te ofende y yo te sirvo,
que como no le toques en la vida
ni a mí en traición, en lo demás es cierto
120
LAURA PERSEGUIDA
que contra él te dé su ayuda Octavio.
Rey.
El ser su padre asegurarte puede
que quiero más su vida que la mía,
y que de aqueste amor nace la causa
de lo que ahora contra él te pido.
Bien sabes tú, que tú lo sabes sólo,
el necio amor que ha tantos años tiene
a aquesta Laura el Príncipe mi hijo;
sabes también que tengo concertado
casalle con la bella infanta Porcia,
y que estando tan cerca de traella
me pone mil impedimentos vanos,
nacidos todos deste amor ilícito.
Octavio.
Todo lo sé muy bien, y Dios lo sabe
si me cuesta dolor su perdimiento,
y si para estorbar mayor locura
han sido buena parte mis consejos.
Rey.
Hablé con él ahora, Otavio amigo,
y alabándome a Laura por divina
en costumbres, virtudes y hermosura,
vituperalla tuve por remedio,
quedando concertados que si acaso
yo le probaba que era Laura incasta
y que trataba fuera del otro hombre,
la dejaría para siempre, y luego
la concertada esposa admitiría.
Sabiendo, pues, que Laura no tan sólo
es casta, recogida y virtuosa,
pero que excede en esto a las pasadas
cuyos nombres celebran fama y tiempo,
he pensado valerme de un engaño,
del cual tú sólo puedes ser Ulises,
ansí por el ingenio delicado
como por las privanzas de Oranteo
y la llaneza con que a Laura tratas.
Octavio, esta traición es virtuosa,
es digna de alabanza, gloria y premio :
sirves tu Rey y libras a tu Príncipe
del cautiverio de una Circe loca;
no se te sigue desto nombre infame,
sino de heroico y ingenioso amigo,
restaurador de tu querida patria.
Haz que el Príncipe entienda que le vende
esta su dama, Laura, y vive el cielo
de darte de mis reinos tanta parte,
que excedas al que más en ellos tiene.
Octavio.
Causa tan justa y para bien del Príncipe,
de la Patria y de todos sus vasallos,
¿a quién no ha de animar y darle esfuerzo?
Palabra doy que al Rey cumplir se debe,
de morir en la empresa o acaballa.
Vencer a Laura por lascivo término
es alcanzar del mismo sol un rayo
o recoger la mar en urna breve.
Y ansí pienso valerme de un engaño
que hacen a los hombres los espíritus;
que para darles a entender que miran
leones, tigres, piedras, oro y perlas,
o tales cosas que criar no pueden,
les engaña la misma fantasía
con quimeras delante de los ojos.
Yo haré que el mismo Príncipe presuma
que Laura me desea y favorece ;
resta que tú, cuando él aquesto entienda,
me fuerces a casar con Laura, haciendo
con tal velocidad el desposorio,
que cuando se conozca el desengaño,
de volverla a cobrar no haya remedio.
Rey.
; Qué se esperaba menos de tu industria
y de la lealtad con que me sirves?
En prendas de la paga que te espera
te doy mis brazos.
Octavio.
Yo me parto luego
para saber del Príncipe el disinio.
Rey.
El cielo guíe tu intención. Octavio,
y ponga a nuestra empresa fin dichoso.
(Vase Otavio.) •
¡ Qué bien de aqueste conocí el ingenio,
inconstante y amigo de traiciones !
Mas, ¿qué no puede un Rey, cuyo palacio
es cueva de lisonjas y mentiras?
(Entre el Conde.)
Rufino.
Aquí está una mujer que quiere hablarte.
Rey.
¿Mujer a mí?
Rufino.
Mujer que aunque se cubre
con un manto sutil, por él nos muestra
ACTO PRIMERO
121
un sol, cubierto de una fácil nube,
que debe do ser cielo descubierto.
Rey.
Entre, que si ella es ciclo a tiempo viene,
que le pienso pedir cierto milagro.
{Entre Laura en hábiio de mujer, con manto.)
Laura.
¿Puedo a tu Majestad hablar a solas?
Rey.
Podrás, que el 'Conde es mi persona misma.
L'n poco te desvía.
Rufino.
Aquí me aparto.
Rey.
Di lo que quieres y descubre el rostro.
Laura.
Escúchame, señor, atento un poco.
Rey.
Escucharéte con igual contento,
si no me vuelve tu hermosura loco.
¿ Burlas ?
Laura.
Rey.
De veras hablo.
Laura.
Estáme atento.
Porque siempre con los reyes
se ha de abreviar de palabras,
diré mi desdicha en pocas,
luego que entiendas la causa.
Yo soy, poderoso Rey,
la desdichada Lisandra,
de un capitán de tus guerras
hija, en ellas engendrada.
Murió mi padre subiendo
una peligrosa escala,
por poner sobre una torre
la bandera de tus armas.
Quedé sola, aunque no sola
de la virtud heredada;
mas para Tarquinos fuertes,
¿qué importan Lucrecias flacas?
Fui vista en la iglesia un día,
que no en puerta ni en venrantt,
de un caballero, tu deudo,
fiero autor de mi desgracia.
Preguntó mi trato y nombre ;
siguióme, supo mi casa ;
y con saber mi firmeza,
no desmayó su esperanza.
Alteraron sus paseos
la vecindad, pobre y baja,
haciéndome Tais libre
cuando era Virginia casta.
Sus billetes, sus promesas
eran en mis torres altas
como poner fuego inútil
sobre pólvora mojada.
Sucedióme un triste día
que con una prima hermana,
como otra Europa, segura
visité del mar la playa.
Entré en un barco, vendida,
que apenas atrás dejaba
media legua la ribera
cuando vi mi muerte clara.
Una (i) galera famosa
cubierta de velas blancas,
sembradas, en vez de cruces,
de medias lunas de plata, •
llena de oficiales moros
y chusma pobre cristiana,
vi que con pintados remos
venía azotando el agua:
dio caza al pobre barquillo
como cuando un tigre caza
una temerosa liebre
o el alcotán la calandria.
Lloraba yo, presumiendo
ser la galera africana,
cuando al caballero veo
que della en el barco salta.
Traía un blanco alquicel
y una marlota morada
sembrada de cifras de oro
y de unas manos atadas;
bonete rojo, cubierto
de plumas verdes y pardas,
y el cuello y brazos, desnudes,
de corales, oro y plata.
Conocí criados suyos
que en el mismo traje estaban,
y parecióme bien moro
quien cristiano me enfadaba.
(i) Así en el manuscrito; en el impreso dice:
"Vi una".
122
LAURA PERSEGUIDA
Llevada, en fin, a la popa,
al mar conmigo se alarga,
de donde salí sin honra,
que no es mancha que el mar lava.
Si los agravios te tocan,
duélate, señor, mi infamia;
que de un moro un rey piadoso
bien puede tomar venganza.
Rey.
i Por vida de Oranteo, que es la vida
que más estimo que la mía propia,
y así de aquella Laura mal nacida
se cuente el fuego que abrasó a Etiopia,
que el alma que has bañado, enternecida,
de tus lágrimas tiernas; en la copia;
no tenga cosa que de gusto llame
hasta vengarte dése 'loco infame !
Dime su nombre luego.
Laura.
Antes querría,
por no alterar negocio tan secreto,
que esta noche castigues su osadía,
que yo te lo daré preso y sujeto;
porque en desamparando el sol el día.
perdido a Dios, a ti y a mí el respeto,
salta un jardín, y con desnudo filo
me fuerza y goza por el mismo estilo.
Rey.
¿Hay tal maldad? ¿Has entendido, Conde,
esta violencia, este crimen feo?
¿ Qué fábula, qué historia corresponde
deste cruel al infernal deseo?
¿ En qué sagrado, en qué lugar se esconde
el infame trasunto de Tereo?
¡ Muera ! Apercibe un arcabuz, Rufino.
Rufino.
Tiempo hay de castigar su desatino.
No con tanto furor; espera un poco.
Rey eres, bien podrás matarle.
Rey.
¡ Oh, cielo, (I)
qué ciego en el error ajeno toco,
y cómo en su castigo me desvelo !
¿ Su pensamiento puedo llamar loco
cuando del mío el mismo error recelo;
que si a Lisandra yo gozar pensara.
(i) Así en el manuscrito. El impreso dice: "Re-
celo", que alarga el verso.
¿qué violencia, qué fuerza no intentara?
¡ Oh, hermosura divina, honesta y grave !
¿Por qué el gozarte puedo llamar culpa,
si al hechizo de lengua tan suave
el mismo Rey pudiera hallar disculpa?
Rufino, hoy tienes mi privanza y llave,
aunque esta ceguedad tanto me culpa,
si esta mujer negocias que me quiera.
Rufino.
¿Tan tierno estás?
Rey.
Sus ojos considera.
Rufino.
¿ Luego ya el arcabuz no se apercibe ?
Rey.
¡ Dichoso aquel que con tan dulce engaño
el justo premio de su amor recibe.
Rufino.
Hablarla quiero.
Rey.
¡ Oh, pensamiento extraño !
Estados, oro, perlas apercibe
si se moviere a remediar mi daño.
Rufino.
Calla, pues que conquistas fortaleza
que tiene rota ya la mejor pieza.
Lisandra, el Rey, de tus amores ciego,
por su gusto te ofrece montes de oro.
Rey es, en fin; de un rey estima el ruego,
pues ya ni pierdes fama ni decoro.
Sigúese desto la venganza luego
de aquel tu amante transformado en moro,
y que serás tenida en el respeto
que la que puede a un rey tener sujeto.
Laura.
Conde, cuando quien es el Rey no fuera,
merece lo que pide su persona.
Dile que soy su esclava, y que quisiera
ser la reina mayor que el mundo entrona.
Pero cual soy, supuesto que difiera
con tal desigualdad a/su corona,
le serviré, sujeta a hacer su gusto.
Rufino.
Solicitas tu bien y haces lo justo.
¿Dónde vives?
Laura.
Espera mientras salgo
ACTO PRIMERO
123
a llamar un criado que te enseñe.
Rufino.
¿ Es escudero ?
Laura.
Es un honrado hidalgo.
Rufino.
A un rey, en fin, se cumple cuanto sueñe.
¿ No me aseguras más ?
Laura.
Bien creo que valgo
para poder quitar la fe que empeñe.
Rufino.
Despídete del Rey.
Laura.
Dile mi intento. —
No va saliendo mal mi fingimiento.
Rufino.
Esta dama te pide ya licencia.
Re^.
¿Pues qué has hecho, Rufino?
Rufino.
He negociado
lo que me enseña el arte y la experiencia
de algunas destas diosas que he tratado.
Laura.
Aunque siento dejar vuestra presencia,
detenerme, señor, será excusado,
que me esperan aquí deudos y un coche.
Rev.
¿ Pues cuándo podré veros ?
Laura.
Esta noche.
Rev.
Adiós.
Laura.
El te dé vida.
Rev.
Conde amigo,
¿cómo ha sido mi bien? Mujer tan brava,
¿tan tierna luego se mostró contigo?
Rufino.
Este nombre del rey todo lo acaba.
Un criado enviará que ha de ir conmigo
a enseñarme su casa.
Rey.
No faltaba
sino que ahora el Príncipe viniese,
para que estorbo de mi gusto fuese.
(Oranteo entre.)
Oranteo.
Una dama que aprisa ahora sube
en un coche, señor, me envía a hablarte ;
aunque apenas su voz oyendo estuve,
cuando cuatro caballos pica y parte.
No he visto yo cometa romper nube
como ella vuela y deja tierra aparte.
Rey.
¿ Qué fábulas son éstas que me dices
y adornas de retóricos matices ?
Oranteo.
¿No quieres que te diga su recado?
Rey.
¿Es una que salió de hablar conmigo?
Oranteo.
Es una que contigo hablando ha estado.
Rey.
¿Y sabes tú lo que es?
Oranteo.
Yo soy testigo.
Dice que porque tú la has infamado
de fea y necia, vino a hablar contigo;
y por mostrar mejor su entendimiento,
de improviso fingió del moro el cuento.
Lo que es satisfacción de su hermosura
no ha sido poca ver que quedas loco
y que el necio del Conde te procura
tu gusto, que a mi cuenta será poco.
Si es Laura fea o necia, o por ventura
a amarla con hechizos me provoco,
júzgalo tú, que yo con esto he dado
el recado que Laura me ha mandado.
{Vase el Príncipe.)
Rey.
¿Hay desvergüenza, hay tal atrevimiento
que se pueda igualar al desta infame?
¿A un rey se sufre hacer tal fingimiento?
¿A un rey, y que su sangre no derrame?
: Laura en mis ojos? ¿Laura en mi aposento,
y en ocasión en que yo la incite y ame?
124
LAURA PERSEGUIDA
¡ Corrido estoy de entrambos, y de suerte,
que les quisiera dar violenta muerte ! —
Conde, ¿qué dices desto?
Rufino.
Estoy sin seso,
y por mi parte de la burla airado.
Rey.
¿ Laura burlar a un re>' con un suceso
de tanto sentimiento acompañado ?
¡ Muera la infame ! ¡ Ponme en cárcel preso
el hijo, como víbora engendrado!
Rufino.
¿Qué te parece del fingido moro?
¿He de ir con arcabuz?
Rey.
¡ Mi afrenta lloro !
Fin del primer acto.
ACTO SEGUNDO
FIGURAS DEL SEGUNDO ACTO
El Príncipe Oranteo.
El Conde Rufino.
El Rey Pirandro.
Laura, dama.
Leonarda, dama.
Octavio, secretario.
Flavio.
Camilo.
Belardo.
{Sale Leonarda y Oct.wio.)
Octavio. Es del Príncipe el remedio,
Leonarda, aquesta invención.
Leonarda. Sí, pero mala razón
ponerme a mí de por medio.
Octavio. ¿Por qué? ¿Tan falta naciste
de ingenio, de industria y arte,
que no sabrás transformarte
en quien tanto hablaste y viste?
¿Ser Laura no fingirás
por un momento.
Leonarda. Sí haré :
Pero no sé si sabré
imitarla.
Octavio. Sí sabrás;
que yo te daré el vestido
que aquí Laura ayer dejó
cuando en hombre se mudó,
que mayor ejemplo ha sido.
Porque si en medio del día,
vuelta en hombre una mujer.
pudo a un rey tan (i) sabio hacer
tal engaño y tropelía,
mejor de noche podrás
fingirte Laura, por bien
del Príncipe, que también
a Laura remedio das.
Leonarda. ¿Y qué te ha movido a ti,
sin que los dos esto entiendan?
Octavio. ¿Y es poco que se defiendan
del Rey airado, por mí?
¿No ves que como el Rey vea
que Laura me dice amores,
que eres tú, cuyos favores
haremos que escuche y crea,
pensará que la ha dejado
el Príncipe, y ella a él,
templando el pecho cruel
con Laura inocente, airado?
Y así vivirán en paz
Laura, Oranteo y el Rey,
que como alarbe sin ley,
siempre ha estado pertinaz.
Leonarda. De tu ingenio. Octavio mío,
había de ser el engaño
tan peregrino y extraño.
Octavio. Que será su bien confío.
El ser fiel y piadoso
me mueve a hacer estas paces.
Leonarda. Por este bien que le haces
mereces quedar famoso.
Octavio. Algún día lo sabrán,
y verán si soy fiel.
Leonarda. ¿Qué paga te espera del?
Octavio. ¡ Ay de mí, si me la dan!
Leonarda. ¿Qué tengo de hacer?
Octavio. No más
de irte a poner el vestido.
Leonarda. Pues voime, Octavio querido,
que hoy transformado me has.
Octavio. En una diosa quisiera
como Venus, Juno y Palas,
a quien tú, Leonarda, igualas,
que Laura es cosa ratera.
Leonarda. De que te parezca mal
estoy yo muy satisfecha.
(Fase.)
Octavio. Tan mal, que el alma sospecha
que es Laura sol celestial.
(i) Falta esta palabra en el impreso; pero consta
en el manuscrito.
ACTO SEGUNDO
125
cuyo hermoso resplandor
hacerme muy presto aguarda,
al Príncipe y a Leonarda,
al Rey y a Laura, traidor.
Brava quimera levanto
siendo falso el fundamento ;
pero ¿ cómo podrá el viento
obligarse a peso tanto?
Leonarda tiene creído
que aqueste engaño es piedad,
con que reduzco a amistad
al hijo y padre ofendido.
El Príncipe ha de entender
que es su Laura esta Leonarda ;
El Rey que la olvide aguarda
por darle propia mujer.
Laura a todo está inocente;
ved si de balde me pinto
en el mayor laberinto
que humana memoria siente.
(Entre el Rey.)
Rey. ¿Has puesto a punto el engaño,
Octavio amigo ?
Octavio. No soy
de los que prometen hoy
y pagan al fin del año.
Venga el Príncipe, y verá
que Laura a más de dos quiere,
porque de mujer no espere
que con uno firme está.
Rey. ¿ Que tienes ya prevenido
que con sus ojos lo vea?
Octavio. Y haré que este engaño crea
hoy el más noble sentido,
que en efecto son los ojos.
Rey. Si hoy salimos con la gloria.
Octavio, desta vítoria,
serán tuyos los despojos.
A Laura te doy.
Octavio. No quiero,
señor, otro premio alguno.
Rey. y que no ha de ser ninguno
a tu privanza primero.
Voy por el Príncipe.
Octavio. En tanto
el engaño tendré a punto.
Extrañas máquinas junto;
bravo edificio levanto.
Si el fin al ánimo sigue,
dichoso puedo esperalle.
(Leonarda, con el vestido de Laura.)
Leonarda. ¿ Parécese a Laura el talle ?
Octavio. ¿Qué habrá que el amor no obligue,
pues siendo Laura una fea,
por hacerme a mí placer
dejas tu ser por su ser?
mas no porque siempre sea ;
que luego serás Leonarda
y la luz del alma mía.
{El Rey, el Conde y Oranteo.)
Oranteo. ¿Laura hacer eso podía?
Rey. "¿Laura no? Príncipe, aguarda;
que el Conde que los vio juntos
no se debió de engañar.
Rufino. Este fué el mismo lugar,
y aquí se juntan por puntos.
Y mira si esos dos son.
Oranteo. De Laura es aquel vestido.
Rey. y el alma y cuerpo, que han sido
tu cielo y adoración.
Leonarda. Mal correspondes, Octavio,
a mi infinito querer.
Octavio. ¿Cómo tengo yo de hacer
al Príncipe tanto agravio?
Si una mujer libre fueras,
Laura, y no de quien lo eres,
entre infinitas mujeres
ser amada merecieras.
¿'Pero quién le ha de quitar
a un príncipe su contento ?
Rey. ■ ¿ No escuchas aquello atento ?
Ella le viene a rogar.
Oranteo. ¿ Posible es que Laura es ésta ?
¡ Que tal bajeza hay en Laura !
Leonarda. Vuelve, mi Octavio; restaura
mi vida con tu respuesta ;
que yo vivo tan cansada
con ese Príncipe loco.
que hago en dejarle poco,
bien quejosa y mal pagada.
Fuera deso, el padre airado,
que casarle ha pretendido,
me ha buscado y perseguido,
y de muerte amenazado.
Pues yo, triste, desta suerte
dejarle pienso y amarte,
por no A'er en cada parte
tantas sombras de m.i muerte.
Haz, Octavio amigo, el ruego
de una afligida mujei-.
126
LAURA PERSEGUIDA
Octavio, Antes que tal venga a hacer,
Laura, me echaré en un fuego.
Oranteo. ¡ Ah, Laura, que a tanto amor
diste tan injusta paga!
Deja, Rey, que aquesta daga
vengue mi perdido honor.
IMorirá la infame.
Rey. Tente.
Octavio. Grente suena, no estás bien;
ven, Laura, conmigo; ven,
que es conocida esta gente.
{Vansc Leonauda y Octavio.)
Oranteo. Si verla muerta deseas.
Rey, déjamela matar.
Rey, Ya me quiero contentar
con que sus maldades veas.
Que te aseguro que es faina
de aquesta corte y de fuera ,
que no hay hombre que la quiera
que no la tenga por dama.
Sino que tú, confiado
en su regalo y blandura,
has dado en esa locura
de que eres único amado.
Oranteo. ¿ Quién había de pensar
que esto pudiera caber
no en amor, si la mujer
dura tan poco en amar,
sino en interés, pues era
tan cierto que me casara
con ella, que no bastara
cosa que el cielo no fuera?
Y cuando por nada desto
esa mujer se obligó,
el temor no la estorbó
del peligro en que se ha puesto.
No temió verse perdida.
Bien dicen que cuando quieren
deseo y gusto prefieren
a su interés, honra y vida.
¡ Oh, cómo a ver me has traído.
Rey, el mayor desengaño !
Rey. En declararte este engaño
semejante al tiempo he sido.
Y un desengaño y consejo
como aqueste que te he dado
siempre fué bien acertado,
por la cordura de un viejo.
Esto Dios lo ha permitido,
pues era dejar tu intento
con tan bajo casamiento
todo tu reino perdido.
Resta que cumplas ahora
la palabra que me has dado;
que ya tu reino alterado
favor contra Laura implora.
Que como estorbarla ven
tu casamiento, no hay duda
que a su casa el vulgo acuda
y áspera muerte le den.
Esta Infanta es bella dama,
y digna de tu mujer,
como lo puedes saber
de lo que dice la fama.
Yo haré que partan por ella,
y tú, mientras viene, olvida
esa mujer abatida,
que todos se cansan della.
Ye a matar el conejuelo
con ballesta o arcabuz
cuando de su hermosa luz
el sol desampare el suelo.
Sigue la cobarde liebre
hasta cansalla y matalla,
que aquel rato de batalla
es justo que se celebre.
O podrás volar la cuerva
con el sutil baharí,
o seguir el jabalí
que se esconde entre la hierba.
Podrás pescar con redaya
las truchas de aqueste río,
o en cosas de mayor brío
tener la tristeza a ra>a.
Haz una justa, un torneo,
dente veinte mil ducados,
y otros veinte éstos gastados.
Oranteo. Conozco tu buen deseo,
y cuan obligado estoy
a pedirte de mi ofensa
perdón, tomando en defensa
la palabra que te doy.
De rodillas por el suelo
de mi locura corrido,
padre y señor, te lo pido,
y con la humildad que al cielo.
Rey. Álzate, que esa humildad
a tu valor corresponde. —
¿ Qué os parece desto, Conde ?
Rufino, Que hoy se abrase la ciudad
de luminarias y fiestas
ACTO SEGUNDO
12:
Rey.
Rufino.
Rey.
Oranteo.
Rey.
Oraxteo.
Rey.
por nuevas de tanto bien.
Ahora, pues, conmigo ven,
y haz cuenta que ya. te aprestas
para partir por la Infanta.
En todo serás servido.
Hijo, una palabra os pido,
ya que esa cordura es tanta.
¿ Cómo, señor?
Que no habéis
de ofender en ningún modo
a Laura, para que en todo
olvido y valor mostréis.
Bien puedes estar seguro.
Mil siglos te guarde el cielo.
(
(Vayanse y quede Oranteo solo.)
Oranteo.
Que no se ofenda, recelo,
de que habré de ser perjuro.
Falsa, inconstante más que ramas y hojas
del árbol, que jamás el viento deja.
¿Posible es que el estrecho lazo aflojas
del firme amor, que ya con él se aleja?
¿ Que del vestido antiguo te despoj as,
sin que tuvieses género de queja,
y estando al alma tanto tiempo asido
con propia mano y gusto le has rompido?
¿Aíejor es que yo Octavio? ¿Cómo a Octavio
ruegas? Y Oictavio, infame, te desecha;
que desto más que de mi mal me agravio,
;¡ues ruegas, y tu ruego no aprovecha.
Octavio, Laura, es sabio, y como sabio,
el fin de ese tu amor piensa y sospecha;
por él me dejas, y él a ti por loca,
que es muy vil la mujer cuando provoca.
Laura, en quien yo jamás contra mi gusto
hallé de qué quejarme, me ha vendido;
Laura me ha dado celos y disgusto,
Laura ha rogado y desechada ha sido.
¿A quién pudiera dar crédito justo,
si no fueran los ojos }• el oído
testigos, que no dársele sería
decir que es noche la mitad del día?
¡ Ay de mí, que me abraso ! ¿ Ay de mí, triste !,
que una mujer que ayer me regalaba
hoy ruega a un hombre que a su amor resiste,
y la desecha como a vil esclava.
Tú fuiste, Laura ; caña inútil fuiste,
cuya verdura el sol de julio acaba;
con celos me has dejado. Pues no creas
que es posible gozar lo que deseas.
¿ Mas qué he de hacer, que en fin muero,
muero de celos }• rabio?
(Octavio entre.)
Octavio. ¿Qué voces das?
Oranteo. De un mal fiero
quejándome estaba, Octavio,
porque remedio no empero.
Octavio. ¿ Tú mal ?
Oranteo. Yo mal insufrible,
tan peligroso y terrible,
que el alma me abrasa y arde.
Octavio. Estás bueno, Dios te guarde:
sin duda es mal invisible ;
y males que desa suerte
tienen el alma afligida,
aunque su tormento es fuerte,
pueden molestar la vida,
pero no causar la muerte.
¿ Habrás con tu padre habido
malas palabras?
Oranteo. No ha sido
de mi padre enojo, Octavio,
sino de Laura un agravio.
Octavio. ¿Qué agravio?
Oranteo. Celos y olvido.
Octavio. ¿De Laura engañado estás,
que vive Dios que te adora?
Oranteo. ¿Niegas, villano? ¿Eso más?
Pues con esta daga ahora
la verdad confesarás.
Octavio. ¡ Jesús ! ¿ Tu daga en mi pecho ?
Oranteo. Sí, que aunque estoy satisfecho
de que no me has ofendido,
ya lo tienes merecido
por lo que conmigo has hecho.
Octavio. ¿Qué he hecho?
Oranteo. Haberme encubierto
que Laura traición me hacía.
Octavio. Por no darte pena, es cierto
que esa maldad te encubría.
Oranteo. ¡ Ay, Octavio, } o soy muerto !
¡ Qué gran ventura has tenido
en que yo propio haya oído
> que consentir no querías.
Octavio. De Laura habrá pocos días
que soy, señor, perseguido.
Mas otros hay en la corte,
cuyos nombres yo no sé,
aunque la vida te importe.
128
LAURA PERSEGUIDA
con quien menos casta fué.
Okanteo. ¿ Que esto escuche y me reporte ?
Vete de aquí.
Octavio. Yo me voy.
Oranteo. Vuelve, que a fe de quien soy
que la he de olvidar por fuerza.
Octavio. No poca razón te esfuerza.
Oranteo. Basta el desengaño de hoy.
Llama dos criados luego.
Octavio. ¿Qué castigo hacerla quieres?
Mira, señor, que estás ciego.
Oranteo. Yo no castigo a mujeres;
abrase a Laura mal fuego.
A lo que me obliga, haré (i),
mi honor.
Octavio. Pues luego vendré.
Okanteo. Porque hierro no ha de entrar
a deshacer el altar
del ídolo que adoré.
No tengas deso recelos,
que hoy, testigo son los cielos,
la quiero más que jamás,
porque amor se aumenta más
con esto que llaman celos.
Aborrézcola en extremo,
aunque llore y se desangre,
y escucharla o verla temo ;
quisiera beber su sangre,
y por hablalla me quemo.
Pero no; yo he de morir
y el alma se ha de sufrir.
(OcTAvro, Flavio y Camilo.)
Octavio. Aquí están Camilo y Flavio.
Oranteo. Pues vente conmigo, Octavio,
y ellos nos pueden seguir.
Octavio. ¿A pie vas?
Oranteo. Basta embozado. •
Octavio. Es decirte menester
que la que llevas al lado
no se mancha en la mujer.
Oranteo. Hazte conmigo soldado :
ella está bien defendida.
Octavio. Ya yo entiendo que su vida
en tu misma vital aura,
^ o que en fin, lo ha sido.
Oranteo. ¡ Oh, Laura,
amada y aborrecida !
{Vansc.)
(i) Asi en el manuscrito. En el impreso: "yré".
{Sale Laura.)
Laura.
Cuando mi libertad contemplo y miro
que me quitaron unos ojos bellas,
y veo el alma en servitud por ellos,
lloran mis ojos y de amor suspiro.
No de su luz hermosa me retiro,
ni de que el alma se me abrase en ellos;
que sin la posesión bastara vellos,
tanto su gloria y su grandeza admiro.
Cuando yo considero que soy suya
y que mis celos y disgustos causa,
adoro y beso la áspera cadena.
Que no puede haber mal que me destruya
que en consideración del que es la causa,
no vuelva bien el mal, gloria la pena.
{Entren Oranteo, Octavio, Flavio, Camilo.)
Oranteo. Entrad todos libremente.
Laura. Señor, ¿ tan acompañado ?
Oranteo. No vengo yo con cuidado
de que murmure la gente.
Y cuando alguno tuviera,
poco entiendo que importara,
porque después se espantara
de ver que jamás volviera.
Laura. ¿ Qué novedad de razones
de tal ceño acompañadas ?
¿Qué hombres llenos de espadas
hoy a los ojos me pones?
¿ Qué entrada furiosa es ésta ?
¿ Hay enemigos aquí ?
Algo te han dicho de mi,
que ya dudas la respuesta.
Por Dios, para ser discreto
muy ignorante has entrado,
aunque te hubieran contado
que te disfamo en secreto;
que un hombre que quiere bien,
cuando alguna cosa sabe,
entra solo, aguarda grave
que satisfacción le den,
y hasta saber bien lo que es,
la gente se ha de excusar ;
que hay hombre que entra a matar
y todo es llorar después.
Hecho un Héctor has venido,
y otra vez has de venir,
que espero hacerte reír
con la furia que has traído.
ACTO SEGUNDO
129
Pero al propósito vamos :
¿qué es lo que ahora tenemos?
Oranteo. Bien finge.
Octavio. ¡ Lindos extremos !
Laur.\. ¿Ya de oído nos hablamos?
Pues calla, Oranteo : Octavio,
cuéntame tú su venida.
Octavio. En peligro está tu vida;
mira si le has hecho agravio.
Laura. ¡ Cómo, señor, desa suerte
venís por mal informado!
¿ Dicho os han que os he agraviado ?
Pues, alto, dadme la muerte;
que quien nombre de mujer
vuestra ha tenido, si ha hecho
cosa infame, 'por derecho
lo podéis, Príncipe, hacer.
¿ Ese crédito han ganado
los años que os he servido,
lo que el Rey me ha perseguido
y vuestro reino alterado?
Las mudanzas y caminos,
las huidas y trabajos,
¿ya son pensamientos bajos
de quien os conoce indinos?
Lo que he pasado por vos
en largos discursos nuestros,
y el tener dos hijos vuestros,
que, en fin, son vuestros y dos.
Estar en puntos mi vida,
según mal con ella están,
que ha quedado por refrán:
"Laura amada y perseguida",
¿merece, sin ocasión,
aquesa furiosa ira,
fundada en mayor mentira
que en Troya la de Sinón?
¡ Ah, hombres, que nos tratáis
como a bestias a unas y a otras,
que en sirviéndoos de nosotras
o nos vendéis o matáis !
Si acaso es para dejarme,
el testimonio ordinario
no es, Príncipe, necesario;
sin él sabré consolarme.
Yo me iré donde no veas
una reliquia de mí.
Oranteo. Octavio.
Octavio. Señor.
Oranteo. ¿ Que ansí
hable aquesta?
Octavio. No la creas.
Oranteo. ¡ Vive Dios, que si no hubieran
mis ojos visto advertidos
su maldad, que los oídos
lo que oyeran no creyeran !
Mas yo te vi hablar con ella
y sé bien que te rogaba.
Octavio. ¿ Yo ?
Oranteo. Tú mismo.
Octavio. ¿ Y qué le daba
por respuesta ?
Oranteo. Aborrecella.
JMas, ¡ ay de mí!, que me engaña,
o aquella lengua o su amor.
Tanto, que a no haber honor
hiciera una infame hazaña.
¿Quién creerá desta mujer,
y lo que habemos oído,
que con tantos me ha ofendido?
¿ Mas a quién engaña el ver ?
No fuera un pequeño agravio
que perdonar le pudiera,
que como uno solo fuera
se le perdonara. Octavio.
O'CTAvro. Si tan lastimado estás,
no la estimes ni la dejes.
Oranteo. Ni mi gusto me aconsejes,
ni de hablarla me hables más.
Octavio. ¿ Pues no la puedes tener
como amiga?
Oranteo. Enemiga
dijeras mejor que amiga.
¿Yo amiga tan vil mujer?
Bien lo entiendes, vive el cielo;
que aunque el adorarla es llano,
no la tocase una mano
por los tesoros del suelo.
Ea, que es mucha ternura
con una mujer tan mala,
que a Cava y a Elena iguala.
Octavio. Pues señor, tu honor procura.
Oranteo. ¡ Hola !, mujer, o quien eres,
¿Dónde esos niños están?
Laura. Presto, mí señor, vendrán ;
mas di : ¿ para qué los quieres ?
Oranteo., ¿Y tú qué tienes con ellos
que eso me has de preguntar?
Laura. Ser su madre, y en amar
su padre más tierna que a ellos :
de tu boca oigo "mujer"
por desprecio.
9
130
LAURA PERSEGUIDA
Oranteo.
De mi boca
eres mujer torpe y loca, .
y eres cuanto puedes ser.
Eres sol, que no ha podido,
de puro frágil y tierno,
romper la niebla en invierno,
y así se quedó escondido ;
que aunque el sol de tu belleza
subió a lo que pudo ser,
nunca ha podido romper
la niebla de tu bajeza;
y eres también como fuente
de nacimiento tan vil,
que en pasando el fresco abril
apenas tiene corriente;
y eres también como hiedra
que al olmo humilde llegó,
y después que ella creció,
ni en ramas ni hojas medra;
y eres como sol que arde
para llover otro día,
porque pague, el que se fía
de clara y serena tarde;
y es cosa, en fin, manifiesta,
Laura, que eres un laurel,
que no hay pájaro que en él
no duerma a placer la siesta;
y si de tu pecho bajo
no tuviera tanta luz,
no me faltara arcabuz
con que los echara abajo.
Mas ya aquesto se acabó;
vengan los niños.
No mandes,
aunque mis culpas sean grandes,
que te dé mis hijos yo;
cuanto más que es bien te infor-
de mi vida, si hay en mí [mes
cosa que te obligue a ti
a palabras tan enormes ;
porque me traspase un rayo
si la hay en mi pensamiento.
Oranteo. Es pedir color al viento,
tierra al mar y nieve a mayo.
Salgan los niños aquí,
o entrad vosotros por ellos.
Laura. Déjame llorar con ellos,
señor, pues yo los parí.
(Salgan los niños.)
Hijos, en hora menguada
Laura.
y en hado triste y lloroso,
del padre más rigoroso
y madre más desdichada.
Sin duda os lleva a matar,
porque vuestro padre intenta
vuestra muerte con mi afrenta,
porque se quiere casar.
Si esto es, en dejando el suelo
quejaos del tirano a Dios,
que presto seréis los dos
Castor y Polux del cielo.
Tres corazones tenía
mientras os tuve a mi lado,
y a vuestro padre engañado,
por alma en el alma mía.
Todo me lo llevan junto ;
mirad si a la muerte quedo.
Oranteo. Octavio, oílla no puedo ;
voime, llévalos al punto.
{Vase Oranteo.)
Octavio. ¿ Ahora lloras muy tierno ?
Señora, después vendré
y este rigor te diré,
que no será enojo eterno;
y la palabra te doy
de traértelos aquí.
Eso esperaba de ti ;
Octavio, en tu mano estoy.
Tuya es mi muerte y mi vida.
No llores.
¡ Ay, desdichada,
cuando perseguida, amada;
cuando olvidada, ofendida !
{Vase Laura.)
{Entren el Rey y el Conde.)
Rey. Pues está tan sosegado,
y puesto en aborrecer
ese veneno, cifrado
en una loca mujer,
de quien estuvo hechizado,
bien podrás, conde Rufino,
hacer aqueste camino,
y traer la Infanta hermosa
que ser de Oranteo esposa
ya sin excusa imagino.
Rufino. Aprestaré mi jornada
luego que esté prevenida.
Rey. En ser o no dilatada
consiste. Conde, mí vida,
deste disgusto acabada.
Laura.
Octavio.
Laura.
ACTO SEGUNDO
131
Seis naves has de llevar;
. pienso hacellas aprestar
tan presto de bastimentos,
que con estos mismos vientos
puedan alargarse al mar.
Lo que es la popa, que aguarda
>a de tu nave traer
nuestra Princesa gallarda,
toda se ha de guarnecer
de tela encarnada y parda.
Una cama que un tesoro
valga de perlas y oro,
irá en medio de la popa,
para que la envidie Europa,
aunque iba endiosado el Toro.
Y luego en el corredor
que en la popa mira al mar
irán con igual primor
naranjos vertiendo azar,
y flores de nuevo olor.
Irán desde ¡as cubiertas.
Conde, hasta las obras muertas,
cortinas ricas y alfombras.
RuFixo. Hoy la mar y tierra asombras
y la antigüedad despiertas;
porque no fué tal la nave
en que recibió su Antonio
Cleopatra, soberbia y grave.
Rey. Quiero yo dar testimonio
del bien que en mi pecho cabe.
Que en fin, haber reducido
un hijo al primer sentido
y mis reinos remediado,
merece ser celebrado
y por milagro tenido.
Pues para el mástil y gavia
una empresa alegre y sabia
haré que tú le interpretes,
y cuelgue en los gallardetes.
Rufino. .V Atenas juntas y a Arabia
letras y riqueza abrazas.
Rey. De mi esperanza y deseo,
Conde, se engendran las trazas.
Rufino. ¡Qué humilde estará Oranteo
si una vez su cuello enlazas !
Rey. Vamos, que llevo esperanza.
Rufino. Todo esperando se alcanza.
Rey. Pues por eso espero. Conde;
porque, en fin, no hay cosa adonde
no baga el tiempo mudanza.
{Vanse.)
(Entre el Príncipe.)
Oranteo.
Si quise bien seis años, como entiendo,
¿que olvido me bastó de sólo un día?
Alas si me abraso, ¿qué es lo que me enfría?
¿Y por qué, si me hielo, estoy ardiendo?
¿Cómo, si vivo alegre, estoy muriendo?
¿Cómo, si huyo, acometer querría?
¿Y quién, cuando acometo, me desvía
y me deja morir si me defiendo?
¿ Quién, si me rindo, me concede palma ?
¿Y quién me dice que el dolor rehuya,
o que pierda el sentido y desespere?
Honra y amor, que luchan en mi altna :
que el uno quiere que ofendido huya,
y el otro quiere que agraviado espere (i).
(Entre Octavio con los niños y Belardo^ lab>ádor.)
Octavio.
Aquí está el labrador y los muchachos.
Oranteo.
Pues entre, Octavio, aunque por bien tuviera
que los llevara el hombre de mañana.
Octavio.
Quedaráse en palacio aquesta noche.
Entrad, buen hombre.
Belardo.
¿ Que en efecto tengo
de ver la cara a su merced, Octavio?
Octavio.
Entrad, pues que os lo digo, que os importa.
Belardo.
Beso los pies de su bestial grandeza ;
que cierto no nie ha puesto tanto mi».'do
un camello que vide cuando niño.
Su pestilencia mande perdonarme
si no traje el vestido a su propósito,
que a saber que su altura me llamaba
hubiera yo venido a pascualiego.
Tampoco mi mujer supo el sócese,
que le enviara algunos besamanos.
Oranteo.
Bueno es el labrador. ; Dónde nacistcs?
(i) Asi en el manuscrito. El impreso dice: "y
el otro que agraviado desespere".
132
LAURA PERSEGUIDA
Belardo.
Aquí soy, de la falda de la sierra,
de un lugar que se diz...
Octavio.
Decid el nombre.
Belardo.
Hablando con perdón, Cabezadasno.
Oranteo.
Por (i) eso tenéis vos tan gran cabeza.
Belardo.
Mayor la tiene su mercé en mi ánima.
Oranteo.
Esos muchachos, puede haber seis años,
que echaron a la puerta de mi cámara :
>o los hice criar, y al cabo dellos,
junto se les han muertq padre y madre.
¿ Sabréislos vos criar?
Belardo.
Sí, por la gracia
de Dios, que nos crió desde más chicos.
Oranteo.
¿ Cómo os llamáis, y sin perdón ?
Belardo.
Belardo.
Si es que se ha de arruejar (2) de un golpe todo.
Oranteo.
¿Casado sois, en fin?
Belardo.
Y me ha costado
el serlo andar quizá por estos montes.
Oranteo.
¿Vuestra mujer es moza?
Belardo.
Hará estas hierbas
tres veinte y no más años.
Oranteo.
Bastan.
¿Es bueno ese lugar?
Belardo.
Tiene buen dueño.
(i) Así el manuscrito; el impreso: "con".
(2) En el manuscrito: "arrojar".
que cuando menos es del duque Albano.
Falta salud y gente, pero tiene
una buena dehesa y un buen río.
Oranteo.
Octavio, el labrador es a propósito,
que no tiene palabra de malicia
ni entenderá que aquestos son mis hijos,
porque cuanto responde es disparates.
Vete con él, y de secreto entrégaselos,
dándole algún dinero dilatado;
críense como huérfanos los hijos
de una mujer tan mala como Laura; .
calcen abarcas, vístanse pellejos.
Octavio.
En todo voy siguiendo tus designios.
Oranteo.
Y vuelve por su casa, que te aguardo
a su puerta sentado.
Octavio.
¿A qué propósito
sentado ahora a puertas desa dama?
Oranteo.
Haz tú lo que te digo.
Octavio.
Iré, sin duda.
(Viiyasc Oranteo-)
¿ Sabéis, Belardo, ya, como estos niños,
aunque sean echados a la puerta,
han de tenerse y estimarse en mucho?
Belardo.
Digo, señor, que los tendré yo en tanto
como una torre que tuviera a cuestas ;
ni habrá dos ruiseñores enjaulados
que con pasta de almendra y corazones
se críen, engañando con el gusto
el regalado pico de su madre,
que puedan igualarse a su crianza.
Octavio.
Haréis en eso como cuerdo, y luego
que al aldea lleguéis, no sea muy público
que son aquestos niños de la puerta,
ni que os los di por orden de Su Alteza;
sino decid que son de gente honrada,
que os va no mala paga en el secreto.
Estos son veinte escudos; si otra cosa
ellos o vos necesidad tuviéredes,
ACTO SEGUNDO
133
a mí habéis de acudir.
Belardo.
Guárdele el cielo,
que a fe que me faltaban sendos bueyes
y me ha de dar la vida el dinerillo.
¿ Los nombres de los niños ?
Octavio.
Son los nombres
Pascual >' Jorge.
Belardo.
Buenos nombres tienen.
Octavio.
(Los nombres les mudé.) — Vamos, amigo.
Belardo.
Ea, Jorge y Pascual, veni conmigo-
{Vanse.)
(Entre Oranteo de noche.)
Oranteo. Puertas de mi Laura hermosa,
calle donde me perdí,
oíd una injusta cosa,
que es hablarla desde aquí
con voz de amigo amorosa.
Ojos que un tiempo me hicistes
vuestro dulce sueño, y distes
a mi fe tal galardón,
¿qué es de aquella posesión?
¿Qué es de la fe que me distes?
¿ Qué es de aquel antiguo amor,
que al más encendido igualo
mientras que duró su ardor?
¿Qué es del pasado regalo?
¿Qué es del pasado favor?
¿ Qué es de aquellos desvarios
por mi enojo y mis desvíos?
¿Qué es de aquel mirar tan grave
¿Qué es de aquel llanto suave?
¿Dó está, decid, ojos míos?
¿Tan presto se lleva el viento
fe tan fundada en tener
firme siempre el pensamiento?
Mas fe fundada en mujer
no tiene buen fundamento.
Si mí palabra rompistes,
y dicen que de otro fuistes,
y por ventura de dos,
¿qué puedo esperar de vos,
qué, pues atrás os volvistes ?
¿Cuál hombre no ha de creer,
viendo al pasado lugar
hoy al Príncipe volver,
que no ha de volver a hablar
esta hechicera mujer?
¿De qué sirve fingir bríos
ni que están los pechos fríos ? ;
que antes que aparte un desdén
dos que se han querido bien
atrás volverán los ríos.
(Entre Octavio.)
Oranteo.
; Quién va?
Octavio.
Yo soy, señor; ¿ya desconoces
a Octavio?
Oranteo.
¡ Oh, buen Octavio ! ¡ Y qué consuelo
tu venida me ha dado, porque estaba
perdiendo el seso de tristeza pura !
Octavio.
Pues ya, señor, ¿qué causas tener puedes?
¿Ya no eran tus tristezas acabadas?
¿En tu poder no tienes tus dos hijos,
y castigas en esto su vil madre ?
¿ No tienes con el Rey paz y contento,
y es ido el Conde por tu esposa a Hungría?
¿ Tu reino que te adora sosegado,
que solía decir públicamente
que habían de matar entre tus brazos
esta mujer a cuyas puertas vienes?
Oranteo.
Esta mujer a cuyas puertas vengo,
si he dedecir verdad, Octavio amigo,
y verdad que a ninguno confesara,
tengo clavada en medio de este pecho,
abrasado de celos y de agravios,
por los celos que tú y el Rey me distes,
la quiero mucho más que la quería.
Por los agravios le deseo la muerte ;
y como agravios, del honor son hijos,
que los ayuda luego como padre,
vencerán mis agravios a mis celos.
No la hablaré, si por hablarla viese
bajarse las estrellas a la tierra
y subirse los árboles al cielo,
dar bramidos el sol, bramar la luna,
cantar los peces y abrasar el agua (i).
(i) Quizá diría: "la nieve", porque abrasar el
agua es cosa fácil, cuando está muy caliente.
134
LAURA PERSEGUIDA
Octavio.
Hurtado le has a algún poeta eso;
pero si hablarla no es tu gusto, o es fuerza,
que ya no la has de hablar, ¿para qué vienes
a meter por la puerta los suspiros,
y a bañar los umbrales con tus lágrimas?
¿No sabes que si aquellos que se amaron
con pequeña ocasión a verse vuelven,
es acercase el fuego con la pólvora?
Quitemos la ocasión, vuelve a palacio,
no pueda más una mujer que un hombre;
y si no es la mujer, es más vergüenza,
pues puede más que un hombre aquesta calle,
que no me negarás que estás en ella.
Oranteo.
Octavio, sufre tú lo que yo paso
y dame ese tu pecho exento y lilire,
que yo me volveré luego a palacio,
y si no puede ser que uno por otro
sufra las penas que padece el alma,
ni aun las enfermedades de los cuerpos,
vete tú libre, y déjame a mi loco,
que vive Dios que estoy perdiendo el seso,
y que ha de amanecerme en esta calle.
Octavio.
¡ Buenos estamos de esa suerte !
Oranteo.
i Ah, cielo,
y qué mal me hizo un desengaño !
Fuérase Laura vil cuanto quisiera,
fuérase Laura una mujer infame,
no lo vieran mis ojos claramente,
que lo demás de nadie lo creyera,
aunque fuera del alma que me rije.
¡ Que a Laura me han quitado, que no tengo
a Laura, ni la hablo, ni la toco;
que no me puedo regalar con Laura,
que sus dulces palabras ya no escucho,
que no la he de ver más ! — íLlama a esa puerta.
Octavio.
¿ Cómo, señor, que llame dices ?
Oranteo.
Llama.
OctAvio.
No me mandes que llame.
Oranteo.
¡ Vive el cielo,
que te atraviese con aquesta daga!
Octavio.
Yo llamaré.
Oranteo.
No llames; tente, espérate.
Octavio.
¿Que ya no he de llamar?
Oranteo.
No, que me vence
un vergonzoso honor, y en este medio
que tan ciego me viste, abrió mis ojos,
y me enseñó mi error. Escucha; siéntate.
Octavio.
¿ Adonde ?
Oranteo.
En este suelo.
Octavio.
Por mi, siéntome.
Oranteo.
¿Entretenerme en algo no pudieras?
Octavio.
Si hiciera luna, no faltaran naipes.
Oranteo.
Cuéntame un cuento.
Octavio.
¿Yo cuento? Soy contento.
Ya va, comienzo: Erase que se era...
Oranteo.
Di que era yo, cuando era yo con Laura...
Mas, ¿acabaste el cuento?
Octavio.
5ueuo es eso !
Aún no le he comenzado.
Oranteo.
No le digas,
sino alcémonos presto, y a la reja
de Laura algunas piedra tiraremos.
Octavio.
Yo iré esta noche sin juicio a casa.
Oranteo.
Esta tiro.
Octavio.
Yo aquesta.
ACTO SEGUNDO
135
Oranteo.
Ya responde.
Octavio.
A fe que es este el cuento que buscabas.
(Laura arriba.)
Laura.
tCs mi Octavio?
Oranteo.
La voz de Laura es ésta.
;Mí Octavio dijo: i oh, triste desengaño!
Laura.
Xo responden; debió de ser acaso.
Oranteo.
Cerró y entróse; pérfida enemiga.
Octavio.
]\Iira que hoy me mandó guardar sus hijos,
y dije, pretendiendo consolalla,
que después a su casa volvería,
y ella sin duda tiene en mí los ojos,
y así sospecho que me habló tan tierno.
Oranteo.
Ya es tarde, Octavio; Octavio, Octavio, déjame.
Octavio.
No des voces. ¿No miras que es la calle?
Oranteo.
:^igo que es tarde ya; llama a esa puerta,
•luera Laura esta vez. Laura, "mi Octavio" ;
■mi Octavio", Laura. ¿Qué es aquesto, cielos?
Octavio.
Xo te apasiones, que es notable engaño,
que ya la has muerto, pues está sin hijos.
Oranteo.
Llámala, y muera.
Octavio.
Llamaré.
Oranteo.
Pues presto.
Octavio.
¿Quién está acá?
(De adentro.)
Laura.
¿Quién es?
Octavio.
Ya respondió;
mas mira que no aciertas en matalla ;
porque si con palabras la castigas
hacer con otros obras tan infames,
¿cómo con muerte tan extraña quieres
castigalla no más de las palabras?
Or.^nteo.
Bien has hecho; no llames.
Octavio.
Ya he llamado.
Oranteo.
Pues busca algún achaque.
Octavio.
¿Hay lumbre?
Laura.
Lumbre agora no falta en algún pecho.
Vaya con Dios, que aquí todo es tinieblas.
Oranteo.
¡ Oh, cielos, qué metida está en su pena !
Octavio.
Bien has oído todo lo que ha dicho.
Oranteo.
¡Y cómo si lo he oído! ¿Qué me sirve
fluctuar como nave con tormenta,
si me ha de sumergir la mar al cabo?
Octavio.
Señor, ¿podré llegarme a aquesta esquina,
que me parece que he sentido gente?
Oranteo.
Podrás; y más. Octavio, si lo haces
para darme lugar a lo que piensas.
Octavio.
Antes para templar mi desventura,
y para remediar tu gran locura.
{Vayase Octavio.)
Oranteo. Ahora bien; Octavio es ido;
tenedme con fuerza, honor,
que anda esta noche el amor
, del alma favorecido.
Y donde el alma se junta
con la fuerza del deseo,
al blanco de caso feo
luego el apetito apunta.
Hablar ¿ qué me ha de importar
■?■
136
LAURA PERSEGUIDA
Laura.
Oranteo.
Laura.
Oranteo.
Laura.
pero hablar y con mujer,
cierta ocasión suele ser
para volverla a tratar.
Pues algo ha de ser de mí,
ya que a término he llegado
que estoy a esta puerta atado,
de donde libre salí.
Mas fui esclavo que se huyó
con la cadena en los pies,
que la justicia después
con la misma le volvió.
Buen remedio; hablarla puedo
desde aquí con un disfraz,
que al deseo pertinaz
tenga por un rato quedo. —
¡Ah de la ventana! ¡ Ah, Laura
(Laura, arriba.)
¿ Quién es ?
Octavio.
Mi Octavio,
por quien parte de mi agravio
se recupera y restaura.
El Príncipe, mí señor,
¿ cómo queda ?
Más templado
de aquel enojo pasado.
Llámale, Octavio, furor.
¿Has visto tan fiero pago
sin agravio ni ocasión?
¿Has visto tal sinrazón.
tal soberbia, tal estrago?
¿En qué jamás le ofendió,
como tú tan bien lo sabes?
¿ Hablan así reyes graves
a mujeres como yo?
¿Palabras pudieron ser,
sin información bastante,
para mujer semejante
que de un rey era mujer?
¡ Ah, Dios, que le han vuelto loco
que un rey bien pudo buscalle
hechizos para casalle,
Y para volverle loco !
¿A mí me dice que fui
de muchos ? ¡ Qué razón de hombre
de sus prendas y su nombre !
Y para dejarme a mí,
¿no era mejor: "Laura mía,
el Rey me manda dejarte;
ya de no verte ni hablarte
ha llegado el triste día" ?
Oranteo.
Laura.
Que ahí un triste oficial,
cuando eso quiere hacer,
aun casando a una mujer
piensa que la trata mal.
Y sin esto me ha tomado
mis hijos. Pues, ¿cómo? ¿Era
su madre alguna ramera ?
¿Tanta infamia les ha dado?
Pues crea que en sangre hidalga
y en haber vivido bien
no me puede igualar quien
menos que un príncipe valga.
Y en el vivir soy mejor
que el Príncipe, como él es;
pues tal me dejó después
que trata de ajeno amor.
¿ Que luego, sin otra gente,
no me has querido?
¿Yo a ti?
Octavio, ¿vienes en ti?
Alguien tu voz finge y miente.
{El Rey y Octavio y criados con alabardas.)
Rey.
¿Que entrar quería y que tan loco estaba?
Octavio.
Bien loco estaba, pues entrar quería.
Rey.
Rompe esas puertas, muera aquesa infame,
que con hechizos vuelve loco al Príncipe.
Oranteo.
Mi padre es éste; ¡triste yo ! ¿Qué es esto?
Rey.
Rompelda con aquesas alabardas.
Oranteo.
Padre y señor.
Rey.
¿Quién es?
Oranteo.
Tu triste hijo.
Rey.
¡ Ah, traidor loco !
Oranteo.
Alguno te ha engañado.
Rey.
¿Qué haces aquí?
ACTO TERCERO
137
Octavio.
Detente, y no la maten.
Rey.
No la maten.
Octavio.
Espérense, no muera. _
Rey.
Bajalda aquí.
Octavio.
¡ Qué confusión tan grande !
¿Qué harás, Octavio, si tu Laura muere?
Rey.
¿A qué viniste?
O R ANTEO.
Si adentro estuve ;
si ella supo jamás que fuera estaba,
mil furias me atormenten del infierno ;
yo vine por mis hijos.
Octavio.
Esta es Laura.
Rey.
¡Oh, falsa alteración de un Rey y un reino!
¿Qué hacía agora el Príncipe contigo?
Laura.
No lo he visto, señor, por tu...
Rey.
No jures.
Ahora bien; no la maten por agora;
pero llevalda hasta la cárcel pública.
Oraxteo.
Has hecho bien, que lo merece todo.
Rey.
Siempre me engañan esas humildades. —
Vaya presto.
Laura.
¿ Esto más ?
Rey.
¡ Ah, fementida !
Laura.
i Bien me han llamado Laura perseguida !
FIN del segundo ACTO
ACTO TERCERO
FIGURAS DEL TERCER ACTO
Octavio, secretario.
Laura, dama.
Dos Niños.
El Príncipe Oranteo.
ESTACIO.
El Rey Pxrandro.
Un AlCayde.
El CoKDE Rufino.
Belardo.
Belisa.
FlNEO.
Ardenio.
Porcia-
(Octavio y Rufino.)
Octavio. Hasta agora no he podido
daros, Conde, el parabién;
vos seáis mu)' bien venido,
que aquel que viene tan bien,
así ha de ser recebido.
Rufino. De vuestra amistad me agravio;
mucho os descuidáis. Octavio,
pues hasta que a hablaros vengo
parabién de vos no tengo.
Octavio. Vos me hacéis en eso agravio.
La Infanta que habéis traído
con el Rey, que alegre veo,
ocupado os ha tenido,
como a mí con Oranteo,
que nunca del me divido.
Rufino. ¿ Está el Príncipe contento
del dichoso casamiento ?
Decidme lo que sentís.
Octavio. Vos, que con Porcia venís,
adivinaréis su intento.
Que su valor y hermosura
tienen adonde se emplean
alma y voluntad segura.
Rufino. Sucesión dichosa vean,
que cierto fué gran ventura.
Que estuvo la destrución
deste reino en la opinión
que tenía recebida
de una mujer mal nacida
y de baja condición.
Pues nunca tan engañado
con Calipso estuvo Ulises,
ni con ' Elisa ocupado
el piadoso hijo de Anquises,
como él con Laura hechizado.
Octavio.- Conde, yo no dudo deso;
pero también es exceso
dar a Laura sangre infame
porque el vulgo la disfame
viendo a su Príncipe preso.
Laura es noble, y fué su padre
138
LAURA PERSEGUIDA
libre señor de im castillo,
con cuanto a nobleza cuadre.
Rufino. De oírte me maravillo,
¿Qué te han dicho de su madre?
Octavio. Que fué mejor que no él.
Rufino. Si el Rey te oyera...
Octavio. Es cruel,
en llegando a hablar en ella.
Rufino. Ya está libre.
Octavio. Triste della,
lo que ha pasado por él.
Presa ha estado hasta aquel punto
que tú entraste con la Infanta,
que abrieron al vulgo junto
la cárcel, de donde espanta
que salga viva.
Rufino. Pregunto :
¿El Príncipe hablóla allí?
Octavio. Mil veces muerto le vi,
pero tiene gran valor.
Rufino. Bien ha vuelto por su honor.
¿Los hijos?
Octavio. No están aquL
Rufino. ¿ Sabes dónde ?
No lo sé.
Rufino. ¿Quién a Laura regaló,
si acaso regalo fué,
mientras presa estuvo ?
Octavio. Yo.
Rufino. La paga es bien que te dé.
Octavio. No se deja visitar,
si no es que la acierto a hallar
en la calle alguna vez.
Rufino. Es el Rey bravo juez.
Octavio. A Dios pretende apelar.
Yo de haberla perseguido,
por verla tan santa agora,
casi estoy arrepentido.
Rufino. ¿Está hermosa?
Octavio. Aunque más llora,
nunca la gracia ha perdido.
Decir que a galas se inclina...
Rufino. Pues ¿qué trae?
Octavio. De peregrina
una ropa y un bordón,
un sombrero de cordón
y una aforrada esclavina.
Mas vuelve, verásla allí.
(Laura de peU-egrina.)
Rufina. Vamos, Octavio, de aquí.
Octavio. Que te da lástima creo.
Rufino. Por el tiempo en que la veo,
y aquel tiempo en que la vi.
(^Fáyanse los dos.)
Laura.
¿ De qué sirve que pida
a la muerte remedio de su suerte
mujer tan perseguida,
que las piedras que pisa le convierte
en espada la envidia,
que como a herido toro la fastidia?
Ya no espero remedio
sino en mis manos, donde ya no vive
temor vil de por medio,
sino un materno amor que me prohibe
que me quite la vida,
de aquellos tiernos hijos defendida;
que cobrar a Oranteo
bien sé que es imposible, y a mis hijos
solamente deseo.
(Belardo y su Mujer^ labradores y los dos Niños.)
Mujer.
¿Que tantas fiestas, tantos regocijos
se han de hacer en las bodas?
Belardo.
Ha de haber danzas de las villas todas.
Verá pues quien se casa
sino un Príncipe tal.
Mujer.
Mejor quisiera
pasarlas en mi casa,
que no estoy yo para salir de fuera ;
y a fe que se os acuerde,
si alguno de los niños se nos pierde.
Laura.
¡ Dios mío, si son ellos !
¿ Qué me detengo ? — ¡ Dadme aquesos brazos,
mis dos ángeles bellos ?
Mujer.
¿Y quién sois vos, que así les dais abrazos?
Laura.
El alma que solía
darles sustento cuando Dios quería.
Belardo.
¡Ojo! ¿Pues no era muerta?
ACTO TERCERO
13Q
Laura.
No, hermano, que fui a España, a Santiago.
Hoy al placer la puerta
habéis de abrir, porque esperéis el pago
que del Príncipe os tengo,
y de vuestro lugar agora vengo. —
i Hijos de mis entrañas,
reconoced a vuestra madre muerta !
Belardo.
;Oue de tierras extrañas
agora viene de sayal cubierta,
y que éstos son sus hijos?
Laura.
I ¿No os lo dan a entender sus regocijos?
Belardo.
En esto lo veremos :
si sabe de Pascual y de Jorgito
el nombre.
Laura.
En eso estemos.
Tenellos en el alma solicito.
¡ Pascual y Jorge amados !
Belardo.
i Dios, que lo sabe !
Laura.
Nombres son trocados.
Belardo.
;Y que al Príncipe ha ido,
y él le ha mandado que sus hijos lleve?
'Laura.
Buen testimonio ha sido
para que esta verdad se finne y pruebe
la paga que me ha dado,
\juVíi que os diese, mientras he faltado ;
cien esculos de oro,
con que seréis los ricos del aldea;
que allá será un tesoro,
y un vestido riquísimo, que sea
de vuestra mujer luego.
Mujer.
•Vamos, por vida vuestra, a verle, os ruego.
¿Está bien guarnecido,
señora peregrina ?
L.\URA.
Es oro todo.
También me dio un vestido
para Belardo deste mismo modo,
de paño, que allá en Flandes
se le visten los príncipes y grandes.
Dióme con mano franca
corales bellos y sortijas ricas,
y mucha ropa blanca.
Vamos. ¿Traéis. pollino?
Belardo.
Y dos borricas,
que si tema tomasen,
este palacio es poco que llevasen.
Mujer.
Vamos a verlo agora,
no os estéis en palabras excusadas.
Belardo.
Vamos. Guíe, señora.
Laura.
¡ Ay, dulces prendas por mi bien halladas !
Belardo.
Gran bien nos ha venido.
¡ Oh, qué de boda he de ir con el vestido !
(Vanse.)
(Oranteo y Octavio.)
Octavio. Siendo cierto el casamiento
que con la Infanta has de hacer,
ha sido cierto (i) tener
libertad mi atrevimiento.
Ya, señor, de todo punto
tu amor con Laura acabó,
y ya el tiempo le enterró
por conocido difunto.
Yo he tomado inclinación
a sus cosas desde el día
que he tenido a cuenta mía
sustentarla en la prisión;
decir quiero, regalalla,
con que ha resistido un año
como el vulgo significa
de cuanto pudiste dalla.
Y cierto que su belleza
no ha engendrado este deseo,
sino la virtud que veo
en su humildad y nobleza.
La gran paciencia y valor
con que ha resistido un año,
(i) Así en los textos :
"cuerdo".
pero quizá diría mejor
140
LAURA PERSEGUIDA
Oranteo.
Octavio.
Oranteo.
Octavio.
Oranteo.
Octavio.
O'RANTEO.
tanta pena, tanto daño,
me ha movido a tierno amor.
Dame, pues, esta licencia,
si mi servicio te obliga,
porque el Rey no la persiga
con muerte o con larga ausencia.
Que si sabe que está aquí
hará un hecho acelerado,
que aunque te vea casado
no está seguro de ti.
Octavio, mucho has perdido
conmigo en esta ocasión,
y esa baja pretensión
bajo pensamiento ha sido.
Si Laura sólo tuviera
haberla tratado yo,
que ya, en fin, menos perdió
que con otro hombre perdiera,
yo tuviera a gran ventura
darla a un hombre de tu talle,
y hacienda con ella dalle
bien bastante y bien segura.
Pero mujer que ha tenido
los dueños que me has contado,
¿por mujer me has demandado?
¡Bajo pensamiento ha sido!
Si estuvieras ignorante,
y yo también lo estuviera,
razonable intento fuera,
y a mi deseo importante.
Pero si de ti he sabido
qué trato solía tener,
pedírmela por^mujer
bajo pensamiento ha sido.
No lo supe yo de cierto,
ni aun pienso que lo creí.
¿Creístelo para mi,
por venutra, siendo cierto,
y para ti no lo crees?
No apuremos esto, Octavio,
que es para mí mucho agravio,
no más de lo que desees.
Y no me ves tan casado
con Porcia, que esto me pidas.
¿Merezco que me despidas,
Príncipe, con rostro airado,
pues lo que pude tomar
quise venirte a pedir?
¿Tal te atreves a decir?
¿Esto te puede enojar?
Pues no es libertad, infame?
Octavio. No ha un año que a Laura dejas,
sin que te muevan mil quejas,
y lágrimas que derrame.
Pues SI a Laura no conoces
y niegas lo que ha pasado,
¿no me puede haber casado?
Oranteo. ¡ Perro, mataréte a coces !
¿ Hay tal maldad, que hombre vivo
diga a mis ojos que quiere
gozar a Laura, y que espere
el agravio que recibo
tiempo de tomar venganza ?
Octavio. Señor, ¿pude (i) yo pensar
que de volverla a tratar
tuviste (2) alguna esperanza?
Oranteo. Demonio, en forma de hombre;
si por lo que me has contado,
como has visto, la he dejado,
y aborrecido su nombre,
también me has visto llorar,
y en un aposento hacer
cosas de flaca mujer,
y nunca a Laura olvidar.
Porque hasta que salga el alma
no me podrá salir della, -
que el amor que vive en ella
llevará al tiempo la palma.
Y decirme hombre viviente
que a Laura quiere gozar,
y más quien me vio llorar,
y llorar tan tiernamente,
Es obligarme a perder
el seso, pues para Dios
casados somos los dos :
Laura sola es mi mujer.
No me veas en tu vida
ni entres adonde esté,
y agradece que no dé
satisfacción merecida
a tu mucha libertad.
{Vase el Príncipe.)
Octavio. Siempre tuve esta sospecha;
que a un grande amor no aprovecha
curalle con larga edad.
Yo he medrado, Laura hermosa,
en aquesta pretensión.
(i) Así en el Imanuscrito ; el impreso dice, por
errata, "puedo".
(2) Así el impreso ; el manuscrito dice, quizá
Tiejor, "hubiese".
ACTO TERCERO
141
mas no la hay a mi pasión
de sufrir dificultosa.
Oranteo me despide,
y para siempre enojado.
¡Qué presto muere un privado
si no acierta en lo que pide !
Mas pues ya perdí del todo
cuanto solía tener,
a Laura no he de perder,
si puedo, de ningún modo.
Casarme tengo con ella
y atropellar cuanto hubiere,
que cuando aquí no viviere,
lugar tengo y tierras ella.
(Laura entra.)
Laura. Por gentil arte cobré
mis hijos de aquel villano,
dándole con larga mano
cuanto posible me fué.
Cásese agora Oranteo,
y tenga mis hijos yo.
Octavio. Laura.
Lauka. ¿ Quién es ?
Octavio. Quien te d'ó
el alma por un deseo.
L.\URA. . Deja ya de hablarme así,
que es plática muy cansada.
Octavio. Ya no, que estás obligada,
Laura bella, a darme un sí.
Laura. ¿Un sí? ¿De qué puede ser
si no es de aborrecerte?
Octavio. No me hables de esa suerte,
que es sí de ser mi mujer.
L.-^URA. ¿Y quién te ha dado esas nuevas?
Octavio. El Príncipe, que es su gusto.
Laura. ¿Su gusto? ¡ Ah, tirano injusto!
y tú si su gusto apruebas !
Tras un año de prisión
y no se acordar de mí,
¿ sale con casarme así
a darme satisfacción?
Mas sepamos en qué modo,
Octavio, es parte Oranteo
para mandar eso.
Octavio. Creo
que es la parte y es el todo.
Y haces mal en resistir,
Laura, a lo que te ha mandado,
que ser de ti despreciado
\o me lo sabré sufrir.
Ea, no seas agora
contraria a lo que es razón,
pues sabes con la pasión
que Octavio ese cielo adora.
El año que te he servido
en la cárcel lo merece.
Pues lo que soy ¿no te ofrece
gusto al favor que te pido?
Que no hubiera, cierto estoy,
con otra alguna mujer
al Príncipe menester,
sino sólo ser quien soy.
Dame esa mano y tratemos
lo que es tu remedio y mío.
Laura. Ya pasan de desvarío.
Secretario, tus extremos.
No me toques ni me hables,
que siendo de otro mujer
mal lo puedo tuya ser.
Octavio. Tus engaños son notables.
¿A Oranteo llamarás,
por ventura, tu marido?
Laura. Sí que lo es, y que lo ha sido.
Octavio. Pues hoy casar le verás.
Mal lo hace, si es cristiano,
viva la primer mujer.
Laura. Que tuya no lo he de ser,
tenlo, Octavio, por muy llano.
Octavio. ¿No? Pues por Dios que el amor
en ira se ha de trocar,
y que he de hacerte un pesar.
Laura. Eso es de hombres de valor.
Octavio. ¡ Ah de la guarda, que digo !
(EsTACio y Ardenio.)
EsTACio. ¿ Qué mandas ?
Octavio. Esta mujer,
que merecía tener,
a no lo ser, más castigo,
salió anteayer desterrada
y acude aquí cada día,
y es una que el Rey solía
buscar con desnuda espada.
La Infanta os manda que luego
con las infames mujeres
la llevéis.
Ardexio. . Que tú lo quieres
basta y sobra.
Octavio. Yo os lo ruego.
EsTACio. Pues vete seguro.
Octavio, Adiós.
{Vase Octavio.)
142
LAURA PERSEGUIDA
ESTACIO.
Laura.
Ardenio.
Laura.
Ardenio.
ESTACIO.
Ardexio.
Lf\URA.
Ea, dama peregrina,
la del sayal y esclavina,
venid presto con los dos.
¿ Dónde ?
A aquel palacio hondo,
de damas infames lleno,
y de vos no poco ajeno,
según el tiempo pasado.
Pero la Infanta lo manda.
Callad, que lo manda Octavio,
que quiere hacerme este agravio
como hombre que loco anda.
Pero podréisme llevar
muerta, que viva no hay orden.
Bien vi yo que esta desorden
nadie la pudo mandar.
¡ Qué buen término de infanta
mandar tan infame cosa!
Quedaos, peregrina hermosa,
a quien la fortuna espanta,
que Dios os ha de hacer bien.
Dejad agora el palacio
y escondeos.
Ven, Estacio.
El cielo os lo pague, amén.
(Vase Estacio y Ardenio.)
¿ Hay más en que me siga mi fortuna ?
¿Faltábame 3'a más que infamia tanta?
¿Qué cosa contra mí no se levanta,
pues hasta la más baja me importuna?
Ya me cubre el cielo, el sol, la luna,
y tengo puesta el agua a la garganta;
la muerte misma de mi mal se espanta,
que viva muerta no se vio ninguna.
Octavio, infame, quiere infame hacerme;
el Príncipe con él quiere casarme
por mostrar lo que pudo aborrecerme,
y estoy contenta de que vengo a hallarme
a tiempo que no queda mal que hacerme,
pues ya no queda mal con que probarme.
{Entre FIxeo^ criado de Laura.)
FlNEO.
En tu busca, señora desdichada,
vengo afligido.
Laura.
¡ Qué hay, Fineo, de nuevo ?
¿Aún no se han acabado mis trabajos?
¿No quedan con salud mis caras prendas;
mis hlios no están buenos?
Fineo.
Tus criadas,
enamoradas de unos bajos hombres
con quien ha días que en requiebro andaban,
lo mejor de tu hacienda hicieron líos,
y cargando de todo y de tus hijos,
que yo no sé por qué tus hijos llevan,
han dejado desierta como un campo
tu casa, triste y sola.
Laura.
¡ Que aún aquesto
le quedaba guardado a la fortuna !
Que me llevaran aquella pobre hacienda,
triste de mí, no fuera de importancia;
pero mis hijos, ¿cómo, que mis hijos
era hacienda también para ladrones? —
Fineo, ¿ a qué propósito los llevan ?
Fineo.
Como saben que son hijos de un Príncipe,
por su seguridad, o por si acaso
los quisieren cobrar, aprovecharse
del gran dinero que en hallazgo dieren.
Laura.
Pues tu, traidor, ¿por qué no diste gritos
que los pusieras en el mismo cielo?
Fineo.
Eso faltara si tuviera boca;
pero estaba cubierta con un paño,
y las manos atadas a un madero,
que era negocio y hurto prevenido.
Laura.
El sello ha echado en esto la fortuna
a todas mis desdichas y trabajos;
ya he perdido mis hijos para siempre.
Para siempre os perdí, queridos hijos,
que desde que me falta vuestro padre
jamás me ha sucedido cosa alegre.
Ya de mi muerte se ha llegado el día,
que no es posible que ya pueda el alma
sufrir la carga desíe mártir cuerpo,
nacido para ejemplo de desdichas.
Matarme determino, que en matarme
consiste el fin de tanta desventura,
pero ha de ser a vista de Oranteo,
porque su corazón vengue en mi sangre
y sus tiranos ojos en los míos.
Ven conmigo, Fineo.
Fineo.
En este caso
ACTO TERCERO
143
no sé qué pueda darte por consejo,
fuera del acudir a la justicia,
Laura.
A la justicia voy; vente conmigo;
sino que voy a hacerla de mí propia.
; Ay, ángeles, retratos de un tirano,
tarde os hallé para perder temprano!
{Hiitra el Rey, Porcia, infanta, Oranteo, Coxde, Es-
TACio, Ardenio y gente.)
Rey. Saquemos a este balcón
sillas para que nos vea
la ciudad (i) que lo desea
por amor y obligación.
Que tan alterada está
que una con otra se encuentra,
y a pesar de guardas se entra
hasta nuestra sala ya.
Rufino. Las sillas están aquí.
.■-EY. Pues, hija, ¿cómo os halláis?
■JKCIA. Donde vos, señor, estáis,
mejor que donde nací.
-.vEY. Que tercero me habéis hecho
de aquese requiebro creo,
por decírselo a Oranteo.
Oraxteo. El se cansa sin provecho.
Rey. Responde, pues, ya te quedo
por fiador.
Okaxteo. y ha sido justo,
que responderé con gusto,
después que verla no puedo,
i Ay, querida Laura mía :
cómo os hablara yo a vos !
Rey. ¿ Callas ?
Oraxteo. Estudio, por Dios,
lo que responder podría.
Pero crea, Porcia bella,
que si aquí se halla bien
por mi causa, que también
■ me hallo yo bien por ella. —
Por ella, y digo entre mí,
por Laura, aunque ya tan mal,
que he venido a estar mortal
de pensar que la perdí.
Porcia. No sé yo sí yo os agrado
como a mí vos, mí señor.
Rey. Pésame de ser fiador,
seo-ún estáis adeudado.
(i) Asi el manuscrito : el impreso dice "pueblo" ;
pero luego escribe "una con otra", que no concuerda
con pueblo. Quizá Lope habrá escrito "gente".
{Entra Laura.)
Mas mira quién está ahí.
Laura. Está una pobre mujer
que alegre solía ser,
y agora es triste por ti ;
y no triste de manera
que remedio pueda haber
para su mal, sino hacer
que agora en tus ojos muera.
(Vaso a dar con una daga.)
Rey. Tenelde la airada mano,
que vive Dios que ha querido
matar a Porcia.
Laura. Que ha sido
muriendo mí intento vano.
Rey. Mas que es Laura. ¡ Oh, enemiga !
¿Esto pudieron tus celos?
Laura. Matadme, enemigos cielos,
que ya mí rabia os obliga.
Rayos faltan, falta fuego.
Rey. Hacelda luego pedazos.
Oranteo. Eso no, que están mis brazos
de por medio.
Rey. Muera luego.
Oranteo. Señor, cree que te engañas,
que matarse a sí quería.
Rey. ¡ Estás ciego todavía ! —
Pasalde aquesas entrañas ;
que bien vi yo que a la Infanta
quiso matar, y a eso vino.
i Porcia. ¿ A mí ? Pues qué desatino
la obliga a cólera tanta?
Rey. Es una loca sin alma.
Porcia. ¿Pues locas entran aquí?
Oranteo. Digo que matarse a sí ;
es más llano que la palma.
Porcia. No la maten a mis ojos,
llévenla a alguna prisión.
Rey. ¡ Que ésta, en cualquiera ocasión,
me ha de dar tantos enojos ! —
Ahora bien, ll^valda presa,
que pagará el desatino,
y agradezca el buen padrino
que ha tenido en la Princesa.
PoKCiA, , Yo, señor, me quiero entrar,
que la grande alteración
me ha dado alguna pasión.
Rey. y }o os quiero acom.pañar.
Conde, esté con buena guarda
ese mortal enemigo
144
LAURA PERSEGUIDA
hasta el día del castigo
que desta mano le aguarda.
(Éntrese el Rey y Porcia.)
Rufino. Yo tendré, señor, cuidado.
Oranteo. Conde, Laura no ha de ir presa,
que es doblar a la Princesa
la alteración que ha tomado;
y el Rey no anduvo discreto
en querer darle a entender
que aquí se ha venido a ver
de la muerte en tanto aprieto.
Bien es darla libertad,
porque la Princesa crea
que no hay quien mal la desea
con tanta riguridad.
Esta fuera discreción,
y no el alterarla ansí,
vayanse todos de aquí,
que no ha de ir a la prisión.
Y tú, Conde, esto dirás
al Rey.
Rufino. Ansí lo diré.
Oranteo. Vete luego.
Rufino. Yo me iré.
Oranteo. Basta, no repliques más.
(Vanse.)
Dime, mujer desdichada,
y en triste punto nacida,
más que amada perseguida,
con ser en extremo amada,
¿qué te ha movido a matarte,
y delante de mis ojos?
Laura. El ver que injustos enojos
deso todo fueron parte.
El ver que cuando más fui
querida de tus entrañas,
cosas más fieras y extrañas
inventaste contra mí.
El ver que siendo cristiane,
consentiste que estuviera
presa un año, que no hiciera
tan gran bajeza un villano.
El ver que siendo leal,
más que cuantas han nacido,
me has dicho, y yo te he sufrido,
que soy a una infame igual.
El ver cómo me has quitado
mis hijos.
Oranteo. ¿Yo no te vi
que rogaste a Octavio aquí?
Laura. De Octavio fuiste engañado;
que con alguna mujer
hizo esa falsa ilusión,
por la vana pretensión
de que he de ser su mujer.
Y pudieras excusar
mandarme casar con él.
Oranteo. ¿Pues bátelo dicho él?
Laura. No ha un hora en este lugar.
Oranteo. Yo le dije ahora aquí
que a coces le mataría
si otra vez me lo decía,
por lo que te amaba a ti.
Porque para lo de Dios
eras, Laura, mi mujer.
Laura. Pues más que esto pudo hacer
por agraviar bien los dos,
que hacerme llevar quería
con las infames mujeres:
¿qué mayor testigo quieres
de su verdad y la mía?
Y por aquí sacarás
que el Rey concertaba allí
decir que yo te ofendí
por apartarte no más ;
que bien sabes el cuidado
con que las noches y días
siempr ea mi lado vivías,
que era ofenderte excusado.
Y de ti me maravillo,
pues aun del sol me guardaste
desde aquel día que entraste
a forzarme en el castillo ;
mas que te holgaste es ló cierto .
de que esto me levantasen.
Oranteo. No dudo que me engañasen,
ni el darles crédito abierto.
Pero que noches y días
tu nombre me haya faltado,
que sangre no hayan llorado
las mismas entrañas mías,
que yo no haya estado loco,
no (i) dudes.
(Entra Octavio.)
Octavio. ¿ Qué veo, qué escucho?
Oranteo. Pero el honor puede mucho,
si no es en quien vale poco.
(i) Así en el manuscrito: el impreso dice "no
lo dudes", que alarga el verso.
ACTO TERCERO
145
Laura.
I
Oranteo.
; Octavio.
; Oraxteo.
I
Octavio.
Oranteo.
Octavio.
Oranteo.
Laura.
El honor me ha detenido,
tenlo por cosa muy cierta,
que sabe Dios que a tu puerta
mas de una nociie he dormido.
Pero, ¿qué había de hacer,
creyendo la información
contraria de tu opinión,
sino morir o vencer?
Bien informarte debieras,
y saber que te engañó
quien mi muerte procuró,
Príncipe, con tantas veras.
Decir que por mí lloraste,
no sé cuándo o cómo fué,
que en tus ojos siempre hallé
que con rigor me miraste.
Dices que has estado loco,
y eso no puedo negar,
que menos no pudo estar
hombre que me tuvo en poco.
Si el honor te detuviera,
el mismo considerara
que siendo su prenda cara
por el de entrambos volviera.
Mas como dije, Oranteo,
yo sé muy bien lo que ha sido.
Falso Octavio, ¿ aquí has venido :
¿Delante de mí te veo?
(Meta mano.)
¡ Vive Dios de atravesarte !
Señor, no manches tu espada
en mí.
Ya no importa nada
engañarme y disculparte.
¿Quién era aquella mujer
que cuando el Rey me llevó
para que la viese yo
mi Laura fingiste ser?
Señor, pena de la vida
me mandó el Rey que tuviese
una mujer que fingiese
ser Laura.
¿ Que fué fingida ?
¿Y quién fué?
Leonarda fué.
Llámame a Leonarda aquí,
y guarda de huir de mí,
mira que hallarte sabré.
(Vase Octavio.)
Por ésta, cruel, tirano.
Oranteo.
Laura.
Oranteo.
Laura.
Oranteo.
Laura.
Oranteo.
Leonarda.
Oranteo.
VII
sacarás otras verdades
que engendraron las crueldades
desa injusta y fiera mano.
Por estos casos ansí
a mis hijos me quitaste,
que aunque yo los cobré, baste
que hoy, y hurtados los perdí.
Por esta.
Xo más, no llores,
no me mates.
¿A qué vienes?
Vete, traidor, que ya tienes
a quien regales y adores.
Vete, dos veces casado,
con tu segunda mujer,
que muerta debo de ser,
pues que licencia te he dado.
Perdonóme, Laura mía,
que hoy, que conozco tu honor,
volverá mi mucho amor
al extremo que solía.
No me digas de mujer
pues que tú sola lo fuiste,
que ésta que Conmigo viste
ni lo es, ni lo ha de ser.
Y cree que cuando allí
darte la muerte intentabas,
el trabajo que pasabas
pensando estaba entre mí ;
y porque veas si es cierto,
que es honra mi enojo todo,
aquí verás de qué modo
está mi amor vivo o muerto.
Vamonos luego los dos
a tu castillo en un coche,
que antes que llegue la noche
serás mi mujer.
¡ Ay, Dios !,
¿que tengo de perdonarte?
Sí, por mi arrepentimiento.
De la paga me contento
y mi perdón quiero darte;
pero con la condición
que te he de llevar de aquí.
Digo mil Aceces que sí.
Estas tus maldades son. —
Príncipe, si yo fingí
ser Laura, no por tu agravio,
que fui engañada de Octavio
y entendí servirte a ti.
Basta, Leonarda ; yo creo
10
146
LAURA PERSEGUIDA
que fué invención del traidor.
Laura ha cobrado su honor,
y él mostró su mal deseo ;
del cual no quiero venganza
mayor que dejarle ansí.
Octavio. Muestras, gran señor, en mi
valor digno de alabanza.
Grande mi delito ha sido,
pero mayor tu piedad.
Oranteo. No puede de tu maldad
ser mi buen pecho vencido.
Para quien eres te queda. —
Leonarda, con Laura ven.
Leonarda. Pues que tu mal paró en bien,
¿qué habrá que el tiempo no pueda?
Laura. Pues no lo dudes, que puede
dar otro marido el Rey
a Porcia, porque no hay ley
para que yo sin Rey quede.
Oraxteo. Esta noche nos casamos;
mira tú cómo ha de ser
ser la Infanta mi mujer.
Vamos, mi bien.
Laura. Mi bien, vamos.
(Vaiisc.)
(Quédase Octavio.)
Octavio.
Gentil ha sido el fin con que remata
mi historia el duro amor, porque me acuerde
que a la virtud, a quien la envidia muerde,
no puede la verdad mostrarse ingrata.
Ya mi esperanza hasta morir dilata,
no como el árbol que las hojas pierde,
pues espera que presto será verde
lo que el invierno encubre, escarcha y plata.
Ya como planta seca estoy desnudo ;
niégame humor la tierra, el sol me niega
la vida, el cielo su rocío dorado.
Efectos son de amor, amor lo pudo :
un ciego que da vista a cuantos ciega
para que vean que los ha engañado.
{Salgan el Rey, el Conde y gente.)
Rey. ¿ Que el Príncipe, en fin, ha hecho
caso tan mal hecho, Conde?
Rufino. Quitómela a mi despecho.
Rey. Centellas de Laura esconde
en las cenizas del pecho.
No sé qué tengo de hacer
con que de aquesta mujer
Rufino.
Rey.
Octavio.
Rufino.
Rey.
Octavio.
Rey.
Rufino.
Rey.
Rufino.
Rey.
Rufino.
Rey.
Rufino.
Rey.
le pueda. Conde, apartar,
porque pensarla matar
mayor peligro há de ser.
Ahora sí, que te ha puesto
en más cierta confusión,
Rey poderoso, con esto,
y más en esta ocasión,
su dudoso presupuesto.
Que antes que Porcia viniera
por menos daño tuviera
que no se determinara.
Que a Laura prender dejara
es lo que ahora quisiera.
Octavio, ¿qué es de Oranteo?
Ahora a casarse ha ido.
De su locura lo creo,
y más" si con Laura ha sido,
que fué su antiguo deseo.
Casi responder no puedo.
¿Llevóse a Laura?
Y juró
que ni respeto ni miedo
lo estorbarán.
Soy Rey yo.
Y él tu hijo.
Bueno quedo.
Pues ¿cómo se casarán?
Bueno, ¿a qué lugar irán
que su bendición les niegue
cualquier clérigo a quien llegue?
¡ Qué fruto los hijos dan !
Pero que a Porcia tengo (l)
en mi poder, y casado
a ver al Príncipe vengo,
¿cómo no me muestro airado?.
¿En qué mi furia detengo?
Levanta luego bandera
contra ese infame, y muera.
Salgan dos mil hombres presto,
que a prenderle voy dispuesto,
o a matar mi infame nuera.
Si aquesa prisa te das,
que le alcances es muy cierto,
y no te detengas más.
Forma, Conde, un campo abierto.
Basta saber que tú vas
para que el mundo te siga.
A Porcia llevar me obliga,
por si la gente provoca.
(i) Así en los originales; pero parece que mejor
diría "Pero, por que".
ACTO TERCERO
147
Rufino. Toca un par de cajas, toca.
Rey. ¡ Oh, enemigo y enemiga !
(Vayanse.)
Entren Oranteo, Laura, Leonarda, Alcaide del
castillo.)
Alcaide.
Abrir las puertas como están del pecho.
; Quién las ha de negar a sus señores ?
Las llaves os entrego del castillo,
y cuantas fuerzas tiene os hago francas.
Oranteo.
Alcalde amigo, yo os haré mercedes.
Laura.
¡ Por cierto vos le dais hermosas llaves !
Paréceme que el Príncipe se ríe
de ver que a tal señor y de tal reino
le dan la llave de un castillo pobre ;
mas no podré negar, pues no ha heredado,
que es digna aquesta llave de algún precio,
pues es la que primero se le rinde.
Oranteo.
Laura, corrido estoy que eso me digas,
que todo el reino no se iguala en precio
a aquesta fuerza, que es al fin tu dote,
y el que recibo en este casamiento :
y hago desde aquí pleito homenaje,
de honrarle más que mi palacio propio,
y de fortificarle y aumentarle.
Laura.
Beso los pies de tu real Alteza.
Mas lo que ahora quiero que procures
es el cobrar nuestros queridos hijos,
dando por ellos, en hallazgo, el precio
que a quien los tiene en su poder provoque.
Alcaide.
¿Cuáles hijos, señora? ¿Acaso tienes
más que los dos. Laurino y Oranteo,
que se llaman también Pascual y Jorge,
de la crianza de un villano oculto?
Laura.
Esos tengo no más. ¿ Sabes tú dellos ?
Alcaide.
Anoche aquí llegaron tus criadas
con unos buenos hombres de cammo,
huyendo de un Octavio que quería
llevar tu hacienda y intentó tu infamia,
y trajeron en líos grande hacienda,
y esos dos niños como dos estrellas.
Laura.
¿Hay ventura tan grande? ¿De quién nace
sino de ya teneros, señor mío?
¡ Venirme de improviso bien tan grande :
Oranteo y mis hijos juntos! Cielos,
¿cómo los podré ver sin verme loca? —
Venid, mi Lien, a ver a vuestros hijos.
Oranteo.
Buen Alcaide, la nueva merecía
otra merced haceros señalada;
mientras puedo, tomad esa cadena.
Alcaide.
¡ Vivas mil años ! Hoy de pobre salgo,
que estaba como Alcaide y como hidalgo.
(^Soldados, bandera, caja, el Conde con bastón, el Rey
detrás con Porcia y Octavio.)
Rey. En fin: ¿está en el castillo?
RuFixo. Y dicen que ya casado.
Rey. Pues no hay más de combatillo.
Rufino. El cañón fuera excusado,
que he visto un flaco castillo.
Porcia. Señor, no me des marido
conquistado y combatido,
porque eso sólo ha de hacer
el hombre por la mujer,
y hasta aquí mujer he sido.
Rey. Sí me corren tus razones,
bien se entiende y considera
que en obligación me pones
que al traidor, si los tuviera,
le saque mil corazones.
Ya sé yo que no has de ser
su mujer; mas quiero hacer,
para que esto se concluya,
de suerte que a vista tuya
•muera su infame mujer.
Que yo le daré al villano,
cuando posible me sea,
el castigo de mi mano
para que tu padre crea
que siento el llamarte en vano.
Aunque en vano no has venido,
que yo te daré marido
a pesar deste cruel,
que ya sospecho que a él
le tienes aborrecido.
Porcia. Eso no, invicto señor,
que antes a amarle me aplico,
aunque no me tenga amor;
148
LAURA PERSEGUIDA
sólo te ruego y suplico
cobres mi perdido honor.
No vuelva yo despreciada,
para quedar afrentada
por extranjeras naciones.
Rey. Conde, con estas razones,
¿ ha de estar queda la' espada ?
¿En pie tenes tan vil fuerte?
¡ Combatilde, derribalde,
y prended de cualquier suerte
mi traidor hijo y matalde,
que bien merece la muerte !
(Salgan al comenzar a batille Oranteo y Laura, cada
uno con un niño delante y Leonárda detrás de
rodillas-)
Oranteo. No hay, señor, otros perfetos,
torres, muros, parapetos,
que nos defiendan de ti,
si no es el traerte aquí
las dos vidas de tus nietos.
Contra ti, Dios no lo quiera,
que yo desnude la espada
ni jamás alce bandera;
aquí la traigo envainada,
aunque muera y Laura muera.
Que defenderme podía
todos lo ven, más confía
que en sólo amor tan perfeto
pude perder el respeto
que a Rey y padre debía.
Este me hizo casar,
y aunque no mi igual, tomar
mujer noble y virtuosa,
que esto es ya tan cierta cosa
como hay sol y tierra y mar.
Hermosos nietos te he dado,
que, en fin, ya te han hecho abuelo,
nombre tierno y regalado,
que al pecho más piedra y hielo
basta a dejar abrasado.
Y no soy de los primeros
para emplear tus aceros,
y porque ejemplo me valga,
que de una mujer hidalga
dan a su padre herederos.
Mas si te obligan despechos
a hacer dos tiranos hechos,
estos son nuestros escudos :
pasarás sus cuellos mudos
primero que nuestros pechos.
Rufino. ¿Callas, señor?
Rey. ¿Oué he de hablar?
Rufino. Yo no sabré aconsejarte.
Rey. Pues tú me has de aconsejar, (i)
Rufino. Ya no le hay sino casarte,
y al Príncipe perdonar.
Rey. Yo, ¿con quién ?
Rufino. Con Porcia.
Rey. ¡ Bueno !
¿Yo casar a la vejez...?
Rufino. No estás de ser mozo ajeno,
ni ha}' más remedio.
Rey. Esta vez
Conde, el consejo condeno;
que Porcia no me querrá.
Porcia. Acabado 'por mí está
y recibo gran merced.
Rey. Pues por vuestro me tened.
Rufino. Boda y tornaboda habrá.
Perdona a Oranteo y recibe
a Laura y a tus dos nietos.
Oranteo. Deja que a ti me derribe.
Rey. Ya sois mis hijos perfetos.
Muera el odio, el amor vive.
Perdono a Laura mi agravio.
Rufino. ¿Fué buen consejo?
Rey. Fué sabio.
Leonarda. Señor, por merced te pido
l>erdones a mi marido.
Oranteo. ¿Quién es tu marido?
Leonarda. Octavio.
Oranteo. Nadie puede haber que pida,
que sin gusto se despida.
Octavio. Tuyo soy por varios modos.
Oranteo. Demos fin, y decid todos :
¡ VÍA^a Laura perseguida ! (2)
Fin de la comedia.
(i) Este verso acaso deba decir: "Pues tú el re-
medio has de dar".
(2) El ms. dice al final: "En Alba., a 12 de oc-
tubre de 1594. Lope de Vega Carpió." Y a
continuación lo siguiente: "Licencia de los Jueces
ordinarios. — 'Doy licencia para que se represente esta
Comedia, porque, examinada, no contiene cosa al-
gima que ofenda los oídos de los oyentes. En Gra-
nada, último de agosto de 1603 años. — El Dr.
Montoya.=^Por mandado del Sr. Licenciado Silva
de Torres, del Consejo de Su Majestad, Alcalde
de su Real Casa y corte. Corregidor de la villa de
Madrid y su tierra, he visto esta comedia y digo que
puede representarse. En Madrid, a tres de mayo
de 1604. — Liñán de Riaza. — Represéntese esía co-
media. En Madrid a cuatro de mayo de i6o4.^-(i?ií-
brica). — Fin. = Corregida y concertada con su origi-
na.!, correcciones, censuras y licencias. Madrid 20 de
nobre. de 1781. — Miguel de Pliegos. (Riibrica.)''
EL LE-A^Xi GI?.IJ^r:)0
COMEDIA FAMOSA DE LOPE DE VEGA CARPIÓ
DIRIGIDA A
DON FRANCISCO DE SOLIS
Caballero del hábito de Alcántara y Capitán de Infantería
española en el reino de Xápoles. (1)
Estudiosamente dijo Plutarco que procuraban los
hombres crédito de los merecimientos de sus obras.
No sé si en esta edad lo hubiera hecho ; pero por
muchos pudiera este filósofo, y otros, que toda la fe-
licidad colocaron en la opinión, pues vemos, así prín-
cipes como hombres particulares, ya en las armas,
ya en las letras, mirar como último fin la buena fa-
ma; asi es lo que dijo Esíacio :
Xinica podrá morir el honor vuestro,
y con perpetuo verso vuestras guerras
serán cantadas de las dulces Alusas.
Y Ovidio en la Elegía segunda :
Si murieron Orestcs y Tcseo,
Vivió su fama.
Asi las heroicas obras del excelentísimo señor Du-
que de Osuna (a quien V. m. con tanta lealtad ama,
sigue y acompaña, y de quien con tanto amor y satis-
facicn es estimado, y preferido siempre). Quisiera ha-
blar en las excelentes partes ueste gran Príncipe,
mayormente con los que le aman y acompañan, y a
quien él tiene particular atención ; pero retírame deste
gusto mi ignorancia, que bien sé que no me reprehen-
diera Platón, como en el Diálogo de Amor lo tiene,
de los que por decir grandes cosas de lo que aman,
se desvian de la verdad. Amaba j'o a V. ra. así
por sus partes como por ser los dos de ima patria;
pero después que le vi tan inclinado a servicio y gus-
to de nuestro Gran Duque, le amé más tiernamente, y
le puse en el número de los que saben emplear bien
su voluntad. Ofrecióseme ocasión desta memoria, di-
rigiendo a V. m. uno de mis escritos, aunque en los
primeros años, y conociendo a V. m. en los tiernos
suyos, desde que servía a la Majestad del Señor Rey
Felipe Segundo, de agradable y santa memoria, no me
(i) El encabezado del manuscrito de esta come-
dia existente en la Biblioteca Nacional, dice: "Co-
media ¡ Intittilada El Leal Criado. 1 En Alva a
24 de Junio de 1594. | Pasa en Dantis. | Acto Pri-
mero ' Personas que hablan en él." Las variantes
ven anotadas en el texto, para el que ha servido el
de la Parte XV publicada por el autor.
pareció fuera de propósito dedicársele, en reconoci-
miento de la merced que siempre me ha hecho, y de
que conozca mi rendimiento, y deseo de su aumento,
y vida que le dé nuestro señor, como puede y me-
rece.
Capellán de V. m.
Lope de Veg.\ Carpió.
FIGURAS DE LA COMEDIA
Leonardo, caballero.
Julio, criado.
Belarda, tendera, {i)
Serafina, dama.
RiBERiA, su tía.
Galerio, su pacre.
Uberto, criado.
Andronio, tendero.
Rufino, mercader.
Dionisio.
TllSALDO.
jCorinto.
Felisardo.
TlRRENA.
FiNEO, criado.
LlCIDO.
Marcelio, vecino.
LiSARDA, niña.
Un Alguacii..
Un Niño.
Representóla Vergara.
ACTO PRIMERO
(Leonardo y Julio.)
Julio. ¿A esto habernos venido?
Creo que si lo supiera
con menos gusto viniera
o no me hubieras traído.
Cuando pensé que a París
te trajo algiin caso honroso,
es pensamiento amoroso
y una historia de Amadís.
En esta edad lisonjera,
donde apenas hay verdad,
se engendra la voluntad,
de la fama novelera.
(i) "Y perfumera", añade el ms.
150
EL LEAL CRIADO
Agora se entra el amor
a un hombre por los oídos,
cuando todos los sentidos
no hacen fe ni dan valor.
La fama de la hermosura
de una mujer te ha engañado.
Leonardo. ¿ En qué tienes mi cuidado,
Julio amigo, por locura?
Tu lengua y mal proceder
¿por qué tal nombre me dan?
Julio. ¿No vienes cesde Milán,
sólo a ver una mujer?
Leonardo. Es verdad.
Julio. Pues ¿qué mayor?
Leonardo. ¿Ves cómo tu necedad
ofende mi voluntad
y el grande poder de amor?
Dime: ¿no deja su tierra
un hombre por ver la extraña?
¿El gusto del mar le engaña
y la opinión de la guerra?
¿Por ver una gran ciudad,
de algún rey el casamiento,
fiestas o recebimiento,
o cualquiera novedad?
¿Pues cuánta mejor disculpa
mis deseos hallarán
en venir desde Roán (i)
por una amorosa culpa?
¿No es mayor una mujer
que una ciudad y que un mar,
siendo un mundo de pesar,
siendo un cielo de placer?
Pues quien a ver ha venido
cosa tan grande y hermosa,
que es mar de gusto espaciosa
y guerra de alma y sentido,
¿en qué, dime, pudo errar,
o lo llamas desatino,
pues en efeto a ver vino
mundo, cielo, guerra y mar?
Julio. Todos los sabios hallaron
por dificultad y error
persuadir un amador,
que sin remedio dejaron.
Ovidio hierbas no halló.
Séneca voz ni consejo,
Plauto amigo o padre viejo,
(i) En el ms. : "Milán". Véanse las aprobaciones
que van al final de esta comedia.
y nada de esto soy yo.
Que bien sabes que no soy
padre, ni sabio, ni amigo,
sino un hombre que te sigo,
porque en tu servicio estoy.
Siendo así, servirte quiero,
que aconsejarte no es mío.
Leonardo. De tu entendimiento ño
la ayuda y favor que espero;
agora me has dado gusto,
agora me has agradado.
Julio. Sepamos, pues, tu cuidado,
o sea justo o injusto,
y dime tu pensamiento
y lo que piensas hacer,
Leonardo. Ver esta hermosa mujer
como en el entendimiento,
donde se ha representado
con tan angélica forma,
que quiero ver si conforma
lo vivo con lo pintado.
Y podrá ser que no sea
como en la idea la vi,
y que no hallándola así,
en ella mi engaño vea.
Julio. En fin: ¿es ésta la calle?
Leonardo. Esta, Julio, por las señas.
Julio. Son estas casas pequeñas
para su riqueza y talle.
Porque ¿cómo puede estar
menos que en palacio grave
una mujer donde cabe
mundo, cielo, guerra y mar?
Leonardo. Déjate de burlas, loco,
que el hombre es pequeño mundo,
y en este argumento fundo
que este mucho cabe en poco.
Cuanto más que el padre avaro,
con celoso pensamiento,
en noche de encerramiento
tiene su sol bello y claro.
Es, como sabes, viudo ; .
y así por su guarda y fama,
a una tía desta dama
ha entregado el bien que pudo.
Ella la guarda y la cela
con ojos de lince largos,
vuelta un dragón, vuelta un Argos
que, en fin, cuando duerme vela.
Mas como Jason halló
con que al dragón diese muerte.
ACTO PRIMERO
151
y Mercurio de otra suerte
los ojos de Argos venció,
Amor me enseñará a mi
cómo aquesta tía venza.
Jui.io. Pues alto : llega, comienza.
¿Que has de hacer?; ya estás aquí.
Si tienes vara encantada,
hazla dormir.
Leonardo. Eso ignoro :
Veo las manzanas de oro
y la vaca transformada
y no sé remedio.
Julio. Espera,
que a la puerta desta tienda
está una mujer.
Leonardo. No entienda,
Julio, mi mal.
Julio. ¿Qué te altera?
¿No vende? Llega a comprar.
(Bel.\rda, perfumera.)
Belarda. ¿ Quiere algo vuestra merced ?
Julio. Arrímate a esa pared
si te piensas desmayar.
Si de ver una vecina
te quedas desa manera,
¿qué hicieras si amor te diera
tu madama Serafina?
Habla y compra alguna cosa,
que si aquesta has de temer,
sin duda a cualquier mujer
debes de tener por diosa.
Belarda. Si en otra parte buscáis
perfumes o aguas de olor,
de aquesta ciudad, señor,
hoy en lo mejor estáis;
que no hay en todo París,
ni en toda España ni Italia,
tan bello almizcle y algalia,
ámbar negro y ámbar gris.
Hay menjuí de la China,
y pastillas de Lisboa,
cuya mixtura se loa
por la más preciosa y fina.
Jabones napolitanos,
no de alejo piamontés,
tengo tales, que en un mes
hacen regaladas manos.
Ungüentos, aguas, aceites,
mantecas, mudas, blanduras,
quintas esencias, seguras.
resplandor, cebos y afeites.
Si tenéis esposa o dama
llevalde un milagro destos.
Leonardo. ¿ Hay algún aceite entre éstos
contra la amorosa llama?
¿Hay alguna compostura
de azar para el corazón?
Belarda. Señales son de afición.
Julio. Remedio de amor procura.
Belarda. Pues compre blanduras de éstas,
que hacen a las damas blandas.
Julio. En que te diviertes y andas
y tu pasión manifiestas.
Oye y deja las ventanas.
Compra de aquestas blanduras,
que éstas, las que son más duras,
ablandan y vuelven llanas.
Belarda. Poned, señor, deste azar
a vuestra dama en el pecho,
y sea de piedras hecho
que le podréis ablandar.
Leonardo. Si allí llegase mi mano.
ella sola haría el efeto.
Belarda. Tenéis muy justo conecto
y habláis como cortesano.
Julio. ¿Qué te cansas en blanduras?
Ni con hierbas, ni con lloro;
que no hay azar como el oro
que ablande las peñas duras.
Ponle a cualquiera mujer
cien doblones en el pecho,
y verás de cera hecho
lo que piedra solía ser.
Leonardo. ¿ Sabes lo que hará la paga
para cosa tan divina?
Lo que hará la medicina
que está lejos de la llaga.
¿ Qué importa el más raro ungüen-
si a la herida no se aplica? [to,
¿Oro en persona tan rica,
no es villano pensamiento?
Belarda. ¿Es muy hermosa esa dama
que os tiene, señor, así?
Leonardo. Nunca yo, amiga, la vi;
matóme el alma su fama.
Belarda. ¿Es acaso Serafina,
que ese efeto suyo es?
Leonardo. Lo que ha de saber después
divinamente adivina.
¿Cómo es tu nombre?
Belarda. Belarda.
152
EL LEAL CRL\DO
Leonardo. Pues, Belarda, yo la adoro.
Bei.arda. Con razón, que es como un oro,
y por extremo gallarda.
Mas ipésame de que emprendas
un imposible tan aJto.
Leonardo. ¿Porque estoy de prendas falto
para igualar a sus prendas?
Belarda. Xo juzgo lo que no sé;
hablo de su padre avaro.
Leonardo. En ningún medio reparo;
todo lo vence la fe.
Ponga ejércitos de hombres,
cerque de tigres su casa,
que el mismo amor que me abrasa
alcanza mayores nombres.
León y ejército es,
y rayo penetrativo ;
yo los rendiré, si vivo,
que amor los pinta a sus pies.
Belarda. Valor tienes ; pero advierte
que el sol en su cielo sale.
(Serafina, o la ventana.)
Leonardo. ¿ Qué fama habrá que le iguale,
o qué Apeles que le acierte ?
¡ Oh nunca vista hermosura,
con tal razón celebrada !
Belarda. ¿No es perfeta?
Leonardo. Es extremada,
es angélica criatura.
Julio. Razón tienes, vive Dios,
señor, de morir por ella.
Mas él se canse en querella.
y querámonos yo y vos.
Belarda. ¿ Sabéis vos si soy casada ?
Julio. Eso tengo por más bueno,
porque del cercado ajeno
sabe más la fruta hurtada.
Quiéreme, tendera hermosa,
sin más desvanecimientos,
y toca esos mandamientos
de aquesta mano olorosa.
Que me pierdo por olores,
que es el mayor incentivo,
y el más regalado estribo
para el fin de los amores.
Belarda. Y 3-0 me suelo perder
por un bellaco a tu modo.
Julio. No soy lindo, pero todo
no tengo mal parecer;
tú, que eres mujer de gusto,
no te pagues de alcorcados.
Belarda. ¿ Qué hacen estos elevados ?
Julio. j Ah, señor !
Leonardo. Extraño susto.
Necio; ¿vesme allí sin mí,
poco menos que en el cielo,
y de allí me traes al suelo,
donde ha un siglo que salí?
Belarda. Bien estabas ocupado,
3' estima en mucho el favor.
Leonardo. ¿Habrá, por dicha, mi amor
su fuego comunicado,
o suele estar Serafina
puesta a la ventana tanto?
Mas ¿por qué me causa espanto?
Belarda. Sospecho que se te inclina,
que en viendo algún hombre aquí
no suele un punto parar.
Leonardo. ¿Quiéresla, Belarda, hablar?
Belarda. Eso y más haré por ti
y por aqueste atrevido
í que en tu compañía viene.
Julio. Lo que era menester tiene.
Leonardo. Julio, mi remedio has sido.
Belarda. ¡ Ah, señora Serafina,
sabed que traído han
ricos cortes de Milán
de tela escarchada y fina !
¿ Queréislos acaso ver ?
Serafina. Pasa, por tu vida, luego.
Leonardo. Si mirando quedé ciego,
03'endo me siento arder.
Belarda. ¿Queréis de todos colores?
porque los hay extremados.
Serafina. ¿ Hay algunos encarnados ?
Belarda. Y de extremadas labores.
Serafina. Pues esos me dan más gusto.
Leonardo. Fuera 3-0 quien te lo diera.
(RiBERiA, SU tía de Serafina, a la ventana.)
R1BERIA. ¿Qué haces, di, ventanera,
dando a tu padre disgusto?
¿Es esto lo que te digo?
¿Lo que te predico es esto?
Serafina. En este punto me he 'puesto.
Belarda. Este es, señor, tu enemigo;
Riberia, su tía, es ésta.
RiBERiA. Éntrate allá, que algún día
esta reja y celosía
tú verás lo que te cuesta.
Serafina. ¿Qué me tiene de costar?
ACTO PRIMERO
153
RiBERiA. ¿Respondes, desvergonzada?
Serafina. ¿ Que no he de hablar ni hacer nada
en que te pueda agradar ?
RiBERiA, Entra, pues, no me repHques.
Belarda. Ya, en efeto, la llevó.
Julio. A tal Argos, digo yo,
que mucho Mercurio apliques.
Leonardo. A no me tener por loco,
o resultar que perdiera
mi bien, desde aquí me viera
tener su respeto en poco.
¿ Sinvergüenza a un ángel bello,
que de sus mejillas puede
darle color ? ¡ Que esto quede
sin castigo!
Julio. Puede hacello,
que es su tía y es su oficio.
Leonardo. ; Su oficio es tratalla mal?
¡ Oh Circe, oh furia infernal,
que este es tu nombre y oficio !
Mas, señora, pues que sabes
mi amoroso pensamiento,
y para su encerramiento
has hallado industria y llaves,
en esos cortes que llevas
corta remedio a mi mal,
que será la paga tal
que en razón de amor me debas.
Dile que desde mi tierra,
adonde llegó su fama,
me trajo la ardiente llama
que amor en mi pecho encierra.
Dile que soy caballero,
y que es Leonardo mi nombre,
y dile que soy un hombre
que por su hermosura muero;
y dale este anillo en fe
del amor que la he tenido,
que siendo correspondido
será el fénix que en él ve;
y toma tú, que en mi nombre
traigas aquesta cadena.
Belarda. Ni tu razón ni tu pena
será justo que me asombre.
El anillo tomaré
para dar a tu señora,
pero la cadena agora,
aunque quiera, no podré,
que no soy interesable
y tengo quien me la vea.
Leonardo. Xo es posible que eso sea.
sino desdicha notable.
Y pues no te sirves dolía,
cuando me aparte de aquí
no te acordarás de mí.
Belarda. Menos lo hiciera por ella.
Pero pues tu gusto es,
yo la acepto por señal,
que el remedio de tu mal
es ya mi propio interés.
Vuelva Julio por aquí
a saber de aquí a media hora
lo que dice esta señora
de aqueste anillo y de ti.
Pero mi marido viene.
(Sale Androxio.)
Leonardo. El ámbar es extremado,
pero el precio me ha espantado.
Julio. ¡ Que guantes sin olor tiene !
Andronio. ¿ Qué buscan estos señores ?
Belarda. Andan muy cortos de precio,
}• haciendo gran menosprecio
de los más finos olores.
Andronio. ¿\'endrán de la India, acaso,
de Portugal ?
Belarda. Y él agora
vendrá de ver la señora.
Andronio. ¿ Qué señora ? Hablemos paso.
Belarda. Los que él ha dado sabré
desde el punto que comió.
! Andronio. Tu condición te engañó,
por tu vida, que juzgué, (i)
Belarda, Éntrese en la tienda un poco,
que entro aquí a ver la vecina.
Andronio. ¿Cuál dellas?
Belarda. A Serafina.
Andronio. Mira que ese viejo es loco
y tiene del aire celos.
Belarda. Hame unos cortes pedido.
Andronio. Tratan de darle marido.
Belarda. Ya lo quisiesen los cielos
Julio. En la tienda se han entrado;
¿qué piensas agora hacer?
Leonardo. Centinela quiero ser
deste mi enemigo amado.
Julio. , Mejor es que des la vuelta,
y aun a ti mismo era bien,
porque enmendases también
esa condición resuelta.
(i) Así en ambos textos; quizá será "jugué".
154
EL LEAL CRIADO
Leonardo. ¿De qué es la resolución '*
Julio, De la cadena que diste ;
que otra mayor me pusiste
de hierro en el corazón.
Leonardo. ¿ Pues no está bien empleada,
y tu lición no seguí,
si el oro enternece así
a la mujer más helada?
¿Tú mismo no lo decías?
Julio. A los ricos di el consejo.
Leonardo. En buenas manos la dejo.
Julio. En mejores la tenías.
Yo no sé lo que has de hacer
en gastándose el dinero.
Leonardo. De algún amigo lo espero
que me podrá socorrer.
Julio. Un amigo mucho vale,
tenerle es tener tesoro,
mas una cadena de oro
no hay amigo que la iguale.
Pero pues ella me mira,
y es mujer tierna y briosa,
yo he de hacer alguna cosa
que te parezca mentira.
No sé quién se viene aquí.
(Salen Gaíerio, padre de Serafina, y Uberto, criado.)
Galerio. Cuando del haga elección,
tendré la satisfacción
que puedo tener de mí.
Uberto. Contrario humor es el tuyo
de los demás padres viejos.
Galerio. Y a mí lo son tus consejos,
y así tus consejos huyo.
Uberto. ¿Cuál es del padre el cuidado?
Galerio. Criar los hijos.
Uberto. Pues bien,
cuando criados estén,
¿no es el remedio acertado?
Galerio. ¿Quién lo duda?
Uberto. Pues quien tiene
sola una hija, ¿qué trata,
si su remedio dilata,
qué es lo que más le conviene ?
Galerio. Entra en casa y no me apures ;
llama a Serafina luego.
Uberto. Yo iprocuro tu sosiego.
Galerio. No quiero que le procures.
Leonardo. El que entra sin duda es
¿ Por qué en desviarte tardas
adonde el peligro ves?
Vamos, porque vuelva yo
a ver la amiga tendera.
Leonardo. Como ella, Julio, te quiera,
todo mi mal se acabó.
(Vanse Julio y Leonardo.)
Galerio. ¡Que jamás dejo de ver
mancebos junto a mi puerta !
Pero al fin es señal cierta
que cebo debe de haber.
Como al reclamo acude el paj arillo,
y el tordo al fruto de temprano acerbo,
al animal difunto el negro cuervo,
las saltadoras cabras al tomillo.
Como a la voz del tierno corderillo
hambriento lobo en porfiar protervo,
al agua herido de la flecha el ciervo,
y lleno de garrochas el novillo;
y como el abejuela a la flor bella,
el mudo pez al cebo y al garlito,
y a su voz cuantas aves tienen nombres,
así el mancebo acude a la doncella,
porque es este deseo y apetito
común naturaleza de los hombres.
padre de mi "bien.
Julio.
¿ Qué aguardas?
Serafina.
Galerio.
Serafina.
Galerio.
Serafina.
Galerio.
Serafina.
Galerio.
Serafina.
Galerio.
Serafina.
Galerio.
Serafina.
(Sale Serafina.)
Que me llamabas me dijo
Uberto.
¿ Qué hacías agora ?
Estaba con mi señora,
por cuyo gusto me rijo.
¿Hacías labor?
Sí hacía.
¿Qué?
Una red.
¿Red, para qué?
Creo que una toca haré,
aunque gorguera quería.
Mas tomóme la palabra
mi prima, señor, ayer.
Pájaros quiere coger
la mujer que redes labra.
No las hagas, por tu vida.
Ya si no es para vengarme,
no hay red que tienda ni arme,
que he sido en otra cogida.
¿Qué dices?
Que ya por ti
se quedará comenzada.
ACTO PRIMERO
155
Galerio.
Serafina.
Galerio.
Serafina.
Galerio.
Serafina.
Galerio.
Ser.\fin.\.
Galerio.
Serafina.
Galerio.
Serafina.
Galerio.
Serafina.
Galerio.
Serafina.
Galerio.
Ser.\fina.
Galerio.
Ser.\fina.
Galerio.
Ser.\fina.
G-ALERIO.
Serafina
¿Deseas verte casada?
¿ Díceslo de veras ?
Sí.
¿Y cuándo tú me preguntas
tan vergonzosas razones?
¿Desto las colores pones,
ya encarnadas, ya difuntas?
Que importa saber tu gusto.
¿No basta que el tuyo sabes?
Hija, en negocios tan graves,
que yo sepa el tuj'o es justo.
Déjate de sumisiones,
y dime tu voluntad.
Si es tuya la autoridad,
¿ conmigo en eso te pones ?
Aquí estoy a ti sujeta,
haz de mí lo que quisieres.
Serás, entre mil mujeres,
tú agora la más perfeta.
Di si te quieres casar.
¿ Pídenme, acaso ?
Cual suelen,
me afligen, cansan y muelen.
¿Y sientes deso pesar?
No; pero, en fin, considero
que a esta loca juventud
no les mueve tu virtud.
¿Pues qué, señor?
Mi dinero.
Bien que alguno habrá picado
en tu exterior hermosura,
como este que hoy, por ventura.
Ya lo dije.
Y no has errado.
Porque si no eres servido,
desengáñate de mí,
que mientras te tengo a ti
no quiero mejor marido,
i Vivas mil años, amén !
Voite a sacar tela o raso
para un vestido.
Habla paso,
no te lo oiga decir.
¿Quién?
Mi tía.
¿Y estorbarálo?
;Ya no sabes su avaricia,
y que de envidia y malicia
me estorba cualquier regalo?
Este no le estorbará.
Pedirte también quisiera...
Galerio. Pide otra cosa cualquiera ;
pide, que en tu mano está.
Serafina. Un Contcmptus mundi quiero.
Galerio. Pensé que un fino collar.
Serafina. Quiero leer y rezar,
mientras que ociosa te espero.
Galerio. ¿Hay padre que haya engendrado
en tal punto tanto bien?
Yo voy por él, y también
te traeré el libro y tratado.
¿ Qué color de raso quieres ?
Serafina. Compra el libro y eso deja.
Galerio. ¿Quién es el que tiene queja
del valor de las mujeres?
¿ Quién es el que cansa el cielo
con pedir hijos varones,
viendo aquí las perfecciones
de su poder en el suelo ?
Bendito yo que te hice...
Yoy, hija; aguárdame ixn peco.
(Vase.)
Serafina. ¡ Qué presto, avariento y loco,
tu codicia satisfice !
Si te tratan de que dejes
esa hacienda, que es tu Dios,
no hay mal de ijada ni tos
de que luego no te quejes.
Y como mi casamiento
te ha de sacar tanta parte,
que desta queja me aparte
te causa extraño contento.
No sé si es esta amenaza;
mas quien desto se desvía
no se espante si algún día
anda su honor en la plaza.
Que tanto detenimiento
en cosa que tanto importa,
mil veces el hilo corta
al más cuerdo pensamiento.
(Sale Belarda.)
Belarda. Dame esos brazos mil veces,
flor de hermosura.
Ser.^fina. ¡ Oh, Belarda !
Belard.v. Dichoso el que los aguarda,
y sea un rey, que un rey mereces.
i Qué linda y qué fresca estás !
Bendígate el cielo.
Serafina. Estoy
para servirte.
156
EL LEAL CRIADO
Belarda. Yo soy
la que, en fin, se obliga más.
Serafina. Siéntate, Belarda mía.
Belarda. De rodillas estaré.
Serafina. Mira que me enojaré
si estás como el otro día.
Belarda. Pues di : ¿ mil hombres no hubiera
que te sirvieran así?
Serafina. ¡ Ay, amiga! ¿Hombres a mí?
¡ Jesús, y quién lo creyera !
No, hermana; ya por sin duda
tengo un torno y una reja.
Belarda. Después tendrás esa queja
de cuatro veces viuda.
En verdad que has de casarte,
y antes de un mes.
Serafina. ¿De un mes? Bueno.
Belarda. Das con los ojos veneno,
y quiere amor castigarte;
que como abeja has de ser,
dejándole en quien picares.
Serafina. Por cierto que mis pesares
no esperan este placer.
Belarda. Milagro fué que tu tía
no se viniese tras mí.
Serafina. Bueno, fiará de ti
lo que a sí propia no fía.
Dice que eres una santa.
Belarda. Pues no lo creas.
Ser.\fina. Ya sé
que en tiempo de tanta fe
cualquiera milagro espanta.
¿ Quién es un hombre que hoy
comipraba olor en tu tienda?
Belarda. ¿Un viejo?
Serafina. No.
Belarda. ¿Quién, mí prenda?
Serafina. Por darte señas estoy;
mas dirás que es libertad.
Belarda. ¡Ah, sí, un clérigo!
Serafina. No, acaba.
Belarda. Es un roanés (i) que compraba
ámbar fino en cantidad.
Serafina. No sé; pero el traje en todo
era de hombre forastero.
Belarda. Es un noble caballero.
(i) En el ms. : "Un milanés". Aquí se le olvidó
a Lope que por la censura se había cambiado la pa-
tria de Leonardo. Se conoce que la corrección se hizo
sólo en algunos lugares.
Serafina. ¿Y el otro?
Belarda. Del mismo modo,
aunque le trae por criado.
Mas, ¿cómo miraste en él?
Serafina. Porque allí te vi con él.
Belarda. Con causa lo has preguntado.
No te receles de mí.
Serafina. ¿Quieres que una cosa diga?
Belarda. Tu esclava soy más que amiga.
Serafina. Pues escúchame.
Belarda. Eso sí.
Habla, huélgate este rato,
desenfádate contigo.
Serafina. Mucho ha podido conmigo
la llaneza de tu trato.
Belarda. Díme ya cuanto quisieres,
y tenga todos sus nombres,
que a solas, como los hombres,
somos hombres las mujeres.
¿Hate parecido bien?
Serafina. No vi en mi vida su talle.
Belarda. (Poco es menester rogalle,
que ella se ayuda también.)
Tienes, por cierto, razón.
Pues si le vieras hablar...
Dejóme para expirar
su dulce conversación.
Lo menos que tiene es talle,
porque hablándole enloquece.
Serafina. Y a fe que bien te parece.
Belarda. Tanto, que quisiera amalle.
Pero viene enamorado
de Milán.
Serafina. ¿Tiene allá dama?
Belarda. No, que lo viene por fama,
que es pensamiento extremado.
Serafina. ¿Por fama se enamoró?
Belarda. Así me lo dijo allí.
Serafina. ¿ Que se ha descubierto a ti ?
Belarda. Y aun este anillo me dio.
Serafina. ¿Conócesla?
Belarda. Pienso hablalla
de su parte.
Serafina. ¡ Qué dichosa !
¿Quieres hacer una cosa?
Belarda. ¿Y es?
Serafina. Engañarle y burlalla.
Belarda. ¿ Cómo ?
Serafina. Darle aqueste mío,
y darme este suyo a mí.
Belarda. Por cierto, señora, sí,
Acto primero
157
que eso y más hacer confío.
Mas dime : si es que le quieres,
negociaré que te hable.
Serafin.a. ¿Viónie?
íJelarda. ¡ Qué engaño notable ! :
¿qué no sabrán las mujeres?
Vióte muy bien, y me dijo
que eras mayor que la fama
que le han dicho de su. dama,
tanto que estuvo prolijo.
Serafina. ¿En qué?
Belarda. En saber cosas tuyas,
como si a él le importaran.
Serafina. ¡ Pluguiera a Dios le agradaran,
como me agradan las suyas !
Belarda. ¿ Quieres que le diga eso ?
Serafina. Cuando él me quisiera a mí.
Belarda. Pues sábete que por ti
pierde, Serafina, el seso.
Para ti es aqueste anillo,
y la respuesta que aguardo;
tuyo, señora, es Leonardo,
segura puedo decillo.
Castamente te desea,
a esto viene, esto pretende,
lo que tu padre defiende,
quiere amor que suyo sea.
No te turbes ni te espantes,
sino estorba el vil consejo
de aquese avariento viejo,
centauro de mil amantes.
Y pues tan bello le pinto,
que ha igualado tu deseo,
sea Leonardo el Teseo
que venza este laberinto.
Sal de sus lazos y redes,
y muera el monstro enemigo.
Serafina. Pues no puedo hablar contigo,
respóndete tú que puedes.
Conózcome aborrecida
de mí misma en esta edad,
viendo que en tal soledad
paso la flor de mi vida.
Amaréle a su pesar
destos dos ojos crueles,
que tú podrás como sueles,
venirme, Belarda, a hablar.
Dile que me pareció
I un ángel, que no hombre humano,
y que le daré esta mano,
y esta vida y toda yo...
Pero no le digas nada,
que no sé si estoy en mí.
Belarda. Ya viene Riberia aquí.
¿ Xo es esta tela extremada ?
Serafina
Riberia.
Belarda.
Serafina
Belarda.
Riberia.
Belarda.
Riberia.
Serafina,
Belarda.
Riberi.\.
Belarda.
Riberia.
Belarda.
Riberia.
Belarda.
Riberia.
Belarda.
Riberia.
i Serafina.
i Belarda.
{Sale Riberia.)
¿ Y qué tal ?
Bolarda amiga !
¡ Oh, mi señora ! ¿ Aquí estabas ?
¡ Oh, qué cosas hay tan bravas !
Buena está, ¡ Dios la bendiga !
Siéntate, que yo estoy bien.
Xo pasa por ella día,
esta es madre, que no es tía.
j Ay, Dios se la guarde, amén !
¡ Qué dicha, a falta de madre,
hallarla tan buena aquí !
Ella lo conoce ansí.
Bien lo dijera mi padre;
que del amor que te tengo
forma celos cada día.
Por cierto aquí lo decía,
y dice siempre que vengo.
Como a la vida te quiere,
porque es una corderilla
tan obediente y bobilla
que si te enoja se muere.
Si vieses lo que pasamos
con ella, boba dirías.
Cuantos nacen tienen días,
y todos nos enojamos.
¿En qué agora te entretienes,
porque mudemos razón?
Todo es hacer oración.
¿X'o estoy flaca?
Flaca vienes.
Anda Andronio por ahí
desvanecido en su juego, (i)
pues que si entra el amor ciego...
Reza, y vencerásle ansí.
Cilicio traigo en verdad,
aunque galana me ves,
pues a fe que ha más de un mes
que ayuno a la Soledad.
Hija Serafina, aprende
para cuando seas casada.
La lición tengo estudiada.
Sí, en verdad, que bien me entiende;
pero mi tienda dejé
(i) Así en eL impreso; en el ms. dice: "fuego'
158
EL LEAL CRIADO
sola, licencia me dad.
RiBERiA. Allá hemos de ir en verdad.
Belarda. ¿y cuándo?
RiBERiA. Esta tarde iré
o mañana de mañana,
que un poco de holanda quiero.
Belarda. ¡ Y qué buena que hoy la espero !
RiBERiA. Quiérola en precio mediana.
Belarda. Escogerás a tu gusto;
¿habéis de ir las dos?
Riberia. Las dos.
Belarda. Quedad, señoras, con Dios.
Serafina. Todo me ha venido al justo:
amor quiere> y temor duda.
¡ Oh, padre, en qué me has metido !
Cuando traigas el vestido
me has de hallar de honor desnuda.
{P^ansc, y salen Leonardo j' Julio.)
Leonardo.
Ver el único bien de mi consuelo,
y hallar también quien mi dolor le diga,
esperando respuesta favorable,
todo en discurso de un pequeño día,
parece, Julio, historia fabulosa.
Julio.
Piensa que cuando en esta tierra fueras
un príncipe famoso y te costara
muchos dineros, y servicios muchos,
no estuviera tu amor en tal estado.
No sé qué imagen celestial hoy tiene
a Venus tan propicia, el sol tan claro,
y le mira de aspecto tan benévolo,
que lo que no te dieran muchos años
te ha dado fácilmente solo un día.
Leonardo.
¿Qué importa esa ventura, Julio mío;
qué importa ese milagro de los cielos
si otras estrellas y otro sol más puro
me eclipsan esa luz con su respuesta?
Dame que Serafina corresponda
con ese día, y sol, cielo y estrellas,
y entonces yo veré que mi ventura
tiene poder y fuerza sobre todas.
Jltlio.
Cuando son los principios favorables,
bien pueden esperarse alegres fines.
La esperanza del bien los males vence;
aprisa da sus bienes la fortuna,
el que es dichoso en todo se parece,
las sentencias de amor no guardan término,
luego da el alma los sucesos tristes,
y el pulso de la vida las alegres;
este es el corazón, y a mí me enseña
que son en tu favor tiempo >• fortuna.
Leonardo.
Amor lo trace, amor de mí se duela,
él es deste milagro el abogado.
Mas oye, que Belarda de allá viene ;
¡ oh, esperanza y refugio de mi vida !
Si me dieras licencia, aunque a tu puerta,
aunque en la calle, aunque lo vieran todos,
besara de rodillas por la tierra
esos pies que han andado en mi remedio.
(Sale Belarda.)
Belarda.
Déjame ver si está en la tienda Andronio,
Leonardo.
Andronio, tu marido, es ido fuera.
Dime de mi esperanza alguna cosa;
dime de mi remedio y de mi vida,
¿qué estado tiene el alma, que en tus manos
espera dulce gloria o pena amarga?
Belarda.
Primero quiero, que de mí lo sepas,
que me digas, Leonardo, en qué Tesalia
estudiaste la mágica y hechizos;
qué Medea tuviste por maestra;
que aunque es verdad que la hermosura vence
la fuerza de palabras y de hierbas,
rendir una doncella descuidada
y darle tal veneno con los ojos,
efectos son que de hermosura exceden.
Leonardo.
¿ Luego rendida Serafina queda ?
Belarda.
Díjelo sin querer, pero no importa,
ella queda, Leonardo, tan rendida,
que antes que yo la hablase en ti palabra
me confesó que el alma le robaste
con sólo verte desde aquella reja;
dice que te dará la fe de esposa,
y aqueste anillo por el tuyo envía.
(Sale Andronio.)
Andronio.
¿Qué anillo es ese, y qué es lo que le dices,
ACTO PRIMERO
159
Belarda, a aquese forastero?
Belarda.
¡ Oh, Andronio !
Hoy que compraba en nuestra tienda el ámbar,
aber quería solamente el precio;
que es mercader, y de Milán famoso,
y trae cantidad de lo más fino;
hemos hecho concierto, y doile en prendas
aqueste anillo que me dio esta tarde,
mientras me paga un corte, Serafina,
porque él también me ha dado esta cadena
en fe de que quedamos concertados.
Julio.
¿Hase visto jamás tan alto enredo?
Andronio.
A quien tan bien entiende destas cosas
no tengo que culpar que, en fin, las haga
sin que dellas me dé parte ni aviso.
,Vos seáis, caballero, bien llegado,
y pésame que, en fin, Belarda en esto
anduviese tan poco cortesana
que algún regalo en casa no os hiciese.
Entrad en mi aposento, por mi vida ;
tomaréis de una caja de conserva,
y sacaremos de un español vino
que no lo bebe el mismo rey tan bueno.
Leonardo.
Por cierto vuestro término es tan noble,
que si con vos hiciera agora el precio,
creo que os diera sin ninguno el ámbar.
Yo lo he comprado a ciertos portugueses;
no pido más de lo que me ha costado ;
ve, Julio, a la posada y trae la muestra,
en tanto que yo voy a mis negocios.
Andronio.
No permitáis en esto hacerme agravio;
por vida mía, que entréis.
Leonardo.
Estoy de prisa ;
mañana yo os ofrezco de acetallo.
Andronio.
Belarda, ruega tú, que estás muy necia.
Belarda.
Si el ruego de mujer lo acaba todo,
^que nos hagáis este favor os pido.
Leonardo.
Serviros debo y replicar no es justo.
Ve, Julio, por el ámbar entre tanto.
Julio.
Yo voy, señor.
Leonardo.
Entrad delante.
Andronio.
Entremos,
porque estas amistades confirmemos.
{Vanse, y queda Julio solo.)
Julio. Notable enredo ha sido
y desta mujer el pecho,
que en daño tan conocido
al ciego Leonardo ha hecho
amigo de su marido ;
que en la empresa de su amor
es el remedio mejor,
pues mediante el amistad
tendrá con facilidad
de Serafina favor.
¿ Pero cómo podrá dalle
el ámbar que prometió?
Aunque puede consolalle,
que quien allí lo metió
podrá tan presto sacalle;
porque la misma mujer
mina de ámbar ha de ser,
pues que della ha de salir,
y es negocio de reír
el volvérselo a vender.
Yo del dinero que tengo
habré de comprar un poco,
con que a dar la muestra vengo;
que me matará este loco
si en comprallo me detengo.
Pero, ¿qué justicia es ésta?
(Vase Julio ; salen un Alguacil y Rufino, mercader.)
Rufino. ' Que le prendáis sólo resta,
como el mandamiento dice.
Alguacil. Digo que ayer no lo hice
por ver su buena respuesta.
Pero pues hoy no acudió,
ni como me prometía,
Rufino, el dinero os dio,
cesará la cortesía.
Rufino. Haced vos que cobre yo,
que vuestro interés os va.
160
EL LEAL CRIADO
Alguacil. ¿Qué digo? ¿Quién está acá?
(Salen Andronio, Belarda y Leonardo.)
Andronio. ¿Quién llama?
Alguacil. ¡ Oh, señor Andronio !
Ya sale su matrimonio ;
¿quién duda voces habrá?
Andronio. Rufino, si hoy no he cumplido,
bien podéis tener por cierto
que a mi no me han acudido;
mas no es pasado el concierto,
que, en fin, por todo hoy ha sido.
Rufino. A la noche o de mañana
pagáis a la cortesana;
pero a la cárcel iréis.
Leonardo. Si es deuda, aquí me tenéis,
si yo soy fianza llana.
Alguacil. Creo que sois • caballero
y para todo abonado ;
pero, en fin, sois forastero.
Muchas veces me ha engañado,
llevarle a la cárcel quiero.
Ea, véngase conmigo.
Belarda. Id, marido; andad, amigo,
que a vos no os ha de comer.
Andronio. En fin, ¿ me queréis hacer,
Rufino, vuestro enemigo?
Vamos, señor Alguacil,
que aunque allí esté un año y mil
no he de pagar.
Rufino. Norabuena,
para vos será la pena.
Andronio. Ruin término y trato vil.
Rufino. Hablad bien.
Leonardo. ¿ Por sólo eso
ha de ir preso?
Andronio. No defiendas
mi prisión, que haré un exceso.
Leonardo. Yo daré fianza o prendas.
Andronio. No darás, tengo de ir preso.
Leonardo. Si es tu gusto, adiós.
Alguacil. Avenid
y sabremos si es ardid
ir preso por no pagar.
Rufino. Mucho mejor es callar.
Alguacil. ¿ Para qué ? Si no reñid.
(Vasa Rufino, Andronio y el Alguacil.)
Leonardo. Mucho su prisión me pesa.
Belarda. Que no te pese es mejor,
pues tendrá tu alma presa
por ella tan gran favor,
que toda su pena cesa.
Leonardo. ¿ Cómo ?
Belarda. Que aguardo este día
a Serafina y su tía,
y te podrás esconder
adonde la puedas ver.
Leonardo. Tanto bien, Belarda mía,
¿ con qué pagarte podré,
si no es que esta vida amada
del alma propia te de ?
Belarda. Bien la tienes empleada ;
adonde la das esté.
Éntrate en este aposento,
que ya por la calle siento
que con su escudero vienen.
Leonardo. Creo que estas cosas tienen
de acabar mi entendimiento.
Belarda. Ponte detrás de la cama,
y cuando en la sala estén
saldrás a mirar tu dama.
Leonardo. Desde allí la veré bien;
sal presto y mira quién llama,
y no vayan a la tienda.
Belarda. No hayas miedo que eso emprenda
la tía, que es recatada.
(Salen Riberia y Serafina.)
Riberl\. Ya estarías descuidada,
Belarda, de mi encomienda.
Belarda. Tú seas muy bien venida
y este angelito también;
la holanda tengo escogida,
a verla a la tienda ven,
y esta niña, por tu vida.
Riberia. No, quédese aquí en la sala,
que es término, en fin, más grave.
Belarda. Nadie en el valor te iguala ;
bien dices, quede con llave,
que una llave guardarála.
Yo soy desta condición.
Serafina. A fe que es gentil razón,
cuando me pensaba holgar.
Riberia. Quiero esta holanda comprar
sosegado el corazón.
Échate a dormir allí,
que presto negociaremos.
Serafina. Buena me dejas ansí.
Riberia. Sal, Belarda, y cerraremos.
Belarda. Da bien la vuelta, eso sí ;
prueba el pestillo también.
ACTO PRIMERO
161
RiHEKiA. Yo digo que queda bien.
Serafina. En fin, que cerrada quedo.
Belarda. Di agora que tienes miedo,
I como si hubiese de quién.
Serafina.
_Los ojos de la envidia que excedieron
Ks que agora el pavón tiene en cuidado;
os que guardaron el vellón dorado,
y los del lince, que por piedras vieron.
ÍLos del león, que abiertos se durmieron,
y es de la guarda símbolo pintado.
Los del azor, en la perdiz cebado;
y los del sol, que a Marte infamia dieron.
Los del zahori, que más profundo viere,
I) el brumete (i) en la gavia de la nave,
- o del celoso lleno de disgustos,
no guardarán una mujer si quiere,
porque a la sombra de sí misma sabe
hacer sus hechos y encubrir sus gustos.
(Sale Leonardo de donde está escondido.)
Leonardo. Bien decís, señora mía,
pues que habiéndoos encerrado,
dentro con vos me han dejado
los ojos de vuestra tía.
Y no es milagro creed,
ni os espantéis, que yo soy
vuestro Leonardo, a quien hoy (2)
habéis hecho tal merced.
Estad con mucho contento
de que mis deseos largos
han hecho cerrar el Argos
de vuestro recogimiento.
Amor, que es inclinación,
y de la sangre igualdad,
en un .hora de amistad
pone un siglo de afición.
De Belarda he recebido
aqueste anillo y respuesta,
y que admitirme dispuesta (3)
estáis, por vuestro marido.
Aquí no sé qué mi lengua
pueda en recompensa hablar,
que hablando será mostrar
vuestro valor y mi mengua.
Y ansí solamente quiero
1(1) Así en ambos textos. Igual que "grumete".
(2) Falta esta voz en el impreso ; pero no en el ms.
(3) Así en el ms. ; en el impreso: "respuesta", por
errata.
daros más nuevas de mí,
que aunque ya no soy quien fui,
soy, señora, un caballero.
Soy de los linajes claros
que hay en Milán, patria mía,
adonde la fama un día
trajo esos méritos raros.
Contaban todos de vos
que érades divino hechizo,
y que sin segunda os hizo
el instrumento de Dios.
Comencé luego a enfermar
de un peligroso deseo,
que a no estar donde me veo
fuera milagro escapar.
Si estáis ya determinada,
mi bien, de ser mi mujer,
a amor le sobra poder
y no se le esconde nada,
porque tratarlo podemos
trayendo aquí a vuestra tía. •
Serafina. Que conocidos de un día
esto, Leonardo, tratemos,
parece cosa de sueño ;
pero al tiempo en que ya estoy
no hay que culpar sí les doy
a mis pensamientos dueño.
Vos lo sois de mí, en efeto,
que hoy que amor os me enseñó,
a mi corazón mandó
que os tuviese sujeto.
En viéndoos, dije entre mí
que tal marido quisiera,
como si el alma supiera
lo que ha pasado por mí.
Mi amor deste solo día,
como ha sido inclinación,
es más verdadera unión
que de mil años podía.
Para casarme con vos
el pedirme es excusado,
para amor un padre airado, (i)
que nos matará a los dos.
Belarda es solo remedio;
aquí nos podremos ver,
y dar en lo que ha de ser
un justo y honesto medio ;
que podéis muy cierto estar
VII
(i) Así en ambos textos; pero está equivocado
este verso.
11
162
EL LEAL CRIADO
que aquesta verdad lo es.
Leonardo. Este aguardar un después
la vida suele acabar;
pero por seguridad
la mano es bien que me deis.
Serafina. Con ella también tenéis
segura la voluntad.
Contentaos con esto agora
hasta que a vernos volvamos.
(Belarda^ dentro.)
Belarda. ¿ Queréis, señora, que abramos ?
Leonardo. Ya vienen; adiós, señora,
dadme esos brazos, por Dios.
Serafina. Con el alma os los entrego.
Que entran, señor; ¿estáis ciego?
Leonardo. Adiós, Serafina.
Serafina. Adiós.
(RiBERiA entre co/t Belarda, y Leonardo se esconda.)
Serafina.
Riberia.
Serafina.
Riberia.
Serafina.
Riberia.
Serafina.
Riberia.
Serafina.
Belarda.
Serafina.
Belarda.
Serafina.
Belarda.
Riberia.
Serafina.
Belarda.
Serafina.
Riberia.
Belarda.
Leonardo
Belarda.
A fe que os habéis tardado.
¿ No has dormido ?
No, por cierto;
mas ¿qué os detuvo el concierto?
¡ Qué buena holanda he comprado i
No la he comprado yo mala.
¿ Cómo ?
Si me has de dar della.
¿Dar? Para que labre en ella.
Cierto que es bella esta sala.
¿Hasta entretenido?
Sí,
que ha habido mucho que ver.
Para todo eres mujer.
Aunque lo so}', no lo fui;
mas pienso que lo seré.
En todo me das contento.
Que venga tu padre siento,
o que esperándome esté.
Vamos, Serafina.
Adiós,
mi Belarda, que otro día
vendrá de espacio mi tía.
El cielo os guarde a las dos.
¿Y la holanda?
Al escudero
se la di.
Sal, mi Leonardo,
que ya tus brazos aguardo.
Y yo por dártelos muero.
¿Cómo te ha ido?
Leonardo. Altamente,
aunque el tiempo me faltó.
Belarda. ¿ Abrazástela ?
Leonardo. ¿Pues no?
Belarda. Quien ama, siente y consiente.
Pues a fe que has de gozalla
o los libros quemaré.
Leonardo. Para entonces te daré...
Belarda. ¿Qué me has de dar? Bobo, calla,
que no me conoces bien.
¿Dónde está Julio?
Leonardo. Buscando
ti ámbar.
Belarda. Y yo pensando
que le quiero bien también.
Leonardo. Por esclavo le tendrás.
Belarda. Daréte mi vida.
Leonardo. Dame,
que mío aquel ángel le llame:
ni pido ni quiero más.
ACTO SEGUNDO
{Salen Leonardo, Dionisio y Julio.)
Dionisio. De vuestra venida estoy,
Leonardo, alegre, y lo están
cuantos tenéis en Milán
tan amigos como soy;
si hay alguno tan amigo,
aunque vos lo merecéis.
Leonardo. Segura esa fe tenéis,
Dionisio, para conmigo.
Supe de mi padre amado
la muerte por falsa nueva,
y vine a ver con la prueba
que fué engaño concertado,
que creo que de otra suerte
no saliera de (i) París.
Dionisio. Donde tan firmes vivís,
¿ quién pudo sino la muerte ?
Porque habéis aborrecido
Vuestra patria insigne y clara,
y cualquier lugar bastara
donde hubiérades nacido.
Veo que París (2) es corte,
y ansí vuestro gusto apruebo ;
que a los de un hombre mancebo
(i) El ms. dice; "de Dantís".
(2) En el ms. : "Dantís".
ACTO SEGUNDO
163
no hay patria que tanto importe.
Mas es consideración
de cuidado para mí
ver que no tengáis allí
para vivir ocasión.
¿ Qué pleito o negocio os lleva,
qué trato o qué pensamiento?
Leo.\.\rdo. Encubrir con vos mi intento
fuera ingratitud muy nueva,
y de no os le haber escrito
no culpéis la voluntad,
pues diciéndoos la verdad
ese pensamiento os quito.
Agora sabréis la historia
que en la corte me ha tenido
en un éxtasis de olvido
ei alma con la memoria.
Veréis en razón del cuento .
con la llaneza que os trato.
DiCNisic. Decid, pues.
Leonardo. Oídme un rato.
Dionisio. Ya os escucho.
Leonardo. Estadrne atento :
Amor que cautiva el alma
por dos puertas entra en ella ;
que son los ojos y oídos
del alma ventana y puerta.
A Rnán (i) llep,ó la fama,
y mi muerte envuelta en ella,
de madama (2) Serafina,
flor de hermosura francesa. (3)
Entróme por los oídos,
y quedó en el alma impresa
como queda del que escribe
duro sello en blanca cera.
Tuvo la imaginación
conmigo tan alta fuerza,
que me sacó de ^Nlilán (4)
y de sentido pudiera.
Partí con Julio a París, (5)
donde vi su imagen bella,
sin comparación más rara
que amor la pintó en mi idea.
Era una vecina suya
en estos casos tan diestra,
que siendo con Julio prima
(i) En el ms. : "Milán".
(2) En el ms. : "de la hermosa".
(3) En el ms. : "de la hermosa milanesa"
(4) Así en ambos textos.
(5) En el ms. : "Dantís".
fué con Leonardo tercera.
Tenía Belarda, en fin,
de aguas y de olores tienda,
que si dijera de hechizos
no se agraviara Medca.
Pasó mi dama y su guarda,
que era una celosa vieja,
a verla a su casa un día
que estaba escondido en ella;
concertámonos los dos,
que habiendo iguales estrellas
mucho primero las almas
que las lenguas se conciertan.
Viniendo otros muchos días,
quiso el amor que una siesta
su tía se fué a un jardín
y nos cerró por de fuera,
que sola pensó de jalla;
pero mal los celos piensan
cerrar la puerta al amor
que tiene llave maestra.
Yo estaba dentro escondido,
, como otras veces, con ella,
dándome vueltas el alma
al dar la llave las vueltas.
Salí, y asiendo sus brazos
ie dije: Esposa, ¿qué esperas
de amor, del tiempo y de mi
si agora este bien me niegas ?
Resistióse, 3' yo abrasado,
por engañalla y vencella
me puse al pecho una daga
con mil lastimosas quejas.
Enternecióseme entonces,
y rcr.dida y satisfecha,
quedándolo de mi gusto,
pasó la primer vergüenza.
Quedó preñada, Dionisio,
y en el mes sospecho que entra,
cosa en que nos va tres vidas
como su padre lo sepa.
Dionisio. ¿En qué te suspende amor,
que así te quedaste helado?
Leon.-^rdo. ¿ No quieres que este cuidado
me cause pena y dolor?
Pues hallé mi padre vivo,
luego me importa volver.
Dionisio. Quisiérate detener
por el gusto que recibo ;
mas ha de ser imposible;
mira en qué servirte puedo,
164
EL LEAL CRIADO
Leonardo
DlO>7ISIO.
Leonardo,
Dionisio.
Julio.
Dionisio.
Leonardo.
Dionisio.
Leonardo.
Julio.
que obligado a tu amor quedo.
Quisiera ser invisible,
y envuelto en viento volver
donde Serafina está;
mira si quedarme acá
posible pudiera ser.
¿ Qué has menester de mi casa,
de mi vida y de mi hacienda?
Julio te dará una prenda,
que al fin es la mano escasa
del padre, que ya conoces,
y sobre ella le darás.
Paso, Leonardo, no más,
que en eso me desconoces.
No soy amigo de aquellos
que a todo acuden ligeros,
y a lo que es prestar dineros
los llevan de los cabellos ;
buena sangre y condición
me ha dado un buen nacimiento.
Venga Julio.
Iré al momento.
Basta mi satisfación.
¿'Cuándo partirás?
^Janana,
si hoy me despachas.
Sí haré.
Aún hay en el mundo fe,
y no es la esperanza vana.
Prevén, Julio, mi partida.
Todo lo tendrás a punto.
Créeme que estoy di f mito
lejos del alma y la vida.
0'anse, y salen Galerio y Uberto.)
Galerio.
Esto me ha dicho, y téngolo por cierto.
Uberto.
¿ Serafina, señor, está preñada ?
Galerio.
Declarada está ya mi infamia, Uberto,
y mi desdicha eterna confirmada.
Riberia ayer en el jardín o huerto
del vientre infame vio la ropa alzada,
que aquel escapulario es el que encubre
lo que el tiempo no sufre y me descubre.
UbertO.
Que he tenido, señor, esa sospecha
no lo puedo negar, mas no creía
que en tal recogimiento y vida estrecha
tener lugar esa maldad podía.
Galerio.
A la mujer que quiere no aprovecha;
vana y sin fruto fué la guarda mía.
i Oh, padres ; oh, maridos, y en qué punto
está vuestro dolor y infamia junto!
Uberto.
¿ Por dónde, o cómo, o cuándo fué posible ?
Galerio.
¿De la mujer preguntas eso, necio,
que a los ojos del padre más terrible
harán su gusto y de su honor desprecio?
Uberto.
Saber el malhechor te es convenible.
Galerio.
Por saberlo te diera cualquier precio ;
mas procurallo, Uberto, un hombre noble
es hacer que la infamia crezca al doble.
Mejor es acabar con esa infame.
¡Afuera amor de padre; el honor viva;
su miserable sangre se derrame
y acabe aquí su condición lasciva !
Agora es bien que te despierte y llame,
y en tu memoria mi crianza escriba,
que eras mi hechura y que mi honor se pierde.
Uberto.
Basta que de tu amor, señor, me acuerde.
Mira en lo que te sirvo, que no hay cosa
de cuantas hoy tu ánimo imagina,
para mi lealtad dificultosa,
aunque sea matar a Serafina.
Galerio.
Puesto que sea hazaña vergonzosa,
el alma a lo que dices determina;
que hoy la darás la muerte, y al vil fruto
de su vientre cruel y disoluto.
Esa espada, ceñida por mi mano,
razón es que mi honor deshaga y lave.
Heredarás mi hacienda, y será llano,
por instrumento de escribano grave.
Serás mientras viviere propio hermano,
y de mi pecho y mi tesoro llave,
y después de mi muerte hijo heredero
en vez de aquella que matar espero.
Uberto.
No tengo que obligarme nuevamente ;
ACTO SEGUNDO
165
dame la traza, y lo demás te juro
que me puedes fiar seguramente,
porque tu honor y mi lealtad procuro.
GalerIo.
Pues oye mi designio atentamente,
ya que a tan grave caso me aventuro.
Uberto.
' ¿ Cómo quieres que sea ?
Galerio.
Escribir quiero
una carta, o fingir un mensajero,
en que diré que queda en el aldea
mala su prima y que licencia pida
para que luego la visite y vea,
} en el camino quitale la vida;
que como, en fin, de noche escura sea,
podrás, fingiendo una pequeña herida,
decir que te robaron salteadores,
que haberlos en el monte no lo ignores.
Pues como la hallen muerta, ¿ quién lo duda,
sino que pensarán que por forzalla?
Secreto es el pinar, la noche muda,
que todos los secretos mira y calla;
las ropas y las joyas la desnuda,
que está muy a propósito roballa,
y allí pluguiera a Dios que yo me hallara
porque la sangre que le di sacara.
Uberto.
Yo te he entendido bien; no te apasiones;
vete a escribir la carta, que muy presto
verás llena a París (i) de los ladrones
autores del deüto manifiesto.
Galerio.
Sabes la obligación en que me pones;
que aunque a darte mi hacienda estoy dispuesto,
si no te doy la vida no te pago.
Uberto.
No quiero hacienda, por tu amor lo hago.
Galerio.
Voime, que viene.
Ueeri o.
Déjame con ella,
que quiero de mi amor aseguralla ;
porque esta confianza ha de vencella,
y esta espada después ha de matalla.
(¡) En el ms. : "Dantís".
Galerio.
Mi honor y mi esperanza pongo en ella.
{Vase Galerio y sale Serafina.)
Uberto.
¿Qué arnés ha de pasar, qué peto o malla,
sino de una mujer bañado el pecho
de lágrimas, defensa sin provecho?
Serafina.
Si el que comienza a amar probar pudiese
por breve espacio el daño de la ausencia,
y teniendo su amor correspondencia
lo que es partirse deste bien supiese.
Si de un celoso olvido conociese
aquel fuego mortal, cuya asistencia
destruye el alma y cansa la paciencia,
¿cómo es posible, amor, que te siguiese?
Si acaba un celo, si un desdén ofende ;
si un disgusto de amor quita la vida,
¿ qué hará quien tantos males comprehende ?
Mejor fuera llamar a la partida,
partirse el alma, pues lo mismo emprende
a ventura de que otro la despida.
Uberto. ¿ Sabes que te escucha Uberto ?
Serafina. Alterádome has, ¡ ay, Ddos !
Uberto. Dícete el alma lo cierto,
como si ya de los dos
adivinara el concierto.
De ausencia te estás quejando.
Serafina. ¿Que me estabas escuchando?
Uberto. Tarde ya tus quejas cubres;
que va lo que al tiempo encubres
el tiempo manifestando.
Serafina. ¿Qué me hablas por enimas?
Uberto. Menester es que me entiendas,
si acaso la vida estimas
y de esas amargas prendas,
que han de vivir si te animas.
Serafina. ¡ Triste de mí ! ¿ Qué me dices ?
Uberto. Deja sombras y matices,
pinta la verdad desnuda
antes que tu padre acuda
y esas prendas martirice.
Serafina. ¿Qué prendas y qué dislates?
Uberto.' Mejor es que tu remedio,
mísera señora, trates,
1 que estás de un peligro en medio
que no es bien que le dilates.
Tu padre la infamia sabe :
padre, noble, rico y grave.
166
EL LEAL CRIADO
y mándame que te lleve
a matarte; esto es en breve.
SerafiNx\. ¡ Que tanto nial no me acabe !
■Caeréme muerta. ¿Qué haré?
Uberto. Pues para el daño tuviste
el ánimo que se ve,
al remedio no estés triste,
no te caigas, tente en pie.
Cartas finge de tu prima
que está enferma, y es la enima
que llevándote yo a vella
vierta esa sangre hasta hacella
que menos la suya oprima.
Si de mi quieres fiarte,
y avisarte lo merece,
pondréte en segura parte.
Serafina. Si el cielo este bien me ofrece
no es bien la verdad negarte :
lo que le han dicho lo es.
Uberto. Pues ten ánimo, y después
reconoce mi buen celo.
Serafina. Después de pagarte el cielo
seré tierra desos pies.
Uberto. ¿ Adonde está aquel galán,
para que aquesto le cuente?
Serafina. Triste yo, que está en Milán.
Uberto. j Que agora estuviese ausente !
Serafina. Ansí mis desdichas van.
Uberto. No tengas pena ninguna,
que ha de vencer tu fortuna
de aquese inocente el auna,
a quien la muerte en su palma
daba sepultura y cuna.
El verá la luz del cielo.
Serafina. Que viene el viejo cruel,
Uberto amigo, recelo.
Uberto. Pues disimula con él,
baja los ojos al suelo.
{Sale Galerio.)
Galerio. De su enfermedad me pesa,
y pues que con tanta priesa
por mi Serafina envía,
poco en la vida confía.
Serafina. ¿Pues, señor, qué carta es esa?
Galerio. ¡Oh, hija, y todo mi bien;
nuevas triste, por tu vida !
Mas poca pena te den.
Serafina. ¿Son de hacienla mal perdida?
¿Son de ■ amigos u de quién?
Galerio. De tu prima Elicia son.
Serafina. ¿ Qué tiene en esta ocasión ?
Galerio. Está enferma y por ti envía.
Serafina. Será, si no es niñería,
tristeza de corazón.
Mas por tu vida que agora
permitas que la visite,
si es gusto de mi señora.
Galerio. No sé, si mi amor permite
que faltes de verte un hora.
¿Cómo me dará paciencia
para que sufra tu ausencia?
Serafina. Anda, señor, que sí harás,
que por esta vez no más
quiero que me des licencia.
Y más que tú bien podrías
irte par allá siquiera
y holgarte dos o tres días.
Galerio. Sólo con miralla altera
la sangre en las venas frías.
Uberto. Dale licencia, señor,
que será grande favor
y consuelo para Elicia.
Galerio. Pues tanto A-erla codicia,
será estorbarlo rigor.
Vaya, y tú la llevarás.
Serafina. Beso tus manos mil veces.
Uberto. ¿ Agora contenta estás ?
Serafina. Con la merced que me ofreces
mi obligación crece más.
¿ Cuándo me he de partir ?
Galerio. Luego,
que es bravo el calor y fuego,
y irás de noche a tu gusto,
que por seis leguas no es justo
que lleves desasosiego.
Ponte de camino.
Serafina. \"oy.
Galerio. Di que aperciban el coche.
Serafina. En bravo peligro estoy;
si Dios me guarda esta noche,
mañana el alma le doy.
{I' ase Seu.^fina.)
Galerio. Contenta parte y segura.
Uberto. Pues a morir se apresura,
no sé yo por qué lo está.
Galerio. ¿No ves que su sangre ya
desagraviarme procura?
Uberto. Después que le dé la muerte,
¿dónde me mandas venir?
Galerio. Aquí, de la misma suerte.
é
ACTO SEGUNDO
167
porque luego ha de acudir
toda la ciudad a verte.
' Uberto. Pues ésta hará lo que debe,
ya que a servirte se atreve.
Galerio. ¡Oh, pesado honor del mundo:
cuántos llevas al profundo
por una venganza breve !
{Sale TiB.\LDo, villano, leñador, y Corinto.)
CoRiNTO. Dios, que me has embelecado
con tu amorío y locura,
aunque por tanta hermosura
no es menos bien empleado.
¿Y ella siente tus requiebros?
Tibaldo. Es huerte como un Roldan;
menos agudos están
estos espinos y enebros.
Es un erizo a mis manos
si la toco de una legua,
y para mis plantas yegua
corriendo cuestas y llanos.
No tiene la Ardenia sierra
por do atraviesa el Piamonte
tan dura encina en su monte,
tan fiera tigre en su tierra.
Pues decir que no la obligo,
j ay, de mi bolsa y mi sueño ! :
de todo, Corinto, es dueño,
y de mi sólo enemigo.
Corinto. Por mi fe que la tenía
a Tirrena por más blanda.
Tibaldo. Si tal su cama hacer manda,
no sé si dormir podría.
¿Qué te diré, si la he dado
coplas y otras mil ternuras ? ;
mas, por Dios, las escrituras
no bondan más que el cuidado.
¿Pues qué zarcillos de plata?
i Mal año que así los tenga
la Reina, pues cinta luenga
tanto cuelga como ata !
¿ Corales ? ¿ Xo ? ¡ Pesia mí 1,
y patena como un plato.
¡ Pero qué te lo dilato :
yo mismo entre ellos me di !
Corinto. ;Hasla ofendido?
Tibaldo. Yo, ¿en qué,
si no es en quererla tanto?
'Corinto. ¿No la has sacado el disanto
al baile, y pisado el pie?
'Tibaldo. ^í la pisé, y aun buen rato.
que cuando allí me dispuse,
sobre el pie por Dios, le puse
trece puntos de zapato.
Corinto. ¿ Posiste ramo el San Juan ?
Tibaldo. ¡ Y cómo ! ¿ Pues era bobo ?
Todo un álamo y un pobo,
que enramó puerta y desván.
Corinto. ¿Dasla música?
Tibaldo. ¿ Pues no ?
Ayer acordó Pinero
la frauta con un mortero,
y hasta el alba no paró.
Corinto. No sé. Tibaldo, qué diga; .
desdichas deben de ser.
Tibaldo. No cuides tú que es mujer
esta mi dulce enemiga,
sino algún mármol o peña.
Corinto. ¿Y que ahora ha de pasar
por este mismo pinar ?
Tibaldo. ■ Sí, que hoy anda a cortar leña.
Corinto. Por Dios, pues que ya anochece,
que ha de llevar buen pellizco.
Tibaldo. Pues si el brazo le pellizco,
¿cuidarás que se enternece?
Más dura está que un guijarro.
Corinto. ¿En fin, la esperas?
Tibaldo. Sí haré,
que por eso allá envié
a Pinabel con el carro;
y aunque he estado todo el día
sin comer cortando pinos,
por ver sus ojos mohínos
hasta mañana estaría.
Corinto. Tente, que par Dios que es ella.
(Sale TlRREXA.)
Tirrena. ¿ Habéis visto por aquí
un hacha que ayer perdí
y me han reñido por ella?
Tibaldo. Si de las almas que pierdes
también te riñese el cielo,
de que lograses recelo,
Tirrena, tus años verdes.
Si acaso soy el perdido,
albricias me quiero dar
, de que me vienes a hallar
antes de hallarme el sentido.
Mas como me cobre a mí
sin duda le cobraré,
que como en ti misma esté
también me vuelves en mí.
168
EL LEAL CRIADO
TlRRENA,
Tibaldo.
TlRRENA.
CORINTO.
TlRRENA.
CORIXTO.
TlRRENA.
CoRINTO.
TlRRENA.
Tibaldo.
TlRRENA.
¿'Comienzan ya tus locuras?
¿Hate dado la terciana?
Hoy me ha dado más temprana;
como mi muerte apresuras.
Mas di, cruel, ¿en qué fvmdas
ese tu antiguo desdén,
que no es posible que un bien
en esa dureza infundas?
Vuelve a mi daño los ojos
y verás en su humildad
agraviada mi verdad
y vengados mis enojos.
¿Amor que me enseña a hablar
no te enseña a amar a ti?
De lo que os pregunto aquí,
¿qué razón me sabéis dar?
¿ Ansí respondes, Tirrena,
a este pobre amodorrido,
con la pesada dormido
de tu gloria y de su pena?
¡ Eh, no seas tan esquiva,
si has de ablandarte después;
que mayor milagro es
que después de muerto viva !
Si tu hermosura le ha muerto,
déle agora vida y alma,
y desta amorosa calma
reciba en tus ojos puerto.
Que soy testigo, por Dios,
que no ha comido en tres días
sino memorias baldías
y alguna lágrima o dos.
Ninguna cosa le daña
como serle tú tercero.
¿Por qué?
Porque a nadie quiero
tanto en toda la montaña.
Y Tibaldo esté seguro
que porque te tengo amor
le muestro tanto rigor
y tantas penas procuro.
¿ Hablas de veras ?
¡ Y cómo !
¡'Cielos, que el mayor amigo
me ha muerto ! ¡ Oh, muerte, hoy te
hoy con mis manos la tomo ! [sigo,
¿ Que en eso, fiera cruel, ^
ha estado todo mi mal ?
Es la causa principal
quererle. Tibaldo, a él.
Que como el alma no quiere
partirse, siendo invisible,
querer a dos no es posible,
y más quien por uno muere.
Muero por Corinto, y digo
que si se me muestra ingrato,
te has de vengar en su trato
del que yo tengo contigo.
CoRiNTO. Agora acabo de ver,
aunque la causa me aflige,
que por locura se rige
el gusto de la mujer.
Verá el diablo no me acuerde
de mí si della me acuerdo.
TlRRENA. Pues por ti me abraso \ pierdo.
Tibaldo. ¿Que por ti se abrasa y pierde!
Basta tanto desengaño;
que vos haréis cuerdo un' loco,
y aun a fe que no hagáis poco
porque es muy loco mi daño.
Quiérele, Tirrena ingrata,
y él muchos años te goce.
Corinto. Mucho mi amor desconoce
quien desta suerte me trata ;
porque sembrar y coger
podrás trigo en esta arena,
antes que amar a Tirrena
ni otra ninguna mujer.
¡ Donosa es la gentecilla
para fiarles el pecho !
Tirrena. ¿Hante algún agravio hecho
en el monte o en la villa?
Corinto. A quien tiene entendimiento
basta ver, como lo ves,
que no hay amor que después
no engendre arrepentimiento.
Míralo tú p'or los nombres
que de amor tan loco infieres;
cuanto quieren las mujeres
es hacer bestias los hombres.
Tirrena, Tibaldo es ya
tu sujeto, que yo so>'
tan mío, que sólo doy
vida a quien vida me da.
Mi libertad es del cielo,
mujer no la ha de llevar;
supe amar, supe olvidar,
y del lobo basta un pelo.
(Salen Uberto 3; Serafina.)
Uberto. Quede el coche en el camino
mientras que esconderte puedo.
ACTO SEGUNDO
169
Serafina,
Uberto.
K TlRRENA.
Ti BALDO.
TlRRENA.
CORINTO.
Uberto.
Serafina.
Uberto.
Serafina,
Uberto.
Serafina
Tibaldo.
TlRRENA.
TlB.\LDO.
Uberto.
Serafina
Con cada sombra de miedo
la de la muerte adivino.
Suena gente por aquí.
Cerca los que son están.
¿ Sentís los ecos que dan
entre aqucsos pinos?
Sí.
¿ Qué será?
i No sean ladrones !
Ya he conocido la gente
labradora y conveniente
al engaño en que te pones;
que estos leñadores son
destas pequeñas aldeas
donde esconderte deseas.
Gran ventura y ocasión.
¿ Qué tengo de hacer agora ?
Dar voces que a tu marido
dejo robado y herido,
y que te fuerzo, señora.
Yo saldré del monte huyendo
y a tu padre le diré
que muerta en él te dejé.
Pagarte, si vivo, entiendo,
o el cielo después por mí.
Aunque has tu padre agraviado,
no está a matarte obligado,
ni hay ley que lo mande ansí.
Y fía de mi piedad
que no he de desampararte,
y que tengo de buscarte
a tu esposo en la ciudad.
Por las señas que me has dado.
Eso sólo te suplico.
Por más que el oído aplico
no entiendo lo que han hablado.
Si tratan de darnos muerte...
i Ay, triste ! ¿ Qué hemos de hacer ?
Mal debes de conocer
mi brazo robusto y fuerte.
Xo he temido aquí un león,
que sabe todo el lugar
que quiso el ganado entrar,
¿y he de temer a un ladrón?
Habla ahora.
Ya que has muerto
mi marido, cruel tirano,
¿por qué tu sangrienta mano
intenta tal desconcierto ?
iMíra que estoy muy preñada,
y que has de matar a dos.
TlRRENA.
Tibaldo.
CORINTO.
Uberto.
Tibaldo.
Uberto.
TlRRENA.
Serafina.
TlRRENA.
Serafina.
CORINTO.
Serafina.
Tibaldo.
Serafina,
TlRRENA.
Serafina.
CORINTQ.
TlRRENA.
Serafina,
CoRINTO.
Tibaldo.
¡ Ay, socorrelda, por Dios 1
La piedra no teme espada.
Ya la honda me desciño.
¡ Afuera, ladrón cobarde !
\illano, aguarda.
¿Que aguarde?
Yo, hermano, con estas riño.
Huir me cumple.
Eso sí ;
¿ hemos de seguirle ?
No;
que ya la mujer dejó.
Señora, llegaos a mi ;
no hayáis miedo, mujer soy.
¡ O'h, serrana de mi vida !
Por la que tuve perdida
dos mil abrazos te doy.
¿Hay ventura semejante?
¡Oh, amigos, de mí os servid!
¡ Oh, si fuera yo el David
de aquel infame gigante !
Que si le acierto a poner
esta piedra en su lugar,
seguro pudiera estar
de no volver a comer.
Contadnos lo que ha pasado.
Cerca del monte esta noche
veníamos en un coche
yo y mi esposo desdichado;
y estos ladrones salieron,
haciendo la gente huir,
que por miedo de morir
la antigua lealtad perdieron.
Mi marido por guardarme
creo que herido quedó,
y este que aquí me dejó
quiso en el monte forzarme.
Mas ¡ ay, mísera de mí !
¿De qué tenéis turbación?
Si estos los dolores son,
¿ cómo he de parir aquí ?
Cerca está, no os aflijáis,
mi pobre cabana.
¡Ay, Dios!
Llevémosla entre los dos.
¡ Animo ! : no le perdáis.
¡ Muerta soy ! : ¿ya lo veis ?
¡ Juro a Dios que pare ya !
Calla, que no os faltará
hasta alcuza en que sopléis.
170
EL LEAL CRIADO
(l'ansc, y salen Julio y Leonardo.)
Leonardo. El A-erme, Julio, presente
a los ojos de mi gloria,
hace que mi bien se aumente,
porque tengo en la memoria
Ja pena que tuve ausente.
Aqui mis pasos deten,
y muerto el cuerpo también,
¡ oh, ciudad ennoblecida ! ;
que la patria más querida
es donde el hombre está bien.
Reconoced, (i) calle mía,
aquel amigo pasado
que frecuentaros solía,
a la noche rebozado
y descubierto de día.
Miradme, ¡ oh puertas y rejas,
testigos de tantas quejas
y de tan altas venturas.
Julio. ¿ Que aún satisfacer procuras
las piedras de que las dejas?
Leon.\rdo. ¿Pues hay de aquéllas alguna
que no tenga entendimiento ?
¿ Falta razón en ninguna,
para sentir mi contento
}■ celebrar mi fortuna?
¡ Oh, Julio, que vesla allí
la tienda en que me perdí,
y en que también me gané;
ves allí donde compré
la libertad que vendí !
Tienda en que amor fué tendero
y famoso mercader
del tesoro por quien muero,
donde es el concierto el ver
} el alma misma el dinero.
Pagúela toda, y recelo
si del concierto no apelo
que della no ha de quedar
con que le pueda pagar
después su alcabala al cielo.
Julio. ¿Cómo nos informaremos
de tu bien y de Belarda?
Leonardo. Alguna cosa compremos.
Julio. No demos sospecha; aguarda;
y alguna industria pensemos.
Leonardo. Galerio es éste, detente.
Julio. Ya este viejo impertinente
nos comienza a perseguir.
(i) En el inipreso : "Reconozco", por errata.
{Salen Galerio y Fineo, criado.)
FiNEO. ¿Cómo la dejaste ir
con tan poca guarda y gente?
Galerio. Alguna culpa he tenido,
mas pues el camino es poco
Uberto bastante ha sido.
Leonardo. En viendo este viejo loco,
¡oh, Julio!, pierdo el sentido;
que temo que eche de ver
de Serafina el delito,
que es fácil de conocer.
Julio. Por eso te solicito
que la pidas por mujer.
Leonardo. ¿Para qué me he de cansar
si no la quiere casar?
Julio. ¿Cómo no se entra en su casa?
Leonardo. Los celos en que se abrasa
no le dejan sosegar.
(Sale Uberto con sangre en el rostro.)
Uberto.
Pues he llegado a tu presencia vivo,
oye, señor, estas desdichas nuevas
que de tu hija miserable traigo.
Galerio.
¿ Qué dices ? ¡ Triste yo, mil veces triste !
¿Cómo vienes ansí? ¿Qué traes, Uberto?
¿Dónde queda mi hija?
Uberto.
Muerta queda ;
que rabio de dolor sólo en decillo.
Galerio.
¿Muerta mi hija, ¡oh, perro? ¿Dónde o cómo?
¿ No hay gente, no hay justicia ? ¡ Gente, amigos,
deudos, vecinos !
Uberto.
¿Pues de qué me culpas?
¿ Sabes la causa? ¿Fui yo, por ventura,
el homicida, el agresor, el reo?
Galerio.
Dame, Finco, dame aquesa espada ;
quitaréle la vida y a mí luego.
{Salen Andronio y dos vecinos, Licido y Marcelio.)
LlClDO.
¿Qué es esto, que dais voces?
ACTO SEGUNDO
171
Andronio.
¿Qué es aquesto?
Galerio, mi señor, ¿qué habéis sabido?
LlCIDO,
¿De qué está herido Überto?
Marcelio.
¿ Con tu amo
• Uberto es bien que tengas estas voces?
Galerio.
Que no es eso, ¡ ay de mí ! ¿ No veis que dice
que es muerta Serafina?
Leonardo.
¿Quién?
Galerio.
Mi hija.
Leonardo. •
i Válgame Dios! ¿Que Serafina es muerta?
LlCIDO.
¿ Muerta ? ¿ De qué manera ?
Marcelio.
¡'Caso extraño !
¿No me diréis adonde o cómo?
Uberto.
¡ Oh, cielos :
dadme aliento siquiera, dadme lengua
para decir el desastrado caso.
y quitadme la vida luego al punto !
Andronio.
Dilo, pues, que ya estamos de un cabello.
Uberto.
Oid, pues, todos, si queréis sabello :
Ayer, cuando el sol hermoso
sus rayos negaba a oriente,
esparciénlolos al mar
por el regazo de Tetis,
con Serafina, aquel ángel
cuja alma los cielos tienen,
que nunca sus serafines
vivir la tierra merecen,
salí en un coche, que fué
sepulcro y andas fúnebres,
en que a la tierra llevaba
la muerte al cuerpo inocente.
Iba a ver su enferma prima;
que así en el mundo acontece,
que el enfermo se levanta
y el que le visita muere;
y llegando al pie del monte,
cuya falda coge y bebe
de mil arroyos el agua
que en invierno juntos crecen,
una tropa de ladrones
salen del monte, cual suelen
al descuidado ganado
los lobos que velan siempre.
\'i las cuerdas encendidas;
conocí el daño presente,
salté del estribo al puntu,
y en viendo tantos heléme.
Dos o tres me dispararon,
y quiere Dios que me yerren,
para que quedase vivo
a llorar eternamente.
fingíme muerto y caí,
y ellos, dejándome, vuelven
al coche, que saquearon
hasta las cortinas verdes.
Sacaron la triste dama,
y el capitán inclemente
robándola se enamora ; (i)
desnudándola se pierde.
Forzarla quiso, y la triste,
quejándose tiernamente,
resiste al robusto brazo
y pide a Dios que la esfuerce.
Airado el cruel verdugo,
el amor en odio vuelve,
y arrebatando la daga
hasta la cruz se la mete.
En ella las manos puso ;
la triste murió, y la gente
por el monte arriba en hombros
la lleva y despeña en breve.
Yo, por no aguantar allí
a que a lo mismo volviesen,
A'íne a darte nuevas tristes
de tu desdicha y su muerte.
G.\LERI0.
¿Son nuevas éstas para oír un padre?
¿ Nuevas son éstas que después de oídas
puede un padre quedar con vida y alma ?
¿ Quitarémela yo, decid, amigos.
(i) Así en el ms. ; el impreso: "enamoró", que
alarga el verso. Quizá Lope no escribiría : "robándo-
la", sino : "viéndola se enamoró".
172
EL LEAL CRIADO
O aguardaré que del dolor vencida
me desan-ipare y dé lugar que vaya
a acompañar el ángel de mi hija?
¿ Qué hacéis agora, descuidadas manos ?
i Por qué razón ahora se perdonan
las canas deste rostro, que regadas
de lágrimas, saldrá con menos fuerza,
como las hierbas de la tierra salen
cuando les echan agua en las raíces ?
Leonardo.
¡Desdichado de mí!: ¿tendré yo vida?
AXDRONIO.
Señor Galerio, aquí se ven los hombres
y el valor natural de sangre y prendas.
Si Serafina es muerta, en vez de llanto,
apresuremos la venganza justa,
que estos ladrones no estarán muy lejos.
LlCIDO.
Dése de todo parte a la justicia,
y con su ayuda búsquese este monte
o mueran dentro del en vivo fuego
los autores de caso tan infame.
AIar/Celiü.
Galerio, ¿qué dudáis, qué estáis suspenso?
Prevenid los parientes y las armas
antes que salgan del espeso monte,
porque ninguno con la vida quede.
Galerio.
Ven conmigo, Fineo, \ tú a curarte
puedes quedarte, Uberto. ¡ Ay, hija mía!
Murióse el alegría de mis años,
porque a nuestros engaños seas ejemplo.
FlNEO.
Anímate, señor, con esperanza
que de su sangre alcanzarás venganza.
(Vanse y quedan Ubekto, Leon.^rdo y Julio.)
Leonardo.
Si un grande mal el corazón convierte
en piedra, Julio, piedra ha vuelto el mío,
este que agora para eternas lágrimas
materia ha dado a mis cansados ojos.
Julio.
Señor, mira que agora e- este el punto,
el punto, digo, de mostrar esfuerzo.
Vuelve a mirar que el llanto y los suspiros
son en el hombre indicios de flaqueza,
y de poco valor señales siempre.
¡ Ah, mi señor ! ¡ Ah, mi Leonardo, escucha !
Leonardo.
Enemigo, ¿qué dices, que me estorbas
que en tan justa ocasión no pierda el seso,
siéndolo tanto de perder la vida?
¿Yo vivo ya, yo tengo ser, yo hablo,
yo miro, yo suspiro, yo sustento
en este cuerpo un alma tan cobarde,
y para lamentarme tengo espíritu?
No te pongas delante; hoy es el día
que va Leonardo por París (ij sin seso;
hoy va sin seso por París Leonardo,
pues que falta a Leonardo Serafina.
Uberto.
Santo cielo, ¿qué es esto que oigo y veo?
¿Si es éste aquel que Serafina adora,
y aquel a quien me manda que le busque?
Julio.
Señor, ¿no consideras cuan infame
quedas después, y como loco público
vas por las calles de París (2) agora,
y que después que tengáis vista y seso
de arrepentido perderás la vida?
Leonardo.
¿ Cuándo quieres que vuelva a arrepentirme ?
Del otro mundo volveré si quieres.
Muriendo yo una vez, ¿de qué me sirve
considerar de qué manera muero?
¿Qué Alejandro soy yo? ¿Qué Pirro o César?
¿ Debo seguir a Cipión por dicha,
o arrojarme en la espada como Píramo?
Si amé, yo moriré como quien ama.
¡Oh, casa; oh, rejas; oh, pared; oh, puertas,
oh, tienda mía, en que compré mi muerte :
sed testigos que pago con la vida
la que debo a mi querida esposa !
i oh, ánima gloriosa ! ; ¡ oh, ángel puro,
que ya pisas seguro las estrellas,
poniendo en ellas las hermosas plantas,
vuelve esas luces santas a tu esposo,
yo soy aquel dichoso !
Uberto.
Y es sin duda
(i) En el ms. : "Dantís", así como en el verso si-
guiente.
(2) "Dantís'', en el ms.
ACTO SEGUNDO
173
que eres, Leonardo, un hombre tan dichoso.
Detente, que tu amada prenda es viva.
Leonardo.
¿Qué dices? Dime, Uberto: ¿es por ventura
lástima que me tienes ?
Uberto.
Esto es cierto ;
yo la pondré en vuestras manos viva.
Leox.\rdo.
¿Viva?
L'berto.
Viva sin falta, pues me manda ella
que con esta invención venga a su padre,
que hallándola preñada, me ha mandado
matarla en ese monte, aunque le has visto
verter infames y fingidas lágrimas.
Yo le he dado la vida y escondido,
y pensaba a Milán (i) ir a buscarte;
mas pues eres venido a tan buen tiempo,
calla y vente conmigo.
Leonardo.
¿Hay navegante
que después de tormenta llegue al puerto;
hay preso libre sentenciado a muerte;
hay cautivo escapado de algún bárbaro
que pueda competir con mi alegría ?
Si no pierdo el sentido, que no pudo
quitarme entonces el dolor pasado,
es porque aguardo cuando vea mi esposa,
y pues le tengo, déjame que arroje
aquesta boca al suelo de tus plantas.
Uberto.
No es tiempo de gastarle en cumplimientos.
La herida que en mi rostro ves fingida
no ha menester remedio, caro amigo,
y así podremos ir sin detenernos
donde te espera la mujer más firme
de cuantas hoy celebra humana historia.
Si me quieres pagar este amor mío,
sólo podrás satisfaciendo el suyo.
Leonardo.
Tú vieras en su punto mi firmeza
si más el desengaño dilataras ;
vamos a ver aquella de mi vida
único bien y dueño para siempre.
Uberto.
Por si éstos fueren a buscar el monte,
es menester que vamos adelante.
Leonardo.
El cielo guíe tus amigos pasos. —
¿Qué te parece, Julio?
Julio.
El fin deseo,
porque hasta el fin ningún dichoso veo.
(/ 'aiisc.)
(Salen
Felisar.
CORINTO.
Felisar.
CORlNTO.
Felisar.
CORINTO.
Felisar.
(i) Como se ve por este y otros casos anteriores,
ya no se cuida Lope de la patria que al principio se
nabía dado a Leonardo.
CORlNTO.
Felisar.
CORINTO.
Felisar.
CORINTO.
Felisardo, viejo villano, y Corinto.)
Ya he sabido lo que pasa.
No es razón que eso te aflija,
pues no tienes mano escasa.
Que antes de casar mi hija
ya tengo nietos en casa.
Un rapacillo parió
que no he visto en leche yo,
deshojarle algún clavel
que pueda igualar con él.
Bendito el que le crió ;
con eso estaremos bien.
Dios te dará para todo,
y ella lo tiene también.
Ya que aquí los acomodo,
no es bien que nada me den.
El premio de Dios es bueno,
pero el del mundo condeno ;
que el que hace una buena obra
ella por premio le sobra.
Duéleste del daño ajeno,
y es indicio de valor.
¿ Ha dicho acaso su tierra ?
Ha}' otro engaño mayor :
que dice que la destierra
della y de su padre, amor;
y que aquel que la traía
huyendo entonces venía;
así que la has de esconder
y nadie lo ha de saber
fuera de tu casa y mía.
¿ Aun eso tenemos más ?
Por San... que a no estar parida
y tú que por medio estás,
que no le diera acogida.
Antes por eso la das :
que es del hombre socorrer
174
EL LEAL CRIADO
a cualquier pobre mujer.
Felisar. :Eso al caballero toca,
pero a mí, ¿qué me provoca?
CoRiNTO. Que por Dios lo has de hacer.
Felisar. Basta, en mi casa está ya;
que la esconderé te digo
y que por mi cuenta está.
{Salen FiNEO, GaleriO, A^"DRC■NIo, Licido y Mar-
CELIO.)
FiNEO. ¡ Que aún no hallemos un testigo !
Andronio. ¡ Que nadie señas nos da !
LiciDO. Serranos están aquí.
Mar. Buen hombre.
Felisar. ¿Q^'^é mandáis?
M.\R. Di :
¿andan por acá ladrones?
CoRiNTO. A hablar con ellos te .pones.
Felisar. ¿ Si son los de anoche ?
CORINTO. Si.
Felisar. Pues huye y cierra la casa.
(Huyen Felisaudo y Corinto.)
!NÍAR. ¿ No os da gusto lo que pasa ?
No hay labrador que no huya.
FiNEO. Cerróse aqueste en la suya;
tanto aquesta gente abrasa.
LiciDO. Están perdidos de miedo.
Galerio. Ya que sin hija me quedo,
¿sin venganza he de quedar?
Andronio. El tiempo te ha de vengar.
Galerio. Triste yo si aquí no puedo.
Fineo. Llamemos siquiera a ver
si querrán por los dineros
darnos algo de comer.
¡ Ah, gente !
(Corinto, dentro.)
Corinto. ¡ Ah, ladrones fieros !
¿pensáis entrar ni poder?
Pues fuertes están las puertas,
y cuando fuesen abiertas
aquí tengo un arcabuz.
Mar. Aunque les muestres la cruz
serán diligencias muertas.
Ya creen que eres demonio.
Andronio. Creo que el que vive aquí
conozco.
Licido. Pues llega, Andronio.
Andronio. ¡Hola!, ¿conocéisme a mí?
Felisar. Sí, mostrad el testimonio.
Andronio. Dadnos algo de comer.
Corinto. ¿ No os contentáis con que ayer,
cosa que a París (i) asombre,
de jas tes herido un hombre
y enterrada una mujer?
Galerio. ¿Qué tengo que esperar ja?
¿No veis notorio mi daño?
(Vaya a salir Tibaldo, y en viéndolos caiga y huya.)
Tibaldo, Ya dado a criar está
el niño, que a haber un año
no fuera mayor.
Fineo. ¿ Quién va ?
Tibaldo. ¡ Ay de mí, ladrones son !
Mar. A'uelva acá.
Tibaldo. ¡ Tración, traición !
Galerio. No te esperará palabra.
Licido. Saltando va como cabra.
Galerio. ¡ Bravo engaño y confusión !
Cánseme, en fin, en vengarme ;
pero Dios, que no consiente
maldades, ha de anudarme;
hable la sangre inocente
si a mí no quiere escucharme.
Volvamos a la ciudad,
donde eterna soledad
ha de ser mi compañía.
Fineo. Yo espero en Dios que algún día
han de pagar su maldad.
Entretanto ten consuelo.
Galerio. ¿Cómo sin hija y venganza,
si no es de verla en el cielo ?
Mar. Esa es mejor esperanza
en las desdichas del suelo.
Galerio. Aunque vengarme he sabido,
triste estoy y arrepentido
y en mi dolor castigado;
que mucha sangre he sacado
siendo de poca ofendido.
(Vanse.)
{Sale Leonardo, Uberto y Julio.)
Leonardo.
Detrás de aquesa rama he visto, Uberto,
todo lo que ha pasado y me ha movido
el fingimiento deste viejo infame
a nueva pena y a venganza justa;
que teniendo por cierto que le diste
(i) "Dantís"' en e! nis.
ACTO SEGUNDO
175
a mi querida esposa injusta muerte,
con tan buen corazón venga a este monte,
fingiendo que a buscar los que la han muerto.
UCERTO.
Toda su vida tuvo estas venganzas ;
y de su mocedad, que bien me acuerdo,
cuentan extrañas tiranías suyas.
Leonardo.
Pues, ¿cómo le has servido tanto tiempo?
Uberto.
Crióme desde niño, y en su casa,
me dejaron mis padres, que sirvieron
a sus abuelos, y según he oído
eran sus deudos, y su misma sangre.
Casóme, fuera desto, y hame dado
con que pueda vivir honestamente.
Leonardo.
¿Qué eres casado, en fin?
ÜBERTO.
Habrá dos años.
Leonardo.
Pésame que pagarte yo no puedo ;
porque una hermana mía pensé darte,
y con ella mi hacienda toda en dote.
Era merced muy grande; pero advierte
que te ha venido bien estar casado.
Leonardo.
¿Por qué?
Uberto.
Porque mi esposa está preñada
y aun pienso que en el mes como la tuya,
tomaremos tu hijo, y a mi casa
le llevaremos en lugar del mío,
y el mío le traeremos a esta aldea;
porque creyendo el viejo que es mi hijo,
a quien agora ha de mandar su hacienda,
criarále con amor incomparable,
y harále su heredero en vida y muerte.
Leonardo.
Eres el más fiel y leal criado
que desde su principio tuvo el mundo :
dame esos brazos y esos pies mil veces.
Uberto.
jNo me agradezcas esto, tuyo es todo,
le Serafina es esta hacienda y tuya,
jnfía que tu hijo ha de heredalla.
y que ha de ser, Uberto, tu remedio.
Julio.
¿ Es esta casa donde está ?
Uberto.
Sospecho
que debe de ser ésta, porque anoche
muy cerca la dejé de aquesta aldea.
Julio.
En duda, llamaré.
Uberto.
Llama.
Julio.
¡ Ah de casa !
(CoRiNTO^ dentro.)
CORINTO.
¿ Que aún no se quieren ir estos ladrones ?
Uberto.
Buen hombre, buen pastor, no soy quien piensas^
sino el marido desa noble dama.
CORINTO.
¿ Cuál dama ? Aquí no hay dama.
Uberto.
Díle a ella
que Uberto soy, que ella conoce el nombre.
Leonardo.
Callado han; sin duda que está dentro;
cielos, haced que tengan tal ventura.
Uber'To.
Yo le dejé en poder destos serranos,
y es imposible que faltase dellos.
{Salga Corinto.)
CORINTO.
Por el nombre me mandan que os avise
que entréis a ver, señor, a vuestra esposa,
y un hijo que tenéis también con ella.
Leonardo.
¿Parió?
Corinto.
Parió y varón.
Uberto.
¿ Varón ?
176
EL LEAL CRIADO
CORINTO.
Aosadas,
que lo juréis en viéndole desnudo.
Leonardo.
¿Qué puedo más pedirte, santo cielo?
Uberto.
Luego lo he de llevar.
Leonardo.
Ordena en todo,
amigo Uberto, lo que tú quisieres.
CORINTO.
Entrad, que está bien linda la parida,
y en oyéndoos nombrar se alzó en la cama.
Leonardo.
Julio, padre soy ya. Detenme, Julio,
que te estoy para matar de puro loco.
Julio.
Es verdad que me medran tus locuras ;
¿yo he de pagar que bien o mal te vaya?
Leonardo.
Serafina parió, cielo bendito.
¿ Qué será, Julio?
Julio.
Alq-ún Serafinito.
ACTO TERCERO
(Salen Felisario, viejo villano, y , Serafina en há-
bito de labradora-)
Eelisar. Salid de mi casa luego ;
que no he menester yo en ella
alimentar la centella
que después la abrase en fuego.
¡ Bueno es que anden cubriendo
mis canas vuestra maldad !
Serafina. Con menos riguridad, (i)
pues sabéis que no os ofendo,
que si a verme viene aquí
Leonardo, mi esposo es.
Felisan. ¿Es burla de solo un mes
la que ha pasado por mí,
o pasa de siete años
que en esta casa he sufrido
que a título de marido
(i) En el impreso: "regtiridad", por errata.
me hiciese tales engaños ?
Estos ha que aquí te tengo,
tan a mi costa y pesar,
que ya me dice el lugar
que a ser alcahuete vengo.
Es verdad que eres mujer,
que has dado corte en tu vida,
sino a mi pesar dormida,
y despierta a tu placer.
Todo es comer y holgar,
y aguardar que el galán venga,
y que buenas noches tenga,
y en lo demás no hay hablar.
¿ Piensas que acá en el aldea
no hay tijera de las vidas,
y que entradas y salidas
no hay quien las murmure y vea?
Pues engañaste, que suele
ser acá mucho peor,
porque es negocio el honor,
que hasta en animales duele.
Y créete que si no está
con el ser labrador junto,
la malicia está en su punto,
y más curiosa que allá.
No quiero que me des nada,
porque el infame provecho
nunca deja sano el pecho
ni la hacienda acrecentada.
Vete en buen hora, y si quieres
que lo vuelva, volverélo.
Serafina. Conozco tu honrado celo,
y que en extremo lo eres ;
pero nunca imaginé
que tan larga compañía
se deshiciera en un día
sin razón y sin por qué.
Que examinando mi vida,
contra ti no hallo ofensa,
y mil causas en defensa
de haberme dado acogida.
Lo primero, Eelisardo,
es saber claro de Uberto
que es mi casamiento cierto
y que es mi esposo Leonardo
Lo segundo haber parido
en tu casa, donde he estado,
y últimamente gastado
casi cuanto habéis comido.
Si en mi vida no doy corte
es porque el cielo no corta
ACTO TERCERO
177
una vida que me importa
para volverme a la corte.
Mas pues aquí me dejó
Uberto, y me ha sustentado,
haz, padre, como hombre honrado :
vuélveme a quien te me dio.
Que si mi marido sabe
que sin él salí de aquí,
podrá presumir de mí
alguna sospecha grave.
Felisar. Xo hay, Serafina, remedio;
y pues tanto te he querido.
cree que si te despido
parto e!l corazón por medio ;
pero conviene a mi honor
que al punto salgas.
Ser.^fi.va. ¿Por qué?
Felisar. Porque mucho aventuré
en darte ayuda y favor;
^ que está mi hijuela doncella,
del ejemplo de aquel día
aprendió lo que temía
que aprendiese tu centella.
Y es de manera que hoy
he sabido que anda loca
por 'Corinto, y que me toca
saber si ofendido estoy;
que estos tus negros amores
dan argumento a las piedras,
a los olmos, a las yedras,
a las aves y a las flores.
Y pues que me has destruido
lo que más tengo guardado,
no te espantes que enojado
te desamparo y despido;
Toma tu cría, y a Uberto
le di mi queja y agravio.
Serafina. Xo haces, padre, como sabio,
ni aciertas bien.
Felisar. Bien acierto;
y pues tan discreta eres,
; por qué a un villano porfías ?
Serafina. ¿ Que son las desdichas mías
ejemplo a perder mujeres?
¿ Que de mi amor ha sacado
Tirrená al suyo ocasión?
Felisar. Yo tengo agora pasión
y es el rogarme excusado.
Si Uberto te dio a criar
su hija en aquesta aldea,
lo que aquí darte desea
vil
allá te lo puede dar.
Aunque nunca os he entendido;
pues él en esta ocasión
te llevó el hijo varón
y su hija te ha traído.
Y estos enredos y tratos,
sin otros de cada día,
a la propia piedad mía
hacen mis ojos ingratos.
Esto es ya resolución ;
no has de entrar más en mi casa.
Serafina. Tu rigor excede y pasa
de tu honrada condición.
Pero pues en padres fui
tan desdichada mujer,
no te quiero encarecer-
el daño que haces en mí.
Déjame entrar a sacar
la niña que aquí he criado,
que la ropa y el cuidado
juntos no podré llevar.
Harto será que la lleve
en la flaqueza que estoy
y en la desdicha, pues soy
mujer que a un hombre no mueve.
Felisar. Eso no, yo iré por ella,
o mi hija la trairá.
Serafina. Ruégale que salga acá
porque me despida délla.
(Vayase Felisardo.)
Siete veces ha dado el cielo vuelta
del pez de plata al vellocino de oro,
mientras ausencias y desdichas lloro,
dándome amor su gloria en pena envuelta.
Quiero morir, y cuando estoy resuelta
lo estorban prendas que en el alma adoro;
3^ así el camino de dejarla (i) ignoro
de aquesa humana cárcel libre y suelta.
Cárcel de desdichados es la vida;
suspensa mar de calurosa calma,
y a veces nave en el golfo combatida.
Dichoso a quien la muerte dio la palma
de los cuidados, donde vio perdida
por largos años la razón del alma !
(Salen Tirrena con Lisarda, niña, en hábito de la-
bradora-)
Tirrena. Es posible que ha llegado.
(i) Así en el ms. : en el impreso : "deberla", por
errata.
12
178
EL LEAL CRIADO
mi Serafina, el rigor
de un padre mal informado
a hacer eterno su error,
tu destierro y mi cuidado?
¿Es posible que te envía
con tan fiera tiranía
y de mis ojos te aleja?
Serafina. Del no es bien que forme queja,
mas de la desdicha mía.
Dice que yo he sido ejemplo
de tu amor y el de Corinto,
y en esto el enojo tiemplo,
porque si antes mi amor pinto
ya seré de amores templo.
Porque quien engendra amor,
o es amor, o otro mayor;
y por lo que el mío estimo,
a sus ajgravios me animo
y a no dar culpa a su error.
Ya te habrá dicho que ha sido
resolución mi destierro.
TiRRENA. De manera le he sentido,
que añadir al primer jerro
otro mayor he querido.
'Contigo quisiera irme,
porque en pensar despedirme
me sacarán los enojos
toda el alma por los ojos.
Serafina. Bien merezco amor tan firme;
mas pues aquesto ha de ser,
dame licencia al partir
y al forzoso padecer.
Tirrena. ¿Que te has, Serafina, de ir?
Serafina. Bien pienso volverte a ver.
Dame esos brazos, y adiós ;
hija, despedios vos
de vuestra tía Tirrena.
LiSARDA. Tía, quede norabuena.
Tirrena. Dame un abrazo.
LiSARDA. Y aun dos.
Tirrena. Por no me acabar en llanto,
te dejo.
(Faje Tirrena.)
Lisarda. ¿Dónde me lleva,
madre ?
Ser.\fina. a probar todo cuanto
a la fortuna le deba
quien sabe sufrilla tanto.
Hija, a la ciudad iremos.
Lisarda. Y diga, madre : ¿ qué haremos ?
¿ Hay muchas cosas allá ?
Serafina. Sí, que tu padre estará,
y aquel que tanto ofendemos.
Sabed que hemos de pedir
limosna para comer.
Lisarda. Pues, ¿por qué tardamos de ir,
que bueno debe de ser?
Serafina. Bueno, que es menos morir,
¡ Oh villanos, siempre ingratos,
de falsos y dobles tratos !
Lisarda. Ande acá.
Serafina. Partamos ya.
Lisarda. Madre, si vamos allá,
¿ no me comprará zapatos ?
{Vanse y salen Galerio y Uberto.)
Galerio. Pues mi hermana murió, Uberto,
y anda mi vida a la orilla,
para dar al alma puerto
es menester reducilla
a lo provechoso y cierto.
Dejar de mi hacienda quiero
tu hijo por heredero
en lugar de aquella ingrata,
cuya memoria me mata
y de cuya pena muero.
En lo demás quiero dar
orden para recogerme,
mientras que me dan lugar,
que al hombre viejo que duerme
suele el morir despertar.
Treinta mil ducados dejo
de mayorazgo en cabeza
de ese niño, que es mi espejo;
que por no ser la riqueza
de Midas me agravio y quejo.
Uberto. Por tan alto beneficio
hará tu amor sacrificio
hoy de mi alma de nuevo.
Galerio. Esto y más, Uberto, debo
a tu lealtad y servicio.
Fuera de que en mi linaje
ya no hay otro que me herede
ni en méritos te aventaje.
Uberto. De tu gran valor procede
ensalzar mi humilde traje.
Soy, señor, la hechura tuya ;
pero porque se concluya
el disponer de tu hacienda,
te has de acordar de tu prenda,
que, en fin, la que gozo es suya.
ACTO TERCERO
179
Galerio. ¿Cómo acordar siendo muerta?
Uberto. Al alma harás algún bien
si su salvación es cierta.
Galerio. ¿ Qué quieres tú que le den,
mi error y esperanza incierta?
No me la nombres si quieres
que no te aborrezca.
Uberto. Aún eres
padre airado.
Galerio. Justo soy,
lo que merece le doy.
Uberto. Ni te enojes ni te alteres;
que no hablaré más en ella.
Mas pues esta casa está
llorando la falta della;
digo tu hermana, que ya
dejó la mortal querella.
Sabe que quiero traer,
aqui una buena mujer,
labradora de una aldea.
Galerio. Como tú quisieres que sea,
que bien la habré menester;
que de mi hermana, en verdad,
por su gobierno y regalo
he sentido soledad.
Uberto. Esta en el gobierno igualo,
y decir puedo en bondad.
Galerio. Advierte que si es casada
desde aquí me desagrada.
Uberto. Viuda, aunque moza es.
Galerio. ¿ Cuánto habrá ?
Uberto. Más de un mes.
Galerio. Pues ya estará consolada,
que bien creo que en un día
para consuelo sobraba
el otro medio.
Uberto. No haría
si al muerto marido amaba,
de quien una hija cría.
Galerio. ¿De qué edad?
Uberto. De siete años,
(que con tu niño criaremos ;
ved qué graciosos engaños).
Galerio. Bien dices, niña le demos,
para que aprenda sus daños.
Comenzará desde agora,
si junto con ella mora,
a darte mala vejez.
Uberto. Esto permite esta vez,
que es honrada labradora.
íalerio. ¿ Yo, Uberto ? Tuyo es el daño.
que ya acabo mi carrera;
pero paróceme engaño
al hijo que propio fuera
traer enemigo extraño.
Uberto. ¿ Que aun de aquesto tienes celes ?
Calla, y tendrás dos consuelos.
Galerio. Uberto, quiéralo Diosj
voime y tú traerás los dos.
{Vase Galerio.)
Uberto. Guárdente, señor, los cielos.
Bien se ha negociado así,
porque con aquesta traza
podré sacarla de allí,
y estorbaré el amenaza
del villano a quien le di.
Y será enredo gracioso ;
pues hija y nieto es forzoso
que tenga el viejo avariento...
Llamar a la puerta siento.
(Serafina, dentro.)
Serafina. ¡ Ayuda, cielo piadoso !
¿ Hay algo acaso que dar
a una mujer sola y pobre
para ayuda de criar
una hija?
Uberto. Aquesto sobre.
Entrad, bien podéis entrar.
{Sale Serafina con la niña.)
Serafixa. ¡Jesús! ¡Uberto! ¿Tú eres?
Ueerto. Espera; digo que esperes.
Serafina. Sin saber que aquí vivías
me entré.
Uberto. ¿Y estas prendas mías
negar a los brazos quieres?
No vivo, señora, aquí,
que es tu padre el que aquí vive.
Serafina. ¿Y aquí me detienes?
Uberto. Sí.
Serafina. Mas bien es porque me prive
de la sangre que ofendí.
¿ Dónde está Leonardo ?
Uberto. Es ido
a Milán.
Serafina. ¿Ha mucho?
Uberto. Un mes,
y si descuido he tenido,
sabrás la causa después.
Serafina. ¿Que avisarme no has querido?
180
EL LEAL CRIADO
Uberto.
Serafina.
Uberto.
Serafina.
Uberto.
Serafina.
Uberto.
Serafina,
Uberto.
Serafina
Uberto.
No, por excusarte peiia.
Pero, ¿ cómo o quién ordena
que vengas, señora, ansí?
La desdicha en que nací,
que no hizo cosa buena.
¿ Cómo de verme has faltado ?
Atrevido el labrador
me ha infamado y desterrado,
diciendo que de mi amor
Tirrena ejemplo ha tomado;
porque hay cierta parlería
de que a 'Corinto quería
y soy desdichada en viejos.
Parece que a mis consejos
acudió tu fantasía.
No hay mal que por bien no ven-
¿€ómo? [ga.
A tu padre engañé
con que un ama en casa tenga.
¿Dirás tú que }0 seré?
Sin que el amor te detenga.
Que al cabo de tantos años
y de tu mudanza y daños,
y el crédito de tu muerte,
pensar que ha de conocerte
son vanidades y engaños.
Que eres viuda le dije
y que aquesta niña tienes;
por eso gobierna y rige
tus mismos pasados bienes;
deja el temor que te aflige;
aquí tu hijo tendrás,
le criarás y le verás
en tus brazos cada día,
y aún estoy, por A'ida mía,
por decirte lo que hay más.
¿ Cómo ?
Que ya es heredero
•de su hacienda confirmado,
y el mayorazgo primero.
. De lo que me has obligado,
¡ qué tarde pagarte espero I
¿Posible es que a tu mujer
nunca le has dado a entender
que tiene hija y no hijo?
Si el alma no se lo dijo,
de mí no lo ha de saber.
Porque como j'o tenía
tu hijo, el su3'o tomé
casi al tiempo que paría,
donde a trocalle llevé.
y así el tuyo por él cría;
tanto, que ipara llevar
tu hijo al monte y lugar
dode estabas esos días
que para verle pedías,
había bien que llorar.
Serafina. ¿Qué le decías?
Uberto. Que estaba
un amigo en esa aldea
que por él me importunaba.
Serafina. Pues agora el suyo vea,
que yo como el propio amaba.
Y dirásle la verdad,
porque donde hay voluntad
no es justo que haya secreto.
Uberto. Más le calla el más discreto
mientras ha}' más amistad.
Déjame tu hacer a mí;
pero di, ¿ cómo venías
a pedir limosna aquí?
Serafina. Porque a pesar de los días
me acuerdo que aquí nací ;
y fiada y atrevida
en que estoy desconocida,
llamé para que me vieses.
Uberto. Quiso el cielo que vinieses
para ganarte perdida,
¡ Qué lindo cuento ha de ser,
que es tu padre el viejo honrado
y no te ha de conocer !
Serafina. Que a su nieto haya criado
le tengo de agradecer,
que en fin, es su propio nieto.
Uberto. Efe del cielo este secreto
y de tu remedio llave.
Serafina. Tanto bien en mí no cabe ;
muestran los ojos su efeto.
Pues llévame donde vea
a mi serafín querido,
que es lo que el alma desea.
Uberto. Aquí le dejé dormido;
entra y norabuena sea.
Serafina. Para servirte será
si posesión tomo ya.
Quédate. Lísarda, aquí.
LiSARDA. . ¿ Diga, volverá por mí ?
Uberto. Sí, hija.
LiSARDA. o entraré allá.
(Quede sola la niña.)
Dijo mi madre que había
ACTO TERCERO
181
de pedir para comer,
y estáse aquí todo el día :
más me quisiera volver
adonde vivir solía;
que aunque veo fruta y pan,
de nada dallo me dan. —
¡ Salga, madre, y vamonos !
(Sale Galerio.)
Galerio. Quedaos y volved los dos.
LiSARDA. Salga acá, madre ; ¡ qué afán !
Galerio. ¿ Qué hace aquesta niña aquí ?
¡ Ah, muchacha !
LiSARDA. Madre, salga.
Galerio. ¿Está tu madre aquí?
L I SARDA. Sí.
G.ALERio. i Bonita, ansí Dios me valga !
LiSARDA. ¡Ay!, ¿conóceme él a mí?
G.^LERI0. Graciosa labradorcilla ;
sin duda que de la villa
a Uberto vino a buscar.
¿ Es la que en casa ha de estar
tu madre?
LiSARDA. ¡ Y qué maravilla !
Acá ha de estar, si Dios quiere.
¿ Es él el dueño ?
Galerio. Yo soy.
LiSARDA. ¿Mas qué hará cuando supiere
que le han de engañar hoy?
Galerio. No hay cosa que no me altere.
¿Qué dice aquesa rapaza?
¿ Sí -es de Uberto alguna traza ?
Li SARDA. Mire, dice no es mí madre
ésta, y que Uberto es mí padre,
y cuando me ve me abraza.
Galerio. ¿Tu padre Uberto?
LlSARDA. Sí, sí,
y su hija Serafina
es ésta que viene aquí.
Galerio. ¡ Piedad del cíelo divina !
Toma, mis ojos y di.
LiSARDA. ¿ Cuánto vale éste ?
Galerio. Un real.
LlSARDA. De aquestos no hay allá, tío.
Galerio. Di más.
LlSARDA. Pues ¿ haráme mal ?
Galerio. No, mí bien; no, espejo mío.
¡ Cíelos, hay misterio igual !
T LlSARDA. ¿Tomarámele después?
Galerio. Después te daré otros tres.
LlSARDA. ¿Pues este niño es su nieto?
Galerio. Ya yo he entendido el secreto :
viva Serafina es.
¿Cómo del mucho contento
no me deshago y reviento?
Ya se acabó mí venganza.
Alas, ¡ ay. Dios, qué presto alcanza
a la alegría el tormento !
Que sin duda Uberto ha sido
de quien estuvo preñada.
Y si de Uberto ha parido,
juntos segará mi espada
la hija, nieto y marido.
Que como suele juntar
para poderla segar
la manada el segador,
así los junto mejor
para poderlos matar.
¡ Traidor Uberto !, ¿ esto pasa ?
¿Para eso te fié
honra y llaves de mí casa?
Si antes enojo tom'é,
agora mayor me abrasa. —
Hija, no digáis que a mí
me dijistes nada aquí.
¿Entendéis?
LlSARDA. Si haré, señor.
Galerio. Pues guardaos, que en mí rigor
para verdugo nací.
Mirad que os azotaré
si decís alguna cosa.
LlSARDA. Calle, tío, que no haré.
Galerio. ¿ Hay historia fabulosa
como esta que aquí se ve?
¿ Que Uberto me ha deshonrado,
y su hijo le he criado,
y agora me trae su amiga
tras que su engaño me obliga
' a que la hacienda le he dado?
Pero salen, callar quiero.
(Salen Serafina y Uberto.)
Uberto. Sal, que aquí está mi señor;
¿ qué esperas ?
Serafina. Animo espero;
que se me ha puesto mí error
entre los ojos primero.
Uberto. Esta es, señor, la mujer
que te prometí traer;
(mejor su hija dijera).
Galerio. ¿Que estoy mirando esta fiera?
Serafina. ¿ Que a mi padre vengo a ver ?
182
EL LEAL CRIADO
Galerio. ¿De dónde sois?
Serafina. De Belflor,
deste monte casería.
Galerio. Sí, mas entendí la flor;
la sangre me da alegría
y descontento el honor.
Si otro que Uberto no fuera
quien deshonrado me hubiera,
agora le perdonara,
que me enternece su cara
y su presencia me altera.
Aquí sus trabajos veo,
y aquí le diera mis brazos,
no siendo el caso tan feo;
¿mas cómo, si hacer pedazos
al falso Uberto deseo ? —
¿ Casada has sido ?
Serafina. Si íuí.
Galerio. Moza casaste, y fué bien,
que una hija que perdí
fué mi deshonra también
porque esposo no la di.
Pero aseguróme un día
con su mucha hipocresía
que me cegó los sentidos,
pues dándole yo vestidos
oratorios me pedía.
¿Esta niña tuya es?
Serafina. Sí, mí señor; que la falta
de mi marido no ha un mes...
Galerio. Ya por los ojos me salta {-^Pd
fuego que abrasa a los tres.
¿Hate ya contado Uberto
lo que a mi servicio toca?
Uberto. De todo, señor, la advierto.
Galerio. La sangre a amor me provoca,
y a venganza mi honor muerto. —
Si en algún lugar del suelo
podías tener consuelo
era donde agora estás.
Serafina. Ya no pienso pedir más
para mí remedio al cielo.
Galerio. ¿ Era mozo tu marido ?
Serafina. Sí, señor, mancebo era.
Galerio. ¿ Amábasle ?
Serafina. Tanto ha sido,
que por ventura perdiera
la vida con el sentido.
Galerio. Tendría merecimiento.
Serafina. No tienen sus gracias cuento.
Galerio. ¿'Casóte tu padre?
Serafina. No.
Galerio. ¿Pues quién?
Serafina. El amor y yo
hicimos el casamiento.
Galerio. ¿Y él tomólo después bien?
Serafina. Antes procuró matarme,
y amor lo hizo tan bien
que al mismo vino a entregarme.
Galerio. ¿Qué aguardo a saber de quién?
(Aparte.)
Ello es, sin duda, que Uberto
fué el autor del desconcierto;
pues quitaréle la vida.
Serafina. ¡ Que no he sido conocida !
Galerio. Ya estoy del engaño cierto.
¡ A quién la entregaba yo
para que le diese muerte !
Uberto. Bien mi engaño se trazó.
Galerio. Hoy su infame sangre vierte
la que el villano ofendió. —
Vamos ; la casa verás,
y un niño de quien serás
madre en crianza y amor.
Serafina. Y en parirle con dolor, (Aparte.)
que en esto me debes más.
¿Es, señor, de Uberto hijo?
Galerio. ¡ Y cómo si suyo es !
(Ansí el traidor me lo dijo.)
Y tuyo será después,
que por su madre te elijo.
Y esa niña a mi cuidado
deja su amor.
Serafina. Ya ha llegado
mi vida donde salió.
Lisarda. Madre, mire qué me dio.
Serafina. ¿Y quién?
Lisarda. Señor me le ha dado.
(Salen Fixeo y Julio.)
Fineo.
Vas tantas veces con tu amo y vienes,
Julio, a Milán, que tengo por enfado
andarte dando tantos parabienes.
Julio.
Hoy hemos a París, (i) cual ves, llegado.
Fineo.
¿En efecto, salud y gusto tienes?
Julio.
Gusto fuera de aquí, fuera excusado.
(i) En el ms. : "Dantís".
ACTO TERCERO
183
¿Cómo está mi tendera?
FlNEO.
Sin paciencia,
contando los minutos de tu ausencia.
¿Habrá topado Uberto con tu amo?
Julio.
Desde que vino anda en busca suya.
¡ Oh, cuánto esta mujer adoro y amo ¡
FlNEO.
Tienes razón, que es >a muy propia tuya,
y a fe que vienes acudiendo al ramo
más que a buscarme.
Julio.
El cielo me destruya
si no traje a los dos en la memoria.
FiXEO.
¿Cuándo pensáis dar fin a tanta historia?
Julio.
Después que, como sabes, murió Andronio
y ha quedado viuda mi tendera,
quisiera hacerla santo matrimonio,
si acaso mi señor lo permitiera;
y agora que saqué mi patrimonio
de mi tutor, aunque pobreza era.
creo que no me excuso, aunque le pese.
FlNEO.
Justo sería que licencia diese;
que para amar siete años con fe tanta,
ni eres tú Durandarte ni Oliveros.
Julio.
Llamar quisiera; un poco te adelanta.
FlNEO.
Aquí te aguarda, porque quiero veros.
Julio.
Mas pues la calle y murmurar espanta,
entrar será mejor.
FlNEO.
Buenos aceros.
(Vase Julio.)
Ha menester el novio con la esposa
que ha estado ausente, y es moza y briosa.
Envidia tengo a Julio por su agosto;
todo lo goza, en fin, ur^ forastero,
y todo al natural le viene angosto;
¡ qué viuda aquesta ; ah. Dios, de envidia mue-
Como las moscas a la miel o al mosto, tro !
de amantes anda un escuadrón entero
por esta tenderilla de los cielos;
y gózala un extraño, j Ah, celos, celos !
¡ Qué guantes olorosos no le ha dado ;
qué coleto de flores, que no tiene
quien tuvo de mi amor jamás cuidado
sino es acaso de que muera y pene !
i Oh, Julio; oh, mes del año celebrado,
por la fertilidad rico y solene !
; Mal enero te queme el verde fruto,
porque no pagas al amor tributo !
(Salen Leonardo y Uberto.)
Leonardo.
Estoy sin seso, Uberto, y afligido
sólo en pensar que a Serafina pierdo.
Uberto.
Este es, Leonardo, el yerro que en siete años
he cometido contra el amor tuyo.
Mas, ¿ cómo dices que a tu esposa pierdes ?
Leonardo.
¿No es perder a mi esposa no gozalla?
Uberto.
Tu bien he pretendido en lo que has visto,
que yo no he procurado tu disgusto.
Leonardo.
En tratándome ansí por mejor tengo
que me atravieses con tu espada propia
el corazón que has obligado tanto.
Bien sé que es mi remedio lo que has hecho
y que la perdición de siete años
has remediado dando casa propia
a aquella peregrina de remedio.
Mas no me deja amor vivir sin ella;
y como desta larga ausencia vengo
y no puedo gozar sus dulces brazos,
he sido como nave que lia salido
de las fortunas del airado golfo
y se vino a romper llegando al puerto.
Uberto.
Una industria notable se me ofrece
para que a Serafina veas y goces,
ya que el amor te llega a tanto extremo,
y es que hables a Galerio y que le digas
que desta labradora enamorado,
sin reparar en que eres caballero,
184
EL LEAL CRIADO
te has querido casar diversas veces
porque ella de otra suerte no ha querido
condescender a tu amoroso ruego.
El, viendo que yo entonces le importuno
y para no sufrir tus celos della,
te la dará sin duda por esposa,
y casado podrás verla y gozarla,
o tenerla en mi casa a tu contento,
mientras se desengaña el loco padre,
que hoy en día aborrece su memoria.
Leonardo.
Bien dices; a buscarle vamos luego,
que es milagrosa traza.
Uberto.
Bien te cuadra
cualquiera cosa que gozalla sea.
Leonaruo.
¿Cuál otro bien mi corazón desea?
(Vanse Uberto y Leonardo.)
FlNEO.
¡ Con qué descuido Julio está en su trono !
¿ Qué digo ? ¡ Julio ; ah, Julio !
(Sale Julio.)
Julio.
¿ Qué tenemos ?
¿Cansábaste, por dicha, de aguardarme?
FlNEO.
Aquí ha venido Uberto con tu amo,
y sospecho que andaban en tu busca.
Julio.
¿Qué importa que me busque? Dende agora
de perdido no puede nadie hallarme.
Dale al diablo esta vez, por vida tuya,
y entremos a almorzar con mi tendera,
que tiene apercebido desde anoche
(que supo que venía por dos cartas)
vino español, pan tierno, pernil fino,
de que salen las hebras como grana.
FlNEO.
¿Y convídame a mí?
Julio.
Sí, que me ha dicho
que te ha cobrado amor, porque le llevas
las cartas que en mi ausencia le enviaba.
FlNEO.
De mala gana voy, no porque entienda
que ella me convidó de mala gana ;
pero esto de almorzar con dos amantes
está reprehendido entre hombres mozos.
Bueno' es que estéis como palomos mansos
dándoos el cebo con la propia boca,
y que os vais desde allí donde amor sabe,
\' suelen disparar esos relámpagos,
y esté yo como piedra, a que en la mía
se me haga vinagre cuanto coma.
Julio.
]\Iejor se ha hecho; calla, que los gustos
jamás sin compañía fueron buenos,
y amor solo no quiere compañía.
Una fregona tiene como un oro,
que vierte sangre de los propios labios,
y tiene como un queso fresco el pecho,
donde tiró el amor pellas de nieve,
y para siempre dos se le quedaron;
es limpia de camisa y de cabello,
y moza de juanetes como el puño.
FlNEO.
¡ Eso pesia mi mal !, y sea una estatua
con diez siglos de edad y cuatro dientes,
y no me manden apretar los míos.
Julio.
Ya me huele el pernil.
FlNEO.
Entra y holguémonos.
¡ Qué bien huele esta casa !
Julio.
Todo es ámbar.
Pues verás una cama que parece
que ha extendido su mano la limpieza
y la curiosidad abierto el cofre.
Sábanas, que beber su holanda puedes;
almohadas de randas y labores,
colcha de hilo de pita y de la China.
FlNEO.
¿Y la de mi fregona?
Julio.
Ella es la cama,
que la mejor es de la propia dama.
(Vanse.)
ACTO TERCERO
185
(Salen Galekio, Leonardo y überto.)
LiALEKio. Digo que soy muy contento,
puesto que advertiros quiero
que para tal caballero
es infame casamiento.
¿ \'os, tan rico y tan galán,
con una pobre mujer?
Leonardo. ¿Quién, señor, lo ha de saber,
si una vez entro en Milán?
Galerio. ¿Quién? La envidia, que visita
hasta los seguros muertos,
y de iní^osibles inciertos
ias verdades facilita.
Ella hará la información.
Leoxardo. Mi agravio está de por medio;
pero decid : ¿ qué remedio
podré dar a mi afición?
Galerio. Dejar ese pensamiento,
que el daño que veis os hace.
Leonardo. Mal podré, si de amor nace
y tiene en el alma asiento.
Si sin sacarle no sale,
creed que jamás podré.
Galerio. Uberto amigo, ¿qué haré?
Uberto. ¿ Hay engaño que a este iguale ?
¿ Qué te va en dársela a ti ?
¿Es por ventura tu hija?
G.\LERio. No hay cosa que más me aflija
que ver este infame aquí;
que como él está casado
muere por ver apartada
de sí aquesta desdichada,
que ha olvidado y deshonrado.
Ve, Uberto, y busca a Fineo,
y haráse lo que me pides.
Uberto. Agora a lo justo mides
tu valor y mi deseo;
quédate, Leonardo, aquí,
que ya te la quiero dar.
Leonardo. Bien le habemos de engañar,
}■ él piensa engañarme a mí.
(Vase Uberto.)
Galerio. Leonardo, si tanto amor
tienes a aquesta mujer,
que quieres por ella hacer
contra tu sangre este error;
pues a tu tierra pretendes
llevarla, advierte un remedio
con que puesta tierra en medio
menos a tu sangre ofendes.
Leonardo.
'vjALERIO.
Leonardo.
G.-vlerio.
Leonardo.
Galerio.
Leonardo,
Galerio.
Leonardo
Galerio.
Leonardo
Galerio.
Leonardo
¿ Qué me darás y diré
que es mi hija, y en Milán
les claré a cuantos querrán
dello testimonio y fe,
y fuera de eso con ella
toda mi hacienda?
¿ Qué paga
puede haber que satisfaga,
si no es acaso el querella?
Si es esto, no has de mirar
más de que soy caballero.
¿Luego piensas que la quiero?
Y es fácil de imaginar,
Porque ir a Milán conmigo
y firmar que tu hija es,
y darme tanto interés
sin ser hermano ni amigo,
¿qué intento puede tener
si no es el tenerla amor,
que dar tu hacienda es error
y yo tomar vil mujer?
Pues si yo te digo aquí
la causa porque lo hago,
¿no es bien que me des en pago
lo que ella no fuere?
Sí,
pide cuanto ella no sea.
(i Qué bien voy disimulando :
con su padre estoy hablando
y finjo que la desea!)
Di, señor.
Hablemos paso :
sólo pido por concierto...
¿Qué?
Que mates a Uberto;
mira si es diverso caso.
¿A Uberto? ¿Por qué, señor?
No me preguntes por qué,
basta que yo te daré
para su muerte favor,
y contigo iré a olilán
y allí viviré contigo.
(Uberto, mi fiel amigo,
¡ qué buena paga te dan !
Este debe de pensar
que Uberto su hija ha muerto,
y por el secreto es cierto
que me le manda matar;
quiero decirle que sí.)
¿Estás ya determinado?
, Para el premio que me has dado
186
EL LEAL CRIADO
me pides muy poco aquí,
que darme hacienda y honoi
por la muerte de un criado
es poco para un soldado,
y más perdido de amor.
Digo que le mataré,
y advierte que has de cumplir
la palabra.
Galerio. Hasta morir,
Leonardo, la cumpliré. —
Si éste muere, honradamente
habré mi hija casado;
a hablarla voy.
(Vase G.'VLERio.)
Leonardo. Ten cuidado
que sea secretamente.
¡ Que tanto este viejo estime
asegurar su secreto !
{Sale Uberto.)
Uberto. ¿Ya negociaste, en efeto?
Todo es que lui hombre se anime.
¡ Bien engañaste a Galerio !
Leonardo,- Si supieses que también
hay ya quien lo estorbe.
Uberto. ¿Y quién,
quién tiene en tu hacienda imperio?
Serafina es tu mujer.
Leonardo. Ella y su hacienda me da
el viejo.
Uberto. ¿ Pues en qué está ?
Leonardo. En sólo hacerle un placer.
Uberto. Házsele; ¿en eso reparas?
Leonardo. ¿ No ves que es matarte a ti ?
Uberto. ¿A mí?
Leonardo. A ti, pues.
Uberto. ¿ Por qué a mí ?
Leonardo. Las causas- parecen claras :
por cubrir debe de ser
el secreto de la muerte
de su hija.
Uberto. ¿ Y de esa suerte
te quiere heredero hacer?
Leonardo. Y a Milán quiere ir conmigo.
Uberto. Pásame con ésta el pecho,
que es poco todo lo hecho
para la fe de un amigo.
Huélgome que te ha ofrecido
en que mí vida te ofrezca.
Leonardo. Aunque eso bien te parezca,
que no lo intentes te pido.
Envaina luego tu daga,
que aun de burlas me das pena.
Leonardo. Antes ocasión tan buena
es de mis servicios paga.
No me burlo ; ¡ vive Dios,
que me has de matar !
Leonardo. Advierte
que harás, Uberto, de suerte
que nos matemos los dos.
Sacaré mi propia daga
y haré en mí lo ijue en ti pides.
Uberto. Si tu fe con ésta mides,
satisfacción fuera impropia;
y si como soy cristiano
fuera gentil, en mí hallaras,
porque a tu esposa gozaras,
el ánimo de un romano ;
que a tu pesar me matara
y no esto} fuella de hacello.
Serafina.
Leonardo.
Serafina.
Leonardo.
Serafina.
Leonardo.
Uberto.
Leonardo,
Uberto.
Serafina.
Uberto.
Serafina
(Sale Serafina.)
Deja que enlace tu cuello,
si merezco ver tu cara,
Leonardo.
Señora mía,
¿ sabes ya lo que ha pasado ?
Mi padre me lo ha contado.
Cese un poco tu alegría,
que aunque te me quiere dar,
ha de ser con condición
que mate a Uberto.
¿ Hay traición
más nueva que imaginar?
¿Por qué?
Si no es por vengarse
de que dio a tu muerte efeto,
será porque esté secreto
y no venga a declararse.
Ya le ofrezco }o mi vida.
Acaba, que es necedad.
Ya sabes que a tu amistad
hasta el alma está ofrecida.
Mátame y goza tu esposa.
Déjate de ser Orestes;
que mejor será que aprestes
industria más provechosa.
Finge tú que le mataste,
pues en el campo ha de ser.
Y después ¿no me ha de ver?
¿Qué importa, si le engañaste?
ACTO TERCERO
1S7
Uberto. Bien dice, dile que sí.
Leonardo. Pues veme a Julio a buscar.
Uberto. ¿ Dónde le tengo de hallar ?
Leonardo. Adonde yo me perdí.
Uberto. ¿ Es en casa de la viuda ?
Leonardo. ¿Quién duda que allí se pierde?
Ya de mi esperanza verde
amor el efeto muda.
(Vase Uberto.)
Éntrate, señora, allá
mientras a Galerio engaño.
Serafina. Líbrete el cielo del daño
¡I. que amenazando te está.
jr (Vase Serafina.)
Leonardo. Si de aquesta confusión
puedo salir con vitoria,
tuya será, amor, la gloria,
tuyos los despojos son.
Mas dada el alma y la vida
a mi esposa, ¿qué te queda?
Mas bien es que darte pueda
la que me tien-e ofrecida.
(Sale Galerio.)
Galerio.
¿Has hablado, Leonardo, a Serafina?
Leonardo.
Habléla ya, señor, con tu licencia,
y tan contenta de su suerte vive,
-como yo de pii suerte estoy contento.
Vino también Uberto tu enemigo,
con quien por darte gusto he concertado
que ai campo vamos a tratar mis cosas,
adonde pienso darle muerte súbita,
satisfaciendo tu agraviado pecho,
que no le debe de matar sin causa.
Galerio.
¿ Sin causa ? j Y cómo si la tengo I Creo
que a sabella, mejor le matarías.
Leonardo.
Pues si es verdad, señor, que como a hijo
me' das tu hacienda y quieres dar tu honra,
y al fin quien da la honra da la sangre,
¡y el alma que después queda a los cuerpos,
[que alma es la fama, pues que siempre dura,
ipor qué me niegas la ocasión que tienes
ira rñatar un hombre que has criado
y que según me dicen es tu hechura?
Galerio.
A su tiempo sabrás este secreto ;
contento estoy que agora le ejecutes;
pero advierte que en señas de su muerte
has de traerme su cabeza misma.
Leonardo.
¿ Su cabeza ? ¿ Qué dices ? ¿ Pues no basta
ser matador, sino también verdugo?
Galerio.
Hanme engañado ya con otra muerte,
y no será razón que tú me engañes.
Leonardo.
Pues perdona, que a eso no me atrevo.
Galerio.
Ni yo a darte mi hacienda.
Leonardo.
¿Qué me importa?,
con sola» mi mujer estoy contento.
Galerio.
Esa no llevarás, pues no le matas.
Leonardo.
¿No llevaré?
Galerio.
No, digo.
Leonardo.
Pues espera,
y traeré de camino la justicia,
que yo le diré a Uberto lo que pasa,
Galerio.
Leonardo, escucha; que el pedirte aquesto
fué por tu bien, porque este Uberto infame
yo sé que esta mujer preñada tuvo,
y por tu honra quise darle muerte,
que a mí no me ha ofendido mi criado.
Leonardo.
¿ Preñada ? ¿ Cuándo ?
Galerio.
Ha esto mucho tiempo,
y yo sé que también la trata agora.
Leonardo.
j Cielos, qué es esto que oigo !
ISS
EL LEAL CRIADO
Galerio.
Verdad pura.
Leonardo.
Mira, Galerio, bien lo que me dices.
Galerio.
Digo que aqui lo he visto con mis ojos.
Leonardo.
Sin duda que es verdad ; ¡ oh, falso amigo !
Camina, que su vida te prometo.
Vete a llamar.
Galerio.
Yo voy.
Leonardo.
Ve con secreto.
¡ Oh verdad, del tiempo hija,
que del, en fin, te engendraste !
Cuando tu efeto me aflija,
¿qué consuelo habrá que baste
o qué razón que me rija?
¿Uberto con Serafina? j
¡ Ah, infame, de muerte dina,
la mejor mujer, mujer!
(Sale Uberto.)
Uberto. Vengo, Leonardo, a saber
si el viejo se determina;
que está Serafina loca.
Leonardo. Yo debia de estar loco
cuando con discreción poca
puse en quien hablé tan poco
lo que tanto al honor toca.
¡ Traidor ! ¿ De aquesto servía
andar de noche y de día
en defensa de mi esposa...
Uberto. ¡Qué locura tan graciosa!
Leonardo. Y haciendo tu honra mía?
¿ Piensas, mal nacido Uberto.
que lo que tu pecho encierra
había de estar cubierto,
mandando Dios a la tierra
que nada tenga encubierto?
¿Con mi esposa? ¿Tú a mi espo-
Pues tú y la falsa alevosa [sa?
habéis de morir, aquí.
Uberto. ¿Tú la espada para mí?
¿Hay locura tan graciosa?
¿Quién te ha engañado? ¿Qué tie-
Leonardo. Traidor, ¿eso me preguntas? [nes?
¿ Con esa inocencia vienes ?
Uberto. Leonardo, si al pecho apuntas,
¿ por qué la punta detienes ?
Si es para gozar tu esposa
esa industria cautelosa,
y el viejo te la ha mandado,
¿ qué -aguardas ?
Leonardo. Hasme afrentado.
Uberto. ¿Hay locura tan graciosa?
Sin duda te lo aconseja,
por encubrir su delito.
Leonardo. Traidor, de engaños te deja.
Uberto. Que me mates te permito,
mas no con injusta queja.
(Sale Julio, Fineo y Bel.^rda.)
Julio. Señor, ¿en qué te ha ofendido
Uberto ?
Leonardo. Este mal nacido,
Julio, me quita el honor.
Julio. ¿Uberto? ¿Cómo, señor,
si la vida le has debido?
Uberto. Julio, veneno le han dado.
Julio. ¡Triste de mí! ¿Cómo fué?
¿ No anduvo siempre a tu lado ?
(Salen Galerio, Serafina, Lisarda, niña, y un Niño.)
Ser.\fina. ¿Matar a Uberto? ¿Por qué?
¿Qué es esto, Leonardo amado?
Leonardo. ¡ Desvíate, infame y baja
mujer que su sangre ultraja!
¡ Villana una vez y mil !
Mujer que la que es más vil,
con exceso te aventaja.
No te llegues si no quieres
que te pase el pecho, infame.
Ser.\fina. Pensando estoy si tú eres.
Galerio. ¡ Que estas afrentas te llame,
mujer, y que no te alteres !
Uberto. Digo que hechizos le han dado,
y que está loco.
Leonardo. Obligado
estoy a volver por mí.
Belarda, ¿no estás aquí?
Belarda. Aquí estoy, y hasme enojado.
Leonardo. Dile a Galerio que crea
que su hija Serafina
es la que mi lengua afea.
Belarda. Tanto tu maldad es dina
de que castigada sea.
Y pues ya lo has descubierto,
sabed, Galerio, que Uberto
ACTO TERCERO
189
Galerio.
Uberto.
Galerio.
Uberto.
Galerio.
Leonardo
? Uberto.
Leonardo
^-ERAFINA.
Serafina.
Galerio.
Leonardo
a Leonardo la entregó,
que era su marido, y yo
la tercera del concierto.
A mi hija he conocido
antes de agora, y sabed
que de un ángel lo he sabido,
que es esta niña.
Tened
silencio todos, os pido :
¿por qué, Galerio, mandaste
darme muerte?
Uberto, baste;
que ya mi yerro entendí ;
que como viva la vi,
pensé que tú me infamaste ;
que lo que por ella hacias
daba entender que eras padre
del niño que aquí tenías^
y ella tu amiga y su madre.
¿Que así matarme querías?
Por esto te daba muerte,
y porque de aquella suerte
que tú me engañaste a mí
me quiso engañar aquí,
estuve en dársela fuerte.
El, viendo que la negaba,
quiso de todo avisarte,
y a la justicia llamaba,
y contéle que el matarte
por su honor se procuraba,
y que tratabas con ella.
. Esa ha sido mi querella.
Uberto, dame esos pies.
La mano es bien que me des.
Y la daga, Uberto, en ella;
pásame el pecho.
Dejemos
cumplimientos.
Padre amado :
sí tu perdón merecemos,
basta el destierro pasado.
Por él a tus pies iremos.
Si te ofendí ya me has muerto.
Siete años en un desierto
hice penitencia extraña.
Quien tan bien me desengaña,
antes me ha honrado, por cierto.
Leonardo es mi hijo, y hoy
mi heredero el suyo.
Esclavo
tuyo eternamente soy.
Galerio. La industria, mi Uberto alabo,
y gracias della te doy.
Leonardo. Con tu licencia querría,
por ser esa deuda mía,
darle el galardón.
Galerio. Y es justo.
Leonardo. Los dos niños, si es tu gusto,
casaré desde este día.
Y así el mayorazgo queda
entre los dos, y a los dos
quien de todos tres suceda.
Galerio. Ello es misterio de Dios :
tú heredas y Uberto hereda.
Dale, Lisarda, la mano.
¡ Ah, serafín !
Lisarda. ^Muestra, hermano.
Leonardo. Decid sí entrambos.
Niño. Sí.
Lisarda. Sí.
Julio. Dámela también tú a mí,
no nos quedemos en vano.
Serafina. ¿ Quién se casa ?
Belarda. ¿Quién? Belarda.
Serafina. Por muchos años, amiga,
que ya tu descanso tarda.
Leonardo. Ya, Julio, se desobliga,
y el noble senado aguarda.
Uberto. Aquí acaba El leal criado,
en vuestro honor recitado;
las faltas nos perdonad,
que en lo que es la voluntad,
ni ha llegado ni ha faltado (i).
(i) El ms. termina así: "Fin de la Comedia. — En
Alba a 24 de Junio de 1594. — Lope i>e Vega Carpid.
— Licencias de los Jueces ordinarios. — En Granada a
treinta días del mes de octubre de mil quinientos y
nobenta y cinco años, el señor Licenciado Almeri-
que Antolínez, Provisor de este Arzobispado, cometió
el examen de esta comedia al Maestro Lobo, y con
su declaración se traiga para proveher Justicia. — No-
riega Valdés, Notario. — Digo, yo el Maestro Lobo,
que vi y examiné esta comedia, y que no tiene nada
que enmendar, ni hay en ella "falta alguna, y así la
doy por aprobada. Y por la verdad lo firmé de mi nom-
bre en treinta dias del mes de Octubre de i595 años.
— El Maestro Lobo. — El Licenciado Almerique Antolí-
nez Provisor de este Arzobispado doy licencia a
Luis de Bergara, Representante para que en esta
Ciudad pueda representar la comedia del Criado Leal,
sin que por ello incurra en pena alguna. En Grana-
da a 30 de Octubre de 1595. — El Licenciado Antolí-
ne.^El Secretario Tomás Gracián Dantisco, examine
esta comedia, y los entremeses de ella y cantares y
de su censura. En Madrid a 29 de Octubre de 1600.
180
EL LEAL CRIADO
(Rúbrica.)=^Esta. Comedia del Leal Criado, se podrá
representar mudadas ípor algunos respetos por aho-
ra) las ciudades, do dice París, sea Dantís, y Rúan
sea Millán, que en todas partes van borradas, y mu-
dado un verso a fojas doce de la primera jornada. En
eí entremés de La Alameda de Sevilla, no diga el
Rufián aquellos donaires de la caida de los Ange-
les malos, guardada siempre la honestidad que se de-
be. En Madrid a lo de Noviembre de 1600. — Tomás
Gracián Dantisco. — Esta Comedia y Entremés se po-
drán representar guardando en todo la censura. En
Madrid a 10 de Noviembre de 1600. {Rúbrica.)=.^o
tiene cosa por donde no se pueda representar. En
Granada a 13 de Agosto de 1603. — Fray Manuel de
Jesús. — Vi esta Comedia y se puede representar. En
Granada, 4 de Noviembre de 1603. — El Dr. Francisco
Manuel de Rueda. = Por orden del Sor. Gonzalo Gue-
rrero, Canónigo, Vicario y Provisor de la Sta. Iglesia
de Jaén, he visto esta Comedia del Criado Leal, y
no hallo cosa en ella por la cual no se deba dar li-
cencia para representarse. En Jaén, a 15 de Enero
de 1 614. — Fray Juan de Jesús. — Vista la aprobación
antecedente, el Sor. provisor dijo, que daba y di6
licencia, para que en esta Ciudad y Obispado de Jaén
se represente esta Comedia del Criado Leal : y lo fir-
mo en Jaén a iS de Enero de 161 4. — El Licenciado
Gonzalo Guerrero. — Por su mandado. Juan de Mata,
Notario.
Fin. — Corregida y concertada con su original. Co-
rrecciones y Censuras y Licencias. Madrid y Noviem-
bre 20 de 1 781. — Miguel de Pliegos. (Rúbrica.)"
LA LEALTAD EN LA TRAICIÓN
COMEDIA FAMOSA
DE
LOPE DE VEGA CARPIÓ
REPRESENTÓLA PRADO.
HABLAN EN ELLA LAS PERSONAS SIGUIENTES:
El Rey don Felipe.
DroNis, rey tirano.
Ricardo.
Faustina.
Teodor.'v.
Tebandro.
Valerio, padre de Ricardo.
Alejandro.
Malgesi.
Salteadores.
Un Correo.
Soldados-
JORNADA PRIMERA
(Sale Ricardo, Faustina y Teodora.)
Ricardo.
Faustina.
Ricardo.
Faustina.
Ricardo.
Detente.
Extraña locura;
¿ tú te atreves ?
¿ Por qué no,
si Hungría en mi sangre vio
el valor que me asegura?
Mi vasallo eres.
Yo soy,
si tu vasallo por ley,
tan obediente a mi rey
que el ser que tengo le doy.
Confieso que en el estado
de mi rey tu padre está;
mas no, que justo será
tenerle, pues usurpado
le tiene tu padre el Rey,
que en discordias contingentes
conspirando indiferentes
se coronó. Aquí la ley
no tuvo fuerza, pues fueron
tan forzados los vasallos,
que fué sólo sujetallos
el temor que les pusieron.
El amarte yo no es
en mí atrevimiento loco,
que no te estimo en tan poco
siendo tu igual.
Faustina. ¿ Pues qué es,
bárbaro, loco, arrogante,
soberbio, desvanecido,
Icaro al viento atrevido
y al cielo osado gigante ?
¿ Qué indicios de liviandad,
qué señales de flaqueza
ha sentido en mi grandeza
tu ciega temeridad,
que en tí produzca, en efeto,
tan contra razón )■ ley,
que a la hija de tu rey
hayas perdido el respeto?
Sí es causa la contingencia
que mi padre con Filipo
tiene del reino, anticipo
su (i) discordia a mi inocencia
Pues cuando contra su rey
hoy mí padre traidor sea,
no es razón que en mí se vea
del crimen lesa la ley.
Pues siendo mujer con poca
fuerza, pudiera ayudar
a inducir gente, y reinar
con presunciones de loca.
Mas aunque ofendida rabio.
(i) En el original: "tu", por errata.
192
LA LEALTAD EN LA TRAICIÓN
ya en (i) tu escarmiento me inci-
no castigo tu delito [to (2) ;
por no publicar mi agravio.
(Sale Valerio^ padre de Ricardo.)
Valerio. ¿ Qué es esto ?
Ricardo. De tu grandeza.
Faustina. ¿Aun se (3) atreve tu osadia?
Ricardo. Que ofenda, señora mía,
es adorar tu belleza.
Faustina. Cuando es delito mayor
no amar el merecimiento,
tanto es más atrevimiento
manifestar el amor.
Ricardo. Habla a su Alteza, Teodora;
válgame aqui tu favor.
Teodora. Dignos son yerros de amor
de perdón, y más, señora,
si algo merece contigo
mi lealtad.
Faustina. ¿Pues si no fuera
por lo que te estimo, hubiera
dilatado su castigo ?
(I'anse las dos.)
Ricardo. ¿Qué castigo has dilatado,
cruel, qué pena, qué muer le
me pudieras dar mas fuerte
que ser de ti despreciado?
¿Tanto mi amor te ofendió
que tal vergüenza te obliga?
¿ No era tu padre, enemiga,
un vasallo como yo?
Si a su natural señor
despojó de la corona,
la ventaja que le abona ,
¿no es 'haber sido traidor?
¿Pues por qué es en mí osadía
querer tu correspondencia,
si ha hecho esta diferencia
en los dos su alevosía?
Mas )^a puede ser que irrites
a la fortuna inconstante,
y que menos arrogante
de mí favor necesites.
Valerio. Hijo, Ricardo.
En el orig. : "ya tu".
En el orig.: "imita", que no rima con "de-
En el orig.: "aun no", que alarga el verso y
(i)
(2)
lito".
(3)
no forma sentido.
Ricardo. Señor,
Valerio. ¿Qué tienes?
Ricardo. No sé que tengo,
que entre la ofensa prevengo
la venganza de mi honor,
pues ya sabes que mi hermana
en palacio está; Faustina,
prenda a quien el alma inclina
con potencia soberana,
con presunciones de Infanta
desestima mi valor,
y siendo causa el amor
que hasta los cielos levanta
su vuelo, quise, ignorante,
declarar mí locura; (i)
pero ella, altiva, procura
no estimar mi fe constante;
y de mi ofensa obligado
estoy tal, que he de buscar
ocasión para vengar
las afrentas que he pasado.
Valerio. Pues hijo, bien puede ser,
que sí tu valor me ayuda,
presto verás que se muda
este tirano poder.
A Salgan de vil sujeción
tus honrados pensamientos;
levanta a nobles intentos
tu hidalga imaginación.
No sufras que a despreciar
se atreva la Infanta esquiva
a ti, cuya sangre altiva
aun hoy la pudiera honrar.
Que me tengo en tal estima,
sí no por (2) noble, por leal,
que hoy, cuando el nombre real
la ensoberbece y la anima,
si con pecho más humano
por esposo te admitiera,
antes, vive Dios, te diera
la muerte, que a ella la mano.
Cuanto más, cuando vecina
contempla ya mí esperanza
su castigo y tu venganza,
tu ventura y su ruina.
Ricardo. Di cómo, padre.
Valerio. Sitiado
tiene Filípo, por ser
(i) Verso corto: quizá doba ser "declararle".
(2) En el orig. : "si ,por", que no hace sentido
claro.
JORNADA PRIMERA
19Í
Ricardo.
\'alerio.
Ricardo.
\' ALE RIO.
Ricardo.
Valerio.
Ricardo.
DiONÍS.
rey legítimo, el poder
desta ciudad pertrechada.
¿Tan fuerte Dionís está,
que es imposible que pueda
vencer tu industria?
Exceda
el agravio que en ti está.
¿ Qué te detienes, qué tardas,
cuando te ayuda este acero?
Pues antes del alba quiero
que demos muerte a las guardas
de la puerta del. Oriente;
y advierto que dello esta
Filipo avisado ya,
y entrará felicemente
su ejército en la ciudad;
porque con esto en Hungría
tenga fin la tiranía
y premio nuestra lealtad.
Terrible hazaña es, señor,
más de nuestra sangre dina ;
y a trueque de que Faustina
no me niegue su favor,
quiero morir y ayudarte.
Prueben, pues, el fuerte acero.
Perdona, mi bien, que quiero
vencerte, mas no matarte.
(Vanse-)
(Sale Dionís, rey tirano.)
¡ Válgame Dios, qué pesado
sueño, qué temor tan grave ! ;
mas al que su culpa sabe,
es ella su mayor cuidado, (i)
i Extraña visión ! Parece
que vi a Filipo desnuda
la espada, y mi lengua muda
satisfaciones le ofrece.
Y entre dudas y recelos
entre confusión y espanto,
mis hijos, con triste llanto,
favor pidiendo a los cielos.
¿jMas qué temo, qué recelo,
si estoy tan fortalecido
que no puedo ser vencido,
si todo el poder del suelo
me hace guerra? Mas ¿qué digo?
Seguridad busco en vano,
que no hay para un rey tirano
fiel vasallo, firme amigo.
Dentro. í Viva el rey Filipo, viva !
DiONÍs. ¿Qué es esto, cielos? Llegó
mi muerte; precipitó
la máquina más altiva.
¡ Ah de mi guarda !
(Sale Tebandro con la espada desnuda.)
Tebandro. Señor,
imposible es defenderte,
que ya la pálida muerte
entra derramando horror
por tu palacio ; traición
de tu misma gente ha sido.
DiONÍs. i Ay, Tebandro, si en olvido
no pones la obligación
que me tienes, no pretendo
que aquí tu espada valiente
me defienda; solamente
mis dos hijos te encomiendo;
muera yo si viven ellos.
Tebandro. A ti (i) debo lo que soy;'
mi palabra y fe te doy
de morir por defendellos.
DiONÍs. Imposible vendrá a ser
resistir tanta violencia.
Tebandro. Donde falta resistencia
la industria me ha de valer.
(Sale el Rey Filipo y soldados y Ricardo y Va-
lerio.)
(i) Verso largo, que se enmendaría diciendo: "ella
Valerio.
Este es, señor, el tirano
de tu reino usurpador.
DiONÍS.
i Ay de mí !
Filipo-
Muera el traidor
DiONÍS.
Deten piadoso la mano.
Filipo.
¿Ahora espera piedad
tu soberbia alevosía?
Valerio.
Ya pagó su tiranía
su loca temeridad.
Filipo.
Buscad sus hijos; no quede
deste fuego una centella.
(Vasc.)
Ricardo. Ahora, Faustina bella,
. " verás cuánto el amor puede,
pues ahora quiere amor,
porque tu vida segura
(O
verso.
En el orig-. : "A ti te debo", qoae hace largo el
lo
194
LA LEALTAD EN LA TRAICIÓN
quede, que en tanta locura
ponga a peligro mi honor.
(Vanse-)
(Sale Tebandro y Alejandro.)
Tebandro. Por este balcón podrás
arrojarte a la corriente
de este río.
Alejan. Escucha, tente.
Tebandro. No puedo decirte más
sino que tu padre ha muerto,
y que Filipo procura,
por castigar su (i) locura,
que mueras también.
Alejan. • El puerto
de mi vida es arrojarme
desde este balcón al río,
poniendo en su curso frío
la vida para librarme.
Tebandro. Y aun te será, por ventura,
su corriente más piadosa
que la mano rigorosa
que darte muerte procura.
Yo me vuelvo a acreditar
mi engaño. ¡ Filipo viva !
Alejan. ¡ Ah, cielos ; ah, suerte esquiva !
i En esto pudo parar
vasallo que quiso ser
rey alevoso, tirano !
(Sale Faustina.)
Faustiña. ¿Qué desdicha es ésta, hermano?
Alejan. De ti me vengo a valer;
que a las mujeres confío
que del . contrario la ira
perdone, y si no, pues mira (2)
desde aquí un balcón al río ;
desde aquí arrojarme intento. (3)
Faustina. Entra, retírate, pues,
que de los contrarios pies
los pasos, Príncipe, siento.
(Vase Alejandro.)
¡Oih, fortuna! ¿Tales son
tus vueltas?
(Sale Teodora.)
Teodora. ¿Qué es esto. Infanta?
(i) En el orig. : "tu", por errata.
(2) Asi en el orig.: parece que sobra el "pues".
(3) Esta repetición de la frase: "desde aqui", pa-
rece errata. Quizá deba leerse "por donde".
Faustina. Todo me aflige y espanta;,
todo es miedo y confusión ;
llegó, Teodora, el castigo
dé mi padre.
Teodora. Si eso es cierto
ya mi Alejandro habrá muerto
a manos de su enemigo.
Ricardo.
Faustina
Ricardo.
Faustina
Ricardo.
(Sak Ricardo.)
¿Es mi Faustina?
Si vienes
a darme muerte, Ricardo,
ya el golpe, rendida, aguardo.
Por poco amante me tienes
sí no piensas que mi vida
se consagra a defenderte;
sólo he venido a valerte;
retírate, que escondida
mi valor ha de librarte.
¿ Y mi padre ?
¿ Qué preguntas,
cuando las contrarias puntas
ves, Faustina, amenazarte ?
Trata de mirar por ti.
Faustina. Mi vida pongo en tu mano.
(Vase Faustina.)
Teodora. Advierte que vive, hermano,-
un alma en ella y en mí.
Ricardo. Si tú eres firme amiga,
yo su firme amante soy,
y testigo serás hoy
de lo que mi- amor le obliga.
Teodora. Yo su muerte he de fingir
con valor y con secreto,
que en esto estriba el efeto
que pretendo conseguir.
Ricardo. Retirad, y vuestras vidas
librad del Rey.
Teodora. Vamos, pues.
(Vanse, y salen Tebandro y el Rey, soldados y Va-
lerio.)
Tebandro. Con esta espada que ves
le di, señor, las heridas
que abrieron puerta en su pecho
a la vida de Alejandro,
que la lealtad de Tebandro
supo hacer altar del pecho,
para darte en sacrificio
la sangre que te ofendió.
JORNADA PRIMERA
195
FlLIPO.
Tebandro.
FlLIPO.
Tebandro.
FlLIPO.
Ricardo.
FlLIPO.
Tebandro.
>
r ILIPO.
i ebaxdro.
FlLIPO.
Tebandro, ¿es cierto?
Sintió
de su traición el suplicio.
Uno y otro cuerpo frío
del hijo y padre al momento,
pues no son de monumenio
dignos, echad en el río;
den pasto vil a los peces.
Ya, variable fortuna,
menos cruel e importuna,
mis engaños favoreces,
pues con esto ya estoy cierto
que no será conocido
el hombre que por mí ha sido
en vez de Alejandro muerto
Buscad a Faustina.
¡ Ah, cielo !
¿iCómo la podré librar?
Mi venganza ha de llegar
a los confines del suelo.
Si la mayor perfección,
si la más rara belleza
que admiró naturaleza,
piedad merece y perdón ;
si te obliga mi lealtad,
si tienes pecho humano, ■
revoque tu airada mano
en Faustina la crueldad.
Tu lealtad, Tebandro, quieres
hacer ¡así sospechosa.
De la sangre generosa
es amparar las mujeres.
¿Qué aseguras, homicida,
de una mujer? Si pudiera
darte recelo, yo fuera
el verdugo de su vida;
mas puesto que te aseguras...
Calla, Tebandro, y advierte
que solicitas tu muerte
mientras su vida procuras.
Buscalda. y muerte le dad
antes que llegue a mirarla,
porque no pueda librarla
de mi rigor su beldad.
(Sale Teodora.)
Teodora.
Señor, ya Faustina al río
precipitó su hermosura,
y le ha dado sepultura
de cristal el centro frío.
Ricardo. ¡Extraña desgracia!
Teodor.v.
Ricardo.
FlLIPO.
Teodora.
FlLIPO.
Valerio.
Teodora.
FlLIPO.
Valerio.
Ahora
se ha arrojado del balcón
Faustina al río.
Ocasión
infeliz.
¿ Quién es, Teodora ?
Vuelvo a decir que es Faustina,
que huyendo de tu rigor
se arrojó al rio, señor.
Contra su sangre me inclina
a venganza sin piedad.
¡ Ea, valientes soldados,
los términos dilatados
de sus corrientes guardad !
jMatadla si acaso viva
puede ser que al margen llegue,
y al que muerta me la entregue
a gran premio se aperciba. —
Teodora, ¿por qué lloráis
en tan venturoso día?
¿ Son lágrimas de alegría
las que derramando estáis ?
El alborozo, (i) señor,
en su tierno y frágil pecho
efecto igual habrá hecho.
Lágrimas son de dolor (2)
de haber perdido en un día
tal amiga y tal amante.
Cuando hasta el cíelo levante
la gracia y privanza mía
a vuestro padre, Teodora,
pues lo debo a su lealtad,
más alegre esta beldad
será envidia del aurora.
Quien sirve al rey natural
tiene, gran señor, segura
la alabanza, y la ventura
premio es cierto ser leal.
Mas puesto que ya ha cobrada
su reino tu Majestad,
es justo que la ciudad
goce del bien que ha ganado,
y que con ojos clementes
la mires, y por sus calles
discurras benigno a dalles
paz y quietud a tus gentes ;
que los tendrá esta violencia
temerosos y afligidos.
(i) En el orͣ
(j) En el orig
"alboroto", por errata,
"valor", por errata.
196
LA LEALTAD EN LA TRAICIÓN
FlLIPO.
Valerio.
FlLIPO.
Valerio.
FlLIPO.
Ricardo.
Faustina.
Ricardo.
Faustina.
Ricardo.
Consejos tan advertidos
hijos son de esa prudencia.
Denme un caballo.
Tú pasa, ■
dando licencia primero
su Alteza, pues es soltero,
a Teodora a nuestra casa
Es justo, y haced también
que cuantas damas tenía
Faustina en su compañía
luego a mis padres se den.
Eres justo y eres sabio.
Padre es el rey natural ;
hijo el vasallo leal,
y al rey le toca su agravio.
O 'ase.)
¿Es posible que la Infanta
desconfiase primero
que viese el luciente acero
en la suya y mi garganta?
¿ Si saldrá a tierra con vida ?
Mas es imposible, no ;
que a darle muerte bastó
el susto de la caída.
Y cuando llegase acá
con vida, tiene una milla
de la una a la otra orilla,
y sin la distancia, el frío
será verdugo inclemente
de su cuerpo delicado.
Náyades que el centro helado
habitáis desa corriente,
por ser mujer sustentad
en vuestros hombros la vida,
si no es acaso vencida
de la envidia la piedad.
Mas ¿qué importará que quiera,
mi bien, su favor valerte,
si en su orilla con la muerte
la vil codicia te espera?
Iré volando a morir
en tu defensa, ¿qué aguardo?,
pues sin Faustina, Ricardo,
es imposible vivir.
(Sale Faustina.)
¿Adonde, Ricardo, vas?
¿Eres Faustina?
Yo soy.
'Velo, sueño, loco estoy;
por la vida que me das
con la tuya, doy a Dios
mil gracias. Muerta, señora,
te llorábamos ahora.
Faustina. No, os engañasteis los dos,
que el grave tormento mío
vence la muerte.
Teodora. Yo vi,
cuando librarte emprendí
con la oscuridad, que al río,
asiéndose del balcón,
se arrojaba una persona,
y como apenas corona
de la esposa de Tictón
los montes la luz, pensé
que eras tú, que supo amor
acreditar el temor.
Faustina. Mi infelice hermaiio fué.
Teodora. Yo fingí que era Faustina,
y el cielo quiere que sea
Alejandro, porque vea
ya de mi amor la ruina.
¡ Ay, amante desdichado !
Faustina. Libra a Faustina.
Ricardo. A mi casa
venid las dos mientras pasa
de su gente acompañado,
las calles el Rey; estar
podrás secreta, y segura
allí, si tanta hermosura
cabe en tan corto lugar.
Faustina. Pues ya la vida te debo,
dispon, Ricardo, de mí.
Teodora. Vamos presto.
Ricardo. Amor, por ti
contra la muerte me atrevo.
El Re}^ perdone, mi honor
perdone, que estoy sin seso,
y no murmure este exceso
quien no supiere [de] amor.
(Fase. Salen el Rey, Valerio y acompañamiento.)
Valerio. En contento has convertido
la medrosa confusión
de la gente.
FlLIPO. A su afición
me confieso agradecido.
Tebandro. Ya el Rey ha vuelto a palacio
de la ciudad, y diligente
ha discurrido tu gente
todo el arenoso espacio
de las márgenes del río,
JORNADA PRIMERA
197
I y ha sido vano cuidado,
que sin duda ha sepultado
a Faustina el centro frío.
FiLiPO. Oíd, Valerio.
Valerio. Señor.
FiLiPO. Haced luego pregonar
que nadie pueda ocultar,
pena de infame traidor
a mi corona real,
el deudo menos cercano
que del rey Dionís tirano
tenga sangre desleal;
antes le mate, y no intente
perdonarle, o su piedad
de mi lesa ^Majestad
le tenga por delincuente.
Valerio. Yo lo haré.
FiLipo. Ya al fin por vos
he cobrado mi corona.
V.^LERio. Por mil siglos tu persona
prospere en el reino Dios.
FiLiPO. Pues que por vos le he ganado,
por vos le he de conservar,
que no es menos que alcanzar
el conservar lo alcanzado.
Yo soy mozo nada experto ;
sujetarme a vuestra edad,
vuestra prudencia y lealtad
será un general acierto :
porque yo ignoro los modos
del gobierno, y siendo así,
gobernarme bien a mí
es gobernar bien a todos.
Una cosa con cuidado
habéis de mirar.
\'alerio. ; Cuál es ?
FiLiPO. Yo estoy del Rey polonés,
como sabéis, obligado.
Con armas, gente y dinero;
para esta facción favor
me ha dado, y le soy deudor
de mi dicha, y así quiero
hacerle luego un presente
igual a esta obligación,
y enviar, como es razón,
premiada toda su gente,
y os encargo que ordenéis
como se junte un tesoro
de joyas de plata y oro
para el intento que veis.
Valerio. Tebandro, señor, ha sido
de Fisberto (i) la privanza,
y las riquezas que alcanza
las de Creso han excedido.
El, según pienso, por ser
del tirano tan amigo,
temiendo está tu castigo,
y a trueque de merecer
tu gracia, si del te vales,
aunque es avaro, sospecho
que has de engendrar en su pecho
pensamientos liberales.
FiLipo. ¿Y podrá sacarme él solo.
desta obligación?
Valerio. Ni Hungría
tiene, ni en las Indias cría
tantas riquezas Apolo
como Tebandro ha juntado,
si la fama no ha mentido,
y está aquí.
Teban'Dro. El Rey ha creído
que su intención he ayudado
según en su aspecto vi.
Yo haré leal del traidor;
viva al fin el vencedor,
pues del me aseguro así.
Alegre celebra Hungría
la dichosa libertad,
pues debe a tu Majestad
el fin de su tiranía;
por ella y por mí te doy
las gracias a ti y al cielo.
FiLiPO. De tu lealtad y del celo
vuestro, satisfecho estoy;
y ahora sabed, amigo,
que tengo necesidad
de vos.
Tebandro. Vuestra voluntad,
gran señor, es ía que sigo.
FiLipo. Yo estoy, pues, necesitado;
que las cosas de la guerra
fuera de mi propia tierra,
como veis me han obligado
a valerme de la gente
del Rey de Polonia, y quiero
que me prestéis de dinero
, la cantidad suficiente
para premiar los soldados
y hacer al Rey polonés
(i) Así en el orig. ; pero parece que debiera decir
"Dionisio", si no es que en el texto primitivo se lla-
mase Fisberto el rev intruso.
198
LA LEALTAD EN LA TRAICIÓN
un buen presente.
Tebandro. Ley es,
que están, señor, obligados .
con la hacienda los vasallos,
y con la vida a su xty.
Pero no puede esta ley
a lo imposible obligallos.
A vos os han informado
mal de mi, y os engañó
quien dijo que puedo yo
sacaros de ese cuidado.
FiLiPO. Bien está; yo no he de hablar
de violencia, y os advierto
(si lo que decís es cierto)
que he estimado más hallar
un vasallo en vos, que siendo
privado de un re}-, quedase
pobre, que si en vos hallase
el socorro que pretendo;
y así os he de enriquecer
si estáis pobre; mas si estáis
rico y de mí lo ocultáis,
juzgad vos lo que he de hacer
de un vasallo que el caudal
que injustamente ha ganado
de un tirano rey privado
niega a su rey natural.
{Vanse y quede Tebandro solo.)
Tebandro. Mis riquezas intentó
con sus promesas quitarme ;
¿qué tesoros puede darme
como los que tengo yo?
Cuando me arriesgue a perder
los favores de Su Alteza,
mi fortuna es mi riqueza.
Rey es, y me ha menester.
(Vanse, y salen Ricardo y Faustína y Teodora.)
Ricardo. Esta casa, a quien de cielo
das ya presunción dichosa,
pues eres, Faustína, hermosa,
la diosa que nació en Délo.
Ocultará del rigor
. del Rey tu luz soberana,
que no da siempre Diana
al mundo su resplandor.
Teodora. Cuando no con pompa igual,
con igual respeto sí,
servida serás aquí
como en tu casa real.
Ricardo.
Faustixa
Ricardo.
Teodora.
Faustína. Por mucho que me persiga
la suerte, me ha pagado
sólo con haberme dado
tal amante y tal amiga.
Y lo que en mi adversidad
siento más es no poder,
como debo, agradecer
este amor y esta amistad.
Mí padre viene.
El rigor
de su enojo temo.
que está en tu vida la mía,
si a sus ojos tiene amor.
No temas cuando nos ves
opuestos por ti a la suerte,
pues no ha de ganar la muerte
más de una flecha en los tres.
(^Sale Valerio.)
Valerio. ¿ No es Faustína ? ¿ Sueño o velo ?
¿Mi sangre es traidora al Rey?
¿ Mis hijos rompen la ley
de la lealtad, santo cielo?
De cólera tiemblo y ardo.
¿ Faustína aquí ?
Ricardo. Lo que ves
no es Faustína.
Valerio. ¿ Pues quién es ?
Ricardo. Es el alma de Ricardo.
Teodora. Y la vida de Teodora.
Faustína. Y al fin soy mujer, Valerio.
Valerio, Faustína, sí cuanto imperio
mira la luz del aurora
ganara por ofender
aleve al Rey, sí tuviera
menos átomos la esfera
que hijos, yo supiera hacer
sacrificio mí lealtad
de ellos todos al amor,
que a su natural señor
debe la fidelidad.
Pena de traidor ha puesto
a quien oculte o defienda
la menos cercana prenda
de tu sangre el Rey; con esto
mira qué piedad espera
tu vida de mí lealtad,
y más que Su Majestad
que te dé muerte cualquiera
que te halle ha publicado,
JORNADA SEGUNDA
199
Ricardo.
\'alerio.
Ricardo.
Valerio.
r Ricardo.
Valerio.
Ricardo.
I
pena de la misma ley;
yo soy leal, él mi rey,
tú Faustina, yo te he hallado.
Adviertan, pues, tus rigores,
como a tu bien a tu mal,
pues por hacerte leal
haces tus hijos traidores.
No importa, Ricardo, no;
que no porque ya os perdisteis
los dos, pues favor la disteis,
es bien que me pierda yo.
Y si de un padre traidor
le toca al hijo leal
la infamia, con causa igual,
guardando yo aquí el rigor
de la lealtad, es razón
pensar que Su Majestad
perdone por mi lealtad
de mis hijos la traición.
Eso fuera bien pensado,
si de haberla defendido
estuviera arrepentido,
porque el honor he arriesgado ;
pero no cuando mi amor
resuelva, por defender
a la que adoro, perder
mil veces vida y honor.
Yo me prometo piedad
del Rey, si por dicha valgo
con él y merecen algo
servicios y lealtad
con que le hemos obligado.
Donde es la piedad dudosa,
la confianza es dañosa
y es el temor acertado,
y así es forzoso que evite
su peligro desta suerte,
que permitirá su muerte
quien su peligro permite.
Del al fin librarla quiero
y venga lo que viniere.
Librarla si no pudiere
impedirlo este acero,
que ya tu muerte desea.
Idos, los mantos tomad,
y rebozadas bajad
con gran silencio, no os vea,
si ser puede, algún criado,
ya que tan dichoso he sido
que ninguno haya sentido
un suceso tan pesado.
Yo no pretendo matarte;
suelta la espada.
Valerio. ¡ Ay de mí !
Ricardo. Esto sólo pretendí,
pues así vengo a hbrartc
de que incurras en la ley,
porque sin armas no puedas
cumplirla, y con esto quedas
disculpado con el Rey.
{Mételo en brazos.)
JORNADA SEGUNDA
(Sale Alejandro en camisa y calr^o)ies.)
Alejan. [Fortuna]: ¿Adonde me llevas
por desiertos y horizontes,
a ser de las fieras pasto
y fábula de los hombres?
E-vité las duras manos
de mis contrarios feroces,
siendo mi salvo una gruta,
que quiso el cielo que formen
los combates de las olas
y las duras peñas, donde
escondido pasé el día,
pasé nadando la noche.
Si para mis desventuras,
si para penas mayores
guardas, fortuna, mi vida,
¿qué tormentos más atroces
pueden fabricar tus iras
que estar desnudo en un monte
quien ayer de una corona
gozaba los resplandores ?
O me engaño, o siento gente
en la espesura del bosque ;
gente es a pie, y en el traje
me parecen salteadores; [me
¿ Qué he de hacer, que han de matar-
si por dicha me conocen,
pues al precio de mi vida
querrán que el Rey los perdone ?
Mas las desdichas han hecho
mudanza en mí tan disforme,
, que los mismos ojos míos
me extrañan y desconocen.
Nada que perder me queda
porque recelar me importe;
muera o viva, por ventura
la fortuna me socorre.
200
LA LEALTAD EN LA TRAICIÓN
(Malgesí y otros Salteadores.)
Malgesí. ¡ Gentil lance !
Salt. i.°. Vos le visteis
primero.
Malgesí. Siempre me pone
estos platos mi ventura;
yo nací para ser pobre.
¿Adonde', desnudo Adán,
camináis por estos montes?
Alejan. Camino, y fuera mejor
mi mal si supiera dónde.
Malgesí. ¿Vais a nadar?
Alejan. Antes vengo
de hacerlo.
Malgesí. ¿ Cómo ?
Alejan. Importóme
la vida.
Malgesí. Contadme el caso,
pues que la suerte os pone
en mi poder, porque os vi
el primero yo, y conforme
a la ley que en esta sierra
guardamos los salteadores,
cuanto traéis todo es mío,
y elegir que os perdonen
o maten ; mirad si es bien
encubrirme vuestro nombre.
Alejan. Antes que finja, saber
me importa si me conocen. —
¿ Conóceme acaso alguno ?
Malgesí. No conocen los ladrones
de nuestra cuadrilla a nadie,
que jamás las plantas ponen
en poblado, y para ellos
no hay más mundo que este bosque
aunque haya, según me dicen,
tantos hurtos en la corte,
que los vecinos en ella
no echan menos este monte.
Alejan. Es verdad.
Malgesí. Los alguaciles,
cuyos delitos (i) asconden,
hacen o harán cuidadosos
alguna mácula pobre ;
y en viendo entrar en su casa
la primera vez a un hombre,
les harán de amancebados
causa al punto, cuando rompen
(i) Asi en el ori^
rece faltar aleo.
quizá deba ser "dineros". Pa-
paredes y puertas abren,
y aún minas los ladrones.
Salt. i.° ¿Predicáis contra nosotros?
Malgesí. Voto a Cris, él me perdone,
que con esta boca sucia
ofendo su santo nombre,
y beso el suelo ; si fuera
yo rey, que había de dar orden
de que entre los alguaciles,
porque trabajen y ronden,
pagasen todos los hurtos
que se hiciesen en la corte.
Alejan. Buenos hay muchos, no es bien
que asi con todos te enojes,
y si hay malos no te espantes,
porque en efeto son hombres,
y aunque ángeles fueran, creo
que el oficio los expone,
por ser de suyo malquistos
a injustas murmuraciones.
Malgesí. Contadnos ya vuestros casos.
Alejan. Puesto que no me conocen,
mi historia misma ha de dar
la materia a mis ficciones.
De Belgrado, cabeza de la Hungría,
soy natural, mi nombre es Polidoro ;
ni mendiga valor la sangre mía,
ni me fué avara la fortuna de oro ;
ésta a su rueda dio la vuelta un día,
que de una prenda que en el alma adoro
dueño me hizo injusto, si dichoso,
pues siendo ajena la robé a su esposo.
Gozaba alegre la mayor ventura
que pudo fabricar el apetito;
mas ni hay tirana posesión segura,
ni siempre el cielo consintió el delito,
pues cuando me ocupaba en noche obscura,
la imagen de la muerte resucita,
de ella a morir, hallando levantada
del dueño airado contra mí la espada.
Salté del lecho, como veis, desnudo,
sin favor, ni defensa, ni esperanza,
y así la fuga solamente pudo
librarme de la muerte \ su venganza;
y entre las armas, que el silencio mudo
de la muerte interrampe la mudanza
de mi fortuna, no, mas el castigo
mortal pude evitar de mi enemigo.
Miraba el ancho y caudaloso río
un balcón de mi casa, y despechado,
en alas del temor, al centro frío
JORNADA SEGUNDA
201
precipito mi cuerpo desdichado,
siendo en su orilla cóncavo, sombrío
peñasco, en tal peligro mi sagrado,
que en él estuve oculto hasta que el cielo
dio a la fortuna noche obscuro velo.
Entonces yo con brazo valeroso
rompí el cristal, llegué a la opuesta orilla,
y acelerado cuanto temeroso,
en cada instante penetré una milla,
hasta llegar a ser tan venturoso,
que viniese a encontrar vuestra cuadrilla,
pues condolidos de mi mal, espero
que en ella me admitáis por compañero.
Que puesto que es tan grande mi delito,
y mi contrario tal poder alcanza,
que en vano, si me hallara, solicito
a la vida remedio mi esperanza,
pretendo acompañaros, que así he visto
mi cierto fin y su cruel venganza,
y con vosotros quiero que la suerte
me dé la vida igual, y igual la muerte.
!Malgesí.
Cuerda es vuestra elección, que aquí la fama
se olvidará de vos ; mas saber quiero
sola una cosa: ¿En qué paró la dama?
Que, si como decís, sois caballero,
en tal peligro vuestro honor y fama,
que sin librarla o sin morir primero,
huyendo vas sus vengativas furias,
ella quedase y puesta a sus injurias.
Alejandro.
Cuando 3^0 desperté, ya mi enemigo
segura posesión della tenía,
demás que ella no teme su castigo,
que violentada en mi vivía (i),
y como su rigor sólo conmigo
la vengadora espada apercibía,
librarme solamente me tocaba
a mí, donde yo solo peligraba.
[M.A.LGESÍ. La disculpa es suficiente.
Ya por nuestro compañero,
en nombre de todos, yo
os admito, y para hacerlo,
del gobierno que guardamos
os he de informar primero.
Alejax. Decid.
Malgesí. Cerca de cien hombres
Alejan.
Malgesí.
Alejan.
[NIalgesí.
Alejan.
Malgesí.
Alejan.
sonaos los que en este cerro,
en cuadrillas divididas,
gozamos tirano imperio.
Cuatro a cuatro y cinco a cinco
andamos, porque con esto,
pensando que somos pocos,
no obligamos a remedio.
No tenemos capitán
conocido, porque el sello
de su cuadrilla le toca
al que descubre primero
la presa, que desta suerte
lo es cada cual a su tiempo,
igualdad que nos excusa
de agravios y sentimientos
y hace a todos diligentes
por gozar del privilegio
de ser dueño del despojo
y mandar sus compañeros.
Así vivimos en paz,
y a mí me tocó por esto
disponer de vos, que fui
quien primero llegué a veros.
Y así como capitán,
pues lo soy, ahora os puedo,
y quiero en nombre de todos,
admitir por compañero.
Siempre seré agradecido.
Bebed en el vaso mesmo
que nosotros, y advertid
que como todos bebemos
un mismo licor, ansí
hemos de morir vertiendo
unos por otros la sangre.
Por mi parte lo prometo.
Pues ya con esto quedáis
admitido entre los nuestros.
Yo lo estimo.
Aquesta ropa
toma-d y armas os daremos;
y advertid que aquesta máscara
se pone el que ve primero
la presa, dejando libre
al juez que castiga al reo. (i)
Vamos; servirá mi historia
a los que usurpan lo ajeno
y en la fortuna confían
de temeroso escarmiento.
Mas un hombre viene allí.
(i) \'erso alterado. Quizá diría "que violenta con-
migo ella vivía".
(i) Así en el texto, aunque parece alterado este
verso.
202
LA LEALTAD EN LA TRAICIÓN
Malgesí. a vos os toca por eso
disponer de esa persona,
como si fuera su dueño.
Correo.
Alejan.
Correo.
Malgesí.
Correo.
Alejan.
Correo.
Alejan.
Correo.
Alejan.
Correo.
Malgesí.
Alejan.
Correo.
{Sale un Correo.)
Cansado vengo, por Dios;
caminar por estos cetros
solo un ladrón puede a pie.
Deténgase, caballero.
Pues voy a pie, no lo soy.
Quedo, no hable.
Que quedo
me dé, y me hará merced,
que me ha rompido los huesos.
¿ Qué lleva ?
Pliegos de cartas.
¿De quién son?
Del rey.
El cielo
hoy le ha traído a mis manos.
Muestra a ver.
No eres discreto
en abrir cartas del Rey.
Óigase.
Dice el primero :
"A los virreyes y gobernadores
y capitanes generales y justicias
de mi Reino." Así es verdad.
y el romper su sello fuera
el crimen lesae (i) mayor,
que pudo engendrar la ofensa.
Hijo de rey soy por rey,
y aunque rey tirano sea,
siendo inculpable en el crimen,
no hay culpas en mi nobleza.
Morir puedo por su hijo,
que aquí la santa inocencia,
conforme a fueros del mundo,
del pecado nos (2) preserva.
Pero morir por mi culpa
en una hazaña tan fea,
fuera traición de traiciones
y ofensa de las ofensas.
Toma las cartas y dime
si hay acaso algunas nuevas
de gusto en la corte.
Hay unas
(i) En el original: "lexe".
(2) En el texto: "que no", lo cual alarga el verso.
Desde aquí hay en el original trastrocados algunos
versos.
corriendo sangre de frescas.
Publica el Rey por traidores
hoy a cualquiera cjue tenga
la persona de Faustina
y de Alejandro encubiertas,
y los destierra del reino,
aplicando las haciendas
al patrimonio real,
y el que diere su cabeza
de Alejandro, le perdona
cualquier delito, aunque sea
contra la real corona,
y da mil doblas de renta.
Malgesí. Famosa (i), para salir de laceria,
y de andar en estos montes.
Salt. 2° ¡ Oh, quién matarle pudiera !
Salt. i.° ¡ Quién le pudiera prender !
Alejan. Aquí la fortuna adversa
va pronunciando mi muerte.
Contra mí está la sentencia;
importa disimular.
Correo. ¿Podré caminar?
Alejan. • Espera,
que no es poco si vas vivo.
Malgesí. Pues si su muerte se premia
con tu gusto, dale.
Correo. Advierte
que no es justo que concedas;
que soy mensajero.
Alejan. Sí;
pero dile al Rey que advierta
que no es justo castigar
a los hijos con violencia,
siendo los padres culpados,
aunque una misma materia;
y que hay en estos montes
salteadores que veneran
no sólo el nombre del Rey,
pero la acción imperfecta
del más mínimo ministro,
aunque la fortuna adversa
más por conservar la vida,
que ofenderle les sujeta.
Libre vas por su respeto,
y aquestos pliegos venera
el que te otorga la vida, [Aparte.]
cuando tú la muerte llevas.
Vuelva libre ese soldado.
Correo. Yo te agradezco la vuelta.
(i) Este pasaje está muy alterado. El 'verso, in-
completo quizá, diría: "Famosa presa seria."
JORNADA SEGUNDA
203
Alejan.
Correo.
Malgesí.
Salt. i.°
r^ÍALGESÍ.
Ricardo.
y de barato la vida
te ofrezco, como quien juega.
Vete en paz.
¿Hay tal ventura?
Si máscara no tuviera,
juzgara que era Alejandro.
Contento va.
Triste quedas.
No' sé qué tengo. Seguidme
que yo haré que en esta selva,
vuestro valor ilustrando,
se respete mi nobleza.
(^P'aiisc-)
{Salen Ricardo y Tebaxdro.)
Tebandro, del conocido
valor que os informa el pecho,
y del amor satisfecho
que a Dionís habéis tenido,
vengo a fiarme de vos,
y os pretendo descubrir
secreto que ha de vivir
o morir entre los dos.
Pues conocéis mi valor,
no tengo más que deciros
de que sabré, por serviros,
arriesgar vida y honor.
Pues con esa confianza
sabed que Faustina vive.
Tebandro. ¿Qué decís?
Ricardo. Que no recibe
su vida más esperanza
de la que le puede dar
el amor que le debéis.
Tebandro. Ricardo, no me engañéis,
y si venís a probar
mi lealtad...
Ricardo. Tebandro, no,
no os receléis, que supuesto
que el que arriesga más en esto,
pues yo la encubro, soy yo,
hago más en confiarme
de vos yo, que vos de mí;
y aunque para hacerlo así
sólo pudiera obligarme
Faustina, que en vos confía,
conociendo la afición
que le tenéis, la elección
ha sido suya, aunque mía
la confianza que hago
en vos de mi mismo honor.
Tebandro. Y vo de vuestro valor
Tebandro.
Ricardo.
haciendo la misma os pago ;
mas decid, ¿cómo salió
viva Faustina del río?
Ricardo. No fué -quien al centro frío
desde el balcón se arrojó
Faustina; yo me engañé,
)•■ Teodora con su amor
le dio crédito al temor.
Tebandro. Sin- duda el Príncipe fué.
Pues ¿ cuándo queréis llevarla
a mi quinta?
Ricardo. Ella quisiera
luego; solamente espera
respuesta.
Tebandro. Voy a guardarla;
pero advertid que aun el cielo (i)
y porque vos habéis- sido
quien a Faustina ha traído,,
pues si ahora me desvelo
en socorrer a los dos,
porque Filipo no entienda
que hay traición que la defienda
de su rigor, ¡vive Dios!,
que he de ^decir que habéis sido
el que sin guardar la ley,
ni respetar (2) a su Rey,
a Faustina habéis traído;
ya vuestro padre advertid
no persiga mi nobleza,
porque tras de mi cabeza
irá la vuestra.
Ricardo. Decid, .
si por mi causa se sabe,
que solo el culpado soy.
Tebandro. En esto, Ricardo, estoy;
nuestro discurso se acabe ;
que a disponer la ocasión,
que importa para el intento,
parto, Ricardo, contento.
Allí en traje de varón
y en nombre de mi sobrino
podrá segura vivir ;
pero quiéroos advertir
que miréis por el camino
nadie la vea con vos,
no demos que sospechar.
Ricardo.' Yo voy.
Tebandro. Morir o callar.
(i) Este verso está errado; pero no es fácil adivi-
nar cómo se había escrito.
(2) En el orig. : "esperar", por errata.
204
LA LEALTAD EN LA TRAICIÓN
Ricardo. Callar o morir.
Tebandro. Adiós,
{Entrase por una puerta Ricardo, y al entrarse por
la otra Tebandro sale Valerio, con gente.)
Valerio. Teneos, Tebandro.
Tebandro. Valerio,
¿qué es esto? ¿Vos os dignáis
de verme cuando gozáis
todo el poder deste Imperio?
Valerio. Ni la mudanza de estado
muda en mí la condición,
ni puedo en esta ocasión,
Tebandro, haberlo excusado ;
que es mandamiento del Rey
el que vengo a ejecutar.
Tebandro. ¿Cómo, Valerio?
Valerio. El negar (i)
lo que por tan justa ley
debéis al rey natural,
os pone en tal confusión,
que pienso que a la'opinióri
y la vida os está mal.
Tebandro. El negar lo que no tengo
no es delito.
Valerio. Así es verdad,
mas quiere Su Majestad
averiguarlo, y jo os vengo •
a embargar por su mandado
los papeles y las llaves.
y porque estos casos graves
deste reino os han tocado
examen pretende hacer
de cómo habéis procedido,
y para ello se ha servido
de que yo os venga a prender.
Tebandro. ¿ Qué decís ? ¿ Orden traer (2)
de (prenderme?
\"alerio. En vuestra casa.
Tebandro. Ardiente furia me abrasa;
ho}^ me tengo de valer
de la traición de Ricardo
para librarme; ¿qué aguardo?
Mi honor he de defender,
y de Valerio saetas -(3),
que hoy vos irritáis a su Alteza (4)
(i) En el texto: "el mejor", por errata.
(2) En el texto: "traéis", que no rima con "valer".
(3) Verso suelto entre dos redondillas. Formarla
parte de otra.
(4) Verso largo. El "que hoy" formaría parte de
la redondilla perdida.
contra mí; pero mirad
que os va en darme libertad
no menos que la cabeza
de vuestro hijo.
Valerio. ¡ Ay de mí !
Que libró a Faustina sabe.
Teb.\ndro. y en mí la culpa más grave
que contra el Rey cometí
vendrá a quedar redimida
con dinero, mas la suya
es forzoso que destruya
vuestra opinión y su vida.
Valerio. Pues decid : ¿ qué culpas graves
sabéis del?
Tebandro. Callad, y entrad
en esa cuadra y tomad
los papeles y las llaves;
que si me entendéis, bastante
es lo dicho a que miréis
por mí, sin que me obliguéis
a que un secreto quebrante.
Y si ignoráis lo que digo,
sabedlo allá de Ricardo;
que así el secreto le guardo,
y así a ampararme os obligo;
advirtiéndoos que sería
en mí muy necia firmeza
mirar yo por su cabeza,
si no miráis por la mía.
Valerio. Yo obedezco al Rey; mi oficio
como debo cumpliré;
soy leal y perderé
mil vidas por su servicio ;
y sin que más me recate,
daré, pues mi sangre tiene,
sentencia que le condene,
y cuchillo que le mate.
(Salen los Salteadores y Alejandro, con máscaras.)
Malgesí. Ya que el cielo ha descubierto
lo que encubrir procurastes,
y que el rigor evitastes
de Filipo, es caso cierto,
si es natural la defensa,
que vos procuréis vivir;
pero quiéroos advertir
que supuesto que la ofensa
vuestra es al Rey, no entendáis,
porque piadosos nos veis,
que entre nosotros tenéis
la defensa que buscáis;
JORNADA SEGUNDA
205
que sólo en robar se entiende,
y en no entregaros al Rey,
nuestra amistad.
Alejan. Esta ley
y esa piedad me defiende.
Cuerdamente me advertís,
y yo solamente quiero
gozar, como compañero,
la igualdad con que vivis.
AIalgesí. Pues aquí donde gran parte
de la vida hemos pas5.do,
y sin tocar en poblado
nos ha dado imperio M'arte
sobre cuantos caminantes
pisan esta soledad,
gozarás en libertad
de la vida los instantes.
Alejan. Allí viene un pasajero.
Malgesí. Venturoso eres ; también
te toca su mal o bien,
por descubrirle primero.
.vLEjAN. En las ancas del caballo
trae una dama.
ÍvEalgesí. También es
tu esposa.
Alejan. Pues id los tres
por esa parte a atajallo,
que yo por ésta el camino
le impediré.
Salt. i. o Vamos presto.
{Vansc y queda Malgesí y Alejandro.)
Alejan. ¡ Ah, vil fortuna!, ¿qué es esto?
Ayer el nombre divino
gocé de Príncipe, y hoy
entre viles salteadores
de tus tiranos rigores
infame, despojo (i) soy.
AIalgesí. Ya del freno le han asido ;
3^a se rinde, ya se apea,
y ¡ vive Dios que no es fea
la moza !
Alejan. O en mi sentido
forma vanas ilusiones
la fuerza de mi deseo,
o es mi hermana la que veo.
(Sale Ricardo atado y Faustjna.)
Ricardo. ¿ Quedante más sinrazones,
fortuna, que ejecutar
(i) En el original: "despecho", por errata.
■ en un amante?
Alejan. ¿ Es Ricardo ?
Malgesí. ¡ Por Dios que el hombre se gallardo,
y que puede aficionar
la furia más inhumana
y la crueldad más esquiva !
Alejan. ¿Qué es esto, mi hermana viva.
y con Ricardo mi hermana?
Malgesí. Veis aquí de vuestra yida
el juez.
Faustina. ¡ A Dios pluguiera
que tu lengua me dijera
no el juez, el homicida!
Alejan. El caso quiero saber
a solas, que es conveniente
que no conozca esta gente
a Faustina, que tem-er (i)
debo en tan mísero (2) estado
traición del -mayor amigo.
Dejadlos solos conmigo,
pues disponer me ha tocado
de sus personas.
Malgesí. Allí >
al pie de aquella alta roca
te esperamos, pi:es te toca
mandarnos ahora a ti.
Mas oye una petición
que quiero hacerte.
Alejan, ¿ Cuál es ?
Malgesí. Que a esta mozuela no des
libertad, si tu afición
no obligara, que es divina
a mis ojos, y no siendo
para ti, yo la pretendo
para dulce concubina.
Alejan. [No] agrá dándome su amor,
yo te la ofrezco.
Malgesí. Con eso
no tendrá este monte espeso
más dichoso salteador.
Alejan. Vos, señora, os apartad
de los dos, que a solas quiero
hablar a este caballero;
así sabré la verdad.
pAustiNA. Mi triste fin ha llegado. [Aparte]
Alejan. Empezad la relación
de quién sois y la ocasión
(i) En el texto orig. : "estimar", que no rima
con "saber".
(2) En el orig.: "muerto", por errata.
206
LA LEALTAD EN LA TRAICIÓN
que a este caso os ha obligado.
Ricardo. Primero saber intento
con quién hablo.
Aleja:^. Sólo digo
que como al mayor amigo ;
descubrid el pensamiento,
que mi amistad os prometo.
Ricardo. ¿Y es robar vuestro ejercicio?
¿Qué le importa a vuestro oficio
examinar mi secreto?
Alejan. Yo no os obligara así
a no importar a los dos,
que he de disponer de vos,
y quizá también de mí,
según vuestra relación,
y no es bien que en la sentencia
vuestra injusta resistencia
provoque (i) mi indignación.
Engañarme o ocultarlo
no intentéis, pues fácil es,
examinando después
esa dama averiguarlo.
¿En qué dudáis? Acabad.
Ricardo. O tenéis nobleza, o no;
si la tenéis, lo que yo
debo hacer por vos juzgad;
puesto que ha de pareceres
a vos mismo infame acción,
que archivos del corazón
os fíe sin conoceros;
y si no sois noble, fuera
cuanto liviano indiscreto,
si a un hombre humilde un secreto
importante descubriera,
y así resuelvo callar.
Alejan. Es vana vuestra porfía,
pues si no la cortesía,
la fuerza lo ha de alcanzar.
Ricardo. La fuerza en los nobles pechos
no tiene jurisdicción,
aunque sude al corazón
obligar infames hechos ;
y podrá vuestro rigor,
si lo ejecutáis en mí,
quitarme Ja vida, sí,
mas no manchar el honor.
Alejan. No es cuerda vuestra intención,
si lo he de saber aquí
de esa mujer.
(i) En el orij
'provocó'', por errata.
Ricardo. Eso en mí
no borra la obligación
en que, por ser hombre, estoy;
que no es justo, por temer
que ella hará como mujer,
no hacer yo como quien soy.
Alejan. ¿Al fin os determináis
a callar?
Ricardo. O a conoceros.
Alejan. Pues en el pecho he de veros
lo' que en el alma guardáis.
{Saca la daga y ticnelo Faustina.)
Ricardo. Matar éisme por honrado.
Faustina. Tened, por Dios, el acero, ■
dadme la muerte primero
que a quien la vida- me ha dado.
Alejan. Solamente pretendí
probar tu valor, que quiero
por amigo verdadero
elegirlo desde aquí.'
Y ya lo haré, que indiscreto
no será quien se confía
de quien la vida perdía
por no decir un secreto.
Dadme como caballero,
gran Ricardo, que bien sé
quién sois, ía mano y la fe
de que perderéis primero
la vida, fama y honor,
que mi amistad quebrantéis,
y en mí un amigo tendréis ;
puesto que soy en valor
y en calidad conocida
igual vuestro, lo merezco,
cuando lo mismo os ofrezco
y empiezo dándoos la vida,
que por lo menos aquí
ya la vida nie debéis,
y si vos me, la ofrecéis
es que no podéis aquí
resistiros, yo os la doy
en no pronunciar mi boca
vuestra muerte, y así os toca
conocer que noble soy.
Ricardo. Sin conoceros me obligo,
sí es así que sois mí igual,
pues no puede estarme mal
siéndolo, a ser vuestro amigo,
y más habiendo empezado
con darme la vida, así,
JORNADA SEGUNDA
207
beneficio que por sí
solo me hubiera obligado.
Alejan. Ten, pues, memoria, Ricardo,
de lo que me habéis prometido,
y para ser conocido
una prenda de ti aguardo.
Ricardo. Mira como no es igual
tu afición; ¿no he de saber
quién eres?
Alejan. No puede ser.
Ricardo. Luego ha de ser igual
nuestra amistad, pues a mí
me conoces tú, ¿y no quieres
que conozca yo quién eres ?
Alejan. Xo es posible.
Ricardo. Ya de ti
forrno quejas, pues se acorta
tu confianza conmigo.
Alejan. No me declaro contigo
por saber que a ti te importa.
Ricardo. ¿Pues cómo puedo quedar
satisfecho, si tú a mí
me conoces, y yo a ti
no te conozco?
Alejan. El lugar,
el sitio en que muchas veces
me verás viniendo solo,
y deste al opuesto polo,
si mi amistad favoreces,
verás que yo solo puedo
asegurar tu valor,
ser amparo de tu honor,
y que en tu defensa quedo.
Dame la prenda que pido,
vaya Faustina conmigo,
que es en tan penosa calma
la que más desea el alma,
y después no seas mi amigo.
Ricardo. Esta sortija lo sea,
que en ella, cuando te vea,
serás de mí conocido.
Alejan. Informarme resta ahora,
Ricardo, para saber
lo que en esto debo hacer,
¿dónde dejaste a Teodora,
cómo libraste a Faustina?
Ricardo. ¿Tú la conoces? Ya es cierto,
que cuando me hubieras muerto
fuera piedad más benigna.
Mas pues ya el caso has oído
en que mi delito muestra.
Alejan.
Ricardo.
Alejan.
Ricardo.
ya la fortuna siniestra
de su padre habrás sabido.
Alejan. Ya la sé.
Ricardo. Pues obligado
de su amor y la esperanza
de ser su esposo, si alcanza
tanto bien un desdichado,
la llevo donde escondida,
mudando el nombre y el traje,
del Rey airado el ultraje
vía (i) su inocente vida.
¿Y tu hermana?
; Qué te importa
saber della?
Era su amiga,
y el serlo tanto me obliga
a preguntarlo. Reporta
el alentado valor.
En parte segura queda,
porque mi padre no pueda
ejecutar su rigor.
Encerróle en su aposento
sin armas, con que la ley
no ha quebrantado a su rey
y ha cumplido el juramento.
Alejan. El caso mismo es testigo,
Ricardo, de tu verdad;
y pues su seguridad
pretendes, quede conmigo
Faustina en esta montaña,
donde el traje mudará
y en su defensa tendrá
la gente que me acompaña.
Faustina ¿Qué dices?
Alejan. Esto ha de ser.
Ricardo. Antes me quita la vida.
Alejan. Aquí está más defendida
del enemigo poder.
Ricardo. No lo quiero permitir,
ni te agradezco la vida
con tal pensión concedida : (2)
o he de llevarla, o morir,
o conocerte, o quedarme :
destos medios uno escoge,
pues cuando con esto enoje
^ tu sufrimiento, es matarme
lo más a que tu rigor
puede condenarme aquí.
(i) Así en el orig. : quizá deba leerse "salve".
(2) En el orig. : "conocida", por errata.
208
LA LEALTAD EN LA TRAICIÓN
y vendrá a ser éste en mí
de mis males el menor.
Alejan. Podrás en la voluntad
de Faustina tu ventura;
si ella de mí se asegura,
¿tendrás tú seguridad?
Ricardo. Claro está que si le he dado
la vida, y me tiene amor,
de nadie puedo mejor
que della estar confiado.
Alejan. ¿Cumplirás lo que ordenare
su libre disposición ?
Ricardo. Sí, digo.
Alejan. , Pues la ocasión
• obliga a que me declare
con ella, } porque procura
en esta ocasión mi pecho,
porque estés más satisfecho,
y no pienses que asegura
Faustina aquí tu recelo
de amenazas inducida,
temerosa o persuadida,
sólo quiero que sin velo,
y sin hablarla, la cara
me vea; pero tú advierte
(A Faustina.)
que a los dos he de dar muerte
si tu lengua le declara
quién soy.
Faustina. Fuerza es agradarte.
Ricardo. ¿ Quien puede ser, cíelo santo ?
¿ Quién de mí se encubre tanto ?
(Aparte Alejandro a Faustina.)
Alejan. Retírate a aquella parte;
y tú advierte : si al instante
que qlla dijere que sí
le está bien quedarse aquí,
replicas, será bastante
ocasión para entender
que forzada la has traído,
y si ahora agradecido
estoy, no lo vendré a ser.
Descúbreme.
Faustina. La ventura
me enloquece.
Alejan. Ahora di
a Ricardo sí de mí
y conmigo estás segura.
Faustina. Ricardo, tu amor ardiente.
si un Argos que me guardara
procurase, no lo hallara
mejor que el que está presente.
La confusión y el temor
desecha, pues si procuro (i)
pasar, y parte seguro,
pues te asegura mi amor.
Ricardo. ¿Quién será quien tanto pudo
asegurarla? ¿Y quién fuera
tan loco que concediera
su deshonor? ¿En qué dudo?
Ya resistirme será
perder la vida.
Alejan. Con esto
no hay ya qué replicar, supuesto
que palabra diste ya
de cumplir lo que ordenare
Faustina; y porque partáis
más alegre y la podáis
ver siempre que os agradare,
llevad esta banda mía,
y cuando volváis a vella
a esta montaña, por ella
os tendrá mí compañía
el respeto a que obligáis
por vos y por mi amistad.
¡ Hola, soldados, llegad !
(Salen los Salteadores y Malgesí.)
Malgesí. ¿Qué mandas?
Alejan. . Que le volváis
a este noble pasajero
su espada.
Ricardo. Todo el bien mío,
sin saber de quién, os fío.
Faustina. No temas, pues yo te quiero
y me confieso obligada.
Malgesí. A buen precio la lleváis,
pues que la moza dejáis;
tomad, hidalgo, la espada.
Ricardo. ¿Hay confusión cual la mía?
A esta montaña vendré
con gente, y la gozaré.
Faustina. Vuélveme a ver cada día.
Ricardo. ¿Ausente de ti, me pides
que vuelva a verte, y contigo
dejo el alma?
Alejan. Adiós, amigo,
y mira bien que no olvides
(i) Así en el texto: quizá "que así procuro".
JORNADA TERCERA
209
FlLIPO.
\'alerio.
Felipo.
I
en mi fe tu obligación.
Ricardo. Ni tú la fidelidad
prometida.
Alejax. En mi amistad
soy P'itias (i).
Ricardo. Yo soy Damón.
{J'anse.)
JORNADA TERCERA
(Sale el Rey y Valerio.;
¿Dónde le dejáis?
Señor,
en su quinta preso queda ;
embargados los papeles
y con guardas.
Bien emplean
los vasallos el valor (2)
de sus padres las ofertas,
si cuando el rey necesita
para conservar la iglesia,
para engrandecer los reinos,
porque el contrario no pueda,
deshonorando murallas,
poner contrarias banderas,
del amparo del vasallo
que el vasallo inútil sea,
resignando ambición loca
en acobardar fuerzas,
pues no es justo.
(Sale un Criado.)
Gran señor,
en este memorial deja
Tebandro, con su disculpa,
el castigo a Vuestra Alteza.
Dice que le mires bien,
y suplícate que leas
a solas estos renglones,
y su cumplimiento adviertas.
Retiraos.
¿Qué puede ser?
Sin duda en mi causa mesma,
}• en ofensa de mi hijo
vienen las infaustas letras.
(Apártese Valerio.)
'Criado.
FlLlPO.
\'alkrio.
FlLIPO.
FlLIPO.
Valerio.
FlLIPO.
Valerio.
FlLIPO.
Valerio.
FlLIPO.
(i) En el orig. : "Piaras", por errata.
(2) Faltan aquí versos.
Valerio.
FlLIPO.
V^ALERIO.
FlLIPO,
(Lee.)
"Vuestra Majestad ordene
como yo a solas le vea,
si un caso saber desea
que a su servicio conviene.
TcbandroJ'
¿ Qué es esto, papel extraño,
que aún segura mi cabeza
no está destas confusiones ?
¿ Que en mis vasallos hay muestra
de conspiración contraria,
que aun matando (i) la cabeza
de la traición, como hidra,
renacen siete cabezas ?
Valerio.
Señor.
Escucha.
¿ No es la montaña que encierra
los jabalíes y venados
una que a la parte mesma
confina con esta quinta
do Tebandro preso queda?
Sí, señor.
Pues divertirme
quiero, que una fuente bella
entre guijas y esmeraldas
con risueña voz alegra
en este bosque, y la caza,
como imagen de la guerra,
divertirá mi persona
ocupado en la fiereza.
Apercibid los monteros.
Voy al punto.
¿ En qué se emplea
Ricardo, que no lo veo?
¿En qué su valor se muestra,
pues no asistiendo a su rey
da de su lealtad sospecha?
¿ Es acaso enamorado ?
No sé yo que pasión tenga
mas de servir a su rey,
como su lealtad enseña.
Haced que salga mañana
conmigo a caza, que en muestras
de la lealtad que le debo,
quiero que montero sea
mayor.
Será vuestro esclavo.
Asista a vuestra presencia
(i) En el orig. : "mirando", por errata.
14
210
LA LEALTAD EN LA TRAICIÓN
Valerio.
Criado.
FlLIPO.
Correo.
FlLIPO.
Correo.
FlLIPO.
Correo.
FlLIPO.
Correo.
FlLIPO.
Correo.
FlLIPO.
Alberto.
FlLIPO.
conmigo ; mucho os estimo.
Serviros es mi nobleza.
(Vase.)
El que llevó por el reino
la provisión, ahora llega,
y dice que hablarte a solas
quiere, que importa a Su Alteza.
Entre; retiraos aparte.
(Vase y sale el Correo.)
Humilde estas plantas besa
este correo de a pie.
¿Quién sois:
Yo tuve una suegra,
hermana de x\rias Gonzalo. '
Humor tenéis; ¿de qué cepa
sois?
Señor, !a moscatel
es mi madre, pues en ella
hallo el licor más suave.
Decís vuestra descendencia,
¿o decís a qué venís?
Que en esta montaña espesa,
si no me engaño, he hallado
un ladrón con tal nobleza
que me dejó pasar libre,
y es Alejandro.
Oye, espera,
pues ¿en qué lo conociste?
En la voz, que él solo era,
de todos los salteadores, •
quien con la cara cubierta
me hablaba y me preguntaba,
y no quiso que rompieran
los pliegos, diciendo : "Al Rey,
aun los ladrones respetan,
vete en paz" ; y así en la voz
digo que Alejandro era
el que con luia cuadrilla
§n estos montes saltea.
Ven con secreto conmigo,
y enseñarásme la sierra,
y lá parte donde asiste.
¡ Alberto !
Señor.
Prevengan
mi guarda, y vengan tras mi,
advirtiéndoles que sea
a la quinta de Tebandro.
Ven conmigo ; el cielo quiera
que este traidor a mis manos
para su castigo muera.
(Vanse y sale Valerio solo.)
Valerio. ¿Qué me queréis, confusiones,
peligros, dificultades?
Opuestas a mis lealtades
de mis hijos las traiciones,
que al fin se han de descubrir,
y en llegándose a saber,
según la afrenta, ha de ser
la menor pena morir.
Encerróme en mi aposento,
sin armas, porque no diera
muerte a Faustina, o prendiera.
¿Quién vio tan vil pensamiento?
i Cuan justamente me aflijo,
pues si pretendo ausentallo,
el medio mejor que hallo
es darle muerte a mi hijo!
Y bien él mismo advertido
que es este el medio mejor, (i)
a mis ojos se ha escondido,
después que ausentó de mí
a Faustina ya Teodora.
(Sale Ricardo solo.)
Ricardo. ¿Cómo es posible, señora,
vivir ausente de ti ?
Mas mi padre es éste, cielo.
¿ Si me ha visto?
Valerio. Oye, Ricardo,
tente, escucha.
Ricardo. No te aguardo,
porque tu furia recelo.
\'alerio. ¿En qué temes mis castigos?
¿Qué intentan, di, tus extremos?
¿ Quieres que venganza demos,
hijo, a nuestros enemigos?
Ricardo. No, padre, pierde el temor,
que Faustina está ya en parte
donde puede asegurarte,
que no publique mi error.
Valerio. Esto está bien; mas advierte
que hay una gran novedad :
que amenaza tu lealtad,
cierta infamia y justa muerte.
Ricardo. Di cómo, no te detengas.
Valerio. Escucha atento y sabrás,
hijo, el peligro en que estás,
porque el remedio prevengas. (2)
Llegué a prender a Tebandro,
(i) Falta un verso después de éste.
(2) En el orig. : "pregnintas", por errata.
JORNADA TERCERA
211
que el Rey, que mil años viva,
indignado con razón
de su insaciable avaricia,
me mandó que examinase
con rigurosa visita
cómo procedió en el tiempo
que fué el gobierno de Hungría.
Amenazóme soberbio,
diciendo que no le oprima,
si 3-0 su opinión destruyo,
a que él destruya la mía.
Mira en qué me has puesto ; mira,
si acaso del te fiaste,
tu imprudencia y mi desdicha.
Yo fingiéndome ignorante,
sabe Dios con qué agonía,
ejecuté con rigor
el oficio de justicia;
mas temiendo que si estaba
preso en la ciudad tendría,
comodidad (i) de poder,
da;- efecto a su malicia,
fingiendo ■ que para hacerle
bien el cargo convenía
apartado de la corte,
le di por prisión su quinta.
Pues hoy leyendo Su Alteza
un memorial, no lo fía
de mí como los demás,
con que a sospechar me obliga
que es contra tí y de Tebandro ;
porque la conciencia misma,
según las culpas que tiene,
los temores acredita.
Tras esto me preguntó
Su Alteza dónde tenía
preso a Tebandro, y apenas-
le respondí que en su quinta,
cuando me mandó que luego
sus monteros aperciba,
para ir al campo mañana,
con que mi temor confirma
de que con esta ocasión
el Rey verse solicita
con mi enemigo Tebandro,
y que él tu traición le diga.
Dio más fuerza a mí sospecha
ver que en esta ocasión misma
Su !Maj estad te culpó
Ricardo.
\'alerio.
Ricardo.
Valerio.
Ricardo.
Valerio.
Ricardo.
A^'alerio.
Ricardo.
Valerio.
Ricardo.
de que a sus ojos no asistas,
y me mandó expresamente,
Ricardo, que te aperciba,
de su parte, que al salir
mañana al campo, le sigas.
Esta es la ocasión, esta es,
de que, como ves, me aflija;
estas las sospechas son
que causan las ansias mías.
Tú que la ves, y que sabes
dónde tienes a Faustina,
y lo que deste secreto
sabe Tebandro, fabrica
el remedio, porque yo,
pues que de mí no te fías,
mal puedo, ignorando el mal,
aplicar la medicina.
¿ Que te amenazó Tebandro,
con que mi traición diría?
Sí, Ricardo.
Pues ¿ por qué,
padre, la ocasión no evitas?
¿ Por qué le aprietas, si está
en tus manos la justicia?
Porque no hay otro vasallo
en todo el reino de Hungría
que al Rey pueda socorrer
en ocasión tan precisa.
Y así es forzoso apretar
a Tebandro, y por la misma
razón que me ha amenazado,
a más rigores me incita,
por pagar así sospechas
de mi culpa y su malicia.
Pues yo parto a prevenir
el remedio al punto.
^Iira
que has de acompañar mañana
a Su Alteza,- que le obligas
a recelos con tu ausencia.
Los temores me retiran.
Montero mayor te ha hecho.
Pues en su presencia misma
has de conoc'er quien soy ;
parte seguro a la quinta.
Advierte bien lo que haces,
^li valor conoces; fía
que lo remedio, o no vuelvo
a tus ojos con la vida.
(i) En el orig. : "como deydad", por errata.
(Vaiise.)
212
LA LEALTAD EN LA TRAICIÓN
{^Salen los Salteadores y Faustina en hábito de
hombre.)
Malgesí.
El traje de varón te está de suerte,
que lo desmiente tu hermosura.
Faustina.
¿ Lisonjas?
Malgesí.
No, por Dios, y está segura
que si fuera posible que adorara
por sacra imagen de beldad tu cara.
Faustina.
Estimo este favor.
Alejandro.
Ven caminando (i)
{Vanse entrando, y se viene Alejandro o Faustina.)
la noche; mientras el alba va pasando, (2)
déjalos alejar, y caminemos
los dos hacia la quinta de Tebandro.
Faustina.
Pues dime qué pretendes, Alejandro.
Alejandro.
Comunicar con él y aconsejarme
de lo que puedo hacer para librarme
del Rey; que entre ladrones nuestras vidas
con justa causa tengo por perdidas.
Faustina.
Bien dices.
Alejandro.
• Di, Faustina, ¿qué hará ahora,
creyendo que soy muerto, mi Teodora?
Faustina.
Deshecha en llanto y fuego que la abrasa,
ya estará muerta.
Alejandro.
El alma me traspasa ;
¡ Quién la viera ! Faustina, por tu Anda,
que es de ti Teodora tan querida,
que con esa ocasión hagas de suerte
que la traiga Ricardo para verte.
Faustina.
Yo lo haré.
(i) Así en el orig. : quizá deba ser "Va cami-
nando".
(2) Verso largo. Quizá sobra la ese de "mientras".
Alejandro.
Gente viene; miestras pasa,
detente, que la noche y la espesura
de que no nos verán nos asegura.
(Salen Tebandro y Ricardo.)
Tebandro. ¿Dónde a Faustina tenéis?
Alejan. Escucha, que hablan de ti.
Ricardo. Yo, Tebandro, os traigo aquí
a lo que ahora veréis ;
ni Faustina no os aguarda (i)
ni a Ricardo le están bien
fiar el alma de quien
tan mal un secreto guarda.
De prisión os ha sacado,
Tebandro, mi autoridad,
que me dio esta potestad
el ser hijo del privado.
Y engallado os he traído
para que aquí a vuestra vida
ponga de la fe rompida
la pena que ha merecido.
Faustina. Ricardo y Tebandro son.
Tebandro. ¿Yo, Ricardo, quebranté
el secreto, yo la fe?
Ricardo. Cuando a hacer vuestra prisión
fué mi padre, amenazaste
con mi muerte y deshonor,
de la justicia el rigor,
y saber le declaraste
la traición que en defender
a Faustina cometí.
Tebandro. Yo no dije cosa así
con que llegase a romper
el secreto y fe jurada.
Que a Valerio amenacé
es verdad, pero no hablé
palabra allí señalada
de Faustina.
Ricardo. En casos tales
también ofende el preceto
y religión del secreto
publicarlo por señales.
Y puesto que amenazarme
con decirlo habéis llegado,
de vos me habéis obligado
justamente a recelarme;
que en casos de tanto peso,
la prudencia verdadera
(i) En el orig.: "agrada", por errata.
JORNADA TERCERA
213
a la sospecha primera
remedia el postrer suceso.
{Saca la espada.)
Alejax. Tente, Ricardo.
Ricardo. ¿Quién es?
Alejax. Soy quien la vida te di;
mira este anillo.
Ricardo. De ti
no espero, amigo, que des
favor a quipn me ha ofendido,
y a quien con sola su muerte
mi vida asegura.
Alejax. Advierte,
puesto que el caso entendido,
que me es fuerza defenderlo.
Ricardo. Y a mí me es fuerza matarlo.
Faustina. ¡ Ay de mí !
Alejax. Xo has de alcanzarlo,
que yo te impido el hacerlo.
Si tu vida importa, yo
debo a Tebandro la mía,
y así ingratitud sería
no darla a quien me la dio.
Que soy tu amigo es verdad,
mas advierte, (i) es razón,
que a él le tuve obligación
primero que a ti amistad,
^las yo quiero dar un medio
por que a los dos satisfaga,
que a su obligación es paga
y es a tu vida remedio.
Ricardo. ; Cómo ?
Alejax. Arriesgando la mía
para su seguridad.
Ricardo. Dílo, pues.
Alejax. De mi amistad
y de mí valor confía,
y déjame hablar a solas
con Tebandro.
Ricardo. Pues me anegan,
¿por qué a matarme no llegan,
de mí confusión las olas?
Faustixa. Ricardo del alma mía.
Ricardo. Hermoso cielo que adoro,
y aquí confusiones lloro
donde tu estrella me guía.
Tebaxdro. Ale i andró.
Alejax. Calla, espera,
que no quiero declararme.
Tebandro. ¿Quién, si no tú, pudo darme
la vida? ¿Quién tal creyera?
Alejax. ¿Por qué rompiste a Ricardo
el secreto prometido ?
Tebaxdro. Pretender tu bien ha sido
la ocasión, si no le ¿uardo.
Alejax. ¿ Cómo ?
Tebaxdro. El tesoro que tengo
a Filipo le ha enojado,
porque con él de tu estado
la restauración prevengo;
y viendo que es rigoroso
juez Valerio conmigo,
y que mi mortal castigo
cierto ha de ser y forzoso,
y de mi valor confía, (i)
Usé de medio tan fuerte,
porque su furia enfrenara,
como enseñarle la cara
de la afrenta y de la muerte
de su hij o ; más allí
no declaré su delito,
que ni hacerlo solicito
ni bien me estuviera a mí,
puesto que en daño vendría
de Faustina a resultar,
a quien doy tanto lugar. (2)
Este es el caso, y mi intento
es éste; si injusto ha sido,
juzga si en él te he servido
y dime tu pensamiento.
Alejax. Como debo te agradezco
esa firme voluntad;
mas, Tebandro, la amistad
con que a Ricardo me ofrezco
me obliga a que le asegure
de ti, porque no es razón
faltar a su obligación
aunque tu vida procure;
y así te quiero avisar,
que si le rompes (3) la ley
del secreto contra el Rey,
lo tengo yo de vengar
aunque me cueste la vida,
descubriéndole que fuiste
(i) Así en el ms. : quizá estaría mejor "mas que
adviertas es razón".
(i) Verso suelto entre dos redondillas. Deben de
faltar los otros tres.
(2) Falta un verso después de éste.
(3) En el orig. : "rompo es", por errata.
214
LA LEALTAD EN LA TRAICIÓN
tú quien a mí me la diste;
pues ya mi fe agradecida
con lo que ahora te he dado
te paga la que te debe.
Tebandro. En tu provecho te mueve
poco la razón de estado.
Alejan. Guardar ley a toda ley,
que haciendo lo que debemos
a Ricardo obligaremos,
que es la privanza del Rey;
}■ con fortuna tan corta,
Tebandro, no hay que tratar
ya del reino; asegurar
las vidas es lo que importa.
Tebandro. Basta; tuyo soy, de mí
puedes, señor, disponer.
Pues oye lo que has de hacer.
Alejan.
{Aparte Faustina y Ricardo.)
Faustina. Esto merezca de ti,
Ricardo, el amor que sabes
que tuve siempre a Teodora.
Ricardo. Prueba el pecho que te adora
en casos, mi bien, más graves;
mas dime, mi bien, por Dios :
¿quién es el que te acompaña
y quién en esta montaña
guarda tu honor?
Faustina. A los dos
importa no declararte
quién es; sólo te aseguro
que puedes vivir seguro
de mi amor y de su parte.
Pero mi palabra empeño,
si traes al monte tu hermana,
que has de conocer mañana
de tu confusión el dueño.
Ricardo. A cazar viene mañana
Su Alteza, y con ocasión
de aliviarle la pasión
melancólica a mi hermana,
a estos montes la traeré
a ver la caza, y con esto
a buscarte en este puesto
con ella me apartaré.
Y cumpliré desta suerte
dos deseos, que te adora,
si tú la quieres, Teodora,
y muere también por verte.
Alejan. Ricardo, ya vuestro pecho,
si de mi fe se confía.
Ricardo.
Tebandro.
Alejan.
Tebandro
Alejan.
Tebandro
Ricardo.
Alejan.
del recelo que tenía
puede quedar satisfecho.
Tened cierta confianza
de que Tebandro no exceda
de su obligación, pues queda
por mi cuenta la venganza.
Y si la fe prometida
quebrantare, yo os prometo
descubriros un secreto,
que le cueste honor y vida.
Y porque desta verdad
os aseguréis, yo quiero
socorrer con el dinero
que pide Su Majestad.
Que Tebandro por no ver
descubierto su secreto
me lo ofrece, y deste efecto
podéis, Ricardo, entender
cuánto le va en que se encubra,
}• cuan seguro estáis ya
de que el vuestro callará
porque el suyo no descubra.
¿Venís en esto, Tebandro?
A todos importa así;
que tanto poder en mí [Aparte.]
tiene el amor de Alejandro.
Cumple io que has prometido.
La vida ofrezco a los dos
en prendas.
Con esto, adiós,
que ya se han desvanecido
a los rayos de la aurora
sombras de la noche 'fría.
, Queda adiós, Faustina mía.
{Vase).
Dadme los brazos }' adiós.
El alma os doy con los brazos.
{Abrázanse, y tiene aparte Ricardo a Alejandro con
los brazos.)
Ricardo. Primero que destos lazos
nos apartemos los dos,
si os ofendo, perdonad,
que os tengo de conocer.
Alejan. Obligaréisme a perder
el decoro a la amistad.
Faustina. Mira que no te está bien.
Ricardo. No me puede estar peor
que fiar vida y honor,
y no conocer de quién.
{Quítale la máscara.)
JORNADA TERCERA
215
I
Faustixa. La máscara le quitó.
Ricardo. ¿Qué es lo que mirando estoy?
¿Es Alejandro?
Alej.\n. Yo soy;
vida Tebandro me dio
con un engaño, que nada
he de encubriros aquí,
pues me conocéis a mí,
y en esto tengo fundada
de su secreto la llave
porque el Rey lo ha de saber,
fué vuestro, quiero romper.
Ricardo. ¡Qué bjen dijisteis!; más grave
pena, mayor confusión
causa en mi pecho el llegaros
a conocer que el fiaros
antes desto el corazón.
Una y otra fuerte ley
contrarias luchan conmigo,
o ser infiel a un amigo,
o ser traidor a mi Re}'.
Pero si ya en defender
a mi Faustina lo he sido,
a quien todo lo ha perdido,
¿qué le queda que perder?
Mas esto puede el amor,
)'• el ser mujer disculpallo,
y en lo segundo no hallo
disculpa de ser traidor.
Alejax. Ricardo, el justo cuidado
que os suspende he conocido,
mas lo que habéis prometido
os tiene tan obligado,
que no hay que dudar: cumplirme
la palabra es justa ley,
aunque a la lealtad del Rey
os obligue a descubrirme.
Demás, que vos prometisteis
perder la vida y honor
antes de ser transgresor
de la palabra que disteis.
Y así fué en promesa igual
la lealtad comprendida
si es el honor y la vida
lo que obliga a ser leal.
Ricardo. Alejandro, no aleguéis
nuevas razones, que así
de la palabra que os di
la confianza ofendéis.
Mire el noble recatado
lo que ofrece antes que darla,
que después, para guardarla,
no hay más ley que haberla dado.
Estad, Alejandro, pues,
seguro de que la suerte
nos ha de dar una muerte
o una vida a todos tres.
Alejan. Las muestras están seguras
con el poder que gozáis,
pues en la privanza estáis;
y si nuestras desventuras
probando nuestra inocencia,
no hallan piedad con la ley,
disculpándoos con el Re}
sufriremos la sentencia.
Tebandro en su quinta espera;
ve por tu hermana, que allí
ha de ver el Rey en mi
la lealtad más verdadera.
Ricardo. Pues yo, con piedad benigna,
hasta el alma en sacrificio
ofrezco en vuestro servicio.
Faustixa. Tuya, Ricardo, es Faustina.
{Vanse, y sale el Rey, Celio, de caza, y el Correo.;
Este es el monte.
LORREO.
FlLIPO.
Correo.
Callad,
y dad aviso a mi gente.
El cielo tu vida aumente.
{Vase.)
FlLIPO.
En la maleza esperad.
Celio.
Confuso y dudoso voy;
¿qué quiere tratar conmigo
Su Alaj estad?
FlLIPO.
CeHo amigo...
Celio.
Señor, deseando estoy
que me digáis a qué efeto
te has querido retirar
de tu gente.
FlLlPO.
Para hablar
a Tebandro con secreto;
parte a su quinta, y con esta
sortija de la prisión
le saca, y esta intención
a solas le manifiesta.
A la orilla desta fuente
'
os espero, y procurad
venir por la soledad,
sin ser visto de mi gente.
Celio.
. Yov a servirte.
{Vase).
216
LA LEALTAD EN LA TRAICIÓN
FiLiPO. Yo quiero
en tanto aquí descansar,
donde pretende besar
con halago lisonjero
al siempre verde laurel
la planta el agua risueila,
que pues Dafne el Sol desdeña,
podrá defenderme del,
y con mi gente cercar
este monte; y Alejandro
ha de morir, y Tebandro
mi rigor ha de probar.
Mas, ¿qué gente es esta, ciclo?
Su traje muestra que son
salteadores, de traición
me causa justo recelo.
Ya no es posible evitallo,
aunque defenderme intente,
que es mucha y armada gente,
y han (i) conocido el caballo.
Pero, ¡ qué miro ! : con ellos
Ricardo y Teodora vienen
y según muestran, no tienen
pensamientos de ofendellos.
Mas aunque el ser tan leal
Ricardo, ya me asegura,
pues me oculta la espesura
deste intrincado' jaral,
cordura es no aventurarme.
El escuadrón bandolero
ha enfrenado el paso; quiero
de su intención informarme.
{Escóndese, y sale Teodora, Alejandro, y Faustina,
y Ricardo y todos.)
Teodora. El caballo es de Su Alteza.
Alejan. ¿ Pues cómo tan apartado
de su gente se ha emboscado
el Rey en esta aspereza?
(Habla Malgesí con los Bandoleros.)
Malgesí. Por aquí está el Rey; oíd,
amigos, que esta ocasión
me da una imaginación
sutil y heroica.
Salt. i. o Decid.
Malgesí. Guardar la vida es acción
digna de merecimiento,
y en el perderla no siento
valentía, en mi opinión.
(i) En el texto: "y me han", que alarga el verso.
El caballo de Su Alteza
hemos cogido en el valle,
y así es fuerza que a buscalle
venga toda su nobleza.
Y aquí habéis de ver en mí
que con una industria fuerte
os libro a todos de muerte.
Salt. i.° Dlncs el cómo.
Malgesí. Advertí.
Ricardo. En gran confusión me hallo ;
solo está cerca de aquí
el Rey, que lo muestra así
estar solo su caballo.
Lejos están sus monteros,
y temo alguna traición,
porque no sin ocasión
con todos los bandoleros,
contra su costumbre, ahora
que el Rey al campo ha salido,
Alejandro prevenido
discurre el monte. ¡ Ah, Teodora,
qué imprudente error he hecho
en traerte a esta ribera !
i Pluguiera a Dios que me hubiera
muerto la voz en el pecho !
Mas, ¿cómo he de saber
de Alejandro su intención,
y si en aquesta ocasión
contra el Rey quiere romper
la fe jurada a mi honor?
¿Le he de matar? Mi Faustina,
perdona, que más me inclina
la lealtad que no el amor. —
Dejadme (i) que os pregunte
cuál ha sido la ocasión
que al bandolero escuadrón
ha obligado que hoy se junte;
no siendo en ninguna hazaña
costumbre alguna juntarse,
sino antes separarse.
Alejan. ¿Es esta ocasión extraña?
Temerosos de encontrarse
con los monteros del Rey,
rompiendo su antigua ley
determinaron juntarse.
Salt. i." Industria será notable,
pues libramos con su muerte,
si viene en ello la suerte,
i Qué vida tan miserable
(i) En el orig. : "Decidme"', por errata.
JORNADA TERCERA
217
que traemos ! Nuestro intento
en nombre de todos di
a Alejandro, Malgesí.
Malgesí. Alejandro, escucha atento.
Bien sabes que la piedad,
la amistad y el fuero hidalgo
de compañeros fieles,
que al admitirte juramos,
con cuantos en estos montes
habitamos, pudo tanto,
que despreciando del Rey
la indignación y el mandato,
que amenaza a cuantos dieren
a los de tu sangre amparo,
y promete a quien los prenda
o los mate premios largos,
no hemos querido ponerte
preso, ni muerto en sus manos;
mas ahora que la suerte
y la ocasión convidando
nos está con la ventura,
no queremos serle ingratos.
El Rey conforme se arguye
de hallar aquí su caballo
presas de un tronco las riendas,
se oculta en el breve espacio
deste jaral, que podemos
cercar, pues que somos tantos,
y ha de ser cierto el hallarle
tan solo y tan apartado
de su gente, que el arbitrio
de su vida está en tus manos,
i Ay, cielos, perdido soy !
Así sabré de Alejandro
si tiene intentos traidores
contra el Rey.
¿Qué es esto, hermano?
La fortuna nos ofrece
dos modos de' remediarnos :
• o darle la muerte al Rey,
con que en su imperio tirano
restituido nos premies
la fe que te hemos guardado,
o a ti y a Faustina presos.
Ricardo. Escucha, espera.
AIalgesí. Entregaros
al Rey para merecer
el perdón de yerros tantos;
destos dos medios el uno
elige al punto, Alejandro,
que a no perder la ocasión
FlLIPO.
AÍALGESÍ.
Teodora.
]\Ialgesí.
FlLIPO.
Teodora.
Ricardo.
Malgesí.
Ricardo.
Alejan.
estamos determinados.
¿ Que vive Alejandro, y vive
Faustina? La muerte aguardo,
que su vida por la mía
no ha de trocar un tirano.
Hepnano, ¿qué hemos de hacer?
Viva el Rey en todo caso;
amor y amistad perdonen ;
la daga empuño y k mato
en diciendo que ©1 Rey muera.
Acabad, determinaos,
si no queréis que .os quitemos
la ejecución (i) que os hemos dado.
Alejandro.
Xo me deis
consejos, cerrad" los labios,
que vuestra lealtad conozco."
No penséis, Ricardo, no,
que es el peligro que aguardo
el que me tiene suspenso,
pensativo y alterado,
sino el ver que haya cabido
en estos pechos villanos
pensamientos de que puedo
romper, habiéndola dado
mi palabra. Decid, viles,
si vosotros mismos, cuando
conocisteis que era yo
hijo de Dionís tirano,
que obligasteis a jurar,
para disculpar en algo
el delito de . ampararme,
lealtad al Rey, ostentando,
que aimque pudo la fortuna
a otros yerros obligaros,
nunca violó en vuestros pechos
la ley de . amor de vasallos,
¿ cómo ahora la ambición
en vosotros pudo tanto,
que las viles esperanzas
de los premios que he de daros
mudase tan justo intento,
imaginando en mi agravio
que a vuestro ejemplo también
romperé lo que he jurado?
Arbitro me hacéis, traidores,
de la vida del Rey, ¿cuándo
no cupo tal pensamiento
(i) Así en el orig. : que además de no tener sen-
tido hace el verso largo. Quizá deba leerse "la fun-
ción".
218
LA LEALTAD EN LA TRAICIÓN
en el hijo de un ingrato?
Entregadme, pues, que quiero
más de las reales manos
ser muerto que de las vuestras
desleales coronado,
pues me obliga este suceso
que de pechos que pensaron
matar su Rey natural,
no ha de fiarse un tirano.
Y con esto verá el mundo
que yo solo soy culpado
en la sangre, pero no
en la traición y el agravio.
AIalgesí. ¡ Oh, gran lealtad !
Ricardo. ¡ Oh, Alejandro !,
guarden al tiempo esta hazaña
eternas tablas de mármol !
Alejan. Buscad al Rey, ¿qué aguardáis?
Malgesí. Detente, y ya que has mostra,do
tu lealtad y tu valor,
sabe que todo es enigaño,
con que sólo pretendimos
de tu intención informarmos,
para darte muerte luego;
que con intento inhumano
y ambición, fueras al Rey
aleve otra vez y ingrato;
y ya que contra su vida
muestra quilates tan altos
la tuya, ál Rey buscaremos,
sólo, para que informado
della, nos perdone a todos,
en premio de que le damos
el vasallo más leal
que historias han celebrado.
Salt. i.° Busquémosle, pues.
(Sale el Rey.)
FlLlPO. Amigos,
a tan leales vasallos
el Rey los ha de buscar.
Dadme, Alejandro, los brazos;
no tengáis temor alguno,
llegad todos, que informado
estoy de vuestra lealtad.
Alejan. ¡ Gran señor !
Tebandro. La muerte aguardo,
pues mi traición se descubre.
Valerio. ¿Ricardo, qué es esto?
Ricardo. El caso
más extraño que vio el tiempo.
FiLipo. Faustina, llegad.
Faustina. Agravio
haces, señor, a mi culpa.
FiLiPO. A todos mercedes hago,
no conforme su valor,
mas como puede pagallos
un Rey que sustenta el cetro
por tan leales vasallos.
Ya, Alejandro,i sois mi amigo;
mirad que tomo a mi cargo
de vuestro padre el defecto.
Alejan. Hasta el cielo me levanto
con esta merced, " señor.
FiLiPO. A Tebandro y a Ricardo
les perdono, y agradezco
el delito y el engaño,
pues dos vidas tan leales
de mi crueldad reservaron.
Alejandro con Teodora
se case, y dele Ricardo
la mano a Faustina.
Ricardo. El cielo
te guarde, señor, mil años
en aqueste reino.
Tebandro. Y yo
a Vuestra Majestad pago
con mi hacienda la gente
del Polonés, y seis años
diez mil hombres en campaña
le sustento.
FiLiPO. Yo levanto
la ley que a estos bandoleros
condena a muerte, y les hago
de mi guarda, que pues ellos
en defenderme han mostrado
tal valor, es bien que vo
les defienda con honrarlos.
Salt. i.° Un siglo viva Su Alteza.
Malgesí. Vuestra Majestad mil años
goce esta corona.
FiLiPO. Alzad,
y aquí tenga fin. Senado,
La lealtad en la traición,
y el honor en el agravio.
FIN
LO QUE ESTÁ DETERMINADO
COMEDIA FAMOSA
DE
LOPE DE VEGA CARPIÓ
PERSONAS QUE HABLAN EN ELLA:
Carlos. Fenisa- Leonora.
Fabio. El Emperador Enrique. Celio.
Belardo. El Conde Rodulfo. Felisardo.
Timbreo. Octavio. Silvio, hortelano.
Rosaura. Ladisl.\o-
JORNADA PRIMERA
{Salen Carlos, en hábito de labrador galáil, y Fabio,
de rústico.)
Fabio. Notable ventura ha sido
haberla muerto.
Carlos. Por Dios,
que en su fresco humor teñido,
cara a cara entre los dos,
quedó el venablo partido.
Fabio. Tu valentía ganó
palma, laurel y guirnalda.
Carlos. ¡ Cómo airada acometió ! :
mas le salió por la espalda,
que en las manos me quedó.
Bajaba alegre a beber
desta fuente los cristales;
yo, desde el amanecer,
entre estos verdes jarales
la esperaba acometer.
Salgo animoso ; arremete,
y por quitarme la duda
que este laurel me promete,
por la cuchilla desnuda
precipitada se mete.
De la burla mal contenta
sacude el hierro enojoso;
pero cuando más lo intent?.,
por el hocico espumoso
rinde el ánima sangrienta.
Yo, porque nadie presuma
que desde lejos le di,
le dejo el venablo; en suma,
más es ya que jabalí
montón de sangre y de espuma.
Toda la yerba teñida
muestra la fiera rendida,
cuyos colmillos parecen
que en círculo resplandecen
la luna recién nacida.
Parte a verla, Fabio, y mira
lo que puede mi valor.
Fabio. Tu valor, Carlos, admira:
vo}' a ver manso el rigor,
voy a ver muerta la ira,
voy a ver la destruición
de nuestras viñas y panes
rendida en esta ocasión,
que temblaran capitanes .
de la más fuerte nación.
César merecieras ser
de Alemania. ¡ Plega al cielo
que te venga a engrandecer
la suerte que todo el suelo
te pueda amar y temer !
Que no es digno tu valor
del pecho de un labrador,
por lo menos desta sierra : •
que esta amada patria y tierra
merezca verte señor.
{Vasc, y sale Rosaura, labradora.)
220
LO OUE ESTA DETERMINADO
Rosaura. Pensarás, Carlos, que yo
vengo a darte el parabién.
Carlos. Tú lo dices, que yo no;
que ya me dio tu desdén
lo que tu amor me negó.
Nunca fui tan atrevido
que a tantos merecimientos
vanamente lo haya sido,
ni he dado a mis pensamientos
licencia contra tu olvido.
Que en quererte desta suerte
es imposible ofenderte;
porque si yo presumiera
que en quererte te ofendiera,
me esforzara a no quererte.
Yo te quiero porque veo
que no quererte era hacer
' ofensa al cielo, pues creo
que le obedezco en querer
tu hermosura sin deseo.
Porque si alguno he tenido
de verte obligada ha sido
de mi amor, y es tan honesto,
que muchas veces he puesto
mi propio amor en olvido.
Y he dejado solamente
en mi entendimiento ciego
un amoroso accidente,
que, como la cera al fuego,
me derrite blandamente.
Cuando más bella te veo
tan lejos del cuerpo empleo
el alma, que vengo en parte
a amarte por sólo amarte,
sin esperanza y deseo.
Rosaura. Nunca de tu cortesía
m.enos valor presumí,
y tendré desde este día
mejor opinión de ti
que antes de ahora tenía.
No ha}^ cosa que más agrade
al pecho de una mujer,
aunque primero se enfade,
que saber que con querer
un hombre la persuade.
Que en llegando a desear
contra el estado que tiene
no es amor para obligar,
porque a ser deseo viene,
y es amarse y no es amar.
Que quien su gusto desea
su amor en sí mismo emplea;
y si a sí se quiere bien,
¿ cómo ha de obligar a quien
aún no quiere que le crea?
Pero desta valentía,
como es razón obligada,
pensaré desde este día
que soy de tu amor amada.
Carlos. Piensas bien, Rosaura mía;
que a matar tan brava fiera
pienso que no me atreviera
si en servirte no pensara.
Pero ¿quién imaginara
que fieras vencer pudiera
quien no vence una mujer?
RosAUR.\. ¿Pues qué llamas tú vencer?
Carlos. Pagar, Rosaura, mi amor ;
no por querer tu favor,
mas obligarte a querer.
Rosaura. Carlos, dicen, y lo creo,
que si dos se quieren bien
se engendra luego un deseo
en quien, por quien y de quien
tantos desatinos veo.
Y así, para no llegar
por querer a desear,
bien es que yo no te quiera.
Carlos. Quien ama, Rosaura, espera,
siquiera obligar a amar.
iSi no pienso en que has de amar-
¿qué pretendo de quererte? [me
Rosaura. Carlos, no más de obligarme,
y ganarás desta suerte
no perderme ni enojarme.
(Salen los pastores que puedan, músicos y Fabio,
Belardo, Timereo, y Fexis.\, con un laurel.)
Cantan. ''Honra desta sierra,
valeroso Carlos,
envidia famosa
de los cortesanos ;
matador de fieras,
paz de nuestros campos,
muchos años vivas,
vivas muchos años."
Belardo. Ponle, Fenisa, el laurel.
Fenisa. ¡Ojalá que el laurel fuera
de Alemania, y que tuviera
tantos diamantes en él,
que pudiera claramente
pensar de Carlos el suelo
que se bajaban del cielo
las estrellas a su frente !
JORNADA PRIMERA
221
F.vBio. Bien pareces laureado,
y dice Fenisa bien,
que los diamantes te den
laurel de estrellas formado.
Porque si la antigüedad
en las estrellas ponía
las cosas que dignas vía
de fama y de eternidad,
más en que se trueque en ti
el valor que tienen ellas,
y que bajen las estrellas
a ser famosas en ti.
TiMBREO. No hables, Fabio^ por modos
que de lo común excedas ;
habla en estilo que puedas
ser entendido de todos.
Que de no entenderte bien
puede resultarte daño.
F-VBio. Rústico soy, y es engaño
de tus temores también.
Digo (sin traer estrellas)
que a .Carlos todos le deis
tal premio, que coronéis
su digna frente con ellas.
Y dígale cada cual
algún encarecimiento,
respondiendo en su instrumento
con Felisarda Pascual.
Carlos. Xo, pastores, por mi vida,
que aquí presumo que hay quien
no se alegra de mi bien.
Belardo. Será envidia conocida.
Las zagalas, claro está
que no la tendrán de ti ;
pues hombres, ¿ quién hay aquí
de quien te receles ya ?
TiMBREO. Para que más te asegures
del gusto que tiene el valle,
que, por Dios, que es infamalle
que de su lealtad mormures,
hagámoste rey aquí,
de conformidad de todos,
para que de varios modos
sólo te obedezca a ti ;
que aunque por burlas y juego,
queremos obedecerte.
Carlos. Xo, por Dios, no se concierte; (i)
que no lo intentéis os ruego;
que suele el Emperador
venir a -caza, y podría
(i) En el original: "convierte"', por errata.
castigar en mi osadía
la fuerza de vuestro amor.
Fenisa. ¿ El Emperador, por qué ?
¿No suelen hacer pastores
estos juegos?
Carlos. ]Mis temores
me dicen lo que no sé.
Pero porque no entendáis
que no os doy gusto, si es justo,
diga Rosaura su gusto,
pues que mirándola estáis
tan mal cpntenta de ver
que me honréis con este oficio.
Rosaura, tú das indicio
en este com.ún placer
de no le tener muy grande.
¿ Pues de qué sirve hacer rey
a Carlos? ¿Es justa- ley
que nos castigue y nos mande ?
¿ Yo castigar ni mandar,
si no es lo que fuese justo?
Xi aun de burlas, sin tu gusto,
Rosaura, quiero reinar.
Ea, no seas cruel,
ni desbarates el juego
del valle.
Yo se lo ruego.
Reine, y reina tú con él.
Si hubiera necesidad
de reina o fuera casado
Carlos, no fuera excusado
dividir la majestad;
pero no será razón
qu-e reine quien 'no es mujer.
Rosaura. Fenisa ha dado a entender
muy bien su buena intención ;
pero aunque ella me rogara,
no reinara, por no ser
aun de burlas su mujer.
Fenisa Yo, Rosaura, si reinara,
dejara por serlo el reino.
Carlos. En tantas dificultades,
si no reino en voluntades
no puedo decir que reino.
Nombrad otro.
Fabio. No ha de ser
otro en el valle, pastores.
Carlos.' Otros hallaréis mejores,
Rosaura lo da a entender.
Dejadme a mí, que ya en mí
es agüero su desdén.
Tomad el laurel.
Fenisa.
Rosaura.
CARLOS.
Fabio.
Rosaura.
Fabio.
Fenisa.
222
LO QUE ESTA DETERMINADO
I
Belardo. ¿ En quién ?
Vuelve a coronar tu frente;
y quien no mostrare gusto,
muera de envidia y disgusto.
TiMBREO. Bien dices; Carlos se asiente
y besémosle la mano.
Carlos. Ahora bien, vuestro rey soy
, por fuerza, y sentado estoy. —
i Oh fuerza del bien humano,
que nunca vienes cabal,
pues de Rosaura el desdén,
con ser tan, fingido el bien,
hace verdadero el mal !
Fexisa. Pues yo quiero la primera
besar tu mano, que puede
rendir el mundo y excede
la de Alejandro.
Carlos. ¡ Quién fuera
ese griego valeroso
para darte una ciudad !
Faeio. Yo, que de tu majestad,
emperador generoso,
soy criado y me he criado
contigo, tu mano beso,
y ruego a Dios que el suceso
aquí de burlas pensado
así a la verdad se aplique,'-
y tanto al valor excedas,
que en la corona sucedas
del emperador Enrique.
Carlos. Fabio, yo tendré cuidado
de hacerte bien.
TiMBREO. A Timbrco
da esa mano, en quien deseo
ver, como agora el cayado,
el cetro alemán y el mundo.
Carlos. Conozco tu grande amor.
Belardo. Yo, que para ti, señor,
quisiera un mundo segundo,
beso tu mano y tus pies,
donde ponerle quisiera.
Carlos. Y yo en ti sustituyera .
el verde laurel que ves.
Fabio. ¿ Cómo no llegas, Rosaura ?
Carlos. Para ser postrera en todo.
Rosaura. Estoy estudiando el modo.
Fabio. Llega, humíllate, restaura
lo que perdiste en negar
la obediencia a Carlos.
Rosaura. 'Creo
que no podrá mi deseo
lo que decís disculpar.
Carlos.
Fabio.
Belardo.
Timbreo.
Fabio.
Belardo.
Carlos.
¿Yo a ti? (i)
No seré tan atrevido
que a esta mano reducido
tenga el sol que miro en ti.
Que aún no quiere mi esperanza
servir de mano en lugar
que sólo ha de señalar
las horas de tu mudanza.
Hay un pez que al pese . ' .
por el anzuelo entorpece,
y tu boca le parece;
guardar la mano es mejor.
Porque tu boca en mi palma,
con la fuerza que te han hecho,
irá discurriendo al pecho
y dará veneno al alma. —
Vamos, pastores, de aquí.
Hagamos fiestas, pastores.
No las puede haber mejores,
pues hoy las vacadas vi,
que correr cuatro novillos.
Bien dices; vamos por ellos.
¡ Oh qué suertes hago en ellos !
Hoy de juncos y tomillos
hago un arco, donde vea
el rey la fiesta.
Si en ti
no reino, Rosaura, en mí
no habrá gusto que lo sea.
{l'aiisc todos y salen el Ejiperador Enrique y el
Conde Rodulfo-)
Emperador.
En fin. Conde, ¿ mi hij a salud tiene ?
Conde. ,
Partí, señor, como m.andaste, a Hungría,
donde está la bellísima Leonora,
asegurando su temor pasado
con Ladislao, tan pobre caballero,
que se admira lu imperio justamente
de que pudiendo coronar la frente
de tu 3'erno, la dieses a quien sabes.
Emperador.
Fuéronme de sufrir. Conde, tan graves,
los pronósticos varios que se hicieron
cuando soñó Leonora que salía
una vid de su pecho que cubría
toda Alemania, que el temor que fuese
(i) Verso incompleto.
JORNADA PRIMERA
223
algún nieto, que tanto mereciese
que me quitase el cetro y la corona,
quise casarla con tal vil persona,
que mi nieto jamás tuviese aliento
para poner tan alto el pensamiento.
No me ha. salido mal, pues siendo apenas
nacido, con ser sangre de mis venas,
te le mandé matar, y tú lo hiciste.
COXDE.
Señor, no en los pronósticos consiste
lo que llaman futuros accidentes,
que el cielo sabe derogar las leyes,
y míis en los sucesos de los reyes.
Tu nieto justo fuera que heredara
tu imperio, no que el cetro te quitara.
Pero, ¿quién sabe si tan cierto fuera?
^: Es libro acaso la celeste esfera?
¿Son letras, por ventura, las estrellas?
Y aunque lo fueran, di, ¿ qué viste ei\ ellas ?
¿Puede (i) leer lo porvenir escrito?
Emperador.
Rodulfo, la crueldad confieso, y veo
que fué bárbaro entonces mi deseo.
Quisiera nieto 3^0 que me heredara,
pero no que el Imperio me quitara.
Hoy estoy triste ; al campo salir quiero.
Conde.
Un jabalí como el que Ovidio escribe,
que un tiempo molestaba a Calidonia,
dicen que ofende tanto a los vecinos
montes, que tiemblan las aldeas todas
de su fiereza, porque no se ha visto
tan feroz animal. Esta sería .
digna empresa de ti.
Emperador.
Prevén la gente,
que hoy quiero ser un Hércules valiente
y adornar de sus bárbaros trofeos
el templo de la fama.
Coxde.
A tus deseos
da corona el valor de tu persona.
Emperador.
Segura de mi nieto mi corona,
no tengo que temer.
Conde.
Fuera tu nieto
en esta edad, señor, hombre perfeto;
pero apenas nacido, de ocho días,
fué sustento de fieras.
pues, VIVO en paz.
(i) Asi en el original: quizás sea "para" o "¿Pué-
dese".
Emperador.
Justamente,
Conde. ^ ^
Tu vida el cielo aumente.
{Vanse.)
{Salen Carlos, Rosaura y Fenisa).
Rosaura. ¡ Mucho mandas !
Carlos. Para ti,
que tienes poca obediencia.
Fenisa. Rosaura, lo que el rey manda
es justo que se obedezca.
Rosaura. ¿ Qué m^e manda el rey a mí ?
Carlos. Que me quieras.
Rosaura. ¿Que te quiera?
Carlos. Y a ti, Fenisa, te mando
que me dejes y aborrezcas.
Rosaura. Amor no se ha de mandar,
porque es amor influencia
de las estrellas.
Carlos. ' " Los sabios
mandan también las estrellas.
Yo mando a las de tus ojos
que me quieran.
Rosaura. ¡ Leyes nuevas,
pedir el rey a unos ojos
que le quieran !
Fenisa. ¡Bien te quejas!
Pero troquemos, Rosaura :
mándame a mí que le quiera
y aborrecerásle tú.
Rosaura. ¿Quieres tú que me (i) aborrezca
y que te quiera Fenisa?
Carlos. ¿Quién hay que escucharte pueda
tales crueldades, Rosaura?
Pero ya es razón que tenga
su lugar la majestad
que vanamente desprecias.
Mando a Fenisa desde hoy
que me quiera, pues desea
quererme, y que tú me olvides,
pues de olvidarme te precias.
(i) En el orig. : "te", por errata.
224
LO OUE ESTA DETERMINADO
Y porque quiero casarme
será reina, y pues es reina
Fenisa, Rosaura sirva.
Rosaura. ¿Que sirva?
Carlos. ¿ De qué te alteras ?
Fenisa. No ha de ser, Carlos, así;
antes, si reinar me dejas,
y he sido tan venturosa
que ser tu mujer merezca, •
destierra luego a Rosaura
veinte leguas de esta tierra,
que para juzgar mis celos
es gran piedad veinte leguas.
Rosaura. ¿Tú me destierras a mí?
Fexisa. No quiero yo que aborrezcas
al rey en mis propios ojos:
ley es de naturaleza
amar al rey los vasallos.
¿Qué más delito y ofensa
mayor que no le querer?
Consta de historias diversas
que mil le dieron sus vidas;
tú por lo menos deseas
su muerte, pues le aborreces.
Rosaura. Si reináis de esa manera,
¿para qué reináis de burlas?
Decid que reináis de veras.
(Salen Belardo y Fabio.)
Belardo. lE;1 rey nos tiene de oír.
Fabio. Óiganos, enhorabuena,
pues que no hay mejor juez.
Carlos. ¿Qué es esto?
Belardo. Cierta contienda
que traemos Fabio y yo.
Carlos. Pues aquí estoy, proponelda.
Belardo. Yo tenía en mi heredad
un novillo que pudiera
ser aquel segundo signo
que el sol por marzo calienta.
Fuese a la heredad de Fabio,
dond'¿ la vaca morena,
que él la llama deste nombre,
rumiaba las verdes hierbas ;
entró por algunas zarzas,
que amor por peligros entra,
y hame prendado el novillo.
Fabio. Hice bien, para que sepa
que tiene dueño la vaca
y que no ha de hacerla dueña.
Carlos. Rústico Fabio, ¿ a qué efecto
el rudo novillo prendas?
Fabio. ¿No es delito?
Carlos. No es delito;
antes es bien que le debas
la cría que ha de parir.
Fabio. Si juzgas de esa manera,
¿todos los que tienen hijos
en las mujeres ajenas
a sus maridos obligan?
Carlos. ¿Eres hombre o eres bestia?
Fabio. Todo lo debo de ser.
Belardo. Ahora bien; haz que me vuelva
mi novillo.
Fabio. Haz que me pague
unos castrones (i) de jerga
que cuando le fui a prendar
me rasgó con lindas vueltas.
Carlos. ¿Vueltas te dio?
Belardo. Si le pica,
¿qué había de hacer?
Carlos. ' No vengas,
Fabio, aquí con desatinos.
Fabio. Pues manda, Carlos, siquiera
que le corran esta tarde.
Carlos. ¿ Es bravo ?
Fabio. Como una fiera.
Carlos. Pues córranle, porque hoy
quiero que se hagan fiestas
a Fenisa, que he nombrado
por mi esposa y reina vuestra.
Belardo. ¿Es de veras o de burlas?
Carlos. Sea de burlas o de veras,
en los secretos del rej^
no es bien que nadie se meta.
Pon en dos carros un toldo,
Fabio, y de juncia y verbena
cubre las tablas del suelo,
las estacas y las ruedas,
para que en ellos estén
Fenisa y Rosaura.
Fabio. Alegras
el valle con tu alegría. —
Venid con nosotros, reina,
a quien besamos la mano
y prestamos obediencia
como señora del valle. —
¿No vienes, Rosaura bella?
Rosaura. Luego voy.
Fenisa. Venid, pastores.
(Vaiisc Belardo, Fabio y Fenisa.)
(i) Así en el original: quizás "calzones".
JORNADA PRIMERA
'>9
¿Z>
Rosaura. Carlos, tu poca nobleza
conozco de tu mudanza;
que no es noble quien se venga.
Con Fenisa te has casado;
dinie tú qué amante hiciera
tal bajeza por venganza.
Carlos. Las burlas no son bajezas.
¿ Quieres tú reinar conmigo ?
i Ay, cielo, si tú quisieras
quererme como te quiero !
Dile Amor que se arrepienta ;
dile que la adoro sola.
Rosaura. ¡ Desvía, necio, si piensas
que celos me han obligado !
Fenisa tu reina sea,
que quien por otra mujer
tan fácilmente me deja,
no merece amor ni celos.
Carlos. Escucha.
Rosaura. ¿Que escuche?
Carlos. Espera.
Después, aunque de burlas, que me han dado
de aqueste valle el cetro y la corona,
parece que hasta el alma me ha mudado.
i Qué espíritu gentil mi intento abona ?
¿ Quién mueve nuevamente mis sencidos
y la humildad de mi bajeza entona?
¿No» estaban en el campo divertidos
ganados, viñas, trigos y labranza,
y a la alta fama y ambición dormidos?
¿ Quién ha sembrado en mí tantas mudanzas ?
¿ Quién me ha hecho pensar armas y guerras
y sacar de los sueños esperanzas?
¿Pero qué importa que estas altas sierras,
atapados de nieve los oídos,
sentadas para siempre en verdes tierras,
escuchen pensamientos tan perdidos,
de quien se van riendo los cristales
que bajan de sus peñas divididos?
¿ Qué es lo que llaman guerra y generales,
trompetas, cajas^ pífanos, banderas,
espadas, lanzas, armas y reales?
Yo lo imagino en mí no tan de veras
como debe de ser, ni los galanes
soldados de escuadrones por hileras.
Esto de gobernar los capitanes
cuando están los ejércitos enfrente,
presuponiendo turcos y alemanes,
me parece que tengo tan presente,
que por satisfacer este deseo
quiero ordenarlos ignorantemente.
Sean todos los árboles que veo
soldados de un ejército, que emprenden
de una conquisca el singular trofeo.
Los que de aquella parte ramos tienden
a manera de lanzas sean contrarios,
que el paso deste monte nos defienden.
Para poner los medios necesarios
es menester consejos; los consejos,
¿quién duda quj en la guerra serán varios?
Hablen primero los que son más viejos:
— ¿ Paréceles, señores, que acometa,
pues ya las armas son del sol espejos?
— Acometed, pues toca la trompeta.
Salgan ducientos hombres desta parte;
ya el escuadrón contrario se inquieta.
Ya con el sal del belicoso Marte
reciben otros tantos vuestra gente :
entren con orden, que la guerra es arte.
Salgan estos caballos brevemente,
que salen los contrarios animosos.
; Allí socorro, capitán valiente !
— Al arma, al arma, turcos valerosos !
(dice el contrario). El nuestro le responde:
— ¡ A ellos, alemanes generosos !
¡ Aquí, Marqués, aquí ; seguidme, Conde I
Huyendo van. ¡ Victoria ! ¡ Mueran, mueran !
La noche los ayuda, el sol se esconde.
¿Qué es esto? ¿Estoy en mí? ¿De qué me (i)
pensamientos de guerras ? ¿ Estoy loco ? [alteran
¿ De un labrador tan rústico qué esperan,
tan alto imaginar, poder tan poco?
Fabio.
Carlos.
F.\BIO.
{Sale Fabio.)
Todos te están esperando,
y la reina en su balcón,
que ya está el sol envidiando.
¿Qué balcón?
Dos carros son,
que el uno al otro juntando
flores, juncias y espadañas,
rojos lirios, verdes cañas,
tales ventanas han hecho,
que son, con rústico techo,
palacios destas montañas.
El novillo (que a mi vaca
hizo amores), tan valiente,
fuego de los ojos saca,
que ni las garrochas siente
ni con los silbos se aplaca.
(i) En el original: "se", por errata.
15
226
LO OUE ESTA DETERMINADO
Carlos.
Como el campo se le antoja,
la barba en las tapias hinca,
¡ Voto al sol aus si se enoja
que han de ver cómo las brinca
y que en la plaza se arroja!
Pascual, que no suele dar
en correr y aun en volar
ventaja a los aires frescos,
por no guardar los grigüescos
dio risa a todo el lugar.
Ven, para que des licencia;
verás que no le acobarda
ni hierro ni resistencia.
Voces dan. ¿Qué es esto? Aguarda,
que me parece pendencia.
{Salgan los pastores que puedan con garroclias,
TiMBREo con un chuso-)
Belardo. ¡ Preso digo que has de ser !
TiMBREO. ¡ Yo no quisiera matalle !
Carlos. ¡Hola! ¿Qué es eso?
Belardo. Señor,
vuestra majestad le mande
que se dé a prisión.
Carlos. Timbreo,
¿qué has hecho?
Timbreo. Si por guardarme
maté al novillo, ¿qué debo?
Carlos. ¿ Pues es bien que tú le mates
y que nos quites la fiesta ?
Timbreo. No pude (ansí Dios te guarde)
detener el chuzo al golpe.
Carlos. Prendedle hasta que le pague.
Timbreo. ¿ Cómo prenderme? En las burlas
manda tú, mientras te hacen
para sólo entretenerse
rey los pastores del valle ;
pero en las .cosas de veras,
en la villa hay dos alcaldes,
que si yo fuere culpado
allá sabrán castigarme.
Carlos. ¿Hay tan grande atrevimiento?
Timbreo. ¿Este te* parece grande?
¿Pues no eres tú rey fingido?
Carlos. Pues, villano, ¿agora sabes
que aun siendo fingido el rey
debe siempre respetarse,
y que basta sólo el nombre
y la sombra de su imagen?
En oyendo decir rey
no preguntes quién le hace,
pues lo son cuantos le sirven
Timbreo.
Carlos.
Timbreo.
Carlos.
Fabio.
'Carlos.
Fabio.
Timbreo.
Fabio.
Timbreo.
Carlos.
de justicia en las ciudades.
¿No dicen: "¡Ténganse al Rey!"
cuando no quieren que pase,
y se tienen, aunque está
en sus palacios reales?
Pues, villano, tente al rey,
que basta que me lo llamen
para que tengas respeto.
Yo no pienso respetarte
más que en lo que pide el juego.
¿ Esto lo sufro ? ¡ Azotadle !
¿Cómo azotar?
¡ Suelta el chuzo,
o vive Dios que te mate !
¿ Cuántos mandas que le den ?
Dalde tantos, que le salte
la sangre.
Timbreo, perdona.
¿ Burlaste ?
¡ Lindo donaire !
Mientras que se burla o no,
te pienso poner las carnes
como ruedas de salmón.
¡ Señor !...
¡ No hay señor ! ¡ Llevaldc !
{Vanse.)
{Salen con ruido da caza el Conde, el Empekadoe
y gente.)
Emperador.
¡ Qué notable aspereza de montañas I
Conde.
No puede ser mayor si consideras
las fieras que la habitan, más extrañas
que las del indiano Gange en las riberas.
Emperador.
Aquí pudiera Alcides sus hazañas
hacer mayores derribando fieras.
Conde.
Y aquí puedes ser tú segiuido Alcides
si tu valor con tus hazañas mides. •
Emperador.
Ninguna fiera tiene aqueste monte
que iguale a las reliquias de mi nieto,
ni en cuanto nos descubre su horizonte
si viviera animal tan imperfeto.
La parte. Conde, a señalarme ponte
en que le diste muerte.
JORNADA PRIMERA
227
Conde.
¿De qué efecto
puede servirte su memoria agora,
cuando Alemania su heredero llora?
Emperador.
¿Es poco verme libre de un tirano?
Conde.
Aquí, señor, le truje; este es el puerto
donde en su vida ensangrenté la mano,
por tu servicio a tal crueldad dispuesto.
No las flores de nácar al temprano
almendro arrebató cierzo tan presto,
ni ansí cayó la blanca dormidera,
marchita al sol, que en 'julio persevera,
como el pecho inocente al golpe duro
del acero cruel, que volvió rosas
las azucenas, que bañaba el puro
rojo licor a manchas tan hermosas.
Aún agora, señor, tierno, procuro
el paso resistir a las piadosas
lágrimas y no puedo ; algunas caen,
tal es la fuerza que del alma traen.
Emperador.
Dejemos esto, y dime qué has sabido
del fiero jabalí que a matar vengo.
Conde.
Que un labrador valiente y atrevido,
de cuyo nombre alguna fama tengo,
con un venablo le dejó tendido.
Emperador.
Pues de esa suerte, ¿para qué prevengo
cazadores y redes?
Conde.
Otras fieras
te ofrecen estos montes y riberas.
(Dentro.)
Timbkeo. ¡ Traidor Carlos, yo iré donde
tu maldad castigarán !
Emper. Parece que voces dan
entre estos álamos. Conde.
Conde. No se quejando mujer,
no mueve a tanto cuidado.
Emper. En un monte me le ha dado ;
Rodxilfo, ¿qué puede ser?
Conde. Ya de los álamos sale
maltratado un labrador. —
Detente.
(^Sale TiMBREO.)
Timbreo. ¿Quién sois, señor?
Conde. Todo el Imperio te vale.
Aquí está Su Majestad.
Timbreo. ¿El Emperador?
Conde, ¿ Qué dudas ?
Timbreo. Toda mi tristeza mudas. —
Señor, justicia y piedad:
justicia para un traído i",
piedad para mí.
Emper. ¿Quién eres?
Dime el caso y no te alteres.
Timbreo. Estadme atento, señor.
Los verdes campos en quien
se funda esta gran montaña,
como las venas de un cuerpo
se siembran de humildes casas.
Todas son de labradores;
pienso que viniendo a caza
habréis visto algunas veces
sus ganados y labranzas.
En fin, el valle de Cleves
todo este contorno llaman,
fértil de valientes mozos,
dispuestos para las armas. ■'
Entre ellos el que mejor
los pensamientos levanta
a empresas dificultosas,
en que hace a todos ventaja,
mató Un fiero jabalí
a quien sujetos estaban,
• como a tempestad los campos,
hasta la fruta en las ramas.
Hiciéronle rey por esto,
y vino a tanta arrogancia
como si fuera de veras
la obediencia que le daban.
Mandó hacer fuentes de arroyos
que de la alta sierra bajan,
donde las mujeres pueden
coger fácilmente el agua.
Mandó que los labradores
tuviesen lanzas y espadas;
hizo escuadrones las fiestas
y mandaba ejercitarlas.
Ha hecho para los toros
una plaza grande y llana,
donde hace también que diestros
luchen y tiren la barra.
¡ Ay del que no le obedece !
Pues porque yo esta mañana
dije que era rey de burlas
é
228
LO OUE ESTA DETERMINADO
me respondió que bastaba
para respetar al rey
el nombre que le llamaban.
Finalmente, me mandó
azotar atado a un baya,
donde sus fieros ministros
me han escrito en las espaldas
con dos manojos de mimbres
la historia de sus hazañas.
Emperador.
' ¿Hay cosa semejante?
¡ Vive el cielo, Rodulfo, que me ha hecho,
con ser como un diainante,
temblar el alma y afligir el pecho,
y con penas mayores
a mis sosechas añadir temores !
Parte por el villano
que tiene tan extraño pensamiento.
TlMBREO.
En este verde llano
quedaba agora.
Conde.
Voy, y no contento,
que temo que éste sea
a quien Enrique tanto mal desea.
Mas no será posible,
que bien sé yo que es muerto.
{Vasa el Conde.)
Emperador.
¡ Extraño caso !
¡ Ay, cielo inaccesible,
para vuestros secretos no halla paso
la corta humana ciencia,
ni a vuestra voluntad su resistencia !
Pero si el desengaño
llegare a hacer verdad lo que imagino,
remedio tiene el daño,
pues le podré matar. ¡ Qué desatino,
qué vil temor, si es cierto
que a manos de Rodulfo quedó muerto !
(Salen los pastores y Carlos, y
dores.)
el Conde y ca.::a-
Conde.
Belardo.
Conde.
Llegad todos a sus pies.
Gran señor, si os ha enojado
la relación que os han dado,
sabed que de burlas es.
Tú, que la culpa tuviste,
¿cómo llegas el postrero?
Carlos. Porque ver despacio quiero
el Rey que a ver me trujiste.
Conde. ¿Pues qué tienes tú que ver
en el Rey? ¿Qué estás mirando?
Carlos. Quiero saber si imitando
le he podido parecer.
Emper. ¿Eres tú aquel labrador
fingido rey desta villa?
Carlos. Yo soy.
Conde. Hinca la rodilla.
Carlos. ¿ Cuándo habéis visto, señor,
que un rey a otro rey se humille ?
Emper. ¿ Hay tan- vana presunción ?
Conde. ¿ El de burlas no es razón
que al de veras se arrodille ?
Carlos. Ansí, señor, es verdad:
esto, finalmente, es juego.
Déme los pies.
Conde. Llega.
Carlos. Llego. —
Vuestra invicta Majestad...
Emper. Espanto me ha dado el verte.
¿ Tu nombre ?
.Carlos. Carlos, señor.
Emper. Creciendo va mi temor. —
¿Carlos tú? ¿Pues de qué suerte,
:siendo un pastor, te llamaron
Carlos, nombre para vm rey ?
Carlos. Si lo soy, fué justa ley,
y no presumo que erraron.
Emper. ¿Dónde está tu padre?
Carlos. Es muerto.
Emper. ¿Y siempre aquí te crió?
Carlos. No he visto más tierra yo
que aqueste monte desierto.
Emper. ¿Por qué mandaste azotar
a este mozo ?
Carlos. Fué razón.
que al rey en toda dcasión
se ha de obedecer y amar.
Emper. No eras tvi rey.
Carlos. Un retrato
de un rey es menos que yo,
y pues no me respetó,
como merece le trato.
Porque si de piedra viera
la imagen de un rey, bastara
para que la respetara
y que temor la tuviera.
Y es más llano que la palma
que el castigo mereció,
pues más soy que piedra 3'o,
i
JORNADA PRIMERA
229
Emper.
Carlos.
Emper.
Conde.
Emper.
Conde.
Emper.
Conde.
Emper.
Conde.
Emper.
Conde.
Emper.
Conde.
Emper.
Carlos.
Emper.
que al fin soy un rey con alma.
Y por decirle verdad,
no lo hiciera si creyera
que había de haber quien pidiera
tal cuenta a la majestad.
Que del bien o el mal de acá
por cosa cierta tenía
que sólo Dios les pedía
cuenta a los reyes allá.
Muy bachiller me pareces.
Todo esto, señor, ha sido
sólo haberte entretenido,
ya que a los campos te ofreces.
Rodulfo.
Señor.
¿Que es esto? ,
¿Pues qué quieres tú que sea?
Un labrador bien hablado,
que hasta la más corta aldea
produce algún hombre aparte.
¿ Pues hay aquí diferencia
deste rostro al de mi hija?
No es posible que parezca
este rudo labrador
a su divina belleza.
Ea, Conde, que estás culpado
en la lealtad y obediencia ,
y porque no te castigue
lo que es tan claró me niegas.
Ea, habla. El rosto, el semblante,
es de Leonora.
No tengas
de mi lealtad, pues no es justo
sin causa injusta sospecha.
Tu nieto es muerto, señor;
no es posible que éste sea.
¡ Mientes, Conde ; este es mi nieto 1
Señor...
Invenciones deja.
Bien sabes tú que los hijos,
por ley de naturaleza,
parecen más a las m.adres,
como a los padres las hembras.
Este es un vivo retrato
de Leonora.
Si éste fuera,
no te le trujera el cielo
donde matarle pudieras :
que él le supiera guardar.
Carlos.
Señor.
Mal te empleas
en los campos. Ven conmigo,
porque desde agora puedas
ejercitar el valor
en actos de más' nobleza.
Carlos. Beso mil veces tus pies.
Conde. Cielos, a piedad os mueva
la que tuve en este monte
con tan humilde inocencia !
Aplacad al fiero Enrique,
que los temores que lleva
no me aseguran la vida.
Fabio. En fin, ¿te vas y nos dejas?
Fenisa. ¡ Ay, cielos ! ¿ Adonde vas ?
Rosaura. Carlos, oye.
Carlos. En tanta fuerza,
Rosaura, ¿qué puedo hacer?
Rosaura. Oye aparte.
Carlos. . Puedo apenas.
Rosaura. Cuantos desdenes has visto,
cuantas vanas resistencias,
fueron prueba de tu amor
y celos de mis sospechas.
Como el alma te he querido,
que sola, Carlos, tu ausencia
pudiera en mi condición
confesar.
Carlos. ^li bien, espera.
Di Iq demás.
Ros.AURA. No es posible,
las lág-rimas no me dejan.
Carlos. En las niñas .de los ojos
se le quedaron las perlas.
Fenisa. ¿ Puedo yo hablarte ?
Carlos. No sé,
que allí llora quien me lleva
el alma.
Fenisa. ¡ Carlos, traidor,
con desprecios me consuelas !
Fabio. Aunque rústico, no puedo
dejar de darte mis quejas.
Ya sabes nuestra crianza.
Carlos. Antes te ruego que vengas
a acompañarme en la 'Corte.
Fabio. Dame mil veces la tierra
de esos pies.
Carlos. . Adiós, montañas ;
adiós, prados ; adiós, selvas ;
que ya vuestro rey de burlas
os quita otro re}^ de veras.
(-^^)
230
LO OUE ESTA DETERMINADO
JORNADA SEGUXDA
{Salen el Emperador, el Coxde Rodulfo y Octavio.)
Conde. Que te has de ablandar espero
por lo que Carlos merece.
Emper. ¿ Que tan gallardo parece
en traje de caballero?
Conde. Es un traslado, señor,
de lU heroica gentileza.
Emper. - Quitándole la cabeza,
me parecerá mejor.
Octavio. No es cosa digna de ti;
fuera de que puede ser
no ser tu nieto y poner
la mano en su sangre ansí.
Será incitar la piedad
del cielo con su inocencia.
Emper. ¿ Pues en qué se diferencia
de mi Leonora?
Conde. Es verdad;
pero si tu entendimiento
se diese alguna razón
que fuese satisfacción
de todo tu pensamiento,
¿matarías a Carlos?
Emper. - No.
Mas- ¿qué razón puede haber
bastante a satisfacer
lo que estoy temiendo 3'o?
Conde. Octavio y otros la han dado
por justa seguridad
de tu vida y majestad.
Emper. La afición os ha engañado.
Conde. ¿ Qué temes ?
Emper. Que cuantos sabios
^ tiene Alemania dijeron,
cuando el nacimiento vieron
« des te autor de mis agravios,
>* que me había de quitar
el imperio.
Conde. Pues advierte
que se cumplió.
Emper. ¿De qué suerte?
Conde. ¿Pues no le viste reinar
entre aquellos labradores
cuando al villano mandó
que le azotasen?
Emper. Si yo
puedo perder mis temores
con quitalle aquí la vida,
^ ¿quién me mete en presumir
que se viniese a cumplir
en su corona fingida
la que temo verdadera?
Octavio. ¿Matar un ángel, señor,
obedeciendo al temor
que en tu valor persevera,
}• en ofensa de quien eres?
Conde. Obligue a tu Majestad
el ver que desta piedad
el favor del cielo infieres,
3^ el contento y alegría
que Leonora, mi señora,
ha de tener viendo agora
- la prenda que 3'^a tenía
muerta en su imaginación.
Emper. Vuestro consejo me agrada
tanto, que envaina la espada
de mi justa indignación.
Conde. Reinando Carlos se vio
entre villanos; \x) vi
su cetro, y pienso que ansí
cuanto han dicho se cumplió.
Ya no queda qué temer.
E:mper. De suerte estoy satisfecho,
que has obligado mi pecho;
mercedes te quiero hacer:
hov has de comer conmigo.
Conde. ¿Yo, señor?
Emper. Conde, es muy justo
honrai'te, estimar tu gusto
y tenerte por amigo,
Carlos irá presto a ver
a sus padres.
Conde. Tú verás
como te aseguras más
3' que no hay más que temer.
Ladislao, su padre, es pobre :
¿qué aliento, qué gentileza
quieres que en tanta pobreza
Carlos, desterrado, cobre?
Emper. Bien dices; a pocos días
que esté aquí se le enviaré.
Ven a comer.
{Vase el Emperador.)
Conde. H03' pondré
fin a las sospechas mías. —
Octavio.
Octavio. Conde.
Conde. ¡ Oh qué bien
se le ha quitado el temor !
Octavio. Era injusto en su valor
3^ en su religión también.
TORNADA SEGUNDA
231
Conde. Vete con él, porque a mí
por sospechoso me tiene.
Octavio. Tnocentc Carlos viene :
vivirá Carlos por ti.
(Fase.)
Conde.
i Hayas del monte, en que piedad tan justa
dio vida a quien mataban los consejos
de un astrólogo vil; sombrosos tejos,
que infame vistes la grandeza augusta;
encina, en cuya bárbara y robusta
corteza vi sus ojos como espejos,
a los rayos del sol surtir reflejos,
lágrimas de que el ciclo tanto gusta,
¿qué se hizo el niño, que al llorar suave
movió las piedras ? ¿ Quién le puso el nombre ?
¿Quién le guardó, si es éste ilustre y grave?
Pero no será justo que me asombre,
que lo que guarda Dios El mismo sabe
cómo se libra del poder del hombre.
(Salen Carlos y Fabio en hábito de cortesanos.)
Carlos. ¿Tanto te afliges?
Fabio. " Xo sé
cómo lo pueda sufrir.
Carlos. Pues aquí se ha de vivir
desta suerte.
Fabio. Xo podré,
si me da el Emperador
un reino, tener dos días
estas calzas y estas chías.
Carlos. ¡ Bien se te luce el valor !
!Mira que todas las cosas
son costumbre y ejercicio,
sea en la virtud o el vicio.
Fabio. En ti, Carlos, son forzosas
y parecen naturales ;
pero en mí violencias son.
Conde. O nace de mi afición,
o él tiene prendas reales.
¡ Qué persona ! ¡ Qué presencia !
Carlos. Aquí está el Conde.
Fabio. Es verdad.
Carlos. Ponte grave.
Fabio. Es necedad
y en mi talle im-pertinencia.
El que saben que es villano,
¿para qué se hace señor?
Porque el humilde al favor
va por camino más llano.
X^adie se suba más alto
loxde.
; Carlos.
I Conde.
Carlos.
Carlos.
Conde.
Carlos.
Conde.
Carlos.
Fabio.
Carlos.
, Fabio.
i Carlos.
Fabio.
I Carlos.
de lo que puede alcanzar,,
porque no se venga a hallar (i)
del favor del cielo falto.
Que los que no consideran
dónde los soberbios paran,
menos aprisa bajaran
si mas aspacio subieran.
Carlos, ¿cómo va de traje?
Ya, señor Conde, lo veis.
Parece que le tenéis
por nobleza y por linaje;
de suerte que no parece
que otro tuvistes jamás.
Para que me anime más
vuestro valor me engrandece.
Muy contento está de vos
el Emperador.
Lo creo,
que ha visto mi buen deseo.
Dios os guarde.
Guárdeos Dios.
¡ La gravedad y el valor
que muestra! ¿Qué dudo ya?
El es; de su parte está
la piedad contra el rigor.
(Vase.)
Este ilustre caballero
es el que me honra aquí
con más gusto.
Cuando en ti
tanto valor considero,
naturaleza me admira : -
almas, en efecto, son
fin, grandeza y perfección,
que lo demás es mentira,
¿ Cómo hablas de ese modo
til que ayer el campo arabas?
Y tú que ayer le pisabas,
¿ cómo eres un rey en todo ?
Este libro de palacio
me enseña.
También a mí.
Aunque ha}-- escuelas aquí,
requiere su estudio espacio.
{Sale Rosaura con sombrero, rebociño, y un velo por
, el rostro, y una cestilla en el brazo.)
Rosaura. X'o seré tan venturosa.
Pocas veces amor tiene
tanta ventura.
(i) En el texto : "hablar", por errata.
oqo
LO QUE ESTA DETERMINADO
Fabio. Aquí viene
una labradora hermosa.
Rosaura. ¡ Ay, Dios ! ¿ Si es aquél ? No es él.
Mas, ¿qué dudo? ¡Oh cuánto muda,
que todo es mudanza en él !
Para mi daño le encuentro
mudado y desconocido,
si corresponde al vestido
el alma que tiene dentro.
Carlos. Aunque en este traje estoy,
me voy, Fabio, tras mi aldea.
Fabio. ¡Cosa que Rosaura sea!...
Carlos. ¡ Ay, cielos, a hallarla voy !
Justamente cubre el velo, -
labradora celestial,
ese rostro, al cielo igual,
para que se mire el cielo,
que deslumhrará la vista
su luz.
Rosaura. ¿ Ya habláis cortesano ?
Carlos. ¡ Rosaura !
Rosaura. Tened la mano.
Carlos. No quiere amor que resista
con el respeto el placer
de haberte visto, señora.
¿Dónde desta suerte agora?
¿Por dicha viénesme a ver?
¿ Es esto para que crea
lo que partiendo decías,
que secreto amor tenías?
¿Cómo dejas el aldea?'
¿Cómo vienes a la Corte?
¿ A quién buscas ? ¿ Dónde vas ?
¿Qué puede haber donde estás
que tanto a tu vida importe?
Rosaura. ¡ Notable modo de amar :
declararse ausente el bien !
¡ Ay, Carlos !
Carlos. Yo vi también
llover un cielo o llorar.
Y aunque es verdad que pudiera
darme lágrimas venganza,
antes puse mi esperanza
en que verdaderas eran.
Que cuando una mujer llora
por hombre que ha de perder,
señales deben de ser
de que le estima y adora.
Rosaura. Sí estimo, Carlos, pues ya
contigo me declaré;
fuerza de tu ausencia fué,
pero ya vencida está.-
Que aunque es verdad que he 11o-
el bien de haberte perdido, [rado
tal el imposible ha sido
que en parte ihe he consolado.
Que no me pudo obligar
a lo que miras agora,
pues sola ima vez se llora
lo que no se ha de cobrar.
Vine a la ciudad acaso,
y aquí de camino a verte.
Carlos. ¡ Que aún me trates desta suerte !
¿ Hay tal desdén ?
Rosaura. Habla paso,
que vengo a restituirte
ciertas prendas que tenía
tuyas el último día
que pienso verte y oírte.
Desconfiada de hallarte
entre tanta ilustre gente,
esta cestilla en presente
pensaba, Carlos, dejarte.
Poro ya que estás aquí,
allá lo verás mejor,
que son prendas de tu amor
y ya no son para mí.
Estos dos zarcillos son
que en' una lucha ganastCj
y con Fabio me enviaste ;
este papel, la canción
que en mi alabanza escribiste,
y que a mi puerta cantó
Silvano, aunque entonces yo
gustaba de verte triste;
estas cintas unas fiestas
me presentaste viniendo
de la ciudad, presumiendo
menos amor que me cuestas,
y éste un lienzo en que venían
algunas frutas y flores,
que con diversos colores
cuadros de jardín le hacían.
Quien esto, Carlos, guardaba,
no estaba libre de amor,
que nunca guardó favor
quien al dueño no estimaba.
Hasme' dejado a la muerte,
y en última voluntad
te vuelve a dar mí verdad
las prendas que no han de verte.
Y pues [que] ya te persuades,
adiós, que en tu guarda sea,
que mejor es ima aldea
JORNADA SEGUNDA
0"^':
Carlos.
Faeio.
Carlos.
Fabio.
para llorar soledades.
(l'asc.)
¡ Eso no ! Detente, mira...
¿No ves que el aire detienes?
¡ Ay, verdaderos desdenes 1
¡ Ay, amor, todo mentira !
¿Has visto tal condición,
Fabio, en ninguna mujer?
Suelen algunas querer,
y quieren con invención;
que todo es fingir desden,
dar pesares, dar enojos,
y el corazón en los ojos
afirma que quieren bien.
Yo te digo que ella, venga
más de mil veces aquí.
Si ella viene, Fabio, a mí
no quiero que amor me tenga .
Hay aquí mil caballeros :
peligro corre su honor.
Eso no, que su rigor
tiene divinos aceros.
¿Oro y diamantes qué harán?
Quedar necios y vencidos.
¿Pues no serán admitidos?
De la virtud no podrán.
Con mujeres de valor
nunca puede el interés ;
el amor sí, que al fin es
oro del alma el amor.
De cien mil mujeres una
no ?;c rinde de ese modo;
amor sí lo vence todo,
que el interés a ninguna.
(Salen el Emperador, el Conde ;v' Octamo y criados.)
Conde.
De la merced, señor, que he recibido
este dichoso día de tu mano,
quedaré para siempre agradecido.
Emperador.
Conde, los caballeros que se precian
de ser leales al señor que sirven,
merecen estas honras y otras muchas.
Conde.
¿ Pues qué mayor que merecer tu mesa ?
Carlos.
Fabio, vente conmigo, que no puedo
dejar volver así mi amada ingrata.
Carlos.
Fabio.
Carlos.
Fabio.
Carlos.
Fabio.
que amando y olvidando siempre mata.
Fabio.
Tanto afligirte su desdén desea,
que ya debe de estar junto al aldea.
(l'aiise Carlos _v Fabio.)
Emperador.
¿Has comido a tu gusto?
Conde.
No presumo,
dejando aparte, gran señor, la honra,
que pudieron los Césares romanos,
de quien se escriben mesas tan espléndida:',
hallar tal variedad y tal grandeza.
Emperador.
Antes te engañas, que una cosa sola
has comido en mi casa; bien que ha sido
de diferentes modos.
Conde.
En mi vida
pude decir que estuve más contento.
Emperador.
Pues todo ha sido un animal, que en parte
has comido en guisados diferentes. —
¡ Hola ! Traedle luego la cabeza.
Conde.
Si fuera ave, pensara que era el Fénix;
siendo animal, no sé cuál es; mas creo
que excede al pensamiento y al deseo.
(Trae Octavio en una fuente una cabera de un niño
cubierta con un tafetán.)
Octavio. Aquí está ya la cabeza.
Emper. Descubre ese tafetán.
Conde. ¡ Grandes temores me dan !
¡ Desmáyame la tristeza !
Emper. ¿Conócesla?
Conde. Tu grandeza,
si el temor no me ha engañado,.
mi propio hijo me ha dado.
Este es mi hijo, señor,
que el cabello y el dolor
me )o han dicho y declarado.
¿Qué quiso tu Majestad
hacer en esto conmigo?
Emper. Conde, un ejemplar castigo
de tu injusta deslealtad.
Al Rey tratalle verdad.
234
LO QUE ESTA DETERMINADO
Conde.
servirle con esperanza
del premio que el bueno alcanza ;
que de quien el Rey se fía
es traición y alevosía
engañar su confianza.
Aquel niño que te di
dejaste vivo, Rodolfo,
y a mí de miedo en el golfo
que estoy pasando por ti;
por eso tienes aquí
el castigo que mereces.
Aprende para otras veces,
que los reyes bien sex-vidos
han de ser obedecidos
como supremos jueces.
Al rey, que puede mandar
y lo que quisiere hacer,
sólo se ha de obedecer,
que no se ha de exajminar.
Si te mandara matar
tu hijo, en dolor tan fuerte
disculpa el amor advierte;
pero en las prendas mías,
¿qué sacrificio me hacías
para excusalle la muerte?
(Va^e con los criados.)
Bien, dicen que un gran dolor
ocupa de suerte el alma,
que está el sentimiento en calma,
y más si es dolor de amor.
¿ Qué romano Emperador
quieres, arrogante Enrique,
que a tus crueldades aplique?
¿Cuál canto darán mis ojos
con que mis peaias y enojos
a cielo y tierra publique ?
i i\y, hijo de mis entrañas,
que habéis vuelto a estar en ellas,
poderoso a enternecellas
si fueran duras montañas !
i Qué dos tan varias hazañas
hay en Enrique y ^n mí !
La vida a su sangre di
y él a mi vida la muerte,
que dice que desta suerte
traidor y rebelde fui.
¿ Qué haré, cielos ? ¿ Si podré
vivir en tanto tormento?
Todos viven con sustento,
y yo con él moriré.
¿ De aué suerte ver podré
a la Condesa mi esposa?
¿Podré escucharla quejosa?
¡ Cielos, cielos, socorredme,
o matadme, o detenedme
para una hazaña piadosa !
(Sale Carlos.)
Carlos. ¿Dónde vas con tal furor?
Conde. Carlos, tú solo pudieras
detener las manos fieras
de un hombre ciego de amor.
Carlos. ¿Pues tú con tanto furor?
Conde. No voy menos que a matar
a Enrique.
Carlos. í No has de pasar
desta puerta, vive el Cielo !
Conde. ¡ Bien pagas mi justo celo !
Carlos. ¿Pues qué te debo pagar?
Conde. Retírate y dame aquí,
Carlos, atención un rato,
que no pagarás, ingrato,
lo que padezco por ti.
Carlos. Sosiégate.
Conde. Escucha.
Carlos. Di.
Conde. Ten secreto, que te importa
la vida.
Carlos. El prólogo acorta,
que hay más que piensas en mí.
Conde. Carlos, el bárbaro Enrique,
que no merece otro nombre,
señor deste grande Impc^-io,
cabeza de todo el orbe,
sólo una hija ha tenido;
la cual, soñando una noche
que de su pecho salía
una vid alta y conforme,
cuyos lazos adornaban
toda Alemania, informóse
de astrólogos, que dijeron
que aquella vid sería un hombre
que le quitaría el cetro.
Enojado el Rey eaitonces,
casó a Leonora su hija
con un caballero pobre,
porque lo que del naciese
tuviese iguales acciones.
Pero volviendo a soñar
otras quimeras disformes,
aguardó el parto, esforzando
los sabios más sus temores.
Parió Leonora, y Enrique,
JORNADA SEGUNDA
235
siendo su paje, llamóme,.
y encargándome el secreto,
con iguales prevenciones,
me dio el niño en unos paños,
para que, llevado a un monte,
con su muerte perpetrase
una maldad tan inorme.
Tomé el pequeñuelo infante
sin mtención que le corte
solo un cabello mi espada,
por más que el temor me asombre.
Llego al pie de la montaña,
entre las once y las doce,
para trasladar al niño
desde mis brazos a un roble.
Mas él, con los ojos bellos
tan tiernamente miróme,
que parece que me estaba
diciendo dulces amores :
"¡ Ay, Conde, tenme en los brazos;
tenme, no me dejes. Conde;
mira mi inocencia humilde,
alma tengo, no me arrojes!"
Yo entonces, tierno muchacho,
con dos fuentes a sus soles
ofrecí lágrimas tristes
diciendo: "¡Mi bien, no llores!"
Torno a cogerle en mis brazos,
y porque nadie me tope
hacia todas partes miro
entre tantas confusiones.
Allí bramaba (i) una fiera;
allí por las peñas corre;
allí de los dos al llanto
piadoso el eco responde.
Ya se mostraba en las nubes, '
Carlos, la luna triforme,
y apenas el sol cubría
las líneas del horizonte,
cuando al descender un valle
un labrador me socorre,
conocido de mis padres
y conocido en la corte.
'Encubro al niño ; mas él,
con lágrimas descubrióse.
Dígole que es de una dama,
y entre los brazos le coge,
porque su mujer había,
con excesivos dolores,
parido un muchacho muerto,
(i) En el original: "brava", por errata.
y quiere que así le cobre.
Pasados algunos días,
que no hay cosa que no borré
el tiempo, que los sucesos,
como el mar las naves sorbe,
serví al Rey en la Valaquia,
y fui de sus escuadrones
general algunos años
contra los turcos feroces.
Cáseme, volviendo a Cleves,
que quiere Enrique que honre
mi casa y antigua sangre
la Duquesa de San Jorge.
Dióme el cielo un hijo, Carlos,
que era destos ojos norte.
Aquí te ruego, ¡ ay de mí !,
que las lágrimas perdones.
Diéronle noticia a Enrique
que andaba por estos bosques
un jabalí, más cruel
que el que dio la muerte a Adonis.
Salió a matarle arrogante,
cuando tú, rey de pastores,
mandaste que a un labrador,
por inobediente, azoten.
Quejóse al Rey; lo demás
ya lo sabes. Convidóme
hoy a comer. No te admires
que a estar loco me provoque,
pues al fin de la comida
me dio por sangriento postre
la cabeza de mi hijo,
diciendo: "¡Infame, esto come
quien no obedece a los reyes
y en tal confusión los pone !"
Yo entonces, que en referirlo
el corazón se me rompe,
respondo humilde; él me deja
a que del alba desfogue
por los ojos el veneno.
Resuélvome, dando voces,
a darle muerte; mas quiere
el cielo que me reporte.
Tú eres, Carlos, este nieto
de Enrique; tú, Carlos noble,
hijo de Leonor, su hija.
Escucha y no te alborotes :
mira que quiere matarte,
ya sus crueldades conoces,
porque teme que si vives
de su imperio te corones.
Y advierte que aunque es tu sangre
236
LO OUE ESTA DETERMINADO
no hay pórfido, jaspe o bronce
como sus duras entrañas.
El cielo tus años logre,
que si no es que tu fortuna
su fiera envidia interrompe,
espero que su laurel
tu frente dichosa adorne.
Carlos. ¿Cómo podré responderte?
¿ Con qué voz quieres que hable,
en confusión tan notable,
de mi vida y de mi muerte?
¿ Nieto soy de Enrique, y yo
hijo de Leonora? i Ay, cielos!
¿ Qué necia envidia, qué celos
tan cobardes admitió
en su loco pensamiento,
por consejos de hombres vanos,
para ensangrentar las manos,
sin razón, sin fundamento,
en mí inocencia, en efecto,
de los cielos defendida?
Conde. En peligro está tu vida:
huye, Carlos, con secreto.
No te puedo acompañar ,
por no dejar la Condesa;
Dios sabe lo que me pesa.
Carlos. Si el Rey me quiere matar,.
¿ a-dónde tengo de huir ?
¿ Qué fuerzas puedo tener
que me puedan defender?
Conde. Temo que nos han de oír.
Hablemos, Carlos, después,
que si me viese contigo
ha de pensar que te digo,
por venganza o interés,
toda la pasada historia.
Carlos. Si yo vivo, tú verás
que el hijo muerto hallarás
en m.i obligada memoria;
porque seré eternamente
tan hijo tuyo en amor,
que se te olvide el dolor
de aquella sangre inocente.
Conde. Con lágrimas respondiera
a tu tierno ofrecimiento
si para mi sentimiento
lugar el temor me diera.
Los cielos, Carlos, te den
vida a tu inocencia igual.
(Vase.)
Carlos. ¡ Qué aprisa que viene él mal !
j Qué despacio llega el bien !
A un tiempo sé la grandeza
de mi sangre y la ocasión
de mi muerte sin razón.
¡ Oh error de Naturaleza !
¿Que persiga la crueldad
de un padre a un hijo inocente
por conservar vanamente
del cetro la majestad?
¿Qué haré? ¿ ]\Ias qué puedo ha-
si mi vida a un rey ofende? [cer
Si el cielo no me defiende,
¿quién me podrá defender?
(Salen el Emperador y Octavio.)
Octavio.
Aquí está Carlos.
Emperador.
Pienso que conoces,
Carlos, mi amor.
Carlos.
Tus pies invictos beso,
que de estado tan vil me has levantado
a la grandeza de tan noble estado ;
mas yo te digo que jamás me olvide
de los principios de mi humilde vida :
del monte, de la selva y los pastores,
para más humildad de mi bajeza,
ajjnque me pongas en mayor grandeza.
Emperador.
Carlos, porque tu buen entendimiento
me obliga a honrarte por el mismo estilo,
sabe que quiero darte oficio noble
de embajador, que es muy conforme en todo
a tu genio y valor, término y modo.
No cosas de república, que ignoras,
enseñando a pastores, como dices;
ni contratos de paces y de guerras,
suspensión de armas o volver de tierras.
A Leonora, mi hija, y sola mía,
tengo casada, Carlos, en Hungría;
que la visites de mi parte quiero,
y a Ladislao, un noble caballero,
cuya virtud le dio tan alta prenda.
Carlos.
Aunque de tal oficio soy indigno,
haré con obediencia y con cuidado
lo que me mandas.
JORNADA SEGUNDA
237
Emperador.
Parte, que las cartas
y todo lo denlas tienes a punto.
Carlos.
Tus pies beso mil veces. — ¡ Cielo santo,
dejadme ver mis padres ! Mas sospecho
que es ocasión para pasarme el pecho.
I\Ias como llegue ya donde los vea,
venga la muerte, y lo que fuere sea.
{T'asc Carlos.)
Emperador.
¡ Qué contento que parte !
Octavio.
Está inocente.
Emperador.
Con mi seguridad no hay inocencia.
Octavio.
Su ingenio, su virtud y su persona
eran dignos, señor, de tu corona.
Emperador.
Octavio, la obediencia y el silencio
son los preceptos, las mejores leyes
para servir, para obligar los reyes.
(Al irse el Emperador sale el Conde y detiene a
Octavio.)
Conde. ¡ Ce, Octavio, Octavio !
Octavio. ¿ Quién es ?
Conde. El Conde soy.
Octavio. Conde amigo,
el cielo mismo es testigo
que supe el caso después
de haber Enrique mandado
ponerle en ejecución,
y que tu pena y pasión
he reprendido y llorado.
Ya es hecho ; mira el valor
a que te obliga quien eres.
Conde. ¡ Ay, Octavio, ya no esperes
valor en tanto dolor !
Pero ya por mi lealtad,
ya por mi poco poder,
respeto es fuerza tener
a la mayor majestad.
Lo que quería de ti
es saber adonde envía
a Carlos.
Octavio.
Conde.
Octavio.
Conde.
Octavio.
Conde.
Octavio.
Conde.
Octavio.
Conde.
Octavio.
Conde.
Octavio.
Conde.
Dice que a Hungría.
¿A Carlos a Hungría?
Sí,
en forma de embajador
de sus hijos; pero creo
que es todo con mal deseo
de ejecutar su rigor.
¿ Matarále en el camino ?
Allá pienso que será.
En grande pehgro está.
Mira, Conde, que imagino
que te ha de costar la vida
esta defensa.
No sé
cómo lo sufra.
¿ Por qué ?
¿Por qué dices? Porque impida
que de aquesta ejecución
resulte al imperio nuestro
tanto mal.
¡ Qué poco diestro
te tiene ya la pasión !
En las materias de Estado,
si en el imperio no queda
quien le herede, habrá quien pueda
quitársele.
Xo es cuidado
que primero movimiento
ha causado en mí codicia:
la inocencia y la justicia
de Carlos defiendo y siento.
Si yo le puedo avisar,
si le puedo defender
hasta morir o vencer.
Octavio, le he de ayudar.
Mira que es notable error
e ignorancia conocida.
O me ha de costar la vida,
o he de verle emperador.
(Vase el Conde y Octavio, y salen Fenisa v
Rosaura.)
Fenisa. ¿Pensaste con ir muy vana
que le habías de atraer,
o que eras ya su mujer,
transformada en cortesana?
i Ay, Rosaura, que no en vano
mormura toda la aldea !
Rosaura. ¿ Quién hay, Fenisa, que crea
tu pensamiento liviano?
Yo fui, como suelo, allá
por cosas que he menester,
238
LO OUE ESTA DETERMINADO
que no fui para traer
a Carlos de donde está.
Puesto que si yo quisiera,
no sigue al norte el imán
(tus celos no lo creerán)
como Carlos me siguiera.
Y para darte pesar,
no vive allá tan despacio :
por mí dejará el palacio,
presto volverá al lugar.
Aunque porque no le veas
no quiero que venga acá,
yo sabré buscarle allá
porqvie de veras lo creas.
Fenisa. De tu (i) libertad lo creo,
no lo creo de tu amor;
mas, ¿qué has hecho del rigor
de aquel tu honesto deseo ?
¿Cómo estás tan olvidada
de tu soberbio desdén?
Rosaura. Porque ya le quiero bien,
de tus celos incitada.
Que a enternecer la (2) dureza
de mi dura condición
tu envidia fué la ocasión,
que no fué su gentileza.
Y por dártela mayor,
yo me casaré con él.
Fenisa. Mucho te prometes del
con necio y ausente amor.
'Que con ser quien ha querido,
a decir no me atreviera
que en tal estado pudiera
volver a ser lo que ha sido.
Rosaura. ¿A ti te ha querido? ¿Cuándo?
Fenisa. Cuando fui reina con él.
Rosaura. Por ser yo a Carlos cruel
te quiso Carlos burlando.
Fenisa. El burlarse fué de ti.
Rosaura. ¡ Muy necia estás !
Fenisa. ¡ Tú lo eres,
pues aborrecida quieres
que yo lo piense de mí !
Rosaura. Carlos será mi marido ;
presto lo verás.
Fenisa. ¡ No haré !
(Sale Belardo.)
Belardo, ¡ A qué buen tiempo llegué !
7'enisa. Tú seas muv bien venido.
(i) En el oric
(2) En el orií
"Desta", por errata,
"'mi", también por errata.
¿Visitaste a Carlos?
Belardo. Sí.
Fenisa. ¿ Hablástele' de mi parte ?
Belardo. Hablélc; y por no cansarte,
notables mudanzas vi.
Fenisa. ¿En su amor?
Belardo. No.
Fenisa. ¿Pues en qué?
Belardo. En su estado.
Fenisa. ¿De qué modo?
Belardo. Para ti se acabó todo;
esto he visto y esto sé.
Rosaura. ¿ Quién duda, si es para mí,
que para ti se acabó?
Belardo. Antes imagino yo
que es lo mismo para ti.
Ros.-^URA. ¿ Qué dices ?
Belardo. Que es Carlos nieto
de Enrique el emperador,
y de madama Leonor
hijo, y tan roto el secreto,
que en toda la corte ya
no se trata de otra cosa.
Fenisa. Será Rosaura su esposa,
casada con él está.
Carlos será mi marido,
presto lo verás.
Ros.\URA. Bien haces
si por mí te satisfaces,
de lo mismo que has perdido.
¿A ti te ha querido? ¿Cuándo?
Fenisa. Cuando fui reina con él.
RosALTRA. Por ser yo a Carlos cruel,
te quiso Carlos, burlando, (i)
Por lo menos, si quisiera
dar ocasión a su amor,
■ siendo Carlos labrador
con él casada estuviera.
Y aun soy tan loca, que creo
que rey también lo será.
Fenisa. No lo creas, que ya está
con diferente deseo.
Belardo. No haya más.
RoSi\URA. Espero en Dios
verle mío.
Fenisa. ¡ Loca está !
Belardo. Yo pienso que no será
de ninguna de las dos.
(Vanse.)
(i) Estos cuatro versos habían dicho poco antes
las dos interlocutoras.
JORNADA SEGUXDA
239
iSalcn Ladislao, con una carta, y Leonora.)
Ladislao. Esto me escribe, señora,
vuestro padre.
Leonora. No lo entiendo.
Ladislao. Escuchad la misma carta
que en grande temor me ha puesto
(Lee.)
"En forma de embajador
irá un caballero a veros
que de Cleves os envío,
gallardo y gentil mancebo,
pero culpado en traidor
a mi vida y a mi cetro.
Y por poderle matar
con más secreto y silencio
le envío con ese engaño :
daréisle la muerte luego
y por vuestra propia mano."
Lo demás, Leonor, no leo
por la pena que me ha dado,
por la confusión que tengo.
Leonora. ¿ No tenía ese cruel,
ese tirano sangriento,
que echó mi hijo, sin culpa,
a las fieras de un desierto,
un hombre que allá pudiese
matar ese caballero?
¿Qué invención es esta agora?
Ladislao. Importar tanto el secreto
debe de ser la ocasión.
(Salen Carlos, de camino, y Fabio.)
Carlos. í x\ notable tiempo vengo i
Fabio. Juntos están. ¿ Qué te turbas ?
Buena ocasión. Llega.
Llego. —
Vuestras Altezas me den
los pies.
Levantaos del suelo.
Como si viera a mis padres,
respeto y amor les muestro.
^El ser príncipes tan grandes
te mueve a amor y respeto.
Ladislao. Turbado estoy de mirarle.
Leonora. Y yo de suerte me siento,
.que me ha dado el corazón
mil golpes dentro del pecho.
Como tengo de matarle,
esta alteración me ha puesto.
No sé, Fabio, de qué causa
estoy tan necio y suspenso.
Dale las cartas y di
Carlos.
Ladislao
Carlos.
Fabio.
Ladislao.
Carlos.
Fabio.
a lo que vienes.
Carlos. No creo
que lo he de saber decir.
Fabio. Lo mismo pasa por ellos.
Carlos. Valeroso Ladislao
y señor mío, este pliego
es del grande emperador
Enrique. Otra vez os beso
los pies y digo, señores,
que de Cleves vengo a veros
de su parte.
L.\dislao. Estoy temblando;
y con saber que le tengo
de matar, lo que parece
más que razón desconcierto,
me muero por abrazallc
Leonora. ¿ Posible es que este mancebo
ha sido traidor a Enrique?
¿ Dónde ? ¿ Cuándo o a qué efecto ?
¡ Qué linda presencia y voz !
¿En un rostro tan honesto
cupo traición, cupo agravio
de un rey? No es posible. ¡ Ay, cie-
¿ Qué tiene que ansí me mueve ? [lo !
Viene a morir y deseo
su vida como la mía.
Carlos. Señora, si me detengo
en llegar a vuestros pies
no es descortés pensamiento
sino suspensión del alma,
que entre amor y atrevimiento
me tiene fuera de mí.
Leonora. Que me debéis os prometo
una grande inclinación.
Carlos. Cuando os diga a lo que vengo
sabréis de lo que procede.
Ladislao. Cansado vendréis : hoy quiero
que descanséis, y mañana
con más espacio hablaremos.
¿'Cómo os llamáis?
Carlos. Carlos es
mi nombre.
Ladislao. Por todo os debo
amor: Carlos se llaniaba
mi padre,
Carlos. ¡Cielos!, ¿que puedo
no decir que soy su hijo?
Fabio. , Calla, señor, que a su tiempo
se lo dirás; asegura
de todas partes el miedo,
que te va no menos bien
que la vida y el imperio.
240
LO OUE ESTA DETERMINADO
Leonora.
Ladislao.
Leonora.
Ladislao.
Leonora.
Ladislao.
Carlos.'
Leonora.
Ladislao.
Carlos.
Fabio.
Carlos.
Carlos.
Fabio.
Carlos.
Fabio.
Coma con nosotros hoy.
¿Será bien darle veneno?
No será sino muy mal.
¿'Qué hará, si no le obedezco,
vuestro padre?
¡ Ay, Dios ! ¡ Matadle,
mas no le matéis tan presto !
Nuestra mesa habéis de honrar.
Honráis, señores, en eso
vuestra misma hechura ; a Enrique
toca el agradecianiento.
No he visto cosa más digna
de amor.
No sé como puedo
creer que le he de matar.
¿Qué es esto que van diciendo?
Naturaleza en la sangre
con los impulsos paternos
les dice que eres su hijo.
Y yo, Fabio, a no saberlo,
creyera que eran mis padres
sólo con mirarme en ellos.
Carlos.
JORNADA TERCERA
(Salen Carlos y Fabio.)
Parte por la posta luego
y ésta a Rodolfo darás
con gran secreto.
No es más
veloz en su esfera el fuego.
Esta darás a Rosaura
con la misma diligencia,
que la memoria en ausencia
con escribir se restaura.
Y dile de parte mía
que no la puedo olvidar.
Quien eres haces dudar
con esa loca porfía.
Carlos, aunque tus acciones
son de rey, con este amor,
sabiendo ya tu valor,
en contingencia le pones.
Olvídate de la aldea
y desta humilde mujer,
porque desdice a tu ser
"jue de tu gusto lo sea.
Ya te importan pensamientos
conformes a tu valor.
Para que la tenga amor
la sobran merecimientos.
El amor no es calidad;
que sin mirar la razón
■ accidente, y no elección,
ie llama la voluntad.
Parte y haz lo que te digo.
Fabio. Voy a servirte, señor.
(Vase.)
Carlos. Adonde importa el favor,
fué siempre necio el castigo.
(Sale Ladislao con inm daga.)
I.ADISLAO. ¿ Qué aguardas, cobarde acero,
{Aparte.)
O "para qué te desnudas,
si agora piadoso dudas
lo que has intentado fiero?
¿Quieres que el Emperador
diga que intento su daño ?
¿ Este no es un hombre extraño ?
¿Para qué le tengo amor?
Traidor al César ha sido :
¿qué es esto que mueve en mí?
Ya no está Leonora aquí,
que es la que le ha defendido.
Lágrimas de mi mujer,
necias, y locas porfías,
han suspendido estos días
lo que por fuerza ha de ser,
y será en esta ocasión.
¡ Válgame Dios, qué violencia
pone injusta resistencia
en tal determinación !
El me ha visto.
Carlos. Señor mío,
¿ qué hacéis aquí desta suerte ?
Ladislao. Suspenso estaba de verte
con tal gentileza y brío
¿Que ansí mis manos estén?
{Aparte.)
Carlos. ¡ Bien me debéis tanto amor !
Ladislao. ¿Qué aguardo? {Aparte.)
(Al irle a dar con la daga sale Liseno, criado.)
LisENO. Aquí está, señor,
un correo.
Ladislao. ¿Aquí? ¿De quién?
Liseno. Sólo ha dicho que de Cleves
viene a cosas de importancia.
Ladislao. ¡ Por qué pequeña distancia
la vida, Carlos, le debes ! —
JORNADA TERCERA
241
LlSENO.
Entre.
Entrad.
{Sale Rosaura en hábito de hombre, de camino.)
Ladislao. Bien seáis venido.
Rosaura. Dadme los pies.
Carlos. ¡ Qué gallardo
mozo !
Rosaura. ¿Q^é más bien aguardo
que hallando mi bien perdido?
Carlos. ¿Dónde he visto tal mancebo?
Rosaura. Esta en secreto leed.
Carlos. ¡ Alma, los ojos tened
en un milagro tan nuevo !
(Lee Ladislao.) a
Ladislao. ''El cruel Enrique te ha enviado
un caballero, con título de embaja-
dor, para que le mates en tu casa.
Si este aviso llega a tiempo, mira
que es Carlos tu hijo y de tu mujer
Leonora, que para mayor crueldad
quiere que le dé la muerte quien le
dio la vida. — El Conde Rodnlfo.^'
¿Este es mi hijo? ¿Qué haré?
i Detenedme, amor, si es cierto !
Cierto fué, pues no le he muerto
y mil veces lo intenté.
i Milagro del cielo fué,
que desta verdad me advierte !
Mas, ¿quién tuvo desta suerte,
ya piadoso, 3'a homicida,
en la una mano la vida
y en la otra mano la muerte ?
i Oh, bien haya el inventor
de las letras, pues tan presto
tan justo remedio han puesto
en tan injusto rigor!
i Oh carta, que a mi temor
desde el cielo soberano
bajas al im.perio humano
a ser, con piadoso oficio,
el ángel del sacrificio
que me detiene la mano !
i Oh, qué bien me detenías,
Leonora, si imaginabas
el bien que solicitabas,
el bien que perdido habías i
Aunque las entrañas mías
quieren abrazarle agora
y el alma de tierna llora,
me tengo de castisrar
Carlos.
Rosaura.
Carlos.
Rcsaura.
Carlos.
I Rosaura.
Carlos.
I Rosaura.
! Carlos.
i Rosaura.
en que no le he de abrazar
hasta avisar a Leonora.
(Vase.)
Ya que Ladislao se fué,
y con tan grave alegría,
saber, hidalgo, querría
(si no es que importa que esté
este negocio en secreto)
qué nuevas hay de la Corte. —
i Cielo, haced que me reporte,
que debe de hacer efecto
aquí la imaginación ! ^
¿Qué dudo en llegar y hablar?
Un profundo imaginar
suele ser una ilusión
del alma y de los sentidos;
mas, ¿ por qué duda el deseo
lo que creo, si no creo
que los. tiene amor dormidos? —
Hidalgo, ¿no respondéis?
Como tan suspenso estáis,
sospechas, Carlos, me dais
que alguna de mí tenéis.
Esa voz no ha permitido
más engaño a mis enojos;
demos crédito a los ojos,
no parezca el bien fingido. —
Rosaura... ¿Podré llamarte
Rosaura ?
Sí, Carlos mío,
que ya fuera desvarío
el alma y brazos negarte.
Déjam.e en ti descansar
desta hazaña que me debes.
Alma, que anim_as y mueves,
como tu propio lugar,
de mi vida el pensamiento,
¿qué es esto?
Efectos de amor.
Habla, divino valor.
Estáme, Carlos, atento :
Estando en el verde prado
de aquella dichosa aldea
que mereció ser tu patria
(tu vida decir pudiera),
retíreme a lo más solo
de la más obscura selva
a llorar las soledades,
Carlos, de tu am.or y ausencia,
y desesperada en ver
que siendo rey era fuerza
1(S
242
LO OUE ESTA DETERMINADO
olvidar una villana,
hija de una helada sierra.
Creció mi llanto a un arroyo
que al valle bajaba della,
ignorante que a mis ojos
fuentes de lágrimas eran.
En estas ansias de amor,
en estas dulces tristezas,
veo un hombre envuelto en sangre
que de una posta sea apea.
"Pastora — dijo — , si acaso
•estas montañas se acuerdan
de que aquí se crió Carlos,
rey de burlas, ya de veras,
sabed que el Emperador
matarle en Hungría intenta
por las manos de su padre,
a quien falsas cartas lleva.
Súpolo el conde Rodulfo,
y mandándome que fuera
a darle aviso, partíme
a defender su inocencia.
Enrique, que no dormía,
desvelado en la sospecha,
hizo que en aqueste bosque,
y a la entrada de la sierra,
dos pistolas me tirasen.
Yo, por la misma alameda,
he llegado aquí sin vida.
Pastora, la causa es ésta:
que el Conde escribe a su padre,
no dudéis, que Carlos muera.
Si alguno de los que aquí
le conocistes no lleva
esta carta a Ladislao..."
Esto diciendo, la tierra
midió el cuerpo, hallando el alma
puerta en la herida sangrienta.
Yo, que te adoro, bien mío,
temiendo que se supiera
este secreto en el valle
y que tu muerte era cierta,
busco el traje en que me ves,
y la femenil flaqueza
esfuerzo a tan alta hazaña,
dándome el amor espuelas.
Parto, y he llegado a tiempo,
si no me engañan las señas,
que tu padre te mataba,
ignorante de quien eras.
Yo vi el color y la daga,
la turbación y la pena:
alguna deidad te guarda,
que ni Rodulfo pudiera,
ni mi amor, con ser mi amor,
que no hay más que té encarezca.
Carlos. ¿ Cómo podré, gloria mía,
aun con palabras pagarte
de tu amor la menor parte?
¡ Bien haya el dichoso día
que te vi, que te adoré,
que por mi dueño te tuve,
que aquel que en tu gracia estuve
el de mi remedio fué !
¡ Oh cuánto deben los hombres
estimar tales mujeres!
¡Digna entre famosas eres
de sus celebrados nombres !
¡ Mal haya quien no conoce
su virtud, su perfección,
y quien tanta obligación
tan ingrato desconoce !
Después de darnos el ser,
j qué de veces nos dan vida !
Rosaura. ¿Luego soy de ti querida?
Carlos. Hazme, Rosaura, placer,
si lo dices porque soy
Rey agora, de no dar
a mis tristezas lugar
cuando tan alegre estoy;
que quererte cuando fui
labrador, fué presumiendo
que era rey. porque te ofendo
si no soy rey para ti.
Que el haberme rey fingido
fué sólo por igualarte;
ya que lo soy, quiero amarte
como quien te ha merecido.
Y la palabra te doy
que si llego a la corona
del imperio, que m.e abona
el ver que tan cerca estoy,
que sola mi mujer seas.
Ros.\URA. Déjame echar a tus pies.
Carlos. El alboroto que ves,
amor, que mi bien deseas,
es de mis padres. Aquí
disimulando te aparta,
que la vida desta carta
vienen a buscar en mí.
(Salen Ladisl.^o, Leonora, Celio, Felisardo y
gen te con ellos.)
Ladislao.
Que no hay secreto ya; llega, Leonora.
JORNADA TERCERA
243
Leonora.
Hijo, si tengo vida con hallarte,
no me permitas que la pierda agora
con el contento y gusto de abrazarte.
Carlos.
Si no te dije que lo fui, señora,
no fué falta de amor, que a mejor parte
y a mayor ocasión lo difería.
Leonora.
Más temo que la pena el alegría.
L.'VDISLAO.
No en balde el brazo tan cobarde estaba,
de la sangre y del alma detenido :
del alma, que quien eras me mostraba,
enamorando (i) el exterior sentido.
Del cielo, cuya mano te guardaba,
fuiste piadosamente detenido,
y en él espero que antes de mi muerte
con imperial laurel tengo de verte.
Da los brazos a Celio, a Felisardo
y a los demás: los nobles son de Hungría.
Celio.
Los pies es más razón, Carlos gallardo,
en tan alegro, y venturoso día.
Carlos.
'Caballeros, el premio con que aguardo
paga,r vuestra afición, mostrar la mía,
vosotros le tenéis si en esta tierra
me dais favor para intentar la guerra.
¡Oh generosos padres!, con nobleza
de Hungría agora es tiempo de ayudarme ;
no a ser tirano a mi naturaleza,
mas de tan fiera esclavitud librarme.
El sagrado laurel de su cabeza
conserva Enrique sólo con matarme;
no quiere Dios que pueda su malicia,
alta satisfacción de mi justicia.
Apenas vi la luz de los mortales
y ellos en mí las lágrimas primeras,
cuando entre espesos robles y jarales
mi vida expuso a las silvestres fieras.
Libróme Dios por instrumentos tales,
que vine a ser el rey de sus riberas;
conocióme ya rey, aunque fingido ;
creció el temor y despertó el olvido.
Por eso donde vistes me ha enviado
a que me mate quien me dio la vida ;
(i) Así en el orig. : quizá "embarazando".
libróme el cielo para más cuidado,
nuevo temor del bárbaro homicida.
Pero si yo me viese coronado
desta provincia, al cielo agradecida,
que no guarda mi vida sin misterio,
con vuestras armas cobraré el imperio.
Yo soy el sucesor desta corona,
yo soy vuestro señor : ¿ qué estáis dudando ?
Ser húngaro mi padre en todo abona
la fe y lealtad con que os estoy hablando.
Si comenzáis no quedará persona
que no os vaya siguiendo e imitando
en cuantos. reinos son obedecidas
del imperio las águilas partidas.
Celio.
Carlos, cuando no fueras señor nuestro,
bastaba serlo Ladislao, tu padre.
No quedará vasallo en toda Hungría
que no tome las armas contra Enrique,
siguiendo la razón, siguiendo al cielo,
que quiere hacerte César de Alemania.
Felisardo.
Bien juntará este reino en favor tuyo
veinte mil hombres; pero son muy pocos
contra el poder de Enrique.
Ladislao.
Los principios
son la dificultad de los sucesos.
Claro está que mirando sus crueldades
darán favor a Carlos cuantos reinos
obedecen las armas imperiales.
Celio.
¿Pues qué tardáis en comenzar la guerra?
Carlos.
^íal conocéis de aqueste pecho el alma :
con diez soldados destruiré su tierra.
Tú, caballero, causa de mi vida,
no tienes que volver con la respuesta,
que para Enrique la respuesta es ésta.
(Saca la espada.)
Y por la cruz de sus aceros nobles
de no seros ingrato eternamente.
Sacad banderas, prevenid la gente,
Rosaura.
Sólo ver tu valor basta animarlos.
Ladislao.
jiCarlos es nuestro César!
244
LO QUE ESTA DETERMINADO
Todos.
¡ Viva Carlos !
(Salen el Conde y Fabio, de camino.)
Fabio. Si no me conoce a mí,
¿ el verme Enrique qué importa ?
Conde. ¡ Ay, Fabio ! ; no están seguras
sus sospechas temerosas,
pues no hay memoria de Carlos.
Fabio. El te envía esta memoria
para que sepas que vive.
Conde. Temblando est03\
Fabio. No le pongas
al cielo, que le defiende,
oposiciones tan locas.
Tú me has puesto más temor.
Conde. El temor, Fabio, reporta ;
pero grande error fué en Carlos
no decir con amorosas
palabras que era su hijo,
para no temer agora
que le haya muerto su padre.
Tragedia más lastimosa
que en el teatro del m.undo
desde la primera historia
representó la crueldad,
y fué la envidia la sombra.
Fabio. Luego que te di la carta
fui al valle, para dar otra
a su querida Rosaura,
que amor aun no le perdona
esta memoria en sus males.
Conde. ¿Pues quísola bien?
Fabio No hay cosa
más pública en nuestra aldea:
fué su vida y alm.a sola
desde que tuvo discurso.
Conde. No rae pesa, que me toca
Rosaura más que imaginas.
Fabio. Llegué, y entre las pastoras
del valle hallé tales nuevas,
que imaginarlas me asombra.
Conde. ¿ Cómo ?
Fabio. Dicen que Rosaura
un día, cuando el aurora
por burlas al sol los rayos
lloraba fingida aljófar,
salió al prado del aldea,
y que en la montaña toda
nunca m.ás ha parecido.
Conde. ¿Qué dices, Fabio?
Fabio. Oue lloran
por Rosaura hasta las fieras,
prados, selvas, montes, chozas,
ganados, fuentes y ríos.
Conde. Pues, Fabio, porque conozcas
mi desdicha, era mi hermana.
Fabio. ¿Tu hermana una labradora
de nuestra aldea y del valle?
Conde. Con suerte menos dichosa
que Carlos la dio a criar
mi padre a Silvio y a Flora,
ricos pastores del valle,
que en él por hija la dotan;
que siendo el conde Lisardo
embajador en Escocia
mereció del Rey la hermana,
aunque con secretas bodas.
Trujóla aquí de dos años,
murió en Cleves, y dejóla
encomendada a mi madre,
que me refirió la historia.
Yo, sin saber resolverme,
ya por ausencias forzosas,
ya por guerras contra turcos,
no he querido que disponga
la fortuna de su estado ;
pero si amor te provoca
de Carlos, A'uelve al aldea
y de la verdad te informa,
que viene el César y quedo
entre mortales congojas.
Fabio. Voy agora con más pena,
viendo a Rosaura señora
y tu hermana.
(Vase.)
Conde. Mis tristezas
A-iendo a Carlos rey se doblan.
(Salen Octavio y el Emperador.)
Emperador.
¿Cómo vuelves tan presto?
Octavio.
Si me envía
tu cuidado a saber, señor, si es muerto
Carlos, como pensabas, en Hungría,
que siempre dice el alma lo más cierto,
y una mañana, cuando el sol salía,
un monte de un ejército cubierto
hallo, con mil banderas de colores,
como en verde jardín cuadro de flores,
y pregunto al confuso a los primeros,
JORNADA TERCERA
245
de ver que al sol los rayos multiplique,
qué gente son, y me responden fieros
que ejército de Carlos contra Enrique,
¿dónde quiere que pase?
Emperador.
Si a no veros,
cielos, basta ser yo quien lo suplique,
¿por qué dais vida a un bárbaro de suerte
que se burla mil veces de la muerte?
Carlos no sólo vivo, pero viene
con gente contra mí ¿Qué dices, Conde,
desta desdicha?
Conde.
¡En confusión me tiene!
¿ Qué mano celestial de ti le esconde ?
Que le salgas al paso te conviene;
castiga su locura, y muera adonde
no le libren pastores y montañas.
Emperador.
Sólo tuyas serán tales hazañas.
Prevén la gente, saca las banderas
que llevaste a Valaquia contra el Scita,
y en castigar sus arrogancias fieras
la gran velocidad del rayo imita.
Cubre los verdes montes y riberas
de los rebeldes húngaros, y quita
la vida a Carlos, que en su vituperio
te nombro sucesor de nuestro imperio.
Conde.
Voy a servirte con lealtad debida
a tu grandeza.
Emperador.
Parte confiado,
que es gente al fin bisoña y^mal regida.
Octavio.
¿Al Conde envías?
Emperador.
¿Qué mejor soldado?
Octavio.
¿Pues ya del hijo muerto se te olvida?
Emperador.
Si dudas que le tiene ya olvidado,
por sucesor en el imperio mío
el bastón y el ejército le fío.
Octavio.
Carlos pienso. que es hombre valeroso;
yo vi en una bandera un león sangriento
puesto a los pies de un corderillo hermoso.
Allá puedes pensar su pensamiento.
Emperador.
¡ Empresa de rapaz ! Parte animoso
y acompaña a Rodulfo.
Octavio.
Voy contento,
mas no de que venciendo el laurel pida.
Emperador.
Bueno, después le quitaré la vida.
Fabio.
Fenisa.
Fabio.
Fenisa.
Fabio.
Fenisa.
Fabio.
{Vaiisc, y sata Fabio y Fenisa.)
¿Que no me sabrás decir
dónde, cómo o en qué parte ?
¿ Cómo puedo yo informarte ?
Rosaura se fué a morir.
Búscala en el otro mundo,
en el cuarto donde están
los que por amores dan
en un error tan profundo.
La envidia de su belleza
la dio muerte. ¡ Qué rigor !
No la mató sino amor,
de soledad y tristeza.
No hay manera de locura,
Fenisa, más desdichada,
pues no puede ser curada.
El tiempo todo lo cura.
Locos hay por presunción
del linaje que heredaron,
cosa que no conquistaron
ni se da por elección.
Locos hay porque se ven
en tan próspera fortuna,
que no teniendo ninguna
a ninguno hicieron bien.
Locos hay por no creer
que han vivido, y que la edad
con mucha dificultad
se puede a nadie esconder.
Locos hay por su lindeza,
que dan que reír también,
porque es en hombres de bien
afeminada bajeza.
Locos hay por entendidos,
que por despuntar de agudos
valiera más nacer mudos
o que no fueran nacidos.
Pero cuando considero
con discreto desengaño,
246
LO OUE ESTA DETERMINADO
que en doce meses de un año
hay un loco, que es hebrero,
presumo que son muy pocos
los de aqueste loco humor;
pero los locos de amor
son los verdaderos locos.
Fenisa. ¡ No te cabe poca parte
de esas locuras a ti !
Fabio. ¿Tengo amor? Piensas que sí,
■pues que no puedo olvidarte.
Fenisa. ¿ Tú a mí ?
Fabio. Si disimulé,
fué pensando que te amaba
Carlos, que a Rosaura daba
vida y alma con tal fe.
Es un órgano el amor
que entre dos ha de tañerse,
porque es el corresponderse
la difinición mejor.
Por más que el uno le toque
es imposible sonar
mientras el que ha de ayudar
con aire no le provoque.
¿Querrás en eso decir
que son viento las mujeres?
En fin, Fabio, ¿tú me quieres?
Y deseóte servir.
Y si Carlos llega a ser
Emperador, ¿me querrás?
¡ Ay, Fenisa, entonces más ?
¿Cómo te podré creer
si subes a un grande estado,
arrimado como yedra,
que al paso que el amo medra
crece también el criado?
Cuantos medrados se ven
fueron por estos favores,
o cayendo sus señores
cayeron ellos también.
Fabio. Quedo, Fenisa. ¿Qué es esto?
¿Tan cerca cajas de guerra?
Fenisa. ¡ Ay, Fabio, en las dos montañas
doblados los ecos suenan.
Fabio. ¡ Qué gran copia de soldados
en concertadas hileras !
Fenisa. Pues que vienen y no van,
no son de Enrique las señas.
Fabio. Apártate del camino,
que las armas y banderas
nos dirán presto quién son.
Pero por la verde vega
baja otro ejército grande
Fenisa.
Fabio.
Fenisa.
Fabio.
Fenisa.
con las armas contrapuestas.
Fenisa. Como en forma de batalla
el uno al otro se acercan.
Fabio. Los dos quieren hacer alto.
Fenisa. Fabio, ¿qué haré que ya llegan?
{Por una parte sale un alarde de soldados con
Ladislao, Rosaura y Felisardo, y Carlos con
bastón; detrás una bandera con un león y un cor-
dero, y por otra parte con otra caja y bandera
con un león y cordero abrasados, y Octavio y el
CoNDíE, con bastón, detrás.)
Carlos. Parad, saldados, aquí,
que los contrarios esperan.
Conde. Hagamos alto, soldados,
nadie del puesto se mueva.
(Carlos se vuelva de espaldas al otro campo.)
Carlos. Húngaros, la confianza
que traigo en las armas vuestras
es igual al amor mío,
que no hay más que os encarezca. .
En las armas, la justicia
es la ventaja más cierta:
ventaja tenéis, soldados,
¿quién puede haber que os ofenda?
Razón lleváis contra Enrique;
hoy la justicia pelea;
hoy llevaréis la vitoria.
Ladislao. Valiente Carlos, no temas,
todos perderán la vida.
{El Conde, vueltas las espaldas al ejército de Car-
los.)
Conde. Alemanes: hoy comienza
de los cielos la venganza :
ya sabéis las justas quejas
que tengo del fiero Enrique,
y las que es justo que tenga
todo el Imperio, a quien le quita
el sucesor que le hereda;
que aunque me nombraba a mií,
no quiera Dios que yo quiera
quitar la corona a Carlos,
vuestro legítimo César.
Yo soy el conde Rodulfo,
éstas las mismas banderas
que llevé contra los turcos;
vosotros quien su soberbia
domastes en la Valaquia,
y yo quien triunfé con ellas.
Mirad que seréis traidores
si ofenden las armas vuestras
JORNADA TERCERA
247
vuestro señor natural.
¡Viva Carlos, viva, y tenga
el laurel que le da el cielo !
Octavio. Es tan justo lo que ordenas,
que haremos luego pedazos
a quien a Carlos se atreva. —
¡ Soldados, pasaos a él,
que volver por su inocencia
os manda el ciclo !
Carlos. dQ"é es esto?
Ladislao. Es que no Ajenen de guerra,
porque pienso que es el Conde
tu amigo el que los gobierna.
Conde Tocad las cajas, y juntos,
en vez de espadas sangrientas,
los recibid con los brazos.
Carlos. Amor y amistad pelean.
{Lleguen los unos a los otros, y al son de cajas ss
abrasan, y Carlos y el Coxde, y en cesando de to-
car, digan.)
CarloS; ¡ Conde amigo !
Conde. ¡ Amado Carlos !
Carlos. ¡ Qué hazaña tan digna es esta
de tu valor ! ¿ Qué piedad,
Rodulfo, el mundo celebra
que iguale a la tuya?
Conde. i Ay, Carlos,
tú sabes lo que me cuestas !
Un hijo perdí por ti,
tiernas lágrimas me ciegan !
Mas no le perdí, mal dije,
pues tú por hijo me quedas.
Carlos. Conde, tú serás mi padre;
hoy con tu piedad me engendras;
perdone el que está presente.
Ladislao. Deja que mis ojos vean
tal ejemplo de lealtad.
{Abrá. 'jan se.)
Conde.
No te espantes que le tenga
por hijo en presencia tuya.
L.A.DISLA0. Contigo- es cosa muy cierta
que no puede amor ni sangre,
•Conde, entrar en competencia ;
si diste la vida a Carlos,
el ser que tiene te deba.
Llega, Fenísa, ¿qué temes?
Carlos, aunque en tal grandeza
te mire ya mi humildad,
no desprecies el aldea,
Rosaura.
Carlos.
Rosaura.
■Carlos.
Rosaura.
Octavio.
Fabio.
Fenísa
Carlos.
Conde.
Fabio.
Carlos.
Fabio.
Carlos.
que fué tu primera patria.
¡ Ay, cielos, Fenísa es ésta !
Fenísa, agora mejor
mi voluntad la respeta.
Bueno está así, capitán.
Tú eres mi bien, ¿qué recelas?
Si bien ha sido de abrazos
esta batalla, no sea
para Fenisa, o, por Dios,
que el ejército revuelva.
Carlos, el vencer consiste,
como la experiencia enseña,
en seguir a la fortunti
cuando los cabellos muestra.
Enrique está descuidado,
como a eleves acometas
y rindas esta ciudad,
señor de Alemania quedas.
Hoy te pondrás su laurel,
hoy quedará tu inocencia
triunfando de su crueldad.
Bien dices, la entrada es cierta,
pues en el Conde y su gente
tiene puesta su defensa.
Marchen juntos los dos campos.
Hoy quiere el Cielo que venzas
el tirano de su sangre.
Oyes.
¿Qué quieres?
Que adviertas
que Rosaura no parece
en el lugar ni en la aldea,
y que me ha dicho Fenisa
que la han llorado por muerta,
i Ay tal desdicha !
{Dale un cintararjo Rosaura a Fabio.)
Rosaura. ¡ Alcahuete !,
¿qué es lo que agora conciertas?
Fabio. í Téngase, señor soldado !
Carlos. No haya más, Rosaura bella,
que si me trajo a Fenisa
fué pensando que eras muerta.
Fabio. ¡ Yo le voto a non del sol,
que si la honda trajera!...
Rosaura. ¡ Desvía !
Carlos. Déjale.
Fabio. ¡ Casca ! !
¡ qué cintarazos que pega !
{léanse.)
248
LO OUE ESTA DETERMINADO
(Sale el Emperador.)
Emperador.
i Castigaré tu atrevimiento loco,
villano nieto mío,
que mi gran poderío
con tu arrogancia vil tienes en poco !
Ya el Conde halorá llegado donde creo
que castigo tendrá tu mal deseo.
¿ Tú contra mí ? ¿ Qué es esto, santo cielo ?
¿Tanto guardar un hombre?
¿ No ofende vuestro nombre
su villana intención, su falso celo?
¿ Quitarme el cetro a mí, que siempre he sido
a vuestro bien y mal agradecido?
Por eso el Conde agora le habrá muerto,
y con tan gran vítoría,
que helará tu memoria
por sepulcro de arena en un desierto,
que no merece que más premio lleve
efeto que a su causa se le atreve.
Quiero en aquesta huerta entretenerme
en tanto que las nuevas
me llegan de que pruebas
el castigo que debes a tenerme
en tanto menosprecio, siendo en vano,
rey en mentira, en la verdad villano.
Que al que no te mató cuando pudiera
el castigo responde
que le habrá dado el Conde. —
Mas, ¿ cómo vienes tú de esa manera,
oh rústico, oh villano?
(Sale Silvio, hortelano.)
Silvio.
¿De qué modo
quier-es que venga si se pierde todo?
La ciudad han entrado, sin que hubiese,
César, defensa alguna
en tu adversa fortuna.
Carlos y el Conde...
Emperador.
¡ Tu vil lengua cese !
¿Cómo? ¿Carlos y el Conde?
Silvio.
Hanse juntado.
Emper.\dor.
¡ Necio quien se fió de un agraviado !
¿Que el Conde y Carlos se han juntado? Hoy
que en Carlos se ha cumplido [veo
lo que siempre temido
no pudo remediar mi buen deseo. —
¿Qué voces son éstas?
Silvio.
Que han entrado
hasta atreverse a tu laurel sagrado.
Emperador.
¿En mí palacio ya? ¿Qué espero? ¡ Ay, cíe-
Hoy me mata mi nieto; [los!
hoy tienen justo efeto
pronósticos de tantos desconsuelos. —
Dame el gabán y el azadón, que quiero
librar la vida que librar no espero.
Silvio.
Podía ser, señor, que disfrazado
salieses de su furia
sin recibir injuria.
Emperador.
Las cajas suenan. Vete y ten cuidado
de no decir que en este traje quedo.
Silvio.
Hasta el cetro real se atreve el miedo,
(Vase, y tocan cajas dentro, y dicen todos :)
Octavio. Aquí dicen que se esconde.
Conde. ¿Cómo se puede esconder,
Carlos, de tu gran poder?
(Sale Carlos.)
Carlos. Romped esas puertas. Conde.
Octavio. Este es, señor, el jardín.
Carlos. Este es menester guardar;
dejadme a mí solo entrar.
Fabio. Venciste, Carlos, en fin.
Carlos. Aquí está un hombre cavando;
debe de ser labrador,
porque aun siendo Emperadoi
entre labradores ando. —
¡ Ah, buen hombre !
Ejmpér. ¿ Quién es ?
Carlos. Yo.
Emper. Sólo el César dice aquí
"Yo soy".
Carlos. Yo respondo ansí
porque lo soy, y otro no.
Emper. ¿Vos el César, siendo Enrique
de aqueste imperio el señor?
Carlos. Después que sois labrador
bien es que a César me aplique.
JORNADA TERCERA
249
Emper.
Carlo3.
I
Creo que me ha conocido;
éste, sin duda, es mi nieto. —
¿ Cómo perdéis el respeto
que todo el mundo ha tenido
a este palacio sagrado?
Labrador, la tiranía
del César que le vivía
esta ocasión nos ha dado.
Y si, como parecéis,
sois cultor deste jardín,
decidme hermano : ¿ a qué fin
plantas y flores ponéis ?
A que den fruto, señor,
para conservar la planta.
¿ Luego la crueldad espanta
deste vuestro Einperador?
De su planta, ¿no es su hija
Leonora la flor?
Sí es.
¿Y no es su fruto después,
para que su imperio rija,
Carlos, como al fin su nieto ?
Sí, señor.
Luego tirano
es Enrique, cuya mano
quita a la causa su efeto.
Si el nieto quiere quitar
el imperio a Enrique, es bien
que a la flor frutos le den
y al fruto tiempo y lugar.
¿Y sería discreción,
antes que el fruto naciese,
que la flor por flor muriese
a manos de la traición?
Si el hortelano dejara
llegar a fruto la flor,
conservárase mejor
el árbol que cultivara.
Mas decir que ha de llevar
una flor una serpiente,
es de hortelano imprudente
y que • no sabe reinar.
• Y ansí, cuando guarda el cielo
una flor humilde y mansa,
en vano, amigo, se cansa
para marchitarla el hielo.
(SaleJí todos con cajas y espadas desnudas.)
CoxDE. Entrad todos libremente.
Octavio. Aquí, en forma de hortelano,
tenéis al Emperador.
CoxDE. : Matadle !
Ladislao.
Detente.
Emper.
Carlos.
Emper.
Carlos.
Emper.
Carlos.
Emper.
Carlos.
{Pénese el Emperador detrás de Leoxor.a.)
Leonora, Paso.
Carlos, Las imágenes que ha hecho
su defensa y su sagrado
son mis padres, que es el templo
de mayor respeto humano.
Sal, Enrique, sal del templo,
no para matarte cuando
rendido a mis pies te veo ;
mas porque veas que ha dado
el cielo a tu. mal castigo,
pues el cetro que a tus manos
y el laurel que a tu cabeza
puedo quitarte, vengando
los agravios que me has hecho,
dejo en tu poder, mostrando
que soy piadoso contigo
y tú conmigo tirano.
Niño me echaste a las fieras
de un monte, porque tus sabios
te dijeron los sucesos
que en las estrellas hallaron.
Yo a ti, cuando ya tan viejo .
llegas, entre mil soldados,
a no poder defenderte,
te doy, piadoso, la mano.
Levántate, Emperador,
toma el cetro, que mi agravio
tocó al cielo en mi niñez,
de ti perseguida en vano.
Mi mano te da el laurel ;
reina por mí descuidado,
que quien te da la corona
no solicita tu daño.
Tus hijos son los que miras;
yo, tu nieto.
Emper. Si tus brazos
pudiera yo merecer
te los pidiera llorand.i.
No quiero el imperio yo,
sino el vivir retirado. —
Hijos, Carlos es mi hijo;
mi hijo es César, vasallos;
yo le dejo mi laurel,
que es el más bien empleado
que ha ceñido humana frente
en los imperios humanos.
Perdono al Conde, y le pido
que me perdone.
Conde. Tu llanto
250
LO OUE ESTA DETERMINADO
a todos nos mueve, Enrique.
Carlos. Conde, yo estoy obligado
a tu piedad: si este imperio
quieres qfie los dos partamos,
tú serás César, yo Rey.
Conde. No, Carlos; que nunca ha dado
el imperio dividido
paz dichosa a los vasallos.
Reina tú, pues que te toca.
Carlos. ¿Tienes deuda o hija acaso
con quien me pueda casar?
Conde. Tuve una hermana; ya, Carlos,
fué tu amor. Miirió Rosaura.
Carlos. Conde, Fabio me ha contado
toda su historia.
Conde. ¡ Ay de mí !
Carlos. ¿Dónde está? Di que la aguardo.
Fabio. Aquí, señor, con Fenisa. —
Llega; pues.
Rosaura. Dame tus manos,
que en aqueste campo vengo
en hábito de soldado.
Tu carta a Carlos llevé.
Conde. Mejor es darte mis brazos;
las manos de Carlos son.
Carlos. No puedo haberte pagado
con más almas que un imperio.
Rosaura. Para mí, querido Carlos,
labrador era lo mismo.
Fabio. Fenisa y yo nos casamos.
Cuatro villas, ¡ bravo caso !
Desde hoy eres duca o conda.
Fenisa. Basta ser tuya.
Ladislao. ¡ Qué engaños
promete la Astrología !
Carlos. Lo que está determinado
hizo fin, mas no el serviros,
noble y discreto senado.
FIN
COMEDIA FAMOSA
DE
LO QUE HAY QUE FIAR DEL MUNDO
HABLAN EN ELLA LAS PERSONAS SIGUIENTES
Amurates, bajá.
Soldán de
Persia.
Gonzalo^ cautivos.
Feniso.
ZlDÁN.
FiDORO, capitán.
Blanca, dama ginovcsa.
Mamí.
Asir.
Celinda, dama
turca.
Virginio,
Zayde.
LlDARTE.
Leandro,
Oracio, viejos.
Xafer.
Marbelia, dama turca.
PONCIANO,
Darino.
Músico
Selín, gran turco.
Rufino,
Alí.
Celino.
MUSTAFÁ.
Prudencio,
Xarife.
I
ACTO PRIMERO
{Salen Amurates, bajá; Zidán, turco.)
ZiDÁN. Fué dicha en esta ocasión
que a sus pensamientos vanos
faltase la ejecución.
Amürat. ¿y cuántos son los cristianos?
Ziu.ÁN. Ciento los cristianos son.
Ya la barca prevenida
para la secreta huida
los esperaba en la mar.
Amurat. A no ser crueldad quitar
a todos ciento la vida,
yo mismo se la quitara.
ZiDÁx. No, sino yo, que muriera
si Zaide no me avisara.
Amur.-^t. Pues mátalos.
ZiDÁx. Voy.
Amurat. Espera,
y en que es mi hacienda repara,
que valen cien mil ducados.
ZiDÁN. Como eres de los Bajaes
más ricos y entronizados...
Amurat. Mal en las venganzas caes,
que es propio de los airados.
Si a cien hombres doy la muerte,
que cien mil ducados valen,
¿ de quién me vengas ?
ZiDÁN. Advierte,
que si con esto se salen
no habrá resistencia fuerte.
Amurat. Pues echen suertes los ciento,
y saca diez.
ZiDÁN. AI momento
degüello de ciento, diez.
Amurat. Yo soy piadoso juez
y tú ejecutor sangriento.
Esos diez vuelvan a echar
suertes, y a cuatro escarmienta.
ZiDÁN. Cuatro voy a degollar.
Amurat. Necedad es sin tormenta
echar la hacienda a la mar.
Oye, Zidán.
ZiDÁN. ¡ Qué importuno !
Amurat. De los cuatro muera el uno,
pues por lo que es escarmiento
con las suertes mueren ciento,
sin darle muerte a ninguno.
Ansí, que al que le cupiere
en el palo le pondrás.
ZiDÁN. Voime.
Amurat. Espera.
ZiDÁN. No hay que espere,
porque si lo piensas más
del uno ninguno muere.
(Vase y sale Marbelia, turca.)
Marbelia. Amurates.
Amurat. Gran señora :
¿viene el sol, que eres aurora
del gran señor?
Marbelia. No, ni creo
Or^O
LO QUE HAY QUE FIAR DEL MUNDO
Amurat.
Marbelia.
Amurat.
Marbelia
Amurat.
Marbelia
Amurat.
que tiene ese sol deseo
de hacerme su oriente agora;
antes, porque al occidente
quiere sus rayos poner,
a hablarte vengo.
Detente,
que antes quiere amanecer,
pues hay perlas en tu oriente.
¿ No ves tú que ese rocío
nace de ver que se ausenta
de mis ojos el sol mío?
¿Hay algo de Persia?
Intenta
Persia un loco desvarío.
Y dicen que el Rey se ha entrado
por las tierras de Selín,
y algunos pueblos robado.
Buenos principios.
El fin
pone a Selín en cuidado.
Ir quiero a Persia en persona.
Y la mía ¿no es bastante
para darle otra corona,
como en poniente, en levante,
y en la más frígida zona?
¿Tan poco del gran Bajá
que sus Estados gobierna,
fiado Selín está,
y de aquella fama eterna
que toda Arabia me da?
¿ Soy quien le di por combate
otra vez cuanto el mar bate
de Tiro a Gaza, y lo que hay
desde el Caspio Zagatai,
hasta el Indio Guzarate?
¿Ya por el golfo persiano
otra vez no vio mi alfanje
enrojecer el mar cano,
y no xió temblar al Ganje,
como al Canopo Gitano?
Pues, ¿por qué, mientras yo vivo,
guerra su persona emprende ?
Marbelia. Tan grande pena recibo,
tanto de Selín me enciende
justo amor, aunque excesivo,
que presumo que mi vida
se acabe al primer alarde,
o cuando ya se despida;
pero pienso que te guarde
tanto respeto, que impida
ir su persona a la guerra,
que toda mi paz destierra :
habíale, amigo Amurates.
Amurat. Mejor es que con él trates
se quede a regir la tierra.
JMarbelia. ¿ Yo ?
Amurat. ¿Pues quién? ¿No consideras
que podrán lágrimas tuyas
detener sus armas fieras,
hasta conquistar las suyas,
y hacer doblar sus banderas ?
¿ No sabes que no hay prisión
de más fuerza en ocasión
que un cabello de mujer?
Marbelia. Los dos podemos hacer
violencia a su condición.
Tú con pintarle tu agravio
en las armas, yo mi amor.
Amurat-, No habrás tú movido el labio
cuando rindas su rigor.
]Marbelia. ¡ Ay !, ¿no ves que es fuerte y sabio?
Amurat. Esos son los m.ás rendidos ;
ven a hablar al gran señor,
que de su fuerza advertidos,
pintaron pequeño amor,
porque entra por los oídos.
(Salcti ZiDÁN, y dos turcos, Lidiarte y Asir, y
cuatro cautivos cristianos, Leandro, Rufino, Pru-
dencio y Gonzalo.)
ZiDÁN. De los ciento cupo a diez,
y de los diez a estos cuatro.
Leandro. ¿ Qué Romano Anfiteatro
tuvo más fiero juez,
cuando echaban los cautivos
a las africanas fieras?
Rufino. Leandro, ¿de qué te alteras?
Leandro. De ver que quedasen vivos
en el baño los culpados,
por su buena feliz suerte,
y que estemos a la muerte
sin tenerla condenados.
Gonzalo. Adonde Gonzalo está,
¿para qué teme ninguno?
Que si ha de morir alguno,
él este alguno será.
Pruden. y 3^0 soy muy venturoso;
no soy el uno entre ciento.
Zidán. Traed la caja.
Gonzalo. Ya siento
mi muerte en su azar forzoso.
Lidarte. Aquí están ella y los dados.
ACTO PRIMERO
253
Ea, esclavos, a jugar.
¿Esto es jugar?
Y ganar,
pues siendo todos culpados,
es venís a resolver
en uno.
Si yo supiera,
Zidán, quién el uno era,
no tuviera que temer.
Ea, presto.
Dados, dados,
para mi mal o mi bien ;
dadme una suerte en que estén
mis bienes asegurados.
Echo.
¡ Brava suerte !
Tengo
dcciocho.
Dados, hoy,
si no me dais vida, soy
de la muerte, a morir vengo.
Doce.
¿Quieres tú?
No sé;
mas echa, Gonzalo, tú.
Jesú, mil veces Jesú,
que en éste mi vida esté.
Huesos que a tantos les habéis quitado
la carne hasta dejallos en los huesos,
huesos que por la cara tenga impresos
los mismos puntos, quien os ha pintado.
Huesos que habéis a tantos obligado
a decir y aun hacer tantos excesos,
tan inquietos en todos los sucesos,
que parecéis de huesos de azogado.
Yo os conjuro y maldigo cuanto puedo,
que lo malo no tengo de alaballo,
porque tras esto satisfecho quedo.
Que la mujer, el dado y el caballo
sienten el hombre que les tiene miedo,
y todos tres procuran derriballo.
Zidán. Ocho.
Gonzalo. Cuitado de mí,
hasta agora el muerto soy.
¿ No ves, Gonzalo, que estoy,
con mis desdichas aquí?
Echarás diez, once o doce ;
yo conozco mi fortuna.
Dados, si yo tengo. alguna,
hoy permitid que la goce.
Que si dais suerte que impida
Z-ID.\X.
Gonzalo
Zid.4n,
Gonzalo.
Zidán.
Pruden.
Asir.
Pruden.
Rufino.
Gonzalo.
Leandro.
Gonzalo.
Leandro.
Gonzalo.
Leandro.
mi vida, aunque os he llamado,
dados, nada me habéis dado,
pues me va a costar la vida.
Y confiésote, español,
que me pesa de que vengas
a ser el que menos tengas;
sí por esta luz del sol,
que amor cobrado te había,
y que echando mejor suerte
hago forzosa tu muerte,
que estimo como la mía.
Echo.
Zidán. Tres.
Leandro. ¿ Hay suerte igual ?
Gonzalo. Si me quisieras creer
te dijera que el perder
tuviera por menos mal.
No porque me has obligado
con lo que dijiste aquí,
mas porque sabes de mí
que te he servido y amado.
Leandro. Págame en irme a buscar
algún clérigo cautivo.
Gonzalo. Voy.
Zidán. ¡ Que éste quedase vivo !
¡Que el mejor echase azar!
Ve, Asir, a poner el palo;
vosotros salid de aquí.
Asir. ¡ Que éste muriese !
Leandro. í Ay de mí !
Zidán. Pues ¿quién quisieras?
Asir. Gonzalo.
{Vanse, y queda solo Leaxdro.)
Leandro. Que entre cien hombres la suerte
de ser de los diez me den,
y que de los diez también
cuatro de la misma suerte.
Y que destos cuatro el uno
venga yo también a ser,
y si se pudiera hacer
fuera el uno de ninguno.
Ello es fortuna deshecha;
aquí no hay ya que pensar,
ni más tiempo que probar
lo que el valor aprovecha.
Blanca, adiós; adiós, esposa;
Genova, adiós; padres míos,
adiós, que allá van los ríos
por esa mar espaciosa.
Recebid por despedida
254
LO QUE HAY QUE FIAR DEL MUNDO
Leandro.
Celinda.
Leandro.
este llanto ; ¿ más qué es esto ?
Tanto el valor descompuesto,
no es mucho pierda la vida.
No soy piedra, carne soy.
(Sale Celinda, hija de Amurates.)
Celinda. Cautivo, ¿de qué te quejas?
Aún son pequeñas mis quejas
para el estado en que estoy.
Tu padre, Celinda hermosa,
me manda empalar.
¿Por qué?
¿ Piensas tú que yo lo sé ?
Por mi desdicha forzosa.
Huir quisieron del baño
cien esclavos, dando muerte
a Zidán, y aunque te advierte
que fué culpado mi daño,
aio tanto que la merezca;
y cuando fuera verdad,
¿qué mucho que libertad
el que está preso apetezca?
¿ Que a ti te manda matar ?
Cúpome la suerte a mí.
¿De ciento?
Señora, sí.
¿Podréte yo remediar?
¿Cómo? Ya viene la gente.
¿No la sientes?
Ya la siento,
con notable sentimiento,
pues no hay remedio que intente.
Celinda.
Leandro.
Celinda.
Leandro.
Celinda.
Leandro.
Celinda.
(Salen los turcos, y Gonzalo, v í/)¡ cautivo sacer-
dote, P0NCL\N0.)
PoNCiANO. Dejádmele hablar primero.
Zidán. Ea, que no hay que aguardar,
' bien puedes llegarle a hablar.
Ponciano. Dios te consuele.
Leandro, Eso espero,
sacerdote, de tu mano.
Ponciano. Toma esta cruz.
Leandro. Ven conmigo.
Ponciano. Pues ve oyendo lo que digo.
Leandro. Moriré como cristiano.
Ponciano. Espero en Dios que verás
presto el premio de ese celo.
Zidán. Acabad.
Gonzalo. ¡ Qué desconsuelo !
Déjalos hablar.
Zidán. No más.
- (Llévanle.)
Celinda. ¿Hay desdicha semejante
en tan gallardo mancebo ?
Si a mi padre hablar me atrevo,
fuera de que es un diamante,
juzgará por deshonesto
mi pensamiento; ¿qué haré?
{Sale Marbell\.)
^L\RBELiA. Cuando más despacio esté
volverás a tratar desto,
y rendiráse; que, en fin,
o yo podré o tú podrás.
Celinda. Esta es la dama a quien más
adora y quiere Seiín. —
Dame esos pies.
Marbelia. Pues, Celinda,
¿ tú a mí con tanta humildad?
Celinda. ¿ Qué habrá que tu Majestad
y tu belleza no rinda?
Mercedes vengo a pedir
a quien tantas puede hacer.
Marbelia. Servicios pudieran ser
si te pudiera servir.
¿Es cosa del gran señor?
Celinda. Pídele un hombre.
Marbelia. ¿ Está preso ?
Celinda. Más daño tiene el suceso,
aunque juzgues esto a amor.
Marbelia. ¿ Cómo ?
Celinda. Llévanle a empalar.
Marbelia. ¿Es cristiano?
Celinda. Y es cautivo
de mi padre.
Marbelia. Yo recibo
gusto, no sólo de amar,
pero de servir a quien
ama, y ame a quien quisiere ;
que amor donde siente quiere,
o parezca mal o bien.
Celinda. No es amor el que yo tengo;
lástima, dirás mejor.
Marbelia. ¿ El hombre tiene valor ?
Celinda. Sí, pues a pedirle vengo.
Marbelia, Pues vam.os, que ver espero
deste suceso en el fin
lo que me quiere Selin
y tú lo que \o te quiero.
(Salgan a empalar a Leandro, Asir, Libarte y tur-
cos; Ponciano y Gonzalo, cautivos con él, y Zidán.)
Ponciano. La cristiandad y el valor
ACTO PRIMERO
¿OD
se juntan, Leandro, en ti.
Gonzalo, i Ay, triste!, el palo está aquí;
ya tuviera por mejor
que la suerte me cayera,
que ver que muerte le dan
a un mancebo tan galán,
y muerte tan dura y fiera.'
Ata las manos atrás,
Lidarte.
Eso quiero hacer.
Bien os habré menester
valor, pero al cielo más.
¡ Dadme, Dios mío, favor !
Alguna lástima tengo.
¡ En qué edad a morir vengo ! ;
mas toda la vida es flor.
¡ Adiós, Gonzalo ; Poncíano,
adiós !
Procuro tener
las lágrimas, que a correr,
hicieran mar este llano. ,
Y yo, ¿qué diré de mí?
Dilatar un poco quiero
mi muerte, aimque ya no espero
piedad; Zidán, ¿oyes?
Sí.
Llega más cerca.
¿ Qué quieres ?
Una turca aficionada
a lo que a veces agrada,
Zidán, pues discreto eres;
que es ser un hombre extranjero.
Xo, que tú eres gentilhombre.
¿En mi patria es ese el nombre
de un hidalgo y caballero?
Aficionada en efeto,
unas joyas me entregó
para mi rescate, y yo,
por dar más fuerza al secreto,
no las quise publicar
hasta que algún mercader
me las pudiese vender,
seguro en otro lugar.
Ellas están escondidas,
pensé sacarlas después,
pero yo muero, ya ves
que se han de quedar perdidas.
Mostrarte quiero afición
en que las goces.
Zidán. ¿Es cierto?
Leandro. Pues muero, y dello te advierto.
Asir.
Lidarte.
Leandro.
Zidán.
Leandro.
Poncíano,
Gonzalo.
Leandro.
Zidán.
Leandro.
Zidán.
Leandro.
Zidán.
Leandro.
Zidán.
Lidarte.
Zidán.
Gonzalo.
Lidarte.
no puede ser invención.
Al pie del mismo palacio
de Solimán, haz quitar
una piedra que ha de estar
entre el uno y otro espacio
de la pared del jazmín
que sale por las almenas,
y ojalá fueran más buenas.
¡ Hola ! ; suspended el fin,
en tanto que doy la vuelta.
¿Dónde vas?
Ya lo veréis.
Pues desatarle podéis.
Las manos Asir le suelta.
(Vasc Zidán y sale Mustafá, turco.)
MusTAFÁ. • ¿Es muerto el cautivo?
Asir. No,
¿qué es lo que mandas. Bajá?
MuSTAFÁ. Que viva, si vivo está,
esto el gran señor mandó.
Desatalde ; ven conmigo.
Echarme quiero a tus pies.
Cuando los brazos me des,
bien los debes a un amigo.
i Ay, Gonzalo, en qué me vi !
Nunca acabé de creer
tu muerte.
¡ Grande placer !
;\ÍUSTAFÁ. Sigúeme.
Leandro. Ya voy tras ti.
No le tengo de dejar
hasta ver en lo que para.
Nunca el placer alegrara
si no le hallara el pesar.
Leandro.
Gonzalo.
Leandro,
cjonzalo.
Leandro.
Gonzalo.
Leandro.
(Salen Turcos, Amurates, Mareelia, y Selín.)
Selín.
No te quejes de mi.
Amurates.
Quejarme debo,
pues del valor que tengo desconfías.
Selín.
¿Tan mal están las armas a un mancebo?
¿Cubrirlas tiene el ocio tantos días?
Sí estoy en los ejércitos tan nuevo,
animosb Amurates, ¿qué porfías? (i).
Déjame ver sí sé a caballo armado
regir un campo y discurrir un prado.
(i) Faltan dos versos a esta, octava.
256
LO QUE HAY QUE FIAR DEL MUNDO
I
¿ No sale el Rey de Persia con su gente ?
Pues déjame que salga con la mía
y que vencerle cuerpo a cuerpo intente,
si por dicha su voz me desafía.
¿Dejas por eso tú de ser valiente?
¿No tengo yo de procurarlo un día?
¿No soy hijo de un hombre a cuya mano
tembló en Europa el más feroz cristiano?
Vete de ahí.
Amurates.
Si tú con tu blandura
no le vences, Marbelia, aquesto es hecho.
Marbelia.
\'aste a la guerra, y vaste por ventura
por esconderte, y téngote en mí pecho.
Si me aborreces, intentar procura
aquello de que vives satisfecho;
déjasmc a mí, que quien de amar me deja,
menos me deja si de mí se aleja.
Selín.
Marbelia, no es ofensa de tu gusto
dejarte; por mí honor la guerra intento;
por esto y por la fuerza del disgusto
que me ha dado el persiano atrevimiento.
Si esto juzga tu pecho por injusto,
apasionado está tu entendimiento,
demás también que acompañarme puedes,
que no te he dicho yo que aquí te quedes.
(Salen Mustafá y Leaxdro.)
JMUSTAFÁ.
Aquí viene el cautivo.
Leandro.
El suelo beso,
invictísimo Príncipe del Asia,
y aún so}' indigno, por merced tan grande.
Marbelia.
Gallardo es el esclavo.
Selín,
Justamente,
Marbelia, le pediste.
Marbelia.
Por tu vida
que en mi vida le vi, si no es agora;
pidiómele una dama que le adora.
Selín.
Dame, Amurates, este esclavo.
MUSTAFA,
El dueño
es tuyo como él; sólo me pesa
de no lo haber sabido, que viniera
cubierto de oro y tela.
Selín. ,
Di quién eres.
Leandro.
Hasta agora señor, por rescatarme
negué mi nombre, casa y apellido,
porque por pobre me costase menos,
mas cuando a un hombre noble le pregunta
tan grande emperador como tú eres,
no ha de perder respeto a su grandeza,
sino decir verdad, aunque en su daño.
De los nobles de Genova soy uno,
es mi nombre Leandro, y mi apellido
Espinóla; bien sé que me destruyo
y que mi libertad hago imposible,
mas quiero más perdella con la vida
que la obediencia a tu valor debida.
Selín.
¡'Bien, por Alá ! Gallardo pensamiento,
digno de estimación, que aventurase
su libertad un hombre, por respeto
debido a im Rey ! ¡ Qué noble, qué discreto !
¿ Cómo te cautivaron ?
Leandro.
Desta suerte.
Selín.
De buena gana escucho.
Leandro.
Pues advierte.
Usase, invicto, señor,
allá en Genova, mi patria,
preciarse de los cabellos
las nobles y hermosas damas.
Para esto, o se los fingen,
comprando algunos a Francia,
o la que puede los cura
con varias y fuertes aguas.
Cúbrense destas señoras
los terrados de la casa,
para curar las madejas
al sol, que a las suyas baja.
Y cierto que se conoce
que el sol de aquel oro es causa,
ACTO PRIMERO
257
que todas parecen soles
cuando en público las sacan.
Cerca, señor, de la mía
la casa de un noble estaba,
cuya hija, Blanca en nombre,
y más que la nieve blanca,
subía a enrubiar sus hebras,
segura que la miraban
los ojos que yo ponía
al cristal de una ventana,
y como cuando el sol
en algún cristal abrasa,
quizá el cristal fué la culpa
de que me abrasase el alma.
Si los antojos se hacen
de cristal, ¿por qué se espanta
de que fuesen con antojos,.
si por cristal la miraba?
Ella estaba al sol, y yo
al de su cabeza y cara,
porque los dos se ponían
cuando los dos me dejaban.
Es amor invencionero,
bien lo saben cuantos aman :
¿quién diría hiciese amor
tercero una cerbatana?
Con ella tiré un papel;
tomóle; entendió mis ansias,
que adonde la lengua es muda
por ella las letras hablan.
A poco me respondió
airada, y no tan airada
que no me quedase puerto
para salvar la esperanza.
Perseveré, pudo amor
con tanta perseveranza
conquistar su duro pecho,
que los peñascos ablandan.
Por los ojos muchos días
comunicaban las almas
sus penas y sus deseos,
hasta que tuvimos traza
de que pudiesen también
descansar por las palabras;
que aunque más le cansen penas,
hablando el amor descansa.
Fuese perdiendo el recato,
¡ oh, cuan poco se recatan
dos que con amor se miran,
tan locos y ciegos andan !
Buscaba un hermano suvo
ocasión para acusarla,
con mi muerte del honor
que se guardaba en su casa,
y disparando al cristal
del marco de la ventana
una pistola francesa
dio por un lado la bala;
saltó el vidrio roto en piezas
ofendiéndome la cara,
y ofendiéndome el honor
tan conocido en mi patria.
Viendo el Senado que >a
mi familia y la contraria
a las armas acudían,
quiso detener las armas.
Prendió al hermano que digo ;
yo, por hacer mi venganza,
ausénteme por la mar
en una nave fletada
a unas islas ginovesas.
¡ Cuan mejor me fuera a España,
adonde deudos tenía !
Rindióse la mar helada
al fuego de mis suspiros,
tomé puerto una mañana,
viví en las islas, y en ellas
tuve a cuatro meses cartas;
dichosas, pues que traían
nuestras paces concertadas.
Hice las galas que pude,
y volví con estas galas
a Genova a desposarme
con la bellísima Blanca ;
pero apenas cuatro millas
estaba de Fabiñana
la isla de quien salí,
cuando entre cuatro fragatas
del cosario Caracosa
mi pobre nave se halla.
No deciende el pollo humilde,
batiendo las sesgas alas
el codicioso milano,
como ellos, diciendo : Amaina.
Yo, triste, quise morir,
poniendo mano a la espada,
pero Blanca me detuvo
entre la mano y el alma.
Abordaron, y subiendo
sin resistencia a la jarcia,
y rasgando la jareta
que de borde a borde estaba.
VII
17
258
LO QUE HAY QUE FIAR DEL MUNDO
fui el primero que prendieron
arrimado a las escalas,
entre unos cabes, que hacían
defensa al fuego y las balas.
Prendiéronme, y presentando
a Amuraíes en su casa,
en la huerta que edifica
serví de dar piedra y agua;
agua en los ojos, y piedra
en- la paciencia, que basta
a volver en piedra a un hombre
por quien tantas cosas pasan.
Dijeron que los esclavos
las cadenas se limaban,
y que ya en el mar tenían
una alta nave y dos barcas.
3.1andó Amurates matarlos;
y por no perderlos, manda
que echen entre ciento suertes,
sin examinar la causa.
Cúpome a mí la de diez,
y manda que otra se haga
de diez a cuatro, y también
me toca, ¡ fortuna extraña !
De cuatro manda que a uno ;
hecho azar, todos se escapan,
y a mí me llevan a un palo,
donde estando a la garganta
dando vueltas el cordel,
Mustafá la gente aparta,
y me trae donde vengo
a saber lo que me mandas.
Selín.
¡ Piadosa historia !
Marbelia.
¡ Y cómo si es piadosa !
Selín.
Si yo ce diese por piedad licencia
para ir a casarte con tu esposa,
mas con este concierto y conveniencia,
que acabada la boda en la famosa
Genova, patria tuya, a mi presencia
volvieses tan esclavo como irías,
¿daríasme palabra y volverías?
Leandro.
Príncipe, por los cielos soberanos
que aunque fuese a cortarme la cabeza
volviese, y la pusiese en esas manos,
por cumplir con mi sangre y mi nobleza.
Mial conoces en eso a los cristianos,
que guardan esa ley con tal firmeza
de la palabra, que por no rompella,
con mil tormentos morirán por ella.
Un moro de Granada, Abindarráez
por nombre, y caballero, con ser moro,
volvió preso a Rodrigo de Narváez,
guardando a la palabra igual decoro.
Dame una galeota y un arráez,
que no te volveré rescate en oro,
sino el mismo que soy.
Selín.
Jura.
Leandro.
Perdona,
que en esto el juramento no me abona.
Si he de volver, y soy el que has pensado,
por mi persona volveré contento;
si soy de baja condición y estado,
¿qué piensas tú que importa el juramento?
Selín.
Amurates.
Amurates.
Señor.
Selín.
Con gran cuidado,
solo a que desto tengo gusto, atento,
fleta luego una nave con la gente,
para el servicio dellá conveniente.
Vaya a Genova aqueste caballero;
cásese enhorabuena con su esposa,
que si él es noble, donde estoy le espero,
en haciendo su boda venturosa.
Ver quiero su palabra, saber quiero
en ocasión tan grave y tan forzosa
cómo guardan palabra y son corteses
los cristianos y nobles ginoveses.
Amurates.
Haré tu gusto.
Leandro.
Volará tu fama
y tu nombre real, Selín invicto,
por cuanto el claro sol su luz derrama;
que en tal grandeza es corto su distrito.
Merecerás para postrera cama
los inmensos pirámides de Egipto;
serás eterno en las humanas liras,
y tus cenizas en doradas piras.
Iré a mi patria, volveré a la tuya,
I
ACTO PRIMERO
259
por el señor que tiene venturosa,
para que nadie mi palabra arguya
de aleve, desleal y mentirosa.
Aquí mi vida que es razón concluya,
no esclavitud, mas libertad dichosa :
que más me preciaré de esclavo tuyo
que en el Romano Imperio de Rey suyo.
Selín.
Parto y guárdete el Cielo.
Le.^ndro.
Al mismo pido,
tu verde edad, estado y reino aumente.
jMarbelia.
Al-ucho me has obligado.
Selíx.
He pretendido
que sepas si te quiero tiernamente ;
que por mi amor el deste conocido,
me pesa de que esté de Blanca ausente.
Marbelia.
El mancebo es gallardo.
Selín.
Y ella herm.osa ;
pues yo te gozo a ti, goce su esposa.
{Vaiise, y salen el acompañamiento que puedan de
persianas, y detrás el Soldán y Fidoro.)
FiDORO. Esto, señor, he sabido
de quien hoy iiegó de alia.
SoLDÁx. Nueva de mi gusto ha sido.
Pluguiera, Fidoro, a Alá
que hubiera Selín venido.
Sólo nacen mis desvelos
de no subir a los ciclos
el nombre, el valor, la fama
a que me provoca y llama
la virtud de mi.3 abuelos.
Venga Selín, o por tierra
o por mar, que en tierra y mar,
la que este mi pecho encierra
le pienso hacer confesar
a pura fuerza de guerra.
Opuso el cielo, Fidoro,
al Turco el Persiano moro,
porque este fiero gigante,
ya contra el sol arrogante,
se viste sus ravos de oro.
Pero estimo su valor,
si amando a Marbelia tanto,
por Marte desprecia amor.
Fidoro. O sea valor, o espanto,
él viene a Persia, señor.
Soldán. ¿Viene Amurates con él?
Fidoro. Viene con él Amurates,
y Zulema, rey de Argel.
Soldán. Aun desos es bien que trates,
pero no que trates del.
Es Amurates famoso
por las armas y el consejo,
sagaz, prudente, animoso,
y hombre, en fin, a cuyo espejo
se hará Selín belicoso.
Fué de los buenos soldados
que tuvo el viejo Sultán,
que por él disciplinados
en las historias serán
para siempre celebrados.
Zulema sabe también
lo que le basta del mar,
si hay armada, es hombre a quien
le puede. Selín fiar
cien naves de 'turcos bien.
Pero si solo viniera
y de su edad gobernado,
otro Bayaceto fuera,
que en una jaula encerrado
el pie en sus hom.bros pusiera.
Gala habrá sido, y promesa
a IMarbelia, y no valor,
el principio desta empresa.
Ya de decirte, señor,
que viene Selín me pesa.
Tú haces tu obligación,
yo respondo lo que siento,
acometa el escuadrón,
que hoy me han de ver más san-
estos que rebeldes son. [griento
Poned a saco y a fuego
todo lugar de Selín,
y venga a vengarse luego.
Fidoro. Animo te ha puesto, en fin.
Soldán. Estoy de cólera ciego.
(Vayanse tocando las cajas, y acometiendo con las
espadas, y salgan Selín, Marbelia y Amurates.)
AlMURATES.
¿Por qué me tratas desta suerte?
Fidoro.
Soldán.
260
LO QUE HAY QUE FIAR DEL MUNDO
Selín.
j Perro !
¿de qué manera quieres que te trate?
¡ Por Alá, que no estoy un pensamiento
de mandarte cortar el cuello, infame !
Si yo hubiera salido con mi gente
en contrapuesto del furor persiano,
¿viniéranme las nuevas que me vienen,
de que abrasa mi tierra y la destruye?
Amurates.
Señor, no tuve yo la culpa solo:
Marbelia me mandó que te dijese
que dejases la empresa comenzada,
y yo la obedecí como a ti mismo.
Marbelia.
Yo te lo dije a ti', por mí, confieso,
enojaste a Selín, que es tu disculpa,
y la mia, que a mí porque le adoro
me lo dijo el amor, que amor no sufre
dilaciones, ausencias iii peligros,
cuando quiere del modo que te quiero.
Vuelve, señor, y blandamente mira
ima mujer que por haberte amado
no merece mirar tu rostro airado.
Selíx.
¿ Pues quieres tú que con paciencia lleve
que por haber la empresa dilatado,
atrevido el Soldán, a sangre y fuego,
abrase de mis tierras los confines
y venga con ejército famoso,
entrándose por ellas desta suerte?
AlIURATES.
Que eres, Selín, señor del mundo, advierte;
el día que tu nombre celebrado,
desde los cercos de la blanca aurora
a las oscuras nubes de occidente,
y temido de griegos, persas, indios,
valaquios, alemanes, francos, ítalos,
y aun españoles, si decirse puede,
saliere dibujado en las banderas,
que no digo a caballo, gobernando
su fuerte boca envuelta en blanca espuma,
dando leyes marciales a tu ejército,
volverá las espaldas el cobarde,
sin que los rayos de tu mano aguarde.
Marbelia.
Vuelve, Selín, famoso a tus abuelos,
descoge las historias, los anales
de sus pasadas glorias consagradas,
y la inmortalidad verás, que sólo
ser sangre suya basta, a que los persas
huyan de ti como las liebres viles
de los fieros leones albaneses.
Selín.
Suenas, dulce, Marbelia, en mis oídos,
cual suele la trompeta de la fama,
alegrando tus voces mis sentidos,
y viendo el templo de su eterna llama,
mis pensamientos con el sol nacidos,
la dilación parece que disfama
de la venganza, pero a tiempo estamos,
que con la diligencia la tengamos.
Salgan luego, Amurates, mis virreyes,
capitanes, bajaes y san Jacos;
a caballo los fuertes belerv-eyes,
los Azaix)s flecheros y Solacos,
los genízaros salgan de dos le^'^es
sobre acerados damasquinos cabos, .
de piel de tigre indianos tahalíes,
y con vistosas plumas mis Ronfies.
Vaya Zulema por el mar, y al viento
desenvuelva las lonas del veíame :
lleve cien naves, si bastaren ciento,
y el agua de sus árboles enrame,
que yo a caballo privaré de aliento,
por cuanto el grueso ejército derrame
con las espuelas su fogosa boca.
Amur-tes.
Ya te huye el Soldán.
Marbelia.
La tierra es poca.
{Vayanse, y salgan Leandro en hábito galán de ca
mino, y Gonzalo de criado.)
Leandro. ¿ Sacaste del mar la ropa ?
Gonzalo. Saqué la ropa del mar.
Leandro. No he visto tal navegar,
todo ha sido viento en popa.
Gonzalo. ¿ Piensas tú que los poetas
no escriben que el viento airado
fué una vez enamorado?
Leandro. ¡ Oh, amor, todo lo sujetas !
Gonzalo. Pues y cómo si lo fué ;
de cierta ninfa Oritía,
que no sé dónde vivía,
pero que la amaba sé
y que se casó con ella.
ACTO PRIMERO
261
I
Leandro. Sí, que Virgilio escribió,
cuando Eneas navegó
de su Troya a Italia bella,
que a Juno le daba el viento
una ninfa por mujer,
porque no llegase a ver
sus naves en salvamento.
Goxz.\LO. Es el viento tan amigo
de amores y enamorados,
que en viéndolos trasnochados
al sereno de un postigo
de forma en ellos se mete,
que para estar entre amantes
no puede un hombre sin guantes
de ámbar, pastilla y pebete.
Y ansí verás sus canciones
decir con desconfianza :
"Llevó el viento mí esperanza",
y otras ventosas razones.
Amador hay serenado
de la ronda de un terrero,
que no habrá fuelles de herrero,
como después de acostado.
¿ Qué piensas que es la inconstan-
de un amador? Que le obliga [cia
el viento de la barriga
a no estar jamás de estancia.
Que como están azogados
los que en las minas están,
a cuantos aman verán
siempre andar ventíficados.
Leaxdro. Ya se te luce el contento,
Gonzalo, de ver la tierra (i).
Gonzalo. Digo que te trajo el viento.
En razón de ser amigo
de amores.
Leandro. Genova bella,
cielo de mí Blanca estrella,
tus edificios bendigo.
Tus calles pisar quisiera
con respeto, mas la prisa
de llegar al sol que pisa
tan resplandeciente esfera
no quiere darme lugar.
Esta es la puerta de Blanca,
para mis trabajos franca,
ya en la tierra y ya en la mar.
Bien merezco, puerta mía,
entrar sin miedo por ti.
(i) Falta un verso a esta redondilla.
Gonzalo. Yo, puerta, nunca te vi,
que hoy ha sido el primer día.
Puerta, sí dentro tuvieses
qué comer, y en qué dormir,
no tengo más que decir
sino que fi-anca te dieses.
Mas sí acaso algún hermano
de Blanca no está contento
deste negro casamiento,
y habemos venido en vano.
Muy mal le estaría a Gonzalo,
supuesto que os mira abiertas,
que como a perro entre puertas
le maten a puro palo.
{Sale Blanca.)
Blanca. Parece que en el oído
una nueva voz sonó,
que al alma nuevas le dio
de que era su bien venido,
¿Cíelos, no es éste mí bien?
Déjame echar en tus brazos.
Merecen que estos abrazos
Blanca, los tuyos les den.
Merece, Blanca, mi amor
la dulce paz deste día.
¿Dónde estabas, prenda mía?
Para de espacio es mejor;
que la lengua que ha de hablar
en su bien, no fuera justo
quitarle, esposa, este gusto,
pues habrá después lugar.
¿Cómo estás?
Blanca. Ya lo ves;
muerta sin tí. ¿Vienes bueno?
Leandro. Bueno, y de contento lleno,
de la cabeza a los pies.
No sé cómo cabe en mí
tal abundancia de bien,
que aún puedo temer también
que pueda matarme así.
Y si te digo verdad,
no errara con este gusto,
sí me sangrara del gusto,
que es también enfermedad.
(Hablan aparte.)
Gonzalo. Agora bien; mientras que sale
alguien con quien hablar yo,
pues la ocasión no me dio
quien me abrace y me regale,
Leandro.
Blanca.
Leandro.
262
LO QUE HAY QUE FIAR DEL MUNDO
Bl-ANCA.
Leandro.
Blanca.
Gonzalo.
Leandro.
Blanca.
Leandro.
Blanca.
Gonzalo.
quiéreme yo hablar a mí :
— ¡ Oh, Gonzalo ; enhorabuena
venga a esta casa ! ¡ Qué pena
tuve mientras no le vi !
¿Viene bueno? — Bueno estoy.
¿Y su merced estálo? —
Para servirle, Gonzalo,
ya sabe que suya soy. —
Yo soy .ése: abrace, toque.
¡Jesús, y cómo me aprieta.
Vuesa merced esté quieta,
y mi contento no apoque. —
¿Qué me trae de Turquía? —
Mucha ropa que lavar. —
Queríbame yo enojar. —
Pues muy jabonada mía,
daréla seis bofetones.—
¿ A mí ? — ^Sí, tome una higa ;
tome, y otra vez no diga
a un hombre tales razones —
i Ay, ay !
¿Qué es esto, mi bien?
Un español, mi criado,
que habla consigo.
¡ Extremado !
Mientras no me den con quién,
suplico a vusiñoría
suelte cualque personaje
fregonil, porque se ataje
tan alta melancolía,
y conozca al buen Gonzalo.
Es hombre a quien mucho debo.
El verá cómo yo apruebo
ese amor con mi regalo.
Tráigole más como amigo;
de mi Consejo de Estado,
que no para mi criado.
Basta que él venga contigo;
fuera de que su hidalguía
se conoce en su persona.
Si la persona me abona,
no es muy gallarda la mía.
Comí barro en mi niñez
de andar entre unas doncellas,
y medré de andar con ellas,
que me pegaron su tez.
Desde los diez a los once
unas tías me avisaron
que mis padres me criaron
para arzobispo de bronce.
Después acá, de sufrir
Leandro.
Blanca.
Leandro.
Blanca.
Gonzalo.
Blanca.
Leandro.
Blanca.
Leandro.
Blanca.
Leandro.
Blanca.
Gonzalo.
Leandro.
Gonz.alo.
Leandro-
Gonz.alo.
Leandro.
necios, me ha dado tericia.
Es hombre que le codicia
el Rey.
Puédele servir.
Yo le quiero bien, por Dios.
Mi voluntad se le allana.
¿Habrá en casa una solana
para espulgarnos los dos ?
Porque venimos perdidos.
No le faltará aposento.
El habla con el contento
de ausentes recién venidos.
¿Qué hay de tus padres y herma -
y de los míos? [nos,
Que han hecho,
con igual amor y pecho,
sentimientos inhumanos.
Tu prisión se adivinó
porque saberse no pudo.
Túvome el tormento mudo
que el cautiverio me dio.
Pero cuando me esforzara
a dar aviso, no fuera
posible, porque la fiera
canalla me lo estorbaba.
¡ Ay, mi bien, si hubieras visto
lo que he pasado por ti !
Ya estás, mi Leandro, aquí,
con que mi dolor resisto.
Ya te darán posesión
mis brazos desa esperanza.
Blanca, de tu padre alcanza
que no ponga dilación.
Esta noche has de ser mía.
A mis padres está bien
que las manos hoy nos den
sin que se dilate un día.
Entra a verlos, y descansa.
¿Y yo quedaréme aquí?
No tendré gusto sin ti.
Ya la fortuna se cansa.
¡Quién te dijera en un palo
que hoy gozarás de tu esposa
en Genova !
¡ Extraña cosa !
Mi dicha a mi dicha igualo,
que no puede ser mayor.
No sabe el bien estimar
quien no ha tenido pesar.
Y más si es pesar de amor.
ACTO SEGUNDO
263
I
ACTO SEGUNDO
(Salen Oracio y Virginio, viejos.)
Okacio. Yo no entiendo su tristeza.
Virginio. Ello es notable rigor.
Oracio. Tal es, Virginio, de amor
la extraña naturaleza.
Si después que se casó
está Leandro tan triste
como le veo y le viste,
¿qué quieres que piense yo?
¿Qué tengo de imaginar
sino que está arrepentido,
y que deste eíeto ha sido
causa el importuno amor?
Que cuando aqueste acidente
hace de su gusto empleo,
apenas cumple el deseo
cuando el amor se arrepiente.
Virginio. Agravio a Blanca le hacéis,
cuyo ingenio y hermosura
amor eterno asegura,
y ansí a los dos ofendéis.
A ella, porque quitáis
las fuerzas a su valor,
y a él, pues no tiene amor,
cuya ignorancia culpáis.
Mas veis aquí el español,
toda su privanza y pecho.
^'IRGI^:IO. Que éste lo sabe sospecho.
Or.\cio. Eso es más claro que el sol.
(Sale Gonzalo.)
Gonzalo. En eso y en lo demás
haré tu gusto, señor.
Or.\cio. ¡ Oh, secretario de amor !
¿Dónde tan apriesa vas?
Gonzalo. El título me ha cuadrado,
aunque ignorancia promete,
que este nombre de alcahuete
no sirve a galán casado.
Si otra cosa sospecháis,
que es testimonio advertid;
por eso restituid
el honor que le quitáis.
Or-\cio. Yo no pienso mal, por Dios ;
pero la melancolía
de Leandro me desvía
de pensar bien de los dos.
¿ De qué está triste casado ?
¿Qué tiene Blanca?
GONZ.ALO.
Oracio.
Gonzalo.
OR.A.CI0.
Virginio.
No he sido
criado tan atrevido
que se lo haya preguntado.
Pero la palabra os doy
de saberlo.
Y yo de darte
cien escudos, y mostrarte
quién soy, que Espinóla soy.
Dejadme, que viene aquí,
que yo sabré la ocasión.
Vamos, Virginio.
Estos son
celos, que mozo lo fui.
(Fanse, y salen Leandro y Blanca.)
Leandro. ¿De qué sirve importunarme ■
si aquesta melancolía
no nace de causa mía?
Blanca. ¿Esto es quererme? ¿Es burlarme?
Leandro. ¿No ves, Blanca de mis ojos,
que es enfermedad?
Blanca. Ya veo
que suele darle al deseo
en cumpliendo sus antojos.
Casástete, señor mío,
enamorado. ¡ Qué efeto
tan propio ! Yo te prometo
que no es el hielo tan frío.
¡ Oh, bien haya el afición
que nace del casamiento,
donde el arrepentimiento
no tiene juridición !
Y desdichado de aquel
que por amor se trató,
pues apenas tanto amó,
cuanto aborreció por él.
¡ Ay, cuánto mejor me fuera,
bien mío, que me olvidaras,
y si a tu patria tornaras
otro intento te trajera!
Mejor viviera sin ti
que contigo deste modo;
porque no tenerte todo
es grande mal para mí.
Si comes, das mil suspiros
mirándome, y tales son,
que se rinde el corazón
a la fuerza de sus tiros.
! Si te acuestas, das mil vueltas,
y el paso a mi pecho atajas,
I que pienso que te amortajas
264
LO QUE HAY QUE FIAR DEL MUNDO
en las sábanas revueltas.
Tal vez despierto, y te veo
llorando sobre mi cara
agua, en que >o me lavara
a llovería tu deseo.
Y como te veo así
entre dormida y despierta,
pieno que me juzgas muerta,
pues que lloras sobre mí.
Otras veces, que vestida
entro a verte donde estás,
cuanto más me adorno, más
a más dolor te convida.
Si estás hablando conmigo,
en medio de las razones
todo amarillo te pones...
¡ Ay, Dios, qué extraño castigo !
Tanto, que a no haber notado
que tal vez te he visto tierno,
este mi cuidado eterno
me hubiera el alma sacado.
Háblasme amoroso, y bien,
dícesme tantas caricias,
que entonces me doy albricias
de hallar mi perdido bien.
Pero en medio deste gusto
vuelves con presto rigor
las espaldas a mi amor
y la frente a mi disgusto.
Declárate, no suspendas
mi vida.
Leandro. No llores más.
Blanca. ¿ Cómo no, si triste estás
adonde hay iguales prendas?
Mi bien, si Espinóla eres, ,
noble y caballero, en fin,
ya ves que soy Lomelin,
juzga tú si me prefieres.
¿ Qué te disgusta de mí ?
Gonzalo. Señor, fuerte corazón
tienes en esta ocasión.
Leandro. ¿Estabas, Gonzalo, aquí?
Gonzalo. Por Dios, que digas a Blanca
la ocasión de tu dolor.
Leandro. Oye, Blanca, y sepa amor
que el corazón se me arranca.
Que estuve cautivo sabes,
y que la muerte cruel
entre el palo y el cordel
me puso en ansias tan graves.
Libróme el Turco, y creyendo
saber mi patria y historia,
yo la traje a la memoria
todo mi mal refiriendo.
Díjome que si le daba
palabra de caballero
de volver como ya quiero,
pues ya el término se acaba,
me dejaría venir
a casarme con mi esposa;
juzga tú, Blanca, si es cosa
que no la debo cumplir.
De las cosas necesarias
me mandó dar provisión;
vine, cáseme, ya son
notorias cosas tan varias.
La causa de mi tristeza
en tus brazos, fué memoria
sólo de perder la gloria
que me daba tu belleza.
Porque cuando me acordaba,
¿qué gusto tener podía?
Ves aquí, señora mía,
la causa: el plazo se acaba
en que tengo de volver,
y ojalá que vuelva a verte.
Dame licencia o la muerte,
pues lo has querido saber.
Blanca. Quedo, mi bien, no os pongáis
las manos en esos ojos,
que en cubrirlos más enojos
que en estas nuevas me dais.
Volved vos enhorabuena;
mas no volváis solo vos,
sino partamos los dos
como la g^loria la pena.
¿Tan mal amigo seré
para serviros allá?
Leandro. Temblándome el alma está;
¿qué responderé? ¿Qué haré?
Dejarte es darme la muerte;
llevarte es grande crueldad
a perder la libertad.
Blanca. Antes que la gano advierte,
y lo demás es deshonra,
que no hay quien della se prive,
como casada que vive
sin su marido y con honra.
Vamos, mi bien, dondequiera;
tan libre allá soy por tí
como esclava aquí sin tí,
o aquí sin ti me muriera.
ACTO SEGUNDO
265
Leandro. ¿No ves la dificultad
de tus padres, prenda mía?
Blan'Ca. No sabrán ellos el dia
que salgo de la ciudad.
Fingiremos una fiesta.
Leandro. Gonzalo, ¿qué dices desto ?
Gonzalo. Pecho de mujer dispuesto,
mujer a morir dispuesta,
al lado de su marido
no dudes que irá hasta el fin
del mundo.
Leandro. ¿Y es Lomelín
que lo tiene prometido?
Blanca. Salgamos de la ciudad
secretamente esta noche,
hasta la playa en un coche.
Leandro. ¡ Qué extraña temeridad !
Pero ven donde los tres
nuestra jornada tratemos.
Gonzalo. No he visto de amor extremos
como los que en Blanca ves.
Que toda mujer dijera
que no volvieras allá,
y ésta, como has visto ya,
solo acompañarte espera,
estimando, como es justo,
tu palabra.
Leandro. Obliga al doble
a un noble, y Blanca es muy noble;
vamos, pues que tienes gusto
de acompañar desta suerte
tu esposo.
Blanca. !Mi bien, contigo
bien sé que la vida sigo
y que no temo la muerte.
(Vanse.)
(Salen el Soldán de Pürsia, Fidoro y soldados.)
SOLD.\N.
Gracias a Alá por la merced presente.
FlDORO.
Corrido va Selín.
Soldán.
Con justa causa
la perdida batalla siente, y siente
que con desigualdad le haya vencido.
FiDORO.
Es mozo, y falto de experiencia viene
cargado de mujeres a la guerra,
que aun en la paz destruyen las acciones
de un hombre generoso.
Soldán.
Bien decía,
Fidoro, aquel que dijo que a las hierbas (i)
y flores pertenece la blandura,
y a los hombres la heroica fortaleza.
Trepe la vid lasciva por el olmo,
y llegue de un abrazo en otro arriba,
que una planta parece bien lasciva;
cubra una parra loca un verde espino
y mezcle entre los ramos colorados
los acervos racimos, y los grumos,
con hilos verdes de sus tiernos lazos,
que allí parecen bien tales abrazos.
Suba los muros la amorosa yedra,
gastando la argamasa de la piedra,
y con' harpadas hojas llegue el lúpulo
a coronar las torres que le dieron,
en sus cimientos, humildad y vida,
que agrada al gusto y al placer convida.
Pero el hombre gallardo y generoso
las cosas fuertes apetezca, y tenga
por bajeza el deleite y la blandura.
Mil veces Alejandro por la dura
tierra dura durmió; mil veces por la arena,
y en' la tabla mil veces de un navio.
FiDORO.
Parece que a Selín liciones lees,
como que contra ti su bien desees.
Alguno puso falta en Alejandro.
Soldán.
Del sol de la virtud la envidia es sombra,
con castidad venciéndose a sí mismo
venció desde los Indios a los Scitas,
y sujetó los fieros Trogloditas.
Fidoro.
Selín adora una famosa turca,
pienso que griega de nación.
Soldán.
Son' bellas.
Fidoro.
Marbelia llaman esta hermosa dama.
Soldán.
Ya lo dicen las lenguas de la fama ;
pues si debajo de la rica tienda
(i) Así en el original; pero será "hembras".
266
LO OUE HAY OUE FIAR DEL MUNDO
de perlas y de aljófar matizada,
a quien la rueda de cordones de oro
parecen rayos de la blanca luna,
que por lo alto el pabellón remata
con mil labores en nielada plata;
está Selín tratando con Marbelia
cómo han de gobernarse los ejércitos,
¿ qué mucho que venzamos cien mil hombres
con treinta mil de tan gallardos nombres ?
Retira nuestra gente, y esté alerta
para ver si envidioso de mi gloria
escurecer pretende la vitoria.
(Vayanse y salgan Sélín y Marbelia, Amurates y
turcos.)
Selín. ¿Para qué me das consuelo?
Marbelia. Perdona, invicto señor,
si se ofende tu valor
de mi voluntad y celo.
Selíx. ¿ Cuatro descalzos persianos
a Selín?
Amurat. Eso es la guerra,
que los sucesos que encierra
tiene fortuna en las manos.
Ella dispensa a su gusto.
Selín. ¿Dónde esa fortuna está,
que no sabe que me da
con esas cosas disgusto?
¿Es mujer, es hombre, es diosa?
¿ Quién es, que ignora quién soy ?
}klARBELL-\. Temblando de verle estoy,
la vista tiene furiosa.
Amurat. Los hombres, señor, han hecho
sus quejas y sus desdicha?.
porque desdichas y dichas
atribuyen a su pecho.
Fortuna es la voluntad
del cielo, con que dispone
las cosas.
Selín. El me perdone,
que me hace poca amistad.
Parte, Amurates, al punto
con el resto de mi gente,
donde, o ser vencida intente,
y acábase todo junto,
o deshaga la vitoria-
del Persa.
Amurat. Estando ocupado
en el despojo ganado,
y soberbio de su gloria,
sospecho que será ardid
y notable estratagema.
Selín. Que ya no hay más mal que tema ;
partid, villano, partid;
acabadme de perder.
Amurat. Yo voy, señor; pero advierte
que antes de tentar la suerte,
que puede contraria ser,
será bien que con espías
su disposición se vea.
Selín. ¿ Habrá algún hombre que crea,
perros, las paciencias mías ?
Parte, infame, o ¡ vive Alá,
que te pongan en un palo !
Amurat. Ya voy.
Marbelia. Mi bien, mi regalo ;
¿tanto furor? Bueno está.
Selín. Déjame.
;Mareelia. ¿Pues yo también?
Selíx. Conocerás mis enojos
en que me atrevo a tus ojos.
]^ÍARBELIA. Yo lo pcrdono, mi bien.
¡ Hola ! Venid a cantar
un poco, que le inquieta
al gran señor la trompeta
y los clarines del mar.
Música de más blandura
ha menester esta edad.
{Salen los Músicos.)
^iltjsicos. Ya estamos aquí.
Marbelia. Cantad.
MÚSICOS. Siéntate.
Selín. A ver tu hermosura.
Que como el que está enojado
si se mira en un espejo
suele mudar de consejo,
en tu espejo me he mirado.
CCantan.)
"En el regazo de Venus
el airado Marte estaba
al pie de una clara fuente
para murmurarle clara.
A la espada desceñida
la hierba sirve de vaina,
oprimiendo el fuerte escudo
de un verde mirto las ramas.
i Jugando está el niño Amor
I con las desatadas armas,
1 y sobre el rubio cabello
probándose la celada.
ACTO SEGUNDO
161
Selín.
MÚSICOS.
Selíx.
AIarbelia,
^luSTAFÁ.
Selín.
MUSTAFÁ.
Selín.
MuSTAFÁ.
Selín.
MuSTAFÁ.
Selín.
Marbelia.
¡ Al arma, Marte, al arma, [ama !
que mal despierta a la virtud quien
¿Quién os dijo esa canción?
Un cautivo nos la ha dado.
Todo me pone en cuidado,
todo me causa aflicción.
Mira que dicen allí
que despierta a la virtud
mal quien ama.
¡ Qué inquietud !
No cantéis, no entréis aquí,
porque el hablar y el cantar
a propósito ha de ser.
{Sale MusTAFÁ.)
Pudiera darte placer,
a no ser tanto el piesar,
el haber venido ya
el ginovés que enviaste
a Italia.
¿Quién?
¿ No mandaste
que un hombre... ?
¡ Válgame A\á. !
No prosigas, \'a me acuerdo;
¿y ha Atenido?
Sí, señor.
El es hombre de valor ;
pero no ha sido muy cuerdo,
que la palabra cumplió.
Es noble.
Verle deseo ;
di que entre.
Y si yo le veo
no estoy muy segura yo.
(Salen Leandro, Blanca y Gonzalo-)
Leandro. Aquí tienes a tus pies
a quien tal merced hiciste.
Selín- Tu palabra, en fin, cumpliste
como noble ginovés.
Le.«lndro. No sólo me traje a mí
para cumplirla mejor,
pues a mi esposa, señor,
te traigo también aquí.
Llega, Blanca, y a los pies
del gran señor di quién eres.
Blanca. Que diga tus prendas quieres.
Suplicóte que me des
licencia que bese el suelo
de tu estrado.
Selín. No estás bien. —
¡ Hola !, almohada le den
a quien dio tal gracia el cielo.
Marbelia. Según eso, ¿harás sentar
al Espinóla?
Selín. Pudiera,
si el justo premio le diera
que yo le quisiera dar.
¿Hay tal lealtad de cristiano?
¿ Hay tal verdad, tal valor ?
¡ Que de la patria el amor,
la madre, el padre, el hermano
no le hubieren detenido !
Ven, Espinóla, y abraza
a Selín; mí cuello enlaza.
Leandro. Los pies, gran señor, te pido.
Selín. Abrázame, porque quiero
que me pegues el valor
que te dio el cielo.
Leandro. Señor,
soy noble, soy caballero.
Ya dije cuando partí
que aun a morir volvería.
Selín. Vivirás desde este día
en mis estados y en mí.
¡ Vive Alá, que si tuviera
dos imperios, que del uno
te coronara, y ninguno
como tú lo mereciera !
Blanca, vos sois muy dichosa
sólo en haber merecido
a tal hombre por marido.
]\Iarbelia. i Brava dicha, siendo hermosa !
Selín. ¿Cómo te fué por allá?
Leandro. Cáseme, invicto señor,
con la virtud y valor
que a tus pies agora está.
No la pensaba traer,
y ella, AÚendo mi tristeza,
porque perder su belleza
bien me pudo entristecer,
quiso saber la ocasión,
y sabida, determina
que una noche a la marina
con una extraña invención
nos vengamos a embarcar,
donde un navio fletado
de aquel hidalgo criado
dio con los tres lienzo al mar.
(Sale MusTAF.\.)
Mustafá. No estés, señor, desa suerte
268
LO OUE HAY OUE FIAR DEL MUNDO
ni en cosas tan viles trates,
que viene huyendo Amurates
de las manos de la muerte.
Apenas de aquí salió
cuando... .
Selín. No me digas más,
que bien sé yo que jamás
Amurates me sirvió.
Hacelde que llegue aquí.
{Sale Amurates-)
¿ Cómo de aquí no has salido,
perro, y >a vuelves vencido?
Amurat. Vencido, señor, salí,
que no salí victorioso.
Selín. Suelta el bastón.
AíkiURAT. Oye el caso,
que estaba tomando el paso
a un escuadrón animoso.
Marchando en medio me vi.
Selíx. No es este bastón, villano,
para tan cobarde mano ;
para este cristiano, sí.
Toma, Espinóla, y gobierna
mi campo.
Leandro. ¡Señor!
Selín. Yo quiero
que le tenga un caballero
tan digno de fama eterna,
que mejor sabrá vencer
el que se ha vencido a sí.
Leandro. Beso tus pies.
Selín. ¿No te di
lo que puedes merecer?
¿Pues no te di mi corona?
¡ Hola !, cortad la cabeza
a Amurates.
Amurat. ¿Tu grandeza
ansí premia y galardona?
Leandro. ¡ Señor, señor, ansí vivas,
que viva el grande Amurates !
Selín. Porque su vida rescates,
y por esclavo recibas
aquel de quien tú lo fuiste,
y por honra de tu esposa,
y ser la primera cosa,
Leandro, que nic pediste,
viva Amurates por ti,
pero quedando tu esclavo.
Leandro. Tu piedad, señor, alabo.
Amurat. Y yo, ginovés, a ti.
Leandro.
Selín.
Leandro.
Selín.
Leandro.
Selín.
Leandro.
Selín.
MUSTAFÁ.
Selín.
Marbelia.
Leandro.
Selín.
Y déte el cielo ventura
con ese nuevo bastón,
si la fácil condición
de un Príncipe la asegura.
Yo he servido ; esto he medrado ;
¿has sido soldado?
\'es
que soy noble y ginovés,
¿y dudas que fui soldado?
Si quieres dejar tu ley,
Espinóla, creer puedes
que sabré hacerte mercedes
dignas del pecho de un rey.
Sino que no he de forzarte,
hazme un placer.
Tu>o soy.
Ponte este traje desde hoy,
y el nombre puedes mudarte.
Que en esto no h^rás ofensa
a tu ley, porque mi gente
vea en hábito decente
a su general.
Dispensa
tu voluntad en la mía,
la fe no puedo mudar;
al hábito doy lugar,
y al nombre desde este día.
Pues llamaráste Brahín.
Brahín por nombre consiento.
j Hola !, hacedlos aposento.
¿ Como a quién ?
Como a Selín.
Tú, Marbelia, a Blanca lleva.
Y en el pecho a su marido. {Ap.)
La gente, señor, te pido;
haré de mi dicha prueba.
Ven conmigo.
(Fase Selíx.)
Leandro. Pues, Gonzalo,
¿ no me hablas ?
Gonzalo. ¡ Qué he de hablar,
si te veo gobernar
el mundo con ese palo !
Leandro- Yo te hago capitán.
Gonzalo. ¿De quién, señor?
Leandro. De Selín.
Gonzalo. ¿Cómo te llamas?
Leandro. Brahín.
Gonzalo. Yo me llamo Solimán.
(Vayanse y salgan el Soldán, Fidoro y gente.)
ACTO SEGUNDO
269
SOLDÁX.
¿ Pareceos que sigamos el alcance ?
FIDORO.
Para qué, pues te buscan desta suerte ;
porque es poner nuestra vitoria en trance,
que por mucha ambición nos desconcierte.
Soldán.
Pensó Aniurates mejorar el lance,
y estuvo cerca de prisión o muerte,
dejándonos mil vidas y banderas.
FiDORO.
En eso acaban arrogancias fieras.
Soldán.
Sin duda se les muestra la fortuna
de nuestra parte alegre y favorable.
FiDORO.
Notable eclipse padeció su luna.
Soldán.
El daño es poco, el deshonor notable :
no se ha visto Amurat-es vez ninguna
en estado tan triste y miserable.
FiDORO.
El no es culpado, que es un gran soldado.
Soldán.
¿Pues quién pretendes tú que sea culpado?
Si es mejor un ejército de ciervos
con un león, por capitán, Fidoro,
que de leones en herir protervos,
con ciervos, capitán, la causa ignoro,
¿ Genízaros no son, aunque son siervos ?
i Canalla vil, guardemos el decoro
a los que tienen como Atlante al cielo,
el reino que a Selín dejó su abuelo!
Fidoro.
Yo sólo a la arrogancia lo atribuyo;
cosa que Alá le gusta el sufrimiento.
que aun no la puede resistir el suyo,
que es torre al fin, aunque de arena y viento.
(Sale D'arino, persiana.)
Darino.
Puesto, invicto Soldán, que siempre huyo
de exagerar con encarecimiento
las cosas del contrario, porque luego
dicen que es el temor gigante y ciego,
no excuso de decirte que apercibas
tu vitoriosa gente.
Soldán.
Si la llamas
vitoriosa, no es justo que recibas
ese temor con que su gloria infamas.
No coronan pacíficas olivas
sus dignas sienes, sino verdes ramas
de laurel inmortal, y el cuerpo entero,
más que la seda, láminas de acero.
Pero, ¿ por qué razón nos das aviso ?
Darino.
Porque con nuevo ejército famoso,
animados los turcos de improviso,
de un mancebo cristiano generoso,
en la persona tímida, Narciso,
y en las hazañas Marte belicoso,
vienen con tantas armas y clarinea
que el eco se tropieza con los fines.
En un caballo overo, que parece
que un tigre le engrendró por las labores,
y que por la fiereza que en él crece
parece que él los engendró mayores,
y que con freno de oro, que guarnece
aljófar blanco entre diversas flores,
caballo del aurora parecía,
que por la boca respiraba el día.
Viene con un bastón de palmo y medio,
porque casi lé cubre la manopla,
con más furor que cuando pone asedio
bóreas al lienzo, en que bramando sopla,
el Turco le remite su remedio,
y jura coronar iConstantinopla,
si deshace el agravio que diversar-
veces le han hecho los A^alientes persas.
El viene, como digo, aficionando
el campo con palabras amorosas,
honras y joyas prometiendo, y dando
i con rostro alegre y manos generosas ;
¿qué sientes desto?
Soldán.
Responder marchando
conviene a mis escuadras vitoriosas;
guárdese que no sea ese mancebo
un nuevo Escanderbeg, un Jorge nuevo.
(Vanse, y salen Gonzalo y Blanca, ya en hábito de
turca, muy bizarra, y Gonzalo, de turco.)
Blanca. ¿Vengo buena?
270
LO QUE HAY QUE FIAR DEL MUNDO
Gonzalo. Vienes tal,
que a Mahoma harás mercedes,
y que enamorarle puedes;
no he visto belleza igual.
Pero, ¿qué juzgas de mi?
Blanca. Que vienes también galán.
Gonzalo. Llamóme ya Solimán.
Blanca. ¿ Solimán te has puesto ?
Gonzalo. Sí.
Blanca. ¿Por qué?
Gonzalo. Por ser estimado
de las mujeres no más.
Blanca. En sus rostros andarás.
Gonzalo. Eso algún miedo me ha dado,
que me han de martirizar
por disfrazarme en la cara,
como si }o lo negara
a quien me llega a mirar.
Mas pues a Gonzalo igualo
el Solimán que me dan,
bien será que al Solimán
llamen las damas Gonzalo.
Troquemos, y ansí dirán
a la que afeitada viene,
o que de Gonzalo tiene
o no será solimán.
Blanca. Lindo remedio has hallado;
a Marbelia voy a ver.
{Fase Blanca.)
Gonzalo, j Qué envidia me ha de tener :
extraño monstruo he quedado !
Con aquestas hopalandas
hecho brujo o Alfaquí;
el gran señor viene aquí.
(Salen Selín, Mustafá y turcos.)
MuSTAFÁ. Yo haré, señor, lo que mandas.
Selín. ¿ Quién está aquí ?
Gonzalo. El diablo es esto,
Zalamelec Solimán.
Selín. Mil esperanzas me dan
los vestidos que te has puesto.
¿Di, Solimán, en tu ley
y tierra, pues que te hallo
en ocasión de vasallo,
puédele afrentar el rey
si su mujer le agradase?
Gonzalo. Sí, señor; mas no sería
tan grande afrenta la mía
como si a un noble afrentase.
Selín.
Gonzalo.
Selín.
Gonzalo.
Selín.
Gonzalo.
Selín.
Gonzalo.
Selín.
Gonzalo.
Selín
Gonzalo.
Selín.
Gonzalo.
Selín-
Blanca me parece bien,
¿quiéresla decir mi mal?
No, señor.
¿Hay cosa igual ?
Oye la razón también.
Fuera de que es imposible
conocida su bondad,
y ofendes tu autoridad
en quererla hacer posible,
entre amigos es traición,
y entre criados notable
bellaquería.
¡ Que hable
con esta resolución
un hombre bajo a Selín!
Mas cristiano y español,
no tendrá respeto al sol.
Blanca es sangre Lomelín.
Haréle yo fuerza a Blanca.
¿Espinóla lo merece,
por venir donde te ofrece
la vida con mano franca,
y por guardarte, señor,
palabra de caballero ?
Iba a enojarme y no quiero,
que éste ha hablado con valor.
Hay cosas que a un poderoso,
dichas con gran libertad,
tal es la santa verdad,
tiemplan el brazo furioso.
Ahora bien ; si estáis preciados
los cristianos de guardar
la palabra hasta quedar
en vida y honra empeñados,
yo me quiero a mi vencer,
pero palabra has de darme
de callar, y has de jurarme
como lo soléis hacer,
de no decirlo a ninguno,
cuanto más al ginovés.
Yo la doy.
Júralo, gues;
dime juramento alguno.
Por los huesos mahomiles,
que están en Meca, señor,
de no decirlo.
En rigor
allá los tenéis por A^les.
Jura al Señor de tu ley.
Ese juro.
Bien está;
ACTO SEGUNDO
271
advierte que es Dios Alá,
y que yo soy hombre y Rey.
{Sali-n soldados turcos y Leandro con bastón y ^''-'•^'
tido de turco-)
Leandro.
Si no ha llegado, Príncipe del Asia,
a tus oídos la vitoria mía,
por haber sido tal, que decir puedo
que fui, que vi y vencí, dame esas manos,
y ven a ver las armas y banderas
ganadas a los persas vitoriosos,
que van huyendo de tu nombre claro.
Selín.
Eres un Fénix en el mundo raro.
[Aparte]
¿Hay cosa tan notable? ¿Hay tal ventura?
¡ Que le quise probar, y aun ausentarle,
guiado del deleite de mis ojos,
por quien hace el poder cuanto ellas quieren,
y que vuelva tan presto vitorioso ! —
Aún no has tenido tiempo de ser visto,
y ya de vencedor la palma tienes,
y coronadas de laurel las sienes.
Leandro,
Esto puede el deseo de servirte.
MUSTAFÁ.
¿A quién no obliga este cristiano a envidia?
Ojalá que los persas le mataran,
porque principios son estas vitorias
de alzarse con Selín.
Selín.
Arrepentido
estoy de haber a Blanca deseado;
ya me hubiera pesado de ofenderle. —
Brahín, mi gran Bajá desde hoy te nombro ;
tú juzgarás los pleitos de mi corte,
que no te puedo dar mayor oficio.
Leandro.
Es gran merced para tan vil servicio,
tu hechura soy, aquí a tus pies me tienes.
Selín.
Galán, Brahín, con el vestido vienes;
si dejaras tu ley, yo te casara
con mi hermana esta noche.
Leandro.
No es posible ;
en la nobleza en que nací repara.
Selín.
Vamos a ver las armas y banderas.
Gonzalo.
Mil años goces el supremo oficio.
L,eandro.
¡ Oh, Solimán ! ¿ Hay algo en esta ausencia ?
Gonzalo.
Callar no más, que la palabra he dado,
y a guardalla, señor, me has enseñado.
(Vayanse, y salga Marbelia, Blanca y Celiní-a.)
Celinda. Más hermosa estás ansí.
Blanca. Es el traje más lascivo;
mas pues con vosotras vivo,
no haya diferencia en mí.
Marbelia. Celos nos da tu hermosura,
y aun a mí tengo por llano
que ha de matarme el cristiano,
o envidia de tu ventura.
Celinda. A Marbelia le he sentido
que tiene amor a Brahín,
en ofensa ide Selín;
de todo culpa he tenido.
Que si morir le dejara
en aquel palo y cordel,
}' no volviera por él,
ni él con Blanca se casara,
ni agora estuviera aquí
matando a las dos de celos.
Marbella. Blanca, que guarden los cielos,
oye una palabra.
Blanca. Di.
Marbelia. ¿ Sienten en Italia mucho
las mujeres que otras quieran
sus maridos ?
Blanca. ¡ Aunque fueran
de piedra !
Marbelia. ¡ Ay, Alá, qué escucho !
Blanca. Es de suerte el sentimiento
de las mujeres allá
cuando con otra se va
su esposo, que enciende el viento.
Con sus suspiros la tierra
baña en llanto; está furiosa,
que ni come ni reposa,
en una perpetua guerra.
Sábense en la vecindad
979
LO QUE HAY QUE FIAR DEL MUNDO
los celos de una mujer;
cómo al dormir y al comer
es mayor la tempestad
con las voces y el furor
que los celos la entregan,
que no duermen ni sosiegan
diez calles alrededor.
Marbelia. ¿Luego tú lo sentirías?
Blanca. ¿Qué es sentir? Cúbrenme hielos;
sólo de pensar en celos
tengo ya las venas frías.
Despulsóme, no lo dudes ;
mataría a quien me diese
celos y a quien causa fuese
de mis locas inquietudes.
Y mataríame a mí,
para concluir con todo.
Marbelia. (Negociaré de ese modo.)
Celinda. (Bueno es esto para mí.) •
Blanca. Vosotras estáis acá
como ovejas en rebaño;
salís una vez al año
adonde Selín está.
A la que novia ha de ser
la componéis entre todas,
y en acabando las bodas
nunca más las vuelve a ver.
Sois bárbaras, sois sujetas,
y tras ser más amorosas,
andáis siempre codiciosas
por amistades secretas.
No tenéis una ventana,
sangraisos de ocho a ocho días
para las melancolías
desta enfadosa cuartana.
Vais al baño con mil guardas,
y estáis sin boca y narices,
defensas más infelices
que sus arcos y alabardas.
Allá la de menos brío
duerme y come con su esposo
todo el año, que es forzoso,
ma3'^ormente sí hace frío.
Esta es la ley del casado,
no hay orden que la diviertan,
si no es que ellos se conciertan
por calor o por enfado.
Celinda. ¡ Qué tierra de bendición !
Marbelia. ¡ Bien haya la ley cristiana !
Blanca. Es santísima y humana.
{Salen Gonzalo ;y Leandro.)
Gonzalo. Las tres sospecho que son.
Leandro. Aunque hubiérades venido
a pleito de vuestro estado,
no os hubiérades juntado,
y si ésta la causa ha sido,
ya veis que soy gran Bajá
y que pleitos vengo a oír,
cada cual puede decir
en lo que agraviada está.
Celinda. Selín ha hecho elección
- justa de tu entendimiento.
Toma asiento.
Leandro. Este es mi asiento;
¿los pleiteantes quién son?
Marbelia. Si es que nos quieres oír,
nuestras quejas te diremos.
Leandro. ¿Quejas tenéis?
Marbelia. Sí tenemos.
Blanca. Ellas las pueden decir,
que yo, mi esposo y mi bien,
no tengo de qué quejarme,
pues he venido a emplearme
en tu persona tan bien.
Leandro. Y cuando queja tuvieras,
como no fuera de mí,
segura estabas aquí
que favorecida fueras.
Celinda. Como eres juez galán,
comienzas apasionado.
Leandro. Pasión no, justo cuidado
justos amores me dan.
Y puesto que juez sea
os quiero dar mí lugar,
para que podáis juzgar .
si bien mi gusto se emplea.
Celinda. Ahora bien ; oye esta vez
nuestros pleitos.
Leandro. Ya os espero,
y agradecedme que quiero
ser entre damas juez.
Pues una vez que un troyano
de ciertas diosas lo fué,
no dejaron cosa en pie
porque no les dio la mano.
Celinda a Palas parece,
diosa de la guerra sea,
y si en la ciencia se emplea,
eterno laurel merece.
Marbelia, Juno, y será
I
ACTO SEGUNDO
273
la diosa de la riqueza
que a Blanca, por su belleza,
Venus el premio le da.
Celinda. Si a mí la guerra me has dado,
¿ qué paz puedo prrometerme ?
ÍNIarbelia. y a mí, con enriquecerme,
la más pobre me has dejado.
Blanca. Por el premio que me das,
mi bien, las manos te beso,
y la obligación confieso.
Leaxdro. Blanca, tú mereces más;
mas id las tres en buen hora,
que viene gente a la sala.
Marbelia. ¿ Qué envidia a mi envidia iguala ?
Celixda. Más quejosa voy agora.
Blanxa. y yo más agradecida.
{Van se las tres.)
GoNZ.ALG. Pierde, quien juzga a mujeres,
por un placer mil placeres.
Leaxdro. Blanca de todas me olvida.
(Salen Selíx, Must.\fá y Amurates.)
SelÍN.
Leandro.
Selín.
Leandro.
Selín.
Leandro.
Selín.
Leandro.
Selín.
A verte juzgar, Brahin,
vengo con mucho contento.
Gran señor.
\'uelve a tu asiento,
que eres el mismo Selín.
Señor, en Europa son
los pleitos muy diferentes.
Digo otra vez que te sientes.
De las leyes, la razón
es el alma, con la cual
allá las tienen escritas.
Ya sé que son infinitas.
Hay civil y hay criminal;
hay quien escriba, y también
quien acuse y quien defienda,
para que mejor se entienda.
Antes no se entiende bien.
Acá no usamos procesos,
y esta fué costumbre antigua,
que tan presto se averigua,
que no parecen los presos.
No soy bárbaro, Brahin;
asi juzgó Salomón,
porque en escribendo son
todos los pleitos sin fin.
Parte hay de Europa que tiene
policía y que la enseña,
y una tabla muy pequeña
todas sus leyes contiene.
Oír, y luego juzgar
más divino entendimiento
arguye.
Leandro. Señor, yo intento
servirte y no replicar.
JiIusTAFÁ. Dos hombres están aquí.
Selín. Entren.
Leandro. ¿ Sobre qué pleitean ?
(Salen dos turcos, Alí y Xarife.)
Alí. Justicia, invicto señor.
Leandro. Quedo. ¿Qué voces son estas?
Suelta el hombre.
Alí. Agora sí,
porque estoy en tu presencia.
Leandro. ¿ Qué te ha hecho, que le traes
asido de esa manera?
Alí. Señor, mi padre me ha muerto (i).
Xarife. No le permitas que mienta
en agravio de mi honra.
Leandro. ¿ Cómo fué ?
Alí. Desta manera :
íbamos m.i padre y j'O
camino por una selva
llena de árboles y escura;
pero con la ardiente siesta
tuvo sed el viejo noble;
yo sentí que de unas peñas
bajaba un arroyo, y fui
por agua, avisado dellas.
Salió entretanto este hombre,
y codiciando la seda
del vestido, unos anillos
y una vuelta de cadena,
le dio cuatro puñaladas.
Corrí a las voces funestas,
y vile en este delito ;
pero él, temiendo que fuera
hijo, en fin, huyó de mí,
pero no huyeron sus señas,
por las cuales hoy le hallé,
forzándome a que le prenda
el justo dolor.
Xarife. Señor,
este es loco, no le creas.
Yo me atreveré a probar
que dice cosas como estas
VII
(i) Quizá diría mejor: "Señor, a mi padre ha
muerto".
18
274
LO QUE HAY QUE FIAR DEL MUNDO
a cuantos topa en la calle.
Leandro. Calla un momento y espera.
Yo he sentido, gran Selín,
que este hombre que se queja
dice verdad, y que el otro
mató a su padre en la selva.
Mas no habiendo información,
no es posible aue se pueda
castigar este delito.
Selín. Hoy quiero ver tu prudencia.
Leandro. Oye, y verás que le pruebo,
mas con la industria más nueva
que en entendimiento cupo;
perdónenme Italia y Grecia.
Ven acá, ¿tienes testigos?
Alí. No, señor, que si tuviera
testigos...
Leandro. ¿Nadie lo vio?
Alí. Nadie,
Leandro. ¿Ni un ave ni fiera?
Alí. Ni fiera ni ave.
Leandro. ¿No había
piedras siquiera en la tierra
donde cayó?
Alí. Sí, señor,
aunque era lo más arena.
Leandro. Parte, y dos piedras me trae,
que ellas me dirán quién era,
porque en las muertes injustas
da Dios a las piedras lenguas.
Alí. Yo voy, mas detenle al hombre.
Leandro.
Selín.
Leandro.
(Vaso.)
¡ Hola !, el hombre se detenga.
Espantado me has, Brahín.
¿ Tú has de hacer hablar las piedras ?
Presto lo verás, señor.
(Salen dos turcos, Feniso y Zayde.)
Feniso. ¿Lo que ine debes me niegas?
Zayde. ¿Yo te debo? Antes me debes.
Leandro. ¿ Qué es esto ?
Feniso. Tu Alteza sepa
que yo me hallé cierta bolsa
de cequíes de oro llena;
y aunque pobre, temeroso
de no manchar mi conciencia,
oyendo que pregonaban
que darían a cualquiera
que la bolsa hubiese hallado
de mil cequíes cincuenta.
más quise cincuenta míos
que mil de la hacienda ajena.
Dila a Za:yde, porque Zayde
es noble, y me dio las señas.
Agora dice que había,
por no pagarme la deuda,
mil y docientos zequíes,
y que docientos le vuelva,
y como el concierto ha sido
él me dará los cincuenta.
Leandro. ¡Qué bajeza tan extraña!
Muestra la bolsa, y no creas
que es tuya; vete con Dios,
Zayde, a tu casa, y tú tenia,
pues no es la que perdió Zayde,
hasta que el dueño aparezca.
Zayde. ¿Cómo no?
Leandro. Pues si tú dices
que de mil zequíes era,
y tiene mil y docientos (i),
no es la tuya, que otra es ésta.
Zayde. Señor, advierte...
Leandro. ¿Qué quieres,
sino es la tuya, que advierta?
Zay'^de. Confieso que fué invención
por no pagar lo que fuera
justo; mándamela dar,
que yo daré los cincuenta.
Leandro. Agora le has de dar ciento,
cincuenta por la primera
deuda, y por haber negado
los otros cincuenta.
Zayde. Venga,
que yo le daré los ciento
con tal que mi bolsa sea.
MusTAFÁ. ¿ Qué te parece ?
Amurat. De envidia
abrasa un fuego mis venas.
{Salen dos turcos, Mamí y Xafer.)
Mamí. ¿Aquí deshacen agravios?
Xafer. Sí harán, como éste lo sea.
Leandro. ¿Qué queréis?
Mamí. Soy un maestro
de Leyes y humanas letras.
Leandro. ¿ Pues letras tenéis acá ?
Mamí. Algunas, señor, se enseñan.
i
(i) Parece distracción de Lope; porque la bolsa
hallada sólo tenía mil cequíes y lo que Zayde decía
era que debería tener mil doscientos. La anécdota
es uno de los cuentos de las Mil y una noches.
ACTO TERCERO
275
Xafer, discípulo mío,
desta suerte se concierta
conmigo, que le enseñase
tres años en mis escuelas,
y que en habiendo aprendido
me diese ciento y ochenta
escudos. Como venciese
el primer pleito en tu audiencia,
pido el dinero y responde :
'*Le daré cuando le venza."
¿ Cómo ha de vencer el pleito
y me ha de pagar la deuda?
Porque si el pleito me vence
libre de la deuda queda.
Leandro. Maestro, quien enseñaba
era justo que supiera
que en ese concierto había
esa cautela encubierta ;
pero pues maestro sois,
contentaos, que era vergüenza
que un discípulo os venciese.
Tú has dado justa sentencia.
¿ Qué es del preso por la muerte ? .
Oye una extraña agudeza.
¿ Qué mandas ?
Aquel mancebo
que fué por aquellas piedras
¿ vendrá tan presto ?
Señor,
yo te digo que no venga
en dos horas, porque hay
de aquí al puesto legua y medía.
Veslo aquí, señor, probado. —
Pues, infame, si confiesas
que el puesto sabes adonde
sucedió esta muerte fiera,
tú eres el agresor.
Extraña- y notable prueba.
Ponelde luego en un palo.
Señor.
Deja, Brahín, deja
que te abrace y que te dé
mil veces la norabuena.
Rige mi imperio, mi casa,
rige el mar, rige la tierra,
y no haya en tierra y mar
cosa que no te obedezca,
i Hola !
MusTAFÁ. Señor.
Selíx. De rodillas
sirvan a Brahín; mí mesa
Xarife.
Leandro.
Xarife.
Leandro.
Xarife.
Leandro.
Selín.
Leandro.
Xarife.
Selín.
tienes hoy, come conmigo.
Leandro. Xo sé qué darte en respuesta.
Amurat. ¡ Ay, Mustafá ! ¿ Qué es aquesto ?
MusTAFÁ. La fortuna, pero crea,
que para mayor caída
le levanta a las estrellas.
ACTO TERCERO
{Salcii Marbelia y Gonzalo.)
Marbelia. ¿Tú no le dirás mi pena?
Gonzalo. X'o me atreveré, señora,
porque sé que a Blanca adora.
^Larbelia. Yo sé que la fruta aj ena
agrada a cualquiera mano
más que en el propio jardín.
Gonzalo. Es tan honesto Brahín,
que es tu pensamiento vano,
y es gran culpa en nuestra ley
amar a quien no la tiene.
Marbelia. Yo seré cristiana.
Gonzalo. \^iene
con Brahín, Marbelia, el Rey.
Si gustas, quédate aquí,
que si Selín se va presto
con algún término honesto
yo le rogaré por ti.
(Vayase, y salen Selín y Leandro.)
Selín.
Leandro.
Leandro.
Selín.
Toda la hacienda te doy
de Amurates.
Xo me trates
de esa suerte, de Amurates
esclavo y amigo soy.
Selín. ¿Quíéresme acaso enojar,
Espinóla ?
Ya, señor,
¿no soy Brahín?
Por favor
Brahín te suelo llamar.
Pero en no haciendo mí gusto,
para mí serás quien eres.
Leandro. Yo haré, señor, lo que quieres.
Pésame de tu disgusto.
La hacienda que digo toma ;
daréte, por mi Alcorán,
hasta la plata en que están
las cenizas de Mahoma.
Si llega la caravana
de mis caramuzalíes,
Selín.
SSSSí'
276
LO QUE HAY QUE FIAR DEL MUNDO
te daré cien mil cequíes
y treinta piezas de grana.
No tendrá la Persia tela
que no sirva a tus marlotas,
ni airones, plumas, garzotas,
ave que en el mundo vuela,
que no adorne el tulimán
que cubriere tu cabeza,
aunque estén por más grandeza
en la frente del Soldán.
Leandro. Marbelia está allí, señor.
Selín. Ya cualquiera amor condeno,
que no he de tenerle ajeno
mientras te tuviere amor.
(Vase.)
Leandro. Por no hablarla me dejó:
¿qué fin tendrá mi fortuna,
pues jamás creciente luna
dejó de menguar?
Marbelia. Si yo,
Leandro o Brahín, tuviera
libertad, con que te hablara,
por otra pienso que hallara
mil cosas que te dijera.
Pero hablando para mí
tanto mi lengua enmudece,
que a mí misma me parece
que nunca a hablar aprendí.
Ya no puede el sufrimiento
callar más tiempo el dolor,
que si sufro y tengo amor,
me dirá el eco que miento.
Juez te han hecho, Brahín;
juzga el pleito de mis penas,
aunque si tú me condenas,
no he de apelar a Selín.
Pero bien sé que esta vez
sin juicio al tuyo voy,
pues la querella que doy
es contra el mismo juez.
Y si matar una vida
se castiga de tal suerte,
el que da a las almas muerte
más merece que homicida.
Pero no quiero pedirte
el alma, aunque era razón,
pues de Blanca el afición
no ha de poder persuadirte.
La deuda sí que me debes
desta grande voluntad.
pues te consta que es verdad,
por más que negarla pruebes.
Juzga, )' mira que por ti
está Marbelia de suerte,
que he de apelar a la muerte
si sentencias contra mí.
Leandro. Admiración me ha causado,
IMarbelia, tu loco intento ;
si es probar mi pensamiento,
¿qué vanidad te ha engañado?
¿ Qué has visto, señora, en mí ?
Acción de tan bajo efeto,
¿qué te dio tan vil conceto
de mi lealtad 3' de mí ?
Si Selín me levantó
a sí mismo de tal modo,
que no ha}»^ en su imperio todo
sino lo que mando yo;
si me miras en su mesa
y adorado como él,
pues comienza en mí y en él
• parece que el cetro cesa,
¿ cómo no ves que no hubiera
caribe, ni bracamano,
que a las obras de su mano
desagradecido fuera?
El te adora sobre cuantas
griegas y turcas estima :
júzgalo tú.
Marbelia. Amor que anima,
Brahín, a empresas tantas
como nos muestran historias,
pudiera darte ocasión,
consintiendo en mi afición,
para mayores Vitorias.
'Cuantos famosos imperios,
lo mismo en tu pecho fundo,
han procedido en el mundo
de muertes y de adulterios.
Tú eres adorado aquí,
Selín es aborrecido.
Leandro. Para el estilo atrevido
con que te burlas de mí;
para la lengua cruel,
si esto no lleva otro fin,
que yo he de ser a Selín
eternamente fiel.
Y está cierta que si más
repites esto que agora,
que no serás mi señora,
sino mi esclava serás.
ACTO TERCERO
277
Haréte poner adonde
llores tanto atrevimiento.
jMarbelia. ¡ Cielos !, ¿ a mi pensamiento
ansí un esclavo responde?
¡ Un perro desnudo ayer,
y que yo quité de un palo !
Monstruo que a una tigre igualo :
¿no eres hombre y soy mujer?
¿Qué es virtud ni qué es lealtad
cuando vosotros queréis?
i Oh, qué honrados os hacéis
si no 'tenéis voluntajd !
Pues, perro, en tu sí o tu no
tu vida o muerte has cifrado :
si Selín te ha levantado,
sabré derribarte yo.
(Vasc.)
Leandro.
; Qué monstruo, tiene Libia, por su ardiente
arena, ni que fiera el campo Albano?
Qué peste con rigor tan inhumano,
si lleva las tres partes de la gente?
¿ Qué rayo abrasa el aire transparente ?
¿ Qué Hircana tigre al cazador tirano
sigue hasta el mar; qué sierpe, que el villano
rústico pie sobre la concha siente?
¿Qué furia tanto con la guerra injuria
i;i paz del mundo, que sin ellas fuera
libre de todo mal de tanta injuria? (i)
Que una mujer airada es monstruo, es fiera,
es peste, es rayo, es tigre, es sierpe, es furia,
y muere bien, como vengada inuera.
(Sale Gonzalo.)
Gonzalo. Gracias a Dios que algún rato
te hallo solo.
Leandro. El eterno
cuidado deste gobierno
me tiene a tu amor ingrato.
Yo he subido a gran lugar.
Gonzalo. No pienso que es sin misterio.
Leandro. Yo soy señor deste Imperio,
desta tierra y deste mar.
Soy dueño deste tirano,
mi patria segura vive,
el Emperador me escribe
y el Pontífice Romano.
I'^lorencia, Francia y España,
(i) Quizá deba decir "furia" y no "injuria"
mi amistad a competencia
pretenden.
Gonzalo. Tu diligencia
es, señor Leandro, extraña.
Pero mayor tu ventura,
con que has a tiempo llegado,
que vive por tu cuidado
toda la Italia segura.
Vences, juzgas, en tu mano
está la paz y la guerra,
que en esta bárbara tierra
ha puesto Dios un cristiano
que reprime su poder;
mas traigo que preguntarte
una duda.
Leandro. De escucharte
recibo, español, placer.
Gonzalo. Un Rey tenía un criado,
y aunque mucho le quería,
por vicioso puesto había
en su mujer su cuidado.
Y como era tan vicioso,
por más que le reportaba,
gozalla solicitaba,
temerario y poderoso.
Pregunto: ¿qué hacer pudiera
este criado, obligado
deste Rey?
Leandro. Tener cuidado
que no la hablara ni viera
él ni otra persona alguna,
que el poder, si es grande, basta
para rendir la más casta,
sin otra fuerza ninguna.
Mas, ¿ por qué me has preguntado
esto que debiera hacer
quien viera de su mujer
a un rey enamorado ?
{Vase sin hablar Gonzalo.)
Oye, espera ; ¿ así te vas,
pues las espaldas me vuelves ?
¿A dejarme te resuelves
y sin responderme más?
¡ Gonzalo ! ¡ Ah, Gonzalo, escucha !
No ha querido responder;
ocasión debe de haber,
que, pues no responde, es mucha.
Si Selín, si Selín, digo,
quiere a Blanca... Mas si fuera
que a Blanca Selín quisiera,
claro me hablara un amigo.
278
LO QUE HAY QUE FIAR DEL MUNDO
Gonzalo me quiere bien,
no me hablara por enigmas.
(Salen Marbelia y Selín.)
Marbelia. ¡ Qué poco, Selín, me estimas,
y aun a ti mismo también
después que tienes amor
a este dichoso criado !
Selín. Injustos celos te ha dado.
Brahín es competidor
de mis bajaes visires,
san Jacos y Belerbeyes (i),
a quien manda y pone leyes,
de que no es bien que te admires.
No compite con mis damas
Brahín; ¿qué tiene que ver?
Marbelia. La envidia de la mujer,
cuando tan de A-eras ama,
a todo lo que divierte
a su amante de su amor
llama su competidor
y de sus celos advierte.
Si un caballo regalaras,
un perro u otro animal;
si de una fuente el cristal
o si un jardín estimaras;
si un libro te divirtiera
o el juego, que suele hacer
competencia a la mujer,
celos de todos tuviera.
Selín. Calla, que está aquí mi amigo
Brahín.
Leandro. Señor.
Selín. ¿Cómo va?
Leandro. A tu servicio.
Marbelia. ¡ Aquí está
este adorado enemigo !
Selín. Parece que no estás bueno :
¿qué tristeza es esa, di?
¿Cómo me hablas ansí?
Ya tu ingratitud condeno.
Si te falta la salud,
siéntate, dime tu mal.
Leandro. Bien estoy.
Selín. ¿Hay cosa igual?
¿ Qué tristeza, qué inquietud,
qué sentimxiento, qué pena
te puede tratar ansí?
¿ Qué tengo que no te di ?
(i) Antes, y en otras comedias se escribia "Be-
berleyes". Sanjacos no sabemos lo que serian.
Manda, quita, rige, ordena,
prende, libra, mata, ofende,
llámate yo; no te vea
triste quien sólo desea
tu vida y tu bien pretende.
{Salen Amurates, Mustafá y Turcos.)
i Hola !
Mustafá. Señor.
Selín. A los pie3
os echad del gran bajá.
¡ Presto, perros !
Amurat. ¡Loco está!
Selín. Manda matar dos o tres.
Échense luego estos dos
desa torre, por Brahín.
Turcos. Ya vamos.
Leandro. ¡ Oh, gran Selín,
mil años te guarde Dios.
Selín. ¿'Quieres que yo me arrodille
a tus pies?
Leandro. Deja, señor,
de hacerme tanto favor.
A tu Majestad se humille
el Asia de mar a mar;
Corfú, Chipre, [la] Natolia.
Tartaria, Egipto, Rusia,
y puedan, señor, pasar
tus palandrias y tus naves
desde el mar de Palestina
a la más remota China.
Selín. Ni me bendigas ni alabes,
pues con tristeza te veo.
¿Tú triste? ¿De qué lo estás?
¿ Puedo yo decirte más ?
No, que tu vida deseo
con más veras que la mía.
Leandro, Señor, a merced tan grande,
ni quiera Dios ni lo mande
que dure más mi porfía.
Oye, y sabrás la ocasión
que me ha puesto en tal disgusto:
porque no quiero, ni es justo,
encubrirte el corazón.
Selín. Agora pagas el mío.
Leandro. Yo, señor, he imaginado
que 3'a conmigo ha llegado
tu amor a ser desvarío.
Hasme puesto en tal lugar
viéndome humilde servir,
que no pudiendo subir
es necesario bajar;
ACTO TERCERO
279
y como desde tan alto
está mirando mi vida
tan cercana la caída,
aflígeme el sobresalto.
Toda la verdad te digo :
triste con razón está
quien piensa que viene ya
de tu gracia a tu castigo.
No porque yo culpa alguna
le ponga a tu condición,
pero porque efectos son
del tiempo y de la fortuna.
Selín. Para que veas, Brahín,
cómo el temor te ha engañado
y que puede en ese estado
tenerte firme Selín,
hago juramento a Alá,
pena que la Libia seca
pase peregrino a Meca,
adonde el Profeta está,
de mientras tuvieres vida
no te bajar del lugar
donde te he puesto, ni dar
ocasión a tu caída.
Leandro. Mil veces pongo la boca
en la tierra de esos pies.
Selín. Lo que me toca esto es;
haz allá lo que te toca.
{Vansc Selín y los Turcos.)
Marbelia. Ven acá : si deste modo
te quiere un hombre cristiano,
y de suerte que a tu mano
sujeta su imperio todo,
¿qué te espantas, qué te admira
que te quiera una mujer?
Leandro. ¿No me ha de admirar de ver
que sus méritos no miras?
Si ves mis obligaciones
a ese mismo, ¿ cómo piensas
que las trueque yo en ofensas
y tú en ocasión me pones ?
]\L\RBELiA. Porque nunca se ofendió
Selín de celos de mí
después que te quiere a ti,
que es tanto, que pienso yo
que si licencia le pides
para que yo tuya sea,
te dirá que lo desea.
Leandro. ]\Ial con su grandeza mides,
Marbelia, su entendimiento.
]\L\RBELiA. Dejemos de argumentar:
o una mano me has de dar,
o has de ver mi atrevimiento.
Dámela, por lo que sé
de conocer por la mano,
y si has de ser rey persiano
por las rayas te diré,
y aun si has de heredar también
el imperio de Selín.
Leandro. Saber me agradará el fin
destas mis venturas bien;
pero no lo que tú dices,
ni es ciencia que entre cristianos
se cree.
Marbelia. Muestra las manos.
Leandro. Si han de ser cosas felices
las que Selín me promete,
mira si lo sabes..
Marbelia. Muestra.
Leandro. ¿Cuál quieres?
Marbelia. Dame la diestra.
Leandro. ¡ Ay !
Marbelia. No importa que te apriete,
que es porque salgan las rayas.
Leandro. Suéltame ; basta mirar
las rayas, comienza a hablar.
Marbelia. Tengo temor que te vayas.
(Sale Blaxca.)
Blanca. ¡ Leandro y Marbelia asidos
de las manos, bien a fe !
Leandro. ¿ No comienzas ?
Marbelia. ¿Qué diré
que penetre tus oídos ?
Digo, mi bien, que te adoro.
Leandro. ¿Eso qué tiene que ver ?
Blanca. ¿ Podremos todos saber
lo que se trata ?
Leandro. De un moro
Marbelia, Blanca, aprendió
la ciencia de adivinar.
Marbelia. Bien puedes segura estar:
pensamientos tengo yo
que igualan con las estrellas.
Blanca. En mi tierra, las que son
de calidad y opinión,
ni aun el sol se acerca a vellas.
Marbelia. ¿ Celos ? Bien sabes quien soy.
Blanca. Mujer, que basta.
Marbelia. Ahora bien,
la lengua, Blanca, deten,
o haré que te maten hoy.
Y si este perro cristiano
280
LO QUE HAY QUE FIAR DEL MUNDO
Blanca.
Marbelia.
Leandro.
Marbelia,
Leandro.
algo te ha dicho de mí,
miente.
Yo lo creo ansí.
El me ha tomado la mano.
Quedo, Marbelia, que yo
no tuviera pensamiento
de primero movimiento.
,: Luego esto no es verdad?
No:
sino que eres tú la cosa
de mi alma aborrecida,
de la suerte que es querida
Blanca, mi gallarda esposa.
Marbelia. Todo ha sido por burlar
a Blanca con darla celos.
A los dos guarden los cielos,
y un siglo os dejen gozar.
(Fase Marbelia.)
Leandro. ¿Qué te parece, mi bien,
de las burlas desta necia?
Blanca. Que poco mi vida precia
ese tu ingrato desdén.
Que deseas pagar mal
la fe y lealtad qvie me debes,
y que por deleites breves
pierdes un bien inmortal.
Que te ha pegado la ropa
del Asia la pestilencia,
y que se te ve el ausencia
de las costumbres de Europa.
Que desde que renunciaste
al hábito generoso
de tu fe, y el vitorioso
principio degeneraste
con bárbaros pensamientos,
tu fama infamas y aspiras
a los regalos que miras
y a sus dulces movimientos.
Ya me tendrás con disgusto ;
no me espanto, porque es llano
que ya de turca y cristiano
tendrás genízaro el gusto.
Eres absoluto rey
del Asia, }'• querrás vivir
por su estilo, y no acudir
a las deudas de tu ley.
Ea, ten cuatro mujeres
y ten quinientas amigas,
pues a bárbaro te obligas
por gusto de sus placeres ;
mas no he de ser tma yo,
envíame a Italia luego :
vista tengo si estás ciego,
perderte quieres, yo no.
Que dentro de un pensamiento
me quitaré aqueste traje,
con que infamé mi linaje,
sólo por darte contento,
y quedarás descansado
sin mí, bien claro se entiende,
que a quien nuevo amor pretende
mucho le enoja el pasado.
Leandro. Blanca, ni yo tengo culpa
en tus celos, ni es razón
que mi fe, ley y opinión
te dé más larga disculpa.
Esta fiera ha dado en esto,
que ni es peste de la ropa
ni el estar lejos de Europa
mis costiuTibres descompuesto.
No soy bárbaro, ni he sido
tan ingrato para ti,
ni a la patria en que nací
pierdo el respeto debido.
Antes no corren su mar
los cosarios desta tierra,
porque si no es civil guerra,
¿quién la puede molestar?
Yo tengo cristiano gusto
de la suerte que nací,
porque le tengo de ti,
que en mi ley es santo y justo.
No los bárbaros placeres
me inquietan, aunque lo digas
con celos, no las amigas,
no las gallardas mujeres.
Con poco acuerdo has hablado :
no hubieras hablado ansí
si hubieras, pensando en mí,
tu prudencia consultado.
Enojo tengo bastante
a que en mi vida...
(Sale Gonzalo.)
Gonzalo. ¿Qué es esto?
Leandro. Un marido descompuesto
y una mu}er ignorante.
Gonzalo. ¿ Entre vosotros, señores,
estos enojos?
Blanca. ¡Qué quieres,
así somos las mujeres!
Muy cansadas las mejores,
muy necias las más discretas.
ACTO TERCERO
281
muy quejosas las queridas,
tiernas las aborrecidas
y arrojadas las sujetas.
Tuve celos ; ya me pesa :
habla a Leandro de suerte
que yo no pierda, y advierte...
Gonzalo. Paso, de advertir me cesa;
que pienso que gracia tengo
en soldar cosas quebradas. —
¿De celos, señor te enfadas?
¿A tiempo de verte vengo
con Blanca en estas quistiones?
Leandro. ¿Es bien que Blanca me diga
que esta ley bárbara siga,
pues sigo sus condiciones?
Quinientas amigas dice
que tenga, y cuatro mujeres.
Gonzalo. Celosa estaba, ¿qué quieres?
Leandro. ¿ Lo que a mi ley contradice
tengo yo de procurar?
No sabe que más quisiera
que aquí la tierra se abriera
o me tragara la mar.
Gonzalo. Ya Blanca está arrepentida,
y querría tu amistad.
Leandro. Yo la quiero sin (i) lealtad,
no pienso hablarla en mi vida.
Blanca. Déjale, Gonzalo, ya,
que si él no quiere, yo menos.
Gonzalo. ¡ Por mi vida que estáis buenos !
¡ Ea, turca; ea, bajá:
que es esa mucha porfía !
Ved que de por medio estoy.
Leandro. Yo suyo soy.
Blanca. Y yo soy
más tuya, mi bien, que mía.
GoNZ.ALO. ¿ Será agora menester
quien os concierte?
Leandro. Ya no.-
Blanca. ¿ Cómo este enojo me díó
con celos desta mujer?
Leandro. Y ella a mí, ¿ cómo me ha dado
sin causa tales efetos?
Gonzalo. Nunca entre amantes discretos
se ha de hablar en lo pasado.
Vayan aparte sospechas ;
de contento puede hablarse,
porque es bajeza enojarse
después de las paces hechas.
(i) Así en el texto : será "con'
{Salen Celinda, Marbelia y Mustafá.)
Marbelia. Ouerríame hacer amiga
con Blanca.
Celinda. Pues aquí está.
Blanca. ]\Iarbelia viene, bajá.
Leandro. ¡ A que el cielo la maldiga !
Voime. Vamonos, Gonzalo.
Gonzalo. Bien es que no le des celos.
Celinda. Guárdente, Blanca, los cielos,
a cuya luna te igualo.
¿ Qué haces aquí ?
Blanca. ¡ Oh, señoras !
¿ Dónde vais ?
¡ Celinda. Vamos al baño.
j Blanca. ¿Qué diréis si os acompaño?
Celinda. Que con la gracia enamoras
como con tanta hermosura.
Blanca. ¿ Quién os lleva ?
Celinda. ■Mustafá.
Blanca. Pues aquí se quedará,
que yo soy guarda segura.
Mustafá. Bien podéis las tres entrar.
Blanca. Vamos.
(Ellas se í'an.)
AÍUSTAFÁ. ¡ Buena suerte ha sido,
que está Selín escondido
donde las puede mirar !
El sospechó que vería
a Celinda, y vendrá a ver
de su baj"á la mujer,
éste de quien tanto fía.
Con envidia del amor
que le tiene, he procurado
mudar su dichoso estado,
si es dicha el propio valor.
Podré poco o vendrá a ser,
y más que ha de tener fin
por los vicios de Selín,
si hoy codicia a su mujer.
(Sale Amurates.)
Amurates.
Fortuna, cuyo rostro lisonjero
se muda al bien y al mal tan velozmente
que a quien miraba ayer con mansa frente
hoy amenaza con semblante fiero,
conmigo, pues que j'a la muerte espero^
aún parece que ha sido diferente.
Pero, ¿por qué me quejo injustamente,
si lo que me quitó me dio primero?
Si la Fortuna ha dado vez alsruna
282
LO QUE HAY QUE FIAR DEL MUNDO
esto que es bien, aunque lo da prestado
a quien con diligencia le importuna,
¿por qué se queja si se lo ha quitado?
Pues por mucho que pueda la Fortuna,
¿cómo puede quitar lo que no ha dado?
MusTAFÁ. ¡Oh, Amurates ! ¡Oh, Bajá!
Amurates. ¿Yo Bajá? ¡ Será por gala,
pues ningún bajá se iguala
a quien ya tan bajo está!
Soy esclavo de mi esclavo,
mi hacienda le dio Selín,
aunque él es hidalgo, en fin,
que en esta parte le alabo,
y no la quiere tomar
si . es virtud, quien tanta tiene,
que a ser dueño y señor viene
de la tierra y de la mar.
No carece de valor,
bien juzga, mejor pelea,
que no me espanto que sea
agradable al Gran señor.
Pero mira cómo es vil
del mundo el bien, si hay alguno ;
pues para hacer solo luio
ha de deshacer a mil.
MuSTAFÁ. Culpa has tenido, Amurates,
en no le haber perseguido
o muerto.
Amurates. Mira advertido,
cuando de esas cosas trates,
primero que te asegures,
pues sabes que las paredes
oyen, por solo que quedes
y por bajo que murmures.
MusTAFÁ. Y que ven, dijeras bien
si lo que pasa supieras.
Amurates. Pues, ¿ qué hay de nuevo ?
MusTAFÁ. Quimeras
que me van saliendo bien.
En el baño está escondido
Selín, vicioso y cobarde.
que quiso ver esta tarde...
Escucha, llega el oído.
{Salen Selín, y Blanca descompuesta.)
Selín. ' ¿ Por qué huyes desta suerte ?
Blanca. ¡ Esta es muy grande traición !
Selín. Yo no entré con ocasión
ni pensamiento de verte ;
pero pues que ya te vi,
mira que soy quien te ha hecho.
Blanca. ¿Háceste Dios?
Selín. No sospecho
que haya tal soberbia en mí.
Pero después del poder
del cielo, en la tierra el mío.
Blanca. ¡ Suéltame !
Selín. ¡ Con menos brío !
Blanca. ¿Por mujer y ser mujer
de un hombre que tanto quieres
merezco aqueste favor?
Allá te quedan, señor,
muchas hermosas mujeres.
Déjame, no venga aquí.
Selín. Como palabra me des
de que me has de ver después.
Blanca. Mira que hay hombres allí.
Selín. Ninguno abrirá los ojos,
sus ojos mando también.
Blanca, yo te quiero bien,
no solicites enojos
ni a tu marido destruyas,
pues que tú y él me debéis
este imperio que tenéis.
Blanca. Que bárbaramente arguyas
no me espanto, pues lo eres.
¿De suerte que los maridos
han de ser agradecidos
al señor con sus mujeres?
Vete, que si este vil traje
te ha dado a hablar ocasión,
en nota de su opinión
y afrenta de mi linaje,
yo me vestiré el cristiano,
con que me tendrás respeto.
Selín. ¡Yo lo merezco, en efeto,
púsele el cetro en la mano !
Un esclavo hice virrey,
un cautivo hice señor;
mas tú, que precias tu honor
en la grandeza de un rey,
¿piensas que no sé que allá
falta lealtad algún día?
Blanca. No es eso en la patria mía,
ni en otra alguna será.
Déjame, señor, te pido,
y de cristianas entiende
que la más vil no le ofende
mientras vive su marido.
{Vasc.)
Selín.
¿De qué sirve el poder y la corona
si se le atreve una esclavilla infame
ACTO TERCERO
283
y afrenta su valor y mi persona? —
¡ Hola !
MUSTAFÁ.
Señor.
Selín.
Haced que alguno llame
a Brahín... Pero no, Solimán venga...
MsiS no, mejor será que la desame.
Vete. — Amurates.
Amurates.
¿Mandas que prevenga
alguna cosa?
Selín.
No, que basta agora
que Mustafá de mí cuidado tenga.
MuSTAFÁ.
¿Viste a Celinda? ¿Viste a Claridora?
¿Viste a Brazayda?
Selín.
Vi, que nunca viera,
cual suele parecer la blanca aurora,
a cuyo resplandor y luz primera
se esconden las estrellas presurosas,
a Blanca, hermosa en su nevada esfera.
Que si de blanca nieve y puras rosas
quisiera fabricar cristiana mano
las ninfas que ellos suden vergonzosas,
como las que al navio veneciano
quitó Amurates y en las fuentes ponen,
no la venciera todo el arte humano.
Las partes y medidas que componen
declara la hermosura, el armonía,
en la pintura, Mustafá, perdonen.
Porque aquella divina simetría
hizo para mostrar naturaleza
que allí pudo llegar cuanto sabía.
Vencióme, y era justo, su belleza.
Salí de donde estaba, imaginando
postrar su resistencia a mi grandeza ;
mas no se alborotó labrador cuando
pensó tomar el ruiseñor del nido
y la culebra le espantó silbando,
como Blanca de mí ; quedé corrido.
Hice y dije mil cosas descompuestas,
de que perdón a mi grandeza pido.
¡ Confuso y triste estoy !
Mustafá.
¿ Cosas como éstas
te dan tristeza?
Selín.
Sí, porque entre amigos
no hay con propia mujer burlas honestas.
^Mustafá.
Fuera de ser a esta ocasión testigos
Marbelia y otras, que también me pesa
de tener sus desdenes por castigos.
Mustafá.
¡ Que le parezca al gran señor empresa
la mujer de un esclavo en su palacio,
porque le ha dado su gobierno y mesa !
¡ Que desde el Archipiélago y 'Carpacio
a la remota Java y Trapobana
tu planta adore su distinto espacio,
y que te admire una mujer cristiana.
Selín.
¡ Qué quieres, es mi amigo su marido,
y entre ellos dicen que el afrenta es llana !
Tras esto, siento lo que habrá sentido,
pues sin duda que [ya] lo habrá contado,
y que estará quejoso y ofendido.
Mustafá.
¿Y qué te ha de quitar cuando enojado
esté un esclavo tuyo ? Yo te digo
que él la riña de haberte despreciado.
Más preciarán tenerte por amigo
que a cuantas Blancas nacen en Europa,
y a ti mismo te pongo por testigo.
Hombre que lleva la fortuna en popa
y que de vil esclavo se levanta
con tal furor que las estrellas topa,
¿quieres que pare la ligera planta
por una vil mujer en la carrera,
cuya velocidad al tiempo espanta ?
¿ De qué te sirve la dorada esfera
que ciñe tu cabeza en el oriente
y el claro nombre que la Italia altera,
si un gusto vil de una mujer presente
no le puedes cumplir, que apenas tiemplo
con tu respeto lo que el alma siente?
No es Alejandro tan pequeño ejemplo,
cuando por una vil amiga suya
quemó un palacio y im soberbio templo.
Mas porque de mi voto se concluya
más apriesa tu gusto, es mi consejo
pedirla a su marido, y será tuya.
Selín.
¿Que se la pida dices?
284
LO QUE HAY QUE FIAR DEL MUNDO
MUSTAFÁ.
Aconsejo
el camino más fácil : ¿ no es im hombre
que se ha mirado en ti como en espejo?
¿ Posible es que pedírsela te asombre ?
¿No dio Alejandro a su pintor su dama
por sólo engrandecer de un arte el nombre?
Selín.
Entra de presto y a Brahín me llama.
¿Qué se puede perder?
MuSTAFÁ.
Ninguna cosa. —
¡ Ya comienza la envidia, y se derrama
la rabia de su lengua venenosa !
(Vase MusTAFÁ.)
Selín.
Si el soberano Alá ciñó mi frente
de cuanto mira en Asia el sol hermoso,
y estremece mi nombre vitorioso
a los últimos cercos de occidente,
¿cómo es posible que el respeto intente
de un vil esclavo detener furioso
el curso de mi gusto poderoso
y que mi agravio a mi vasallo afrente?
¿ Qué temo a quien el ser que tiene he dado
mis gobiernos, mis firmas y mis sellos?
Que temer un señor a su criado
es temer la cabeza a sus cabellos,
un pintor la figura que ha pintado
y el que hace vidrios de beber en ellos.
(Sale Leandro-)
Leandro. ¿Qi^ié manda tu Majestad?
Selín. ¿Hate dicho alguna cosa
Blanca de mí? ¿Está quejosa?
Leandro. No, señor.
Selín. Di la verdad.
Leandro. Ya sabes tú mi lealtad.
Verdad es que descompuesta
entró en mi cuadra esta siesta;
mas causaríalo el calor
si no brindaba mi amor
para escuchar la respuesta.
Selín. ¿ Nada te ha dicho ?
Leandro. No, cierto.
Selín. ¿Ni Solimán o Gonzalo?
Leandro. A mí, ni bueno ni malo
me han tratado y descubierto.
Selín. Estaba aquel baño abierto.
Leandro.
Selín.
Leandro.
entré al descuido, y estaban
dos turcas que se bañaban
con Blanca, pero tan negras...
(bien sé que desto te alegras),
que a su hermosura ayudaban.
Yo la vi.
Leandro. ¿ Pues tú consientes
que baños abiertos queden?
Selín. El sol y el señor bien pueden
entrar los dueños ausentes:
el sol con rayos ardientes,
y con poder el señor.
Blanca me mata de amor.
¿ Qué respondes ?
Que sí hará,
que si un baño abierto está
no quieras causa mayor.
¿ No dices más ?
¿Pues qué quieres?
¿Téngome yo de enojar
contigo, que vas a entrar
donde están propias mujeres?
Eres señor, al fin; eres
sol, como dices; yo soy
tu hechura, en tu mano estoy.
Pero si otro a verla entrara,
yo sé que no me escuchara
la respuesta que te doy.
¿Qué le hicieras?
De ti abajo
mil puñaladas le diera,
o a bocados le comiera,
por excusar el trabajo.
Habla bajo.
¿Cómo bajo?:
la espada subió la voz.
Ginovés, menos feroz:
advierte que soy Selín,
que toda la Italia, en fin,
derribaré de una coz.
Yo, gran señor, confiado
en la merced que me has hecho
osaba hablar, satisfecho
del amor que me has mostrado.
El ser que tienes te he dado,
hasta mi propio poder:
que me des una mujer
no es tan grande contracambio
que no ganes en el cambio:
honra, hacienda, vida y ser.
Leandro. No acostumbran los cristianos
pagar con mujeres propias
Selín.
Leandro.
Selín.
Leandro.
Selín.
Leandro.
Selín.
ACTO TERCERO
285
de las mercedes las copias
que -yo tengo de tus manos;
y ansí, a tus pies soberanos
te suplico que te acuerdes
de que un rey en años verdes
está obligado a las canas,
que el más vil deleite ganas
}• el mejor amigo pierdes.
Juraste a Alá y al Profeta
no hacerme mal en mis días;
si a Blanca ofender porfías
y una mujer te sujeta,
¿qué importa que un rey prometa
ni que jure a todo Alá,
o qué diferencia habrá
de un gran señor a un villano,
si al mismo Dios soberano
perdiendo el respeto está?
¿Para qué me levantaste
de la tierra, o aquel día
que dije lo que temía
el no hacerme mal juraste;
cuando a Italia me enviaste,
porque palabra te di,
a ser tu esclavo volví?
No soy rey ni serlo quiero;
soy un pobre caballero,
mas mi palabra cumplí.
No tenemos los cristianos
más honra que la mujer,
ni en quitarla pueden ser
los amigos más tiranos.
Allá cumplen los villanos
lo que dicen, porque es ley,
desde el que gobierna el buey
hasta el que el reino gobierna;
porque quede por eterna
cualquier palabra de un rey.
(Vayase Selín sin hablar.)
¿Por qué te vas? Oye, espera.
¿O es que vencido te vas?
No pudo sufrirme más;
ni esto pensé que sufriera.
Alteróme de manera
su bárbara petición,
que dispuse el corazón
a la muerte, que la muerte
nunca fué dolor tan fuerte
como perder la opinión.
¡ Solimán ! ¡ Ah, Solimán !
{Sale Gonzalo-)
Gonzalo. ¿ Qué mandas ?
Leandro. Pongamos fin
a Solimán y a Brahín,
pues tan mal pago nos dan.
Llama a Blanca.
GoNZ.\LO. ¡ Buenos van
tus negocios de ese modo !
Leandro. Sí, porque aquí no acomodo
mi remedio ; muerto soy.
Por la priesa no te doy,
Gonzalo, parte de todo.
Gonzalo. El camino me ha excusado. —
(Sale Blaxca.)
Blanca.
Blanca. Mi señor, ¿qué es esto?
Leandro. El peligro en que me ha puesto
la violencia de mi estado.
Si algo me habías contado
me ha preguntado Selín.
Negué y díjome: "Brahín,
tú me has de dar tu mujer,
pues que yo te he dado el ser,
igual en mi imperio, en fin."
Respondí que se acordase
de la palabra y las cosas
más graves y provechosas,
y que el intento mudase ;
pero como le dejase
sin respuesta, un gran temor
me ocupa.
Blanca. De su furor
bastante noticia tengo,
y determinada vengo
de satisfacer tu amor.
Conmigo traigo veneno
para su fuerza importante,
ni soy la primera amante
que ya le tuvo por bueno;
mucho a Lucrecia condeno
porque la fuerza guardó :
anticipárame 3'0
y matárame primero.
Leandro. Remedio, mi vida, espero,
pero con tu muerte no.
Partid los dos a la mar,
y tú aqueste sello muestra
a Ardayn, que es señal nuestra
conque solemos mandar.
Hazle, Gonzalo, aprestar
la fragata, y que a mi esposa
286
LO QUE HAY QUE FIAR DEL MUNDO
dilate por la espaciosa
playa del mar, procurando
que os vais de tierra alejando
tan bárbara y enojosa.
Cuando en alta mar estés,
mátale con esas manos;
los remeros son cristianos,
diles que a mi gusto es.
lEl cómitre calabrés
y dos o tres renegados
degollarán los forzados,
y dando a Genova velas
servirá el viento de espuelas
y de lienzo mis cuidados.
Mira que fío de ti.
Gonzalo. Mil veces los pies te beso.
Leandro, Yo espero en Dios buen suceso.
Blanca, hoy te apartas de mí.
Blanca. ¿Pues has de quedarte aquí?
Leandro.. Yo te aseguro que en breve
a Genova el mar me lleve,
si tengo en Asia poder.
Gonzalo. La dilación puede ser
que vuestro intento repruebe.
Daos líos brazos y pensad
que se cansó la Fortuna.
Blanca. Sin ti no quiero ninguna.
Lágrimas, ¿ digo verdad ?
Gonzalo. Salgamos de la ciudad
antes que Selín te vea.
Leandro. Parte, que yo haré que crea
que estás enferma entretanto.
Blanca. ¡Quien navega mar de llanto,
puerto en la muerte desea !
(l''anse los dos.)
Leandro.
Ved lo que duran las humanas glorias
y lo que puede confiar del mundo
quien ayer del Gran señor segundo
y de Persia le dio tantas Vitorias.
Añádase la mía a las historias,
aunque en tirano príncipe la fundo,
que trasladaron montes al profundo
en romanas y bárbaras memorias.
Del día el alba, y el rigor pasado
del medio, y de la tarde, ¿qué podía
temer sino la noche un desdichado ?
Esto merece quien del mundo fía ;
porque, ¿qué puede dar si no es prestado
quien muda cuatro tiempos en un día?
Selín.
Leandro.
Selín. ■
Leandro.
Selín.
(Salen Selín y Marbelia.)
Esto que digo pasó,
no creas que amor ha sido;
la novedad me obligó.
El sueño me trae vencido.
¿Quién con cuidado durmió?
Pero, ¡ dichoso el que duerme,
pues no siente ! Probar quiero
un momento suspenderme.
Este es el bárbaro fiero :
¿ya, cómo puedo esconderme?
Señor.
¡Oh, amigo Brahín !
¿No estás enojado?
¿Yo?
¿Por qué causa y a qué fin?
No estimo lisonjas, no;
verdades quiere Selín.
Vete en paz, que hace calor;
duerme la siesta a tu gusto,
que es del criado traidor
no decirle lo que es justo
al ignorante señor.
Yo soy quien soy: yo juré,
y cumpliré lo que dije.
Por eso libre te hablé.
Brahín, mis estados rige
con el mismo amor y fe.
Beso tus pies, que merecen
pisar el mundo.
(Vasc Leandro.)
i Estoy loco
de ver que causa me ofrecen
cosas que valen tan poco,
que al aire se desvanecen,
para tener sentimiento !
Marbelia. ¡ Qiie éste te trató tan mal
y que tengas sufrimiento !
Por mi palabra real,
por mi grave juramento.
¿Qué juraste?
No hacer mal
a aqueste mientras viviese,
y ésta es la palabra real,
que la cumpla, aunque me pese,
sobre desvergüenza igual.
Y si remedio te doy,
que bien puede haber alguno,
para que no la quebrantes
y te vengues a tu gusto,
¿ confesarás que el ingenio
Leandro.
Selín.
Leandro.
Selín.
Selín.
Marbelia
Selín.
Marbelia.
ACTO TERCERO
2S7
Selín.
Marbelia.
Selín.
Marbelia.
Selíx.
Marbelia.
Selíx.
Marbelia,
Selín.
MUSTAFÁ.
Selín.
MuSTAFÁ.
Marbelia
Selíx.
MusTAFÁ.
de la mujer es astuto?
Sin que quiebre mi palabra
no habrá remedio ninguno
de tomar venganza déste.
Yo lo sé.
¿Tu ingenio pudo
hallar modo con que mate
a aqueste cristiano injusto
sin romper el juramento?
Yo le diré.
Ya te escucho.
¿[Mientras viviese dijiste,
que es palabra en que le fundo,
que no le harías pesar?
Por eso vive seguro.
Pues mira, mientras que duerme
un hombre en sueño profundo
no vive, porque un dormido
es imagen de un difunto:
no ejercita sus potencias,
está echado, sordo y mudo,
y carece, como sabes,
la razón de su discurso.
Mátale estando durmiendo.
¡ Verdad ! ¡ Por Alá que cumplo
el juramento y palabra !
¿En qué reparo? ¿En qué dudo?—
¡ Hola !
Señor.
Entra a ver,
sin que te note ninguno,
qué hace Brahín esta siesta.
El ser los negocios muchos
y poco el tiempo, lo cansa;
mucho sirve, yo le excuso.
Alza el pabellón de seda
que en esta cuadra se puso,
y en su estrado está dormido.
¡ Qué tiempo más oportuno !
Así me pienso vengar
de mi pasado disgusto.
Llama a todos mis bajaes.
Ya vienen a verte algunos.
(Salen Amurates, Celimo y otros.)
Amurat. Danos los pies.
Celimo. --iQi-ié nos mandas?
Selín. Porque agradaros procuro,
y sé que os tengo quejosos,
o a lo menos lo presumo,
de que a un esclavo cristiano
que ayer Amurates trujo
con una cadena al pie
le diese el gobierno sumo
de los imperios del Asia,
quiero que veáis que mudo
consejo, porque es de sabios,
y que soy rey absoluto,
que puedo bajar al suelo
las mismas cosas que subo,
corred ese pabellón.
(Descúbrase en el estrado Leandro.)
¿ De qué tiemblo ? ¿ Qué me turbo ?
(Llega y córtale la cabeza-)
Véisle aquí sin la cabeza
que por el persiano triunfo
coronó palma y laurel,
y por Alá santo juro
que si alguno de vosotros
se atreve a darme disgusto,
que ha de ser el mismo alfanje
de su garganta verdugo.
Tomad ejemplo.
Amurat. Señor,
tuyo es el poder y el gusto.
Selíx. Traedme a Blanca, su esposa,
que, pues, no he sido perjuro,
no será malo el presente.
Celimo. Con aquel mozo robusto
que fué esclavo con Brahín
iba por el mar profundo,
en su misma galeota.
Selín . ¿De cristianos o de turcos?
Celimo. Los forzados son cristianos,
los turcos pocos.
Selíx. ¡Oh astuto .
ginovés, ellos se huyeron !
Tarde yo mismo me culpo. —
¡Perros!, ¿qué m.iráis? ¡ Seguilda
hasta que toquéis los muros
de Genova !
Amurat. Aquí se acaba
Lo que hay que fiar del mundo.
Fin de la comedia de Lo que hay que fiar del
MUNDO.
COMEDIA FAMOSA
DE
LA LOCURA POR LA HONRA
DE
LOPE DE VEGA CARPIÓ
HABLAN EN ELLA LAS PERSONAS SIGUIENTES :
El Conde Floraberto.
Doña Blanca, infanta.
Don Carlos, delfín.
El Rey, su padre.
Florante,
Ricardo, caballeros.
L'ji Criado.
NoRANDiNO, moro.
El Duque Balduino.
Isabela, criada.
Flordelís; dama.
Mirón, criado-
Rixiero, escudero ziejo.
Celio,
Leonardo,
Fabio, pajes
Fierres,
Marín.
Lanfredo, cacadorcs.
Lisuarte y Músicos.
Melanto, serrano;
Belariso, labradores.
Laureta, villana.
Doñald.x, hermana del Conde.
ACTO PRMERO
(Salen el Conde Floraberto y doña Blanca, infanta
de Francia, y venga detrás Mirón, a la traza, de
criado gracioso.)
Mirón. La Infanta llama.
Conde. No puedo
detenerme.
Mirón. No es razón.
■OoNDE. Dame el caballo, Mirón,
que voy temblando de miedo.
Mirón. Mira que viene tras ti.
Conde. ¿Tras ma? ¿'Cómo puede ser?
Mirón. Puede ser, porque es mujer.
Conde. ¡ Qué desdichado nací !
Espero, pues mi desdicha
quiere que espere mi muerte.
(Sale la Infanta.)
Blanca. ¿Pensarás que vengo a verte?
Conde. No tengo yo tanta dicha.
Blanca. No vengo a verte, ni es justo.
Sólo, conde Floraberto,
vengo a darte el parabién
de tu noble casamiento ;
que si bien ha más de un mes
que gozas tan alto empleo,
para dártele no tuve
lugar, ocasión ni tiempo.
Muchos años goces, Conde,
lo que mereces, que creo
que tienes en Flordelís
tu propio merecimiento.
Y gócesla tantos años,
que alcances a ver tus nietos,
con hijos que te conozcan
abrazados de su cuello.
No tengas jamás disgusto
con tus cuñados ni suegros,
aunque parece imposible
en el mejor casamiento.
Ni te agrade otra hermosura,
ni la suya te dé celos,
ni el mucho trato jamás
te descubra algún defeto.
En todas las ocasiones
te dé tan buenos consejos,
que tengas mujer y amigo,
que no es poco en un sujeto.
Cuando vinieres airado
de algún siniestro suceso,
tenga su rostro en el tuyo
la condición (i) del espejo.
Tan benignamente acuda
a vuestra familia el cielo,
(i) En el original: ''bendición", por errata.
ACTO PRIMERO
289
que como crezcan los hijos
reciba la hacienda aumento.
No veáis morir ninguno,
siempre los veáis comiendo;
que coronen vuestra mesa,
que es de los casados reino.
Tú parezcas, finalmente,
una oliva en medio dellos,
que de fértil abundancia
brota mil verdes renuevos.
A mí, Conde, no podrás
darme recompensa desto,
que por quererte yo tanto
burlaste mis pensamientos.
Dirás que el Rey te forzó,
celoso de mis deseos,
a casar con Flordelís;
dirás verdad, no me quejo.
Pero si hubieras querido
pagar con valiente pecho-
el valor de una mujer,
no te faltaran remedios.
Puertas tienen los jardines,
ventanas los aposentos,
la tierra tiene caballos,
navios el mar soberbio;
cabellos da la ocasión
y caballos los sucesos.
Pero tu amor no querrá
ni caballos, ni cabellos;
perdióse la que tuviste
de asirlos y de correrlos,
y fui la corrida yo,
por la burla que me has hecho.
No sé yo si desta suerte
proceden los caballeros
que tienen obligación
a sus nobles nacimientos.
Pero pues tú me dejaste,
ya podrán cuantos lo fueron
volver la espalda a su honor
y el rostro al cobarde miedo.
Pensaba yo que los dos
fuéramos del Rey huyendo,
y eres tú solo quien huyes,
pues alcanzarte no puedo. .
No huyas más. Conde amigo;
oye, que te guarde el Cielo,
siquiera palabras tristes
de una mujer sin remedio,
que por postreras merecen
oídos, si no consuelos.
vil
Mas, ¡ ay. Dios, que estás casado !
Ya de hablarte me arrepiento.
(Vayase.)
Conde. ¡Señora, señora, advierte...!
Mirón. No hay que advertir; ya se fué.
Conde. No soy yo quien me casé,
casóme mi triste suerte.
Como don Carlos, tu hermano,
tanto a Flordelís amó,
y el Rey también entendió
que tú me amabas en vano,
con acuerdo de un amigo
que le dijo esta afición,
por quitaros la ocasión
casó a Flordelís conm.igo.
No le pude replicar,
que es absoluto señor :
la deslealtad no es valor;
¿de qué 'me puedes culpar?
Pues si culparme no puedes,
la voluntad me asegura.
^.liRÓN. ¿ Echas de ver, por ventura,
que hablas con las paredes,
y que a peligro te pones
con esos atrevimientos
de hacer de tus pensamientos
pregoneras tus razones?
Siempre es justo que te advierta
un ignorante cual yo.
Conde. Sospecho que se quedó
detrás de aquella antepuerta.
Mirón. A lo menos los chapines
se ven, que es la humanidad
que descubre la deidad
destos bellos serafines.
Si es ella o no, no lo sé;
mas sé que es bien que supiera
■ que quien ama huye y espera,
y más si airado se fué.
Quítate, por Dios, de aquí,
no vuelva otra vez a hablarte.
Conde. Tú puedes, Mirón, quedarte;
quizá quiere hablarte en mí.
Si te habla en mí, ya tú sabes
qué disculpa le has de dar.
Mirón. Nunca j^o quisiera hablar,
señor, en materias graves.
Viendo mi humor me sacaste
de la cocina a servirte
de lacayo, que es decirte
la escuela donde me hallaste.
19
290
LA LOCURA POR LA HONRA
Pareciéndote entendido
de lacayo me has sacado
a tu gentilhombre honrado,
de tu lado y tu vestido.
Mi fortuna sube ansí,
y aunque he mudado lugar
no fué posible mudar
el humor en que nací.
Para cosas de importancia
nunca fíes de hombre vil.
Conde. Mirón, tu ingenio sutil
hace a mi amor consonancia.
No desconfíes de ti,
que te dio naturaleza
en el alma la grandeza
por quien mi lado te di.
¿Cómo puede ser errar
lo que tan sabido tienes,
y más donde sé que vienes
con ánimo de acertar?
La Infanta me quiso bien;
súpolo el Rey, y enojado,
no por hallarme culpado,
aunque pudiera también,
con Flordelís me casó,
a quien el Príncipe amaba,
que terniendo del estaba
k) que he remediado yo.
De suerte que dos cuidados
remedió conmigo el Rey :
ya, pues, que vivo en la ley
pacífica de casados,
quiero a mi mujer, Mirón;
amo a Flordelís.
Mirón. Y es justo,
y que no le des disgusto
por alta o baja afición.
Yo quedo bien advertido;
vete, que si ella me hablare
yo haré que el intento pare
que de tu daño ha tenido.
Que es muy propio en la mujer
aborrecer lo que amó,
si la esperanza perdió
de que suyo pueda ser.
Conde. Voime, que en tu discreción
bien me puedo yo fiar.
Mirón. ¿Adonde te he de buscar?
Conde. En cas del conde León.
{Vayase.)
iMiRÓN.
¡ Qué paz gozara el mundo si no hubiera
nacido amor ni su furor mostrara !
Troya estuviera en pie, Grecia reinara,
ociosa y sin valor la guerra fuera.
Ni tortolilla en álamo gimiera,
ni toro en bosque de dolor bramara,
ni su cama el celoso ensangrentara
ni el mar tranquilo arar sus campos viera.
No tuviera las almas el profundo
que le dieron Briseida, Elena y Cava,
'Cava española y el Sinón segundo.
Pero perdona, amor, que me olvidaba
de que .por ti se ha conservado el mundo,
pues más engendras que la muerte acaba.
(Sale DOÑA Blanca.)
Blanca. No te vayas.
Mirón. Ni podré,
deteniéndome tu mano.
Haz la boca de un villano
digna estampa de tu. pie.
Blanca. Levanta, Mirón, del suelo ;
levanta, que quiero hablarte.
Mirón ¿Puedo yo en algo mostrarte
mi lealtad, mi amor, mi celo?
Suplicóte, gran señora,
me mandes.
Blanca. ¿ Qué calidad
tienes ?
Mirón. Esta habilidad
que a mi dueño engaña agora.
Padres humildes me dieron
principio; el Conde, valor,
que sirviendo a buen señor
servicios no se perdieron.
Mas si para tus secretos
buscas, señora, lealtades,
no te engañen calidades,
ponlos en hombres discretos.
Blanca. ¿Eres tú discreto?
Mirón. Sí.
Blanca. ¿ Sí dices, y dices que eres
discreto?
Mirón. Sí, pues que quieres
poner tu secreto en mí.
Porque llamarme discreto
no como a necio me ultraja,
pues es abrirte la caja
donde pongas tu secreto.
Blanca, Mucho tengo que fiarte,
mas no ha de ser de una vez,
ACTO PRIMERO
291
Mirón.
Blanca.
Mirón.
Blanca.
Mirón.
Blanca.
Mirón.
Blanca.
Mirón
Blanca.
Mirón.
Blanca.
]\IlRÓN.
Blanca.
Mirón,
que quiero, como juez,
más despacio preguntarte.
Sólo agora hacer quisiera
una cierta información,
principio de confesión.
Comienza y pregunta.
Espera.
¿ Quiere bien a Flordelís
Floraberto, tu señor?
Celos bastardos de amor,
¿ esta ignorancia sufrís ?
Si al Conde, señora, amaras
y de Flordelís tuvieras
celos, yo sé que creyeras
lo que no me preguntaras.
Perdona si, lisonjero,
no correspondo a tu gusto :
él la quiere, como es justo.
¿Qué amor?
Amor verdadero.
Ya mientes en presumir
que eres discreto.
¿Por qué?
Porque amando pregunté
y no supiste mentir.
Señora, el decir verdad
es la mayor (i) discreción,
porque en -ninguna ocasión
puedes la verdad culpar.
¿De qué sabes que la quiere?
De su boca. :
No es la boca
cristal del alma.
No es poca
la causa de que se infiere
lo que la boca pronuncia,
porque las palabras son
instrumento de su acción,
en quien su poder renuncia.
Muchas veces, si lo sientes,
como suele suceder,
las palabras suelen ser
de las obras diferentes. .
Yo veo a los dos comiendo
como palomas en nido,
con amoroso ruido
el uno al otro poniendo
al pico el sabroso grano;
3-0 escucho dulces amores,
como de dos ruiseñores
(i) En el original: "es la más gran".
a la entrada del verano.
Yo veo que duermen juntos,
sin que en esta posesión
dividan jurisdicción
ni anden por el campo en puntos.
Sin faltar noche ninguna,
veo que en este teatro,
saliendo el sol a las cuatro,
les amanece a la una.
Yo veo...
Blanca. ¡ No veas más !
¡■Que te quite Dios la vista,
enfadoso coronista,
que tan loco y necio estás !
Mas, ¿cómo surtir efeto
pudiera mejor aquí
de hombre que dice de sí
que es entendido y discreto?
¡ Vete, quítate delante,
que te haré matar, villano !
Mirón. En fin, por verdades gano
estipendio semejante.
Si yo fuera mentiroso,
si yo acaso te engañara,
i qué rico premio llevara !
Blanca. Pues discreto fabuloso,
¿ tú no ves que a una mujer
que muere de voluntad
no se ha de decir verdad,
porque es echarla a perder?
¿Tú no sabes que el amor
aborrece el desengaño, '
y que dejarle en su engaño
es el remedio mejor?
¿ No sabes ya que padecen
con las verdades enojos,
como los enfermos de ojos
la luz del sol aborrecen?
• Si, como dijiste, fueras
discreto, aunque me engañaras,
consuelo a mi pena- hallaras
cuando engaños me dijeras.
El Amor con- alas -miras,
mas es demonio en rigor,
porque solamente amor
está bien con las mentiras.
Vete, no parezcas más.
Pero no, vuélveme a ver,
que el saber en la mujer
no se ha templado jamás.
Y pues tú me persuades
que eso a im' noble corresponde,
292
LA LOCURA POR LA HONRA
dirásme cosas del Conde,
aunque me maten verdades.
Mirón. Señora, yo volveré
más enseñado a tu gusto;
perdona el necio disgusto
que te di, porque pensé
que templaba tu pasión.
Yo me iré a aprender mentiras
que decirte, pues te admiras
de las que verdades son;
yo me iré al patio mayor
del palacio o la estafeta;
yo andaré con un poeta
o con algún cazador;
con un cautivo famoso
o algún cobarde soldado,
o con algún agraviado,
o con algún envidioso.
O, pues que de amor las quieres,
si oyéndole no me rindo,
andaré con algún lindo
que se alabe de mujeres.
Y si fuere poco engaño,
este mi ingenio sutil
pondré con el mes de abril,
que suele mentir tm año.
{Vayase-)
Blanca.
Yo vi crecer las esperanzas mías
con la lluvia amorosa de mis ojos
cuando miré tus letras con antojos,
tirano amor, que tu favor crecías.
Si gigantes los átomos hacías,
¿qué mucho que te diera mis despojos?
Mas esperanzas que dan fruto enojos,
¿qué gloria sacan de engañar los días?
Crece de amor el árbol vitorioso
mientras que derriballe se le acuerde
al encendido viento riguroso.
Mas, ¿qué importa que el lauro siempre verde
se defienda del rayo poderoso,
si del hielo al rigor las hojas pierde?
(^Sale DON Carlos D'elfin, sii hermano-)
Carlos. Si cupo piedad humana
en quien no ha nacido fiera,
antes por sangre es hermana,
no des lugar a que muera
con pena tan inhumana.
Duélete, hermana, de ver,
si sabes lo que es amor,
Blaxca.
Carlos.
que sí debes de saber,
un hombre en tanto rigor
por vma ingrata mujer.
¿ No ha llegado a tus oídos
que es dueño de mis sentidos
Flordelís, recién casada,
antes de casada amada,
como ellos después perdidos?
¿No sabes que pretendí
hacerla reina de Francia
cuando sin seso me vi,
porque no hay mayor distancia
que desde sí mismo a sí?
Que estando el sentido preso
de quien ama con exceso,
terribles jornadas son
desde el alma a la razón
y desde el discurso al seso.
Mi padre y tuyo (¡ojalá
ni fuera tuyo ni mío!),
de mi amor pensando ya
que hiciera algún desvarío,
los ojos de Argos le da.
Casóla con Floraberto,
cuando ya para ser mía
tuve firmado el concierto,
viviendo desde aquel día
un alma en un cuerpo muerto.
Pienso que está de la suerte
que está un esclavo en Argel
entre ila cadena fuerte,
o el que entre el palo y cordel
€5tá esperando la muerte.
En tu mano, hermana mía,
está que la pueda hablar;
verla y hablarla querría,
que tú puedes señalar,
mi bien, el lugar y el día.
Engáñala, di que quieres
ver un jardín o tm secreto
monte; escucha y no te alteres,
que es la piedad, en efeto,
propia virtud de mujeres.
¿ Harás esto ? ¿ Podré yo
fiarme del amor tuyo?
Pudiera decir que no
por no estar cierta del suyo.
¿ De qué manera te amó ?
Que a saber que te ha querido
y que no te ha de ofender,
ya te hubiera respondido.
Bien sé que son en mujer
ACTO PRIMERO
29:
los polos amor y olvido.
Bien sé, puesto que perdone
alguna a quien tanto abone
firmezas que dice y hace,
que su sol en amor nace
y en el olvido se pone.
Mas por la misma razón
vuelve otra vez a nacer
aquella misma afición.
Blanca. Primero amor suele ser
diamante del corazón;
■mas ser galán Floraberto
y haber mil noches pasado
después del primer concierto,
de tu amor me da cuidado,
que ya entre los dos le han muerto.
Pero bien será saber
si hay firmeza en la mujer,
con lo que es primero amor;
mas con engaño es mejor.
Carlos. ¿Cómo?
Blanca. Podráste esconder
detrás del verde jazmín
que hace espaldas a la fitente
de Venus, en el jardín,
donde, aunque de mármol, siente
de Adonis el triste fin.
Y saliendo en ocasión
que las dos solas estemos,
moverla a tal compasión
con palabras, con extremos,
que amando tan propios son.
Que el jazmín ser cueva intente
de Dido, Carlos, allí :
ella parezca la fuente
en llorar agua por ti
y el mármol diga que siente.
Que de que pierda su honor
el falso Conde me toca
más interés que tu amor,
pues no es mi queja tan poca
que no te venza en rigor.
Voy a escribir que me vea;
llevaréla adonde digo
antes que más tarde sea.
Carlos. Si te importa su castigo,
mi amor su muerte desea.
(Vayase.)
; Oh, siempre en la piedad más generosas
que los hombres, bellísimas mujeres,
de nuestros apetitos y placeres,
y de amor tesoreras dadivosas !
Ya de mis tempestades amorosas
seguro puerto entre tus brazos eres,
pues que sacar mi rota nave quieres
de las olas del mar tempestuosas.
Tú, que contra mujer armas previenes,
mira primero que el veneno exhales
tantos ejemplos que de buenas tienes,
que aunque muchas han sido en causas tales
ocasiones de males y de bienes,
mayores son los bienes que los males.
(Salen el Rey Carlos de Francia, Florante y Ri-
cardo^ caballeros.)
Rey.
No me pudo venir más dulce nueva
después del pensamiento sosegado,
casados Flordelís y Floraberto.
Carlos.
¿ Qué es esto, gran señor ? Hayamos parte
de las nuevas que dices.
Rey.
Balduino,
padre de Flordelís, a quien pudieran
rendir Camilo y Cipión valiente
los sagrados laureles de la frente,
¡oh, Carlos, hijo mío!, victorioso
viene de los confines de la Francia,
de donde ha desterrado a Norandino,
famoso rey del África, que había
con armas tantas veces molestado
aquella parte que sus puertos mira.
Carlos.
Aun bien que tú podrás premiarle agora,
ciñendo aquellas venerables canas
de alguna insignia de los cercos de oro
de las flores de lises de tu frente,
agradecido a sus servicios, tales,
que no sé yo con qué pagarle puedas.
Rey.
¿ Es premio poco honroso haber casado
su hija Flordelís con Floraberto?
Carlos.
Noble 'es el Conde y generoso príncipe,
pero mejor pudieras emplearla.
Rey.
¿En mi corte mejor? ¿No es de mi sangre
el Conde?
294
LA LOCURA POR LA HONRA
Carlos.
¿No hay alguno que pudiera
honrar mejor al duque Balduino
y que tu sangre de más cerca fuera?
Rey.
¿Vuelves a tu pasado desatino?
¿Vuelves a tus locuras?
Carlos.
¿Con qué piensas
pagar a Balduino?
Rey.
¿Está a tu cargo
el preguntarme a mí con qué razones
debe cumplir un rey obligaciones?
Carlos.
¿ Pues qué dirás de habérsela casado
sin gusto suyo, estando el Duque ausente?
Rey.
En ausencia de deudos yo soy padre.
Atiende a tus caballos y a tus galas;
piensa en las cosas de tu edad.
(Vayase Carlos.)
Florante.
Ya llega,
con el preso africano Norandino,
el victorioso duque Balduino.
(Salen cajas, y banderas, y soldados, y Norandino,
moro, y Balduino, general.)
Balduino.
A tus heroicos pies, famoso atlante
de la Iglesia de Cristo, a cuya mano,
cristianísimo príncipe, el gigante
del África cruel se opone en vano,
está su Rey, que ya pensó, arrogante,
formando una ciudad en lel mar cano
de bárbaros navios brevemente,
del África a la Francia formar puente.
Besa los pies, ¡oh fuerte Norandino!,
del generoso Carlos; pide en ellos
perdón de tu pasado desatino.
Norandino.
Espero, Duque, merecerle dellos.
Rey.
Ese puedes pedir a Balduino
y poner el laurel en sus cabellos,
que a capitanes de la mar tan graves
daba Roma de jarcias y de naves.
Alzaos los dos.
Norandino.
Aquí, señor, me tienes,
sujeto a tu castigo.
Balduino.
Con tu gente,
y gente que podrás, si la previenes,
pasar hasta la margen del oriente,
sufriendo a los principios sus desdenes,
por ser el tiempo ail paso diferente,
llegué donde esperaba Norandino
ocupando con armas el camino.
Abríle por los pechos con la espada
y retírelos hasta el mar, de suerte,
que recogidos a su fuerte armada
los fui siguiendo con la tuya fuerte.
El viento refrescó la mar hinchada;
campo de guerra, de sepulcro y muerte
formó el teatro, en que por hora y media
representase la naval tragedia.
Abordadas, señor, las' capitanas,
después de la tremenda artillería,
que por el campo de las olas canas
las abrasadas jarcias extendía,
resistieron las armas africanas
la primera francesa valentía
con tantas vidas, que en el golpe fuerte
se mellaron ilos filos de la muerte.
Mas por los mismos cables y tablones,
cubiertos de rodelas y paveses,
como si los guindaran los motones,
trepaban a las naves los franceses,
y con siempre indomables corazones,
a tajos, estocadas y reveses
ganaron hasta el árbol, cuya gloria
se le puso en la frente de vitoria.
Y para que con prósperas fortunas
con su arrogancia juntamente pises
las lunas, que creciendo viste algunas,
por las astucias deste nuevo Ulises,
donde en las jarcias tremolaban lunas,
vieras en un instante f lordelises
y en gavias de mesanas y trinquetes
decir a voces ¡ Francia ! los grumetes.
Ricos, señor, han sido los despojos
de piezas de oro, de damasco y grana,
de blancas perlas y corales rojos,
de jaeces de plata y filigrana;
la' codicia, que brinda por los ojos,
en la riqueza bárbara africana
ACTO PRIMERO
295
halló donde poder, sin ser tiranos,
hartar las niñas y ocupar las manos.
No bien del mar la planta puse en tierra
cuando una nueva alegre me recibe,
con que olvido el trabajo de la guerra,
tal es la paz que en mis cuidados vive,
después de aquellos que el servirte encierra
(que tu servicio es bien que a todos prive),
los de mi hija me tenían suspenso,
que ya por tu favor perderlos pienso.
Dícenme, gran señor, que la has casado,
y aunque me dicen que es con Floraberto,
yo sólo qué es tu gusto he preguntado,
lo que tuve también por justo y cierto,
que de tu gran valor estoy fiado;
que siendo por tus manos el concierto
no puedo yo ganar yerno más justo
ni darme parabién de mayor gusto.
Rey.
Duque, yo los casé porque en ausencia
de un primo como vos yo represento
vuestra persona misma. Dad licencia
que os vean los dos y mostraréis contento
a vuestro yerno, cuya gran prudencia,
alta sangre, valor y entendimiento
excede mucho a muchos.
Balduino.
Eso creo.
Verlos, señor, si vos mandáis, deseo.
{Salen Floraberto y Flordelís^ acampanados con
mucha gala, y Miróx también.)
CoxDE. Danos, invicto señor,
tus pies.
Rey. Besalde la mano
al Duque.
CoxDE. A vuestro valor,
¡oh, nuevo Marte africano!,
en nombre y obras mayor,
vuestros dos hijos están.
Balduino. Tanto contento me dan,
que agora siento la gloria
de la pasada vitoria,
en que he sido capitán.
Agora el triunfo, el laurel.
el francés aplauso, el gusto
de verme honrado con él;
mis brazos os doy, que es justo,
porque tengáis parte en él.
Vos, hija, bien empleada
en el Conde estáis, pues fuistes
de mano del Rey casada;
estimad que merecistes
ser de su grandeza honrada
tanto como el buen empleo.
Flordelís. Yo, señor, presté obediencia,
como veis, a su deseo.
Balduino. Dichosa ha sido mi ausencia,
pues en tant;o bien os veo.
{Sale un Criado.)
Criado. Que no os vais sin verla dice
doña Blanca, mi señora.
Flordelís. Yo voy luego.
Rey. Solenice
mi corte Ricardo agora,
y con fiestas autorice
la prisión de Norandino
y el triunfo de Balduino.
Ricardo. Hará que el mundo se espante.
Rey. Venid conmigo. Almirante.
Balduino. Soy desa merced indino.
{Vayanse entrando-)
Conde. Entra, Flordelís, a ver
a la Infanta, pues te llama,
que ya comienza a tener
premio del Duque la fama.
Flordelís. Almirantes puede hacer
el Rey, pero no soldados
tan bravos y ejercitados.
Conde. Merced ha sido y favor.
Flordelís. Deudas son a su valor
más que servicies pagados.
Acompáñale entretanto
que a doña Blanca visito.
{Vayase Flordelís.)
Conde. Mirón.
Mirón. Señor.
Conde. Grande espanto
me has dado.
Mirón. Yo sé que quito
y que nada le levanto.
Ella está como furiosa,
y me dijo mucho más.
Conde. ¿Blanca, de que está celosa?
Mirón. Enamorada dirás,
y añade luego envidiosa.
Ella no pudo sufrir
que le dijese que amabas
a Flordelís, ni aun, oír
que amores con ella hablabas,
296
LA LOCURA POR LA HONRA
MiRÓX.
Conde.
Mirón.
Conde.
qué es comer ni qué es dormir.
Pensé que perdiera el seso.
Conde. Que he temido, te confieso,
que me amenaza algún mal,
que siempre de amor igual
resulta algún loco exceso.
El cielo ponga templanza
en su furia y desatino,
y más si intenta venganza.
Ya con venir Balduino
puedes tener esperanza.
Cierto que estás bien casado,
'porque suegro tan honrado
le pudiera el Rey tener.
No me holgué poco de ver
que el Rey le lleva a su lado.
La dignidad que le dio
bien la tiene merecida.
Cualquier favor mereció.
¡ Que pase tan triste vida
por celos de Blanca yo !
¿Que me quiere esta mujer?
¿Puedo dejar de querer
a Flordelís, que lo es mía?
¿Qué se cansa? ¿Qué porfía?
Mirón. ¿En razón quieres poner
una mujer con amor?
¿ Encerrar quieres, señor,
el viento en cárcel estrecha?
Conde. ¿Qué se cansa, qué aprovecha
todo su injusto rigor?
Mirón. Algo más que haberla amado
debe de haber; mas a mí
siempre burlas me has fiado.
Conde. ¿Óyenos alguien aquí?
Mirón. Un ejército colgado
en esa tapicería,
de Jerusalén historia ;
mas como la lealtad mía
callarán tu pena y gloria
' desde hoy al iiltimo día.
Condi. Yo, Mirón, tan cortesmente
como a tan grave señora
era escribirle decente,
la escribí amores, que agora
o la enojan o lo siente.
Respondióme con estilo
no menos tierno.
Mirón.' ¡ Favor
notable !
Conde. Amor por el filo,
que para el gitano amor
Mirón.
Conde.
Mirón.
Conde.
Mirón.
Conde.
Mirón.
Conde.
Mirón.
Conde.
Mirón.
Conde.
nació riberas del Nilo.
Concertó nuestras heridas,
hasta que la vine a hablar
entre unas parras que asidas
daban consejo y lugar
a dos amorosas vidas.
Sentóse y sentéme.
Bien.
Sentados, ¿qué sucedió?
Así su mano...
i Deten,
cielo, esta mano !
Allí yo
vi mano y no vi desdén.
¿Fué mucho poner la boca
en esta mano?
Si ella
se dejó asir...
No fué poca
mi osadía; puse en ella,
como en un cristal de roca,
los labios, en que dejé
no sé qué círculo impreso.
¡ Apretado exceso fué !
Hablamos, después del beso,
de amor, de lealtad y fe.
Tanto, que sentí abrasarme,
y viendo la pura rosa
de sus labios provocarme,
resolví el alma a una cosa...
Aquí tiemblo de acordarme.
Andaba, con dulce queja,
dando tomos al favor,
como enamorada abeja
de una rosa alrededor
ya se acerca y ya se aleja.
Pero, en fin, determinado
y todo descolorido,
vuelto en nieve y abrasado,
cerca del suyo, encendido,
llegué con mi labio helado.
¡ Santo Dios !
No de manera
que pudiese juzgar más
que del aliento.
¡ No fuera
posible pensar jamás
que un hombre a tal se atreviera !
Levantóse sin hacer
más muestras de sentimiento,
y no dejándose ver
por un mes, mi atrevimiento
ACTO PRIMERO
297
me dio, callando, a entender.
Pero después, cierto día,
puesta en una celosía,
se rió cuando me vio.
MiRÓx. Pues boca que se rió,
no le ofendió tu osadía.
Por ventura la enojaste
de que ya que te atreviste
tan poco lo ejecutaste,
i Mal pago, por Dios, le diste ;
no sé cómo te casaste !
Porque más nobleza fuera
salirte de Francia cuando
el Rey forzarte quisiera.
Conde. La guarda he sentido hablando ;
vete y a la puerta espera.
Que pues ya mi estrella ha sido,
cuanto mal me ha sucedido,
con irme con mi mujer
a mi tierra, podrá ser
que todo lo cubra olvido.
(Vayanse, y salgan Carlos y Isabela, dama.)
Is.'VBELA. Que aquí se esconda tu Alteza
mi señora me ha mandado
que te diga.
'Carlos. ¡ Qué ha llegado
mi vida a tanta tristeza !
¿Llegan cerca?
Isabela. Estánlo tanto,
que tardando en esconderse
te han de ver.
Carlos. ¿ Qué puede hacerse ?
¡ De mi paciencia me espanto !
Dadme esas hojas, jazmines,
para esconder tanto fuego.
(Escóndase.)
(Salen Blanca y Flordelis.)
Blanca. Amor, en principios ciego,
suele ser cuerdo en los fines.
Flordelís. Cuando es tan justo el amor
como el que yo tengo al Conde,
al principio el fin responde.
Blanca. El le merece mayor.
¿Quiérete mucho?
Flordelís. Es exceso.
Loca estoy de sus caricias.
Blanca. ¡ Pedid, desengaño, albricias,
que voy hallando mi seso !
Flordelís. No hay orden de que se aparte
solo un momento de mí.
Blanca.
Flordelís.
Blanca.
Flordelís.
Blanca.
Flordelís,
Blanca.
Flordelís.
Blanca.
Carlos.
Flordelís
Carlos.
Flordelís
Carlos.
¡ Ay, qué desdichada fui !
En la mesa, en cualquier parte
me dice dos mil amores.
Su amor ésta me encarece
tan a lo falso, que ofrece
sospechas a mis terriores.
Temo, y con mucha razón,
que el Conde le habrá contado
lo que conmigo ha pasado,
en mengua de mi opinión ;
que los hombres, en los brazos
de quien tiene voluntad,
aumentan su calidad
contando ajenos abrazos.
Que por alabarse amado
de las que más altas son,
no hay soldado fanfarrón
como un amante acostado.
A mí me importa matar
o al Conde o a su mujer. —
¿ Quieres esta fuente ver ? —
¡ Quién la hiciera con llorar !
¿Es Venus?
¿Pues no lo ves?
¡ Qué bello Adonis está !
¡ Oh, cuánta envidia me da,
Venus, tu Adonis francés !
Bien llora Venus partirse
su amante.
Como era diosa,
a su tragedia llorosa
comenzaba a prevenirse.
(Sale Carlos.)
]Mejor pudiera llorar
quien te ha perdido, señora,
y de cobrarte no tiene
sola una esperanza loca.
¿Qué es esto?
No te alborotes:
im mármol que estaba agora
en aquesta fuente soy.
¿Tú mármol?
Mármol y roca
de paciencia y sufrimiento,
y de fuente es justa cosa,
porque se convierta en ella
quien tantas desdichas llora.
¡ Ay, Flordelís, ya casada !
¡ Ay, Flordelís, cuyas hojas
miran marchitas mis ojos,
hojas con que ya me enojas !
298
LA LOCURA POR LA HONRA
Si tu amor fuera verdad,
a la mano poderosa
de mi padre resistieras
con una palabra sola.
Ya es hecho; ya no es posible
que el fuerte lazo se rompa
si no le corta la muerte,
término y fin de las bodas.
Dame, Flordelís, licencia
que mate al Conde.
Flordelís. No pongas,
Carlos, la imaginación
noble en tan sangrientas obras.
lEl Conde no tiene culpa,
la desdicha fué forzosa.
Yo te amaba ; el Rey lo quiso ;
olvida, y tendrás vitoria
de esos fuertes pensamientos
que te afligen y congojan.
Carlos. ¿'Qué olvide? ¿Cómo es posible?
¿ Cuál hechicera famosa ;
qué Circe ni qué Medea,
qué hierbas, flores y rosas
de los montes de la luna
son para amor provechosas?
Ya, Flordelís, te casaste ;
ya de Floraberto gozas ;
no te ofenda mi remedio,
dame esas manos hermosas.
Flordelís. ¡Jesús! ¿Qué dices, señor?
¡ Suelta ! ¿Las manos me tomas?
Carlos. ¡ Hermana, hermana, deten
esta sirena engañosa.
Blanca. Ea, Flordelís, ¿qué es esto?
¿Parécete justa cosa
que este loco mate al Conde
si le desprecias agora?
Dale esa mano, detente,
no te muestres desdeñosa,
que a la sombra del secreto
duerme segura la honra.
Ea, Flordelís.
Flordelís. Pues, Blanca,
¿ tú, de mi honor protectora,
me has traído con engaño
adonde el honor me roban?
Blanca. ¡Ea, que le quieres bien!
Mira, Flordelís, que llora :
mujeres somos, no piedras;
nuestras resistencias topan
en el punto del secreto.
Cuando a Carlos correspondas.
¿ no te fiarás de mí ?
Flordelís. No me vuelvas a las olas
del mar del amor pasado,
que entonces era señora
de toda mi libertad,
y ya es de otro dueño toda.
' No te niego que yo quiero
al Príncipe; mas, ¿qué importa,
estando sin libertad?
Blanca. Flordelís, libertad sobra
mientras el amor no falta;
quiérele bien a mi sombra,
que no ha de costarte nada
de tu opinión generosa.
Isabela. Señoras, el Conde viene.
Carlos. ¿Qué he de hacer?
Blanca. Ya no te escondas.
{Sale el Conde-)
Conde. Con tan justa ocupación,
disculpada está mi esposa
de haberla esperado tanto.
Flordelís. Con disculpa tan notoria
me atreví. Conde, a tardarme.
Blanca. ¿Que tales palabras oiga?
Carlos. Pues Conde, ¿ es buena la vida
de los casados?
Conde. Dichosa
por extremo, si los dos
las voluntades conforman.
CARLOS. ¡ Bien se dirá por las vuestras !
Conde. Los méritos os respondan
de Flordelís, pues a un ángel
¿quién no le estima y adora?
Flordelís. Mejor, Conde mi señor,
vuestra gallarda persona
mi voluntad asegura.
Conde. Besar tus manos me toca. —
Dadle, señora, licencia,
que le aguarda en la carroza
su recién venido padre.
Blanca. Partid los dos en buen hora
y mil años os gocéis.
Carlos. Conde, adiós ; tened memoria
de verme.
Conde. Soy vuestro esclavo. —
Y vuestro más.
Flordelís. ¡ Qué lisonjas !
(Los dos se van de las manos.)
Blanca.
¿Iguálase a mi mal algún tormento?
ACTO SEGUNDO
299
Carlos.
¿Qué tormento cruel se iguala al mío?
Blanca.
Si esto han visto mis ojos, ¿qué confío?
iCarlos.
j Que baste a tanto mal mi sufrimiento !
Blanca.
¿En qué piensa parar mi pensamiento?
Carlos.
¿ Qué fin piensa tener mi desvarío ?
Blanca.
¡ Ya toda mi esperanza al viento envío !
Carlos.
¡ Ya toda mi esperanza lleva el viento !
Blanca.
i Qué locura es llorar las cosas hechas !
Carlos.
i Loco es quien fía de palabras dichas !
Blanca.
¡ Declaradas murieron mis sospechas !
Carlos.
¿Quién confía en promesas?
Blanca.
¿Quién en dichas?
Carlos.
\ Todo es penas amor !
Blanca.
¡ Todo es endechas !
Carlos.
¡ Todo es celos amor !
Blanca.
i Todo es desdichas !
ACTO SEGUNDO
i^Saien criados con ramos de árboles y flores, los
músicos con sus instnimenfos, Florante y Ri-
cardo, caballeros, y Carlos detrás, todos en há-
bito de noche.)
Carlos. Pasad todos adelante,
que con aqueste disfraz
podremos sacar en paz
pensamiento semejante.
Florante. ¿Usa París estos días
toldar las puertas así?
Ricardo. Ayer enramadas vi
las de unas vecinas mías
y tuve no sé qué celos.
Guárdate, que no Jos des.
Carlos. Con el hábito que ves
remediaré mis desvelos.
Porque en el traje villano
no han de presumir, en fin,
que fué de Francia el Delfín
quien aquí puso la mano.
Poned árboles y flores
a umbral que con miedo piso,
aunque aqueste paraíso
los tenga dentro mejores.
Que la Flordelís que agora
en brazos del Conde está,
más divina flor será
que cuantas vierte el aurora.
¿Qué limo, salvia o sanguina,
qué guileñas de azul flor,
qué lirio o poma de amor,
qué jacinto, qué inclintina,
qué angélica, qué azucena,
qué clavel de buena ley,
qué flor corona de rey,
qué ajedrea, qué verbena,
qué narciso o mejicana,
qué albahaca, qué brusela,
qué violeta o cidronela,
qué trébol, qué valeriana
no están dentro del jardín
desta casa venturosa,
aunque en Flordelís hermosa
no hay más que rosa y jazmín?
Florante. No queda mal entoldado.
Ricardo. Así el campo se entapiza,
mejor que de tela riza
y del precioso brocado.
Carlos. Si yo pudiera, en lugar
destos verdes mirabeles,
manutisas y claveles,
pempinelas y azahar,
pusiera perlas, diamantes,
girasoles }'■ rubíes,
espinelas, carmesíes
y carbuncos rutilantes.
Compusiera estas guirnaldas,
en vez de verdes paisajes,
de topacios y balajes,
de amatistes y esmeraldas.
No quedara plata ni oro
que no relumbrara aquí.
300
LA LOCURA POR LA HONR-\
y aun a ser posible a mí
pusiera al sol por tesoro. —
Cantad en rústico son,
para ser desconocidos.
Ricardo. Todos estarán dormidos.
Carlos. ¡ Qué servicio y qué canción !
(Canten.)
"¿Cuándo saliredes, alba,
alba galana,
cuándo saliredes alba ?
Una voz. Alba más bella que el sol.
Todos. Alba galana.
Voz. Alba de las dos estrellas.
Todos. Linda serrana.
Voz. ¿iCuándo verán mis ojos
Todos. luces tan claras?
¿Cuándo saliredes, alba,
alba galana,
cuándo saliredes, alba ?"
Carlos. Extraño deleite dan
esas canciones de amor.
Florante. En estilo labrador,
¡ qué bien sus cifras están !
Carlos. ¡ Ah, Dios, que duerma un dichoso
al lado de su mujer
y otro no pueda tener
a sus umbrales reposo ! —
Cantad otra vez, cantad;
espántense tantas penas,
que aunque del mar, sus arenas
no han de tener igualdad.
Una voz. "¿ Cuándo saldréis a dar vida ?
Todos. Alba galana.
Voz. La que en el cielo se afeita.
Todos. D'e nieve y grana.
Voz. Despertad, alba divina.
Todos. Que el sol aguarda.
cuándo saliredes alba?
alba galana,
cuándo saliredes, alba ?"
Ricardo. ¡ Cuerpo de tal, no cantéis,
que anda gente en el zaguán !
Carlos. Mas, ¿que sentido nos han?
Florante. Más son de cuatro y de seis.
Carlos. Caballos suenan.
Ricardo. Sospecho
que el Conde fuera se va.
Carlos. ¿Fuera, Ricardo? ¡Ojalá,
y de Flordelís del pecho !
Florante. Las puertas abren.
Carlos. Camina,
que no es mucho, en vez de salva,
que habiendo llamado al alba
le corra al sol la cortina.
{Éntrese, y salga Mirón, de caza.)
Mirón. ¿Qué borrachería es ésta?
¿Grita y música? ¿Qué es esto?
¿Arbolitos nos han puesto?
¡ No ha estado mala la fiesta ! —
Señor, qué digo, señor.
(Sale el Conde, de caca.)
Conde. ¿Qué das voces?
Mirón.' Aunque el día
apenas al mundo envía
su primer embajador,
e.l olor podrá avisarte
de que nuestra puerta han hecho
jardín, del umbral al techo,
a pura fuerza del arte.
Conde. Basta, que tienes razón.
Mas, ¿ cómo ?
Mirón. Yo no lo vi.
Conde. ¿Pues hay doncellas aquí?
Mirón. Víspera de la Ascensión
acostumbran labradores
del arrabal de París... (Aparte.)
Conde. No me agrada, Flordelís.
Mirón. Poner árboles y flores
adonde requiebros tienen;
en casa debe de haber
a quien se puedan poner,
pues a ponérselos vienen.
Conde. ¿ Están esos cazadores
todos a punto?
]\IiRÓN. Ya están
haciendo campo el zaguán;
perros, caballos y azores '
ya danzan por las f^escuras,
adonde correrlos sueles,
los unos con cascabeles,
los otros con herraduras.
Aunque el sol agora abrasa,
no hayas miedo que nos venza,
pues que ya el bosque comienza
desde la puerta de casa.
Conde. ¿Ha venido Lisuarte?
(Sale Lisuarte, caballero, de casa.)
Lisuarte. Bien puedo yo responder,
pues llego a tiempo de ser
quien puedo respuesta darte.
ACTO SEGUNDO
301
Conde. Vengas, Lisuarte amigo,
muchas veces norabuena,
que ya me tenías con pena
de no caminar contigo.
Lisuarte. Para recién desposado
presto el bosque te despierta,
que aun entendí que a la puerta
un hora hubiera llamado.
Conde. Habiendo de caminar.
no es bien aguardar al sol.
Mirón. No hay tan lindo guardasol
como el gentil madrugar.
Conde. ¿ No acaban ya de salir ?
Lisuarte. ¡ Buena vuestra puerta está !
Quien esto tiene, ¿a qué va? ,
porque puede competir
con el campo más florido.
Aquí parece que ha estado
el conejuelo acostado
y -el pardo ciervo dormido.
Parece que ha de salir
el jabalí destas ramas,
y la liebre destas camas,
y entre ellas mismas huir.
Conde. Pienso que anda un labrador
por estas puertas de amores.
Lisuarte. Son sus árboles y flores
claros indicios de amor.
Alegría me han causado.
Conde. ¡ A mí ninguna, por Dios !
{Sale RiNiERO^ escudero viejo.)
RiNiERO. ¡ Oue dé romadizo y tos
a quien tal se ha levantado !
i Ahorqúense los azores,
los perros y los caballos,
que parecen madrugallos
mañana de cardadores !
¿ Arbolitos hay aquí ?
Aprisa me he levantado,
pues en la taberna he dado.
Conde. ¿ Quién es ?
Riniero. Yo soy.
Mirón. ¿ Quién vay ahí ?
RiNiERO. Un escudero que han hecho
venir a buscar el alba
primero que le haga salva
la calandria en el barbecho.
¿ Dónde vas, que aún no pregonan
aguardiente y letuario,
ni al aurora en campanario
la primer música entonan?
No hay labrador que haya puesto
a las muías el arado,
ni amante que haya dejado
por miedo del alba el puesto.
No hay espejo que a mujer
haya pedido color,
ni visto a enfermo dotor,
ni él pedido de beber.
Conde. ¿Vos, por dicha, habéis bebido?
RiNiERo. Los árboles me han brindado.
"Conde. ¿Cómo, o quién os ha llamado?
i Mal hecho, por Dios, ha sido !
Riniero. Isabela me dio voces
que mi señora salía.
Conde. ¿Ella? ¿Cómo?
Riniero. Pensaría
mal; a Isabela conoces,
que me daba pesadumbre.
Mirón. No mintió, pues ella viene.
Conde. Ya el aurora su sol tiene,
dile al sol que 3'a no alumbre.
(Sale Flordelís y Isabel.)
Flordelís. ¿Tan de mañana, mi bien?
Conde, Miedo del calor lo ha hecho.
Flordelís. Que os he cansado sospecho...
Conde. No habéis sospechado bien.
Ni es mucho haber madrugado
quien esta noche durmió
teniendo, cual tuve yo,
alba tan hermosa al lado,
que claro está que su lumbre
me había de despertar.
Flordelís. Suele a los que duermen dar
cualquiera luz pesadumbre.
Por eso. Conde, sospecho
que nombre de luz me dais.
Conde. ¿Cómo, si vos me alumbráis
ojos, alma, vida y pecho?
No habéis, señora, acertado
en dejar vuestro sosiego;
que os volváis, mi vida, os ruego,
que habéis el tiempo trocado.
Pues como apenas agora
se ve su rojo arrebol,
no es justo que salga sol
antes que salga el aurora.
No tengáis queja de mí
que tan de mañana salgo,
pues de la noche me valgo
por no ver lo que perdí.
Flordelís. El cielo os lleve con bien,
!32
LA LOCURA POR LA HONRA
que no es justo deteneros,
por el mal que puede haceros
el sol, mis ojos, también.
Que del os guardéis os pido.
'Conde. Ya no iré sin él, mis ojos,
habiendo sus rayos rojos
de vuestros ojos nacido.
Y por los míos, señora,
que en mi ausencia os regaléis.
Flordelís. ¿ Cuándo, mi bien, volveréis?
Conde. No lo sé, mi vida, agora;
pero la palabra os doy
que lo más presto que pueda.
(Salen tres o cuatro cazadores, Fierres, Lanfredo,
Marín, con algunos perros y venablos.)
Fierres. Yo sé muy bien la vereda,
porque ejercitado estoy
en todo ese monte bien,
y es de eso en tiempo de nieve.
Marín. Antes que te partas, bebe,
y brinda a los dos también.
Conde. Mi gente se va llegando;
adiós, bella Elordelís.
Mirón. Las campanas de París
están al alba (i) tocando.
Daos los brazos, que perdemos
tiempo.
Flordelís. No me deja amor.
Adiós, Conde mi señor.
LisuARTE. ¿ Partimos ?
Conde. Partir podemos.
Mirón. ¿Tú qué dices, Isabela?
¿Quieres algo desta caza?
Isabela. Que la compres en la plaza
sin correr tras la que vuela,
que hay un refrán español
que suele decirlo así.
Mirón. ¿Tengo de decirte a ti
esto de la aurora y sol?
Isabela. En eso se desvanece.
Oiga : pues a caza va,
tráigame un ciervo de allá.
Mirón. ¿Con qué puntas?
Isabela. Doce o trece.
Mirón. ¡ Fuego de Dios en tu gusto !
El 'Conde se parte. Adiós.
Isabela. Mire que no falten dos,
que me dará gran disgusto.
Mirón. Si alguna trajere menos.
(i) En el original: "alma", por errata.
tú la podrás añadir.
LisuARTE. Conde, ¿podemos ya ir?
Conde. Poned mochilas y frenos,
hola, los que habéis tardado,
y seguidme.
Fierres. ¿Q^^^ rocín
lleva el almuerzo?
Conde. Marín,
Fierres, lo lleva en cuidado.
(Todos 'se van con ruido, y quédese allí Flordelís
con Isabela.)
Isabela, Sospecho que deseabas
ver partido a Floraberto.
Flordelís. Sospechabas lo más cierto
y en lo más seguro estabas.
Isabela. ¿Reparas en el jardín
que a nuestras puertas han puesto?
"¿Quién, señora, le ha compuesto?
Y en casa, ¿ para qué fin ?
Que aunque yo no entiendo mucho
pienso que no estás contenta.
Flordelís. ¡ Ay, Isabela !, está atenta.
Isabela. Ya, mi señora, te escucho.
Flordelís. Yo me levantara un lunes,
un lunes de la Ascensión,
cuando el capitán del cielo
fué a tomar la posesión
antes que el alba saliese,
con rojo y blanco arrebol.
Para ver si amanecía
me puse en un mirador,
sobre los hombros revuelto
im faldellín de color.
Hallé mi puerta enramada
toda de un verde limón,
que desde la celosía
pudiera alcanzar la flor.
Alamos blancos y negros,
que tales mis dichas son :
negros por mi triste luto,
blancos porque en blanco estoy.
Muchos jazmines y trébol,
todos espirando olor.
Entre azucenas y lirios,
casto, aunque celoso, amor.
No me la enramó escudero,
ni hijo de labrador,
ni hidalgo de espada en cinta
y capa con guarnición;
enramómela don Carlos,
hijo del Emperador;
ACTO SEGUNDO
503
Isabela.
don Carlos, delfín de Francia,
que seis años me sirvió :
palabra de ser mi esposo
una y mil veces me dio.
Tuvo envidia la fortuna;
el Rey su amor sospechó;
lisonjeros de palacio
le contaron mi afición.
-Casóme con Floraberto;
sin gusto casada estoy;
pensé yo llamarme Alteza,
señoría apenas soy.
Si tristes paso los días,
las noches infiernos son;
con lágrimas de mis ojos
bañando estoy mi labor,
por ser para Floraberto,
tirano de mi afición.
Cada vez que con la aguja
puntadas en ella doy,
en su corazón quisiera
que fueran un pasador.
ÍEspera, señora mía,
que siento cerca rumor.
{Salen Carlos y Florante^ embozados.)
Flordelís. Un hombre a nosotras viene. —
¿Sois, amigo, cazador?
Si buscáis a Floraberto
poco habrá que se partió;
como es tan grande París,
aún no habrá salido, no.
Quitaos la capa del rostro,
que me habéis puesto temor.
Carlos. Flordelís hermosa y bella>
no soy cazador que voy
al monte con Floraberto,
indigno de tu valor;
Carlos soy, delfín de Francia,
aquel tu primer amor
que pensó casar contigo,
mas la envidia lo estorbó.
j Qué de dolor que me cuestas !
¡Ay, Dios, si de mi dolor,
ya que no puedes ser mía,
tuvieses hoy compasión !
jAy, quién pudiese una noche
ser venturoso ladrón
de. los brazos que desprecia
quien al alba te dejó.
Florante. Bien podéis, señor don Carlos,
la que viene y otras dos:
Flordelís,
Carlos.
Flordelís.
Carlos.
Flordelís
Carlos.
Flordelís
Carlos;
Flordelís
Carlos.
Floraberto es ido a caza
a los montes de León,
de donde no vuelva vivo
a París, y plega a Dios
que rabia mate sus perros
y un águila su falcón.
Ahogúesele el caballo,
o arrástrele, que es mejor;
los colmillos le atraviese
un jabalí gruñidor,
cuyas espumas sangrientas
dicen que veneno son.
Por tirar a alguna fiera,
con . un dardo volador
le mate el mayor amigo
y caiga por el arzón,
tiñendo las verdes hierbas
del rojo y sangriento humor;
o cayendo en la celada
de un africano feroz,
lanzada de moro izquierdo
le atraviese el corazón.
Advierte, señor, que siento
que la gente se levanta,
y el verte es sospecha, y tanta,
que ha de impedir tu contento.
Mira que podría ser
que el Duque se levantase.
Haz, amor, que el día pase
para que te vuelva a ver;
que si eres sol, bien podrás .
dar a la noche licencia
con esconder tu presencia.
En fin, ¿mi señor, te vas?
Es tu padre Balduino
hombre a quien tengo respeto,
y de eso estoy inquieto.
De todo respeto es diño,
pues que se le tiene el Rey.
Mirad que si el viejo sale,
ninguna disculpa os vale. .
A nadie amor guarda ley.
Hazle recoger temprano
esta noche, porque sea
larga, como amor desea.
, Todo advertimiento es vano
a quien tiene el que te tengo.
Guárdete el Cielo.
Hasta ser
tuya.
Y mi propia mujer
si a tener el cetro vengo.
504
LA LOCURA POR LA HONRA
Isabela. A mucho te has atrevido :
no sé si lo has acertado,
que tienes un padre honrado
y un arrogante marido.
Y aunque está el marido ausente,
el padre dentro de casa,
que si sabe lo que pasa
no habrá rigor que no intente.
Porque de tan gran soldado,
¿qué piedad, señora, esperas?
Flordelís. Si quisieras, bien supieras
si es amor determinado.
Amor no teme la muerte;
yo tengo sola una vida:
ésa por Carlos perdida,
¿qué más venturosa suerte?
(Vayanse, y salgan los caladores y Li'suarte con
mucha grita, y detrás Mirón y el Conde.)
Fierres.
For esos trigos se metió ligero.
Lisuarte.
Tengo por imposible que se esconda.
Conde.
Tarde para seguille me parece.
Mirón.
Si cazamos así por los caminos
y cerca de Farís nos detenemos,
¿para qué vamos a León de Francia?
Lisuarte.
Si sale la ocasión, ¿de qué te admiras?
Lanfredo.
Allí ladran los perros; ya le tienen;
pues muerto le verás si le detienen.
Conde.
Camina, Lisuarte; y si por dicha,
con la tiniebla de la escura noche,
te perdieras de mí, junto a esos árboles
espera la mañana con la gente.
LlUSARTE.
¿Dónde te quedas?
Conde.
En aquesta fuente.
{Vanse todos, y el Conde asga a Mirón.)
Tente, Mirón.
Mirón.
¿Qué quieres?
Conde.
Que me escuches.
Mirón.
¿ Agora me detienes ?
Conde.
Esto importa.
Mirón.
Pues cuéntame, señor, por detenido;
aunque esto de la caza y correr toros
hasta escuchar las voces hay cordura;
que en oyendo el rumor, todo es locura.
Conde.
Yo te he sacado, de hombre vil y bajo,
al lugar en que estás.
Mirón.
¡ Válgame el cielo !
¿ Hame la envidia descompuesto acaso ?
Conde.
No es cosa tuya, no, Mirón; que es mía,
y cosa de que estoy de tal manera,
que la fío de ti, porque en los males
hasta las piedras hacen compañía.
Mirón.
Señor, ¿qué tienes? ¿Tú con ojos tristes
y casi enternecido? Si por dicha
de mi señora Flordelís te matan
soledades de amor, ¿para qué vienes
por bosques y montañas deste modo,
que quien ama en amor lo goza todo?
Los jardines, los bosques y las cazas,
el juego, los caballos, los amigos,
los libros, los banquetes, los regalos,
todos los tiene en lo que amó quien ama :
aquello todo, como ves, le llama.
Cuando dice un amante a lo que quiere
"mis ojos", ¿qué confiesa? Que es sus ojos;
cuando dice que es vida, que es su vida;
cuando dice su alma, que es su alma;
cuando dice su gusto, que es su gusto,
y desta suerte lo demás que sabes,
porque infinitamente deste modo
en lo que se ama se resuelve todo.
Conde.
¿Has dicho alguna cosa?
ACTO SEGUNDO
305
Mirón.
i Bueno vienes;
ni el alma aquí ni las potencias tienes !
Conde.
Yo tengo de volver a París.
Mirón.
; Cuándo ?
Esta noche.
Conde.
Mirón.
Esta noche ?
CONDt
; Oué te admiras ?
Mirón.
Si amabas desa suerte, no vinieras.
Mas bien puedes, señor, volver al alba,
sin que los cazadores te echen menos.
Mas llevándote amor, ¿ cómo es posible ?,
que llegar y volver es imposible.
Amor los días juzga breves horas;
los meses días, y los años meses.
Conde,
No me lleva el amor.
Mirón.
¿Pues qué te lleva?
Conde.
¡ Celos, celos. Mirón ; celos rabiosos !
Mirón.
¿ Celos de Flordelís ? ¿ Celos de un ángel ?
Conde.
Nunca, Mirón, de mujer ángel fíes.
Mirón.
¿ De dónde te ha venido el pensamiento
de tanto desatino?
Conde.
Estáme atento.
Pero, ¿de qué me sirve darte parte
de que la vi escribir secretamente,
de que la he visto suspirar de noche
y dar vueltas dormida, porque el fuego
del alma quita entonces el sosiego?
Mirón.
Amor, desatinado, te ha engañado.
Conde.
Ni es amor el que no es desatinado.
¡Oh, plega a Dios, [Mirón, que yo me engañe!
Pero de la manera que se mira
el sol por el cristal, o la tristeza
por el semblante, o la cruel envidia
cuando se dice mal del bien ajeno,
así se ve el amor por el semblante,
que todo es lengua y ojos un amante.
Mirón.
¿ Pues quién sospechas tú ?
Conde.
Nadie sospecho.
Mirón.
Y así debe de ser lo que imaginas.
Conde.
Toma el camino de París y vamos,
que la disculpa es fácil, pues diremos
que fué fineza si no hubiere nada.
Mirón.
¿ Cómo entrarás?
Conde.
Yo tengo prevenidas
todas las llaves.
Mirón.
No te doy consejo.
Conde.
Ni le tomara yo.
Mirón.
Pues alto, pica,
que amor descansa averiguando celos.
Conde.
i Qué de infiernos, amor, tienen tus cielos !
{Vaiise, y salen Flordelís y Isabela.)
Flordelís. ¿Está ya el Duque acostado?
Isabela. Y su gente recogida;
pero no he visto en mi vida
escudero tan pesado :
dándole están libramientos
los pajes y él en la sala.
Flordelís. ¡ Pues échale noramala !
Isabela. Dice mil atrevimientos.
Ya he rogado a Leonardico
que le persiga.
Flordelís. Estos son.
Isabela. Retírate.
20
306
LA LOCURA POR LA HONRA
Flordelís. ¡ Qué ocasión !
Isabela. Que te escondas te suplico.
{Salen RiNiERO, escudero; Leonardo, Fabio y Celio,
paje,^.)
Rimero.
Leonardo.
Fabio.
Celio.
RlNIERO.
Leonardo.
Fabio.
Celio.
Fabio.
Leonardo.
Fabio.
Riniero.
Celio.
Riniero.
Leonardo,
Riniero.
Fabio.'
Riniero.
Leonardo.
Riniero.
Leonardo
Riniero.
¡ Por vida del Rey, picaños,
que si pican, que he de hacer
un desatino, aunque ayer
cumplí setenta y dos años !
Pues díganos solamente
si fué nieto de Caín.
Eso no, que en un rocín
le hubo cierto pretendiente,.
Yo sé quien le ha conocido
mochuelo enjerto en hurón.
¿Mas que he de dar un hurgón
a un bellaco mal nacido?
Sepan que tengo mis bríos,
que soy hombre principal.
¿ Principal ?
No dice mal.
Antes dice desvarios.
Yo en esta razón lo fundo.
Dígala, a ver.
Digo yo
que es principal quien nació
en el principio del mundo.
¡Desemejada frialdad,
por el siglo de mi abuelo !
¿ No parece burro en pelo ?
i Otra que tal necedad !
Pues aquí donde le ven
fué camello del Rey Mago.
¡ Si un disparate no hago... !
¡ Ea, que es hombre de bien !
¡ Nunca lleguéis a mis iaños,
racioneros del tinelo,
envueltos en terciopelo
y sin camisa, picaños !
¡ Bellacos de condición
que tan vilmente os desvela,
que juntáis cabos de vela
para jugar la ración.
¡ Lame platos ! ¡ Toma puntos !
¡ Sarnosos !
Si se deslengua,
dirémosle en una mengua
todos sus delitos juntos.
¿ Qué me dirán ?
Que es poeta.
¡Mienten, que soy hombre honrado:
sólo una vez he pecado
en esa maldita seta.
(Aquí era ello.)
Isabela.
La condesa, mi señora,
está desasosegada
y deste rumor se enfada.
¿ Paréceles que esta es hora
de conversación aquí?
Leonardo. Vamonos abajo, Fabio.
Riniero. Yo, Isabela, a nadie agravio;
ellos se burlan de mí.
i Acuéstense noramala !
¡ Miren si tienen buen pecho !
i Qué agujero que me han hecho
por la propia martingala !
Ea, acostaos ; ya se han ido.
Si no los manda azotar
yo me voy a mi lugar;
desde agora me despido.
Isabela.
Riniero.
Isabela.
Riniero.
(Vayanse, salen Carlos y Florante.)
Carlos. Con las llaves que me diste
adonde me ves estoy,
pero no sé donde voy.
Isabela. ¡ Jesús, qué atrevido fuiste,
porque aún no están acostados !
Carlos. No tiene paciencia amor.
Isabela. ¿No sentías el rumor
de los despiertos criados?
Carlos. Ya, Isabela, estoy aquí;
reñirme es cosa excusada.
¿Flordelís está acostada?
Isabela. Yo pienso, Carlos, que sí.
Carlos. ¿ Dormirá ?
Isabela. ¿Cómo es posible
- quien aguarda y tiene amor?
Carlos. ¿ Entraré ?
Isabela. Sí, mi señor.
Carlos. No hay al amor imposible.
El alma me está temblando.
(Fase.)
Flordelís. Calentarla en mí podéis.
Isabela. Aunque temblando me veis,
también me estoy abrasando.
Gente por la sala viene;
allí os podéis retirar.
Flordelís. Después os tengo de hablar, (i)
(i) Este pasaje debe de estar muy alterado, pues
reina en él mucha confusión y obscuridad.
ACTO SEGUNDO
307
(Sale el Conde y Mirón.)
Flohdelís
Conde.
Sosiego la casa tiene.
]\IlRÓN.
En tu ausencia luego haría
recoger toda la gente.
Isabela.
¿ Si es este el Conde ?
Mi RON.
Conde.
Detente.
Isabela.
¿ Que me detenga ? ¡ Desvía !
Conde.
Mira que soy tu señor.
Isabela.
¿El Conde?
Conde.
Isabela, sí.
Isabela.
¿ Conde mi señor, aquí ?
Conde.
Esto puede un grande amor.
Flordelís
Isabela.
Albricias voy a pedir.
Mirón.
Conde.
Esas quiero yo ganar.
Isabela.
Déjame entrar.
Conde.
Xo has de entrar.
Conde.
Isabela.
Oye...
Conde.
No te quiero oír.
Isabela.
i Señora, señora !
Conde.
¡ Infame !,
IMiRÓN.
¿qué das voces?
Conde.
Isabela,
¿No me toca?
Conde.
¡ Ciérrala, Mirón, la boca !
Flordelís
Isabela.
¿ Pues qué importa que la llame ?
Mirón.
Conde.
¡ Échala del corredor !
Flordelís.
Mirón.
¿ Cómo ?
Mirón.
Conde.
Tomándola en brazos.
Flordelís
Mirón.
i Haráse dos mil pedazos !
Mirón.
Isabela.
¡ Señor, señor ! •
Conde.
¡ No hay señor !
{Sale Flordelís algo desnuda.)
Flordelís. ¿ Voces a estas horas ? ¿ Cómo
esta maldad se consiente?
Conde. Tente, Flordelís, detente.
Flordelís. ¿ Qué os parece, mayordomo,
de tan grande libertad ?
Conde. Flordelís, ¿no me conoces?
Flordelís. ¡ Duque ! ¡ Señor !
Conde. No des voces.
Flordelís. ¡ Mi vida ! ¿ Tú en la ciudad ?
Conde. En París estoy. Condesa;
Condesa, en tu casa estoy.
Flordelís. ¡ Dos mil abrazos te doy !
Conde. De que me los des me pesa,
habiendo desconocido
mi persona y voz.
Flordelís. Señor,
no te espantes, que el temor
me quitó vista y oído.
¿Qué buena venida es ésta?
Conde. Desasosiegos de amor.
Flordelís
Mirón.
Flordelís
y entre mil peligros puesta !
{Sale Mirón.)
Desde el corredor al suelo
la pobre moza cayó,
que parece que imitó
al primer ladrón del cielo.
Los cabellos a la tierra,
si del árbol son raíces,
bien cayeron.
¿ De quién dices ?
¡ Llore así quien así yerra !
Sesos y sangre esparcidos
las piedras han esmaltado.
De Flordelís ha llegado
nuestra queja a los oídos.
Toma esa puerta, Mirón,
que tengo que averiguar.
Un hombre he visto pasar.
¡ Sombras de mis celos son !
Voy tras él; ten cuenta aquí.
.Amigo, ¿qué tiene el Conde?
Celos.
¿ De quién ? ¿ Cómo ? ¿ Dónde ?
Oye la respuesta.
Di.
Al de quién, de ti, que el nombre
basta, pues eres mujer;
al cómo, pudiendo ser,
como es honrado y es hombre;
al dónde, no sé qué diga
más de que viene a buscar,
si es aquí donde ha de hallar
quien a tanto mal le obliga.
De suerte que esto responde,
por ser materias tan graves,
que tú solamente sabes
este de quién, cómo y dónde.
¿Quiéresme dejar entrar
de mi padre al aposento,
que yo volveré al momento?
Temo que te ha de matar
el Conde si ve que huyes.
, Pues déjame echar de aquí.
{Dentro el Conde.)
Conde, ¡ Muere, traidor !
Florante. i Ay de mí !
Conde. ¡ Si ansí mi honor restituyes !
Mirón. ¿Quién es aquél?
Flordelís. ¡ Tengo presa
308
LA LOCURA POR LA HONRA
Conde.
Mirón.
Conde.
Flordelís,
Conde.
Flordelís,
Conde.
Flordelís,
Conde.
Flordelís
Conde.
Flordelís
Conde.
Flordelís
la lengua, no acierto a hablar !
Al Duque quiero llamar.
(Sale el Conde.)
¿ Adonde está la Condesa ?
¿No la ves, señor, delante?
¿ Con Florante me ofendías ?
, ¿ Yo con Florante ? En mis días
hablé, señor, a Florante.
(Si 3^0 le he muerto en mi casa
detrás de un paño escondido,
¿quién quieres tú que haya sido?
. Oye, y sabrás lo que pasa.
Florante amaba a Isabela;
bien están muertos los dos.
¡ Duélate mi honor, por Dios !
Todo parece cautela.
¿Cuyos eran dos caballos
que estaban en el zaguán?
. Vuestros, mi señor, serán :
de noche suelen sacallos
por el calor que ya veis
y porque les dé el frescor.
¿Qué miráis el corredor?
¿Qué pensáis o qué teméis?
¿Cuyas esas armas son?
Mi padre os las ha enviado,
presente, al fin, del soldado
para vuestra condición.
Gracias al Duque por ellas;
espadas me tenía yo.
Mas, ¿quién la capa dejó,
que está arrojada con ellas?
Vuestra, Conde mi señor,
no recibáis pesadumbre,
que como hay tan poca lumbre
parece de otra color.
Y aquellos pies que se ven
por debajo de aquel paño,
¿ son míos ?
A un desengaño
tan claro, bien es que os den
mis propias manos el cuello :
Conde, mandad a Mirón
que me pase el corazón ;
veisme aquí suelto el cabello
cubriendo, en lugar de venda.
Jos ojos. No me matéis
vos, porque sangre tenéis
que puede ser que se ofenda.
Máteme un hombre que ayer
vuestro caballo guiaba,
Conde.
Mirón
Conde.
porque una espada tan brava
no manche tan vil mujer.
Bien has hecho de ponerte
delante desa vil cara
el cabello, en que repara
todo el rigor de tu muerte;
que por dicha si la viei;a...
Señor, pensémoslo bien.
¡ Infame, el brazo deten !
¿Tú defiendes una i fiera? —
Confiésate a Dios, Condesa.
Flordelís. A Dios le pido perdón.
Conde. ¡ Muere, infame !
Flordelís. ¡ Confesión !
(Caiga dentro.)
Conde. ¡ Del alma sólo me pesa !
Mira adonde va a caer.
Mirón. Muy poco puede vivir.
(Vayase iras ella Mirón.)
Conde. Hombre acaba de salir.
(Salga en cuerpo don Carlos, descompuesto.)
Carlos. Conde, ¿qué quieres hacer?
Conde. ¿Quién eres?
Carlos. Soy tu señor.
Conde. ¡ Eso no, que si lo fueras,
no es posible que ofendieras
vasallos de tanto honor!
Orlos. Desvía, Conde, la espada,
mira que soy el Delfín.
Conde. ¡ Y de aquesta casa el fin,
hasta agora siempre honrada ! —
¡Cielos!, ¿qué teng-o de hacer?
Carlos. Haz, Conde, como discreto,
que no te ofendió el efeto;
la voluntad pudo ser.
(Sale el Duque, viejo, con una espada y rodela.)
Balduino. ¡Criados, hola! ¿Qué es esto?
¿Ausente el Conde traición? )
Conde. Duque, vuestras cosas son
las qite en tanto mal me han puesto.
Balduino. ¿Es el Conde?
Conde. El Conde soy.
Carlos. ¡ Duque, Duque, el Conde ha muerto
vuestra hija !
Balduino. Floraberto,
¿qué es esto?
Conde. Vengando estoy,
Duque, vuestro honor y el mío.
ACTO SEGUNDO
309
Carlos.
b.vlduixo.
Carlos.
Balduino.
Duque, matalde, que quiere
matarme ; o haced que espere
antes de tal desvarío
a que yo tome mi espada.
¿ Quién es ?
De Francia el Delfín
vuestro señor soy.
¡ Qué fin
de una vejez tan honrada!
{Sale MiRÓíN.) ^
Mirón. Ya la Condesa expiró.
Conde. Mirón, el Duque está aquí.
B.^LDUiNO. ¿Flordelís es muerta?
]MiRÓx. Sí,
que mi señor la mató.
Balduino. Puesto que el grave dolor
que como a padre me aflige
suspende el valor que rige
un siempre inviolable honor,
digo, aunque perdone amor,
que^stá mil veces bien muerta,
y me pesa que despierta
no esté del sueño profundo,
para sacalla del mundo
abriéndole yo la puerta.
Mis brazos quisiera darte
y el agravio lo resiste
de que parte no me diste
para venir a ayudarte.
No me atrevo a aconsejarte,
que la misma confusión
el más noble corazón
que tuvo pecho francés
me tiene puesto a los pies
de tan grande obligación.
Quisiera, ¡oh fortuna avara!,
ser de mi hija homicida,
o que tuviera otra vida
para que yo le quitara ;
porque si bien se repara
la que el Conde le quitó
sólo su agravio vengó ;
mas el mío en pie se queda,
pues no hay vida donde pueda
también quitársela yo.
Que según me ha de pesar
de engendralla y no matalla,
volver quisiera a engendralla
para volverla a matar;
mas débeme consolar
que yo buena la engendré.
Conde.
B.'^LDUIXO,
Carlos.
Conde.
Carlos.
Balduino,
y si con vos no lo fué,
ya por eso estáis vengado,
que en habiéndola entregado
desobligado quedé.
Cuando de vuestro valor
no estuviera satisfecho,
y de ese invencible pecho,
del africano terror,
bastaba, heroico señor,
esa respuesta romana,
que os dará más soberana
fama que tuvo Torcato,
a pesar del tiempo ingrato
en la condición humana.
El Príncipe está delante
deste delito agresor,
con cuya muerte mi honor
queda libre y arrogante;
pero, señor, no os espante
esto que voy a decir:
el Príncipe se ha de ir,
que no sé yo que haya ley
de honor que el hijo del rey
deba por ella morir.
Más vale, aunque caballero
soy de tan alto valor,
que yo viva sin honor
que Francia sin heredero:
morir con infamia quiero,
y no dejando opinión
que he cometido traición;
porque la vida de un rey
en todo derecho y ley
es bien que tenga excepción. —
Parte, Mirón, y abre presto
esas puertas que cerré:
salga con vida, aunque fué
quien en tanto mal me ha puesto.
Yo no te aconsejo en esto.
Dame, Conde, tus pies.
¡ Vete,
vete, porque no me apriete
el justo dolor !
No creo
que voy con vida.
Deseo
que el mundo tu hazaña acete;
que bien pienso que has de dar
a los hombres que decir;
pero en dejarle vivir
Francia te debe alabar.
¿ Quién pudiera imaginar
310
LA LOCURA POR LA HONRA
más ingenio y más valor?
Mi hija ofendió tu honor.
¿Matástela? Bien hiciste.
Y en la vida que al Rey diste
hiciste mucho mejor.
A Isabela y a Florante
mataste por la traición :
tres muertes bastantes son
para agravio semejante.
(Sale Mirón.)
Mirón. Ya por la calle adelante
va el Príncipe bien contento.
Balduino. y yo, Conde, a mi aposento,
a llorar; que al Re}^ le di
mil Vitorias, y él a mí
este triste casamiento.
(Fase el Duque.)
Mirón. ¡ Ah, señor, señor!, ¿qué haces,
desnuda la espada agora
y la mano en la mejilla?
¿Discurres a varias cosas?
Tener la imaginación
es mejor con rienda corta
que no llevar los discursos
donde la despeñen toda.
Ya que has visto por tu casa
tragedia tan lastimosa,
saquemos de aquí las almas,
penates de tales Troyas,
Toma un caballo y partamos.
Conde. ¿Quién está aquí?
Mirón. ¡ Linda forma !
Conde. ¿Habla alguno?
Mirón. ¿No lo escuchas? —
El sentido tiene a orza.
Conde. ¿Cómo te llamas?
Mirón. Mirón,
que en las marítimas olas
desta tempestad salí
contigo entre aquestas rocas.
Fuese lOarlos, que en mi vida
vi liebre más temerosa
al ladrido de los galgos.
Conde. Dile, Mirón, que no corra,
porque si va tan aprisa
se le caerá la corona.
Que no le maté pudiendo,
¡oh, lealtad!, ¿vos que sois piadosa
con delitos del honor,
que sólo en sangre se cobra?
]\IlRÓN.
Conde.
Mirón
Conde.
(Mirón.
Conde.
¿Yo le dejé de las manos?
¡ Afuera, espada afrentosa,
que ya no es bien que la ciña
quien sufre tanta deshonra !
¡ Fuera vestido y sentido ;
pues el dolor os despoja,
no se cubra quien no siente,
ni sienta más quien no toma
venganza de quien le ofende,
aunque le adornen las hojas
deJ verde laurel sagrado
que a los Césares adorna !
j Señor, señor !
¿Quién me llama?
¿ Es de Flordelís la sombra ?
¿Es aquel hermoso cuerpo?
¿Es aquel alma traidora?
¡ Ay, Flordelís, que te he muerto !
Conde mi señor, reporta
el sentimiento, aunque justo,
i Torna a vivir, fiera, torna !
¡ Torna, que viven |^s cielos
que de manera me enojas,
que te quite tantas vidas
cuantas puedan darte !
Importa
irle llevando el humor. —
Mira que la presurosa
noche, bordada de estrellas,
está llamando al aurora;
los cazadores te aguardan,
los caballos se alborotan,
los falcones revolean,
los gritos al aire asombran.
Vamos al monte, señor.
Bien dices, tomemos postas;
pica por esa montaña,
sube esas peñas remotas,
deciende a ese fresco valle;
entre esas fuentes sonoras ;
algún venado ha salido,
que ya los perros asoman.
Toca, Mirón, la corneta;
toca la corneta, toca;
pero no la toques, tente,
que no quiero que la oigan
los vecinos de París
y alguna afrenta respondan,
hasta que sepan que es ésta
la locura por la honra.
ACTO TERCERO
311
ACTO TERCERO
(Sale el Rey, doña Blanca y Ricardo.)
Rev.
Blanca.
Rey.
Blanca.
Rev.
I
¿Y dónde el Príncipe está?
Dicen que se ha retirado
por no escucharte enojado.
Altas esperanzas da
del valor que ha de tener
con iguales desatinos,
i Sin seso estoy !
Los caminos,
tan imposibles de ver,
señor, en la juventud,
¿qué otras hazañas prometen?
i Que desta suerte inquieten
sus locuras mi salud !
¡ No se ponga en mi presencia,
que por el Santo Luís,
de hacer que en toda París
se llore su eterna ausencia !
Al Doique dirás, Ricardo,
que bien puede entrar a verme,
aunque quisiera esconderme
por el gran dolor que aguardo ;
pero dejarle de oír
era quitarle el consuelo.
(Sale el D'uque Balduino.)
Balduino. Prospere tu vida el Cielo.
Rey. ¡ Cansado estoy de vivir !
Y estad seguro, Almirante,
que en este punto quisiera
que mi hijo el muerto fuera,
por no teneros delante
con tanto luto y dolor.
Balduino. No me ofrezcáis tal consuelo,
pues no es más justo que el ci
guarde al Delfín, mi señor.
Rey. ¿ Que le guarde ? ¿ Qué decís
Hoy, si un segundo tuviera,
a su pesar le pusiera
la corona en San Dionís.
Y aunque tanta pena siento.
Duque, decidme la historia.
Balduino. í Lastimaré mi memoria !
^li señor, estadme atento.
Aquel miserable día
deste trágico suceso,
si agüeros fueran verdades,
tuve mil tristes agüeros.
Con esta imaginación
retirado a m.i aposento.
elo
más temprano que solía,
por la ausencia de mi yerno,
quise entregar mis cuidados
a los engaños del sueño ;
pero vino mal y tarde,
y para dejarme presto.
Algunas voces oía
entre dormido y despierto,
que a haberlas creído entonces
tuviera mi mal remedio.
De mis cuidados pensaba
que eran quimeras, y haciendo
m.ás fuerzas para dormir,
estaba un rato suspenso.
Sentí un golpe, como cuando
nadador ligero y suelto
desde un peñasco a las aguas
se arroja y detiene dentro.
Aquel murmurio sentí
que forma en doblados ecos
la espuma y agua azotada,
hasta que él parece en medio,
que esto debía de ser,
cuando estrellada en el suelo
sembró la triste Isabela
por las piedras sangre y sesos.
Tras esto otra vez oí,
y parece que dijeron:
"i Muere, traidor!", y esta voz
me puso en mayor desvelo;
y era, sin duda. Florante,
a quien mató FJoraberto.
Detrás de unas telas de oro,
cargado de armas y miedo,
tomé apriesa mi vestido,
más turbado y descompuesto
que al llamar de la Justicia
el delincuente ligero.
Tomé la espada, que ya
es la espada con quien duermo;
tardé en sacarla gran rato,
porque en la vaina el acero
de la sangre de los moros
estaba pegado y seco,
y embrazando una rodela
oigo: "¡Confesión!", y luego
se me cayó de las manos,
cubriéndome todo un hielo.
Vuélvola a tomar y parto,
y cuando a la cuadra llego
hallo al Conde con la espada
puesta del Príncipe al pecho.
312
LA LOCURA POR LA HONRA
Entra un criado a este punto,
y dice, todo sangriento :
"Ya Flordelís expiró."
Yo pregunto : "¿ Quién la ha muer-
El Conde responde que él ; [to ?"
yo le doy gracias por ello,
sólo quejoso de ti,
que hiciste tal casamiento.
En este medio, señor,
al generoso mancebo
oigo tan graves palabras,
bajando la espada al suelo:
"No hay ley de honor que disponga
que muera un rey, ni yo quiero
para tenerle en el mundo
quitar un rey a su reino.
Yo quiero perder mi honor
y tenga Francia heredero,
porque en razón de su vida
viene a ser mi honor lo menos."
Salió Carlos, que un criado
le abrió siete puertas luego,
que el Conde cerrado había
para asegurar sus celos.
Doy a las tres de la noche
sepulcro a los tres, haciendo
de mis canas las mortajas,
que arranqué sobre sus cuerpos.
No había mostrado el alba
su rostro al mundo sereno,
que más triste en sesenta años
nunca mis ojos le vieron,
cuando me cuentan que el Conde,
por los bosques discurriendo
como otro Orlando Furioso,
llegó a unos pueblos pequeños.
Villanos vasallos suyos
dicen que le recogieron
y que le tienen cerrado,
si por ventura no es muerto.
Rey. Bien estaréis, Balduíno,
seguro de mi dolor.
Balduíno. Satisfecho estoy, señor,
de vuestro valor divino.
Pero, ¿qué pudo moveros
a casar mi hija ansí?
Rey. El amor que en Carlos vi,
y que pudiera ofenderos.
Avmque en razón de casar
al Príncipe en Francia fuera
nlás justo que se la diera;
sólo me pudo engañar
no querer darle mujer
hija de vasallo mío.
Conozco mi desvarío,
y vengóme a resolver
en que he de quitar la vida
a Carlos.
Balduíno. ¡ Señor, señor !
{Vosc enojado el Rey.)
Blanca. Ha sido justo furor;
nadie su venganza impida.
Carlos ha dado ocasión
a que muera Flordelís
y a que murmure París
de la vuestra y su opinión,
y que un pobre caballero,
inocente como el Conde,
que por no mancharle esconde
entre la infamia el acero,
pierda el seso y el honor.
Balduíno. Harto me pesa, señora,
que de Flordelís agora
ya no me pesa el amor.
Amor al Conde cobré,
y se le tengo de suerte,
que en perdonalle la muerte
a la venganza ayudé.
Perdió el seso por la honra
y por no matar su Rey,
guardando tan justa ley
a costa de su deshonra.
De padre le he de servir
aunque mi hija me ha muerto,
porque sé 3^0 muy de cierto
que ella mereció morir.
No le he de desa.mparar
mientras estuviere loco,
y pésame que tan pocp
el Rey le sepa estimar ;
que a un hombre que perdonó
su hijo en aquel estado,
y que haberle perdonado
seso y honor le costó,
justo fuera que mandara
que a su casa se trajera,
donde, si remedio hubiera,
remedio se procurara.
Mas yo, a quien más satisface
que el honor los hombres rija,
con no perdonar mi hija,
haré lo que el Rey no hace.
(Vayase.)
ACTO TERCERO
313
Blanca. Cuando pensé que tuviera
remedio mi desconcierto
con haber Flordelís muerto
y que el -Conde me quisiera,
hallo que el Conde ha perdido
el seso por el honor,
y que no es hombre, en rigor,
pues que le falta el sentido,
Pero quiero hacer de suerte
que el Re}- se conduela del,
pues ya solamente en él
están mi vida o mi muerte.
(Vayase, y salga Belariso, Melanto, Serrano, la-
bradores, huyendo del Conde, y él detrás, metidas
muchas plumas en la cabeza.)
COXDE.
¿A mí, villanos bárbaros? ¿Qué es esto?
Serrano.
¡'Huye, Melanto, que se suelta el loco!
Belariso.
No le he visto jamás tan descompuesto.
Conde.
i A qué rabia y despecho me provoco !
¿El águila de Júpiter en Gavia,
a un ave celestial tenéis en poco?
Melanto.
¿Águila dice que es?
Conde.
Cualquier que agravia
las cosas consagradas a los cielos,
¡ que muera, plega a Dios, de mal de rabia !
Belariso.
Todas estas congojas y desvelos
de Flordelís, su esposa, han procedido.
Melanto.
Dice el lugar que la mató de celos.
Serrano.
¿Celos hallar un Príncipe escondido?
Conde.
¿ Que a un águila, que es reina de las aves,
se hayan unos villanos atrevido?
Serrano.
¡ Pesadas burlas son, burlas son graves !
Conde.
¡ Oh, Flordelís, si aquí volar me vieras,
con estas alas blandas y suaves,
y qué notable gusto recibieras !
Ya estoy desnudo yo del mortal peso
con que pienso pasar tantas esferas.
Sin cuerpo estoy y alegre, te confieso;
no quiero cuerpo ya, seso ni vida;
la honra vale más que todo el seso.
¡ Dame esos brazos, Flordelís querida [
Melanto.
Señor, que soy Melanto, estése quedo.
Conde.
Mas no#querrás, que he sido tu homicida.
Melanto.
i Ay, suéltame, por Dios !
Conde.
No tengas miedo,,
las águilas no matan a los hombres,
y si eres liebre tú, matarte puedo.
Belariso.
Como era cazador de aquellos nombres,
de pájaros y halcones se le acuerda.
Serrano.
Respóndele a su gusto y no te asombres.
Melanto.
Señor, mire que ponen en la cuerda
aquellos cazadores una vira.
Conde.
¿Querréis que el seso y la paciencia pierda?
¿Al águila de Júpiter le tira,
villano cazador? ¡Extraño exceso'!
Belariso.
Señora águila, crea que es mentira.
Conde.
Tira, tira; ¿qué importa?, que por eso
el que no tiene seso está sin vida :
la honra vale más que todo el seso.
¿Que Flordelís, del Conde tan querida,
aborreciese al Conde ? ¡ Extraño caso !
¡Cuan justamente he sido su homicida!
¡ Ay, cielos, que me abraso, que me abraso !
Echarme quiero en este claro río;
tiemplen sus aguas el ardor que paso
314
LA LOCURA POR LA HONRA
Belariso.
El ha de hacer un grave desvarío.
Tomad mi parecer, que aunque villano,
no le podéis hallar mejor que el mío.
Laureta, la vecina de Serrano,
de suerte a Flordelís se parecía,
que la llamaba Flordelís Silvano.
Si la traéis donde la mire un día
y le decís que es Flordelís, yo creo
que Anielva el seso que tener solía.
Serrano.
Bien dice Belariso, y yo deseo
del Conde la salud; pero Laureta
no lo querrá decir por Floriseo.
Melanto.
Haced que él se lo ruegue.
Belariso.
Es tan discreta,
que pienso que lo hará por remedialle
como algún interés se le prometa.
Serrano.
Yo le daré el mastín de mejor talle,
con su carlanca, pasador y hebilla,
que acompaña pastor del monte al valle.
AIelanto.
Y yo un vaso de enebro, que en la villa
no le tiene mejor el más curioso,
labrado de follaje a maravilla.
Belariso.
Pues vámosla a buscar.
Melanto.
En el frondoso'
bosque con sus ovejas hace fiesta,
junto a un arroyo de cristal sabroso.
(Vayase.)
Conde.
¡ Qué buena vida para un hombre es ésta,
y no traer aqueste monte en peso
del grave honor, que tantas vidas cuesta !
Ahora bien; averigüese mi exceso,
póngase el pleito, póngase en buenhora,
la honra vale más que todo el seso.
Fórmese tribunal; presida agora
la ley del mundo, ley cuyos errores
el ciego proceder humano adora.
Ya está sentada. ¿Quién serán oidores?
La Opinión y el Valor ; tomen sus lados.
Xombrar es menester los relatores :
la Fama y la Verdad, aunque encontrados.
Haya defensa de letrados gusto,
que también es razón nombrar, letrados :
Defensa natural y Dolor justo
lo pueden ser; a fe que son famosos
y pagados vendrán de su disgusto.
Sean procuradores los curiosos
sentidos de la Vista y los Oídos,
que andan ligeros cuando están celosos.
Fiscal sea el Agravio en ofendidos;
tan notable fiscal, que muchas veces
de escucharle se pierden los sentidos.
Ea, ya están sentados los jueces;
pida la Honra contra el Seso y diga:
¡ Oh, Ley !, que a los agravios favoreces,
pues sabes que tu ley a un hombre obliga,
yo he muerto a Flordelís y a dos criados,
pero sola una cosa me fatiga :
que a Carlos, ocasión de mis cuidados,
dejé con vida; Carlos, heredero
de Francia, por lealtad de mis pasados.
Dice el Seso que siendo caballero
no le debo perder, pues, mi venganza
no se entiende en el Rey. Sentencia espero.
¿Y qué alega el fiscal? Que no se alcanza
satisfación viviendo quien ofende.
Y la Fama, ¿qué dice? Que en balanza
queda el Honor. Y la Verdad, ¿ qué entiende ?
Que es bien hecho guardar del Rey la vida.
Pues diga el Seso aquí lo que pretende.
Que la Honra ha quedado defendida
y que no la condenen por su exceso;
y fallamos la causa difinida;
y vistas las probanzas del proceso,
que al Seso condenamos por perdido;
la Honra vale más que todo el seso.
(Sala Mirón.)
Mirón.
¿Que se ha soltado? ¡Gran desdicha ha sido !
Señor, ¿adonde vas desa manera?
Conde.
; Quién puede hablar aquí tan atrevido ?
¿ Sabes que soy el águila que espera
llevar al alto Júpiter recados?
Mirón.
¿De quién?
Conde.
Del mundo y quien su paz altera.
ACTO TERCERO
115
Las regiones pasé de los helados
vientos con mil humanas peticiones
de los hombres que viven agraviados.
Mirón.
Si aqui le contradigo sus razones,
el se ha de enfurecer.
COXDE.
A ios umbrales
del cielo llegué ayer, los dos alones
cargados de cansados memoriales :
uno contra los ricos, siempre ociosos,
de parte de los pobres oficiales;
otro de los señores poderosos,
contra la gota y mal de apoplejía;
otro de capitanes belicosos
contra la paz, que los letrados cría ; '
y otro también de enfermos y de heridos
contra la Medicina y Cirugía;
otro de los humildes, ofendidos
contra los que lugares altos tienen,
y de las quejas contra los oídos,
mil de soldados, que sin piernas vienen;
muchos de los que fían, y uno largo
contra los que las deudas entretienen.
Otro de los amantes que hacen cargo
a las mujeres, a quien han servido
de dulce engaño y desengaño amargo ;
otro de las mujeres que han nacido
feas, contra el rigor de las hermosas,
y otro del bien hacer contra el olvido ;
otro contra las damas codiciosas
de los galanes pobres decidores,
preciados de sus calzas y sus prosas;
de los ingenios contra los señores
otro famoso, y contra abril y mayo
uno de los sedientos labradores;
otro contra la urraca y papagayo
de la mona, que hablar también quisiera,
y uno contra el melindre y el desmayo.
Contra astrólogos uno, y dicen que era
de la Verdad, y contra bravos fieros
uno de la Destreza verdadera;
otro de los de a pie, contra cocheros
en tiempo que hace lodos...
MiRÓX.
¡ Tente, acaba,
que contarás la arena y los luceros!
¿Es posible que un águila llevaba
más que suele llevar una estafeta?
Conde.
A veces de la cola me ayudaba.
Mirón.
¿Y qué te dijo Júpiter?
Conde.
No aceta
las más impertinencias de los hombres ;
y luego decendí como saeta.
El mundo adornan estos vanos nombres :
pobres y ricos, necios y discretos;
si fuiste pobre, sufre y no te asombres.
Mas tú, que me preguntas mis concetos,
¿de dónde vienes? ¿Qué animal? ¿Qué ave?
Mirón.
Ni ave, ni animal.
Conde.
i Bravos secretos !
Mirón.
Aquí donde me ves hablar tan grave,
linterna soy.
Conde.
¿ Linterna ?
Mirón.
Este es mi oficio.
Conde.
¡ Muy bueno, que la luz todo lo sabe !
Mirón.
Yo he visto en arca, en escritorio, en quicio
ladrones con ganzúas, con agujas,
y cruzar una cara un beneficio.
Yo he visto untarse brujos, bailar brujas
y las lanzas también de encamisadas
pasar desde los ristres a las cujas.
Cabezas de cabellos adornadas
he visto calvas yo ; bocas sin dientes,
y verdes muchas caras afeitadas.
Yo he visto pasear mil delincuentes,
usar los jugadores de mil flores,
y estudiar mil opuestos pretendientes.
Yo he visto en un balcón decir amores
a un cántaro ai sereno mil amantes,
y fingirse mil picaros señores.
Papeles estudiar^ representantes,
y comerse las uñas un poeta
buscando a media noche consonantes.
Yo he visto una hechicera y alcahueta
hacer conjuros y poner pasquines
¡16
LA LOCURA POR LA HONRA
a la envidia, que a tantos inquieta.
Huir be visto a mil espadachines,
y buscarse las pulgas una dama,
mirándose del cuello a los cbapines.
Yo vi...
Conde.
No digas más; honra su fama,
satírica linterna; calla un poco,
que toparás a Carlos en mi cama.
Mirón.
En eso ya tú sabes que no toco.
Conde.
¿Pues cuánto va que no has hallado el seso
de un hombre a quien la honra ha vuelto loco ?
Mas vámosle a buscar, que te confieso
que le deseo hallar.
Mirón.
Pues voy delante.
Conde.
Alumbra bien por este bosque espeso.
Mirón.
Aquí hay uno.
Conde.
¿ De quién?
íMirón.
De un estudiante.
Conde.
No es ése.
Mirón.
Otro hay aquí de un mal nacido,
malquisto por soberbio y arrogante.
Conde.
Linterna, nunca yo soberbio he sido.
Mirón.
El seso he visto aquí de un maldiciente,
que si alguien habla del pierde el sentido.
Aquí está el seso de uno que no siente
las cosas del honor.
Conde.
No es ese el mío.
Mirón.
Y uno que tiene diez y gasta veinte.
Aquí está el seso de un gracioso frío,
y de un hombre que sirve sin estrella.
¿ Conociéndolo ?
Conde.
Mirón.
Conde.
¡Qué desvarío!
Mirón.
Aquí está uno que teniendo bella
y discreta mujer busca fealdades.
Conde.
Es ocasión que Dios le libre della.
Mirón.
Aquí está un loco por decir verdades.
Conde.
¿ Fingido ?
Mirón.
Sí.
Conde.
No busques fingimientos.
Mirón,
Y uno de haber sufrido necedades.
Conde.
Disculpa tiene.
Mirón.
Aquí los casamientos
pobres, aquí los viejos remozados;
ellos saben allá sus pensamientos.
Aquí está el seso de los mal casados.
Conde.
Alumbra bien, linterna, que ya llego.
Mirón.
Aquí están los celosos por honrados.
Conde.
¡ Ay, Dios, qué cerca estoy ! ; pero voy ciego,
¿Ciarlos no es éste, y Flordelís aquélla?
¡ Fuego de Dios en él y en ella, fuego !
¡ Matarlos tengo !
Mirón.
Tente, que no es ella.
Conde.
¡ Oh, perro ! ; tú eres Flordelís, o Carlos,
i Fuego, fuego de Dios en él y en ella !
Mirón.
No soy, señor.
ACTO TERCERO
!17
I
Conde.
Pues vamos a buscarlos.
Alumbra.
Mirón.
Voy delante.
Conde.
En tal exceso,
Mirón, bien puede un hombre castigarlos :
la honra vale más que todo el seso.
{Vayanse, y salgan el Rev, y Blanca, y Balduino.)
Rey. No me tengáis por ingrato
al gran servicio del Conde,
pues eso no corresponde
ni a mi sangre ni a mi trato;
que la remuneración
de dar a Carlos la vida
fué deuda justa y debida
a mi propia obligación.
Doñalda, una hermana suya,
pienso que estaba seglar
en un monasterio.
Blanca. Es dar
gloria a la grandeza tuya
hacer bien a sus parientes,
y a su hermana mucho más.
Balduino. Si la remedias, harás
tu nombre eterno a las gentes,
que es una hermosa señora
sin remedio, y que sin seso
tiene a su hermano.
Rey. Un exceso
veréis de piedad agora.
Ve tú, Blanca, y sacarás
del monasterio esa dama :
mi hija la nombra y llama;
no tengo qué dalle más.
Reina de Francia la haré;
(Carlos será su marido.
Balduino. Carlos, gran señor, es ido.
Rey. ¿Adonde Carlos se fué?
Balduino. Viendo que tú prometías
que le habías de matar,
y el justo enojo y pesar
que de sus cosas tenías,
la cruz de Jerusalén
se ha puesto al pecho y partido
a su conquista, que han ido
muchos príncipes también
de España y de Ingalaterra;
que como el Papa concede
tantos perdones, quien puede
camina a tan santa guerra.
Rey. Carlos a Jerusalén,
no teniendo otro Delfín
Francia, aunque es muy santo el fin,
no lo considero bien.
Id a seguir, Balduino,
por la posta este más loco
que el Conde, pues habrá poco
que dio principio al camino.
Doleos de tantas penas,
pues por hijos las sentís.
Balduino. Si ha salido de París
aún .podrá ver sus almenas;
porque cuando vine aquí
caballos tomaba ya.
Rey. Id, que yo sé que os tendrá
mayor respeto que a mí. —
Tú, Blanca, a Doñalda, hermana
del Conde, trae al momento.
Blanca. Es digno tu pensamiento
de toda alabanza humana;
que casándola con Carlos
no tienes que darle más.
Rey. Si Carlos vuelve, verás
lo que yo tardo en casarlos.
Llámala princesa, y di
que este título le den.
(Vayase el Rey.)
Blanca. ¡ A todos sucede bien,
sólo no hay bien para mí !
¿ Qué puede haber en que acierte
a no ser la muerte el blanco,
que para dejarme en blanco
me llama Blanca mi suerte?
(^Vayase, y salgan Melanto, Serrano, Belariso y
Laureta, villatia, que ha de ser la misma que Inso
a Flordelis.)
Laureta. ¿ Yo me tengo de fingir
Flordelis?
Belariso. Mira, Laureta,
que fuera de ser discreta
y que lo sabrás decir,
eres un vivo retrato
de la que el Conde mató
y dicen que le engañó
y que fué a su amor ingrato;
ipor lo cual anda por ella
en triste imaginación,
sintiendo la sinrazón
!18
LA LOCURA POR LA HONRA
de matar cosa tan bella.
Habernos determinado,
por obligación y amor,
pues que nace a su señor
todo vasallo obligado,
que le curemos ansí;
pues viéndote, el accidente
que de haberla muerto siente,
vendrá a templarse por ti.
L.\uRETA. Todo lo tengo entendido,
y deseo la salud
del Conde, cuya virtud
no es bien que la pague olvido.
Como vasallos honrados
en amalle procedéis,
y, como decís, nacéi:r
a su servicio obligados.
Mas no estov yo satisfecha
que parezco a Flordelís,
que una vez que fui a París
y de mi pobre cosecha
un presente le llevé,
la vi en su estrado tan bella,
que hoy, acordándome della,
tiernas lágrimas lloré.
Oyendo por el lugar
decir que la parecía,
me miré en la fuente un día
cuanto me pude mirar;
mas por más que me decís
que soy su imagen perfeta,
más me parezo a Laureta
que a la bella Flordelís.
Enseñalde el San Miguel
■ que está de hulto en la igreja,
que como un ángel semeja,
pareceráse con él,
y no me llevéis a mí,
que tan diferente soy.
Serrano. Laureta, mi fe te doy
que no pareces a ti,
mas que a Flordelís pareces.
Melanto. Laureta, aunque te has mirado
no puedes haber juzgado
lo que a tus ojos ofreces
como nosotros; que, en fin,
nadie, por más que repara,
se acuerda bien de su cara.
Belariso. Como parece un jazmín
a otro jazmín, y rosal
a otro rosal, y un clavel
a otro clavel, y en su miel
un panal a otro panal,
así a la muerta Condesa
pareces con tal rigor,
que da mirarte dolor
a los que su muerte pesa.
Laureta. Digo que ya estoy rendida.
Serrano. Allí se apea gran gente.
Melanto. La frescura desta fuente
a descansar los convida.
{Sale Carlos de camino, con la cruz de Jerusalén al
pecho, Ricardo y otros criados-) •
Ricardo.
Las frescas sombras destos verdes árboles
te llaman al descanso que deseas,
mientras que de París Leonardo vuelve.
Carlos.
Saber deseo cómo el Rey mi padre
ha tomado mi ausencia.
Serrano.
¿Quién es éste?
Laureta.
Alguno de los príncipes y grandes
que van a la conquista del sepulcro.
¿ No ves la cruz que le atraviesa el pecho ?
Ricardo.
Según tu inclinación, ya, señor, tienes
con quien entretenerte.
CARLOS.
¿De qué suerte?
Ricardo.
¿No ves la zagaleja parisiana
con natural belleza entre esos mirtos,
disfrazada en el campo como Venus
cuando buscaba el cazador de Adonis?
¿De qué te suspendiste? ¿Qué la miras?
¿Admírate, por dicha, su belleza?
Tal vez agrada más la verde fruta
colgada de las ramas en el campo
que cortada y con nieve en fuentes de oro
en la espléndida mesa de los príncipes.
Carlos.
¡ Válgame el cielo ! Si posible fuera
no dar un hombre crédito a los ojos,
que es el sentido que se engaña menos,
dijera que era Flordelís, que muerta
la vi, teñida en su caliente sangre,
ACTO TERCERO
319
por las manos del Conde su marido.
Ricardo.
¿ Tanto se le parece ?
Carlos.
De manera,
que el milagro de hacer diversos rostros,
la bella en variar naturaleza
perdió por semejanza la belleza. —
Pastora, digna de ser
reina, si no es que eres diosa
deste prado, pues nacer
suele entre espinas la rosa,
¿eres ángel o mujer?
Deja el cayado en el prado,
que si bien tu ser penetro,
mejor estará empleado
tu bello rostro en el cetro
pastora, que en el cayado.
Laureta. Quedo, señor; que sospecho
que aunque las burlas son llanas
causen celoso despecho,
porque también las villanas .
tenemos alma en el pecho.
Que como allá con amor
la regalada señora
al entendido señor,
acá también la pastora
trae retratado al pastor.
Carlos. Xo habrá ninguno que os vea
sin decir que en tal lugar
mal vuestra gracia se emplea;
señora os podéis llamar,
pues hacéis corte el aldea.
Procurara tu favor,
pero rigor me prometo,
y es muy forzoso el rigor,
pues de su igual, en efeto,
vencida la tiene amor.
Laureta. A las damas principales
de la corte es más razón
que digáis requiebros tales,
que yo tengo mi afición
en uno de mis iguales.
Es pastor, que en este prado
I anda por mí sin sentido,
tan tierno y enamorado,
•que de velle tan perdido
lástima tengo al ganado.
Carlos. Si queréis quererme a mí
también yo seré pastor,
dejando de ser quien fui.
Laureta. Nacistes para señor,
para pastora nací.
Id con Dios vuestro camino.
Carlos. Una mujer parecéis
por quien como veis camino;
suplicóos que no juzguéis
este amor a desatino,
que descanso viendo en vos
un gran milagro de Dios.
(Sale el Conde loco, y Mirón.)
2^íiróx. ¿a dónde vas desta suerte?
Conde. Mirón, a buscar la muerte.
Mirón. ¡ Buenos estamos los dos !
CoxDE. ¿Quién es aquél que está allí?
!Miróx. ¡ Ay, señor, Carlos parece !
Conde. ¿El Delfín de Francia?
Mirón. Sí. —
¡ z\y, triste, más se enfurece !
Conde. ¡ Cielos !, ¿qué es esto que vi?
¿No es Flordelís, mi mujer,
esa con quien está hablando?
Mirón. Muerta, ¿cómo puede ser?
Carlos. ¿Qué es aquesto?
Ricardo. El conde Orlando,
que era Floraberto ayer.
Carlos. ¿ El Conde ?
Ricardo. Sí.
Carlos. ¡ Santo cielo !
Conde. ¿Aquí tú con Flordelís?
Delfín, afrenta del suelo,
¿en un monte y en París
manchas de mi honor el velo?
¿Así sus vasallos honra
un rey? ¿No ves que me culpa
el vulgo por mi deshonra
y que no quiere en disculpa
la locura por la honra?
i Fuera vanos embarazos
desta lealtad sin por qué,
hoy morirás en mis brazos;
si cuerdo te perdoné,
loco te haré mil pedazos !
Carlos. ¡ Huid y no os defendáis ;
criados, huid, huid !
Conde. í ^klontes, no los encubráis,
vuestras ramas esparcid,
ya que de por medio estáis !
¿ Y vos muerta acá venís ?
¿ Todavía os inquieta ?
¿^Muerta amáis? ¿Muerta sentís?
Laureta. ¡ Ay, señor, que soy Laureta,
320
LA LOCURA POR LA HONRA
que yo no soy Flordelís !
Conde. Corre tras Carlos, Mirón,
mientras mato esta mujer.
Mirón. Voy tras él.
Laureta. ¡ Linda invención
los tres me hicisteis hacer !
Conde. ¿Otra vez tan vil traición?
¡ Apercibe, infame, el pecho !
Laureta. ¡ Pastores, ayuda, ayuda !
Melanto. Señor, ¿qué intentas? Ya has hecho
defensa a tu honor; si hay duda
que esta muerte es sin provecho.
Conde. ¡'Oh, perros!, ¿cómo estorbáis
que dé muerte a mi mujer?
(Hilyanle todos.)
Melanto. ¡ Huye, Laureta !
Conde. Aunque os vais
al mismo centro a esconder...
Laureta. Advertid que os engañáis,
que no soy yo Flordelís.
Conde. Villanos, ¿adonde huís?
Por el monte arriba sube
Flordelís, deshecha en nube.
Cielos, ¿esto permitís?
¿ Aun muerta viene a ofenderme ?
Pero, ¿qué mal puede hacerme,
que otra vez muerte la doy?
Sin duda que muerto estoy,
pues muertos vienen a verme.
¡ Hola ! ¿ Qué digo ? ¿ Quién va ?
¿Quién es? "Yo." ¿Qué quieres, di?
"¿Está el alma por allá?"
¿ÍEl alma 'del Conde? "Sí."
No está acá. "Pues, ¿dónde está?"
Con sus potencias se fué.
"Del cuerpo?" Sí. "Pues, ¿por
Por no sufrir su dolor. [qué?"
"¿Pues ya no vengó su honor?"
Viviendo Carlos, no sé.
"¿Consigo no ha de llevar
su mismo tormento?" Sí.
"¿ Pues cómo quiere dejar
su cuerpo?" Presume así
que ha de poder descansar.
Ea, pues : si el alma es ida,
yo soy un cuerpo sin vida.
¿Soy quien fui? "No." ¿Pues quién
Un pensamiento que voy [soy?
tras una mujer perdida.
(Sale Mirón.)
Mirón.
Con un notable pensamiento vengo,
que ha de poner sosiego en la locura
del Conde, si consiste en ver su honra
por la vida de Carlos en peligro.
¡Oh, hele allí! — Señor, ¿en qué imaginas?
Conde.
No me preguntes nada, que estoy muerto.
Mirón.
¿Muerto?
Conde.
¿Pues no lo ves? ¿No tienes ojos?
He preguntado al cuerpo por el alma,
y dice que se fué por no sufrille.
Mirón.
¡ Pésame de que agora te hayas muerto !
¿Mas no topaste en la otra vida a Carlos?
Conde.
¿ Cómo ?
Mirón.
¿ No se te acuerda que le hallaste
aquí con Flordelís?
Conde.
Bien se me acue:rda.
Mirón.
¿ Huyendo no se fué ?
Conde.
Fuéseme huyendo.
Mirón,,
Pues sabe que corriendo entre esas peñas
se ha hecho mil pedazos.
Conde.
¿ Qué me dices?
Mirón.
Que Carlos queda hecho mil pedazos.
Conde.
¿ Carlos es muerto ?
Mirón.
Sí.
Conde.
¡ Dame esos brazos !
ACTO TERCERO
321
Mirón.
i Sosiega, Floraberto, señor mío !
¿ Quieres sentarte un poco ? Aquí descansa.
Agua traeré, si quieres, desta fuente. —
Parece que ha cesado el acídente.
CoxDE.
¿ Xo tengo yo vestido ?
Mirón.
No le sufres.
Conde.
¿Cómo en el campo estoy?
]MlRÓN.
Porque has tenido
cierta pasión de causa melancólica.
Conde.
¿ Que murió despeñado Carlos ?
]\ÍIRÓN.
Creo
que te ha vengado el cielo, y bien vengado.
Conde.
j Vergüenza tengo de lo que ha pasado !
Dame algo que me vista.
;Mirón.
Xo está lejos
tu casa de placer, y allí hay vestidos.
Conde.
j Cuál debo de haber puesto mis sentidos !
Dame a vestir, Mirón, y a París vamos,
que quiero hablar al Re3^
!MlRÓN.
;Pues a qué efeto?
Conde.
A efeto de que ya que estoy vengado,
me corte la cabeza por la muerte
de Carlos, su Delfín.
Mirón.
Como quisieres.
Camina tú delante, poco a poco. —
Siempre se ha de temer del qite fué loco.
{Vayase el Coxde muy cnerdo, y Mirón tras él; sal-
gan Balduino y Carlos.)
Carlos. En el peligro me vi
que os acabo de contar. •
Balduino. ¿A qué más puede llegar
vil
Carlos.
Balduino.
Carlos.
un hombre fuera de sí ?
El me quiso dar la muerte,
y habrá quitado la vida
a la mujer parecida
a Flordelís.
¡ Triste suerte !
Pero a vos estando loco
sólo se pudo atrever,
que cuerdo supo tener
su honor y opinión en poco.
Respecto de vuestra vida,
gran ventura ha sido hallaros,
y hallaros vivo y tornaros
fué de mi amor merecida.
Que puesto qvte me costáis
una hija, quiere amor
que no estime su valor,
sino ver que vivo estáis.
Volved a París conmigo,
no habéis de hacer la jornada.
No puede ser excusada
por esta vez. Duque amigo.
Vos me habéis de perdonar.
Balduino. Mirad que al Conde debéis
esa vida que tenéis,
y que le debéis honrar.
¿ Cómo ?
Quiere el Rey casaros
con doña Alda, agradecido
al Conde, pues, ofendido,
la vida supo guardaros
tan a costa de su honor.
Por sólo pagar al Conde,
cosa que a un rey corresponde
y es digna de su valor,
iré con vos. Almirante.
{Saie Laureta.)
Laureta. Gracias, ¡ oh, cielos !, os doy,
pues que me sacastes hoy
de peligro semejante.
Aunque a todas partes miro
con temor del Conde airado,
que de las sombras del prado
me hielo, asombro y retiro.
¡Ay, válgame San Dionís,
si es éste! ¿Qué puedo hacer?
Carlos. Esta, Duque, es la mujer
parecida a Flordelís.
Llevalda a París con vos
porque os sirva de consuelo.
Balduino. ¡ Retrató su estamipa el cielo !
21
Carlos.
Balduino
Carlos.
322
LA LOCURA POR LA HONRA
No hay diferencia en las dos.
Pero yo no he de llevar
de una traidora mujer
retrato, en que pueda ver
. mi infamia en ningún lugar.
Antes, puesto que es rigor,
matarla es muy acertado,
como quien rompe el traslado
de la infamia de su honor.
Y pues entonces por mí
a Flordelís no maté,
porque ya muerta la hallé
cuando a sus voces salí,
cobraré en ésta mi nombre,
{Saque la espada el Duque.)
pues Flordelís se me escapa
como toro, que en la capa
toma venganza del hombre.
Laureta. ¡ Ay de mí !
Carlos. ¡ Tened, por Dios !
Laureta. ¡ Pastores, hola, pastores,
mirad que hay peste de amores
y locos de dos en dos !
Carlos. ¡Huye, mujer!
Laureta. ¡ Padre, esposo !
¡Voto al sol si aquí trajera
mi honda... !
Carlos. ¿ Desta manera
se afrenta el acero honroso,
que tantos moros ha muerto,
en una flaca mujer?
Laureta. Mi zagal he de traer,
gue tiene espada, os advierto.
¡ Aguardaos aquí !
iVase.)
Balduino. ¡ Retrato de Flordelís,
espérame !
Carlos. ¿Vos decís
tan notable desvarío? —
¡ Hola, dadnos los caballos !
Balduino. ¡ Tiéneme loco el honor !
Carlos. Trataldos con más amor,
que son del Conde vasallos.
(Vanse, y salga acompañamiento^ y detrás boña
Blanca y Doñalda, muy gallarda.)
Blanca. Esta orden me dio el Rey:
mirad, señora Doñalda,
que sois de París princesa.
Doñalda. Supuesto que en mí se hallaran
tan grandes merecimientos,
que como sabéis me faltan,
me llamara esclava vuestra
y mi señora os llamara.
Blanca". Con el título cjue os digo
la vida de Carlos paga
mi padre al Conde, y al mismo
que ha ofendido vuestra casa
os da por marido a vos,
con que la opinión restaura,
si alguna quitó a su honor.
Doñalda. Su pecho heroico declara
en tan generoso hecho,
el alma que le acompaña.
{Sale acompañamiento y el Rey.)
Rey. Como hija habéis de darme
los brazos.
Doñalda. A vuestra esclava
le está bien besar los pies
que a tal grandeza le ensalza.
RtY. Levantaos, pues la virtud
de Floraberto os levanta
a tantos grados de honor,
que os hace reina de Francia.
Y creedme que si fuera
de todo el mundo monarca,
lo mismo hiciera con vos.
(Sale Balduino.)
Balduino. Carlos tu licencia aguarda
para pedirte perdón.
Rey. Agradezca que Doñalda
es la imagen a quien debe
de mi enojo la templanza.
{Sale Carlos.)
Carlos. Si los yerros de la edad,
que como cometa pasa,
de tierna sangre encendida
disculpa en los hombres hallan,
hállela, César invicto,
de mis ofensas pasadas
un hijo en ti.
Rey. Carlos, hoy
todo mi enojo se acaba.
Grandes disgustos me has hecho,
no era el menor tu jornada,
la cual no quiero quitarte,
pues es tan justa y tan santa.
En teniendo sucesión,
que Dios te dé, es bien que vayas
ACTO TERCERO
323
I
a la guerra del sepulcro,
y en las riberas sagradas
del Jordán hagas nacer
la Flordelís de tus armas.
Por la que falta por ti
del Conde a la ilustre casa,
a quien le debes la vida,
te has de casar con su hermana :
este es mi gusto, Delfín.
Carlos. Y para mí gloria tanta,
que no acierto a responder;
pero sé que soy quien gana.
{Sale Ricardo.)
Ricardo. El Conde, invicto señor,
que por selvas y montañas
iba corriendo furioso,
despeñado de sus ansias,
de una carroza se apea
y viene a hablarte.
Rey. ¿La guarda
no le puede detener?
Ricardo. Todos de verle se espantan.
Rey. Carlos, quítate de aquí.
Carlos. Perdonad, esposa amada,
que me escondo de su furia
si viene a tomar venganza.
(Quítase de allí Carlos-)
(Sale 'Mirón.)
]\IiRÓx. Dadme, señor, vuestros pies.
Rey. ¿ Quién eres ?
Mirón. Quien las desgracias
del Conde ha traído en hombros
desde aquella triste caza;
quien ha sufrido las furias,
sus golpes y sus palabras,
y para decirlo en una,
pues ya su furia descansa,
quien fué de su seso Astolfo.
Rey. ¿ Qué dices ?
]^IiRÓx. Que esta mañana
Carlos, al pie de una fuente,
con una villana hablaba,
retrato de Flordelís,
y que de unas verdes ramas
salió el Conde, y con la furia
de imaginaciones varias
los hizo huir por el monte,
y que los siga me manda.
Finjo seguirlos, y vuelvo
diciendo que de unas altas
peñas cayó Carlos muerto,
por ver si el furor templaba.
No me engañé, pues al punto
volvió la razón al alma,
el dicurso a las potencias
y el sosiego a las palabras.
Trájele a un castillo, adonde
descansó un poco en la cama,
y vestido viene a verte.
Rey. Pues entre el Conde ; ¿ qué aguarda ?
(Sale el Conde, muy galán.)
Conde. Sólo vengo, gran señor,
puesto que nunca la espada
saqué para sangre tuya,
a ofrecerte la garganta
por haber sido instrumento
de que, por vengar mi infamia,
Carlos haya muerto ; ansí,
manda que en pública plaza
me la quiten de los hombros.
Rey. Gran Condestable de Francia,
de vuestra salud me huelgo ;
si este título no basta,
con el de mi hijo os honro,
que daros a doña Blanca
bien suple cualquier defeto.
Conde. A tan generosa hazaña,
¿qué puedo yo responder?
Rey. Dándome la justa paga
deste amor, y juntamente
de haber casado a Doñalda.
Conde. ¿ Pues qué tengo yo que os dar
que a tantas mercedes valga?
Rey. El perdón de Carlos sólo,
marido de vuestra hermana,
porque sabed que está vivo.
(Sale Carlos.)
Carlos. Y vuestros brazos aguarda.
Conde. Quien queda con tantas honras,
en haber perdido, gana.
Rey. Las manos todos os dad.
Mirón. ¿Ya mí no me alcanza nada?
Rey. Diez mil ducados de renta.
Balduino. Aquí, senado, se acaba
La locura por la honra.
Conde. Ya de otra suerte se llama.
Balduino. ¿Cómo?
Conde. El agravio dichoso,
pues merezco a doña Blanca.
Fin.
LUCINDA PERSEGUIDA
COMEDIA FAMOSA
DE
LOPE DE VEGA CARPIÓ
DIRIGIDA A
EMANUEL SUEYRO, EN AMBERES
Debe la lengua castellana a V. m. haberle dado
los dos excelentes Romanos Cornelio Tácito, y Cayo
Crispo Salustio, con tanta elegancia como si le hu-
biera sido materna, y con tanta verdad, que en estas
versiones no se halla quejosa la Latina, con ser tan
grave con paz de algunos ingenios que le anticiparon
en el tiempo y no en el cuidado, y como si yo fuera
el más interesado en esta honra, de los que han na-
cido ien Castilla, doy gracias a V. m. por mi parte
de la que me alcanza, de que haya empleado sus
estudios, en darnos tan alta satisfacción de la que
tiene, de que ya por tantos aumentos ha llegado a
quererse igualar a la reina de las lenguas en Euro-
pa. Tan justas se hallan estas dos traducciones a sus
originales, que se puede decir por ellas lo que por las
leyes. "Nihil in Icgibus sutcr fluum, aiit coiitrariiim
invcnitur."
Y por no volver a repetir lo que otra vez he es-
crito, no exagero con el gusto que debo alabanzas a
V. m., flores de sus estudios y ocupaciones ejem-
plares de sus años, indicios infalibles de mayores
partos, cuanto va de trasponer las plantas a darles
principio y vida. Aquí viene a propósito agradecer
a V. m. las flores, llamadas en Flandes, tulipanes : lle-
garon como salieron, y no sintieron el trasponerlas en
España, porque florecieron de varias colores, con her-
mosa y peregrina vista, que hasta en traducir flores
tiene V. m. felicidad y gracia. No he sabido qué en-
viar a V. m. en agradecimiento deste favor, y de que
con ñores de sus manos esté honrado este jardinillo
humilde, donde cada año han de nacer memorias de
V. m. con nombre de tulipanes de Flandes, aunque
ya fuera mejor llamarlos Sueyros, como a los Adonis y
Narcisos de quien Ovidio.
Ciirn flos de sanguinc concolor ortiis.
Y de Narciso en el tercero del Methamorphoscos :
Croceum pro corpore floreni,
Inveniunt, foliis medhnn cingcntibus albis.
Y Ausonio de Adonis :
Et imtricic pie fus Adonis.
A aquéllos por hermosura loca, y a éstos por dis-
creta elocuencia. Al fin me he determinado de servir-
le con esta comedia de las primeras que yo escribia
cuando también eran mis años flores: su título es: Lu-
cinda perseguida ; que de mis manos y caudal ¿qué po-
día salir sino este nombre? Sea verdad, que son tales
los dueños deste cuidado que podrían dar por bien
empleada su envidia si yo confesase este sentimiento.
I Quién fuerza estos espíritus, que hasta en los disfor-
mes cuerpos lo parecen?, dijo Durando Caselio :
Quid non cesas natura portenta edere,
Vel quid non portentosos spiritus.
lisdem includis corporibus?
Hay ;unas palabras graciosas de Augusto César a
Suetonio Tranquilo, que aborrecía los contrahechos,
"Tanqiiam ludibria naturae". Finalmente, la Perse-
guida sale a luz en nombre de V. m.. en cuya pro-
tección y amparo vivirá segura, y de Perseguida se
llamará Lucinda defendida. Quedándole por su am-
paro, y el mío, en nuevas obligaciones a las letras, a
las virtudes y al valor de V. m., a quien Dios
guarde, como deseo.
Capellán de V. in.,
LoíE DE Vega Carpió.
FIGUR.\S DE LA COMEDIA
Lucinda.
Teodora.
El Capitán de la guarda.
El Príncipe Alejandro.
El Infante Alfredo.
El Rey^ su padre.
Rósela, dama.
Belardo.
Camilo.
El Conde Rogerio.
El Marqués Rodulfo.
Dos niños.
representóla MELCHOR DE LEÓN
ACTO PRniERO
{Salen Lucinda y Teodora.)
Teodora. ¿En efeto te escribió
que se casará contigo ?
Lucinda. Dice el papel lo que digo.
Teodora. ¿Puédolo ver?
ACTO PRIMERO
325
Lucinda.
Teodora.
Lucinda.
Teodora.
Lucinda.
Teodora.
Lucinda.
Teodora.
Lucinda.
Teodora.
Lucinda.
Teodora.
Lucinda.
Teodora.
¿Por qué no ?
Abre y mira a qué ha llegado
del Príncipe el grande amor.
Tú le entenderás mejor.
Dos mil veces le he pasado,
por dar crédito a mis ojos,
y siempre dice lo mismo.
Es amor un loco abismo
de imaginados antojos;
que aunque tiene obligación
el Príncipe a lo que ha hecho,
porque no pierda el dereclio
lo que gana la opinión,
no me parece que está
puesta en razón la locura
de lo que escribe y procura
ni que de efeto será.
¿Cuándo has visto tú, Teodora,
locura puesta en razón
ni amor con obligación
que en razón se funde agora?
El Príncipe no me engaña.
¡ Si ha seis años que me goza !
Aquí suena su carroza,
si no es de quien le acompaña.
^Muestra el papel, porque quiero
del mismo agora saber
lo que le pudo mover.
Ser amante y caballero.
Conocer que está obligado
y estos dos hijos, que son
prendas de su corazón.
Dios te dé más alto estado,
que aunque eres su desigual,
mereces, por tu valor,
ser reina.
¡ Quiéralo amor,
de las almas peso igual !
Yo te doy el parabién.
De reina, ¿qué me has de dar?
Tendrás el mismo lugar,
como en el alma también,
que eres mi sangre y mi hermane
Un título quiero yo.
Gente parece que entró.
Estará la puerta llana
a todos, como en palacio,
y más si el Príncipe viene :
como esposo tuyo, tiene
aquí su corte de espacio.
{Salen el Marqués y Capitán de la guarda, y
alabarderos.)
Marqués. Entrad todos.
Lucinda. ¿Qué es aquesto?
¿ En mi aposento alabardas ?
Marqués. ¿Quedan a la puerta guardas?
Capitán. Todo está ya en orden puesto.
Marqués. Lucinda, bien sabe el cielo
que en el alma me ha pesado
que esto el Rey me haya mandado ;
bien conocéis vos mi celo,
y que el Príncipe no tiene
mayor servidor que yo :
prenderos el Rey mandó,
y obedecerle conviene.
Aquí ima carroza está;
en ella, si sois seriada,
entraréis.
Lucinda. ¡ En esta vida,
Teodora, así el bien se da !
Tan presto le sigue el daño
como sigue al sol la sombra :
todo lo que el alma nombra
segura gloria, es engaño.
Que tiene aquesto que ver
con lo que tratando estaba :
el Príncipe me llamaba
en aquel papel mujer,
y aquí el Rey en éste escribe
la ejecución de mi muerte,
y el Marqués, airado y fuerte,
la ejecución apercibe.
¿ Qué tengo de hacer ?
Teodora. Callar.
Lucinda. ¿Callar?
Teodora. Sí, y obedecer;
cuando llegan a prender
es necedad replicar.
Que si está determinado,
sólo sirve la defensa
de hacer más grave la ofensa
e ir el preso mal tratado.
Quien no se puede librar
déjese luego prender,
que es valor mostrar placer
e infamia mostrar pesar.
Lucin;da. Perdone Vueseñoría
el no le haber respondido.
Marqués. ¿ Qué respuesta ha merecido
la mala pregunta mía?
Creedme que no pensé
que tal mi desdicha fuera
LUCINDA PERSEGUIDA
que en esta casa pusiera
con tantas armas el pie.
Ni tuviera atrevimiento
de llegar a sus despojos
si no es en los pies los ojos
y en su dueño el pensamiento,
con menos fuerza que ser
del Rey mi señor mandado.
Lucinda. A'os estáis bien disculpado.
¿Por qué me manda prender?
Marqués. Pienso que quiere casar
el Rey al Príncipe.
Lucinda. ¡ Ah !, ¿ sí ?
Marqués. Y habránle dicho que aquí
suele alguna vez entrar,
y querrá que no le deis
puerta mientras eso intenta.
Mirad qué presto os doy cuenta
de lo que saber queréis.
Lucinda. El Príncipe mi señor
entra alguna vez a hacerme
merced de honrarme y de verme,
con recato de mi honor.
Y. si le quiere casar,
¿para qué conmigo" encuentra?
De media ciudad donde entra
haga las puertas cerrar,
o en la mía, si está abierta,
ponga su guarda española;
que yo, ¿ cómo, si estoy sola,
resistiré al Rey la puerta?
Marqués. Dirále alguno que os goza.
Lucinda. No hablemos deso.
Marqués. Está bien. —
¡ Hola !, haced que al punto estén
las guardas y la carroza.
Rey.
Conde.
Rey.
Conde.
Rey.
Conde,
{Vanse, y salen el Rey y el Conde.)
Mándela prender.
Has hecho
una cosa, gran señor,
digna de tu noble pecho;
que el temor vence al amor
o le pone en grande estrecho.
¿Y que estaba tan perdido
el Príncipe?
No he querido
decirte a lo que ha llegado,
porque si no está casado,
culpa de Lucinda ha sido.
¿ Casado ?
¿ Qué duda pones
Rey
Conde.
Rey.
Conde.
Rey.
Conde.
Rey.
Conde.
en un trato de amor largo
con iguales aficiones?
Con esto tomo a mi cargo
de saber sus pretensiones.
Mire bien que tiene hermano ;
mire que temer no puedo
mi sucesión.
Caso es llano,
y pluguiera a Dios que Alfredo,
aunque es pensamiento vano...
¿Qué dices?
Que el mayor fuera.
¿ Qué tan vano pensamiento,
si yo heredarle quisiera?
¿Tienes enojo?
Hoy intento
matar esta mujer fiera.
{Vase el Rey.)
i Eso no, que está inocente !
Basta que con su prisión
mitigues ese acídente. —
Ya me pesa, con razón,
de que el Rey matarla intente.
Pero su amor me ha forzado
a descubrirle el secreto,
pero agora me ha pesado
de ver que pone en efeto
el Rey su intento, enojado.
¡ Ah, deseos !, ¿ que es posible
que a tal punto me traéis?
Pero, pues es tan terrible,
mostrar en mi amor queréis
la fuerza de un imposible.
¡■Ay, Lucinda, hasta prenderte
ánimo pude tener,
desesperado de verte
cerca de ser su mujer,
mas no para ver tu muerte !
¡ Cíelos, yo me la daré
sí llega la ejecución!
{Sale el Príncipe, Belardo y Camilo.)
Príncipe. ¡ Viven los cíelos que os dé
la muerte !
Belardo. ¿Por qué razón?
Príncipe. ¡ Decidme cómo o por qué !
Camilo. Repórtate.
Príncipe. ¿Cómo puedo?
¡ Daré voces, haré cosas
que ponga a los hombres miedo !
¡ Ay, pretensiones celosas,
bueno en vuestras manos quedo !
Conde.
I
ACTO PRIMERO
327
Príncipe.
Belardo.
Camilo.
Conde.
Belardo.
Príncipe.
Belardo.
Príncipe.
Camilo.
Príncipe.
Camilo.
Conde.
Príncipe.
Conde.
Príncipe.
Conde.
Príncipe.
Conde.
Príncipe.
cA Lucinda en prisión, cielos?
¿A aquel ángel?
Calla un poco.
¡ Por Dios, que tengo recelos
que el amor le vuelva loco !
i Mirad lo que pueden celos !
Prendiérame el Rey a mí,
diérame la muerte el Rey,
vengárase el Rey ansí ;
pero en ella, ¿por qué ley?
¡ Aquí de Dios !
Vuelve en ti.
¡ Rabio de enojo, Belardo !
Con razón témplate en él.
¿ Cómo no voy, cómo tardo,
a matar aquel cruel?
No es padre. ¿ Qué me acobardo ?
Que si el Rey mi padre fuera,
fuera mi sangre y tuviera
mi inclinación, y así amara
a esta mujer, cuya cara
deshace el sol en su esfera.
Amanla mis ojos, aman
los suyos, por quien derraman
llanto que a un mármol provoca;
el corazón y la boca
dueño del alma la llaman.
En mis venas está escrita,
anima mi propio ser,
al vital aliento imita.
Que la llames tu mujer
es lo que al Rey solicita.
Esto la causa habrá sido
de su prisión.
¿ Quién ha ido
con estos chismes al Rey?
No haber entre amigos ley.
¡ Mi negocio va perdido !
Quiérele hablar, y fingir
que ahora llego. — ¡ Oh, gran señor !
¡ Oh, Conde !
Para decir
nuevas de tanto dolor,
lo que más siento es sentir.
¡ Xo fuera yo piedra agora !
¿Qué hay. Conde?
Que llevan presa
a Lucinda, mi señora.
; Hay más ?
¿Esto es poco?
Cesa,
Príncipe.*
Conde.
Príncipe.
Conde.
Príncipe.
Conde.
Príncipe.
[cesa], que ya el alma llora (i)
su prisión antes de verte,
que no se tardara tanto
nueva que fuera mi muerte,
¡ Que lo sepa (2) el Rey me espanto !
¿Cómo ha sido? ¿De qué suerte?
Tú, que allá con el Rey privas,
dímelo, Conde, así vivas.
¿Quién es quien matarme quiso?
Conde. Escrito vino el aviso,
si en esa venganza estribas;
que nadie al Rey cara a cara
lo que piensas le dijera;
sólo en la crueldad repara
del Rey.
Si en el Rey pudiera...
¿Qué dices?
Que me vengara.
Tu venganza está en la mano.
¿ Cómo ?
Auséntate, y verás
que suelta a Lucinda.
En vano
ese consejo me das.
¡ Muero, Conde ! ¡ Muero, hermano !
Y aunque diera mi partida
pena al Rey, fuera ausentarme
dejar en prisión la vida,
porque fuera el apartarme
ser de los dos homicida.
¿ Pues qué medio has de tener ?
Que el Rey se desengañase
que no quiero a esta mujer
para que me la soltase.
Otro intento quiero hacer.
¿De qué suerte?
El Rey te estima,
y cuanto le dices cree :
si mi dolor te lastima
y quieres. Conde, que emplee
en ti a Rósela, mi prima,
di que es tuya esta mujer
al Rey, y que está engañado,
y que si lo quiere ver
te case con ella.
Conde. Has dado
im divino parecer.
Mas podrá ser que me apriete
Conde.
Príncipe.
Conde.
Príncipe.
(i) Verso incompleto, que se llenaría repitiendo la
palabra, "cesa", como hemos puesto.
(2) ¿Y no lo ha de saber, si es él quien ordena la
prisión? Este lugar está errado.
328
LUCINDA PERSEGUIDA
a que con ella me case.
Príncipe. Eso júralo, y promete
que lo harás, hasta que pase
la furia, seis días o siete.
Yo entre tanto esconderé
a Lucinda.
Conde. Ya el Rey sale.
Príncipe. Voim.e ; allá te aguardare.
¡ Oh, cuánto la industria vale,
y en los amigos la fe !
(Vase el Príncipe, Belardo y Camilo, y sale
el Rey.)
Rey.
¿Estaba Alejandro aquí?
Conde.
¿No le viste salir?
Rey.
Sí.
¿ Siente la prisión ?
Conde.
¿Pues no?
Rey.
¿ Qué es lo que te preguntó ?
Conde.
Que quién te lo dijo a ti.
Rey.
¿ Está enoj ado ?
Conde.
En extremo.
Rey.
Diirá de mí mil maldades :
es todo amante blasfemo
si impiden sus liviandades.
Conde.
Que se quiere ausentar temo.
Rey.
¡ No me lo digas !
Conde.
Ha sido
lo que me ha dicho extremado.
Rey.
¿ Cómo así ?
Conde.
Que yo, fingido,
diga que te han engañado,
porque "Soy quien la ha querido ;
y que si lo quieres ver.
te la pida por mujer.
y que así tú le darás
libertad y la pondrás,
como a tal, en mi poder.
Rey.
¿Eso te ha dicho?
Conde.
Señor,
si no quieres que se ausente
y aumentar más su dolor.
con su engaño fácilmente
se puede engañar mejor.
Rey.
¿De qué suerte?
Conde.
Di que estás
desengañado, que es mía
y por mujer me la das;
que yo la pondré ese día
donde no se traten más.
Y así podrá presumir
que engañado la prendiste.
Rey. Y también le has de decir
que mil quejas le dijiste.
Conde. Bien te puedes persuadir,
que le tengo amor tan fuerte
que no vendrá a su poder
aunque me diese la muerte.
Rey. Rósela será mujer
del Príncipe desta suerte.
Conde. Sí, señor, cásale luego,
que Rósela es muy hermosa;
consuma un fuego otro fuego.
Rey. Sí; pero amando otra coSa,
tarde se adquiere el sosiego.
Ve 3^ dirásle que ya quiero
casarte y librarla.
Conde. Voy.
{Vase el Conde.)
Rey. Aquí en palacio te espero. —
Yo le pienso casar hoy,
si antes de hacerlo no muero.
Que de tener una amante
en carrera semejante
a ningún tiempo conviene,
si no es al tiempo que tiene
freno y riendas de diamante.
(Salen Alfredo, infante, y Rósela.)
Alfredo.
Rósela, si yo fuera el rico suelo
que las preciosas margaritas cría,
a vuestros pies rindiera el alma mía,
diamantes del quilate de mi celo.
Si fuera fénix, nombre, vida, vuelo
os consagrara en mi ceniza fría;
si fuera día, os transformara en día;
si fuera sol, os diera el cuarto cielo;
si fuera el oro de mayor riqueza,
rindiera a vuestras manos mi tesoro .
Mas, i ay, que fueran pensamientos vanos,
que fénix, piedras, día, sol, cielo, oro,
están con mayor ser, honra y belleza
en esos ojos, boca, pecho y manos!
Rósela.
Alfi"cdo, si yo fuera blanca aurora
os hiciera mi sol, mi claro Anfriso;
mi cristal os hiciera a ser Narciso,
y rey si fuera en cuanto veis señora.
Mi armonía, a ser música sonora;
mi serafín si fuera paraíso;
ACTO PRIMERO
329
si fuera Apolo os diera yo mi aviso, (i)
y mi espada, si fuera Marte agora.
Del todo de mi amor mostrara en parte
lo que rendidos mis sentidos vienen;
mas, ¡ ay, que son hazañas sin provecho,
que cielo, sol, Apolo, día. Marte,
paraíso, armonía y rey no tienen
vuestro talle, valor, ingenio y pecho.
Alfredo. El Rey, señora, está aquí:
¡ oh, qué mal hablado habernos !
Rósela. Divertido está.
Alfredo. Es ansí.
Rósela. Mejor será que lleguemos.
Alfredo. Llegaré yo.
Rósela, Señor, sí.
Rey. ¡ Oh, sobrina !, imaginaba,
por tu vida, en tu belleza,
y así divertido estaba.
¿ Quién está aquí ?
Alfredo. Yo llegaba.
Rey. Salte un poco a esotra pieza.
Alfredo. Aquí me quiero esconder,
que algo la quiere en secreto.
Rósela. ¿Qué piensas? No puede ser
en mí sin un gran efeto.
Rey. Agora lo has de saber.
Anda Alejandro perdido,
y quiérole sosegar.
Rósela. ¿ Qué medio tomas ?
Rey. Ha sido
medio que puede templar
cualquier amante atrevido.
Ro'sel.\. ¿y es, señor?
Rey. Una mujer.
Rósela. For eso debe de ser
llamar esposa la que ata
las manos. ¿Con quién se trata?
¿No lo merezco saber?
Rey. ]\Iujer es de gran valor,
discreció'n, gracia y cordura.
Rósela. Eso era justo, señor,
cuando tu Alteza procura
la eleción del sucesor.
¿Está lejos?
Rey. Cerca está.
Rósela. Por mi fe, que sea dichosa.
¿ Quién es ?
Rey. Tú la has visto ya.
Rósela. ¿Y es hermosa?
Rey. ¡ ]\Iuy hermosa !
(i) Esta palabra parece estar equivocada.
Alfredo.
Rósela.
Rey,
Rósela,
Rey,
Alfredo,
Rósela,
Alfredo,
Rósela,
Alfredo.
Rósela,
Alfredo-
Rey,
Rósela.
Alfredo.
Rósela.
Rey.
Rósela.
Alfredo.
Rey.
Rósela.
Rey.
Rósela.
¡ Voces el alma me da !
¿ Puédola ver ?
Bien podrás;
manda traer un espejo.
Basta, no me digas más.
¿Quién te ha dado ese consejo?
Tú, sobrina, m.e lo das.
¿Dónde puedo yo mejor
emplear la sangre mía.
sobrina, que en tu valor?
No en balde el alma temía.
Honras tu hechura, señor.
¡ Cómo ! ¿ Qué responde ? i Ay,
¡Oh, mujer flaca y liviana! [triste!
¿Que te honraba respondiste?
Que me das es cosa llana
de una vez cuanto pudiste.
¡ Oh, traidora fementida,
cómo el acuerdo encarece !
Pero es cosa conocida
que ama Alejandro, y parece
que me ha de dar mala vida.
¡Oh, mujer cuerda y discreta,
mujer cuerda y mujer noble !
Calla, y lo que diga aceta.
Yo lo haré.
¡ Oh, mudable, al doble
que la más fácil veleta !
i Que lo hará ! ¿ Cómo es aquello ?
Ven, llega, pon un cabello
al ■cuello, que ya se ahoga.
La imaginación es soga.
Señor...
Bien puedes hacello.
Cuando tu ingenio imagina
dar a Alejandro quietud
en el vicio a que se inclina,
¿ a costa de mi salud
búscasle la medicina?
Mire bien tu Majestad
que está Alejandro perdido.
¡Oh, mujer, de más verdad
que en todo el mundo ha nacido !
¡ Brava fe, brava lealtad !
A tu amor es cosa cierta
que le traerá tu valor.
Piénsalo bien.
i Yo soy muerta ! —
Cualquiera vicio de amor
con el casarse despierta.
Antes que se case olvida.
Dicen que ha seis años que ama
330
LUCINDA PERSEGUIDA
una mujer bien nacida,
donde tiene mesa y cama
y mal enseñada vida.
Alfredo. Bien dijo: ¡qué bien le advierte!
Rey. Esa ya la tengo yo
en prisión áspera y fuerte.
Yo la mataré.
Rósela. Eso no;
que me dará a mí la muerte.
Rey. No dará tal, yo lo fío.
Rósela. Dos hijos dicen que tiene.
Rey De tus temores m.e río.
Tan buen indicio conviene
a ti 3^ al intento mío.
¿Eres tvi alguna mujer
humilde, que has de tener
el cargo de su sustento?
Voime, y haré que al momento
te venga el Príncipe a ver.
(Vasc el Rev.)
Rósela. ¿Haslo entendido?
Alfredo. ¡ Ay de mí,
con mi hermano estás casada !
¿Esto escuché, aquesto vi?
Rósela. Si estuviera confiada,
querido primo, de ti,
como lo puedes estar
desta alma, nunca creyeras
que me pudiera mudar.
Alfredo. ¿Pues con qué, señora, esperas
fuerzas de un rey derribar?
Rósela. Entregándome a la tuya.
Alfredo. Espera, hablaré a mi hermano
y sabré la intención suya.
Rósela. Que lo ha de querer es llano,
aunque se mate y destruya.
Alfredo. ¿Por qué?
Rósela. Porque basta ser
desdicha mía.
Alfredo. Tener
puedes confianza agora,
que como al vivir adora
a aquella hermosa mujer.
Voile a hablar; voile a decir
cómo quedamos los dos
tan a pique de morir. -
Rósela. Adiós, primo.
Alfredo. Prima, adiós.
Rósela. Vuelve.
Alfredo. A verte v a vivir.
Rósela. Dile que me mataré
I antes que le dé la mano.
I Alfredo. Y de mí, ¿qué le diré?
Rósela. Habla, a ver.
I Alfredo. Príncipe hermano,
i señor, rey...
Rósela. Bien vas.
Alfredo. Bien sé ;
mi remedio vive en vos.
Rósela. ¡ Cómo quedamos los dos !
Alfredo. ¿No te digo que a morir?
Bien se lo sabré decir.
i Rósela. Adiós, primo.
Alfredo. Prima, adiós.
(Vanse, y sale el Príncipe 31 Lucinda.)
Lucinda. Por vos, mi bien, no es prisión,
sino gloria y libertad ;
vos sólo sois soledad
del alma en esta ocasión.
Porque de la misma suerte
amor, al fin de mi historia,
convierte la pena en gloria
y espera vida en la muerte.
No piense el Rey dividirme
de vos con ser homicida
de aquesta inocente vida,
que muerta estará más firme;
que con el alma es razón
viváis con las prendas mías
donde no tengan los días
ni el tiempo jurisdición.
¿De qué habéis enmudecido?
¿ Cómo no me habláis, mi bien,
cuando los ojos que os ven
la vida os han ofrecido?
Hablad, descansad conmigo,
que no hay lágrima, os prometo,
que no sea firme al efeto
para cumplir lo que digo.
Príxxipe. ¿Qué puede tm hombre que ha
a vuestra afrenta y prisión [dado
causa, hablar en ocasión
que le habéis tanto obligado?
Enmudéceme la pena
con que en esta torre os vi,
y mucho más que por mí
la tengáis, mi bien, por buena.
Enmudéceme la injuria
de un padre, cuyo rigor
castiga culpas de amor
en tribunales de furia.
Y, en fin, me enmudece el ver.
ACTO PRIMERO
331
\
sin que el remedio se aparte,
que siempre en la flaca parte
muestra su fuerza el poder.
Quisiera que el Rey en mí
esa furia ejecutara;
que en mí su enojo vengara,
pues que yo la causa fui.
Pero a que piense me obliga
con tan claro testimonio
que debe de ser demonio,
pues el alma me castiga.
Y tal es el daño eterno,
que de ver el vuestro pasa,
que lo creo, pues me abrasa
todo el fuego del infierno.
LucixDA. Sosegad el corazón.
¡Jesús! ¿De aquesto hacéis caso?
Penas que por vos las paso,
no son penas, glorias son.
¿ Habéis' vuestros hijos visto?
Quitáronmelos también ;
que como con vos estén,
todo lo demás resisto.
Príncipe. No creo que se atreviera
el villano cazador ;
que de la tigre el rigor
hasta la mar le siguiera.
Buenos, mi señora, están;
agora de verlos vengo;
pero como a vos no os tengo,
templado gusto me dan.
Ooie si el alma en vos repara
sus divididos despojos,
pienso que ve vuestros ojos
ausentes de vuestra cara
y auméntanse mis enojos,
porque cuando ós miro a vos,
como las niñas son dos,
pienso que os miro sin ojos.
Si dura aquella porfía
vendrán esta noche a veros ;
tendrá el cielo sus luceros
y será esta noche día.
Conque de mi justo intento
no estoy tan mal inform.ado
que no me haya aconsejado
algún justo atrevimiento.
Traeré gente y batiré
la torre si su rigor
pasa adelante.
Lucinda. Señor,
no es bien que al Rey se le dé
más ocasión de pesar;
dcjalde pasar la ira.
Príncipe. Ea, que todo es m.entira,
sino hacerse un hombre honrar.
Como me ha visto a sus fieros
humilde, obediente y llano,
y que sólo con la mano
puede embotar mis aceros,
atréveseme a la vida. "
Pues no ha de pasar ansí,
y no me agradezca a mí
aquesta humildad fingida.
Por vos he tanto callado,
por vos tan humilde he sido ;
que más por vos he sufrido
que por haberme engendrado.
Por no perderos, mi bien,
paso esta vida enojosa;
que no hay más humilde cosa
que un hombre si quiere bien.
Lucinda. No habéis de hacer, por mi vida,
cosa que al Rey cause enojos.
Príncipe. Pues, ¿ cómo, luz de mis ojos,
de aquel tirano ofendida,
eso os parece que es justo?
Esta noche habéis de ver
otra nueva Troya arder
y otro Agamenón robusto.
Denme el alma estos villanos,
vuelvan al cuerpo su vida,
que mi paciencia ofendida
ya se remite a las manos.
{Salen el Conde y el Marqués y Capitáx de la
GUARDA.)
Conde.
Este es del Rey, señor maques Rodulfo,
el anillo.
Marqués.
Bastaba vuestro crédito.
Conde.
Mandad que se me dé Lucinda.
Capitán.
El Príncipe
la vino a ver. ¿Si dejará sacalla?
Marqués.
La orden que yo os di. Alcaide, no es ésa :
el Rey mandó que ni las calles viese.
Capitán.
Si a mí se llega el Príncipe y me pone
332
LUCINDA PERSEGUIDA
una daga a los pechos porque digo
que no tengo orden de que vea a Lucinda,
¿qué podré responderle? ¿Por ventura
diré a las guardas que le maten?
Conde.
Digo
que para mí disculpa tiene Evandro,
y que tampoco dará pena al Príncipe
que yo lleve a Lucinda.
Marqués.
Pues habladle;
que por haberla preso me han contado
que está conmigo mal.
Conde.
A Vuestra Alteza
suplico que me escuche luia palabra.
Príncipe.
¡ Oh, Conde amigo ! ¿ Qué hay de nuevo? ¿ Ha-
a aquel tirano, a aquel Nerón? [blastc
Conde.
Habléle ;
y tuvo tal efeto nuestra industria,
que ha creído que soy el que poseo
esta señora, a quien apenas miro
por el justo respeto que le tengo;
certificóse de que no la sirves "
y persuadióse a que jamás la hablaste,
que los que estamos cerca de los reyes
fácilmente, seííor, los persuadimos.
Mandómela entregar, dióme su anillo;
pero sacó de condición que estando
en mi casa por cárcel, tií no puedas
entrar a verla ni pasar la calle.
Príncipe.
Pues no quiero; deshágase la industria;
no he de perderla un punto de mis ojos.
Si la quieres llevar, ¿por qué me dices
que no la vea, pues aquí la veo?
¿Luego desta manera, desta cárcel
en otra más secreta la ponías?
Vete con Dios.
Conde.
Señor, porque el Rey diga
que no la veas, no se entiende luego
que no has de entrar, sino el recato.
Príncipe.
Conde,
mi amor ya no es amor para recato.
Lucinda es mi mujer.
Conde.
¡ Jesús ! ¿ Qué dices ?
Príncipe.
Lo que oyes, Conde.
Conde.
Pues, señor, no quiero
tenerla como a tal; entre tu Alteza
a todas horas en mi casa.
Príncipe.
Amiga,
el Conde ha hecho oficio con mi padre
de verdadero amigo; ya el Rey tabe
que no te quiero yo; licencia ha dado
para que estés en casa de Rogerio.
Vete con Dios y disimula.
Lucinda.
El cielo
me dé una hora de paz contigo.
Príncipe.
Espera ;
quien no sabe esperar no alcanza nada.
Marqués.
Vamos, Conde.
Conde,
El Marqués y aquesta gente
os ha de acompañar; tened paciencia.
Marqués.
Arenga vuesa merced.
Conde.
Vamos.
IMarqués.
« No es poco
que alcanzases licencia deste loco.
(Vanse todos, y queda el Príncipe-)
Príncipe.
Quien dice que en mujeres no hay firmeza
no os conoce, bellísima señora;
ni menos el que juntas teme y llora
que están la ingratitud y la belleza.
No fué de la común naturaleza
la condición gallarda que atesora
ese cuerpo gentil, que adorna y dora
im alma noble, una real grandeza.
Firme sois y mujer; si son contrarios,
hoy con victoria vuestro pecho quede,
de que es sujeto que los ha deshecho.
ACTO PRIMERO
333
Bronce, jaspe, metal, mármoles parios
consume el tiempo; vuestro amor no puede,
que es alma de diamante en vuestro pecho.
(Sale el Infante Alfredo.)
Alfredo.
Qué mal hice*en buscarte en otra parte,
que quien ama no sale de su centro,
y jamás, Alejandro, de tu pecho,
de tu valor, de nuestra misma sangre
tuve tan gran necesidad.
Príncipe
¿Qué tienes?
Repórtate.
Alfredo.
No sé, muriendo vengo.
Príncipe.
¿Qué puede haber a un hombre sucedido
de tanta calidad, que su persona
traiga tan descompuesta?
Alfredo.
¡ Ay, Alejandro!
¡ Ay, hermano y señor !
Príncipe.
Alza los ojos.
i Vive el cielo, que aquel que ha dado causa
a tanto enojo tuyo es mi enemigo,
del Rey abajo, hasta beber su sangre !
Alfredo.
¿Quién si no el Rey pudiera a mi ofenderme i
Príncipe.
¿ El Rey ? ¿ De qué manera ?
Alfredo.
Ya tú sabes
que adoro a nuestra prima, y que me paga
con otro igual amor.
Príncipe.
Prosigue.
Alfredo.
Quiere...
Príncipe.
¿ Qué quiere el Rey ?
Alfredo.
Casarla, hermano mío.
Príncipe.
¿Casar quiere a Rósela? ¡Extraño caso!
Nunca le vi co"n este pensamiento.
Alfredo.
¡ Pues ya le tiene, para muerte mía !
Príncipe.
¿Con quién, Alfredo?
Alfredo.
Espantaráste.
Príncipe.
¿Es desigual persona de sus méritos?
Alfredo.
No, Alejandro.
Príncipe.
Pues dime luego el nombre.
¿ No ves que dicen que ninguna cosa
tanto entristece como estar suspenso?
Alfredo.
Contigo, hermano ; que pretende agora
sosegar tu inquietud para inquietarme;
tu vida gana y perderá la mía.
Príncipe.
¡Jesús! ¿Y quién le ha dado ese consejo?
Alfredo.
No sé más de que agora lo ha tratado.
Príncipe.
¿Qué respondió Rósela?
Alfredo.
Replicóle ;
mas no aprovechará, que está resuelto.
Príncipe.
i Válame Dios, qué extrañas desventuras !
Alfredo.
Lo que se ha de temer de im mal suceso
es que otros no le sigan.
Príncipe.
Pues, Alfredo,
así me casaré yo con Rósela
como se subirán aquellos árboles
adonde están agora las estrellas.
Máteme el Rey, deshaga, desherede,
acabe con mi vida.
Alfredo.
¡ Oh, mi Alejandro !
J34
LUCINDA PERSEGUIDA
j Oh mi hermano y señor !
Príncipe.
Detente, deja
cosas tan excusadas entre hermanos,
y piensa en el remedio.
Alfredo.
¿De qué modo?
Príncipe,
Mira, Alfredo: la industria solamente
al poder tiene fuerzas de oponerse.
Casarme intenta el Rey con nuestra prima;
yo no lo puedo hacer, ni lo hiciera,
por ti, cuando pudiera, y replicarle
es imposible.
Alfredo.
¿Pues qué harás?
Príncipe.
Decirle
que sea por poder, porque se excusen
alborotos y gastos. Piensa agora
que te doy el poder y que te casas,
y concertarás con que nos dé las manos;
que se entienda de ti Rósela y calle,
y de secreto os gozaréis, en tanto
que yo y Lucinda, si lo quiere el cielo,
nos declaramos en el mismo estado,
y entonces sabrá el Rey los desengaños.
Alfredo.
¡Gallarda industria! Pero, ¿de qué suerte
fingirás, como esposo de Rósela,
que la, quieres, la sirves y la gozas?
¿Cómo te has de acostar?
Príncipe.
Iremos juntos,
y metidos los tres en mi recámara,
yo me saldré por una puerta solo,
y tú te quedarás.
Alfredo.
La pena es tuya;
pero gallarda industria.
Príncipe.
Si tu sangre,
si tu amor, si el que debo al ángel mío
juntos me obligan, no agradezcas nada,
sino vamos a hablar al Rey.
que por eso al Amor pintó un discreto
con la industria en las manos.
Príncipe.
(Vanse.)
Ten secreto.
jMarqués.
Rey.
Marqués
Rey.
Marqués.
Rey.
Alfredo.
Camina,
{Sale el Rey y el Marqués.)
Llevóla el Conde a su casa;
yo, señor, la acompañé.
¿Y ha sabido él lo que pasa?
Pienso que con gusto fué
de quien por ella se abrasa.
¿ Que llevar os la dejó?
Palabra no replicó.
Desde mi casa salimos
y acompañándola fuimos,
y él en casa se quedó.
¡ El ha sido caso extraño !
Cásese agora; después
le hará su amor menos daño,
que casamiento de un mes
enfrena por todo un año.
(Sale el Príncipe y Alfredo.)
Marqués.
El viene.
Príncipe,
Si a tus pies llegué en mi vida,
caro señor, más obligado al cielo
este contento que recibo impida.
Rey.
Alejandro, levántate del suelo.
Príncipe.
La merced de tus manos recebida
me muestra bien tu generoso celo.
Mil veces te las pido.
Rey.
Tú mereces
mayor favor.
Príncipe.
Tus cosas engrandeces.
No sólo me la has hecho en que has creído
que Lucinda era dama de Rogerio,
y que los que te engañan han mentido,
procurando mi afrenta y vituperio;
pero habiéndolo el cielo permitido,
para dar sucesores a tu imperio
me casas con mi prima, que no creo
que en otro centro hallaras mi deseo.
Es la cosa de mi más estimada
ACTO PRIMERO
335
y a quien siempre miré con tales ojos,
que porque pienses que su amor me agrada
y el que imaginas me ha causao enojos,
on dilatar la boda está cifrada
mi muerte, porque amor muere de antojos
si no goza del bien que ve presente,
y ansí consentirás que yo me ausente.
Poder daré a mi hermano, con quien puedes
desposar a Rósela, que mañana
volveré a la ciudad, si me concedes
gozar del fin que el casamiento allana;
quien mereció de ti tales mercedes
no se ha fundado en esperanza vana.
Pero si amor se premia así, yo fío
que has dado justo premio al amor mío.
Rey.
De manera mis dudas satisfaces,
que mis brazos obligas a tu cuello;
con Lucinda y mi amor has hecho paces :
ya se acerca el laurel a tu cabello.
Engañáronme algunos a quien haces
menos favor; pero yo gusto dello,
porque de la verdad, cuando se apura,
sale la luz cual sol de noche escura.
Y en caso que miraras a Lucinda,
mujer que yo no he visto, no la dejas
por otra menos generosa y linda,
sin hurto de ventanas y de rejas.
A la obediencia la razón te rinda,
pues sí conmigo sólo te aconsejas
hallarás que en tu vida has hecho cosa
más justa, más honesta y más piadosa.
Da el poder a tu hermano y vete a caza
para fingir alguna breve ausencia,
que por la brevedad es mejor traza.
Príncipe.
A tus plantas se humilla mi obediencia.
Rey.
Alfredo.
Alfredo.
Gran señor.
Rey.
Tu esposa abraza,
que viene vergonzosa a tu presencia.
Alfredo.
¿Mí esposa?
Rey.
Sí, pues el poder te obliga. —
Vamos, Marqués.
Marqués.
No sé lo que me diga.
{Vanse el Marqués y el Rey; sale Rósela por cl
otro lado.)
Alfredo.
Licencia me da el Rey para abrazarte.
Rósela.
¿De qué manera?
Alfredo.
Aquesta noche, ¡ ay, cielo !,
conmigo el Rey pretende desposarte.
Rósela.
¿De qué manera?
Alfredo.
Hablemos con recelo.
Por un poder del que de ti se parte,
pues mí hermano Alejandro, por consuelo
de que en los días desta breve ausencia,
término se prorroga a mi sentencia.
Rósela.
¿De manera que sólo te desposas
para cumplir con mí forzosa estrella?
Alfredo.
Bañaré con mis lágrimias piadosas
esta noche cruel tu mano bella;
pondré el jardín, él cogerá las rosas;
haré la cama y él dormirá en ella ;
sacaré el oro y servirá en su frente,
y moriré de amor últimamente. .
Rósela.
¡ Ay, Alejandro, agora me perdona
un temerario y- loco atrevimiento,
pues se ofende el valor de tu persona
con razón de este injusto casamiento;
y aunque el amor cualquier delito abona,
porque ofusca el mayor entendimiento,
déjame que te pida, que. esta fuerza
a pedirte con lágrimas me esfuerza,
que consideres el amor que tengo
al Infante tu hermano, y que es afrenta,
fuera de que antes el morir prevengo,
llevar él hombre la mujer violenta:
rendida a tu poder de otro hombre vengo,
y cuando entre Jos libres se consienta
no es de sufrir en caso que es la muerte
premio de la deshonra.
336
LUCINDA PERSEGUIDA
Alfredo,
Tente fuerte.
Rósela.
Mira que si has querido, o que si quieres,
es término cruel; sirve a esa dama;
no le des ese pago, pues no eres
hombre que pueda escurecer su fama.
Los príncipes defienden las mujeres;
el que lo es, su defensor se llama:
defiéndeme del Rey.
Alfredo.
¡ Ah, cuánto gusto
de ver cómo la ha dado este disgusto !
Príncipe.
Prima, por Dios, que si salida hallara
al intento del Rey, que yo lo hiciera;
mas él porfía y su rigor declara,
y, en efeto, ha de ser, quiera o no quiera;
demás de que las perlas desa cara,
donde el sol,, envidioso, reverbera,
con tanta gracia de los cielos llueven,
que harto más me enamoran que me mueven.
Yo estoy, prima, de vos enamorado,
cuando no fuera más de porque he sido
de vos tan cara a cara desdeñado.
Alfredo.
¿ Qué dices ? ¿ Es fingido o no es fingido ?
Basta, Alejandro, lo que la has probado;
que en cosas tan de veras te has metido,
que me muero de oírte y escucharte.
Dile lo del poder.
Príncipe.
Escucha aparte.
Cuando vine de allá traje ese intento,
y agora que la vi de intento mudo,
que aquel rostro dio luz al pensamiento
y lengua al corazón, que estaba mudo;
dejemos, por tu vida, el fingimiento.
Alfredo.
¿Burlaste, hermano?
Príncipe.
¿ Luego dudas ?
Alfredo.
Dudo
que un hombre como tú falte tan presto
a la palabra que conmigo has puesto.
Príncipe.
¿ Soy yo el menor ? ¿ No estoy emancipado ?
¿Llámeme a engaño?
Alfredo.
¿Quieres a Rósela?
Príncipe.
Deso quiero que estés desengañado.
Alfredo.
Y 3^0, infame, cruel, de tu cautela.
Rósela.
Z\Ii bien, ¿qué es esto?
Alfredo.
Habernos concertado,
ya que el negocio a voces se revela,
que fuese este poder fingido, y fueses
tú mi mujer y ser suya fingieses.
Y agora dice que te mira hermosa
y que es de veras tu marido.
Príncipe.
Alfredo,
no hay en quien ama tan alegre cosa
coano mirar en otro amante el miedo :
tú gozarás, como es razón, tu esposa,
y gózala mil años, que no puedo
hacer lo que Alejandro con Apeles.
Alfredo.
¡ Siempre matarme con tus burlas sueles !
Perdónetelas Dios.
Príncipe.
Quiero y adoro
al ángel de Lucinda soberano,
y aunque Rósela es celestial tesoro,
no te doy nada, porque es aire vano.
Gózala un siglo; que si en perlas y oro
fuera yo el mar del Sur, el monte hidiano,
mayor riqueza a vuestros pies rindiera.
Alfredo.
Dame los brazos otra vez.
Príncipe.
Yo os fío
y con envidia de miraros quedo ;
y pues ya con mis lágrimas soy río,
tener en mis orillas olmos puedo;
tú lo serás, y tú su amada hiedra;
yo el agua en quien él cría y ella medra.
í
ACTO SEGUNDO
337
Alfredo.
El Rey, señora, ha de pensar que vive
Alejandro con vos como marido;
mas ha de ser la tabla que recibe
el peregrino en lo que está fingido;
yo he de ser el que dentro duerma y prive,
él el que allá me lleve conducido,
hasta que el tiempo, con mejor efeto,
descubra al Rey mi engaño y su secreto.
Rósela.
■ i Dichosa yo ! ¡ Dichosa mi ventura !
Alfredo.
¡ Dichoso yo, pues ya podré gozaros !
Rósela.
i Qué alegre ñn tras tanta desventura !
Alfredo.
i Qué dulce contemplar tus ojos claros !
Rósela.
¡ Qué alegre sol tras niebla tan escura !
Príncipe.
Hermanos, yo no estoy para escucharos;
voy a buscar mi bien, que amor se incita
cuando en quien ama lo que ve no imita.
Canta el pájaro oyendo en otra rama
cantar su igual al eco; al fin responde;
así con los acentos de quien am.a
el amador ausente corresponde.
Alfredo.
Dam.e el poder.
PRÍ^■CIPE.
Voy a buscar mi dama.
Alfredo.
¿ Dónde la dejas?
Príxcipe.
En poder del Conde.
Alfredo.
^li bien, seguirle quiero.
Rósela.
Es justo celo.
Alfredo.
Tú sola eres mi dueño.
Rósela.
Y tú mi cielo.
VII
ACTO SEGUNDiO
(Salen Lucixda y el Conde.)
Lucinda. ¿Esta traición encubrías.
Conde, en tu pecho traidor?
Conde. No pensé yo que dirías
que son traiciones de amor
las que son desdichas mías.
Lucinda. Cviando al Príncipe debieras
malas obras, ¿disculparas
cualquiera traición que hicieras?
Conde. Disculpas tengo más claras
si tu valor consideras.
Lucinda. Sin duda es tuyo el enredo
desta mi injusta prisión.
Conde. Ya no tengo a culpas miedo ;
después de la absolución,
libre de las culpas quedo.
Lucinda. Eso es en culpas del cielo ;
pero en culpas de la tierra
bañan de su sangre el suelo.
Conde. Si ya mi sentencia encierra,
a ti de ti misma apelo.
¿Tan gran disculpa (i) es querer
un hombre, que ese castigo
pueda amando merecer?
Lucinda. Sí, Conde, que es de su amigo
querida prenda o mujer.
Y mayor culpa le alcanza
si la tiene en confianza;
que es traidora condición
a quién tiene posesión
ofender con esperanza.
Conde. Trabajo el mundo tuviera
si a sólo lo que lo está
se amara y se pretendiera :
amor es un mal que da
tal vez al que no le espera.
Si da como enfemedad,
dalle culpa no es razón
al que no guarda amistad;
que nunca por elección
se mueve la voluntad.
No sabe un hombre en qué día,
para no salir de casa,
amor sus flechas le envía;
no sabe por dónde pasa
ni conoce quien le espía.
Y ansí, cuando queda en calma
(i) Así
culpa, etc."
en el original; pero será: "¿Tan grande
22
338
LUCINDA PERSEGUIDA
de ver un rostro, yo os digo
que para darle la palma
no sabe si es de su amigo,
sino que le lleva el alma.
Fuera de que no merece
ser amado, ni es posible,
lo que posible parece,
porque un divino imposible
es lo que a amor enloquece.
Lucinda. El sustentar la opinión
hace locos los más sabios.
Deja esa vil pretensión
y ponga un freno en tus labios
el sello de la razón;
porque antes de una hora
haré que de aquí me lleve
Alejandro.
Conde. Mi señora,
todo ese engaño se debe
al Príncipe, que os adora.
Que sabed que él me mandó
que porque el Marqués pensase,
a quien el Rey envió,
que yo os amaba, os hablase
como veis que os hablo yo.
Y pésame que hayáis sido
tan cruel en responder.
Lucinda. ¿ Cómo ?
Conde. Que ha estado escondido
hasta agora para ver
vuestro amor y vuestro olvido.
Lucinda. Si me hubieras avisado,
mil requiebros te dijera.
Conde. Pensé que disimulado
vuesa merced entendiera
la razón de mi cuidado.
Mas pienso que no ha querido.
Lucinda. ¿Enojado estás?
Conde. Estoy
desos desprecios corrido.
Lucinda. Caballos siento; a ver voy
si es mi Alejandro venido.
(Vase Lucinda-)
Conde.
¡ A buen tiempo me cogen desengaños
de una mujer, tan locos y tan necios,
que se llevan tras si con sus desprecios
lo más florido de mis verdes años !
Pero si en el amor están los daños
que compra el alma por tan caros precios,
los que quieren favores están necios
si en tenerlos consisten los engaños.
¡ Crezca tu mar, amor, que yo, seguro
del caudal que en mi casa está guardado,
ni siento el agua ni perdes la estrella!
No siento no alcanzar lo que procuro,
porque he llegado amando a tal estado,
que pierdo la esperanza de tenella.
{Sald el Príncipe, Belardo y Camilo.)
Belardo.
Príncipe.
Belardo.
Príncipe.
Camilo.
Príncipe.
Conde.
Príncipe.
Conde.
Príncipe.
Conde.
Príncipe.
Conde.
Príncipe.
Conde.
Príncipe.
Conde.
Príncipe.
Conde.
No te sale a recebir
porque es prisión, en efeto,
y se guarda este respeto.
No puedo, amigos, vivir
el punto que no la veo.
Efetos son de quien ama.
Es esfera de mi llama
y centro de mi deseo.
Es una cierta mitad
deste cuerpo, desta vida,
desta alma, a la suya asida.
¡ Oh, trato ; oh, larga amistad,
qué unión de dos almas haces !
¡ Qué bien dos pechos enlazas !
Conde.
Señor.
¿No me abrazas?
¡ Por Dios, que me satisfaces !
Estáte casando allá
por ti con Rósela Alfredo,
y tú acá seguro y ledo...
I Para qué vienes acá ?
¿ Qué amor estará seguro,
qué posesión, qué esperanza,
si entre tanta confianza
sacas la hiedra del muro?
Tratado la has como piedra;
más dureza en ti se esconde.
¿Estás en tu seso. Conde?
¿Qué dices de muro y hiedra?
¿No te casas?
No lo niego.
¡ Ay de Lucinda !
¡ Ay de mí !
Llámame a Lucinda aquí.
¿Lucinda?
Y luz de mi fuego.
¿De qué te haces de nuevas?
De que el Rey, que te casó
por sosegarte, mandó...
¡ El alma tras ti me llevas !
Que la pasasen a Hungría,
y desde ayer una nave
ACTO SEGUNDO
I
corre con viento suave
el Golfo.
Príncipe. ¡ Ay, señora mía !
¡ Ay, mi esposa !, ¡ ay el mayor
bien que en el mundo he tenido !
¡ Ah, Rey cruel ! ; ¡ ah, fingido
Conde ! ; j ay, hermano traidor !
¡ Todos rne habéis engañado !
¡ Válgame Dios, en la mar !
CoxDE. Yo no pude replicar
la furia de un Rey airado.
Lloré con ella; lloró
ella conmigo, y me dijo,
con un suspirar prolijo :
"Dile al Príncipe que yo
voy a morir satisfecha
de que él matarme ha mandado
para casarse."
Prín'CIPe. No ha dado
sin causa en esa sospecha.
¡ Ay, cruel padre!, ¿por qué
usaste de tal rigor,
y tú, hermanillo traidor,
quebraste palabra y f e ?
Sin duda me han engañado;
traza del Rey debe ser,
y que por aquel poder
con Rósela estoy casado.
Casado estoy con Rósela
y mi Lucinda perdida.
¡ Alma de mi muerta vida,
amaina, amaina la vela !
Porque si dejar deseas
dos pájaros en un nido,
mira bien que no fué Dido
la que iba huyendo de Eneas.
¡Detente, párate, calma;
vuelve, esposa, vuelve en ti,
que en tus dos hijos y en mí
dejas tres partes del alma!
Hoy, velas, podré seguiros
si se para el viento ya;
mas, ¿ cómo se aplacará
si le ayudan mis suspiros?
¿Dónde vas, señora mía?
¿Adonde huyes, mi bien,
de aquestos brazos, en quien
tanto te enfadaba el día?
¡ Amaina, Lucinda, amaina !
¡Cielos, decilde que aguarde!
Mas, ¿cómo estoy tan cobarde,
puesta la espada en la vaina?
Conde.
Príncipe.
Conde.
Príncipe.
Conde.
Príncipe.
Conde.
Príncipe.
Belardo.
Príncipe.
Conde.
Príncipe.
Conde.
Príncipe.
Conde.
Príncipe.
Conde.
Príncipe.
i Muera el Conde lo primero,
porque la dejó llevar!
¡ Señor, oye... !
¡ Aquí has de dar
la vida, vil caballero !
Oye, que fué por burlarte.
¿ Cómo ?
Lucinda está aquí,
i Pues mátame, Conde a mí !
¿Yo, señor?
¡ Quiero abrazarte,
que aunque esta burla me has he-
se ha de dar al enemigo [cho,
albricias del bien !
Yo digo
que no le arriendo el provecho.
¿Cómo este pesar me hacías,
siendo mi amigo el mayor?
Mandómelo el Rey, señor,
para ver lo que dirías.
Pues si eres mi amigo, Conde,
¿por qué obedeces al Rey?
Porque esa forzosa ley
a caballeros responde.
A entrambos os quiero bien,
de entrambos las partes hago:
¡ ya sé que llevo buen pago !
Ni es justo que te le den;
que mal puedes tú servir
sin errar a dos señores.
i Qué olor tienen de traidores
los que a todo han de acudir
a las cosas de sus dueños !
i Triste de mí, que he servido
al Rey cuando te he ofendido
con sus quimeras y sueños !
i Y triste de mí también,
que por quererte agradar
te tengo agora de dar
la mujer que quieres bien !
Ya como pelota vivo,
entre los dos me arrojáis,
que vosotros os holgáis
y yo los golpes recibo.
No sé quién ha de vivir
en palacio.
Eso condeno.
Ni ha de ser malo ni bueno
el hombre que ha de servir.
Una fantasma ha de ser
que obedezca en todo a todos.
Quejaste por justos modos;
540
LUCINDA PERSEGUIDA
dame, Conde, a mi mujer.
Conde. Voy por ella.
Belardo. Mira bien,
{Vase el Conde.)
que este Rogerio te engaña.
Príncipe. Ni me aprovecha ni daña,
antes es hombre de bien.
Obedece al Rey, y luego
hace lo que yo le pido ;
es hombre bien entendido
y va entablando su juego.
Al Rey que reina y reinó
no se atreve a replicar,
ni me quiere disgustar
para cuando reine yo.
Camilo. El es un hombre cortado
de palacio a la medida.
{Sale Lucinda.)
L-UCINDA.
Príncipe.
Lucinda.
Príncipe.
Lucinda.
¡ Mi señor !
i Mi bien !
j Mi vida .'
¡ Qué noche que habrás pasado !
¡ Qué noche, sábelo Dios ! ;
mas quiérolo encarecer.
Príncipe. Decid, a ver.
Lucinda. No hay que ver :
consideralda sin vos.
{Sale el Conde.)
Conde. El Marqués está aquí fuera:
¿qué haremos, que quiere entrar?.
Príncipe. Esconderme y esperar
hasta saber lo que quiera,
que piensa que estoy ausente;
y aunque estarlo no pensara,
no era bien que aquí me hallara.
Conde. Bien dice; no se lo cuente
al Rey, porque es un chismoso.
Quedaos vos, señora, aquí.
{Vase el Príncipe y sale el Marqués.)
Marqués. Rogerio.
Conde. Rodulfo.
Marqués. Así
no se irá el preso.
Conde. Es forzoso.
Marqués. ¡ Bien asistís, bien guardáis !
Conde. ¿Queréis, algo a nuestra presa?
Marqués. Otra pretensión profesa
mi alma que imagináis.
Marqués.
Conde.
Marqués.
Conde.
Creo que no es novedad
ni sobrado atrevimiento
el descubriros m.i intento
mediante nuestra amistad,
debida a mi amor y fe.
Tonde. Presumo que sabéis ya
que la quiere y que aquí está.
Escuchad lo que os diré,
que será importante cosa.
Del movimiento lo vi.
Cuando a su hermana prendí,
me pareció muy herm.osa ;
y si os digo la verdad,
como amigo...
No os turbéis,
que satisfecho estaréis.
Marqués, de mi voluntad.
El Príncipe está escondido
en casa; no puede ser
que habléis a aquesta mujer;
callad y abrid el oído,
que cuando salga entraréis
y hablaréis con ella.
AL\RouÉs. En a'Os
pongo mi remedio.
Conde. Adiós;
muy buen recado tenéis.
{Vase el Marqués.)
Lucinda. Pues, Conde, ¿qué novedad
es la que trae el Marqués?
Conde. ¡ Ay de mí !
Lucinda. Decid lo que es.
Conde. ¡ Ah, Rey cruel !
Lucinda. ¡ Acabad,
que me tenéis casi muerta !
Conde. El Marqués me ha dicho ahora.,.
¡ Ah, fiero !
Lucinda. ¡ Acabad !
Conde. Señora,
que el Rey mataros concierta.
Lucinda. ¿A mí, por qué?
Conde. No ha faltado •
quien le ha dicho que es muy cierto
que estaba Alejandro muerto,
perdido, loco, hechizado,
y que no sois cosa mía.
Lucinda. ¡Triste! ¿Qué habemos de 'hacer?
Conde. ¡ Oh, si el Rey pudiera ver
que yo os amaba y quería,
qué extremado engaño fuera !
Lucinda. Tráele tú en secreto aquí.
ACTO SEGUNDO
341
k
CoxDE. ¿Y dirásme amores?
LUCIXDA. Sí.
CoxDE. Pues voy por el Rey.
Lucinda. Espera,
concertemos lo mejor.
Conde. No habrá más de que/ embozado,
a estas rejas arrimado,
oirá mi fingido amor.
Lucinda. Pues entróme a despedir
del Príncipe; ve por él.
(J'ase Lucinda.)
Conde. ¡ Ya me da el amor cruel
esperanza de vivir ! —
¿Adonde bueno, Teodora?
(Sale Teodora.)
Teodora, A ver si el ^Marqués es ido.
Conde. Ya se fué.
Teodora. ¿ Y a qué ha venido ?
Conde. Ya lo sabe mi señora.
Ya con el Príncipe está.
Todo se ha de hacer muy bien,
y de aqueste bien también
tu parte te alcanzará.
Teodora. ¿ De qué manera ?
Conde. Hay un hombre
que te quiere bien.
Teodora. ¿ Quién es ?
Conde. Yo me lo sé, y a fe que es...
Teodora. Mas, ¿que me dices el nombre?
Conde. No puedo sin galardón.
Teodora. ¿Eres tú? Porque sería,
Conde, gran ventura mía.
Conde. ¿ Cómo ?
Teodora. Téngote afición.
Conde. Pues lejos de blanco das,
y ese amor te agradeciera
si un hombre no ce quisiera
como a su vida, y aún más.
Teodora. ¿ Yo no he de saber quién es ?
Conde. ¿ Qué m.e darás ?
Teodora. ¿No es mejor
qtte él te lo agradezca?
Conde. Amor
te tiene un cierto Marqués.
Teodora. ¿Es Rodulfo?
Conde. El mismo, digo ;
y no te quiero, en efeto,
porque guardo gran respeto
a las cosas de mi amigo.
No es hombre el que es desleal.
Teodora. Sois los hombres muy leales
no amando; que en casos tales,
¿adonde hay hombre leal?
(Sale el Marqués.)
Marqués. ¿Podré entrar?
Conde. ¡ Válgame Dios,
y qué presto que has venido !
Marqués. Tal el cebo. Conde, ha sido.
Conde. Mirad que os buscan a vos.
Teodora. ¿Qué quiere vueseñoría?
Marqués. Si desa suerte me habláis,
tarde, señora, esperáis
saber la respuesta mía.
¿No os ha dicho el Conde nada?
{Sale el Príxcipe^ Belardo y Camilo.)
Príncipe. Basta, que huyendo el Marqués
dimos con él.
Conde. Esto es
perdido ; prevén la espada.
Belardo. Hablalle será mejor.
Príncipe. Rodulfo, ¿qué hacéis aquí?
Marqxiés. Luego que las bodas vi
del Infante mi señor,
aqvií te vine a buscar.
¿ Sabías tú que aquí estaba ?
Sabía que quien amaba
no tiene más de un lugar.
Porque aunque de otro amor trata
el pasado le desvela,
que no es el amor candela
que con un soplo se mata.
¿Casóse el Infante?
Ayer
dio el sí, por...
Déjalo €star;
allá lo podrás contar,
que allá lo quiero saber. —
Ve, Teodora, y di a tu hermana
que me voy.
Saldrá a esta pieza,
porque al pasar Vuestra Alteza
esté puesta a la ventana.
Príncipe.
Marqués.
Príncipe.
Marqués.
Príncipe.
Teodora.
(Vase Teodora y el Marqués.)
Príncipe. Vos también os podéis ir
y en la calle me esperad,
Rogerio. — ¿ Qué novedad
vino este loco a decir?
¿Qué era lo que te quería,
que Lucinda no ha querido
342
LUCINDA PERSEGUIDA
Conde.
Príncipe.
Conde.
Príncipe.
Conde.
Príncipe.
Conde.
Príncipe.
Conde.
Príncipe.
Conde.
Príncipe.
Conde.
decirlo ?
Si no lo ha oído,
¿cómo decirlo podía?
¡Ah, señor, si yo te hablase
•con seguridad de ti !
Dejadnos solos aquí.
Mas no quiera Dios que pase
tan adelante este engaño.
Dame palabra real
de no hablar ni tratar mal
a Lucinda.
¡Caso extraño!
¿Estás en tu seso?
¿ Cómo ?
¿Que a Lucinda no maltrate?
¿Es posible que dilate...
¡ Qué grandes sospechas tomo !
Lo que es el bien de mi Rey.
i Ea, que en razón me fundo !
Fuera de la ley del mundo,
de Dios obliga la ley.
Señor, pero mucho temo
que lo dirás.
¿ Mi valor
no te asegura?
Señor,
quieres, y con mucho extremo;
y en diciéndole un amigo
a un perdido y ciego amante
un desengaño importante,
ése es luego su enemigo.
Quiere mal la claridad
toda engañosa afición,
que es amor como ladrón,
que busca la escuridad.
Yo te hablara si juraras
de callar y hacer tu hecho.
Páseme un traidor el pecho
si en juramentos reparas.
No herede al Rey ofendido,
ni tenga, Conde, sosiego;
ande, como Ulises griego,
otra tanta edad perdido.
Un amigo lisonjero,
de quien confíe mi honor,
me salga falso y traidor
en las cosas que más quiero.
Déme el cielo mil pesares,
no tenga gusto jamás
si dijere o hiciere más
de lo que tú me ordenares.
Tu negocio harás en eso.
Príncipe.
Habla, y mátame también.
Conde.
Lucinda me quiere bien.
Príncipe.
¿ Lucinda ?
Conde,
Sí.
Príncipe.
¡ Pierdo el seso !
Conde,
Todas aquestas quimeras
Lucinda las ha intentado.
Príncipe.
¿Qué es lo que dices?
Conde.
Que ha dado
en quererme tan de veras,
que hasta que la traje aquí
ni sosegó ni paró.
Príncipe.
¿ Gozástela?
Conde.
Señor, no.
Príncipe..
¿ Podrélo ver?
Conde.
Señor, sí.
Príncipe.
¿ Cómo ?
Conde.
Ven dentro de un hora
a estas rejas embozado.
Príncipe.
Voime.
Conde.
Ciego va y turbado;
de puro coraje llora.
y porque yo no le viese
con las manos se cubrió ;
mas podría ser que yo
llorase cuando él riese.
Embarquéme en mar de amar ;
en el golfo estoy de amor,
un viento llevo traidor:
¡ ay, Dios, si me he de anegar!
Pero ya, ¡triste!, ¿qué puedo
sino pasar adelante ?
Porque, ¿no es de honrado amante
tener al peligro miedo?
Que si de tantos enojos
alegre fin vengo a ver,
dos higas le he de poner
a la Fortuna en los ojos.
{Van se.)
(Salen el Eey, Alfredo y Rósela.)
Rey. Haz oficio de marido
mientras no viene tu hermano.
Alfredo. Soy, señor, poco atrevido.
¿Podré tomarla la mano?
Rey. ¿Pues no?
Alfredo. Vuestra mano pido.
Rósela. ¿Mandas, señor, que la dé?
Rey, Sí, sobrina, pues se ve
en el lugar de tu esposo.
x\lfredo. ¿Cuál hombre más venturoso
de cuantos amaron fué?
ACTO SEGUNDO
543
(Salen Belardo y el Príxcipe.j
Belardo. Aquí el Príncipe ha venido.
Alfredo. Darle mil abrazos quiero.
Rey. Hija, aquí está el verdadero,
deja al esposo fingido.
Rósela. ¡ Con qué vergüenza que estoy !
Rey. Llega, que tu esposo es. —
Príncipe.
Prín'cipe. Tu hechura soy,
dame esos ínclitos pies.
Rey. Dos mil abrazos te doy.
Alfredo. Seas bien venido, hermano.
Rósela. Seáis, señor, bien venido.
Rey.
¿Qué dices?
Alfredo,
Alfredo.
Tengo a ventura
tocar esta mano hermosa.
Príncipe.
Rey.
Que la quieres la asegura;
abrázala como esposa
y entretenerla procura.
Rósela.
Alfredo.
^Ura por dónde el buen viejo
Alfredo.
es a mi gusto importante.
Príncipe.
Rey.
Dile amores.
Alfredo.
Alfredo.
Eso dejo
a mi hermano.
Príncipe.
Rey.
i Qué ignorante !
Alfredo.
Alfredo.
Mi bien.
Rósela.
Mi señor.
Alfredo.
Ali espejo.
Rey.
Aun eso va razonable.
Alfredo.
La vida me quite Dios
antes que otra cosa os hable
si fuese amándoos a vos
Príncipe
eternamente mudable.
Alfredo.
Rósela.
Ni yo si en mi voluntad
tuviese otro dueño.
Príncipe.
Alfredo.
El cielo
sabe, mi bien, mi verdad,
la limpieza de m.i celo
Alfredo.
y el valor de mi lealtad.
Príncipe.
Rey.
Esto sí que huele a boda.
Alfredo.
Mucha falta hace mi hermano.
Alfredo.
Rey.
En su lugar te acomoda,
ya al requiebro, ya a la mano;
regocijarásla toda.
Príncipe
Alfredo.
No os puedo yo querer más.
Alfredo.
Rósela.
Ni yo, primo de mis ojos.
Alfredo.
¿ Olvidaréisme ?
Rósela.
¡ Jamás !
Rey.
¡ Hola, enfrenad los antojos !
Príncipe.
Alfredo.
¿Luego sospechoso estás?
Alfredo.
Rey.
]\Iira que andas atrevido.
Príncipe
Alfredo.
Príncipe.
Alfredo.
Príncipe.
Alfredo.
Príncipe.
Aquí te doy de la mano
tu esposa.
No ha recebido
tan grande bien hombre humano.
Yo os recibo como esposo.
Y yo como vuestra esposa.
¿Qué la abraces es forzoso?
¿ Pésate mucho ?
Es hermosa,
y 3-0 en extremo celoso.
¿Pues de mí...?
No tiene amor
quien del sol no se recela;
temer se tiene en rigor
que amor fuera hermosa tela,
a no aforrarse en temor.
. No .sabes tú lo que adoro
aquella bella enemiga,
aunque ya mudanzas lloro.
¿ Cómo ?
No sé qué te diga :
volvióseme cobre el oro.
Pues como vienes mudado
y entregóte yo a Rósela,
notables celos me has dado.
Si es verdad cierta cautela,
yo quedaré escarmentado.
Mira que estoy esperando
tu venida, en quien consiste
el bien que estás dilatando,
i Triste vengo !
Si estás triste,
yo me estoy desesperando.
Di que te vas con tu esposa
y en tu aposento nos deja.
¡Oh, mujer falsa, engañosa!
Deja, Alejandro, la queja.
¡ Qué burla tan afrentosa !
¡ Con tal hombre !
¿Estás en ti?
Di que con tu esposa vas;
déjame una vez allí,
que después te quejarás.
Sal, Conde.
Haz esto por mí.
Antes estoy de manera,
que pienso hacer verdadera
aquesta boda engañosa:
será Rósela mi esposa,
por vengarme de una fiera.
¿Agora tenemos eso?
Déjame con mi mujer,
344
LUCINDA PERSEGUIDA
Alfredo.
Rósela. Ha perdido el seso.
Alfredo. Sin duda debe de ser
de su falta tanto exceso. —
]\Iira que el Rey está aquí,
no entienda lo que tratamos.
Príncipe. ¡ Dáseme del y de ti !
Alfredo. ¡ Perdidos, Rósela, estamos !
Rósela. El viene fuera de sí;
algo le ha dado Lucinda,
Príncipe. Mas, ¿cómo podré olvidar
cosa tan hermosa y linda?
Ángel, ya os vuelvo a adorar,
vuestra belleza me rinda.
Miente, sin duda, el villano
que este mal dijo de vos. —
Vete enhorabuena, hermano;
vete. Rósela, con Dios,
que estoy...
Alfredo. Pues dale la mano
y llévala muy contento.
Príncipe. Por esta tarde no es justo;
refrena ese pensamiento,
. más porque estoy con disgusto
que por no darte contento.
Mira que te he menester.
Alfredo. Debes gran mal de tener.
Príncipe. Habla al Rey, vente conmigo,
verás un honrado amigo
y una fingida mujer.
Alfredo. Señora, mi hermano viene
tan ciego, loco y perdido,
que acompañarle conviene;
no digas que esto es fingido.
Rósela. Bien es saber lo que tiene.
Alfredo. Dile que te dé la mano.
Rósela. Señor, ¿de qué es la tristeza?
Príncipe. Habla al Rey. — Sigúeme, hermano.
(l'asc c¡ Príncipe y Alfredo.)
Rósela. ¿Ves toda aquella aspereza?
Que se ha arrepentido es llano.
¿Ves como se va furioso,
por ventura provocado
de aquel su hechizo amoroso?
Niega ahora que has errado
en darme fingido esposo.
Rey. Pasaráse el acídente
de aquella quimera ardiente ;
que pasado, volverá
a tus brazos, y vendrá
a quererte tiernamente.
Rósela.
Rey.
I Rósela.
Rey.
Rósela.
Rey.
Rósela.
Halagalle es menester
y rogalle.
Eso es querer
infamar nuestra flaqueza,
que rogar una mujer
es acto de gran bajeza.
Iráse agora a su casa;
dirá que soy necia y fea
a la dama que le abrasa,
y aunque hoy la boda sea,
que mil desventuras pasa ;
que le canso; que le mato,
que es tan áspero mi trato
que no le puede sufrir;
que está a pique de morir
porque mi muerte dilato.
Muy buena quietud le diste,
si apenas tomó mi mano
cuando ir huyendo le viste.
Casarásme con su hermano,
ya que casarme quisiste,
que es un ángel, que es un hombre
de tan fácil condición,
que adoran todos su nombre.
Quejaste con tal razón,
que no es justo que me asombre.
¡ Ay, sobrina, quiero hacer
que maten esa mujer!
¿Qué culpa tiene la triste?
Mejor es que, pues lo hiciste,
que lo intentes deshacer,
y cásame con Alfredo.
Cree que lo haré, si puedo,
y bastante es mi poder,
y eso ha de venir a ser
si a mi reino pierdo el miedo.
Adonde es común el daño
común ha de ser la ley.
¡ Cuánto cuesta un desengaño !
¡ Qué bien ha tomado el Rey
la fuerza de nuestro engaño !
(Vanse.)
(Sale el Conde.)
Conde.
¡ Montañas de rigor, riscos de pena,
valles terribles de desconfianza,
abismos de dolor y de venganza,
adonde el' eco de mi muerte suena !
Yo voy arando la desierta arena
y sembrando en el viento mi esperanza,
siendo en los años de mayor bonanza
ACTO SEGUNDO
545
mío el trabajo y la cosecha ajena.
Mas como no esperar el bien es cosa
que alivia en parte el mal, tengo a ventura
ver que a estar bien con mis desdichas vengo.
Tener el bien es fuente venturosa;
mas si tener el mal es más segura,
seguro estoy, pues tantos males tengo.
(Sale Lucinda.)
Lucinda. Rogerio.
Conde. Señora mía,
vuestra voz en esta calma
es como aurora del alma,
que sale anunciando el día
y amanece para mí;
pero con sol que me abrasa,
porque como está en mi casa
tiene mayor fuerza en mí.
Vuestro signo me habéis hecho
y siempre me abrasaréis,
que aunque mi casa dejéis
no podréis dejar mi pecho.
Lucinda. Sí, pero sol eclipsado
con mi sangre, si este fiero
no envaina el injusto acero
o piadoso o engañado.
Piadoso no puede ser;
engañado es más forzoso.
¿Adonde queda mi esposo?
Requebrando a su mujer.
; Querrásme quitar la vida ?
¿Qué mujer, si yo lo soy?
¿Xo ves que burlando estoy,
que aquélla es mujer fingida,
y de Alfredo verdadera ?
Descansa, no tengas miedo,
que ya está casado Alfredo.
Que la gozara quisiera
por mayor seguridad;
que me mueve a tanta ira
desta boda la mentira
como si fuera verdad.
No sosiego de celosa,
porque no puedo creer
que es de burlas su mujer
si es de veras tan hermosa.
Conde. Azoraste de manera
de cualquiera niñería,
que aunque a veces te diría
esto es cierto, esto es quimera,
no me atrevo, ni aun es bien,
que no hay mujer que no parle
Conde.
Lucinda.
Conde.
Lucinda.
Lucinda.
Conde.
Lucinda.
Conde.
Lucinda.
Conde.
Lucinda.
Conde.
lo que vienen a avisarle
el hombre que quiere bien.
Dime, por Dios, qué hay en esto.
Conde, Conde de mi vida.
No me engallarás fingida,
que en mil enredos me has puesto.
No hay que tratar; yo he cerrado
la boca para contigo.
¿Que se casó mi enemigo?
¿Que está Alejandro casado?
¿ Yo te he dicho tal ? ¿ Hay cosa
como la desta mujer?
No, pero dasme a entender
que estoy con razón celosa.
Si tú me muestras la espada,
¿no veré en los filos yo
si son para matar?
No,
si te la muestro envainada,
que también puede servir
para sólo defender.
Siempre el mal se ha de temer.
Siempre el bien se ha de seguir.
(Salen el Príncipe, Alfredo, Belardo y Camilo.)
Príncipe.
Alfredo.
Lucinda.
Conde.
Lucinda.
Londe.
Príncipe.
Alfredo.
Príncipe.
Alfredo.
Príncipe.
Cúbranse todos muy bien,
i Qué prueba, hermano, tan mala !
Ya está el Rey, Conde, en la sala.
Con gente vino también.
¿Pues qué importa?
Que el temor,
Rogerio, apenas resisto,
como paloma que ha visto
entrar en casa el azor.
Dime agora lo que sabes.
Hablando a solas están.
Malas sospechas me dan ;
¡ plegué a Dios que en bien acabes í
Alejandro, por tu vida,
que nos vamos.
¿ Cómo pueda ?
¡ Vame el alma en ver, Alfredo,
aquesta mujer fingida!
Quiérola para mujer,
que de otra suerte, mi daño
viera claro el desengaño,
que tanto bien suele hacer.
Pues quiérela como sabio
para el gusto, si en rigor
la quieres.
¡ Fuerte es amor
que sabe sufrir agravio !
346
LUCINDA PERSEGUIDA
Que aunque padre y hijos son,
son en estos acidentes
celos y amor diferentes.
Alfredo. ¿En qué?
Príncipe. En una condición :
que al mor pintan sin ojos
y los celos ven tan bien,
que aunque estén durmiendo ven
la causa de mis enojos.
Conde. Yo, Lucinda de mi vida,
de vuestra gran voluntad
quisiera se^'uridad.
Lucinda. ¿No basta el alma ofrecida?
¿Tengo yo prenda mejor?
Conde. ¿ Sobre el alma, que no veo,
os ba de dar mi deseo
empeñado tanto amor?
Lucinda. Está cierto que no hay cosa
de las que los ojos ven...
— ¿ Oyemos el Rey ?
Conde. Muy bien.
Lucinda. Que iguale al ser vuestra esposa.
Príncipe.
¿De qué sirve callar? ¡Rabio de celos!
i Afuera, que se acaba la paciencia !
Lucinda.
¡ Cielos, que el Rey me mata ! ¡ Ayuda, cielos !
Alfredo.
Detente, que esto ha sido impertinencia.
Príncipe.
No puedo más ; rompió el amor los velos
de mi compuesta inútil apariencia.
Llegó el dolor al alma lastimada
y sale por la boca y por la espada.
Alfredo.
¿Para mujer espada? Mata a ese hombre,
y podrás despicarte.
Conde.
¿ A mí, señores ?
Pues yo, señor, ¿qué culpa tengo?
Príncipe.
Asombre,
Alfredo, al mundo el fin de mis amores.
Esta mujer, que es bien que así la nombre,
pues no merece títulos mejores,
me trae luego aquí; matarla quiero.
Conde.
Yo la traeré, repórtate primero.
¿ Es esa la palabra que me diste ?
¿No te acuerdas del grave juramento?
Príncipe.
No hay palabra en amor; si lo creíste,
bebiste el mar ; encarcelaste el viento ;
el fuego regalaste, el sol cogiste,
desclavaste del alto firmamento
las estrellas más fijas, y, en efeto,
juntaste a ui^ necio el alma de un discreto.
Venga Lucinda luego.
Belardo.
Señor mío,
¿quieres que mate al Conde?
Camilo.
Estos aceros
le dejarán aquí difunto y frío.
Príncipe.
¿'Queréis que el alma os saque, majaderos?
El Conde me ha servido, del confío
mi honor; así han de ser los caballeros
que sirven a su rey, y estas verdades
son las buenas privanzas y amistades.
¡ Venga Lucinda luego !
Conde.
¿He de ir por ella?
Alfredo.
No la traigas, detente.
Príncipe.
¿ Cómo, hermano ?
¿ Es posible que impidas que por ella
pase este acero a ensangrentar mi mano?
Alfredo.
No mates una cosa que es tan bella,
que es hecho de cobarde y de tirano.
Príncipe.
ir
Más bella es una garza y no se trata
que es cobarde el azor cuando la mata.
Alfredo.
Envaina enhorabuena y ven conmigo.
Príncipe.
Tienes razón, hermano ; razón tienes ;
que pues no me casé, justo castigo
me dan estos agravios y desdenes.
Si me casara yo, tú eres testigo
de que gozara mil seguros bienes;
El no haber a mi padre obedecido
ACTO SEGUNDO
347
toda la causa de mi daño ha sido.
Enojado está el cielo con mis cosas,
i Oh, cuánto mejor fuera que gozara,
prima mía, tus manos tan hermosas
y alegre viera tu dichosa cara !
Quien dejó las mejillas de esas rosas,
tu trato claro más que fuente clara,
bien es que en este triste arroyo beba
la deslealtad y el tósigo que lleva.
Alfredo.
¡ Basta, que ya ni como, visto o duermo,
seguro de tenerte por amigo !
¿ Soy yo de tus desdichas estafermo,
que luego vienes a encontrar conmigo?
Apenas de Lucinda estás enfermo
cuando Rósela es médico. Yo digo
que si me has de tratar de aquesta suerte,
a Lucinda y a mí nos des la muerte.
Cásate de una vez, que una vez muertos,
¿quién te lo ha de estorbar?
Príncipe.
¿Qué puedo, hermano,
hacer en tan dudosos desconciertos?
Alfredo.
Dar a! discurso de razón la mano;
Amor es nave que tendrá mil puertos;
mira que es caso fiero e inhumano
que si el mar de Lucinda se rebela,
furioso desembarques en Rósela.
Prínxipe.
Hago al cielo solene juramento
de no ver a Lucinda eternamente,
su casa, sus ventanas, su aposento,
sus hijos, sus criados ni su gente.
Castigaré mi propio pensamiento
cuando cosa que fué me represente ;
mataré mi memoria, y si me fuerza
la voluntad, la romperé por fuerza.
Nadie nombre a Lucinda; nadie diga
Lucinda ha hecho bien o mal; no quiero
que ;iinguno a Lucinda contradiga
ni trate de Lucinda el rigor fiero.
Dile a Lucinda, Conde, que prosiga;
bien merece Lucinda un caballero,
pues un rey mereció.
Alfredo.
Si así la nombras,
¿ para qué de nombrarla nos asombras ?
Príncipe.
Trátala bien, Lucinda lo merece;
tú harás tu obligación. — Alfredo, vamos.
Alfredo.
Eso es razón y justo me parece.
Príncipe.
¡ Olh, fiera casa, nunca a ti volvamos !
(Vanse y queda el Conde.)
Conde.
No al alba más hermoso resplandece
Febo en los montes, mármoles y ramos
tras fiera tempestad, tras noche escura,
y en mí la vida en confusión tan dura.
¡Válame Dios, qué mares he pasadc ;
qué aspereza de montes he subido,
qué desiertas Arabias caminado,
qué Caribdis y Scilas he rompido,
qué sirenas, qué monstruos engañado,
qué espejos de Miedusa resistido !
Pero el Infierno, si su fuego toco,
con ser tan fiero, por Lucinda es poco.
{Sale Lucinda.)
Lucinda. ¡ Qué turbación he tenido,
qué temor, qué confusión !
¿ Fuese el Rey ?
Conde. La turbación
injusta, señora, ha sido,
porque el Rey no desnudaba
el acero para ti.
Lucinda. ¿ Pues para quién, que entendí
que para mí lo sacaba?
Conde. Para quien dicho le había
que Alejandro te gozó,
luego que hablarte me vio.
Lucinda. ¿Luego con el Rey venía?
Conde. Uno fué de aquellos tres.
Lucinda. ¿ Quién es, si mi amor te obliga ?
Conde. No me mandes que lo diga,
que se lo dirás después.
{Sale el Príncipe, Alfredo, Belardo y Camilo.)
Alfredo. ¿Este ha sido el juramento
de no verla más ni hablarla?
Detente.
Príncipe. Déjame darla
el parabién de mi intento.
Alfredo. ¿Harásla mal?
Príncipe. No, por Dios.
vengo desta vez muy frío.
348
LUCINDA PERSEGUIDA
Lucinda
Príncipe,
Alfredo.
Conde.
Alfredo.
Príncipe.
Lucinda.
Príncipe.
Lucinda.
Príncipe.
Lucinda.
Príncipe.
Lucinda.
Camilo.
Príncipe.
Lucinda.
Príncipe.
Lucinda.
Príncipe.
Hijo.
Príncipe.
.¡Señor, Alejandro mío,
mil cosas tengo con vos !
¡Tiemblo! ¿Hay cosa semejante?
¡ Por Dios, más pienso fiar
en bonanza de la mar
que en juramentos de amante !
¿ Hay cosa igual ? ¿ Que volvió ?
Y sin salir de la calle,
que no habrá querido dalle
más cuerda la que le ató.
Mujer.
Marido y señor.
Que no te llamo mujer
más de porque hay en tu ser
•tanta flaqueza y rigor.
Mujer, pues...
¿Qué es esto, cielos?
Que como mujer hiciste,
y antes de obras me ofendiste
que me avisases con celos,
¿dónde tus hijos están?
Mi señor, en esta pieza.
Las que son de tu nobleza
en tales bajezas dan. —
Entra por ellos, Camilo.
¿-Qué tienes, mi bien? Repara
que no conozco tu cara
ni puedo entender tu estilo.
¿Qué traes? ¿De dónde vienes?
Los niños están aquí.
Llevaldos.
¿ Por qué, ¡ ay de mí !,
mandas secrestar mis bienes?
Por deudas de obligaciones
tan mal cumplidas, cruel :
porque de un amigo fiel
sé que ausentarte dispones.
Pues es cosa conocida
que no me sacas mi hacienda,
sino qtte en cualquiera prenda
me llevas el alma y vida.
Y si el Rey quiere ausentarme,
como dices, ¿en qué soy
culpada, pues no me voy
por mi gusto ?
¡ Esto es matarme !
Calle, madre ; podrá ser
que se le pase el rigor
a mi padre y mi señor,
y la volvamos a A^er.
No es bien que tratemos deso :
tu culpa está averiguada.
tu sentencia pronunciada
y cerrado tu proceso.
Tú me verás empleado
en Rósela, al fin mi igual.
Alfredo. ¿Otra vez?
Lucinda. ¡ Estoy mortal ! —
Infante, ¿quién le ha engañado?
Alfredo. No sé, por Dios. Sé que yo
soy el que lo pasa todo.
Lucinda. ¿ Tú, Alfredo ? ¿ Pues de qué modo ?
¿No estás casado?
Alfredo. Sí y no.
De tal manera me siento,
que podrá decir quien burla
que es como cosa de burla
esto de mi casamiento.
Príncipe. Llevad esos niños, pues.
Lucinda. Déjamelos abrazar,
y pues que mandas llevar
esos dos, lleven los tres.
Príncipe. ¿Dónde hay otro?
Lucinda. iCon matarme
le sacarás de mi pecho.
Camilo. ¿Fuese el Príncipe?
Alfredo. ¡ Esto es hecho !
Camilo. Lloro.
Lucinda. ¿ No pudo aguardarme ?
Hijo. ¡ Oh, lástima ! j Oh, triste nueva,
■señora, que te dejamos !
Hija. Hermano, sin madre vamos;
mas nuestro padre nos lleva.
Lucinda. Si esto no fuera prisión,
fuera tras mis hijos. Conde.
¿Qué es esto?
Conde. ¡ Qué bien responde
a tu justa obligación!
¡ Ah, hombres ! Porque ha querido
casarse, te ha levantado
un testimonio.
Lucinda. Tú has dado,
Conde amigo, en lo que ha sido.
Con casarse me amenaza;
él me matará después.
Conde. Entra y diréte lo que es.
Lucinda. Es mi muerte.
Conde. Bien se traza.
ACTO TERCERO
(Salen Alfredo y Rosel.'v.)
Alfredo. El está determinado
que se ha de casar contigo.
ACTO TERCERO
U9
Rósela.
I
r.
I
Alfredo.
Rósela.
Alfredo.
Rósela.
Alfredo.
Amor es necio enojado,
y hacer ofensa al amigo
tiene por razón de estado.
Mas si por darte pesar
se determina casar,
los dos quedaremos bien,
apasionados también
y en diferente lugar.
Tener paz los elementos
tengo a cosa más posible
que en iguales casamientos;
porque es un monstruo terrible
juntarse dos descontentos.
Cuando en partes diferentes
quieren dos que se han casado,
no hay áspides, no hay serpientes
en el nido regalado
de palomas inocentes ;
no hay confusión del Infierno,
no es más su tormento eterno
que lo que pasan los dos.
i Buen jucio espera, por Dios,
de aqueste Imperio el gobierno !
No es Alejandro ignorante,
no le hagas esta injuria,
que corre agora con furia
como mancebo y amante.
Alábase por tus ojos.
Haz reliquias sus despojos.
Eso tenéis las mujeres,
que en los mayores placeres
gustáis de darnos enojos.
Pintando estás tu firmeza,
y en medio della encareces
la ocasión de mi tristeza;
lo que infamas apeteces,
¡ qué propia naturaleza !
Es Alejandro heredero:
querrás, pues ya se enemista,
que deje su amor primero,
que no hay amor que resista
siendo el interés tercero.
i Ay, Rósela, el no querer
confirmar ser mi mujer
en algo estaba fundado !
Nunca en tu vida has estado
m.ás necio.
Bien puede ser.
Como he de tu amor caído
al desdén que me desprecia,
muy necio te he parecido ;
porque no hay cosa más necia
que un amante aborrecido.
Quédate a hablar con mi hermano ;
Alejandro es más discreto,
más galán, más cortesano.
Cumple del Rey el decreto;
dale de veras la mano.
Serás reina, y no dichosa
si en un amante te empleas
de una mujer tan hermosa;
que no porque reina seas
dejarás de ser celosa.
(_Vasc Alfredo.)
Rósela. Tú a lo menos sin razón
lo estás en esta ocasión.
Oye, escucha; ¿adonde vas?
Sin razón, Alfredo, estás;
¡ mas no tiene amor razón.
! ¿Hay semejante locura?
I - (_Sa!e el Príncipe.)
I Príncipe. ¿Con quién das voces. Rósela?
'. Rósela. Con quien matarme procura,
I y con ver que tu cautela
me tiene menos segura.
En celos da agora Alfredo.
Príncipe. ¿Pues cómo dar celos puedo?
Rósela. Dice que ya estás casado
conmigo.
Prínxipe. ¿y quién le ha engañado?
Rósela.' Tus palabras y su miedo.
Vuelve, por tu vida, en ti;
que no es bien que te apasiones
con tus desdichas ansí,
que hasta tus malas razones
me tienen por blanco a mí.
Si Lucinda te ha- ofendido,
5'0, Alejandro, no he tenido
la culpa.
pRÍxciPE. Dices verdad;
mas si amor de tempestad
echó al mar todo el sentido,
no te espantes que sin él
diga que quererte quiero,
viéndome. Rósela, en él;
que ansí descanso de un fiero
dolor terrible y cruel.
No pienses tú que ansí sale
del alma un trato de amor,
ni que algún remedio vale
hasta que el tiempo en rigor
con otro tanto le iguale.
350
LUCINDA PERSEGUIDA
Yo muero por lo que infamo,
adoro lo que aborrezco,
estimo lo que desamo.
Rósela. ¡ Oyéndote me enternezco !
{Sale el Conde.)
Conde. Hoy pienso del verde ramo
que fué desdeñoso Apolo
coronar mi altiva frente,
si con este engaño sólo
amor salir me consiente,
que es de mi máquina el polo.
Dícenme que ya se casa
Alejandro. Sí, por Dios;
ello es verdad; ansí pasa;
allí están juntos los dos.
Basta; nuevo amor le abrasa.
Aborreció lo que quiso,
yo salí con mi intención.
Quiero llegar de improviso.
Príncipe. Pues, Conde, ¿en esta ocasión?
¿Tenemos algún aviso?
Si es disculpa no la quiero;
isi hay papel, luego le rasgo.
Conde. No me tengas por grosero.
Rósela. Mucho tiene amor de trasgo:
ya es falso, ya es verdadero.
Príncipe. Esto, Conde, se acabó;
ni me hable ni me ruegue
Lucinda.
Conde. No es eso.
Príncipe. ¿ No ?
¿Pues qué habrá que yo le niegue,
que aunque aborrezco soy 3^0?
Conde. Yo te lo diré.
Príncipe. ¿Qi^ié pide?
¿Quiere sus hijos?
Conde. Señor,
si con mis servicios mide
la satisfación tu amor
y el pasado no lo impide,
dale algún remedio.
Príncipe. ¿Cuál?
Conde. Cásala.
Príncipe. ¿Dónde hallaré
tm hombre tan principal?
A mí jnisnio la igualé,
mira tú si tengo igual.
¿No fué mi dama mujer?
La llamé, Rogerio, así;
lo deben todos creer.
Si viuda quedó de mí.
¿quién la puede merecer?
Haz cuenta que muerto soy.
Co\de. a íCso, señor, venía:
si yo te sirvo, aquí estoy,
ser su marido querría.
Príncipe. ¿ Qué escucho ?
Conde. Y mi fe te doy
que amor me fuerza y me quua
por ella el seso.
Príncipe. ¡ Oh, traidor !
Este, sin duda, la incita.
Conde. ¿Qué es lo que dices, señor?
Príncipe. Si este vil ia solicita,
¿qué mucho que ella me engañe?
i Muera ! ¡ Mataréle : el suelo
de traidora sangre bañe !
Rósela. ¡ Detente !
CoNiDE. ¡ Valedme, cielo,
vuestra piedad me acompañe !
Rósela. No salgas, señor, tras él;
envainad la espada.
Príncipe. ¡Deja,
{Vase el Conde huyendo y tiene Rósela al Príncipe.)
deja que mate al cruel,
que el mismo amor me aconseja
que tome venganza en él !
¡ Ay, Lucinda !
Rósela. ■; Acaba ya !
Vuelve a la vaina la espada,
que ya en sagrado estará.
Príncipe. ¡ Mira que andas porfiada !
Rósela. ¿Voces das?
Príncipe. Amor las da.
{Sale el Rey y el Capitán ds la guarda.)
Rey.
¡ Préndale !
Príncipe.
¿Cómo préndale? ¿Qué es esto?
Rey.
Da a Filardo la espada.
Príncipe.
i Con qué furia
tratas siempre mis cosas !
Rey.
¿Pues no basta
la mala vida que le das, sin culpa,
a tu triste mujer, sino que agora
quieres darle la muerte?
ACTO TERCERO
351
; Ouc dices?
Príncipe.
¿ Yo la muerte ?
Rey.
Sí, que 3"o he encontrado al Conde
corriendo, y dijo que iba a llamar gente
para que no matases a tu esposa.
Llego y hallo lo mismo que me ha dicho.
¿Y. qué mejor testigo que esa espada?
Príncipe.
Saquéla para él, que es un villano,
por vida de tu Alteza.
Rey.
Xo la jures.
Príncipe.
¿ Esto es verdad, Rósela ? ¿ Qué enmudeces ?
Rósela.
Señor, el Conde anduvo demasiado :
para él sacó la espada.
Rey.
Óyeme aparte.
Rósela.
¿ Qué me mandas ?
Rey.
No más de que me digas,
ansí tus años goces...
Rósela.
Ya te he dicho
que para el Conde se sacó la espada.
Rey.
¿Pues qué ocasión le dio?
Rósela.
Como no digas
nada a Alejandro... Fué sobre su dama.
Rey.
Oye, Alejandro.
Príncipe.
¡ Riguroso vienes !
Rey.
Pregúntela a Rósela si querías
matarla. Este rigor...
Príncipe.
¿Y qué te dijo?
, Rey.
Que al Conde le querías dar la muerte.
Príncipe.
Dice verdad.
Rey.
¿Pues qué ocasión te ha dado?
Príncipe.
Díjome mal de ti.
Rey.
¡ Bien se concierta ! —
Da la espada a Filardo, que sin duda
matar querías a tu mujer.
Príncipe.
¿Cómo?
Rey.
¿ Cómo ? Por celos que te pediría,
que los que traen semejantes pasos
sienten que sus mujeres se los pidan.
Príncipe.
Si tú gustas, señor, de atropellarme
y estando mi mujer de mí contenta,
conmigo la enemistas desa suerte,
no sé si haces como padre.
Rey.
¡ Calla !
¡ Suelta esa espada !
Príncipe.
Aquí, señor, la rindo.
Rey.
Por cierto que quitártela debiera
otra mujer. ¿Para mujer la sacas?
Vaya a la torre, y vos venid conmigo.
Rósela.
Cierto, señor, que sin razón le culpas
y con siniestra información castigas.
Rey.
Eres mujer y noble, y bien se entiende
que esas disculpas no son verdaderas,
sino piadosas.
Príncipe.
¿Hay rigor como éste?
¡Aquí de Dios, que mi mujer me quitan!
Rey.
¿Yo te la quito?
352
LUCINDA PERSEGUIDA
Príncipe.
Sí, que en vez de padre
haces un mal tercero entre casados.
Dame a Rósela.
Rey.
No te descompongas. —
Llevalde, Capitán.
Capitán.
Tu Alteza venga.
Príncipe.
;A1 fin, que preso voy?
Capitán.
Yo soy mandado.
Príncipe.
Capitán, yo nací tan libre en todo,
que si fuera verdad que con la cólera
para el que me engendró la desnudara,
a voces lo dijera; mas yo juro
por todo cuanto puedo que la espada
saqué para Rogerio.
Capitán.
No lo dudo.
Agora vamos a la torre juntos,
que presto pasará del Rey la ira,
y entonces será justo que lo digas
a tiempo que te crean y disculpen.
{Sale Alfredo.)
Alfredo.
En esto paró, al fin, tu desatino.
Quisiste que por fuerza te quisiese
Rósela, contra el pacto concertado,
y porque ella no quiere, como es justo,
quisístela matar.
Príncipe.
¡ ]Mejor es esto !
¿Hermano, estás en ti? Mira que ha sido
traición del Conde, y vive Dios, Alfredo,
que para el Conde desnudé la espada.
Alfredo.
i Para el Conde ? ¡ Qué buenas invenciones !
El Rey lo tiene bien averiguado.
¡Oh, Alejandro, qué malas mañas tienes!
¿ Con enredos empiezas en tu imperio ?
Pues prométote yo trágicos fines.
Príncipe.
¿Qiué es esto, Dios? ¿Qué quiere aquesta gente?
¿ Quieren volverme loco ?
Alfredo,
Yo te digo
que quien no guarda ley a sus hermanos
no se goce en su imperio largo tiempo.
Príncipe.
Vamos; que si no fuera porque fuera
dar fuerza al desatino que han pensado,
le quitara la vida.
Alfredo.
Si un hermano
usa este trato, quien tuviese amigo
su ignorancia escarmiente en mi castigo.
{Vansc, y salen Lucinda^ Teodora y el Marqués.)
ÍNIarqués.
Lucinda.
Marqués.
Lucinda.
Marqués.
Lucinda.
J^vIaroués.
Lucinda.
Marqués.
¿ Que en ese engaño has estado ?
¿Que no fué el Rey quien me oyó?
No sólo no te ha escuchado,
pero en tu vida te vio,
original ni traslado.
¿ Que no era el Rey el que aquí
trajo el Conde?
No.
¡ Ay de mí,
qué notable engaño esconde !
Al Príncipe trajo el Conde
que te oyese desde allí,
porque le ha dado a entender
que le adoras.
Nunca, hennana,
me has querido a mí creer.
No fué mi sospecha vana;
temí lo que vino a ser.
Rogerio, para gozarte,
en vez del Rey, que te oyese
requebrarle y requebrarte,
trajo al Príncipe.
¡Que fuese
tanto de su engaño el arte,
que al Príncipe hiciese ver
por sus ojos que yo aquí
le amaba! ¡Ay, Dios; fui mujer
que fácilmente creí,
que es propio de nuestro ser !
Y agora ¿qué medio queda
de poderos concertar?
Ved lo que quien ama enreda
ci no lo puede alcanzar.
ACTO TERCERO
35c
Lucinda.
Marqués.
Teodora.
Lucinda.
Teodora.
Lucinda.
JJaroués.
Teodora.
Lucinda.
^LxROUÉS.
Teodora.
]\L\RQUÉS.
VII
Y el Príncipe, ¿cómo queda?
Desesperado, corrido ;
cerca de casarse, loco,
da voces, pierde el sentido.
No me espanto, todo es poco
si piensa que está ofendido.
¡ Oh, lo que puede un traidor,
un falso amigo, un villano !
¿No hay remedio en este error?
Habla, Lucinda, a su hermano,
que es el remedio mejor.
No se ha de quedar tu engaño
tan sin entender a tiempo
que te haga tanto daño :
hija es la verdad del tiempo,
fuerzas tiene el desengaño.
Ya de poder desconfío
dar al Príncipe a entender
la verdad del amor mío ;
que hablarme no ha de querer
si ve que a llamarle envío.
Ya debe de estar casado ;
3'a mis hijos me habrá muerto
t» a la madrastra entregado,
que todo es uno.
Es muy cierto
que no los habrá enojado.
Podría, del enojarse,
haber llegado a casarse
para darte que llorar,
que sólo para matar
el que ama suele matarse.
Con todo eso, no es
tan tarde, que si quisiese
favorecerte el Marqués
tu inocencia no pudiese
escaparse por los pies.
Cuando verme en mal tan fiero
no le pudiera mover,
lo que me quiere y le quiero,
el ser como soy mujer
y el ser como es caballero,
le forzarán a que vuelva
por mi honor.
La duda absuelva
mi valor de tu temor:
mataré aquese traidor
cuando el mundo se revuelva.
No se acierta desa suerte;
antes nos viene más daño
de su muerte.
; Cómo ?
Teodora.
Marqués.
Lucinda.
Marqués.
Lucinda.
]\Larqués.
Conde.
Marqués.
Conde.
Marqués.
Conde.
Marqués.
Conde.
Marqués.
Conde.
^Marqués.
Conde.
Maroués.
Conde.
Marqués.
Conde.
]\L\R0UÉS.
Conde.
Advierte
que cierras más el engaño
con la llave de su muerte.
Saca a Lucinda de aquí.
Pues déjame hacer a mí,
que para engañar al Conde
mi pecho otro enredo esconde.
Atenta me escucha.
Di.
Quiero fingir...
Mas él viene.
Disimula.
Escucha, pues,
lo que has de hacer.
¡ Oh, Marqués!
i lOh, Conde !
¡ Qué bueno os tiene
amor!
.Solícito es.
Así a quien ama conviene.
Pero agora otra razón
me trae.
¿De qué manera?
Muda el Rey esta prisión
a mi casa.
Eso me altera.
¿ Por qué?
No sé la ocasión.
Sí la debéis de saber.
Yo os quiero favorecer
si de pláticas se acorta;
tened secreto, que importa.
Sabéis que le sé tener.
El Príncipe ha prometido
que hoy a Lucinda, ¡ oh, furor
de un mozo de amor vencido !,
dará la muerte.
Ese amor
no sé yo si es bien nacido.
Que aunque en mil yerros la ha-
no siendo propia mujer, [liara,
no hay ley que a tal le obligara.
i Gran bajeza es ofender
lo que se amó !
En eso para.
Tu casa quiere quemar.
¿ Es ropa de pestilencia ?
Mas púdola inficionar
de aquel áspid la presencia,
que a tantos suele matar.
Marqués, por lo que debéis
a la ley de un caballero,
23
354
LUCINDA PERSEGUIDA
que de aquí me la llevéis ;
pagad así lo que os quiero
si el peligro en que estoy veis.
Ya vengo desengañado
de cierta pretensión raía;
todo fué vano cuidado ;
sacadme de aquesta arpía
y aqueste infierno cifrado.
Y pues a Teodora amáis,
allá tendréis a Teodora ;
por Dios, que este bien me hagáis.
Marqués. ¿Bastará mañana?
Conde. Agora
os ruego, o vos me matáis.
Si esta noche tiene intento
este loco de matarme,
no ha de estar aquí un momento;
basta que pude librarme
de su celoso tormento.
Sacó para mí la espada ;
huí, que es mi Rey.
Marqués. Hicistcs
ima cosa bien mirada.
Conde. Decildes a qué venistes.
Marqués. Ya yo la tengo avisada.
Gente he traído.
Conde. . Pues luego,
Marqués, la sacad de aquí;
esto sólo os pido y ruego.
IMarqués. Segura vais.
Lucinda. ¡ Ay de mí !
Conde. Salga de mi casa el fuego.
Perdonad si os ha faltado
regalo.
Lucinda. Bien sabéis, Conde,
lo que me habéis obligado ;
en fin, a quien sois responde.
Teodora. En las obras se ha mostrado.
Lucinda. Mil obligaciones llevo
que algún día os serviré.
Conde. Id con Dios, que siempre os debo.
Marqués. ¡ Altamente le engañé !
(Vanse y queda el Conde.)
'Conde. Amor comienza de nuevo
mayores persecuciones :
pídole nieve, y él, ciego,
fuego vuelve a mis pasiones ;
mas es fuego, y paga en fuego
sus firmas y obligaciones.
Reparos quiero hacer
contra el fuego, por si viene;
pero no son menester,
que harto fuego en casa tiene
quien tiene dentro mujer.
(^asc.)
(Salen el Rey y Camilo con los Niños y dos
criados.)
Rey. ¡ Suelta los niños, villano !
Camilo. Señor...
Rey. Dime cuyos son,
¿Piensas alguna traición?
Pues fabricarásla en vano.
¡ Acaba, responde presto !
¿Qué te turbas, ignorante?
Camilo, No es milagro si delante
esas armas me habéis puesto.
Rey, Dejalde. — Di lo demás.
Camilo. Tus nietos son.
Rey. ¿ Cómo míos ?
Dirás cien mil desvarios,
como alborotado estás.
Camilo. Del Príncipe mi señor
son hijos.
Rey. La madre di.
Camilo. Lucinda.
Rey. Luego lo vi;
quitádoseme ha el amor.
Mas con todo, por mi honor,
tengo de criarlos.
Marqués. Entra.
(Salen el Marqués, Lucinda y Teodora.)
Aunque si el Rey nos encuentra,
sería notable error.
Mas ya estará retirado.
Lucinda. ¡Con qué vergüenza he de hablar
al Príncipe !
Marqués. No hay dudar
de que él quede apaciguado.
Pero, ¿ qué veo ? ¡ Ay de mí !
Lucinda. ¿ Como ?
Marqués. ¡ El Rey es éste !
Lucinda. í Ay, cielo !
Teodora. ¡ Toda me ha cubierto un yelo !
Marqués. Sosiega y fía de mí;
verás lo que se concierta
y los enredos que haré.
Déjame hablar.
Lucinda. Sí haré.
Rey. ¿Mujer a mí, y encubierta?
Marqués. Vino, señor, del aldea
mi hermana así disfrazada.
ACTO TERCERO
355
Rey.
Lucinda.
Rey.
Lucinda.
Rey.
Lucinda.
Rey.
Lucinda.
Rey.
Lucinda.
Rey.
Lucinda.
Rey.
Lucinda.
Niño.
Xiña.
Lucinda.
Rey.
y como es tan alabada,
Rósela verla desea;
que no pienso que sin vella
en la corte ha visto nada.
Entró en palacio tapada,
sólo con esta doncella;
Viola Vuestra Majestad
sin podernos encubrir,
y así la hice venir.
¡ Rara y divina beldad !
Corre, ve, a Rósela llama,
pues verla su gusto es.
Muy mal estaba, Marqués,
encubierta aquesta dama.
Vuestra hechura soy, señor.
Y pues estáis en la aldea,
para que secreta sea
cierta mancha de mi honor,
dos niños os quiero dar
que en el aldea criéis,
y creed que me podréis
mucho en hacerlo obligar.
Señor, con obligación
de serviros he nacido :
huélgome de haber venido
en esta buena ocasión.
Yo los tendré con gran cuenta ;
allí estarán bien secretos.
Pues sabed que son mis nietos,
para que estéis más contenta.
¿Dónde los niños están?
Llegad los niños aquí.
i Estos son los que parí,
éstos bastardos serán !
Hijos son de una mujer
que abrasada ver quisiera.
¿ Es viva ?
¡ Si no lo fuera... !
¡ Mal la debéis de querer !
¡ Juro que si a la villana
cogiera en esta ocasión,
mandara echarla a un león
que está en esa barbacana.
Quiero a los niños llegarme
con tu licencia, señor.
¡ Madre !
¡ Madre !
¡ Extraño amor !
¿madre, y llegan a abrazarme?
Tal es tu cara y blandura,
que una piedra ablandará.
Con ellos hablando está :
¡qué valor, qué compostura!
^Marqués. Y vos, mi Teodora, hablad:
¿qué decís deste suceso?
Teodora. Aquí estoy perdiendo el seso
de ver tu temeridad !
{Sale Rósela.)
Rósela.
¿ Que rebozada ha llegado
Albania?
Camilo. Señora, sí.
Rósela. ¿El Rey, Camilo, está aquí?
Camilo. Y los dos niños le ha dado.
Rósela. Déme vuesa señoría
los brazos.
Lucinda. Déme Su Alteza
los pies.
Rósela. ¡ Qué rara belleza !
¡ Hermosa es, por vida mía !
Lucinda. Corrida estoy de pensar
que pude ser descubierta.
Rósela. Muy mal a encubrir se acierta
luz que al sol la puede dar.
Lucinda. Mejor decirse pudiera
si tu Alteza rebozara
la belleza desa cara,
que tapada al sol venciera.
Rósela. No estamos bien deste modo;
entrad acá, por mi vida.
Lucinda. No mandéis, si sois servida,
que entre.
Teodora. ¡ Aquí se pierde todo !
Rósela. Luego os iréis, porque quiero
daros algo.
Camilo. ¡ Mucho miras
esta dama !
Rósela. No te admiras
sin causa.
Camilo. Gran caballero
es el Marqués, si casar
fuera a tu edad justo intento.
(Vanse y quedan el Rey y el Capitán de la guarda.)
Rey. Estás en mi pensamiento ;
quiérele primero hablar.
Aunque encubrirlo procura,
¡ raro donaire !
Capitán. ¡ Extremado !
Rey. " Y es de igual sangre y estado
a su mucha hermosura,
que es lo que amor ha hecho.
i Bella mujer !
Capitán.. ¡ Por extremo !
356
LUCINDA PERSEGUIDA
Rey. Que descubra el tuyo temo
el fuego que está en mi pecho.
Así podré castigar
estos hijos libres, locos.
Capitán. En los reyes tener pocos
no suele a veces dañar.
Rey. Eso entre bárbaros es,
que a guerras la herencia es parte.
Capitán, ¿ Cosa que quieras casarte
con la hermana del Marqués?
(Vanse y salen el Príncipe y Alfredo 3; Belardo.J
Príncipe.
¿Cómo guardar prisión?
Alfredo.
Muy bren has hecho.
Yo a lo menos, por verme asegurado
que quieres a Lucinda y no a Rósela,
a mayor desatino te ayudara.
Príncipe.
¿Qué puede hacerme el Rey?
Alfredo.
Ninguna cosa. —
¿Has mirado, Belardo, esas esquinas?
Belardo.
Todo lo tengo visto, y no parece
lui hombre por milagro.
Príncipe.
Pues la noche
lugar a todo, Alfredo, nos ha dado,
yo he de sacar de aquesta casa el alma,
o la del dueño que la tiene.
Alfredo.
Toca,
toca a esa puerta.
Belardo.
¡ Ah, gente ! — Xo responden.
Príncipe.
Temprano van buscando la mañana.
Alfredo.
Torna a llamar.
Belardo,
Es por demás; ya duermen.
Alfredo.
¿ Cómo que duermen, si aún no son las ocho ?
{Asómase el Conde arriba.)
Conde.
¡ Ah de abajo !
Príncipe.
¿ Quién es?
Conde.
Yo soy.
Príncipe.
¿ Quién dices?
Conde.
El Conde.
Príncipe.
Pues yo el Príncipe. ¿A qué efeto
hablas desde ese muro, Conde amigo?
Conde.
¿ De dónde quieres que te hable ?
Príncipe.
¡ Bueno !
¿Sabes quién soy y eso respondes?
Conde.
Dime :
¿ el haberte servido como sabes
merece que con mano armada vengas
a quemarme mi casa?
Belardo.
¿ Si ha bebido ?
Alfredo.
¡ El está loco !
Príncipe.
i Oh, Conde !
Conde.
¿ Qué me quieres?
Príncipe.
¿ Estás en ti?
Conde.
¡ Bien sé lo que me digo !
Aquí vino el Marqués, y me ha contado
que has jurado quemarme y destruirme,
y se llevó a Lucinda, porque gusta
el Rey de que esté presa allá en su casa.
Príncipe.
¿ Que no está aquí Lucinda ?
Alfredo.
¡ Extraño embuste !
Conde.
Bien sé lo que me digo.
ACTO TERCERO
357
Prínxipe.
Baja, Conde,
que ese ^larqués nos ha engañado a todos.
COXDE.
j Por Dios, que lo sospecho ! Allá deciendo.
{Sale el Marqués.)
M.\RQUÉs,
Gente parcece aquí.
Príncipe.
¿ Quién va ?
Alfredo.
K ^Iarqués.
El Marqués de Miralba.
Oué s:ente?
Príncipe.
¡ Vive el cielo,
que estoy por que te maten !
Marqués.
Señor mío,
todo hoy te busco, y díjome Camilo
que estabas preso, y yo llegué a la torre,
que sabiendo su intento mentiroso
saqué a Lucinda de poder del Conde
y llévela a palacio a que te viese.
Hallónos en el patio el Rey tu padre,
y allí le di a entender que era mi hermana.
Que Lucinda no creas, señor mío,
que te ha ofendido en solo un pensamiento ;
que el Conde, enamorado de Lucinda,
te dijo que vinieses a la sala
donde tuviese efeto aquel embuste.
Dijo a Lucinda que era el Rey tu padre,
que a ver venía si la amaba el Conde,
y ella por esto díjole requiebros,
y cuando de palacio nos salimos
viola Rósela y dióla muchas joyas.
Enamoróse el Rey, y en este punto
me pidió se la diese, y esta noche
ha de venir aquí, y está en mi casa,
porque con ella trata de casarse.
Prínxipe.
¡ Tente, Rodulfo, que has cifrado el mundo !
¡ Jesús, qué extraño mapa de traiciones !
Marqués.
Señor, esto es verdad.
Alfredo.
Yo no lo dudo ;
que el Conde es hombre de notable ingenio,
y más de dos me han dicho que te engaña.
Príncipe.
El Conde viene; embózate, Rodulfo,
que si es verdad, el lobo está en el cuento.
{Sale el Conde.)
Conde.
Ya vengo a tu servicio.
Príncipe.
«
Pues espera.
Aquí me dicen que Lucinda vive :
llega a esa reja y llaina; por mi vida
que la requiebres, porque gusto mucho
de oír un hombre de tu ingenio y gusto
hablar a una mujer.
Conde.
¿Qué es lo que dices?
Príncipe.
¡ Villano ! ; Vive el cielo, si replicas... !
Conde.
Señor, yo haré lo que mandas. — ¡ Cielo, '
todos saben mi engaño, que no puede
la mentira durar !
Príncipe.
¿ No acabas ? ¡ Llama !
Conde,
¡ Ah de la reja!
Lucinda.
¿ Es el [Marqués ?
Conde.
El Conde,
mi bien, llega a esta reja, loco y ciego. —
Mal me amaño a requiebros tan forzados.
Lucinda.
¿ El Conde ?
Príncipe.
Dile si te quiere mucho.
Conde.
¡ Si no viene a propósito tras esto !
Príncipe.
¡ Villano, vive Dios... !
358
LUCINDA PERSEGUIDA
Conde.
Quedo, ya digo. —
¿Oueréisme bien, señora de mis ojos? —
¿Quién ha visto jamás tan triste suerte,
decir requiebros a la misma muerte? •
Lucinda. ¡ Villano más fementido
que sangre de caballero
ha visto el mundo y temido !
¿ No basta el tormento fiero
por tu rigor padecido ?
¿No basta que con traición,
diciendo que el Rey me oía,
fingí tener afición,
perdiendo el alma aquel día,
honra, fama y opinión?
¿No basta que has engañado
al Príncipe, que ha fiado
de ti más que de hombre alguno,
y nos tienes, si es todo uno,
a, mí muerta y a él casado?
ri A qué vienes ? ¿ Qué me quieres ?
¡ No me llames, no me nombres,
vil ingrato, y pues lo eres,
de ti sé aparten los hombres,
maldígante las mujeres!
La honra tengo ofendida,
pero será defendida
del Marqués, en quien espero,
que es honrado caballero
y te ha de quitar la vida.
(Cierra la ventana.')
Alfredo. iCerró la ventana.
Príncipe. ¡Ah, Cielo,
qué notable desengaño ! —
Aguarda, mi bien.
Conde. Apelo
a ti, señor, deste engaño.
Príncipe. í Ah, perro ! ¡ Oh, infamia del suelo !
i Mataréle !
Alfredo. Ten la espada;
viva hasta cierta ocasión,
si hacerlo por mí te agrada.
Príncipe. Hará otra nueva traición. —
¡ Ah, mi bien ! ¡ Ah, esposa amada ! —
i Marqués, Marqués !
Marqués. Gran señor.
Príncipe. Id por ella brevemente.
Marqués. Volvió el amor por su honor.
Alfredo. Espera, que viene gente,
que después será mejor.
{Salen el Rey y el Capitán.)
Capitán.
Gente hay en aquesta calle.
Rey.
Reconoceldos.
Capitán.
¿Quién va?
Príncipe.
¡Pase, majadero, y calle,
o vuélvase por allá !
Rey.
¿ Quién es ?
Capitán.
Gente debe ser de talle;
pero no dejan pasar.
Rey.
¿ Cómo no ? — Dadnos lugar.
Alfredo.
Por las puntas.
Capitán.
¡Ah, traidores,
que es el Rey!
Príncipe.
Paso, señores,
que habemos echado azar.
Rey.
¿Quién es?
Príncipe.
El Príncipe soy.
Rey.
¿ Quién lo dudaba ? ¡ Ah, villano.
ved en qué peligro estoy !
¿Quién está aquí más?
Capitán.
Su hermano
Alfredo.
¡ Muy buenos andamos hoy !
Rey.
¡ Prendeldos !
Príncipe.
Esta es mi espada,
padre y señor.
Alfredo.
Y la mía
a tu obediencia envainada.
Conde.
Señor, tu vida este día
fué de los cielos guardada.
Estos te quieren dar muerte
por heredarte, y sabiendo
que venías desta suerte,
un escuadrón previniendo
imaginaron prenderte.
Y como a tierripo no vino
el Príncipe, no pasó
adelante el desatino,
y para avisarte yo
salí corriendo al camino.
Príncipe.
¡ Bueno fuera habelle muerto !
Alfredo.
No te rogaré otra vez
por tan gran traidor.
Rey.
Si acierto
a ser padre y a ser juez,
hoy en Nerón me convierto.
Llevaldos a la prisión.
y no la pasada sea.
{Llévanlos presos, y salen Lucinda, el Marqués y
Teodora.)
Marqués. Llega, que en esta ocasión
el Príncipe te desea.
ACTO TERCERO
359
Lucinda.
Marqués.
Rey.
Conde.
Lucinda.
Rey.
Lucinda.
Rey.
Marqués.
Rey.
Lucinda.
Teodora.
]^Iaroués,
Rey.
Lucinda.
]\L\RQUÉS.
Rey.
Lucinda.
Rey.
¿Y son éstos?
Estos son.
Ve, Rogerio, al Capitán
y di que te dé las llaves
de la torre.
Voy.
Darán
fin mis desventuras graves
donde tus brazos están.
¿ Quién es?
¡ Ay, ciclo ! ¿ Quién es ?
¿Es Albania?
Como vimos
que estabas aquí, salimos
para besarte los pies.
¿Quién me pudiera templar,
fuera de Albania, el rigor?
Hanme querido matar.
Alejandro es un traidor.
Ho}^ me tengo de casar. —
Id conmigo, que al momento
os diré lo que ha de ser.
¡ Qué notable atrevimiento !
¿ Qué es lo que habernos de hacer?
Callar y seguir su intento.
Guiad por aquí a palacio.
¿Qué es esto. Marqués?
No sé.
Para siempre me desgracio
con mis hijos.
¿ Cómo fué ?
Allá lo sabréis despacio.
(Vansc.)
(Salc^i el Capitáx, el Príncipe y Alfredo, presos-)
Capitán, Y di jome en el camino
Rogerio que el Rey mandó
darle las llaA^es.
Príncipe. Pues yo
mando agora un desatino.
Capit.\n. Perdóneme Vuestra Alteza ;
dejarme quiero matar,
mas las llaves no he de dar,
que es deslealtad y bajeza.
Príncipe. Déjame salir de aquí
a ver a cierta mujer,
que luego podré volver.
Alfredo. Alejandro, ¿estás en ti?
Mira que es dar ocasión
a que e"! Rey crea este engaño ;
que no ha de venirte daño
de aquesta injusta prisión.
Príncipe.
Alfredo.
Príncipe.
Alfredo.
Capitán.
Príncipe.
Capitán.
Príncipe.
Capitán.
Príncipe.
No des ocasión que un viejo,
fácil en creer traidores,
para mayores errores
le pida al Conde consejo;
que echarán suertes a cuál
han de cortar la cabeza.
No te espantes si es flaqueza
faltarme valor igual.
Que como cerca me vi
de asir con la mano el cielo
de mi remedio y al suelo
tan de repente caí,
diera la vida por verme
entre aquellos bellos brazos,
entre lágrimas y abrazos
amarme y satisfacerme.
¡ Oh, traidor Conde, mal pago
has dado a mi voluntad !
De tu pena y soledad
mis agravios satisfago.
Pero advierte que también
me queda a mí que sentir.
Yo me tengo de morir
si mis ojos no la ven.
Vaya el Capitán por ella.
Si quieres, yo iré.
' Pues parte.
Dile, amigo, de mi parte
que estoy muriendo por ella,
que yo sé que ella vendrá.
¿No vive allí?
Si, allí vive
la vida de quien recibe
vida el alma a quien la da.
Pues yo voy por ella al punto.
Pártete, amigo, y verás
que sin milagro podrás
resucitar un difunto.
(Vansc, y salen de boda el Rey, Lucinda, Rósela,
Teodora y el Marqués.)
Rósela. Quiero os dar el parabién.
Lucinda. Marqués, ¿ casóme de veras ?
Marqués. Calla, que aquestas quimeras
vendrán a parar en bien.
Teodora. ¿ Cómo estamos vos y yo?
jMarqués. Que os quiero como sabéis,
pues enredado me habéis
como ninguno se vio.
Teodora. ¡ Qué galán el Rey pretende
a su nuera !
Marqués. ¡ Estoy temblando !
360
LUCINDA PERSEGUIDA
Teodora.
Marqués.
Teodora.
Marqués.
Teodora.
Lucinda.
Rósela.
Rey.
Lucinda.
Rey.
Rósela.
Lucinda.
Rey.
Lucinda.
Rey.
Lucinda.
Rey.
Teodora.
Marqués.
Lucinda.
Rey.
Rósela.
¡ Qué tierno la está mirando !
Lo seco pronto se enciende.
Espantada está Rósela.
¡ Válame Dios! ¿Qué ha de hacer
el Rey cuando llegue a ver
esta quimera y cautela?
Sospecho que ha de matarme.
Oye qué la habla.
Quiero
serviros con buen agüero
y en paz de todos casarme»
Creedme que hacéis error
en aborrecer ansí
a Alejandro.
Siempre fui
deste parecer, señor,
que Rogerio te ha engañado
en cuanto te ha dicho del.
Rogerio es hombre fiel
y en mi palacio criado,
y Alejandro un temerario,
que se casa a mi disgusto.
Rogerio es un hombre injusto,
traidor, engañoso y vario;
que amando a Lucjnda ha hecho
todas estas invenciones.
¿Y eran buenas intenciones
ponerme la espada al pecho?
Esa es la mayor traición
de las que él ha levantado.
Y aunque se hubiera casado
■merece justo perdón,
que Lucinda es bien nacida.
'Calla, Albania, que es error.
Fué hija de un senador,
así el cielo te dé vida.
¿De su parte te han hablado?
No, por tu vida, que en esto
hago mi negocio.
Has puesto
en mi amor nuevo cuidado,
que para madrastra es mucho
que vuelvas tanto por él.
i Qué libre que habla con él !
¿ Qué es esto que veo y escucho ?
No me has de tomar la mano
si no le das libertad.
Conoces mi voluntad
y que te resisto en vano.
Vaya el Capitán por ellos.
Besóos las manos, señora,
por tal merced.
Teodora. ¡ Priva agora !
Rey. En la red de sus cabellos
tengo el alma.
Teodora. Diga enredo.
Lucinda. No lo agradezcáis así.
Rósela. No lo hiciera el Rey por mí.
Lucinda. ¡ Gracias a Dios que esto puedo,
pues en verdad que me vi
con bien poca autoridad !
Rey. Más piensa mi voluntad
hacer, Albania, por ti.
(Sale el Príncipe^ Alfredo y Capitán.)
Capitán. Ya aquí los presos están.
Rey. Llegad y besad los pies
a vuestra madre.
Príncipe. ¿ Quién es
nuestra madre. Capitán?
Capitán. La que veis, que está casado
el Rey.
Príncipe. Dadme, gran señora,
las manos.
Rey. ¿ De qué es agora,
Alejandro, estar turbado,
que a Albania has de agradecer
tu libertad?
Príncipe. Sí agradezco,
y ya que verte merezco
con tan hermosa mujer,
tú y ella me dad licencia
que hoy me A'oy a España.
Rey. i Bien !
¿Piensas matarme también
con soledades de ausencia?
Pues ya tengo a quien querer,
ya no me darás pesar ;
pero, ¿cómo has de dejar
a Rósela, tu mujer?
Príncipe. Rósela no es mujer mía,
que lo es de mi hermano Alfredo.
Rey. ¿Es esto verdad?
Rósela. No puedo
negarlo.
Alfredo. Ni yo podría.
Rey. ¿ Cómo me habéis engañado ?
Alfredo. Porque cuando lo trataste
era ya mi mujer.
Rey. ¡ Baste !
¿Y el poder?
Alfredo. Ya está borrado,
que no era nada el poder;
y el que nos casó sabía
ACTO TERCERO
361
I
a quién casaba.
Príncipe. Este día,
señor, me has de conceder
licencia para partir.
Rey. ¡ Acortarásme el vivir !
Príncipe. Paciencia podrás tener.
Rey. Si te vas porque me caso
yo lo dejaré de hacer.
Principe. Sabrás que por tu mujer
desde que la vi me abraso.
Si me la dieses, señor,
mudaré vida y estilo.
Rey. ¿ Esto hay agora, Camilo ?
Príncipe. Pues no te está a ti mejor;
porque casarte tan viejo
te puede quitar la vida.
Rey. a no ser de mí querida,
tomara vuestro consejo.
Príncipe. Échame la bendición,
que a España me quiero ir.
Rósela. ¿Esto quieres consentir?
Rey. Téngola mucha afición.
Mas si se ha de sosegar
'este ingrato desta suerte,
y para excusar mi muerte
quiere a Lucinda dejar;
si deja de ser Leandro,
mi mujer doy por mujer
a Alejandro, y quiero ser
con Alejandro Alejandro.
Mas no sé si ella querrá.
Lucinda. ¿Yo, señor?
Rey. Tú, pues.
Lucinda. Yo sí.
Rey. ¿Tan presto?
Lucinda. Quererte a ti
muy puesto en razón está.
Pero, ¿ quién no ha de querer,
puesto que en valor le iguale,
fiar más del sol que sale
que del que se va a poner?
Príncipe. Échanos la bendición.
REY. Digo que estoy de manera,
que aunque con Lucinda fuera
os diera a todos perdón.
Lucinda. Esa palabra te tomo.
Rey. ¿ Cómo ?
Lucinda. Que Lucinda soy.
Rey. i Rómpola !
Príncipe. Eso no, que estoy
casado con ella.
Rey. ¿ Cómo ?
Príncipe. Que dos nietos te podrán
enternecer.
Rey. ¡ Cosa extraña í
¡ Dejadme !
Príncipe. ¡Pues voime a España.'
Rey. j Dietenedle, Capitán !
{Sacan preso al Conde Belardo y Camilo y un
criado.)
Camilo. A Rogerio traen aquí
del Príncipe los criados.
Rey. ¡ Ah, traidor, que tus pecados
te han hecho venir ansí !
Belardo. En una barca en la mar
escapársenos pensó.
Conde. Ni puedo ni quiero yo
mis traiciones disculpar.
Dadme la muerte.
Lucinda. Hoy es día
de perdón : si eres servido,
su vida, señor, te pido.
Rey. Tú eres dueña de la mía.
]\L-\RQUÉs. Dadme, Lucinda, a Teodora,
que os olvidáis de premiarme.
Lucinda. Eso es, Marqués, obligarme.
Príncipe. Condestable desde agora
sois, Marqués.
Marqués. Tu hechura fui,
en mí tu valor se muestra.
Conde. La mayor grandeza vuestra
fué darme perdón a mí.
Rey. ¿ Qué habrá que el amor no rinda ?
Lucinda. Conmigo está disculpado.
Príncipe. Aquí se acaba, senado,
la perseguida Lucinda.
Fin de la famosa comedia de
"Lucinda perseguida".
MAS VALE SALTO DE MATA
QUE RUEGO DE BUENOS
COMEDIA FAMOSA
DE
LOPE DE VEGA CARPIÓ
HABLAN EN ELLA LAS PERSONAS SIGUIENTES:
Don Carlos.
Mendoza, lacayo.
Fabio, caballero.
El Conde de Barcelona.
Feliciano.
Enrique, galán.
Fineo.
Otavio-
Albano, viejo.
Cosme, villano.
Estela, dama.
Julia, criada-
Lisarda, dama.
GiLA, ziillaim.
JORNADA PRIMERA
(Salen Estela y Julia, criada-)
Julia. Dos años, señora mía,
ha que te sirvo, sin ver,
ni en la noche anochecer,
ni amanecer con el día:
porque después que tu hermano
el Conde de Barcelona,
sus sinrazones abona,
mostrándose tan tirano
contigo, que ni del sol
te deja ver la luz pura,
aunque en tu misma hermosura
hay parte de su arrebol,
no te he visto más contenta,
en mi vida.
Estela. Con razón
el doliente corazón
sus esperanzas alienta.
Dos años ha, Julia mía,
para que sepas la causa
de la historia que me aflige,
y del rigor que me espanta,
que mi hermano el Conde Anselmo
aquí me tiene encerrada
sin dejarme ver el sol.
Julia. Deseo saber la causa.
Estela. Una noche de San Juan,
que fué para mi desgracia
noche, en fin; mas no lo fué,
que no me arrepiento en nada ;
ordenó el Conde mi hermano
una fiesta, fiesta extraña;
mas fiesta fué, que en las fiestas
nunca faltaron desgracias.
Salió todo lo mejor
de Cataluña a la plaza,
haciendo la noche día
con los adornos y galas.
Salió mi hermano también
vestido de negro y plata,
en un corcel andaluz,
que en las pisadas mostraba
la arrogancia de su tierra,
si hay quien la llame arrogancia.
Estaba en esta ocasión
en la corte, Julia amada,
(¡ ay, amor niño !) Don Carlos,
un caballero, que a Italia
pasaba a servir al Rey,
que es causa de mi desgracia,
y yo lo fui de la suya.
Este (con una hacha blanca
en una mano, y en otra
el frencf, con que humillaba
JORNADA PRIMERA
I
Julia.
Estela.
del animal la soberbia,
que por ser suyo mostraba)
entró en la plaza vestido
de encarnado, de oro y plata-,
guarnecido ricamente,
y tanto en la luz brillaba
con el oro, y el taví
el resplandor de las hachas,
que tuve lástima del,
pensando que se abrasaba.
Llevaba un bonete rojo,
lleno de garzotas blancas
y de plumas diferentes,
que eran tan ricas y tantas,
que al pasar de la carrera
parece que declaraban
que dejaban de ser plumas
sólo por servirle de alas.
Lo demás no pude ver,
aunque de luz no había falta;
mas como era artificial
lo menos nos enseñaba.
Llegaron, Julia, a palacio,
adonde con otras damas
estaba esperando yo
el fin de mis esperanzas.
¿Luego ya visto le habías
otra vez ?
¿No es cosa clara?
¿Pues había de alabarle
con tantas veras el alma,
no habiendo visto de día
lo que de noche ignoraba ?
Pasó mi hermano delante,
y con cortesía y gala
reverenció a los balcones,
y se humilló a las ventanas.
Hizieron todos lo mismo,
mas don Carlos, que pasaba,
no sólo con cortesía
nos quiso mostrar su gala,
sino que al caballo mismo
hizo que los pies doblara
a pesar suyo, diciendo,
no a mí, sino a la ventana, (i)
Acabóse, en fin, la fiesta,
despedíme de las damas
y del Conde, por pensar
en su gentileza y gracia.
(i) Falta lo que dijo, aunque se adivina.
Quedé en un confuso abismo,
confusa, ciega y turbada,
ya imaginaba imposibles,
ya imaginaba desgracias.
Todo era imaginaciones,
y para creerlo estaba,
que erré el sujeto, creyendo
que imaginando acertaba ;
mas Jo que mucho se piensa,
es lo que más presto engaña.
¿ Mas para qué, Julia mía,
te canso con mis desgracias?
Disculpada estoy, que amor
lo más imposible allana.
Yo quise bien a don Carlos,
don Carlos me ofreció el alma,
yo el honor, él el guardarle;
yo la vida, él la palabra
de que sería mi esposo,
aunque la fortuna varia
sus mudanzas revolviese
con inciertas esperanzas.
Con esta palabra firme
entró tma noche en mi cuadra,
sin luz, porque amor es ciego,
y ninguna luz le basta.
Llegó a mi mismo retrete,
y yo, confusa y turbada,
una vez le despedía,
pero cien mil le llamabs.
Avisábame el honor,
dicíéndome que era infamia
casar con un hombre humilde;
mas como a oscuras estaba,
perdí al honor el respeto
sin encubrirle la cara.
Una vez me resolvía,
otra vez me reportaba
el enojo de mi hermano
y la ofensa de su casa.
Gran competidor es éste,
dice al amor, y él, que estaba
corrido de ver que en mí
tan poco poder alcanza,
puso una flecha en el arco,
y adonde el honor estaba
la encamina, y de tal suerte
contra el triste la dispara,
que cayó muerto en el suelo ;
mas como él la deseaba,
por poco que fué la herida
364
]\IAS V^ALE SALTO DE MATA QUE RUEGO DE BUENOS
Julia.
Estela.
JULLA.
Estela.
JULL\.
Estela.
Julia.
[Estela.]
se murió de buena gana.
En estos dulces amores,
llenos dé amorosas ansias,
entretuvimos un mes
la dilatada esperanza,
hasta que una noche (¡ ay, cielos !)
subiendo por una escala
don Carlos a mi aposento
vio el Conde su misma infamia.
Llamó su guarda al momento,
y apenas al suelo baja
mi esposo, cuando le prenden,
porque a desnudar la espada
aun no le dieron lugar.
Y el Conde, que de la causa
vivía ya sospechoso,
con una crueldad tirana,
con un corazón de piedra,
que a lágrimas no se ablanda,
mandó poner a don Carlos
en una torre con guardas;
unos que guardan su vida,
y otros que su muerte aguardan ;
y a mí, que ciega, y confusa,
esperando el fin estaba
deste in felice suceso,
principio de mi desgracia,
me manda prender también
en un cuarto de su casa,
donde no amanece el sol,
ni donde se asoma el alba.
Dos años ha que los dos
por esta amorosa causa
recibimos esta pena,
lloramos ¡esta desgracia.
¿ Pero ves que el Conde mismo
desta manera me trata ?
Sí, señora.
¿Ves las penas
que me congojan el alma?
Sí.
¿Ves esta carta?
Sí.
¿De quién será? (i)
De Carlos.
"Estela amada,
de aquí a dos horas te espero
en los muros de la Rambra."
Mira si esperan respuesta.
(i) Faltan verso y medio o sobra este hemistiquio.
Julia. Ninguno parece.
Estela. ¡ Ay, alma !
Dichosa podéis llamaros
en ventura tan extraña.
¿Que habéis de ver a don Carlos?
¿Que don Carlos os aguarda?
Dejad, ojos, de verter
tristes y piadosas lágrimas ;
celebrad en dulces versos
una ventura tan alta,
pues quien me dio la ocasión,
también me dará la traza.
¡Adiós, prisión; adiós, rejas,
que a mis piadosas palabras
mil veces os vi ablandar,
con tener de acero el alma !
Adiós, funestos tapices
que, con historias pintadas,
entre mis confusas penas
aumentabais mi esperanza ;
que bien puedo yo, sin ser
a vuestra piedad ingrata,
dejar vuestra compañía
tras una prisión tan larga.
Mira, Julia, si la puerta
•está abierta.
Julia. ¡ Dicha extraña !
Abierta está, que a traerte
vienen la cena.
Estela. Pues guarda
el silencio a lo que has visto,
y di que estoy ocupada
en mi oratorio.
Julia. ¿No adviertes
que te han de coger las guardas
si sales de esa m.anera?
Estela. Un vestido de villana
que ya tengo prevenido
me pondré primero.
Julia. Aguarda,
y aquestos brazos recibe,
pues mis desdichas te apartan
para no verte jamás.
(Llora.)
Estela. ¡ Ay, Julia !, soy desdichada.
Toma esta cadena mía,
y perdona si me apartan
hoy mis desdichas de ti.
No llores.
Julia. Peñas ablandan.
JORNADA PRIMERA
365
ver esos soles divinos
sujetos a las tiranas
manos de un cobarde vil.
{Dan un golpe.)
Estela. Otra vez a la ventana
han tocado.
Julia. Fabio, espera.
Adiós, señora del alma.
EsTEL.\. Adiós, Julia.
Julia. Dios te í;"uíc
y te de ventura tanta,
que a tus estados te vuelva,
y de tu hermano a la gracia.
Estela. Cuando eso, Julia, no sea,
el gozar a Carlos basta ;
porque dos gustos conformes
es la riqueza más alta.
(Vansc-)
(Salen Fabio 3; Feliciano, empuñando las espadas.)
Feliciano. Aquí no hay gente.
Fabio. Imagino
que nos vienen espiando.
(Asoman arn
a DON Carlos y Mendoza,
colgando una escala.)
lacayo,
D. Carl. Baja con tiento y callando.
Mendoza. Nuestra desdicha adivino.
Fabio. Bien digo, que gente suena.
Feliciano. Otro lugar más secreto
busquemos para este efecto;
tu arrogancia te condena,
pues te apartas de tu muerte
lo que te vas alejando.
(Vansc-)
D. Carl. Parece que están hablando
abajo.
jMendoza. Tiembla d más fuerte
en semejante ocasión.
D. Carl. Ten la escala fuertemente.
Mendoza. ¿Es posible que haya gente,
que quiera verte en prisión ?
¡ Vive Dios, si encapo désta,
que ya lo tengo por cierto,
que me tienen de traer muerto
y no preso !
D. Carl. A mí me cuesta
más pesares que no a ti,
pues carezco de unos ojos
a quien por justos despojos
alma y libertad rendí.
Mendoza. A mí me cuesta el no ver
unos ojos, pesia tal,
que en día de tanto mal,
mal me debieron de hacer,
Pero ahora, vive Dios,
que me tengo de vengar,
y se los he de quebrar,
aunque le compre otros dos
de plata.
D. Carl. Calla, ignorante,
bajaremos poco a poco.
Mendoza. Ya estoy de contento loco
en ocasión semejante.
¿Que me he de ver en la calle
libre de tanto rigor?
¿Que podré yo ser señor
de mostrar mi gentil talle ?
¿ Que podré yo mismo ir
por el vino, que enviaba
otras veces ? ¡ Cosa es brava !
El estar preso es morir.
En saliendo, al mismo punto
he de tomar posesión
en un santo bodegón,
por gozar todo el bien junto.
Sentaréme en una mesa;
parece que ya la veo. —
¿ Qué quiere, huésped ? — Deseo
que me deis una camuesa
para empezar; pero no,
venga un poco de tocino.
(Salado está : venga el vino.
¿ Echaréle agua ? — ¿ Agua ? Eso no.
Agúale con vino tinto,
que es alivio de mi tierra.
Esto, y mentiras de guerra,
famosamente lo pinto.
¿Estás abajo?
D. Carl. Ya estoy;
baja tú y dame la espada.
Mendoza. Allá se queda olvidada.
D. Carl. Pues ve por ella.
Mendoza. Ya voy.
(Vasc, y salen el Conde y Federico.)
Conde: Por aquí dice que fueron
los dos.
Federico. A reñir irán.
Conde. ¿Qué causas, dime, tendrán?
Federico. De amor sin duda nacieron.
566
MÁS VALE SALTO DE MATA QUE RUEGO DE BUENOS
según pienso ; porque yo
estuve un poco escucliando,
y estaban los dos tratando
cuál fué el que primero entró
en casa de cierta dama,
que el nombre no pude oír.
Co'NDE. ¿ Por eso han de permitir
que se oscurezca la fama
de dos nobles caballeros?
Federico. Remedido Vuestra Alteza,
pues ve el peligro que empieza
en el sacar los aceros.
Conde. ¿Qué hora será?
Federico. Las doce.
Allí está un hombre arrimado.
D. Carl. Mi muerte y fin ha llegado
si es que alguno me conoce.
Federico. ¿ Quién es ?
D. Carl. Guarda del castillo
donde Carlos está preso, (i)
¡ A qué bajeza me humillo !
Mas para guardar la vida
¿qué no intenta el desdichado?
Conde. Cuando me acuerdo que ha dado
a mí casa generosa (2)
tanta afrenta una mujer,
es causa que pierdo el seso.
Federico- Ya tu rigor es exceso.
Conde. ¡ Vive el cielo, que han de ver
los dos el iiltimo estremo
■de su vida en la prisión !
Federico. Aunque te sobra razón,
que se enoje el cielo temo.
Conde. ¿ Mucho os debe importar
el guardar a Carlos?
D. Carl. Sí,
que hago cuenta de que a mí
me guardo en este lugar.
Conde. El guardarle es fácil cosa.
D. Carl. Por guardarle he de morir.
Conde. Por vos se podrá decir
que sois guarda cuidadosa.
D. Carl. Aunque este nombre se arguya
de mí lealtad conocida,
pienso antes perder la vida
que no aventurar la suya.
Conde. Leal sois.
(i) Falta vin verso, antes o después de éste.
(2) "Generosa" no es consonante de "vida", como
debía de ser, o "vida" de "generosa".
D. Carl.
Conde.
D. Carl.
Conde.
D. Carl.
Conde.
D. Carl.
Conde.
D. Carl.
Conde.
D. Carl.
Conde.
D. Carl.
Conde.
D. Carl.
Conde.
D. Carl.
Conde.
D. Carl.
Conde.
D. Carl.
Conde.
D. Carl.
Conde.
D. Carl.
Aunque me deis
el nombre que ahora escucho,
yo pienso que antes de mucho
ese nombre negaréis.
¿Por qué?
Porque voy pensando
que los vendréis a librar.
¿Yo librar?
¿Puedo errar,
sino es así?
Imaginando
estoy que me conocéis.
Pues, ¿quién sois?
El Conde soy.
Humilde a esos pies estoy.
Cuidadosa guarda hacéis;
pues a tal tiempo veláis
por cumplir lo que yo ordeno.
Cualquier disgusto condeno
en cosas que vos mandáis.
Yo os premiaré.
De esa mano
espero el premio, (señor.
Merecéis cualquier favor.
A tu servicio me allano,
pues tal ventura me ofreces.
En cortando la cabeza
a don Carlos, mi grandeza
te dará lo que ¡mereces.
En semejante ocasión
no quiero premio ninguno.
¿Qué dices?
Que en oportuno
tiempo, y feliz ocasión
llegue a verte, gran señor.
Mas ¿qué buscáis por aquí?
Vengo a buscar...
(¡ Ay de mí !)
Aunque disfrazo el rigor,
dos criados de mi casa,
que por disgustos fundados
en deshonestos cuidados,
que de enojo a agravio pasa,
habrá un hora que salieron
a matarse al campo.
¿ Aquí ?,
¿habrá un hora?
¿Un hora?
Sí,
que esos dos hombres vinieron,
y aunque pude imaginar
JORNADA PRIMERA
367
el disgusto que traían,
el ver que juntos venían
me pudo, señor, quitar
la sospecha.
Conde. ¿Adonde fueron?
D, Carl. Detrás de aquellas paredes
dése jardín; aquí puedes
esperar, que ellos dijeron
que es aquel lugar secreto.
Conde. Pues enséñame el lugar.
D. Carl. Aquí puedes aguardar,
que jí'O iré, y si están prometo
volver a avisar.
Conde. Camina,
pues, amigo, y ven volando.
D. Carl. Si haré, pues me está aguardando
aquella prenda divina.
Conde. Aguarda, que gente viene.
(^Salc Faeio.)
Fabio. Aquí dijo que aguardaba
Carlos.
D. Carl. Mira que estaba
aquí el Conde, en el fingir (i)
está mi vida o mi muerte.
Fabio. Guarda del castillo soy,
¿qué gente es esta?
Conde. Yo soy
el Conde, que de esta suerte
dos hombres vengo buscando,
que aquí a reñir han salido.
Fabio. Los pies, gran señor, te pido.
D. Carl. j Vive Dios, que estoy temblando !
¡ Ay, Fabio! ¿Diste el papel?
Fabio. Sí, y te está aguardando Estela.
D. Carl. Esto mi dicha consuela.
(íiIexdoza sah arriba con las espadas y broqueles.')
AIendoza. El divino San Miguel,
pues debajo de las plantas
tiene la mala visión,
me libre en esta ocasión.
Conde. ¿No escucháis?
Fabio. ¿ De qué te espantas ?
Conde. Gente en el Castillo suena.
D. Carl. Gran señor, Carlos será,
que su prisión cantará
al ruido de la cadena.
¡ Ay de mi ! ¡ perdido soy !
Fabio. Huyamos.
D. Carl. Mi mal veré,
Fabio, pero no me huiré.
Mendoza. En nombre de Dios, yo voy.
Conde. Con la obscuridad no veo.
(Embarázase en las espadas y broqueles.)
Mendoza. ¡ Valga el diablo tanta espada !
i Si diese alguna porrada !
que no estoy seguro creo.
La espada se me cayó;
también se cayó el broquel;
el -divino San Miguel
esta vez se descuidó.
Estotra se me ha caído,
pues que la escala es tan alta,
solo el caer yo me falta,
que no haré menos ruido.
(Coge el Conde su es_
y su broquel.)
(i) "Fingir" no consuena, como debía con "viene"
viceversa.
Conde.
Coged las armas.
D. Carl.
Señor,
ya están todas recogidas :
a Fabio, o perder las vidas,
o conservar el honor.
Mendoza.
¡ Válgame Dios !
Conde.
¡ Hola, presto ;
prendedle ! ¡ Guardas ; traición !
Llamad más guardas.
D. Carl.
No son
menester más.
]Mendoza.
¿Qué es aquesto?
Los diablos deben de ser;
que como caí, entendían.
que cierto el salto tenían.
quiérenme dar a beber ;
que ha sido el golpe bellaco.
Conde.
i Matadle !
Fabio.
Aunque tu rigor
es justo, importa, señor,
saber si hay traición.
Mendoza.
¡ Dios Baco,
valedme en esta ocasión.
pues sois causa de mi mal !
Conde.
Di, villano desleal;
di, padre de la traición,
¿eres Carlos?
Mendoza.
¿Para qué
lo pregunta?
D. Carl.
Advierte, espera;
368
MÁS VALE SALTO DE MATA QUE RUEGO DE P.UEXOS
podrá ser que sea quimera,
y que Carlos preso esté.
Que este es Mendoza, un criado
suyo, de notable humor,
y podrá ser, gran señor,
que éste solo haya bajado.
Mendoza. ¿Cómo puede ser, si Carlos
bajó primero que yo?
Conde. No tuvo él la culpa, no,
yo si, que pude matarlos,
y no quise. ¿Hay tal engaño
como el que en mi honor se ve ?
¿Cuánto ha que Carlos se fué?
Mendoza. Señor, habrá más de un año.
D. Cari.. Este es un loco, no creas, -
que don Carlos libre esté.
Conde. Y di, ¿por dónde se fué?
Mendoza. Señor, por las chimeneas.
Conde. ¡ Matadle !
Mendoza. No, ¿para qué?
¿En qué te ofendí, señor?
Conde. ¡ Que la afrenta de mi honor
por mi causa libre esté !
Tomad estas hachas presto,
estas puertas derribad.
Fabio. ¿Hay tan notable maldad?
D. Carl. Gente viene.
Conde. ¿ Qué es aquesto ?
{Sale FiNEO-)
Fineo. ¿Es el Conde mi señor?
Conde. Yo soy el Conde, Fineo :
¿qué quieres?
Fineo. Vengo a decirte,
y perdona, si me atrevo,
■la más notable maldad
que cupo en humano pecho.
Mi señora...
Conde. Acaba, di.
Fineo. Mi señora Estela...
Conde. Presto.
Fineo. Ha faltado de Palacio.
Conde. ¿Pues, las guardas?
Fineo. Con el sueño
y con la seguridad
se descuidaron.
Conde. ¿ Qué es esto ?
¿Estela falta?
Fineo. Sí, Estela
falta.
Conde. Mas pienso (i)
que 'los cielos me castigan
por no dar gusto a los cielos. ^
¡ Mal haya quien a mi furia
tiró los rápidos frenos
el día que hallé en mi honor
efectos tan deshonestos !
¡ Mal haya quien fué ocasión
de templar mi airado pecho,
lleno de mil basiliscos
de ponzoña y de veneno !
Parte, Federico, al punto
a Castilla; y tú, Fineo,
ve volando a Zaragoza,
y avísale al rey don Pedro
que si don Carlos llegare
a su corte o a su reino,
le prenda, porque a mi honor
le es importante el prenderlo.
Que supuesto que esta noche
han faltado a un mismo tiempo,
Estela y Carlos, ¿quién duda,
que van juntos? ¡ Santos cielos !
¡ Con justa ocasión castigas
mi piedad ! Yo lo merezco ;
pues no castigo a los malos,
cuando doy premio a los buenos.
Fineo. Iré al momento a servirte.
Conde. No quede camino alguno,
Fineo, en todo mi reino,
en que no se pongan guardas.
Mendoza. Y yo, si soy de provecho,
iré a buscarle también;
que ninguno...
Conde. ¡ Tú, villano,
en este castillo mesmo
pagarás en una almena
ser cómplice en el suceso !
Mendoza. En almena, no por Dios,
que me desmayo al momento
que m,e veo encaramado.
Conde. ¡ Rabiando estoy, vive el cielo !
Vosotros agradeced,
que mi enojo y furia enfreno,
que es bajeza, que mi espada
se emplee en viles sujetos.
Ven, Federico, conmigo,
y partiráste al momento
con Fineo.
(i) Verso incompleto.
JORNADA PRIMERA.
369
I
Mendoza. Dios te guarde
muchos años, que en efecto,
eres principal (i) cristiano,
y pienso por lo que has hecho
de darme la libertad,
hacer trescientos sonetos
a la piedad que has mostrado
conmigo.
Conde. A este infame
luego meted en el castillo (2)
donde no haya luz del cielo ;
que vive Dios, que ha de ver
antes que comience Febo
a descubrirnos su luz
entre sus oda jes negros,
Barcelona su castigo.
Castigado me han los ciclos,
pues pude tener honor,
y por mi causa lo pierdo.
(Vasc.)
]Mendoza. ¿Qué hemos de hacer ahora,
señores guardas ?
D. Carl. Que entremos
en el castillo.
Mendoza. Por Dios,
que hizimos la cuenta presto
sin la huéspeda. "Saldré
■de la prisión, al momento
tomaré la posesión
de un bodegón. Deseo
una lonja de tocino. —
Salada está ; venga luego
vino blanco, vino tinto. —
Haga la cuenta.' — Seis reales,
y hágale buen provecho. —
Mucho es, por vida mía,
que no me alcanza «1 dinero :
tres reales tengo no más. —
Venga una prenda. No tengo
ninguna. — Pues quede él.
A buena cuenta me quedo."
Esto ha sucedido así,
pues a la prisión me vuelvo
con el ensayo no más
de la comedia que he hecho.
Faeio. No aguardemos aquí más ;
D. Carl.
Fabio.
D. Carl.
Fabio.
D. Carl.
Mendoza.
D. Carl.
[Mendoza.
D. Carl.
Mendoza,
D. Carl.
Mendoza,
D. Carl.
Mendoza.
(i) Así en el original; pero quizás deba decir
"principe".
(2) Verso largo, porque han englobado dos, pues se
altera la rima.
VII
Gila.
Cosme.
Gila.
Cosme!
Gila.
Cosme.
no haya otro peligro.
Luego
ve, Fabio, y avisa a Estela.
¿Hemos de salir del reino?
No, Fabio, que entre villanos
de Cataluña estaremos,
mientras en el Conde pasa
el enojo.
Fué mi intento,
que en Castilla y Aragón
están tomados los puestos.
Llega, Mendoza.
¿Quién es?
Don Carlos y Fabio.
Creo
que pensábades que yo
no sabía ya el suceso.
Tú, ¿ cuándo ?
Si no supiera
que érades los dos, ¿no es cierto
que os matara o que huyera?
Calla, Mendoza, y al viento
imita por esta parte.
¿Y Estela?
\^endrá al momento,
que ya fué avisarla Fabio.
(Vase.)
Mil gracias le doy al cielo,
pues que ya ha hecho verdad
lo que antes fué fingimiento.
¡ Adiós, almena cruel,
que pensaste de mi cuello
ser desípoto (i) tirano,
antes que saliese Febo,
que yo pienso en otra parte
trocar, pues libre me veo,
en vino de San Martín
las cabriolas y gestos !
(Vase,)
(Salen Cosme y Gila, villanos.)
] Gracias a Dios que has venido
de la ciudad !
¿ Pues qué quieres ?
¡ Gracioso en extremo eres !
¿ Pues qué habrá en eso perdido ?
¿ Pues no me abrazas ?
; Yo a ti ?
(i) Así en el original.
2;
370
MÁS VALE SALTO DE MATA QUE RUEGO DE BUENOS
GiLA.
Cosme.
GiLA.
Cosme.
GiLA.
Cosme.
GiLA.
Cosme.
GiLA.
Cosme.
GiLA.
Cosme.
GiLA.
Cosme.
GiLA.
Cosme.
GlLA.
Cosme.
Cosme.
GiLA.
Cosme.
Til a mí; pues ¿qué tengo yo?
¿Quieres tú?
Yo sí.
Yo ¡no.
¿Ya, Cosme, me hablas así?
A fe que has visto tú allá
otra aldeana más linda.
A la he, que vi a Lucinda,
y la requebré.
¡ Toma !
i Mal fuego' os queme a los dos !
¿Y qué la dijiste?
¿Qué?
Acaba.
Yo lo diré:
"Lucinda, manténgaos Dios."
¡ Por mi vida, que me agrada
el requiebro ! ; ¿ y respondió ?
Sí, Gila.
¿ Cómo ?
Me dio
por respuesta una puñada.
Yo, como vide, a la fe,
que ella así me enamoraba,
cuando descuidada estaba,
una gran coz la tiré.
Ella, que sintió el regalo,
que la debió de. escocer,
sin hablar ni responder
me respondió con un palo.
Dolióme, Gila, a la fe,
y con semejante duelo,
por Dios, que me bajé al suelo
y una piedra la tiré.
Ella moviendo los brazos, ,
más gruesos que cuatro encinas,
ya pienso que lo adivinas,
me dio muchos garrotazos.
¿Y quedaste enamorado?
Por Dios, que me enamorara,
Gila, sí el amor entrara
sin tanto paloteado.
¿Y no me querrás tú a mí?
Sí, Gila, que esto es burlar;
bien me puedes abrazar (i).
Sí.
Yo no.
Pues sí no quieres,
Gila.
Cosme.
Gila.
Cosme.
Gila.
Cosme.
Gila.
Cosme.
Albano.
(i) Falta un verso después de éste, que podría ser,
como antes: "Yo a ti? ¿Quieres tú?", etc.
a Lucinda volveré.
¿Y querrásme?
Sí querré.
¿ Soy tu esposa?
Si tú quieres.
Pues dame los brazos.
Toma.
(Abrásala-)
¡ Mira, que viene señor !
¿ Señor viene?
Sí, mí amor,
mírale por dónde asoma.
(Salen Albano, viejo, y Lisarda.)
¿No te agrada esta frescura
mezclada con soledad,
hija, más que la ciudad,
donde Ig. hacienda se apura?
Aquí de tanta hermosura
podrás ver en sus reflejos
destas fuentes mil espejos,
que con un acento manso,
para que tomes descanso,
te darán cuerdos consejos.
Aquí de las maravillas
del cíelo, hay, hija, gran parte,
pues que pueden alegrarte,
cantando, las avecillas ;
ias no entendidas letrillas
contra la siesta gorjean,
las gravedades asean
en esos sitios dichosos,
pues no acusan envidiosos,
ni traidores lisonjean.
Aquí en estas fuentecillas,
llenas de menuda plata,
verás que el cieJo dilata
su raudal en maravillas ;
las arboledas sencillas (i)
te darán sombra apacible ;
no habrá ningún imposible
que a tu gusto lo parezca,
ni regalo que no ofrezca
este monte inacesible.
Aquí del mar los cristales
vierten pesca cada día;
(i) En el original, "sombrías", que no rima, como
debe, con "maravillas".
JORNADA PRIMERA
371
y ahora saldrá a porfía,
si tú a la ribera sales.
Estos criados leales,
te los traerán a manadas,
y ellos las alas atadas,
por ti estimarán su fin
hasta traerte el delfín
de escamas tornasoladas.
En este bosque que ves
hay icaza abundante y rica,
que ya con gusto se aplica
para ponerse a sus pies.
Mil cosas verás después
que te den gusto mayor :
cese, Lisarda, el rigor,
que en sí el enojo nos pinta,
para que venga esta quinta
a ser quinta del amor.
Lisarda. Con gusto, señor, estoy;
y cuando no le tuviera, ¡
bastaba que gusto fuera
vuestro, si vuestra hija soy;
que aunque os parezca que doy
tal muestra de sentimiento,
porque de vuestro contento
soy contrario en parte alguna,
sólo en mi triste fortuna
los pesares acreciento.
¿ Qué tienes ?
No tengo nada ;
tristeza y melancolía
siento no más.
Hija mía,
¿ esta quinta no te agrada ?
¿No la miras adornada
de tantas y varias flores,
que en sus diversos colores
una primavera hacen,
y al sentido satisfacen
aromáticos olores ?
¿De qué estás triste?
Lisarda. No sé.
Albaxo. Si tu hermano, con ser hombre,
que eso es razón que te asombre,
tiene gusto de que esté
donde estamos, ¿qué podré,
hija, de ti imaginar,
sino que por dar pesar
a mi vejez afligida,
me quieres quitar la vida
con no dejar de llorar?
Albano.
Lisarda.
Albano.
{Sale Enrique de galán y Estela de villana.)
Lisarda. Digo, señor, que estaré
por ti con gusto.
Albano. Aquí viene
tu hermano.
Enrique. Mujer que tiene
tanta belleza, no sé
como en tan tosco sayal
la sepultó la fortuna;
que puede envidiarte alguna,
aunque sea al sol igual.
Albano. ¿Qué es esto, Enrique?
Enrique. En el monte
ahora, señor, cazaba,
y aun apenas despeñaba
el sol por este horizonte
su claridad, cuando oí
dar voces en el camino
que en este monte vecino
se mira cerca de aquí.
Llegué con esto a lo llano,
y vide que dos soldados
estaban determinados
a hacer un hecho villano ;
y es que querían forzar
a esta mujer, a esta diosa,
que con una voz piadosa
ya cansada de llorar,
por las doradas mejillas
m^il lágrimas destilaba,
dando a entender que aumentaba
del tiempo las maravillas.
Yo, movido a compasión
de su gracia peregrina,
saqué la espada; imagina
lo que no hiciera un león;
porque yo a sacar la espada,
y ellos, señor, a huir,
nos vino el campo a medir
la fortuna dilatada.
Albano. ¿ Quién sois, aldeana hermosa ?
Estela. Soy una pobre aldeana
que en esta aldea cercana
fui un tiempo más que dichosa.
Murió mi padre y mi madre
en un tiempo, y yo, señor,
viendo (i) en peligro mi honor,
sin guarda de padre y madre.
(i) En el original "ver", que no forma buen sen-
tido.
372
MÁS VALE SALTO DE MATA QUE RUEGO DE BUENOS
por ser en aquella aldea
de muchos solicitada,
quise, seiTior, ser honrada,
ya que dichosa no sea :
y asi me puse en camino
para ir a otro lugar,
adonde tengo de hallar
un pariente, que imagino
que mi remedio ha de ser:
y en esos montes cerrados
me salieron dos soldados,
determinados de hacer
presa en mi honor ; pero quiso
Dios que este señor llegase,
y con su espada imitase
al Ángel del Paraíso.
Albano. Venturosa fuiste.
Enrique. Fué
por mi ventura, a lo menos.
¡ Ay, ojos de engaños llenos !,
¿cuándo tu luz gozaré?
Albano. ¡ Vive Dios, que es como un oro
la serranilla !
GiLA. ¿Hay tal cosa?
LiSARDA. ¡ Por mi vida, que es hermosa !
Enrique. Más qvie a mi mismo la adoro.
Albano. ¿Cómo os llamáis?
Estela. Yo, señor,
Olalla.
Albano. Pues en mi casa.
mientras la palabra pasa,
. que está cerca Fuente Flor,
de dónde venís, podéis
quedaros, si vos gustáis.
Estela. Mil años, señor, viváis,
por la merced que m.e hacéis.
Enrique. ¡Animo, esperanza mía;
no desmayéis, esperanza !
Cosme. Gila, esta es otra danza.
LiSARDA. Seréis muy amiga mía,
y os prometo regalar.
Estela. Como yo os pienso servir.
Enrique. Hoy comenzaré a vivir.
Albano. Hoy comenzaré a penar.
LlSARDA. Gila.
GiLA. Señora.
LisARDA. Entra dentro
y enseña a Olalla la casa.
Gila. Vamos.
Enrique, El alma se abrasa.
Cosme. ¡ Quién le saliera al encuentro !
Albano. Haz, hija, iponer la mesa,
que quiero entrar a comer.
Estela. Ya yo la voy a poner.
(Vansc los dos, Gila y Estela.)
Albano. De que se vaya me pesa.
Lisarda. Hermosa es, por vida mía,
la aldeana.
Albano. ¡ Y muy graciosa !
Enrique. Si a ti te parece hermosa,
no en vano el alma porfía.
(Salen Carlos, Fabio y Mendoza, de villanos.)
¿Hay tal desdicha, que Estela
D. Cari
no parezca i
Mendoza. ¡ Cosa extraña !
Fabio. Lo que esperando estuvimos
al Conde, esa fué la causa
de nuestra desdicha.
D. Carl. ¡ Ay, cielos !
Fabio. Aquí hay gente.
D. Carl. Aquí te aparta.
Albano. ¡ Ah, pastores !
D. Carl. ¿Qi^^é mandáis?
Albano. ¿ Buscáis algo en esta casa ?
D. Carl. Sí, señor, porque venimos
de Zaragoza a la fama
de la siega de esta tierra;
porque como allá se acaba
antes, acá hemos venido
a trabajar.
Albano. En mi casa
hallaréis buen hospedaje
los tres.
Lisarda. ¡ Buen talle, y gallarda
cortesía !
Albano. Vuestro nombre
me decid.
D. Carl. Pascual me llamo.
Lisarda. Pascual tiene lindo talle.
Albano. ¿Y vos?
Fabio. Menandro.
Lisarda. ¡ Qué cara
tiene Pascual!, ¡qué galán!
Albano. ¿ Y vos ?
Mendoza. Yo, no me acordaba,
]\Iendoza; mas ño Mendoza.
Albano. ¿ Qué decís ?
Mendoza. Sancho de Umayna.
Albano. ¿De dónde sois?
Mendoza. Yo, de Angeo.
Albano. ¿Dónde cae?
JORNADA SEGUNDA
373
Mendoza.
Albaxo.
D. Carl.
Mendoza.
Cosme.
Mendoza.
Cosme.
Mendoza.
Cosme.
Estela.
D. Carl.
Fabio.
D. Carl.
Fabio.
Estela.
Cosme.
Estela.
Albano.
Lisarda.
Albano.
Enrique.
Fabio.
Albano.
D. Carl.
Albano.
Gila.
Mendoza.
Gila.
Mendoza.
Cosme.
Lisarda.
Junto a Holanda.
En casa os quedad los tres,
pues en la siega y labranza
seréis todos menester;
que mientras la furia pasa
del verano, en esta quinta
hemos de estar, sin que vayan
mis hijos y yo a la corte.
Pues la fortuna contraria,
mudó mi suerte, aquí pienso
estar hasta que haya fama
de Estela, mi amada esposa.
¿Sois vos también desta casa?
Sí, hermano.
Los dos seremos...
¿Qué hemos de ser?
Camaradas.
¿ Camaradas ? No le quiero.
La comida está sacada,
y la mesa puesta.
¡ Ay, cielos !
¿Qué te alborotas? Repara...
¿Qué buena fortuna ha sido
la que ha traído a esta casa
a Estela?
Tu dicha, Carlos.
¿ Aquél no es Carlos ?
Aparta.
¡ Ay, Carlos del alma mía !
Entra conmigo, Lisarda.
Hoy resucita mí amor.
Hoy resucitan mis canas.
¿Hay más bella zagaleja?
Hoy viven mis esperanzas (i).
¿Hay hermosura más alta,
que la de Lisarda, cíelos?
Entrad vos, Pascual, en casa.
Eso es lo que yo deseo.
¡ Válgate Dios por serrana !
(Fase.)
¿Qué gente es esta?
Ya somos
los tres que mira de casa,
¿Por su vida?
Y por la suya.
Apártese, noramala.
¡ Ay, Dios, qué gentil mancebo !
(Vase.)
(i) Falta un verso después de éste.
Enrique. ¡ Ay, Dios, qué bella serrana !
(Vase.)
Estela. ¡ Válgate Dios, por Pascual !
(Vase.)
D. Carl. ¡ Válgame Dios, por Olalla !
(Vase.)
i Válgate Dios ! ¿ Cómo es tu nom-
Gila : ¿ y tú ?
Mendoza.
Gila.
Mendoza.
Gila.
[bre? (i)
Sancho de Umayna.
¡Válgate Dios, por Sancho! (2)
(Vase.)
Mendoza. ¡ Válgate Dios, por ensancha !
(Vase.)
Cosme. ¡ Valga el diablo el cuerpo, amén,
que os ha traído a esta casa !
(Vase.)
JORNADA SEGUNDA
(Salen Fabio y Lisarda.)
Fabio. Templa, señora, el desdén;
que aunque es el traje villano,
yo sé que algún cortesano,
y caballero también,
no es tan bueno como yo ;
y pues que ya me declaro,
en m.i suerte no reparo,
pues vuestro amor me abrasó.
Un caballero, señora,
soy aragonés, que así
me vine a encubrir aquí
mientras allá se mejora
nuestro suceso. Pascual
tampoco es villano, que es,
aunque rústico le ves,
caballero principal.
Pero después que esos ojos
vi, señora, por mi mal,
amor me ha tratado tal,
que por más cuerdos enojos
tomara el haber perdido
(i) Verso largo; quizá sobra el "como".
(2) Verso corto. Quizá diría, por estar en Cata-
luña, "en Sancho" ; y por eso contesta luego Men-
doza "en sandia".
374
MAS VALE SALTO DE MATA QUE RUEGO DE BUENOS
Fabio.,
LlSAKBA.
Fabio.
LlSARDA.
Fabio.
la vida allá en Aragón,
y mirara mi afición
llena de perpetuo olvido.
Lisarda. Menandro, siempre pensé
que hay en vos mucha nobleza,
que aunque os cubra la corteza
del tosco sayal, yo sé
que es desigual al estado;
y Jo que ahora me pesa
€s que hayáis con tanta priesa
vuestra pasión declarado.
¿Por qué, señora?
Porque
estimo en más a Pascual,
vuestro amigo.
¿Hay cosa igual?
¿ Luego con eso os daré
más ocasión de mirarle?
Sí, Menandro, es caso cierto;
pues que me habéis descubierto
más ocasión de adorarle.
Pues sabed, señora mía,
que os he engañado, por Dios,
que solamente los dos
somos los que en este día
veis, sólo dos villanos,
que sirven en vuestra casa;
iporque aqueste estilo pasa
entre algunos cortesanos,
que son de burlas amigos,
y aquesto me han enseñado ;
pero aunque os haya engañado,
no habiendo habido testigos,
poco importa.
Lisarda. ¿ Qué me dices ?
¿villano es Pascual?
Fabio. Señora,
los dos venimos ahora,
por sucesos infelices,
que han sucedido en la siega,
a vuestra tierra.
Lisarda. i Ay de mí !
Fabio. Y pues ya he venido aquí,
y el trabajo no sosiega,
haz que el recado me den
para que al campo me vuelva.
Lisarda. Por más trazas que revuelva
el villano, yo sé bien
lia verdad: entra y dirás
que te den recado.
Fabio. El eielo
te guarde.
(Vase.)
Lisarda. Y me dé consuelo
en la pena que me das.
¿Vióse tan alta ocasión
de mi bien y de mi mal?
(Salen Estela y Albano.)
Estela. Yo no pretendo hacer tal,
ni aun por imaginación.
Y con aquesto me vo}'.
Albano. ¿Quién eres tú?
Estela. Tu criada;
mas eso no importa nada
para lo que pides.
Albano. Estoy (i)
muerto por tus bellos ojos,
y no hay medio que me aplaque.
Estela. Si quieres que me los saque,
acabarán tus enojos.
Albano. No, mi bien, quiejo adorarlos.
Estela. ¿Adorarlos? ¿Soy yo santo?
Albano. Ya de tu rigor me espanto.
Estela. Conténtese con mirarlos.
Albano. El mirar sin el gozar,
¿de qué efecto puede ser?
Estela. Pues yo me paso con ver,
pásate tu con mirar.
Albano. Mira que quiero casarte
con un hombre.
Estela. Mas, ¿qué fuera,
si algún pollino me diera
destos que pacen aparte ?
Albano. Si yo te quiero casar,
¿en qué te ofendo, mi bien?
Estela. Debe de querer también,
según parece, probar
si soy buena para ello.
Albano. Es honrarte.
Estela. ¡ Arre allá !
Quien tales honras me da
muy cerca está de no sello.
Apártese allá
Albano. ¿Hay tal cosa?
Mira.
Estela. Esto le aconsejo.
Albano. Oye.
Estela. Apártese, viejo.
(i) Verso largo. Quizás, en lugar de "pides", diría
el texto primitivo "hablas".
1
JORNADA SEGUNDA
!75
Albano. ¡No vi mujer más hermosa!
Estela. Mi señora, yo me voy.
{Vase.)
LisARDA. Señor, ¿qué es esto? (i)
Ai.BANO. En este extremo me ha puesto,
cuando al occidente voy
de mi edad, el ciego amor.
¿Hasme oído?
LiSARDA. Ya te oí. (2)
Albano. Y burlaráste de mí.
LiSARi>A. ¿Por qué causa, mi señor?
¿ No eres hombre ?
Albaxo. i Ay, hija amada !
Muerto me tienen sus ojos,
y entre amorosos despojos
me tiene el alma abrasada.
Nunca a mi casa viniera
serrana tan celestial,
pues siendo de pedernal
vuelve mi pecho de cera.
Si quieres que viva yo,
habíala, Lisarda mía;
di que en tan dulce porfía .
el alma se me abrasó.
Dile que mi vida es suya,
mi hacienda, mi honor y ser,
y que en casa vendrá a hacer
oficio de madre tuya.
Dila que la casaré
con Cosme, y que de mi hacienda
le daré tanto, que entienda
cuánto la adoro.
Lisarda. Si haré,
y creo que con mi ruego
se ablandará.
Albano. Su rigor
es grande, pero mi amor
es, Lisarda, un vivo fuego.
Lisarda. Yo voy.
(Vase.)
Albano. En tu mano está
el remedio de mi vida.
(Sale ExRiQUE con un papel.)
Enrique. ¡ Que una' villana fingida
(i) Verso corto, fácil de completar, por ejemplo:
"Señor, decidme: ¿qué es esto?"
(2) En el original, "he oído", que no rima con
"mí".
tan grande guerra me da
después que vino a esta casa,
corte ya de mi cuidado,
donde amor leyes ha dado,
que a uno hiela y a otro abrasa !
Sólo contemplo y adoro
en su divina hermosura,
que si es -(i) quimera o ventura
para mis daños ignoro.
Por las huertas y jardines,
sólo me entretengo en ser
de tan divina mujer,
retrato de serafines,
un humilde coronista,
alabando en dulces versos
los apologios diversos
que hay en su apacible vista.
Albano. Enrique.
Enrique. Señor.
Albano. ¿ Qué es eso ?
Enrique. Una carta que a mi hermano
escribo.
Albano. • Si es de tu mano
letra y nota, yo confieso (2)
que estará con discreción
escrita.
Enrique. Mi estilo sabes,
y no es razón que le alabes.
Albano. Muestra.
Enrique. No es, señor, razón
que sepas lo que hay, en suma,
entre yo y mi hermano.
Albano. A ver.
Enrique. No acertarás a leer,
que estaba mala la pluma.
Albano. Lo que pudiere leeré.
Enrique. ¿ Por mi vida ?
Albano. Por tu vida.
Enrique. Mi pasión está entendida :
paciencia.
Albano. Tu amor veré.
(Toma la carta y lee-)
"Pues que me debes la vida..."
¿Tu hermano te debe a ti
la vida?
Enrique. Pienso que sí.
Albano. Esto es razón que te impida.
Borra.
(i) En el original, por errata, "que esta".
(3) En el original, "confío", que no rima con "eso''
376
MAS VALE SALTO DE MATA OUE RUEGO DE BUENOS
Enrique.
Aleano.
Enrique.
Albano.
Enrique.
Albano.
Enrique.
Albano.
Enrique.
Albano.
Ya borrado está.
^'Yo soy causa de ttt bien;
no muestres tanto desdén
a quien el alma te da."
¿ Estás loco ?
No te espantes,
si a tres cartas que le he escrito
no responde.
No es delito
entre mozos y estudiantes.
Borra, que ya es mucho amor
el que le muestras; no fueras
más tierno cuando escribieras
a alguna dama.
Señor...
"Celos tengo de un villano,
que pienso que más le estimas.^'
Yo no entiendo estos enimas.
A declararlos me allano.
A un estudiante su amigo,
si no es que me han engañado,
me han dicho que le ha estimado
más que a mí, y así le fligo
que tengo celos de que
no me escriba, por hablar
con otro.
No has de negar
que disparate no fué.
Borra.
(^Borra.)
"Mi bien, yo te adoro,
y alma y corazón te ofrezco,
y tantas penas padezco,
que yo mismo las ignoro."
¿ Qué es esto ?
El amor, señor,
de hermano; ¿de qué te espantas?
¡ Tantos mis bienes y tantas
almas tan llenas de amor
es necedad, vive Dios ! .
Más parece que le escribes
a alguna alma donde vives
cautivo; y para los dos,
ya sé que el traje es fingido,
y que fué aviso secreto,
pues el billete discreto
para Olalla sólo ha sido.
Mal hemos hecho en borrar
tan bien escrito papel ;
mucho espero que con él
tu hermano se ha de alegrar.
Enrique. Señor, la fuerza de amor.
Albano. ¡ Calla, infame ; calla, loco,
que a más furia me provoco,
y a más enojo y rigor!
¿ Cómo que en una villana
pongas tu amor? ¡Vive el cielo.
que tina tu sangre el suelo !
¿ Hallas en mi edad anciana
flaqueza alguna que pueda
darte ese ejemplo? Responde.
P^nrique. El amor que mal se esconde,
¿qué mucho que al alma exceda?
Albano. ¡ Vive Dios, villano loco,
que si tratas de este amor,
que has de ver en mi rigor
a qué furia me provoco !
¿ Con una villana ?
(Vasc.)
Enrique. ¡ Cielos !
Tus bellos ojos adoro,
que son del alma tesoro,
a no matarme ios celos.
Esta hermosa primavera,
¿ quién habrá que no la estime ?
¿ Qué es esto, Olalla ?
(Sale Estela con vn plato.)
Estela. Escorríme
famosamente acá fuera.
No sé qué quiere este viejo,
que no me deja un momento.
Enrique. Con mi mismo pensamiento
para amalla me aconsejo.
¿ Dónde vas ? Detente y mira
lo que te estimo y adoro,
pues por esos ojos lloro,
por quien el alma suspira.
Dame esa divina mano
por premio de tanto amor.
Estela. Estése quedo, señor.
Enrique. No tengas pecho villano.
Advierte...
Estela. No se me llegue.
Enrique. Que te adoro.
Estela. ¿Que me adora?
Enrique. Sí, mi bien; sí, mi señora.
Estela. ¿Oye cosa que le pegue?
No pellizque.
Enrique. No [lo] haré;
no soy grosero villano.
Dame esa divina mano.
JORNADA SEGUNDA
3/7
(Vase.)
Estela. Mas que nunca jamás vuelvas
a darme más pesadumbre,
(i) Este verso está errado. Probablemente se es-
cribiría "Mire que le pegaré".
(2) Verso largo. En vez de "valona", diría "capa",
''cuello", u otra semejante.
Estela. ;Mire que le pegaré.
ExRiQuE. ¡ Vióse pecho más ingrato !
Estela. Vayase dende.
Enrique. ¡ Ay de mí!
Ola! la, llégate a mí.
Estela. ¿Mas que le doy con el prato?
Enrique. Pierde el temor.
Estela. Sí haré,
como esté quedo.
Enrique. Sabrás,
ya que tan esquiva estás...
Estela. ]\íire que ha de estarse quedo, (i)
Enrique. ¿ Pondrásme aqueste alfiler
en la valona?
EsTEL.A. No, señor. (2)
Enrique. ¿Por qué?
Estela. Tengo mal olor,
Enrique. De jazmín debe de ser;
que aquesta boca de perlas,
¿cómo, Olalla, ha de oler mal,
siendo sus puertas coral ?
Estela. ¿ Perlas ? ¿ Pues quiere cogerlas ?
Enrique. Si tú gustas.
Estela. ¡ Cosa cNtraña !
Ya no fueran, a tenellas,
allá a las Indias por ellas
habiéndolas en Españct.
Enrique. Como vive tu valor
en ese tosco sayal,
no le conocen.
Estela. ¿Hay tal?
Quédese con Dios, señor.
Enrique. ¡ Que tu amor es tan ingrato ■
al mío !
Estela. Pues ¿qué he de hacer?
Enrique. r^Ii bien, amar y querer.
(J'a a asiila.)
Estela. ¿Mas que le doy con el prato?
Enrique. ¿Hay cosa más rigurosa?
A morir voy padeciendo,
pues que padezco sufriendo,
sí es todo una misma cosa.
Li sarda.
Estela.
Lisarda.
Estela.
Lisarba.
aunque por matar tu lumbre
te arrojes de aquellas selvas,
que al mar alargan sus faldas
sujetas a su rigor,
pues sabes ya que tu amor
lo arrojo por las espaldas.
Libre estoy ya de mí hermano,
y Carlos lo está también,
que para tan alto bien
con más que piadosa mano
nos juntó el amor, y cuando
pensó mi dicha gozalle,
miro y veo que en su talle
está Lisarda adorando.
Con razón suspiro y lloro :
celos me abrasan el pecho
{Sale Lisarda.)
Que se ha de enojar sospecho,
pues ya su rigor no ignoro.
¡Hola, Olalla!
Señora mía.
Aquí te he salido a ver,
porque sepas que has de hacer
dos cosas en este día
por mí. La primera es
que has de hablar aquel villano,
que ya me rindo y allano
a sus generosos pies;
pues claramente he sabido,
y de tí saberlo espero,
que el villano es caballero;
que el traje, Olalla, es fingido.
Y pues que tan fácilmente
a tí me descubro, Olalla,
es que la lengua no calla
la pasión que el alma siente.
Esto es cuanto a mí. Mí padre
has de saber que te adora ;
dice que te hará señora,
dice que te hará mi madre;
serás su esposa, serás
dueña desta casa y trato.
Voy a llevar este plato,
que después me lo dirás.
(Sale Albaxo.)
No entiendo aquesta villana ;
no sé qué presuma desto,
pues fué ignorante tan presto,
y tan presto cortesana.
378
MAS VALE SALTO DE MATA OUE RUEGO DE BUENOS
Albano.
LlSARDA.
Albano.
LlSARDA.
Albano.
LlSARDA.
Albano.
Enrique.
Albano.
Enrique.
¿ Hablástela ?
Ya la hablé.
¿ Qué dijo?
El rigor templó
algún tanto, y escuchó
lo que de ti le conté,
y acabado de escuchar,
que pudiera enternecer
■la más esquiva mujer,
se entró, señor, sin hablar.
¡ Desdichado amante soy !
Yo tercera desdichada,
pues nunca salgo con nada,
y más si en mi favor voy.
¿Qué es esto, Enrique?
Señor,
estos son los labradores
que con guirnaldas de flores
acaban hoy la labor,
y vienen todos cantando.
Advierte.
Entren al momento.
Vienen cantando y bailando.
{Salen los músicos cantando, y todos de segadores.
Salen Carlos, Fabio, Cosme, Gila, Mendoza, con
una Cruc de espigas, cantando.}
"Alabanzas al Señor,
que la siega es acabada,
y amor (i) nos deja templada
la furia de su rigor.
Labradores de Girona,
venid todos en persona
a la siega que el cielo nos dio;
esta sí que es siega famosa,
esta sí, que las otras no."
D. Carl. Mil años os guarde el cielo,
como puede a todos tres,
y si son pocos mil años,
siete mil vivas, amén.
Esta abundancia del cielo
muchos años la gocéis,
que gozándola mil años,
no tendréis envidia al Rey.
Vuestros segadores hoy
vienen aquí, como veis,
coronados de los trigos
que en esas parvas se ven.
(i) Asi en el original; pero quizá deba decir "y
el sol".
Y i plega a Dios que de modo
otro año lo veáis crecer,
que no pudiendo con hoces,
con guadañas lo seguéis !
Vístase el ameno prado
de flores, que saben ser
lisonjeras para el gusto,
si hay lisonjas que le den.
Rompan los aires sutiles
las cañas, de tres en tres,
y llegue el trigo en las trojes
a la más alta pared.
Y no sólo en rubios trigos
vuestros tesoros estén,
sino en granos de diamantes
montones de diez en diez.
Y cuando pase el agosto,
con su fruto veáis verter
el mosto por las tinajas
sin poderlo recoger.
Y de manera os alegren
los racimos que cortéis,
que aunque muchos hagáis pasas,
muchos en el aire estén.
Y para que os acompañen
ellos, y el gusf-o también,
os entapicen el techo
con melones que colguéis.
Los árboles que en el campo
desnudó el cierzo cruel,
oprimidos del calor,
que iles hizo florecer,
os rindan frutos opimos
con tanta abundancia y bien
que enriquezcan los vecinos
con sólo lo que les deis.
El amarillo membrillo
por más regalo coged
no sin sazón, que no hay cosa
que mayor disgusto dé.
La granada blanquecina
entre las uvas poned,
fruta que pisada abre
granates que dentro veis,
dando a entender que a su dueño
le guarda lealtad y fe,
que no hay traición encubierta
cuando las almas se ven.
Destas huertas apacibles,
por fruto humilde coged
la berenjena morada.
i
JORNADA SEGUNDA
379
Cosme.
LlSARDA.
D. Carl.
Albaxo.
D. Carl.
GiLA.
Fabio.
D. Carl.
Fabio.
D. Carl.
Fabio.
que se defiende al coger.
El amarillo repollo
tan sazonado se os dé
que en las arrugas parezca
o pergamino o papel.
La tierra os rinda sus frutos,
vos a la tierra los deis
en aralla y cultivalla,
premio, que a su fruto deis.
Siegas, vendimias y huertas,
frutos y árboles os den,
ruego al cielo, todo cuanto
vosotros podáis tener,
que yo contento y ufano
con mi rudeza daré
gracias al dueño de todo,
causa de tan sumo bien.
Famoso ha estado el sermón.
Y Pascual es muy discreto.
No hay para mí, os prometo,
contento en esta ocasión
como ver tanta abundancia
de trigos en esta casa,
que no es nuestra suerte escasa
cuando es tanta la abundancia
de los dueños.
Dices bien;
todos en casa os quedad,
que veo en vuestra lealtad
vuestra sencillez también.
Todos besamos tus pies.
¡ Qué discreto y qué chapado
es el Pascual !
No has andado
discreto, aunque muestras des
de tu claro entendimiento.
¿Por qué?
Porque a mi señora
no le alcanza parte ahora
en semejante contento
de tan altas bendiciones
como a su padre alcanzaron.
¡ Pardiós, que se me olvidaron !
Pero escuchad dos razones.
Pues que Pascual se olvidó,
entretanto que nos oyen,
reducir de mi señora
los atributos y motes
de su divina hermosura,
aimque no serán conformes
a los que merece el sol.
dueño de otros bellos soles.
Digo, divina hermosura,
que vuestra hermosura pone
grima al sol, espanto al suelo
y admiración a los hombres.
En vuestro rostro se cifran
la variedad de colores,
que ofrece la primavera
cuando abril le pone flores.
Vuestros ojos son estrellas,
en cuyo cristal se esconden
dos niñas, que ser pudieran
dos cielos, a ser mayores.
Vuestra boca celestial
es un bien labrado cofre
adonde guarda el amor
piedras, diamantes y flore».
Vuestros divinos cabellos,
cuando sus lazos descogen,
parecen hebras del sol
cuando risueño se pone.
Pero ¿para qué me canso,
si todas vuestras acciones
son de im ángel, a quien Dios
dio virtudes tan conformes?
Ruego a Dios que os dé un esposo
tan galán y tan conforme,
tan rico y tan liberal,
que a Midas del mundo borre,
ni eternamente os de celos,
y tengáis de sus amores
muchas gracias que alabar
y muchos hijos que os honren.
Mendoza. Quedo, quedo, que me faltan,
Menandro, a mí mis razones.
Fabio. ¿Cuáles son?
Mendoza. Aguarda un poco,
que también yo sé dar voces.
Que te estime y que te quiera,
claro está que lo hará un hombre,
como tenga entendimiento.
Fabio. ¿ Pues qué ?
AIendoza. Que ninguna noche
se duerma, señora mía,
sin haberte dicho amores,
esto ha de ser lo primero ;
tras esto, señora, corren
muchas gracias que alabar,
y muchos niños que lloren.
Fabio. Tienes razón, Sancho, vamos.
LiSARDA. Discretos son los pastores.
380
MAS VALE SALTO DE MATA QUE RUEGO DE BUENOS
D. Cakl. Vamos a poner la cruz.
Cosme. El dimuíío los impone
a decir tantas de cosas.
LisARiDA. ¡ Ay, Pascual !
Fabio. i Ay, negra noche
de mis desdichas !
LiSARDA. ¡ Ay, cielos,
qué breve mi sol se pone !
D. Carl. ¡ Ay, dulce Estela del alma !
Fabio. ¡ Ay, aldeana !
GiLA. ¡ Ay, Sanchote !
Cosme. ¡ Ay, el diabro que los lleve !
Albano. Volved a cantar, pastores.
(Vanse, y sale Estela.)
Estela. ¿Hasta cuándo, di, fortuna,
tu mudanza ha de durar?
Pienso que me ha de acabar
tu rigor, sin duda alguna.
Estáte constante y queda,
ya que sufro tu rigor,
que vendrá a hacerle mayor
la inconstancia de tu rueda.
Gente parece que siento;
ruego al cielo que no sean
los que mi muerte desean
con tan loco y ciego intento.
¿Han vido la desvergüenza?
Daré voces; ¡ arre allá ! (i)
(Salen don Carlos y Mendoza.)
D. Carl. Ahora mi bien comienza.
Mira, Mendoza, si están
algunos fuera.
Mendoza. Yo voy ;
estad alerta los dos. (2)
(Vase.)
Estela.
¿ Puédote hablar ?
Don Carlos.
Y puedes
con un lazo sutil de tus cabellos
hacer lazos y redes
en este humilde y venturoso cuello,
para premiar siquiera
im amor firme y una fe sincera.
Admírese la tierra,
y del mundo los rígidos extremos
(i) Falta un verso después de éste para la redon-
dilla.
(2) Este pasaje está alterado.
formen eterna guerra,
pues escondida tu belleza vemos
con ese traje, como
la esmeralda engastada en pardo plomo.
Dulce señora mía,
¡ quién pudiera alcanzar, quién tal pensara,
que vuestra sangre impía,
vuestra desdicha y mal solicitara,
que con pecho tirano
quiso mataros vuestro mismo hermano !
La que llevar pudiera
del sol el carro, va siguiendo bueyes ;
cosa tirana y fiera,
la que pudiera honrar a tantos reyes,
vive en tan vil estado,
siguiendo las pisadas del ganado.
Tirana cosa, y fiera.
Mas no es justo, señora de mis ojos,
que la fortuna quiera
acrecentar mi pena y mis enojos,
limpiando en traje pobre
con manos de marfil el bajo cobre.
Mas 3'a que vuestro henfiano
con enojo y crueldad nos importuna,
mostrándose tirano,
los dos pasamos con igual fortuna
vuestras penas y mías,
hasta que iguale el curso de los días.
Estel.-v.
Carlos, amado esposo.
¡ Cómo ! ¿ Puedo yo verte y adorarte ?
No hay rato peligroso
que de los dos tan firme amor aparte.
Tuya soy ; tuya he sido ;
bien conoces que no es amor fingido.
Aquí contrarias paso
mil muertes, que me siguen a porfía,
pues hay a cada paso
tantas, que aumentan la desdicha mía:
mas como yo te vea,
no habrá peligro que en mi amor lo sea.
Aquí, sin que gozarte
pueda, mi bien, aquestos valles piso;
aquí por una parte
me persigue quien piensa que es Narciso;
por otra parte un viejo,
y yo firme en mi amor, dellos me alejo.
Y todo cuanto digo,
mi bien, pasará como no se viera,
perdona, si lo digo.
JORNADA SEGUNDA
381
de Lisarda adorado, de esa fiera,
que necia y locamente
su amor me descubrió livianamente.
¿Qué me aconsejas, Carlos?
i Qué haré para sufrir tan fuertes celos ?
¿ Podré disimularlos ?
¿Y daré voces, que los mismos cielos
muevan su voz piadosa?
¿ Qué dices, Carlos ?
Dox Carlos.
Dulce esposa;
si como de ese Enrique,
y deste viejo Albano, es cruel tormento,
sin que le signifique
encubro en mi amoroso pensamiento,
no sufres tú a Lisarda,
¿ qué desengaño nuestro amor aguarda ?
Pasa con la esperanza
los fines desta ausencia rigurosa,
que el tiempo y su mudanza
dan con el curso fin a cualquier cosa,
y en este ameno prado
tratemos de guardar nuestro ganado.
Por verte a ti, señora,
saldré, cuando le corra las cortinas
al rubio sol la aurora,
siguiendo sus pisadas peregrinas,
y en viendo las estrellas,
solo las miraré por verte en ellas.
Traeréte muchas veces
el conejuelo tímido y medroso,
y viendo que me ofreces
gracias debidas a mi amor forzoso,
con pecho más sencillo
te traeré el amoroso cabritillo.
La tórtola en el nido,
y el escamoso pez en el anzuelo,
el madroño teñido
con la escarcha que arroja el duro suelo,
que cosas semejantes
son en amor zafiros y diamantes.
Recibirás, señora,
en tus brazos (i) este humilde ganadero,
imitando a Ja aurora,
que aguarda entre los suyos al lucero,
y con amores tales,
tus panales serán dulces panales.
Daré un golpe a tu puerta,
(i) En el original, por errata, dice "entonces'
y tú, que velarás por aguardarme,
con una fe despierta
llegarás muchas veces a abrazarme;
y dirás, como amas:
No des tan recio, que en el alma llamas.
Esténse las altezas,
Estela mía, en su dorado trono
de piedras y riquezas,
mientras que tu lealtad firme corono,
en tanto, prenda mía,
que digo claramente, que eres mía.
Estela.
¿Que me querrás?
Dox Carlos.
Sí, amores;
y sabe el ciclo que tu amor te pago.
Estela,
Dame, mi bien, los brazos.
Don Carlos.
Satisfago
el amor que me ofreces.
Estela.
No me mires villana.
Dox Carlos.
L'n sol pareces.
{Sale Lisarda y velos abrazados.)
Lisarda. Apretad más, por mi vida !
Mucho, sin duda, os queréis.
Estela. Aqueste abrazo que veigjr
mi señora, aunque lo impida
vuestro celoso furor,
no es para mí.
Lisarda. ¿De qué suerte?
Estela. Entró aquí Pascual a verte,
que ya agradece tu amor,
y como no te halló aquí,
aqueste abrazo me dio,
porque te le diese yo.
Lisarda. ¿ El abrazo es para mí ?
Estela. Sí, mi señora.
Lisarda. ¿Con qué
podré pagar tanto bien?
¿Que ya cesó su desdén?
Estela. Tales palabras le hablé.
Lisarda. Que te entres adentro espero.
Estela. ¿Para qué?
Lisarda. ¡ Qué necias estás !
382
MÁS VALE SALTO DE MATA QUE RUEGO DE BUENOS
El tercero está demás,
si está presente el primero.
Estela. Hele dicho mil ternuras,
y ya sin duda te quiere.
LiSARDA. ¿Hay mayor dicha que espere
entre tan altas venturas?
Déjanos solos aquí.
Estela. Yo me voy; adiós, señora.
(Escóndese Estela.)
LiSARDA. ¿Pues en quién piensas ahora?
D. Carl. No sé en qué me divertí.
LiSARDA. ¿Es porque Olalla se fué?
D. Carl. Por eso, señora, no.
Estela. Desde aquí los veré yo.
Lisarda. Pues si es por mi, yo me iré.
D. Carl. No, señora.
Lisarda. Por tus ojos,
¿qué tratabas con Olalla?
D. Carl. Gran señora, de alaballa,
aunque muerto en tus enojos,
esa divina hermosura,
esa rara discreción,
por quien loco el corazón
en sus crisoles se apura.
Esos ojos, con que amor
mira a las almas que abrasa ;
porque apenas en tu casa
hablé a Albano mi señor,
cuando sacándome afuera
esta villana me dijo,
con un estilo prolijo,
en fin, como de quien era.
Lisarda. ¿ Qué dijo ?
D. Carl. Que era yo,
no sé si desvelo tuyo.
Lisarda. Antes, Pascual, lo eres suyo,
pues el abrazo te dio.
D. Carl. Muy mal pones en desprecio
tu hermosura celestial,
que ese jazmín y coral
es de más estima y precio.
Pero di, señora mía :
¿qué te obliga a tal locura?
Esta divina hermosura,
afrenta del sol, y el día,
debe emplearse en mejor.
Lisarda. Sujeto, dices muy bien ;
ipero dícenme también
que es tu sujeto mayor.
D. Carl. ¿ Qué dices ?
Lisarda. Que el otro día,
que 3-0 mirándote estaba,
vi que Sancho te trataba
con respeto y cortesía,
haciendo mil reverencias
con la rodilla y sombrero.
D. Carl. Este Sancho es chocarrero,
hará mil inadvertencias.
Y esto, señora, te pido,
por mostrar más humildad ;
que en mí no hay más calidad
que el sayal de este vestido.
Lisarda. Yo sé, Pascual, que me engañas:
yo se que eres caballero.
D. Carl. Replicarte más no quiero,
pues tú no te desengañas.
Lisarda. Dame esos brazos ahora;
paga con esto mi amor.
D. Carl. Si tú. gustas...
(Sale Estela.)
Estela. ¡ Ah, traidor !
¿Así la abrazas? Señora,
tu padre llama.
Lisarda. ¿ Hay tal cosa ?
Adiós, mi bien.
D. Carl. Habla paso.
Lisarda. En celos vivos me abraso
de aquesta aldeana hermosa.
(Vasc.)
Estela. ¿Hemos negociado bien?
D. Carl. ¿De qué te enojas ahora?
Estela. De no nada.
D. Carl. ¡ Ah, mi señora,
no formes, mi bien, desdén !
Estela. Más rigor mi pecho cobra.
¿ Cómo a Lisarda abrazas ?
D. Carl. Mi bien, todas estas trazas
van importando a la obra.
Estela. Mi desengaño se acorta.
¡ Ah, cielos !
D. Carl. Ver y sufrir.
Estela. ¿Cómo esto he de consentir?
D. Carl. Sí, mi bien, ¿no ves que importa?
Enrique viene, chitón;
mira que importa callar.
(Sale Enrique-)
Enrique. ¡ Que siempre os tengo de hallar
juntos en conversación!
JORNADA SEGUNDA
38:
I
D. Carl. Ea, Olalla, dame luego
lo que tengo de llevar.
¡ Pardiós, que es mucho tardar !
Estela. ¡ Fuego en tanta priesa, fuego !
¿ No está Gila en casa ?
D. Carl. Sí.
Estela. Pues id, Pascual, a que os dé
la merienda.
D. Carl. ¡ Bien, a fe !
¿Tienes tú que hacer aquí?
¿ Después que he estado esperando
un hora, sales con eso?
Enrique. Que tengo celos confieso
de ver a estos dos hablando,
i Ah, Pascual, vete afuera
presto !
D. Carl. ¿Qué os importa eso a vos?
ExRioüE. Salte fuera, o, por Dios...
D. Carl. ¿De qué su merced se altera?
Enrique. Vayase al campo el patán.
D. Carl. Iránse, ¡ valgamos Dios !
Pero dad la carne vos,
que Gila me dará el pan.
Estela. No quiero.
Enrique. ¡ Vete, villano,
o vive Dios que te dé...
D. Carl. Poco sabéis, a la he,
preciándoos de cortesano.
Enrique. No es en mi mano, Pascual,
el dejar de hacer extremos,
que quiero.
D. Carl. Todos queremos.
Enrique. ¿A Olalla?
D. Carl. ¿ Pues a quién ?
¿A alguna burra del prado?
Enrique. El villano es extremado.
D. Carl. ¡ Si lo supiérades bien !
Y pardiós, Olalla, es tal,
según a mí me parece,
que ser Condesa merece.
Estela. Por vuestra virtud, Pascual.
Enrique- ¡ Por Dios, que los dos se están
requebrando !
Estela. A Gila di
que te dé el pan.
D. Carl. ¡ Ay de mí !
]\Iis males, ¿ qué no podrán ?
(Escóndese.)
¿Fuese Pascual?
Enrique.
Estela.
Ya se fué.
D. Carl. Aquí me quiei'O esconder.
Enrique. ¿Que ya, Olalla, puedo ver
tu hermosura ?
EsTEL.\. ¡ Bien, a fe !
Enrique. Dame esa divina mano,
si el rigor no te provoca,
estamparéla en mi boca,
si tan alto premio gano.
Estela. Harto quisiera ipoder.
Enrique. ¿Pues qué temes?
Estela. Yo, nada :
aquí me he de ver vengada
de Carlos.
Enrique. Siempre he de ser
aborrecido de ti ;
quizá porque soy villano
no mereceré tu mano.
D. Carl. Terrible fuerza, ¡ ay de mí !
Enrique. Para ablandar ese pecho
de acero y de pedernal,
un villano, un animal,
¿qué te dirá de provecho?
¿Llámate rosa, jazmín,
luna, estrella, cielo, sol,
o dirá que tu arrebol
parece al de un serafín?
Esto es imposible, Olalla;
diráte, al menos, ; pardiós,
que estoy muriendo por vos ;
desde hoy he de requebralla.
¿Agrádate ¡este lenguaje?
¿Quieres que te hable así?
Estela. Enrique, fuera de aquí,
porque el mormurar se ataje,
me habla, y déjame ahora.
Enrique. Pues abrázame.
Estela. Sí haré.
(Abrá^an-se.)
D. Carl. ¿Tal sufro?
Enrique. ¿ Dónde estaré
después, mí divina aurora?
Estela. Allá fuera me hablarás,
cuando al campo saigas.
Enrique. Voy
a servirte : ciego estoy
el tiempo que ausente estás.
(Vaje.)
(Sale DON Carlos.)
D. Carl. Huélgome, por vida mía;
384
MÁS VALE SALTO DE MATA OUE RUEGO DE BUENOS
mucho OS debéis de querer.
Estela. ¿Pascual, pudístenos ver?
D. Carl. Sí, Olalla, que era de día.
"¡ Qué rigor mi engaño cobra !
¿ Posible es que a Enrique abrazas :
Estela. I\íi bien, todas estas trazas
van importando a la obra.
D. Carl. Mi desengaño se acorta,
¡ Cielos !
Estela. Pues, ver y sufrir.
D. Carl. ¿Aquello he de consentir?
Estela. Sí, mi bien, que aquesto importa."
D. Carl. Bueno, burlaste de mí,
hiriéndome por los filos.
Estela. Sois los hombres cocodrilos, (i)
y engañáis llorando así.
D. Carl. ¿Cómo tú a Enrique, sabiendo
que yo mirando te estaba?
Estela. Y cuando yo te miraba,
¿no te estabas tu riendo?
Los hombres no queréis más
de engañar, sin la pensión
de que os engañen.
D. Carl. Razón
tienes, satisfecha estás.
Mas, pues que tu bien es justo
de verme, Estela, morir,
muy presto me verás ir
donde no te de disgusto.
Yo me iré al campo, y verás
que en un año vuelvo a casa.
Estela. íduchó el enojo te abrasa,
muy gran castigo me das
para tan leve pecado.
Tente.
D. Carl. No quiero.
Estela. Ni yo ;
{Apártanse cada uno a su lado.)
que pues tan bien abrazó,
he de hacer del enojado.
{Sale Mendoza.)
]\Iexdoza. a vuestras voces y gritos,
sin saber qué puede ser,
he salido. ¿Pues qué es esto?
¿ No habláis ? ¿ No me respondéis ?
¿Sois figuras de tapices?
¡ Bueno ha estado, por mi fe,
el cierre boca! ¿iSon celos?
(i) En el original, "colodrillos", por errata.
Sí, celos deben de ser,
¿Pues celos tenéis ahora?
Celosa riña ; ¡ oh, qué bien !
¿ Pues es conmigo el enojo ?
Ea, llegue vuesarcé,
por mi vida, o por la suya ;
llega, acaba.
Estela. Llegaré
a darle dos mil abrazos.
(Abrázansc-)
D. Carl. Y yo a mostrarte mi fe.
T\Iendoza. Puestos están frente a frente.
¡ Cierra, España !
Estela. Adiós, mi bien.
¿Cesó el enojo?
D. Carl. En tus brazos,
¿qué no cesara?
Estela. Después
volveré, Carlos, a verte.
D. Carl. Y yo a verte volveré.
Mendoza. ¡ Gracias a Dios que estáis
contentos !
Estela. ¡ Adiós, mi bien !
D. Carl. ¡ Adiós, mi Estela !
Estela. Adiós, Carlos.
D. Carl. Mendoza, adiós.
Mendoza. Bien, a fe !
Si los dos habían de hablarse,
¿ para qué son bobos, he ?
JORNADA TERCERA
(Salen Estela y don Carlos.)
Estela. A mi Aventura atribuyo
esta dicha de poder
estar contigo.
D. Carl. Tener
mi amor fundado en el tuyo
aquesta ventura aumenta.
¿ Cómo, mi bien,"has pasado
la noche?
Estela. Mi amor me ha dado
del tuyo muy mala cuenta.
Entramos solos allí
en cuentas, y hele alcanzado
en mucho más.
D. Carl. No habrá dado
bien su disculpa por mí;
que yo sé que a estar presente
a las cuentas, alcanzara
JORNADA TERCERA
385
al tuyo.
Estela. El amor repara
en un pequeño accidente,
y tiene razón, que ¿quién
podrá sufrir, Carlos mío,
el celoso desvarío
desta Lisarda?
D. Carl. y también,
¿ no miras, Estela mía,
que estoy muriendo de celos,
sin esperar de los cielos
remedio en noche ni día?
Estela. Si más puedes advertir
que no lo puedo impedir,
si no es con el gran desdén
que les muestro.
D. Carl. De tu pecho,
y de tu heroico valor
ya me aconseja el amor
que esté cierto y satisfecho.
(Vaiise, y salen' de ca:a el Conde, Fixeo, Octavio
y Feliciano.)
Conde.
¿Que el ciervo se ha escapado?
Octavio.
No te espantes.
que es el monte fragoso con extremo.
Conde.
Alegre cosa es el cazar.
Octavio.
Discreto
fué el primer inventor ; es una imagen
de la guerra, y al fin, es un recreo
de la imaginación, que se divierte
en esos verdes y apacibles campos.
Su Alteza puede descansar un poco
mientras pasa el caljor.
Conde.
Aquesta siesta
pasaremos, Octavio, en este monte,
hasta que demos, cuando el sol nos deje,
otra vuelta a la caza.
Octavio.
Y yo y Fineo
iremos a buscar la gente luego
para que al punto esté.
Conde.
Pues parte al punto.
Octavio.
Si esta ocasión perdemos, no imagino
que encontraremos otra.
FlNEO.
Si le deja
Feliciano, no dudes, que su muerte
fuera acabar con ella los agravios,
qu<e a nuestra sangre ha hecho.
(Vanse.)
Octavio.
La venganza prevén.
Fineo.
Ya yo la tengo.
Feliciano.
¡ Qué hermosura de árboles !
Conde.
Las peñas
aquí visten sus hojas; (i) con los aires,
ya parecen diamantes, ya esmeraldas,
a quien engasta el sol entre sus rayos.
Feliciano.
¡ Oh, qué bien retrató naturaleza,
en todo diestra, esas altivas cumbres !
La vista vuelve de llegar confusa.
Conde.
Ya la imag;inación tengo, si adviertes,
¡lena de confusiones y recelo.
¡Oh, hermana infame, fementida y loca,
causa de mi deshonra y de mi afrenta !
Feliciano.
Xo pienses más en eso, que sin duda
es muerta ya tu hermana, pues no ha habido
nuevas della ni del fiero Carlos
ni en Aragón, Castilla ni Navarra;
sin duda se embarcaron, y cautivos
han sido, si no es que fueron muertos.
Conde.
Eso me ha dado siempre mayor pena;
que está clamando su inocente sangre
en mi pecho cruel.
Feliciano.
Culpa tuviste
en ser tan riguroso con tu sangre.
(i) En el original, "ojos", por errata.
25
386
MAS VALE SALTO DE MATA QUE RUEGO DE BUENOS
Conde.
Un ímpetu, un furor, no hay quien le venza ;
no pude a mi furor tener la rienda.
Feliciano.
Ya no hay remedio, gran señor; desecha
esa tristeza, pues convida el campo.
Conde.
Y aun el sueño también.
Feliciano-
En 'esta mata
de pulidas retamas, siempre verdes,
recuesta la cabeza, y yo entretanto
haré que tus monteros se prevengan,
sin que falte ninguno.
Conde.
. Parte al punto
y vuelve presto.
Feliciano.
La tristeza olvida.
(Vase.)
Conde.
Sí "haré, pues su hermosura me convida.
(Recuéstase, y sale don Carlos-)
Don Carlos-
¡ Mucho ha tardado Fabio, caso extraño
Si hay novedad alguna, que en el monte
dicen que anda cazando el fiero hermano
de mi adorada Estela. Amor piadoso
da tu ayuda y favor a estos esclavos,
que en el argel de tu prisión asisten;
baste el rigor, amor, el rigor baste,
no por mí, que mi pecho, aunque tu ira
más se acreciente, será monte firme
que a las olas de amor jamás se mude;
por un ángel, amor, piedad te pido,
piedad, amor. Mas ya más gente suena ;
sin duda son del Conde cazadores.
(Salen Octavio y Fineo.)
Octavio-
Esta es la sombra donde le dejamos.
Fineo.
Ahora cumpliremos nue tro intento.
Octavio-
Mira si Feliciano está dormido
junto al Conde.
Fineo.
Ninguno en todo el campo,
ni a su lado parece.
Octavio-
Y-Vhora- es tiempo
de quitarle la vida y de vengarnos
de las afrentas que en diversos años
a nuestro honor y a nuestra sangre ha hecho
siempre torciendo con pasión la vara
de la justicia que tener debiera (i),
y asida la ocasión por los cabellos,
no perdamos; primero, muera el Conde.
Fineo.
Mi espada rigurosa, en su vil pecho
mil bocas abrirá.
Don Carlos-
¿Qué es esto, cielos?
El Conde está durmiendo, y dos traidores
le quieren dar la muerte.
OCTAVIO-
Aguarda, espera;
que un villano está alli.
Fineo.
Pues ¿qué tenemos?
Octavio-
Por si alguno nos mira, o él lo finge,
este villano le dará la muerte.
Fineo.
Dices bien.
OCTAVIO-
¿ Qué digo ? ¡ Hola, buen hombre !
Don Carlos-
No quisiera que éstos me conozcan;
ipero no pueden, porque el sol y el campo
me tienen de manera, que imagine
que aun yo no me conozco. Caballeros,
¿ qué me mandáis ?
Octavio- '
Aquesta daga toma,
y a este hombre que durmiendo en ese prado
miras, junto a esa pálida retama,
le das muerte.
(i) Falta un verso, por lo menos, para decir que
el Conde debiera tener la vara de la justicia recta, etc.
TORXADA TERCERA
587
Don Carlos-
¿Por qué intentáis matarle?
FlNEO.
Porque es un salteador, que en este monte
ni las vidas perdona ni la hacienda.
Don Carlos-
Pues dadme acá una espada, por si acaso
antes que llegue yo se defendiere.
Octavio.
Toma la mía.
(Dale ¡a espada.)
Don Carlos.
¡ Vive Dios, que temo
que sois dos traidores, y que aqueste
es algún caballero, y por alzaros
quizás con sus estados, le dais (i) muerte.
Octavio.
¿ Estás loco, villano ?
Don Carlos.
Loco estuviera,
traidores, si a los dos muerte no diera.
Octavio.
Huyo, que estoy sin armas.
Don Carlos.
¿Qué importara,
aunque os diera las suyas Marte fiero ?
FlNEO.
¿ Eres demonio ?
Don Carlos.
Soy la misma espada
del castigo de Dios.
Fineo. .
¡ Ay, que me ha muerto !
(^Despierta el Conde, y vuelve Carlos y ellos hu-
yendo.)
Conde.
¡ Válgame Dios !
Don Carlos.
Así traidores paran,
que es bien que sus traiciones satisfagan.
Conde. ¿Q"é has hecho, villano loco?
D. Carl. Aunque te parezca poco
En el origina.1, ''darán", por errata.
lo que he hecho adonde estoy,
más cuerdo que loco soy.
Conde. Ya a cólera me provoco.
¿Sabes quién soy?
D. Cart,. No lo sé,
y aunque por respuesta os dé
que no sé quién sois, por Dios,
pero si estamos los dos,
que sois el uno diré.
Si villano me llamáis,
vos el honor os quitáis ;
no os podéis de mí quejar,
que yo no puedo estorbar
ese nombre que me dais.
Solos estamos los dos,
que sólo nos oye Dios,
y así quiero que escuchéis
que el deshonor que me deis
será peor para vos.
Conde. En ese estilo grosero
no empleo mi noble acero;
porque fuera darte honor
hacer igual el valor
de un villano a un caballero.
¿ Qué te han hecho esos criados
que de su error descuidados
por ese monte subían?
D. Carl. Mátelos, porque venían
a matarte conjurados;
que te matase pidieron,
porque sin duda temieron
que alguno los viese aquí,
y para matarte a ti
su misma espada me dieron.
Yo tomé, señor, la espada'
desnuda y desenvainada,
no por matarte con ella,
que mi valor atropella
cualquier culpa averiguada;
tómela por defender
tu ya dormido poder,
y en teniéndola en la mano,
de un traidor y de un villano
la furia quise vencer.
Vencílos, aunque corriendo
fueron el monte subiendo,
que tiene poco valor
el enemigo, señor,
cuando tropieza huyendo.
Despertaste, y cuando yo
pensaba alcanzar de ti
388
MAS VALE SALTO DE MATA QUE RUEGO DE BUENOS
el premio que mereció
el aventurar por ti
la vida que Dios me dio,
con las palabras has dado
muestras que estás disgustado,
siendo ya severo juez ;
mas no es la primera vez,
señor, que te vi enojado.
Conde. Dame esos brazos mil veces,
ipues que la vida me ofreces:
el Conde soy, que a tus obras,
(pues la vida y ser me cobras,
daré el premio que mereces.
D. Carl. No me abraces, que tus brazos
son para mí fieros lazos,
y podré, viéndote en ellos,
sin respetallos ni vellos
hacerte en ellos pedazos.
¿Vos sois el Conde?
Conde. Yo soy.
D. Carl. ¡ Mal haya yo, si no estoy,
aunque veis que soy leal,
por hacer un hecho igual,
aunque en vuestro amparo voy,
al que hoy hicieran, si acaso
yo no me ofreciera al paso !
¿Vos sois el Conde? ¡ Pai'diós !,
que si sois el Conde vos,
que merecéis...
Conde. Hablad paso.
D. Carl. Un castigo tan cruel
como el que disteis a aquel
desdichado caballero
que con amor verdadero,
tan notable como fiel,
a vuestra hermana sirvió.
Conde. No tuve la culpa yo.
D. Carl. ¿No?, pues ¿quién tuvo la culpa,
si no admitís la disculpa
de que el amor los cegó?
Debierais, Conde, mirar
que no era bien castigar
con tan extraños rigores,
que siendo yerros de amores,
son dignos de perdonar.
¿No veis que no fué razón
tenerlos tanto en prisión?
Conde. El enojo me cegó.
D. Carl. ¡Pardiós!, que si fuera yo
que ablanda el corazón.
Pero al fin, vos sois cruel,
Conde.
D. Carl.
CONiDE.
D. Carl.
Conde.
Fué un enojo aquél.
Yo me voy por no miraros,
porque me acuerdo al hablaros
de aquel enojo cruel.
Mucho lo sentís.
Yo siento
con más que piadoso intento ;
porque no es cuerdo ni sabio
el que no siente el agravio
de otro de igual sentimiento.
Siéntolo desta manera,
(porque en mí está la primera
causa de un error tan grande,
y no es mucho que me ablande,
que tengo el pecho de cera;
y en sentimiento más fuerte,
que tengo en mi triste suerte,
que está ya rota y perdida,
es que me debáis la vida,
cuando yo os debo la muerte.
Mirad aquí entre los dos
lo que se dice de vos,
y advertid desengañado
que el vulgo os ha condenado,
y el vulgo es la voz de Dios.
Vuestra fingida malicia
fué pasión en mi justicia,
y aun es infamia también;
porque no es hombre de bien
quien se venga por justicia
Yo os libré, mas si supiera
antes que yo os defendiera
que erais el dormido vos,
aquí para entre los dos,
antes yo la muerte os diera.
Ya vivís, idos contento,
y de vuestro fiero intento
haced penitencia grave,
pues que Dios perdonar sabe
cuando hay arrepentimiento.
Que yo, si la pena olvida,
el alma a mi pecho asida
ipienso publicar, por Dios,
que os debo la muerte a vos,
y vos me debéis la vida.
Aunque no mi engaño pruebo
y vuelvo a decir de nuevo :
perdonad si se me olvida,
que os debo más que la vida,
que vida y honor os debo.
JORNADA TERCERA
389
i
I
Diréis que no puede ser
que en mi humilde proceder
haya tan altos despojos,
pero abrid, Conde, los ojos,
y veréis lo que hay que ver.
{Hace que se va.)
CoxDE. Aguarda.
D. Carl. Xo puedo, a fe.
Conde. Pues, ¿no me dirás por qué
no recibes mis favores?
D. Carl. A uno destos pastores
dése monte le robé
una hermana que tenía
y él, que de su hacienda fía,
por Dios, que quiere intentar
que eii el rollo del lugar
pague el pecado algún día.
Y por el monte y poblado,
con pecho determinado
me busca para prender;
esto me impide el no 'ser
de tus mercedes honrado.
No importa, yo estoy aquí,
que te libraré, y de mí
puedes, amigo, fiar.
¿Qué?
Que te sabré librar,
pues desde hoy tengo por ti
vida y honra, por lo menos.
Esos consejos ajenos
son de quien verdades trata ;
más vale salto de mata.
Conde, que ruego de buenos.
Cuando estuvo en la prisión
don Carlos, aquel ladrón
de vuestra hermana, bien vistes
que nunca os enternecistes
con ruegos el corazón. .
¿No es verdad. Conde?
Conde. Sí es.
D. Carl. Pues más vale de los pies
aprovecharse quien puede,
que no que con gusto quede
el agraviado después.
Este hermano de mi esposa
tiene hacienda poderosa,
y es señor de nuestra aldea;
mirad si es razón que vea
por vos mi vida dudosa.
Aquesos consejos llenos
Conde.
D. Carl.
Conde.
D. Carl.
de ponzoña y de venenos
dad a quien mentira os trata,
que es mejor salto de mata,
Conde, que ruego de buenos.
(Va^e.)
Conde. Espera, aguarda.
{Sale Feliciano.)
Feliciano. ¿Qué es esto,
señor ?
Conde. A morir dispuesto
me llevan las desventuras.
¿Hay más extrañas locuras?
Feliciano. En confusión estoy puesto,
que al pasar por estos ramos,
adonde antes te dejamos,
vi muerto a Octavio y Fineo.
Conde. Este villano deseo
conocer; al monte vamos
subiendo.
Feliciano. Pues ¿no declaras
lo que ha pasado? (i)
Conde. Feliciano, ¿en qué reparas?
quiso matarme un traidor,
y un villano me llhiró,
que aquí de mí se apartó,
matando a Octavio (2) y Finco.
Feliciano. Pues, señor, vamos los dos
buscándole.
Conde. Guiad vos.
Confuso voy y turbado ;
si el vulgo me ha condenado,
el vulgo es la voz de Dios.
{Vanse y salen Fabio y Mendoza.)
Mendoz.'^. Por aquí me dijo Estela
que iba Carlos.
Fabio. No quisiera,
que acaso le conociera,
y acabada la cautela
trazada hasta ahora, el Conde
le llegase a conocer,
que si esto llegase a ser...
Mendoza. Ya la fama te responde:
le cortara la cabeza
sin remedio.
Fabio. ¡ Caso extraño !,
quisiera impedir su daño.
(i) Verso incompleto, y faltan además otro para
completar esta quintilla y dos en la siguiente.
(2) En el original, "Fabio", por errata.
390
MÁS VALE SALTO DE MATA QUE RUEGO DE BUENOS
Mendoza.
Conde.
Fabio.
Por esa verde maleza .
suele andar tras el ganado,
que entre estos verdes chopos
se miran los blancos copos
que a los espinos han dado
las ovejas inocentes,
pródigas de su vestido.
Allí pasa un ciervo herido.
A beber corre a la fuente.
¡ To, to, to !
Cazando viene
gente por aqueste llano.
Sin 'duda es el Conde.
(Salen el Conde y Feliciano.)
Conde. En vano
diligencia se previene.
Feliciano. No te vayas alejando
del monte, señor.
Conde. No haré;
aquí entretanto veré
estas aguas, mormurando
de mi desdicha quizá.
¿Hay tal villano? ¿Hay tal loco?
Mendoza. Este es el Conde ; ¡ qué poco
esfuerzo y valor me da
el 'Corazón !
Fabio. Yo me A^oy,
porque el Conde no me vea.
(Vase.)
Mendoza. Mi miedo también desea
lo mismo.
Conde. ¡ Hola !
Mendoza. ¡ Muerto soy !
Sin duda ha de conocerme,
o me tengo de turbar,
porque aquí me ha de matar
al punto que llegue a verme.
Sordo me quiero fingir,
con esto disfrazaré
el turbarme, y cantaré,
pues aquí me puede oír
en mi trabajo ocupado.
Conde. ¡Hola, pastor! ¿No respondes?
Mendoza. "¿Adonde estarán los condes,
que a las cortes no han llegado?"
Conde. ¡ Oh villano, qué bien pinta
el respeto que me pierde !
Mendoza. "Río verde, río verde,
más negro vas que la tinta."
Conde. ¿ Villano ? A cantar iporfía,
y por el monte se aleja.
Mendoza. "Entre ti, Sierra Bermeja,
murió gran caballería."
Conde. ¡ Vive Dios, tosco villano,
si no tienes !...
jVIendoza. Pues ¿qué?,
¿qué nos manda su merced?
Conde. ¿Hay en este monte o llano
una casa donde pueda
esta noche descansar,
hasta que nos llegue a dar
nuevas de la luz- que hereda?
Mendoza. "Hortelano era Belardo
en las huertas de Valencia."
Conde. Ya me falta la paciencia
y me espanto cómo aguardo.
¿Eres sordo?
Mendoza- Ahora ha estado
aquí.
Conde. ¿Quién? di; ¿no respondes?
Mendoza. ¿Adonde estarán los Conde.s,
que a las fiestas no han llegado?"
Conde.- No te digo eso, pastor,
sino que si hay casa alguna.
Mendoza. Ya el reloj dará la una
sin venir el mi señor.
Conde. ¡ Vive Dios, que tal me tiene,
que estoy ix)r matarle aquí !
Di, ¿liay alguna casa aquí?
Mendoza. Siempre por la tardes viene,
porque ahora está ocupado
en su labor.
Conde. Vete luego,
que de cólera estoy ciego.
Mendoza. Lindamente la ha mamado.
(Vase.)
Conde. ¿ Hay tal villano ? ¿ Hay tal cosa ?
¡ Vive el cielo que me ha dado
■pesadumbre !
Estela. Con cuidado,
como soy algo medrosa,
vengo, que anochece ya.
Conde. Aquí viene otro pastor;
la soledad, en rigor,
temor al más fuerte da.
Labrador, que Dios te guarde,
que por estas peñas altas
tu fértil ganado llevas,
adonde la yerba pazca;
JORNADA TERCERA
391
Estela-
Conde.
Estela.
Conde.
Estela.
Conde.
Estela.
que naciendo en estos montes,
entre moradas pizarras,
porque más bien le parezca,
de blanca nieve se cuaja.
Tú, que del cansado oficio
de la corte aquí te apartas,
adonde te alegra el sol,
y te regocija el alba,
¿sabrásme decir acaso
si hay en toda esta campaña
una casa o una quinta,
donde pueda hasta mañana
descansar aquesta noche?
¡ Triste de mí y desdichada,
el Conde mi hermano es éste !
¿No me respondes? ¿no hablas?
¡ Vive Dios que aquestos montes
igualan los de Tesalia,
pues sus hierbas venenosas
quitan a tantos el habla !
Si no hay quinta, labrador,
choza, albergue, ni posada,
¿has visto unos cazadores
que en el monte a caza andaban
cuando el sol se descubría
por los jardines del alba?
Responde, que ¡ vive Dios !
que tengo confusa el alma ;
que yo no soy Amadís
que busco aventuras tantas.
No soy labrador, señor,
mujer soy.
Y sois bizarra.
Que de aquese monte vengo,
donde mi esposo trabaja,
de llevarle la merienda.
¿Tú estás casada, villana?
Sí, señor, mi esposo es
Pascual, yo me llamo Olalla,
que en estos montes vivimos
mientras los cielos ablandan
un pecho de iduro acero
y de diamantes un alma.
El se queda en la labor
de la tierra, y con su capa
vengo por el mucho frío,
que ya la noche amenaza.
Esos vuestros cazadores
que decís que andan a caza
no los he visto, señor,
por ser la maleza tanta.
Si es que posada buscáis,
aquí dentro está una casa
de un hidalgo de Girona
que es gente muy cortesana.
Venid conmigo, que a fe
que no os faltará posada
y una voluntad sencilla,
que vale más que oro y plata.
Conde. Labradora de mis ojos,
en el corazón me labras
mil congojas, que me afligen
y mil dudas que me matan.
Ciego me tienen tus ojos,
muerto me tiene tu cara,
dichoso Pascual, que ha sido
digno de poder gozarla.
Pareces, serrana bella,
quiero decirlo, a una hermana
del Conde de Barcelona;
no he visto cosa más rara,
tanto, que quedo confuso.
Estela. Eso, mi señor, lo causa
la flaqueza, ¿quién lo duda?
¿Hay bobería más clara?
¿Yo tengo cara de Conda?
Conde. Parécesle tanto, Olalla,
que te ruego que de aquí
luego al momento te vayas.
No quiero, Olalla, comer,
que esa historia me da pena,
y su suceso me mata.
Estela. Acá nuestros labradores,
señor, cuando siegan, cantan,
por divertir el cansancio,
esa ' historia desdichada ;
pero decidm.e, ¿quién sois,
que sentís esa desgracia
con tanta pena? ¿Sois vos
el que la robó?
Conde. Serrana,
yo soy el Conde, a quien llaman,
por mí hermana, el desdichado,
dichoso por mis hazañas.
Robómela un caballero,
que entonces pasaba a Italia;
pluguiera al cielo que antes
que a Barcelona llegara,
una francesa pistola
abriera en él bocas tantas
que se igualaran a aquellas
que se abren por mi infamia.
392
MÁS VALE SALTO DE MATA QUE RUEGO DE BUENOS
Estela.
Conde.
Estela.
Conde.
Estela.
Conde.
Estela.
Conde.
Estela.
Conde.
Estela.
Conde.
No supe dellos después,
ni en Castilla ni en Navarra,
ni en Aragón, que sin duda
se fueron los dos a Italia,
o el mar, de sangre sediento,
por vengar tan vil hazaña,
les dio sepultura eterna
dentro de sus mismas aguas.
¿Que vos sois el Conde?
Sí;
yo soy el Conde, serrana.
¡ Malos años os de Dios,
mal San Juan y malas Pascuas 1
¿Pues no era mejor casarlos
a los dos?
No; que era infamia
de mi casa ilustre y noble.
¿Infamia?
Deja, serrana,
esas cosas, por tu vida,
y vamos a tu cabana,
donde aguarde aquesta noche
que venga a dar luz el alba
en esos brazos dichosos,
pues tu esposo dellos falta.
¿En mis brazos? Es muy grande.
El amor todo lo iguala.
Dame ese pardo capote,
que esa belleza disfraza,
para que mejor me encubra,
al .entrar en tu cabana.
Y ¿qué habéis de hacer en ella?
Mientras la noche se pasa,
estaré, mi bien, contigo.
¿Conmigo? ¡Guarda la cara!
Pero porque soy, al fin,
parecida a vuestra hermana,
toma el capote y venid
encubierto a mi cabana,
donde pasaréis la noche,
no entre sábanas de Holanda,
ni entre colchones de pluma,
como en la ciudad se pasa,
sino, en fin, como en el campo.
A quii;n tus ojos aguarda,
a quien espera gozar
esa hermosura gallarda,
cualquiera cosa le sobra.
Vamos, divina aldeana,
donde me haga labrador
de tu sencilla labranza,
pues con los ojos me animas,
y con la vista me matas.
Vamos, Olalla, a esa choza,
adonde esta noche aguarda
hacer sus cortes lamor.
Estela, Si esas palabras tan blandas
le dijo aquel caballero,
gran señor, a vuestra hermana,
¿por qué la culpáis?
Conde. No vuelvas
a afligir de nuevo el alma.
Vamos, mi bien.
Estela. No quisiera
creer en vuestras palabras,
que sois Conde, en fin, y yo
una grosera villana,
y acabada la amistad
me arrojaréis de la cama.
Conde. Más que a mis ojos te quiero.
Estela. Ahora bien, tomad la capa,
pero avisóos que en saliendo
el sol en brazos del alba
os habéis de ir al momento;
porque si mi esposo os halla,
pardiobre, que os de la muerte,
que es de condición vellaca.
Conde. Aquí se lo rogaremos, (i)
Estela. Más vale salto de mata,
conde, que ruego de buenos :
miradlo por vuestra hermana.
Conde. Digo que me iré al momento.
Estela. Pues vamos a la cabana.
Conde. Dame una mano siquiera.
Estela. Eso de muy buena gana,
que sin duda iré segura,
si parezco a vuestra hermana.
Conde. ¿Y un abrazo?
Estela. Sí, también.
Pero vos no me dais nada.
Conde. Si te gozo, Olalla mía,
daréte la vida y alma.
Estela. ¿Si m.e gozáis, señor Conde?
Conde. Sí, mi bien.
Estela. j Guarda la cara !
{Vaitse y salen don Carlos y Mendoza.)
Mendoza. Digo, que le he visto.
D. Cael. y yo
también, Mendoza, le he visto.
(i) Este verso está equivocado, pues no forma sen-
tido con lo que antecede y sigue.
JORNADA TERCERA
393
y por Dios, que no resisto
la sospecha que me dio.
Mendoza. ¿ Cómo ?
D. Carl. Que puede encontrar
con Estela en el camino ;
y si es así, yo imagino
que se tiene de acabar
nuestro engaño, que sin duda
la tiene de conocer,
si el Conde la llega a ver.
jMendoza. ¿-Tú no ves, que el traje muda
cualquier rostro y cualquier talle ?
D. Carl, Sí, mas si te ha visto a ti,
Mendoza, y me ha visto a mí,
¿quién ignora, que ha de dalle
sospecha, si a Estela ve
en esta verde espesura?
Mendoza. Carlos, buscarla procura.
D. Carl. Aquí, Mendoza, estaré,
hasta que del campo venga.
Mendoza. Aquí viene, y un pastor
con ella.
D. Carl. Ya mi rigor
(Salen Estela y el Conde, con el capote cubierto.)
a padecer se prevenga.
Estela. Esta es la puerta, entra dentro.
Conde. ¿Y no entras tú?
Estela. Sí, también.
Conde. Entra, pues, que no nos ven,
ni sale nadie al encuentro.
(P'anse.)
Mendoza. Zampóse, señor, por Dios,
en tu aposento.
D. Carl. ¡ Oh villana !
¿tú eres de un conde hermana?
Mendoza. Conchaváronse los dos.
D. Carl. ¡ Cómo, que esto he de sufrir
y he de verlo i>or los ojos !
Mendoza. Templa, señor,' los enojos.
(Rempiíjale.)
D. Carl. ¿Mejor, infame, es morir.
¿ Con un villano ? ¿ Tú has sido
de tan ilustre linaje?
Mas como es villano el traje
se te ha pegado el estilo, (i)
No quiero más invenciones
de vestidos ni de enredos.
(i) "Estilo" no es consonante de "sido".
Yo soy don Carlos, Albano;
yo soy aquel caballero
que robó a Estela. Yo soy
aquel que morir merezco.
Esa villana es Estela,
hermana del Conde.
Mendoza. Creo
que estáis loco.
D. Carl. No estoy loco;
pero tengo amor y celos.
Quiero derribar las puertas.
i Abre, villana !
Mendoza. ¿Qué intento
tienes, señor?
D. Carl. De morir.
Mendoza. Es bellaco pensamiento.
{Salen Estela y el Conde.)
Estela. ¿ De qué das voces, Pascual ?
¿Estás loco?
D. Carl. Estarlo pienso.
Ya no soy Pascual, Estela;
Don Carlos soy.
Conde. Mis deseos
se han cumplido. ¡ Hola, pastores,
cazadores y monteros,
vuestro Conde soy !
Albano. Menandro,
saca una luz.
Mendoza. ] Vive el cielo,
que hemos hoy dado al traste
con todos nuestros sucesos 1
(Salen Feliciano, Albano. Enrique, Lisarda, Qila
y Cosme.)
Felicia. Señor, ¿qué es esto?
Conde. Prended
ese villano encubierto ;
que es don Carlos, mi enemigo,
y a esta villana.
Mendoza., Yo pienso
escurrirme poco a poco.
Conde. Detened ese grosero,
no salga de aquí ninguno.
Mendoza. ¡ Acabóse, yo soy muerto !
Conde. ¡ Vive el cielo, infame Carlos,
que has de pagar lo que has hecho
con la vida !
D. Carl. Sí, señor;
escúchame un rato atento.
Yo soy Carlos, yo robé
3Q4
MAS VALE SALTO DE MATA QUE RUEGO. DE BUENOS
Conde.
D. Carl.
Albano.
LlSARDA.
a tu hermana, en un desierto
die vivido, hasta que amor
ha descubierto el suceso.
Digo que merezco muerte
por un delito tan feo,
mas también merezco vida,
y me la debes tú mismo.
¿ Yo a ti ?
Sí, señor, que soy
aquel villano encubierto
que te guardó cuando quiso
matarte el traidor Fineo,
juntamente con Octavio.
Ablanda, señor, el pecho,
pues son sucesos de amor,
y viene el amor con ellos.
Perdónalos, gran señor,
así la fama y ei tiempo
eternicen tu valor
y tus poderosos hechos.
De rodillas, te suplico
que los perdones.
Yo quiere
que tú me debas la vida,
pues yo también te la debo.
Da, Carlos, la mano a Estela.
D. Carl. Vivas, gran señor, eternos
siglos, y el cielo te haga
universal heredero
de la corona española,
tu frente heroica ciñendo
las coronas de laureles,
que los romanos les dieron
para aumento de sus obras
y por gloria de sus hechos.
Conde.
LiSARDA. Tu vida los cielos guarden.
Albano. Prospere tu vida el cielo.
Estela. Tus píes beso, y juntamente
pidü perdón de mis yerros ;
si erré loca y con amor.
Conde. A Rosellón os ofrezco,
porque con gusto viváis.
D. Carl. Esos pies heroicos beso.
Conde. A esa señora, si acaso
no es casada, pues hoy llego
a ser huésped en su quinta,
el primo de Carlos sea
quien la dé mano de es'poso.
Estela. Yo para su dote ofrezco
una villa de las mías.-
Albano. Aumente tu estado lel cielo.
Lisarda. Yo soy la que en ello gano.
Fabio. Yo soy el que gano en ello.
Mendoza. ¿Ya Mendoza no dan nada ?
Estela. A mi cargo está tu premio.
Mendoza. Tú, Gíla, dame la mano.
GiLA. La mano y el alma.
Cosme Fuego
en el alma que tal pasa.
Conde. A Barcelona contentos
nos volvamos.
D. Carl. Dando fin
y advirtiendo en mis sucesos,
que es mejor salto de mata,
que ruego de muchos buenos.
Fin.
Con licencia : En Sevilla, por Francisco de Leefdael,
en la Casa del Correo Viejo.
i
MÁS VALÉIS VOS; ANTONA,
QUE LA CORTE TODA
COMEDIA FAMOSA
DE
LOPE DE VEGA CARPIÓ
HABLAN EN ELLA LAS PERSONAS SIGUIENTES;
RODULFO.
Ricardo.
Isabela.
Faericio.
Rey de
Navarra.
Bato.
Infante
DON Juan.
Cos tanza
TORIBIO.
Don Ñuño.
Mendo.
Pelayo.
I
JO,RNADA PRIMERA
{Sale acompañamiento, el Conde Rodulfo e Isabela,
dttquesa de Bretaña.)
Rodulfo. Con gran tristeza nos deja
Vuestra Alteza, en ocasión
que no habrá satisfación
para nuestra justa queja,
aunque las quiera formar
de las perlas de s.us ojos,
con ser del aurora enojos,
que no lágrimas del mar.
En el que se embarca ahora,
nuestros corazones lleva.
Isabela. Cuando sólo amor os deba
de vasallos por señora,
iré con satisfación
de vuestra justa lealtad,
debida a mi voluntad,
como a vuestra obligación.
Siento el ipartirme y dejaros,
mas quedando en mi lugar
el Conde, puedo pensar
que no es partirme faltaros.
Con él parto satisfecha
de que contentos quedáis,
si de mi amor os quejáis
con tan injusta sospecha.
Es fuerza el partir a España
a visitar su Patrón,
Rodulfo.
por voto que en la ocasión
que sabéis hice en Bretaña.
Pagarle debo la vida,
que entonces perder pudiera,
y así voy a la ligera,
para no ser conocida
y volver más fácilmente.
Toda esta parte de Francia
baña, y con poca distancia,
el mar pacíficamente,
hasta que en Galicia besa
las riberas, donde yace
el Apóstol, de que nace
facilitarme la empresa
de llegar y de volver.
No sienten vuestros vasallos,
señora mía, el dejallos,
sí es forzoso que ha de ser
el voto expreso cumplido :
sienten que antes de casaros,
pues que no puede obligaros
el haberlo prometido.
Que sí por cartas tratado
está vuestro casamiento,
y con general contento
para hacerse concertado
con el infante don Juan
de Navarra, y como vos
ha de ser, quiéralo Dios,
el Príncipe que nos dan
596
MÁS VALÉIS, VOS, ANTONA, OU^ LA CORTE TODA
RODULFO.
Isabela,
la fortuna y ía razón,
irá como veis se espera,
justo y acertado fuera
' después de la ejecución,
cumplir el voto con él,
y que él os acompañara.
Isabela. Conde, 'si en eso repara
mi Estado, siempre fiel,
sabed que en siendo casada
una mujer ya no tiene
poder en sí, porque viene
por la palabra firmada
a ser todo de su dueño;
y el quo yo pienso tener
puede acaso no querer
que yo salga de este empeño
o nunca o en muchos años,
y no quiero estar, ni es justo,
con este . cargo y disgusto.
¿ Qué más claros desengaños
de que os dejará cumplir
el voto, que ser don Juan
español ?
No me podrán
vuestros ruegos reducir
a no embarcarme; ya estoy,
Rodulfo, determinada,
más a cumplir obligada
el voto por ser quien soy,
cuando mayor calidad
dio el cielo a mi nacimiento.
Ya me está llamando el viento;
Conde, los brazos me dad,
y todos quedad con Dios.
La playa de gente llena
mide el número a su arena.
Yo parto y me quedo en vos.
Como salís por el mar,
noche ha de ser hasta ver
que volvéis a amanecer
por donde os miro eclipsar.
Volved, hermosa señora, ■
a bañar en los cristales
los cabellos orientales
que esconde el ausencia ahora
de vuestra alegre presencia,
que luz y vida nos da.
Isabela. Yo espero en Dios que será
breve, vasallos, mi ausencia.
Rodulfo.
Isabela.
Rodulfo.
(Vansc, y sale el Infante don Juan de Navarra y el
Rey, y RrcARDo, secretario del Infante, y Fabri-
cío.)
Infante. Mucho me admira, señor,
que estando para embarcarme
mandéis agora quedarme
con tanto enojo y rigor.
Si traté con vuestro gusto
casarme con la Duquesa
de Bretaña, ¿de qué os pesa?
¿ De qué recibís disgusto ?
¿Puede Vuestra Majestad
emplear mejor su hermano?
Rey. Infante, todo eso es llano,
y fué con mi voluntad;
pero después se ofrecieron
ocasiones suficientes
de varios inconvenientes,
que justa materia dieron
de .sospecha a mi temor.
Infante. ¿Pues de qué os podéis temer^
si en Francia me dais mujer
de tan heroico valor?
¿ Puedo yo hallar en Castilla,
Aragón, ni Portugal,
señor, casamiento igual?
Que mudéis me maravilla
de consejo en ocasión
que mil príncipes desean.
Rey. En Isabela se emplean
con justa satisfación;
pero he sabido que tiene
alguna acción a Navarra,
que presume de bizarra,
y que cobrarla previene
en casándose con vos.
Infante. Pues cuando eso verdad fuese,
y que ese intento tuviese,
i que es testimonio, por Dios !,
¿cuánto mejor es tener
un hermano que defienda,
que la Duquesa no emprenda
lo que llegáis a temer,
casada con quien no sea
vuestra sangre?
Rey. No os canséis,
que no quiero que os caséis
sin que primero se vea
muy de espacio en mi consejo
si me estará bien o mal.
Infante. Es hacerme desleal,
JORNADA PRIMERA
397
de que me agravio y me quejo.
Ricardo viene, señor,
de Bretaña, y lo tratado
trajo acabado y firmado.
Ricardo. Entre muchos el valor
del Infante fué escogido,
y ya su esposa le espera.
¿ Con que esta primavera
ha de quedar concluido?
Rey. No quedará, si yo puedo,
ni saldrá don Juan de aquí.
Infante. A tu gusto no hay en mi
resistencia ; aqui me quedo,
hasta que otra cosa ordenes.
Fabricio. Mucho enojo le has mostrado.
Rey. No quiero estar con cuidado.
Fabricio. Injustamente le tienes;
.pues quien siempre fué obediente
a tu gusto, es presunción
debida a su obligación
que lo será eternamente,
los ejemplos, las historias.
Jos monumentos de aquéllas,
que hoy nos dejan como estrellas,
resplandecientes memorias.
Rey. Respeta el temor, Fabricio :
■tanto mi sospecha fundo,
que en el principio del mundo
hallo de mi pena indicio.
No hay, en habiendo interés,
hermano, y esto es don Juan,
pues desde el tiempo de Adán,
cuando eran los hombres tres,
el uno murió a las manos
del otro.
Fabricio. Esto envidia fué.
y aquí, señor, no se ve
causa entre talco hermanos.
Rey. Por más que abogues por él,
él no ha de salir de aquí.
Fabricio. Siempre obediente le vi,
y siempre humilde y fiel ;
demás de que tú le harás
inobediente con esto,
pues a casarse dispuesto,
si licencia no le das,
se la podrá tomar él.
Rey. No hará si yo pongo en medio
el más seguro remedio.
Fabricio. Cualquiera será cruel.
Rey. No será más de prisión.
hasta asegurar del todo
deste casamiento el modo.
Fabricio. ¿ Prisión ?
Rey. y a su ejecución
quiero que vayas al punto,
porque mientras se dilate
no haga algún disparate.
Fabricio. Ni replico ni pregunto
al soberano poder.
(Vase.)
Rey. Lisonja bien disfrazada,
más honesta que fundada •
en gusto de obedecer.
Caso extraño ser mi hermano
señor de las voluntades,
como yo de las ciudades,
ése es señor soberano,
que de las almas lo es.
(Vuelve Fabricio.)
Fabricio. Apenas, señor, salía,
pensando cómo sería,
aunque licencia me des,
del Infante la prisión,
cuando me dicen que es ido
a la posta con Leonido
y Ricardo, que estos son
los privados de quien hace
confianza.
Rey. ¿ Cómo ? ¿ Adonde ?
Fabricio. La misma ocasión responde,
que de tus enojos nace,
y que se parte a embarcar.
Rey. ¡ Vive Dios, que no hay poder
para que me pueda hacer
resistencia todo el mar !
Iré a seguirle en persona;
luego haré que hasta la playa
con gente y con armas vaya
un capitán de Pamplona.
¿Don Juan contra mi obediencia?
i Buenas humildades son !
Confirmóse la traición,
pues se va sin mi licencia.
(Vanse.)
(Salen Costanza, Bato y Toribio, asturianos.)
CosTANZA. ri Qué me importunáis los dos,
Bato.
pues yo no quiero a ninguno?
Pues has de querer a uno.
398
MÁS VALÉIS, VOS, ANTONA, QUE LA CORTE TODA
aunque no quieras a dos;
y no sé cómo no caes
•en tener de mí mancilla.
ToRiBio. Después que fuiste a la villa, ,
esos pensamientos traes.
Bato. No hay en todas las Asturias
dos hombres como los dos.
CosTANZA. ¡Déjame, Bato, por Dios!
ToRiBio. Bien digo yo que estas furias
trujo de la villa acá,
por haber visto polidos
•mozos con otros vestidos.
CosTANZA. Por todos ■ no se me da
la menor concha que arroja,
con estar de tantas llena,
sobre este campo de arena,
el mar que le cubre y moja.
No la gala me desvela
de mancebos cortesanos,
que pisa más que sus granos
la estampa de mi chinela
por estas verdes orillas,
su belleza y confianza.
ToRiBio. Y aun almas también, Costanza;
las almas de sus virillas.
Bato. La villa de Santillana
tendrá algunos palaciegos
destos que idolatran ciegos,
Toribio, en su sombra vana ;
mas como yo gentilhombre
bien ves que no puede ser,
porque no ha de parecer
el hombre más que ser hombre.
Mira, Costanza, esta pata,
y esta pierna. ¿Hay en la villa
dama de estrecha jervilla,
sobre chapines de plata,
como la forma que ves?
Pues toda la obligación
es guardar la pro\>orción
de la persona los pies.
Y si el que tiene más puntos
de honra, aquél es mejor,
que alcanza mayor valor
que el que tiene tantos juntos;
si un peto largo es perfeto,
¿cómo no te maravillas,
pues vengo a estar de rodillas
dentro de mi proprio peto?
Esta sí que es ceñidura
de galán, este es tallazo,
y con pata, peto y brazo
la fermosa catadura.
Laura ayer, llevando un buey,
me dijo (aunque esto os asombre)
que era yo más gentilhombre
que los rocines del Rey.
Y Pascuala de allí a un rato,
mirándome tan galán :
"Ponte un mendrugo de pan,
porque no te aojen, Bato."
Y bailando en el molino
Inés me dijo: "¡Quién fuera
tan dichosa que tuviera
de tu tamaño un cochino!"
Y le respondí, a la fe,
que cochino como yo.
Ella entonces me miró,
y aunque me miró se fué.
Pues siendo así, no es razón,
Qjstanza, que no me quieras.
Costanza. Mira, Bato, aunque tuvieras
los cabellos de Salón
que ayer dijo el mueso Cura,
yo no te pienso querer.
Toribio. Y yo nunca he de tener
con* tus desdenes ventura.
De peñascos das indicios,
y de robles deste valle;
donde no enamora el talle,
tampoco obligan servicios.
¿Qué espejo de nieve pura
fué más limpio que mi fe ?
¿ Qué pez desta mar no fué
despojo de tu hermosura?
Bato. Toribio, si va por peces,
¿quién la sirvió como yo,
que red a sus pies no vio,
más que los nudos a veces?
Aquí los vio relumbrar
cuando, vivos, parecían
que de la red se querían
volver otra vez al mar.
Bien sabes tú que gozabas,
después de sabrosas pescas,
para las corbinas frescas
en verde vaina las habas.
Pues en la tierra y el viento,
¿qué conejo o perdigón
no tuvo a satisfación
tu mano o tu pensamiento?
Y en los olmos deste cabo.
JORNADA PRIMERA
399
¿que miisico ruiseñor
no dejó de ser señor
por venir a ser tu esclavo?
Pero dilo tú, enemiga,
que no me quiero alabar.
CosTAXZA. No sé qué bulto del mar
para salirse fatiga,
que me ha llevado los ojos.
ToRiBio. Delfín parece, o batel
de nave.
CosTANZA. Quien viene en él
muestra que ha sido despojos
de algún navio perdido.
(_Saie la Duquesa de
Isabela.
I
;taxa, de peregrina.)
Gracias os doy, santos, cielos,
que de tan grandes peligros
libre en la tierra me veo.
Bien parece, Apóstol Santo,
que ha sido milagro vuestro ;
vuestro bordón fué la tabla
y vuestra esclavina el puerto.
Que no era justo que el voto,
digo, de venir a veros,
fuera de mi mu-erte causa.
Yo pondré, si a veros llego,
la tabla deste milagro ''
escrito en bronces eternos,
en la más firme coluna
de vuestro divino templo,
i Válgame Dios ! ¿ Dónde estoy,
que con formidables ecos
brama el mar, nevando espumas,
que 'arrastran el rostro al viento?
Pero seas lo que fueres,
tierra, mi propio elemento,
dondequiera serás madre :
tu firme pecho agradezco.
Gente veo (¡ ay, Dios !) ; ¡ qué traje ! ;
si es España, no lo creo,
que alaban su policía.
ostaxza. ¿y para qué estáis suspensos?
Un peregrino parece,
antes mujer, que el cabello,
más que pasamanos de oro,
la esclavina guarneciendo,
imita del mar las ondas. —
¿Quién sois, ilustre mancebo,
o mujer, si sois mujer,
que del mar y de los vientos
arrojado triste y solo.
Isabela.
CoSTAXZA.
Isabela.
TÓRIBIO.
Isabela.
TORIEIO.
habéis dado en este puerto?
; Por la lengua que aprendí
con otras en los más tiernos
años de mi edad, conozco,
que la sé hablar y la entiendo.
¿ Que estoy en España ?
Estáis
en España.
¡ Ay, santos cielos,
ái fuese en Navarra !
No es.
Engañóme mi deseo,
mas basta que esté en España.
¿Es Galicia acaso?
Zúlenos,
si bien de aquella provincia,
con poco mar, no está lejos.
Por allí caen Ferrol,
Pontevedra y Ribadeo,
la Coruña y Compostela,
donde yace el santo cuerpo
del gran Capitán de España.
Al poniente de este reino
cae el Promontorio Artrabo,
a quien llaman los gallegos
hoy Turibán, los demás
fin de la tierra, su extremo
combate el mar Océano.
Bien se ve que vuestro intento
era surgir en Galicia,
conforme el hábito vuestro :
vos estáis en las Asturias,
principado, que no reino,
título que dan los reyes
a sus hijos herederos;
hasta Santander se extiende
desde el río Ribadeo;
en ellas los pocos godos
que de los moros huyeron
salvó su aspereza y tuvo
por ellas España aumento.
Allí con verde laurel
ciñe su cabeza Oviedo,
nuevo Noé en el diluvio,
del africano soberbio,
que guardó en arcas de montes
reliquias sus santos cuerpos.
Pero para no cansaros,
sabed que estáis en el puerto
que llaman cabo de Tiro.
; Pero cómo en él os vemos,
400
MÁS VALÉIS, VOS, ANTONA, QUE LA CORTE TODA
y sola en este batel,
que a discreción de los vientos
dejáis en el mar?
Isabela. Por ser
del cielo ocultos secretos,
francesa soy, del Ducado
de Bretaña, que saliendo
de Brest, su puerto, a cumplir
un voto en peligros hecho
de la vida al santo Apóstol,
con algunos extranjeros
en un navio, y estando
sosegado el mar soberbio,
que alzaba entela de plata
flores de espuma sereno,
haciendo en aguas labores,
para engañar pasajeros;
que se olvide de los golfos
lo fácil de los extremos.
Por la costa occidental,
que desde Francia siguiendo
vine de España el viaje,
salió como del infierno
un viento desesperado
(si hay viento de tanto fuego),
rompiendo todas las jarcias,
vistiendo el agua de lienzo,
que se vengó de las armas,
por quien le rompen el pecho.
Como en casa que se quema
andaba el confuso estruendo,
echando por las ventanas
pilotos y marineros,
hasta el oro que corrido
isentia el verse sin precio,
• que no lo tiene en la vida,
en siendo el peligro cierto.
Yo, triste, bañaba el rostro
de tan tierno llanto, haciendo
promesas y exclamaciones,
que se movieron los pechos
de aquellos bárbaros hombres
y en el batel me pusieron
de un navio, que de un cable
atado le iba siguiendo.
Diéronme vni piloto mozo
que gobernase los remos;
si cuando el mar está loco
admite o sufre gobierno,
el mar, como los caballos,
que sienten del que va en ellos
la poca ciencia en la mano
y en la silla el mucho miedo,
daba saltos presurosos,
queriendo arrojar el peso,
como si pudiera ser
que no cayéramos dentro.
Yo volví entonces los ojos
al navio, con des-eo
de volver, muriendo en él,
que tales son los efectos
de estar solo en las desdichas
quien las está padeciendo.
El navio se va a pique,
y dando como a barreno,
lugar la tabla del mar
halló en el arena asiento.
— ¡ Ay de mí! — dije, mirando
mis amigos y mis deudos
nobles en un ataúd,
con las mortajas de anjeo.
— ¡ Ir a sepultarse vivos,
y vivos morir tan presto,
que de la muerte a la vida
hay sola una tabla en medio !
Así fuimos navegando,
jugando la mar y el viento
con el barco a la pelota
por alto o por bajo, haciendo
mil golpes en nuestras vidas,
mil faltas en nuestro aliento.
Salió la candida aurora
como suele quien ha hecho
algún pesar, que fingido
le disimula riendo,
y por celajes azules
el sol tan claro y sereno,
como si no hubiera visto
tan lastimoso suceso.
Nuestro barco navegaba
cual suele cisne, rompiendo
con línea argentada el agua,
que le baña en plata el cuello,
cuando el infame piloto,
con lascivo pensamiento,
olvidado del peligro
(condición de ingratos pechos),
quiso ser de Europa el toro.
Yo, viendo el peligro cierto,
y que para huir 'no había
más campo que el barco estrecho,
dije que era justa cosa
JORNADA PRIMERA
401
pagar su animoso jesfuerzo
con el porte de mis brazos.
pero no poniendo al cielo
en ocasión de venganza,
ofendiéndole tan presto,
y que yo no era mujer
que en lugar tan descubierto
debía perder mi honra;
y así en la tierra prometo
no resistirme a su guste,
donde árboles, por lo menos,
siempre pabellón de amantes,
nos diesen verde aposento.
Concedió mi petición,
y dando priesa a los remos,
me dio espacio de pensar
el mayor atrevimiento
que jamás tuvo mujer,
echando al agua un bohemio,
con que cubierta venía,
y que acudiese diciendo
a sacármele del agua.
Volvió los remos ligero,
y echándose sobre el borde,
alargando en él el cuerpo,
cogiéndole de los pies
fué fácil echarlo dentro.
Aquí fué el mayor 'peligro,
que con derribarle el peso,
vía zozobrar el barco
si no le ayuda el remedio.
Con marítimo valor
pensó nadar en cayendo;
mas yo, desviando el barco,
solicitaba los remos.
Las palabras que decía
con justo arrepentimiento,
con moverme toda el alma,
no le prestaron remedio.
¿No habéis visto cuando a un hom-
sigue con pasos sangrientos [bre
un toro desjarretado,
que aunque corre va sin miedo ?
Pues de esa manera yo
vía por el mar corriendo
hasta perderle de vista,
y como pintura en lejos
parecía entre las ondas
solamente un bulto negro.
Cuando yo sola me vi,
tomé para vil sustento
VII
algo del duro vizcocho,
que era como lastre o leño.
Finalmente llegué a tierra,
sacándole por momentos
el agua, dando rail gracias
a la piedad de los cielos
y al Apóstol, a quien ya
la vida dos veces debo.
Y reiterando los votos,
de nuevo se los ofrezco
con vida ,por su milagro,
con honra por su deseo,
con alma por su deidad,
con descanso por su celo,
con tierra por su bordón,
con cristianos por su templo,
con puerto por su bonanza,
con sosiego por su pecho,
con Vitoria por su amparo,
con laurel por su remedio,
con fuerzas por su valor,
con ánimo por su ejemplo,
con voz para darle gracias
de tantos bienes, que puedo
decir que después de. Dios,
vida, honor, alma le debo,
de mis desdichas la mano,
y de mi esperanza el puerto.
CosTAxzA. A sentimiento movéis
las peñas con vuestras penas,
pues en menudas arenas
de deshechas las volvéis.
Será desde hoy esta playa
más que lo estuvo arenosa.
Bato. La relación lastimosa
os enflaquece y desmaya
más de lo que vos estáis.
Importa que os reparéis,
donde quien sois nos diréis,
si de decirlo gustáis.
Es esta noble asturiana,
hija de muy nobles godos,
que aquí son hida)gos todos :
maguer que ía veis villana.
En su casa descansad,
y si os estuviere bien,
en ella podréis también
vivir y hallar amistad,
en tanto que dais aviso
a vuestra casa y parientes.
ToRiBio. Las asperezas presentes
,. 26
402
MÁS VALÉIS, VOS, ANTONA, QUE LA CORTE TODA
encubren el paraíso
de este valle con las peñas,
que si por sus sendas subes,
pensarás que por las nubes
altas pueden darte señas.
Ven y descansa, y después
darás orden a tu vida.
Isabela. Desdicha es verla perdida;
milagro el tenerla es.
Bato. í Bella moza !
ToRiBio. A amarla inclina.
CosTANZA. Venid, peregrina bella.
Isabela. 'Sois mi estrella.
CosTANZA- Soy estrella
de vuestro sol peregrina.
(Vanse.)
(Salen DON Ñuño, caballero montañés, y Mendo.)
Nuf;-o.
Erréle todo por hacer la mira,
tan pronto, ^Mendo, por que no se fuese.
Mendo.
Que no te acometiese
el jabalí me admira.
NuÑo.
Suspendo la ballesta
por el calor de tan ardiente fiesta,
o por hablar contigo,
no por criado, por hidalgo amigo.
Mendo.
A descansar convida,
señor don Ñuño, el prado,
que el aurora argentó con pie nevado,
y la margen florida
de este limpio arroyuelo,
que con no se parar parece hielo.
NuÑo.
Bajando, Mendo, de este monte al prado,
desde el solar que vivo retirado
de los gustos de Oviedo,
de que tan pobre quedo como honrado,
aunque más verdadero hidalgo quedo,
si no tener sobrado aún el sustento,
es vínculo de un noble nacimiento.
Y pues gracias a Dios que mi hacienda
no es tan poca que empeñe ni que venda,
ni sufra del que pide las injurias
del que le da prestado,
porque para Vivir en las Asturias
con gasto moderado
poca familia basta.
y poder sustentar de buena casta
dos caballos, dos perros, dos halcones.
Bajando, pues, por no alargar razones,
ato el castaño a un árbol de su nombre
y a la ribera me llegué de un río
sin ver estampa de animal ni de hombre,
que más copioso de agua en el estío,
por ser hijo del sol y de la nieve,
entra cerca a ser mar y el mar le bebe.
Aquí, sobre dos peñas fabricado,
un molino se mira,
a quien da residencia su arrogancia ;
la verde mesa de un ameno prado,
que basta el nombre para ser florido.
Del agua se retira
con pequeña distancia ;
en cuyo sitio de álamo ceñido
a su sombra esperában-
los que el trigo en harina transformaban,
cada cual divertido
en un baile que al son del instrumento
daba alegre ocasión de risa al viento.
Entre las aldeanas del sonoro
baile, que en dulce coro
los sones repetían
que las heridas cuerdas proponían,
cistaba una serrana,
más hermosa que sale la mañana
los últimos extremos del verano.
Salúdelos a todos cortesano,
y ellos a mí, parando el instrumento;
dióme la hierba asiento
mientras duró la fiesta;
trataron de partirse a sus lugares,
mas yo no me partí de la belleza
de aquella labradora,
que aunque en el breve término repares,
que suele ser de amor naturaleza,
cuando con las estrellas enamora,
robar el alma en breve,
así, tirano, las potencias mueve.
^Iexdo.
Ese común efeto
de amor no es admirable.
NuÑo.
Al partirse la dije con respeto,
que no hay amor que a los principios hable
sin respeto y sin miedo,
que en mi caballo iría,
si quisiese acetar la cortesía.
JORNADA PRIMERA
403
I
con más descanso a su lugar. No puedo,
¡oh!, Mendo, encarecerte
lo que pasó de aquella misma suerte ;
pues ocupé la silla apenas, cuando
dos o tres labradores ajaidando,
lo que restaba del caballo ocupa,
y el prado de sus plantas desocupa,
cuyos pies, envidiosos de su cara,
para que no faltara
cosa con que pudiese enamorarme,
vinieron a llevarme
como flechas de amor en breve aljaba
lo que ya de los ojos me quedaba
y pudiese emplear en su hermosura.
Caminamos, en fin, por la espesura
desde aquellas aceñas
de robles acopados y altas peñas,
dándome cuenta de su padre y casa,
aunque más la tenía
con el brazo que a veces me ceñía,
por no caer al suelo.
'SIexbo.
¡ Oh, cuánto pasa
en la breve distancia de un suceso !
Xüxo.
Iba el caballo por el monte espeso
como quien ya el lugar adivinaba ;
mas 3'o, que caminando descansaba,
las riendas recogía,
y cuando se paraba no le hería,
que son las horas átomos de- instantes
cuando tienen ausencia los amantes.
Di jome el nombre, y fué dichoso agüero.
Mexdo.
¿ Cómo ?
Xuxo. I .
Costanza. y que lo sea espero :
contóme de su padre la riqueza,
su gran familia y de su casa el modo.
;Mendo.
Con hacienda y nobleza,
¿qué tienes que buscar?
Xuxo.
Xo sé qué diga,
lo del rústico traje me fatiga.
Mexdo.
Sí miras un caballo cuando atado
en .el pesebre come tibiamente.
con manta de sayal desordenado,
despreciarás el término presente;
mas si le ves después ¡enjaezado
y que las galas y el adorno siente,
verás que con gallardo, airoso vuelo
mide lo que hay desde la cincha al suelo;
- ¿qué mujer no se muda con las galas?
Que parece que a aquesta en oro y tela
en los chapines le nacieron alas.
Xuxo.
Costanza, finalmente, me desvela.
/ ^IeX'Do.
Si la nobleza y la riqueza igualas
y no puede a tu amor haber cautela,
permítele esperanza a! casamiento.
Ñuño.
X^o me inclino a casar.
Mendo.
Pues muda intento.
Xuxo.
Apetece el amor lo más guardado.
!Mexido.
Yo sé que no harás cosa que no debas.
X'uxo.
alendo, quien da consejos a quien ama
añade fuego por templar la llama.
(Salen el Ixfaxte dox Juan y Ricardo, vestidos ci<¡
villanos.)
Ixfaxte. ¡ Extraña fortuna !
Ricardo. ¡ Extraña !
Ixfaxte- Parece qiie es maldición
del Rey mi hermano.
Ricardo. Estas son
las redentoras de España,
en la invasión de los moros;
aquí, señor, fugitivos
guardaron los pocos vivos
sus reliquias y tesoros.
Ixfaxte. Poco me valió embarcarme
con el disfraz labrador,
sí el mar con tanto rigor
quiso en España arrojarme.
Huyendo el rigor de España
es imposible poder
salir de aquí, ni tener
con que volver a Bretaña,
404
MÁS VALÉIS, VOS, ANTOXA, QUE LA CORTE TODA
Infante.
Ricardo.
que inútilmente estará
esperándome Isabela;
pensará que fué cautela,
y de intento mudará,
haciendo de otro elección
de (tantos opositores.
Ricardo. Donde hay trabajos mayores
remediarlos es razón
olvidando lo perdido.
Dime qué habemos de hacer,
pues andamos desde ayer
sin camino y sin sentido
por estos montes, en quien
nos «chó nadando el mar.
No fué poca dicha hallar
vestidos, que mal o bien
cubrieron los dos Adanes
que sin Eva el mar dejó.
El villano que las dio
entre aquellos arrayanes
dijo que una casa había
de un labrador principal,
cuyo hacendoso caudal
toda esta tierra cubría
de mieles y de ganados.
Infante. ¿Qué le habanos de decir?
Ricardo. Si tú supieras servir,
fuéramos los dos criados
deste o de otro labrador;
pero si naciste Infante,
en mano todo diamante
desdice el hierro, señor;
que con los cetros dorados
mal el azadón conviene,
que sola la muerte tiene
juntos los cetros y arados.
Infante. ¿Seré, por dicha, el primero,
Ricardo, que de alto estado
haya al humilde llegado
en que estoy y verme espero?
¡ Cuántos poderosos reyes
por la fortuna A'inierou
a tal tiempo, que siguieron
con el arado los bueyes !
Si nos puede remediar
este disfraz, no lo dudes,
que en cuantas formas te mudes
me sabré yo transformar.
Toma esta senda, Ricardo,
y busca la casería
que aquel labrador decía,
que en estas peñas te aguardo.
Ricardo. Voy, y si algún labrador
vieres que te hable o mira,
haz ima breve mentira
cortina de tu valor,
que más se pued^ fiar
de tu raro entendimiento.
(Fase.)
Infante. Perdóname, pensamiento,
que es muy poderoso el anar,
y pues vos no le teméis,
por él volando pasad,
y a la Duquesa contad
la desdicha en que me veis ;
decid que a verla partí,
como concertado estaba,
y que fué la mar tan brava
que en su rigor me perdí.
La noche viene cayendo,
3'a ¿quién me puede guiar?
(Sale Isabela, de asturiana.)
Isabela. Aquí hay gent^ del lugar,
si no yo me voy perdiendo ;
como ha tan poco que vivo
las casas desta montaña,
no salgo vez sin perderme.
Infante. Allí viene una aldeana,
porque «i no yo me pierdo,
como la aspereza es tanta.
Isabela. ¡ Labrador, ah, labrador !
(Llama el mío al otro, apartados.)
Infante. ¡ Aldeana, hola, aldeana !
Isabela. ¿Están las casas muy lejos?
Infante. ¿Están muy lejos las casas?
Isabela. ¿ Sois desta labranza vos ?
Infante. ¿ Sois vos de aquesta labranza ?
Isabela. ¿ Preguntáisme o respondéisme ?
Infante. Eso mismo os preguntaba.
Isabela., ¿Vais perdido?
Infante. Voy perdido;
¿y vos?
Isabela. También os llamaba
porque a mi casa no acierto,
que soy muy nueva en mi casa.
Infante. ¿Vivís cerca?
Isabela. Aún no lo sé.
Infante. Pues ¿quién sois?
IsABEL.\. Una criada
JORNADA PRIMERA
405
Infante.
Isabela.
Infante.
Isabela.
Infante.
Isabela.
de Pelayo, eljabrador
más rico desta montaña,
que ha poco que estoy con él.
Acercaos. ¡ Qué linda cara ;
qué asturiana tan gentil !
¡ Buen labrador, buena gracia !
Todos Jos que se perdieren
hallen estrella tan clara ;
ya no temeré la noche
aunque la luna no salga.
¿ Xo sois desta tierra ?
No,
que hoy tomé puerto en la playa
de ese mar, donde me vi
con turbulenta borrasca
cerca de perder la vida,
de que también me pesara,
pues dárosla no pudiera
si allí el mar me la quitara.
¿Esto crían estos montes,
estos frutos de sus hayas,
azucenas entre peñas,
jacintos entre retamas?
¡Ay, día, deten erpaso,
porque si tu luz se acaba
perderé de ver la suya !
Mas la de sus ojos basta.
Bastó un filósofo solo
para honrar la ciencia helada,
porque no produce ingenios
la celestial destemplanza,
y así vos, serrana, sola
honraréis estas montañas,
siendo la Venus de Asturias
y de sus peñas el alma.
Vuelto me habéis el aliento
que del sustento me falta,
que aunque nadé como pez
no era mi elemento el agua,
y en la tierra voy perdido
desde ayer por la montaña;
viéndoos a vos, ya no sé
si andan las cosas trocadas.
,: Anochece o amanece ?
; Sois la luna o sois el alba?
¿Es de noche o es de día?
¿Sois labradora o sois dama?
¿ Quién sois ?
Antona, señor,
que así en mi casa me llaman.
A la fe que sabe mucho
Infante.
Isabela.
Infante.
de la cortesana, usanza ;
no tienen esos pergeños
los que se calzan abarcas'.
Infante. Finges, Antona, el estilo;
que parece que no hablas
la propia voz que al principio.
Isabela. Anda en estas cosas varia
con la costumbre la lengua;
a veces soy cortesana,
y a veces soy labradora.
Pero la vuestra me espanta;
^ mucho del traje desdice
la razón de vuestra habla,
y a Dios, que sois palaciego.
Habíame, bella serrana,
en la lengua que me escuchas,
pues que las sabes entrambas.
¿Yo qué os tengo de decir?
Pues si no, ya que te halla
la noche de mis desdichas
por sol de aquesta montaña,
duélete de un labrador
que tiene tan noble alma
que merecerá ser tuya,
aunque parezca arrogancia;
condúceme como estrella
adonde tienes posada,
haz el oficio de sol.
Isabela. A la fe que las palabras
no tienen poca invención.
Infante. Adonde yo me criaba
dos estudiantes había,
hijos del dueño de casa,
y en el tiempo que a el estudio
daba treguas Salamanca,
'del fruto de sus ingenios
parte mandándome daban,
que es fuerza salir discreto
el que con discretos trata,
que siempre que hablan enseñan.
Y yo, que atento escuchaba,
tomé, ya que no la ciencia,
términos y formas varias
de hablar con gente discreta.
Isabela. Al pie destas peñas altas
está la casa en que vivo,
que este arroyuelo que parla
cuanto a las aves escucha,
a las fuentes en que para,
y estos álamos, que ha días
que a la margen de sus aguas
406
MÁS VALÉIS, VOS, ANTONA, QUE LA CORTE TODA
están en conversación,
mientras que los pies los baña,
me avisan de que está cerca,
porque está a poca distancia.
Venid, y haré que esta noche
os dé Costanza posada,
hija del dueño que sirvo,
y hablaréis por la mañana
al viejo, si os diere gusto
de asistir a su labranza.
Infante. ¿Vos tenéis dueño?
Isabela. ¿Pues no?
Infante. Siempre las fortunas andan
tras los indignos con premios,
tras los buenos con desgracias.
Isabela. Dejadme. llegar primero
porque prevenga a mi ama. —
¡ Qué notable labrador !
Infante. ¡ Qué generosa aldeana !
Isabela. ¡ Qué lástima que perdido
por estas montañas vaya !
Infante. ¡ Qué lástima que la gocen
las peñas destas montañas !
Isabela. Haré por él cuanto pueda.
Infante. Daréla de balde el alma.
JORNADA SEGUNDA
{Sale Bato y Inés.)
Bato. Pues que con vida me ves,
piedra es mejor que me nombres.
Inés- Los hombres han de ser hombres.
Bato. No me consueles, Inés,
que sólo es bien que le pida
a quien de una misma suerte
llaman los dichosos muerte
y los desdichados vida.
Inés. ¿Lloras?
Bato. ¡ Pues no he de llorar !
Viendo casar a Costanza,
¿qué remedio, qué esperanza,
Inés, me puede quedar?
Don Ñuño, aquel hidalgote
que vive estas caserías,
habrá como quince días
que con su rocín al trote
llegó a buscar a Pelayo.
Pregunta, apéase, sube,
que luego que vi la nube,
temí la furia del rayo.
Hablan los dos en secreto.
que a nadie dejan entrar,
de que vino a resultar
del casamiento el efeto.
Tú verás presto que Bato
emprende algún desatino.
Inés. Bien se emplea en el vecino
por su talle y por su trato.
Bato. Yo me tengo de morir;
al cura voy a llamar.
Inés. Bato, mejor es buscar
remedios para vivir.
Bato. ¿Remedios un hombre muerto?
Inés. Sí lo estuvieras no hablaras.
B.\to. Inés, si en ello reparas,
ten lo morido por cierto.
¿No has vido una lagartija
cuando la dan con un canto,
que cualquier parte en su tanto
tiene un alma que 'la rija?
Pues desa manera soy,
que aunque el golpe me desalma,
en cualquiera parte hay alma,
y aunque muera, vivo estoy.
Inés. Siempre oí que amor hacía
al más necio bachíUeí',
y lahora lo vengo a ver
en tu filomocosía.
Eso deberás a amor.
Bato, que te ha hecho sabio;
pero consuela tu agravio
con el remedio mejor,
que es buscar otro amorío.
Bato. ¿ Sanaráseme con eso
la pena deste soceso? .
Inés. Al punto. . '
Bato. Pues ya me río,
y me doy por consolado.
Inés. ¿Tan presto?
Bato. Ya no lo siento;
¿ querías ahorcamiento,
como en el tiempo pasado?
Ya no hay en el mundo, Inés,
Roldanes ni Galloferos;
cuando Adán andaba en cueros,
le amaban sin interés.
Después que andamos vestidos,
aquel amante Amadís
se ha vuelto maravedís,
y los amores fingidos.
Yo he tomado tu consejo;
ya estoy desenamorado.
JORNADA SEGUNDA
407
IxÉS.
Bato-
IxÉs.
Bato.
Inés.
Bato.
Inés.
B.\to.
Inés.
B.\to.
Inés.
y otra mujer he buscado.
Lo seguro te aconsejo;
mas ¿no me dirás quién es?
¿Posible es que no lo sabes?
No busques mujeres graves.
Por eso te quiero, Inés.
¿A mí?
Sí.
Ya es tarde, Bato.
¿ Cómo ?
Y el mozo nuevo
en el alma me lo llevo
y en el alma lo retrato.
¡Qué amigas sois las mujeres,
Inés, de la novedad !
Vinieron a la ciudad
unos que llaman títeres
y andaban todas tras ellos,
porque habraban sin habrar,
que los hacían andar -
otros que |andaban con ellos.
Pero pues el mozo nuevo
los pensamientos os lleva,
yo quiero a la moza nueva
desde hoy, y tu gusto apruebo.
Sí, sí; para ti se guarda
la que vino peregrina,
.que se precia de divina,
de arrogante y de gallarda;
y le han probado no pocos
el brío y la condición ;
pero pega mojicón
que los hace volver locos.
Aquí Aliene el mi galán;
vete. Bato.
Bato-
No, ma Dios,
que nos hemos de ir los dos.
Inés.
VojTne, porque hablando están
él y un mozo forastero.
(Sale el Infante .v Ricardo.)
Infante.
Con cuidado me has tenido.
Ricardo.
Mil cosas me han sucedido
que dejo y no te refiero.
Inés.
Bato.
Bato.
Inés.
Inés.
¿No es muy galán?
E.\TO.
Voy a ver la moza nueva.
Inés.
i Qué de almas que me lleva
mientras los ojos se van!
(Vanse.)
Ricardo. Gracias a Dios que te veo,
y con nuevas que en la mar
hay nave para llenar
dondequiera tu deseo,
que fué notable ventura,
o a Navarra o a Bretaña,
o aquella parte de España
que te parezca segura.
Vamos, que hoy se ha de partir,
según me dijo el piloto.
Infante. Ya estoy de partir remoto,
Ricardo, y aun de vivir.
Perdido en el monte hallé
una labradora bella,
que fué de mi noche estrella
y sol de mis ojos fué,
la cual me trajo a esta casa,
en que ya sirviendo vivo
en tan dulce Argel cautivo,
que la vida se me pasa
sólo contemplando en ella.
Ricardo. ¡ Qué bien dices !
Infante. Y que estoy
tan ciego, siendo quien soy,
que vivo y muero por ella.
Ricardo. ¿Labradora ha hecho en ti
tan desatinado efeto?
Infante. Que es un ángel te prometo,
y como dicen que aquí
vino arrojada del mar
en hábito peregrino,
de uno en otro desatino
casi he venido a pensar
que es alguna gran señora.
Ricardo. Gran desatino a lo menos.
Infante. Tengo los sentidos llenos
de este error, que el alma adora;
y tengo alguna ilusión
de que algún secreto encierra
dársela el mar a la tierra,
y que es grande la ocasión.
Aumentó mi pensamiento
el ver con la majestad
que trató m.i voluntad
al primero sentimiento
en los montes desta tierra.
Tú, pues hay nave, te irás,
y con secreto sabrás
si a Bretaña intenta guerra,
pensando que en ella estoy,
y volverás a avisarme;
408
MAS VALÉIS, VOS, ANTONA, QUE LA CORTE TODA
Ricardo.
Infante.
Ricardo.
Infante.
Ricardo.
y parte sin replicarme.
Las joyas, señor, te doy,
que- saqué del mar atadas
al pecho, que puede ser
que las ha3^as menester.
Mucho, Ricardo, me agradas
no lo perderás de mí ;
vete, no te vean conmigo.
Cuánto enmudezco te digo,
sólo con dejarte ansí.
Próspero viento te lleve..
El cielo, señor, te guarde.
Infante. Camina, no llegues tarde,
que fresco norte se mueve.
Ninguno por más sabio que haya sido
supo jamás el bien de su fortuna,
que no viene avisado vez ninguna
el no esperado bien ni el mal temido.
El hombre más gallardo y entendido
sabrá en su patria la primera cuna,
mas no por las .estrellas, sol ni luna,
que tierra le ha de dar eterno olvido.
Salí para Bretaña a su despecho
■del Rey mi hermano, que matarme quiere,
y aquí me ha echado el mar roto y deshecho.
Nadie saber lo por venir espere,
que sólo el sol de cuanto Dios ha hecho
sabe la parte donde nace y muere.
(Sale Isabela.)
Isabela. Haré, señora Costanza,
al punto lo que mandáis.
Infante. ¿Dónde tan aprisa vais,
esfera de mi esperanza?
Tened el paso a mirar
un alma que aborrecéis.
Isabela. Serrano, si lo sabéis,
¿para qué os queréis cansar?
Infante. ¿Puedo yo dejar de amaros
mientras no dejo de veros?
Isabela. ¿Y podré yo responderos
mientras no puedo pagaros?
Infante. ¿ Fáltanme prendas a mí
para que vos me queráis?
Isabela. Con lo interior no agradáis,
con lo que se mira, sí.
Infante. Pregunta de lo secreto,
Antona, al alma que os doy.
Isabela. Si supiésedes quién soy
me tendríades respeto.
Infante. Todos se fingen valor
donde no son conocidos.
Isabela. Vuestros méritos fingidos
confirman eso mejor.
Infante. Soy yo muy hombre de bien,
más de lo que vos pensáis.
Isabela. Los ojos, si vos mandáis,
juzgarán de lo que ven.
Infante. ¿Qué juzgará quien me trata
mientras no penetra el centro?
Isabela. Que soy joro por de dentro
y por de fuera de prata.
Infante. Debajo de este sayal
alma noble puede haber.
Isabela. No os canséis en pretender,
■porque sois muy desigual.
Infante. ¿Sois Infanta de Castilla?
¿Sois Duquesa de Bretaña?
Isabela. No soy; a aquesta montaña
llegué del mar a la orilla.
Infante. Por gusto de la fortuna.
Isabela. Tenga o no tenga valor,
creedme que vuestro amor
por humilde me importuna;
y de hablarme en él cesad,
que se lo diré al señor,
pues pttdiera vuestro amor,
si en mí hubiera liviandad,
hacer alguna locura.
Infante. Por lo menos no podéis
quitarme que os quiera.
Isabela. Haréis
eso con mucha mesura,
y yo os miraré, serrano,
que así decís os llamáis,
con la misana, si calláis,
y no pretendéis en vano. ■
Infante. Mientras más voy presumiendo
que sois tmujer principal,
más os quiero por mi igual.
Isabela. Y yo os querré si lo entiendo.
Infante. ; Oh, palabra soberana !
Isabela. Quitad la soberanía,
que soy desde cierto día
Antona y pobre asturiana.
Infante. Nunca ha sido la belleza
pobre.
Isabela. Por vos lo diréis,
que aunque labrador, tenéis
cortesana eentileza.
JORNADA SEGUNDA
409
Infante. Yo también serrano soy
desde que lo quiso el mar.
Isabela. Mirad que habemoiS de hablar
como amigos desde hoy,
y no ha de haber otra cosa.
Infante. Digo, Antona, que asi sea;
pues basta que el alma os vea,
cuanto más ingrata, hermosa.
(Salen Pelayo, Costaxza y don Ñuño.)
Isabela. El viejo y los desposados
vienen.
Infante. El concierto han hecho.
Pelayo. Contento en extremo estoy.
Ñuño. Y yo, Pelayo, contento
con tener tal padre en vos,
que esto de nombraros suegro
tiene mil dificultades.
Pelayo. Paréceme que os casemos
mañana si sois servido.
NuÑo. Quiero, Pelayo, primero
disponer de ciertas cosas '
que rentan poco en Oviedo ;
iré pronto si mandáis,
pero volveré más presto,
por ver a doña Costanza.
Is.^bela. Adiós, que de medio a medio
le pegó el don.
Infante. Los hidalgos
tienen, Antona, un buleto
para dones y almohadas,
y para llevar sin esto
mondadientes de perdiz,
que nunca los dientes vieron.
NuÑo. Y traeré también las galas
que me diere el uso nuevo;
que no es bien que vista así.
Costanza. Yo, señor, no lo merezco ;
quédense para las damas.
Isabela. Ropa le muda, que pronto
le hará sudar el hidalgo.
Pel.\yo. Pésame que este concierto
no se ejecute mañana,
que estoy, como veis, muy viejo,
y deseoso de Costanza,
para morir con sosiego,
disponer y de mi hacienda
un empleo como el vuestro.
NuÑo. Poco importa que estos días
esté el concierto suspenso,
porque entretanto se haga.
sin vos deservir en esto,
con mayor ostentación.
Is.\BELA. ¿ Querrá hacer algún torneo
este señor Lanzarote?
Infante. El rocín parece el mismo,
cuando de Bretaña vino.
Isabela. Cada vez me pasa el pecho
que mé nombran a Bretaña.
Pelayo. Pues con eso nos iremos
Costanza y yo a disponer
lo que ha firmado el concierto.
Ven, serrano, pues escribes
y cuentas, y asentaremos
plata, alhajas y otras cosas.
NuÑo- j\lil años os guarde el cielo.
Isabela. Mucho me habéis admirado,
{Vaiisc todos y quedan don Ñuño 3; Isabela.)
mi señor don Ñuño, en ver
que tan hermosa mujer
os dé tan poco cuidado.
¿ Casándoos enamorado
os vais a Oviedo ? ¿ Qué es esto ?
Pudiendo gozar tan presto
la hermosura de Costanza,
¿quitáis a vuestra esperanza
fin tan dichoso y honesto?
NuÑo. Vine a tratarlo y a caso
te vi y acaso te hablé,
y en fin, este caso fué
caso, porque no me caso.
De Costanza me descaso,
porque por un caso tal
tú fuiste disculpa igual,
porque sólo hacer pudiera
que a Costanza aborreciera
Antona tan celestial.
Así toda el alma mía
con hidalgo amor te di
porque en esos ojos vi
retratada mi hidalguía.
En mi ejecutoria, el día
que admitieres mis despojos,
pienso de los campos rojos
de los pintados cuarteles
quitar veros y róeles
y poner tus bellos ojos.
Que bien estarán recelo,
puestos,. Antona gentil,
aunque en cuartel de marfil,
en campo color de cielo :
trasladaré de su velo
410
MÁS VALÉIS, VOS, ANTONA, QUE LA CORTE TODA
Isabela.
Ñuño.
IS.\BELA.
Ñuño.
Isabela.
Ñuño.
Isabela.
Ñuño.
Isabela.
Ñuño.
al de las armas sus bellas
luces, y será con ellas
más levantado el blasón,
que si estrellas armas son,
tus ojos serán estrellas.
Que de su luz adornado
quedará con tal decoro,
más que de sus letras de oro,
del rayo el sol adornado,
y el pecho que no he pagado
pagaré con todo el pecho,
que del blasón satisfecho
será el amor el hidalgo
y yo el pechero, pues salgo
más libre pagando pecho.
Mil cosas decir oí
de hidalgos impertinentes,
pero como las presentes
sólo pasarán por mí.
Si por armas y despojos
vuestros mis ojos ponéis,
presumo que me queréis,
don Ñuño, sacar los ojos.
Y vengo a creer, por Dios,
que del cuartel a mi cara
ninguno los trasladara
que no fuera como vos.
No te quiero replicar;
mas que te dejes servir
sólo te quiero pedir.
Hicieron en mi lugar
un torneo en vma fiesta,
y un caballero sacó
una mona que pintó
sobre la celada puesta
tañendo en una guitarra,
y sentada en varias sumas
de argenterías y plumas.
Necia empresa.
Antes bizarra,
porque la letra decía:
"Todo lo sabe hacer,
si no es hablar."
¿Puede ser
esa letra empresa mía?
Allá lo veréis de espacio.
Ingrata sois; voy furioso.
Añadid necio.
Es forzoso,
y vos villana en palacio.
Bato.
Isabela.
Bato.
Isabela.
Bato.
Isabela.
Bato.
Isabela.
Bato.
Isabela.
Bato.
Isabela.
Bato.
(Sale Bato.)
No ha estado malo el sarao.
¿Y a ti por dónde te toca,
Bato, meterte conmigo?
Ando a buscar una moza,
como se casó Costanza.
Díjele a Inés mis congojas;
dice que ese mozo nuevo
la tiene de amores loca;
yo, como la novedad
dicen que es tan linda cosa,
que si se usasen turbantes,
como allá en Costantinopla,
dejarían los sombreros
las cabezas españolas,
ipor moza nueva me quiero
casar con vos.
¿Pues no hay otra?
Ouiérola yo como vos :
abultada de persona,
los ojos avellanados
y la habla mantecosa.
Y como recién venida,
claro está que estaréis sola.
No pudieras hacer cosa
de más gusto para mí :
en fin, ¿de mí te apasionas?
Desde que lo imaginé,
ando, Antona, a ila redonda.
¿ Y cuánto habrá que me quieres ?
Habrá como un cuarto de hora.
¿Tienes hacienda?
¿ Pues no ?
Para casarnos importa.
Cien cabras, menos noventa;
dos viñas, sin cepas todas,
y un pegujar por sembrar,
que como diez peñas rompan,
bien fáciles de quitar,
que serán de ochenta arrobas,
cogeremos tres hanegas,
y, un molino, cuya tolba,
con ruedas y lo demás,
una tempestad furiosa
se- llevó ahora ha cien años.
Un pago en que hay achicorias
y espárragos, si los siembran,
y puede haber alcachofas,
calabazas y Ipepinos,
rábanos y zanahorias,
perejil y verdolagas,
JORNADA SEGUNDA
411
que como no la traspongan,
nunca la hortaliza sale,
mas con hacer ima anoria
podría ser de provecho.
Isabela. Todo a casados conforma-;
pero los buenos amantes
no han de pretender Vitorias,
sin que les cuesten servicios.
Sírveme tú de la forma
que en la corte los galanes,
que bien merezco que pongas
algún cuidado en quererme.
B.ATO. Dime tú los que me tocan,
y verás como te sirvo.
Isabela. Bato, ima mujer con honra
no es buñuelos, que no hay más
que tomar la masa cocha
y en la sartén arrojarla
y zampársela en la boca.
Bato. ¡ Con qué gracia que le echaste
desde esa tu mano hermosa !
Se me pegó el guarguajero,
como si fuera de estopa:
a ser de veras, no pienso
que habrá mujer tan sabrosa;
mas dime lo que he de hacer.
Isabela. Ser galán, calzarte botas
justas, estirar el cuello,
enguedejarte la cholla,
mirarte mucho al espejo,
enrizarte como novia
y poner la boca dulce
como si fuera de alcorza,
hablar mirlado con todos
y que no duermas ni comas ;
que con esto y que dos años
andes de noche de ronda,
aunque se rían de ti
los mirones de la costa,
quizás nos concertaremos.
Bato. ¿No comer y tantas cosas
es estar enamorado?
Quédese con Dios, señora,
que tiene saya de Asturias
y melindres de mondonga.
¿Yo no (i) comer ni dormir?
¿Qué mujer hay ni qué moza
que se pueda comparar
con el tumbo de una olla?
(Vasc,)
Isabela. ¡ Oh, lances de mi fortuna !
¿ Cuándo seré tan dichosa
que del Argel en que vivo
deje las iprisiones (i) rotas?
Inclinación, ¿ qué me quieres ?
¿Dónde mi grandeza arrojas?
Parece que ya te olvidas
de la sangre y la corona.
No pienses en vm villano
que con prudencia engañosa
se te va entrando en el alma,
dejando sana la ropa.
No te pegue la bajeza
el azadón y la concha,
que no se rinde a humildades
la majestad imperiosa;
que bien se puede librar
quien se libró de las olas
del mar, deste amor que engaña
y vuelve las almas loca^.
(Sale CosTANZA.)
Costanza. En busca tuya venía;
ya no pensé que te Tiallara.
Is.^ela. La' tristeza es cosa clara
que buscara compañía.
Costanza. Antes la mucha alegría
para partirla contigo.
Isabela. Yo por don Ñuño lo digo,
pues en tu injusto desprecio
no pudo dar de ser necio
más fe ni mayor testigo.
Doite el pésame también
de que la boda dilate,
que fué un loco disparate.
Costanza. Antes quiero que me den
tus brazos el parabién
de lo que tan bien me está.
Isabela. Tu entendimiento querrá
disimular este agravio,
que nunca le muestra el sabio
donde no ¡hay remedio ya.
Constanza. No, Antona, por vida tuya;
y así, cuando te resuelvas,
dichosa a tu patria vuelvas ;
que aunque fué libertad suya
en que esto no se concluya,
me ha dado la vida así;
porque estoy desde que vi
(i) En el original, "Y otro", por errata.
(i) En el original, "pasiones", por errata.
412
MAS VALÉIS, VOS, ANTONA, QUE LA CORTE TODA
Isabela.
COSTANZA.
Isabela.
COSTANZ.\
Isabela.
el mozo nuevo de casa, (i)
pues ni está en Ñuño ni en mí.
Dar (2) en este mozo nuevo,
que también le quiere Inés :
y es Inés su igual.
No es,
pues a presumir me atrevo
que cuanto a mi honor le debo
encubre, tiene y abona
su entendimiento y persona. "
i Buena me hubieras dejado
si yo le hubiera mirado !
¡ Ay, no le mires, Antona !
No haré, pues que tú le quieres ;
pero ¿cómo, si has de ser
presto de Ñuño mujer?
CosTANZA. Como de eso3 pareceres
sabrán mudar las mujeres,
si Ñuño me despreció,
¿no sabré dejarle yo?
¿Y qué amor, me obliga. a mí,
que dando sin alma un sí
lo mismo vale que un no ?'
Tú, mi Antona; tú, mi amiga,
le dirás cuánta ventura
mi .grande amor le asegura
si con el suyo me obliga.
Dile que la empresa siga,
y que no le dé cuidado
mi padre, que le ha mirado
con tal afición, que creo
que se hallará con su empleo
más que con don Ñuño honrado.
¿En casa de tm labrador
meter, Antona, a un hidalgo?
No, porque en esto me valgo
de tener algún amor.
Es desatinado error
el comprar con la riqueza
más vanidad que nobleza
y una inmortal pesadumbre,
pues sabes que la costumbre
es ' otra naturaleza.
Antona, (3) Antona, el maguer
y la guisa es linda cosa,
no la oscurísima prosa
(t) Falta un verso después de éste.
(2) Esta palabra parece impropia. Quizá deba
decir: "¡Dale en este mozo!", etc.
(3) Quizá en lugar de "Antona" deba decir Ago-
ISABELA.
COSTAXZA.
Isabela.
Infante.
del hidalgo bachiller.
Más quiero yo ser mujer
de un hombre de mi opinión,
sin chapines 3^ sin don ;
que yo no estoy enseñada
a ver espada dorada,
sino valiente azadón.
Lo que puede el natural.
Costanza, conozco en ti,
mas mira que viene aquí
ese que llamas tu igual.
Vete, si quieres que yo
le hable, y sabrás después
lo que me responde.
El es.
¡ Ay, Antona, j^a nos vio !
Hacia la fuente nos vamos,
donde aparte le hablarás. .
(VascJ
j\lientras escondida estás,
Costanza, en los verdes ramos,
margen de estos arroyuelos,
(podré yo hablarle mejor.
Si tú no puedes, amor,
porque me enamoran celos,
mi libertad te fastidia,
vencerás, discreto eres,
que para vencer mujeres
no hay cosa como la envidia.
{Sale el Infante.)
Cuando no me quieras bien
ni me pagues tanto amor,
adoraré tu rigor
y estimaré tu desdén.
Pero no es razón que a quien
yo no quiero tú me obligues (])
a que quiera, que no sigues
la razón, pues no lo es,
que por ajeno interés
mis pensamientos castigues.
Yo vine a enseñar amor
a estos montes ; su dureza,
le deberá a tu belleza
enternecer su rigor.
Ya lo que fué hielo es flor,
ni hay árbol que no la lleve ;
de suerte que a mí me debe
mudar su gran pesadumbre.
(i) Como se ve, falta algo antes de estas pala-
bras, relativo a la petición en nombre de Costanza.
JORNADA SEGUNDA
4i:
naturaleza y costumbre,
y vestir flores de nieve.
Como en tiempos de Rodrigo
' se escondieron dos cristianos
en los montes asturianos,
del amor lo mismo digo,
que huyendo vino conmigo,
donde escondido me ves ;
porque es moro el interés,
y por huir de sus furias
vive el amor en Asturias,
para que reine después.
Yo soy amor, que escondido
en esta montaña estoy.
Isabela. Date «prisa, porque voy
a ver si don Ñuño es ido ;
porque, señor, ha querido
que mientras viene de, Oviedo
guarde su casa.
IxFAXTE. ■ No puedo
estorbarte la jornada,
que celos no sufren nada,
y tengo a tus iras miedo.
Pero porque cerca estás,
digo que si yo pudiera,
Antona, te aborreciera,
por la ocasión que me das.
Dícesme que quiera más
a. Costanza por posible,
y a tu consejo terrible
ya responde mi esperanza
que quiero más que a Costanza
posible, a Antona imposible.
Dices que seré después
de grande hacienda heredero,
mas S03'- yo muy caballero
para vencerme interés.
Isabela. ¿ Caballero ?
IXFANTE. ¿ Xo lo ves
en mi estilo ?
Isabela. No pudieras
hablar más vano si fueras
el Infante de Navarra.
IxFAXTE. Con ce'los de tan bizarra
persona el alma me alteras.
Isabela. ; Sabes algo del Infante?
Infaxte. Lo que la fama pregona
del valor de su persona,
pero no hay de qué te espante.
(I)
(i) En el original, "espantarte", por errata.
Isabela. Como me ves arrogante,
con mi sangre y calidad,
nobleza y autoridad,
caballero te has fingido,
porque entre por el oído
al alma la vanidad.
¿De que puedo yo saber
que eres caballero?
Infaxte. . Espera.
Isabela. Caballero te quisiera,
pero ¿cómo puede ser?
Infante. ¿ En ti no se echa de ver
que eres mujer principal?
Isabela. Claro está.
Ixfaxte. Luego es igual
para mi la misma prueba.
Isabela. Basta que me engañas, Eva,
con pellejo de sayal.
Infaxte. ¿Ahora querrásme bien,
si cierta prueba te doy?
Isabela. Advierte que cerca voy,
y que del solar nos ven.
Ixfaxte. Pues labraré tu desdén
con diamante, si es diamante,
que esta es prueba tan bastante,
que quien muy señor no fuera,
¿ cómo tenerlos pudiera ?
(Dale una caja.)
Isabela. No te espantes que me espante.
Muchos en mi tierra vi,
{Ábrela ella.)
pero con los destas joyas
ser tan gran señor apoyas
como se parece en ti.
Infante. Estos solos remití
al pecho, pasando el mar.
Isabela. No queda más que probar;
vuelvo la caja.
Infante. Eso no,
que no te la he dado yo
para volverla a tomar.
Isabela Guardaréla por si fuere
alguna vez menester.
Infante. ¿ Podré j'o volverte a ver ?
Isabela. Podrás mientras no viniere ^
don Ñuño.
Infante. Dime que espere
de tu mano algún favor.
Isabela. Digo que te tengo amor.
Ixfaxte. El favor me ha de matar.
414
MÁS VALÉIS, VOS, ANTONA, QUE LA CORTE TODA
Isabela. Vete, que me quiero entrar.
Infante. No ha de haber hierba ni flor,
adonde los pies pusiste,
en que no ponga la boca,
desde aquí al lugar.
{Fase el Infante.)
Isabela. ¡ Qué loca
voluntad ! i¡ Qué fácil fuiste !
Crédito a diamantes diste,
que éste puede haber hurtado,
y esconderse disfrazado;
¿pero cómo pudo hurtalle
aquel generoso talle
• y entendimiento extremado ?
Limitadamente quiero
determinarme a querer,
si límite puede haber,
siendo el amor verdadero;
que sólo ser caballero
no importa para quien soy :
pero si crédito doy
a tantos diamantes juntos,
¿ para qué me pongo en puntos ?
Quiero amar; perdida estoy.
(Sale Sirena, labradora^ criada de don Ñuño.)
Sirena. Seáis mil veces, señora,
bien venida a aquesta casa.
Isabela. ¡ 0.h, Sirena, amiga mía!,
iperdona, que esto me manda
mi señor, no por ofensa
de tu mu'cha confianza,
mas porque ya como esposo
de su hija, quede en guarda
de su casa de don Ñuño,
q'uien sirve a doña Costanza.
¿ Ha mucho que se partió ?
Sirena. Dijera que con el alba,
si entonces vinieras tú,
que en hermosura la igualas.
A darte las llaves voy.
Isabela. ¡ Buenas salas, buena" cuadra !
No es este hidalgo muy pobre ;
colgaduras extremadas,
para en los montes de Asturias,
¡ Por cuánto faltarán armas !
La vanidad del linaje
por todas partes pintada;
no deja pared vacía
ni cabecera de cama.
¡ Buenos lienzos de pintura !
No es mala aquella Cleopatra,
ni aquel Adonis, ni Venus.
¡ Mas por cuánto no faltara
la impertinente Lucrecia
- con el paso de la daga !
Retratico de don Ñuño;
bueno, y terciada la capa.
Oye, señor majadero,
¿para qué deja a Costanza
por querer un imposible?
Soy, por su vida, muy alta,
para que me diga amores;
mi grandeza no se baja
a escudero tan humilde.
¿Qué es esto? El temor me engaña,
o detrás dcstas cortinas
algunas personas hablan ;
descúbrase quién es.
NuÑo. ' Yo.
(Sale DON NuÑo.)
Isabela. ¡ Jesús ! Don Ñuño, ¿ tú estabas
en el solar ? ¿ No te fuiste ?
NuÑo. ¡ Ay, dulce Antona del alrría !
Isabela. Bueno, ¿dulzuras tenemos?,
XuÑo. ¿ No conoces que fué traza
de mi desdeñado amor,
para cogerte en mi casa?
Isabela. Pues iréme yo a la mía.
NuÑo. Están las puertas cerradas.
Isabela. ¿Esto hace im caballero
de tantos blasones y armas?
¿ En noble sangre traiciones ?
NuÑo. ¿Traiciones, Antona, llamas
estratagemas de amor
que estuvieron disculpadas
desde el principio del mundo ?
Isabela. Manda que las puertas abran,
o daré voces al cielo.
NuÑo. Oirá las voces Cleopatra,
y queriendo a iMarco Antonio,
responderá que se inata.
Isabela. Por eso está allí Lucrecia
y le pediré la daga.
NuÑo. Tendréte las manos yo.
Isabela. Pbr eso hallaré ventanas.
NuÑo. No importa, que tienen rejas.
Isabela. ¿ Y no temes la venganza
que hará Pelayo en tu vida,
cuya confianza agravias?
JORNADA SEGUNDA
415
XuÑo. Un hombre determinado,
como ves, tanto repara
en rajos como en Pelayos.
Isabela. Pues mi grandeza me valga.
¿Nunca estuviste en León?
Nuxo. Jamás.
Isabela. Pues yo soy la Infanta,
hija del rey don Ordoño,
que por la mar iba a Francia,
y por una tempestad
me echaron en una barca,
y della el mar en Asturias.
He escrito al Rey una carta
para que envíen por mí,
y vendrán de hoy a mañana,
¿no se ve en mí lo que soy?
X.uÑo. Como algunas veces hablas
rústica y otras discreto,
en las rústicas palabras
asturiana parecías,
principal te imaginaba,
pero no tan gran señora ;
y si acaso en confianza
, de que nací en estos montes
con esa traza me engañas,
sin más señas, no presumas
que de aquesta cuadra salgas
sin confirmarte por mía.
IsABEL.\. Toma, don Ñuño, esta caja,
y entre esos diamantes finos
mira si la prueba es falsa ;
esas joyas hagan fe.
Nuxo. No he visto riqueza tanta ;
parecen lenguas de fuego
que con rayos del sol hablan;
sólo pudiera una reina
para casarse llevarlas.
¿ Qué dudo ?, la prueba es cierta ;
¿qué miro?, la prueba es llana.
¿ Qué aguardo viendo en sus ojos
la majestad que retratan?
Lx)s reyes tienen deidad
en las luces de la cara, '
porque puso Dios en ellos
su divina semejanza.
Perdóneme Vuestra Alteza,
que imaginarla villana
me dio tanto atrevimiento.
Isabela. Tenerme amor no fué falta :
yo os lo pagaré, don Ñuño,
luego que a mi reino vaya.
NuÑo.
Isabela.
NuÑo.
Isabela.
NuÑo.
Isabela.
NuÑo.
Isabela.
NuÑo.
Isabela.
NuÑo.
Isabela.
NuÑo.
en hacer que el Rey os honre.
Si estáis, señora, enojada,
no disimuléis conmigo.
; Yo por qué, siendo la causa
amor de lo que habéis hecho,
culpa que fué disculpada
desde que tuvo principio
la naturaleza humana?
Antes bien, de hablar al Rey
os doy. Ñuño, mi paJabra,
para que os haga merced.
Cuando otra prueba faltara
para conocer quién sois,
ver esa nobleza basta,
porque no sólo es de reyes
perdonar quien los agravia,
pero imitación de Dios,
que es castigar arrogancia
y perdonar rendimientos
blasón de púrpura sacra.
Para que más conozcáis
el valor que me acompaña,
decidme lo que queréis
que pida al Rey.
¡ Qué alabanza
no merece esa grandeza!
Y pues pedirle me manda,
por honrar mi sangre noble
quiero que merced me haga
de que un título le pida,
porque el solar de mi casa
le doy palabra que es hoy
el mejor de la montaña.
Yo lo haré, si vos hacéis
por mí una cosa tan llana,
que a \uestra- casa y a vos
será de mucha importancia.
¿ Qué puedo hacer en que os sii
Cumplir la palabra dada
a Costanza y a su padre.
Digo que será Costanza
mi mujer, y que es muy justo
que le cumpla la palabra,
aunque no fuera por vos.
Pues yo me vuelvo a su casa,
diciendo que del camino,
sin proseguir la jornada,
os volvisteis a la vuestra.
¿ Qué diré que fué la causa ?
Poca salud.
Guarde el cíelo
MAS VALÉIS, VOS, ANTONA, QUE LA CORTE TODA
vuestra vida, porque Francia
tenga en vos tan gran' señora.
Isabela. ¡ Con qué mentira tan rara
salí de tanto peligro !
Ñuño. j Cómo se le ve en la cara
que es Infanta de León !
Luego me lo dijo el alma.
JORNADA TERCERA
(Salen Pelayo, Costanza y Inés.)
Pelayo. Con esta resolución
te mando lo que has de hacer.
Costanza. Pensaba que era ofender,
señor, tu reputación,
por haber, algo arrogante
dilatado el casamiento
don Ñuño.
Pelayo. No fué su intento
mudanza de loco amante,
para que tomes venganza.
Costanza. ¿Pues no fué tenerte en poco?
Pelayo. No, porque estuviera loco;
que mis abuelos, Costanza,
aunque fueron labradores,
fueron tan nobles y buenos
como los suyos al (i) menos,
estoy ]por decir mejores.
No trillos, Costanza mía,
ni arados donde hoy están,
que también en su zaguán
hubo, cuando Dios quería,
- aldabas para caballos
y lanzas para los moros;
adonde ovejas y toros
hubo (pendón y vasallos.
Haz esto con voluntad,
no mires en niñerías.
CosT.VNZA. No me atañen hidalguías,
padre, por buena verdad;
ni me sabré yo poner
esas galas cortesanas,
ni el ocupar las mañanas
en torcer y destorcer
rizos al compuesto pelo.
¿Qué espejo para la cara
como es esa fuente clara,
aquel guarnecido hielo,
(i) En el original, '"no".
de naturales labores,
para iproprias hermosuras,
addnde son las molduras
los caireles de las flores?
i Madiós !, que si vos mandáis,
que no carece de mengua.
Pelayo. ¿Hablas en rústica lengua?
Costanza. Sí, porque ocasión me dais ;
y esto no os parezca mal,
porque cualquiera nación,
si llega a tener pasión,
se vuelve a su natural.
Pelayo. Yo fío de tu obediencia,
que harás imi gusto.
(P'asc,)
Costanza. Esto es hecho.
Inés. Dispuesto al disgusto el pecho, '
entra luego la paciencia;
ésta es forzoso tener.
Costanza. ¡ Ay, Inés, qué buen consuelo !
Si pensé con tal desvelo
ser de serrano mujer, ,
esto siento, que bien veo
lo que don Ñuño merece.
Inési a muchas les acontece
contra isu gusto y deseo,
y amar después con el trato.
Costanza. Quédate aquí; y si llegare
y por mí te preguntare,
entreténle, Inés, un rato,
mientras me- pongo, si acierto,
estos negros atavíos.
Inés. , ¿Pues a ti te faltan bríos?
Costanza. No hay bríos en gusto muerto.
(Vase.)
(Sale Bato con unas hotazas grandes y vestido de
galán graciosamente.)
Bato.
Amor desconcertado, amor relox,
¿ adonde voy con tanto díngandux ? ^
Con mi alma y potencias haced flux;
¡ ox con el diablo, o tiraréte un box !
Antona, quita allá tu algimilox,
que no he menester yo quien me rempux;
más rico estoy que de Vcnecía el Dux,
con mis bueyes, arado, trillo y trox.
¿ Yo galambao con uno y otro dix ?
¿Pensaste que era moro Abencerrax,
que me fríes el alma como pex?
JORNADA TERCERA
417
Vete, amor, a Guadix, o a el lago Estix;
guarda tu arpón, amor, cierra el carcax ;
¿de qué te sirse un alma de almofrex?
Inés. ¿Es Bato?
Bato. ¿Pues no me ves?
Inés. Apenas te conocía ;
¿dónde vas?
Bato. Donde quería,
mas no donde quiero, Inés.
Inés. A fe que vienes galán,
que por serlo el desposado
trocará todo criado
en capa y gorra el gabán.
Bato. ¿Después que culpa tuviste,
háceste boba?
Inés. ¿Yo fui
por quien te pusiste así?
Bato. Como tú no me quisiste,
échele un resquiebro, Inés,
a Antona, y hame mandado
que para su quillotrado
me ponga, como me ves,
la botas, justas o injustas,
a lo galán cortesano.
Inés. Estas botas*, Bato hermano,
más son de Judas que justas.
Bato. ¿ Qué parezco con el cuello ?
¿ No es curiosa la invención ?
In'és. Gigante de profesión
y enamorado camello.
Mas no habías de llevar,
ya que lo rústico dejas,
esa paja en las guedejas.
Bato. He dormido en el pajar,
salí primero que el día,
m-andóme mirar Antona
a un espejo la persona,
y como no ie tenía,
míreme en una caldera.
Inés. ¿ No estaba cerca el pilón ?
Bato. ¿ Quieres darme una lición,
así con quien bien te quiera
te cases hogaño, Inés,
desto del hablar mirlado?
Inés. Poniendo la boca a un lado
lo sabrás dentro de un mes.
Bato. Díjome también que había
de traerla dulce, y Juana
me dijo aquesta mañana
que una hierba me daría;
unos tártagos me dio,
que he pensado reventar.
Inés.
De celos de verte hablar
con Antona, te engañó.
Bato.
¿ Pues qué consejo me das?
Inés.
Es muy corriente la miel;
busca orosuz, y con él
dulcísimo andarás.
Y con esto, adiós, tontón.
Bato.
¿Ya te vas?
Inés.
A ver mi empleo;
queda con Dios fariseo.
Bato.
¿Qué es fariseo?
Inés.
Sayón.
Bato.
Espera.
Inés.
Andamos de fiesta.
Adiós, galán avestruz.
(Vasc, y sale Isabela.)
Bato. ¿Yo he de comer orosu^z?
Isabela. ¡ Jesús ! ¿ Qué visión es ésta ?
Bato. ¿No me conoces?
Isabela. La voz
de Bato me parecía.
Bato. ¿Aún esto? El diablo sería.
Isabela. ¡ Qué Olofernes tan feroz !
Bato. Yo Galof ernes ? ¿ Quién fué ?
Isabela. Un valiente capitán,
y como vienes galán,
que eras el mismo pensé.
Bato. Sí es por galán, en el mundo
jamás, Antona, se vio
Galof ernes como yo.
Isabela. Pues en lo mismo me fundo.
Bato. ¿Vengo bueno?
Isabela. ¿ Qué ? ¡ Tan bueno !
Mal año para don Ñuño.
Bato. Si contigo me conjuño
y de marido me estreno,
no habrá moza en el lugar
que no te envidie.
Isabela. No chero
que me dé celos.
Bato. ¿ Puchero
antes de matrimoñar?
Antona, entremos con bien,
no tengamos pesadumbre.
Isabela. Eres destos ojos lumbre.
Bato. No me ha chillado sartén
con torreznos en después
que se quita el monimento,
como esta voz.
27
418
MÁS VALÉIS, VOS, ANTONA, QUE LA CORTE TODA
Isabela. Mucho siento,
Bato, que celos me des.
Bato. Las mozas se andan tras mí,
¿qué culpa ks tengo yo?
Isabela. Pues de aquí adelante no,
Bato, no ha de ser así.
Baje esos ojos, que empiezo
a ser celosa.
Bato. No son
bestias.
Isabela. No mire a traición,
enderece ese pescuezo.
Bato. Como en un cesto me empozas.
(I)
(Fase estirándose, y sale el Infante.)
Infante.
¿Cómo había de estar, Antona, el prado,
que labran de cristal los arroyuelos,
menos florido de tus pies pisado,
y ellos con menos perlas en sus hielos?
¿Cómo el indio clavel menos dorado
y el lirio celestial con menos celos?
¿ Cómo el ganado de su flor segura,
la corona de nácar menos pura?
¿ Cómo con menos candidos rocíos
la blanda hierba destos verdes llanos,
que peina el sol cuando en los valles fríos
deciende alegre de los montes canos,
o cómo navegaran por los ríosi,
bajando al agua de los aires vanos
los ánades con remo de azul pluma
en limpios barcos de nevada espuma ?
Luego que vi cantar los ruiseñores,
dije: Ya sale mi divina aurora,
porque sólo dulcísim.os amores
al sol cantaran, que sus picos dora.
Añades, hierbas, prado, arroyos, flores
y ruiseñores dulces enamora
tu hermosa luz, y todos hacen salva
al cerco de oro donde vive el alba.
Serrano, en fin, pasé la noche escura
ausente de tu sol, aurora bella,
esperando su luz hermosa y pura
con mucho amor y poco sueño en ella.
Ahora contemplando tu hermosura,
Antona, aurora, sol, luna y estrella,
mis sentidos serán los ruiseñores,
mis ojos fuentes, mis requiebros flores.
Isabela,
Pasa el invierno, mi serrano amado,
y el sol a los parados arroyuelos,
para que corran libres por el prado,
desata las prisiones de los hielos.
De azules compañías esmaltado,
despierta amor, para que duerman celos;
las aves, unas cantan y otras lloran,
al paso que se celan o enamoran.
No queda yedra que álamo no abrace,
flor que al botón no rompa el nudo verde,
ni sarmiento de vid que no se enlace ;
el valle, el monte, la tristeza pierde.
Sacudida la nieve se deshace;
no hay ave, no hay pastor que no recuerde
a dar debidas gracias al aurora,
que finge risa cuando aljófar llora.
Yo así, dulce serrano de, mí vida,
después de larga noche, al alma invierno,
desato el hielo, la razón rompida,
y soy tu yedra con abrazo eterno.
¡Oh, lógrese con dicha repetida
ardor tan generoso, puro y tierno,
y corone tan dulce amor tu frente,
que yo he de marte, aunque me viese ausente.
Infante.
¿Será verdad, mi bien?
Isabela.
c
Infante.
¿Quién sale por fiador?
"era muy cierta.
(i) Verso suelto: quizá faltan otros tres para
la redondilla.
Isabela.
Mi confianza.
Infante.
¿Diráslo siempre así?
Isabela.
Después de muerta.
Infante.
¡ Valiente amor !
Isabela.
Cuanto pretende alcanza.
Infante.
¿ Qué impide el mayor bien ?
Isabela.
Estar incierta.
JORNADA TERCERA
419
Infante.
¿ Incierta de mi fe ?
De tu mudanza.
Infante.
¿En mí la puede haber?
Isabela.
Y en la fortuna.
Infante.
Alguna he visto yo firme.
Is.\BELA.
Ninguna.
Infante.
Dimc quién eres. •
Isabela.
Cuando tú lo digas.
Infante.
Yo SO}- muy noble.
Isabela.
Yo muy noble y grave.
Infante.
¿ Por qué te encubres ?
Isabela.
Porque tú me obligas.
Infante.
¿Quién te truj© a estos montes?
Isabela.
Una nave.
Infante.
Prosigue el caso.
Isabela.
Cuando tú prosigas.
Infante.
¿Cuándo me lo dirás?
Isabela.
Amor lo sabe.
Infante.
Poco puedo contigo.
Isabela.
Y yo contigo.
Infante.
Si hablas, yo hablaré.
Isabela.
Lo mismo digo.
{Sale Bato con un tamboril y flauta, los músicos de
villauos, Pelayo mejor vestido, dox Ñuño galán
y Costanza en hábito de dama.)
Pelayo. Sentaos, hijos, y vosotros
podéis celebrar la fiesta.
Inés. Envidia tengo a Jos novios.
B.\T0. Será fuerza que la tengas,
mientras que no te declaras.
Pel.wo. Ea, Bato, da dos vueltas
con Inés y esos zagales.
Bato. Viene la flauta muy seca
y muy flojo el tamboril.
Pelayo. Abre, Inés, esas bodegas,
saca vino de diez años,
y con las cántaras beban,
no saques ta^as de plata.
Bato. Baile Antona, que es vergüenza
que aunque mos hagamos rajas,
siempre se está patitiesa.
Costanza. Baila, Antona, por mi vida.
Isabela. Tu vida hará que lo sepa.
NuÑo. ¡ Qué de otra suerte la hablaran
si éstos supieran quién era !
{Bailan y canten.)
"Cuando baila Antona, [boda,
me repica, me bulle, me brinca la
Cuando Antona, siempre igual,
con flores al verde abril,
toca en dedos de marfil
castañuelas de nogal.
Cuando en sudor de cristal
corales la bañan toda,
me repica, me bulle, me brinca la
Cuando sale Antona [boda,
me repica", etc.
{Sale ToRiBto.)
TORiEío. Cese el regocijo y baile,
y la boda se susipenda,
señores, mientras os doy
de una novedad las nuevas.
Bajando al valle a cortar
ramos, por la verde cuesta
del monte veo venir ,
coches, caballos, libreas,
caballeros, damas, pajes,
todos con ricas libreas,
420
MÁS VALÉIS, VOS, ANTONA, QUE LA CORTE TODA
y por el solar preguntan
de don Ñuño, y yo, sin pena,
a uno pregunté ¡quién son
los que van por esta tierra
con tantas gaía^-y plumas,
con tantos oros y telas,
y dijo el Rey de León
a Francia o Ingalaterra
enviaba desposada
la infanta doña Teresa,
y hale escrito ci-rto hidalgo
que con «tempestad soberbia
rota la nave, llego
en una barca pequeLa
la Infanta, al cabo del fin,
y que este monte Iti alberga,
y lo mejor de su corte,
como veis, viene por ella.
Apenas esto me dijo,
cuando de un aliento vuelan
mis pies con mis pensamientos
y vengo a daros las nuevas.
Pelayo. ¡Caso lextraño ! ¿De León
hidalgos y damas bellas
por Infanta?
Ñuño. Nadie aquí
se alborote ni se mueva.
Pelayo, Costanza, oid
aparte.
Infante. ¡Cosa que seas
la infanta, Antona !
Isabela. Serrano,
agora, si yo lo fuera,
¿cómo pudiera negarlo?
Infante. Claro está, pues que lo niegas.
NuÑo. Sabed los dos en secreto
•(Aparte los dos.)
que Antona, como a quien era
caballero, cierto día
me dijo, llorando perlas,
que era la perdida Infanta.
Yo, porque el Rey me agradezca
haberle dado este aviso,
con iMendo, persona cierta,
escribí luego la carta
al Rey que Toribio cuenta.
Ha sido famosa dicha :
que me prometió Su Alteza
un título, y como llaman
mi solar en esta tierra
Costanza.
NuÑo.
el "Otero", por estar
tan alto, que del se otea
todo ese valle hasta el mar,
serás, mi Costanza bella,
ja Condesa del Otero.
¿ Qué me cuentas ? ¿ Yo Condesa ?
Y señorías los dos.
Costanza. La vanidad me marea.
NuÑo. Ya somos títulos, ya
nuestra ventura comienza.
Pelayo. Siempre lo pensé de Antona.
Costanza. ¿Y llamarémosla alteza?
NuÑo. No ;le digas nada agora,
Costanza, hasta que no vuelva,
porque haciendo el desposorio
» la Infanta madrina sea.
Pelayo. Ea, zagales, a ver
la corte, un día que llega
a nuestras humildes casas.
B.\T0. ¿ Sabes tú de qué manera
es la corte, Inés ?
Inés. Yo no.
Bato. Pues vamos los dos a verla.
Inés. Pienso que será una junta
de los reyes y la reina.
Bato. ¿Luego ellos vienen aquí?
Inés. No ; 'pero vienen por ella
sus caballeros y damas,
con las galas que profesan,
que no con muchos vestidos.
Bato. ¿Y daránme alguna dellas
si voy allá?
Inés. ¡ Bestia, calla !
Bato- Callarán, que no son bestias.
{Vansc, y queden Isabela ^t d Infante.)
Isabela. ¿ De qué es tanta suspensión ?
Pues, ¿ cómo no se alborotan
la grandeza y la hermosura
que nuestros valles adornan ?
¿ Cómo no vas a ver damas
que matan y que enamoran
con galas y con donaires?
Ya es justo que veas y oigas
lo que en la corte solías,
que estás entre aquestas chozas
fuera de tu natural.
Vete a ver telas y joyas;
cansado estarás de verme
JORNADA TERCERA
421
en esta rústica forma;
no disimules por mí;
ve con los demás, no importa,
que no te quiero suspenso,
aunque yo quede celosa.
Infante. ¿Es posible que digáis,
Antona, a quien os adora,
que vaya a ver, siendo sol
vuestra belleza, -a las sombras?
¿Es posible que penséis
que un alma de amores loca
pueda hallar gusto sin vos,
dueño mío, en cuantas cosas
produce naturaleza,
ni cifran altas coronas,
que visten ricos brocados
y pisan oro en alfombras?
¿ Qué diamantes como ver
tal vez las palabras toscas
de Asturias en vuestros labios,
de quien aprenden las rosas?
¿Qué perlas como mirar
los marfiles del ^aurora
en esas hermosas manos,
flechas de nieve amorosas?
¿ Para qué quiero yo ver
cortesanas Babilonias,
reyes, damas, caballeros,
vulgo, caballos, carrozas ?
Más valéis vos, Antona,
que la corte toda.
¿Qué novedades, qué trajes,
qué galas, qué telas bordan, .
que igualen a las que viste
vuestra gallarda persona?
¿Qué rubíes en sortijas
con vuestras mejillas rojas,
donde los claveles arden
las púrpuras que coloran,
cuando a aqueste monte vengan,
damas abrasando Troyas,
calificando invenciones,
hablando estudiadas prosas,
cabellos que el oro envidie,
y dore el sol por lisonja,
hermosura que respete
la naturaleza propria,
y olvidando las humanas,
por ángeles las conozca,
y no haya corte tan rica,
tan pulida y tan hermosa?
Más valéis vos, Antona, etc.
Is.-VBELA. No dije, serrano mío,
que vais a ver los milagros
de las damas de la corte
por ver yo los cortesanos.
Vos sois la cifra de todo;
que en vos contemplo en retrato
los caballeros más nobles,
los galanes más bizarros.
Vivan sus palacios ellos,
sirviendo, amando y gozando;
novedades califiquen,
disparen rayos mirando,
porque ya para mis ojos,
después que el alma os he dado,
cuando vuestro entendimiento
miro tan per feto y claro,
y cuando en vuestra persona
el traje, grosero y basto,
conozco vuestro valor;
y de los palacios altos,
sin envidia digo alegre ;
a mis ojos suspirando :
Más valéis vos, serrano,
que la corte y el palacio.
Infante. ¡Ay, Antona!, ¿qué es aquesto?
Isabela. Los cortesanos serán,
que honrar a Ñuño querrán.
Infante. ¿ En vuestra casa tan presto ?
Is.\BELA. Si te dan celos, iréme.
Infante. \"ienc Pelayo y Costanza,
que ya mi desconfianza
tanto cuanto mira teme.
Sale Pel.wo, don Xuño, Costaxza, don T'ello y
DON Fernando, de camino, y los villanos Bato y
Inés.)
Ñuño. Esta es la Infanta, llegad,
que en aquel traje vestida,
para no ser conocida
de gente de la ciudad,
vivió este monte, cifrando
en lo que vio su grandeza,
Tello. Dé la mano Vuestra Alteza
a don Tello y don Fernando,
sus criados más leales.
Infante. ¡ Ay, ojos!, ¿qué es lo que veis?
Is.'^BELA. ¿De quién, señores, hacéis
burlas en palabras tales?
Fernando. Ñuño, ¿dónde está la Infanta,
que no es ésta?
422
MAS VALÉIS, VOS, ANTONA, QUE LA CORTE TODA
Ñuño, ¿Cómo no?
Tello. Hombre que a un Rey escribió
con seguridad y tanta,
que obligó a venir por ella
a Asturias, ¿otras nos da,
cuando por ventura está
en Francia la Infanta bella,
y no sabe si lo es ?
NuÑo. Caballeros, ella ha sido
quien este engaño ha fingido
•para algún necio interés.
Isabela. Contad'en lo que me vi
cuando de vos me libré.
Pelayo. Señores, engaño fué
de Ñuño, pensando así
servir al Rey. ¿ Qué más pena
le podréis dar que su engaño?
Bato. - Inés, ¡ bravo desengaño
para Costanza se ordena 1
No la llamaremos ya
la Condesa del Otero.
NuÑo. ¡ Qué triste la boda espero !
i Corrida Costanza está !
Tello. A tan grave desatino
el justo castigo hiciera,
si haberle mayor pudiera,
porque ninguno imagino
que igual fué a su confusión.
Vamos de aquí, don Fernando,
' por no estar viendo y hablando
en esta loca invención,
Fernando. Con mucha puntualidad
ser desposado ha cumplido,
pero a nuestra costa ha sido
la primera necedad.
Vamos de aquí.
Costanza. . No pudiera
(P'anse don Tello y dox Fernando.)
haber hecho esta invención
Antena, sin ocasión.
Pelayo. ¿Qué ocasión bastante fuera
para fingirse la Infanta?
Costanza. Ñuño lo sabe.
NuÑo. No es justo
añadir a mi disgusto
más pena.
Costanza. Mi pena es tanta,
que no me dará lugar
a sufrirlo ; que es tan cierto
que haciéndose descubierto,
NuÑo.
Isabela.
Infante.
Costanza.
Isabela.
Pelayo.
Bato.
Inés.
Bj\TO.
Pelayo.
Costanza,
Pelayo.
Costanza
Pelayo.
NuÑo.
¿quién podrá disimular?
Engaños, Costanza, son
de Antona, no culpas mías,
y tuyas, si desconfías
de mi justa obligación.
Burlando con ella estaba,
■cuando la necia creyó
que la amaba.
Pienso yo,
que de suerte se burlaba,
que si me descuido un poco,
soy Condesa del Otero.
Con lo que he visto, ¿qué espero?
Necio amor me tiene loco.
¿ Qué puedo esperar si veo
la bajeza que pensaba
grandeza, cuando esperaba
con la esperanza el deseo?
Comoquiera que eso sea,
Antona no ha de quedar
en casa.
Aun bien que la mar,
aunque me echó, -me desea.
Bien es castigarla así;
vayase, porque no es justo
vivir con este disgusto.
Y si no dénmela a mí.
que yo la querré, madiós,
y aun me casaré con ella.
Sí, que una Infanta doncella,
noramala para vos.
¿Celazos, Inés?
Confuso
estoy en lo que he de hacer,
porque esta es sola mujer,
y echarla también no excuso ;
pues lo primero es piedad
y lo segundo es forzoso.
Si ha de ¿er Xuño mi esposo,
¿qué mayor dificultad?
O echarla, o tomar el don
y el vestido.
Yo he pensado
un remedio, que me han dado
la piedad y la razón.
¿ Cómo ?
Casarla, que así
no vivirás con los celos.
No tengas viles recelos,
•Costanza hermosa, por mí ;
porque es mi aborrecimiento,
JORNADA TERCERA
423
por este engaño de suerte,
que la deseo la muerte.
Isabela. Pague Dios el pensamiento.
CosTANZA. Ahora bien; si ella se casa,
paso porque en casa quede.
B.\T0. Con ninguno mejor puede
de los zagales de casa
que conmigo; en además
de mi berrenda persona,
que me quiere bien Antona.
Inés. Y no la faltara más
que un cebón de tu tamaño
a una infanta de León.
Bato. Un cebón, o lui mancebón,
¿es barro en casa cada año?
Pelayo. Ahora bien ; aunque callando
está Serrano, yo sé
que la mira.
Infante. Yo, a la fe, ■
que en eso estaba pensando.
Mas si no me mira a mí.
¿qué importa que yo la mire?
Pelayo. Yo sé que no se retire
■de darte la mano a ti ;
y celos te han de curar
por los más felices modos.
.Ea, Antona, que entre todos
el dote se ha de juntar.
Yo doy cien OA'ejas.
CoSTANZA. Yo,
los vestidos que saqué
cuando casarme intenté;
que pues esto se dejó,
y el dar es cosa precisa,
dejando las aficiones,
una cama, dos colchones
y una labrada camisa
ofrezco a la novia aquí.
Bato. Ya yo las venturas pruebo ;
pues que me ponen de nuevo,
grande dicha conseguí.
Pelayo. Un majuelo te he de dar,
por lo bien que me has servido ;
Bato. Mucho mejor he comido
y dormido sin pesar
Inés. Por Dios, Bato, yo he quedado
sin serrano.
Bato. Yo también
sin Antona.
Pelayo. Hombre de bien
sois; con viñas y ganado
podéis. Serrano, aumentar,
y desterrando el pesar,
vivir libre de cuidado.
Bato. Si la novia está indispuesta,
y pone, si se repara,
al casarse mala cara,
mal la boda se concierta.
Pelayo. El que ella os quiere es llano.
Bato. Al cielo mira y suspira,
y puesto que no me mira,
no quiere darme la mano.
(Salen a un lado Ricardo y el Ixfaxte, leyendo tina
carta.)
Infante. En tan penoso desvelo
mi dolor se ha descubierto;
cese en todos el concierto,
pues me veo sin consuelo,
cuando empieza mi deseo; (i)
pues con nueva tan penosa
se ha de aumentar el dolor,
mas no aplacarse mi amor ;
hasta topar a mi esposa,
todo es pena.
Ricardo. Y dicha será también. (2)
Ya trocaste en majestad
la alteza.
Infante. Murió mi hermano.
Ricardo. Así tiene fin humano
la mayor prosperidad.
Infante. Lágrimas debo a su muerte,
aunque aborreció mi vida.
¡ Gran desdicha !
Ricardo. Y mal sentida.
Infante. Que es sangre y justicia advierte.
Ricardo- De eso se debe creer
lo que un reino da lugar,
porque reinar y llorar
no sé como pueda ser.
Porque del reinar hacían
los hombres tan gran conecto,
■que se espantaba un discreto
de que los reyes dormían.
Infante. Erraba, a mi parecer ;
porque si es morir dormir,
y despertar de morir
sólo vida puede ser.
Bien claramente se advierte,
en riesgo tan conocido,
que no vive el que ha dormido.
(i) Verso suelto entre dos redondillas.
(2) Otros dos versos parte de una redondilla.
424
MAS VALÉIS, VOS, ANTONA, QUE LA CORTE TODA
pues representa a la muerte
el sueño, y en esta grey-
vive quien no se desvela,
y estar siempre en centinela
es obligación del rey.
Cuidando, en empeño tal,
para adquirir más renombre,
de las fatigas del hombre (i)
y dar remedio a su mal,
solicitando su aumento
para poder obligallos.
¿Y dijiste a mis vasallos
cómo vivo aquí encubierto? (2)
Ricardo. Todo se acaba, señor,
y se muda fácilmente, {3)
siendo instrumento la muerte
de pesares y dolor.
Ello no hay que esperar
firmeza al estado humano;
mira el mar soberbio y cano
que a ti te pudo quitar
el ver a tu esposa bella,
y en medio de mal tan fuerte
no me acordé, si se advierte,
de decirles que atropella i
tus venturas la fortuna,
y darles nuevas de ti.
Infante. ¡ Qué mal hiciste !
Ricardo. Partí
con la gente, que, importuna,
prisa me daba a marchar;
que sólo tuve memoria
de tu ventura y tu gloria (4)
Pues te vas a coronar
y a ser mí rey, y es justo
que partas con mucho gusto
sin resistir ni dudar.
Ven, señor, conmigo al punto,
que me importa tu presencia.
Infante. Siendo, (5) Ricardo, en mi ausencia
el pesar y el placer junto.
Ricardo. ¿Cómo?
Infante. La villana Antona
serví pensando que fuera
mujer que sangre tuviera,
(i) En el original, "pobre", por errata-
(2) Asi en el original; pero "encubierto" no es
consonante de "aumento" ; quizá "contento".
(3) No es "fácilmente" ■ consonante de "muerte".
Quizá diría: "y se muda de tal suerte".
(4) Falta un verso después de éste,
(s) Asi en el original. Quizá "viendo".
Ricardo.
Infante.
Ricardo.
Infante.
Ricardo.
Infante.
Ricardo.
Infante-
Ricardo.
Infante.
Ricardo.
Infante.
Ricardo.
Infante.
de alguna real corona,
por lo que della entendía
qtte hablaba siempre cifrado,
y hoy quedo desengañado
pero falto de alegría.
Hablarla quiero, ¡ ay de mí !
Excusa la pesadumbre, (i)
No puedo olvidarla aquí,
y es género de traición. (2)
Llegarme quiero.
Señor,
habíala en lengua de rey,
que sin faltar a la ley
Ja puedes decir tu amor.
No sé qué la diga ahora
para poder obligalla,
porque sólo con miralla,
como es deste campo aurora, (3)
aunque llego a discurrir
y llego claro a notar
que por no darla un pesar
he de callar y partir.
P'ero el dejarla es morir.
Vamos, que será mejor. (4)
¿ Cómo ?
Que me quiere asir
amor. Ya no soy quien era.
Respeta el cetro.
¿Ahora estamos
en eso ?
Bien dices, vamos.
Desta vez me voy. Espera.
¿ Para qué ?
Para decir
a esta hermosa labradora
que toda el alma la adora,
y que es forzoso partir
y dejar aquesta aldea,
para que su sol no vea
quien con él quiso vivir.
¿Aquella dama es Antona?
La misma.
Si se virtiera
desta suerte disculpara
tu amor. ¡ Qué dama tan bella !
Sin sentido estoy, Ricardo,
(i) Falta lui verso antes o después de éste.
(2) Así en el original. Todo este pasaje está muy
alterado.
(3) Falta algo para el sentido.
(4) Falta un verso antes o después de éste.
JORNADA TERCERA
425
viendo mi forzosa ausencia,
i Plegué a Dios que no me cueste-
vida y salud el perderla.
Pelayo. ¿Adonde está el desposado?
Bato. ¿No le veis?
IxÉs. Oigan la flema
con que viene el novio.
B.VTO. Inés,
quizá le casan por fuerza.
Pelayo. ¿ No fuera razón, Serrano,
que de otra isuerte vinieras
a. casarte ? ¿ No tenías
gabán y polainas nuevas
y una camisa labrada?
O por lo menos te hicieras
la barba, que en desposados
es bien cuidar de limpieza.
Inés. Bien se la pudiera her,
que la tiene como aldea
despoblada de vecinos;
yo por lo menos le diera
gregüescos, sombrero y capa.
¿Serrano, tanta tristeza?
¿ Son los novios de Hornachuelos,
que diz que le dijo a ella
a tres meses de casados,
levantando la^cabeza :
Ojinegra es la señora?
IxFANTE. Ya, pues hablaros es fuerza,
aunque pensé a hablar a Antona,
donde ninguno me oyera,
yo soy don Juan de Navarra,
hermano del rey que reina
en el cielo.
Bato. ¿ Qué es esto ?
¿ Hay otra infanta que venga
hacer Condes del Otero ?
IxÉs. ¡ Calla, noramala, bestia !
Infante. Ya por la gracia de Dios,
rey de Navarra, de Estela, (i)
de Pamplona.
Bato. Y del Otero,
donde es Costanza condesa.
Infante. Arrojado de la mar
tomé puerto en esta tierra,
yendo a casarme a Bretaña
con la divina Isabela,
princesa de aquel Ducado,
que por escrituras hechas
(i) Estella.
Isabela.
era mi esposa con gusto
del Rey, que por las señas (i)
no quiso que fuera a verla.
Salí huyendo por la mar,
de cuya fiera tormenta
debo la vida a los brazos,
debo el amparo a las peñas.
Este caballero y yo
llegamos a la ribera,
subimos .por la montaña,
y esta labradora hermosa
que hoy, en hábito de dama,
lo que no es posible espera,
a vuestra casa me trajo,
en fin, dejándome en ella.
Volvió Ricardo a Navarra,
que anticipadas las nuevas
deja en este verde valle
lo mejor de su nobleza.
Con vosotros no aguardaba
cumplimientos ni licencia.
Con ella sí, porque he sido
labrador de su belleza,
y ha sido tanto mi amor,
que presumo que la diera
la mitad de mi corona:
tanto 'el dejarla me pesa,
si no estuviera tratado
casarme con la Duquesa.
Esas joyas que la di
quiero que su dote sean,
demás del que pienso darle
al que su mano merezca.
Con esto, porque la gente
alegre a buscarme llega,
haced de oficio de padre,
Pelayo amigo, en mi ausencia;
Ñuño, honradla como hidalgo ;
Costanza, favorecedla,
y vos, Antona, que fuistes
desitos campos, destas sierras,
dueño, y del alma de un rey,
en esta forzosa ausencia
dadme los brazos y adiós...,
que El solo sabe la pena
con que me parto.
Esperad,
y veréis la diferencia
que os merezco. Y ya no es tiempo
(i) Así en el original; pero "señas" no es la
palabra propia ni forma verso.
426
MÁS VALÉIS, VOS, ANTONA, QUE LA CORTE TODA
Infante.
Isabela.
Infante.
Bato.
Pelayo.
Ñuño.
Isabela.
de que la tenga "encubierta,
y si me hubiérades dicho
con repetida fineza
que erais don Juan de Navarra,
al mismo punto os dijera
que viniendo a Santiago
la rigurosa tormenta
tuve. Soy...
Amor, i qué es esto ?
Sois...
La misma Duquesa.
¿ Que soy don Juan de Navarra
y tú, Isabela,
la Duquesa de Bretaña? ,
Salga en los brazos agora
a recebiros el alma, (i)
¿ Cosa, Costancia. que sea
otra infanta de León
que venga, a haceros Condesa?
Ñuño, Costanza, serranos,
besemos a Sus Altezas
los pies.
Decid majestades,
porque con alegres fiestas,
después de hacernos mercedes,
padrinos de entrambos sean.
Dadme, Costanza, los brazos.
(i) Como se ve, este pasaje está muy alterado.
Costanza.
Aquí, bellísima Reina
de Navarra y de Bretaña,
tenéis una esclava.
Isabela.
Llega,
Bato; llega, Inés.
Bato.
Señora,
perdone su reverencia
el no haberla conocido.
¡ Dichoso el que hacer merezca
sábanas de tal Bretaña !
Perdonad nuesas flaquezas,
que os tuvimos por anjeo,
y sois ángel y sois reina.
Infante.
Pelayo.
Pelayo.
Señor.
Infante.
Muy presto
tendréis villas por aldeas.
NuÑo.
Aquí, discreto senado.
perdonando faltas nuestras.
da fin la Antona.
Isabela.
Es engaño.
porque a serviros comienza
y a ofreceros el deseo
del autor y del poeta.
que me pidió que en su nombre
el aplauso os agradezca.
Fin.
EL MAYOR REY DE LOS REYES
COMEDIA EN 3 JORNADAS
DE
DONDE SE PRESENTAN LAS FIGURAS SIGUIENTES :
Melchor, rey negro.
EuTiFAR, negro.
Zaydán', negro.
Sexxaríx, sacerdote negro.
Abdenacar, sacerdote negro.
Anacrasis, reina blanca.
Gaspar, rey indio.
ROGELAXA, sil hija.
Calambuco, indio.
GUATIXO, Í}UÍÍO-
Baltasar, rey gentil.
Sexjo, gentil.
Axacreoxte, sabio gentil.
SoLiNo, sabio gentil.
Eufrates, sabio gentil.
Axdrogeo, hermano del rey Baltasar.
t/na Sibila.
CoRiDÓx, pastor.
El Demonio.
Rexato, salteador.
SiLEXo, salteador.
LiDORO, salteador.
Algunos negros de acompañamiento.
JORNADA PRT^IERA
{Vietien Butifar, negro, y Sexxaríx y Abdenacar,
sacerdotes negros, y dice Butifar. ~i
Butifar. Prevenid las aras santas,
sacerdotes del dios Sol,
pues ya con sus rubias plantas
baña el mundo de arrebol
que alumbra naciones tantas.
Tú, famoso Sennarín,
aromatizante incienso
abrasa, y vuelve en jardín
el templo de Dios inmenso
con la violeta y jazmín.
Los aceites y las gomas,
licor que las plantas sudan,
reparte en doradas pomas
con tal concierto, que aludan
en el orden las aromas.
Tú, Abdenacar, la cortina
corre, si su resplandor
no eclipsa ; y su luz divina
el soberano inventor
dé música y medicina.
Sexxaríx. Invencible Butifar,
todo está ya prevenido
y otro oriente es el altar,
aunque no habernos sabido
quién viene a sacrificar.
BuTiF.\R. Pues sabed que el rey Melchor
de Gaspar, rey del Oriente,
ha llegado vencedor;
tal que le llama su gente
de los reyes el mayor.
Y por este beneficio
a el Sol le quiere hacer
antes de entrar sacrificio.
Abdexac. Xada pierde en ofrecer
al dios Sol ese servicio.
Mas dinos ¿por qué ocasión
nuestro Rey le hace guerra
al rey Gaspar?
Butifar. Cosas son
dignas de decir: la tierra
todo es grita y confusión.
Todo es regocijo y fiesta,
porque no ha visto victoria
que se la compare a ésta.
Sexxaríx. Si de ella tienes memoria,
¿ cuál es la ocasión ?
Butifar. Aquesta.
Ya sabes que el rey ■Melchor
la Arabia Pétrea y Félix
y la Desierta gobierna,
porque las tres le obedecen.
La Pétrea le da en parias
el unicornio y el fénix;
la Félix, oro, elefantes;
la Desierta, tigres fuertes,
428
EL MAYOR REY DE LOS REYES
. y como en las tres Arabias
es señor de tanta gente,
se llama, con gran razón,
el mayor Rey de los reyes.
Pero el rey Gaspar, soberbio,
a quien el bárbaro Oriente
bultos de oro le levanta
y sacrificios le ofrece,
diciendo que de los cielos
su estirpe y origen viene,
de los reyes el mayor
de todos llamarse quiere;
y a nuestro rey le escribió
que este sobrenombre diese,
porque este santo atributo
a él solo se le debe,
que de no hacello vendrá
a castigalle y ponelle
entre sus muchos esclavos,
que es negro y hacello puede.
Enojóse tanto el Rey,
que por respuesta le vuelve
treinta mil negros armados
de fuertes conchas de peces
y de arcos corvos y flechas,
en que su respuesta vuelve,
y él con ellos, con intento
de hablalk y de respondelle
con las armas, que las armas
son razones suficientes.
Llegó, peleó y venció,
y hoy con la victoria vuelve
y con el Rey, porque gusta
que en altas voces confiese
que es él el mayor de todos,
y que en el mundo merece
este título y blasón
el rey Melchor solamente.
Sennarín. Bien es que tan gran victoria
las tres Arabias celebren,
y que a nuestro Rey le llamen
el mayor Rey de los reyes.
Abdenac. ¿Vendrá presto el Rey?
BuTiFAR. Ya tarda.
Corred el velo celeste,
haré oración entretanto
al gran dios lucipotente.
Sennarín. Ya lo está.
(Corre una cortina y descubre un altar con una es-
tatua del dios Sol. Vanse los Sacerdotes y dice
BuíriFAR, de rodillas.)
BuTiFAR. Dejadme solo. —
¡Oh, tú, que el asiento tienes
en los cielos, tachonados
de diamantes refulgentes;
tú, que engendras a los hombres;
tú, que el oro en minas ciernes;
tú, que eres ojo del mundo,
pues cuando te cierras duerme;
tú, que los futuros casos
nos revelas cuando quieres,
porque no hay parte en los orbes
donde con imperio no entres,
pues también quise el amor
en el número ponerte
de sus vencidos, atado
al carro que cisnes mueven,
ampara un alma abrasada,
que en mi negro rostro puedes
ver si es verdad, pues tiznado
está del humo que vierte !
Si lo haces, en tus aras
haré que los padres quemen,
sobre olorosa canela
y gomas del Gange fértil,
sus hijos negros desnudos,
porque el humo te deleite,
que sí hará, que siendo negros
te servirán de pebetes.
Yo adoro, Sol, a Anacrasis,
que es un 'pedazo de nieve
que en este negro carbón
fuego del infierno' enciende.
Adoro al fin a una blanca,
a una persiana, que excede
en hermosura a tus rayos
y en crueldad a tus laureles.
Mujer es del rey Melchor
3' mi reina, aunque amor quiere
que no sólo haga adulterio,
sino también crimen lese.
Bien veo que no hago bien;
pero es el amor a veces
im caballo desbocado,
que no hay freno que le enfrene.
¡ Favoréceme, gran dios ! ;
y si tú me favoreces,
este diamante engastado
verse en mi azabache puede.
(Suena dentro esta voz.)
Voz. ¡ Butifar !
BuTiFAR. ¡ Raro milagro ! —
Divino Sol, ¿qué me quieres?
JORXADA PRIJIERA
429
Voz. Como me des la palabra
de honrarme y amarme siempre,
no adorando en otro dios,
pues soy solo, y todos mienten,
no sólo serás señor
de la persiana, mas puedes
reinar en las tres Arabias,
que yo puedo hacer que reines.
BuTiFAR. Tú has de ponerte en el alma
porque el cuerpo no lo niegue :
con la punta desta flecha
he de hacer que escrito quede
en mi pecho; tuyo soy.
Voz. Pues verás lo que pretendes.
BuTiFAR. ¡ Oráculo soberano,
pronóstico de mis bienes,
dime más !■ — Pero los dioses
sólo dicen lo que quieren.
Ya vienen los sacerdotes,
y sin duda que el Rey viene,
pues las voces lo publican
y las canciones alegres.
(Salen algunos negros con sonajas y tamborinos, can-
tando y bailando, y el Rey Melchor en unas an-
das, cue le traen en hombros cuatro negros, y trae
preso al Rey Gaspar y los negros delante can-
tando lo siguiente.)
Canción curxEA.
" ¡ Viva, viva el rey Melchor i
i Samana, Samana !
¡ Viva, viva y mueran turo !
¡ Usiha, usiha, usiha!"
Turo lo reye que hallamo
día que sonó confesamo
su Rey no le conquisamo
y captivo le tracmo,
porque de vivir queremo
turo los reyes desimo
que sa Melchor no soplimo
lo mayor Rey y seor.
¡ Viva, viva el rey Í^Ielchor !
¡ Samana, Samana !
¡ Viva, viva y mueran turo !
¡ Usiha, usiha, usiha !
(Dejan de bailar y bajan al Rey al suelo y él dice.)
Melchor. Bajad al suelo el cojique,
que es bien que incienso le aplique
al Sol, con tal pompa y fausto,
que quiero que este holocausto
por el mundo se publique.
Las piedras que del oriente
traigo para la diadema
de mi soberana frente,
en las aras del dios quema,
Sennarín, con fuego ardiente.
(Ponen Sexxarin y Abdexacar ¡os sacrificios en
el altar.)
Deja animales feroces,
deja unicornios y bueyes
rnientras destas piedras goces,
que da el mayor de los rej'es
al mayor dios de los dioses.
Sus pies es razón que ciñas
de incienso cuajado en pinas
y de las piedras que medras,
y altar con incienso y piedras
no es bien que con sangre tinas.
Tú, vencido rey Gaspar,
el mayor Rey de los dos
a voces me has de llamar
en presencia del gran dios,
la mano encima el altar.
Gaspar. Pues tu brazo sin segundo
al abismo más profundo
espanta y causa temor,
digo que eres el mayor
de cuantos conoce el mundo.
Todos los reyes te amen,
obedeciendo tus le3'es,
y sin que tu nombre infamen,
el mayor Rey de los reyes
por todo el orbe te llamen.
Y yo de la misma suerte
este nombre te daré,
digno de tu pecho fuerte.
Melchor. Haciéndolo así, seré
tu amigo hasta la muerte.
Y de no hacello, me obligo '
a condenarte al castigo
de mi vencedora flecha,
que eres bueno para amigo.
Gaspar. Durará el amistad hecha;
que tanto me has obligado,
que mi propia hija te diera,
heredera de mi estado,
si por dicha no supiera
< que estás a gusto casado.
Mas quiérotela ofrecer,
pues tu criada ha de ser,
por tu criada.
Melchor. Señora
nuestra la llama, que agora.
430
EL MAYOR REY DE LOS REYES
Rey, te llego a conocer,
y aunque es la victoria mía,
tú con el triunfo has salido,
pues tu mucha cortesía
aquí, gran Re}', me ha venido,
que es la mayor valentía.
Así que siempre seremos
amigos, juro al gran dios,
y esto con tantos extremos,
que podrá ser que los dos
nuevos reinos conquistemos.
Libre te puedes volver;
tu partida al punto trata.
Gaspar. A la Reina quiero ver,
y aquesta barba de plata
a sus pies quiero poner.
Melchor. Si ese nevado cabello
ve mi mujer, en los ojos,
con razón, verná a ponello.
Vuelvan al Rey sus despojos
mis soldados.
No han de hacello,
que son despojos comprados
a precio de sangre y vida,
moneda de los soldados,
y es cosa bien conocida
que los tienen bien ganados.
(Entra Zaydán, negro, y luego tras él AnacrasiSj
reina, blanca.)
Zaydán. De una pintada hacanea
ya Su Majestad se apea.
Melchor. Que eso sólo la detiene :
a verme Anacrasis viene.
An.\cras. Acércase quien desea.
Si amor los gustos desvía,
vuestra presencia me alegra.
Melchor. ¡Oh, Reina!; ¡oh, señora mía!,
como que a mi noche negra
busqué vuestro claro día.
AxACRAS. Ventura es que me asegura
el bien que amor me mejora.
]\Ielchor. ¿Ventura es verme?
Anacras. y segura.
]\Ielchor. Si lo soy vuestra, señora,
tendréis muy negra ventura.
Anacras. Dichosa mi amor la nombra.
Melchor. A vuestro hermoso arrebol
mi rostro tiznado asombra,
pues siendo tan claro sol
os eclipso con mi sombra.
Mas diré que amor me abrasa,
como en mi color lo veis,
que es carbón.
Anacras. De merced pasa,
gran señor, la que me hacéis.
Melchor. Soy negro de vuestra casa.
Anacras. ¿Cómo os ha ido en la guerra?
Gaspar. Victorioso y vencedor
A'uelve, señora, a su tierra,
mostrando al mundo el valor
que en su corazón encierra.
Melchor. Besad, Reina, al rey Gaspar
las manos.
Anacras. Dadme las manos.
Gaspar. Yo las tengo de besar,
y a vuestros pies soberanos
los labios he de postrar;
que bien puede un Rey vencido
a una Reina vencedora
besar los pies.
Anacras. Este ha sido
golpe de fortuna agora,
y ha ensalzado a mi marido.
Ya de la guerra es costumbre
dar a una parte victoria
y a otra parte pesadumbre.
^Melchor. Xo volváis a la memoria
lo pasado.
Abdenac. Ya la lumbre
sobre las aras aguarda
el incienso y los perfumes.
Melchor. Ya el sacrificio se tarda
si incienso y piedras resumes
entre su llama gallarda.
Sexnarín. ¡ Oh, sacro y divino Apolo.
recibe este sacrificio,
famoso de polo a polo,
y muéstrate al Rey propicio,
pues eres dios uno y solo.
(Echa incienso^ en las brasas y sale una llama y
cohetes, cwi que abrasa al Sol, y vuélvese i<na
tramoya y está a la otra parte un Niño Jesús con
una crus y cercado el pecho de epitafios latinos, y
dice dentro una vo~.)
Voz.
Melchor.
Gaspar.
Quien dios llama a Apolo, miente :
que en estas llamas Melchor
padecerá eternamente,
y el que veis es el autor
de los orbes y su gente.
¡ Portento extraño !
i Terrible !
La estatua el fuego ha abrasado,
y por el viento invisible
JORNADA PRIMERA
431
al pedestal ha bajado
otra.
Melchor. ¡ Parece imposible !
BuTiF.-\R. De la visión peregrina
mi pronóstico se impetra,
y de Melchor la ruina.
Sennarín. Por orla tiene una letra.
Melchor. ¿En qué lengua?
Sexnarín. En la latina.
^Melchor. Lee y declara lo que es,
que algún milagro sospecho.
Senxaríx. "Verbum caro, factum est."
"Palabra la carne se hizo."
Melchor. Lee lo que dice después.
Sexxaríx. "Ego sum veritas et vita
et qui ambulat in me
non ambulat in tenebris."
''Vida, camino y verdad
soy 3'0, y el que en mi camina
jamás va en oscuridad."
Melchor. ¡ Rara letra !
Gaspar. ¡ Peregrina !
Sexxaríx. La que se sigue escuchad :
"Natus est Jesús Xazarenus
filius Jacob, Magnus Rex regum
let dominus dominantium
ex !Maria Virgine."
"Nació Jesús Nazareno
de David, hijo de Abrahán,
gran Rey de los reyes."
Bueno,
mi sobrenombre le dan.
Pone a su soberbia freno. (Aparte)
"De ufaría Virgen."
¡ Cielo !
¿ Qué Rey es el que ha nacido
de madre virgen ?
Recelo
que aqueste Rey ha venido
sobre los reyes del suelo;
que enseña portentos tales
de su A-enida al nacer,
nos muestra claras señales
{Prevengan la estrella y tnúsica.)
de que viene con poder
sobre los reyes mortales.
Sexxaríx. "Regem cui omnia vivunt
venite adoremus."
"Venid al Rey adorar,
por quien las más cosas viven."
!Melchor. ¿Dónde le habernos de hallar?
Sexxaríx. Allá en Nazaret, escriben.
Melchor.
Gaspar.
Sexxaríx.
Melchor.
Gaspar.
Gaspar.
Seunaríx.
Melchor.
Sexnarín.
Melchor.
Gaspar.
Melchor.
Gaspar.
Melchor.
Gaspar.
Anacras.
¿Quién conoce ese lugar?
En aqueste palo están
otras letras que ansí dicen:
"Tolite crucem mcam et invenieis
¿Qué nuestra lengua dirán? [me."
Ansí, porque se autoricen,
interpretados están.
Dice aquí : "Mi cruz tomad,
y me hallaréis."
Rey que viene
con tan grande potestad,
que imperio en los hombres tiene,
¿nace en oculta ciudad?
Con causa debe de ser.
A Rey que es tan poderoso,
¿qué rey no ha de obedecer?
Obedecelle es forzoso.
Vámosle, Gaspar, a ver.
Adorarle determino,
sin ver el reino en que reino
ni a mi hija.
Es desatino,
pues no sabéis en qué reino
ni sabéis por qué camino.
(Aparece la estrella y cantan dentro lo siguiente.}
Canción.
"Ya os envía la lumbre bella
de una estrella hecha farol
adonde nace este sol,
pues nacéis con tal estrella."
Melchor. Casi en el primero cielo
la estrella se ha parecido.
Gaspar. Este es Rey de cielo y suelo.
Melchor. Si el cielo le ha obedecido,
ya en buscalle me desvelo.
Prevén luego, Butifar,
mi venturosa partida,
que a ti te quiero encargar
en mi ausencia aquella vida
de quien me quiero ausentar.
Reinos, hijos y mujer
, te encargo.
Butifar. Yo me acomodo
a servir y obedecer.
IMelchor. Mira que te entrego todo
■ mi querer y mi poder.
A Anacrasis regalalla
procura y obedecella,
y como a mí respetalla,
pues ves que me quedo en ella,
que al alma no hay ausentalla.
432
EL MAYOR REY DE LOS REYES
Hoj'^ que el alma se me arranca,
con dejártela me alegro
a ti, con mano tan franca,
y pues eres mi arfil negro,
guárdame la dama blanca.
Admite su buen consejo,
que por eso te la entrego
mientras que della me alejo;
halle yo entablado el juego
de la suerte que lo dejo.
Arfil es el buen vasallo
que al rey sirve y al rey ama,
y esto puedes conservallo,
Butifar, con que a la dama
no des mate de caballo.
No me juegues con traición,
arfil, pues me fío de tí;
que SO}' Rey y con razón
te daré un jaque de aquí
que no valgas por peón.
Butifar. Yo conservaré mi fama
en este juego sutil
a que tu valor me llama;
que es bien que un honrado arfil
guarde de su rey la dama.
Y con tan grandes cuidados
el reino te guardaré
y aumentaré tus estados,
que cuando vuelvas tendré
algunos reinos ganados.
Melchor. Alzad, mi Anacrasis bella,
los ojos.
Anacras. ¿Que al fin os vais?
Melchor. Blanca, en quien mi amor se sella,
¿es posible que lloréis
mi felice y buena estrella?
Habéis de saber, señora,
que muchas veces he visto
la estrella que veis esta hora
cuya fuerza no resisto
porque más me fuerza agora.
De noche voces me dan
que adore a este Rey nacido
en la margen del Jordán;
todas las he resistido,
mas éstas vencido me han.
Y agora aqueste portento
me ha espantado; su castigo
temo.
Anacras. Si ese es vuestro intento,
ese vuestro gusto os sigo
y alabo ese pensamiento.
Gaspar. Yo confío,* rey Melchor,
que no puedo desistirme
de ir a vello, que un amor
se enlaza al alma tan firme,
que me ofende su rigor.
Dice que me importa el ir
la vida, y aunque soy viejo,
soy mxortal; quiero vivir,
y este divino consejo
me fuerza el alma a seguir.
Que aquesta jornada elija
manda, y aunque sea prolija,
haré, pues, su voluntad,
sin que de mi libertad
sepan mi reino y mi hija.
Melchor. Niño Santo, que aumentar
venís mi reino y mis leyes,;
hoy os vamos a buscar,
que al mayor Rey de los reyes
los reyes han de adorar.
No se de al Sol sacrificio,
sino a esta estatua divina,
que es bien tenerle propicio.
Anacras. Corred aquella cortina.
^Melchor. Butifar, haz bien tu oficio;
mira que el alma te encargo
y el reino.
lii. TiFAR. Sobre los hombros,
fuerte Atlante, me le encargo;
no tengas miedo ni asombros.
Melchor. Pienso que el camino es largo.
En mi cojique poned
la Reina, y con fiestas nuevas
los aires claros romped.
Butifar. Tocad flautas y jabebas;
¡ hola !, cantad y tañed.
{Ponen a Anacrasis en las andas y óntranse can'
tando y tañendo.)
Canción.
"¡Anacrasis viva, viva-
¡ Samana, Samana !
¡ Viva, viva y mueran todos I
Usíha, usíha, usiha."
{Vansc.)
{Sale un indio llamado Senjo .v Anacreonte, sabio,
y SoLiNo, sahio^ y Eufrates, sabio, y los demás
se han ido.)
Senjo. Está cazando en el monte
el Rey, y aquí os quiere hablar.
Anacreon. ¿ Qué nos querrá ?
JORNADA PRIMERA
43-
Senjo.
Anacreonte,
cierto caso consultar
del cielo y de su horizonte.
Eufrates. Pues luego al Rey avisad.
Senjo. Anda cazando.
Eufrates. Ya viene.
t^Sitoian dentro llamando a los pájaros, diciendo,
uchio, uchio, y viene el Rey Baltasar diciendo.)
Baltasar ¡ Extraña velocidad
el neblí pintado tiene !
Seguilde.
Anacreox. ¡Oh, gran Majestad!
Sen'JO. Aquí tienes, gran señor,
a Anacreonte y Solino,
y a Eufrates, cuyo valor
llega a Júpiter divino.
SoLixo. Si del orbe superior
quieres que los movimientos
te pinte con evidencia
de los polos los asientos,
puntos y circunferencia
y las cosas de los vientos,
con breve y corta experiencia
lo verás, porque aprendí
con egipcios esta ciencia.
Eufrates. Si quieres saber de mí
la mágica y su excelencia...
Baltasar. Mágicos, no sois llamados
para caracteres feos
ni .hombres de cera formados ;
sabed que van mis deseos
a otro intento guiad,os.
Sólo quiero ver si halláis
interpretación a un sueño,
que si me lo descifráis
todo Tarsis es pequeño
para el premio que esperáis.
Es un sueño que mil veces
he soñado, y pienso que es
difícil.
Anacreon. Si lo encareces
así, gran señor, ¿no ves
que más dudas nos ofreces?
Decláralo sin recelo.
Baltasar. El sueño es de esta manera,
por quien me aflijo y desvelo:
Soñé que una vidriera
estaba entre cielo y suelo,
y que del cielo bajaba
el Sol, sin bajar de allá,
y el velo sutil pasaba
sin romper, y el Sol acá
en hombre se transformaba.
Digo, en un hermoso Niño,
de nieve y grana formado
y del más candido armiño;
pisa un globo estrellado
y el laurel con que me ciño
la frente y otras tiaras
de diamantes y carbuncos,
piedras más que no el Sol claras,
y El coronado de juncos.
Anacreon. ¿ Ese sueño no declaras ?
A mí me parece cosa
muy clara y muy evidente.
Baltasar. Y a mí muy dificultosa.
Anacreon. Escucha.
Baltasar. Di brevemente.
Anacreon. Es del Sol la luz hermosa
tu sangre, pues de los dioses
desciendes; la vidriera,
tu madre, que es bien reposes
en ella, y desta manera
naciendo, este imperio goces.
El g\oho estrellado es
símbolo de que ternas
más que estrellas en los pies
decendientes.
Baltasar. Tú no das
en él. — Di tú.
Solino. Escucha, pues.
El Sol es la potestad
del rey, y es la vidriera,
gran señor, la majestad
que siempre se queda entera,
pasando su voluntad.
Es el hombre que se forma
lo que la voluntad quiere,
(^Prevengan la Sibil.\.)
que en ley firme se transforma;
de las estrellas se infiere
que en muchos la ley se informa,
porque a las estrellas son
los vasallos comparados,
por la multitud y vuiión;
las coronas, los estados
sujetos a su opinión.
Los juncos con que la frente
ciñe, son amor y ley
con que ha de amparar su gente,
que esto debe hacer el rey,
señor, ordinariamente.
28
434
EL MAYOR REY DE LOS REYES
Baltasar. No me satisface. — ^Di
tu interpretación.
Eufrates. Señor,
yo interpreto el sueño ansí :
Es del Sol el resplandor
la justicia que hasta ti
del cielo deciende 3' pasa
por la vidriera, que es
la razón con que se abrasa
. a quien fraude ni interés
no vence, aunque le traspasa.
El hombre que se fabrica
desta justicia es la pena
que al que la debe se aplica;
la esfera de estrellas llena
todas sus culpas publica;
las coronas que ofendió
el reo al rey y a sus jueces,
los juncos, que mereció
castigo infinitas veces.
(Ábrese una peña y parece nna Sibila sentada^ con
un libro en una mano y nma pluma en la otra.)
Sibila. Désos ninguno acertó.
Pero yo a decirte voy
la verdad del sueño; advierte.
Baltasar. ¡ Cielos, admirado estoy !
Mujer, ¡oh, Dios bravo y fuerte!,
¿quién eres?
Sibila. Sibila soy.
¡ Oh, Rey famoso de Tarsis !,
¿para qué mágicos llamas?
¿Para qué sabios consultas
questos misterios no alcanzan?
¿Ves de estos hermosos cielos
las hermosas y altas cuadras,
hechas de solo un zafiro
y de estrellas tachonadas?
¿Ves aquesas once esferas
y pendiente de la cuarta
ese racimo de luz
que en la tierra se desgaja?
¿Ves esa luna cubierta
de hermosas planchas de plata,
que parece de los cielos
la cuidadosa cerraja?
¿Ves esa esfera del fuego
poblada de salamandrias,
y esa cortina del aire
que diversas aves rasgan?
¿Ves ese mar con su freno
que alborotado le tasca,
argentándole la espuma
que hasta los cielos levanta?
¿ Ves esta tierra ceñida
con tma cinta gallarda,
que se fabrica y compone
de carbuncos y esmeraldas?
Pues todo fué fabricado
sólo con una palabra,
y aunque tanto te parece
fué su principio de nada.
Estas cosas. Rey supremo,
no las refiero sin causa,
porque son para aclararte
el sueño de quien te espantas.
El gran Padre Sempiterno,
causa de todas las causas,
a quien el ángel respeta
y el serafín santo alaba,
después de haber otra vez
reformado, por el arca
de Noé, el mundo, que Adán
destruyó por su desgracia,
tercera vez le reforma,
que no quiere que se caiga,
porque quiere que estén firmes
los edificios que labra,
prometió inviarle al Verbo,
y en carne le transustancia,
de la suerte que tu sueño
aquí te pinta y retrata.
De suerte que el Sol que el cielo
da a la tierra es cosa clara
que es Dios, que en el Padre puede
y es Hijo que al suelo baja.
Al fin, tu sueño, señor,
es que de una Virgen sacra
de la casa de David
y homenaje de su casa
ha nacido Jesucristo,
y te ha inspirado que vayas
a vellé y a conocelle.
Este es el sueño ; sin falta
parte a Belén de Judea;
no temas, que como partas
llegarás allá, que el cielo
te ofrece sus luminarias.
Ya el Sol enciende una estrella
que sirva de antorcha clara,
porque el camino no pierdas
cuando buscándole vayas.
Mucho, Baltasar, te quiere,
pues cuando nace te llama;
JORNADA PRIMERA
435
mira qué hará cuando muera,
que es Rey que muriendo salva.
No pierdas esta ocasión,
pues ya la estrella te aguarda,
que cayéndose del cielo
te da a entender que te llama.
Si vas luego, la verás;
no la verás si te tardas;
mira, Rey, que aqtieste sueño
no le has soñado sin causa.
Sibila soy; verdad digo,
verdades son mis palabras ;
no miento ni lisonjeo,
porque no pretendo nada.
Testigo es de esta verdad
Jeremías, que ya canta,
y Daniel, que ve cumplido •
el plazo de sus semanas;
Job, que ve ya escrito el libro
que a veces a Dios demanda,
y David, que a Dios bendice
porque redime su patria;
Ezequiel, que ya no escribe;
Baruc y Amos, que ya callan;
Ananías, que da voces,
y Elias, que ya descansa,
y otros sagrados profetas
y divinos patriarcas,
que ha tantos años que esperan
el Niño que a ti te aguarda.
Baltasar. Son, mujer, tan eficaces
tus razones y palabras,
que aunque tu lengua las dice
parece que otro las manda.
La declaración del sueño
es ésa, y agora falta
poner en ejecución
mi venturosa jornada. —
Llámame a mi hermano, Senjo,
y mi recámara salga
sobre elefantes soberbios
y luego de Tarsis parta.
Mis criados se prevengan,
y la mitad de mi guardia
se aperciba.
Sen JO. Haráse todo,
gran señor, como lo mandas.
{Vasc.)
Baltasar. .; Vosotros qué hacéis aquí,
letrados en ignorancias?
Idos a declarar sueños
o a contar del sol las casas.
i Qué de ignorancias que encubren
a veces crecidas canas,
que acreditan de mentiras
y qué de lison j as tapan !
Anacreox. ¡ Muy bien despachados vamos !
SoLiNO. ¡ Pobres de aquellos que tratan
con señores, que aun del sueño
les han de decir, la causa
soñando en lo que ellos piensan !
Baltasar. Tú, Sibila o mujer santa,
en Tarsis quiero que vivas
y dejes las torres altas.
Sibila. Aquí estoy. Rey, más segura.
Baltasar. ¿Encubrióse? ¡Cosa extraña!
Esta es la estrella, sin duda,
que he de seguir.
{Cúbrese la Sibila y aparece la estrella, y entra
Androgeo, hermano del Rey Bai^tasar, diciendo.)
Androgeo.
Baltasar.
Androgeo.
Baltasar.
AXDROGEO.
Baltasar.
AxDROGEO.
Baltasar.
AxDROGEO.
Baltasar.
Androgeo,
B.\ltasar.
Androgeo,
¿ No te cansas,
hermano Rey, del gran trecho
que te ha traído la caza?
¡ Ay, hermano, que un gran bien
he descubierto : repara
en la luz de aquella estrella,
que me está diciendo parta.
Pon los hombros a mi reino,
que en ellos dejo esta carga.
¿Qué manda tu i\Iaj estad?
Otro hermano es el que manda,
y así es fuerza obedecelle :
yo me he de partir mañana,
y quiero que a Tarsis rico
rijas en mi ausencia.
Basta.
Mas mira que estos letrados
pienso, señor, que te engañan,
que publican mil mentiras
por las calles y las plazas.
No sigo destos letrados,
Androgeo, las palabras.
Pues la partida previene.
Sí, que el tiempo se me pasa.
Vení, pondréla por obra,
y tú, Androgeo, te encarga
del reino en mi breve ausencia.
; Por qué te vas de tu patria ?
Xo lo sé.
¿Quién te hace fuerza r
El deseo, el gusto, el alma.
, Resístete, Rey.
436
EL MAYOR REY DE LOS REY'ES
Baltasar, No puedo.
Androgeo. Pues ruego al cielo que vayas (Ap.)
y que a Tarsis jamás vuelvas.
Baltasar. Algún bien allá me aguarda.
(Miisica. Vanse y sale Akacrasis .v Butifar, negro.)
BuTiFAR. Ya su ejército se ve
de la ciudad, y mañana,
que de una espía lo sé,
ha de pasar Rogelana
el río.
Anacras. ¿y dice por qué
su victorioso escuadrón
pisa mi fértil Arabia?
Butifar. Donde hay amor no hay razón;
y pues eres cuerda y sabia,
ya entenderás la ocasión,
pues ves que es del rey Gaspar,
que Rey en Saba se llama,
hija y heredera.
Anacras. Dar
puedo crédito a su fama,
que en porfía la oí nombrar..
BuTiFAR. 'Como a su padre, vencido,
a Arabia le trajo el Rey
y del nuevas no ha sabido,
pues contra razón y ley
los dos reyes se han partido,
ha intentado una locura
contra el sol y contra el cielo:
pensando que en prisión dura
está su padre, recelo
que esta guerra te procura.
Anagras. ¿ Pues primero no escribiera
que a su padre le enviara
que aquesta guerra emprendiera?
¿Primero no se informara
que de su patria saliera?
Bien parece que el Oriente
la engendró, que engendra y cría
bárbara y robusta gente.
¿Mañana me desafía?
Sí hará, que es insolente (l).
Quiero escribirle un papel,
y tú has de ser, Butifar,
quien al campo has de ir con él ;
que quiero con él templar
su enojo airado y cruel.
Papel y tinta apercibe.
Butifar. Recado, reina, está aquí.
(i) En el Ms. 15278, "es muy valiente".
Anacras. Pues tú la verdad le escribe.
Butifar. ¡ Ay, amor, vuelve por mí
y en tu escuadra me recibe !
Aquesta es buena ocasión
para aclararla mi pecho.
Amor, pues este carbón
fuego del Infierno has hecho,
ten del alma compasión.
Anacras. Escribe.
Butifar. ¿Qué he de escribir?
Anacras. No notas bien.
Butifar. Nadie sabe
mejor su intención decir;
ipero temo que se acabe
la razón con el vivir.
Anacr.as. Pues escríbele que está
su padre libre (i), y que...
Butifar. Yo
sé lo que he de escribir, ya
que amor su nota me dio.
Anacras. Di que se vuelva a Sabá,
que del rey M'elchor amigo
es su padre, y que los dos,
llevando gente consigo,
fueron a adorar a un Dios,
Rey de los reyes.
Butifar. Ya digo
lo que siento aquí en el alma.
Anacras. iDíle que yo su amistad
dieseo en aquesta calma,
y dile que esta ciudad
le ofrece el lauro y la palma.
Dile que si acaso fuere
su padre muerto, y mi intento
le engañare o le mintiere,
que con el campo sangriento
de Sabá mi reino altere;
y dile que nos veamos,
si crédito no me da,
antes que batalla hagamos.
Butifar. Lo que importa escrito está.
Anacras. ^Muestra el papel y leamos.
Butifar. Yo te juro que el papel
dice verdades desnudas.
Anacras. Agora lo veré en él.
Butifar. Sí en sus verdades no dudas,
merece premio y laurel.
Si lo miras con piedad
y sin enojo y pasión
conocerás su verdad,
(i) En el Ms. 15278, "vivo".
JORXADA PRIMERA
437
y que sus razones son
capaces de tu amistad.
(Lee AxACRASis el papel, que dice :)
" Anacrasis divina, blanca del alma
de este negro : amor me ha traído
a tanto extremo, que me ha dado
atrevimiento para descubrirte mi
pasión; remédiala como sabia, que
de no hacello verás derretida tu
nieve y las x-^rabias consumidas en
mi fuego, pues tú y tu poder estáis
ya en mi voltmtad. Bien sé que al
Rey soy desconocido, per el amor
me disculpa. — Biitifar."
AxACRAS. ¿Así a su Reina se atreve
un vasallo ? ¡ Error profundo !
¡ Loco !, ¿ quién tu lengua mueve ?
Dime : ¿ hay fuego en todo el mundo
para derretir mi nieve?
Derretirme tu traición
no podrá ni se permite,
que jamás im corazón
que es honrado se derrite
a la lumbre de un carbón.
Blanco este papel te di
y lo vuelves deste modo,
manchado y borrado así;
mas eres tú un borrón todo
y quieres borrarme a mí.
¡ Estoy por darte en la cara
con él, porque tu intención
se borrara y se acabara,
que si es tu cara un borrón,,
lo que has escrito borrara !
¡ Salte de la sala luego !
BuTiFAR. ]Mira...
AxACRAs. ¡Acaba! ¿No te vas?
¡ \'ete, carbón, que si llego
a ti, quizás abrasarás
a mi honor, que es todo fuego !
(Ásele BuTiFAR ¡as manos diciendo.)
BuTiFAR. ]\Iira que amor es locura
y que es Amor niño y loco.
AxACR-\s. ¡ Suelta mis manos !
BuTiFAR. Procura...
AxACRAs. ¡ Con tu traición me provoco
a matarte !
BuTiFAR. ¿Tal ventura?
Ax.\CRAS. ¡ Vete !
BuTiFAR. ¡ Volveré, encendido
de tal suerte, que te abrase
al reino, a ti y tu marido !
An.\cras. ¿ No hay quien el pecho le pase ?
¡Matad aqueste atrevido!
¡ Ah de mi guarda ! j Hola, gente í
Sennaríx. ¿ Qué mandas ?
Axacras. i Prended, qiatad
a ese bárbaro insolente!
Butifar. ¿ A mí prenderme ? ¡ Apartad !
Axacras. ¡ Oh, vil !
Butifar. ¡ Quien lo dice miente !
(Vase Butifar.)
Axacras.
Senxaríx.
Axacras.
Senxaríx.
Axacras.
Sexxaríx.
Axacras.
Sexnaríx.
Anacras.
Id tras él.
Todo el poder
de Arabia, si está enojado,
no le ha de poder prender.
¡ Sois negros !
El se ha escapado.
¡ Pues yo le vendré a coger !
A el arma luego tocad
y tremolen mis pendones
mostrando mi majestad,
porque a esas fieras naciones
espante esta novedad.
Dadme unas armas, que gana
mucho lui rey como se ve
en la batalla inhumana,
y estando en ella veré
la soberbia Rogelana.
Que si no me sale adversa
la fortuna, entre mis píes
la pondré, porque soy persa.
Cajas y trompetas, pues,
hagan música diversa.
¡A Butifar atrevido
mataré, que morir debe !
¡ ]\íuera sí lo ha merecido !
¡ Hasta un negro se la atreve
a ima mujer sin marido!
(Vansc. Sale Rogelana y Calambuco, y indios sol-
dados.)
RoGELAXA. Llegue el escuadrón gallardo
a ver los soberbios muros
sin soltar flecha ni dardo,
que aún ellos no están seguros
de la batalla que aguardo.
Hoy, con soberbios asaltos,
veré si están de honor faltos
los reinos deste Rey negro,
con cuya muerte me alegro
438
EL MAYOR REY DE LOS REYES
en SUS alcázares altos.
Por la hija del Sol bello,
que fué mi difunta madre,
que he de matallo o prendello,
que por sacar a mi padre
de prisión bien puedo hacello.
Calambuc. Ya todo tu campo está
a punto.
RoGELANA. Marte resuene.
¡ A el arma ! ¡ Viva Sabá !
Calamubc. Furioso a ti un negro viene.
RoGELANA. ¿ Qué me querrá ?
Calambuc, El lo dirá.
{Entra Butifar con espada desnuda y dice.)
BuTiFAR. Invencible Rogelana,
óyeme, que aunque soy negro,
mi sangre es como la tuya,
que también del Sol deciendo;
que la ilustre y noble sangre,
aunque anime en monstruos feos,
no pierde su calidad,
pues sirve de base al cuerpo.
No pierde en vaso de barro
nada el licor cuando es bueno,
ni en vaso de oro no aumenta
su calidad y su efecto.
D'e suerte que en ti la sangre
se guarda en A-aso más bello,
en mí en vaso negro y tosco,
pero tiene el valor mesmo.
Esto he dicho porque des
crédito a mi buen deseo,
y pues pretendo tu gusto,
después le ofrezcas el premio.
Esta tirana Anacrasis,
que desde el persiano suelo
vino^para perdición
del Oriente y de sus reinos,
ha dado muerte a tu padre;
pero no te espantes desto,
que ambiciosa de reinar
también su marido ha muerto.
Quebró la ley que debía
a un rey en su cautiverio,
y en su lealtad a tm marido
con un infame veneno.
Y es, señora, su intención
ihacer que el persiano reino
tenga de las tres Arabias
los tres poderosos cetros;
que con un hermano suyo.
de el de Persia heredero,
quiere casarse y tener
así a los nuestros sujetos.
Y yo, que del rey Anfrido,
sucesor de Can, deciendo,
sabiendo que fueron reyes
mis soberanos abuelos,
loco con sus tiranías
aquí, Rogelana, vengo,
para que vengues tu padre
y nos des algún remedio.
El reino me pertenece:
dame, Rogelana, el reino,
que 3-0 te pagaré en parias,
en tus alcázares puesto,
cada año cuatro unicornios
y veinte y cuatro camellos,
cargados de plata y oro
y de púrpura cubiertos;
doce alcatifas de plata,
dos dromedarios ligeros.
Venga, venga, de tu padre.
Reina, el cadáver sangriento;
■da a la Arabia libertad
y a mí el reino que sucedo.
Rogelana. Por el alma de mi padre,
que ha de ser tuyo al momento.
¡Embestid a la muralla,
postrad sus muros soberbios !
Butifar. Si a mí tu campo me encargas,
yo sé im postigo secreto
por donde se entre.
Rogelana. Si encargo,
que muestras valor y esfuerzo :
sed general en mi campo
hasta que rey en tu reino
te restituya. — iSeguilde.
i Armas, guerra, sangre y fuego !
(Tocan adentro cajas-)
C-\lambuc. Rumor de cajas he oído:
nuestros enemigos pienso
que se acercan.
Butifar. Es, sin duda,
que Anacrasis, en sabiendo
que estabas sobre sus muros,
quiso salir al encuentro.
Rogel.^xa. Ea, pues, acometamos.
Butifar. ]\Iejor ha de ser que entremos
por el secreto postigo
que yo sé.
Calambuc. ¡ Qué buen consejo?
JORNADA SEGUNDA
439
RoGELANA. Ea, pues, seguilde todos,
que yo sola al mundo entero
pienso defender el paso.
BuTiFAR. Indios, seguidme, y j a ellos !
(Vanse todos, sah'O Rogelana, qiia queda sola, y
por otra parto vieiw Anacrasi's diciendo.)
Anacras. ¿Eres Rogelana tú?
Rogelana. Di quién eres tú, primero
que te responda.
Anacras. Yo soy
quien a castigarte vengo,
Rogelana. ¿ Sabes que soy Rogelana
y que no temo, aunque el viento
para de su vientre rayos
entre dolores de truenos?
AxACRAS. Yo Anacrasis, ofendida
de tu loco atrevimiento,
pues sin haber por qué causa
pones a mi Corte cerco.
¿No sabes que está tu padre...
Rogelana. Ya sé dónde está, no quiero
que me lo digas, ingrata;
ya he sabido tus intentos.
¡ Morirás entre mis brazos,
por el Sol, de quien deciendo !
Anacras. Llega, y verás si en los míos
hay valor y sobra esfuerzo.
{Ásense a los brazos y dicen de dentro el verso que
se sigue, y sale Calambuco y soldados.)
Dentro. ¡ Victoria, Sabá, victoria !
Calambuc. Ya tus banderas se han puesto
en el alcázar, y a voces
¡ viva Sabá !, grita el pueblo.
Anacras. ¡ Esa nueva me ha vencido !
Rogelana. ¡ Prendelda, muera al momento !
Anacras. ¡ Ah, traidores !
Rogelana. Tú lo fuiste
con mi padre y con tu reino. —
Llevalda luego a mi tienda.
Anacras. ¡ Oh, infame !
Rogelana. Es sin provecho.
(Llévanla y suena dentro grita, y sale Butifar. Dicen
dentro.)
Dentro. ¡ Victoria, Sabá, victoria !
Butifar. Oye el felice suceso.
Rogelana. Negro invencible, esas voces
cantan tu victoria. Entremos
en la ciudad, donde rey
de la Arabia hacerte quiero,
como me jures de dar
siempre el prometido feudo.
Butifar. Anacrasis se ha escondido.
RoGEL.\NA. Presa en mi tienda la tengo
y te la pienso entregar,
porque así della me vengo.
Butifar. Amor, ¡ qué haces de traidores !
¡ Oh, ambición, qué de hombres cie-
Dentro. ¡ Victoria, Sabá, victoria ! [gos !
Butifar. ¡ Qué bien suenan estos ecos !
(l'anse, con que da fin la Primera Jornada. Música.)
JORNADA SEGUNDA
{Salen Melchor, rey negro, y el Rey Gaspar y
cuatro indios, que llevan al Niño Jesús en unas
andas, y el Rey Baltasar y Senjo, su criado.)
Baltasar.
En este puesto nos juntó la estrella
y en este mismo puesto nos divide:
aquí os hallé viniendo yo tras ella.
Gaspar.
El camino el viaje nos impide,
que aquí nos ajuntó su liunbre bella
desde su esfera octava que reside,
que aquí nos apartamos, eclipsados
sus rayos, que del sol fueron hurtados.
Melchor.
Este es de mis Arabias el camino.
Gaspar.
Este es el de Sabá.
Baltasar.
De Tarsis éste.
Gaspar.
Entrar hoy en mi término imagino.
Melchor.
Haced que un dromedario se me apreste.
¡Oh, Niño soberano! ¡Oh, Rey divino,
autor de aquesta máquina celeste,
reparador de la naturaleza,
que por amor naciste en tal pobreza !
Si de mis peticiones no te agravias,
yo te prometo un templo en que celebre
mi reino tu deidad, y las Arabias
haré que adoren tu mortal pesebre
si me pones en ellas.
440
EL MAYOR REY DE LOS REYES
Baltasar.
iDe las gavias
de esa nao, que no hay mar que rompa o quie-
que de estrellas el Sol calafatea, [bre,
enseña al alma el puerto que desea.
Dadme, Reyes famosos, esos brazos,
que manda la ocasión que me despida.
Gaspar.
Eternos han de ser estos abrazos,
que aun muerte no ha de haber que los divida.
Melchor.
Hoy, Anacrasis bella, eternos lazos
el alma te ha de dar al cuerpo unida.
Baltasar.
Hoy, Tarsis, te veré.
Gaspar.
Hoy tus aromas
veré, Sabá, pendiente de tus gomas.
Melchor.
Al mayor de los reyes se fabriquen
en mis reinos mil templos soberanos
que nuestro amor y voluntad publiquen,
y la torpeza de los dioses vanos ;
por las paredes su deidad apliquen.
Pinceles y buriles en las manos
de mil Apeles y de mil Lisipos
en bellos relevados aganipos (i).
¡ Dichoso tú, Gaspar, que tal ventura
alcanzaste por suerte, que esa imagen
llevas de el mismo Dios.
Baltasar.
Pues su figura
he de mandar que artífices trabajen,
por esculpilla en bronce o piedra dura.
Todas las monarquías hoy se abajen
a respetar imagen de tal cuenta,
que aunque no es Dios, a Dios nos representa.
Baltasar.
Pues decidme qué nombre tomaremos,
ya que a Cristo adoramos.
Gaspar.
Si El se dice
Cristo y Jesús, del nombre derivemos
nuestros nombres.
(i) 'En el 17133, "anagliphos".
Melchor.
¿ Cristianos?
Baltasar.
No desdice.
Gaspar.
Pues de Cristo cristianos nos llamemos.
Melchor.
A Dios mi reino haré que le autorice.
Gaspar.
Y el mío yo.
Baltasar.
Y yo, que a Cristo he visto.
-Melchor.
¡ Pues muera Apolo !
Baltasar.
¡ Muera !
Todos.
¡ Viva Cristo !
(Vanse todos y viene Coridón, pastor.)
CoRiDÓN. Casi una milla he corrido
por alcanzar esta gente,
tan distinta y diferente
en colores y en vestido.
Porque en las varias colores
que a los que los ven ofrecen,
campo de abejas parecen
cargado en mayo de flores.
Para saber y entender
nacimos, y pues nací
tengo de saber aquí
quién son, que es virtud saber.
{Viene Zaydán, negro, diciendo desde dentro.)
Zaydán.
Coridón.
Zaydán.
Coridón.
Zaydán.
Coridón.
IMucho corremo, nosamo,
que alcanzallo no podemo;
si le oimo llamaremo
sinoro, que acá quedamo.
Déste que atrás se quedó
sobre aquesta novedad. —
¡ Ah, caballero ; escuchad !
Non sa cagaycra yo.
¿ Pues quién eres ?
Lacayera
de rey ~\Iechoro, ques amo
quien e cameyo guardamo
cuando samo en parandero.
Pues dime de dónde viene
JORNADA SEGUNDA
441
con tanta gente.
Zaydáx. Venimo
de andondare an Dios oplimo.
CoRiDÓx. Pues dime: ¿ya otro Dios tiene?
Zaydáx. !Más y bonico y más branco
sa que el Sol.
CoRiDÓN. ¿Y tú le has visto?
Zaydáx. Sí, plimo.
CoRiDÓN. ¿Y llámanle?
Zaydáx. Cristo,
Rey libérale y franco.
Tora esa gente venimo
de adorallo y conocello.
CoRiDÓx. Cuenta el caso.
Zaydáx. Si sabello
deseamo, atento oímo.
Entre turo aquese branco
y entre aquese negro, toros
tres reyes grandes venimo
gaulla ido y pudirosos:
rey Baltasar somo el imo,
rey Gaspar llamamo el otro,
que Rey de Tarsi llamamo
de Sabá reino famoso,
donde cogemos pimienta,
canela y mucho licoro
que produce, y destilamo
de peñasco y bello tronco.
Otro Reye sa de Arabia,
que llamamo Melchioro,
anque negro cabayera
samos toros esotros.
Esos tres reyes siguiendo
una estrella luminosa,
andamo seiscientas leguas,
y le parecemo poco.
Llevamo camellos rico
con cargas cubiertas toro
de damasculo y de seda,
de mil colore vistoso.
Llevamo sien dromedario
para andar más presuroso ;
sien caballo que saltamo
y echaTno mucho corcobo.
Llavamo mucha comida,
mucho conserva famoso,
grangea, culabanzate,
jnarmeladas y turrdne.
Llevamo mucho vestido,
mucha prata, piedra y oro,
e dinero, que sin ello
no valemo nara toros.
A Belén a fin llegamo,
do hallamos al Niño Dios
en una casa caído,
sin grandesa y sin adornos;
no en branda cama costaro,
de holandulos y algodonos,
no en transportino de prunia
ni en uloroso colchono,
que en un pesebre le hallamo
entre pajas, al ringoco
del frío, aunque sin trigos,
que lo segamo en agosto.
De la cama deste Rey
servían de pavillono
lo cielo, con mucha estrellas
y con grande resprandoro,
que el Sol y la Luna, plimo,
saba escuro y teneblosos
ante el Niño, porque deya
luz salimos más hermosos.
Lo aire cuajado vemo
de gente de hermoso rostro,
que gloria cantam.o al Niño
y pas cantamo a nosotros.
Turos eran gente branca,
que un prieto no vi entre toros,
que este branco a gente aprieta
queremo como a demonios.
Tenemo hallado a su Aladre
que parió este Niño Dioso,
que se quedamo doncella
tras el parto milagroso.
Al momento que lan vimo
conosimo su valoro,
y los tres Reyes le dimo
una higa al dioso Apolo,
que higa ha sido para ella
ese Niño milagroso :
mas es higa de erisal,
que no de ' zabache tosco.
Pusimo en tierra rodilla
y of recímole sus donos :
rey Gaspar le damo incienso
como a verdadero Dioso;
rey ]\Ielchoro, rey prieto,
como a Rey le damo el oro;
rey Baltasar damo. mirra
como asombre, y luego turos
con contento le ofrecimo
el alma y lo corasono.
Yo le dije al despedimo :
"Acordaos del prieto si oro.
442
EL MAYOR REY DE LOS REYES
que vueso sielo queremo;
que aunque neglo, gente somo."
Salimo el Reye contentos,
a avisamos al rey Erodo;
mas aparesiomo un ángel
y decimos ques traidora,
que sigamos otro caminos
que estrella me dimo el polos.
Y así al Oriente llegarnos;
por eso alegre y gozoso
deso venimo esa gente.
Adioso, pilimo, ques forsoso,
puese que la cuncera samo,
que sigamo al rey Melchoro.
(^Vase Zaydán, negro.)
CoRiDÓN, ¡ Donaire ha tenido el negro !
Quiero volverme a mis sotos
pues lo que quise he sabido,
que están los novillos solos,
y tamhién para mi Arminta
he de desgajar un olmo,
questá por muchos caminos
el mundo lleno de locos.
(Vase, y viene Butifar con ropa, y Sennarín con
él diciendo.)
Sennarín. ¡ No he visto amor semejante !
Butifar. ¡ Sennarín, estoy perdido !
Sennarín. ¿ No te cansas?
Butifar. Soy amante.
Sennarín. Pues yo pienso que has querido
labrar con cera un diamante.
Butifar. ¿Que no puede la prisión
ablandar su corazón ?
Sennarín. Antes, Rey, está más tibia.
Butifar. Dime, ¿tiene sierpes Libia
de tan fiera condición?
¿León en Liguria ruje
así, celoso y airado?
¿Brama así el mar ni así cruje
eil viento desenfrenado?
Pero si no la reduje
por bien, por mal no podré
reducirla, y pues mi fe
desprecia, viven los cielos
que la he de olvidar con celos,
pues con celos la adore.
Has de saber, Sennarín,
que no sin causa he pisado
de las Arabias el fin :
aquí se acaba mi estado
y aquí mi amor tiene fin.
Viéndola muero y padezco,
y así lui remedio me ofrezco
contra esta ingrata cruel,
y ha de ser echarla del
fingiendo que la aborrezco.
Que la más endurecida
y más honrada mujer
que se resiste querida,
suele amor enternecer
sintiéndose aborrecida.
Sennarín. Con ésta pienso que no,
según della he A'isto yo,
ha de valer esa ley.
Sí hará, que ve soy rey
y día reina se llamó,
y sentirá verse pobre
y en tierra extraña.
No siento
della que afición te cobre,
porque tu afición es. viento,
y si es oro, en ella es pobre.
Deja ese necio dudar
y ve al momento por ella,
y llámame Abdenacar.
¿ Y traeré gente con ella ?
¿De quién la quieres guardar?
No venga nadie.
Ya vengo.
{Va^c.)
Butifar.
Sennarín.
Butifar.
Sennarín.
Butifar.
Sennarín-
Butifar. Así el remedio prevengo
a un amor desatinado.
Mira si poco cuidado,
Melchor, de Anacrasis tengo.
Mira si a ganarte llego
en este fuego sutil
y sí tú estuviste ciego,
pues me dejas hecho arfil
y soy ya el rey deste juego.
(Vienen Sennarín ^y Abdenacar, y traen a Ana-
crasis. j
Sennarín.
Butifar.
Sennarín.
Anacras.
Butifar.
La Reina tienes aquí.
¿Reina la llamaste, perro?
Perdóname si mentí.
No fué muy grande su yerro,
que si no lo soy, lo fui ;
y ha valido mi persona
una corona.
Pregona
ese bien alegre y franca,
mujer blanca.
TORXADA SEGUNDA
24:
AxACRAS. Y siendo blanca
puedo pasar por corona.
BuTiFAR. Sólo el deseo te queda
de ser reina, que mi ser
todo ese valor te veda,
que hay en Arabia otro rey
y vale ya otra moneda.
Y así, cuando te trocaras
por corona no acertaras
siendo blanca.
AxACRAS. ¡ Tú, enemigo,
eso harás, que eres amigo
de moneda de dos caras !
BuTiFAR. ¿ Sabes con quién hablas, loca ?
Anacras. Con un negro.
BuTiFAR. ¡ Abdenacar,
tápale a esa vil la boca !
AxACRAS. Tapa, que si tú eres mar,
yo soy diamantina roca.
BüTiFAR. A ese monte la sacad
y de el término de Arabia
desde allí la desterrad.
AxACR.\s. Cuando piensas que me agravia
tu intento, me hace amistad.
Yo me saildré desterrada
sin que me saques de aquí,
y me voy muy consolada,
viendo que llegaste a mí
y que no salgo manchada.
Por blanca me echas, traidor,
y te servirá, si ataja
su venida mi Melchor,
esta blanca de mortaja
y de luto mi color.
BuTiFAR. No se atreverá a volver
aquese traidor acá
si conoce mi poder,
y cuando venga, saldrá
como sale su mujer. —
¡ Llevalda !
Abdexac. ¿y si dice acaso
que te quiere ?
BuTiFAR. Obedecella
y traella, que me abraso
y me consumo por ella.
Abdexac. ¡ Padeces el mal que paso !
AxACR.AS. ¿Quieres hacerme un favor?
BuTiFAR. ¿Qué quieres?
AxACRAS. Que a mis persianos
me des, pues iré mejor
con ellos que con tiranos
traidores de otro traidor.
BuTiFAR. i Loca, ya por sus gargantas
ha 'pasado mi cuchillo !
Ax.\CRAs. ¡Perro!, ¿de aqueso te espantas.?
La bárbara Rog-elana,
que sin oírme ni hablarme
me quitó el reino, tirano,
me lo pagará.
BuTiFAR. Vengr.rme
quiero de aquesta inhumana.
¡ De la Arabia la sacad !
{Vase BuTiFAR solo.)
Sexxarín. i Por el Sol, que he de matalla !
Abdexac. No, que es mucha su beldad. —
¡ Muerto estoy y he de gozalla !
Axacras. Ministros de crueldad,
vamos al suplicio fuerte.
Sexxaríx. Ya un dromedario esperando
te está.
Axacras. ¡ Venturosa suerte ;
a morir voy, pues mirando
voy las sombras de mi muerte !
{Vanse, y viene Rogelana con arco y flecha y Ca-
lambuco, y indios con instrumentos y música.)
Calambuc. En este hermoso jardín
que enseña por bellos labios
del clavel y del cardín,
haciéndole 'al cielo agravios,
dientes de blanco jazmín
viendo a estas fuentes verter
agua que está/U destilando
porque te pudieron ver,
que pienso que están llorando,
Rogelana, de placer,
puedes un rato sentarte,
mientras los indios con fiesta
procuran desenfadarte,
pues la caza y la floresta
no han sido, señora, parte.
Y pues matar no has podido
el cerdoso jabalí
que dos noches has seguido,
siéntate y descansa aquí,
y duerme, pues no has dormido.—
Ea, cantad y bailad,
indios; ¿qué hacéis?
Rogelana. La alcatifa
me tened.
Calambuc. Tu Majestad
vea el cristal que se engrifa
entre estas peñas.
I Rogelana. Cantad.
444
EL MAYOR REY DE LOS REYES
Canción.
"Como corta la india el clavel,
azucena, la rosa y lirio
uno a uno, dos a dos, tres a tres,
cuatro a cuatro, cinco a cinco,
y de todos, ¡ oh, qué bien,
una guirnalda compone,
y en la frente se la pone
a su indio, hermoso y galán !
¡ Guapa y au, cómo saltan los indios,
guapa y au, que celos nos dan!"
Y él, vergonzoso y alegre,
a su frente se la vuelve
y concluyendo el danzar.
"¡ Guapa y au, cómo saltan los indios,
guapa y au, qué celos nos dan !"
Calambuc. ¿No €s la canción escogida?
¿ No te agrada y enamora ? —
Cese el baile, por mi vida,
que está dormida señora;
vamonos, que está dormida.
{Déjanla sola dormida, (y sale el Demonio en figu-
ra de Abdu[can]. su agüelo. Y va diciendo el D[e-
MONio] 3; ella respondiendo en sueños.)
Demonio. ¿ Conócesme, Rogelana ?
¿Conócesme?
Rogelana. ¡ Santo cielo !
¿Quién eres, sombra inhumana?
Demonio. ¿ Quién soy ? Abducán, tu abuelo.
Rogelana. iRespeto esa barba cana.
Demonio. Pues si la .quiés respetar,
a tu padre has de matar.
Rogelana. ¿Pues mi padre no está muerto?
Demonio. Vivo está.
Rogelana. ¿ Cierto ?
Demonio. ' Y tan cierto,
que hoy le has de ver y hablar.
Rogelana. ¿Pues la muerte no le dio
Anacrasis?
Demonio. Aquel negro,
Rogelana, te engañó.
Rogelana. ¡ Ya de que viva me alegro !
Demonio, j Y me desespero yo !
Rogelana. ¿Que vive mi padre?
Demonio. Sí."
Mátale.
Rogelana. Muy mal lo hiciera
si del el ser recibí.
Demonio. ¡ Pues si no le matas, fiera,
yo te he de matar a ti !
Procura darle la muerte.
Rogelana. No hay cosa porque me cuadre,
abuelo, el obedecerte.
Mas si engendraste a mi padre,
¿por qué le matas?
Demonio. Advierte.
El Sol quiere que a tus manos
tu padre enemigo muera,
y si no que mueras tú
entre las mías sangrientas.
Y no sólo quiere el Sol
vengarse en su muerte niesma,
sino que de mi prosapia
quiere acabar la nobleza.
Enojado tiene al Sol
con razón, pues que le deja
por un Niño que ha nacido,
pienso que fué de una estrella.
Y siendo verdad que el Sol
las ilumina y engendra
y son las estrellas borlas
que de su cabeza cuelgan,
y que son criaturas suyas
y sus ventanas secretas,
por donde a los hombres mira
cuando de noche se acuesta,
no es razón que a su deidad
las estrellas se prefieran,
pues son gotas de su luz
que cuando él sale se secan.
Al fin tu padre ha llegado,
Rogelana, de Judea,
que de Sabá está distante
más de setecientas leguas,
de adorar a un Niño pobre,
pues nace en tanta miseria
qite es un pesebre su cuna
y son sus amas las bestias ;
y después de darle parias
y ofrecerle sus riquezas.
Rey de los reyes le llama
y aun Dios, mira si es afrenta.
No para en esto su infamia,
que para más desvergüenza
en andas trae su imagen
y quiere que la obedezcan.
Pues si mi hijo me agravia,
pues si mi hijo me afrenta
y elige un Niño por Dios
y al soberano dios deja,
de quien traemos nosotros
la antigua y clara ascendencia,
que los reyes de Sabá
JORNADA SEGUNDA
445
son hijos deste planeta,
¿no quieres que yo le mate?
¿ No quieres que amparo sea ■
de mi reino y de mi honor
y que al gran dios obedezca?
Al fin, el Sol, Rogelana,
te manda que no consientas
a este Dios nuevo, y que mates
a este padre que te afrenta,
porque sino entre mis brazos
has de morir hecha piezas.
Mira si podré matarte,
pues ya mis manos te aprietan.
{Llega ahogaUa y da voces, y rase el Demonio, y
viene Calambuco y indios acttdicndo a las voces.)
RoGELANA. ¡ Hola, indios !
C\LAMBUC. ¡'Mi señora !
RoGELAXA. ¿ Ouiéin mi dulce sueño quiebra
y con espantosas voces
me atemoriza y despierta ?
'Calambuc. Reina, todos dan callado,
que tu sosiego desean.
Rogelaxa. ¿ No viste llegar alguno ?
Calaivibuc. No, señora.
Rogelaxa. Pues ¿quién era
un hombre que aquí me habló,
del rostro, cuerpo y las señas
de Abducar, mi muerto abuelo?
Calambuc. Sin duda, señora, sueñas.
Rogelaxa Las manos puso en mi cuello
para ahogarme, y que muera
mi padre manda, que importa.
CalaIíIBUC. ¿\^esle tu agora dispierta?
Rogelaxa. No.
Calambuc. Pues vuélvete a dormir.
Rogelaxa. ¡ Pesado sueño !
Calambuc. Sosiega,
que en tanto te guardaremos.
Rogelaxa. Apartaos y tened cuenta.
{Vanse los indios y vuélvese a dormir Rogelana, y
vuelve a venir el Demonio en la figura de Abduc.\n.)
Demoxio. Haz lo que te manda el Sol;
acaba a tu padre, nieta,
que aunque en sueños te lo manda
es justo que le obedezcas.
Rogelaxa. No lo he de hacer.
Demoxio. Morirás,
questo los hados ordenan.
Rogelaxa. ¿No ves tú que me dio el ser?
Demoxio. ¿Qué importa, si ya te afrenta,
Rogelaxa,
Demoxio.
Rogelaxa.
Demoxio.
Rogelaxa.
Demonio.
Rogelaxa.
Demonio.
rogelana,
y al Solí, a ti y a tu abuelo
con sola su muerte vengas?
¿ Por qué no le matas tú ?
El Sol quiere que tú seas,
para más castigo suyo,
quien su infame sangre vierta.
No tengo de obedecerte.
¡ Morirás !
¿ Qué importa muera ?
¡ Nieta sin fe !
¡ Vengativo !
¡ Pues recibe aquesta flecha !
¡ Ay, abuelo, no me mates ! —
¡ Criados, indios ! — ¡ Detente,
abuelo !
{Vase el Demoxo y vienen los indios.)
Calambuc. Di qué nos mandas.
Rogelaxa. Venid, descuidada gente. —
Mucho, abuelo, te desmandas
sin ser ya de Sabá dueño. —
¡ Prendédmele !
Calambuc. ¿A quién, señora?
Rogelaxa. ¡ No sé, triste de mí !
¡ Ay, pálido letargo !
¡ Oh, sueño, imagen fría de la muerte !
i Oh, pensamiento amargo !
¡ Oh, cadáver caduco, sombra fuerte,
que causándome asombros
cargas montes de agravios en mis hombros
¿ Piensas que soy Alcides,
que puedo sustentar el negro ocaso?
¿Qué quieres? ¿Qué me pides? —
Llegad, indios, acá. ¿ Sabréis acaso
adonde vive el sueño ?
Calambuco.
En las aJmas, que dellas es el dueño.
Ellas le dan la palma.
ROGELANA.
¿Pues cómo dejará mi entendimiento
sus potencias del alma?
¿ Mientras durare durará el tormento
si a mi padre no mato ?
Pues muera mi padre, al Sol ingrato.
Que más vale que muera
que no" su reino y su deidad peligre.
Mas, ¿si esto verdad fuera?
{Sale GuATiNO y dice.)
GUATINO.
De un caballo manchado como tigre,
446
EL MAYOR REY DE LOS REYES
qne parece idel jaspe
que le rendía Sabá el corriente Idaspe,
el Rey se apea y pisa
hoy del jardín las cuadras y los marcos,
aunque no se divisa,
porque lo impiden los soberbios arcos
de jazmín, murta y yedra,
y esas estatuas de cuajada piedra.
• ROGELANA.
¿Que mi padre no es muerto?
¿Que me engañó aquel negro y que Anacrasis
ofendí, siendo incierto?
GUATIXO.
Ya mira, el blanco Basis
.de esa divina fuente,
pues suspende por verle su corriente.
ROGELAXA.
Dios Sol, ¡ mi padre muera !
¡Mi padre ha de morir — ¡Dejadme, abuelo,
que con imagen fiera
me atormentáis !
(Sale el Rey Gaspar con el A'ir¡o Jesús en andas;
llcvanlo indios.)
Gaspar.
Ya piso el patrio suelo,
i Dadme, hija, los brazos!
{Abrázansc.)
Rogelana.
j Oh, padre mío ! \ Oh, venturosos lazos !
Ya por muerto os juzgaba,
y ansí pienso, aunque os abrazo.
Gaspar.
En Sabá el alrjia estaba,
aunque ausente de ti; ya llegó el plazo
de verte, Rogelana,
más alegre que el sol en la mañana.
Al mayor Rey de los reyes
vengo de. conocer; mira su imagen;
a promulgar sus leyes
a los hombres del cielo ángeles bajen,
pues del que traigo en andas
tiembla el sol desde el cielo en sus barandas.
Este Dios vive sólo ;
Cristo se llama; su poder he visto.
¡ Vasallos, muera Apolo,
y en Sabá solamente viva Cristo !
Rogelana.
i Tú morirás, pues truecas
{Aparte.)
el Sol por él y contra el cielo pecas !
Gaspar.
Entre en aquesta cuadra,
y sabrás, Rogelana, este milagro,
Rogelana.
Entre sola una escuadra. —
La vida de mi padre te consagro,
Sol, que mides tu esfera.
Gaspar.
Vasallos, ¡ Cristo viva !
Rogelana.
i Y Gaspar muera !
{Entran todos con el Niño Jesús como le traje-
ron, y sale ¡Melchor y Zaydán, negros.)
{Música.)
Melchor. ¿ Cómo, si ya de mi estado,
Zaydán, los términos piso,
no siento rumor ni estruendo
de fiestas y regocijos?
Si mi recámara toda
ha entrado y han dado aviso
los de mi guarda que llego,
¿ cómo ninguno ha venido ":'
¿'Cómo los grandes del reino,
adornados y vestidos
de sedas, perlas y plumas,
Zaydán, no me han recibido ?
¿ Cómo no A'eo ocupados
todos aquestos caminos
con los negros, que los vuelven
como un azabache tintos?
¿ Cómo está suspenso todo,
que aun el viento fugitivo
no hace lenguas de las hojas
de esos mudos teiyebintos?
Algún mal, Zaydán, sospecho ; '
no sé qué el alma me ha dicho
contra Butifar, y el alma
pocas veces ha mentido.
¡ Ay, mi Anacrasis ! ¡ Ay, blanca,
blanco de tantos suspiros,
dime sí el alma me engaña,
si acaso vives conmigo !
Zaydán, algún mal sospecho.
Zaydán, no sé qué imagino.
TORXADA SEGUNDA
44:
Zaydán. No des, señor, en aqueso,
que si el pueblo no ha salido
. será porque está ocupado
en levantar edificios
enramados y cubiertos
de laureles y de mirtos,
y previniendo las galas
para recebirte.
r^ÍELCHOR. Amigo,
no hay fiestas ni hay invenciones
que no se hagan a gritos,
que fiestas y con silencio
muy pocas veces se han visto.
Zaydáx. Sennarín y Abdenacar
vienen ya, y traen consigo
negros armados. Desecha
el temor que has concebido,
que sin duda por el reino
te vienen a dar aviso
de los triunfos que se ordenan.
Melchor. Butifar, ya me desdigo
de lo que he dicho, y ya estoy
de ofenderte arrepentido.
(r/i:;R-j! Senxaríx y Abdex.^car, negros, y dicen.)
Sennarín. ¡ Qué brava mujer!
Abdenac. ¡ No hay sierpe
que con espantosos silbos
así arroje por la boca
ponzoñas y basiliscos.
No hay tigre tan espantosa
despojada de sus hijos;
no hay más, cuando alborotado
rompe cadenas y grillos,
quien se compare con ella.
Sexxaríx. Bravamente la he tenido,
y más cuando de tu vaina
desnudó el acero limpio.
Abdexac, Entonces yo imaginé...
Escapamos de un peligro,
y en otro dimos. ¿Has visto
por dónde este hombre ha venido?
Sexxarín. ¿Es el rey Melchor?
Abdenac. El propio.
Melchor. ¡ Dadme los brazos, amigos !
¿Venís de parte del reino,
por ventura, a dar principios...
Sexxaríx. De un gran peligro escapamos...
no de aqueste rey Melchor.
Melchor. A mis triunfos. Butifar
os enviará, agradecido
a la merced que le he hecho
y merecen sus servicios.
¿Traéisme de mi Anacrasis
algún recado? Decidlo;
que es una mujer que adoro
y soy ausente y marido.
Vivo vuelve vuestro Rey;
alegraos de velle vivo,
con Dios nuevo y nueva ley
y con nuevos sacrificios;
he atravesado por verle
las faldas del monte Olimpo,
y traigo su imagen santa
y él se llama Jesucristo,
el mayor Rey de los reyes.
Abdenac. Pienso que el seso has perdido.
Melchor. De escucharte, Abdenacar,
perderé el seso y juicio.
¿ Pero así te descomides
con tu Rey?
Abdenac. No descomido
con mi rey, porque a mi rey
yo le obedezco y le sirvo.
Contigo sí, porque dices
que eres rey.
Melchor. ¡ Pecho enemigo !
i Negro, sombra de mi honor !
¡ Noche de mi sol divino !
¿Qué dices?
Sennarín. Que eres un loco.
Melchor. ¡ Mataréte !
Sennarín. ¡ Tente, digo 1
Abdenac. Nosotros tenemos Rey
que adoramos y servimos,
que el gran Butifar se llama
y es de las estrellas hijo.
Otro rey no conocemos.
Melchor. Hombres del oscuro abismo,
¿no me conocéis?
Sennarín. Podré
jurar que nunca te he visto.
Abdenac. Danos esos dromedarios.
(Vanse Sexxarín y Abdexacar, y queda Melchor
y Z.WDÁx.)
Melchor. ¿'Cómo mi enojo resisto?
i Moriréis entre mis brazos !
Zaydáx. ' Tente.
Melchor. ¿Cómo no desquicio,
cielos, vuestras once puertas
con clavazones de sirgos?
¡ Ay, ingrato Butifar !
¡ Ay, Butifar atrevido !
448
EL MAYOR REY DE LOS REYES
¿ Que el reino me desconoce
cuando adoro a Cristo vivo?
Mas, ¡ay!, que sin duda a Dios
en esto, Zaydán, imito :
si él tiene su potestad
sobre los hombres nacidos
y cuando él nace los hombres
le desconocen, lo mismo
hace conmigo mi reino.
¡ Oh, santo y precioso Niño !,
con vos quiero consolarme,
que si no os han conocido
en vuestros reinos, tampoco
a mí, señor, en los míos.
Zaydán. Aquí viene una mujer.
Melchor. ¡ Niño Santo, en vos confío,
que más poderosos reinos
he de alcanzar por serviros !
(Viene Anacrasis sola, diciendo.)
Anacras. ¡ Ah, tirano Butifar !
i Ah, vasallos descreídos !
Mas, ¿qué es esto, santo Sol?
¿ Tráesme a nuevo peligro ?
Zaydán. Tu Anacrasis es, señor.
Melchor. Pues ella sola ha podido
consolarme, si es verdad.
Zaydán. Mira si verdad te digo.
Melchor. ¡ Mi Anacrasis !
Anacras. ¡ Dulce suerte !
Muerte me daba el pesar,
Melchor; pero de la muerte
me pudo resucitar
el alegría de verte.
Melchor. ¿Qué es esto, Anacrasis mía?
¿ Cómo a mi noche has venido
con nubes, siendo mi día?
Anacras. Una sombra ha escurecido
los rayos de mi alegría.
Unos livianos antojos
mi día claro han turbado,
pues para causarte enojos
forman un negro nublado
, que llueve sobre mis ojos.
Ese negro a quien, ausente,
dejaste el juego entablado,
te ha ganado reino y gente,
y de barato te ha dado
esta blanca solamente.
Tu reino usurpó traidor,
pero tu honor no ha podido,
porque es mi alma, señor,
alcaide que ha defendido
el castillo de mi honor.
Melchor. No pierdo, Anacrasis, nada
perdiendo el reino en que reino
siendo tú del alma hallada,
porque vale más que un reino
una mujer que es honrada.
Aunque es afrenta perder
un reino, esposa, en el suelo,
el honor se ha de temer,
que el reino lo quita el cielo
y el honor una mujer.
Si el reino no me conoce
y no obedece mis leyes,
no es mucho qce no lo goce,
si al mayor Rey de los reyes
el mundo le desconoce.
Desde hoy vive y reina en mí,
y al nuevo Rey no le pido,
pues 'por él estoy ansí,
que porque lo he conocido
me desconocen a mí.
El alma le sacrifico
para que del reino cobre,
que con el Rey que publico
es rico el hombre más pobre^
y sin él, pobre el más rico.
Y pues las desdichas mías
son por él, premio tendrán,
que él nos dará monarquías,
señora, que durarán
más que durarán los días.
¿Y nuestros hijos amados?
Anacras. Quedaron en la ciudad,
huérfanos, desamparados,
que aun me quitó su crueldad
ver mis hijos regalados.
Llamóme ante su presencia
y al punto me desterró,
sin otorgarme licencia
de verlos.
Z.'XYDÁN. Mi señor, yo
los traeré, tened paciencia.
Melchor. Pues decidme cómo ha sido
aquesta conjuración.
(Suena dentro ruido.)
Zaydán. Señor, grande es el ruido
de gente y de confusión;
a buscarnos han venido;
huid si queréis vivir.
Melchor. Huyamos, que en ocasiones
JORNADA SEGUNDA
449
es importante el huir,
que hay fuego en estos carbones
y nos podrán descubrir.
Los que me han acompañado,
toda mi guarda y mi gente,
por Butifar me han dejado,
y entre todos solamente
leal a Zaydán he hallado.
Zaydán. Que te escapases qucrria,
que siento cerca rumor
Melchor. Vamos, Anacrasis mía.
que sin duda este traidor
busca tu muerte y la mía.
Zaydán. ¡ Qué gran confusión he visto !
i Tomad el monte, por Dios !
Melchor. Así su furia resisto.
Decid conmigo los dos
¡ Viva Cristo !
Todos. ¡ Viya Cristo !
(Vanse, y vienen tres salteadores, que son Renato
y SiLENo y LiDORO, y dicen.)
Rexato.
Este es lugar acomodado y solo
para partir lo que en aquestos días
hurtado habemos.
SlLENO.
Bien dices, sentaos ;
entre estas matas y estas murtas verdes
la partición se haga.
SiDORO.
Yo me siento,
y aquí se repartirán sólo las joyas,
y a la noche, en la cueva, los vestidos.
SlLENO.
Muy bien dice Lídofo;
sacad primero aquellas piedras y oro
que se quitó al egipcio, que de fruto sirve
a aquel olmo, que jamás lo ha dado.
Renato.
Contento soy; mas aguardadme un poco,
que las matas parece que se mueven
y las plantas se sienten.
SiDORO.
¡ Que no hay plantas !
Mas, ¿qué decís, que quiere andar el monte
y que mueve las plantas?
(Hacen que Sc absconden, y entran Melchor^ Zav-
DÁN y Anacrasis.)
VII
Zaydán.
Escondidos
me podéis aguardar entre esas palmas
mientras voy a mirar qué gente viene
y si puedo traeros a vuestros hijos,
aunque arrisque la vida.
{Vase Zaydáx solo-)
Melchor.
i Ay, Zaydán noble,
el cielo me dé tiempo en que te pague
tanto amor y lealtad ! Sólo me guarda
de todos mis vasallos este ilustre...
Gente suena, señora.
Renato.
\'ed si dije verdad:
aquí viene un negro y ima blanca,
que ella es, sin duda, el día, y él la noche.
(Llegan los salteadores.)
LlDORO.
A dárnosla muy buena aquestos vienen.
Renato..
¡ Ah, príncipes! ¿Adonde bueno van?
Melchor.
Aimque hemos sido, ya no lo seremos.
Lidoro.
Mas, ¿qué quiere el negro aquí entre manos,
hacerse rey de Arabia?
Anacrasis.
Caballeros,
huyendo del rigor de todo el reino
aquí nos ascondemos. Dad licencia
que adelante pasemos.
Renato.
¿ Cómo es eso ?
Primero dejarán esos vestidos,
y quedarán en ébano y en mármol.
Melchor.
Aíís joyas, y quedarme yo sin ellas,
daré de buena gana, que imagino
que la necesidad os hace fuerza,
y ella pudo enseñaros el oficio
de que acaso se afrenta vuestra sangre.
Tomad esos anillos y cadena.
LlDORO.
¿ Pues a mí no me ve que estoy desnudo
y es justo que me cubra con sus ropas,
29
450
EL MAYOR REY DE LOS REYES
que dueño de ellas soy si se las quito?
Y que puedo quitallas, no lo dude.
Melchor.
Sin esa fuerza las daré de grado,
que no es esta ocasión en que me importa
defenderlas : tomad, cubrí ese manto.
SlLENO.
¡Pues pese a mi linaje! ¿Veme mísero
y no quiere el perrazo remediarme?
He menester las joyas de su dama.
Melchor.
No le habéis de quitar sólo un cabello,
que con las mías quedaréis bien rico:
tomad ese collar, que im rey lo precia.
Renato.
Pues que el negro se muestra tan humano,
¿no mira cuál estoy, a la inclemencia
del viento regañón ? Cubra mis carnes.
Melchor.
Pésame a mí de vuestro pobre abrigo.
Con aquestos vestidos y monedas
repartid entre todos, y si bastan
para que se remedien vuestras faltas,
dejad el trato malo y peligroso.
LlDORO.
¿Entenderá que ha sido un Alejandro
en damos lo que es nuestro? Pues más falta.
Y en cuanto a lo primero, no predique,
y luego como él sea despojado
se despoje su dama su aparato.
SlLENO.
Bien tomaré, morenOj aquesa espada.
Melchor.
Dos cosas me pedís — ^quitad las manos —
que no las puedo hacer, porque soy noble
y tengo obligación de defenderlas.
LlDORO.
¡Cortesías profesa de tm gran príncipe!
Melchor.
Algún día lo fui.
SlLENO.
¡ Dame la espada !
Renato.
Y ella, señora, vaya desnudándose,
que aunque es hermosa, na me importa, un clavo.
¿EiS casada o doncella?
Melchor.
A las mujeres
se ha de tratar con más comedimiento.
SlLENO,
¡Comedido es el negro!
Melchor.
Aunque soy negro
sé yo poner respeto en gente blanca.
Mas ¿ en qué dudo ya de desnudarla ?
i La espada digo, viles !
Renato.
i Muera !
Lidoro.
¡ D-alde !
Melchor.
Escápate, señora, como puedas.
Anacrasis.
Al camino me salgo.
SlLENO.
Y yo tras ella,
que quizá gozaré mujer y joyas
mientras aqueste muere aquí a sus manos.
(Vase Anacrasis y Sileno tras ella, y quedan acu-
chillándose los dos salteadores y el Rey Melchor.)
Renato.
¡ Detente, fiero monstruo !
Melchor.
i Soy la muerte,
y la vuestra veréis en esta espada !
LlDORO.
Resistir no podré sus golpes fieros;
es fuerza retirarme.
Melchor.
¡ He de seguiros !
Renato.
i Al monte, al monte ! ¡ Tal valor no he visto !
Melchor.
i Viva Cristo, perros !
Lidoro.
¡ Fuerte es Cristo !
{Entra tras ellos a cuchilladas y dice dentro Ana-
crasis.)
Anacras. ¡ Ah, Rey de la Arabia ! ¡ Ah, se-
SiLENo. i Poco aprovechan tus voces ! [ñor !
JORNADA SEGUNDA
451
AxACRAS. ¡Marido, dadme favor!
SiLEXO. Ya no hay marido que goces;
a Tarsis irás.
Anacras. ¡ ^Melchor !
(Sale Melciiou con la espada desnuda.)
Melchor.
AXACRAS.
SlLENO.
Melchor.
SlLEXO.
Melchor.
Anacras.
Melchor.
Anacras.
SlLENO.
Anacras.
iMelchor.
Anacras.
SlLENO.
Melchor.
SlLENO.
Melchor.
Anacras.
Melchor.
Ya del filo de mi espada
huyó la tropa cobarde.
¡ Melchor, que voy robada !
Socorreráte muy tarde.
¿Adonde estará mi amada?
Hermosura, a quien alaba
el mundo, venid conmigo
y seréis de un rey esclava.
¡ Anacrasis !
¡ Caro amigo !
¡ Esposa !
¡ \'en presto, acaba !
!Mira si podrá alcanzarte
puesta en este dromedario.
¡ ]\Ielchor querido !
¿ A qué parte
suena esta voz?
¡ Vil cosario,
déjame!
Venga a buscarte,
si alcanzarte determina,
tu marido.
¿ Xo sois vos, '
bella Anacrasis?
Camina.
¡ Esposa !
¡ Mi Rey, adiós !
¡ Ay, mi Anacrasis divina !
¿Dónde robada te llevan,
que con tal velocidad
imitar el viento prueban?
Conserva tu castidad
cuando a ofenderte se atrevan.
¡ Detente, ladrón esquivo,
mira que llevas el alma
por quien muero y por quien vivo,
questa es la gloria y la palma
que en mis trabajos recibo!
Mira que es el bien y gusto
de el amor que en ella tengo,
que aunque me miras adusto
sólo a merecerla vengo,
que es de un rey el premio justo.
¿De qué te puede servir
si dueño suyo me nombra
y téngola de seguir,
que es mi cuerpo y yo su sombra
y por donde va he yo de ir?
¡ Ya no la puedo alcanzar,
que no hay más ligera ave
ni nave en el hondo mar
que pueda el ave y la nave
€l dromedario alcanzar !
Mas con todo, determino
seguir mi querida prenda
por el rastro del Camino,
que es bien hallarla pretenda.
¡ Aguarda, rostro divino !
(Sale el Demonio al encuentro en' figura del Sol y
dice.)
Demonio. ¿Dónde vas. Rey del Arabia,
desnudo así y sin corona,
con tanta infamia y bajeza,
con tal agravio y deshonra?
¿ No eres tú el que en ricas andas
de maderas olorosas
en los hombros de tus negros
salías con regia pompa?
¿ Xo eres tú a quien se querrtaba,
como a Dios, incienso y gomas?
¿ No eres tú a quien daban parias
las naciones más remotas?
¿ No eres tú el que te llamabas,
entre tus triunfos y glorias,
el mayor Rey de los reyes
de Asia, África y Europa?
¿ Fues quién te ha tratado así ?
¿ Quién entre peñas y rocas
te ha traído a tal miseria
y a tal pobreza? ¿No lloras
de verte solo y desnudo,
sin reino que te socorra
ni mujer, que, aunque por fuerza,
en otro lecho reposa? [de ir
¿Qué has de hacer? ¿Adonde has
¿Quién quieres que te socorra
si me has ofendido a mí,
que engendro y crío las cosas?
¿Posible es que me desechas
y que me niegas, y adoras
a un Niño por Dios que hallaste
envuelto entre jergas toscas?
Di, .¿no le viste llorando
de frío, y que de limosna
yo le calentaba, usando
con él de misericordia?
452
EL MAYOR REY DE LOS REYES
¿No viste que era mortal?
Y en mí, ¿no viste una hermosa
y beatífica deidad,
que el cielo y el suelo adora ?
Pues dime: ¿por qué me olvidas?
¿Por qué con prudencia poca
profanas mis templos y aras
y mis simulacros postras?
¿No ves que yo solamente
soy el gran dios, a quien honran
en sus pirámides Menfis
y en sus muros Babilonia?
Si no te vuelves a mí,
y mi enojo no reportas
con sacrificios y llantos
y con santas ceremonias,
confesándome por dios,
y si a ese Niño no borras
de tu memoria, y a mí
no me ofreces tu memoria,
haré que el Infierno vierta
por sus volcanes y bocas
sobre ti cuantos tormentos
en sus calabozos forja.
Veráste el más perseguido,
Melchor, de tu gente propia,
que hasta aquí, aunque lo estás.
Esto medra el que me enoja;
armaré los aires densos
como escopetas furiosas
para que disparen rayos
que te abrasen y te cojan; .
mas si sales de tu engaño
y dios a voces me nombras,
tendrás de las tres Arabias •
las tres soberbias coronas.
Temblaráte todo el mundo;
daréte tu amada esposa
y a. tus hijos, y daré
muerte al negro que te enoja.
Aquí hay galas, aquí hay gente,
aquí hay armas, aquí hay trompas,
aquí hay cajas: ponte al arma,
véngate, venganza toma.
(Suenan cajas dentro.)
-Melchor. No quiero tus galas y armas;
vete, visión mentirosa,
que el Niño que llamo Dios
por suyo mi agravio toma.
El me volverá a mis reinos,
que sus manos poderosas
como los quitan los dan,
porque son del mundo antorchas
Cuando ángeles le cantaban
en el portal paz 3' gloria,
vestidos de albas de nieve
y de candidas estolas ;
cuando los cielos abrieron
y con apacibles solfas
"Hosanna Sabaoth" decían,
canción con que le enamoran,
¿no te vi entonces temblando
y vi tus madejas rojas
marañadas y sin luz,
sirviendo a sus pies de alfombras?
Pues que vi tantos portentos,
¿no quieres que reconozca
su deidad y su grandeza,
cifrada en misericordia?
Si siendo autor de los cielos
mi naturaleza toma
y nace pobre por darme
las riquezas que a él le sobran,
¿por qué yo no he de tener
esperanza en sus piadosas
liberales santas manos,
que misericordia brotan?
Estos bienes que me quitas
a logro Cristo los toma
para volverlos doblados,
que es Dios que los bienes dobla.
En él confío, no en ti,
Sol, que das por gustos sombras;
paciencia tengo, que hace
triaca de la ponzoña.
Demonio. ¡ Oh, negro ! j Matalde, muera !
Tocad esas cajas roncas. —
i Morirás, negro, a mis manos ! —
¡ Toca alarma, toca, toca !
{Tocan alarma y desaparece el Demonio.)
Melchor. ¡ Vete, padre de maldades ;
huye, deidad mentirosa ! —
¡ Vos, Señor, dadme paciencia !
Mas, ¡ ay, m.i querida esposa !
¿ Cómo me detengo tanto
en quitarte a quien te roba?
Ya voy tras ti. Mas, ¿qué es esto?
¿Quién a Zaydán alborota,
que con la espada desnuda
viene a mí? — Zaydán, reporta.
(Vuelve el Demonio en la forma de Zaydán, negro,
con la espada desmida ensangrentada, y dice.)
JORNADA SEGUNDA
453
Demonio. Perdóname si te traigo
nuevas de pena y dolor,
porque a dártelas tan malas
me fuerza la obligación.
Mi espada, roja y sangrienta,
te dirá si peleó,
que aunque está roja no enciende
la vergüenza su color.
Luego que salí al camino
vi, Rey, una confusión
de negros, de voces y armas
que espantado me dejó.
Viendo tantos, parecióme
que de su oscura prisión
salió la noche, y quería
hacer guerra al rubio Sol.
Butifar iba delante,
y tras él tus hijos dos,
atadas las tiernas manos
con crueldad y compasión;
y entre las voces confusas
se levantaba una voz
que desta suerte decía,
como a modo de pregón :
"Estos son, árabes fuertes,
los hijos de aquel traidor'
que negando al Sol divino.
Dios a una estrella llamó.
Su soberbia y tiranía,
su codicia y ambición
ha destruido estos reinos,
de quien fué injusto señor.
Casóse con una blanca,
habiendo de su color
muchas que del Sol decíenden,
ved qué infamia y qué traición,
Y así, para que no queden
de su infame sucesión
reliquias, Butifar manda
que mueran las que engendró."
Todos respondieron : "¡ Mueran !"
y poniéndole al mayor
un lazo al cuello, no puedo
contallo de compasión,
el fruto de tus entrañas
de un árbol le hicieron flor,
que antes que llegase a dallo
la muerte lo marchitó;
y aunque el pequeño pedía
misericordia y perdón,
sin piedad y sin clemencia
de otro tronco le colgó.
Yo, viendo tantas crueldades,
en medio del escuadrón
me metí, causando en ellos
espanto y admiración.
No en campo de rubias mieses,
con dentuda y corva hoz,
derribó tantas espigas
el tostado labrador
como yo con esta espada,
armada de tu razón,
derribé negras cabezas;
mas poco me aprovechó,
- que ya estaban tus dos hijos
muertos y helados, señor.
Y así, escapándome dellos,
del caso cuenta te doy.
Mira qué has de hacer sin hijos.
Melchor. Zaydán, dar gracias a Dios,
que el habérmelos quitado
sin duda regalos son.
El me los dará otro día
si agora me los quitó,
que si me debe los hijos
ya me está en obligación.
¿Dónde están? ¿Podrélos ver?
Demonio. Si están, donde los colgó
llegamos y allí parecen.
(Corren una cortina y descúbrense dos niños negros
ahorcados en dos árboles, y dice Melchor.)
Melchor. ¡Ay, hijos del corazón!
¡ Ay, prendas del alma mía !
i Ay, almas, por quien estoy
sin alma ! ¡ Ay, pedazos della !
¿ Qué mano ingrata os cortó ?
¡ Ay, fruto de mis entrañas,
si este negro os engendró,
negra suerte os esperaba,
negra dicha y galardón !
¡Arboles enjertos míos,
nunca pude pensar yo
que el mismo fruto que di
lo pudierais dar los dos !
¡ Ay, fruta divina y santa,
que sin llegar a sazón
os desgajáis de la rama,
que antes de tiempo brotó,
quiero cortaros del árbol,
que es razón que coma yo
tan verde y azeda fruta,
sin gusto ni sin sabor !
i Dadme, mi Dios, mi paciencia,
454
EL MAYOR REY DE LOS REYES
pues me quitáis, como a Job,
la mujer, reinos y hijos,
o quejaréme de vos!
Mas, Dios, no quiero quejarme,
que esa mano me los dio
y ella me puede quitar
los bienes que suyos son.
{Cúbrese la apariencia y prosigue.)
Acompáñame, Zaydán,
en mi jornada, que voy
siguiendo a Anacrasis bella,
que un ladrón me la robó.
Demonio. ¡ Ah, negro, con Cristo fuerte,
(Aparte.)
que ni en figura de Sol
ni en traje de tu criado
puedo derribarte! — Voy;
mas mira que viene gente;
guarda la vida, señor.
Melchor. Si están mis hijos sin ella,
¿para qué la quiero yo?
Mas para ver a Anacrasis
que la conserve es razón.
(Salen los salteadores y cógenlo por detrás, y vasc
el Demonio diciendo.)
Demoxio. i Huye, mi señor; camina!
Rexato. El negro se dé a prisión,
que huir ahora no puede.
Melchor. ¡ Pues alabado sea Dios !
(Aquí lo prenden y el prosigue.)
\ Ay, dulce compañía,
hijos del alma mía!
¡ Dadme muerte, tiranos,
o desatarme las hidalgas manos,
3' os rendirá las palmas
un cuerpo triste, falto de tres almas !
Si no queréis soltarme
y no queréis matarme,
¿ de qué puedo serviros,
si no es de formar montes de suspiros
que el sol y aire enciendan
y a vosotros os cansen y os ofendan?
Renato.
De velle así me alegro.
Llore y blasfeme el negro,
que ha de ser nuestro esclavo,
y aquí le amansaremos si está bravo.
A Tripolitana vamos,
y a un mercader en ella le vendamos.
SiDORO.
Muy bien dices, Renato,
que dándole barato
en Tarsis y sus ferias
no faltará marchan.
Melchor.
5 En más miserias
a vos. Cristo, os he visto !
Renato.
Caminemos con él.
^Melchor.
i Válame Cristo !
(Lléranlo, con que fenece la segunda jornada.)
TERCERA JORNADA
(Viene el Rey Baltasar 3' Criados.)
Baltasar. Hoy el cielo ha permitido
volvernos a nuestra patria,
de cuyo bien milagroso
a Dios se deben las gracias,
pues fué de nuestra ventura
el norte y estrella clara,
que para adorar su nombre
nos llevó a tierras extrañas.
Cristo es el Dios verdadero;
por tal le confiesa el alma.
Decid todos : ¡ Viva Cristo !
Todos. ¡ Viva !
Baltasar. A cuyas divinas aras
desde hoy sacrificio ofrezco,
y desterraré la falsa
opinión de tantos dioses
de mi reino, a quien infama
justamente mi decoro.
Pongo en Cristo hoy mi esperanza
...elas quien se espera por premio (i)
gloriosa y divina paga.
Todos los dioses son vanos,
desde hoy conmigo son nada.
Todos. ¡ Viva Cristo !
Baltasar. El es el Rey
que de los reyes se llama.
Senjo.
(Viene Sexjo .r dice.)
Si tu A'alor, Rey invicto,
(i) Falta algo al principio de este verso que no
puede completarse porque falta esta escena en los
otros manuscritos.
JORNADA TERCERA
455
te ayuda en esta desgracia,
oye la mayor traición
que jamás fué imaginada.
Baltasar. ¿Qué traéis?
Se.n-jo. Tu hermano ingrato,
sabiendo que vienes, traza,
ayudado de otros tales,
darte la muerte, y si aguardas
no dudes de lo que digo.
Baltasar. ¿Tal desdicha me aguardaba,
desleales mis vasallos?
Pero si es mi sangre ingrata
e intenta tal mi hermano,
¿qué me admira, qué me espanta?
Sexjo. ¡ Huye, señor !
Baltasar. Huyamos.
Sexjo. Huye su furia inhumana.
Balt.\sar. Vamos, amigos, que Cristo,
en quien hoy confía el alma,
me dará de su traición
justa y debida venganza.
(raiisc, y viene Axdrogeo, hermano de Baltasar,
y Criados.)
Androgeo. ¿ Que huyó al fin y no parece ?
Criado i.° Temo, señor, tu mudanza.
Axdrogeo. Yo soy el rey verdadero,
con muy legítima causa ;
ninguno lo contradiga,
sí no es que probar le agrada
mi rigor y su castigo.
Tras mi hermano luego vayan
soldados por los caminos,
repartidos por escuadras,
y hallándole, luego al punto,
muerto o vivo, me lo traigan.
El que agradarme desea
lo que digo al punto haga,
que el premiarle está a mi cargo.
Criado 2° Ley es, señor, lo que mandas ;
al punto iremos tras él.
Criado. 1° Nadie en serviros se tarda.
Axdrogeo. Dadme de amigo los brazos,
qlie esa voluntad me basta;
aquel agradecimiento
os dé la debida paga.
{Viendo un Salteador con Anacrasis, que la trae pre-
sa. SiLENo y el Salteador.)
Saltead. Dénos Tu Alteza los pies.
Axdrogeo. Alzad; ¿quién sois?
AxACRAS. ¡ Ah, ingrata
fortuna, tantas desdichas !
Saltead. Rey invicto, esta persiana
traemos a tu presencia,
por tu cautiva y esclava.
En un monte la encontramos,
y por parecemos tanta
su hermosura, te la traigo,
si es que de vella te agradas.
Axdkogeo. ¡ Hermosa es con todo extremo ! —
¿ Quién sois ?
Anacras. Un mar de desgracias:
una mujer perseguida
del tiempo y de sus mudanzas,
y al fin sin ventura en todo.
Axdrogeo. ¿Tan poca tienes?
Anacras. Escasa
es la fortuna conmigo,
aunque de males muy franca.
Axdrogeo. Hoy la has tenido conmigo,
gallarda y bella persiana,
pues siendo tú mi cautiva
me tienes cautiva el alma. —
Venid conmigo vosotros,
que por esta hermosa esclava
os he de dar un tesoro,
aunque no es bastante paga.
Saltead. Los pies beso a Vuestra Alteza.
Axdrogeo. Venid, hermosa persiana,
que desde hoy a la fortuna
veréis a esos pies postrada.
Reina sois en mis estados,
que ya mi amor os lo llama,
como de mis pensamientos.
Anacras. ¡ Esto sólo me faltaba !
¡ Ay, esposo de mi vida,
por tu ausencia llora el alma !
Androgeo. Búsquese luego mi hermano ;
muerto o vivo me lo traigan;
yo solo soy el que reino.
Saltead. Haráse como lo mandas.
Androgeo. Ven conmigo a mi palacio,
hermosa y bella persiana.
{y mise todos y viene Rogel.\xa y Calambuco; sién-
tese ella en un trono y parece el padre que le
quiere degollar y un verdugo.)
RoGELAXA. Descubrid esa cortina
del funesto cadaalso,
pues con este sacrificio
al Sol y a mi abuelo aplaco.
{Corren una cortina y parece el Rey Gaspar atado
para le degollar y un indio por verdugo con él.)
456
EL MAYOR REY DE LOS REYES
Calambuc,
rogelana.
Gaspar.
ROGELANA.
vjrASPAR.
ROGELANA.
Gaspar.
rogelana.
Gaspar,
rogelana,
Gaspar.
rogelana.
Gaspar.
RoGELANA,
Gaspar-
Rügelana,
Ya está descubierto todo.
Este es mi padre, vasallos,
que por la quietud del reino
públicamente le mato.
Su hija soy; pero el Sol,
por mi abuelo, me ha mandado
que le mate, y soy en esto
la ejecución de su agravio.
A este Niño llama Dios,
y ofreciéndole holocaustos
dice que no lo es el Sol:
mirad qué inorme pecado.
Corta, verdugo, su cuello.
Deten, verdugo, tu brazo,
y sepa yo por qué estoy
a la muerte condenado.
¿Por qué? Yo te lo diré:
porque adoras a un Rey santo,
verdadero entre los dioses,
q,ue ya los demás son falsos;
El es sólo a quien el mundo
le ha de ofrecer humos varios
de bálsamos y de aromas,
mirras, inciensos y nardos.
Pues si adoro al Dios que dices
y mi reino- le consagro,
¿por qué la muerte me das?
Porque llamas al Sol claro
dios, sabiendo que de Dios
toma los hermosos rayos
con que los mares platea
y con que dora los campos.
Yo no llamo dios al Sol,
criatura de Dios le llamo
y lámpara que en sus aras
está ardiendo y alumbrando.
El Dios que quieres que adore
adoro, y gran Rey le llamo
de los reyes y del mundo.
¿ Eso dice ? ¡ Degollaldo !
¿Pues a quién quieres que adore?
A Jesucristo.
A ése amo:
a él solo le llamo Dios,
y que los demás son falsos.
¿A quién adoras?
A Cristo,
Dios Niño de tiernos años.
¿ Y no al sol ?
No es Dios el Sol:
Dios es este Niño sacro.
Pues si a Jesucristo adoras.
Gaspar.
perdóname, padre amado.- —
¡ Hola !, quitalde la venda
para que le dé mis brazos. —
Padre, si cristiano eres,
pisa mis soberbios labios,
y a mi ingratitud perdona,
que me pesa de tu llanto.
Dimc : si me dabas muerte
porque el verdadero lauro
le ofrecía a Jesucristo,
¿cómo ya le alabas tanto?
Rogelana. Porque conozco que es Dios
sólo por este milagro.
Perdón de mis yerros pido
y de mis engaños salgo,
que pues él rige la lengua,
es Dios soberano y santo. —
Niño hermoso y benigno,
yo os bendigo y os alabo
como a Dios, que rige y mueve
los pensamientos humanos.
Yo salí sólo a ofenderos
y a quien vuestro favor hablo^
y dios se llamaba Apolo
y ya Demonio le llamo. —
Indios, ¿a quién adoráis?
¡A Cristo!
¡ Milagro raro ! — •"
¡ Oh, Dios, que en bárbara gente
pones razón !
Luego vamos
con él por nuestra ciudad
con bailes, fiestas y cantos.
¡ Viva Jesús !
(Viene GuATiNo y dice.)
Guatino. Butifar,
con un victorioso campo,
los términos de Sabá
pisa, y sus negros soldados
talan la tierra.
Gaspar. ¡ Oh, cobarde !
A castigalle salgamos.
Rogelana. Ese negro me engañó ;
el reino puse en sus manos
y ül honor del Rey de Arabia.
Gaspar. Yo le volveré a su estado,
que se lo debo a Melchor,
pues que soy su feudatario.
Salgan luego mis pendones
por esos aires temblando
de verme enojado y fiero.
Todos.
Gaspar
Rogelana.
JORNADA TERCERA
457
i Tocad a el arma, cristianos !
RoGELANA. ¡ Qué bicii me suena ese nombre !
Gaspar. A Cristo, amigos, llevamos
por nuestro amparo, y mirad
si llevamos mal amparo.
Decid todos : ¡ Viva Cristo !
Todos. ¡ Viva Cristo !
Gaspar. Y los contrarios
mueran, y los falsos dioses.
Todos. ¡ Mueran, y los dioses falsos !
{Vanse todos y viene MelchoRj de esclavo, con una
escoba.)
(Música.)
Melchor. Aquí, mi Cristo, os alabo,
Y sin reino y sin honor
de conoceros acabo,
porque os conozco mejor
después que soy vuestro esclavo.
Lo que os debo os restituyo
esclavo, y quien sois arguyo,
y a cualquiera que me ve
no sólo le diré que
esclavo soy, pero suyo.
Bien parece en la cocina
Jesús un rey de carbón,
mas aunque es la ofrenda indina
encended mi corazón,
con vuestra lumbre divina.
Vuestra mano me qtütó
reino y mujer que me dio,
y con esto me consuelo ;
mas que me negáis el cielo,
es no lo diré yo.
Quise ser el Rey mayor
• de los reyes; pero Cristo,
viendo que me está mejor,
me hace esclavo, porque ha visto
que es de esclavo mi color.
Y luego que me compró
como a esclavo me trató,
y yO) que gusto de sello,
hago alegre todo aquello
que cuyo soy me mandó.
Pues si él, que tiene poder
sobre lo que el Sol abrasa,
tan pobre vino a nacer,
¿por qué un negro de su casa
esclavo no vendrá a ser?
El reino le restituyo
que le usurpé; suyo es ya,
y siendo negro concluyo
que nmguno me vera
que no diga que soy suyo.
{Pónese a un lado Melchor, y viene el Rey Bal-
tasar, de villano, y Sknjo, su criado.)
Senjo.
La ciudad, gran señor, arrepentida
está de verte ansí desposeído.
No hay grande que por ti no dé la vida;
el pueblo todo tengo conducido
para acabar el infierno fratricida
en resonando el militar ruido,
que Tarsis, que le honró, tiene deseo
de acabar este bárbaro Androgeo.
Disfrazados también por los recelos
otros grandes están por el palacio
diciendo : ¡ Muera el vil que causa celos !
Baltasar.
Aqueso se ha de hacer con más espacio.
Sexjo.
Ya desde la cortina a los cielos
está vertiendo el celestial topacio
rayos de luz, y si esa luz se encubre
no podemos matar a quien descubre.
¡ Muera el rey Androgeo !
Baltasar.
Yo quisiera
prenderle, sin llegar a darle muerte,
porque es mi hermano, en fin.
Senjo.
■ Pues si lo fuera
no te tratara. Rey, de aquesa suerte.
Baltasar.
La ambición de reinar vence y altera
al más leal, al corazón más fuerte.
Senjo.
Con un tirano tal piedad no he visto.
Baltasar.
Esta piedad hallé en los pies de Cristo.
Senjo.
i Muera luego Androgeo.
Baltasar.
Si por dicha
alguno nos ha oído...
Melchor.
Yo os he oído.
45a
EL MAYOR REY DE LOS REYES
Senjo.
¿Hay tan grande desgracia?
Baltasar.
¿Hay tal desdicha?
Senjo.
¡ Dale y muera el negro !
Baltasar.
Xunca ha sido
bueno el hablar.
Sexjo.
Rey Baltasar, tu dicha
si éste aquí muere no se habrá perdido.
Melchor.
¿Que tú eres Baltasar, rey desta tierra?
Baltasar.
Desposeyóme una tirana guerra.
Melchor. ¡ Dame esos brazos, amigo,
y aquí, en ocasión igual,
sé el testigo de mi mal,
pues soy de tu mal testigo !
Verás en mí, aunque me alegro
de verte, sin duda alguna,
un hombre a quien la fortuna
ha tratado como a un negro.
Verás, si, viendo a un señor,
vil a un noble, manso a un bravo,
y verás a un rey esclavo,
questo es todo el rey Melchor.
Baltasar. Melchor, parece iniposible
que estemos así los dos.
Melchor. Rey Baltasar, para Dios
todo es fácil y posible.
Todo tiembla a su gobierno
en la humana potestad;
jamás hubo eternidad,
que Dios sólo es el eterno.
Baltasar. ¿ Pues cómo has venido aquí
a ser esclavo, Melchor,
si te conocí señor,
como también yo lo fui?
Melchor. Cuando di vuelta de Arabia
hallé un tirano criado
con mi reino levantado,
y aún más me afrenta y agravia,
que a mi mujer desterró,
porque, honrada, resistía
a su villana porfía,
y dos hijos me ahorcó.
He venido a ser esclavo
de tu hermano, que vendido
de unos ladrones he sido.
Baltasar. ¡ Mil veces a Dios alabo !
También el reino me quita
aquese hermano tirano,
que negando ser mi hermano
la muerte me solicita.
Mas pienso de le cobrar
dentro de muy corto plazo,
que por eso me disfrazo;
que ya la voz popular
es en mi favor y ayuda,
traza que un muy corto espacio
en las salas de palacio
lo mejor del reino acuda.
Armados y de tal suerte
vienen ya determinados,
que en no dando mis estados
prometen darle la muerte.
Y con aqueste vestido
de mí mesmo soy espía,
esperando aqueste día.
Melchor. Mucho es no ser conocido.
i Oh, quién pudiera ayudarte
en negocio tan de veras,
porque alcanzas, como esperas,
segunda vez coronarte !
Baltasar. Hoy tendré la posesión
de mi reino, que Androgeo
tiene ocupado; el deseo
es una loca afición:
una persiana lozana
lo trae fuera de sí.
Melchor. ¿ Persiana ? ¡ A)% triste de mí,
que es Anacrasis persiana !
Senjo. Así se nombra, señor.
IsIelchor. i No hables; muerte mz has dado!
Pero si hubieras callado
me dieras muerte mayor.
Paciencia hasta aquí he tenido,
ya no la puedo tener,
que en llegando a la mujer
es impaciente el marido.
Cristo, ¿ cómo, si sois Dios,'
reino y honra me quitáis?
¿Cómo me desamparáis
cuando me amparo de vos?
Cuando al Sol obedecía.
Niño, de todos triunfaba;
reinos y quietud gozaba,
honor y mujer tenía.
JORXADA TERCERA
259
Como con vos tantos duelos
y tantos males he visto,
celos me hacen dudar, Cristo,
que son herejes los celos.
Siempre os conocí por Dios,
aunque en desdichas anduve,
y apenas. Dios, celos tuve,
cuando puse duda en vos.
(Dice de rodillas :)
Por Dios os confieso aquí,
que otra cosa es desvarío,
i Jesús mío, amparo mío,
Dios mío, acordaos de mí !
Basta 3'a vuestro rigor ;
¡ Cristo mío, Dios amado,
si el reino me habéis quitado
no me quitéis el honor !
Baltas.\r. Repórtate, que hoy tendrás
reino y mujer sin deshonra.
Melchor. Si no se pierde la honra,
Baltasar, no quiero más.
Pero si quieres vengarte,
¿ cómo estás con tanto espacio ?
Baltasar. Ya tengo gente en palacio,
que está Tarsis de mi parte.
Melchor. Vete, que viene tu hermano.
Baltasar. Voy a apercebir la gente,
porque muera de repente
este bárbaro inhumano.
(l'^aiise Baltasar :y Sen'jo.)
Melchor. También Anacrasis viene.
¿ Si estará de mí olvidada ?
¡ Ay, prenda del alma amada !,
¿ Sí ya ofendido me tiene ?
Yo quiero disimular
barriendo, que quiero ver
si es Anacrasis, mujer,
y si lo es he de acabar.
{Hace Melchor que barre y vienen Axdrogeo
AXACRASIS-)
Axdrogeo. Eres de bronce formada,
fuerte contra tiempo y muerte.
Axacras. Xo hay cosa que sea tan fuerte
como una mujer honrada.
Axdrogeo. ¿Pues pretendo yo tu afrenta?
Axacr.\s. ; Luego el honor no le quita
un rey a quien solicita?
Axdrogeo. Xo, que corre por su cuenta
su deshonra, si deshonra
la puede el mundo llamar,
porque no puede afrentar
un rey si él a todos honra.
Bien pudiera hacerte fuerza,
y hacello no fuera injusto;
pero no se tiene el gusto
cuando se toma por fuerza.
Axacras. Mira: si me das más muertes,
más tormentos y más penas
que tiene arenas el mar,
no podrás hacerme fuerza.
Y así desde agora, falso;
imagina, traza, inventa
gétieros de sinrazones
y de crueldades diversas,
que he de ser honrada siempre,
aunque penes, aunque mueras
y aunque me adores, que soy
honrada y persiana.
Axdrogeo. Persia,
con sus plumas y sus galas,
con sus arcos, con sus flechas
no te podrán defender,
de mi bárbara inclemencia;
y haré que el negro más a'ÍI
de mi reino y de mi tierra
te afrente, que quiero ver
quién te libra de tu afrenta.
Ya esto\' corrido de amarte ;
y así, vil, para que veas
lo que puede un desamor,
quiero que este negro sea,
siendo tú persiana y noble,
el que te rinda y te venza. —
X^'egro, si desta tirana,
haciendo burla, me vengas,
yo te daré libertad,
si la libertad deseas;
pero si no, has de morir.
[Melchor. Con ella me deja;
yo haré tu voluntad.
Axdrogeo. Si me vengas desta fiera
mi reino es tuyo.
(Escóndese Axdrogeo.)
[Melchor. (¡ Ah, mujer,
tan honrada como honesta,
quiero probar tu virtud,
aunque en el honor las pruebas
son dañosas !) Esos brazos
m.e da, mujer.
Axacras. í Si a ellos llegas
4Ó0
EL MAYOR REY DE LOS REYES
en ellos verás tu muerte !
Melchor. Pues tomarélos por fuerza.
Añaceas. Negro, si eres de la Arabia,
a tu señora respeta,
que soy Anacrasis yo
y aunque blanca, soy tu reina.
{Pónese de rodillas y prosiguen)
No permita tu rigor
que por un tirano ofenda
al más honrado marido
que en el mundo se celebra.
^Ielchor. ¡Ay, bella Anacrasis mía,
virtuosa, honrada y cuerda,
Melchor soy, que por mi Cristo
me veo en estas miserias !
Anacras. i Ay, esposo de mi alma,
el pecho a mis brazos llega !
{Abrázanse y sale Androgeo y dice.)
AxDROGEo. Ya estoy vengado de ti,
agora estarás contenta.
Anacras. ¡ Y tanto, que en estos brazos
toda mi vida estuviera,
que éstos me dan más honor
y ésos, tirano, me afrentan !
Melchor. Y aquestos son más honrados
que los tuyos. ¿Qué te alteras?
Yo lo digo.
Androgeo. ¡ Vil esclavo !
¿ No hay quien le dé muerte fiera ?
IMelchor. No, que es la escoba en mis manos
montante que al cielo llega.
{Vienen Baltasar y Sexjo y la guardia, y dice.)
Androgeo. ¡ Ah de mi guardia !
Baltasar. Tu guardia
ya te desampara y deja,
porque ya ha llegado el día,
traidor, de tu residencia.
Baltasar soy.
Androgeo. ¡ Muerto soy !
Baltasar. ¡Ay, ingrato hermano,
dime, ¿la lealtad ésta?
Dalde la muerte al momento.
Androgeo. ¡ Usa, hermano, de clemencia
conmigo !
Baltasar. Pues salte, ingrato,
desterrado de mis tierras.
(Dicen de adentro a voces.)
Dentro. ¡ \'iva el gran rey Baltasar !
Senjo. Todo el pueblo a verte llega.
Ven, gran señor, que. los grandes
y la púrpura te espera.
Baltasar. Vamos alegres, Melchor,
que pues nuestro Dios nos venga,
el tirano Butifar
también su castigo espera.
El campo marche mañana
al Arabia.
Senjo. Señor, entra,
que todo el reino te aguarda.
Baltasar. Decid en voces diversas:
¡ Viva Cristo !
Todos. ¡ Viva Cristo !
Baltasar. Y los falsos dioses mueran.
Todos. ¡ Y los falsos dioses mueran !
{Con aquesto se entran y sale el Rey Gaspar y Ro-
GELANA y Calambuco y soldados indios con flechas
y dardos )
Gaspar.
Aqueste el campo es del enemigo;
acometelde, capitanes fuertes,
que la causa defiendo de mi amigo.
Ventura grande espero en vuestras suertes :
préndale el que pudiere, que el castigo
de su traición serán diversas muertes,
y el que pudiere tráigamele vivo,
verá qué alegremente ie recibo.
Melchor es ya m.i amigo, a Melchor debo
restituirle en su real asiento :
fiado sólo en vuestros brazos pruebo
a castigar el loco atrevimiento ..
de Butifar, aqueste intento llevo.
Acometed, que la tardanza siento,
porque cuando Melchor al reino venga
ganada su corona y cetro tenga.
Con Baltasar me dicen que ha partido
con un famoso campo de su tierra,
que también Baltasar se ha socorrido;
tengamos acabada nuestra guerra.
Calambuco.
El campo está ya todo repartido.
Gaspar.
Pues toca al arma, amigo; ¡ cierra, cierra!
Rogelana.
¡ Viva JNIelchor y muera su enemigo !
Gaspar.
Melchor, por vos pelea vuestro amigo.
{Vanse, y suena dentro ruido de armas y sale Bu-
tifar coii la espada desnuda y diciendo.)
JORNADA TERCERA
461
BüTiFAR. ¿Adonde me esconderé
de este bárbaro furor
que me persigue? ¿Qué haré?
i A quién pediré favor
o quién hay que me lo dé?
¡Oh, Sol!, ¿este pago das
a quien te sigue ? \ Reniego
de ti y del cielo en que estás !
¡ De enojo y rabia estoy ciego !
{Vienen Sí:xnaríx y Abdexacar.)
Se.vxaríx. Butifar, ¿dónde estarás?
Abdenac. ¿Posible es no te hallemos
por todo el campo?
Sennarín. Sin duda
murió ; su muerte lloremos.
Butifar. Aquí mi suerte me ayuda,
pues hallo los dos extremos
de lealtad y de valor. —
Sennarín, Abdenacar,
¿venís a darme favor?
¡ Abrazad a Butifar !
Aedexac. ¿Qué nos persigues, traidor?
¿ Siendo Melchor dices que eres
Butifar? ¿Piensas que estamos
ciegos ?
Butifar. ¡.Sennarín!
Sennarín. ¿ Qué quieres
Butifar. Butifar soy.
Abdexac. Xo te damos,
por tus locos pareceré?,
aquí la muerte, traidor,
por ver que del rey Gaspar
es Butifar vencedor.
Butifar. ¡ Mirad que soy Butifar !
Sennarín. ¿Butifar, siendo Melchor?
i A cólera me provoco !
Butifar. ¡Falsos!, ¿no me conocéis?
Abdenac. ¡ Dale la muerte !
Sennarín. ¡ Y es poco !
(Daiilc los dos.)
Butifar. ¡ A vuestro rey muerto habéis !
Abdenac. ¡ No queremos rey tan loco !
Butifar. ¡ Ah, mundo, siempre has tenido
este trato, siempre. has dado
tal pago al que te ha seguido :
conoces al levantado,
desconoces al caído !
Nadie se puede fiar
de tu finneza, pues Dios
te dio forma circular,
de rueda.
(Entran Gu.\ti>ío y Calambuco y otros indios.)
Calambuc
Butifar.
GUATINO.
Butifar.
Calaimbuc
Guatino.
Calambuc
Butifar. •
Guatino.
Butifar.
Guatino.
Butifar.
Calambuc
Butifar.
Guatino.
Butifar.
Juntos los dos
los habernos de buscar.
Butifar y Sennarín
son los dos m.ás principales.
Hoy mi ambición tiene fin,
y mis bienes y mis males
corta el tiempo en mi jardín.
¡ Hoy muere, al fin, Butifar !
¿ Butifar dijo?
i Ay de mí !
, El es.
Sí, no hay que dudar;
herido está.
Pues ansí
ha de ir ante el rey Gaspar,
porque lo que ha prometido
nos lo dé.
¡ Fieros volvéis !
¿Quién te hirió?
-El cielo me ha herido.
¿ Dónde llevar me queréis ?
Delante el que has ofendido.
¿Delante del rey Melchor?
. Delante del.
¡ Haga estrago
en mi vida y en mi Iionor :
¡ Vaya el traidor !
i Este pago
da el mundo siempre a im traidor !
(Enlranse y viene Melchor y Baltasar.)
Melchor.
Parece, Baltasar, que el traidor campo
del falso Butifar está mezclado
con el de otro contrario, que le ofende.
Baltasar.
En el ruido de sonoras trompas
y en el clamor y grita de la gente
encontrados están, sin duda, ejércitos.
]\Ias, ¿ no reparas en el estandarte
que lleva, al parecer, la mejor parte,
que parece en las armas y en la insignia
del rey Gaspar?
Melchor.
Sin falta que es aqueso;
462
EL MAYOR REY DE LOS REYES
que nuevas he tenido de que sabe
la rebelión de aqueste y mi destierro
y querráme vengar por ser amigo,
que como tiene sus confines cerca,
habrá puesto su gente y su persona
en ventura con celo de la mia.
Baltasar,
El es, sin duda; acometamos todos
y viértase la sangre deste aleve.
Acometamos.
IMelchor.
Baltasar.
¡ Soldados: al arma, al arma!
Melchor.
i Armas, armas ! — Ya, Gaspar, os sigo.
¡ Viva la lealtad del fiel amigo !
(En transe y hay ruido de batalla y cajas, y vuelven
a salir los tres Reyes^ y Axacrasis y Rogelaxa.)
Dentro. ¡ Viva Melchor y sus leyes !
Melchor. Pues su poder habéis visto,
mejor diréis: ¡Viva Cristo,
el mayor Rey de los reyes !
El me ha vuelto honor y estado,
que él me quitó por mostrar
que él puede dar y quitar
el bien del mundo emprestado.
Y a vos, Gaspar valeroso,
confieso que os debo el ser.
Gaspar. Sois mi amigo, y he de hacer
lo que debo.
AxACRAS. Rey famoso,
dadme las leales manos,
llenas de tanto valor.
Gaspar. Todo lo debo a Melchor
después que somos cristianos.
Rogelaxa. Perdona, Anacrasis bella,
la guerra injusta que os di.
Anacras. Perdonadme vos a mí,
que causé vuestra querella.
Melchor. ¡ Los dos hijos que perdí
y a Zaydán siento no más !
(Entran Zavdán con dos niños >wgros diciendo.)
Zaydán. Si eso,- Rey, llorando estás,
vivos los tienes aquí ;
que con ellos ascondido
he estado desde aquel día
que te dejé.
Melclior. ¡Mí alegría
cabalmente se ha cumplido !
Pues, Zaydán, ¿no me dijiste
que estaban ahorcados?
Zaydán. ¡ No,
que jamás te he visto yo !
Melchor. ¿En un árbol no los viste?
Zaydán. No, señor, que es testimonio,
que aquestos tus hijos son.
Melchor. Sin duda que fué ilusión,
mi Anacrasis, del Demonio.
Gaspar. Ya las Arabias te llaman
Rey y a Butifar persiguen,
y a todos cuantos le siguen
los avergüenzan e infaman.
Y pues milagrosamente
por Cristo habernos vencido
tanta gente, habiendo sido
pobre y poca nuestra gente,
los tres nos confederemos
y a Cristo estatuas hagamos,
y pues por Cristo reinamos,
es bien que feudo le demos.
Y el que no siguiere a Cristo
y adorare a otro dios vano,
muera en tormento inhumano,
Rogelana. Su poder habemos visto
entre tantas disensiones.
Anacras. Cuando olvidados estamos,
para que le conozcamos
nos da Dios persecuciones.
(Vienen Calambuco y Guatixo, que traen a Buti-
far.)
Guatino. Pues ya le tienes aquí.
Rey, castiga a tu enemigo. •
^Melchor. Dime : ¿qué mayor castigo,
soldado, que verme a mí ? —
¿Por qué has sido desleal?
¿Por qué con fiero desdén,
haciéndote tanto bien,
me has causado tanto mal?
No estés en tierra postrado,
levántate a disculparte;
mas no podrás levantarte,
porque ya te has levantado.
Butifar. Cualquiera pena merezco.
Rogelana. Este traidor me has de dar.
AIelciior. Manda que le hagan curar,
que yo. Reina, te lo ofrezco.
JORNADA TERCERA
46;
BUTIFAR.
ROGELAXA.
Baltasar,
rogelaxa.
Gaspar.
Hoy con vida y honra acabo.
Pues por su vil proceder
esclavo veniste a ser,
él ha de morir esclavo.
Y yo, invicta Rogclana,
lo soy también.
Ya le di
de vuestra a mi padre el sí.
Ella es, gran rey, la que gana.
Sólo falta, pues estamos
los tres juntos, que mandemos
a la gente que traemos
que al nuevo Dios que adoramos
adoren.
Yo no resisto
tu consejo, antes lo apruebo.
Decid al campo de nuevo
adoren todos a Cristo.
(Dicen dentro.)
A Cristo adorad, soldados,
que los Reyes lo decretan. —
Todos, Melchor, se inquietan
y vienen alborotados.
Si no nos dicen quién es,
nadie a Jesucristo adore.
¡ Viva el dios Sol, viva, viva !
¿Quién ha causado estas voces?
Los escuadrones no quieren
seguir Dios que no conocen,
que no saben quién es Cristo.
Cristo es autor de los hombres,
del sol, estrellas y luna
y de sus esferas once,
y el mayor Rey de los reyes
y el señor de los señores.
Adoralde.
Si no muestra
su gracia y virtud, no hay hombre
que le adore. ¡ Apolo viva !
¡ Al arma, al arma, escuadrones !
¡'Cristo !
¡ Señor !
i Dios eterno,
alumbrad los corazones
destos bárbaros infieles
porque os alaben y honren !
(Suena música)
RoGELAXA. ¡ Qué resplandor tan divino !
AxACRAS. ¡ Qué música tan acorde !
Baltasar.
Gaspar.
Dextro.
Otros.
Baltasar.
Dextro.
^vIelchgr.
Dextro.
Gaspar.
Baltasar.
Melchor.
Gaspar. ¡ El suelo se abrasa !
Melchor. El cielo
sus bellas cortinas rompe.
(Suenan chirimías y descúbrese una apariencia donde
están los reyes de todas las provincias y en medio
de ellos Nuestra Señora coíi el Niño Jesús en
las manos.)
MÚSICA. Adoralde los Reyes de adentro, (i)
R. DE JuD. Cristo, rey de Judea os llama.
R. DE Gre. Grecia por Rey os conoce.
R. de Rom. Roma, por Dios y por Rey.
R. de Ale. Alemania, por Dios y hombre.
R. de Fra. Francia Rey del cielo os dice.
R. DE Esp. Y España y mis sucesores
por vuestra fe se opondrán
a los bárbaros estoques.
R. DE Arm. Mi Armenia Rey Dios os llama,
que en ella los españoles
os levantarán estatuas.
R. DE Lox. Rey y Dios os llama Londres.
R. DE Afr. Xi África, que aunque un tiempo
seguirá los ritos torpes
de un Mahoma heresiarca
y' Sergio, un hereje monje,
llorosa y arrepentida
de sus pecados enormes,
por Dios os confesará,
que la verdad se conoce.
(Descúbrese con música un trono o nube donde apa-
rece Dios Padre, 3; ángeles cantando.)
C.^XTAX. Este es el Dios verdadero,
los demás son falsos dioses.
Adoralde, hombres.
Dios P.i A mi unigénito Hijo
cetros y coronas postren
todos los reyes del mundo
y le abatan sus pendones.
Poned aquestas coronas,
tronos y dominaciones.
Dios. P." A mi unigénito Hijo
porque los reyes le adoren.
El mayor Rey de los reyes
es el que nace tan pobre,
que en esta pobreza baja
es tesoro de sus cofres.
(i) Esta palabra es impropia y el verso largo, y
además el verso interrumpe el romance, si no es que
falte otro verso. En los demás manuscritos no hay
este verso.
464
EL MAYOR REY DE LOS REYES
Cantan. Adoralde, hombres;
adoralde, hombres.
(jCi'ibrense todas las apariencias.)
¡ Oh, milagro soberano !
¡ 0.h, soberanas visiones !
Gaspar.
Melchor.
Baltasar. ¿Quién tantos bienes nos hace?
RoGELANA. ¿Quién alcanza estos favores?
Dentro. Ya conocemos a Cristo,
ya respetamos su nombre.
¡Cristo viva y muera Apolo!
Baltasar. ¡ Oh, santas y alegres voces !
Melchor. Todos son milagros suyos.
Gaspar. En nuestros reinos se postren
de el Sol todas las estatuas
de plata, de piedra y bronce.
Baltasar. ¡'El mayor Rey de los reyes
viva !
Melchor. Y nuestras fuerzas pobres
desculpadas de el deseo
suplico que se perdonen.
Fin.
COMEDÍA FAMOSA
DE
EL MAYORAZGO DUDOSO
DE
LOPE DE VEGA CARPIÓ
Flora.
Albano-
Nl'SEO.
Felicio.
Jacinia, princesa.
FULCIO.
Plácido.
LiSARDO, príncipe.
ROSANIA,
Ev'ANDUo, rey.
ArmindOj duque.
Aurelio, conde.
Alí, moro.
Benalhamar.
Z.WDE.
LUZMÁN.
Alifa.
El Rey de Or-\n.
Otomán. ■
Clávela, pastora.
Cardenio, pastor.
Corinto, paste»-.
Celio, pastor.
Fineo, pastor.
JORXADu\ PRUIERA
(Salen Flora y Albano.)
Alb.^xo. ¿Soy tu esclavo, por ventura?
Flora. Antes sois mi señor vos.
Alb.vno. ¡ Suelta !
Flor.\. ¡ No salgáis, por Dios,
que hace la noche oscura !
Albano. ¿Hanme de comer por eso?
Flora. El sereno os hará mal.
Albano. ¡Qué mal! ¿Hay locura igual?
i Haré, Flora, algún exceso !
Flora. No harás, que discreto eres,
y yo tu mujer.
Albano. ¡ Ah, cielos !,
¿quién puede sufrir los celos
que son de propia mujer?
Flora. Anda, mi bien, que no es malo
tener la mujer celosa;
que si es discreta y hermosa,
eso es lealtad y regalo.
¿Cuál es mejor: que yó esté
celosa siempre de ti,
o que tú lo estés de mí?
Albano. Determinarme no sé.
¡ Vive Dios, que es tan furioso
tu mal por celos ajenos, '
que estoy por decir que es menos
estar yo de ti celoso !
Flora. Hablas de cosa imposible ;
que me tienes, vengo a ver,
por muy honrada mujer.
Albano. ¡ Honrada, pero terrible !
Flora. ¿ Terrible ?
Albano. ¿Pues no lo ves?
Flora. Verdad que es terrible amor,
y yo muestro su rigor
siendo lo mismo que él es.
Transfórmame amor en sí.
Albano. Al amor nunca le culpes.
, Flora. No haré, como tú disculpes
celos que han sido por ti.
Mira que mereces mucho.
Albano. En otro lugar, señora,
con otro gusto que agora,
esas ternezas escucho.
¿En la puerta de la calle
me regalas desa suerte?
Flora. Está más cerca el perderte,
y no quiere amor que calle.
Albano. ¿Una hora sin mi presencia
tu amor a su fin no basta?
Si Penclope fué casta,
fué por diez años de ausencia.
Éntrate con tus criadas
a hacer, como ellas, labor,
que las aras del amor
no se sienten ocupadas.
Flora. Si Penélope las m.anos
en la labor ocupó,
30
466
EL MAYORAZGO DUDOSO
Aleano.
Flora.
Albano.
Flora.
Albano.
Flora.
Albano
Flora.
Albano.
fué porque en la guerra vio
a Ulises con los trbyanos.
Pero yo, que te imagino
en brazos desta mujer, -
¿qué manos podré poner
en holanda, seda o lino?
Que cuando a pensar comienzo
que te entretiene otro pico,
luego en los dedos me pico
y mojo de sangre el lienzo.
¿Es muy hermosa esa dama
que vas a ver? ¿Es discreta?
Es, en efeto, perfeta,
mi bien, y Flora se llama;
que sois vos.
¡ Bien me engañáis !
¿No veis que no puede ser,
pues a ésa vais a ver
y a mí de verme dejáis?
¿ Para qué, si así no fuera,
te vistes y pones galas?
¿Hícelo para obras malas?
¡El pensamiento se altera!
¡ Vete, por tu vida, amores !
Con causa tengo cuidado,
que ya no son de casado
las plumas y las colores.
Vaya un criado contigo,
por si hay hombre en esa casa.
¡ Eso de locura pasa !
Yo voy a ver a un amigo,
y no a otra cosa, mi bien.
¿Pues qué amigo como yo?
Y si esotro me excedió,
venga él a verte también.
Casa tienes en que puedas
entretenerte y jugar;
dos cosas te quiero dar
con que a los demás excedas.
Ea, no seas pesado ;
quédate esta noche aquí :
mira que me iré tras ti,
por los celos que me has dado.
Digo que todos los días,
después de esta noche, quiero
que te vayas.
¿Yo? ¿Qué espero?
¡ Suelta !
Espera.
¿Qué porfías?
No me voy por tener gusto,
sino porque es necedad
Flora.
Albano.
Flora.
Albano.
Flora.
Albano.
i- lora.
Albano.
Flora.
Albano.
Flora.
Albano.
Flora.
Albano.
Flora.
Albano.
Flora.
Albano.
Flora.
perder yo mi libertad,
y que no me muera es justo.
¡ Llorando reventaré !
i^Iira que preñada estoy!
Por eso sólo me voy.
Éntrate ya.
Yo me iré.
, ¡ Ea, pues, .que ya me enojo!
Bastaba que me le dieses,
que pedirte que no fueses
era, por ventura, antojo.
¡ Plegué a Dios, en quien confío,
que te traiga !...
¡ Calla, loca,
que te quebraré la boca ! .
Voime, pues, y no porfío;
y mudar es necesario,
que la que es propia mujer
ya yo sé que viene a ser
como manjar ordinario.
Pues esas cosas, Albano,
a la mujer de más prendas
suelen alargar las riendas
que el honor lleva en la mano.
Hombres de tu condición
hacen ruines las mujeres.
¿Quieres que te mate? ¿Quieres
que te pase el corazón?
¡Ojalá, porque te mates,
que tú solo estás en él !
¡ Ea, mátame cruel.
No me digas disparates,
que ya sé que tienes gana
de que no vea a este amigo,
y que parlando contigo
se me pase, la mañana.
Vete, por vida del hijo
que tienes de quien te adora,
que yo volveré, señora.
El muestra su regocijo,
y te aguardará, señor.
Abrázame.
Ea, que es tarde.
El cíelo tu vida guarde.
¡ Bravos celos, bravo amor !
¿A qué hora volverás?
¿Que aún no se fué? — Vete ahora,
que en menos tiempo de un hora
volveré.
¿Tardarás más?
No, por tu vida.
Si estimas
JORNADA PRIMERA
467
mi vida, cúmplelo así.
Felicio.
Albano.
Digo que lo haré.
Albano.
Flora.
¡ Ay de mi !
Albano.
¿Para una hora te animas?
Felicio
Flora.
Guárdate bien del sereno.
Albano.
Albano.
Sí haré.
Flora.
¿Vas armado?
Felicio
Albano.
¡ Acaba !
Flora.
Ya lo que al cielo rogaba
se vuelva en que vuelvas bueno.
{J'asc Flora.)
Albano
Albano.
NlSEO.
Ningún hombre se llame desdichado .
aunque le siga el hado ejecutivo,
supuesto que en Argel viva cautivo
o al remo de las galeras condenado;
ni el propio loco, por furioso atado;
ni el que, perdido, llora estado altivo;
ni el que a deshonra trujo el tiempo esquí \/o
O por necesidad a humilde estado.
En fin, cualquiera pena es fácil cosa,
que ninguna atormenta tan de veras
que no la venza el sufrimiento tanto;
mas el que tiene la niujer celosa,
¡ ése tiene desdicha, Argel, galeras,
locura, perdición, deshonra y Manto !
(Salen Niseo y Felicio^ galanes.)
XiSEO. ¿Tan libre, ha venido a ser
tan casado y tan sujeto? .
Felicio. Tiénele muy recoleto
el parto de su mujer,
que dicen que ya se acerca.
Niseo. Aguardalde por ahí.
Albano. Dos hombres vienen aquí.
Felicio. Un hombre viene aquí cerca.
Albano. ¿Quién va?
Niseo. Dos hombres de bien.
Albano. ¿Es Niseo?
Niseo. ¿ Quién lo quiere
saber?
Albano. Que sea el que fuere.
Niseo. ¿Es Albano?
Albano. Sí.
Niseo. Bien.
Felicio. Bien.
¿ Pues tras habernos burlado,
nos quieres acuchillar?
Albano. ,; En qué os ofendí ?
Niseo. En tardar.
Albano. En fin, ¿ me habéis esperado ?
Albano.
Niseo.
Albano.
Felicio.
Albano.
Felicio.
Albano.
Felicio.
Albano.
Niseo.
Albano;
Felicio.
Hasta agora.
¡ Extraña cosa
esta ley del casamiento !
¡'Gran tormento !
¿ Y no es tormento
tener la mujer celosa?
Estáste en contemplación
de lo que en el vientre tiene,
que alma y ojos te entretiene, -
¿y culpas su condición.''
¡ Calla, por Dios, que he pasado
cosas que pena me dan !
Son sabrosas al galán
y enfadosas al casado.
i Oh, aquel llamar y no abrir,
desear y no tener !
Que, al fin, la propia mujer
ha de hablar, callar y abrir.
Bien confieso que no hay gusto
como el servicio de Dios ;
mas a estar como los dos,
yo excusara algún disgusto.
Yo muero por este estado,
que su (i) condición apruebo.
Nunca lo cree el mancebo
hasta después de casado.
¿Dónde iremos?
Hacia el muro,
que hay dos bellas venecianas.
¿ Qué se hicieron las romanas ?
Nunca saberlo i procuro
que era gente de Levante.
Del lobo un pelo, y no más.
Hasta nietos llegarás
si eso llevas adelante;
y más si deseas suegros.
Bien cerca de aquí se aloja
una griega, blanca y roja,
y otra blanca y cabos negros.
i Esa es notable hermosura;
daréle el alma, por Dios !
Mas, ¿qué haremos, si son dos,
y es de tres el aventura?
Aunque yo, si verdad digo,
no pienso ofender a Flora,
i Hazte muy casado agora !
Sólo a hablar' y reír me obligo ;
que si va a decir verdad,,
sabe Dios que no la ofendo.
¿Pues qué pretendes?
(i) En el original: "mi'
468
EL lyiAYORAZGO DUDOSO
Albano, Pretendo
no perder mi libertad.
Felicio. y quien anda entre la miel...
Albano. Cuando se pegue, ¿qué importa?
NiSEO. Albano, el paso reporta.
Albano. ¿Qué es esto?
{Sale Jacinta, cubierta con manto.)
Jacinta. \ Ay, suerte cruel !,
¿Dónde ha de haber amparo
para mi desdicha y pena?
Albano. ¡ Brava dama !
NiSEO. ¡ Gentil !
Felicio. ¡ Buena !
Jacinta. ¡ Oh, cielo, en mi bien avaro !
¿Así me niegas tu ayuda?
Felicio. ¿Adonde bueno tan sola?
Jacinta. ¡ Hola, gente !
Albano. Esperad.
Jacinta. ¡ Hola !
Aleano. No llaméis.
NiSEO. Temió, sin duda.
Felicio. Mirad que somus honrados
y caballeros los tres.
Jacinta. Pues de caballeros es
ser nobles y bien criados.
Albano. ¿Pues de qué os podéis quejar?
¿Hay aquí descortesía?
Jacinta. La de tres serlo podría,
de noche y en tal lugar.
Pero mirad que este muro
está de palacio cerca.
Albano. Más que dentro de su cerca
está vuestro honor seguro.
Felicio. Todos los tres somos viejos,
no hay para qué te arreboces.
Jacinta. Oír puede el Rey mis voces,
y el cielo, aunque está más lejos.
Albano. ¡ Jesús, señora ! Creed
que nadie piensa ofenderos.
Jacinta. Volveos, si queréis volveros,
y haréisme inucha merced.
Felicio. ¡ Bravo olor tiene, por Dios !
NiSEO. Sin duda es mujer honrada.
Albano. Mal vais desacompañada .
Volved, mi señora, en vos,
que a cualquier cosa que vais
no es mala la compañía.
Jacinta. Sabe Dios si la querría,
si la palabra me dais
de que luego os volveréis.
Albano. Escoged lo que os agrada
de los tres, bien confiada
que ofendida no seréis.
Jacinta. A vos os quiero; vení.
Albano. - ¿A m/i?
Jacinta. A vos.
Albano. Pues voy con vos. —
Adiós, señores.
Felicio. Adiós.
Albano. ¿Por dónde vais?
Jacinta.
Por aquí.
{Vansc Albano y Jacinta, y queden los dos.)
NiSEO. i Vive Dios, que va con ella !
Felicio. ¡Envidioso me ha dejado!
NisEO. ¡ Que, en fin, escogió al casado !
Felicio. No debe de ser doncella.
Niseo. No quiero mujer a oscuras;
que aquestas noches turbadas
andan mil viejas tapadas
a buscar sus aventuras.
Y tal vez una fregona,
con olor de portuguesa,
se nos vende por duquesa.
Felicio. Yo sé de una bellacona
que de noche se perfuma,
y con el manto en la boca
a cuantos habla provoca,
y todo se va en espuma.
De noche, amor y mujer,
, aunque la viera en un coche;
que es comprar melón de noche
a pura fuerza de oler.
No hay, al fin, mercadería,
cuando más caudal tuvieras,
que requiera con más veras
comprarse en medio del día.
¿No has visto que el mercader'
'siempre vende en tienda oscura?
Pues eso mismo procura
la cautelosa mujer.
Niseo. Ya sé que es treta sabida
de la que este arte profesa,
que la mujer es camuesa
que está dorada y podrida.
No hará buena consonancia
Albano en este laúd.
Felicio. Dios le guarde la salud
de los peligros de Francia.
Mas buena debe de ser
mujer que es tan olorosa.
Niseo. No ha}'' cosa más sospechosa
que el olor en la mujer.
JORXADA PRIxMERA
469
Felicio. ¿Es mejor que sucia sea?
XiSEO. Cualquier artificio es malo.
Felicio. Yo lo tengo por regalo,
.y es falta de mujer fea.
NisEO. Todo lo que es natural,
tiene pcrfeción, en fin.
Felicio. ¿Y desagrada im jardín
porque es cosa artificial?
(Sale Aleaxo con un envoltorio, como que es un
niño, revuelto en la capa.)
Albaxo.
XlSEO.
Albano.
XlSEO.
Albano.
XlSEO.
.Albaxo.
Felicio.
Albano.
XlSEO.
Albaxo.
XlSEO.
Albaxo.
¿ Si se habrán ido ?
¿Es Albano?
Yo soy.
¿Pues qué hubo?
Un suceso
del más espantable exceso
que ha sucedido a hombre humano.
¿Qué tiemblas?
¡ Vengo sin mí !
¿ Llevávante por los vientos ?
Estadme los' dos atentos.
¡ Acaba !
Escuchadme.
Di.
AI revolver desa esquina,
esa honrada cortesana,
que honrada debe de ser,
pixes que fué tan desdichada,
arrimóse al mismo muro,
y con una voz del alma,
mordiendo el manto y la ooca
como el toro cuando brama,
los brazos me puso al cuello;
yo, creyendo que expiraba
de alguna mortal herida,
así comencé a animarla:
"¿ Qué tenéis, señora mía ?
¿Qué sentís, hermosa dama?
¿ Qué dolor os causa pena ?
¿Qué pena os aflige y cansa?
¿ Si algún hombre os ha ofendido ?
No es hombre ni ciñe espada
quien agravios de mujer
no venga ni desagravia.
Si es amor, volveos conmigo,
busquemos quien os maltrata,
que no será tan de piedra
que no se rinda a esas ansias."
A estas razones y otras,
gemía con- voz más baja,
tragándose los suspiros
a vuelta de las palabras.
Como \i que no quería
decirme la triste causa,
arrimé mi rostro al suyo,
con una vergüenza honrada.
Luego el revuelto cabello,
que envuelto en sudor estaba,
me pareció que vertía
más subido olor que el ámbar.
Dióme un miedo, y con respeto,
que apenas osé tocarla,
y ella entonces con más veras
mi cuello aprieta y enlaza,
y abriendo la boca, dice :
"Caballero...", y luego para,
que puesto que hablar quería,
o no podía o no osaba.
En fin, dijo: '"Caballero,
¿quién sois?" Yo dije: "Mi cara
os dice bien lo que soy,
puesto que de humilde casa,
Albano es mi propio nombre,
Flora mi mujer se llama;
soldado fui, y el amor
me hizo colgar la espada."
"¡Ay — dijo entonces — , Albano,
llamad en aquella casa,
y eso que veis a mis pies
dadlo lal dueño que lo guarda."
Yo, que pensaba lo que era,
y vi que me desengaña
el llanto de un triste niño
que a sus pies llorando estaba,
rompí toda mi camisa,
y con las manos turbadas,
envuelvo juntos en en ella
niño, sangre, vida y alma;
y aquí, como veis agora,
hice mantillas mi capa,
y a la casa fui corriendo,
rompiendo la fuerte aldaba.
Mientras hablé con el dueño,
que se puso a la ventana,
se me escapó la mujer,
que como el viento volaba.
Vime engañado, y así
di la vuelta a ver si estaban
los amigos que dejé,
do mi ventura los halla.
Mozos sois, tomad el niño;
que a fe que yo le criara
si celos de mi mujer
470
EL MAYOR.\ZGO DUDOSO
NlSEO.
Albano.
Felicio.
Albano.
Felicio.
NlSEO.
Alb.\no.
Felicio.
Albano.
NlSEO.
Albano.
Felicio.
Albano.
NlSEO.
Alb.\no.
no me sacaran el alma.
¡ Qué gracioso disparate !
Albano, si vuestro es,
no hay industria ni interés
para que deso se trate.
¿No habéis oído el refrán
que aquel que hace el cohombro
es bien que le lleve al hombro?
j Basta, que vaya me dan !
¿Para eso prevenía
aquesta noche el paseo?
¡Por Dios...!
No juréis, yo os creo.
El creer es cortesía,
y yo la Justicia temo.
Adiós, Albano.
¿Que os vais?
¡ Bueno ! •
¿Que así me dejáis r
¡ Gracioso queda en extremo !
¡ Ah, señor, el del muchacho !
¿Parto en casa y parto fuera?
¡ Oh, nunca della saliera !
¡ El lleva gentil despacho !
Venid siquiera a mi casa
para ser desto testigos.
No entendéis vuestros amigos;
ya se sabe lo que pasa.
Albano, adiós.
(Faiise los dos.)
¿ Esta fe
se guarda en la voluntad?
¡ Ya no hay segura amistad !
i Cuitado de mi !, ¿ qué haré ?
Desdichado, primero que nacido,
aconsejadme vos; llorad siquiera;
en vuestro mismo centro habéis caído :
yo soy vuestra desdicha y vuestra esfera;
de vuestra pobre piedra habéis movido
en esta oscuridad y noche fiera.
Parezco el Limbo, que de luz os priva,
y vos el alma de mis penas viva.
¿En qué signo nacistes? ¿Qué ascendiente
tuvistes en el cielo? ¿Qué bien muestra?
¡ Oh, qué malignidad y airada frente !
¿ Que aún no hay estrella para ver la vuestra ?
¡ Oh, niño encogidico e inocente !,
¿qué común desventura fué la vuestra?
Aunque la mía es más dificultosa,
que vos aún no tenéis mujer celosa.
Abrid esos ojuelos, siendo agora
como el gusano, que de noche alumbra.
No sabe su desdicha, pues no llora,
como en su nacimiento se acostumbra.
¿Dej áremele aquí Pero a tal hora,
que luz en tierra o cielo no relumbra,
comerále algún perro, o este viento,
como a pabilo, matará su aliento.
Pues mi mujer, ¿quién duda que los celos
que más que todos éstos le maltrate?
¡ Extraña confusión ! ¡ Valedme, ciclos,
que no es razón que a un inocente mate !
Sosegad sus sospechas y recelos,
que resistido su primer combate,
yo guardaré el rapaz como a mí mismo,
dándole el agua- santa del Bautismo.
{Salen Fulcio y Pl.á.cido, criados de Albaxo.)
Fulcio. ¿Pues adonde le hallaré,
que nunca supe sus puestos?
Albano. De mi casa salen éstos.
¿Si llegaré? ¿Si hablaré?
Plácido. Pues yo voy por la comadre;
no me puedo detener.
(Vanse los dos.)
Albano. Esto debe ya de ser
que soy de dos hijos padre.
Apenas entiendo aquí
a cuál más amor tendré,
porque si aquél engendré,
aqueste es el que parí.
Buscar quiero quien declare
la confusión en que estoy,
porque el primer hombre soy
que puede decir que pare.
Mirad lo que por mí pasa,
que no es fábula o quimera,
pues voy a parir afuera
y mi mujer pare en casa.
Porque con la otra estuve
tan junto, que no sé 3-0
de cuál de los dos salió
cuando en las manos le tuve.
Niño, ¿qué he de hacer de vos?
Mi niño, habladme y llorad.
Mas vamos, que la verdad
siempre la descubre Dios.
(Vase, y sale el Príncipe Lisardo de hortelano.
LlSARDO.
Frescos jardines y verdes,
retratos del eterno Paraíso;
JORNADA PRIMERA
471
viento, que aquí te pierdes; (i)
fuentes, que hacer podéis bello narciso
al más robusto y feo
con el cristal que en vuestras agua"* ven.
Jazmines, de quien hurta
un ángel bello aquella pura nieve,
como de aquesta murta
lo verde mi esperanza, que se atreve
al más hermoso cielo
de los que en cifra suya tiene el suelo.
Rosas de nácar puro;
maravillas doradas o alelíes ;
laurel eterno y duro,
granadas esmaltadas de rubíes,
azucenas y lirios,
testigos de mis ansias y martirios.
Todos estáis diciendo
que soy un hombre alegre y venturoso :
el agua va riendo,
el eco me responde en son gozoso ;
cuanto aquí el cielo pinta,
todo dice que gozo de Jacinta.
Xo hay tórtola casada
en estos olmos, donde el viento suena,
ni cierva fatigada
de correr por la' siesta en el arena
que ya de mí se espante:
todos saben que soy dichoso amante.
Recógese el villano
con sus pocas ovejas a su choza;
sale Febo temprano,
y de mirarle y de salir se goza,
y al fin, donde se muda,
aquél me mira, el otro me saluda.
Yo, de todos contento,
con mi azadón cultivo estos jardines,
gozando el agua, el viento,
los lirios, azucenas y jazmines;
eco, tórtola y cierva,
pastores, sol, laurel, rosas y hierba.
(Entra Rosania.)
RosANiA. Cual [un] rey contento estás,
Cardenio amigo.
LiSARDO. Sí estoy,
pues siendo el hombre que soy
soy más que un rey, tanto más,
cuanta (2) envidia a reyes doy.
Si aqueste pobre hortolano
deste huerto soberano
que pisaron tus pies hoy
de Jacinta dueño es,
¿no vence el poder humano?;
que si he ganado su mano,
no puedo perder sus pies.
¿ Cómo queda aquella en quien
queda también mi esperanza?
RosANiA. N9 hay sin tormenta bonanza,
no hay sin mal seguro bien.
Lis.ARDO. ¿Qué dices, Rosania mía?
¿Tristeza hay en mi alegría,
en mi esperanza mal fruto,
en mi herencia triste luto
y noche en mi claro día ? [esto ?
¿Qué hay de Jacinta? ¿Qué es
¿En mi Princesa qué has visto?
En el ángel que conquisto,
¿qué tiempo (i) la mano ha puesto?
RosANiA. ¡ Qué tarde el llanto resisto !
LiSARDO. ¿Es muerta o desengañada;
que mejor diré cansada
de que no soy caballero?
¿Ha dado a su padre fiero
la palabra antes negada?
¿Casóse ya mi princesa?
RosANi.\. ¿ Qué has dicho tú? ¿De quién eres?
Lis.\RD0. ¡Extrañas sois las mujeres!
¿Agora, al fin de la empresa,
saber mis secretos quieres?
Cuando entré como villano
en este huerto, es muy llano
que yo jamás me atreviera
«i ella ocasión no me diera
para tomarla la mano.
Dije que era caballero,
de su fama enamorado,
y que quise disfrazado,
por ser pobre y extranjero,
ver su hermosura.
RosANiA. Has errado.
LiSARDO. ¿ Cómo ?
RosANiA. A Cardenio ha pedido.
LisARDO. ¿Qué es?
Rosania. Ya el Rey la ha prometido
al rey de Escocia, Leonardo,
para su hijo Lisardo,
que ya de España es venido.
(i) Así en el original maniiscrito. En el impreso,
'"prendes", por errata.
(2) Así en los originales. Quizá "cuando".
(i) Así en los originales: "tiempo", no parece
la palabra propia.
472
EL MAYORAZGO DUDOSO
LlSARDO.
ROSAXIA.
LlSARDO.
RoSAXIA.
LlSARDO.
RoSAXIA.
LlSARDO.
ROSANIA.
LlSARDO.
ROSANIA.
LlSARDO.
ROSANIA.
LlSARDO.
ROSANIA.
LlSARDO.
ROSANIA.
LlSARDO.
ROSANIA.
LlSARDO.
ROSANIA.
LlSARDO.
ROSANIA.
LlSARDO.
ROSANIA.
LlSARDO.
ROSANIA.
LlSARDO.
ROSANIA.
LlSARDO.
¿Venido? No puede ser.
i Pero qué resulta deso ?
Haber ella hecho un exceso
de desdichada mujer.
¡ Que me turbas te confieso !
Dilo presto; ¿en qué te tardas?
Desmintiendo tantas guardas,
anoche sola salió.
¿Cómo? ¿Es ida acaso?
No.
¿Qué tiemblas? ¿Qué te acobardas?
Parió y volvióse; esto es.
¿Y el niño?
Dejóle allí.
¿Hay tal crueldad?
Es así;
pero cuípa no la des.
¿Pues a quién, Rosania?
A ti.
¡ Ah, loco Príjicipe, triste,
qué engaño en tu daño hiciste !
¿Cómo Príncipe?
Yo soy
Lisardo, Rosania.
Estoy. . .
¿Qué estás? Yo soy.
¿'Que tú fuiste?
Yo, que en traje de hortelano,
hice, en mi daño, este enredo.
Suspensa en oírte quedo.
Teniendo el bien de la mano,
turbó la esperanza el miedo.
¿Por qué no te descubrías
y al Rey tu mujer pedías?
Que si ella hizo este error,
fué respeto de su honor
y miedo de sus espías.
Vuestro hijo es ya perdido.
¿Que la culpa fui?
¿Quién duda?
¿ Mi bien qué dice ?
Está muda.
¿Adonde su parto ha sido?
¿ Quién o cómo le dio ayuda ?
¿ Podréla ver ?
No podrás;
pero el hijo, si tú vas
con las señas que yo sé,
podrásle hallar.
¡ O hallaré
mi muerte, que importa más !
No irá tras el cazador
parida tigre de Hircania
o fiero león de Albania
como seguir a mi amor.
Mi prenda hurtada, Rosania,
¿ cómo fué ?
Rosania. En brazos de un hombre
que Albanio tiene por nombre
y está con Elora casado.
Fué su parto acelerado.
LlSARDO. No es bien que tanto me asombre;
que, en fin, buenas señas son,
y aunque no sepa la calle
luego me parto a buscalle;
que la imán del corazón
trae seguro que le halle.
Como el Norte tira a sí
la imán, lo mismo hará en mí;
o cual flor de tornasol,
que ve donde nace el sol.
Quédate, Rosania, aquí.
Rosania. ¿No piensas mudar vestido?
LiSARDO. En traje de caballero
hablar este Albano quiero,
y de j alie agradecido
de voluntad y dinero.
Dile esto mismo a mi bien.
Rosania. Los cielos favor te den.
LlSARDO. Sí harán, que es justo mi ruego.
iyase.)
Rosania. Tú fuiste tu propio fuego,
por no querer decir quién.
Pero todo tendrá el ifin
que un justo amoroso exceso
estando en balanza el peso.
El Rey deciendc al jardín;
yo le parlaré el suceso,
que albricias de todo espero.
{Sale el Rey Evaxdro, el Duque Ar.mindo 3^ el Con-
de Aurelio.)
Rey,
Armindo.
Rey.
Aurelio.
Rey.
Dársela, en efecto, quiero,
que es el príncipe Lisardo
un caballero gallardo,
y al fin de Escocia heredero.
En extremo has acertado:
así la fama le pinta.
En carta breve y sucinta
respondo al Rey que le he dado
reino, corona y Jacinta.
¡ Mil años el yerno goces ! .
Mis vasallos me dan voces;
JORNADA PRIMERA
473
ya es fuerza de hacello así.
¿Quién es?
Aurelio. Rosania está aquí.
RosANiA. Yo. señor; ¿no me conoces?
Rey. ¿Sabes lo que se trataba?
Rosania. Algo, señor, he sabido.
Rey. ¿ Qué hay de Jacinta ? ¿ Ha tenido
algún alivio? Que estaba
de su acídente afligido.
Rosania. Tu vista la dio la vida.
Mas, ¿podré a solas hablarte?
Rey. Retiraos a aquella parte.
(Apártanse.)
Rosania. Aunque vergüenza me impida,
quiero su mal declararte.
Rey. ¿ Cómo ?
Rosania. . Escucha un poco.
Rey. ¿Transe aquestos de aquí?
Rosania. Basta, señor, que allí estén.
Rey. ¿ Qué te turbas ? Habla bien. >
Rosania. Advierte.
Rey. Di.
Rosania. Digo así.
Como los yerros de amor
yerros dorados se llamen
y a ningún mortal perdonen,
por ser tan gustoso y fácil,
no es menester prevenirte
con que Alcides y Alejandre
se humillaron de rendidos,
que eso tienen los amantes.
Aquel hortelano humilde
que estas murtas y arrayanes
riega, regala y aumenta,
cubre un rey con pobre traje;
que de la fama y el rostro
de Jacinta, cuya imagen
le mostró en Ingalaterra
un gran pintor en un naipe,
vino disfrazado a vella,
donde dos años cabales
ha que labra este jardín,
monte a veces de pesares.
Cómo los dijo a Jacinta
sólo estas flores lo saben,
que aunque yo he sido testigo
no he sido en los gustos parte.
Anoche, vertiendo perlas
de los ojos celestiales,
sus yerros a mí me dijo
sobre el balcón del adarve :
"De parto y muerte me aprietan
a un tiempo dolores tales, •
que habrán de acabarme juntos
si a un tiempo dos almas salen."
Yo, temblando, entonces dije:
"Señora, el peligro es grande;
pero perderse dos almas,
¿ en qué pecho humano cabe ?
Pues en palacio parir
es escándalo notable,
y para cualquier remedio
parece el remedio tarde...''
Como ella me oyó, volvióse
al cielo diciendo: "¡Oh, padre,
of endite; adiós te queda!",
y hizo muestras de arrojarse.
Túvela, y asíme della,
y el cielo, al fin favorable,
nos acordó de la puerta
que sale del muro al parque.
Bajamos, y ella salió,
diciéndome que la aguarde;
quedé en la puerta, de quien
ella tuvo entonces llave ;
' fuese, y en brazos de un homtre
que pasaba por la calle
dejó el hijo, aunque sabiendo
las señas más importantes.
Volvió fingiéndose enferma;
y como yo le contase
al hortelano el suceso,
con afligido semblante,
"¡Ay — dijo — , Príncipe triste,
la tierra, el cielo te falte,
pues de tu engaño la culpa
quieres que la pague un ángel !
Yo soy Lisardo, Rosania,
que el Rey heredero hace
de su reino; y con Jacinta
y hoy quiero verle y hablarle."
Partió en busca de su hijo,
y yo a que albricias me mandes
del yerno que agora cobras
y del nieto que te nace.
Rey.
¿Púdome el cielo dar mayor ventura
que darme yerno con tan mal suceso? —
¡ Aurelio ! ¡ Armindo !
Aukelio.
Gran señor, ¿qué es esto?
474
EL MAYORAZGO DUDOSO
Rey.
Perdió mi honor su claro nombre antiguo:
ya se quebró el espejo de mi honra
3' se mezcló la infamia con mi sangre.
jOh, triste Rey!
Armindo.
¿Qué es este, excelso Príncipe?
¿Qué palabras son éstas?
Rey.
i Ay, Armindo,
palabras son nacidas de las obras
de una mujer para mi mal nacida!
ROSANI.A.
Si yo, señor, tu pena imaginara,
no te, hubiera contado.
Rey.
¡ Calla, infame,
que haré sacarte esa maldita lengua !
Aurelio.
Baja la voz, que hay gente que te escucha,
y dinos la ocasión de tanta pena.
Rey.
No debe de ser nada; cosa es fácil:
no es menos que tener vuestro rey nietc,
hijo de un hortelano disfrazado.
Aurelio.
<^De Cárdenlo, por dicha?
Rey.
¡ Bueno es eso !
Este mismo es el príncipe Lisardo,
que las enemistades de su padre
quiere vengar quitándome la honra.
¿Cómo? ¡Qué así engañase a la Princesa!
¿ Cómo ? ¡ Que anoche una Princesa sola
fuese a parir a la primera calle,
y allí dejase el mal nacido hijo !
Armindo.
Señor, si éste es el Príncipe, sosiega ;
que pues para afirmar las amistades
de Leonardo, su padre, rey de Escocia,
a Jacinta le dabas por tu gusto,
mejor podrás agora por el suyo,
y regalarte con el dulce nieto.
Rey.
¡ Calla, infame como él ! ¡ Los cielos viven,
que el hijo y él, y la enemiga hija.
hoy morirán !
Aurelio.
Detente.
Rey.
i Suelta, Aurelio,
que a todos os haré quitar la vida !
(Vasc el Rey.)
Aurelio.
Resuelto va. ¿Qué haremos?
ROSANIA.
Parte, Armindo,
y aguárdale a esa puerta porque no entre,
que Aurelio y yo daremos a Jacinta
aviso del enojo de su padre.
Armindo.
¿A esta puerta del jardín?
ROSANIA.
La misma.
Armindo.
El cielo la defienda, o a lo menos
la sangre de aquel ángel inocente.
Aurelio.
Pase agora el primero movimiento
de aquesta furia que es ; y el tiempo allana
ios montes altos, bien podrán los Jiombres.
Armindo.
¡ Hágalo el cielo !
ROSANIA.
¡ Oh, lengua ! ¡ Mas qué mengua
no viene a suceder por nuestra lengua.
(Vansc, y sale el PRÍ^■CIPE Lisardo en hábito de
caballero, j) Albano con él.)
Albano. Todo lo tengo entendido,
y creo que sois, señor,
el Príncipe referido;
pero a vuestro gran valor
sólo una merced le pido,
Y es: que por haberse muerto
mi hijo, y estar incierto
de la vida de mi Flora,
si su muerte sabe agora,
viva en mi casa encubierto.
Así que diré que es mío
mientras ella salud cobra
y vos vuestro señorío.
JORNADA PRIMERA
475
LlSARDO,
Alp.axo.
LlSARDO.
Albaxo.
LlSARDO.
Albaxo.
LlSARDO.
Albaxo.
Para que lo quiera sobra
ser vos de quien yo le fío.
Pero, ¿cómo será cierto
que el vuestro y no el mío es muerto ?
Que si agora me desposo,
es mayorazgo dudoso
y para heredarme incierto.
En un altar, en un ara
fiel juramento haré,
y él, creciendo, en talle y cara
dirá mejor de quién fué,
si en mi lealtad se repara.
Cuanto más que yo confío
de mi amor y honor profundo
que tuviera a desvarío,
por los imperios del mundo,
daros 3'o el hijo que ^s mío.
Vuestro es, sin duda.
Yo os creo,
por ser caballero honrado,
y creedme que deseo
poneros en otro estado
si en el que espero me veo.
Y será presto imagino,
porque decir determino
al Rey que Lisardo soy. —
¡ Ay, cielos, confuso estoy !
Ese es más breve camino.
• Porque si Evandro trataba
dársela a Lisardo, es
lo mismo que él deseaba;
no tendrá a poco interés
saber que en su reino estaba.
Id en buen hora, señor,
que mientras vuestro valor
es de Evandro conocido,
bien es que tenga, escondido,
vuestro heredero tutor;
que os doy mi fe de .guardalle
como mi rey verdadero,
y con regalo criallc.
De tan noble caballero
es justa cosa fialle.
Y en fe de nuestra amistad
la mano y brazo me dad.
Que me deis los pies es justo.
Alzaos, que trataros gusto
con una misma igualdad.
Tened con ese ángel cuenta,
que en velle me representa
el rostro del mismo abuelo.
¿Qué os pareció?
Albaxo.
Lisardo.
Albaxo.
Lisardo. ¡ Sol del cielo !
Mucho su ser me contenta.
Que cuando en ver encender
mi sangre, en viendo su cara,
que es mi hijo no mostrara,
la grandeza de su ser
lo certifica 3^ declara.
Al Rey pretendo hablar hoy,
para que entienda quién soy.
El cielo os ayude.
Albano,
mi alma está en vuestra mano.
(Fase.)
Mi fe de guardarla os doy. —
¡ Por qué camino la suerte
quiere que a tan alto estado
. mi humilde ventura acierte,
para quedar consolado
de aquella temprana muerte !
Quiera y lo permita el cielo
que de Lisardo recelo
se pierda con mi lealtad,
pues ser su hijo es verdad
y que el mío cubre el suelo. —
{Sale Plácido.)
¿Dónde, Plácido?
Plácido. Salía
a buscarte.
Albaxo. • ¿Cómo están
mi Flora y la prenda mía?
Plácido. Uno y otro muestran dan
de salud y de alegría
Alb.\no. ¿ Que, en fin, no ha echado de ver
que es su hijo el que enterramos? —
¡ Oh, 'cielo, quiero creer
que aunque muchos os miramos
ninguno os sabe entender! —
¿ Está muy contenta el ama ?
Plácido. Hoy quiere estarse en la cama,
por no ser alegre el día.
Alb.\no. ¡ A lo menos mi alegría
por mis ojos se derrama!
¿ No es el muchacho gallardo ?
Plácido. Admira a cuantos le ven.
Albaxo. ¿ Y yo de verle me tardo ?
Plácido. ¡ Qué heredero !
Albano. Dices bien :
de Jacinta y de Lisardo.
476
EL MAYOR-\ZGO DUDOSO
{Sale NxSEo-j
NlSEO.
En tu busca he venido sin aliento.
¡ Oh, Albano, de tu muerte es hoy el día !
Albano.
¿Qué me dices, Niseo?
NlSEO.
Estame atento.-
Agora en el palacio entrar quería,
cuando de mil cuchillas y alabardas
vi que la guarda en guarda se tenía.
, Albano.
Sí; pero, ¿por qué causa te acobardas?
NlSEO.
Porque te aguarda miserable muerte
si sólo un ipunto en la ciudad aguardas.
Mietido en el tropel, en iprisión fuerte
al principe Lisandro llevan.
Albano.
¿ Cómo ?
NlSEO.
A Lisardo.
Albano.
¿ Por qué ?
Niseo.
La causa advierte.
El duque Armindo, Aurelio, mayordomo,
por traidor le publican y tirano.
A.lbano.
¡ Tristes sospechas de la causa tomo !
Niseo.
Y dicen que en poder de cierto Albano
un hijo suyo está.
Albano.
Pues no prosigas.
Niseo.
Teme del Rey la vengadora mano,
que a gran peligro, tu persona obligas,
que quiere el Rey matar su mismo nieto,
nacido, al fin, de sangres enemigas.
Albano.
Ese es mi Rey legítimo, en efeto;
hijo es de la Princesa, que es su hija,
aunque con su disgusto y en secreto.
Vasallo noble soy, y aunque me aflija
su furia desigual, guardalle tengo,
para que a su pesar el reino rija.
Soldado soy, y si en el mundo vengo
con el pendón a veces por la escala
y a mayores peligros me prevengo ;
si el fuego arrojadizo, pica y bala
resisto, defendiendo una bandera,
porque en sus armas su persona iguala,
con su nieto en la mano es bien que muera,
que no es sus armas, sino sangre suya,
y que resista su violencia fiera.
Con él es justo que a los montes huya,
donde pienso llevalle y escondelle,
o ya el calor o el hielo me destruya.
Allí quiero crialle y defendelle, ^
que no faltará cueva, como a Remo
o como a Ciro, en que poder metelle.
Y si me persiguiere con extremo
y dentro de su pecho no le escarba
la sangre paternal, que helada temo,
será este campo veinte veces parva,
hasta que lo que agora al niño cubra,
candida leche, entonces negra barba,
primero que me vea ni descubra,
si supiese con el de Tile a Batro
peregrinar, cuanto la tierra encubra.
Con cuatro lustros, veinte años son, cuatro:
3'0 volveré, como el esclavo a Roma,
a ver bramar la fiera en el teatro.
(Vase.)
Niseo.
Con justa causa tal empresa toma. ■
Plácido. ' •
Ir quiero a ver adonde el niño lleva.
Niseo. -
Cualquier trabajo la paciencia doma.
Será de su valor heroica prueba.
{Salen Armindo, Aurelio, Lisardo y guardas.)
Armindo.
Esto pretende el Rey.
Lisardo.
¿ Pues a mí preso,
si soy el mismo yerno que él elige?
Aurelio.
Castiga tu traición, qué fué en exceso,
y de tu padre la invención le aflige.
JORXADA PRIMERA
477
LlSARDO.
¿ Piles qué ? ¿ W\ padre tiene culpa deso ?
Armindo,
Ya el decreto del rey, señor, te dije.
¿ Quieres tu libertad, si la Princesa,
con ser su sangre y alma, queda presa?
LlSARDO.
l-ügor ha sido, o fué de algún privado
traidora envidia decir que esto ha sido
de mi inocente padre fabricado.
]\Ias él tendrá el castigo merecido,
que esto ha de ser rigor de padre airado,
que con el tiempo quedará vencido.
¿ Qué han hecho el niño ?
Aurelio.
En busca van del niño.
LlSARDO.
Reinará, si otra vez espada ciño.
Armindo.
Podrá ser que no quiera el Rey matalle;
pero prenderte a ti por traidor quiere,
que a su tierra has venido a deshonralle.
LlSARDO.
^Máteme el Rey cuando eso verdad fuere.
Aurelio.
En esta torre manda el Rey guardalle :
al Príncipe le di que no se altere.
Armindo.
Entrad, señor.
LlSARDO.
j Oh, muerte, que ya tardas !
Armindo.
; La cadena está aquí?
Aurelio.
Sí.
Armindo.
¡ Alerta, guardas !
(J^anse, y salen Alí, Bexalhamar y Zayde, de moros.)
Alí. ¡ A buen tiempo hemos salido !
Ben. Xo se aleje la fragata.
Zavde. ¿ Queda el batel bien asido ?
Bex. Sí, que es la puente de plata
del enemigo vencido.
Zayde. Mientras el mar no se aplaca,
que ya parece que saca
la arena que toma rica,
con un pedazo de pica
le até, fijando una estaca.
Alí. Si un hora tarda la presa
y la mareta se ensancha,
y aqueste brazo no cesa,
volved al banco la plancha,
que no me agrada la empresa.
Que ver mi Alima parida
dentro del mar, y ver muerta
mi hermosa prenda nacida,
¡ tengo la ventura incierta
y la esperanza perdida !
Bex. Paso, que hay gente en la playa;
tened ojo a la atalaya.
Zayde. Un solo cristiano es.
Bex. Miralde bien a los pies;
no hayáis miedo que se os vaya.
' {Sale Albano con el niño.)
Albano.
Niño inocente, que el rigor tirano
de otro segundo Herodes vais huyendo,
con vuestra luz y vuestro paso haciendo
la noche clara y el camino llano
rogad al cielo, aunque no sois cristiano,
con esas perlas que lloráis riendo,
que se duela de vos, que hasta El entiendo
llega ese llanto y esa tierna mano.
Hijo sois de mi propio entendimiento;
con la imaginación os he engendrado,
y asi, por defenderos, hijo, muero.
Por calor os daré mi propio aliento;
si os falta leche en este despoblado,
con propia sangre sustentaros quiero.
Alí. Detente, cristiano.
Albano, ¡ Oh, ciclo !
¿Esto esperaba de ti?
Bex. ¡ Date, perro !
Albano. Sólo a mí
me faltarán cielo y suelo. •
i Ángel mío, que por vos
no me fuera el cielo humano !
^las no sois ángel cristiano,
y por eso os falta Dios.
Zayde. ' ¿ Qué armas traes ?
Albano. Esta espada
y este escudo, aunque no ha sido
tal que me haya defendido,
que es de pasta delicada.
Ben. ¿ Cómo escudo ?
478
EL MAYORAZGO DUDOSO
Albano. Un niño es.
Zayde. ¿Pues dónde ibas así?
Albano. Busqué un ama por aqtií,
y hallé los amos que ves;
que una señora parió
camino de aquesta aldea.
Ben. Cautivo el cristiano sea,
pero el niño, inútil, no.
Arrojalde por ahí.
Albano. ¡ Xo, por Dios, que es crueldad !
A su inocencia mirad:
él viva y matadme a mí.
Alí. Paso, que Alima, parida,
por dicha holgará con él.
Albano. ¿Hay mujer en el batel?
Alí. De un hijo muerto afligida.
Albano. Pues llevadle, que él es tal,
que la obligará a crialle.
Alí. Por Alá, que he de llevallc,
que este es hombre principal. —
Camina.
Albano. Vamos. — ^Si al cabo
ha de tomar esta ley,
muera cristiano y rey,
y no de un alarbe esclavo.
JORNADA SEGUNDA
(Salen LuzMÁA-, vioro y Alifa, mora.)
LUZMÁN.
Alifa.
LuZMÁN.
Alifa.
LuZMÁN.
Alifa.
Siempre se aumenta el quererte.
Por el divino Alcorán,
quererte pienso, Luzmán;
pero no pienso creerte.
Pues créeme y no me quieras,
que Amor se agravia de ti.
Después que el alma te di,
tengo por burlas tus veras;
que quien las tiene en querer,
siempre está desconfiado ;
que el que no está enamorado
todo lo suele creer.
Es vana desconfianza
tenerla de tu valor,
en que se funda el amor
cuando le falta esperanza.
No vive mi voluntad
de tu fe desesperada,
pero está desconfiada
de que me trata verdad.
LuzMÁN. Por el sol, que de esas trenzas
toma luz, cuando en tu frente,
como en su divmo oriente,
salir al mundo comienza,
y por la estrella más clara
que en el ocaso parece,
con la envidia que le ofrece
el resplandor de tu cara,
y por la luna, al instante
que está llena de luz pura,
si humillada a tu hermosura,
que es luna en que no hay menguan-
por todos los elementos; [te;
por el mismo Alá, mi autor,
que es verdadero mi amor
y honestos mis pensamientos.
A Constantinopla fui
del Rey de Oran enviado;
al gran señor presentado,
a quien diez años serví.
Agora, Alifa, me envía
para que sil reino herede,
si alcanzar su vejez puede
la tierna mocedad mía.
Y así, cual príncipe estoy
con el de Oran, donde he visto
esa verdad que conquisto
con el alma que te doy.
No tendré la variedad
de mujeres que otros reyes,
porque esas bárbaras leyes
carecen de alma y verdad.
Quiero, mi bien, sola una;
que un hombre que a serlo viene,
si tantas mujeres tiene
no tiene amor a ninguna.
Alifa. Si a la fe de tus palabras
correspondiesen tus obras,
un alma de cera cobras,
que no es diamante el que labras;
y al fin te quiero creer,
que no es que la fama nombre
un hombre, siendo tan hombre,
el triunfo de itna mujer.
A tu talle, a tu valor,
a tus palabras y hazañas
se han rendido las entrañas,
donde jamás cupo amor.
No cuando el reino heredaras;
mas cuando un esclavo fueras,
en el alma entrar pudieras
y la misma puerta hallaras.
JORNADA SEGUNDA
479
{Entra Albano, 'de viejo y de cautivo, y un Moro
maltratáaidole.)
Moro. ¡ Si esta vez vivo te dejo,
el brazo me ha de faltar !
Albano. ¿Pues qué jornal te ha de dar
un hombre caduco y viejo?
Un día con otro día,
moro, no te basta mi real,
gastado el mayor caudal
de la edad florida mía.
¡ Por Alá, por mi señora,
no hieras el cuerpo triste;
pues del oro te serviste,
sírvete del hierro ahora!
Bien pienso que has desquitado
el precio que te costé.
¿ Qué quieres ya que te dé
un viejo esclavo cansado?
Moro. ¡ Oro ha de ser, que no hierro,
vuestra edad, perro ei\emígci!
Aleano. Si soy perro, haz tú conmigo
lo que el dueño de algún perro;
que si supo bien cazar
y viejo le viene a ver,
le manda dar de comer
y le deja descansar.
i Ah, moro infame, inhumano !
¿Qué miras? ¿Caúsate enojos.'-
Vánseme, Alifa, los ojos
a cualquier hombre cristiano.
¿ Pues qué tienes tú con ellos ?
Es, Alifa, inclinación
que a querer esta nación
me lleva por los cabellos.
Cuando ya en Alá no creas,
pues por Zayde no te allanas,
ten vergüenza de estas canas,
así con ellas te veas.
Los cielos mi ruego aceten
y que a ser tan viejo vengas,
para que cuando las tengas
los mancebos te respeten.
Moro. ¡Cristiano lamentador,
hoy te tengo de matar !
LuzMÁN. ¡Quiérole, Alifa, quitar
la vida !
Alifa. Espera, señor.
LuzMÁN. Este viejo, Alifa mía,
está de palacio al paso
trabajando, y cuando, paso
llora de tierna alegría.
Suélese echar en el suelo
LuZMÁN.
Alifa.
LuzMÁN.
Alifa.
LuZMÁN.
Albaxo.
Moro.
LuzMÁN.
Moro.
Albano.
LUZMÁX.
Albano.
LuzMÁN.
Albano.
LüZMÁN.
Albano.
LuZMÁN.
Moro.
LUZ^MÁN.
Albano.
LuZMÁN.
Moro.
LuZMÁN,
Moro.
Luzalán.
Albano.
para que pase por él,
y cuando me aparto dél,
le pide mi vida al cielo.
Aunque la guarda le mate
siempre a besarme el pie viene;
pues si tanto amor me tiene,
¿sufriré que le maltrate?
Fuera de que esta humildad,
cuando el alma le contempla,
mi mora fiereza templa
de una cristiana piedad.
En ella su amor me escarba;
sin esto, a obligarme viene
porque es viejo y porque tiene
aquella presencia y barba. —
¡ Ah, moro !
¡ Luzmán famoso !
¿ Es tuyo este esclavo ?
Y tuyo.
Vuestro sí, aunque soy suyo,
y en serlo por vos dichoso.
¿ Tú por mí ?
Por vos.
¡ No hay tal !
Dadme a besar esos pies.
Alza del suelo.
Después.
¿ Por qué le tratabas mal ?
¿ Qué te ha hecho ?
Hame servido
veinte años.
¿Y en tantos años,
sus servicios a sus daños
libertad no ha merecido? —
¿De dónde eres?
De Dalmacia.
Dame este esclavo, Ismael;
daréte un mozo por éB
de extremado talle y gracia,
y es mozo y hombre robusto.
Este y cuantos yo tuviere,
que mi obligación no quiere
más interés que tu gusto. —
Quédate, cristiano, aquí,
que bien mejoras de dueño.
Mi fe por la paga empeño.
¡ Alá te guarde !
Y a ti.— '
Ya eres mío.
¿iCuándo no?
¡ Sabe Dios cuánto este día
con lágrimas le pedía !
480
EL MAYORAZGO DUDOSO
LUZMÁN.
Albano.
LuZMÁN.
Alifa.
LuZMÁN.
Albano.
LuzMÁN.
Albano.
LuZMÁN.
Albano.
LUZML^N.
Albano.
LuzMÁN.
Albano.
LUZ]VL\N.
Albano.
LuZMÁN.
Albano.
LuZMÁN.
Albano.
LuzMÁN.
Albano.
LuZMÁN.
Albano.
LuZMÁN.
Albano.
LuZM^N.
¿■Que te obligo a llorar yc^"
Si acaso solo lestuvieras,
yo lo dijera, señor.
Mi Alifa, por mi amor,
si mi afición consideras,
me dejes un rato aquí
hablar con este cristiano,
que no es su piedad en vano."
¡ 'Guárdete Alá más que a mí !
(Vasc.)
Padre, no llores; ¿qué has?
¿ Padre, señor, me has llamado .^
Sí, porque eres viejo honrado.
¿Por viejo honrado no más?
Pues, ¿por qué?
Porque a estas manos
debes, señor, esa vida ;
aunque es por ellas traída
entre alarbes inhumanos.
¿ Tú a mí ?
Yo a ti.
¿De qué modo?
¿ Sabes quién eres?
Yo no;
que el Rc}' de Oran me crió,
llamándome el remo todo
su hijo, siendo rapaz,
y después el gran señor;
hasta agora, que el valor
Üe hombre me ha hecho capaz
de tomar la posesión
a que agora a Oran me envía.
Otra más justa pedía
tu primera inclinación.
Ni de Zaydán eres hijo,
ni eres moro natural
¡ De que me hayas dicho tal,
me .espanto y me regocijo !
Buen viejo, prosigue, pues;
da luz a mí noche escura.
¿Tienes amor, por ventura,
a los cristianos que ves ?
Téngoles notable amor.
Pues sabe que eres cristiano.
¿ Qué dices ?
Lo que es muy llanof
¿Yo cristiano?
Sí, señor.
¿Cómo en esta ley estoy?
Verdad es lo que te digo.
¿Yo?
Albano. Tú, pues.
LuzMÁN. Cristiano amigo,
¿por qué camino lo soy?
Que aunque pierda estos tesoros,
más quiero ser por mis manos \
el más vil de los cristianos,
que el más noble de los moros.
Albano. Sabrás, generoso mozo,
que Dios encamine y guarde
por la sangre que le cuestas,
que al fin le cuestas la sangre,
que entre la Escocia y Dalmacía
hubo las enemistades
que un tiem;po entre Grecia y Troya,
en arma y la fuerza iguales;
en cuya sazón, Lisardo,
mozo heredero arrogante
de Leonardo, rey de Escocia,
por manos del Condestable
de la Infanta de Dalmacía
un retrato vio en un naipe,
de cuya rara belleza
enamorado se parte, ^
diciendo que a España iba,
a Dalmacía, donde en traje
de hortolano tosco sirve
en los jardines del parque,
donde con industria suya,
hermosura, gracia y talle,
gozó la bella Jacinta,
hija del Rey; y tu madre,
llegado del parto el día,
de noche en secreto sale,
donde hallándome a mí solo
casi en mis brazos te pare.
Llévete a mi casa, triste
de que no te maltratase
una hermosa mujer,
en creer mentiras fácil;
terrible por condición,
que si lo son, bien lo sabe
el que lucha con sus celos
noches, mañanas y tardes;
pues ¡ ay del si le aborrece
y sufre sus disparates :
la casa, y jio el casamiento,
sobre la cabeza trae !
Hallé, en fin, que ella paría;
di orden que te criasen;
murióseme el hijo mío,
y tú, que es justo, quedaste.
Supo el Rey todo el suceso;
JORNADA SEGUNDA
481
puso a los dos en la cárcel;
yo, con temor de tu muerte,
librarte quise y librarme;
y por huir de otro Herodes,
no porque a Dios te compare,
convertíme a otro José,
de la inocencia de un ángel.
Ibame a los altos montes
cuyos pies el mar combate,
sembrando entre hierba y robles
conchas, nácar y corales.
Buscaba chozas humildes,
porque allí mezcladas yacen,
de pastores y vaqueros,
cabanas, ganado y naves;
porque en una orilla misma
suelen tender a secarse
las mismas mojadas redes
donde las ovejas pacen.
Mientras yo miraba atento
entre los altos jarales
adonde el humo me diese
de gente indicio bastante,
llegó una escuadra de moros,
y preso, sin escucharme,
a la mar me llevan, donde
temiendo que te matasen,
sus saladas aguas tomo,
fingiendo querer lavarte,
aunque lágrimas tenía,
como las lágrimas basten;
y diciendo entre los dientes
las palabras principales,
de los brazos te me quitan,
y sirvo al banco de lastre.
Dióte su leche una mora,
y tan bello te criaste;
que el Rey te compró pequeño,
y lo demás ya lo sabes.
Yo vine a poder de un moro
cuyo hijo es este alarbe,
donde lloro tus desdichas,
que para las mías ya es tarde.
Vuelve, famoso mancebo,
los ojos a tales padres,
y primeramente a Dios,
a quien obligado naces.
Rey eres de un grande reino;
intenta, señor, cobralle,
y si está tu padre preso
dale esa vida en rescate :
esta es hazaña más noble
que servir los otomanes.
Déte vida el alto cielo
para que su empresa acabes.
LuZMÁN.
¿Posible es que yo sea Rey cristiano,
y que tengo mi padre preso ? ¡ Oh, cielo !
¿ Cómo es tu nombre, padre mío ?
Albano.
Albano;
no en vano, si te vuelvo al patrio suelo.
LuzMÁN.
¿Que eso hizo el dalmacio. Rey tirano,
y que a mi padre no libró mi abuelo?
Albano.
No sé, por Dios; que andando en esta guerra,
jamás nueva he tenido de mi tierra.
LuZMÁN.
¡ Artífice del cielo, mar y mundo,
si os puede hablar un ignorante moro,
doleos de mí, que estoy en un profundo
de confusión, donde sin culpa moro !
Padre segundo mío, y no segundo,
sino primero, ya que a Dios adoro,
que es el que es Dios, ¿qué haré para el remedio
de los peligros de que estoy en medio ?
Si me muriera yo, ¿de mí qué fuera?
Y ya que vivo, ¿qué he de hacer, Albano?
Albano.
En este Dios, que es Dios, espera,
que desde el cielo te dará su mano.
Es mi consejo y voluntad primera
que te encomiendes, como, al fin, cristiano,
a aquella reina y madre de Dios Hombre.
¿ Es María ?
Esa es.
LuZMÁN.
Albano.
LuZMÁN.
¡ Bendito nombre !
Encomiéndome a ella, y le encomiendo,
padre, el discurso de mi triste vida.
AtBANO.
Aquí en este papel darte pretendo
su imagen, de nosotros conocida,
que de un cautivo heredé muriendo,
que es su hermosura al cielo preferida.
31
482
EL MAYORAZGO DUDOSO
LUZMÁN.
¿Es ésta, padre? Con temor la toco.
Albano.
Esta es, señor.
LuZMÁN.
Déjame hablarla un poco.
(Toma la imagen.)
Señora, no os conozco, y por deciros
lo que suelen los hombres olvidados
de los amigos otro tiempo hablados,
no os conozco si no es para serviros,
y a esite Niño ya vos quiero pediros, •
pues dicen que anduvisteis desterrados,
y por lo' que os parecen mis cuidados
os mueven mis deseos y suspiros.
Pues que luna tenéis, doleos de un moro ;
pues corona tenéis, haced mercedes,
y tú. Niño, que abrazas a tal madre.
Niño fui tuyo, que me hurtaron lloro;
perdíme; hállasme tú, y llevarme puedes
por el letrero a ti, que eres mi padre.
Albano. Ya con esa luz, Luzmán,
el cielo te dará luz.
Aquí viene el Rey ide Oran.
(Sale el Rey de Oran, moro, y Otomán.)
Rey. ¿y qué dice ese andaluz
del rey cristiano, Otomán?
Otomán. Que defiende sus fronteras,
y que en todas las riberas
de Valencia y Cataluña
pica yegua y lanza empuña
y enarbola sus banderas.
Rey. Ya no hay que terrier de España.
¡ Oh, Luzmán !
Luzmán. ¡ Rey y señor !
Rey. ¿Quién es el que te acompaña?
Luzmán. Es por quien hoy mi valor
intenta una grande hazaña.
Rey. ¿ Cómo así ?
Albano. No digas nada.
t^uzMÁN. Dame pena ver la espada
que el ocio vicioso envaina
en la afeminada vaina
y con guarnición dorada.
Hoy dejaré tu palacio,
que una vez las paces rotas
no es justo admitir espacio;
iré con diez galeotas
discurriendo el mar Dalmacio,
donde aqueste me asegura
que puedo probar ventura
y hacer una rica empresa.
Rey. i Digna es, Luzmán, tal empresa
de quien tal fama procura !
¿Llevas aquese cristiano
por guía?
Albano. . Yo voy, señor,
a dalle un reino en la mano,
Luzmán. Tiene, aunque viejo, valor;
por él hasta el cielo gano.
Como por padre le llevo,
porque de un César mancebo
puede ser otro Catón.
Rey. ¡ Extraña es tu inclinación !
Luzmán. Hago, señor, lo que debo.
Rey Apenas gozas la paz
de aquesta tu amada tierra,
ocio, descanso y solaz,
cuando en volver a la guerra
estás, Luzmán, pertinaz.
¿Tan poco quieres que goce
quien sólo te reconoce
por hijo, que ya te vas?
LuzívL^N. Como el águila serás
cuando sus hijos conoce.
Que si es la guerra el crisol
y con el freno español
la tiene tan fiera y dura,
el que imitarte procura
señal es que mira al sol.
Rey. Pues alto ; emprende tu fama,
y donde tu gran fortuna
tu buen nacimiento llama,
ve sin resistencia alguna
de quien te adora y te ama.
Las fragatas despalmadas
que están en la orilla echadas
vuelvan a tomar los remos;
cúbranse bordes y extremos
de flámulas encarnadas.
Levántense de las boyas
los ferros, que si tú apoyas
su gente y bisónos viles,
mejor que Ulises y Aquiles
podrás conquistar mil Troyas.
Escoge entre mis cristianos
los remiches y espalderas
de buenos brazos y manos
y los soldados que quieras,
berberiscos y africanos.
Llegue el combate, ¿qué tardas?.
JORNADA SEGUNDA
48Í
y surquen el mar, ¿qué aguardas?,
de clarines y sordinas,
unas con velas latinas
y otras con velas bastardas.
Que cuando dellas le bordes,
vuelto con triunfo a su playa
y donde a sus muros bordes,
haré que otras fiestas haya
entre tus salvas discordes.
LuzAiÁN. Tanto gusto de escuchallo,
que ya su espuma me ofrece
el orgullo de pensallo,
como el amor cuando crece
o con el freno el caballo.
Dame tu mano, e iré
a prevenir lo que importa.
Rey. Mano y brazo te daré,
y sea tu vuelta corta.
Luz:nláx. Tarde o nunca volveré.
Albano amigo, primero
verme con Alifa quiero.
Alb.\xo. Quien a María quiere y ama
no ha de buscar otra dama
■si es amante verdadero.
Allá tu igual buscarás,
con quien casarte podrás.
LuzMÁN. Pues, padre, en todo me guía. —
Perdonad, Señora mía,
que no os ofenderé más.
(l'ase LuZMÁN y Albaxo.)
Otomáx. ¡ Orgulloso parte !
Rey, ¡ El cielo
de mis ojos ya le aparte !
Otomán. ¿ Siénteslo ?
Rey. ¡ Que me desvelo !
Otomán. Mucho le amas.
R£Y. Oye aparte,
y lo que siento dirélo.
El gran señor le ha enviado
a Luzmán a que me herede,
y aunque le soy inclinado
siempre en el mundo sucede
que se aborrece lo amado.
Este aguarda a que yo muera,
y 3'0 no dudo que quiera
acortar mis días pocos,
por consejo de otros locos,
de quien su favor espera.
Con este miedo, es mi intento
matarle, y así, Otomán,
te quiero hacer instrumento
de la muerte que le dan
las manos del pensamiento.
Ve con él, y cuando veas
que en tierra cristiana salta,
recoge a los que deseas
y engólfate en la mar alta,
porque así su muerte veas.
Y en viéndole los cristianos
me vengarán con sus manos
desta sombra que me sigue,
sin que este reino me obligue
a sufrir reyes tiranos;
que mejor tú lo serás
cuando llegue la ocasión
que un genízaro, a quien vas
a matar, con la razón
de que la vida me das.
Si se sabe cuando vengas,
no hay disculpa que no tengas.
¿Qué respondes, Otomán?
Otomán. Que no hay más vida en Luzmán
de cuanto el partir prevenga.
Parta, que verás la prueba
del pecho leal que tratas
antes que a tu mal se atreva.
Rey. Yo haré cargar las fragatas
y al alba tocar a leva.
Finge regocijo y salva,
y no aguardes a la calva
de la ocasión con Luzmán.
Otomán. No hayas miedo que en Oran
vuelva a ver la luz del alba.
{Vansa y sale el Rey Evandro, el Duque Armixdo,
y el CoxDE Aurelio.)
Armindo.
Esta carta, señor, el Rey te envía.
Rey.
Arrogante le tiene esa Vitoria.
Pero, ¿por qué razón vive arrogante,
si en veinte años que sustenta guerra
no ha podido cobrar su amado hijo?
Akmindo.
Ya parece, señor, injusta cosa
que tantos años tengas a Lisardo
en tan dura prisión, y que te cueste
tantas vidas y sangre de vasallos
que tu reino defienden de su padre.
Rey.
Morirá en la prisión, nadie lo dude;
484
EL MAYORAZGO DUDOSO
que mal satisfará de un rey la honra
concierto alguno, pues cualquier partido
será por fuerza de mi pai^te infame ;
pues casalle ya veis que yo no puedo,
respecto de que ya Jacinta vive
reclusa en un descalzo monasterio.
Si viviera su hijo así en el mundo,
del y de Albano se supieran nuevas,
por tener de mis reinos heredero
a su padre traidor dejara libre.
Armixdo.
Bien puedes, si tú quieres, a la Infanta
poner en libertad, pues fué por fuerza
la reclusión, y por tu enojo sufre,
y casarla de nuevo con Lisardo,
que aún puede ser que el piadoso cielo
te dé nietos dichosos que te hereden.
Rey.
¡ Nadie me hable más, nadie me enoje,
Lisardo ha de morir en esa cárcel !
Y ya que el fiero padre se le acerca,
soberbio de que ha entrado por Dalmacia,
cosa que no ha podido en veinte años,
dóblense las guardas de la torre
y la comida se le dé por onzas,
y prevéngase luego nuevo ejército,
que dé socorro al que salió vencido.
Aemindo.
i Los cielos, gran señor, tu pecho muevan,
que admira hasta las piedras tu dureza,
porque las de la torre se enternecen
escuchando las quejas de Lisardo!
Rey.
¿No os digo que calléis? Leed, Armindo,
la carta de su padre.
Armindo.
Así te escribe:
"A ti, Evandro, el más duro de los hombres,
el más triste de todos te suplica
para que rey, como es razón, te nombres.
Pues de ninguna suerte significa
mejor que perdonando el Rey su pecho,
y no lo hacer a un bárbaro se aplica.
Si estás de tus ofensas satisfecho
con veinte años de prisión injusta,
que tiene un padre en lágrimas deshecho,
da a Lisardo libertad tan justa,
para que goce de su amada esposa
en la edad que s su cara más robusta.
Y si esto te parece injusta cosa
y de hombre estás en fiera convertido,
más que las de Egipto rigurosa,
ya el cielo, de mis quejas condolido,
me promete venganza de mi ofensa,
tu victorioso ejército rompido.
Presto mi mano hartar tu boca piensa
de sangre propia, como un tiempo Ciro
la gran Tomiris, porque no hay defensa
para un tirano, a cuya muorte aspiro."
Rey.
¿Ya habla desa suerte, ya le tiene
en ese estado una victoria infame?
¡ Oh. cómo al vil cualquier pequeña cosa
le viene grande y le alborota el pecho !
i Haré pedazos esa carta loca,
tan necia como el dueño, que me obliga
a hacer lo mismo del tirano preso.
¡ M atadle luego !
Armindo.
Gran señor, qué tienes
el rigor y justicia en la balanza,
que el cielo puso igual en esas manos,
no te mueva a crueldad, sino a gran lástima,
la carta del lloroso Rey de Escocia,
que no se queja con palabras tales
como requiere el justo enojo suyo.
Rey.
¿Justo decís, Armindo? ¿Por ventura
incitáis mis ofensas? ¿Es mi honra
de algún villano? ¿Veinte años es mucho?
¡ Veinte mil que hubiera fueran poco !
¡ No le verán sus ojos libre !
Armindo.
¡ El cielo
ponga piedad en ti y en él consuelo !
{Sale Clávela, pastora, con tina guitarra y ttna
cestilla, y iin Pastor.^
Pastor. ¿Dónde me quieres llevar?
¡Demonio es esta mujer!
'Clávela. Ya te he dicho que has de hacer
no más de andar y callar.
¿ Que tal el cie'lo consiente ?
i Poco mi celo socorre :
tres veces llegué a la torre,
y tantas he hallado gehte !
¿ Cómo le daré a mi preso
JOIOTADA SEGUNDA
485
este sustento y regalo ?
Armixdo. Que matalle quiere.
Aurelio. Ha ralo.
Armixdo. Será temerario exceso.
Rey. ¿Quién son aquestos villanos?
Aurelio. Otra vez aquí los vi.
Clávela. El Rey es éste, ¡ ay <lc mí ;
mis deseos salen vanos !
Rev. íQ^é buscáis aquí, mujer?
Clávela. ¡ Ya tiemblo de su rigor ! —
A unos pastores, señor,
voy a llevar de comer.
Aurelio. Xo tienes que recelar,
que son rústicos villanos.
Armixdo. No paséis tan cerca, hermanos,
deste vedado lugar.
Clávela. ;Pues qué le tengo de her?
; Sé yo por donde me voy?
Rev. Villana, a fe de quien soy,
que sois hermosa mujer.
¿ Qué lleváis ?
Clávela. Este instrumento,
con que allá en las soledades
cantamos de las ciudades
el confuso corrimiento.
Armixdo. ¿Holgará tu Majestad
de oírla?
Rev. Di, a ver.
Armixdo. Amiga,
canta tm poco.
Cl.wela. ¿Quién me obliga?
Armixdo. El Rey.
Clávela. . ¿En verdad?
Armixdo. El mismo.
Clávela. Pues que me place;
cantaré verso extremado,
con que a veces el ganado
se olvida de lo que pace.
Pastor. Pues yo solo he de cantar.
Clávela. Sí, pprque yo estoy turbada
y erraráse la tonada.
Pastor. Pues solo quiero empezar.
[Canta.)
Veinte años había, veinte,
que el Rey tenía en prisión
a Lisardo, porque dicen
que de la Infanta gozó.
No le quiere soltar della
íxjrque dicen que es traición ;
mientras que más se lo ruegan,
más parece a Faraón.
Rey.
Clávela.
Aurelio.
Endurecido está el Rey,
no le quiere soltar, non;
si preso muriese el triste
mal se lo demande Dios.
Rey. No cantéis más.
Armindo. Basta, hermano.
Rey. ¿Que esto se dice de pií?
Armixdo. El vulgo es necio, y así
lo ha sido aqueste villano.
Clávela. ¡ Oh, que os dé Dios mal San Juan !
¿El romance triste os puso?
Pues, pardiez, que lo compuso
no menos que el sacristán.
Y otros sé de maldiciones,
y todos. Rey, contra vos.
¿ Por qué mal os haga Dios,
tenéis al otro en prisiones?
¿Quién habrá que al vulgo en-
Que le soltéis os aviso; [frene?
que si ella se lo quiso,
¿Lisardo qué culpa tiene?
Toda esta tierra, señor,
lamenta prisión tan larga,
como no saben la carga
de la ofensa del honor.
El caminante la canta
por el camino que va;
el pescador, cuando está
bramando la mar, que espanta;
el pastor, en el ganado;
el oficial, en su -oficio,
que debe de ser indicio
de inocente y desdichado.
Rey. ¡ De lo que lo fuere sea !
Vamos, que no he de ablandarme.
Armixdo. ¿ Queréis, villana, abrazarme ?
Clávela. ¡ Arre allá !
Armixdo. ¡ Buena es !
Aurelio. ¿ No es fea !
(Vanse-)
Pastor. ; Son tus conocidos, di,
aquestos que te han, hablado?
Clávela. Mil veces los he topado
cuando paso por aquí.
Piénsanse los palaciegos
que mil mercedes nos hacen
cuando con su tela abracen
nuestros sayales frailegos.
Pues mal quisieran trocar
mi verdad por su vestido.
Ya parece que se han ido;
quiero a Lisardo avisar.
486
EL MAYORAZGO DUDOSO
Pastor.
Clávela.
Pastor.
Clávela.
Pastor.
Clávela.
Pastor.
porque algún consuelo alcance;
que ya este necio indiscreto,
sin que se entienda el efeto,
tiene estudiado un romance.
Y aseguro deste modo,
con este curioso engaño,
sin que a mi me venga daño,
se le da cuenta de todo.
Que ha seis años que aquí vengo
sirviendo de cierto espía,
porque mi padre me envía,
que allá en el monte le tengo ;
que no sé qué le ha movido
de hacer por este señor...
En la torre anda rumor;
sin duda que me ha sentido.
:Ya con esta guitarrilla,
cantando, que oírlo puede,
le digo lo que sucede
y le doy esta cestilla,
en que fruta o flores van;
que escribirle no era bien,
porque las guardas lo ven
que en el aposento están.
Quiero hacer que cante un poco
con. el disfraz que otras veces,
cielo, si favor me ofreces.
El sale a escuchar.
¿iSo loco,
que así me dejas aparte,
y hablas con tu sentido?
Todo, Clávela, ha nacido
de quererte y adorarte.
¿ Sabes que estaba pensando
hacerte, Marcio, im favor?
Agradézcatelo amor;
pero dime, amiga, cuándo.
Luego, si cantas aquí
el romance que ya sabes.
Del alma tienes las llaves.
Ya empiezo.
Bien haces; di.
{Canta.) '
Los enemigos vencidos
de la parte del contrario,
el padre de cierto preso
viene a libralle triunfando.
(LiSARDo en ¡a torre.)
Ya dicen que llega cerca;
esperad, que no es en vano;
que no es mucho espere un mes
el que pudo tantos años.
Lisardo. ¡Cielos!, ¿si es esto verdad?
Que lo que el canto contiene
es que mi padre el Rey viene"
para darme libertad.
i Oh, pastorcilla, que envía
para mi bien tu consuelo
el mismo piadoso cielo
a la escura prisión mía !
Cl.wela. Quiero hacer que hablo al ganado
y será todo con él : —
' i Lobo tirano, cruel,
que apenas estáis cansado ! :
¡huid, huid, que presente
está ya el padre y pastor,
y en la cárcel de temor
el corderino inocente !
j Esperad, esperad ! j Hola,
a los del valle esperad !
Lisardo. Fuese. Sin duda es verdad.
¡ Ah, voz, mi esperanza sola !
Pastor. ¿Dónde va, cordero o lobo?
Cl.wela. Ellos vendrán; ven tras mí.
Pastor. ¡ Que aquesta me traiga aquí
de contino, hecho bobo !
{Vasc.)
Lisardo. ■
Quien una araña vil sustenta y cría
en el cerrado vientre de una peña;
quien la abeja, melífera, pequeña,
muestra a tener imperio y monarquía;
quien muestra a un animal filosofía,
y a las hormigas providencia enseña;
a un ave casa hacer, de paja y leña,
y entre la tierra a un topo aliento envía;
quien al gusano anima en el capullo,
y escuchando la tórtola que gime
vuelve a ver de su esposo el manso arrullo,
hace que a un preso esta esperanza anime
y a su tirano quitará el orgullo,
que vence la razón y el alma oprime.
{Vasc, y entran Luzmán y otros, con grita de dfis-
embarcar.)
Luzmán. Aún no suelten ías escotas
ni emprendan vanos sosiegos
estando en tierras ignotas.
Otomán. La atalaya hace seis fuegos,
señal de sus galeotas.
No sé si-estamos seguros.
i
JORNADA SEGUNDA
487
Albano. Desde este monte a los muros
de la ciudad no hay dos tiros
de ballesta.
LuzMÁN. ¡ ^lis suspiros
rompen sus cimientos duros !
Otomáx. Parece que suena gente ;
volvamos, Príncipe, al mar.
LuzMÁx. Amigo Otomán, detente.
Otomán. ¿ Luet^o quieres esperar
que un cristiano nos afrente ?
Roba aqueste bergantín,
que ya nos salva el delfín,
como al otro por el harpa.
Luz:nl\x. Oye.
Otomán. ¡ Leva, zarpa, zarpa !
LuzMÁN. ¿Vaste, en fin?
Otomán. ¿Quedaste, en fin?
(Vause todos; quedan Luzmáx r Albaxo solos, y
dicen dentro Cardenio, Celio, Fixeo, Corinto,
pastores.)
Cardenio,
CORIXTO.
Albaxo.
Celio.
FiXEO.
CORIXTO.
¡ Xo huyáis, no huyáis, pastores,
que ya se vuelven los perros !
Xo eran más de labradores.
Destos empinados cerros
bajan sus habitadores.
Ya no hay que volver al mar.
Ya se tornan a embarcar;
sobre los que quedan demos.
Velas izan; calan remos.
Piedras los han de acabar;
no les espanta el granizo.
(Salen los pastores.)
Clávela.
Cardenio
FiXEO.
Aquí está un moro.
LuzMÁx.
Luz>L\x.
X'o es moro;
esperad.
Cardexio.
Galgo mestizo,
date a prisión.
CORIXTO.
Date, moro.
Albaxo.
Hará lo que nunca hizo,
porque él se quiere rendir;
que si él se quisiera ir,
pies tiene, como los otros.
LuZMÁX.
En rendirme yo a vosotros
Albaxo.
no tengo más que sufrir.
LuZMÁN.
Tratadme como a cristiano.
Celio.
¿Pues éreslo?
LuzMÁx.
Sí lo so}-.
Diles lo que pasa, Albano.
Albaxo.
Aún no es tiempo.
Clávela.
Cardexio,
Clávela.
Cardexio,
Clávela.
Cardenio,
Clávela.
Celio.
Clávela.
Celio.
CORIXTO.
Celio.
CORIXTO.
Fixeo.
Albano.
CORIXTO.
(Entra Clávela.)
En duda estoy,
no sé si decienda al llano,
que andan moros en la playa.
Clávela, voto a mi fe,
que la conocí en la saya.
X"o asiento seguro el pie,
ni sé si me vuelva o vaya.
Deciende, Clávela, y llega.
¿Está segura la vega?
¿Y cómo, Clávela mía?
Ya se fué la perrería,
y en el alta mar navega.
Y hemos cogido un morito
como im oro.
¡ Ah, buena gente !
¿Es Clávela?
Sí.
i Infinito
me huelgo ! — Hacedle un presente.
¿ Del moro ?
Sí.
¡ Buen cabrito !
¿Y ella para qué le quiere?
Pues no se puede partir,
démossele.
¿Que esto espere?
Pero hace al caso sufrir,
porque su rigor no altere ;
que estos villanos también
se quieren llevar por bien.
Clávela, tuyo es el moro;
con su seda, plata y oro.
¿!Mío decís?
¿Pues de quién?
X^o os pese que vuestro sea
el que desde que os miró,
y sólo en veros se emplea,
como toda el alma os dio,
no tiene bien que posea.
Xo os pierdo en esto el decoro
ni soy, señora, tan moro ;
que cuando a serviros vengo
algo de cristiano tengo,
pues ima cristiana adoro.
¿Díceslo por la estampada?
Agora por la presente,
que esotra es Reina ensalzada,
que tiene del sol de oriente
la cabeza coronada.
Esta quiero como a igual;
que de esotra, celestial.
488
EL MAYORAZGO DUDOSO
Clávela.
LUZMÁN.
Albano.
LuZMÁN.
Albano.
LuzMÁN.
Albano.
LuZMÁN.
Albano.
Clávela.
LuZMÁN.
Clávela.
LuZMÁN.
Albano.
beso la tierra en su nombre.
¡ Qué inoro tan gentil hombre !
Bien parece, y no habla mal. —
Moro, si fueras cristiano,
mucho conmigo pudieras.
De serlo te doy la mano.
¿Que esto críen las riberas
y que esto engendre un villano ?
Si la primera que ves
desta manera te agrada,
ya mucha blandura es.
¿ No es hermosa ?
¡ Es extremada !
Quiérome echar a tus pies.
Tente, que en la corte tuya
verás damas cortesanas
de quien más valor se arguya.
Si son así las cristianas,
¿qué ley se iguala a la suya?
Y por lo que considero,
hermosa cristiana, en vos,
y con vuestro ser primero,
conozco que vuestro Dios
es sólo el que es verdadero.
Deja esos vanos antojos. —
Decidme, serrana amiga,
ya que con estos despojos
a ser su dueño os obliga
quien le tiene en vuestros ojos,
¿qué os daremos de rescate
para que mi dueño trate
de ver al Rey, que a eso viene? ■
Ya, por mí, libertad tiene.
No la quiero, aunque me mate.
Pero será bien hablar
a mi madre, que aquí cerca,
señor, la podéis hallar,
que este monte, que leí mar cerca,
suele vÍAdr y habitar,
aunque im tiempo cortesana,
gallarda y mujer muy noble.
¡ Muerto estoy por la cristiana
que se aleja, y quiero al doble
su hermosura soberana !
Sabed que del Rey de Oran
es este hijo, el famoso
que África llama Luzmán,
y aunque Infante poderoso,
mozo gallardo y galán,
no puede el deleite y gusto
de aquella ley obligalle,
ni de su padre el disgusto
el pedille y enseñalle
lo que es Dios y lo que es justo.
Viene a volverse cristiano ;
y pues de Dalma-cia soy,
le traigo al Rey.
Luzmán. Dile, Albano,
cuan herido y muerto estoy
de aquella su hermosa mano.
Albano. Y porque he estado cautivo
gran tiempo, saber quisiera
qué Rey vive.
Clávela. Un vengativo
antiguo, un tigre, una fiera,
por quien en destierro vivo.
Albano. ¿ No me diréis esa historia,
que aún traigo yo en la memoria
los amores de Lisardo?
Clávela. Que me deis licencia aguardo
y escuchéis mi pena y gloria,
que desde aquí a la cabana
sabréis una historia extraña.
Albano. Comienza, pastora, pues;
que sólo pensar lo que es,
mi rostro en lágrimas baña.
Clávela. Parió una noche en secreto,
de tm caballero en los brazos,
Jacinta, y dejóle el niño,
de quien fué padre Lisardo.
Llevóle a su casa el noble,
en obras y sangre hidalgo,
aunque a su mujer temiendo,
a la cual halló de parto.
Parió una niña, y celosa,
sólo por hacerle agravio,
fingió que era un niño muerto,
que en casa de un deudo hallaron.
Esta fui yo, que después,
hasta ahora, me he criado
sin el padre, que no vi,
por lo que decirte aguardo.
Prendió al escocés el Rey,
y mi padre, visto el daño
que resultaba al Infante
si el Rey quisiese matallo,
huyó con él, sin que el mundo
sepa dónde, cómo o cuándo,
aunque se tiene por cierto
que la mar los tiene a entrambos.
Mi madre, con esta pena,
dejó la corte, y al campo
se vino a vivir, sin gusto,
en tosco y rústico trato.
JORNADA SEGUNDA
489
Mudó la seda en sayal,
y a mí por el monte y prado
me enseña a guardar ovejas,
en tosco y rústico paño.
El Príncipe, que está preso
por el amistad de Albano,
voy a ver todos los días,
y al pie de la torre canto.
Lo que canto es lo que pasa
de su padre y su contrario,
que aún no se acaban las guerras
al cabo de tantos años.
Vengo de cantarle agora
que ha vencido el rey Leonardo
una batalla famosa,
y que va en Dalmacia entrando.
Y así a mi madre quería
contarle lo que ha pasado,
que será en presencia vuestra,
presentándole este esclavo.
Albano. Hijo, aquí aparte me escucha.
LuzMÁN. Casi lo vengo a entender.
Albano. ¡Grande ha sido mi placer,
si fué mi tristeza mucha :
la que dice es mi mujer,
mi hija es esta pastora.
LuzMÁN. Habíala.
Albano. Conviene agora
disimular, hijo; espera.
LuzMÁN- ¡ Padre, que vuestra hija era !
¿Qué mucho sí me enamora?
Albano. Mas agora te requiero,
que eres mi Rey, y casarte
con reina, tu igual, espero.
LuzMÁN. ¿Y el premio, que es justo darte,
por lo que te debo y quiero?
Desde aquí te doy la mano,
que siendo Rey y cristiano,
será mi mujer.
Albano. No es justo.
LuzjLÁ-N. Padre, no me deis disgusto.
¿ Xo eres noble?
Albano. Soy Albano.
Luz^LÁN. Quisiera que tan vil fueras
y en levantarte a quien soy
mi grande amor conocieras;
si eres noble, ¿qué te doy,
pues no eres más de lo que eras?
Hasme dado vida y ser,
hasme dado a Dios y al cielo;
si puedo satisfacer
algo de tu amor y celo.
¿quieres quitarme el poder?
Haz de manera que vea
a mi preso y triste padre;
pero primero que sea
tu mujer, que es ya mi madre:
su esclavo y hijo posea.
Albano. ¿Que tanto bien cabe en mí?
Rogara a Dios soberano
mi vida acabara aquí ;
pero hasta verte cristiano
dure y no más.
Cardenio. Celio.
Celio. Di.
Cardenio. ¿Has visto cómo Clávela
por el moro se desvela?
Celio. ¡Por Dios, que sí al galgo amase,
que la vida le quitase,
cuerpo a cuerpo o con cautela !
Clávela. Padre, ya hab,emos llegado.
Albano. Luzmán, padre me ha llamado.
Luzmán. Díceselo el alma ya.
Clávela. Entrad, que Flora estará
en la devoción que ha dado.
Albano. ¿Tiene alguna devoción?
Clávela. Llorar con cierto retrato
dos horas en oración.
Albano. ¿Es de Albano?
Clávela. Sí.
Alblno. El retrato,
se ha de alegrar, que es razón.
Entremos.
Cardenio. Nuevas son ciertas,
siempre que a mirarla adviertas,
Celio. ¡ Cardenio, de seso salgo !
Cardenio. ¡ Voto al sol, que al perrígalgo
le he de coger entre puertas !
(Vanse, y salen el Rey Evandro y el Duque Armin-
DO, Conde Aurelio, y gente.)
Rey.
i No tuviera yo, pues, dicha de verlos,
ya que de la ciudad corrí a la playa !
Armindo.
Seis fragatas no más dicen que fueron
en los fuegos que hicieron esas torres
y de las de palacio habernos visto;
no se ¿onoce que era más el número.
Rey.
Saltar en los lugares de la costa
suele ser muy común entre estos árabes ;
pero buscar de mi ciudad los muros
490
EL MAYORAZGO DUDOSO
las proas de sus leños africanos
y en la arena estampar de nuestra playa
sus atrevidas plantas, ¿quién lo ha visto?
Armindo.
Está la corte toda alborotada
con salir en persona a ver la costa.
Rey.
No la vejez, Armindo, aunque ha podido
vencer las fuerzas, me ha quitado el ánimo ;
diera una villa, Armindo, por un moro.
Armindo.
De unos pastores dicen que fué preso, '
y así te traigo entre sus pobres chozas,
para que del te informes, si 'le hallas.
(Entra CardenIo.)
Cardenio.
En mal punto pisaste nuestra orilla,
moro hechicero, que vencer pudiste
lo que jamás venció cristiano pecho.
Aurelio.
Aquí viene un pastor. — ¡ Hola !
Cardenio.
¿ Quién llama ?
Aurelio.
El Rey.
Cardenio.
¡ Válame Dios !
Aurelio.
El mismo llega.
Carden'io.
Déme los pies Su Alteza.
Rey.
Dime, amigo :
¿adonde queda un moro que habéis preso?
Cardenio.
Aquí, señor, en esta casería.
¿Quieres que entre por él?
Rey.
Entra.
Cardenio.
Ya parto.—
í Voto al sol, que me huelgo ! ¡ Hoy es el día
que ahorcan a este perro de algún roble !
Armindo.
Ya, señor, se ha cumplido tu deseo :
verás al moro, y su atrevido intento
de su boca sabrás.
(Salen Albano, Luzmán, pastores, Flora.)
Albano.
¿El Rey?
Cardenio.
El mismo.
Albano.
Dame, señor, tus pies.
Rey.
¿Quién eres?
Albano.
Era,
y ya no soy, aunque vasallo tuyo.
Rey.
¿Qué es del moro?
Albano.
Aquí está.
Aurelio.
¿ Cómo no llega
a los pies de Su Alteza?
Albano.
Es moro noble,
porque del rey de Oran, alarbe, es. hijo.
Trátale como a tal, que su venida
no fué alterar las playas de tu corte,
sino a engañar su morez, porque aquí viene
a ser cristiano, y dártelos quisiera
con sus armas y esclavos y fragatas,
si no se fueran, por tener aviso
de un renegado natural de Escocia.
Rey.
Yo te doy como a rey, moro, mis brazos.
Albano.
(Mejor pudieras darlos como a nieto.)
Rey.
¿Que, en efeto, veniste a ser cristiano?
Luzm.4n.
Lo que el cautivo dice es verdad todo.
Rey.
¿Cómo es tu nombre?
Luzmán.
Yo Luzmán me llamo.
Pésame que mis moros se hayan ido,
TORNADA TERCERA
491
que dellos te pensaba hacer presente.
Como a cristiano rey, te pido y ruego
me des bautismo.
Rey.
¡ Bello mozo !
Armindo.
Aurelio.
¡ Bien muestra ser quien es !
Armtndo.
Hermoso !
Paciencia srrave !
Rey.
En sólo verle, Duque, amor le tengo.
Aurelio.
Obliga con su talle, y es gallardo.
Rey.
Xo sé qué siento en velle.
Albaxo.
¡Quién pudiera
hablar agora !
Rey.
^loro amigo, escucha.
Fuera de que era justo a un rey cristiano
favorecer tu intento, que es de serlo,
a tu persona estoy aficionado,
que obliga a quien te mira tu persona.
Yo haré que te bauticen. Si quisieres
quedar a mi servicio, te prometo
casar con lo mejor del reino mío
y darte oficio honroso, cargo y rentas.
LUZMÁN.
Beso tus manos por merced tan grande.
Lo que os pido, señor, es que a este viejo,
a quien debo el camino que he seguido,
hagáis todas las honras que a mí propio.
Rey.
Amigo, yo te haré merced.
Albaxo.
El cielo
te dé, señor, un nieto que suceda.
Rey.
Vamos a la ciudad, que en mi palacio
quiero que estés hasta que seas cristiano.
LuZMÁN.
Vamos, señor. — Adiós, pastores míos.
Clávela, adiós; cristiano, vendré a veros;
no os olvidéis de mí.
Albano.
Señora Flora,
yo volveré esta noche a vuestra casa,
que tengo que tratar con vos despacio.
Flora.
Guárdeos el ciclo. — ¿De qué estás tan triste?
¿ Qué te ha dado. Clávela ?
Clávela.
¡Ay!
Flora.
¿No respondes?
¿Agora el rostro, con tristeza, escondes?
Clavóla. ¡ Triste de mí ! ¿ Qué he de hacer,
que un momento estoy sin mí?
Flora. Idos vosotros de aquí.
Cardenio. Al Rey volvamos a ver.
Celio. ¿ Que hablaste ?
Cardenio. . ¡ Par Dios, sí !
Celio. ¿No te turbaste?
Cardenio. No sé.
^^amos.
Celio. Ven, por aquí fué.
Flora. ¿ No hay voz que a tus quej as cuadre ?
Clávela. "No me lo pregunte, madre,
mire que se lo diré."
Flora. ¿Dijiste a Lisardo ya
que su padre había venido?
Clávela. Todo lo tiene entendido;
de todo advertido está, •
¡ y yo de todo me olvido 1
Flora. Lo que tú tienes sabré.
Entra dentro.
Clávela. ' ¡ Ay, Dios !
Flora. ¿Qué fué?
¡ Di, por vida de tu padre !
Clávela. "No me lo pregunte, madre,
mire que se lo diré."
JORNADA TERCER.\
{Por una parte el Conde, y Soldados; por otra,
el Duque Armixdo.)
Armindo.
Desde ese corredor mirando estaba
el Rey vuestra venida. Conde amigo,
de cuyo gran placer indicios daba
492
EL MAYORAZGO DUDOSO
viendo que aquí vencistes su enemigo.
¿Quién era aquel que con el Rey estaba?
Armindo.
¿Ya le desconocéis?
Aurelio.
¿Quién?
Armindo.
Un testigo
de los milagros de fortuna varia,
al vicio amiga, a la virtud contraria.
¿ Sobre un bonete rojo no se vían
diversos laberintos de bengala,
con plumas que la máquina tejían,
con quien al viento su esperanza iguala?
¿Los; almaiceles no resplandecían
del bárbaro Luzmán, morisca gala;
la manga, de bruñida sinabafa ;
la guarnecida aljuba y almalafa?
Aurelio,
¿Aquél era Luzmán?
Armindo.
Este morillo,
después que fuiste tú a la guerra. Conde,
es el alma del Rey, que aun a decillo
no me atrevo, por Dios.
Aurelio.
Oye y responde.
No porque de saber me maravillo
novedades del Rey, que corresponde
a su antigua costumbre en su mudanza,
que siempre del indigno es la privanza.
¿No le trujo del mar a bautizalle?
Armindo.
Del mar lo trujo, luego que te fuiste,
junto con el de Escocia, para dalle
la famosa batalla que venciste.
Mandó los catecismos enseñalle,
y hasta sabellos sus marlotas viste,
que sin que tenga luz su escuro abismo
no le quiere dar agua del bautismo.
Cóbrale el Rey tal afición, Aurelio,
que pienso que "len estando reducido
a la cristiana ley y su Evangelio,
será por rey del reino obedecido..
Jamás César, Calígula o Vitelio
mostraron más valor en el temido
romano imperio que este moro loco.
que no a Dalmacia, al mundo tiene en poco.
Come al lado del Rey, con él pasea,
sírvenle como a él, y al fin se dice
que quiere ya que su heredero sea
y que su jura el reino solenice.
El vulgo, que, cual ves, siempre desea
cosas nuevas que invente y autorice,
ya le llama su rey, su amparo y dueño.
Aurelio.
¡ Parece que me cuentas algún sueño !
¿ Un moro de nación rey de Dalmacia ?
Armindo.
Dice que por vengarse de su injuria,
que pues falta heredero, por desgracia,
éste es cristiano y rey.
Aurelio.
Al reino injuria.
¿Y eso afírmalo el Rey con eficacia?
Armindo.
Y dice que es cordura lo que es furia,
que para escoger príncipe heredero
cualquiera dice que es tan extranjero.
Persuade al reino que éste no le tiene,
y que vivirá aquí el nuevo cristiano
con el valor que a procurarle viene.
Aurelio. '
Todo es enojo y todo será en vano,
el cielo santo su locura enfrene,
que dar el cetro a berberisma mano
bien merece ese nombre. ¿Y aquel viejo?
Armindo.
Es su gobernador y su consejo.
Aurelio.
¿ El cautivo ?
Armindo.
Aquel mism.o.
Aurelio.
i Extrañas cosas
en término de un mes han sucedido,
todas para este imperio prodigiosas !
De suerte, que ninguno lo ha entendido.
Armindo.
El Rey viene.
Aurelio.
Las cajas belicosas
tocad un poco.
TORNADA TERCERA
493
(Salen el Rey; Albaxo, de gobernador; LuzjyÁN y
gente.)
Rey.
Seas bien venido.
Aurelio.
Para servirte vengo, victorioso.
Rey.
Triunfar debieras, Capitán famoso.
¿ Huyó Leonardo ?
Aurelio.
Retiróse a un monte.
Ya por todo el invierno no le temas ;
pero para el verano, en armas ponte,
que ya se han vuelto sus agravios temas.
LUZMÁN.
¡ Oh, Capitán !
Aurelio.
i Oh, fuerte Rodamonte,
que a las partes del mundo más extremas
con fama alegras y con hechos raros !
LUZMÁN.
Esa humildad mostráis para ensalzaros .
Debajo vuestra seña y disciplina
pienso yo. Conde, ser un gran soldado,
en mereciendo el olio y la divina
agua, que limpia de cualquier pecado.
Aurelio.
Ya de tu heroico brazo se adivina,
aunque se sabe del valor pasado :
recibida una vez el agua y olio,
serás Torcato deste Capitolio.
Con esto, recoger mi gente quiero,
supremo Rey, con la licencia vuestra.
Rey.
Presto verás que tu valor prefiero,
ilustre honor de la Corona nuestra. —
Acompañalde, Duque.
Armixdo.
Sólo espero
que tú lo mandes.
LuzMÁx.
¡ Valerosa diestra
es la del Conde ! Soile aficionado.
Armindo.
Toca a marchar.
Rey.
¡ Es un gentil soldado !
(Vanse; quedan el Rey, 3' Luzmáx, y Albano.)
LuzMÁN. Tú me verás algún día
levantando tu bandera ;
no con arrogancia fiera,
mas con propia gallardía.
Que mí padre, el Rey de Oran,
fiaba de mi valor
empresas de mucho honor.
Rey. Bien se conoce, Luzmán.
Tan mozo fué Scipión
a la guerra de Cartago.
Albaxo. Deste Ciro soy Arpago,
si he de tener galardón.
¿Hay cosa como haber dado,
sin saber que este es su nieto,
en tenerle igual respeto
y en asentarle a su lado ?
Y aun dicen que ha pretendido
hacelle rey. ¿ Cuándo, cielo,
se ha de entender mí buen celo
y la lealtad que he tenido?
Pero no es tiempo de hablar.
LuzMÁx. ¿Que me tienes tanto amor?
Rey. Sí pudiera ser mayor,
te confesara agraviar.
Como a hijo te he querido;
que me sucedas espero.
Luzmán. Pedirte mercedes quiero,
si este nombre he merecido.
Rey. Pide, que por el Supremo
Hacedor de cíelo y tierra,
que no hay cosa en cuanto encierra
desde el uno al otro extremo
que te niegue quien te adora
y quien por hijo te tiene.
Luzmán. Si eso es así, ¿quién detiene
mí alma turbada agora?
Sí gracia en tus ojos hallo,
si he merecido tu amor,
sí eres mi Rey y señor,
sí soy tu esclavo 3' vasallo,
quiero pedirte...
Rey. Di, pues.
Luz2*LÁN. !Mira que ya lo has jurado.
Rey. ¿Qué cosa te he reservado?
Luzmán. Primero beso tus pies.
Rey. Álzate. ¿Qué es lo que quieres?
Luzmán ¿ Xo tienes un preso aquí ?
Rey. i yial he jurado !
494
EL MAYORAZGO DUDOSO
LuzmN.
¡ Ay de mí ! —
Señor, juraste; Rey eres.
LuZMÁN.
Rey.
¿ Pídesme su libertad ?
LUZMÁN.
No, por tu vida y la mía.
Albano.
Rey.
¿Pues?
Rey.
LuZMÁN.
Verle no más quería.
Rey.
¿Verle?
LuZMÁN.
Dígote verdad.
Rev.
¿ Por qué ?
LuZMÁN.
Por gusto no más.
Luzmán.
Rey.
Es im grande mi enemigo.
Albano.
LuZMÁN.
No le busco por amigo ;
lo que es, después lo sabrás.
Rey.
¿Y agora no?
Luzmán.
LuZMÁN.
No es posible.
Hazme esta merced, señor.
Rey.
Júrelo, y debo, en rigor,
cumplirlo.
Albano.
Albano.
i Afición terrible !
Rey.
Eso no pudo en veinte años
nadie acaballo conmigo ;
mira bien, Luzmán amigo,
que no me trates engaños.
¿Hate hablado una mujer
Luzmán.
de nuestra ley religiosa
Clávela
que dice que era su esposa,
y mi hija solía ser?
Albano.
LuZMÁN.
Señor, si engaño te trato,
Luzmán.
nunca yo aquel agua viva
Albano.
que el alma desea, reciba ;
bárbaro soy; mas no ingrato.
Luzmán.
Fíate, señor, de mí;
Clávela.
que si de verle me gozo.
Luzmán.
es porque dicen que mozo
se pareció mucho a mí.
Clávela.
Y aunque agora no lo esté.
sólo este deseó me lleva.
Rey.
No te han dicho cosa nueva :
tu habla, talle y rostro fué.
Y así me debes, amigo,
la deuda más importante
de amor, siendo semejante
a mi mayor enemigo.
Que tu talle en otro fuera
harto odioso para mí;
pero lo que prometí
se ha de cumplir.
LuZMÁN.
Dame...
Rey.
Espera. —
Gobernador.
Albano.
Gran señor.
Rey.
A la torre de Lisardo
llevad a Luzmán.
¿Que aguardo,
padre, verte?
¡ Extraño amor !
Con esto, quédate adiós. —
Tú este anillo le darás
a los guardas.
{Fase el Rey.)
¿Falta más?
Sólo que bs veáis los dos.
Mas darte mis brazos quiero
por lo bien que has negociado.
¿ Que te he de ver, padre amado ?
Buen padre, ¿que verte espero?
¿ Si te dice el alma allá
que va allá a quien vida diste ?
Luzmán, en esto consiste
su remedio.
i Dios lo hará !
Que aunque se lo pide un moro.
El sabe que soy cristiano.
{Sale Clávela.)
¿ Si he de hallar aquel tirano
del alma, con que le adoro?
Mi hija Clávela viene.
¿Diréle que eres su padre?
Tiempo habrá donde más cuadre
nombre que olvidado tiene.
¡ Oh, bellísima Clávela !
Ya no sé cómo he de hablarte.
Como a esclavo, en cualquier parte.
¿Quien es dueño eso recela?
¿ Tú esclavo ? ¡ Líbreme Dios
de tus mudanzas, esclavu,
que aunque tu fortuna alabo,
no fué igual para los dos !
Ni sé, por la variedad,
con qué ensalzar tu grandeza :
si te he de llamar alteza
o si ha de ser majestad.
Dite el alma siendo esclavo;
siendo rey, ¿qué te daré?
Puse a la fortuna el pie,
pero no le puse en clavo.
Ya no sé cómo no enfrío
aqueste mi amor terrible,
sabiendo que no es posible
que en ningún tiempo seas mío.
Y en fin, es más justo acuerdo
que por igualarte al cabo.
TORNADA TERCERA
495
más te quisiera mi esclavo
que no rey, pues que te pierdo.
LuzMÁN. Si tú €l misterio supieras,
Clávela, que hay en quererte,
no me hablaras desa suerte
ni esa sospecha tuvieras.
Deséame Rey, y tal,
que no me iguale otro rey;'
y esa es amistad y ley
de una afición liberal.
Y no me humilles así
si tu amor tan vil me quiere,
que todo lo que yo fuere
lo mismo se aumenta en ti.
Si has de ser, Clávela mía,
lo que yo fuere, no es justo
que mi bien, provecho y gusto
te dé pena y no alegría.
Que la fortuna, en rigor,
ya con haberme ensalzado
puede mudar el estado,
mas no mudar el amor.
Albano. Esto es, sin duda, . Clávela ;
yo fío al Príncipe.
Clávela. A vos
os doy crédito, por Dios,
que Luzmán'todo es cautela.
Mi madre está ya quejosa
de que no la vais a ver.
Albano. Tengo mil cosas que hacer;
no es la corte vida ociosa,
ni al cargo y gobernación
que el Rey me .ha dado conviene;
pero creed que allá tiene
lo mejor del corazón.
Clávela. Sabed que está en la ciudad,
y que a veros ha venido,
que de su muerto marido
despertáis la voluntad,
aunque nunca está dormida.
Albaxo. ¿Por dónde ese bien me alcanza?
Clávela. Porque sois su semejanza,
os quiere como a su vida.
Albano. No le habrán hecho los cielos
tan natural como era,
porque si le pareciera
me hubiera pedido celos.
Clávela. Mucho dicen que lo fué,
por tenerle tanto amor.
Albano. Yo lo tengo a gran favor,
y esta tarde la veré.
Decilde que el Rey le ha dado
licencia a Luzmán de ver
a Lisardo, aunque ha de ser
con mucha guarda y cuidado.
Qu-e se alegre, que ya es esto
principio de libertad.
Clávela. ¿Que venció su crueldad?
Albano. En este punto lo ha puesto.
Clávela. ¿Qué no podrás, moro mío,
con ese talle y ventura?
Luzmán. ¿ Qué no podrá tu hermosura.
Clávela, en un mármol frío ?
Albano. Luzmán tiene bien que hacer ;
Clávela , adiós.
Clávela. El os guarde.
Luzmán. No vuelvas a verme tarde.
Clávela. Para mí lo habrá de ser.
(Vansc los dos.)
Quiero a mi madre avisar
del suceso de su amigo
Lisardo. ¿ Cuándo contigo,
mi moro, podré mirar?
(Entra Cardexio.)
Cardenio. ¡ Buena te andas, palaciega !
Flora a llamarte me envía;
pero tal ciego te guía
para que no vivas ciega.
¿Andas buena con el perro,
galgo acá, galgo acullá?
Clávela. ¿Qué hace mi madre?
Cardenio. Está
lamentando su destierro.
Que ha veinte años que jura
que no ha visto la ciudad;
como tvi mi voluntad,
que nunca la ves, perjura.
¿Es mejor ese Alahoma
que Cardenio, di enemiga ?
Clávela. ¡ Qué poco tu amor me obliga
con la licencia que toma !
Cardenio. • ; Calla, que estás emperrada
con aquese frenesí,
que suelen llamar así
una persona obstinada !
Sal del palacio real ;
vuélvete a tu monte y tierra,
que ya, después que eres perra,
bien te puedo decir tal.
Clávela. Iréme por no escucharte ;
porque oírme no mereces.
496
EL MAYORAZGO DUDOSO
Cardenio. ¡ Por más penas que me ofreces,
de mí no puedo apartarte.
(Vasc.)
(Sale LiSARDO, con barba y prisiones.)
LlSARDO.
En competencia el Tibre, el Ebro, el Tajo,
venzo en llorar, y a mi favor convenzo
cuando a pensar en mi prisión comienzo,
imitando de Sísifo el trabajo.
Al mismo infierno imaginando bajo
la historia de que tanto me avergüenzo;
tanto, que en llanto a Filomena venzo
y en soledad la tórtola aventajo.
Veinte veces el sol de lirios de oro
al argentado pez bordó la escama
desde que vi del mundo los engaños,
y otros tantos ha que en prisión lloro
la vida, que es la puerta de la fama,
cansado de vivir tan largos años.
(Albano y LuzMÁN, dentro.)
Albano. Ya han abierto el aposento.
LuzMÁN. Albano, aguárdame aquí.
LisARDQ. ¿ Qué ruido es este ? ¡ Ay de mí !
¿Qué sospechas, pensamiento?
Puerta que jamás se abrió,
¿ se abre agora ? ¡ Dios me valga !
Si es para que el alma salga,
¡ qué albricias le daré yo !
Alegraos, cansada vida,
sufrimiento humilde y bajo,
que ya se acaba el trabajo
y os da la muerte acogida.
'Como labrador descanso,
y al jornal el Rey me envía,
porque llegó el fin del día
y de la noche el descanso.
Paciencia, sufrir ya es hecho ;
porque abrirse aquella puerta
es tomar medida cierta
de lo que han de hacer al pecho.
Abridla, que ya mis labios
para el alma se abrirán.
¿Válgame Dios, que saldrán
de paciencias y de agravios !
Si tenéis por cosa cierta
que tan grandes los sufrí,
¡ tiranos, matadme aquí,
que no cabrán por la puerta !
¡ Sacad el cuerpo afligido,
flaco, encanecido, helado,
deste José, empozado
veinte años, a ser vendido.
{Sale Luz MAN.)
LuzMÁN. Príncipe, guárdete el cielo.
¿ Qué miras embelesado ?
LiSARDO. El hábito me ha espantado,
y el verte me da consuelo.
¿Anda ya la gente así?
Que ha veinte años que aquí entré
y puede ser que así esté,
porque nunca a nadie vi.
Si el tiempo mudable ha sido
atribuyase a su nombre,
que yo también era hombre
y en piedra me he convertido ;
aunque no lo soy contigo,
pues hablo contigo y lloro.
LuzMÁN. ¿Y tú no ves que soy moro?
LiSARDO. Por eso lo digo, amigo.
Y pues verdades no callo,
aunque de cristiana ley,
en tierra que es moro el rey
también lo será el vasallo.
LuzMÁN. El que es por sus obras ruin,
moro, Príncipe, será.
LisARDO. ¿Príncipe me llamas ya?
Más justo es llamarme fin;
Dios sabe que lo deseo.
¿Lloras? Luego desa suerte
la sentencia de mi muerte
cierta en tus ojos la veo.
Pero dime : ¿cómo a un moro
le entregan la ejecución?
LuzMÁN. Oye hasta el fin mi razón,
y entenderás por qué lloro.
Yo soy un moro de Oran,
dueño de un cristiano esclavo
que nació en esta ciudad,
del cual fué su nombre Albano.
Cautivóle el padre mío
con un infante en los brazos,
que, según del viejo supe,
era tu hijo, Lisardo,
el cual vive en el servicio
del turco Zayde, otomano,
tan privado, que le ha hecho
rey de Oran, sin otros cargos.
No sabía el mozo ilustre
su origen famoso y claro,
hasta que pudo aquel viejo
hablarle y decirle el caso.
JORNADA TERCERA
497
Ijsardo.
Viéndose rey y tu hijo,
quiso volvei-se cristiano
y sacarte de prisión,
vengando tu injusto agravio.
Para que sepas que viene,
me nombró, con otros cuatro,
y porque esperes su ayuda,
que su flota queda armando,
en que presto las orillas
■del seno y mar africano
coronará de galeras,
municiones y soldados.
{Llora.)
Que sus banderas azules
vi yo quedar tremolando,
con tu imagen en prisiones
y un sol esparciendo rayos.
En arábigo una letra
cerca las orlas y cabos,
diciendo : "Tarde amanece,
pero dará luz temprano."
Porque el Rey diese licencia
para verte aprisionado,
im gran presente le envía,
carta y paces todo falso.
Truj írnosle diez camellos
con cien alfombras cargados,
cuatro elefantes famosos
con cuatro negros indianos;
muchas aromas y flores;
diez berberiscos caballos ;
atados a los arzones
carcajes, flechas y arcos.
Movido del .gran presente,
licencia de verte ha dado ;
yo, porque supe la lengua,
tomé entre todos la mano.
Lloro de verte afligido
con prisión de tantos años,
por lo que a Luzmán le debo
y por tu valor cristiano.
Espera en Dios que él te libre,
porque de su ingenio y brazo
ya lleva la fama nuevas
desde el Oriente al ocaso.
¿Que esto pudo merecer
mi paciencia y sufrimiento?
Llorad, ojos, que no siento
que queda en vos mi placer.
No se quede mi alegría
sin salir, ojos, por vos;
vn
mas no podrá, que sois dos
y por cien mil no podría.
¿Hijo tengo tan honrado
que quiera librarme así?
Hoy, hijo, yo soy por ti,
que no tú de mí engendrado.
¡Oh, Albano, qué cuidadoso
quieres heredero darme !
Mas, ¿ cómo podrá heredarme
mayorazgo tan dudoso ?
¿Si es mi hijo?
LuzMÁx. ¿ Xo ha de ser,
si en todo, señor, te imita,
y trae en su cara escrita
tu imagen y proceder?
¿ Qué señas más ciertas son
que en hablándole ese Albano
quiere volverse cristiano
y sacarte de prisión ?
Bien dices, mi hijo es,
que el alma ló dice así;
agora me libre a mí,
y engendraréle después.
¿Cómo dices que se llama?
Luzmán.
Dios le dé su luz.
¿ Conoce a Dios ?
Con su cruz
tiernas lágrimas derrama.
Ya está diestro en vuestra ley. •
¿Qué talle tiene?
Este mío.
No tienes, moro, mal brío.
Que fe imito dice el Rey.
¿ Agora ?
No, cuando mozo.
¿Ves este cuerpo, esta cara?,
pues por retrato bastara.
En verte me alegro y gozo.
Honrada presencia tienes.
¿ Eres noble ?
Como aquel
de quien soy hijo, si del
a tener noticias vienes.
No sé qué he mirado en ti,
y así una prueba haré yo,
de que viendo al que le hirió
revienta la sangre allí.
Arrimaréte a mi pecho
a ver la sangre qué hace.
Abrázame.
Luzmán. ¡ Que me place !
32
LlSARDO.
Luzmán.
LlSARDO.
Luzmán.
LlSARDO.
Luzmán.
LlSARDO.
Luzmán.
LlSARDO.
Luzmán.
■ LlSARDO.
Luzmán.
LlSARDO.
498
EL MAYORAZGO DUDOSO
LisARDO. jAy, hijo, la prueba has hecho!
LuzMÁN. ¿'Qué dices?
LiSARDO. Que en abrazarte
sintieron la alteración
la sangre y el corazón,
recogidas a ima parte.
Perdona, que ser podría
que hubiese hecho este efeto
su imaginado conceto
en el alma y. fantasía.
Si era el corazón imán,
ve el alma, o cual más quisieres ;
¿ cómo a ti, si no lo eres,
como a su centro se van?
Cuando una llave se pierde,
que así lo pienso decir,
no hay llave que para abrir
con la perdida concucrde.
Y pues la tuya me dio
golpe al alma tan suave,
sin duda que eres la llave
que ini tiempo el alma perdió.
De lo que niegas me quejo;
que el no haber e-apejo aquí
y veo mi espejo en ti,
es señal que eres mi espejo.
Cuando el retrato pequeño
a su original parece,
es cuando alegría ofrece
a los ojos de su dueño.
Y pues en aqueste abismo
, de escuridad, pena y llanto
los míos se alegran tanto,
es señal que eres yo mismo.
Si esa sangre no te diera
no me lo dijera aquí
otra que yo te vertí,
como a su centro y esfera.
Y a resolverme al fin vengo,
puesto que negarlo quieres,
que si mi hijo no eres
no es posible que lo tengo.
LuZMÁN. Mucho, señor, te ha movido
ese hijo imaginado,
de quien yo he sido traslado
si el original no he sido.
Y avmque no sé si eres padre,
por ser tú padre dudoso
de aquel hijo venturoso
de tan desdichada madre,
él está aquí con Albano,
y el Rey, sin saber quién es,
ni que trae más interés
que sólo hacerse cristiano,
hijo le llama, y le sienta .
a su mesa y a su lado,
y de su Imperio y estado
hacerle heredero intenta..
Albano es gobernador
del reino, aunque el Rey no sabe-
quién es.
LisARDO. En Albano cabe
mayor grandeza y honor.
Mas di, amigo : ¿ que el Rey quiere;.,
sin ver que su nieto sea,
hacer que el reino posea?
LuzMÁ'N. ¿ Y qué hará cuando lo hiciere ?
LisARDO. Mucho, no sabiendo el cuento:,
cosas son que ordena Dios.
LuzMÁN. Muy presto os veréis los dos,
con mucho gusto y contento,
Y porque pasa la hora
dad licencia, y otro día
tenerla, señor, querría
para veros como ahora.
¿Qué diré a Luzmán ?
LiSARDO. Amigo^
dile que su padre soy,
y estas lágrimas te doy
que le lleves por testigo.
Dile que haberle engendrado
me cuesta aquesta prisión;
que pague esta obligación,
pues es de plazo pasado,
y aqueste abrazo le da.
LuzMÁx. Padre mío, ya reviento.
¿Irme es posible? ¿Qué intento
sin que me conozcas ya?
Dame esos pies, pues es llano^
padre, que mis yerros son;
merezca tu bendición
pues me engendraste cristiano.
Las lágrimas abrasadas
deten que darme querías,
y recibe aquestas mías
desa tu sangre engendradas.
Un río pueden formar
las que a tus plantas envro^
y sin duda que soy río
que he nacido y vuelvo al mar_
¿ Qué veinte años has vivido
en la prisión que has pasado?
¿ No respondes, padre amado ?
¿No hablas, padre querido?"
TORNADA TERCERA
499
Fuera más justa razón
que yo en naciendo muriera,
pues si más tiempo viviera
más durara tu prisión.
Padre, ¿no puedes hablar?
Sin duda el alma, que viene
con la voz, la voz detiene
por salir y por entrar.
Padre, que Icón ha sido
en engendrarme, ¿no ve
que no resucitaré
si me niega su bramido?
El ha perdido el hablar,
porque el gusto de un placer
mayor daño puede hacer
que la fuerza de un pesar.
Quiero llevarle a su cama
para ver si vuelve en sí.
I\Ii padre, arrímate a mí;
árbol, conoce tu rama.
Padre, aunque has sido Teseo
del laberinto en que estO}-,
Eneas piadoso soy,
sacarte en hombros deseo.
(Llévale en hombres; sale el Rey y el Duque Ar-
MINDO.)
Rey.
En esto he dado, y bautizarle quiero;
hoy será mi heredero.
Armindo.
Que te herede en buen hora.
¿ Pero que con la Reina mi señora
se case un hombre que fué moro ?
Rey.
Digo '
que así me vengo y al traidor castigo.
Que Princesa gozada de Lisardo,
si darle esposo aguardo,
¿querrá a Jacinta, Armindo?
Armindo.
Tienes razón, a tu opinión me rindo.
Y, en fin, con esto el reino se sosiega,
pues a tu sangre misma se le entrega,
los hijos de tu hija han de heredalle.
Rey.
Hoy pienso bautizalle y que su esposo sea,
y que el gobernador el pleito vea
del preso y le sentencie, y desta suerte
con más descanso esperaré la muerte.
Armindo.
¿Luego saldrá Lisardo en esta audiencia
a escuchar la sentencia?
Rey.
Saldrá públicamente,
como es uso del reino entre esta gente.
Si apela a mi tiniente de ese agravio,
procederás al fin como hombre sabio.
•Armindo.
Sosegará tu reino y tendrás paces
eternas si esto haces.
Rey.
Por Jacinta he enviado al conde Aurelio.
Armindo.
El Conde ha ya llegado.
(Entran Aurelio y Jaciin'ta de viuda.)
Aquí viene Jacinta.
Rey.
Apenas puedo
mirarla.
Aurelio.
Llega a hablarla.
Jacinta.
¡ Tengo miedo ! —
A tus pies invictísimos postrada,
(De rodillas.')
no atrevida, forzada,
a tu mandato vengo.
Rey.
Ya, hija, pues te hablo, amor te tengo.
¿Aurelio no te ha dicho a qué has venido?
Jacinta.
Pienso, señor, que es muerto mi marido.
Rey.
¿En qué lo ves?
Jacinta.
En que casarme quieres.
Dueño y padre eres ;
tu gusto es la ley que adoro;
pero siendo casada, ¿ dasme a un moro ?
Rey.
No repliques.
Jacinta.
Señor, matarme puedes.
500
EL MAYORAZGO DUDOSO
Rey.
No lo mereces.
Aurelio.
Calla, porque heredes ;
que, vive Dios, el moro desdichado,
apenas sea casado,
cuando este brazo fuerte
en vez del reino le ha de dar la muerte. —
Luzmán y Albano vienen.
Rey.
Este ha sido,
y éste quiero que sea tu marido.
(Sale LuiMÁN y Albano.)
Luzmán.
Beso, señor, tus pies.
Rey.
Luzmán, hoy quiero
que seas mi heredero ;
y hoy has de ser cristiano
y te he de dar mujer.
Luzmán.
¿Qué es esto, Albano?
Rey.
Mi hija es ésta que hoy será tu esposa.
Luzmán.
¿Tu hija?
Rey.
Sí.
Rey.
Albano.
Jacinta.
Luzmán.
Luzmán.
Abrazadme, (i) Reina hermosa;
no porque lo he merecido,
mas porque os traigo un abrazo
de un preso; alargad el brazo,
no le tengáis encogido.
Mas ya que ha querido Dios
que tal Rey tenga por padre,
por Dios que tengo una madre
que es tan buena como vos.
Mirad que me dio Lisardo
hoy este abrazo que os diese.
¿Qué desdén, Jacinta, es ése?
¿ Por qué no hablo ? ¿ Qué aguardo ?
¿ Que abrazar me mande a un mo-
No sé en qué ley estoy; [ro?
(i) Así en el manuscrito. En el impreso: "Aho-
ra dadme", por errata.
sé que vuestra sangre soy
y qne vuestra ley adoro.
Cuando mi abrazo no os cuadre
por casada religiosa,
no me abracéis como esposa,
abrazadme como madre;
que de alguno lo habéis sido
que no es mejor que soy yo.
Albano. Porque le dice de no,
le dice cuanto ha sabido.
Jacinta. Moro amigo, no me afrentes;
que si tuve hijo fué
de mi marido, y yo sé
que en igualarle a ti mientes.
No porque de ti recelo
que tu A^alor no sea tal;
mas no tiene en tierra igual
el que ya goza del cielo.
Luzmán. Pluguiera a Dios le gozara;
mas mientras no goza a Dios,
justo es que goce de vos
y de vuestra hermosa cara.— ^
Fingid; cumplid con el Rey,
que os traigo un grande recado
de aquel preso.
Jacinta. ¿Habéisle hablado?
LuzM.ÁiN. Sí, por el Dios de tu ley;
que el Rey licencia me dio,
y pues tanto con él privo,
hoy te le pienso dar vivo
o no pienso vivir yo.
Téngole en lugar de padre;
abracémonos los dos,
que no casaré con vos
más que con mi propia madre.
« (Abrásanss.)
Jacinta. ¡ Oh, mozo que el cielo envía !,
¿cómo el alma no te he dado?
Aurelio. Ya los dos se han abrazado.
Armindo. ¿Esta es la que no quería?
¡No hay que fiar en mujer!
Jacinta. ¿ Qué tienes ? ¿ Qué he visto en ti,
que sólo en llegarte a mí
me he sentido enternecer?
Luzmán. ¿No os dije que yo tenía
sangre vuestra ?
Rey. ¿ Estás contenta,
Jacinta ?
Luzmán. , El alma revienta !
Jacinta. Tu voluntad es la mía.
Rey. Alto; las manos se den.
JORNADA TERCERA
501
LuzMÁN. Dámela, no tengas miedo.
Jacinta. Dóitela, si darla puedo.
LuzALÁN. Si puedo, la doy también.
Rey. Hoy quiero hacerte cristiano,
y esta noche desposarte;
mas primero, en esta parte,
oiga de agravios Albano.
Toma esa silla y decí
que entre cualquier agraviado.
Yo quiero estar a tu lado;
sentaos vosotros aquí.
{Siéntense los cuatro, y Sale Flora.)
Flora. Pues hoy hay sala de agravios
y justamente confío
en gobernador tan pío,
¿por qué se cierran mis labios?
Ya que vine a la ciudad,
hoy mi agravio se ha de ver.
Quiero entrar.
Armindo. ;No ves, mujer,
que está aquí Su Majestad?
Flora. Humillada a vuestros pies,
señor, propongo mi causa.
Albano. Di quien tus agravios causa.
LuzívLÁíN. Albano, tu mujer es.
Albano. Ya lo veo. — Di el suceso.
Flora. Señor, yo soy la mujer
de Albano.
Rey. ¿ Que vino a ser
cuando hoy se sentencia el preso?
Flor.\. Ausentóse mi marido
con tu nieto por guardalle,
sin que en su culpa se halle
que cómplice hubiese sido.
Hanme mi hacienda tomado,
juros, rentas, posesiones,
con falsas informaciones,
que aun mi dote me han quitado.
Ha gran tiempo que pleiteo
desde un monte y soledad,
y hoy que vengo a la ciudad
decir mi agravio deseo.
O me manda castigar,
o que mi hacienda me den,
que tengo hijos también
y no los puedo criar.
Albano. ¿Hijos tienes?
Flora. Seis o siete.
Albaxo. ¿Luego tú adúltera has sido
ausente de tu marido?
Flora. ¿Ouién en mi vida se mete?
Albano.
Flora.
^Albano.
Flora.
Albano.
Rey.
Albano.
Flora.
(Salen
Cardenio
Celio.
Cardenio.
Clávela.
Cardenio.
Albano.
Clávela.
Albano.
LuZMÁN.
Clávela. ■
Esto quiero averiguar.
Por moverte (i) lo decía;
que una sola que tenía
tú la has visto en mi lugar.
Eso sí, pesar del yugo,
que no se compra de balde ,
que aunque tienes padre alcalde,
si hay otro será verdugo.
¿Probarás' que buena has sido?
¡ Oféndesme a buena ley !
Digo delante del Rey
que de ti me he resistido ;
que anteayer me prometías
darme de esposo la mano,
porque olvidase mi Albano
o porque amor me tenías;
y aunque (2) eras gobernador
te traté como a un esclavo.
Si te vengas, poco alabo
la fama de tu valor.
Su honor defiende ; bien hace.
Yo huelgo de ser culpado.
Retírate a aqueste lado
por un rato.
Que me place.
Celio, Cardenio y Clavel.^, pastores.)
Digo que lo juraré,
sin ser perjuro o blasfemo.
Y yo. ¿ Pensáis que al Rey temo ?
Por Dios, que una ve le hablé.
Todos dirán que era suyo.
Mueve, Clávela, los labios;
aunque si es sala de agravios,
me pienso quejar del tuyo.
No le digas disparates,
Cardenio, en esta ocasión,
que de villana afición
no es bien ante el Rey le trates.
Llegad y humillaos.
Xo creas
que tan rústico nací.
¿Qué quieres, mujer aquí?
Señor, que mi padre seas.
(No dice mal, yo lo soy.)
Albano, tu hija es.
Cree, pues vengo a tus pie»,
(i) En el original impreso: "no verte", por erra-
ta. En el manuscrito está bien.
(2) En el original impreso : "porque", por errata.
En el manuscrito, bien.
502
EL MAYORAZGO DUDOSO
Albaxo.
Clávela.
LUZMÁN.
Clávela.
Rey.
Clávela.
Rey.
LUZMÁN.
Rey.
Clávela
Rey.
Clávela.
Rey.
Clávela.
Rey.
Clávela.
Rey.
Clávela.
Albano.
Clávela.
Rey.
Clávela.
LuZMÁN.
Clávela.
Rey.
Clávela.
Rey.
señor, que agraviada estoy.
Di tu agraAao y contra quién.
Contra Luzmán, que está aquí.
¿Agraviada estás de mí?
Y de tu agravio también.
Y así, al Rey mi señor pido
que aqueste agravio deshaga.
¿Qué pides?
Señor, la paga
déste, que mi esclavo ha sido.
Aquí los testigos traigo
que lo cautivaron.
Bueno.
Y si yo he sido ajeno,
Clávela, ¿en qué culpa caigo?
Confieso que tuyo soy.
Eso no; Luzmán es mío.
Que satisfaréis confío,
Rey, mi agravio.
Vivo estoy.
Mas, ¿cómo ha de ser tu esclavo
hombre que ha de ser tu Rey?
Porque lo fué.
¡ Gentil ley !
i Este atrevimiento alabo !
Mas, supuesto que ya es mío.
¿cuánto te he de dar por él?
A él mismo.
¿Pues cómo a él?
Porque cobrarle confío.
¿ Cómo ?
Delante de Albano,
no siendo tan poderoso,
prometió de ser mi esposo
luego que fuese cristiano.
Diga si verdad ha sido.
Yo no lo puedo negar.
¡O no se ha de bautizar,
o él ha de ser mi marido !
¡ Sacad esa loca allá !
¡ Buen desagravio me hacéis !
¡ Paso, paso, no la echéis !
Verdad dice; cuerda está.
i Qué bien agravios deshacen !
¡Qué mujer tan descompuesta!
¿ Sala de agravios es ésta ?
¡ Bien dicen que agravios hacen!
Pero si amor me ha ofendido,
y es dios, como sabéis vos,
de los agravios de un dios
a un Rey desagravios pido.
¿Quién es aquesta mujer?
Albano. Hija es, señor, de Albano.
Clávela. No has hecho como cristiano ;
aún moro debes de ser.
Pero si el Rey te ha forzado,
cásate; que yo, perjuro,
de no lo hacer jamás juro:
hoy me has muerto, hoy te he ente-
Viuda quedo de ti. [rrado.
Luzmán. Clávela, calla, mi bien.
Clávela. ¿Tu bien?
Luzmán. Y esposa también.
(Salen Aurelio y el Príncipe Lisardo en prisiones.)
Aurelio.
Lisardo.
Jacinta.
Luzmán.
Rey.
Jacinta.
Rey.
Lisardo.
Aurelio.
Lisardo.
Aurelio.
Lisardo.
Jacinta.
Lisardo.
El Príncipe viene aquí.
Aunque a ver mi muerte vengo,
me vengo a echar a tus pies.
Este es mi bien, Luzmán.
Y es,
señora, un padre que tengo.
Levántate de la tierra,
que hoy comienza tu castigo,
y con tu padre enemigo
cesa la causa y la guerra. —
Leed, Albano, ese papel
que os di escrito.
¿Que te ven
mis ojos?
Lee también
la sentencia que va en él.
¿Quién es, Aurelio, la dama
que mereció asiento aquí?
Tu mujer será.
¡ Ay de mí !
¿Mi mujer, y prisión llama?
¿ Y para qué la han traído ?
Para que escuche tu muerte.
Si he tardado en conocerte,
mi bien, disculpa he tenido.
Que porque en prisión cruel
veinte años la luz no vi,
del cielo desconocí
aquí los ángeles del.
¡ Ay, desdichado Lisardo,
visto en tan triste ocasión,
viejo sales de prisión
y entraste mozo y gallardo !
Monte que sufriendo ha estado
mil agravios casi eternos,
pasando tantos inviernos,
¿qué mucho que esté nevado?
Ya que verte merecí,
¿qué tarda en venir la muerte?
JORNADA TERCERA
50Í
Rey. Lee.
Alb.vxo. Dice de esta suerte.
Rey. Cuanto escribí y firmé di.
Alb.^xo. "Yo, Evandro, rey de Alemania,
sentencio a Lisardo aleve
por la traición cometida,
que ahora callar conviene,
a que salga desterrado
de mis reinos para siempre."
No pases más adelante.
¿ Cómo es posible que fuese
aleve ? ; Miente el papel,
y el que lo dijere miente!
¿ Que es esto, Luzmán ? ¿ Qué dices ?
¿Tú sabes lo que defiendes?
Rey, no menos que a mi padre,
y a mi madre juntamente.
¿Quién es mi hijo?
Yo soy.
i Dame esos brazos mil veces !
Diga la verdad de todo
Albano, que está presente.
¿Qué Albano?
Yo soy, señor,
el que en estos brazos fieles
lo llevé, huyendo de ti,
viendo tu furia inclemente.
Cautiváronme con él
y gócele tiempo breve,
porque al Turco le llevaron,
donde siempre estuvo ausente.
Cuando pude le he traído;
mira si es bien que me premies.
Rey. Albano, tuyo es mi reino
como abrazar me le dejes.
Flora. ¡ Albano mío !
Albaxo. ¡ ]^Ii Flora !
Clávela. ¡ Padre mío !
Albano. ¡Hija Clávela:
Luzmán.
Rey.
Luzíl'\n.
Jacinta.
Luzmán.
Jacint.\.
Luzalín.
Rey.
Albano.
Lisardo. Cielos, ¿llegaré? ¿Hablaréla?
Dadme esos brazos, señora.
Jacinta. ¿Era, esposo, tiempo ya
de vernos ?
Lisardo. ¿Quién no quisiera?
Rey. ¡ Toda mi cólera fiera
vuelta en gusto y gloria está !
¿Que eres mi nieto, Luzmán ?-
Lisardo, dame esos brazos.
Lisardo. ¡ Bien merezco tus abrazos,
que envueltos en llanto van !
Alsano. Dadme vuestros pies, señor.
Rey. ¡ Oh, Albano !, ¿ con qué podré
pagar tu lealtad y fe?
Tuyo es mi reino en rigor.
Lisardo. ¡ Bien, Albano. habéis guardado
la joya que os di !
Albano. Mi celo
ha favorecida el cido,
no he puesto mal el cuidado. —
Vos, señora, que en mis manos
le paristeis, ¿no me habláis?
Jacinta. Albano, hoy eternizáis
el nombre de los Albanos.—
Y vosotros sed servidos
que juntos vivan los dos,
pues que fuesen quiso Dios
en una noche nacidos.
Rey. Doy a Luzmán a Clávela,
con mi reino.
Luzmán. Esta es mi mano.
Clávela. Yo tuya en siendo cristiano.
Luzmán. ¡ Harto el serlo me desvela !
De tu esclavo soy tu esposo.
Clávela. Yo tu esposa de tu esclava.
Luzmán. Y aquí, senado, se acaba
El mayorazgo dudoso.
Fin.
COMEDIA FAMOSA
DE
EL MEJOR MAESTRO EL TIEMPO
DE
LOPE DE VEGA CARPIÓ
HABLAN EN ELLA LAS PERSONAS SIGUIENTES!
El RiEY.
Lidio y Nisida.
ROSIMUNDO.
Otón, príncipe.
Enrique, criado.
Eufrasia.
Camilo, loco.
FlNARDO.
LlSENO.
Severo 3^ un Criado.
Clávela y Fabia.
Un i Alcalde.
TuRÍN, lacayo.
Basilio, viejo.
Un M.\YORDOMo.
Dos Pobres-
El Duque.
Alejandro, su hija.
ACTO PRIMERO
(Salen el Rey y Lidio.)
Rey.
¿Que es tan inquieto el Príncipe?
Lidio.
En extremo.
Tiene el ánimo libre y codicioso
de ser al bien y al mal único extremo.
Rey.
Solícito me tiene y cuioadoso.
Lo mismo, Lidio, de su hermana temo;
que mal convienen con su rostro hermoso
las señales del alma y las acciones,
pues apenas me agradan las razones.
Lidio.
Injustamente de la Infanta formas
quejas, señor, sabiendo su cordura,
su valor, su nobleza.
Rey.
Mal conformas
el alma, oculta a la exterior pintura.
Lidio.
De alguna envidia de los dos te informas,
pues el real decoro y compostura
no le ofenden altivos movimientos,
que no se han de humillar los pensamientos.
Rey.
Bien, sé que de los límites no excede
Eufrasia opuestos al real decoro ;
mas competir una arrogancia puede
con el celeste y derribado coro.
Quiero casarla, y que en descanso quede ;
prométole mil montes de tesoro,
y a cuanto intento respondiendo sale
que no tiene en la tierra quien le iguale.
¿Pues qué diré del Príncipe* su hermano?
En mala estrella e influencia fiera
los engendré, los enseñé y en vano
mi cuidado en domarlos persevera.
Si ahora en esta edad Séneca hispano
viviera, por maestro se le diera
a Otón ; mas temo. Lidio, que imitara
a Ñero, y que sus venas desangrara.
Pues si pudiera dalle a Armante, a Aspasia„
a Carmenta latina, a la Sibila
más santa y sabia, a la princesa Eufrasia,,
que cuanto mis consejos aniquila
peregrinara a Europa, a toda el Asia,
y adonde Mirra lágrimas destila,
y le diera maestro en cuyas alas
venciera al tiempo y en laurel a Palas.
¿Qué haré, Lidio, con hijos tan extraños?
Lidio.
No pensar que lo son, tan riguroso.
Rey.
El alma nunca avisa con engaños.-
ACTO PRIMERO
505
Lidio.
Efectos son de un padre cuidadoso.
Rey. .
Su término amenaza graves daños.
Lidio.
Amor tiene tu pecho temeroso.
Rey.
¿Qué ruido es aquél?
Lidio.
La voz parece
de tu sobrina.
Rey.
El alboroto crece.
.{Sale NisiDA, alborotada.) ,
NisiDA. Si no tomara venganza
desta loca sin razón,
a quien esta obligación "
por tantas partes alcanza,
no he de perder la esperanza,
que puesto que soy mujer
tan fuerte, la pienso hacer
que por memoria se escriba,
que una mujer vengativa
puede el mundo revolver.
Rey. ¿Qué es eso, Nisida?
NisiD.^. Nada ;
3'a lo que era se acabó.
Rey. ¿ Lágrimas en ti ?
NisiDA. i Soy yo
piedra o mujer desdichada?
Mas, i si yo ciñera espada...!
Rey. Sobrina, aquí está la mía.
NisiDA. Yo la buscaré algún día.
Rey. ¿Con quién has tenido enojos?
NisiDA. Con el alma de tus ojos,
que sacártelos quería.
Rey. Ven, Lidio, sabré lo que es,
que Eufrasia la habrá enojado.
Lidio. ¿ Pues eso te *da cuidado ?
Wanse.)
NisiDA. Allá lo verás después.
i Si no te viera a mis pies,
loca Eufrasia... !
(.Sale ROSIMUNDO.)
RosiMUN. ¿ Qué es aquesto ?
NisiDA. ¿Tú eres mi hermano?
RosiMUN. ¿Tan presto
soy culpado de tu agravio?
NisiDA. Pensé que en moviendo el labio
te viera a mi honor dispuesto.
Rosimundo, estos villanos,
si lo son, hijos del Rey,
no quieren guardar la ley
ni de reyes ni de hermanos.
Son nuestros primos hermanos,
que su padre es nuestro tío ;
mas ni el grande señorío
ni el deudo ha de dar lugar
a que te puedan quitar
a ti tu honor ni a mí el mío.
Yo y Eufrasia en el jardín
hablábamos de Clenardo,
por sí mismo más gallardo
que por ser francés Delfín.
Mostréle el retrato al fin,
y dijele que tenía
esperanzas que sería
su esposa; pero, envidiosa,
me dijo: "Otra más hermosa
para Clenardo se cría."
"Más hermosa — dije yo —
puede ser, sí estriba en eso
la gloria deste suceso;
pero más dichosa, no."
Algo entonces le pesó,
y dijo : "A mí me han propuesto
a Clenardo, y me he dispuesto,
Nisida, a no le querer;
pero tú no eres mujer
que mereces hablar desto."
Yo dije:- "Si son hermanos
tu padre, Eufrasia, y el mío,
¿No miras que es desvarío
y esos pensamientos vanos?
Tener el cetro en las manos
fué porque nació primero,
que en razón de tí no quiero
decir si te soy igual;
pero si no juzgas mal,
ya sabes que te prefiero."
Respondió con . inquietud :
"Es notoria mi ventaja,
porque no hay mujer tan baja
que no te exceda en virtud.
^ Tu vana solicitud
con que ruegas a los hombres
te engaña con altos nombres;
pero yo te haré casar
506
EL MEJOR MAESTRO EL TIEMPO
con quien te lleve al lugar
que de nombralle te asombres. Enrique.
Cuanto a lo primero — 'dije — ,
mientes; cuanto a lo segundo,
tú serás ejemplo al mundo
de la envidia que te aflige, Otón.
porque yo de quien le rige Rosimun.
seré igual en tierra extraña."
Y ella, tomando ima caña
de la pared de un jazmín,
hizo testigo al jardín
de su infame y loca hazaña. Enrique.
EosiMUN. Xo prosigas. ¡ Vive el Cielo Rosimun.
que hoy ha de ser aquel día Enrique.
que de mi justa osadía Rosimun.
él se admire y tiemble el suelo !
Tú conocerás mi celo,
ella su arrogancia loca;
su padre a lo que provoca Otón.
un desprecio ; el vil hermano, Rosimun.
que con la espada en la mano
cobro el honor que me toca.
Ya, como sabes, tenía
mil persuasiones de todos Otón.
a quien por tan varios modos
Otón ofensas hacía.
Por mi lealtad no quería Rosimun.
acetar esta corona ;
pero ya que en tu persona Otón,
Eufrasia ha puesto las manos, Rosimun.
la fuerza de ser tiranos
el agravio nos perdona.
NisiDA. Echarme quiero a tus pies.
Rosimun. Vete, Nísida, que viene
el Príncipe.
NisiDA. Aquí conviene
que satisfacción le des.
(Vcsc.)
Rosimun. Cuando más segura estés
verás que pueden los labios
■la fuerza de los agravios
y en un pariente un desprecio,
que al más ignorante y necio
sacan el alma a los labios.
(Salen Otón y Enrique, criado.)
Otón. ¡ Qué graciosci atrevimiento !
¿A mi hermana una mujer '
que en su bajo proceder
muestra su merecimiento ?
i Que no fuese espada siento
la caña con que le dio !
Para ser mujer bastó
la satisfacción que intenta;
y aun en hombre es más afrenta,
aunque a Nisida afrentó.
Esa afrenta no es afrenta.
Con esos consejos vanos,
Enrico, en primos hermanos
la paz la lisonja aumenta;
mas ya corre por mi cuenta
la Siatisfacción que aguardo.
Repara y mira Ricardo...
¿Qué ha de mirar quien tal vio?
Que es hija del Rey.
Y yo,
¿ soy, por ventura, bastardo ?
Cañas ni afrentas son buenas
donde hay sangre y amistad.
¿Tú hablas?
¿Es deslealtad,
o son mis prendas ajenas?
¿Esa sangre de tus venas
no es la misma de las mías?
Primo, locas osadías
sufriránse de mujeres;
de hombres no.
¿Pues tú qué eres,
que tan altas alas crías?
Tu señor.
¡ Brava arrogancia !
Mi primo, sí; no, señor,
que en una sangre es error
poner tan loca distancia.
Una misma consonancia
hacen juntas y un acento
las cuerdas de un instrumento,
aunque por grados están,
que sola, a ninguna dan,
por sola, merecimiento.
A persona que es tu igual
no trates desa manera,
ni porque sea tercera
del bordón cetro real.
¿Tu prima es tan desigual?
¿La prima que ser pudiera
mejor que prima primera?
Y tú, que el bordón requintas,
me haces son cuando te pintas
alto de tono en tu esfera.
Mira que disuenas ya
deste real instrumento,
y que el reino descontento
ACTO PRIMERO
507
desa tu arrogancia está.
Trata bien a quien te da
el honor y la obediencia,
que una ofendida paciencia
y un desprecio por buen trato
a cur.lquicra desacato
se suele tomar licencia.
O lo;;. ¿Hay desvergüenza como ésta?
¡ Matarle tengo !
RosiMUN. Retire
pasos porque al fin te miro
la corona medio puesta.
Otúx. i Huye !
RosiMux. ¡Eso no ! Y en respuesta,
si me aprietas, do-y la espada.
Otón". ¡ Mátale, Enrico !
RosiMUK. Tu airada
furia a defender me obliga.
Enrique. ¡ Traidor !
RosiMUN. ¡ Miente el que lo diga,
que la de Frisa es honrada !
(Sale EuFRASi.^, alborotada, y vanse acuchillando
los dos.)
Eufrasia. ¿ Aquí espadas ?
Otón. ¿ Por qué no ?
Eufrasia. ¿Tú la desnudaste?
Otóx. Sí.
Eufrasia. ¿Tú? ¿Por quién?
Otón. Por ti.
Eufrasi.\. ¿Por mí?
Otón. Rosimundo me ofendió.
Eufrasia. ¿Matástele?
Otón. ¡ Bien quisiera !
Eufrasia. ¿ Huyó ?
Otón. Enrico fué tras él.
Eufrasia. ¿ Qué causa te dio ?
Otón. ¡ Cruel !
Eufrasia. ¡ Qué brava arrogancia !
Otón. ¡ Fiera !
Eufrasia. ¿Volvió por su hermiana?
Otón. " Sí.
Eufrasia. ¿Qué dijo de mí?
Otón. , Su agravio.
(Sale el Rey y Lidio.)
I- 1 DIO. Aquí te quiero ver sabio.
Rey. Parece imposible aquí. —
¿Adonde vas con la desnuda espada,
soberbio Otón ? ¿ Intentas, por ventura,
ceñir tu acero con mi sangre helada?
¿Qué es lo que agora tu rigor procura?
¿ Oféndete la nieve destas canas,
que apenas de tu fuego está segura?
¿Prosigues las historias inhumanas
de muchos, óe sus padres ipatricidas,
por reinos viles y coronas vanas?
Pues no serán tus manos resistidas
de mi flaco poder: aquí me tienes,
si de la natural piedad te olvidas.
Y tú, cruel, que a acompañarle vienes,
¿adonde va,s tan bárbara, tan loca,
que con ningún respeto te detienes?
¿Qué furia a ser aleve te provoca
contra el principio de tu misma vida,
principio ya en el fin, por ser tan loca?
Llega a ser, como Sila, patricida;
pon las manos en mí : desnudo muestro
el noble pecho a la traidora herida.
¡ Mal haya, Otón y Eufrasia, el vil maestro
que tuvistes los dos, pues sólo ha sido
quien tiene culpa en el delito vuestro !
Si os hubiera enseñado y advertido,
no fuérades soberbios y arrogantes.
¡ Ah, vil maestro, infame y mal nacido !
Otón.
¿ No fuera bien que te informaras antes,
señor, que nos trataras desa suerte
y dijeras palabras semejantes?
¿Nosotros procurar tu injusta muerte,
nacidos de tu vida? ¿Es Lidio acaso
quien quim.eras tan bárbaras te advierte?
¿De qué imaginas tan extraño caso?
¿ De ver desnudo el inocente -acero,
pues que tú propio le saliste al paso?
Eufrasia.
¿Y yo qué culpa tengo, si primero
que aquí llegase desnudó la espada?
Más qué acción de traición de caballero
culpa tu edad, si de vivir cansada,
vive de las que miras sospechosa
y de su misma vida fatigada.
Lidio.
Quien dijere que he dicho alguna cosa
contra los dos, yo haré que se desdiga.
Otón.
Deten, Lidio, la lengua mentirosa;
que si la fuerza del agravio obliga
a perder el respeto y la paciencia,
cortada haré a tu lengua que lo diga.
Rey.
i Bárbaro, vil, villano! ¿En mi presencia? —
508
EL MEJOR MAESTRO EL TIEMPO
¡ Préndele, Lidio ! — ¡ Ah, guarda !
Otón.
¡ Llegue alguno !
Eufrasia.
Cuando hay razón, es justa resistencia;
no permitas, Otón, llegar ninguno.
{Vansc Otón y Eufrasia.)
Rey.
i Soberbia Eufrasia, espera !
Lidio.
No es ahora
tiempo a tus pretensiones oportuno.
Rey.
¿Cuándo no fué de la traición aurora
la libertad?
Lidio
A- declarar se empieza.
Rey.
¡ Quien mal comienza, tristes fines llora !
Maestra' suele ser naturaleza;
de reyes se la di.
(Sale Enrique.)
Enrique.
Ya Rosimundo
se huyó, con una herida en la cabeza.
Rey.
¿Qué es eso, Enrique?
Enrique.
Así de todo el mundo
te veas Rey, que al Príncipe perdones.
Rey.
¿Qué le decías al Nerón segundo?
Enrique.
Sin reparar en ti, dije razones
que pudiera excusar ; ciego he venido,
tanto suelen cegar las ocasiones.
Rey.
¿A Rosimundo mi sobrino ha herido?
Enrique.
Con él se descompuso ; todo es nada.
Rey.
La causa de las armas he sabido,
pero no la ocasión.
Enrique.
Sacar la espada
su primo contra Otón ; no fué muy poca.
Rey.
Y la tuya en herirle, ¿no es culpada? —
Ponle en prisión.
Enrique.
¿Hacer lo que me toca
en favor de tu hijo fué delito?
Rey.
¡ Llevalde !
Enrique.
Advierte, ¡oh, Rey!...
Rey.
¡ Calla la boca t
(Llévanle.)
Si tantas libertades os permito,
¿ de qué me sirve el nombre ?
(Hacen ruido dentro.')
Lidio
El alboroto
suena por la ciudad.
Rey.
i Siento infinito
el no le haber con estas manos roto
el pecho a Otón ! Será prendelle justo.
Lidio
Prendelle y castigalle de mí voto.
Rey.
Culpo al maestro, culpo al viejo Augusto,
que tan mal Je enseñó.
Lidio
Fué Otón ingrato
a su doctrina, por seguir su gusto.
Rey.
Pues y seré juez como Torcato-
(Sale Camilo, loco.)
Camilo. Ruin sea quien me picare
ni me diere en el pescuezo.
Pajes de Poncio Pilato,
moscones de los infiernos.
¡ Valga el Diablo vuestras madres^
que sospecho que os parieron
para aguijonar mis carnes
con agujas en los dedos!
ACTO PRIMERO
509
Y vos, que dais de comer
a tantos lechuzos nuevos,
¿sois cuba, que sustentáis
unos mosquitos como éstos?
Haced, así Dios os guarde,
una ley justa, un decreto,
que nadie pueda picar
prójimos más que a si mesmos.
Hablan las leyes del mundo
del que mata con aceros,
del que hiere o da de palos
o asienta los mandamientos,
y no habla del que pica,
siendo el delito más fiero
que se puede cometer.
Rev. ¡Estoy triste!
Camilo. Sois un necio,
y os diré cómo lo sois,
y que es justo que en los textos,
párrafos y distinciones,
de que están los libros llenos,
haya ley contra el picar.
Rey. Siempre te he visto discreto,
Camilo, si no es agora.
Déjame, que estoy suspenso.
C.\MiLO. Pues no lo estéis si sois Rey,
sino m.uy vivo y despierto,
que es menester que escuchéis
a los sabios y a los necios :
a los sabios para dalles
gloria por obedeceros,
y a los necios pena eterna
porque no os obedecieron.
Y esto, aunque sea de Dios,
no os parezca desconcierto,
que el Rey es Dios en la tierra:
mirad vos si sabéis serlo.
Volviendo a lo del picar,
oídme un discurso nuevo;
así Dios, que os hizo Rey,
os haga bueno.
Rey. Di presto.
Camilo. Juegan dos, pícase el uno,
juega el vestido y el cuello;
pícase más, va a su casa
y descuelga cuanto hay dentro,
desnuda a su mujer misma,
que hay muchas Evas del juego,
cuyos maridos, Adanes,
andan por su culpa en cueros.
¿Ves como es malo el picarse?
Pues advertir que sin esto
Rey.
Camilo.
Rey.
Camilo.
suelen dos grandes amigos,
tal vez hermanos y deudos,
porfiar sobre una cosa
que apenas monta un cabello,
y porque el uno quería
picarse de más discreto
y tener en poco al otro,
picarse de sólo aquesto,
y perderse el amistad,
y aun sacarse los aceros
y darse mil cuchilladas ;
luego el picarse no es bueno.
Sirve un hombre a una mujer,
hácele favor de presto,
que tardarse es a lo antiguo
3' rendirse a lo moderno.
Vive en esta posesión,
pacífico y sin recelo,
dos meses, sin gastar nada,
ni en la casa ni en el lienzo.
Enfádase doña Gazmia,
llega el bizarro extranjero,
dale ventana, y el paje
entra con platos cubiertos.
Pícase el otro, y furioso
entra aquella noche, haciendo
con la espada y el broquel
mil jerigonzas de celos ;
y para que deje al otro
paga de la casa el tercio,
saca el corte de Milán,
el cambray y el terciopelo,
y el que comenzó en listones,
en chapín de cuatro dedos,
acaba por pasamanos
de mil costosos manteos.
¿Veis como es malo el picar?
¿Pareceos que es buen consejo
la ley de "no picarás
en verano ni en invierno" ?
Nunca más loco te he visto,
pues muchas A'eces te quiero
cuando estoy alegre, y tú
eres piedra en el silencio;
y agora que me ves triste
vienes, muy libre y parlero,
a hablarme desenfrenado.
Pues oídme un breve cuento ;
así Dios, que os hizo Rey,
os haga bueno.
Di presto.
Topó un hidalgo en la calle,
510
EL MEJOR MAESTRO EL TIEMPO
Lidio.
Camilo.
Rey.
Camilo.
Rey.
'Camilo.
Reí
Camilo.
Rey.
Camilo.
Rey.
Camilo.
Rey.
'Camilo.
cara a cara, con un ciego;
rompiéronse las narices,
y díjole el caballero:
"¿No miraréis como vais?"
Respondió el ciego riñendo :
"Vos sois el que lo ha de ver,
que yo soy ciego y no puedo."
Aplico ahora: Vos sois
el caballero suspenso,
yo el ciego; si nos topamos
en tristezas o contentos,
pues Dios os ha dado vista,
llegaos cuando yo estoy cuerdo,
desviaos cuando estoy loco.
i Bien ha dicho !
¿Es bueno el cuento!
Pero, decid: ¿con quién es
la pesadumbre, buen viejo?
Con mis hijos es, Camilo.
Son bellacos por extremo.
Harto a los maestros culpo,
que no les dieron consejo,
y aunque sea de tanta edad,
de nuevo dárselos quiero:
determino desde hoy
que entre romanos y griegos
un filósofo me busquen.
Eso para árboles nuevos,
porque doblar troncos duros
por imposible lo tengo.
Pero si queréis, buen Rey,
vm remedio, yo me ofrezco
a darle tal que os agrade.
Suelen acertar a tiento.
Lidio, mil veces los locos. —
Di, a ver.
Mientras que revuelvo
los libros, sacad un cuarto,
que no se dan sin dineros
en casa de los letrados
consejos malos ni buenos.
Toma.
Mostrad. ¿Vos queréis
que os diga el mejor maestro?
Por eso te pago.
Oíd:
el mejor maestro, el tiempo.
¿ El tiempo ?
¿Pues qué pensáis?
Revolved esos imperios,
esos anales antiguos,
veréis en re3'es y reinos
Rey.
Camilo.
que lo que el tiempo ha enseñado
eso es verdad, eso es cierto ;
y lo que enseñaron otros
es locura y desconcierto.
Cuando el mancebo brioso
ve que se le pasa el tiempo,
aprende a guardar su casa,
a honrarse y a tener sesu.
Cuando la soberbia dama
mira los surcos que ha hecha
con su arado el tiempo libre
en su rostro hermoso y bello,
y ve trocados en plata
los doblones del cabello,
muda su bizarro traje,
amaina los pensamientos.
Cuando el otro, descortés,
considera que por serlo
es malquisto de los hombres
;/ le aborrecen por ello,
no rodea las mercedes
ni es manco de su sombrero,
porque el tiempo le ha enseñado
los daños y los provechos.
Cuando el otro, presumido
de valiente y de soberbio,
ve que la sierra blanquea
a puro pasar inviernos,
trata de humildad, y pone
a sus libertades freno,
porque el tiempo es más valiente
que Césares y Pompeyos.
Pero, ¿para qué te canso?
¿Qué más evidente ejemplo
que un potro o un fuerte caballo,
sujeto al bocado y freno?
Ponen a un coche im frisón,
tirará coces al cielo,
y al cabo de pocos días
tira, humillado y sujeto.
Si para tus hijos. Rey,
no hallas remedio, el maestro
es el tiempo, al tiempo "aguarda,,
que el mejor maestro, el tiempo.
Oye, aguarda.
No sé más.
Esto digo, esto te advierto :
para lo que el tiempo sabe,
Aristóteles es necio
y Platón es mentecato,
que el mejor maestro, el tiempo^
{Vasc.)
ACTO PRIMERO
511
Rey. Lidio, aunque es loco Camilo,
me -ha dado un grande remedio.
Lidio. Sí, pero ag"uarda^rle es cosa
de que en extremo me ofendo ;
que si el tiempo ha de curar
a Otón y a Eufrasia, sospecho
que será el remedio tarde.
Rey. Ahora bien ; al tiempo espero ;
que éste, aunque lo(;o, ha estudiado;
y si de historias me acuerdo,
no dudes que es en el mundo
el mejor maestro el tiempo.
(Vaitse, y salen LisExo, Severo 3' Fixardo, caballe-
ros.)
FiNARDO. No toma resolución,
y mientras no se resuelve,
da a entender que atibas se vuelve
de su justa pretensión.
LisENO. Otón, su primo, es malquisto;
él es amado en extremo ;
que pierda la ocasión temo,
cuyos cabellos ha visto.
Que si aguarda, , podrá ser
que para su daño sea.
Severo. Reinar pienso que desea,
mas no lo ' sabe emprender.
Con ser cierta la vitoria,
¿cómo no le persuades?
Porque en las dificultades
está, Finardo, la gloria.
Los que reinar pretendieron
raros ejemplos dejaron
de las cosas que intentaron,
de las hazañas que hicieron.
Nunca mucho costó poco.
Finardo. Yo sé que está prevenido,
mas también hubiera sido
reinar pensamiento loco,
no habiendo mirado bien
las comunes voluntades.
Severo. Esta y las demás ciudades,
las islas del mar también,
están a su devoción;
y no porque !o atribuyo,
Finardo, a tanto amor suyo
como aborrecer a Otón;
porque ya su libertad
y arrogancia son de suerte,
que han intentado su muerte.
(Sale RosiMUNDO, herido.)
RosiMUN. No hav en el inundo amistad —
Severo.
An.
LlSENO.
¡ Oh, gallardos caballeros,
de mi pretensión testigos,
pues sois mis deudos y amigos,
sacad los blancos aceros !
Vengad agravios de Otón
si noble sangre tenéis,
de la que corriendo veis
de la frente al corazón.
Que ésta os incita de suerte
que os da voces por mi boca
para intentar lo que os toca,
hasta procurar su muerte.
Este, amigos, es el día
que tenemos deseado ;
ya la ocasión ha llegado
que tan justamente es mía.
Yo no quiero para mí
más que sola la venganza :
si ésta la corona alcanza,
rey de mi venganza fui.
Repartir entre los tres
lo que el peligro mereqe,
que esta sangre se os ofrece
hasta bañar vuestros pies.
Ahora, corriendo, os mueva:
mirad.
No prosigas más,
porque dilatando estás
de tu fortuna la prueba.
Tu. herida le ha de quitar
a Otón la corona incierta,
porque ha sido abrirte puerta
por donde entres a reinar.
Cuando a Alejandro le ató
aquel soldado la herida,
fué la señal conocida
de que su imperio heredó.
Así la tuya has de ver;
levanta la heroica espada,
que si la ha de ver curaaa,
con la corona ha de ser. —
Ea, amigos, ¡ guerra, guerra,,
mueran Otón y Medoro,
que con un laurel de oro
cualquiera herida se cierra !
Y yo sé que ha óe seguirte
toda la ciudad.
Sin duda,
no habrá noble que no acuda
con las armas a servirte.
No te detengas, señor,
acomete así, sangriento,
512
EL MEJOR MAESTRO EL TIEMPO
que es astuto pensamiento
para mover a dolor.
An. Así dicen que Zopiro
movió gente contra Dario.
Severo. Acomete a tu contrario,
que tan siii defensa miro;
no le dejes prevenir.
RosiMUN. Pues en esa confianza,
doy principio a mi venganza:
voy a«reinar o morir.
Este ha de ser mi blasón :
César o nada.
Severo. Xo creas
que menos que César seas.
Todos. ¡ Otón muera ! ¡ Muera Otón !
(Fansc.)
(Salen Otón y Eufrasi.\.)
Otón.
A tanto sujetar los verdes años,
a tanto sujetar la edad florida,
que corre con el tiempo velozmente.
Quien tanto a la primera fortaleza
la rienda tira, ¿cómo no imagina
que se suele torcer y adelgazarse,
y mucho adelgazar para en quebrarse?
¿ Prendernje a mí por cosas que pudiera
premiarme, injustamente? El padre mío
no debe de saber que el albedrío
no le sujeta el cielo, aunque pudiera;
y él quiere poder más que el mismo cielo.
¡ Qué br^vo error ! ¡ Oh, vicio en hombres vie-
Creer, reñir 3- prevenir consejos! [jos!
{Dan voces dentro.)
Eufrasia.
¿ Qué voces son, hermano, las que ahora
discurren la ciudad?
Otón.
La prisión mía,
que debe de tomar con el disgusto
que el amor de su Príncipe les mueve.
Eufrasia.
¿Pues cómo dicen "¡Armas, guerra, guerra!"?
Otóx.
Venme preso, [y] libertarme esperan.
Eufrasia.
Tanta gente se mueve, y toda armada,
-a causa tan dudosa, que ^no importa.
I (Sale el Rey diciendo desde dentro.)
Rey.
¡ Ah, de mi guarda ! ¡ Ah, gente ! ¡ Ah, Lidio,
[Enrice !
¿Qué alboroto es aqueste? ¿Son mis hijos?
Otón.
No son tus hijos. ¿Qué es lo que imaginas?
Eufrasia. ■
¡ Qué siempre estás pensando en nuestro agra-
[vio !
Rey.
¿Es mucho imaginar de la arrogancia
con que vivís, que es disparate vuestro?
¿No escucháis cómo dicen: "¡Armas! ¡ Mue-
[ral»?
{Sde un Criado alborotado.)
Criado.
Señor, a las mudanzas de fortuna
quiere añadir el tiempo un grande ejemplo,
como si no bastasen los pasados.
Procura huir donde escapar la vida,
que con todos los nobles de tu reino,
a quien sigue la plebe, codiciosa
de la mudanza siempre, viene armado
el fiero Rosimundo, tu sobrino.
¿No escucháis cómo dicen: "¡Otón muera!"?
Si aguardas a que llegue, con la vida
el reino perderás.
Rey.
¡ Vengó la herida ! —
¿ \^es, arrogante Otón, a lo que vengo
por tus agravios?
Otón.
Si vengarte quieres,
padre, de las ofensas recibidas,
yo me echaré con las armas a la muerte,
como otro Curcio, en las ardientes llamas.
Rey.
Detente, que soy padre ; vuelve y mira,
que con la vida vengarás tu agravio
y cobrarás, Otón, lo que perdiste. —
Prevén, Lidio, una barca que nos lleve
a la primera nave desa playa;
saldremos por la puerta que deciende
al mar, entre sus peñas escondida.
Lidio
Yo voy.
Otón.
¡ Oh, padre amado, no te espantes
ACTO PRIMERO
513
de ver el rostro airado a la fortuna,
<iuc espero en Dios que vuelva favorable !
Rey.
¡ Ah, tiempo ; ahora, aunque con daño nuestro,
veré cómo eres el mejor maestro!
Dentro.
j Muera Otón ! ¡ Otón muera !
Otón.
Ya se acercan, ¿qué esperamos?
No ha}' que aguardar, por esa puerta vamos.
{Vatt^e.)
^Salen Clávela, y Fabia, criada, ;.■ Basilio, viejo.)
Clávela. ¿Está la banda bordada?
Fabia. Hoy, señora, se acabó.
La cifra no entiendo yo,
que de amor no entiendo nada.
Basilio la ha cifrado,
él te dirá lo que siente.
Nunca entre ignorante gente
habla a su gusto un letrado. .
¿Luego letrado sois vos
y nosotras ignorantes?
¡ Ya caduca, no te espantes !
Harto más lo estáis las dos,
que una pollina es más vieja
de diez años que un rocín
de veinte.
¡ Escudero, en fin !
Y vos, ¿qué sois: comadreja?
¡ Siempre os habéis de encontrar !
¿Es bien que a vueseñoría
no respete ?
Yo querría
ver la cifra declarar.
Pues Fabia te la dirá,
que es mxuy sabia.
Soy mujer,
y sé lo que es de saber
y lo que a mi cargo está.
Pero vos, que sabéis tanto,
declarar la cifra ahora
a Clávela, mi señora.
¡ Más que la sé !
No me espanto,
porque siempre vos andáis
cifrando puntos de seda,
hasta que cifrado queda
aquello que remendáis.
Perdone vueseñoría,
que me voy.
Clávela.
Fabia.
Basilio.
Clávela.
í-^ABIA.
;!asilio.
Fabia.
Basilio.
Clávela.
Fabia.
Clávela.
Basilio.
F.\BIA.
Basilio.
Fabia.
Basilio.
VII
Clávela. No os habéis de ir;
la cifra habéis de decir.
¡ Ea, pues, por vida mía !
Basilio. Por esa vida, que estimo,
que respeto y reverencio,
se la diré; den silencio.
Clávela. Puso en la cifra mi primo
una sirena del mar,
un cocodrilo de Egipto,
y alrededor tiene escrito:
"Con cantar y con llorar."
Basilio. Amargo está de saber.
Clávela. La sirena es lo primero.
Basilio. El sereno del terrero
la sirena da a entender.
La letra dice "llorar",
y es que del catarro 'llora.
Clávela. ¿Y el cocodrilo?
Basilio. Eso ahora
es fácil de declarar.
Quiere decir que el amor
siempre tiene algunos cocos,
que no son los celos pocos
donde hay competidor.
Fabia. Sois un animal grosero.
Basilio. ¿Luego está mal declarado?
Fabia. ¿Vos sois, Basilio, letrado?
Clávela. Repartir la cifra quiero
entre los dos.
Fabia. ¡ Es un loco !
Clávela. Así quedaréis sin pena ;
Fabia será la sirena,
y vos, padre...
Basilio. ¿ Quién ? ,
Clávela. El coco.
Basilio. Porque ésta pescado sea,
de ser coco me contento.
Clávela. No es mucho que el pensamiento
de los dos lejos se vea
de entender cifras de amor,
porque ninguno le tiene.
Basilio. ¿ Cómo no ? Por eso viene
a declararse mejor;
que un entendimiento claro
escribe de navegar,
y en su vida ha visto el mar.
Fabia. ^ El de Basilio es muy raro.
Basilio. ¿ Para saber qué es anior
tanta ciencia es menester?
Clávela. Deseo, padre, saber
la difinición mejor.
Basilio. Es amor mirar un hombre
33
514
EL MEJOR MAESTRO EL TIEMPO
una mujer o ella a él,
escribille algún papel
de su letra o de su nombre.
Ella escucha; si es casada,
procura engañar su esposo,
o descuidado o celoso,
si el que la sirve le agrada.
Si es doncella, lo primero
pide que el tal hombre quiera
casarse; mas si es soltera,
no pide sino dinero.
Y a veces, por buen estilo,
cuando una mujer honrada
está a su gusto casada,
tiene amor a su marido.
Esto en Grecia y en España,
en Transilvania, en Turquía,
es amor, señora mía,
y el que otro piense se engaña.
Clávela. Con maestro como vos
medraría la nobleza.
Fabia. Habla en su misma corteza.
Basilio. Mozo lo estudié, por Dios.
Fabia. Si quieres bajar a ver
dar la limosna, ya es hora.
Basilio. Entretendráste, señora,
y causaráte placer ;
que esta limosna que manda
dar aquí el Duque tu padre
de lo que dejó tu madre,
por entrambos polos anda.
De entrambos viene a esta corte
gente pobre.
F.\BiA. Tantos son,
que no hay extraña nación
de quien saber algo importe
que a pedir no venga aquí.
Clávela. Quiero vm poco entretenerme,
pues pueüo verios sin verme.
Fabia. ¿Baja el mayordomo?
Basilio. Sí.
F.abia. Pues ponte en la celosía,
que ya comienzan a dar.
Clávela. Holgárame de aliviar
alguna tristeza mía.
[Vanse.)
(Salen el Rey, Otón y Eufrasia.)
Otón.
•Piadoso el mar ha sido.
Rey.
No ha sido poco en hombres desdichados.
Eufrasia.
La vida no has perdido,
¿qué importan, sin la vida, los estados?
Otón.
En las cosas del suelo,
la vida, padre, es el común consuelo.
KEY.
i Oh, qué bien me dijeron
que el tiempo sus liciones os daría!
Otón.
Si del tiempo aprendieron
esta tan desigual filosofía
los perseguidos reyes,
hoy seremos ejemplo de sus leyes.
Rey.
De tu hermana me pesa;
que tú eres hombre, Otón.
Eufrasia.
Animo tengo-
para iuayor empresa.
Rey.
¿ Que ayer era Rey y ahora vengo
a pedir por las puertas?
¡ Ah, riquezas del mundo, siempre inciertasl:
¿ Que aun sacar no pudiera,
hijos, algo que aquí nos sustentara?
Otón.
Cualquier trabajo espera
con fuerte pecho y con serena cara,
que el más perdido y triste
con la paciencia a la fortuna embiste.-
Aquí dan cada día
limosna general.
Rey.
¿ Cuya es la casa?
Otón. ,
Del duque Alberto.
Rey.
Envía
con mano liberal, sin poner tasa,
cielo, en ella tus bienes,
pues que tan noble mayordomo tienesi
Eufrasia.
Pienso que han acabado.
Otón.
Con algunos que quedan se entretiene^
ACTO PRIMERO
515
Rey.
i A qué mísero estado
un Rey de Iberia con dos hijos viene'
i Lágrimas, deteneos,
aunque buscáis para salir rodeos !
(Salen el Mayordomo .v Pobres.)
Mayord. Tome, hermano.
Pobre i." El cielo aumente
la vida a su heroico dueño.
Mayord. A vos pienso que os he dado.
Pobre 2.° ¡No ha dado, por san Ciruelo!
Mayord. Yo no os conozco.
Pobre 2° ¿ No sabe
que todos nos parecemos
los pobres, en las facciones,
las talegas y remiendos?
Mayord. Ya conozco vuestras bribias;
andad con Dios.
Pobre 2." ¡ Bueno es esto !
¡Por San junco que es desdicha
lo que a todos me parezco !
Si buscan algún ladrón,
luego condenan mi gesto;
si a alguno han de darle palos,
le parezco en tal extremo,
que antes que se desengañen
he recibido los medios.
A fe que no me parezca
a quien han de dar dineros,
pues me los niegan aqui.
Mayord. No deis voces.
Pobre 2.^ ¡ Yo si quiero,
que no ha ocho días que estaba
en el hospital enfermo,
y por parecerme a otro
sin remedio me embistieron
la más cruel medicina
que boticarios han hecho,
pues apenas echo agora
la girapliega del cuerpo !
Mayord. Tomad, y no volváis más.
Pobre 2° ¡ Vive Cristo, que el mostrenco
hoy me ha dado siete cuartos
con este cuarto postrero !
(Vansc los Pobres.)
Rey. ¿ Queréisme dar para mí
y estos dos hijos que tengo
alguna cosa, señor?
Mayord. De buena gana, por cierto.
Pero el Duque viene aquí ;
esperad, honrado viejo,
que a personas como vos
me manda avisalle luego. —
(Salen el Duque y Alejandro, su hijo.)
Señor, entre algunos pobres
viene aqueste forastero
con dos hijos, ¿qué he de darles,
pues allegas a tal tiempo ?
Duque. ¿ De dónde sois, padre mío ?
Rey. Gran señor, soy de muy lejos;
arrojóme la fortuna,
que es hija del mar soberbio,
. a esta playa, a esta ciudad,
piadosa en darme tal puerto.
Duque. ¿Allá qué sois?
Rey. Mercader.
Duque. ¿Y queréis volver?
Rey. No puedo.
Duque. ¿Por qué causa?
Rey. Tengo deudas;
mejor diré malos deudos.
Alejandr. ¡ Lástima causa, señor,
aquel honrado mancebo
y la peregrina hermosa !
Duque. Padre, aquí muy cerca tengo,
en ima pequeña aldea,
un castillo, y en su cerco
un jardín sobre la mar;
recogeos a ese puesto,
y daréos en el castillo,
si vos queréis, aposento,
y partido a vuestro hijo
con los demás jardineros.
Pas^d allí los rigores
de la fortuna.
Rey. Yo os beso
mil veces, señor, las manos,
y casa y partido aceto.
Duque. Yo voy a misa ; volved
cuando coma, y daros quiero
las cartas para el Alcaide.
Alejandr. ¡ Bella mujer !
Duque. j Por extremo I
Mayord. Ya quedáis acomodados.
Rey. a vos, señor, lo agradezco. —
Hijos, vamos.
Otón. ¿ Es posible
que humilles tus pensamientos,
padre, a tanta desventura?
Rey. Hijos, para ver si puedo
516
EL MEJOR MAESTRO EL TIEMPO
enseñaros a vivir,
que el mejor maestro, el tiemp(?.
ACTO SEGUNDO
(Salen Clávela, dama, y Fabia.)
Faeia. ¿Hallaste mejor aquí
que en la ciudad?
Clávela. Quien desea
el descanso del aldea,
te responderá que sí.
Los que viven ocupados
en oficios eminentes,
tal vez en selvas y fuentes
Adenen a esparcir cuidados.
Yo no tengo en la ciudad
más del estado que ves,
y así, para mí no es
descanso la soledad.
Fabia. ¿Quieres que diga que sientes
el ausencia de tu primo ?
Clávela. Fabia, aquí sólo le estimo
por no despreciar ausentes ;
que por amor es rigor
el pensar que lo sintiera.
Fabia. Tristeza que persevera,
parece señal de amor,
viendo que la bella Flora
vierte azucenas de plata
entre guijas de escarlata,
no te entretienen, señora,
y viendo de un corredor
tanto barco, tanta nave.
Clávela. Aunque su vista es suave,
es en la corte mejor.
¿ Qué mar como la mudanza
de una ciudad? ¿Qué navios
pueden ver los ojos míos,
ya en tormenta, ya en bonanza,
como tanto caballero,
tanta gallarda mujer?
Fabia. ¿ Sientes el no hablar ni ver ?
Clávela. Sí. Fabia : ver y hablar quiero.
Fabia. Tienes razón.
Clávela. Esto lloro.
Fabia. A mí no me va tan mal,
porque, en vuelta en un sayal
he hallado un alma de oro.
Clávela. ¿ Es labrador desta aldea ?
Fabia. Es jardinero de casa.
Clávela. ¿Habla bien?
Fabia. Y aun de bien pasa.
Clávela. ¿ Puede ser que yo le vea ?
Fabia. Y aun cada día le ves,
que es el hijo de aquel viejo
que tomó por buen consejo
el vivir aquí, después
que lo trujo la fortuna
perdido por tierra y mar;
con éste huelgo de hablar
cuando hay ocasión alguna.
Clávela. ¿ No es hermano ese hortelano
de una bella labradora
que mira mi hermano ahora?
Fabia. ¿Que ya la mira tu hermano?
Clávela. Cuéntame que está perdido,
y que es bizarra mujer.
Fabia. Pienso que debe de ser
este viejo bien nacido,
porque los hermanos son
de notable entendimiento.
Clávela. Cualquiera entretenimiento
es bueno en esta ocasión.
Fabia. En estos cuadros andaba,
y aun sospecho que es aquél.
Clávela. Hablaré, Fabia, con él,
pues que tu gusto le alaba.
(Sale Otón, de villano, con ttn asadón.)
Otón.
¡ Ejemplo de fortuna,
haced lugar a Otón; dad silla al mío,
pues no se vio ninguna
bajar desde tan alto poderío
a tan humilde estado,
pues estoy en la tierra y no he parado !
El triunfador Marcelo,
del gran cartaginés, Aníbal fuerte,
no vio más por el suelo
su verde lauro, ni estimó' la muerte
Emilio en más olvido,
ni el gran Pompeyo, del Gitano herido.
No se queje Artabano
(pues dio la muerte a Jerjes) de ser muerto;
no llore Valeriano,
que al fin hallaron en la muerte puerto ;
que no hay mejor (i) caída
que después de caer quedar con vida.
¡ Oh, mar impetuoso,
qué ejemplo desde aquí muestran tus naves:
del puerto venturoso
(i) Parece que debiera decir "peor'
ACTO SEGUNDO
517
salen cargadas de riquezas graves,
atropellando montes
por descubrir extraños horizontes !
Mas mueve el viento airado
sus sosegadas olas, y en las rocas
embiste el levantado
castillo sin cimientos; siembran locas,
rompidas las entenas,
de lienzo el agua, de oro las arenas.
Tal yo, con verdes años,
de flámulas vestido, navegaba
el mar de mis engaños;
mas levantóse la tormenta brava,
y, rotos los trinquetes,
con las olas troqué mis gallardetes.
Al azadón temieron
los Risos, Cretas (i), los avaros Midas,
que en él la muerte vieron,
pues abre los sepulcros a las vidas;
yo no, que aquí le tengo,
y así abrir mi sepultura vengo.
(Caza Otón en el jardín-)
Fabia.
Llega, que empieza a cavar,
y podráste entretener.
Clávela. ; Qué en éste puede caber
alma con quien pueda hablar?
¿El nombre?
Fabia. Pedro se llama.
Cl.wela. Si fuera noble no hiciera
este oficio.
Fabia., Aunque tuviera
más que los Césares fama,
si quisiera la fortuna,
le ejercitara más bajo.
Clávela. Pena me da su trabajo.
Otóx. ¡ Oh, tierra dura, importuna,
acento (2) de mis enojos;
si a este hierro no obedeces
yo veré si te enterneces
con lágrimas de mis ojos!
Ablandad, duros terrones,
vuestra dureza a mi llanto,
que no se resisten tanto
los más duros corazones.
Mirad que quiero sembrar
mis esperanzas un día,
por ver si cojo alegría
después de tanto penar.
(i) Así en el original. Quizá "los ricos Cresos"
, (2) Quizá "objeto".
Clávela. Pedro.
Otón. ¿ Quién es ?
Clávela. ¿No me ves?
Otón. Ya veo la primavera;
que desta verde ribera
vuestra hermosura lo es.
Ya veo la clara aurora
rendir la noche a mi mal,
. y la diosa celestial
de aquestos cuadros autora.
Ya veo las orlas llenas
de flores que no sembré,
lirios que no cultivé,
clavellinas y azucenas.
Ya veo, aunque extraña cosa,
alzarse destas corrientes
las ninfas, que fueron fuentes
con alma y voz sonorosa.
Su m.ármol blanco, animado,
parece que, agradecido, '
a mis lástimas ha sido
consuelo de mi cuidado.
Dadme mil veces los pies,
que si la tierra está loca,
mejor lo estará mi boca,
pues es mayor interés.
¿Qué quieres deste jardín?
Pedid, que todo ha llegado
al punto que le habéis dado :
el clavel, rosa y jazmín.
No podréis pensar en flor
que no salga a recebiros :
los narcisos, con suspiros ;
los adonis, con amor;
el alelí, con firmeza;
el azar, con su blancura ;
la rosa, con su hermosura;
el lirio, con su tristeza ;
con su desesperación,
la retama, aunque la pierde,
y con su esperanza verde,
el toronjil y el limón;
con jaspes, el alelí,
de todos estados bellos;
la violeta, con sus celos ;
pero no hay pasar de aquí,
que son de tanta inquietud
en la voluntad más casta,
que sólo nombrallos basta
para no tener salud.
Clávela. Tu ofrecimiento agradezco
y tu voluntad estimo.
518
EL MEJOR MAESTRO EL TIEMPO
Otón.
Clávela.
Otón.
Clávela.
Otón.
Clávela.
Otón.
Clavel A.-
Otón.
Clávela.
Sólo con eso me animo
y a lo imposible me ofrezco ;
y estas dos palabras juro
imprimir en mi memoria
de suerte, que en pena y gloria
sirvan al alma de muro,
pues en ella las iniprimo;
mas no creas que merezco
"tu ofrecimiento agradezco
y tu voluntad estimo".
Tú me has de dar ocasión
a que baje aquí rriil veces.
Si a la humildad engrandeces,
que a la humildad es razón,
palabra te doy de ser
tu jardinero desde hoy.
Si aquí mucho tiempo estoy,
tú me habrás de entretener.
Yo sembraré mil empleos,
plantas más altas que palmas,
que creo que nacen almas
cuando se siembran deseos.
De mis buenas intenciones
verás notables cosechas,
que siendo las ramas -flechas
será el fruto corazones.
Sé mil cosas que contarte,
mil historias que decirte.
Yo quiero venir a oírte,
pues esta es secreta parte.
¿ Sabes escribir?
¿ Pues no ?
Sumar, contar y restar,
y aun hasta multiplicar
naturaleza enseñó-
Esta tarde he de volver
a que me cuentes tu vida.
¿ Cuánto va que se te olvida ?
No te quiero responder.
(Vansc los dos.)
Otón.
De menores centellas se ardió Roma
y Troya vino a ser cenizas viles ;
en redes menos claras, y sutiles
astuto cazador perdices toma.
No es posible que veneno coma
el rey más alto, el más valiente Aquiles,
ni se guarde el ganado en los rediles,
ni del plomo en el nido la paloma.
Tarde vio el lobo de la trampa el ho}ro ;
no hay verde a quien el fuego no consuma
la alfombra cubre el más humilde poyo ;
cúbrese el agua con la blanca espuma.
Clávela, si volvéis al claro arroyo,
la liga os ha de hacer perder la pluma.
(Salen Alejaijídro v Eufrasia.)
Eufrasia. De vos me espanto, señor,
aunque me tengáis en poco.
Alejandr. Inés, si el amor es loco.
no ha de ser cuerdo mi amor.
Eufrasia. La virtud es dondequiera
digna de veneración ;
si mi traje os da ocasión,
que lo exterior considera,
la virtud, que deposita
del alma el sagrado altar,
bien es digna de estimar
por el lugar donde habita.
Alejandr. ¿ Quieres que me iguale a ti ?
Eufrasia. Sí.
Alejandr. Pues alarga r.cá la mano.
Eufrasia. Mirad que está allí mi hermano.
Alejandr. ¿ Es celoso ?
Eufrasia. Señor, sí.
Alejandr. ¿Pues conmigo?
Eufrasia. Y con el Rey,
que es el más pintado igual,
y aunque en funda de sayal,
es oro de buena; ley.
Alejandr. Haré amistades con él.
Eufrasia. Si las fundáis en traición,
¡ pardiez, que os dé pescozón,
que se alborote el vergel !
No os fiéis de su persona,,
que ha sido medio soldado,
y aunque tengáis un Ducado,
le estima en una ^ Corona.
Alejandr. Pues dicen que en esta edad
disimvdar voluntades
se llama hacer amistades.
EuFRASL\. Esa es bellaca amistad.
No encendáis más esa llama,
que muy caro os costará,
y con ello se saldrá
si a la Corona se llama.
¡ Pardiez, si de vos supiese
algún engaño o traición,
que os sacara el corazón
y a bocados le comiese.
Alejandr. Voime, que yo haré de suerte
que le echemos del aldea.
(Vasc Alejandro.)
ACTO SEGUNDO
519
Eufrasia. No hagáis que con muerte sea,
porque me daréis la muerte.
Otón. ¿ Qué es eso ?
Eufrasia. ¿Ya no lo ves?
Alejandro da en quererme,
que piensa que el honor duerme
en los disfraces de Inés.
Otón. Aquí su hermana Clávela
me ha mostrado amor igual.
Eufrasia. El alma es, Otón, cristal,
que lo que hay detrás revela.
Otón. Guárdate, hermana ; has de ver
qué pretende la fortuna.
Eufrasia. Si. supo guardarme alguna,
yo seré más que mujer.
Otón. Mucho Clávela míe agrada;
mucho me temo de amor,
que el traje de labrador
no es piedra en cera labrada;
3' si mucho m.e importuna,
no sé qué tengo de hacer.
Eufrasia. Guárdate, hermano, hasta A^cr
qué pretende la fortuna.
Otón. Pagaste.
Eufrasia. Mi padre viene.
Otón. Aún tiene el autoridad
.de la Real Majestad
en aquel traje que tiene.
Escarda, hermana, esas flores,'
yo estos cuadros sembraré,
porque no nos riña.
Eufrasia. A fe
que quieres sembrar amores.
(Sale el Rey, de villano.)
Rey.
i Cuan a mi costa humildemente os veo
postrados a la tierra, hijos queridos:
-de enseñaros virtud fué mi deseo,
mas no de traje bárbaro vestidos!
Si el tiempo enseña desta suerte, creo
que sus libros serán muy abatidos,
que aunque le llaman el mejor maestro
no señala la herida como diestro.
Si Aristóteles, Sénecas, Platones,
son estos duros céspedes incultos
adonde enlustrecéis los azadones,
más me parecen bárbaros que justos;
pues con menos difíciles liciones
pudieran castigar vuestros insultos
si fueran de Nerón o de Agripina.
rfAh, costosa del tiempo [es] la doctrina!
Quéjeme injustamente, y en distancia
breve pagué la queja en cautiverio,
que es de mi imperio desigual ganancia
trocar por tal bajeza tal imperio,
i Ah, pobre Eufrasia, desechaste a Francia
por tu arrogancia, y no sin gran misterio;
tú, que de flor de lis te coronabas,"
para flores de abril la tierra cavas !
Tiémblame el alma, aunque Otón tu hermano
el gobierno de un árbol administre,
cuando el acero en la valiente mano
y. la bandera en el armado ristre
gobernara un ejercito romano;
mas como a la fortuna se resiste
toda felicidad, en vez de guerra
ablanda, por su mal, la dura tierra.
Otón.
Padre y señor, dejad el tierno llanto,
indebido al real decoro vuestro,
y consolaos, pues estimastes tanto
hallar consejos del mejor maestro.
No cause en vos la vil fortuna espanto
en la miseria del estado nuestro,
que para ser humildes hortelanos
dejaron el imperio los romanos.
Eufrasia está a mi lado y a tus ojos,
yo para su defensa y a tu lado;
enjuga, pues, el llanto y los despojos,
reliquias del imperio que has dejado.
No incites de los cielos los enojos,
que te pondrán en miserable estado ;
que de los males temo, y siempre espero
los que suelen venir tras el primero.
Una comedia, padre, es todo el mundo:
vs os vistes ayer de rey vestidO'
y hoy estáis de villano, y Rosimundo
de vuestra ropa y púrpura ceñido.
Este es el primer acto, y al segundo
personaje más vil le habrá cabido,
porque en el vestuario de la muerte
las personas se igualan de una suerte.
Así corren los tiempos, y veloces
llevan tras sí la verde vida humana;
dan los ejemplos inm.ortales voces,
que lo que es hoy podrá no ser mañana.
No son nuestros sucesos tan atroces,
pues ^ún os queda en esa barba cana
defensa a las banderas de fortuna,
que nuestro honor no ha de perder ninguna.
Eufrasia.
A no te haber, señor, amonestado
520
EL MEJOR MAESTRO EL TIEMPO
mi hermano Otón con la verdad más cierta,
mi rudeza pusieras en cuidado ;
si quien al sabio da consejo acierta,
no te lamentes deste humilde estado,
que siempre deja la fortuna abierta
la puerta a la esperanza, y no hay mudanza
que deje vida y quite la esperanza.
Juntos estamos, buen señor servimos,
cristiano, noble y en oficio honroso,
pues de la agricultura que vivimos
vivió por gusto un Príncipe famoso.
Si con paciencia este rigor sufrimos,
más parece suave que penoso,
y mientras mengua el daño el mal no crece,
ni se puede quejar el que padece.
Rey.
Bien dices; pues pudiera el cielo airado
dividirnos a partes diferentes :
mientras hay mayor mal, el desdichado
no se puede quejar de los presentes.
Hijos, pues el maestro os ha enseñado,
tan sabio en los humanos acidentes,
tolerad con paciencia la fortuna,
en quien jamás se vio firmeza alguna.
Pierde la voluntad en jaula breve,
y en vez de llanto el paj arillo canta,
con que a dulce piedad los cielos mueve,
o por lo menos su dolor espanta,
y alguna vez a la prisión se atreve
y con el tierno pico la quebranta
y al viento vuela, en cuyas libres salas
alegre tiende las pintadas alas.
¿ Querrá la suerte siquiera que algún día
volvamos a la patria venturosa
enseñados del tiempo, que solía
dificultar tan importante cosa?
Allí convida aquella fuente fría
a entretener la siesta calurosa:
voime a olvidar el daño mientras viene
el bien, que oculta la esperanza tiene.
Otón.
Los dos iremos a tratar contigo
ciertas cosas que piden tu consejo.
Rey.
Con nadie más seguros que conmigo,
que soy amigo de experiencia y viejo.
Otón.
Si no hay tesoro como el buen amigo,
ni para el desengaño claro espejo,
¿Qué amigo como tú?
Rey.
De amor se arguya.
Eufrasia.
¿Qué le quieres decir?
Otón.
No es cosa tuya.
(Salen Alejandro y Fulgencio.)
FuLGENC. Si en la fuerza no hay lugar,
¿ cómo la tendrá el poder ?
Alejaxdr. Haber llegado a querer
es la condición de amar.
Fltlgenc. ¿No es ésta una labradora,
ayer pobre peregrina?
Alejandr. El alma dentro imagina
que es una rica señora.
Si tú la oyeses hablar
dirías que es gracia infusa,
sibila o décima musa.'
Fulgenx. Más fácil es de engañar.
Alejandr. ¿La mujer discreta?
FuLGENC. Sí.
Diciendo tu pensamiento
a mujer de entendimiento
queda más impreso allí.
¿ Cuándo has visto mujer necia;
que tuviese grande amor ?
Porque no entiende el rigor
cóm.o el alma al amor precia.
Pero si su calidad
desta mujer es tan poca,
no estés el agua a la boca,
Tántalo de voluntad.
Intenta de noche ver
si con engaño se aleja
por esa huerta.
Alejandr. No deja
fuerza a industria ni a poder;
que después que mi intención
le dije, se cela y guarda.
FuLGENC. ¿Qué es lo que más te acobarda,.
su honor o su condición?
Alejandr. Ni su condición ni honor,
sino un hermano que tiene,
porque por momentos viene
a espiar mi justo amor.
Fulgenc. ¿Hay más que echarle de aquí?
Alejandr. ¿ Cómo ? Que se irá su hermana.
Fulgenc. besa suerte es cosa llana;
pero yo no digo ansí.
Alejandr. ¿Pues cómo?
Fltlgenc. Con invención.
i
ACTO SEGUNDO
521
Alejaxdr.
FULGENC.
Alejaxdr.
FULGENC.
Alejan DR.
FULGENC.
Alejaxdr.
FULGENC.
Alejaxdr.
FULGENX.
Alejaxdr.
FULGEXC.
Alejaxdr.
Fltlgenc.
Alejaxdr.
¿ Pues qué invención puede haber
si la tengo de perder?
j Qué buena imaginación !
Un remedio se me ofrece
que pienso te ha de agradar.
Oír remedios es dar
música al que mal padece.
Haz poner gran cantidad
de dinero en algún puesto
que lo halle, que bien presto
lo tomará.
I Así es verdad !
Si él halla tanto dinero,
con los bríos de galán,
que reventando le están,
se irá a la corte ligero;
que es donde va'n, como centro,
mozos recién heredados,
porque a deleites pensados
hay comodidades dentro.
Yo te digo que le haga
el dinerillo salir
a ver mundo.
Aunque decir
que salir le satisfaga
me da esperanza, Fulgencio,
de que se irá, no querría
que el dinero el mismo día
pusiese a Pedro silencio
y se nos quedase aquí
a estorbar como primero.
Mal conoces el dinero :
harále salir de sí.
¿ Qué pondremos ?
Mil ducados.
¿ Bastarán?
Bien bastarán;
aunque más mejor serán,
pues que los tienes sobrados.
Prueba. ¿Qué puedes perder?
¿Eres tú tm pobre oficial?
¿ Es este todo el caudal
que has de llorar y temer ?
Pues pondré dos mil.
Bien es;
mejor se irá con dos mil.
La industria ha sido sutil ;
desde hoy me prometo a Inés.
Darle un cargo en la ciudad
no sería mal acuerdo ;
mas también su hermana pierdo
si le añado autoridad.
Que en viéndose con oficio
cierto es que la llevará
donde imposible será
verla, y perderé el juicio.
FuLGENC. Dame el dinero en "doblones ;
pondrélo al paso.
Alejaxdr. No sea
que otro primero los vea,
que hace la ocasión ladrones.
FuLGENC. Hasta que lo tome él propio
estaré escondido yo.
Alejaxdr. La industria me contentó ;
que no es a un mancebo impropio-
ir con dinero a ver mundo
y a esparcir su mocedad.
FuLGENC. El te dará libertad.
Alejandr. Sólo en sü ausencia lo fundo.
Con que darte el oro quiero.
FuLGEXc. No hay linaje de pesar
que no pueda remediar
esto que llaman dinero.
(Vanse y salen Clávela y Otón.)
Clávela. Agradézcote las flores.
Otón. Ellas lo están al marfil
de tus manos más que a abril,
aunque le dio sus colores.
¡ Ah, quién te pudiera dar
otros tantos pensamientos,
si con tus mei-ecimientos
se pudieran igualar !
También debéis de advertir,
pues venís a este lugar,
de qué habemos de tratar,
que a vos os toca decir,
yo las dudas declarar.
Cl.-vvela. ¿Qué materia es la mejor?
Otón. Las aves dicen de amor,
y con dulce murmurar
estas cristalinas fuentes,
que parece que rodean
las lenguas cuando menean
piedras que parecen dientes.
También lo dicen las flores,
y lo parecen mejor
los efetos del amor
en sus distintos colores.
¿ Hay más desesperación
que la de aquel alelí ?
¿Y no hay esperanza allí,
pues verdes las hojas son?
; No es celos aquella espuela ?
522
EL MEJOR MAESTRO EL TIEMPO
Que celos lo son de amor
la rosa en aquel color
la posesión nos revela.
¿No es esta mosqueta casta?
¿ Estas parras, con sus lazos,
dando amorosos abrazos,
que para casados basta?
¿ Pues qué cosa en tal lugar
tratarás como de amor?
Clávela. Es ciencia que haces favor; (i)
nunca me podré enseñar.
Tengo en la ciudad un primo
que me sirve ; mas no puedo
favorecelle : o es miedo,
o porque su amor no estimo.
El hace sus diligencias.
¿ Cómo se llama ?
Ricardo.
¿ Es gallardo ?
Y muy gallardo.
Ya me pide amor paciencia.
¿ Cómo te ha dado a entender
que te quiere?
Con mirar,
que amor nunca sabe hablar
más que con enmudecer.
¿ Eso sabes, y no sabes
de amor?
¿ Eso es mucho ?
Sí.
¡ Malos años para mí
si tú...
Calla, no hables.
No haré, por no me acabar.
También de cifras lo sé,
y aun alguna te diré
que no la has de declarar.
Quien unos ojos descifra
y los entiende y declara,
espantóme que repara
en declarar ima cifra.
¿ Qué es la cifra ?
Es del amar:
una sirena; de Egipto,
un cocodrilo, y escrito
"Con cantar y con llorar".
Otón. Eso yo lo entiendo así :
En Egipto el cocodrilo
llora con tan dulce estilo,
que trae los hombres a sí;
Otón.
Clávela.
Otón.
Clávela.
Otón. '
Clávela.
Otón.
Clávela.
Otón.
Clávela.
Otón.
Clávela.
Otón.
Clávela.
Claveía.
Otón.
Clávela.
Otón.
Clávela.
Otón.
y la sirena en el mar
canta y los llama, y advierte
que asi entrambos dan la muerte
con cantar y con llorar.
¿ Dónde aprendiste estas cosas,
tan ajenas de tu traje?
Guardaos que el tiempo no baje
de su estado vuestras cosas.
que más que pensáis sabréis.,
Sospechas me das de ti.
Más hay que saber en mí
que en la cifra que tenéis.
No recibe el sol agravio
de tocar pardo sayal
más que púrpura real,
ni el que es necio ofende al sabio.
No os espantéis de sayal,
porque si sayal no hubiera
el brocado no luciera,
ni el bien si no hubiera mal.
A mi padre he visto, Pedro:
no me puedo detener.
¡ Qué mal Pedro vengo a ser,
pues con vos tan poco medro !
{Vasc Clávela.)
(i) Así en el original, que es conocida errata.
¡ Otra vez, fuentes y árboles sombríos,
me distes estas mismas confianzas;
otra vez en tormentas y en bonanzas
a la mar arrojé mis desvarios!
¡ Otra vez vieron los tormentos míos
las historias de amor en mis mudanzas ;
otra vez le he pesado dos balanzas,
que tuve "menos seso, aunque más bríos !
Agora yo no sé cómo me atreva,
pobre, desconocido, en tierra extraña,
adonde el alma el pensamiento lleva.
¡Alábese fortuna desta hazaña,
que no hay en el amor cosa tan nueva
como pensar que el engañado engaña !
(Sale Fulgencio con un talegón.)
Fulgencio.
Esta es buena ocasión, que está suspenso
Pedro, por dicha, en pensamientos locos,
cual suelen esperarse de sus años.
¿Quién duda que dirá: "Si yo tuviera
la plata y oro que este duque Alberto,
¡ qué generosas cosas que intentara !
Yo hiciera galas, 3-0 tuviera coches,
yo tuviera caballos, y esta quinta
labra de mil mármoles y jaspes?
ACTO SEGUNDO
523
Pues, labrador, hoy llaima la fortuna
a tu puerta con menos, pero es harto
para tu vil y tosco nacimiento.
Aquí, entre estos árboles que cavas,
pongo dos mil ducados para cebo,
que no los desechara algún mancebo.
(Vasc.)
Otón.
En tanto que otra vez vuelven a verte,
Clávela hermosa, mis indignos ojos,
indignos digo por los rotos hábitos
con que disfraza mi corona el tiempo,
quiero ocupar la mano que solía
dorada espada, en azadón grosero ;
cavar, al fin, aquestas hierbas quiero.
¡ Válgame Dío.s ! ¿ Qué es esto ? Algún avaro
entre estas plantas escondió tesoro,
que cuanto suena es oro; a ver si es oro.
i Oro es, por Dios, y cantidad notable !
¿ Qué haré ? ¿ Diré que aquí le hallé escondido ?
No, que será locura y disparate.
Heme aquí ahora puesto en más cuidado".
¡ Que venga a ser desdicha la riqueza !
Mas, ¿quién no se holgará desta desdicha?
Yo quiero bien a la sin par Clávela :
¿ quién duda que se ofrezcan ocasiones
que puedan más que amor estos doblones ?
¡ Alto, pues ! \'amos a la corte luego
con achaque de hacer alguna cosa.
¡ Dichoso el pobre, que descansa, libre
de la solicitud del avariento !
Ahora bien: ¿qué resuelves, pensamiento?
No sé, por Dios: entremos en consejo.
Entremos. ¿Quién serán los consejeros?
Tú y yo. ¿ Y el presidente ? Los dineros.
¿ Qué digo yo ? Yo digo que mí voto
es que se compren galas y caballos,
que esto podré tener sin que se sepa,
para que, viendo la ocasión, me sirva.
¿ Qué dice el pensamiento ? Plumas, galas
es justo que se compren al momento.
; Qué dice el presidente ? Que se compren,
que él dará provisión, con firma y sello,
para el tesoro desta bolsa de oro ;
porque el mejor consejo es el de hacienda,
porque no la tener todo' es contienda.
(Vasc y sale Fulgencio.)
Fulgencio.
Mejor se ha hecho que pensé: el villano
cayó en la red del oro, codicioso.
como en la liga el paj arillo simple.
Mas, ¿ qué mucho, sí a costa de la sangre
cayeron en su cebo tantos príncipes?
El va contento, y yo también lo quedo;
que si Alejandro deseó su ausencia,
cfeto ha de tener mi diligencia.
(Sale Alejandro.)
Alejandr. El cuidado me ha traído.
FuLGENC. No he estado yo descuidado.
Alejandr. ¿ Tomo el oro ?
FuLGENC. i Y tan tomado,
que le ha cubierto de olvido !
Alejandr. ¿ Iráse ?
FuLGENC. Así lo sospecho.
Esto presto se verá.
Alejandr. ¿ Es Inés ?
FuLGENC. Pienso que ya
adivina lo que has hecho.
Alejandr. Retírate.
(Vasc Fulgencio y sale Eufrasia.)
Eufrasia. Por huir
de las cenizas mí ciego
pensamiento dio en el fuego,
y por huir vine a oír.
-De mala gana escuché
de Alej.andro el tierno amor ;
pero pensélo mejor,
y no lo mejor pensé.
¡ Dios me libre de escuchar !
Puédese el ver resistir,
pero aquesto del oír
halla en el alma lugar.
A la lengua puso labios
naturaleza ; a los ojos,
párpadoá, que sus enojos
cubren, resistiendo agravios;
pero no puso al oído
defensa; en efeto oí,
' y después lo que sentí
comuniquélo al sentido.
Si vengo a corresponder
de Alejandro el tierno amor,
no ha de ser contra mí honor,
porque esto no puede ser.
Mas si llegase ocasión,
soy mujer, y ser podría
igualar su señoría
con la majestad de Otón.
Alejandr. Cuando te vi presumí
que te hablara al mismo instante :
524
EL MEJOR MAESTRO EL TIEMPO
mas mira que es un amante,
que no pude, aunque te vi.
Ya llego, y tan mal conmigo
de ver lo que te respeto,
que por cobrarte prometo
a mi libertad castigo.
¿Qué tienes, que, labradora,
hace temblar a un señor?
Eufrasia. La calidad de mi honor,
que este traje sobredora.
Y hazme placer, por tu vida,
de respetar por mujer
lo que no por merecer
ser de im príncipe querida.
Alejandr. Ya tú sabes que te hablé
cuando te vi el primer día:
díjete que te quería,
y ima sibila te hallé.
• De suerte, que para amarte
me diste fácil lugar,
y cuando te llego a hablar
es imposible ablandarte.
¿Podré quejarme de ti?
Eufrasia. Señor, ¿en qué os engañé?
Yo os prometo, por mi fe,
porque no os quejéis de mí,
que quisiera ser señora;
o que vos, que sois señor,
a ser pobre labrador
os volviérades ahora.
Ya nacimos desiguales;
buscad allá en la ciudad,
que acá en esta soledad
me rogarán mis iguales.
Alejandr. Da un modo como te quiera
y trata tú mi esperanza.
Eufrasia. La esperanza mucho alcanza,
si esperando persevera.
Si a una señora sirvieras,
¿ qué hicieras ?
Alejandr. Las ocasiones
muestran obras y razones.
Eufrasia. ¿Qué hicieras y qué dijeras?
Alejandr. ¿Quieres te sirva a lo grave?
Eufrasia. Sí, como a las otras damas
de grave opinión y famas.
Alejandr. Mucho esta villana sabe. —
Yo procurara un empleo,
el mejor que hallar pudiera,
y por papeles hiciera
que supiera mi deseo;
ya saliera azul, ya verde.
ya pajizo, ya leonado,
mañana blanco o morado,
como se gana se pierde ;
que amor es juego, y un día
anda un hombre de favor,
y otro que le va peor
pierde toda su alegría.
Eufrasia. ¿Quiéresme oír?
Alejandr. Sí querré.
Eufrasia. Pues ansí me has de servir,
sin reparar ni advertir
que en aqueste traje esté.
Si te igualo o no algún día
te lo dirá el tiempo ; ahora
conquista como a señora
esta villana; porfía,
que si no mi resistencia
eternamente verás.
Alejandr. Aguarda.
Eufrasia. Yo he dicho más
de lo que me dan licencia.
{Vasc.)
Alej.\ndro.
¿ Qué nuevo encantamento amor pretende ?
¿ Qué es esto en que me ponen tus enimas ?
Y si me desmayas, ¿para qué me animas?
Y si me animas, ¿para qué me ofendes?
■Con fuego hielas y con hielo enciendes ;
regalas con amor ; sin él lastimas :
tus sutilezas son materias primas,
pues lo mismo que tratas no lo entiendes.
A lo señor ima villana, que anda
midiendo a sus desdenes mis disgustos,
quiere que satisfaga su demanda,
y todos a mi amor parecen justos,
pues yo quiero comer, pues me lo manda,
con salsa de señor, villanos gustos.
(Vasc.)
{Sale TuRÍN y tres Lacayos.)
Lacay. i.° Parece que es día de fiesta,
que tal espacio tenemos.
Lacay. 2° Hoy no se alquilan lacayos.
3.° Un hombre no acude al puesto.
Bien podemos hoy holgar,
cual hacen los pasteleros
los viernes.
¡ Pardiez, Turín,
haya im poquito de juego!
¿Juego? A la tarde;
contemos ahora cuentos.
Lacay.
Turín.
Lacay. 3.
Turín.
ACTO SEGUNDO
525
Lacav. 2.° En estando pobre yo,
los cuentos en cuentas vuelvo.
Lacav. i° ¿Qué tienen estos pelones,
que gastando sus dineros
en dar a mujeres viles,
nos dejan andar sin dueño,
de ración y quitación?
TuRÍx. No lo digas, que k> temo.
Mas yo sé cierta ciudad
donde un cierto caballero
trujo en verano un lacayo
y dos todos los inviernos,
y preguntándole un día
desta mudanza el misterio,
dijo: "Bébome un lacayo
porque por venir tan lejos
era la nieve a dos reales,
que era del lacayo el precio.
Lacav. i.° Si va a decir la verdad,
el hidalgo era discreto ;
que para tener un haca
bastaba un hombie y un leño,
y para beber caliente
no basta un padre del yermo.
TuRÍx. Tristes repúblicas somos,
mucho de gansos tenemos,
nunca estamos sin cañones.
Lacay. 2° Estas calcillas nos dieron
los toros del otro día.
Tlrí.v. Más a los toros debemos
que a los padres ni a las madres,
que nos parieron e hicieron.
Librar podemos en toros,
como en propios tesoreros,
libranzas para vestidos.
Lacav. 3." L'n hombre llega; silencio.
(Sale Otón, de gala.)
Otón. A la fortuna he quebrado
los ojos, o por lo menos
ya me habrá desconocido,
por el hábito que tengo.
Ya he comenzado a gastar
en vestidos mi dinero :
el que traigo y otros dos,
en los colores diversos.
Quiero comprar dos caballos,
pero yo solo no puedo;
quiero buscar quien me sirva,
y ha de ser gracioso cuento,
porque me ha de acompañar
como señor extranjero.
Lacay.
Lac.w.
Lacay.
TURÍN.
Otóx.
TURÍX.
Otón.
TuRÍX.
Ctóx.
TuRÍX.
Otóx.
TuRÍN.
Lacay.
TURÍX.
Todos.
Otóx.
3-
y en volviéndome al aldea
quedarse en tanto que vuelvo.
¿Quiere su merced un hombre
hidalgo de aqueste cuerpo?
Serviré a vuesa merced
desta postura y meneo.
' En verme poner ansí
verá si soy de provecho.
]\Iire este poner de capa,
este paso y contoneo,
y pues soy noble y valiente,
que puede el amo sin miedo
fiarme una calle de hombres
si ésta saco y broquel llevo
a mi lado ; en toda plaza
puede al toro más soberbio
errar lanzada y rejón,
porque al punto desjarreto.
¿Ha visto vuesa m.erced
en aquel pradillo am.eno
a los toros de Guisando?
Sí, he visto.
¡ Huélgome dello !
Pues 3'0 los desjarreté,
y el de piedra, que está puesto
en Salamanca en la puente,
de un revés rapé los niervos.
Así están sin pies ahora.
Por el humor os deseo.
¿ Cómo os llamáis ?
Yo, Turín.
Turín, yo soy caballero ;
quiero comprar dos caballos.
¿ Caballicos ? Bueno, quedo ;
pues no los compre sin mí,
que de sólo verlos tengo
como el que los ha ensillado,
notable conocimiento. —
Señores, adiós, que 3-0
amo de gusto me llevo.
Despacio os quiero informar.
Para todo seré bueno.
Pague la patente.
Digo
que vengan, que pagar quiero
catorce azumbres de vino.
Vamos, hidalgo, en efeto.
¡ A lo que ha venido tm Rey !
Mas, pues al tiempo obedezco,
quiero aprender suis liciones,
que el mejor maestro, el tiempo.
526
EL MEJOR MAESTRO EL TIEMPO
ACTO TERCERO
{Sale el Rey con vara de Alcalde, y Carlino, Antó^
y Pascual, villanos.)
Carlino. Al Concejo ha parecido
elegiros, aunque sos
forastero, porque en vos
bastante virtud ha vido.
Empuñalda por estaño
y regí toda laldea,
y por muchos os provea,
que ya sos propio y no extraño.
Vueso hijo y vuesa hija.
son honra de todo el puerto,
y así fué el voto más cierto
que tal padre el puebro rija.
Rey. Estoy tan agradecido.
a la merced que me han hecho,
debida al humilde pecho,
con que a todos he servido,
que no por ser extranjero
estará el gobierno mal,
pues con amor natural
siempre los estimo y quiero.
Dad de mi parte, Carlino,
al regimiento un recado,
porque ya el Duque ha llegado,
que ayer con sus hijos vino
de la ciudad, y es razón
ir a besarle la mano.
Habláis como cortesano,
y es muy justa obligación.
No le pesará de veros
alcalde de su lugar.
Los pies le vvielvo'a besar.
Cuidad de luego volveros,
porque el concejo os abrace
y recibáis colación.
Rey. Volveré a ver, que es razón,
á quien tal merced me hace. —
Vamos, fortuna, a pensar
cómo los tiempos revuelves,
pues cetro de un rey se vuelve
vara de un puerto de mar.
{Vasc el Rey-)
Antón.
Rey.
Pascual.
Carlino. ¡ Pardiez, que no hemos tenido
alcalde de tal presencia !
Pascual. Apostaré que sentencia
pleitos como un descosido.
Antón. Yo, si os digo la verdad,
voté por él con intento
de pretender casamiento,
por tenerle voluntad,
con Inés, su hija, a quien
los días santos he mirado,
de quien estoy más quemado
que el envés de una sartén.
Pascual. A la fe que es pensamiento
que le tienen más de dos.
Carlino. ¿Luego sólo pensáis vos
que intentáis su casamiento ?
No hay mozo en toda la aldea
que no la haya echado el ojo.
Antón. ¿Cuánto va que si me enojo
que hago que nadie la vea?
Porque Alejandro, su hijo
del Duque, me estima y ama,.
y por momentos me llama
en habiendo regocijo
de alguna famosa caza
en el monte del lugar
por que la vaya a ojear;
él se rige por mi traza.
Carlino. Sí se la pides a él,
segura tienes la boda.
{Salen Otón y Turín.)
Otón. TodaTa ropa acomoda.
Turín. Yo solo es cosa cruel.
Y admírame que un señor
con sólo un criado esté.
Otón. Turín, ayer te fié
grandes cosas de mi amor :
ya me viste en la ciudad
hablar con Clávela.
Turín. Vi
que la paseaste, y fui,
aunque fué temeridad,
a hablarla por el balcón.
Otón. Aquí hay villanos, detente.
Pascual. Del Duque es aquesta gente.
Antón. Antes forasteros son.
Carlino. ¿Vienen despacio al aldea?
Pascual. Ansí 'lo trataban hoy.
Antón. Yo sin huéspedes estoy,
que por muchos años sea.
Carlino. No estarás mucho sin ellos
si el Duque viene de espacio.
Pascual. A esta gente de palacio
le sirvo por los cabellos.
Antón. Para un favor no son malos;
y así, yo quiero intentar
a nostramo el Duque hablar
ACTO TERCERO
527
con labradores regalos,
y pedille en casamiento
a Inés.
Pascual. Vamos, que al favor
rinde las fuerzas mi amor.
Carlino. Ya hueles a casamiento.
Antóx. Esa es mucha sutileza.
¿ Los casados huelen ?
Carlino- ¡ Pues !
Antón. Más que otros por los pies,
güeles tú por la cabeza.
{Vansc los villanos.)
TuRÍN. ¿Para qué te escondes déstos?
Otón. Impórtame que ninguno
me vea.
TuRÍN. ¿ Fuera importuno,
viéndote encubrir de aquestos,
para saber la ocasión?
Pero el haberme advertido
de que eres tan bien nacido
de tu amor y pretensión,
me obliga a callar.
Otón. Turín,
tu dicha está en el secreto ;
si callas, yo te prometo
que está tu dicha en el fin.
Ven esta noche al terrero
con un broquel y una espada,
y aguárdame allí.
Turín. j No es nada !
Otón. ¿ Y es mucho si allí te espero ?
Turín. ¿Y si me ven?
Otón. No verán,
que yo llegaré al momento.
Turín. ¿ Traeré armas ?
Otón. Sí, y con tiento,
capa y sombrero galán
me puedes, Turín, traer;
holgaréme de ir bien puesto.
Turín. Descuida.
Otón. Búscame presto.
Turín. Hoy me tengo de perder.
Otón. Secreto encargo, Turín.
Turín. ¡ Digo que terrible estás,
pues más mudo me verás
que estuvo fray Juan Guarín !
{Vase Otón.)
Por seguir el loco amor
deste príncipe encubierto,
está mi remedio cierto
en ir siguiendo su humor.
Pensar yo que es hombre vil
es disparate notable,
pues basta ver que le hable
dama tan alta y gentil.
Fuera de que me ha fiado
sus caballos y vestidos,
con que todos mis sentidos
a su servicio ha obligado.
No me fuera ni le hiciera
menos un pelo de todo
si pensara deste modo
que rey de las Indias fuera.
Yo le tengo grande amor;
gran premio de mi esperanza,
que la buena confianza
siempre la engendra mejor.
Marido desconfiado
hace libre la mujer;
el cobarde mercader
no gana si no ha fiado.
Yo soy honrado ; pues éste
me fía su hacienda a mí,
no le he de faltar de aquí,
aunque mil vidas me cueste ;
que, en efeto, soy Turín,
hombre honrado y bien nacido,
y pues de mí se ha servido-
no usaré término ruin.
{Vasc.)
{Salen el Duque, Alejandro .v Fulgencio.)
Duque.
¿ No solías venir con tanto gusto
al aldea otras veces?
Alejandro.
No te espantes,
que se suelen mudar las condiciones
o por las influencias de los ánimos,
o ya por cosas que en amor suceden.
Hay en todas las vidas ciertos términos
donde, llegando, un hombre intentos muda :
de lo que aborreció, eso apetece,
y aquello que quería, eso aborrece.
Duque.
Desa suerte, ¿serán aquí las fiestas?
Alejandro.
Paréceme que aciertas. — Sospechoso
me ha puesto el Duque.
528
EL MEJOR MAESTRO EL TIEMPO
Fulgencio.
¿ Si tu amor sospecha ?
Alejandro.
Ya puede ser que Inés se lo haya dicho,
por librarse de ver que la importuno.
Fulgencio.
¿ Cuándo de ser rogada arrepentida
mujer viste en el mundo? No lo creas.
Alejandro.
Esto de pretender, Fulgencio amigo,
que a lo grave la sirva y no la ofenda,
no sé cómo lo entienda.
Fulgencio.
No te ofende,
que antes merece estima, pues te anima
a que la tengas en igual estima.
Rey.
Eufrasia
Rey.
Eufrasia
Rey.
Eufrasia
Rey.
Eufrasia
Rey.
Eufrasia
Rey.
Duque.
Rey.
{Salen d Rey y Eufr.asia.)
La mano voy a besar
al Duque.
Aciertas en eso.
Por gran cosa se la beso.
Alcaide sois de la mar.
No ha hecho la vil fortuna
conmigo cosa de risa,
como es ésta.
Aquí te avisa
que ha de haber mudanza alguna.
,: Qué mayor quieres que sea,
que un palo el cetro de oro
y todo su real decoro
en alcalde de una aldea?
Eso ya os honra, que, en fin,
basta de justicia el nombre,
digno de un rey, aunque es hombre
que sirve en este jardín.
Y tan buen agüero ha sido,
que en esta vara mostráis
que a castigar comenzáis
al traidor que os ha ofend'ido.
Tenia, entre tanto que voy
para besarle la mano ;
no sea alcalde villano,
aunque de villanos soy.
Mostrad; que yo con la vara
entre tanto esperaré.
Déme Vuestra Alteza el pie.
¡ Oh, amigo !
¡ Ah, fortuna avara,
cómo reprime tu ley
a un hombre tan desdichada),
que fortuna ha derribado,
no mirando que era rey !
DuQLTE. • Levántate de la tierra.
¿ Qué quieres?
Rey. Besar tus manos,
porque aquestos aldeanos
deste mar y desta tierra
me nombraron por alcalde.
Duque. Han hecho justa elección.
FuLGENC. Llega, que es buena ocasión,
que amor te la da de balde.
Alejandr. Mientras mi padre y el suyo
hablan, con ella hablaré.
Duque. Que me informes holgaré.
Rey. Todo nace de amor tuyo.
Alejandr. ¿Quién te dio jurisdicción
tn mi tierra, Inés? >
Eufrasia. No sé;
acaso el tenerla fué,
que acaso mis dichas son.
Alejandr. ¿Pues con vara aquí? ¿No
que es tmi tierra?
Eufrasi.v Ya lo sé ;
mas no te castigaré,
aunque son tus culpas graves.
Alejandr. Hizote juez amor,
porque condenarme puedas ;
mas quéjase que te quedas
siempre con este rigor.
Eufrasia. Si yo juez de amor fuera
a fe que te condenara
a tormento, aunque pensara
que poca verdad dijeras.
Alejandr. Apelara yo de ti
para tu misma piedad,
que tal tormento es crueldad
a quien tantas dice aquí.
Duque. Vamos a hacer prevenir
las fiestas luego al momento,
que estoy falto de contento
y me quiero divertir.
{Vase el Duque.)
Rey. Hija, vuélveme la vara.
Eufrasia. El Duque también se va;
acompañadle.
Rey. ¿Y será
bien hecho ?
Eufrasia. ¿No es cosa clara?
Rey. Bien dices ; quédate aquí.
{Vase el Rey.)
sabes
ACTO TERCERO
529
Alejandr. Ya que la vara dejaste,
juez riguroso, baste
lo que has hecho contra mí.
Eufrasia. Si fulminara el proceso
de tus culpas, yo te digo
que tuvieras el castigo.
Alejandr. No el tormento, pues confieso.
Muestra ; dadme aquesa mano,
mitigaré el dolor fuerte,
que estoy cerca de la muerte.
Eufrasia. jNIirad que está allí mi hermano.
¿No dijistes que era ido?
Alejandr. Pues no ha mucho que está ausente.
Eufrasia. ¿Luego no le veis presente?
Alejandr. ¡ Vive Dios, que soy perdido !
No sé qué tengo de hacer,
pues ha venido su hermano.
{Sale Otón.)
Otón. Ya vuelvo al traje villano,
que amor me manda volver.
Alejandr. O se le acabó el dinero,
o fué astuto y le guardó.
Eufrasia. Vete, si no voime yo.
Alejandr. Irme aborrecido quiero.
Pero yo haré de tal suerte
que se le quite de aquí.
{Vase Alejandro-")
Eufrasia. ¡ Otón !
Otón. ¡ Eufrasia I
Eufrasia. Entendí
en toda mi vida A'erte.
¿ Dónde fuiste ?
Otón. A la ciudad,
que al Rey licencia pedí.
Eufrasia. Sin despedirte de mí,
no ha sido, Otón, amistad.
Tú con Clávela has hablado,
pues que vienes tan contento.
'Otón. , Díjele mi pensamiento,
muy galán y disfrazado.
Eufrasia. ¿ Pues quién vestido te dio ?
Otón. Hay mil cosas que contarte
que quieren segura parte.
EuFR.aLSiA. ¿Viste las fiestas?
Otón. Fui yo
el más galán del torneo.
EuFRAsi.\. ¿Luego a ellas saliste?
Otón. Sí ;
mas vete, que viene aquí
la causa de mi deseo.
vu
Luego hablaremos los dos;
vete, herm.ana, en hora buena.
Eufrasia. Aquesto el cielo lo ordena
porque aquí os habléis los dos,
{Vanse y salen Clávela y Fabia.)
Clávela. Digo, Fabia, que al balcón
me puse, y vi un caballero
paseando en el terrero
de notable perfección ;
porque en las honestas galas
a los demás excedía,
y en lo que el caballo hacía
eran las espuelas alas.
Reparé en el rostro, y vi
de Pedro el mismo retrato,
y estuve suspensa un rato,
más que él mirándome a nlí.
Y la noche que en palacio
hubo sarao, de color
le vi parecer mejor
y le miré más despacio.
De tal manera me vi
de su persona obligada,
que loca y determinada
le rogué viniese aquí,
y por el j ardí. i me hablase
de noche con gran secreto.
Fabia. Que me admira te prometo
que a Pedro tanto imitase ;
pero no puede ser él,
porque vesle allí ocupado,
y pienso que no ha faltado
un momento del vergel. .
Yo siempre le he visto aquí. —
¿Has faltado de aquí, Pedro?
Otón. Como ha faltado aquel cedro
que está floreciendo allí.
Fabia. No dudes de que es verdad.
Clávela. Pues, Fabia, naturaleza
perdió esta vez la belleza
que le da la variedad.
, Este Pedro y quien te digo
tiene una cara y uft nombre.
Fabia. Parécele, no te asombre,
y al desengaño me obligo ,
Enséñamele, y verás
como te ha engañado amor.
Cl.wela. Si tuve, amándote, amor,
Pedro, del traje en que estás,
amaré a quien te parece
en forma de caballero,
34
530
EL MEJOR MAESTRO EL TIEMPO
con que la templanza espero
del mal que mi alma padece.
Otón. ' ¡ Pardiez, que no hiciera más
en la plaza un toro fiero,
pues vas tras el caballero,
y en el vivo el golpe das !
Y a mí, que soy dominguillo
y desta huerta espantajo,
déjasme por hombre bajo;
pero no me maravillo,
antes quiero disculparte :
dos imágenes te dan
adonde iguales están
colores, pincel y arte;
una viene guarnecida
y otra sin molduras viene;
dejas la que no las tiene
y escoges la guarnecida.
Suele fortuna, inconstante,
mirarse en un falso eleve,
por su luz falsa y aleve,
y' dejar la de un diamante.
O.AVELA. No me acabo de admirar
ni sé qué pueda decir.
Esta noclie ha de venir
y en el jardín me ha de hablar
el caballero que digo;
tú le has de abrir en llegando
y le has de venir guiando
hasta ponerle conmigo.
Otón. Harélo, si él viene aquí.
Clávela. Pues queda, Pedro, con Dios,
que estando juntos los dos
yo veré lo que hay en ti.
(Vanse las dos.)
Otón.
Arboles, haced fiesta a mi esperanza,
que andaba por los aires fugitiva ;
cubrí sus hojas de menuda oliva,
adonde tanta paz el alma alcanza.
Venid, aves, a ver mi confianza;
corred, arroyos mansos, plata viva,
cuyo papel bruñido el tiempo escriba
con historias de amor en mi mudanza;
que antes que miuestre enero blanca barba
veré con dulce fin a mis congojas,
que el tiempo de mi amor el tierno adarva,
pues antes que veáis las verdes hojas
de vuestro labrador verá la parva
campo de plata con espigas rojas.
(Sale TuRÍN solo.)
TURÍN.
La codicia de ver estos palacios
sobre la mar y sus jardines verdes
me han dado atrevimiento, contra el ordeiB
que del secreto me dejó mi amo:
por cierto que es notable la hermosura
que la tierra y la mar juntas componen
aquí desde estos árboles y fuentes,
con quien compiten estos varios jaspes
sobre las jarcias de las altas naves,
con banderas y flámulas, haciendo
jardín la mar, aunque de secos árboles. —
¡ Hola ! Tú, labrador, que estás cavando,
¿quieres echar el agua destas fuentes,
si . los tornos entiendes de sus llaves,
que no te faltará mi paga humilde ?
Otón.
¿Quién pide ese regalo? ¿A qué efeto?
¿Vienen algunas damas de la corte
o algunos- caballeros forasteros? —
¡Ay, cielo!, ¿no es éste mi lacayo?
Turín.
¡Válgame el cielo! ¿Qué villano es éste?
¿No es éste a quien yo sirvo? — ¡Señor míoH
Otón.
¿Qué es esto de señor? ¿Viene borracho?
Turín.
Juzgáralo, por Dios, si causa hubiera.
¡ Señor ! ¡ Ah, señor !
Otón.
¡ Salid enhoramala,
que debéis de querer hurtar la fruta,
y pensáis que es el hombre mentecato !
Turín.
¡ Válgame Dios ! ¿ Qué es esto ? No es posible
que se pudiese errar naturaleza. —
Señor, ¿ya no conoces tu lacayo?
Otón.
Si contra el mar venís, hermano, armado,
que miráis enfrente, de valiente vino,
las fuentes soltaré por refrescaros;
pero si, por el traje, con industria
venís a hurtar la fruta, aunque ceñida
traigáis espada, si arrebato un chuza
yo os haré que salgáis enhoramala.
Turín.
•¿ Cómo estás así ?
ACTO TERCERO
531
Otón.
Espera un poco. —
¡To, Morillo, Lanudo, Rodanionte,
Rompedle aquellas calzas atacadas,
que las he menester para una higuera !
TURÍN.
Los perros llama; el diablo me ha engañado. —
Deten, buen hombre, así te guarde el cielo,
los ministros perrunos que convocas,
que ya me voy.
Otón.
j Con qué temor se parte !
TuRÍN.
¡Yo os juro a Dios, villano, que si os cojo
en el zaguán, juridición lacaya,
que yo os haga morder de dos rocines
con más rabia y más hambre que mastines !
Otón.
¡Anda, bellaco, sirve a tu Pelayo !
TURÍN.
Eso es verdad, que el amo que yo tengo
es un bellaco, encantador fingido,
que se vende por príncipe encubierto;
mas yo le venderé los dos caballos
y los vestidos y me iré a mi tierra.
{Vase TuRÍN.)
Otón.
Yo apostaré que cumple lo que dice.
La noche baja; desnudarme quiero,
que está mi dicha en esta coyuntura,
que el tiempo a no perderla me ha enseñado,
maestro que hace, deshaciendo agravios,
los cuerdos necios y los necios sabios.
( Vase.)
(Sale RosiMuxDo huyendo, con la espada desnuda,
y tras él Liseno, Severo y Antonio.)
ROSIMUN.
Antoxio.
RoSIMUN.
¡ Villanos sois y traidores !
Tú eres villano y traidor,
pues a tu Rey y señor
se las hiciste mayores
que de hombre humano se cuentan
ni está en memoria de historias.
Antes las mismas memorias
vuestras historias afrentan.
¿ Vosotros no me pusiste»
en el Imperio en que estoy ?
Luego menos traidor soy
que a vuestro señor lo fuistes.
Severo. Cuando engañados de ti,
de tu sangre y tu ambición
por mocedades de Otón
y odios, entonces aquí
desterramos nuestro Rey
con sus hijos, sin justicia,
movidos de tu malicia
y contra derecho y ley,
pensamos que fueras' tal,
Rosimundo, que a lo menos
hicieras bien a los buenos,
no que los trataras mal.
Pero de suerte procedes,
que a tus mayores amigos
haces mayores castigos,
en lugar de hacer mercedes.
Has entrado en este Imperio
tras el arrogante Otón
como en Roma el vil Nerón
para enmendar a Tiberio.
Si te parece impiedad
poner las manos en ti,
deja el cetro y vete asi,
desampara la ciudad.
Lleva a Nisida, tu hermana ;
no nos dejes confusión,
y vuelva a reinar Otón.
RosiMUN. ¡ Leve condición humana !
Ayer me'hicistes contentos
y hoy me deshacéis corridos :
¡ así vuelvan (i) divertidos
los humanos pensamientos !
Tomáis por achaque a Otón,
y es que cada cual la mira
tiene en el reino a que aspira,
con atrevida ambición.
Pero aceto, aunque os parece
triste el partido de irme,
que no estará mucho firme
república que os merece.
Vosotros os desharéis,
que es el consuelo que llevo.
Severo. ¡ Vete, arrogante mancebo !
RosiMUN. Presto desengañaréis
de vuestra ignorancia al mundo.
Severo. A Otón vamos a buscar.
Todos." ¡ Viva Otón !
Antonio. ¡ Viva, a pesar
de Nisida y Rosimundo.
(n) Probablemente deberá ser "vuelan".
532
EL MEJOR MAESTRO EL TIEMPO
RosiMUN. No se fíe en la fortuna
ninguno, que es varia rueda,
porque jamás está queda
ni aun hay firmeza ninguna.
(Vanse, y sale Turín con un broquel.)
TuRÍN. Con el broquel y la espada,
todo aderezo (i) de reñir,
de temer y de huir
vengo, sin que falte nada,
a la puerta del jardin;
donde me dijo mi amo,
si amo a una sombra llamo,
,a ver de su intento el fin.
¡ Válgame Dios !, ¿ quién será
esta fantasma que aquí
hecho jardinero vi
y galán bizarro allá?
¿ Puede ser uno y ser dos ?
No puede ser, pues tres uno,
¿ cómo en dos partes ?
{Sale Otón.)
Otón. Si alguno,
noche, confiado en vos
emprendió vencer con arte
de su fortuna el rigor,
Otón os pide favor
para más difícil parte.
Pero, ¿qué gente está aquí?
Quiero llegar. — Caballero,
¿qué busca en este terrero?
Turín. Busco un amo que perdí.
Busco en un confuso abismo
un hombre tan desigual,-
que es de, seda y de sayal
y que es hombre de sí mismo.
Busco un príncipe encubierto
y un villano labrador.
Otón. ¡ Turín !
Turín. ¿ Eres tú, señor ?
Otón. Yo soy.
Turín. ¿Es cierto?
Otón. Y muy cierto.
Turín. ¡ Míralo !
Otón. ¡ Qué gracioso estás !
¿Traes broquel?
Turín. No le olvidé;
mas yo te aconsejaré,
si a tales peligros vas,
de que traigas a tu lado
(i) Verso largo : sobrará el "todo".
Otón.
Turín.
Otón.
Turín.
Otón.
Turín.
Otón.
los dos perros de la huerta.
¿Qué huerta?
Junto a la puerta
el blanco me dio un bocado
que me sacó las bayetas
de las calzas atacadas,
en cuatro o seis cuchilladas
de las partes más secretas.
¡ Tú debes de haber bebido !
¡ Baco me hiciera merced !
Detrás de aquesa pared
hablan.
Ya siento el ruido.
Y que no querría fuesen
los perros.
Mujeres son.
{Salen Cl.\vel.\ y Fabi.'v.)
CLtAVELA.
¡ Temor llevo !
Fabia.
Y con razón.
Clávela.
i Aluerta soy si me sintiesen !
Aquí dijo que vendría.
Fabia.
Pues no dudes que vendrá.
Otón.
Clávela en la huerta está, _
y no está lejos el día. —
Yo tengo llave, Turín ;
entra y sigúeme.
Turín.
Yo voy.
Otón.
Animo.
Turín.
¡ Temblando estoy !
{Vanse Otón y Turín.))
Clávela. ¿Sientes abrir el jardín?
Fabia. No hay ciervo con tanto oído
como quien ama.
Clávela. El deseo
rñe muestra el bien que no veo,
en aire y voz convertido.
Fabia. ¿ Que desa manera estás ?
Clávela. Así estoy; mas el cuidado
de la noche y del nublado
crece en sus tinieblas más.
{Salen Otón y Turín.)
Turín. ¿ Cuándo habernos de llegar ?
Otón. ¿No sientes hablar aquí?
Turín. Sí siento.
Otón. ¿Es Clávela?
Clávela. Sí.
Otón. Aquí puedes esperar.
Clávela. Pues, ¿ quién es ?
Otón. El jardinero
ACTO TERCERO
533
que me abrió.
Clávela.
Llamalde acá.
Otón.
Luego, en hablando, vendrá,
que desengañaros quiero.
Fabia.
¿ Quieres que le vaya hablar ?
Otón.
Por mí, yo digo que sí.
Clávela.
Hablemos los dos; aquí
bien nos podemos sentar.
Fabia.
¡Ah, Pedro, Pedro!
TURÍN.
¿Quién es?
Fabia.
Fabia so3^
TURÍN.
Quiero decir
que soy Pedro, por reír
con el Príncipe después.
Fabia.
.: Quién es este caballero
a quien abriste?
TURÍN.
No sé.
Fabia.
¿Qué traje es éste?
TURÍN.
Dejé
el traje de jardinero
y tomé capa y espada.
Clávela.
¿Que no podré m.erecer
saber quién sois?
Otón.
De mujer
está muy escarmentada
la lealtad de los secretos;
pero vos, tan gran señora.
merecéis que estén agora
a vuestro valor sujetos.
Príncipe de Iberia soy.
(Salen Alejandro _v Fulgencio.)
Alejandr.
FULGENC.
Otón.
Alejandr.
Fulgenc.
Alejandr.
Otón.
Fulgen.
Turín.
En esta casilla duerme
quien puede descomponerme,
Fulgencio, como lo estoy.
Aquel villano su hermano,
¿quién duda que dormirá?
Gente he sentido. — ¿ Quién va ?
No es ésta voz de villano.
Un caballero está allí.
Damas de mi hermana son.
¿ En mi casa esta traición ?
¡ Mueran !
¡Perros!, ¿al Conde?
¡ Y a ti
(Vanse Otón y Turín.)
'Clávela. Mira que soy yo, Fulgencio.
Fulgenc. ¿Qué importa, si me han herido?
Alejandr. Paso, no hagas ruido.
Flilgenc. Será ya en vano el silencio.
(Sale el Duque y acompañamiento.)
Duque.
¿Voz de traición, y dentro de mi casa?
¡ Hola, gente, criados ! ¿ A quién digo ?
; Qué es esto ?
Alejandro.
Detente, padre mío.
Duque.
¿ Tú estás aquí ?
Alejandro.
También está Clávela;
y pues no puede ser que se te encubra,
no es mía la ocasión, sino la ofensa.
Yo salí con Fulgencio a ver la huerta
y topamos dos hombres; han huido,
y por donde ellos saben se han salido.
Duque.
¿Contigo hablaban?
Clávela.
Yo salí, vencida
del furioso calor, a A'er el agua;
saliéronme, señor, de aquestos árboles ;
pusiéronme temor con sus palabras
y procuré engañarlos con las mías,
hasta escaparme de sus fieras manos.
Duque.
¿ Hay tal traición ? ¡ Llamadme gente al punto !
¡ Hola !
(Sale el Rey con z^ara.)
Rey.
¿ Qué mandas, señor ?
Duque.
Partid, alcalde,
y prendedme cuantos fueren forasteros.
Rey.
Nadie mejor que yo podrá servirte,
que sé los escondrijos de la tierra.
ÍVase.)-
(Sale Otón, de villano.)
Otón.
¡ No dejarán dormir de noche un hora
a los que trabajamos todo el día !
Alejandro.
Sigue a tu padre, Pedro; ve corriendo,
que va de aquí a prender dos embozados
que han entrado en la huerta.
534
EL MEJOR MAESTRO EL TIEMPO
Otón.
¡ No es posible !
iVasc.)
Duque.
¿Dónde es la herida?
Fulgencio.
En este brazo, y poco,
que fué al soslayo.
Duque.
Vamos al momento,
que si .parece el dueño, esas almenas
le enseñarán al mar, del cuello asido.
iVase.)
Alejandro.
¿Qué gente es ésta, di, Clávela? Fía
de mí.
Clávela.
No sé, señor; pero sospecho
que el Príncipe de Iberia.
Alejandro.
¿ Cómo Príncipe ?
Clávela.
Allá sabrás, después, de mi sospecha.
Fabia.
¿No viste a Pedro aquí y al caballero?
Clávela.
¡Fabia, estoy loca! ¿En que ha de parar esto?
Yo veo al caballero y al villano,
y siendo uno, los dos están distintos,
y con estar distintos, todo es uno,
y con amar los dos, amo a ninguno.
{Vanse, y salé el Alcalde y iin Mozo.)
Rey.
Romped esas puertas luego
Mozo.
Aquí no pisan, Alcalde,
forasteros, y es en balde.
Rey.
¡ A la casa pondré fuego
donde me encubran alguno !
Mazo.
Aquí han hallado este mozo.
Rey.
Quita, picaño, el rebozo.
¡ Lindo traje !
TURÍN.
Lacayuno.
Rey.
¿A quién sirves?
TURÍN.
A mi amu.
Rey.
¿Quién es tu amo?
TuRÍN.
No sé;
sé que a concertar me fué.
Rey.
¿ Tu nombre ?
TURÍN.
Turín me llamo.
Rey.
¿ El de tu amo ?
TURÍN.
No tiene
nombre.
Rey.
¿ Adonde está ?
TURÍN.
No sé;
tampoco aqueso diré.
Rey.
¿A qué viene?
TURÍN.
A lo que viene.
Rey.
¿ Dónde está ?
TURÍN.
Donde él se sabe.
Rey.
¿Tiene ropa?
TuRÍN.
Sus vestidos
y armas, y dos mal sufridos
caballos.
Rey.
Muestra la llave.
TURÍN.
La llave de todo e;3 ésta:
los caballos ahí están.
boca abajo, y te darán
mejor que yo la respuesta.
Porque sirvo a un hechicero
que se viene y que se va
y que donde quiere está.
Rey.
Ese busco, y prender quiero.
Di quién es.
TURÍN.
Yo no lo sé.
Rey.
La garrucha te dirá
su nombre; vamos allá.
TuRÍN.
Llévame al Duque.
Rey. •
Sí haré.
TURÍN.
Garrucha bien la merece
quien sirve a un hombre encantado
Si me hubiera desgarrado,
como a muchos acontece,
con caballos y vestidos,
no me viera en confusión;
pero esta es obligación
de lacayos bien nacidos.
{Vansc.)
(Salen LisENO y Severo.)
Severo.
Adonde no pensamos nos ha dado
el mar tempestuoso alegre puerto :
esta playa en que habéis desembarcado
es tierra del famoso duque Alberto.
Liseno.
Si ésta es su tierra, estoy determinado
hablarle en nuestro intento descubierto.
Por ventura sabrá del Rey.
ACTO TERCERO
535
Severo.
Sería
-notable su saber el primer día.
Que si hoy desembarcamos no es paciencia
noble querer tan presto que le hallemos.
LlSENO.
Alegre buscará mi diligencia,
Severo, de la tierra los extremos,
que toda la mayor circunferencia
que del opuesto Sur al Norte vemos
a mi deseo reducida es corta,
por lo que al bien de nuestra patria importa.
Severo.
Quédense nuestra ropa y los criados
por ahora en el mar, si no os parece
que quedamos aquí bien informados,
que en los deseos el cuidado crece.
LlSEXO.
Nisida y Rosimundo desterrados,
ninguno como Otón reinar merece.
Severo.
Vamos a hablar al Duque.
Liseno.
Si él lo ignora,
nuestras naves verá la blanca aurora.
[Vanse.)
{Sale el Duque, Alejandro y Fulgencio.)
Duque. Yo te digo que no sea
dificultoso el prendello
si él vuelve al puesto-en que estamos.
Alejandr, No será el hombre tan necio ;
pero escondámonos todos,
que la noche y el silencio
k han de obligar a que venga.
I>UQUE. Detrás destos cuadros bellos
que estos cipreses adornan
más seguros estaremos ;
y cuidado en las pistolas.
{Sale Clávela y Fabia.)
^Clávela. A lo que me mandas vengo,
y porque también ahora
desengañarme pretende.
Claras fuentes, donde ahora
de la luna los reflejos
os convierte en blanca plata,
callad vuestro dulce estruendo;
no murmuréis por un rato,
no piense aquel caballero
que hay gente para prenderle
y burle mis pensamientos.
Mas, ¡ ay, cielo!, ;no es aquél?
{Sale Otón embocado.)
Otón. Temblando a esta fuente llego;
mas por saber de Clávela
lo que intenta el duque Alberto
pienso aventurar mi daño.
Mas, gente hay aquí.
Clávela. ¿Es mi dueño?
Responde.
Otóx. Yo soy, señora,
aquel tu amante encubierto.
¿Qué hay de mi preso criado?
Clávela. Que le quieren dar tormento.
¡ Cuánto es mejor que me digas
quién et'es, si lo merezco !
Si eres mi igual, ¿qué sufrir
que muera?
Otón. Ahora no puedo,
que me tiene la fortuna
en tantas desdichas puesto,
que importa encubrir mi nombre.
Alejandr. ¡ Prendelde !
Otón. ¡ Traición me has hecho !
Clávela. ¡ No sé tal !
Alejandr. Date a prisión.
Otón. ¡ Linda burla, bravo cuento !
¿ No ven que so Pedro yo r
Pedro so, el jardinero,
que por burlallos a todos
me puse este ferreruelo.
¿No ven el sayo? ¿Qué miran?
¿ Ya no conocen a Pedro ?
Alejandr. Pedro, aunque sois Pedro, oíd,
que hoy determinado vengo
a ver si por vos se dijo
lo que va de Pedro a Pedro. —
Vayan por el preso.
Otón. Vayan,
que a la fe que yo no tengo
culpa: el diablo me engañó
en ponerme el herreruelo.
{Sale Eufrasia.)
Eufrasia. ¿Preso mi hermano? ¿Por qué?
Otón. ¡ Pardiez, Inés, que me han preso
porque para helles burla
me puse este herreruelo !
EuFRASLA. ¿Quién, Pedro, te aconsejó?
536
EL MEJOR MAESTRO EL TIEMPO
Otón. No, a lo menos, el maestro;
que si yo al tiempo creyera,
aún no era llegado el tiempo.
Pero ¿qué se puede her?
¡ Pardiez, Inés, ya está hecho.
No nos han de ajusticiar
por hacerme caballero.
Duque. Hijo, mira que es locura,
que este rudo jardinero
es hijo de aquel alcalde.
Clávela. Padre, a mi hermano agradezco
el pensamiento que tiene,
que es mi mismo pensamiento.
{Sale el Rey y Turín, preso.)
Rey. El preso tienes aquí;
mas yo lo soy, pues que vengo
a tiempo que tú imaginas
que $03'^ traidor a tu pecho.
Mi hijo, ¿en qué te ofendió?
Duque. Alcalde, si cuando espero
a quien sabéis, ofendido,
hallo en este traje a Pedro,
¿de qué os espantáis que haga
diligencias? — Dime presto,
hombre, si es éste tu amo.
TuRÍN. i Señor !
Otón. Advierte, mancebo,
que se parecen los hombres.
TuRÍN. Señor, es.te caballero
es el amo que he servido.
Duque. Pues todo está descubierto.
Otón. Hombre, ¿qué dices? ¿No sabes
que so Pedro, el jardinero,
que ayer te hablé entre estos cuadros,
cuando te eché los dos perros?
Si lo has hecho por vengarte
de tus agravios, apelo
ál Duque.
TuRÍN. Tiene razón :
yo le hablé entre aquestos cedros,
sin duda es el labrador.
Otón. ¿Ven como sólo parezco
a quien dicen?
Duque. Ahora bien,
con esto averiguaremos
quién eres. — Desas almenas
ahorcad ese hombre luego.
Ea, vos ejecutaldo,
pues sois alcalde.
Rey. No entiendo
que es la sentencia tan justa
como era razón, que a serlo,
aunque soy padre, soy hombre
que le pusiera en el cuello
la soga.
Clávela. ¿ Qué gente es ésta ?
(Sale itn Alcalde y tres caballeros, y
Alejandr.
Alcalde.
Otón.
Severo.
Duque.
LlSENO.
Duque.
Liseno.
Duque.
Liseno.
Severo.
Duque,
Rey.
Liseno.
DuouE.
Alejandr.
Eufrasia.
Clávela.
Otón.
Turín.
Otón.
El Alcalde con tres presos.
Como mandaste prender
a todos los forasteros,
éstos se han hallado solos.
.Sin duda, señor, son éstos.
.Si tratas desta manera
los que llegan a tu puerto,
antes se echarán al mar.
¿ Sabéis la ocasión que tengo?
Dicen que buscan un hombre
a tus agravios dispuesto ;
pero los tres, que por patria
somos, como ves, iberos,
y en busca del Rey venimos,-
a quien ha quitado el reino
Rosimundo, su sobrino,
¿qué culpa, señor, tenemos?
¿ Caballeros sois de Iberia ?
Sí, señor.
Alcalde, a éstos
poned al punto a cuestión
de tormento.
¡ Santo cielo !
i Rey y señor !
¿ Cómo Rey ?
Caballeros, deteneos.
Besad al Duque las manos.
Esta obligación tenemos.
Primero lo ha sido mía;
que dejéis la vara os ruego
y que os sirváis de mi casa
mientras que tomáis el cetro. ,
Según esto, ¿Inés, quién es?
Su hija soy, según esto,
y Eufrasia es mi propio nombre;.
Según esto, ¿quién es Pedro?
Otón, según esto, soy;
príncipe soy heredero
de Iberia.
¡ Válgate Dios,
por amo ya descubierto I
Servísteme con lealtad;
ACTO TERCERO
537
hoy verás, Turín, el premio. —
A Clávela, señor, pido,
Ajlejandr. Yo a Eufrasia, si la merezco.
Rey. Daos las manos, que después
que celebréis casamiento,
nos • volveremos a Iberia,
donde, cobrando mi reino,
muera en paz viendo a mis hijos,
que bien enseñados dejo;
pues muestra el fin de la obra
que el mejor maestro, el tiempo.
Fin de la comedia de "El mejor maestro,
EL tiempo".
LA MERCED EN EL CASTIGO
COMEDIA FAMOSA
DE
LOPE DE VEGA CARPIÓ (^>
PERSONAS QUE HABLAN EN ELLA;
El Rey.
Don Juan Manuel-
Don Diego.
Don Bermudü.
Doña Leonor.
Doña Elvira.
Martín, criado.
Inés, criada.
JORNADA PRIMER.\
{Salen don Juan Manuel y Martín, criado.)
Martín. Ya estamos en Zaragoza
con tanta seguridad,
que la dulce libertad
nuevos privilegios goza.
D. Juan. Ya del Rey don Sancho el Bravo
estoy libre, gloria a Dios.
Martín. Y de escaparnos los dos
tu acuerdo prudente alabo.
Que si don Sancho hace guerra
a su padre, Alfonso el Sabio,
de tan peligroso agravio
es cuerdo quien se destierra.
Por las cartas que has traído,
famoso don Juan Manuel,
serás del Rey más cruel
estimado y admitido.
D. Juan. ¡ Qué necio, Martín, estás !
¿No tiene el Rey caballeros?
Martín. Contra los alarbes fieros
no importa una espada más
como la tuya. Y hablando
con modestia y cortesía,
si va a las ancas la mía,
¿no es verse en campaña Orlando?
D. Juan. Hasta ahora yo no sé
que hayas buscado ocasión
(i) Textos: A. Parte treinta de Escogidas ; Ma-
<irid, 1668. — B: Parte cuarenta de la misma colec-
-ción. Madrid, 1675. — C: Lnpresión antigua; suelta.
de ser valiente.
Martín. Esos son
los méritos de la fe :
creer (i) que puedo ser yo
valiente cuando quisiere.
D. Juan. ¡ Malhaya quien lo creyere ! ;
que a mí me desengañó
una vez tu cobardía,
dejándome en la ocasión.
Martín. No hay regla sin excepción;
que esto de la valentía
tiene sus horas menguadas,
y tal vez un hombre está
de suerte, que dejará
que le den de gaznatadas.
Y yo lo he echado de ver
por mí, porque el otro día
me desmintió un chirimía
y no le osé responder.
D. Juan. Pues, ¿ por qué ?
Martín. Empezó a tocar (2)
luego.
D. Juan. ¿Eso has de decir?
Martín. Pues si no me había de oír,
¿para qué le había de hablar?
D. Juan. Cerca de palacio estamos.
Martín. Pues Dios nos guíe. ,*
D. Juan. Detente,
que, alborotada, la gente
(i) En A: "¿ No ves".
(2) En A: "Cantar." El
"¿Y eso habías de sufi-ir?"
verso .siguiente dice :
JORNADA PRIMERA
539
da voces.
Martín. Pues, ¿qué aguardamos?
¡ Cuerpo de quien me parió !
D. Juan. ¡ Huélgome de ver tu brío !
Martín. Xo es ése el intento mío.
Si es pendencia, me cogió,
que no pasaré de aquí
si me aspan, en conclusión, (i)
D. Juan. Esta es forzosa ocasión.
Martín. ¿ Qué intentas ? ¿ Estás en ti ?
(Dentro : ¡ Guarda el león .' )
D. Juan. Un león se ha desatado, (2)
y de palacio ha salido.
Martín. El leonero ha delinquido,
y está en razón obligado
a recoger su león
sin que nadie entienda en ello.
D. Juan. Feroz y erizado (3) el cuello,
hace poca estimación
de las espadas desnudas.
^Iartín. De Albania debe de ser.
D. Juan. Hoy tu valor se ha de ver,
AÍartín. ¿ Qué temes ? ¿ Qué dudas ?
¿ No estorbarás el estrago
que hace el fiero animal ?
Martín. Si fuera batalla igual,
con llamar a Santiago
le pusiéramos temor.
D. Juan. ¿ Ya huyes las ocasiones ?
Martín. Yo no entiendo de leones
si se desatan, señor.
D. Juan. ¡Válgame el cielo! La gente
huye medrosa 3' turbada,
dejando desamparada
una mujer: ¡qué inclemente
es el temor que los guía,
pues la dejan en el suelo
postrada, pidiendo al cielo
favor ! Esta causa es mía.
La -^ida he de aventurar
por libralla.
Martín. ' ¡ Intento fiero !
(Sale DON Bermudo.)
D. Berm. ¡ Tened piedad, caballero, ■
si acaso os puede obligar
una mujer (4) inocente.
D. Ju.\N.
D. Berm.
Martín.
D. Berm.
AIartín.
D. Berm.
Martín.
D. Ber.
(i) En A: "Si me aspan. —
Dentro : i Guarda el león !
(2) En C : "soltado".
(3) En C: "estirado".
(4) En B y C: "belleza".
Martín.
D. Berm.
Martín.
D. Berm.
Martín.
D. Berm
Martín.
que en su tierna edad florida
tiene en peligro la vida.
¡ Ea, corazón valiente,
anima el pulso (i) y la mano!
(Vase.)
i Grande esfuerzo !
Es mi señor.
Pues imitad su valor.
¿Qué dices, viejo inhumano?
¿Quién te enseñó a ser cruel?
Demás que tengo instrucción
que si no hay más de un león
le deje reñir a él.
¿No es mejor darle socorro?
No, que ofende su opinión ;
mas si sale otro león
yo iré, como sea cachorro.
Cobarde sois; mas ya el cielo
su valiente esfuerzo ayuda :
ya se ha templado la duda
de mi medroso recelo. (2)
¡ Qué bien, al brazo revuelta
la capa, aguarda veloz
al enemigo feroz !
Como él le hurte la vuelta,
está el negocio acabado.
Ya -le acomete el león.
Y está muy puesto en razón,
que es un león desatado.
Si ahora, famosa (3) espada,
vos fuérades menester, (4)
que ya (5) la supo temer
el moro estando colgada
en el templo de los años,
llena de polvo y orín,
hoy mi valor diera fin
a tan conocidos daños. (6)
Ya las guedejas eriza
del cuello y alza las manos.
En tiempo de los romanos, (7)
que crueldades solemniza,
era gran fiesta.
Venenos
respira cuando le mira.
Uñas abajo le tira.
(i) En A: "curso", por errata.
(2) En A faltan estos cuatro versos anteriores.
(3) En B : "valiente".
(4) En B: "os acertara a traer".
(5) En B: "que bien".
(6) Las dos redondillas anteriores faltan en A.
(7) En A y B : "para en tiempo de romanos".
540
LA MERCED EN EL CASTIGO
porque no puede ser menos.
¡ Oh, quién se viera diez leguas
de tan resuelto animal !
D. Berm. Sí eres criado leal...
Martín. Yo nací en tiem.po de treguas;
no es mi vocación reñir.
D. Berm. ¡ Válgame Dios, qué gran suerte !
Herido el león se advierte
y ya comienza a teñir
las piedras de rojo humor,
que en copiosa fuente arroja;
ya con la mortal congoja
cayó. ¡'Celebre el valor
de tan invencible espada,
siglo a siglo, el tiempo breve !
La vida Leonor le debe,
por su valor restaurada
con tan milagroso efeto,
que yo también la gocé,
pues la muerte que esperé
tuvo a su espada respeto, (i)
{Saca DON Juan a doña Leoxor en bracos con
manto, y herido en ¡a mano izquierda.')
D. Juan. Señora, excusar podéis
cualquier agradecimiento,
porque darme el cielo aliento
es dicha que merecéis.
Vos, a vos misma os debéis
gracias, de que el cielo os guarde,
pues aunque llegara tarde
no os condenara a morir,
que yo os libré por huir
de la infamia de cobarde.
D.^ León. Aunque quiera agradecer
vuestro piadoso valor,
las sombras de mi temor
me quitaron el poder;
que si bien me llego a ver
en esta dichosa suerte,
es la aprensión tan fuerte
que estorba el significar
lo que hicisteis, por quitar
esta Vitoria a la muerte.
Que como se vio la vida
en lucha tan peligrosa,
antes se advirtió medrosa
que se viese agradecida;
porque la muerte, ofendida
(i) En A faltan los cuatro anteriores versos.
de favor tan singular,
ya que no os pudo quitar
la Vitoria ni el valor
me oprime con el temor,
porque no os puedo pagar.
Parece que estáis herido
en la mano.
D. Juan. Sí, señora,
que esta sangre es precursora
de la que yo os he ofrecido :
con mi humildad (i) ha salido-
a darle gracias a Dios,
y á decirnos a los dos
que en esta mortal porfía
la demás se prevenía
para perdella por vos.
D.* León, Detenerla procurad
{Dale iin lienzo.)
con este lienzo.
D. Diego. Llegué
tarde, pues no remedié
tan peligrosa piedad.
Celos, oíd y callad,
si es bastante el sufrimiento,
D. Juan. ¿ Por qué sin merecimiento
me hacéis tan grande favor?
D.a León. Porque ya se fué el temor
y entró el agradecimiento.
D. Berm. Yo por mi hija quisiera,
pues dos vidas restauráis,
que ,en las obras conozcáis
lo que serviros espera ;
pues cuando la muerte fiera,
que sin remedio temió,
desamparada la vio
de criados y escuderos,
en vuestros nobles aceros
heroica defensa halló. (2)
En mi casa desde hoy
hallaréis grata acogida.
D. Diego. Tan a costa de mi vida,
que ya perdiéndola voy.
D. Juan. Señor, tan pagado estoy
con tan crecido favor,
que ha menester mi valor
castellaTio, en lo que os debo,
ponerme en peligro nuevo
(i) En A: "con muestra humilde". En B: "por
muestra humilde".
(2) Faltan en A los seis versos anteriores.
JORNADA PRIMERA
541
D.^ Leox.
D. Juan.
D." León.
D. Juan.
D. Diego.
D. Berm.
D. Diego.
Martín.
D." León.
D. Berm.
D. Diego.
D.'' León.
D. Diego.
D.^ León.
D. Diego.
para no quedar deudor.
Si es deuda la voluntad,
deudor nuestro habéis de ser.
Aún faltará el merecer,
por no haber capacidad.
Siempre en la misma humildad
se advierte el merecimiento.
¿ Dónde voláis, pensamiento '(
Templaos, y echaréis de ver
que intentar sin merecer
es bárbaro atrevimiento.
¡ Vive Dios que es imposible ■
dejar de abrasarme a celos,
que está Leonor obligada
y es bizarro el forastero !
Haré lo que el Rey me manda
y estorbaré los deseos,
si con la vista se alientan.
Vamos, hija.
Caballero,
el Rey mi señor os llama.
¿ Pues quién le ha visto tan presto,
si no es que debe de ser
profeta de forasteros?
¡ Qué desgraciada sería
si hubiese visto don Diego
darle el lienzo al castellano !
Porque aunque jamás mi pecho
admitió cuidados locos
de don Diego, es tan resuelto,
que hará ostentación de agravios
para vengar menosprecios.
Señores, el cielo os guarde.
De corrido no me atrevo,
señor don Bermudo, a hablaros,
por no haber llegado a tiempo
que viésedes mi valor
con la experiencia del riesgo.
Para conocerle basta
vuestro noble nacimiento;
que se acrisola la sangre
siempre en los ilustres pechos,
y en la que vos heredáis
está el valor manifiesto,
sin que mendigue ocasiones
para que sirvan de ejemplos.
Bien claro se ha conocido,
pues lo muestran los efectos,
el gusto de veros libre
por mano del forastero.
¿ Qué decís?
Que los favores
descubren los sentimientos
del alma.
D." León. Esperad un poco :
¿qué decís, que no os entiendo? (i)
D. Diego. Pues yo muy bien os entiendo. (2)
D." León. Pienso que queréis pedirme
cuenta de los pensamientos;
pues cuando fuerais mi esposo
fuera tan cansado extremo,
que os aborreciera el alma
hasta el menor movimiento.
D. Diego. Habiendo dado la vuestra,
claro está.
D." León. Advertid, don Diego
de Aragón, que habláis conmigo.
D. Diego. Y advertid que estos desprecios
los sabré 3^0 castigar,
si no en vos, en el sujeto
que tan ufano se pinta
del favor que !e habéis hecho.
D.^ León. ¿Yo a nadie favor? Mirad
que aun el sol tiene respeto
a mi honor, porque lo advierte
coronado de trofeos,
que entre honestas libertades
alcanza de amantes necios.
D. Diego. Y como ya en Zaragoza
tenéis cautivo^ y presos
a los que intentan serviros,
para alcanzar más trofeos
los forasteros buscáis,
llamándolos con un lienzo.
D."* León. A tanta descortesía
responda el cuerdo silencio,
hasta prevenir castigos
de locos atrevimientos. —
A''amos, señor.
D. Berm. Yo os suplico
que conozcáis mis deseos
ejecutados en obras.
D. Juan. Sirva de testigo el tiempo
de lo que deseo serviros.
D.* León, j Ah, si fuera caballero
el castellano, tendrían
disculpa mis pensamientos !
(Vase.)
D. Juan. Decidme ahora si el Rey
(i) En A: "porque agora no os e." En B: "¿qué
decís, que no he entendidolos."
(2) En A: "Pues ya yo os entiendo a vos".
542
LA MERCED EN EL CASTIGO
D. Diego.
D. Juan.
D. Diego.
D. Juan.
D. Diego.
D. Juan.
D. Diego.
D. Juan.
Martín.
D. Diego.
D. Juan.
D. Diego.
D. Juan.
D. Diego.
D. Juan.
me llama, ¡ Viven los cielos
que este bravo aragonés
viene celoso, y que el fuego
lo descubre por los ojos,
como no lo sufre el pecho !
El Rey desde sus ventanas ,
miró el peligroso extremo
de la dama que librasteis.
Dicha fué.
Apretaos el lienzo
porque no perdáis más sangre;
que lo sentirá su dueño.
Sólo yo podré sentir
de la herida los efectos,
aunque por pequeña apenas
puede causar sentimiento. —
Decid lo que toca al Rey.
Miró el bizarro despejo
y el generoso valor
con que al animal soberbio
desvanecisteis la furia
con los últimos alientos.
¿Pues qué me quiere mandar
su Alteza?
Que le veáis luego.
Obedecer es forzoso.
Que te han de prender sospecho
•por la muerte del león;
y fuera más sano acuerdo
dejar matar la mujer,
para no vernos en esto.
¿Sabéis quién es esta dama?
¡ Bella ciudad, ya le entiendo ! (Ap.)
Es de la sangre más noble
de Aragón, y tiene deudos
poderosos.
¿Y valientes?
Cuando les importa serio,
atrevimientos castigan,
hasta quedar satisfechos.
Estimo valor tan grande;
holgaréme conocerlos
para serviros; y pues
aquel caballero viejo,
padre de la dama, gusta,
por el diohoso suceso,
que 3^0, como en casa propia
entre en la suya, es acuerdo
acertado conocer
a tan principales deudos,
supuesto que cada día,
y casi lo más del tiempo,,
D. Diego.
D. Juan.
D. Diego.
D. Ju.\N.
D. Diego.
D. Juan.
D. Diego.
D. Juan.
D. Juan.
D. Juan.
D. Diego.
D. Juan.
he de gastar en su casa.
Este es loco, por soberbio, (i)
o no ha sabido entenderme. —
Honrado intento es el vuestro;
mas porque no lo ignoréis
quiero deciros mi intento.
¡ Vive Dios, que ha despertado^
tan nuevo amor en mi pecho,
que ha salteado el descuido !
Sus celos me han dado celos.
Doña Leonor es la esfera
de mis ardientes deseos,
que entre amorosos suspiros
buscan el dichoso incendio.
También habrá en Zaragoza
quien pueda decir lo mesmo.
¿ Cómo, o por qué ?
Pues en vos
¿quién ha despertado el fuego
de amor tan encarecido ?
¿ Xo basta el hermoso objeto
de Leonor ; la luz divina
que esparcen (2) sus ojos bellos,
que al sol coronan de rayos
para que estudien reflejos?
Sí basta; pero esas partes,
esas luces, esos cielos,
esas esferas y rayos,
¿pensáis vos que son tan necios
los galanes que la mirarf (3)
que no podrán conocerlo,
pues tienen almas también,
voluntad y entendimiento?
Sabiendo que yo la sirvo,
¿ se atreverán con su riesgo
a mirarla?
Y vos también
la miraréis con el vuestro.
Parece...
Pues no os parezca;
porque lo que digo siento ,
hablando generalmente ;
que si otros tienen afectos
de amor, y son hombres nobles
y profetizáis (4) su riesgo
sirviendo a doña Leonor,
claro está que podrán ellos,
(i) En A: "o por soberbio no me ha querido-
entender".
(2) En B: "aspiran". En C: "expiran".
(3) En A y B : "sirven".
(4) En C: "profetizan", por errata.
JORNADA PRIMERA
543
D. Diego.
D. Juan.
D. Diego.
D. Juan.
D. Diego.
D. Juan.
D. Diego.
D. Juan.
D. Diego.
D. Juan.
D. Diego.
D. Juan.
D. Diego.
D. Juan.
D. Diego.
D. Juan.
si vos la servís también,
profetizaros el vuestro.
Xo hay quien atreverse pueda.
Con el tiempo lo veremos.
¡ Reventando estoy de enojo ! —
Pues por no aguardar más tiempo,
si llegáredes a ver (i)
que alguien con bárbaro intento
se opone a mi pretensión,
porque le aviséis primero
que yo le llegue a matar,
tn venganza de mis celos,
quiero decir el estado
de mi amor.
Decid; que pienso,
sin que vos lo imaginéis,
que me ha de importar saberlo.
Xo me entiende o no me estima. —
Todas las noches paseo .
su calle.
¿Y tenéis favores
de doña Leonor?
Confieso
que ninguno he merecido.
¿Y sabe vuestros deseos?
Bien los sabe, pues conoce
que sufro, que adoro y muero. (2)
Y ella, ¿con qué os corresponde?
Con desdenes y desprecios.
Pues muy adelante estáis;
hasta ahí (3) todos podremos
tirar la barra.
i Qué importa,
si sufriendo persevero,
a pesar del sol, si el sol
me da con sus rayos celos,
pues aguardo muchas noches
a que las sombras, huyendo,
bajen despeñando estrellas,
o de costumbre o de miedo?
¿Es ése el estado?
Sí.
Pues vos sois quien tiene el riesgo :
porque si doña Leonor
os trata con menosprecio,
y, despechada, descubre
lo mal que gastáis el tiempo
tan a costa de su fama
y decís que tiene deudos
valientes y poderosos,
claro está que el menor dellos
sabrá quitaros m^ás vidas
que tenéis atrevimientos.
D. Diego. Mucho defendéis su causa;
que estimara que ese lienzo
estuviera en mi poder,
para publicar que tengo
favores suyos, por ver
quién, por celoso o por deudo,
quiere oponerse a mi gusto.
D. Juan. Quien llegó a tener deseos
de favores, por decillos,
también podrá, sin tenellos,
fingillos, aunque aventure
la calidad y el respeto.
Este lienzo no es favor,
porque yo no lo merezco,
ni pudo darle tampoco
con esa intención su dueño;
mas por ser descortesía,
como acción de un hombre necio,,
no os sirvo con él; demás
que la causa porque dejo
de darlo es porque si sabe
Leonor que está en poder vuestro,
al punto os lo he de quitar
a cuchilladas.
D. Diego. Veremos
cómo os atrevéis.
{Sale un Criado.)
Criado. El Rey
os llama, señor don Diego.
D. Juan. Mirad que el Rey os aguarda.
Vamos, que después hay tiempo
para que a solas podáis
conocer al forastero.
(Vase Dox Diego y detiénele Martín a don Juan.) (i^-
Martín. Señor, ¿qué haces? ¿Estás (2)
endemoniado? ¿Tan presto
has tenido dos batallas,
un león y un majadero,
que es peor que seis gigantes,
y ahora te vas metiendo
en otra de los diablos ?
(1) En B: "si llegareis
gares de saber".
(2) En A y B : "quiero'
(3) En A: "hoy".
a saber". En C: "si Ile-
(i) Esta acotación sólo en C.
(2) En A : " Señor.
D. JuAX. ¿Qué dices?
Martín. ¿Estás?"'
544
LA MERCED EN EL CASTIGO
D. Juan. ¿ Qué he de hacer, si es caballero
y es, como amante, celoso?
Martín, í Madre, si habláis en cangrejos,
la albarda nos han hurtado ! (i)
Yo, mas que se caiga muerto
con sus celos y su amor,
lo que digo y lo que siento,
mas no a pagar de mi bolsa,
porque yo jamás la tengo,
por no pagar de vacío
tan excusado aposento...
D. Juan. Advierte que estoy de priesa.
Martín. Toma primero un consejo,
pues sabes que son los míos
muy saludables y quietos :
¿qué sabes si el Rey tenía
puesto su entretenimiento
en aquel pobre león ?
Si tuviéramos dineros
para envialle por otro
a Berbería, aun con eso
se pudiera (2) remediar,
D. Juan. Locuras estás diciendo.
Martín. ¿Cuánto costará un león
de los finos?
D. Juan. ¡ Ya estás necio !
Martín. ¡ Malhaya quien inventó
en el mundo leoneros ;
que si ellos no los domaran
nadie quisiera tenerlos
en su casa, que aun vidriados
tienen el diablo en el cuerpo !
Discúlpate con el Rey,
y di lo que im caballero
a media gaita, que entrando
en la plaza de mi pueblo,
con su rejón amarillo
y su caballo bermejo,
para no hacella limpia...
D. Juan. ¿ Quieres que te escuche un cuento
cuando el Rey me está aguardando?
Martín. En él sabrás, por lo menos,
lo que le has de responder.
Entró haciendo escarceos
en la plaza, y un poeta
agudo, aunque era manchego,
escribió esta redondilla
para pintar el suceso :
"Digo, pues, del caballero
(i) En A: "quitado".
(2) En A: "podía".
según su donaire y traza,
que ha entrado poco en la plaza,
y menos su despensero."
Terció la capa de raja,
aunque ya estaba (i) en el tercio,
y metiendo bien la gorra,
que era en lo que estaba diestro,
tomó un rejón; y salió
un torillo, cabos negros,
con remolino en la frente,
llevando en los pies al viento.
Despejó todo peón
la plaza, pero de miedo
del torbellino barroso,
que les iba sacudiendo
con las varas del testuz
el polvo de los greguescos.
Hecha un desierto la plaza
de ermitaños caballeros,
porque los tienta el diablo
y se dan (2) favor de lejos,
quedó (3) nuestro buen jinete,
melancólico, perplejo,
pasando su noviciado,
por no salirse tan presto.
Pero el toro tentador,
en menos de un pensamiento,
por dalle en que merecer
se mudó pared en medio.
Aquí, turbado y devoto,
entendió del Padrenuestro
el "no nos dejes caer",
glosándolo a su provecho.
Tomó el rejón a dos manos,
y aun tomara, a lo que pienso,
de mejor gana un tablado,
y con dichoso suceso
le dió-en mitad de la nuca
(que a veces acierta el miedo),
queriendo dar a otra parte,
aunque él nunca tuvo intento
de dalle en (4) parte ninguna,
pero hallóselo hecho.
Lo mismo me hiciera yo,
y no mataré un borrego.
Alborotada la gente
con aplauso descompuesto,
(i) En a y B : "venía".
(2) En A: "le da".
(3) En C: "cuando".
(4) En B y C: "de dar en".
JORNADA PRIMERA
545
vinieron dos alguaciles,
y con semblante risueño
dijeron que le llamaba
el Corregidor, (i) que viendo
desde su balcón la suerte,
quiso, admirado y suspenso,
darle el parabién; mas él,
pareciendo que habia hecho
delito en matar el toro,
por haber sido tan presto,
siendo el mejor de la tarde,
llegó, y quitando el sombrero
(miento, que gorra tenía),
le dijo, muy macilento:
"Perdone vueseñoría,
que no lo iba a hacer." Lo mesmo
puedes tú decir al Rey.
D. JuAx. ¡ Como tuyo es el consejo !
¿ Viste en qué casa de aquéllas
entró ?
Martín. Basta, ya te entiendo : (2)
la casa es de la portada
de mármol. Pues, ; qué tenemos ?
¿ Hay picazón ? ¿ Hay blandura ?
D. Juan. Que aquí me aguardes te ruego,
que tengo empeñado el gusto.
{Vase.)
JMartín. Como nos dieran dineros,
también yo empeñara el mío.
Ya me parece que veo
a mi amo con la dama,
que, descorchando (3) requiebros,
'la dice : "Señora mía,
perdonad, que viene a pelo
la fabulilia de Atlante,
que tuvo en hombros cl cielo,
con todas las zarandajas
de planetas y luceros ;
y pues yo os tuve en mis brazos
y sois cielo más perfecto,
segundo Atlante seré
de la luz que reverencio
en vuestros ojos azules",
o negros, si fueren negros ;
y con dejallos en blanco
está (4) cabal el requiebro.
(i) En A: '■Gobernador".
(2) En A: "Basta, tate, entiendo.'
író? M. Entiendo."
(3) En C: "en descansando".
(4) En A: "queda".
Inés.
Martín.
IxÉs.
}^Iartín
Para su tiempo lo guardo,
porque es imposible menos
que lo deje de decir.
¡ Ay, que tocan a ceceo !
¿Es a mí, tiniebla humana?
{Sale IxÉs tapada y llama a Martín.) (i)
Inés. Llegue, no sea majadero.
Martín. ¿ Es acaso petición,
o interrogatorio ?
Inés. \'engo
de parte de cierta dama.
^ÍAftTÍN. Decir el nombre es lo cierto,
que no admito memorial
sin firma.
Aquel forastero
que mató el león, me diga
cómo se llama.
Leoncio.
¿ Ese es nombre antiguo ?
; Ahora
sabe que los caballeros
toman por blasón honroso
el nombre de los sucesos?
Mondaba una A-ez un prisco,
y dióle bravo deseo (2)
de comerle a una preñada;
pidióle, y él, con despejo,
envióle el alma no más,
y llamáronle don Cuesco.
Inés. Diga agora el nombre propio.
I^.Iartín. Don Juan.
Inés. ¿Por qué le pusieron
ese nombre más que otro?
Martín. Porque anduvo en el desierto;
mas, ¿por qué me lo preguntas?
¿Acaso es tu hermoso dueño
la que le debe la vida?
Inés. Sí, y está con gran deseo
de agradecerle el favor.
^Martín. Ea, los dos arroAuelos
se han encontrado esta vez.
Si tiene agradecimiento
(i) En A : "Sale IxÉs y cecea." En B
IxÉs. Ce, ce."
Mart. ¡ Ay, que tocan a ceceo !
(2) En A: "uno y diole deseo."
En B : "Uno acaso mondó un prisco
y diole grande deseo."
Quizá se escribiría así :
"Mondaba una vez un prisco
uno, y vínole deseo", etc.
35
'Sale
5 46
LA MERCED EN EL CASTIGO
Inés.
Martín.
Inés.
Martín.
Inés.
Martín.
Inés.
Martín.
Inés.
Martín.
Inés.
M.-^RTÍN.
Inés.
Martín.
Inés.
Martín.
Inés.
Martín.
Inés.
tu señora, las criadas
por fuerza habrán de tenerlo.
Yo soy muy agradecida...
Lías juro a Dios...
Y me precio
de estimar cualquiera cosa
que hacen por mí.
Mucho pierdo
en no haber en qué mostrarlo.
No faltará con el tiempo.
Busco yo cosas mayores;
demás que con el ejemplo
de haber muerto mi señor
un león, querrás (i) lo mesnio.
¿Sabes si ha quedado alguno
en palacio ?
¿Estás sin seso?
No había más de aquél.
¿ No más ?
Este es bravo palabrero.
¿ Y no habrá siquiera un osu,
aunque sea colmenero ?
¿Para qué?
Para ponerte,
cuando él esté más hambriento,
donde te pueda coger.
Y en un peligro tan cierto,
¿qué he de hacer?
Ahí entro yo.
Verdad es que si es ligero
más de lo que es menester,
que no podré yo tan presto
acudir a remediarte.
Pues guarde Dios mi pellejo;
no quiero oso ni león.
Ese es muy cobarde extremo.
A tu señora ofreció,
con valeroso respeto,
muerto un león mi señor;
pues yo imitarle pretendo :
ya que no hay león, por Dios,
que he de darte un perro muerto.
Vuelve donde está tu amo;
mira que importa el secreto,
y dirásle que se guarde
con cauteloso desvelo
de un pretendiente celoso,
que son traidores los celos.
Pues, ¿de quién se ha de guardar?
Dile que de aquel don Diego
(i) En C: "que era'
que le acompañó a palacio.
Martín. ¿Pues cómo, si es caballero,
podrá hacer cosa mal hecha?
Inés. Por imposible lo tengo;
pero aipor sin esperanzas,
que llega a tocar desprecios,
es borrón de la memoria (i)
que turba el entendimiento.
Martín. ¿ Pues qué ocasión le ha dado- ,
mi amo?
Inés. Muchas espero-
que le dará, si es que quiere
gozar agradecimientos
de quien le ha de dar favores,..
si bien favores honestos (2).
¿Sabes nuestra casa?
Martín. Sí.
Inés. Pues dile que venga luego^
pues tiene franca licencia
de mi señora.
[Martín. Esto es hecho.
Y nosotros, ¿en qué altura
quedamos ?
Inés. Ya nos veremos.
Martín. ¿De veras?
Inés. Y muy de veras.
Martín. ¿Tu nombre?
Inés. Inés.
Martín. Alza el dedo.. ■
Así se quede.
Inés. ¡ Bellaco,.
no te logres ruego al cielo !
Martín. ¿ Es requiebro ?
Inés. Como el tuyo.
Martín. De esa suerte parecemos
a los novios de Hornachuelos:
muchas coces y ande el pleito,
(Vansc, y salen el Rey, don Diego y acompaña''-
miento-)
Don Diego.
Despejad; sólo espera
licencia el castellano.
Rey.
Yo quisiera,
primero que me hablara, darte cuenta;
de un pensamiento mío.
(i) En B y C : "nobleza", por errata.-
(2) En A: "si bien han de ser".-
JORNADA PRIMERA
547
Do\ Diego.
¿ El Rey qué intenta
con tan grande secreto?
Rey.
Ya sabes que te estimo, por discreto
y por bien entendido,
y de cuantos criados me han servido
te he preferido a todos.
Dox Diego.
Con la vida
podré pagar merced tan conocida;
y espero, gran señor, que se te ofrezca
ocasión que merezca
el valor que conoces en mi pecho
dejarte satisfecho
en el mayor peligro.
Rey.
Así lo entienüo,
que no en vano pretendo
fiarte mi cuidado;
si bien ha muchos días que he guardado (i)
oculto este deseo,
por el decoro mío ; mas ya veo
que es imposible que en pasión tan loca
no pronuncie la boca
efectos de tan ciego (2) desatino.
Dox Diego.
Apenas imagino, (Ap.)
confuso y admirado,
en qué puede parar tanto cuidado
con que hablarme procura.
Rey.
Yo adoro una hermosura.
¿Qué te adm.iras, don Diego,
pues oculto mi fuego
respira (3) am.or entre venenos fríos?
¿ No soy hombre también ? Afectos m.íos,
¿no están sujetos a cualquier flaqueza?
¿Puede la majestad ni la grandeza
borrar del alma el sentimiento hum.ano?
Dox Diego.
El poder soberano,
la grandez,a, el ejemplo y el respeto
obligan a tener un rey secreto
cualquier amor, entre cenizas frías.
(i) En B: "callado", por errata.
(2) En B y C: "graxide".
(3) En A: "que aspira".
Rey.
Pues por eso he callado tantos días.
¿ Soy mcármol ? ¿ Soy diamante'?
¿No basta que tú vivas ignorante
de este amor hasta ahora?
Don Diego.
Bien podías,
si con extrcm.o tanto lo sentías,
declararme tu pena. —
i El alma tengo llena
de ciegas confusiones: temo y dudo!
Rey.
Hija es de don Bermudo.
Don Diego.
i Los cielos sean conmigo !
¿Un rey por enemigo?
¡ En contienda tan fuerte
segura está mi muerte !
Rey.
Suspenso te has quedado.
Don Diego.
Como el nombre has callado,
supuesto que Bermudo
tiene dos hijas, quise ver si pudo
alcanzar mi discurso cuál sería,
de Elvira o de Leonor.
Rey.
El mismo día
que Leonor a mis ojos
iba rindiendo fáciles despojos
al feroz animal, y de mí pecho
descubrió el fuego por viril deshecho,
¿no es señal evidente
que es esfera luciente
del encendido amor en que me abraso
si en tan estrecho paso
vieras la copia de la muerte fría...
Dox Diego
(Agora duda más (i) el alma mía!)
Rey.
Aquellas luces puras,
con el turbado eclipse tan obscuras,
que en la mitad del día
el sol vine a pensar que se ponía ;
(i) En B y C : "Ahora ve el estrecho".
548
LA MERCED EN EL CASTIGO
las mejillas en púrpura bañadas,
tan muertas y trocadas,
que ignorando las rosas el misterio
vasallaje negaron a su imperio?
¿Has Adsto en verde prado
el lirio hermoso, que tronchó (i) el arado,
que del fausto galán desvanecido
pierde el aljófar del azul vestido
que le bordó la aurora coronada,
y la tierra, piadosa y lastimada,
viendo en la muerta flor temprano estío
bebiéndole el rocío,
cuando cayó en sus brazos se humedece,
que aun la tierra parece
que quiere al mismo instante,
llorando, producir (2) su semejante?
Pues tal quedó Leonor.
Don Diego
También yo quedo
con espantoso miedo
con tan mortal espanto,
que pudiera decir de mí otro tanto. —
Mucho has encarecido
su turbada hermosura.
Rey.
Si he vivido
padeciendo y amando,
¿ es mucho que en llegando
a publicar empleos, (3)
es mucho que publiquen mis deseos, (4)
por callados difuntos,
los conceptos del alma todos juntos?
Muchas noches, (5) don Diego,
abrasado en mi fuego,
en su calle esperaba
si el alba que pasaba
trasladaba a sus rejas
las amorosas quejas
de mi amor repetidas,
tan bien calladas como bien (6) sentidas.
A nadie descubría
mi penosa porfía,
esperando (7) en la sombra más obscura
(i) En A: "troncó", por errata.
(2) En B: "fabricar". En C: "reducir".
(3) En B y C: "deseos".
(4) En A : "que diga si han estado mis deseos'
En B: "publiquen mis trofeos", \por errata.
(5) En B y C: "veces".
(6) En A: "mal", por errata.
(7) En A: "aguardando".
que con igual ventura
Leonor vestir quisiera
de generosa luz la corta esfera.
Mas soy poco dichoso ;
y en el recato mío
la fortuna libró mi desvarío, (i)
Un hombre hallaba siempre, tan preciado
de hacer (2) ostentación de su cuidado,
que era una sombra eterna de mi pena,
dejando siempre llena
de finezas cantadas puerta 3^ calle.
Arrojarme a matalle
quise mil veces, con feroz licencia;
mas la cuerda prudencia,
el decoro y respeto (3)
entregaron mis celos al secreto.
Don Diego. (Ap.)
¿Hay más fuerte ocasión? Yo la servía, (4)
que hasta mostrarse el día
nunca dejé la calle. ¡ Airados cielos,
peligros excusad, (5) que bastan celos !
Rey.
Bizarro caballero
es aquel animoso forastero. (6)
Y no es en Zaragoza conocido.
Don Diego
¿ Qué es lo que intenta el Rey ? ¡ Yo soy perdido !
Rey.
Serviréme (7) del en la ocasión dichosa,
por si merezco que Leonor hermosa
pueda de noche hablarme por la reja,
y para ver si deja
aquel cansado amante sus desvelos,
que como tengo amor, engendro celos.
Llegará el castellano
con valor soberano,
pues yo no puedo, y si tan loco y ciego
no le obligare el ruego,
licencia le daré para matalle.
Don Diego
Franca tendrás la calle
(i)
(2)
(3)
(4)
En B faltan los nueve versos anteriores.
En B : "haciendo".
En A: "el temor y el respeto".
En A: "Yo la he servido", por errata. En
B : "yo le ofendía".
(5) En B y C: "estorbad".
(6) Falta en A este verso.
(7) En A: "Servirme he". En B: "Servirme",
sin el pronombre.
JORNADA PRIMERA
549
en llegando don Juan (que este es su nombre). —
No hay temor que me asombre
ni que iguale a la dicha que he tenido:
¡ vive Dios, que a las manos me ha venido
y que le he de matar si el Rey le envía !
Rey.
Bien puede entrar.
Don Diego
¡ Amor, mis pasos guía
(_Sale DON Juan.)
D. JvA's. A serviros viene humilde,
como en la paz, en la guerra,
don Juan IManuel, desterrado
por guardalle la obediencia
a su rey Alfonso el Sabio.
Rey. Levantad, que la nobleza
en el valor se descubre,
y vuestra persona muestra
lo que sois.
D. JuAK. , En esta carta
vienen para Vuestra Alteza
encomiendas de mi Rey.
(Mientras lee sale Martín y le hace señas a don
Juan, que se guarde de don Dieco, sacando ¡^
media espada.) (i)
Rey. La más segura encomienda
es, don Juan, vuestra persona.
Martíx. ;Qué haré para que me entienda
mi amo? Que puede ser
que este don Diego le tenga
armada aquí alguna trampa.
D. Ju.AX. Este loco me hace señas
y no lo entiendo, por Dios.
Rey. ¿Que tanto duran las guerras
entre don Sancho y su padre?
; Y ahora el Rey dónde queda ?
D. JcAX. En Martinillo, señor.
Rey. ¿Qué decís?
D. JuAX. ¿Hay tal afrenta?
' ¡ Lo que he dicho, divertido
por ver a un loco !
Martín. Tu Alteza
reconozca... (2)
Rey. ; Qué hombre es éste?
D. Juan. ]\Ii criado.
Rey. ; Cómo llega
tan loco y tan descompuesto ?
(i) Falta esta acotación en los textos A y B.
(2) En B faltan estas palabras de Martín.
Martín.
Rey.
Martín.
Rey.
D. Juan.
Rey.
D. Juan.
jNLartín,
Rey.
>.L\RTÍN.
Martín.
Rey. ■
D. Juan.
Rey.
D. Diego.
Martín.
D. Juan.
Martín,
D. Diego.
Si no me entiende las señas,
¿ es mucho que descomponga
el caudal de la prudencia?
,; Cómo sacabas la espada ?
Xo saqué más de la media.
¿Pues para qué la sacaste? (i)
i Es loco 1 Salte allá fuera.
Dejalle, que gustaré
de escuchaile la respuesta.
Dirá dos mil desatinos.
¡ Juro a Cristo, si me aprietan,
que lo he de echar a perder !
¿No ves que en palacio hay pena
de muerte en sacar la espada?
Por eso volví a metella,
si la intención se castiga ;
que hacer con la espada señas
a mi amo era decille
que si no empeña una prenda
no hay con qué echarle mía vaina.
Compra con esta cadena
una espad.i y un vestido.
Beso la liga derecha
de rey que juega al soldado,
pues viste de todas piezas.
Don Juan, desde hoy me servid
en palacio.
Que me ofrezca
ocasión ruego a los cielos
porque Vuestra Alteza vea
la lealtad de un fiel criado.
Ocasión tendréis, y en ella
mostraréis vuestro valor.
Don Diego os dirá la empresa
en que de vuestra persona
me he de servir.
¿Qué Medea
descubrió más nuevo encanto ?
Señor, sobre mi conciencia
te digo que ojo avisor,
que amor es todo cautelas.
La criada de Leonor
salió a hablarme a toda priesa,
y dice que con la misma
vayas esta t:;rde a verla.
¿Hubo suerte más dichosa?
¡ Como encima no aparezca
la del contrario !
; Esta noche ?
(i) En A, en lugar de
Juan : " ¡ Gran señor ! "
'la sacaste", dice don
550
LA MERCED EN EL CASTIGO
Rey. Dile que esta noche venga.
(Fase el Rey.)
D. Diego. Don Juan, el Rey gusta que
le acompañéis, porque es fuerza,
esta noche, que le importa
el salir a cierta empresa,
y quiere que le sirváis.
Martín. ¡ Mosca, aquí hay engaño !
D. Juan. Venga (i)
la noche, porque conozca
el Rey que don Juan desea
dar la vida en su servicio.
Martín. ¡ A manganilla me suena !
D. Juan. ¿He de ir solo?
D. Diego. Solo.
D. Juan. ¿Adonde,
si acaso el Rey os revela
los secretos de su pecho?
D. Diego. Saberlo después es fuerza,
y así no importa encubrillo :
doña Leonor es la prenda
en que el Rey pone los ojos,
y quiere hablar por la reja
esta noche. El cielo os guarde.
(Vase.)
¡ Miren qué hermosa becerra !
i Esperanza aún no engendrada
cuando perdida ! ¡ Paciencia,
y buscad puerto seguro,
donde no canten sirenas !
¡ Esta es maula, vive Dios !
Don Diego tu muerte ordena ;
cogerte quiere esta noche
y cascarte la molleta (2).
JOR-XADA SEGUNDA
(Salen doxa Leonor y Inés.)
Inés. ¡ Tu modo extraño me admira !
• ¿A mí tu amor me descubres
Martín.
D. Juan.
Martín.
(i) En A están estos versos así:
"Rey. Dile que esta noche venga.
(Fase.)
D. Juan. Iré aunque el mundo lo estorbe.
D. Diego. Don Juan, el Rey os espera,
que le habéis de acompañar
esta noche.
Martín. * ¡ Mosca !
D. Juan. Venga
la noche porque conozca", etc.
(2) En A y C. '"pobreza" ; quizá "cabeza".
y tan severa le encubres
de tu hermana doña Elvira?
¿ Fáltale capacidad
para que el secreto guarde?
D." León. Siéntome, Inés, tan cobarde,
que dudo de su amistad.
Inés. ¿ Siendo tu hermana ?
D.^ León. Si ves
que con tan cansado ruego
me importuna por (i) don Diego,
¿no quieres que tema, Inés?
Tan de su parte la veo
pidiendo por él favores,
que acrecienta mis temores
para encubrir mi deseo.
Pues si a mi hermana le digo
que he. puesto en don Juan los ojos,
será doblar los enojos
de tan celoso enemigo ;
pues es forzoso que Elvira
mi amor descubra a don Diego,
y está tan perdidq y ciego,
que apenas el sol' me mira
cuando venganzas previene
tan a costa de mi honor,
¿qué será si de mi amor
a saber la causa viene? (2)
Este es el discurso mío,
aunque te parezca ingrato,
que estimo tanto el recato
que yo de mí no me lio.
Mas com.o mi amor valiente
se ve cobarde en mi pecho
3' no cabe en sitio estrecho
sin que, matando, reviente,
por ser piadoso conmigo
en tan ocultos agravios
sale del pecho a los labios,
para descansar contigo,
Inés. Pagaras mal mi lealtad
si te encubrieras de mí.
D.^ León. Por eso te descubrí
de mi pecho la verdad;
pero confusa y dudosa
con tan nuevas penas mías.
Inés. ¿ Qué dices ?
D.^ León. Pues si ha tres días,
(será invención cautelosa),
(i) En A: "con".
(2) En C: "bastante noticia tiene'
estos cuatro versos.
En B faltan
í
JORNADA SEGUNDA
551
que no me ha visto don Juan,
¿ qué he de pensar de su amor ?
Inés. Como el Rey le hace favor,
ocupaciones serán.
D.* León. Y también serán favores (i)
de una nueva pretensión;
que sus obediencias son
hijas de aquestos rigores. (2)
De noche viene a la calle.
Inés. : Solo ?
D.* Leox. Xo, inca: majestad,
con secreta autoridad,
le acompaña, para dalle
honor (3) mezclado en veneno.
Inés. ¿Hay más nueva confusión?
¿Quién es?
D.a León. El Rey de Aragón.
Si con mis recatos peno,
sin saberme defender
dentro de mi propio olvido,
mejor fuera haber nacido
una plebeya mujer;
que por lo menos tuviera
cierto el dote en la hermosura,
y aun ganara, por ventura,
cuando la opinión' (4) perdiera;
porque menos desdeñosa
fuera en la opinión (5) perdida,
iDuscada por conocida
y pagada por hermosa.
Anoche también llegó
a hacer la seña a mis rejas,
mas tan medroso en sus quejas
•que a mí también me turbó.
Miraba si le escuchaba,
Inés, quien con él venía;
¿quién duda que el Rey sería?
Porque requiebros mezclaba
con tanto miedo y pesar,
<jue casi de mí entendía
que el alma del Rey tenia
para salirle a escuchar.
Con temor y con amor
aun las sílabas partía:
"El Rey viene, Leonor mía;
mas yo te adoro, Leonor."
Que como quejas y agravios
(i) En A y C: "temores", por errata.
(2) En B y C: "temores", por errata.
(3) En B y C: "oro".
(4) En B y C: "ocasión",
(5) En B y C: "ocasión".
mezclaba confusamente,
y amante como obediente
las entregaba a los labios,
para haber de responder
cómo el alma las oía
entre todas escogía
las que j'o había menester.
Las del Rey para escuchadas, (i)
aunque el decirlas le toca,
casi al salir de la boca
se le quedaban heladas ;
tanto, que las más sentidas,
que a nuestro amor importaban,
como en la nieve tocaban
se le quedaban perdidas.
Así, entre quejas y amores,
en silencio amor se empeña,
hasta que el alba, risueña,
sale coronando flores.
AI fin la luz le retira,
dejándome por testigos
de m.i amor tres enemigos :
el Rey, don Diego y Elvira.
L\És. El mayor pudiera ser
Elvira, porque sospecho...
D.^^ León. ¿Pues tú me encubres el pecho?
¿No basta que seas mujer
para no guardar secreto,
y más conociendo el mío?
¿Qué dices?
Inés. Es desvarío,
supuesto que no hay efeto
que confirme mi sospecha.
D.^ León. A ti toca el declararla.
y a mí sólo el confirmarla.
¡ En qué prisión tan estrecha
tengo el alm.a !
Inés. Doña Elvira,
la vez que viene don Juan,
me dice que es muy galán
y discreto.
D.'i León. ¿Eso te admira?
De muchos lo he dicho yo ;
pero no me acuerdo dellos.
Inés. Sí, pero hablallos y vellos
es lo que el fuego encendió.
Algunas veces que viene
sale a recibillo Elvira;
con buenos ojos le mira.
D.* León. Es porque buenos los tiene.
(i) En A: "por excusadas".
552
LA MERCED EN EL CASTIGO
Inés.
D." León.
Inés.
D." León.
Inés.
D.^ León.
Inés.
D." León.
Inés.
D.^ León.
Inés.
D.* León,
Inés.
D." León.
Inés.
D.^ León.
Inés.
D." León.
¿Hay más?
¿ Qué más ha de haber ?
¿No basta que se retire
a hablar con él y que mire
que tú no lo eches de ver?
¡ Calla, mujer, que me has muerto !
Su mal oye quien escucha.
Ha sido la causa mucha,
y así es el peligro cierto.
; Ah, ingrato amante ! ¡ Ah, cruel !
¡ Perdíme de confiada !
Ella será la culpada.
También habrá culpa en él.
Señora, que e? un bendito ;
no lo creas.
¿ Por qué no ?
Porque lo escuchaba yo.
¡ Todas las penas imito
del infierno de los celos !
¿Que tú les pudiste oír?
¿Y en qué paró?
En resistir,
dando por palabras hielos. (l)
"Si pretendo por mujer
a vuestra hermana, ¿he de hablaros,
serviros ni conquistaros?"
¿Y ella?
No osó responder;
librando quejas y enojos,
para mejor padecerlas,
en una fuente de perlas
que hicieron ricos los ojos.
Tanto, que puedes creer,
si entonces hombre me viera,
que todas se las bebiera,
por no dejallas perder.
Tiene amor poder tirano.
Don Juan, al fin (no te asombres,
que no son piedras los hombres)...
; Qué fué ?
Le besó ima mano.
¿Y eso es todo (2) resistir?
¡ Ah, traidor ! ¡ Ruego a los cielos
que sientas mis propios celos,
si amor te deja sentir!
Por eso, Inés, han pasado
tres días que no me ha visto.
¡ En vano el fuego resisto !
De Elvira está enamorado.
(i) En B y C : "celos", por errata.
(2) En A : "es todo eso".
pues ya se excusa de verme.
¿Ha habido (i) hombre más cruel?
Inés. Pues escríbele un papel.
D." León. Y será para perderme,
que en venganzas de mi honor (2)»
dirá dos mil desatinos.
Inés. Dale celos.
D.^ León. No haj^ caminos
más contrarios del amor; (3)
que en llegando a ser maridos
nunca hay celos olvidados,
que aunque se los den burlados
los podrán guardar creídos.
Inés. ¿Pues cómo te has de vengar?
D.^ León. Trae recado de escribir ;
pesares (4) le he de decir
que le llegue a avergonzar.
Inés. A oy al punto.
(Vase.)
D.^ León. ¡ Quién pensara
que yo a un hombre rne rindiera,.^.
y tan gran traición me hiciera,
y que mi amor despreciara ! (5)'
Todos son de aleves tratos,
y pretenden tan fingidos,
que en siendo correspondidos
se mueren por ser ingratos.
(Sale Inés con recado de escribir.)
Inés. De lo que él te respondiere-
podrás saber su intención.
(Sale Martín.)
Martín. ¿Qué es eso de responsión?
D.* León. Ninguna palabra espere
menos que airada y celosa,
que es un villano traidor,
(Escribe.)
^Martín. Por aquí anda mi señor;
pero entendamos la glosa,
porque vamos respondiendo.
D,3 León, "Don Juan, villano y sin fe.,."'
AIartín. Pues yo me las pelaré
si ella se fuere riendo.
D,^ León, Inés, como enamorada,
¿le podré llamar cruel?
Martín. ¡ Bueno ; se mtiere por él
(i) En C: "Habrá".
(2) En C: "amor", por errata.
(3) En A: "honor", por errata.
(4) En A : "palabras".
(5) En A: "y que tan mal me pagara.!'
JORNADA SEGUNDA
553
D.^ León.
Martín.
D.a Leox.
Martín.
Inés.
Martín.
D.a León.
Martín.
D.» León.
Martín.
Inés.
D.^ León.
Martín.
Inés.
Martín.
D.2 León.
Martín.
D.^ León.
Martín.
D.^ León.
Martín.
D.a León.
Martín.
D.a León
Martín.
y nos da con la trocada !
¡ Vive Dios, que la he de armar
con queso !
Estoile adorando.
Y yo te la estoy trazando.
¡ Mal (i) sabré disimular.
Si pudiere...
¡ Bien empieza !
¡ Linda caña de pescar
es la Inés, }■ ha de llevar
las manos en la cabeza !
¿ Qué es, ^lartín ?
i \'engo morral !
Xunca viniera a Aragón
mi señor, pues su afición
viene a lograrse tan mal.
¿Qué dices?
Que nos partimos
luego (2) por la posta a Francia :
esto es, señora, en sustancia.
En día aciago nacimos.
¡ Pues buenas las dos quedamos !
Martín, ¿es verdad?
Señora,
digo que aqui sea mi hora
(de comer) si no nos vamos.
; Y vas tú a Francia también ?
• Xo, sino el alba !
i Qué ha sido
la causa ? — ¡ Pierdo el sentido
de dolor I
¡ Ahí me las den !
Ven acá, Martín, si sabes
por qué don Juan ha querido
darme ese pesar.
Ha habido
juntas muchas causas graves.
¿ Envíale el Rey ?
Xo. señora,
; Quién ?
Su estrella inexorable;
que la fortuna, intratable,
tiene condición traidora.
; Nunca matara al león
pluguiera a San Juan Bautista :
el mal entró por la vista,
poderosa es la ocasión !
;Es mujer?
De calidad.
(i)
(2)
En A: "Mas".
En A : "los dos''.
D." León. ¿Ya qué ha llegado el amor?
Martín. Ahí dicen que mi señor
le debe su honestidad.
Y como ya se murmura
y teme alguna violencia,
quiere dar con el ausencia...
D.* León. ¡ Xací con poca ventura !
¿Y no le podré yo ver
antes que se vaya?
^kÍARTÍN. No,
que voy por las postas yo.
D.^ León. ; Pues qué remedio ha de haber
para hablalle? Vuelve, amigo,
y dile, aunque sea de paso.
^Iartín. Se irá por el mismo caso
a pie, si yo se lo digo.
Escríbele tú un papel
muy tierno 3' muy regalado,
que, al fin, viéndose obligado,
vendrá.
D.""" León. ¡ A qué extremo cruel
me trae fortuna, pues quiere
que adore a un hombre sin fe !
Alartín, yo le escribiré
como a ti te pareciere.
Martín. Regalado.
D."* León. Ya le escribo. —
¡ Ah, Inés, sin aliento estoy i
{Vase, y topa con don Juax.)
Martín. Donde están las postas voy;
a. no dejarlas estribo;
que aquí nos darán lugar
a detenernos un poco.
D. Juan. ; Qué traes, Martín ? ¿ Vienes loco ?
Martín. Xadie puede entraiia a hablar,
que está despachando ahora.
D. Juan. ¿Qué dices?
Martín. Tente, señor.
D. Juan. ¿ Qué dice doña Leonor ?
Martín. Ha estado muy habladora,
y hemos de ver en qué para
un papel que está escribiendo.
D. Juan. ¿ Para quién es ?
]\Iartín. Xo lo entiendo;
mas él le saldrá a la cara.
D. Juan. Enigmas obscuras son
las que me dices, Martín;
pero aguardemos el fin.
D.'" León. ¡ Quién tomara una lición
de Ovidio en su Arte de amar»
para escribir mil finezas ;
554-
LA MERCED EN EL CASTIGO
mas todas serán simplezas
que no sepan obligar !
¡ A}', adorado enemigo !
DJ
(Salga a olra puerta
Elvir
DOÑA Elvira.)
A quién escribe mi hermana?
Condición tiene villana,
pues no descansa conmigo
si tiene amantes cuidados, (i)
Mas ruego a Dios que su fuego
pare en querer a don Diego. —
Hermana.
D.'^ Leok. Necios enfados
son los suyos.
D." Elvir. Si es amor,
Leonor el que te desvela,
¿ por qué vieiies con cautela ?
¿ Conmigo tanto rigor ?
Ni aun con Inés era bien
que lo usaras.
D." León. ¡ Qué de penas,
riguroso amor, me ordenas !
Mas callemos. — Dices bien,
Elvira, que no es razón
que te encubra el alma mía :
ese papel escribía. (2)
D. Juan. ¿Puede haber más confusión? (3)
D.'^ Elvik. ¿ A quién ?
D.* León. Eingir me conviene,
dando otro dueño a mi fuego. —
Hermana, escribo a don Diego.
(Dale el papel.)
D. Juan. ¡ Cielos !, ¿quién paciencia tiene?
D." León. Que padecer y sufrir,
conquistar y porfiar,
bien merecerá alcanzar
méritos para servir.
(O
En A, estos dos versos dicen :
"pues no descansa conmigo
en sus secretos cuidados."'
Estos versos anteriores están en A asi :
"¿Conmigo tanto rigor?
Mi hermana eres y mi amiga ;
comunícame tu intento.
Si lo has visto en lo que siento,
¿ qué más quieres que te diga ?
Supuesto que no es razón
que te encubra el alma mía,
este papel escribía.
¿A quién?
Fingir me conviene", etc.
(3) Falta en A este verso y queda incompleta
redondilla.
(2)
León.
Elvira
León.
Tus ruegos también han sido
por quien obligada estoy.
D. Juan. ¡ La muerte bebiendo voy (i)
entre el desprecio y olvido !
¿Hubo m.ujer más ingrata
a la vida que le di ? (2)
¡ Vamonos, Martín, de aquí,
que esta sirena me mata !
Martín. También a mí me ha aturdido,
que para ti era el papel.
D.'' Elvir. ¡ Amoroso está ! Con él
liemos de ver tan perdido
y enamorado a don Diego,
que el amor le ha de envidiar.
D."* León. Tú se le puedes llevar,
Inés; mira que sea luego;
porque estimo su quietud
aún más que mi propia vida.
(Dale el papel y vase-)
D^ Elvir. Es mi hermana agradecida.
Martín. ¡ Tal te dé Dios (3) la salud !
D.^ León. ¿Sabes ya lo que has de hacer?
Inés. ¿ Pues eso me has de advertir ?
D. Juan. Todo se puede sufrir;
pero verme aborrecer
con tan afrentosos celos
no es razón. ; Mal me conoces,
ingrata ! (4)
Martín. ¡ No demos (5) voces,
cuerpo de Dios !
D. Juan. A los cielos
me he de quejar deste agravio.
D." Elvira. ¿ No me pidieras, hermana,
albricias de mi ventura?
D.^ León. ¿Pues hay razón para dallas?.
■ D." Elvir. Sí, porque estaba medrosa,
sospechando que tú amabas
a don Juan, y ya que he visto
que con don Diego descansan
tus penas, pues que le escribes
tan amorosa y humana,
puedo descubrirte yo
que es don Juan a quien mi alma
estima por dueño suyo.
Martín. ¡ Esto agora nos faltaba !
D." León. ¿Hav linaie de tormento.
(i)
(2)
(3)
(4)
(5)
En A:
En C:
En A
En B
En B
"estoy".
"¡Que aquesto pase por mí!'
"¡Tal tengáis vos",
y C: "Ah, ingrata",
y C: "No des".
JORNADA SEGUNDA
000
más feroz, habiendo causas
para perder la paciencia
más legítimas? — Hermana,
de todo tu bien me alegro;
pero, ¿ tienes esperanzas
de que sea don Juan tuyo?
de que don Juan será tuyo?
Martín. ¿Más que dan por él tres blancas?
O." Elvir. Si me hablaba cautelosa
y con el papel me engaña,
fingiendo amar a don Diego,
he de hacer que no le valga
el remedio (i) de los celos,
que he de fingirme obligada
de don Juan, y él tan cautivo
de mi amor, que la esperanza
pierda de llamarle suyo.
D."" León. Parece que te recatas
de mí.
D.^ Elvir. Leonor, la vergüenza
pone freno a las palabras,
porque don Juan una noche...
D. Juan. Yo pienso que en esta casa
■viven 'Circes y IMedeas.
D.'"" Léon. Ea, conmigo descansa; (2)
no te turbes, que el remedio
le tienen cuando se casan
con el amante que adoran.
D.' Elvir. Pues esa ha sido la causa
de atreverme yo, y saber
que cumplirá su palabra
don Juan, com.o caballero.
D.a León. ¿ Que tan adelante pasa ?
D."* Elvir. Tiéneme ya obligaciones.
3JARTÍN. Si aguárdameos a que salga
Inesilla, ha de decir
que yo le tengo otras tantas.
D. Juan. ¡ Yo pienso que estoy soñando,
Martín '
D.'^ León. ¡ Los cielos me valgan !
Mas, ¿ si fuese esta traidora (Ap.)
por quien don Juan se va a Francia ?
Ella será, que no hay duda. (3)
D.^ Elvir. Leonor, también es tu causa
la que le toca a mi honor :
busca tú la mejor traza
que puedas ; dile a mi padre
que donde hay nobleza tanta
D.=^ Lhu.
como en don Juan y las partes
que conoce toda España,
que me le dé por esposo,
antes que la libre fama
descubra en lenguas del vulgo
tan a mi costa mi infamia.
Y si, por desdichas mías,
no me cumple la palabra
don Juan, en Lucrecia viven
puñales y en Porcia brasas
para darme yo la muerte
por tan legítima causa ;
porque no es razón que vivan
las que nacen desdichadas.
(Fase.)
, j^uKua quedo yo, en verdad!
(i) En B y C: "incendio".
(2) Aqui falta algo.
(3) En C: ■■; quién lo duda?"
(Sale DON JUAN y Martín.)
2\L\RTÍN. Aquí empieza otra jornada.
"¡Cata Francia, Montesinos!"
D.^ León. ¿ Por no cumplir su palabra
se ausenta vuesa merced?
¿ Postas toma para Francia
un honrado caballero
con obligaciones tantas
de una mujer principal?
D. Ju.^N. Bien (i) se ve que han sido trazas
de las dos, para que sufra
una muerte dilatada,
con celos tan descubiertos,
que ya muestran las palabras
de Elvira que son fingidas,
aunque no sé a quién engañan.
Y esta no es satisfacción;
que no merece escuchalla
quien dijere que yo, huyendo, (2)
tomo postas para Francia.
Si a vuesa merced le importa
y gusta que yo me va3'a,
porque no estorbe las horas,
si con don Diego las pasa,
yo me iré, no me dé priesa, ,
que solamente aguardaba
la respuesta del papel
que le lleva su criada
a don Diego.
D.'^ León. Pues espere,
y verá como se engaña
y sabrá dónde fué Inés;
(i) En B y C : "ya".
(2) En A': "quien dice que huyendo yo".
556
LA MERCED EN EL CASTIGO
aunque yo estoy agraviada
de suerte, que no merece
escuchar de mis palabras
ninguna satisfación.
D. JüAX. Pues voime, por no escuchalla.
D.' Leox. ¡ Eso quieres tú, traidor,
porque no tome venganza
del delito más cruel
que pudo trazar la infamia
de un villano cauteloso,
que toma injurias (i) por armas!
Martín. Al perderse don Beltrán
en el camino de Francia,
¿ hubo tanta polvareda ?
D.* León. Ya sé que tienes el alma
forzada en presencia mía.
¡ ^'"ete, ingrato !
D. Juan. ¡ Qué palabras
para cubrir un delito !
Ya sé que a don Diego amas.
¿ Celos a mí ?
Martín. ' ¡ Qué genial (2) he sido !
D. Juan. ¡ Si más pusiere mis plantas
en tu casa... !
D." León. ¡ Por no verte
daré lo que no es el ahna !
D. Juan. Será porque ya la diste.
D." León. ¿A quién, traidor?
D. Juan. Lo que hablan
papeles no hay que encubrirlo.
D.*» León. Si yo viera que importara
dijera para quién era;
pero no quiero que vayas,
villano, con ese gusto.
Martín. Señor, ¿hemos de ir a Francia?
D. Juan. ¡ Y aun al más remoto clima !
Prevén, Martín, la jornada ;
que si por matarme finge,
quiero en esto contcntalla,
y despídete por mí
' de su padre y de su hermana,
y della jamás te acuerda.
(Dale una sortija.)
D.^ León. Toma, Martín, porque vayas,
sin acordarle mi nombre;
y avisarásme en tus cartas
no más que de tu salud.
Martín. ¿Y no avisaré a las ancas
de la de mi amo?
(i) En B y C: "envidia".
(2) En A y B : "general", por errata.
D.a León. No,
que hasta su nombre me cansa.
D. Juan. Pues imagina...
D.^ León. . Pues piensa...
D. Juan. Que yo...
D.== León. Que yo...
Martín. ¿Qué ensalada
es ésta, cielos?
D. Juan. Yo i reme,
como guste que me vaya.
D." León. Yo, por mí, más que se quede.
Martín. Voltéame estas castañas (i)
que se queman.
{Sale Inés.)
Inés.
Señor viene.
Fui 3' no te hallé en casa
para darte este papel ;
mira que Leonor aguarda
esta noche la respuesta.
D. Juan.
¿ Adonde ?
Inés.
Por la ventana,
para sosegar tus celos.
D. Juan.
Yo para rendirle el alma.
Martín.
También yo te aguardo, Inés.
Inés.
¿ Dónde ?
Martín.
En las Navas (2) de Francia.
(l'ansc. y sale don Diego de noche.)
Don Diego.
¿ Que el temor y el respeto
me tengan tan sujeto?
Que el Rey estorbe... ¡ Ah, cielos,
vengar agravios y templar {3) mis celos !
Las noches que ha venido
a la calle don Juan (estoy perdido
de impacientes enojos)
acompañando al Rey, dando a mis ojos
reprimidos Ajénenos,
pues de venganzas llenos
en tan estrecho paso,
¿ no muestran que me hielo y que me abraso, (4)
cuando más desconfío,
porque no entienda el Rey que el fuego es míe ?
Pero, ¿qué importa que mi rabiosa furia (5)
satisfaga la injuria
a costa de mi vida,
(i)
En A: "Voltéense las castañas".
(2)
En A: "En la raya".
(3)
En B: "estorbar".
(4)
Los ocho versos anteriores faltan en B.
(5)
Verso largo".
TORNADA SEGUNDA
556
que por tan noble amor es bien perdida ?
A un tiempo me dan celos,
entre las nubes de medrosos hielos
el Rey y el castellano ;
celos me abrasan con poder tirano
y de piedad ajenos:
pues enemigos son, queden los menos.
Con don Juan probaré mi triste suerte,
3' si le doy la muerte
al Rey confesaré que amor me obliga;
que si delitos como rey castiga,
como amante sabrá bien de los míos
perdonar amorosos desvarios, (i)
El balcón han abierto;
el bien o el mal es cierto.
Gozaré de la luz que al sol me guía
y aguardaré con bárbara porfía
la muerte o la vitoria,
causando asombros al amor mi historia.
i Sale al balcón Leoxor.)
Doña Leonor.
Como no puede haber gloria cumplida
en la estrecha prisión de nuestra vida,
así de amor las luces más serenas
se turban con las sombras de mis penas.
Cuando mi hermana confesó su engaño
por modo tan extraño
que admiró mi cautela,
y el alma se desvela
porque entienda don Juan que es centro mío,
adonde mi albedrío
con cadena amorosa
tiene prisión dichosa,
hallo que si he de hablarle
su peligro yo misma he de causarle,
que es fuerza que don Diego
con el discurso ciego
solicite su ofensa, aborrecido,
y mi padre, ofendido,
que sus locuras sabe,
burlando a la vejez el peso grave,
el valor solicita
a quien España imita,
y descolgando el oxidado acero
le tina en sangre de su pecho fiero,
porque las nieblas de la noche, obscuras,
repriman el verdor de sus locuras (2).
Gente en la calle siento.
(i) En A y B faltan los 18 versos anteriores.
(2) En A y B faltan los 22 versos anteriores.
Dox Diego.
¿Sois vos, dulce tormento,
donde mis penas, aunque muero en ellas,
me dan gloria ma3-or al padecellas?
D.^ León. Yo soy, don Diego cruel,
la que seré más constante
en aborrecer tu nombre
que en dar venenos un áspid;
porque has de hallar en mi alma (i)
juntas estas propiedades :
valor para no quererte
y olvido para matarte.
¿ Qué presumes ? ¿ Qué pretendes,
si conoces que es más fácil
haber en la Libia hielos
como en la Citia volcanes,
arder el fuego entre espumas
y ser punto fijo el aire?
D. Diego. Esos, imposibles todos
D.^ Leox. i A}', Dios, que mi hermana sale,
y temo sospechas suyas !
iVase.)
D. Diego. Espera, si quieres darme
entre imposibles opuestos
más desengaños mortales;
pero como los deseo
piensan que alegran y vanse,
por matar cuando se ausentan;
que suelen ser los pesares
de la calidad del bien,
que huyen antes de gozarse (2).
(Salen don Juax y Martíx, con rodelas.)
Martín. Señor, diz (3) que los poetas
saben bravas propiedades
de cosas.
D. Juan. ¿Por qué lo dices?
}^ÍARTÍx. Porque ayer me dijo un sastre
que un poeta, su A-ecino,
pintó de noche una calle
con un silencio profundo
y una oscuridad (4) notable.
Ladrar un perro muy lejos;
tocar un convento laudes
y, porque nadie respire,
meterse cartujo el aire.
(i) En B y C : "amor".
(2) En E faltan los seis versos anteriores.
(3) En C: "Dícenme".
(4) En C: "soledad".
558
LA MERCED EN EL CASTIGO
Sobre todo al miedo pinta
muy armado, pero en balde,
porque está sin corazón,
y no hay quien mande las carnes.
Pisaba con pies de lana,
pero por pintura pase,
que a ser lana destos tiempos
costara un ojo el calzarse;
todo vestido de sombras,
y dije, mirando al sastre:
Miente el poeta mil veces,
que al miedo no ha de pintarse
tan obscuro como eso.
D. Juan. Tú eres el que te engañaste,
que obscuro le pintan siempre.
Martín. ¿Pues brava obscuridad hace!
D. Juan. ¡ Ya te entiendo !
D. Diego. Gente he visto ;
dos bultos hay en la calle,
y con cuidado se acercan :
ya no hay amor que me engañe.
Claro está que será el Rey,
ejecutivo y amante,
y don Juan quien le acompaña,
haciendo la empresa fácil.
¡ Oh, muda veneración
de los reyes, no acobarden
tus respetos al valor,
pero es traición no humillarse !
Quiero dar la vuelta luego,
y si don Juan se acercare
a la ventana, podré,
•con los celos que me traen,
pues privan de seso el alma
del que más discursos hace,
embestirle, con disculpa
de que no hay cosas que agravien.
D. Juan. Martín.
Martín. Yo tomara ahora,
pues que mi nombre lo saben
los tordos, verme esta noche
donde las campanas tañen.
D. Juan. El Rey, por más encubrirse,
está esperando en la calle
a que salga a su balcón
Leonor, por ver si su amante
encubierto llega a hablarla;
que aunque aumenta mis pesares,
no le he dicho al Rey quién es;
porque fuera hazaña infame,
cubriendo yo mi delito,
querer del suyo vengarme
por mano más poderosa,
teniendo yo noble sangre.
Quiere, pues, el Rey, que ignora
que él es, que yo, sin hablarle,
de la calle lo desvíe
o a cuchilladas lo mate.
Mantín. Pues si le dan a escoger,
si no se va es un salvaje.
D. Juan. Tú, pues, has <!e dar la vuelta
para volver a avisarme
y ver si pasa algún hom.bre
mientras yo, pues es tan fácil,
me llego a hablar a Leonor.
Martín. ¿Y si don Diego...
D. Juan. No canses
el mundo. Entonces haré
todo lo que el Rey me mande,
y satisfaré mis celos.
¿No te vas? ¿Temes, cobarde?
¿Tienes miedo?
Martín. No, señor,
sino lo que dijo el sastre.
(Vasc.)
D. Juan. ¡ Qué dicha mi amor tuviera
si para afrentar celajes
Leonor bordara de luces
cielo, reja, sombra y calle! (i)
(Sale DON Bermudo.)
D. Berm. ¡ Válganle el cielo ! ¿ Qué he visto ?
Ya las evidencias salen
a confirmar mis sospechas.
¿ Que tanto ya se desmande
el desprecio de mis años
que juzgue empresa tan fácil
el atreverse a mi honor?
¿ Pues no advierte que la sangre,,
aunque esté en las venas fría,
cuando en pechos nobles nace
con el fuego de una afrenta
suele hervir para vengarse? (2)
¡ Vive Dios, que han de entender
escandalosos galanes
'que es mi honor torre invencible,
y que es la guarda un gigante.
(Sale DOÑA Leonor al balcón-)
D.^ León. ¡ Gracias a Dios que mi hermana
(i) En A: "el pabellón de diamantes".
(2) En A y B faltan los cinco versos anteriores ;:
y en lugar de ellos hay éste :
"a mi valor y a mi sangre."
JORNADA SEGUNDA
559
me dejó y entró a acostarse! —
Don Diego, ¿quieres más pruebas
de que juzgo a disparates
vuestras mal gastadas horas?
D. Juan. Leonor, mi bien, escuchadme,
D. Berji. ¿Esto escucha mi valor?
Las desórdenes ataje
de este mozo inadvertido.
D. Juan. Un hombre he visto acercarse ;
será don Diego, sin duda.
Pues que no ha llegado a hablarme,
gloriosa ocasión me ofrece
tener por empresa un ángel,
dándome aliento los rayos
de sus ojos celestiales.
D. Berm. Locuras tan manifiestas,
atrevimientos tan grandes
dejarán por escarmiento
las piedras vueltas en sangre; (i)
porque la sangre villana,
que la que ofende no es sangre
de hombres nobles, se ha de ver
por testigo (2) miserable (3)
de honradas venganzas mías.
D.^ León. Esta es la voz de mi padre,
y es bien que el temor me ausente,
entre desdichas tan grandes,
por no escuchar mi deshonra.
(Vase.)
D. Juan
D.
D.
D.
A quien piensa que es bastante
para que yo no conquiste
esas luces celestiales
que con favores me. animan,
haré que le desengañen
rayos que aceros fulminan (4)
contra soberbios gigantes.
Berm. Si son palabras las nubes,
sin que las estorben bajen,
y rayo a rayo compitan,
hasta que el uno desmaye.
{Riñen.)
Buen caballero es don Diego ;
riñe con valor notable.
Hasta la cólera quiere,
como todo, ejercitarse;
ha mucho que lo dejé.
Juan.
Berm.
(i) En C: "jaspes".
(2) En C: "castigo".
(3) Faltají en B los cuatro versos anteriores.
(4) En A: "rayos de mis propios celos".
y así el valor no se espante
que le dure tanto a un hombre.
(Sale el Rey por donde está el viejo y don Diego
por la otra parte.)
D. Diego. Mucho me empeña el amor:
¿pendencia en la misma calle
donde hay peligro de rey?
No sé cómo el fuego ataje.
D. Juan. Caballero, gente viene.
D. Berm. Pues las espadas descansen
con disimulado aliento.
D. Juan. ¡ Buen pulso !
D. Berm. ¡ Fuerza notable !
Rey. Don Juan.
D. Berm. ¿ Quién eres ?
Rey. El Rey.
D. Berm. ¡Cielos!, ¿qué es esto? ¿Ha}' más
[grave (i).
ocasión? ¡Confuso estoy,
sin saber aprovecharme
del discurso !
Rey. ¡ Gran valor
tiene el contrario ! Dejadme,
que he de ver si me resiste.
D. Berm. ¿Qué intentas, señor? ¿Xo sabes
que es nuestra vida la tuya?
Rey. Esto ha de ser; soy constante,
y tengo, como hombre, celos.
¡ Dejadme, que he de matarle,
vive Dios !
D. Berm. ¡Cielos!, ¿qué es esto?'
¿Hay confusión más notable?
Pero la vida del Rey
es ahora lo importante,
sin que el discurso se ocupe
en la ofensa que me hace ;
su peligro remediemos. —
Caballero, no es cobarde
quien le deja el campo al Rey:
con él reñir.
D. Juan. Algún ángel
me dio tan dichoso aviso
en peligro semejante.
íi) Estos versos, en A, están así:
"Rey. ¿ Don Juan?
Berm. ¿Quién es?
Rey. El Re)- soy ;
apartaos.
Berm. ¿Hay más grave", etc.
560
LA MERCED EN EL CASTIGO
{Llega a la puerta don Bermudo.)
D. Berm. ¡ Mendo, Fortún, sacad luces 1
Martín. Quiero a mi amo avisarle,
para que no le conozca. —
{Llégase al Rey.)
Señor, ya es gran disparate
aguardar, que viene gente,
y saldrán cuarenta pajes
con hachas. ,
Rey. Muy bien adviertes,
don Juan; pues para que nadie
intente reconocerme,
podrás guardarme la calle
mientras que yo me retiro ;
muestra el valor que heredaste.
{Vasc.)
Martín. ¿Esto a quién ha sucedido?
D. Berm. ¡ Mostrad luces I
Martíx. No las saquen,
que quiero volverme a escuras.
D. Juan. Vuestra Majestad no agravie
su dichosa juventud.
D. Diego. El Rey es. ¿Ha habido trance
más peligroso y confuso ?
Martín. Ea, envainen, envainen.
D. Diego. Para defenderos son
nuestras armas contra alarbes.
Martín. Envainen, que yo me entiendo. —
Aunque fuera rey de naipes
no me pintaran tan presto ;
mas valgámonos del lance
para burlar majaderos
que enamoran en la calle. —
¿Quién sois vos?
D. Juan. Don Juan, señor.
Martín. Pues, ¿ cómo os acuchillasteis
por vos, cuando yo os envío
a mi negocio?
D. Juan. El Rey sabe
que yo pretendo a Leonor.
¿Hay bajeza más infame?
Don Diego es quien se lo ha dicho.
Martín. Todo el mundo se destape,
que quiero saber quien son.
D. Diego. Sólo ha venido a guardarte
don Diego.
Martín. Gentil don Diego,
¿vos pensáis que no se sabe
vuestra loca pretensión?
Y pudierais avisarme,
porque yo no me picara
de una mozuela tan fácil,
que viendo que la servís
con tan finos disparates
está perdiendo el sentido
por don Juan, sin más achaque
que haberle visto matar
un leoncillo. Vean las iñadres
cómo crían a sus hijas,
que se obligan de animales.
Mas ya no tiene remedio :
mañana don Juan se case
con doña Leonor.
D. Berm. Señor,
advertid que tiene padre.
Martín. í Esto ha de ser, voto a Cristo !
¡ Su padre métase fraile
o ahorqúese ! Vos, don Diego,
porque pueda remediarse
el escándalo, os casad
con su hermana.
D. Diego. Será darme
mujer por fuerza.
Martín. Casaos ;
o haré que os quite un alfanje
la cabeza de los hombros
u de donde yo la hallare.
D. Diego. ¡ Perdido soy !
D. Juan, ¿Hay tal dicha?
D. Berm. ¿Hubo crueldad semejante?
I\L-\RTÍN. Y yo aguardo a la mañana
a 'escuchar los dispartes
que le han de decir al Rey.
¡ Ellos son lindos bausanes !
JORNADA TERCERA
{Sale DON Juan.)
D. Juan. Llamarse puede locura
la diligencia que excede
la razón, porque no puede
imitarle la ventura.
Con las diligencias mías
gané rigores y celos;
del Rey amantes desvelos
y de don Diego porfías.
Cuando mi valor juzgaba
mi diligencia a locura,
me dio anoche la ventura
el bien que dudoso estaba;
que el Rey, como cuerdo y sabio,
JORNADA SEGUNDA
561
D. TUAN.
Martín.
D. Juan.
Martín.
D. Juan.
Martín.
D. Juan.
Martín.
D. Juan.
Martín.
D. Juan.
Martín.
D. Juan.
Martín.
D. Juan.
Martín.
D. Juan.
Martín.
D. JitTAN.
Martín.
llegando a entender mi amor,
con tan crecido favor
quiso pagar un agravio.
(,Sale Martíx.)
Martín, poco te desvela
mi amor. ¿ Dónde te quedaste
anoche ?
Bien; me dejaste
en muy buena escarapela,
¿y dices que me quedé?
Yo solo fui el que reñi.
¿ No fué con un hombre ?
Si.
Gracias al cielo que fué
más venturosa tu suerte,
que siempre a los desdichados
nos caben los embozados.
Pues, ¿ cuándo reñiste, advierte ?
¡ Par Dios, con linda frialdad
vienes !
Martin, sin mentir.
Soy, en llegando a reñir,
la misma puntualidad.
Cuentas pendencias fingidas,
que no suceden jamás.
El que riñe, ¿d'ebe más
que dar señas conocidas ?
Basta.
¿ Pues a tu contrario
no dijiste...
¡ Gracia tiene !
"Caballero, gente viene" ?
Y aunque fiero y~ temeríy-io
todo lo escuchaba atento.
¿No dijo, en voces templadas:
^'Pues descansen las espadas
con disimulado aliento" ?
Dices verdad.
Pues apenas
os apartasteis los dos :
mucho es lo que debo a Dios :
mercedes a manos llenas
me hace en yendo a reñir.
Cuéntalo sin rodear.
Déjame moralizar,
pues no me dejas mentir.
Digo que (deja en mi mano
que diga lo que quisiere,
pero más de lo que fuere
no cabe en ningún cristiano).
Llegóse un hombre diciendo :
D. Juan,
Martín.
D. Juan.
Martín.
D. Juan.
Martín.
D. Juan.
Martín.
D. Juan.
Martín.
D. Juan.
Martín.
D. Juan.
3iIartín.
"Esta es pendencia doblada;
hidalgo, saque esa espada,
que mientras están riñendo
nuestros ahijados, no es justo
que estemos manivacíos."
Diéronme unos calosfríos,
por ser de repente el susto ;
pero volvíme a cobrar,
en tanto que respondía.
¿ Pues el otro ?
Esperaría,
o se iría a pasear.
¿ Desto débese derechos ?
Al fin...
Al fin metí mano;
mas él, como un tigre hircaiio,
me dio en mitad de los pechos
una valiente estocada.
¿Y no ibas armado?
No.
¿ Pues y cómo no te hirió ?
Porque me la (i) dio gayada.
¿ Riñendo ?
No está en su mano
no darla, yendo a matar,
y cuando la quiere dar
suele matar un cristiano.
Era valiente y cruel,
y como se mejoró,
quiso darme otra mayor;
arremetí para él
con las ansias de la muerte.
¿No dices que no te hirió?
Entonces lo pensé yo;
que una estocada tan fuerte
con un estoque buido,
¿quién diablos ha de pensar
que no me había de matar ?
Está bien.
Sentí ruido
a mano izquierda, y hablaron
nueve embozados, y aun diez,
y dije entre mi: "Esta vez
muy bellaco lance he echado."
Mas como era noche obscura
me tuvieron por pobrete,
y un mozuelo regordete,
de una capa azul, procura
pegármela.
(i) En todos los textos: "Porque me dio la ga-
yada."
Vil
36
5 62
LA MERCED EN EL CASTIGO
D. Juan. Haciendo obscuro,
¿cómo lo pudiste ver?
Martín. No me debes de entender,
pues declararme procuro
todo lo posible; ya
dije que me había asombrado
con el que me había llamado.
D. Juan. Hasta ahí entendido está.
Martín. Pues oiga, y no se divierta,
cómo enderecé con él:
Traía el hombre broquel
y una linterna encubierta;
mas por bien que se gobierna,
le doy tan linda estocada,
que atravieso con la espada
las conchas de la linterna.
El, que su muerte barrunta,
fué sacando atrás el pie;
pero yo me la saqué
atravesada en la punta ;
y queriendo asegundar
con un revés, él huyó,
y la espada se alargó
tanto, que pudo alumbrar
la linterna que llevaba
a la gente que traía.
D. Juan. Martín, posible sería;
mas, ¿cómo no se apagaba
la luz?
Martín. Huélgome que estés
tan en ello. Sí apagó,
pero luego se encendió
con el aire del revés.
D. Juan. Cuento es tuyo.
Martín. ¡ Linda flema !
(Salen don Bermudo, el Rev y don Diego.)
D. Juan. El Rey viene.
Martín. Obra hay cortada,
que ha de haber una ensalada.
Cada loco con su tema.
No me atrevo a alzar los ojos
a mirar al -Rey.
r\Iartín,
hoy tienen mis penas fin.
Berm. Entre pesares y enojos
lucha el alma, sin saber
con qué intento el Rey pretende
casar mis hijas; ¿no entiende
que el soberano poder
no ha de fundarse en rigor?
¡ Qué extraña melancolía !
D. Diego
D
Tuan.
D.
D. Juan.
Rey.
D. Juan.
JMartín.
Rey.
Martín.
Rey.
Martín.
Rey.
Martín.
Rey.
Rey.
D. Juan.
Rey.
Martín.
D. Juan.
Rey.
Martín.
D. Diego
Martín.
D. Diego
Rey.
Cánsame la luz del día,
porque es contraria al (i) amor. —
Don Juan, ¿éste es el criado
que ayer me habló?
Sí, señor.
Tiene entretenido humor.
Habla al Rey.
Arrodillado
le hablaré.
No quiero verte^.
para no decir locuras.
Pues aqui tienes figuras
si quieres entretenerte.
¿ Cuáles son ?
Las tres que mirasi.
Tu mal discurso te engaña.
No hay tres locos en España
más graciosos. ¿ Qué te admiras E."
Escúchalos y verás
si en lo que te digo miento. •
Sirva de entretenimiento
el disparate en que das,
y ejecutarle pretendo,
por dejarte avergonzado. —
Don Juan, ¿cómo habéis pasado-'
esta noche?
Agradeciendo
tan soberano favor
sin haberlo merecido,
•pues hacerme habéis querido
dulce dueño de Leonor.
¿Qué decís?
Ahora empieza;
pues déjelo proseguir.
No hay merecer con servir
para gozar su belleza.
La vida, el gusto, el honor
debo a Vuestra Majestad.
Martín, parece verdad.
Falta ahora lo mejor.
Que honréis a don Juan es justaj:>
su valor lo mereció;
mas no permitáis que yo
me case contra mi gusto.
Este es de otra cuba. ^
Elvira, .
no es perderos el respeto,
ha hecho de otro sujeto
elección.
¿ A quién no admiran
(i) En A: "porque es confusión mi""..
JORNADA SEGUNDA
563
el tema en que dan? Parece
que se conciertan los dos.
Martín. Falta el viejo.
D. Berm. ¡ Vive Dios,
que mi lealtad no merece
el pago que le habéis dado,
después de haberos servido,
pues a mí me habéis debido
el reino que habéis ganado !
Que aunque es legítima herencia
de vuestro padre, en m.i espada
se vio Aragón restaurada
de la bárbara violencia
de Almanzor, que no se aplaca
menos que en sangre española;
pero al fin, mi espada sola,
en las montañas de Jaca,
animó vuestras banderas,
muerto vuestro general,
que, defendiéndose mal,
quedó de las tropas fieras
de alarbes vencido y muerto ;
y vuestra gente, rompida,
casi con infame huida,
buscaba seguro puerto.
Pero yo (atended (i) os pido,
Alfonso, rey de Aragón),
tomando el rojo pendón
que vuestro alférez, herido
de una arbolada saeta,
iba ya perdiendo, fui
quien al campo redimí,
que a la española trompeta
sin orden obedecía,
este miserable (2) estrago,
apellidando Santiago ;
y antes de ponerse el día,
la montaña, en sangre roja
de alarbe humor, nos enseña
un blasón en cada peña
y un laurel en cada hoja. (3)
Esta Vitoria debéis
a Bermudo, y le pagáis
con el rigor que mostráis,
cuando sus servicios veis.
También tengo voluntad
y soy.de mis hijas dueño,
y no es bien que en tanto empeño
(i) En B: "atención".
(2) En B: "admirable", por errata.
(3) En A faltan las cuatro anteriores redondillas.
ponga Vuestra Majestad
su palabra a costa mía;
y cuando así haya de ser,
Leonor ha de ser mujer
de don Diego, que porfía
con tan ciega obstinación.
Ya no pide (i) otro remedio,
y es el más seguro medio
que pide nuestra opinión.
Pues sois prudente y discreto,
tomad consejo con vos,
que esto ha de ser, vive Dios,
sin perderos el respeto. —
Don Diego, si es que hay valor
en vos, en casa os espero
esta noche.
(Vase.)
D. Diego. En vano quiero
lograr mi infeliz amor,
que, imprudente, don Bermudo
lo ha dicho al Re3^
Rey. Ciego he estado,
pues no he descubierto el fuego
que vive oculto en entrambos.
Don Diego a Leonor pretende :
que Bermudo no fué, acaso,
hallarse anoche en la calle
para prevenir el daño.
El criado de don Juan
sabe la verdad del caso,*
pues con donaire me avisa. —
Don Diego.
¡ Ya está temblando
el corazón en el pecho.
Engañarme fué engañaros.
¡ \'ive Dios, que ha de pagar
vuestra vida !
No hay engaño,
señor, en lealtades mías.
¡ Ya las luces se eclipsaron
del sol que me daba aliento !
Bermudo, más temerario
que prudente, os quiso dar
cuenta de mis locos pasos,
engañado en la sospecha
y en el discurso engañado.
D. JVAN. Yo, señor...
Rey. _ Decid.
D. Juan. ¡ Industrias,
D.
Diego.
Rey.
D.
Diego.
D.
Juan.
D.
Diego
(i) Así en los textos: quizá "cabe"
564
LA MERCED EN EL CASTIGO
valedme, que voy pasando
un golfo de más peligros
que griegos eternizaron. — ■
Digo, señor, que yo sirvo
a doña Elvira, y pensando
que vos me dierais licencia,
por saber que estáis prendado
de Leonor, y que sería
libertad y desacato
poner los ojos en cosa
donde ponéis los cuidados,
que sin saberlo de fiel;
lo descubrieron mis pasos,
cuidadosos y advertidos;
porque los celos me han dado
lugar a que lo conozca,
y estos medrosos recatos
de perderos el respeto
dieron silencio a mis labios (i)
para encubriros mi amor. (2)
Rey. ¿Luego estáis determinado?
D. Diego. Yo corro el mesmo peligro.
Rey. ¿ Si os doy licencia a casaros
con Elvira?
D. DiEQO. Sí, señor.
Rey, Id con Dios. — Este criado
me ha de decir (3) la A^erdad.
¡ Que con desatinos tantos
me ciegue amor, que me obligue
a decir a un hombre bajo
locas liviandades mías ! —
Oye aparte.
Martín. Yo me aparto,
no tanto como quisiera,
señor, que estoy sahumado
del olor que vende el iniedo.
D. Diego. Don Juan, los que son honrados
y nobles, aunque los celos
obliguen a que en el campo,
ciegos de furor y envidia,
lleguen a hacerse pedazos,
jamás (de los nobles digo)
tratan por ajena mano
su venganza, y yo he encubierto
mi amor al Rey por el daño
que espero; pues os preciáis
de valiente castellano,
enamorado, discreto
(i) Faltan en A los ocho versos anteriores.
(2) En A: "por eso encubrí", etc.
(3) En A: "me ha de informar".
y caballero bizarro,
no me descubráis al Rey;
que a tiempo después estamos,
pues nos abrasan los celos,
para matarnos entrambos.
M.^RTÍN. A todo lo sucedido
te respondo que mi amo
lo sabe al pie de la letra.
Rey. a solas tengo que hablaros,
dos Juan ; cerrad esa puerta,
D. Juan. Ya mis temores llegaron
a descubrir el peligro. —
Salte allá fuera.
Martín. Si acaso
cantares en el tormento, ^
no digas que te acompaño
estas noches, porque el Rey
hará ponerme en tres palos, (l)
porque no sabe de burlas.
Martín, yo tengo cuidado.
Si sales libre del potro
en mi aposento te aguardo
con una sábana (2) en vino,
(Vase.)
Ya las puertas he cerrado,
¿ Por qué ahora me pedisteis
licencia para casaros
con Leonor?
Porque vos mismo
(si acaso no me engañaron
mis sentidos) lo mandasteis
anoche, cuando, enojado
con don Diego y don Bermudo,
les enseñasteis a entrambos
el orden de obedeceros ;
por eso os han informado
como visteis.
Rey. Advertid,
don Juan, que soy quien os hablo,
y que mentir a los reyes
es un recíproco agravio,
que transformado en castigo
mata al que intenta engañarlos.
Anoche pidieron luces
los que al estruendo llegaron
de las espadas desnudas;
pero yo, por no alentarlos
con mi ejemplo, di la vuelta,
encubierto v disfrazado.
D. Juan.
Martín.
D. Juan,
Rey.
D. Tuan.
(i) En A: "en un palo".
(2) En A: "con diez sábanas".
JORNADA SEGUNDA
565
dejándoos en mi lugar
porque guardarais (i) el paso
si alguien quisiera seguirme.
D. Juan. Tan severo y enojado
os veo, que echo de ver
que no pretendéis burlaros
en eso que me decís.
Pero, señor, acordaos
bien, porque a mí no me disteis
orden de guardar el paso
ni quien había de seguiros.
Sí los que allí nos hallamos,
humildes como obedientes,
os hablamos, esperando
morir en vuestro servicio.
Rey. ¿ Es posible que yo aguardo
tan atrevidas razones? (2)
j Vive Dios, que he imaginado
que sois hombre mal nacido ;
que no cabe en pecho hidalgo
tan villano atrevimiento,
y que os hiciera pedazos
si lo que saber procuro
lo hubiera ya averiguado !
D. Juan. Sólo a un Rey puede sufrir
don Juan Manuel este agravio,
si bien los reyes no ofenden
aunque castiguen; mas tanto
irritáis mi sufrimiento,
que de mi sangre me valgo
para deciros, Alfonso,
que habrán padecido engaños
Amestros ojos, ¡ vive Dios ! ;
y si alguien os ha informado
en contra de lo que he dicho,
fuera de vos, en los labios
se quedó preso el mentís,
que aunque es honroso descargo,
es mejor sufrir la afrenta
que dejar acostumbrados
los oídos de los reyes
a oír términos tan bajos.
Rey. Pues ya que de parte vuestra,
por temor o por recato,
esta verdad me encubrís,
en lo que he de preguntaros
me la decid, o pensad
que he de tomar por mis manos
la venganza en vuestra muerte.
(i) En A: "guardaseis".
(2) En A: "atrevida respuesta?'
D. Juan.
Rey.
D. Juan.
Rey.
D. Juan.
Rey.
D. Tuan.
Rey.
D. Juan.
Rey.
D. Juan.
Rey.
D, Juan.
Decid, señor.
¿En qué estado
tiene ya su pretensión...
Temo el tiro y miro el blanco.
Con doña Leonor don Diego?
En ninguno.
¿ No os ha dado
cuenta de su amor?
Pudiera,
a tenerle ; pero es vano
el presumir que don Diego
dé jamás por ella paso.
¿Hubo mayor libertad?
¿ Sabéis que en persona salgo
a batallar con los moros?
Sí, señor.
¿ Sabéis que traigo
tinto en sangre berberisca
el dorado arnés?
El campo
rinde en marciales trofeos .(i)
Vitorias (2) a vuestro brazo.
Pues, ¿cómo vos, tan resuelto,
pensáis ahora libraros
de mi enojo? ¡Vive el cielo,
que he de haceros mil pedazos,
por venganza y no castigo !
Pensad que soy un soldado
a quien tenéis ofendido,
y no un rey, que pues que salgo
de los términos (3) de rey
en tener celos tan claros.
Tampoco es bien que me valga
de quien sois para mataros.
Sacad la espada, o decidme
la verdad.
.Vunque lino jado
borráis la imagen suprema
de rey con celos y agravios,
y queréis que yo imagine
con tan atrevido engaño,
porque mi espada os resista,
que no sois Alfonso el Magno,
el concepto de quien sois
deja tan acobardado
mi valor, que es imposible
el atreverme a miraros
sin temor y sin respeto;
(i) En A: "despojos".
(2) En A : "trofeos".
(3) En A: "títulos".
566
LA MERCED EN EL CASTIGO
y así, cuando, temerario,
os arrojéis a matarme,
pensando que sois soldado
y mi igual, os engañáis,
que vienen con vos armados
escuadrones de respetos
para morir por guardaros.
Mirad si hay mucha "Aventaja;
demás que en mi pecho hidalgo
sólo en mi defensa viven,
entre blasones honrados
lealtades que os sacrifico
y obediencias que os consagro.
Que de otra suerte, si fuerais
el Tarife, que en los campos
de Córdoba más que espigas
brotó berberiscos rayos,
¡ viven los cielos, que aquí
le dejara escarmentado,
con más heridas que vos
pretendéis hacerme agravios !
Rey. ¡ Hombre, o demonio, no estés
en mi presencia ! — A estos casos
están sujetos los reyes,
aunque se precien de saliios (i)
si con injustos amores
se igualan a sus vasallos.
¿ Qué he de hacer ? ¡ Furioso estoy
con el fuego en que me abraso !
Veré esta noche a Leonor,
para salir deste encanto.
D. Juan. Perdí el norte v el camino,
ciego entre naufragios tantos,
que de los mismos peligros
saco el remedio que aguardo.
(Vanse y salea do%\ Leonor, doña Elvira y Inés
con dos bujías.)
Doña Elvira.
Leonor, suerte dichosa
es la tuya, que es mucho siendo hermosa :
mi padre determina
de casarte esta noche.
Doña Leonor.
¿ Qué imagina,
pues sin mí gusto a tal extremo llego?
¡ Cielos piadosos! ¿Y quién es?
Doña Elvira,
Don Diego ;
(i) En B y C: "en tener celos tan claros".
mira si tú pudieras
pedir al cielo más.
Inés.
Por tus quimeras
se ha de abrasar en fuego aquesta casa.
Doña Leonor.
¡ Inés, mi corazón es quien se abrasa !
Doña Elvira.
¿Pues no me das albricias de tu suerte?
Doña Leonor.
i Pienso que me las pides de mi muerte !
Vete, hermana cruel, que ti'i has trazado
suceso de mi amor tan desdichado.
¿Cómo he de remediar pérdida tanta?
Mi propio amor me espanta;
mi sombra me amedrenta
y la misma esperanza me alimenta.
¡ Oh, confusiones mías,
centro de mis burladas alegrías !
¡Perdí todo mi bien! (i)
Doña Elvira.
Leonor, ¿qué dices?
Doña Leonor.
Que mi temprana muere solemnices.
Servirán esta noche, muerta a hierro,
las hachas de mis bodas en mi entierro;
que esta alma, esta vida y esta mano
no han de reconocer dueño tirano ;
que no ha de verse tan ilustre fuego
sujeto en las prisiones de don Diego.
(Sale DOK Juan.)
Don Juan.
Señora.
Doña Leonor.
¡ Ay, dueño mío,
voluntario señor de mi albedrío !
No es tiempo ya de honesto encogimiento;
que el vecino tormento,
la licenciosa ejecución, la pena;
la terrible cadena ;
los insufribles lazos
de aborrecidos brazos
me dan licencia en tan mortal empeño
para llamarte dueño.
Y porque afectos míos
te den valientes bríos
para pintarte agora
(i) En B y C faltan estos nueve \ersos anteriores.
JORNADA SEGUNDA
567
íibsoluto señor de quien te adora, (i)
mi padre (¡ ay. Dios !) pretende
casanne con don Diego, que no entiende
que merece justísimo castigo
el darme por esposo a mi enemigo.
Don Juax.
No es don Diego, señora,
•el que pudiera ahora
turl)ar las esperanzas que me ofreces,
si bien, Leonor, mereces
más calidad y prendas que las mías :
del Rey son las porfías;
amante y poderoso,
despechado y celoso,
los estorlbos desvía
con que le ofende la esperanza mía,
y por vengar con celos sus enojos.
Este es el triste estado
•de mi amor mal logrado.
Tan ciego estoy y tan perdido vengo,
que ni tengo valor ni fuerzas tengo
para ejecutar la muerte, que me llama
como en la ardiente llama
la simple mariposa,
que, volando, medrosa,
huye la luz, y luego
su descanso mayor busca en el fuego.
Doña Leonor.
Pues, don Juan, mi señor, ha sido engaño;
y suele la mujer templar el daño
y dar, acelerada,
mejor consejo cuanto más turbada.
.¡ Huyamos, mi don Juan !
Don Juan.
Mi bien, huyamos.
(Sale Martín.)
Martín.
-j Bien aviados todos tres estamos !
Doña Leonor.
Martín , ¿ qu é dices?
Doña Elvira.
¿Hay mayor cautela?
Martín.
Toda la culpa tiene esta mozuela.
Don Juan.
x\caba, si es peligro, de contalle.
Martín.
Déjame pondetalle ;
que hay peligros que dichos de repente
no mueven casi nada. Justamente,
nos han pescado el cuerpo; un embozado
hallé agora parado.
; Dónde ?
(i) Faltan en B y C los doce versos anteriores.
Don Juan.
Martín.
En el corredor.
Doña Leonor.
¡Cierta es mi muerte!
Martín.
Seis pistolas conté.
Don Juan.
Martín, advierte
que fuera en esta casa atrevimiento.
Martín.
¡ Por el Fénix de Arabia que no miento !
Doña Leonor.
Pues, don Juan...
Don Juan.
Leonor mía,
si es don Diego, es muy gran descortesía,
atrevimiento loco,
y ha de entender quién soy.
Doña Leonor.
Quien tiene en poco
mi honor y mi recato;
cuando cautelas trato
por daros posesión del amor mío,
¿con tan gran desvarío
queréis perderos y perderme ahora?
Don Juan.
¿ Pues qué he de hacer, señora ?
Doña Leonor.
Encubriros en parte que no os vea
el que turbar desea
mi amoroso sosiego.
Don Juan.
¿Y si fuese don Diego?
568
LA MERCED EN EL CASTIGO
Doña Leonor.
El mismo Rey que fuera;
me veréis tan severa,
que reprima su vano desconcierto.
Don Juan.
De vuestro amor, señora, estoy bien cierto;
pero no del poder, no del agravio.
¿ Qué varón, el más sabio,
con lance tan mortal no desmintiera
la luz de la razón y se perdiera
en lazos de tan ciego laberinto?
Sólo por vos me pinto
cobarde en peligro tan urgente.
(Vase.)
Doña Leonor.
Pues con eso alcanzáis el ser prudente,
porque es discurso sabio
padecer por amor tan nuevo agravio.
Doña Elvira.
Hermana, ¿a quién no admira
un cauteloso amor?
Inés.
Todo es mentira,
engaños y desA'elos,
porque no hubiera amor faltando celos.
Martín.
No sé dónde me esconda.
En la calle es mejor.
{Sale el Rey por donde se '^a Martín.)
Rey.
¿ Ou'én es ?
Martín.
La ronda.
Rey.
¿En las casas se ronda? ¡Buen gobierno!
Martín.
Soy justicia de invierno:
rondo mejor debajo de techado.
¡Vive Dios, que hemos dado
por esos cerros de Ubeda y Baeza.
{Vase.)
Rey.
Yo soy, Leonor.
Doña Leonor.
¿Qué intenta Vuestra Alteza?
¡Los cielos sean conmigo!
Rey.
Ser yo mismo testigo
de vuestra ingratitud, porque no ignoro
que me pierde el ' decoro
quien temerme pudiera;
pero si, loco, espera
favores vuestros en ofensa mía,
verá la luz del día
que desvanezco pretensiones vanas,
porque hay fuerzas de amor más soberanas.
en mi pecho abrasado,
y ha de quedar templado
en vuestros brazos mi amoroso fuego,
ya que, celoso, a descubrirme llego.
D.* León. No la humana majestad
tiene imperio en alma ajena,
que hay alma que se condena
por seguir su voluntad.
Esta hermosa libertad
sólo el gusto la sustenta ;
pues, ¿ cómo con tanta afrenta
pretendéis gozarla vos,
si el mismo Dios, con ser Dios,-
la pide y no la violenta ?
De lo que intentáis aquí
perdemos honra los dos :
mujer, os ofendéis vos,
y dama, me ofendo a mí.
Vuestro poder advertí,
mas si es cristiano poder
en la opinión se ha de ver ;
tanto, que hemos de mirar
vos la que habéis de ganar
y yo la que he de perder.
Rey. Bien sé, Leonor, que ese aliento»
y esas pretensiones locas
nacen de afición cautiva,
no de libertad señora.
A don Diego quieres bien,
sus pensamientos adoras,
sus desvelos agradeces
y con lágrimas los compras,
y que en tu casa lo encubres;,
que no me hablaras tan loca
a no saber que te escucha,
porque tan necias lisonjas
no son para amante ausente.
¡ Vive Dios, que si se enoja
la severidad conmigo,
que con tu afrenta notoria
he de ver, viendo tu casa,
quien mis favores estorba !,
JORNADA SEGUNDA
569
D.' León. Señor, advertid...
(Sale DON Diego y don Bermudo.)
D. Berm. ¡ Perdidos
somos ya !
D, Diego. ¡ Qué rigurosa
es la estrella que me sigue !-
Rey. Ya que mi dicha es tan corta,
que amor la engaña, a lo menos
desengaños la coronan.
D.^ León. ¿Qué intentas. Alfonso? ; Ay, cielos !
Mirad, señor...
Rey. No perdonan
los ce'los la cortesía.
¡ Qué confusa Babilonia
(Descúbrese don Juan.)
D. Diego,
Rey.
D. Berm.
Rey.
D. JU.AN
es la que el alma fabrica !
Aquí mi presencia importa.
que entre peligros y afrentas
es ya mi casa una Troya.
Don Juan, ¿ qué es esto ?
Señor,
como de vuestra persona
me hacéis centinela y guarda
en acciones amorosas,
y faltabais de palacio,
y que la esfera dichosa
de vuestro amor es Leonor,
entré a ver si el que estorba,
en la calle disfrazado,
para vengar vuestro enojo
pudiera encontrar ahora
entre sospechas y sombras;
mas ya que he A-isto a don Diego
y es ésta ocasión forzosa
para descubrir verdades,
os digo que las auroras
truecan con él en la calle
los requiebros por aljófar.
D. Diego. ¡ Esto ha sido cobardía,
pues con ventaja afrentosa
me ha vendido al Rey !
Al fin
descubrí, a mi propia costa,
que ama a Elvira.
¡ Ah. buen amigo!
Ya con el alma dudosa
me dejaba despeñar. —
Pues, don Diego, no malogra
los deseos quien alcanza;
v a saberlo antes de ahora
D. Diego,
Rey.
D.a León,
Rey.
D.'-^ Elvir
D.^ León
Rey.
D. Juan.
D. Diego
Rey.
excusai'ais los desvelos :
doña Elvira es vuestra esposa;
dadle la mano.
Señor,
mirad primero...
Xo ignora
que es un rey el que la casa;
y si con alma dudosa
vos replicáis a mi intento,
vendré a pensar que las horas
gastáis en ofensa mía,
queriendo a Leonor.
¡ Qué sombras,
entre obediencias mortales
turban la luz generosa
del sol que adoro ! ¡ Paciencia !
Al fin, ¿quieres que conozca,
Leonor, que a don Diego estimas c'
Fué la obediencia forzosa.
Pues verás en mis deseos
cómo tus amores logras
con amantes osadías,
y esta venganza celosa
me pide castigos tuyos. —
Elvira, seguras honras
os promete la venganza
de don Diego, si de esposa
le dais la mano.
A. Señor,
más que por ganancia propia
la doy por obedeceros,
supuesto que no se logran,
cuando se oponen los reyes,
prevenciones amorosas.
Arengasteis ya vuestros celos,
Alfonso; que bien se apoyan
mis dichas, si mi fortuna
no las destruye, envidiosa !
Esta ha sido la venganza,
y el castigo falta ahora.
Con hombre a tu gusto extraño
te he de casar, porque pongas
a cuenta de ingratitudes
las pesadumbres que ignoras,
si a tu designio te casas. —
Don Juan, si os parece ahora
venganza, el tiempo y olvido
os dará con paz dichosa
conocidos desengaños.
Xo hay mujer en Zaragoza
con quien yo pueda ofreceros
más calidad y más honra;
570
LA MERCED EN EL CASTIGO
y a no trazarse en Navarra
mi casamiento, coronas
le ofreciera por deseos.
D. Juan. Es muy justo que coitózca
mercedes tan soberanas ;
mas bien sabéis lo que importa
la voluntad de Leonor.
D.^ León. Donde violencias pregonan
castigos, no hay que esperar
piedad ni misericordia.
Esta es mi mano, don Juan.
Rey. Ya, por lo menos, señora,
con un castigó amoroso
alcanzo venganza ahora
de mi enojo.
D. Juan. No alcanzáis,
que esta ha sido cautelosa
estratagema de amor,
que aún los cielos, con piadosa
disposición, no permiten
en las acciones que ignoran
los reyes, que por su culpa
las yerran. Leonor hermosa
ha estimado mis deseos,
y yo, con penas dichosas,
he merecido su amor.
Rey. Discreto sois, pues la gloria
que puede alcanzar un rey
logrando una acción heroica,
no queréis que yo la pierda
por ignorancia celosa.
Yo os perdono, y agradezco
esta alcanzada vitoria
de mí mismo, f»ues me alegro
de A'uestras dichosas bodas,
cuando pensé castigaros.
Martín. Y en esta verdad apoyas
el crédito de un criado,
que has de saber que esta historia
la trazó toda mi industria
fingiéndome tu persona
aquella noche pasada (i)
y así, señor, premia ahora
mi despejo con hacer
(i) Faltan éste y los tres versos anteriores C. y
■en A.
que Inés, a suerte dichosa,
sea de aquesta perdiz
reclamo de su tahona,
hacienda de su taberna
el ramo de su persona,
el cuyo de su hermosura,
el dueño, pues, de su gloria,
la gracia, supuesta digo ;
que de sus manos de alcorza
espero, si no molletes,
comer sazonadas tortas, (i)
í-Jey. Estimo tu buen humor,
y así por mi cuenta corra
el premio : desde hoy serás
acera de mi persona,
con mil ducados de renta
entretenido, y tu esposa
Inés; darásle la mano,
que es justo.
Inés. Ser tuya sobra,
mi Martín: esta es mi mano.
D. Juan. Donde con pluma tan corta
quiso pintar el poeta
en esta apacible historia
la merced en el castigo,
pues la hace quien perdona.
Fin.
(2)
(i)
dice;
(2)
éstos :
Mart.
Rey.
Mart.
Ijíés.
Mart.
Desde aqui la edición de la Parte XL sólo
y con esto, aqui da fin
el Dichoso en Zaragoza.
En lugar de los 28 versos anteriores, A trae
Razón es que reconozca
tu majestad que yo fui
el que te contó la historia
de todo lo sucedido ;
que una noche mi persona
respetaron por la tuya,
donde de sus mismas bocas
supe cuanto ellos te han dicho.
Pues yo te doy por esposa
a Inés con seis mil ducados.
Los seis mil tomara agora,
que el casarme con Inés
es darme pena por gloria.
Yo soy tuya.
Y yo soy tuyo.
EL MÉRITO EN LA TEMPLANZA,
Y VENTURA POR EL SUEÑO.
COMEDIA FAMOSA
DE
LOPE DE VEGA CARPIÓ
HABLAN EN ELLA LAS PERSONAS SIGUIENTES :
El Rey de Ñapóles.
Don Pedro, galán.
LupERCio, lacayo-
Fabio, marqués.
Alcido, Meliso, villanos.
LuciXDA, princesa.
Laura, villana.
Leoxela, dama.
Otro Villano.
JORNADA PRIMERA
<CSale don Pedro como de noche de una tormenta.
D. Pedro. ¡ Gracias al cielo, que toca,
después de naufragio tanto,
confusa tierra mi espanto,
mi planta distinta roca ;
todo a tristeza provoca,
pues cuando mi pie, no enjuto,
por aqueste monte bruto
pisa ignoradas alfombras,
todo es túmulo de sombras,
todo es peligro de luto !
El menos frondoso pino
y el escollo no mayor,
gigantes de mi temor
se oponen a mi camino;
desdichas sólo imagino,
y en la confusión vecina,
por donde mi pie camina,
el cielo, a quien doy querellas,
o me niega sus estrellas
o sus rayos me fulmina.
Y en el tenebroso horror
mil formas imaginadas
con fantásticas espadas
amenazan mi valor :
todo es ya mortal rigor,
todo es moiíte sucesivo,
y en el temor que recibo
tengo el valor tan incierto.
que para juzgarme muerto
todo me parece vivo.
Vomitóme el mar airado :
perdonó soberbiamente,
entre su furia inclemente,
mi vida, por desdichado.
A tal peligro he llegado
de confusiones y enojos,
que cuando, pisando abrojos,
en su oscuridad me anega,
la esperanza llevo ciega
y la imaginación con ojos.
(Sale Lupercio asido de una tabla.',
LuPERCio. ¡ Gracias a Dios, tabla amada,
en quien entablé mi vida,
que del mar favorecida
tocas tierra deseada !
¡ Gracias a Dios que en la arena,
libre de mayor borrasca,
dejo de temer tarasca
la hambre de una ballena.
Ya parece se mitiga
el mar. furioso y girado;
¿qué importa, si me ha quedado
otro mar en la barriga?
¿No es soberbia roca aquélla,
que por su actitud la temo?
Aqueste es el Poli femó
que las rocas atropella.
¿ Por este lado no viene
572
EL MÉRITO EN LA TEMPLANZA
de negros un escuadrón?
No, que la imaginación
estos monstruos me previene.
No parece estrella alguna;
el cielo se viste luto,
pagando mortal tributo
a la inconstante fortuna.
¿ Qué habrá sido de mi dueño ?
Sin duda que el mar le esconde.
¡ Dios te perdone, buen Conde !
D. Pedro. Una voz oigo. ¿ Si es sueño ?
LuPERCio. ¿ Que te sorbió el fiero mar ?
i Gran desdicha !
D. Pedro. Otra vez suena.
LuPERCio. ¿ Que no llegaste a la arena ?
D. Pedro. Quiérome un poco acercar.
LuPERCio. ¡ Qué temerosas quimeras !
D. Pedro. La voz, con atento oído,
curioso, no la he perdido.
LuPERio. ¡ Por Dios, que viene de veras !
¡ Terrible monstruo parece :
cíclope debe de ser,
y j-a me vendrá a comer !
Por Dios, déjame que rece.
¡Válgame la Trinidad!
¡ San Cristóbal, bravo Atlante^
valedme, pues sois gigante,
contra esta gigantidad !
D. Pedro. Ya el dueño de aquel acento
cerca de mií determino.
LuPERCio. Ya el cíclope está vecino.
¡ A^aledme en este tormento.
Madre de Dios, y si humilla,
mi A'oz fantasma tan fiera,
colgar un bulto de cera
prometo en vuestra capilla í
¡ Ya me engulle !
D. Pedro. ¿Quién va allá?
¿No responde? ¿No responde?
LuPERcio. Sin duda el alma del Conde
es quien hablándome está :
su voz es ésta.
D. Pedro. Que digo,
¿no responde?
Lupercio. ¡ Anima en pena,
si estás libre de cadena,
no me des tanto castigo !
Déjame rezar un credo.
D. Pedro. ¡ Mataréte, vive Dios !
Lupercio. Si es que sois ánima vos,
dejadme rezar, si puedo.
D. Pedro. Di quién eres. i
Lupercio.
D. Pedro.
Lupercio.
D. Pedro.
Lupercio.
D. Pedro.
Lupercio.
/D. Pedro
Alma, yo.
¡ Tú, pues, ya estoy cansado !
Digo que soy un criado
de un Conde que se ahogó.
¿No es Lupercio?
¿ No conoces,
señor, a quien te ha servido?
Si no eres cuerpo fingido
daré de contento voces.
Y yo de haberte hallado,
cuando perderte entendí,
me do}' albricias a mí :
¡ abrázame, fiel criado !
Y de la llorosa historia
de aquesta tormenta fiera
escucha de qué manera
pude escapar con vitoria;
que haber salido con vida
a pesar de tanto mar,
es vitoria de admirar.
Va de historia dolorida.
Después, amigo Lupercio,
que nuestra nave ligera,
a pesar de tanta industria,
rindió a los vientos sus velas;
después que el soberbio mar,
formando espumosas sierras,
me dio a beber tantas veces
montes de cristal y arena;
después que en hombros de escollos
a tanta marcial tragedia
hizo en sepulcros de hielo
precipitadas obsequias,
yo, que entre la confusión,
llantos, clamores, promesas,
suspiros, ruegos y votos,
mi muerte advertí tan cerca,
en una mal rota tabla,
piadoso miembro de aquélla
que ave siendo de los montes
es ya de los mares peña,
y de mi esperanza fué
la última intercadencia,
sin más remos que mis brazos,
sin más jarcias que mis fuerzas,
vencióme del mar sañudo
la furiosa competencia;
tanto, que morir me vi
a manos de mi flaqueza.
Pero ya, un poco piadoso,
quizá para más tragedia,
quiso guardarme la vida
;
JORNADA PRIMERA
573
en medio destas tinieblas.
Mas ya los cielos piadosos,
si no me bui'la la idea,
de una choza pastoril
el breve farol sustentan;
me parece que su luz
piadosa me lisonjea,
compasiva me convoca,
determinada me esfuerza.
¿ Vesla, Lupercio ?
LupERCio. Señor,
en cuanto la noche enluta
de aquesta montaña enjuta
no descubro resplandor.
No la veo.
D. Pedro. ¿ Xo ? El temor
te habrá cerrado los ojos.
¿Luz no descubres?
Lupercio. • Despojos
serán de tu fantasía,
y la esperanza podría
ponerte de luz antojos.
D. Pedro. Tal vez los airados vientos
que combaten esta cumbre
desmientan la inquieta lumbre
con distante movimiento;
el ánimo y el aliento
de su lisonjera llama,
a pesar de tanta rama,
me ofrece piadoso puerto,
SI contra farol tan cierto
nieva el cielo, el viento brama.
Lupercio. Ya, señor, sobre una peña
que distintamente veo,
una brisna brujuleo
de luz, que el cielo me enseña,
¡Qué apacible y que risueña
se nos muestra !
D. Pedro. Ya es bonanza
su esplendor de la tardanza
que en el peligro me aqueja,
si no la apaga o la aleja
mi propia desconfianza.
!Mas ya mejor determino
entre estos ramos camino.
Date priesa, que sospecho
que el cielo en nuestro provecho
nos la ofrece.
Lupercio. Ya camino.
(Vanse, y sale la Princesa de Ñapóles y Leonela.)
Leonela. ¿Que tanto los aborrece
tu obstinada condición?
Princesa. Siempre mala obstinación
más persuadida, más crece.
Leonela. Poco contigo merece
un amigable consejo.
Princesa, Los respetos, prima, dejo
para importancia mayor;
en estas cosas de amor
déjame hablar con despejo.
Que no es aborrecimiento
el dejar de apetecer
gustos que suelen traer
a la espalda el casamiento,
Leonela, ¿ Pues qué será ?
Princesa, Un pensamiento
que en cuerda razón lo fundo;
está peligroso el mundo,
y en el bien más lisonjero
admitillo es lo primero
y perdello es lo segundo,
Leonela, Pues, aspirando a casada,
¿ qué recelas del amor ?
Princesa. Prima, es gigante el temor
y la sospecha afectada,
y aun la ofensa imaginada
es a las veces tan recia,
que a la prudencia desprecia;
y en tan peligroso efeto,
si es mi esposo muy discreto
es fuerza ser yo más necia.
Mas si la verdad te digo,
aunque esta filosofía
acobarda mi osadía,
con otro intento prosigo ;
ya he consultado conmigo,
por sólo experimentar
cuánto puede dilatar
amor su dulce poder,
deseos que acometer,
esperanzas que alcanzar.
Dentro en mi imaginación,
que estas máquinas encierra,
hará la amorosa guerra
he compuesto un escuadrón;
numerosa prevención
contra mis melancolías
repito todos los días,
y haciendo con mil cautelas
ya los ojos centinelas,
ya los oídos espías.
Y cuando más persuadidos
para el amor mis desvelos
o/'
EL MÉRITO EN LA TEMPLANZA
solicitan los recelos
el gusto de los sentidos,
pierden mis ojos y oídos
tiempo en la curiosidad;
y ten, prima, por verdad
que no hallan competidor
que solicite rigor
o que merezca piedad.
Los impulsos más valientes
del más gallardo ardimiento
son burlado movimiento
faltando correspondientes,
y no obligan accidentes
al alma en lo natural,
que el amor firme y leal
que a las perficiones vuela,
la igualdad sirve de espuela,
que amor corre porsu igual.
Leoxela. Esa presunción avara,
prima, amor no la consiente,
pues te sirven igualmente
el de Mantua, el de Ferrara;
en sus virtudes repara,
que sos los sujetos bellos:
toma la ocasión en ellos
por los cabellos, no dudes.
Prinxesa. No quiero, prima, virtudes
traídas por los cabellos.
Juzgo yo que para amar
el sujeto que le esfuerza
no ha de elegirse por fuerza,
porque él mismo se ha de estar.
Amor sabe ponderar,
entre las veras burlando,
aquel fuego dulce y blando
que cuando entra no se ve,
y por esto es no sé qué
que se entiende no sé cuándo.
Leonel.a. Sólo ara.or, prima, le entiende
estilo tan singular;
quien no busca para amar
no hallará lo que pretende.
Princesa. Amor, Leonela, es un duende
de imaginación formado ;
es un espíritu alado,
traviesamente fingido,
que ni se esconde atrevido
ni se halla procurado.
Y así, entiendo que es en vano
buscarle, que en este acuerdo
si por descuidada pierdo,
por cuidadosa no gano :
Leonela.
no está la palma en mí mano,
que si al fin para alcanzalla
entra el cuidado en batalla,
como es discreto traidor,
buscando elegido amor
lo pierde cuando lo halla.
¿ Al fin, señora, procuras
para el amoroso empleo
quien te provoque el deseo?
Princesa. Ya entiendo que me murmuras;
mucho mi disgusto apuras.
Haces alguna quimera
que en tu condición ligera
ajeno pleito me trata;
mira que no eres beata,
prim.a, para ser tercera.
Todo esto es bachillería
que haces de conversación,
que en las veras, mi opinión
no ha de dejar de ser mía;
y tal es ya tni porfía,
que me vengo a aborrecer,
sólo porque pueda ser,
y abominando su nombre,
porque puedo ser de un hombre
no quisiera ser mujer.
Quédate, porque me afrenta
leerte, prima, en los ojos
tu cuidado y mis enojos.
¿En qué te ofendí? ¿Qué intenta
esa cólera violenta?
Señora, sí el pensamiento
ha tenido atrevimiento...
¡ Xo me hables !
¡ Fuego arrojas í
Princesa. Si no es que me desenojas,
prima, con este escarmiento.
Leonela.
Princesa.
Leonela.
(Fase.)
Líonela. Confusa quedo y corrida
de que esta mujer fingida
diese a mi imaginación
brújulas del corazón
para mostrarse ofendida;
que desate por los ojos
el alma llena de enojos,
y que luego, puesta en calma^
para mostrar libre el alma
ostente en el alma enojos.
Que con acciones parleras
ocasione mis quimeras
burlándose con amor^
JORNADA PRIMERA
O/O
Marqués.
Leonei.a.
Marqués.
Leonela.
Marqués.
Leonela.
^Marqués.
Leonela.
y que luego, en mi temor,
haga de las burlas veras.
¡ \^ive el cielo, prima ingrata,
que mi venganza te espera,
que tu rigor me maltrata ;
mira que no eres beata,
prima, para ser tercera !
¡ Pues sean testigos los cielos
que si amor te da desvelos
triunfando deste rigor,
en la sazón de tu amor
juro matarte con celos!
{Entra el Marqués.)
¿ Quién, bellísima Leonela,
te enoja? ¿Quién te desvela?
¿ Qué causa de ti se olvida ?
¿De quién estás ofendida?
D<c una prima con cautela.
¿La causa?
Es para encubierta.
¿Xo podrá saberse?
Xo;
perdona.
Pues dime : ¿ abrió
tu lengua a mi amor la puerta?
¡Dijístele a la Princesa,
Leonela, mi loco amor ?
¿Dijiste que mi temor
me niega tan alta empresa?
¿Dijístek que la adoro,
que estoy rendido a sus pies?
Xada la he dicho. Marqués,
que es ofender su decoro.
Que te prometo que siente
tanto lo que a otras agrada,
que o me responde enfadada
o se enoja fácilníente.
Y al fin, al fin, no consiente
en su bárbara opinión
amorosa prevencionj
porque, con intento ingrato,
el desprecio es su recato,
su virtud, obstinación.
Deja, Marqués, sus favores,
y en los trances de Cupido
no quieras aborrecido,
ni desdeñado en amores :
desengaños superiores
disuaden tu esperanza,
y es discreta la mudanza,
y tu gallarda osadía
no enamore con porfía,
que es género de venganza.
Con esto, pues, solicita
con más prudente cuidado
sujeto desocupado,
que te estime y que te admita;
el desengaño te incita,
ya te he hecho del alarde,
más ecos tu voz no aguarde
de que ha de ser tu Xarciso
la Princesa ; ya te aviso.
Quédate adiós.
ALarqués. El te guarde.
,\mor sin esperanza es cobardía;
en méritos fiar es confianza,
que ni hay valor faltando la esperanza,
ni hay discreción sobrando la osadía.
X'^o es seguir imposibles valentía,
que el gusto en ellos viene a ser venganza;
el riesgo es temerario en la mudanza
y cruel la victoria con porfía.
Resistir las estrellas que en mi daño
anteponen las penas a las glorias,
es privar el tormento de trofeos.
¡ Oh, batalla cruel de lui desengaño,
¡ donde velan sin ojos las memorias
y combaten sin lengua los deseos !
(Fase.)
(Sale Alcido, dueño de una alquería, y dox Pedro*
y LUPERCIO.)
D. Pedro. Así te he contado, Alcido,
de mi naufragio la historia,
tormentos de mi memoria,
martirio de mi sentido.
Paga lastimosa es
de tu liberalidad,
pero nunca la piedad
se pagó con interés.
El compasivo hospedaje
que esta noche nos has dado
mi voluntad ha obligado
de suerte...
Alcido. Paso, no ultraje
mi amor ; desta casería
soy yo también dueño pobre,
y entre el uno y otro roble
tengo humilde monarquía.
Sin dar a los cielos quejas
con licenciosas palabras,
576
EL MÉRITO EN LA TEMPLANZA
dueño soy de algunas cabras,
señor, de algunas ovejas.
Estas, haciéndome salva,
dan al primer arrebol
queso que parece al sol,
leche que es hija del alba.
Y esos fragosos distritos
que visten robles y tejos,
cabritos como conejos,
conejos como cabritos.
Esto te puedo envidar,
que es de mi fortuna el resto.
D. Pedro. Y yo, para estimar esto,
ni aun palabras he de hallar.
LuPERCio. Acepta luego el envite,
pues en tu fortuna fiera
ya estás puesto a la primera;
acomodarte permite.
D. Pedro. Con mi desdicha compite; (i)
tu ánimo puede hacerme
dudar cuál sea más firme:
ella siempre en perseguirme,
o él en favorecerme.
El alma me da certeza
de tu oculta calidad,
que en tu liberalidad
se descubre tu nobleza.
Alcido. En mi rústica librea
desengañarás tu error,
pues ni busca más honor
ni más grandeza desea.
Pero dejando esto aparte,
en esta alegre ribera,
amigo, sólo quisiera
divertirte y regalarte.
Mira estos campos que pisas,
peregrino, por lo menos :
última piedad del mundo,
primero umbral de los cielos.
Mira en ellos la distancia
sin disimulado pecho,
las verdades para amarlas,
los daños para temerlos ;
la curiosidad sin arte,
la belleza sin deseo,
sin vestidos mentirosos
para efetos verdaderos.
Mira el rico no envidiado,
mira el pobre sin deseo,
(i) Sobra este verso, si no es que pertenezca a una
redondilla de la cual se han perdido tres.
contento en los bienes propios
y olvidado en los ajenos.
Y mira aquí, finalmente,
en siglo tan lisonjero,
la más rústica ignorancia
con propio conocimiento.
D. Pedro. Con sólo escucharte a ti
lo crítico y lo discreto,
he visto, prudente Alcido,
el uno y el otro extremo.
Veo que con docto labio,
desengañado maestro,
tus cortesanas lisonjas
culpan el error moderno :
las envidias de la corte,
los ambiciosos empleos,
las virtudes apuradas
y los accidentes bellos.
Todo sin filosofía
de las escuelas del cielo,
revelada a desengaños,
dictada a conocimientos.
LuPERCio. Yo también, discreto Alcido,
grave pastor, sabio cuerdo,
elocuente compasivo,
sé que has dicho...
¡ Calla, necio !
Más discreciones agudas,
más ingeniosos preceptos (i)
que tienen en primavera
verdes hojas estos fresnos.
¿No callarás, mentecato?
Ya, mi señor, te obedezco.
Perdónale necedades,
noble Alcido, a su despejo.
El suyo y vuestra lisonja
son dos encarecimientos
que amigable los estimo,
si humilde no los aceto.
Pero al principal motivo
de mi discurso volviendo,
divierte, amigo, la pena,
alivia, amigo, el tormento.
Y si aquestas soledades
no son bastante remedio,
de Ñapóles (¡ A_y, verdugos
de mi honor !) no está muy lejos
su belleza; podrá ser
que acreditada en tu efecto,
por lo soberbio y lo grave,
D. Pedro.
LUPERCIO.
D. Pedro
LUPERCIO.
D. Pedro
Alcido.
I
(i) Probablemente: "conceptos", y no "preceptos".
I
JORNADA PRIMERA
577
logre tu divertimiento.
Y si para este camino,
lisonjeando mi intento,
fuera menester caballo,
gustosamente te ofrezco
un rucio, que diestramente,
por lo brioso y ligero,
donaire es de la quietud
y ponderación del viento.
Admite mi voluntad
en esto, que te prometo
que si algún día (¡ soy llanto
cuando a estas memorias llego !j
probaras de mi fortuna
menos rígido el imperio
de mi mejorada casa,
homenaje más opuesto,
vieras finezas de amigos
sin limitados efectos ;
compasión más liberal
y más rico acogimiento:
vieras de mi voluntad
la fuerza, si no el efeto.
D. Pedro, ¿Qué acción podrá ser, Alcido,
paga al agradecimiento?
Juro por el Dios que adoro
y por la fe que profeso,
por lo que debo a español
y por lo que a noble debo,
serte agradecido esclavo,
serte amigo verdadero,
tan obediente en lo uno
como en lo otro perpetuo.
J^UPERCio. Y por lo que en mí redunda
cuando le sobra a mi dueño,
te prometo, huésped sabio,
con más de mil juramentos,
serte gracioso lacayo
cuando te vea en tu reino,
ya que por lo entretenido
sólo buen ladrón parezco.
Digo a tu reino, señor,
porque tengo por muy cierto
que quien es tan liberal,
tuvo más y tiene menos.
Alcido. Más bienes, Lupercio amigo,
tuve ; mas ya no me acuerdo,
si no es para desatar
por los ojos el aliento. (Aparte.)
Pero allí viene mi hermana.
VII
(Sale Laura, de viHaiia, con venablo de casa.)
D. Pedro. Parece que viene Febo.
Laura. ¡ Oh, que gallardo mancebo !
Lupercio. ¡ Oh, qué divina serrana !
Laura. ¡ Hermano !
Alcido. ¡ Laura querida !
; En qué ha estado entretenida
tu robusta inclinación?
Laura. Xunca tengo el corazón
quieto sino en el campo.
Divertida asistía entre las peñas
deste monte que al cielo se levanta,
y murado de riscos y de breñas
es cuna incierta de fiereza tanta,
cuando, después de presumidas señas,
descubro, al movimiento de mi planta,
un jabalí, que pereció entre encinas
monte de cerdas o cerdil de espinas.
De puesto mejorada, conjeturo
del erizado monstruo el paso tardo,
y la rama sirviéndome de muro,
con valiente cautela me acobardo;
pero a mi movimiento mal seguro
el monstruo, recelándose gallardo,
rajando troncos su espumoso diente,
feroz camina y huye diligente.
Perdí entonces su forma, que encubierta,
lo más frondoso fué de la espesura
a su temor seguridad incierta,
a su bulto intrincada sepultura ; -
mas yo, de su camino al fin experta,
cuando las breñas él dejar procura,
hizo contra su ardid, sin embarazo,
flecha este fresno )- arco aqueste brazo.
Traveséle, y con paso descompuesto,
precipitado en su desconfianza,
de su vida procura el débil resto
envidar en mi muerte su venganza.
Yo entonces, c[ue al peligro manifiesto
advertida tenía la esperanza,
subo a una breña, en cuyo bulto extraño
desmiento el riesgo y el temor engaño.
Vieras, Alcido, la espumosa fiera
la vida en roja espuma desatada;
viérasla, digo, si feroz, ligera,
al escollo embestir peña arrimada;
vieras ya la que horror del soto era
en su mismo furor precipitada;
viérasla precipitada al golpe inorme,
menos valiente, pero más diforme.
De su espaciosa muerte yo impaciente
37
578
EL MÉRITO EN LA TEMPLANZA
dejo el escollo menos recelosa,
y la que en vida no temí, valiente,
en muerte me acobarda, rigurosa;
porque luchaba tan horriblemente
con sus mismos desmayos valerosa,
que a no ayudarla esta cuchilla fiera
no muriera tan presto, o no muriera.
Muerto ya el jabalí, desde aquel pino
mis silbos convocaron los pastores,
cuyo asombro en el valle convecino
dio del suceso señas inferiores;
ellos, pues, con aplauso peregrino,
me coronaron de diversas flores,
trayendo en hombros, con igual semblante,
al jabali mortal, y a mí triunfante.
Alcido. ¡ Valor notable !
D. Pedro. ¡ Belleza
rara !
LuPERCio. ¡ Brava valentía !
Alcido. ¡ Temeraria es tu osadía,
Laura !
D. Pedro. Aquí naturaleza,
Lupercio, con perfección
que ya mi gloria asegura,
juntó valor y hermosura,
juntó gracia y discreción.
Digna es de ponderación
en mi amor esta mujer,
pues ya me hace temer
con dulcísimo ri'gor
el donaire a su valor
y en su hermosura el poder.
Laura. ¡ Bizan-o talle !
Lupercio. ¡ Hermosa,
vive Dios, es la serrana !
Alcido. Tu temeridad, hermana,
siempre salió vitoriosa.
Siempre tu aliento lozano
alcanza, aunque más ligeras,
de aqueste monte las fieras.
Laura. Basta la lisonja, hermano.
Y dime, por vida mía,
pues ya mi suspensión ves,
quién aqueste español es.
Alcido. Por grosera te tenía
en no haberlo preguntado :
que es caballero imagino.
Laura. ¿Cómo a nuestros montes vino?
Alcido. Esta noche salió a nado
de una tormenta tan fuerte,
que con término prolijo
mil veces, como me dijo.
tuvo bebida la muerte.
Y la luz de mi cabana,
farol de su golfo incierto,
al fin lo condujo al puerta
Voluntad 'le tengo extraña.
Habíale, hermana, y adiós. —
Don Pedro, hablad a Laura.
(Vasc.)
D. Pedro. !Mi vida en vos se restaura
y mi vida nace en vos ;
que en su memoria fatal
el llanto apenas resisto :
sólo por haberos visto
hago estimación del mal..
Pero no hay mal que temer,
cuando el divino poder
en vos procuró ostentar
valor para enamorar,
belleza para vencer.
Está con discretas galas
facilitando las alas
de amor, que a vos se reserva:
afrenta sois de i\Iinerva,
siendo emulación de Palas.
Toda, en fin, sois un extremo^,
que en lo dulce, en lo supremo,,
con que, medroso, me animo,
cobardemente os estimo,
atrevidamente os temo.
Español soy, no os -espante
mi atrevimiento gigante;
que aunque en vos contemplo el sol',
águila, por lo español,
es bien que a vos me levante.
Vuestro huésped soy ; la suerte
en dichoso me convierte,
y así ofrezco, agradecida,
para serviros, la vida;
para adoraros, la muerte.
Laura. Vergonzosa, español, quedo.
Favoreceros no puedo,,
que tengo, aunque veis mi trate.,
a las lisonjas recato
y a las alabanzas miedo.
Vuestro estilo comedido»
satisfaceros es justo
y ponderaros debido,
porque sé que gusta Alcido
y porque quiero mi gusto. (Aparfe^)^
D. Pedro. Tu hermano también, señora,,
desde la primera hora
JORNADA SEGUNDA
579
que me vio estima mi humor;
tiéneme notable amor.
Laura. ¡ Qué dulcemente enamora !
LuPERCio. Con esta seguridad
ofrezco a la claridad
de tu -divina hermosura
una discreción oscura,
tejida en graciosidad.
Laura. ¿ Eres, por dicha, criado
deste español ?
LuPERCio. A su lado
en sus desdichas asisto.
Laura. Xunca yo le hubiera visto
si ha de costármé cuidado.
LuPERCio. Soy del gusto a que se inclina
estafeta peregrina ;
y soy, pagándome el porte,
de la estrella, de su norte
la boca de su bocina.
Y porque de mí se fía
soy de su honor el mastín,
de su batalla el clarín
y de su campo la espía.
Finalmente, soy lacayo,
que en rucio, castaño, bayo,
morcillo, alazán, overo,
soy diciembre de su enero
y soy abril de su mayo.
En esto sirvo a mi dueño,
y con gusto no pequeño
en todo os serviré a vos,
que sois del poder de Dios
bellísimo desempeño.
^Mandadme, Laura divina.
Laura. ¡ Graciosidad peregrina
tiene tu humor extraño!
D. Pedro. ¡ Bello primor, dulce engaño !
Amor a su amor me inclina. {Ap?)
Laura. Fía de mi condición.
- amigo, tu estimación.
LuPERCio. ¿Y arriesga poco quien fía?
Laura. Prenda es la palabra mía
de tan justa estimación.
LuPERCio. Mil siglos te guarde el cielo
por tan liberal consuelo.
Laura. ¿Cómo es de tu dueño el nombre?
LuPERCio. Don Pedro el famoso: un hombre.
Laura. ¿ Caballero ?
LuPERCio. Hasta el pelo.
Laura. Don Pedro, en esta ocasión
ya el gusto es estimación,
pues vuestra heroica humildad
fuerza hace la piedad
y deuda la obHgación.
Y no es presunción violenta,
que el valor que se acrecienta
en la desdicha más rara,
disimulado se aclara
y oculto se representa.
Desto, al fin, reconocida,
pues mi hermano me convida,
advertido está de suerte,
que ni quiero vuestra muerte
ni desprecio vuestra vida.
Adiós.
iVase.)
D. Pedro. Ya no olvida
esta mujer advertida
mis palabras, ¡ dulce suerte ! :
"que ni quiero vuestra muerte,
ni desprecio vuestra vida".
Favores el alma espera;
aunque tan varia quimera
me da a entender, porque llora,
que la estima y no la adora,
aunque adorarla quisiera;
pero el mujeril recato
con tan dudoso aparato
me disimuló el favor.
LuPERCio. Ya te desvela el amor.
D. Pedro. Nunca amor se dio barato.
JORNADA SEGUNDA
{Salen la Princesa de Ñapóles _v su. Mayordomo y
el Marqués Fabricio.)
Princesa.
Todo esté, ^Mayordomo, prevenido ;
avisad los monteros,
que quiero madrugar para partirme.
^Larqués.
¿ Pues qué intenta tu Alteza
Princesa.
Batir desa montaña la fiereza,
donde avisada he sido
que hay jabalíes vaHentes y osos fieros,
y gusto divertirme.
Marqués.
Un imposible hallo en su amor firme.
580
EL MÉRITO EN LA TEMPLANZA
Mayordomo.
Con tu licencia a prevenirlo todo
me parto.
(Vase.)
Princesa.
Id en buen hora;
y vos, Marqués, al tiempo que el aurora
de crepúsculos viste la mañana,
os disipondréis para mi compañía.
Marqués.
Al gusto de tu Alteza me acomodo. —
¡ Oh, beldad soberana !
i Oh, dulce tiranía !
Declararle podré la pena mía
entre las soledades,
que en los campos se dicen las verdades.
Princesa.
¿Qué dices?
Marqués.
Que antes que señale el día
luces brujuleando al alba fría,
para servirte ya estaré dispuesto,
pues gano tanto en esto,
y tu Alteza me honra y favorece.-
Princes.^.
Vuestra lealtad, Marqués, esto merece.
Marqués.
Guarde, señora, el cielo a A'uestra Alteza.
(Fase.)
Princesa.
El os guarde, Marqués. — ¡ Rara tristeza
de mí misma me priva
de amor el cielo ! Porque alegre viva
divertirme pretendo ;
mas si me voy siguiendo
y soy yo propia causa de mi daño,
¡ desengaño de penas es mi engaño !
Hacerme a mí pretendo inútil cisma,
pues quiero divertirme de mí misma.
i Malhaya la obediencia,
que contra el gusto pronuncia la sentencia !
¿Yo amar? ¿Yo sujetar (¡qué desvarío!)
a voluntad ajena mi albedrío?
Pero aquí mi padre viene;
¡qué caduca es la porfía
contra la inclinación mía !
Entretenerle conviene.
(Sale el Rey.)
Rey. Lucinda.
Princesa. Padre y señor.
Rey. ¿ Has mandado prevenir
monteros ? ¿ Cuándo has de ir
a ejercitar tu valor?
Princesa. Por la mañana pretendo
partirme, con tu licencia.
Rey. Lucinda, con tu presencia
celosamente me ofendo.
La mucha seguridad
que advierto en tus pocos años
vence temores y engaños,
que es muy prudente tu edad;
y a no tener tú prudencia
no fuera en ti inclinación.
Princesa. ¿En qué ofendo mi opinión?
¿Voy lejos de la obediencia
con intento ? ¡ Ay, pesar loco !
Presumir mi libertad, (Aparte.)
- ¿no es virtud, no es castidad?
Rey. Escucha, Lucinda, un poco.
De tu generosa madre,
que es ya del impirio estrella,
Carlos fué el primero hijo,
y yo la imperfección primera, (i)
Librando en él la esperanza
de gloriosa descendencia,
célebre hizo aquel día
que nació, el reino con fiestas.
Alégreme con extremo,
porque, en esta vida incierta
los reyes más poderosos
sin la sucesión no reinan.
No muchos años después,
para dicha más perfecta,
naciste tú, dando al mundo
un milagro de belleza. ■
No fué menos celebrada
esta ocasión, porque en ella
hizo Ñapóles, gozoso,
ostentaciones diversas.
Crecisteis tu hermano y tú,
mas con tanta diferencia,
que él fué raramente necio,
tú raramente discreta.
Llegó a juvenil edad,
donde ni amores ni ciencias
han podido reducirle
de su natural simpleza.
(i) Verso largo y sin sentido.
JORNADA SEGUNDA
581
Con esto, es tan mujeril,
que afectando su inocencia,
de mujeres se acobarda,
de requiebros se avergüenza.
Trátele de casamiento;
para acrecentar mis penas
de su muerte y de mi llanto
es la viltima sentencia.
Pero en los más verdes años
madrugó en ti la prudencia,
apaciblemente grave
e ingeniosamente cuerda.
Pusieron en ti los ojos
con gloriosa competencia
de toda Francia e ItaHa
las poderosas cabezas.
Briosos te solicitan ;
amorosos te festejan,
cuidadosos te regalan
y ricos te galantean.
Mas tú, que la inclinación
a las armas y a las letras
con estudio y con cuidado
lo mejor del tiempo entregas,
cuidadosa los despides,
arrogante los desprecias,
severa los desanimas
y enfadosa los desdeñas.
Y yo, entre tales extremos,
si mis lágrimas te fuerzan,
con amor te persuado,
te aconsejo con terneza.
Princesa. Basta, señor: calle e! llanto;
cese, señor, la tristeza,
y de esperanzas civiles
tus deseos alimenta.
No quisiera ponderarte
los que tengo a tu obediencia,
que en lazos de obligación
no es la voluntad fmeza.
Del sujeto de tu gusto
parte alguna al tiempo deja:
no hagas fuerza del amor
ni del consejo violencia;
que la opinión más constante
y la estimación más necia
no son murallas de bronce,
sino albedríos de cera.
El tiempo todo lo muda,
los días todo lo truecan,
que de su viento inconstante
la voluntad es veleta.
Rey. Dame, hija, aquesos brazos,
pues con tan fieles promesas
apacible me entretienes,
discreta me lisonjeas.
Adiós, Lucinda querida.
{Vase.)
Princesa. El te guarde y te defienda.
Amor con igualdad es fe con ojos;
sin proporción amor es pasión ciega,
pues si aquélla jamás A-erdades niega,
ésta nunca concede sin antojos.
No son mentidos gustos los despojos
que rinde amor a la mortal refriega,
sólo el que a igual fuego el alma entrega
méritos adiciona (i) a sus enojos.
Es el amor perfecto espejo (2) ardiente,
donde es la proporción igual reflejo;
colores la verdad (3) y el accidente.
Y como admite el alma este consejo, (4)
en vano amor la quiere diligente
si no la enciende con su igual espejo.
(Sale Dox Pedro, con venablo, y Lupercio.)
LuPERCio. ¡ Huélgome que a vueseñoría
ya le veo con placer !
D. Pedro. ¡Necio!, ;pues puede tener
consuelo la pena mía?
Lupercio. Pruébolo en filosofía.
¿ No nos anegaba el cielo
en el mar ?
D. Pedro. Así es.
Lupercio. Pues velo,
como en la pena que fragua,
si allá la tuvo con agua,
aquí la tuvo en el velo.
D. Pedro. Equívoco impertinente.
Lupercio. Siempre lo fui para ti.
Mas ya estoy, señor, aquí,
enfadoso y impaciente :
tienes un huésped clemente
con su bella hermana, en quien
es favorable el desdén,
y vuelves a recitar
memorias allende el mar
y penas allende el bien.
Date Alcido. generoso,
regalos de dos mil suertes.
(i) En el original: "aficiona".
(2) En el original : "pecho".
(3) En el original: "cólera la verdad".
(4) En el original: '"concejo". De todos modos,
casi no se entiende este soneto.
582
EL MÉRITO EN LA TEMPLANZA
señor, ¿ y no te diviertes ?
D. Pedro. Agradecerlo es forzoso.
LuPERCio. Ser grave, afable amoroso,
¿ no promete calidad ?
Pues en verdad, en verdad,
que, como Menga responde,
era poderoso el Conde
cuando estaba en la ciudad,
D. Pedro. ¿ Conde ?
LuPERCio. Ansí me lo ha contado.
D. Pedro. ¿ Pues cómo a estos montes vino ?
LuPERCio. El suceso 'es peregrino.
De Ñapóles desterrado
salió por cierto privado
del Rey, a quien con razón
le dio Alcido un bofetón.
lEn secreto y en venganza,
el otro, en falsa probanza,
le imputó real traición.
Confiscáronle la hacienda
por la lesia Majestad;
salióse de la ciudad
con aquesta hermosa prenda
y con algunos criados.
Vendió galas que escapó;
algunas tierras compró;
pastores tiene y ganados.
¿Qué te parece?
D. Pedro. Que Alcido,
en su cortés proceder,
claramente da a entender,
Lupercio, que es bien nacido.
Su calidad es notoria
sin duda en mi estimación,
que es la liberal- pasión
la más noble ejecutoria.
Y ésta la enseña de suerte,
que sin descubrir su estado
con amoroso cuidado
sólo mi regalo advierte.
Mas 3^a, Lupercio, imagino
que los bien tejidos ramos
adonde agora llegamos
la fuente cubren del Pino.
En sus ramas escondido
esperar pretendo aquí
el valiente jabalí
que Laura me ha encarecido.
Aquí es cierto que sestea.
Vete, Lupercio, y aguarda
sobre aquella peña parda.
(Vase.)
Lupercio. / Tristis cst anima mea !
Que aun allí no estoy seguro,
que hay jabalí de manera,
que el colmillo de tijera
romperá el lienzo de un muro.
Que se ponga a pelear
un hombre discreto y grave
con un monstruo que no sabe
responder ni preguntar
ello es terrible locura,
C[ue no puede aprovechar
sino a quien anda a buscar
en los montes sepultura.
Yo voy a mi talanquera,
3^ desde allí pienso ver
aquestos toros correr,
que lo demás és quimera.
Finalmente, pues mi dueño
jabalíes despedaza,
tengo de salir a caza
a la montaña del sueño ;
cuya variedad divierte
los sentidos de tal suerte,
que cuando el cuerpo con\'ida
es comedia de la vida
y tragedia de la muerte.
{Vase y sale la Princesa vestida de caza y con
ven.ah¡o.)
PlíINCESA.
Perdida de mi gente,
sin tino la razón de los oídos, (i)
mil pasos doy perdidos.
Con sonora corriente
sus cristales, allí m.ana una fuente,
y el curso que desata
en ricas peñas despeñada plata.
Laureles la coronan,
y ansí del sol los rayos la perdonan;
yedras la lisonjean,
que frondosos la ciñen y rodean,
y con dudoso estilo
redes la tejen de su verde hilo.
Gloriosa asiste al tejido
en el tálamo verde de sus vides,
que con tiernos abrazos
racimos penden en estrechos lazos.
¡ Oh, dulces soledades ;
esfera natural de las A'crdades ;
(i) Así en el original. Quizá deba decir: "ni los
sentidos".
JORNADA SEGUNDA
583
quién os gozara en esta fuente fría
con igtial compañía !
4 Quién, fuentecilla clara,
en ese espejo de cristal hallara,
cuando no me advirtiera con aviso,
mi propio amor, con igualdad Narciso!
Porque a tu vigilante agora empeño
treguas le ponga el sueño,
quien vides por instantes
desposados con álamos gigantes
con iguales ardides
os imitara, haciendo al alma vides.
Mas, ¿dónde vas, amor, rapaz desnudo?
Arrogante, traidor, licencioso,
tu, con falso descuido cuidadoso,
;de mi regalo rompes el cuidado?
Tú, cual caballo griego,
j eu dulce forma me introduces fuego ?
] Retírate, atrevido,
que al fin eres Cupido,
cuya mortal malicia
sólo es incendio, del amor codicia!
¡Olmos, laureles, vides, yedras, fuentes,
sed a mi voz oyentes,
seréis firme testigo
contra aqueste enemigo,
que a pesar de su aspecto dulce y grato,
de mis propios deseos me recate !
Cansada estoy; amor, un poco deja
que se alivie mi queja.
Pues que de aquesta fuente el curso manso
sueño me intima en brazos del descanso,
quiero dormir un rato entre la hierba
que este laurel conserva,
pues me convida con igual aumente
cama de campo y sábanas de viento.
{Duérmese, y sale dox Pedro.)
T). Pedro. De esperar estoy cansado,
y entre estas incultas breñas
.aún no he descubierto señas
que diviertan mi cuidado.
Esta es la fuente risueña,
y hace cuando me provoca
cada cristal una roca,
una lengua cada peña.
i Qué bien salta ! ¡ Qué bien mueve
el uno y otro reflejo,
parece que ha sido espejo
de alguna ninfa de nieve !
¡ Qué puramente sonora
pinta el cielo arrebolado;
parece que se ha bañado
en ,sus corrientes la aurora !
Pero en la incierta espesura
que laberintos le miente,
buscar quiero lentamente
la fiera, ya más segura.
Podrá ser que esté encubierta
en esta breña enramada ;
esta senda está pisada;
ésta parece mas cierta.
Aquí está regado el suelo;
junto a aquel laurel frondoso
está el suelo más fragoso.
{Ve a la Prixces.v.j
¿ Qué es esto ? ¡ Válgame el cielo !
¡ Qué ciega deidad, que apenas
la bosquejan mis antojos,
fuego me inflama los ojos,
3^elo me abrasa las venas !
Entre blancas azucenas,
hijas desta fuente fría,
concibe mi fantasía
(lisonjeando el desvelo)
o que se ha humanado el cíelo,
o que se ha dormido el día.
Cobarde me prende el pie,
y entre el temor que me inspira,
sin ver, entiendo que mira;
sin mirar, juzgo que ve.
Detiéneme un no sé qué,
si es respeto o si es amor,
porque impone el resplandor,
sin haber quien le resista,
grillos de luz a la vista,
sombras de miedo al valor.
¡ Qué bien, dulcemente avara,
en lo mejor del sosiego,
deidad duerme, hiela fuego,
nieve enciende y rayos para !
i Qué bien, cuando más clara,
neutralizando el cristal,
la púrpura celestial
mejillas y labios bebe,
que en majestades de nieve
son delirios del coral !
¡ Que bien rizado el cabello
con artificial follaje
es de la frente homenaje
y capitolio del cuello !
jOh, cuan bien al cristal bello,
que al sueño agora se humilla,
584
EL MÉRITO EN LA TEMPLANZA
le está sirviendo de orilla,
siendo una y otra guedeja
celosía de la oreja
y cárcel de la mejilla!
¡ Qué bien el cuerpo gentil,
luciente en las partes ra3'0
un crepúsculo es de mayo,
una eclíptica es de abril í
¡Qué bien dispara sutil
amor el arco flechero ! ;
¡ qué bien dulcemente muero !
¡ Vive el cielo, que a traición
en saetas de algodón
disfraza copos de acero !
j Qué bien el rostro sereno,
vaso, si bello, mortal,
me da a beber con cristal
por los ojos su veneno !
¡ Qué gustosamente peno
por tocar aquella mano !
Ea, deseo tirano,
¿ qué hay que temer ? Ya me atrevo ;
mas no que es divina, y llevo
el atrevimiento humano.
¡ Con qué impulso me provoca,
con qué deidad me replica:
guerra y celos me publica
a fuego y sangre su boca !
Despídeme y me convoca,
y yo, con temido acuerdo,
pierdo gusto y tiempo pierdo,
porque con aliento poco
el deseo tengo loco
y el atrevimiento cuerdo.
Ea, valor, no desconfíes;
ea, respeto, no haya agravio,
que he de disfrutar del labio
las dos rosas carmesíes :
perdonad, bellos rubíes,
que me enciendo, que me abraso,
pero, atrevimiento, paso,
refrenad el curso ardiente,
que os fulminará el oriente
si os atrevéis al ocaso.
Favores que los alcanza
el gusto que los merece,
no en susto los apetece
una cortés esperanza;
que es propia desconfianza
A^alerme resolución,
y es con necia presunción,
faltando correspondencia,.
hacer gusto la violencia
y mérito la traición.
Afuera, pues, que me ofendo
de resistirme tan blando ,
triunfe mi amor no alcanzando
y merezca no venciendo ;
que la fineza que emprendo
en este dulce alborozo
vendrá a ser, ya que no gozoy
mérito cuando el deseo
espera lo que poseo
y pretende lo que gozo.
Atarle al venablo quiero
aqueste verde listón,
que de mi veneracióii
testigo sea verdadero ;
ya lo enlacé, y lisonjero,
sin que en el sueño la inquiete;..
con verde voz me promete
ser de mi cortés amor
un mudo despertador
y un retórico alcahuete.
I reme al fin; mas no puedo,,
que esta luciente influción (i)
dulce me afecta prisión ;
quedarémie. Tengo miedo
a su enojo si me quedo.
¿ Iréme ? No, que es crueldad,-
y en esta neutralidad
hoy la prudencia porfía,
pues si parto, es cobardía ;
si quedo, temeridad.
Pero ya una traza advierto
con que en mí mismo escondidcj»
cobarde veré dormido
su bello rostro dispierto;
todo en sueño me convierto,,
y lo que el temor recela
libraré en esta cautela
con glorioso desempeño,
para que vele en mi sueño
quien sin sueño me desvela.
Va, pues, de sueño fingido,.
3' escondido entre esta yedra,,
desta mal tirada piedra
la despertará el ruido.
Tu auxilio invoco, Cupido.
(Dice durmiendo la Princesa,)
Princesa. Deten, amor, la cadena.
(i) Así en el original.
I
JORNADA SEGUNDA
585
I Jesús mil veces, qué pena :
ya está preso mi apetito !
(Levantada.)
Por mi soñado delito
parece que el cielo truena.
Mas todo es serenidad;
sólo en mí está la tormenta,
pues Cupido me violenta
con amorosa crueldad.
¿ Si este sueño fué verdad ?
¿Si fué verdad mi prisión?
¿ Si amor, con dulce traición,
me dio muerte verdadera?
Mas todo es vana quimera.
que los sueños, sueños son.
Mas ; qué- la causa habrá sido
del espanto recebido
que ahora me dispertó?
; Qué rumor me alborotó ?
D. Pedro. En éxtasi estoj- dormido.
; Qué gravemente risueña
lisonjeando desdeña !
; Qué bien anima el semblante!
Princesa. Por aquí, con paso errante,
discurriré aquesta breña,
y en lo poco que se ve
el jabalí buscaré.
D. Pedro. ; Qué briosa lo previene !
¡ Viven los cielos que tiene
mil almas en cada pie !
Prin'Cesa. Ya, valerosa, me arresto
y el paso llevo más presto
contra el jabalí cruel:
este frondoso laurel...
¡ Válgame el cielo ! ; Qué es esto ?
(.Vele.)
Cuando mi aliento atrevido
sólo fieras apetece,
a los ojos se me ofrece
un hombre, solo y dormido.
Mas, ¿qué jabalí ofendido
puede causar más horror?
¿Qué fiera con más rigor
nuestra perdición procura,
ofendiendo con blandura
y agraviando con amor?
De animal que es tan valiente
no quiero humanos despojos,
que introduce por los ojos
veneno que no se siente.
y contra su fuerza ardiente
el no ofenderle es venganza,
que de su dulce asechanza
la Vitoria más segura
huyéndola se procura
y evitándola se alcanza.
(Retírase.)
Huirle, pues, es valor
y temerle es valentía,
que aun sólo en la fantasía
es fuerte enemigo amor;
vencílo con mi temor.
(Mira el listón.)
Mas, ¿quién esta cinta verde,^
por quien mi recato pierde,
atar al venablo pudo?
Sin duda este ciego nudo
es memoria que me acuerde.
Sin duda, atrevido el dueño
que miro ya fugitivo,
llegó a profanar, lascivo,
la clausura de mi sueño;
y es\ testigo pequeño,
en cuya disposición
riesgos corre mi opinión,
me presentó su osadía,
cobarde en la valentía
y cortés en la traición.
¡ Daré voces, vive el cíelo,
y llamaré mis criados,
para que busquen, armados,
la causa de mí desvelo !
Para la venganza apelo.
Mas 3-a estoy impertinente:
¿ qué venganza habrá que intente \
¿En qué ceguedad prosigo,
si solicito el castigo
y huygo del delincuente ?
Y no es argumento vano,
pues en casos infinitos,
cuando hay duda en los delitos
culpan siempre al más cercano.
Así, aqueste monstruo humano,.
que al sueño rinde despojos,
causa fué de mis enojos,
y enlazando este listón
se atrevió a mi estimación,
por lo menos con los ojos.
!Muera, pues, aunque dormido,
v con la cuchilla fiera
586
EL MÉRITO EN LA TEMPLANZA
deste fresno ; mas no muera,
pues está a mis pies rendido.
¡ Oh, monstruo, cuanto atrevido
bellísimo en cada parte !
¿ Que no pueda yo agraviarte
despierta, y que tú, dormido,
venablo seas de Cupido
siendo emulación de Marte?
D. Pedro. Venció con facilidad
mi cautelosa invención.
Princes.\. ¡ Qué bella es su proporción !
D. Pedro. / Qué amorosa es su deidad !
{Sale Laura de ca::adora.)
Laura. Divertida en mi pasión,
atrás dejo ya la fuente,
y en su encumbrada espesura
el español no parece.
Osada salí a buscalle,
que cuando amor se divierte
ni el recato le resiste
ni la vergüenza le vence.
Mas, ¿qué cazadora hermosa,
de Palas retrato fuerte,
de Venus imagen bella,
de Cupido copia ardiente,
junto a aquel laurel descubro?
'Consigo mismo elocuente
se responde y se pregunta,
se reporta y se enfurece.
¡ Qué brioso tiene el talle !
¡Qué dulces los ojos tiene!
Grana han bebido los labios,
cristal helado su frente.
Deidad, sin duda, es del monte,
cuando no ninfa celeste,
que en esta fértil montaña
cazadora se entretiene.
Pero ya más a lo humano,
con amoroso accidente
afecta apacible un bulto
durmiendo entre estos laureles.
¡ Qué dudosa se le acerca !
Princesa. ¡ Qué blanda, qué dulcemente,
cuando pretendo de jallo
con violencia me detiene !
L.\URA. Para mirarle la forma
ojos la envidia previene,
que es el recelo envidioso
y el Argos de las mujeres.
Temblando me acerco a ver.
Mas, ¡ ay, ciclos inclementes,
que es mi adorado español
el venturoso que duerme !
Celos me abrasan el pecho,
celos el alma me encienden,
j Vientos, no le despertéis !
¡ Detente, . sueño, detente !
Que si desta cazadora
los ojos mira lucientes,
¿ quién duda que ellos le ganen
lo que mi ventura pierde ?
Escondida entre estos ramos
que celosía entretejen,
oír quisiera la voz
que sus acciones prometen.
j Ay, celos despertadores,
del entendimiento redes,
prestadme también oídos !
Princesa. ¿ Vióse más gloriosa muerte ?
¿ Que de mi antiguo recato,
de mis honestos desdenes,
un hombre no conocido
triunfe tan fácilmente?
Mas, ¿no soy yo la que al mundo,
con desprecio inobediente,
cobrando fama le he dado
contingencias de perderse ?
¿ No soy la que contrastando
mil supremos pretendientes
en el golfo de su fuego
escollo he sido de nieve?
¿No soy la Princesa yo
de Ñapóles ?
Laura. ¡ Caso fuerte !
D. Pedro. ¡ Alta empresa !
Princesa. ¿ No soy yo
de todo este reino el Fénix?
¿Pues qué fuego superior
encendido interiormente
a mis arrogantes plumas
con propia llama se atreve?
¿ Qué regalada lisonja,
o qué halagüeño deleite
a consultas amorosas
me inclina correspondiente?
Pero allí, si no me engaña
el temor que me previene,
un cerdoso jabalí
se me acerca diligente.
En dudosas valentías
mis temores no resuelven
si de aquel monstruo el horror
huya o la beldad de aqueste.
JORNADA SEGUNDA
587
D. Pedro.
Laura.
D. Pedro.
Laura.
D. Pedro.
Perdona, amor, si te dejo,
de mi peligro pendiente,
que ya iguales me amenazan,
mucho el daño, el tiempo breve.
Y tú, dormido garzón,
si tanto amor agradeces,
para ser muerte del alma
mi propia vida defiende.
(rase.)
¡ Aguarda. Princesa, aguarda !
¡ Señora, espera, detente !
i Qué briosa, qué arrogante
a los peligros se ofrece !
¡ Qué bien la cuchilla esgrime !
Mas ya voy a socorrelle.
¡ Detente, ingrato español !
Laura hermosa, ¿qué me quieres?
¡ Culpar, traidor, tus engaños !
¡ Riguroso fiscal eres !
Xo es tiempo de escuchar quejas,
que la Princesa valiente
está a riesgo de la vida.
Quédate adiós.
(Vasc-)
Xo me dejes.
Pero rogarte es en A^ano,
y lo que el alma más teme
es la fuerza de ayudarte
en la desdicha presente.
¡ Fiero animal ! ¡ Monstro bravo !
¡ Ay, cielos, y quién le viese
menos piadoso el valor
y la venganza más fuerte !
(Dentro don Pedro.)
D. Pedro. ¡ Resistirle es imposible !
Laura. Mayores inconvenientes
rompe un pecho compasivo
que un furor airado vence.
Confiada en la vitoria,
si la vitoria merece,
quien a su enemigo ayuda
su peligro me compete.
De mi animoso valor
haré prueba suficiente,
más en vencer mi venganza
que en dar al nionstruo la muerte.
{Vase; sale Lupercio como dormido.)
Lupercio. "Quien espera, desespera",
dice un refrán castellano,
Laura.
Dentro.
Laura.
^ y yo de esperar al Conde
pienso que he desesperado.
Que estos bosques y estas selvas,
de los sentidos halagos,
sólo me dan pesadumbre,
que un esperar puede tanto.
Pero la fuente del Pino
es ésta: ¡bravo regalo,
que tan sin piedad ofrezca
agua a im hombre fatigado !
¡ Miren qué frasco de vino
con San Martín adobado,
que conmigo, que soy pobre,
parta la mitad del vaso !
Sino un agua pura y limpia,
que de un soberbio peñasco
centellas dando de fuego
se desata por los rayos.
Mas, ¿qué habrá sido del Conde,
que cazador solitario
junto a esa fuente quedó,
buscando al ciervo y al gamo?
Vuélvome a la casería,
donde nuestro huésped sabio
me aguarda. Adiós, bellas selvas;
adiós, amor ya nevado ;
adiós, soledad frondosa,
que a la cabana me parto,
donde tienen igualmente -
fresco el queso, el vino rancio.
{Vase; sale la Princesa, don Pedro, Laura y
el Marqués.)
D. Pedro. Si tanto, heroica Princesa,
de mi humildad me levantas,
besen mis labios tus plantas;
laurel ciña tu cabeza.
Si de tan pequeña hazaña,
por la parte que me toca,
me da liberal tu boca
favores que lleve a España,
será, sin que la consuma
del tiempo la veloz llama,
en las alas de la fam.a
mi agradecimiento pluma.
A Laura debes, señora,
si en ti es posible deber,
valor en una mujer
que al más varonil desdora.
Marqués. Y yo le debo una vida
que para el alma la ofrezco,
■ y al favor que la merezco
588
EL MÉRITO EN LA TEMPLANZA
el alma en sí está vencida.
Princesa. Ya de su valiente acero
estoj' tan agradecida,
que, pues le debo la vida,
la vida pagarle quiero.
Dame los brazos, serrana.
Laura. - Los pies besarte es mejor,
para que aprenda valor
de los pasos de Diana.
Princesa. Si, ya valiente, ya hermosa,
juntas hoy, Laura perfeta,
atributos de discreta,
estimaréte ' envidiosa.
Laura. Si tanto me favoreces
en mi Avillana humildad,
podré tener vanidad.
Princesa. Estimo lo que mereces,
Laura, pues m.i amor te estima;
que, agradecido, el valor
siempre aficionado amor
obligaciones anima.
Y en prueba de la verdad,
por darte seguridad
del afecto en que prosigo,
hoy has de venir conmigo,
dejando esta soledad.
Mi camarera has de ser.
Laura. Señora...
Princesa. - Ya el responder
no ha de poderse excusar:
esto se ha de ejecutar.
L.AURA. Licencia has de conceder
para consultar mi hermano,
que en este monte cercano
habita una casería.
Princesa. Esa es diligencia mía ;
el excusarte es en vano.
Laura. Ya que tu Alteza previene
lo que a mi estado conA-iene,
por tan singular favor
tus pies beso.
Princesa. Alza, que amor
brazos solamente tiene. —
Tú, español, a cuyo acero
debo el auxilio primero
en este peligro vario,
con nombre de Secretario
que desde hoy me sirváis quiero.
Y aunque es merced tan pequeña,
que apenas se desempeña
mi forzada obligación,
no es el comenzar acción
que el mérito la desdeña;
ni libro en sólo interés
premios que puedo después
dar sin ajenos agravios.
D. Pedro. Deja que imprima mis labios,
Princesa heroica, a tus pies.
Marqués. Tan alto favor sintiera
si en Laura mi amor no hallara
quien mi vida restaurada,
quien mi gusto redimiera.
Laura. Deja que en dulces cadenas
con tan generosa acción
pongas el alma en prisión.
¿Hay más celos? ¿Hay más penas?
Princesa. ¡ Qué cortesana amistad ! —
Español, tu valentía
es en la estimación mía
honrosa seguridad.
De mi reconocimiento
tu mayor aumento fía ;
fía en la palabra mía,
fía en tu merecimiento.
Pero, dejando esto aparte,
pues 3'a la tarde refresca
y el sol presuroso baja
a la occidental esfera,
prevenid luego. Marqués,
dar a Ñapóles la vuelta,
llevando, sin dividirla,
enramada quella fiera ;
cuya extraña proporción,
cuya desigual grandeza,
dé gusto y admiración
a mi padre.
Marqués. Ya se apresta
lo que tu Alteza me manda,
y parto, con tu licencia,
a recoger los monteros
que aquestos montes rodean.
Princesa. Adiós, bosques; fuente, adiós p
adiós, bien tejidas yedras,
donde tendió el niño amor
■ sus redes a mi fiereza.
Adiós, fieras, donde yo
he dejado de ser fiera:
libre vine ; voy cautiva ;
entré viva y vuelvo muerta.
(T''asc-)
D. Pedro. Adiós, humilde arroyuelo ;
adiós, montaña soberbia,
donde amor me levantó
JORNADA TERCERA
589
casi a tocar las estrellas.
Adiós, altivos laureles,
cuya infiel naturaleza
amoroso impulso ha sido
de otra Dafne más perfecta.
Náufrago llegué a pisaros
la noche de mi tormenta :
busqué el día, hallé el sol ;
hallé patria, busqué tierra.
(Vase.)
Laura. Adiós, antigua cabana;
adiós, hermano; adiós, selvas,
donde aqueste peregrino
heridas me dio con 3-erbas.
Adiós, amoroso campo,
campo de amorosa guerra :
amante os vi ; voy cautiva ;
dueño os goce ; esposo os vea.
JORNADA TERCERA
(Salen don Pedro y Laura, asidos de un papel.)
D. Pedro. Déjame, Laura, el papel.
•Laura. En vano son tus develos,
cuando me inducen los celos
a saber el dueño del.
¡ Suelta, acaba !
D. Pedro. No quiero.
i Oh. qué impertinente estás !
Déjalo, y luego sabrás
la causa.
L.\URA. Leerla espero
en sus propias letras antes
que la fíe de tus labios,
mentirosos para agravios,
para celos arrogantes.
D. Pedro. ¡ Haréle dos mil pedazos,
o te perderé el respeto !
Laura. ; Suelta, acaba !
D. Pedro. ¿A qué efeto
quieres hoy probar mis brazos?
¡Viven los cielos... !
[Sale 1(1 PiíixcESA.)
Princesa. . ¿Qué es esto,
Laura ? ; En qué pasos andáis ? —
Vos, español, ¿ cómo estáis
en palacio descompuesto?
D. Pedro. Aqueste papel, señora...
Laura. Señora, aqueste papel...
Princesa. ¿ Qué os turbáis ? — Agora él ■
su propia opinión desdora.
¡ Ah, cielo ! — ¡ Mostrad, grosero !
Vos, de absoluto poder,
¿violentáis a una mujer?
Hoy castigaros espero. —
¡ Celos tengo ! — Muy culpada,
Laura, estás.
Laura. Señora...
Princesa. No hay (i)
disculpa; salte allá fuera.
Celosa voy y agraviada.
Laura.
Princesa.
D. Pedro
Princesa.
D. Pedro,
Princesa.
D. Pedro.
(Vase.)
Vos, español, el prudente,'
el afable, el comedido,
el cortés, el entendido,
el vergonzoso, el valiente,
¿por un papel le perdéis
a una mujer el respeto?
O dejáis de ser discreto,
o poco de amor sabéis.
Mas referid para quién
le escribistes.
i Traza extraña ! —
Fué, señora, para España.
El me lo dirá más bien.
Leeréle, pues. Dice así :
^'Después que durmiendo os vi
y me mirasteis durmiendo,
ni me entendéis, ni os entiendo;
ni me amáis, ni os ofendí.
Y estoy tan fuera de mí
si los contrarios advierto,
mi bien, con que m.e habéis muerto,
hallo que me habéis herido,
piadosamente dormido,
y cruel cuando despierto."
i Obscurísimo papel !
No lo entiendo; es todo enima.
Así en España se estim.a.
Y es discreto el dueño del.
Ya, ingeniosa, se suspende; (Ap.)
aunque con prudencia grave
(i) "Hay" no rima con "fuera", como debía. Qui-
zá esta redondilla se escribiría asi :
Mu3" culpada,
Laura, estás.
Laura. Señora, espera
disculpa.
Princesa. Salte allá fuera.
Laura. Celosa voy y agraviada.
590
EL MÉRITO EN LA TEMPLANZA
disimula lo que sabe
por olvidar lo que entiende.
Princesa. No tendrá, don Pedro, amor
quien con confusión os trata.
D. Pedro. Ya su condición ingrata
me lo ha dicho mi temor.
Mas tas dudoso me ofrece
el impulso que me anima,
que me desdeña y me estima,
me olvida y me favorece.
Princesa. ¿Y podré de vuestro amor
saber, don Pedi-o, el suceso?
D. Pedro. Obedecerte profeso.
Princesa. ¿Y seréis fiel relator?
D. Pedro. De liistoria que tengo impresa
en el alma, ¿por qué no?
Princesa. Decid; ya os escucho yo.
D. Pedro. Atienda, pues. Vuestra Alteza.
Una calurosa siesta,
cuando el propio sol se baña
en el mar, liquido espejo
de sus encendidas llamas,
por la espesura de un monte,
cuya arboleda intrincada
negaba dudosamente
su camino a humana planta,
a buscar un jabali
descendía, tan armada
la mano de acero agudo,
como el peoho'de templanza.
Al ruido de una fuente,
liquida sierpe de plata,
que flores lamiendo muchas
discurre el soto enroscada,
me suspendi entre la yerba,
dulce, si no blanda cama,
cortina siendo las hojas,
pabellón siendo las ramas.
Dormí, y recordóme el viento,
de mi suspensión aldaba,
que para ignorado bien
llama a las puertas del alma.
Ligero, negué a los flores
mi reposo en su distancia,
solicitando la fiera
entre sendas mal pisadas.
Pero cuando prevenida
de temeridad bizarra
contra su no vista forma
la imaginación llevaba,
un monstruo, hijo del sol,
aunque con más que el sol llamas,
Princesa,
ocultaba hermoso sueño,
salteó mi vigilancia.
Quedé como noche obscura,
que en su sombra sepultada
con intervalos de luz
instantes del sol le engañan.
Mas dividiendo el asombro
con amorosas pisadas,
la que me asombró divina
contemplé durmiendo humana.
Encendió amor en mis venas
entonces sed abrasada,
sed que engendró por los ojos,
cristal vivo, mortal agua.
Cuando presumí bebería
en las dos conchas de grana
con sacrilega osadía
sangre que deidad violara^ '
Mas consultando el respeto
determinación tan alta,
hizo el discurso en mi amor
hipocresías forzadas.
Neutralidades ocultas
me persuadieron contrarias
que era hazaña el huir,
y que embestir era hazaña.
Vencer el impulso propio
en esta interior batalla,
amor me dictaba ser
mejor triunfo, mayor palma.
Venció al fin la cobardía,
que para vitoria tanta
hice mérito el deseo
y fineza la esperanza.
No la osé tocar.
Suspende
el discurso; basta, basta;
no te desmientas varón,
cuando te acreditas dama.
Hombres que dejan de serlo
con prudencia afeminada,
no ciñan luciente acero,
pespunten delgada holanda.
Narcisos de su fineza
en cristales de fe casta
sólo se guardan en flor
para cosa imaginada.
Fortuna, de cuyo imperio
milagros de amor se aguardan,
los temerosos > repulsa,
los atrevidos ampara.
Ouien de los cabellos tuvo
JORNADA TERCERA
591
glorias tan bien ponderadas,
con justa razón merece
que la ocasión le sea calva.
Quédate, pues, para poco;
para mujer, para nada;
que quien los sueños venera
merece glorias soñadas.
D. Pedro. ¡Válgame el cielo! ¿Qué es esto?
¿ Qué estrella en mí tan avara
méritos desacredita,
cuando finezas infama?
¿ Qué cura espera la herida,
que donde el alma traspasa
remedios la debilitan
y medicinas la inflaman?
;Qué mujer es ésta, cielos,
que con enigmas tan varias
■ lo que sabe disimula
y me reprende enojada?
Si el dulce suceso olvida
donde, díganlo las plantas,
más amorosa la vi,
la escuché menos ingrata,
¿cómo cuando la refiero,
ajenamente irritada,
su propio valor la enoja,
mi propio temor la agravia?
"Quédate, pues, para poco;
para mujer, para nada;
que quien los sueños venera
merece glorias soñadas."
Quíteme mi "amor la vida,
máteme con propia espada,
dé la herida en sufrimiento
o del remedio las ansias.
{Sale Alcido y dos Vill.vnos, y traen ataao a Lu-
PERCIO.)
Álgido. ¡ Atadle con fuerza las manos !
LuPERCio. ¡ Ah, qué insufrible rigor I
Alcido. ¡ Dime la verdad, traidor !
LuPERCio. ¡ Ah, verdugos inhumanos !
; Qué verdad ha de decir
quien jamás dijo verdad?
¡ Ea, tened de mí piedad !
Soltadme, dejadme ir;
aflojad un poco el lazo.
Alcido. ¡ Antes apretalde más !
Villano. Di la verdad.
LuPERCio. ¡ Barrabás
pueda con este embarazo í
¡Afloja un poco la tira
Alcido.
lupercio.
Alcido.
LUPERCIO.
Vill.axo.
lupercio.
Alcido.
lupercio.
Villano,
lupercio.
Alcido.
LUPERCIO.
Alcido.
lupercio,
Alcido.
lupercio
digo, que rabio, que muero !
Di la verdad, embustero.
Señores, ¿eso es mentira?
Dime, o te haré pedazos,
dónde, con crueldad tirana,
llevó el español mi hermana.
Haz que me suelten los brazos,
y seré testigo fiel
que entre una y otra yedra
don Pedro se volvió piedra,
Laura se volvió laurel.
¡ Ah, qué fuertemente tira
este cordel; aflojad!
Di, engañador, la verdad.
Señores, ¿esto es mentira?
Digo que el cordel me mata,
¡ Apretadle hasta los huesos !
¡ Limosna para los presos !
Tome el bufón esta pata.
Dámela, que a buena ley,
si conviene al descasado,
podrá ser que me hayas dado,
Beliso, pata de buey.
¡ Infame, viven los cielos,
que el alma te he de sacar
o el caso me has de contar !
¡ Qué confusión, qué desvelos !
; Plega al cielo que si he dado-
causa a tu injusto dolor,
un médico enterrador
me sangre con resfriado !
Celos me pida una dueña,
y me los dé quien me pida ;
sudores me dé en la vida,
graciosidades la leña.
Y, finalmente, señor,
si sé lo que me preguntas,
estas maldiciones juntas
me comprendan.
i Ah, traidor !
; Piensas con bufonerías
encubrirme la verdad?
¡ Que no os muevan a piedad,
hombres, las plegarias mías !
Ea, llevalde a una cueva,
y porqué esté más seguro
atalde a un peñasco duro,
donde ni coma ni beba.
¿ Cómo es esto? ¿ Hay tal traición?"
¿ Vióse más tirana ley?
¡ Señor, miserere mei,
que muero camaleón !
592
EL MÉRITO EN LA TEMPLANZA
Villano. ¡ Ah, qué temprano suspira !
LuPERCio. ¿ Qué he de hacer, que desespero ?
Villano. Di la verdad, palabrero.
LuPERCio. Señores, ¿ esto es mentira ?
(Vanse, y sale el Rey y la PRI^"CESA.)
Rey.
Esto pide el de Ferrara;
fuerza es la resolución.
Princesa. Dura ley es la razón
que en la obediencia repara.
¿ No lo puedes dilatar ?
JRey. No, que en cosas tan pesadas
dilaciones afectadas
son asomos de engañar.
Muchos años ha, Lucinda,
que contrasta tu rigor,
sin que te incline su amor
ni mi consejo te rinda.
Pero ya es fuerza te rija
resolución más perfeta,
agradándome suj eta
y obedeciéndome hija.
Toma, pues, acuerdo sabio,
y advierta tu vano antojo
que como padre, me enojo,
y que, como Rey, me agravio.
Resuélvete y no repliques.
(Vase.)
íPrincesa. ¿Hay confusión más tirana?
¿ Hay más nuevo laberinto ?
¿ Hay resolución más rara ?
¿Qué suceso es éste, cielos,
que en carrera acelerada
de mi amor a su razón
atropella la distancia ?
Entre obediencia y amor-,
Scila y Caribdis el alma:
ella prudencia me niega,
ella el gusto me amenaza,
j Ah, confusión tirana,
del gusto muerte, del honor batalla
Si de mi padre el precepto,
humildemente forzada,
obedezco por su gusto,
le ejecuto por mi fama.
Laurearáme la obediencia,
el honor me dará palma,
estimación la virtud
y la honestidad estatua.
Pero en tan notoria fuerza,
en violencia tan pesada,
¿quién dudará que el deseo
quiebre en astillas de infamia?
¿ Quién no temerá que oculto
el fuego que me amenaza,
con pólvora de un enojo
encienda afrentosas llamas?
¡ Ah, confusión tirana,
del gusto muerte, del honor batalla!
Si deste español, ¡ ay, Dios !,
la amorosa concordancia
contemplo más convencida
y templo menos ingrata,
vida me promete amor,
dulcemente dilatada;
sin enfado en el deseo,
en el gusto sin mudanza.
Pero humildad tan precisa
en una mujer tan alta,
¿qué mérito no la acusa,
qué voluntad no la infama?
¡ Ah, confusión tirana.
del gusto muerte, del honor batalla !
[J'ase y sale don Pedro.)
D. Pedro. Si es ardid de! sufrimiento
para triunfar del desdén,
¿cómo se retira el bien
mereciéndolo el tormento ?
Si la Vitoria que intento
con rendimiento se halla,
¿cómo pierdo la batalla,
siendo más gloriosa estrella
el valor de merecella
que la dicha de alcanzalla?
Alto, pues; vamos a España.
¡ Oh, fiera vana porfía,
cual otro que me dormía
el mismo me desengaña! (i)
(Sale Laura.)
Laura. ¿Aquí estás?
D. Pedro. Aunque quisiera
no estar, ya me ves aquí.
Laura. ¿Que quisieras no estar?
D. Pedro. Sí.
Pluguiera a Dios no estuviera.
Laura. Pues el favor, el contento,
la vanidad, el desdén,
ya se acabaron también.
; Sabes lo del casamiento?
(i) Esta redondilla no tiene sentido claro.
TORNADA TERCERA
59c
D. Pedro.
Laura.
D. Pedro.
Laura.
D. Pedro.
Laura.
D. Pedro.
Laura.
D. Pedro.
Laura.
D. Pedro.
Laura.
D. Pedro,
Laura.
D. Pedro,
Laura.
D. Pedro,
Laura.
D. Pedro
Laura.
Pero tu melancolía
desto debe de nacer.
Mas, ¿que te quieres volver
a España?
Luego querría.
Mas, ¿quién dices que se casa?
¿Disimulas? ¡ Ah, traidor!
Dícelo el común rumor,
¿y no sabes lo que pasa?
Refiéreme, por tu vida,
quién se casa.
¡ Cosa extraña !
iSías, ¿que ya te vas a España?
Presto será mi partida.
Pero dime quién se casa.
Quien agradarte profesa.
Dilo claro.
La Princesa.
¿Qué Princesa?
La de casa :
la que en la caza te vio,
la que te sacó y se casa,
la que. aunque se muestra escasa,
tanto te favoreció.
¿Tienes más que preguntar,
presumido fanfarrón,
príncipe con intención,
siendo desprecio del mar?
¡ Quedo, Laura ; Laura, paso !
¿Tú conmigo descompuesta?
¿ Qué resolución es ésta ?
¡ Tengo razón !
Xo hace al caso;
que con hombres como yo
es fuerza la cortesía.
¡ Soy mujer !
No lo eres mía.
¡ Merezco más !
Eso no;
que aunque sirvo y extranjero,
soy. . .
Aunque con trato doble,
muy bien se ve que eres noble
no más de porque te quiero.
Pase el enojo.
Ya pasa,
porque estás arrepentida ;
pero dime, por tu vida,
¿que -la Princesa se casa?
Ya tú estás desengañado,
y yo a tal tiempo he venido.
VII
que te quiero aborrecido
y te admiro despreciado.
La Princesa te ha dejado;
desengañado te vas,
y yo, aunque celos me das
con pensamientos ajenos,
cuando me agradeces menos,
te estoy obligando más.
D. Pedro. Bien quisiera, Laura,
por tan firme amor,
por fe tan constante
como tienes hoy,
darte en pago el alma.
islas con tal razón
tripular cuidados
no es fácil acción,
oprimir el alma
y el otro dolor;
abrásame el pecho
ardiente pasión.
Mostrar en quererte
mi resolución
venganza sería,
y fineza no.
Que mientras el fuego
que ya se apagó
entre las cenizas
se abriga el calor,
de la actividad
de su oculto ardor
incendio se teme
con justa razón.
Engañar pudiera,
amante, traidor,
diciendo lisonjas
y mintiendo amor,
mas fuera ofender
a tu estimación,
criminal engaño,
bárbara traición.
Y si fuera veras,
recelo, por Dios,
que no sé quién eres
ni sabes quién soy.
(Vase.)
L.\ura. ¡ Aguarda, don Pedro ;
espera, español;
que del alma mía
te huyes, ladrón !
¡ Español, aguarda,
aguarda... !
38
594
EL MÉRITO EN LA TEMPLANZA
(Sale el Marqués.)
Marqués.
Laura.
Princesa,
Marqués.
¿Qué voz
descompuesta es ésta,
di?
¿Yo he dado voz?
Mira que te engañas.
Marqués. ¡ Buena está la acción,
a ser yo tormento
de tu negación !
¡ Ah, mujer, mujer,
falsa la mejor,
loca la prudente,
todas confusión !
¿ Qué español es éste,
cielos? ¿Qué Sinón
(La PRINCE.SA escuchando al paño.)
entre las mujeres
griego engañador?
De don Pedro habla.
¿ Conmigo rigor,
recato, desdén,
furia, indignación?
¿Conmigo, que adoro
con demostración
cuanto en tu hermosura
el cielo cifró?
¿Tan ingrato siempre
y a quien no igualó
su fe con la mía,
tan alto favor?
Princesa. ¿ Cómo es esto, cielos ?
¿ Cómo tal traición
forja mi desdicha,
consiente mi amor?
¿'Con Laura don Pedro?
Marqués. Mas quien me agravió
pagará esta ofensa.
¡ A buscarle voy !
Suspende, atrevido,
tu resolución.
¡ Oye, descortés !
Laura.
{l'ansCj y sale la Princesa-;
Princesa.
Mas, ¿qué es eso? Desátanse ,a millares
contra mí tempestades de pesares:
cuando más indecisa la vitoria,
honor espera el triunfo, amor la gloria,
entre desconfianza
celos me solicitan la venganza.
Venza honor, triunfe honor, y, convencido,
quede muerto el amor, si no vencido.
(Sale LuPERGio.)
Lupercio. Este es palacio. A Dios gracias,
que de riscos y de cuevas
por mi industria me han traído
a ver la ciudad más bella.
Princesa. Este necio no me ha visto.
Lupercio. Aquí habita una Princesa
como deidad adorada,
si temida como reina.
¡ Ah, si me diesen aquí
siquiera ración y media,
hasta que supiese cierto
dónde están París y Elena,
dónde está don Pedro y Laura,
sí él es vivo y ella es muerta !
Princesa. De Laura y don Pedro habla,
autorizando sus penas. —
¡ Hola ! ¿Quién sois?
¿Yo? ¿Yo?
Lupercio.
Princesa.
Lupercio.
Princesa.
Lupercio.
Princesa.
Lupercio.
Princes.'V.
Lupercio.
Vos.
Princesa.
Lupercio.
Debo de ser una bestia,
pues sin hacer la mesura
llego a la vuestra presencia.
¿Qué buscáis?
A quien servir.
Por el despejo se os muestra.
¿Y qué oficio ejercitáis?
¿Yo? Gracioso a media rienda,
Mercurio de humanidades
y de amores centinela:
soy lacayo, en fin.
¿Pues cómo
venís de aquesa manera?
Ya que sabe quién yo soy,
antes que de mi tragedia
le dé entera relación,
refiérame quién es ella;
que si no es muy principal
y del Rey algo parienta,
muy dama y muy melindrosa,
muy afable y muy doncella,
es imposible saber
de mi historia ni una letra.
¡ Lindo amor ! j Bravo donaire !
A todo estoy muy atenta.
Pues oiga, señora cardo
de las celestiales huertas.
Eh León, corte de Alfonso,
nací; en la dulce y tierna
JORNADA TERCERA
595
edad del conde don Sancho
solicité la criantela.
Llegué a servir de lacayo;
pero con tan buena estrella,
que mi presencia o mi gracia
halló gracia en su presencia.
Tenía don Sancho entonces
un hijo de gran materia:
si entre los hombres de envidia,
de amistad entre las hembras.
Este, pues, estimó en tanto
de mi condición burlesca,
de mi firme lealtad
los juguetes y las veras,
que, como si fuera yo
hombre igual a su nobleza,
a 'mi pecho encomendaba
las acciones más secretas.
Viéndose, pues, mozo y rico
de virtud y de hacienda,
curioso solicitó
ver de Italia la belleza.
Fletó una ligera nave
con bastante providencia
en Barcelona, y los dos
nos embarcamos en ella.
Felizmente navegando,
sin resolución adversa,
desde lejos descubrimos
de Xápoles las riberas.
Era una noche algo escura
por las nieblas, cuando apenas
nos la hizo perder de vista
no sospechosa tormenta.
De confusión impedidos
hicimos las diligenciaos
con votos de cristiandad,
de marinaje con fuerzas.
'Slas, al fin, como granada,
la nave, en sirtes y peñas
desgranando pasajeros
se sumergió, pecho abierta.
Yo, aunque sé poco nadar,
tuve esperanza discreta,
que el evitar los peligros
dicen que es natural ciencia.
Una desgajada tabla
abordó con mi cabeza,
a que asido en ella vide
mi pecho varado en tierra.
Con ella (para abreviar),
con la escapatoria mesma.
hallé a mi dueño, y entrambos
a una cabana algo cerca
llegamos, adonde el huésped,
con amor y con clemencia,
en hospedaje y regalo
mostró su oculta nobleza.
Aqueste tenía una hermana,
que. Palas de aquellas selvas,
bizarramente seguía
a los hombres y a las fieras.
Esta, de mi noble dueño,
con agasajo y terneza,
dulcemente enamorada,
solicitaba sus prendas.
Salió mi dueño una tarde
a buscar entre unas breñas
de un demonio o jabalí
la colmilluda fiereza.
Salí con él, y dormíme
sobre la más alta peña;
dispérteme, no le hallé;
di a la cabana la vuelta,
donde me hallé rodeado
de una villana caterva,
que, atándome, preguntaban
por mi dueño y por su dueña.
Mas no escapó mi ignorancia
las prisiones de una cueva,
hasta que Dios y mi industria
dieron mandato de suelta.
Salí libre ; vine aquí,
sólo a ver esta grandeza,
y he visto vuestra hermosura,
que es de amor la quinta esencia.
Esta es, señora, mi vida,
y mi relación aquesta.
Princesa. ¿ Que dueño tienes tan noble
y de partes Jan perfetas?
LuPERcio. Sí, señora; es muy cercano
deudo del Re}', y están llenas
de sus antiguos blasones
las historias verdaderas.
Princesa. Está muy bien. ¿Y tú quieres,
mientras del no tienes nuevas,
acomodnrte en palacio ?
LuPEi^cio. Es io que el alma desea;
y si vos me acreditáis,
besaré con obediencia
la superficie que pisa
vuestra argentada chinela.
Princesa. Pues hablad al Secretario,
y dirásle que, por señas
596
EL MÉRITO EX LA TEMPLANZA
que la Princesa se casa,
te acomode.
LuPERCio. Tu belleza.
viva más años que un cuervo,
dulce, agradable, suspensa,
sin afeites cuando moza
y sin rugas cuando vieja.
(Vasc.)
Princesa. ¡ Suceso notable, ah, cielos !
¿Es sueño lo que en mi pasa?
¿Es burla lo que en mí veo?
¿Tan presto en mí tal mudanza?
j Qué inconstancia, honor ! ¿ Qué es
¿Ya no estaba pronunciada [esto?
contra el amor la sentencia?
¿Cómo la revoca el alma?
Mas si es noble ese español,
si le adoro, si m^e abrasa,
¿qué he de hacer sino que el pecho
en cenizas se deshaga?
¿ Pero no me matan celos ?
¿No le vi hablando con Laura?
¿Cómo, gusto, te resuelves?
; Cómo, amor, no te acobardas ?
i Pero ya el sueño me oprime ;
determinación tan alta
consultaré, pues el sueño
es consejero del alma.
(Recuéstase en una silla, dormida, y sale don Pedro.)
D. Pedro. Concederáme licencia
o sin ella partiré,
pues no mereció mi fe
más alta correspondencia.
Y pues es cierto que ausencia
es remedio contra amor,
ausentarme es lo mejor:
quien imposibles procura,
el olvido es su hermosura,
el consuelo es su rigor.
¿Diréle quién soy? ]\Ias no,
porque si ya está casada...
(La Princesa, durmiendo.)
Princesa. Aún no estoy determinada.
D. Pedro. ¡Cielos!, ¿quién me respondió,
o quién mis quejas oyó?
Princesa. Yo.
D. Pedro. ¿ Si es mi eco ? Mas si advierto
que aquí duerme quien me ha muer-
¡Oh, dulcísima homicida, [to...
ni vos sois eco dormida
ni yo Narciso dispierto !
Si, oráculo, respondéis
lo que, durmiendo, ignoráis,
cuanto humana me negáis
divina me concedéis.
Mas si al sueño os disponéis
con disimulado intento,
por probar mi atrevimiento,
advertid, señora mía,
que ya mi amor y porfía
son hijas del escarmiento.
Del amor con que prosigo
le inducen ya con temor
osadías al rigor
y delitos al castigo.
Y segunda vez os digo
que aunque tan mortal batalla
en vuestro sueño se halla,
por no perder coyuntura,
donde perdí la ventura
he de volver a buscalla.
Si importa saber mi estado
descubriré la verdad.
Princesa. En cuanto a la calidad,
mucho encareció el criado :
su padre es Conde.
D. Pedro. Cuidado,
sueño, en las respuestas dais,
y a propósito soñáis
con cautela tan perfeta,
que me reveláis profeta
o dispierta me turbáis.
Sueño que tan advertido
se burla con la verdad,
también tendrá facultad
de dar un favor fingido.
Princesa. Resolverme no he podido.
D. Pedro. ¿ Qué importa, sueño tirano,
si amor me concede, humano,
que para templar mis penas
ponga al fuego de mis venas
la nieve de vuestra mano?
Ya puedo decir que es mía
mano que el alma me debe ;
mas temo que, como nieve,
la deshaga vuestro día;
porque es sombra o fantasía
esta gloria que en mí pasa,
y rígidamente escasa
mano que da con cautela
una nieve que se yela
JORNADA TERCER.\
597
por un alma que se abrasa.
Mas, ¿qué temo, si mis labios
beben ya cristal tan bello?
(Bésale la mano.')
Princesa. Perdona, padre, perdona,
que ya no puede ser menos.
(Sale el Rey.)
D, Pedro. ¡ Oh, venturosa ocasión !
Rev. ¡ Oh, cielo cruel ! ¿ Qué es esto ?
D. Pedro. ¡ Oh, soberana osadía !
Rev. ¿Que tal sufro? ¿Tal consiento?
¡ Hola, criados, criados !
(Despierta la Princesa.)
Prin'cesa. ¿ Quién me ha interrompido el sueño ?
Señor, ¿de qué son las voces?
Rey, ¡ Bien disimulas el hecho !
Muy buen secretario tienes :
es muy agudo y discreto,
pues por la mano, sin pluma,
te comunica secretos.
Mas si, cuidadosa tú
del cuidado, afectas sueño,
para que su vigilancia
se atreva a amorosos yerros ;
si cuando acciones dormidas
disculpan consentimientos,
tienes en la mano oídos
para palabras de dedos.
¿Qué me admiro, qué me espanto?
Pues tan infame sujeto
si no lo castigo padre,
testigo no lo pondero.
¿Tú eres la honesta Diana,
que a tan altos casamientos
ingeniosa te oponías,
filosofando desprecios?
^las la ciencia en la mujer,
como es su dueño imperfecto,
sirve de honesto arcaduz
a peligros deshonestos.
(LuPERCio al paño.)
LrPERCio. Señor Secretario, dice
madama de cabos negros,
que poi^ señas que se casa
la Princesa... Mas, ¿qué es esto?
Rey. i Basta, que ya se publica
mi deshonor !
LuPERCio. ¿Xo es don Pedro,
cielos, el que estoy mirando?
Rey. ¿ Cómo en ardientes extremos
no revienta mi furor?
LuPERCio. ■ ¿ Xo es aqueste don Pedro ?
¡ El es, vive Dios, y el Rey
con él está descompuesto !
¡Cielos!, ¿que cuando a hallarle
en este palacio vengo,
tropiece en nuevas desdichas
y caiga en engaños nuevos?
(Sale el Marqués-)
^Marqués. ¡ Oh, alevoso español,
pues ocasionas mis celos,
sabrás quién es el Marqués !
Rey. Entre cólera reviento.
Marqués. !Mas aquí está, y enojado
le habla el Rey. ¡ Gran empeño !
Llegaré. — Señor...
Rey. Marqués,
prended este español luego.
(Sale Alcido.)
Alcido. Si el hacer recta justicia
es obligación del cetro,
escucha, señor, mi agravio.
Rey. ¿Quién eres?
Alcido. Sabráslo presto.
Un rústico soy que habita,
de tu corte no muy lejos,
las más ásperas montañas
y los montes más soberbios,
pacentó (i) allí los ganados,
cuando no rico, contento.
Libre de envidia y lisonja,
era numeroso daño,
cuando este español, que agora
admití sin conocello,
de una tormenta escapó,
para causar mi tormento.
' Salió, pues, buscando albergue,
y entre caminos inciertos
en mi voluntad halló
amistad segura y puerto.
Y cuando yo le libraba
más piadoso acogimiento,
fugitivo me llevó
la prenda que más deseo:
digo mi querida hermana,
a quien con halagos tiernos.
(i> Quizá "paciendo".
598
EL MÉRITO EN LA TEMPLANZA
con promesas amorosas
y disimulado pecho
redujo a su voluntad.
Rey, ¡ Gran delito ! ¡ Caso feo !
D. Pedro. Mira, Alcido, lo que dices,
que es falso lo que has propuesto.
Princesa. Mira, villano, que Laura
está en palacio.
Rey. ¡ Esto es sueño !
Alcido. Señor, parezca mi hermana.
Rey. ¡ Marqués, prendeldo, prendeldo !
D. Pedro. A tu Majestad, señor,
la espada y la vida ofrezco.
Laura. Si por la lealtad y amor
conque te sirvo merezco,
señor, que me des oído
antes que le lleven preso,
sabrás, señor, que yo soy
deste rústico mancebo
que a tus pies justicia pide
la hermana.
¡ Válgame el cielo !
¿ Esta es Laura ?
¿ Pues qué pides ?
Que su inocencia y mi intento
logres, piadoso señor,
pues promesas suyas tengo,
con dármele por esposo.
¡ Qué laberintos inciertos
a cada paso me ofrecen
tan dudosos los acuerdos !
Si sólo yo soy testigo
del profano atrevimiento
de este español, y el castigo
es el perdón y el derecho,
en las altas majestades
es la ofensa sacrilegio,
que no la venga el castigo
si no la enmienda el remedio,
este es fácil expediente. —
Laura, por lo que te debo,
le doy luego libertad:
por esposo te le entrego.
D. Pedro. Señor...
Rey. ¿Cómo así replicas?
Laura. Tus pies dos mil veces beso.
Princesa. Paso, Laura; Paso, Conde.
Rey. ¿Quién es Conde?
Princesa. Estáme atento.
Rey. ¿Quién es Conde?
Princesa. Escúchame.
Rey. ¡ Dilo presto, dilo presto !
Alcido.
Rey.
Laura.
Rey.
Princesa. Cuando para fatigar
desa montaña las fieras
por briosa, por prudente,
me diste, señor licencia, ,
después de haber discurrido
la espesura más incierta,
si por valiente perdida,
fatigada por ligera,
junto a una sonora fuente
que se corona de yedra,
sobre su cama de campo
al sueño rendí las fuerzas.
Entregados al reposo
los miembros tenía apenas,
cuando este español gallardo
vigilante me saltea.
Desde su amor a mi sueño,
descomedido, pudiera,
a pesar de mi recato,
hacer fuerza la violencia,
que entonces la soledad
de la montaña desierta
facilitaba osadías
y negaba resistencias ;
mas de la cortés templanza
con que veneró mis prenda?
en un atado listón
libró comedidas señas.
Disperté al fin, y dormido
(juzgo yo que con cautela)
le hallé, cuando un jabalí
solicitaba más presta.
amorosa me acercaba
a su forma lisonjera,
cuando el jabalí feroz
descubierto se me acerca.
Entre el amor y el peligro,
dudosamente resuelta,
por librarme le embestí, ,
más valerosa que diestra.
Pero el cerdoso animal,
empeñado en su fiereza,
los alientos desengaña
en mi vana diligencia,
si Laura y este español
entonces no me ofrecieran
él su amoroso valor
y ella celosa fiereza.
Premio igual los honró a entrambos,
sin que el amor, que en mis venas
cobarde se recataba,
diese notada sospecha.
JORNADA TERCERA
599
Hasta que deste lacayo,
que en la pasada tormenta
a don Pedro acompañó,
supe su mucha nobleza.
Del conde don Sancho dijo
que primogénito era,
quien sus virtudes retrata,
quien sus estados hereda.
Rey. i Cielo santo!
Prinxesa. Juzga agora
si es forzoso que me mueva
. a fe amorosa quien, noble,
tanto en mi afecto se emplea.
Y si como a Rey y a padre
justicia )' piedad te esfuerzan
a perdonar con amor
y a sentenciar con terneza,
a pesar de los engaños
con que ofendí la obediencia
será don Pedro mi esposo.
Rey. ¡ Notables cosas alegas ! —
¿ Que tú, don Pedro, eres hijo
del conde don Sancho?
D. Pedro. Prueba
con mensajeros, señor,
desa verdad la certeza.
Rey. Basta que lo dices tú,
que a no serlo no pudieras
pretender con la templanza
merecer una Princesa.
Alza del suelo.
D. Pedro. Señor...
Rey. Alza del suelo, y en prendas,
que en ellos te admito, hijo,
dame los brazos.
D. Pedro. Quisiera
darte con ellos el alma.
Rey. Levántate ya; ¿qué esperas ?-
Dale a don Pedro la mano.
Prin'Cesa. Mil siglos en tu cabeza
honres, señor, la corona
con que el mundo te respeta.
D. Pedro. Pues tus favores, señor,
son general indulgencia,
al conde Arnaldo perdona;
que con rústica librea
de tu corte desterrado
vive por falsas sospechas.
Que aunque el crimen que me impu-
desa mal fundada fuerza [ta
con que le robé a su hermana,
como falsamente alega,
a venganza me in4ucía,
la piadosa diligencia
con que me hospedó merece
pagarle desta manera.
Rey. ¿y quién es el conde Arnaldo?
Alcido. El que agora tus pies besa.
Rey. Por don Pedro te perdono
y restituyo en tu hacienda.
Alcido. ¡Vivas infinitos siglos!
D. Pedro. Laura, señor, se encomienda
a tu generoso amparo :
el Marqués adora en ella.
Rey. Dadle la mano, Ivlarqués,
y con cuatro mil de renta
en que la doto estimad
de don Pedro la clemencia.
Rey. Dadle la mano, Marqués,
y de la Princesa veas,
gran señor, dichosamente,
numerosa descendencia.
Laura. Con tal esposo lograda
queda mi dicha, y tus prendas
en la Princesa han tenido
iguales correspondencias.
¡ Vivas en tal himeneo
eternidades, y sean
sagrado de la memoria
y del olvido paciencia !
Lupercio. ¿ Es posible que este dia
de Lupercio no se acuerdan,
siquiera porque del caso
fué intérprete y estafeta?
D. Pedro. A mi cargo está el premiarte,
y el autor se os encomienda
que el deseo de serviros
celebréis en su comedia.
Fin.
COMEDIA FAMOSA
DE LAS
Miiáaiizas k Fortiiiia, y sucesos k don Beltráii k Arap
COMPUESTA POR
LOPE DE VEGA CARPIÓ
Familiar del Santo Oficio
HABLAN EN ELLA LAS PERSONAS SIGUIENTES:
Don Beltuán de Aragón.
Don Juan Abarca.
E! Rey de Aragón.
La Reina doña Catali'na.
El Príncipe don Pedro.
" El Infante don Alfonso.
El Almirante.
Doña Leonor, dama.
Doña Elvira, hermana de don Juan.
Jordán, criado de don Juan.
LupERCio, criado de don Beltrán.
Feliciano.
Don Bernardo.
Otros Caballeros.
ACTO PRIMERO
DE LA GRAN COMEDIA DE LAS "MUDANZAS DE
FORTUNA Y SUCESOS DE DON BeLTRÁN
DE Aragón''.
(Sale la Reis.\, y el Príncipe don Pedro.)
Reina.
D. Pedro.
Reina.
D. Pedro.
Reina.
D. Pedro.
Reina.
D. Pedro.
Reina.
D. Pedro,
Reina.
¿Vos con Alfonso, mi hijo?
Señora, menos enojos.
¿Vos en la luz de mis ojos?
¡ jMintió, por Dios, quien lo dijo;
que no hablé cosa con él
que no fuese comedida!
¡ Haré yo quitar la vida...
¡ Dura madrastra, cruel !
¡ A quien le dé pesadumbre !
Cuando no fuera mi hermano,
basta saber, como es llano,
que es de vuestros ojos lumbre.
Yo le he tenido el respeto
que me había de tener.
¿El a vos?
¿ Quién ha de ser
con tal sin razón discreto?
¿ Quién tendrá paciencia aqui ?
Don Pedro, si respetáis
a don Alonso, es que estáis
obligado a hacerlo así.
D. Pedro. Si hemos de hablar con razón
y no apasionadamente.
Vuestra Majestad bien siente
que es suya la obligación;
pues sabe que es justa ley,
puesto que no lo confiesa,
que fué mi madre Teresa
primera mujer del Rey.
Della nací con derecho
de Príncipe de Aragón.
Reina. La diferencia es razón
que humille tu altivo pecho.
Yo soy del Rey de Castilla
hermana, que a su pesar
del Rey Moro, en Gibraltar
mira el de África su silla.
Y tu madre es. como sabes,
aunque haya nobleza en él,
hija del Duque de Urgel.
D. Pedro. Habla con palabras graves,
debidas a tu valor.
Reina. ¡ Tú me pierdes el respeto !
D. Pedro. Incita, Reina, al efeto
del Rey mi padre el furor.
ACTO PRIMERO
601
¡ Madrastra, en fin !
Reina. ¡ Necio loco !
D. Pedro. [Mucho mi vista te enfada.
Reixa. ¡ Reinará Alfonso !
D. Pedro. Esta espada
tendrá a todo el mundo en poco.
(Empuña la espada y entra don Beltrán.)
D. Beltr. Señor, ¿ qué es esto ? Pues cómo
- con la Reina mi señora
espada ?
D. Pedro. Hablándola ahora
toqué solamente el pomo.
Reixa, Xo quiso sino sacalla
contra mi.
D. Pedro. Bien sabe Dios,
como juez de los dos,
que sólo quise tocalla
porque me dijo que había
de reinar Alfonso, y yo
saquéla, y dije que no
mientras que yo la ceñía.
Reixa. ¿Pues qué más has de decir
en presencia de su madre,
¿ que no ha de reinar su padre ?
D. Pedro. ; !Mi padre ? ; Extraño fingir !
Tu hijo dije, señora,
que Alfonso dijiste aquí
que reinaría.
Reixa. Es ansí.'
¿ Pues no reina Alfonso agora ?
D. Pedro. Alfonso, mi padre, reina;
¡mas, vive Dios, que lo dijo
por Alfonso que es su hijo.
D. Beltr. El amor ciega a la Reina.
Señor, lo que fuere sea;
mas debéis considerar
lo que al Rey le ha de pesar
cuando aquestas cosas crea.
!Mirad que siempre los hombres
creen a quien amor tienen,
y que, supuesto que vienen
a equivocarse los nombres,
podrá decir que decís
que no reine vuestro padre.
D. Pedro. Ha hablado mal de mi madre
D. Beltr. Justamente lo sentís;
pero vuestra discreción
no había de dar lugar
a que os pueda despreciar
la mucha conversación.
En esto (i) os culpo. Sin esto,
en que de Alfonso tratéis
tan mal, aunque le tenéis
a vuestro derecho opuesto ;
que Dios os dará, señor,
este reino, pues es justo.
D. Pedro. Habláis, don Beltrán, al justo
de quien vence eso mejor.
Sois de mi padre privado;
mi padre a la Reina quiere,
que por ver su hijo muere
injustamente jurado
por príncipe de Aragón :
vos ayudaréis también.
D. Beltr. ¡ Señor, señor, hacéis bien !
D. Pedro. Que cosas presentes son.
Vendrá, Beltrán, algún día
en que me habréis menester.
(Fase DON Pedro.)
D. Beltr. Serviros sabré y verter
por vos esta sangre mía.
Reixa. ¿Qué dice ese loco?
D. Beltr, Advierte
que mal te está en declararte.
Reina. ¡ Serás al fin de su parte !
D, Beltr. Jamás intenté ofenderte.
Antes al Príncipe aquí
le aconsejé te sirviese.
Reina. ¿Y no quieres que me pese
de que le trates ansí?
D. Beltr. Señora, ¿no lo ha de ser?
Reina. ¡ Xo lo ha de ser !
D. Beltr. Xo lo sea.
Si te sirvo, en qué no crea
que este reino ha de tener,
siendo príncipe heredero.
Reina. ¡ Qué enfadoso sois, Beltrán !
D. Beltr. Siempre las verdades dan...
Reina. ¡ Qué cansado caballero !
{Vase la Reixa, y quedase Beltrán.)
Don Beltrán.
Servir diciendo un hombre lo que siente,
tratar verdad con claros desengaños,
no dejarse llevar a un mar de engaños,
al gusto del señor en la corriente ;
vivir con el gobierno juntamente
es trocar los provechos con los daños
y hallarse al fin de los mejores años
(ij En el original: "En todo", que parece errata.
602
MUDAXZAS DE FORTUXA, Y SUCESOS DE DOX BELTRAX DE ARAGOX
dando venganza al tiempo y a la gente.
¡ Dichoso aquel a quien le dio la cama
el candido vellón de sus ovejas
y sueñe alguna vez la verde grama ;
las rejas del arado son sus rejas :
ni esperan galardón ni escribe quejas (i) !
(Salen don Juan Abarca y Feliciano.)
Felician. i Salid allá !
D. Juan. Poco a poco.
Felician. ¡Despejad la sala luego!
D. Juan. Que me tratéis bien os ruego.
¿Qué hiciérades más a un loco?
Aunque si acaso lo fuera
más bien en palacio entrara.
D. Beltr. Paso, ¿qué es esto? Repara.
Feliciano, y considera
que no es bien echar ansí
del retrete a un caballero,
que siempre yo considero
que nació como nací,
para tenerle el respeto,
que si en mi lugar se viera
quisiera que me tuviera.
D. Juan. Sei~ior, soy pobre, en efeto,
y la pobreza no entra
donde la soberbia vive,
y ansí, tan mal la recibe
cuando en su casa la encuentra,
Felician. ¿ No tengo de hacer, señor,
lo que me tienen mandado?
D. Beltr. Es muy bien mostrar cuidado,
pero no mostrar rigor.
Estando (2) Alejandro un día.
oyendo en casa una fiera,
Tebandro, que entonces era
celebrado en la poesía,
entróse, y entre la gente
noble mira al Rey grave,
cuando Arcoces, de la llave
del Rey, mancebo impaciente,
le dijo: "¿Qué hacéis aquí?",
y por la puerta se entró,
a quien Tebandro miró
y al macedón dijo ansí:
"Tú sirves aquí de ser
a Alejandro lisonjero;
yo le miro porque espero
escrebir lo que ha de hacer.
(i) Falta un verso antes de éste al soneto.
(2) En el original: "Entrando", por errata pro-
bable.
Tú de aquesta gente altiva
creces el número incierto ;
pero yo, después de muerto,
haré que Alejandro viva."
i Pienso que me entiendes?
Felician. Sí ;
pero la comparación
no cuadra en esta ocasión
a este hidalgo, sino a mí.
D. Beltr. A los dos os viene bien,
que éste que llamas hidalgo,
si al Rey le sirves tú en algo,
él en mucho al Rey también.
Porque tú el número aumentas
de los criados que tiene,
y él, como de reyes v^ene,
el de los reyes afrentas;
que en echando de su casa
un deudo de tal valor, '
recibirá deshonor.
D. Juan. ¿Qué es lo que a mis ojos pasa?
Vos, señor, sólo en la corte
mi pobreza conocéis.
D. Beltr. Harta nobleza tenéis
cuando mostrarlo os importe.
Felician. ¿Deudo del Rey? Desta suerte
no es mucho haberle tratado
con aspereza.
D. Beltr. El honrado
en los que lo son advierte.
Dar honra sólo conviene
al que m.uy honrado está,
porque quien honra no da,
es señal que no la tiene.
Felician. Señor don Beltrán, ya es eso
apretar sin ocasión
los que al Rey como es razón
' sirven, que es lo que profeso.
Ni sé que un hombre mal puesto
deudo del Rey pueda ser;
mas hombre común.
D. Beltr. Si el ver
su rostro grave y honesto
no os enseñaba quién era,
bastaba ver que le hablaban
nobles que con él estaban,
que esto el noble considera.
Y porque no lo dudéis,
por si le veis en palacio
y otra vez con más espacio
de la cámara le echéis,
Don Juan Abarca }' Mendoza,
ACTO PRIMERO
6o:
desde los Abarcas reyes
que en Navarra dieron leyes,
sangre real tiene y goza.
Esta por parte del padre,
que el Mendoza, Feliciano,
es titulo castellano
que le viene de su madre.
Honralde, pues lo merece.
Felician. Digo que yo lo haré ansí. —
¿Que éste me desprecie a mí?
La hacienda le ensoberbece.
Mas yo tomaré venganza
si se me ofrece ocasión.
(Vasc Feliciano.)
D. Ju.-^N. Señor, con justa razón
y no menos confianza
debo a vuestros pies echarme.
D. Beltr. ¡Jesús, señor!, ¿eso hacéis?
D. Juan Donde mis brazos tenéis,
ellos pueden levantarme,
i Oh, famoso caballero,
honra, corona y blasón
de Castilla y de Aragón,
que vive en vos considero
aquella imagen gloriosa
de nuestros nobles pasados.
¡ Qué términos tan honrados !
¡ Qué piedad tan generosa !
¿ Cómo es posible, señor,
que quien tan noble no fuera
los que lo son conociera,
puestos en tal ocasión?
N ohay en la corte, ni creo
que hubiera, señor, un hombre
que conociera aquel nombre
que en tantas miserias veo.
¿ Quién os ha dicho de mí ?
¿Habéisme visto otra vez?
D. Beltr. El alma, limpio juez,
juzgó de vos cuando os vi
en estos patíos un día
que érades noble, don Juan.
D. Juan. Alma vuestra, don Beltrán,
¡ oh, qué bien que juzgaría !
D. Beltr. Pregunté a cierto criado
quién érades.
D. JuAX. ¿Y qué os dijo?
D. Beltr. Que érades navarro y hijo
de aquel Marqués desdichado
que de un estado tan alto
vino allá, estando en su esfera.
a dejar desta manera
vues:ro valor, pobre y fako.
Mi padre le conoció
y fué su amigo, y yo quiero
serlo de tal caballero.
D. Juan. Seré vuestro esclavo yo.
D. Beltr. Don Juan, yo no soy de aquellos
que sólo a los l^.vantados
hacen amistad, fiados
en el bien que esperan dellos.
Mucho me agradan caídos,
porqu^^: me sirven de ejemplo,
en quien me miro y contemplo
bienes cel mundo fingidos.
Que cuando miro que todo
para en tierra, polvo y nada,
lo (:ue es riqueza me enfada,
y a la humildad me acomodo.
No os parezca hipocresía,
que esto es natural por mí.
¿ Queréis ser mi amigo ?
D. Juan. Sí.
D. Beltr. Pues hagamos compañía,
que un derribado en el suelo,
como vos, y un levantado,
como yo, en tan alto estado
que en el aire no hay más Abuelo,
haremos la consonancia
que en música el bajo y el alto:
yo miraré en vos tal salto
cuanto es la poca distancia
desde el subir al caer,
y vos miraréis en mí
que podéis subir ansí,
porque todo puede ser.
Que aunque me veis en la luna
y vos en tierra, don Juan,
como esas cosas harán
las mudanzas de fortuna.
D. Juan. De tener vuestra amistad
quedo yo tan satisfecho,
que ya pienso que se ha hecho.
D. Beltr. ¿De qué manera?
D. Ju.AN. Escuchad.
Llegando yo a vuestro estado
y vos al mío bajando;
y mi pobreza estimando (i) ;
porque no permita Dios
que de otra manera sea
ni que yo subir me vea
(i) Falta el último verso a esta redondilla.
604
MUDANZAS DE FORTUXA, Y SUCESOS DE DON BELTRÁN DE ARAGÓN
D. Beltr,
D. Juan.
D. Beltr.
D. Juan.
D. Beltr.
D. Juan.
D. Beltr,
D. Juan.
D. Beltr,
D. Juan.
si es que habéis de bajar vos.
Los romanos, en señal
de amistad usar solían
de anillos, de que inferían
después el amor igual;
y así, de amistad y fe
fueron prendas; éste os doy,
pues ya vuestro amigo soy,
en fe de que lo seré.
Guardalde, que yo no tengo
qué daros.
No tenéis brazos.
Sí.
Pues bástanme dos lazos,
rico anillo en que a estar vengo.
Que ellos círculos serán
y yo seré como el dedo
del corazón, pues ya puedo
decir que os le di, don Juan.
Oíd, que prendas de amor
oigo decir que han de' ser
pobres, porque han de tener
sólo en la estima el valor.
Y este diamante he pensado,
según la luz y su fondo,
que es de gran precio.
Respondo
que del amante el amado
ha de tomar cualquier cosa.
Así, prenda os quiero dar;
mas habéisme de jurar
por vuestra fe generosa
de tomalla, y no tratar
de volverla.
Yo lo juro.
A cierta dama procuro,
aunque ha sido conquistar
el sol con alas de cera;
pero mi nobleza sabe,
y como sabe, aunque grave,
mi nobleza considera.
Sólo un criado que tengo,
pobre como yo, aunque hidalgo,
con quien entro y con quien salgo,
con quien voy y con quien vengo,
me dio este papel agora
que por no dar qué decir
aún no le he querido abrir,
y por ser desta señora
así cerrado os le doy
en prendas desta amistad,
fiándoos su autoridad.
su honor y cuanto yo soy.
D. Beltr. Eso no es razón ; leed
el papel, que después de eso
me contaréis el suceso,
y recebiré merced.
D. Juan. Don Beltrán, ya habéis jurado,
o en mi vida os he de ver;
merced me habéis de hacer
de que le toméis cerrado.
D. Beltr. ¡ Extraña cosa ! Mostrad.
Pero el Rey sale, no puedo
detenerme ; adiós,
(Vase DON Beltrán.)
D. Juan. Ya quedo
desta notable amistad
dando mil gracias al cielo.
No porque interés me asombre,
mas por saber que hay un hombre
de tal valor en el suelo.
{Sale Jordán lacayo-)
Jordán. En tu busca, sin aliento,
ando, en lince convertido.
D. Juan. Con causa me he detenido.
Jordán. Con ella estarás contento.
Sal de palacio, y te iré
diciendo desde el terrero
lo que, siendo yo tercero,
ha merecido tu fe.
D. Juan, Comienza, amigo Jordán,
y alargaremos el paso,
Jordán, Paséate, paso a paso
te lo contaré, don Juan, '
Llamóme...
D. Juan. Prosigue.
Jordán. Digo...
D. Juan. ¿ Pues cúbreste ?
Jordán. Si paseo
contigo ¿ es mucho ?
D. Juan. No creo
que será mucho conmigo.
Jordán. Llamóme doña Leonor
desde el balcón del terrero.
D. Juan. ¿Cómo dijo?
Jordán. "¡ Ah, caballero !"
D. Juan. ¿ Caballero ?
Jordán. Fué favor;
que quien bien quiere a Beltrán
bien quiere a su can también.
D. Juan. ¿Sabes que me quiere bien?
Jordán. Sé que te adora, don Jaun,
ACTO PRIMERO
605
D. Juan. ¡ \'álganic Dios !
Jordán. ¿Qué te ha dado,
que me da gran confusión?
D. Juan. ¿ Xo ves que fué admiración ?
Jordán. Admírate de aquel lado,
que pensé que me mataras.
D. Juan. Di lo demás, por tu vida.
Jordán. La mano a la reja asida,
donde creo que juraras
que estaba un poco de nieve,
me dijo...
D. Juan. ¡ Dichoso fuiste !
Jordán. "¿Cómo vuestro amo no os viste?"
IMira qué favor tan breve.
D. Juan. ¿En eso paró, Jordán.
todo el favor a mi cuenta?
Más me ha parecido afrenta
que estimar algo a don Juan.
Pero, ¿qué le respondiste?
Jordán. Desta suerte respondí:
"No puede vestirse a sí,
y por eso no me viste.
D. Juan. ¡Maldígate, amén, el cielo!
Jordán. Oye hasta el cabo el favor.
D. Juan. No digas más, que el amor
se ha vuelto, de cera, en hielo.
Jord.án. Díjome luego : ¿ Por quién
traes luto?''
D. Ju.\N. ¿ Qué le respondiste ?
Jordán. "Por su muerte."
D. Juan. Bien dijiste,
que muero y vivo también.
Jordán. Yo le di mejor razón.
D. Juan. ¿ Cómo ?
Jordán. "Amor, mi señora, es
— le respondí — portugués,
y aquéllas sus galas son.
Que si el fuego las aprieta
que las hace derretir,
¿ cómo pudieran sufrir
lo que no fuera bayeta?"
¿Has leído aquel papel?
D. Juan. í Qué leído, ni aun abierto !
Jordán. Muy bien has dccho, por cierto,
por no ver lo que hay en él.
Que está el mercader de suerte
que te quiere ejecutar.
D. Juan. ¿Y el papel lo ha de estorbar?
¿ Qué es lo que dices ?
JoRD.\N. Advierte
que es del mismo mercader.
D. Juan. ¡Bestia!, ¿estás en ti?
Jordán,
D. Juan.
Tordán.
D. Ju.\N.
Jordán.
D. Juan.
Jordán.
b. Juan.
Jordán.
D. Juan.
Jordán.
D. Juan.
Jord.án.
D. Juan.
Jordán.
D. Juan.
Jordán.
D. Juan,
Jordán.
¿ Hete dado
un papel?
Uno me has dado.
Pues comiénzale a leer;
y verás que en media plana
dice, de que fe te doy,
que si no le pagas hoy
te ha de ejecutar mañana.
¡ Válgame D:cs !
¿Otra vez?
¡ Quitarte he luego la vida !
¡ Voluntad agradecida !
¿ Que este villano soez
me pusiese en tanto mal?
¿Tanto mal fué negociarte
aquel papel de su parte?
¿Hay vergüenza, hay cosa igual?
¿Por señas no me dijiste
que era de doña Leonor?
¿De doña Leonor? Señor,
muy al revés lo entendiste;
que, señalando el vestido,
quise decir mercader.
Si tú entendiste mujer,
culpa tu loco sentido.
Todos los enamorados
cuando os hablan entendéis
que es de aquello que queréis;
que allí están vuestros cuidados.
¡ Basta, que he dado el papel
a don Beltrán de Aragón !
¿ Qué dirá en esta ocasión,
si ya está leyendo en él?
¡ Válgame Dios, qué vergüenza,
por un criado ignorante !
Si estaba el mundo delante.
¡ iVh, infame !
Eso sí, comienza.
Estoy por darte...
Deten
la mano con los enojos;
porque me has hecho en los ojos
ciertas cosquillas también.
¿Qué luz es ésa del dedo?
¿Tienes a San Telmo ahí?
¿ Qué quieres, necio ? ¡ Ay de mí !
Espera, tente, está quedo.
i Famoso anillo, por Dios !
¡ Oh, qué diamante tan bello !
¿'Es tuyo? No, que a tenello
nos vistiéramos los dos,
el mercader se pagara
606
MUDANZAS DE FORTUNA, Y SUCESOS DE DON BELTRAN DE ARAGÓN
y doña Leonor te viera
a ti con calzas y cuera
y sin vergüenza la cara,
y a mí con nueva librea;
diera aquesta a un melonar.
D. Juan. ¿ Qué remedio podré dar
que a gran rato no le lea? —
Sigúeme.
Jordán. ¿Pues qué has pensado?
¿ Es de la deuda de amor ?
D. Juan. Que es destruición de un señor
un ignorante criado.
{Vanse, y salen el Rev^ y don Alfonso, Infante,
sil hijo, y DON Beltrán.)
Rey.
Quejoso estoy de vos: .;pues no podiades
decirme, don Beltrán, que con la Reina
tuvo gran descompostura el Príncipe?
Don Beltrán.
Señor, no sé que se haya descompuesto
Su Alteza.
Rey.
Ella lo dice.
Don Beltrán.
No a mis ojos.
Demás, que a vuestra Majestad le consta
la poca paz que tienen los dos siempre,
y pudiera la Reina mi señora
considerar, que el Príncipe es mancebo.
Rey.
¿Adonde no ha llegado la prudencia
para quitar la causa deste enojo?
¿A Pedro disculpáis, hombre atrevido,
ambicioso del reino, que desea
verme muerto ? Pero vos, ¿ qué cosa
no juzgaréis por buena, siendo propio
a vuestra condición, estilo y término ?
Don Beltrán.
Señor, si yo supiera que tenía
culpa de aquesto...
Infante,
Don Beltrán no quiere
solicitar tu enojo contra el Príncipe,
sino poner en paz estas discordias.
Cree, a lo menos, que si yo me hallara
donde intentó sacar para mi madre
la espada, que a mujer mostró primero
que la viesen los hombres en el campo,
que yo le hiciera entonces...
Rey.
Calla, Alfonso.
Infante,
¿ Qué tengo de callar, si tú consientes
que Pedro, por mayor, nos mate a todos?
Si hoy la espada sacó para mi madre,
¿ mañana a quién perdonará su furia ?
Los hermanos seremos, como turcos,
de sus cobardes manos degollados,
después que para sí...
Rey.
¡ Calla, si quieres !
Don Beltrán.
Si te dejas vencer de los enojos.
Infante, de tal suerte, y del hermano
crees cualquiera cosa que te digan,
huiría la paz desde la tierra al cielo
y entrara en su lugar la guerra injusta.
Infante.
¿Puede mentir mi madre? ¿Qué pretendes,
Beltrán, con esas cosas? ¿Tú no sabes
que eres de los prim^eros que en la lista
tiene para matar escritos Pedro,
si faltse mi padre, que Dios guarde?
Don Beltrán.
Tampoco puedo yo creer que pl Príncipe
pague tan mal a quien tan bien le sirve.
Bandos, parcialidad, envidia, celos,
debe de ser la causa que, en desdicha,
viva el Rey mi señor y todos vivan.
Infante.
¡ A fe que estáis, Beltrán, muy bien pagado !
Que él os promete que...
Rey.
Salte allá fuera.
Don Beltrán.
Yo sirvo con lealtad, que lo que digo
nace del alma, sin pasión que tenga.
Rey.
Salte allá 'fuera, Alfonso.
Infante.
Ya me salgo.
ACTO PRIMERO
607
¡ Plega a Dios que algún día poner quieras
remedio en esto, y puedas !
O'asc el Infante.)
Rey.
Ya no está aquí Alfonso, Rcltrán amigo;
dime, por Dios, ;sacó Pedro la espada?
Dox Beltráx.
Señor, ya sabes que temor mil veces
engrandece las cosas más pequeñas,
hombres hace las ramas de los árboles;
pudo ser que a la Reina mi señora
eso le pareciese; mas, sin duda,
sólo puso la mano sobre el puño,
y dijo que, teniéndola ceñida,
no reinaría Alfonso, y esto es justo,
que es tu hijo mayor y tu heredero.
Rey.
Sospechoso me dejas.
Dox Belteán.
¿ De qué suerte ?
Rey.
Si no supiera tu virtud, creyera
que eras parcial del Príncipe, mi hijo.
Mas yo sabré lo que es.
Dox Beltrán.
i Mudable rueda,
tente la poca vida que me queda,
que si la mueves del lugar que tengo,
desde otro sol como Faetón me vengo !
(í'ojj; sale dox Juax y doña Leonor.)
D. Juan. Si levantáis mi humildad,
señora, hasta el cielo vuestro,
¿qué mayor felicidad?
D.^ Leox. En este discurso muestro (i)
bien merecéis voluntad.
D. Juan. Habré tenido enemigos,
que un pobre no tiene amigos,
y si envidia le persigue
suele morir sin testigos (2).
D.^ Leox. Yo estimo vuestra pobreza
más que todo el bien mortal,
que a fe que alguna riqueza
quisiera con su caudal
(i) En el original: "mío", que no consuena con
"vuestro".
(2) Falta un verso a esta quintilla.
comprar tan alta nobleza.
En vuestra persona fundo
el bien que da envidia al mundo,
y más cuando considero
que es la virtud el primero
y la nobleza el segundo.
Juntas concurren en vos
estas excelencias dos;
sois, aunque en plomo y diamante
no es el engaste bastante
contra esa luz.
D. Juax. ; Bien, por Dios !
¿ Decíslo por ei que agora
como el guante descubrí
traigo en el dedo, señora? (i)
D.^ Leox. Creedme que no le vi.
¡ Notable luz atesora !
A ver, mostrad.
D. Juax. Si valiera
el mundo...
D."" Leox. No hay que tratar
que otro mundo, si eso fuera,
os había de quedar
para que yo le quisiera.
D. Juax. Pues aquí me mate el cielo
antes que vuelva mañana
y este mi amor vuelva hielo,
si por aquella ventana
no le arrojara en el suelo,
D.^ Leox. Don Juan, si tan rico os viera
como mi deseo os hace,
no dudéis que lo pidiera
de veros tan poí)re: nace
ser cortés desta manera.
D. Juax. Pobre soy, mas no de suerte
que éste me levante agora
ni me himiille.
D.^ Leox. Paes advierte...
D. Juax. No le tomando, señora,
no hay feria que nos concierte.
El va al campo.
D.^ León. Yo quisiera
que diera en tierra que hiciera
con racimos semejantes
mil espigas de diamantes,
y que vuestro el campo fuera.
No le arrojéis, por mi vida.
D. Juax. Pues quiéroos decir verdad,
aunque mi valor lo impida :
él es falso.
(i) Falta esta palabra en el original.
MUDANZAS DE FORTUNA, Y SUCESOS DE DON BELTRÁN DE ARAGÓN
D.'^ León. Falsedad,
; qué falsedad tan lucida !
D. Juan. Creedme que nunca fui
señor de prendas ansí.
D.^ León. También lo creo.
D. Juan. Por Dios,
que las que tiro por vos
esas solas hay en mí.
D.^ León. Por ser falsa y lisonjera
la fe con que me la dais,
le quiero tomar.
D. Juan. Sí fuera
tan fina, el reino en que estáis
muy bien la piedra valiera.
D.^^ León. Id con Dios, que el Almirante
viene aquí.
D. Juan. Quedad con Dios:
(Sale el Almirante.)
Mirad que es fino el amante
que queda, Leonor, con vos,
aunque fué falso el diamante.
Almiran. La discordia, Leonor bella,
de los Reyes ha revuelto
de suerte el reino, que en ella
parece que el amor, suelto,
respeto y honra atropella.
Todos podemos hablar,
a todos nos dan lugar ;
ganancia de amores fué.
Un siglo en palacio esté.
D.^ León. ¿Qué es lo que llamáis ganar?
Almiran. ¿Es poco este bien de veros,
la dulce gloria de hablaros,
que antes de casos tan fieros
era en el cielo buscaros
y entre las naves perderos ?
Nunca el Príncipe obedezca
a su madre ni al Infante;
furia entre los dos parezca.
D.^ León. Lisonjas son. Almirante.
Almiran. Nunca de mi amor merezca
la justa satisfación (i)
si por encarecimiento
os muestro aqueste contento
las veces que puedo hablaros.
D.^ León. ¿Qué tengo yo que pagaros,
que mucho las deudas siento?
Almiran. El amor nunca se paga
(i) Sobra este verso para la rima, /pero no para
el sentido. Quizá sea primer verso de una quintilla que
ha desaparecido en la copia.
D.a León,
Almiran.
D.^ León.
Almiran.
D.'^ León.
Almiran.
D.'^ León.
Almiran.
D.^ León.
Almir.\n.
D.'' León,
Almiran.
de moneda de otro rey;
amor de sí mismo es paga,
que de cielo y tierra es ley
que él sólo se satisfaga.
Tened la mano. ¡ Oh, qué hermoso
diamante.
¿Pareceos bien?
Hacéisle vos tan precioso
y parece en vos tan bien
su resplandor luminoso,
que sobre ese blanco velo
jazmín, cristal, marfil, hielo
y mano de nieve helada
parece estrella fijada
en el más sereno cielo.
Bien con los favores gano,
que si el diamante es estrella,
noche habéis hecho la mano.
Noche que pudiera en ella
acostarse el sol temprano.
Bien dicen que el corazón,
como la imaginación,
hace el efeto que quiere.
¿Cómo?
Es falso.
Si él lo fuere,
mi amor y lealtad lo son.
Tened la mano un momento ;
parad de su esfera bella
el divino movimiento,
conoceremos la estrella
en su hermoso nacimiento.
Fuera la veréis mejor.
Si de esa mano el favor
a este pasa la sortija,
ya no será estrella fija,
será cometa del sol.
Antes la doy como estrella,
porque si piedra tan bella
no es fina, entre los dos
es cometa y muere en vos.
¿ Queréis quedaros con ella ?
Si una estrella semejante
finge la luz imperfeta
que se pasa en un instante,
bien es que sea cometa,
pues es falso este diamante.
Y suplicóos que me hagáis
merced, señora, por Dios,
de que no me le pidáis,
porque cosa falsa en vos
no es justo que la tengáis.
ACTO PRIMERO
609
D." León. Como de su hermoso velo
no se pueden deslumhrar
las luces que mira el sucio,
no os la puede dar, que es dar
más que una estrella del cielo.
Mas a gran merced tendría
que hoy sepáis en todo el día
si es fino o falso.
Almirax. Ya sé
que la luz que en él se \t
a la del sol desafia.
Mas desto y de su valor
hoy sahréis la verdad cierta.
D.-'' Legx. Adiós.
Almiran. Si este resplandor
con el del sol no concierta,
todo es mentira mi amor.
Pero, ¿ quién se lo habrá dado,
que sospechosa ha dejado
a Leonor de su fineza?
(Sale Dox Beltráx, y Lupercio su criado.)
D. Beltr. ¿ Dónde queda ?
Lupercio. Con su Alteza.
Al:miran. ¡ Oh, primo, seáis bien llegado !
¿ Entendéis de piedras ?
D. Beltr. Creo
que entiendo un poco.
Almiran. Deseo
saber si ésta es falsa o fina ;
a su luz la vista inclina.
D. Beltr. ¡Válgame el cielo! ¿Qué veo?
¿Preguntas de veras esto?
Almiran. Sí, por Dios.
D. Beltr. Poco sabéis
de piedras.
Almirax. No entiendo esto.
D. Beltr. ¿ Pues este valor no A'eis
de luz divina compuesto?
Almirax. No he tenido inclinación
a cosas de esa opinión;
porque las piedras 3- espadas
creí que eran estimadas
no más de por cuyas son.
D. Beltr. Bien vale aqueste diamante
dos mil ducados.
Almiran. ¡ Por Dios !
D. Beltr. Si los queréis, Almirante,
yo os los daré.
vil
Almiran. De vos
hay satisfación bastante.
Pues no le doy, no es posible.
D. Beltr, Besóos las manos.
Almiran. El cielo
os guarde.
{Vasc.)
D. Beltr. ¡ Opinión terrible !
Lupercio. ¿Qué es, señor?
D. Beltr. Cierto desvelo
que formaba un imposible.
Lupercio, ya te he contado
que a don Juan Abarca di
aquel mi anillo preciado.
Lupercio. ¿Y es éste, por dicha?
D. Beltr. Sí.
Ll'Percio. ¿Pues de qué estás admirado?
D. Beltr. No es porque lo haya vendido,
que mi intención ésa fué ;
sino por ver que haya sido
la fuerza con que se ve
de la fortuna oprimido
tan grande, que el Almirante,
viendo traje semejante
en hombre de tal nobleza,
reparando en su pobreza
piense que es falso el diamante.
Lupercio. Dices bien, que no podía
el Almirante dudar
si fino o falso sería
viéndole así relumbrar,
haciendo la noche día.
¡ Con buena traza le has dado
a este don Juan desdichado
con que se mejore y vista
y a los porteros resista,
de quien es tan mal tratado.
D. Beltr. Aquel papel que me dio,
¿ qué imaginas tú que fué ?
Lupercio. Que el alma te confió.
D. Beltr. Pues yo no le abrí.
Lupercio. ¿Por qué?
D. Beltr. ¿ Pues qué es lo que pretendió ?
Lupercio. Que le abrieses y supiera?,
por él lo que te confía.
D. Beltr. Aquí le tengo.
Lupercio. ¿ Qué esperas ?
Pues el no abrille sería
no hacerle merced de veras.
D. Beltr. Por mi fe, que dices bien.
Yo le abro ; abierto está.
39
610
MUDANZAS DE FORTUNA, Y SUCESOS DE DON BELTRÁN DE ARAGÓN
¿Si habrá (i) requiebros?
LuPERCio. También.
D. Beltr. Ahora bien, de papel va.
LuPERCio. ¿Qué miras?
D. Beltr. Un gran desdén.
"Estoy enojado, y con mucha ra-
zón, de que no se me hayan pagado
tantos días ha los quinientos duca-
dos, y que de día en día se haya pa-
sado un año sin que se vendan esas
cosas, y así no será culpa si lo co-
brare por justicia, como lo haré
mañana. — Dionís Tolosa."
D. Beltr. ¡ Buena dama !
Lupercio. Puede ser
que como es pobre don Juan,
sirva a aqueste mercader.
D. Beltr. ¡ Por vida de don Beltrán,
que me ha hecho un gran placer !
¡ Por lindo modo pidió
que esta cédula pagase!
Lupercio. Eso mismo entendí yo;
que esta dama te fiase
notable amor te mostró.
D. Beltr. ¡ Necio ! Una deuda es la dama
que mayor desasosiego
causa en la mesa y la cama.
Si quien ama siente fuego,
fuego siente quien desama.
Fiármela fué amistad.
Quinientos escudos dad
a este Dionisio Tolosa,
y sin decirle otra cosa
carta de pago tomad.
Lupercio. Yo voy.
D. Beltr. Harásme placer.
(J'ase Lupercio, y sale don Juax, y don Bernardo
echándole de la sala.}
D. Ber. ¡Acabad, señor; salid!
D. Ju.\N. Menos furia es menester.
¿ Qué menos furia, decid ? (2)
D, Juan. Soy noble.
D. Ber. Bien puede ser.
D. Beltr. ¿Es don Juan?
D. JuAx. Yo soy, señor.
D. Beltr. ¡ Acabad, enhorabuena,
que es ese mucho rigor !
D. Juan. ¡ Que siempre os vengo a dar pena!
(i) En el original: "Si habla", que parece errata.
(2) En el original falta el "decid".
D. Beltr. Mirad lo que hacéis mejor.
D. Ber. Feliciano me mandó
que echase este caballero.
D. Beltr. A ése mismo reñí yo ;
y si porque yo le quiero
tema con don Juan tomó,
decilde que don Beltrán
dice que antes hallarán
que cristiano en su linaje
muchos reyes de quien baje
en el del señor don Juan.
Dígolo ansí porque entienda
que esta afrenta me hace a mí.
D. Ber. Que deservirte pretenda
no lo sé; mas sé de mí
que el alma, el honor, la hacienda
le daré al señor don Juan;
por él, que es muy justa ley,
y porque abono le dan
un mayordomo del Rey
y un amigo, don Beltrán.
Perdón le pido.
D. Beltr. Id con Dios.
D. Juan. ¿ Cómo os tengo de servir ?
D. Beltr. También tenéis culpa vos;
que pudiérades venir
harto mejor que los dos,
y dais ocasión ansí.
D. Juan. No puedo venir más bien
de la sangre en que nací.
D. Beltr. Sí pudiérades tan bien
como los que están aquí,
pues no tenéis para mí (i) ;
que en el mundo a quien se estima.
D. Juan. Lo mismo digo.
Ya he entendido la enigma;
hablad más claro conmigo.
Del diamante hubiera hecho
galas, con que entrar pudiera
adonde estoy satisfecho;
pero he le dado a quien era
luz del alma deste pecho.
¿Quién duda que os cause risa
ver que a quien echarle infama,
de palacio tan aprisa,
dé aquel diamante a una dama?
D. Beltr. Discretamente me avisa.
Damas a las deudas nombra.
(i) Este verso y los cuatro siguientes están muy
alterados. El primero pudiera ser :
pues me tenéis por amigo.
ACTO PRIMERO
611
Alguna deuda ha pagado;
su gran nobleza me asombra,
pues de vestir se ha dejado
al sol, vestido de sombra. —
Ahora bien, señor don Juan,
ya somos los dos amigos:
honrad tanto a don Beltrán,
pues aquí no hay más testigos
de dos, que en un alma están,
de que en un papel me deis
esas deudas que tenéis,
que damas soléis llamar,
que yo os las quiero pagar,
D. Juan. Notable merced me hacéis.
Pero sois tan noble en todo,
sois Aragón, sois Castilla,
sois español y sois godo;
y así, no me maravilla
que procedáis de ese modo.
Compráis un esclavo en mí.
D. Beltr. Xo nos tratemos ansí.
Hoy conmigo comeréis
y a la noche subiréis,
para que vengáis aquí
en un caballo, que os juro
que puede saltar un muro
y al lado correr del viento
parejas, por su elemento
com.o por el aire puro.
D. JuAX. ¡Tantas mercedes, señor! (i)
D. Beltr. Xo lo tengáis más que a amor.
Diez y seis caballos tengo;
idos de aquí en el que vengo,
por ver si os halláis mejor.
Y pues habernos salido
al corredor paseando,
que me aguardéis aquí os pido.
{Vase DON Beltrán.)
D. JuAX. Lo que me vais obligando
no lo eche el cielo en olvido.
¿Hay tal nobleza, hay tal pecho?
¡ Bienhaj'a el alma que viste
cuerpo destas partes hecho !
(Sah Jordán.)
Jordán. ¡ Gracias a Dios que saliste !
D. Juan. ¿ En qué te soy de provecho ?
JoRnÁN. ¿Hoy no habemos de comer?
D. Juan.
Jordán.
D. Juan.
lORD.ÁN.
D. Juan.
Jordán.
D. Juan.
Jordán.
D, Juan.
Jordán.
D. Juan.
Jordán.
D. Juan.
Jordán.
D. Juan.
Jordán.
D. Juan.
Jordán.
¿ No se traerán las raciones ?
¿Habemos de perecer?
¿ Somos hoy camaleones,
como lo fuimos ayer?
Al corredor de palacio
vienes, Jordán, muy despacio
a pedirme disparates. ■
Eso sí, porque remates
un estómago tan lacio.
¿No come el Rey? ¿Hay quien
la hambre? ¿No echas de ver [dome
que hasta la sarna come?
¿Qué es de la cuenta de ayer?
¿ Xo es razón que te la tome ?
¿ Para pedir quien sustenta
te parece mucha afrenta
el corredor de palacio,
y no para el cartapacio
en que me tomas la cuenta ?
¡ Por Dios, que es lindo respeto
de aquesta casa real !
Pero daréla, en efeto.
¡ Qué escudero tan leal !
¡ Oh, qué señor tan discreto !
Que honrarme quieres no dudo, (i)
mas sí escudero es quien pudo
llevársele al caballero,
¿ cómo seré yo escudero,
que nunca he llevado escudo?
Ayer llevé siete reales,
cuatro en plata y tres en cobre.
¿ Que gastaste ?
¡ Al punto sales !
¿Hay caballero más pobre
con deudos más principales ?
Con deudas, dirás más bien.
Calla, que hoy se pagarán,
¡ Milagro !
Quiere también
pagármelas don Beltrán,
y que una lista le den.
Pues seis años de servicio
me darás, deuda es forzosa;
harásme gran beneficio.
¡ Xo me faltaba otra cosa !
¿ Por qué ?
¿Pues tienes juicio?
Sospecho que le he perdido;
porque de no haber comido
(i) En el original: "me hacéis"', que no rima
con "amor"', y "'mejor", como debe.
(i) El original dice "puedo", que no es consonan-
te de "pudo" ni "escudo", como debía.
612
MUDANZAS DE FORTUNA, Y SUCESOS DE DON BELTRÁN DE ARAGÓN
D. Juan.
Jordán.
D, Juan.
Jordán.
D. Juan.
Jordán.
D. Juan.
Jordán.
D. Juan.
Jordán.
D. Juan.
Jordán.
D. Juan.
Jordán.
D. Juan.
traigo un desvanecimiento
que no tengo sentimiento,
cuanto y más tener sentido.
Hoy como con don Beltrán,
Y 3'0, ¿dónde comeré,
escudero de don Juan?
A la noche te diré
todo lo que allá me dan.
¿Y acostaréme con éso?
Los escuderos honrados
de la corte que profeso,
han de vivir muy templados
y no hacer jamás exceso.
Cenar poco es linda cosa;
y no nada, ¿qué será?
Aun pienso que es provechosa.
¿No me dirás quién te da
esa receta famosa?
De experiencia lo he sabido.
Y a un hombre que no ha comido,
¿es provecho que no cene?
Ya todo remedio tiene ;
cuanto he dicho burla ha sido.
A^en conmigo.
¿Es burla alguna?
A'erdad digo.
El tiempo es luna.
Si me ayuda don Beltrán
pienso que en mi se verán
las mudanzas de fortuna.
AQUÍ DA FIN EL PRIMERO ACTO DE LOS SUCESOS
DE DON BELTRÁN DE ARAGÓN
ACTO SEGUNDO
DE LA GRAN COMEDIA DE LAS "[MUDANZAS DE
FORTUNA Y SUCESOS DE DON BelTRÁN
DE Ar.'VGÓn".
{Sale DOÑA Elvira, hermana de dox Tuax
y LuPERCio.)
D." Elvir. ¡ Que se acordase de mí
en este recogimiento !
LuPERCio. Dióle notable contento
el ver que estabas aquí.
Porque apenas don Beltrán
supo que hermana tenía
don Juan, cuando el mismo dia,
sin darle parte a don Juan,
venir me mandó a Teruel
a traeros mil ducados ;
y dice que éstos gastados,
volváis acordaros del.
D.^ Elvir. Beso mil veces las manos,
hidalgo, a su señoría,
que padre llamar podría
destos dos pobres hermanos.
Ya sabíamos acá
lo que por don Juan ha hecho :
digna hazaña de su pecho,
cambio que a los cielos da.
Por no tener dote, aquí
vivo tan pobre seglar
que me sustenta el labrar.
LuPERCio. Decírselo quiero ansí;
que yo sé que os dotará
si es que monja queréis ser.
D.^ Elvir. No se lo deis a entender,
pues él aquí me hallará.
Yo haré que rueguen a Dios
por él a todas sus horas
estas devotas señoras,
sin olvidarme de vos.
Y acudid al torno luego,
donde seis pares llevéis
de camisas.
LupERCio. No os canséis
en éso. Escribilde os ruego
que llegué con diligencia,
D.^ Elvir. Encarecello os prometo,
y pues que sois tan discret >
perdonadme }• dad licencia
a que ponga en un bolsillo
cincuenta escudos también.
LuPERCio. Aunque en a'OS parece bien
(y agradecido me humillo
mil veces a vuestros pies)
en mí pareciera mal.
D.^ Elvir. No es esto de amigo igual,
reconocimiento es.
Mas decidme, por mi vida,
que mil deseos me dan
de pintar a don Beltrán
dentro de mi fantasía,
¿ cómo es este caballero,
en quien Dios tal virtud puso?
Porque si el cuerpo compuso
como el alma saber quiero.
LuPERCio. Es don Beltrán mi señor
de presencia bien dispuesta,
la cara apacible, honesta ;
la risa llena de amor.
ACTO SEGUNDO
613
Es galán, aunque robusto;
fuerte, valiente, animoso ;
en mujeres venturoso,
pero no son de su gusto.
Es con las armas galán;
gran torneador de a caballo :
no tiene el Rey tal vasallo
fuera del señor don Juan.
Es notable su humildad ;
mas si el soberbio le injuria
no hay en el infierno furia
de tanta riguridad.
Hale conocido el Rey
de suerte, que si pudiera
igual consigo le hiciera,
y era justísima lej-.
Hale dado un principado
en Italia de gran renta;
con él se cubre y se asienta,
xa. en su coche y a su lado.
Es su maj'ordomo ahora,
es su alcalde, y general
cuando fué a [Mallorca.
D.' Elvir. Es tal,
que imaginado enamora.
Ve al torno y espera allí,
que con eso escribiré.
LuPERCio. Guárdete el cielo.
ij'ase)
D.^ Elvir. Xo creo que estoy en mí.
Desde que nuevas me dieron
que tanto honraba a don Juan,
mi hermano, este don Beltrán
y su virtud me dijeron,
nació un pensamiento en mí
de verle, de tal manera,
que puesto que amor no quiera
con lo que ha pasado aquí
bastaba quitarme el seso.
¿ Pues agora qué haré ?
¿ Iré a verle ? Bien podré,
mas será notable exceso.
; Pues cómo vivir podré
con tanto desasosiego?
Amor, ;no dicen que es fuego?
Luego disculpa tendré.
; Xo soy mujer recogida
desde mi niñez aquí ?
¿ Quién hay que vuelva por mí ?
De nadie soy conocida.
Aquí está de don Ramón
de Peralta, el almirante
de Aragón, doña Violante
su hermana; en esta ocasión
pedirle una carta quiero
que para su hermano escriba,
para que un paje reóiba
don Beltrán, siendo el tercero.
Este paje seré yo,
que una vez donde le vea,
si me agrada, aunque no sea
lo que el alma imaginó...
Y si no, ¿qué puedo hacer?
\*olveréme arrepentida,
que no hay fuente detenida
que corra como mujer.
(Va~sc, y salen don Bernardo y Felici.\no.)
Feliciax.
D. Ber.
Felici.ax.
D. Ber.
Felician.
D. Ber.
Felici-\x.
D. Ber.
Felician.
D. Ber.
¡ Qué notable desvarío !
Mi agravio nace del tuyo.
¿Reyes primeros el suyo
que cristianos en el mío?
¡ Está loco don Beltrán !
Alguna causa ha tenido.
Cuando hubiera descendido
del rey Abarca don Juan,
o de los que entre Aragón
y X"^ápoles tienen silla,
y aquel juez de Castilla
que gozan de ese blasón,
no tuviera la hidalguía
con mayor antigüedad,
pues a toda la ciudad
es tan notoria la mía.
Darme a mí satisfación
de quien sois, tan conocido
en esta ciudad, no ha sido
ni amistad ni discreción.
A todos nos trata mal
este soberbio Luzbel.
Pues tratarle mal a él
y tendrá respuesta igual.
Y pues se ofrece ocasión
en estas enemistades,
o mentiras o verdades
ayudarán mi razón.
Yo haré de suerte que sea
de todos aborrecido.
Que te a3-udaré atrevido
quiero que tu pecho crea.
Dame esa mano.
Detente,
que él y el Almirante salen.
614
MUDANZAS DE FORTUNA, Y SUCESOS DE DON BELTRAN DE ARAGÓN
(Sale DON Beltrán y el Almirante.)
D. Beltr. No hay dos hombres que le igualen.
Almiran. ¿ Que al fin es del Rey pariente ?
D. Beltr. Por la parte de Navarra (i)
tiene la Abarca Real.
D. Beltr. El es hombre princiapl.
D. Beltr. Y la cadena y la barra
nadie la pone como él.
Almiran. ¿Qué es al fin lo que mandáis,
para que de mi os sirváis?
¿Por qué os tiene por fiel?
D. Beltr. Suplicóos... Pero advertid
que están aqui los dos hombres
que aborrezco hasta sus nombres.
Almiran. Pues de sus lenguas huid,
que ya conozco a los dos.
Felician. De mí murmurando está
don Beltrán.
D. Ber. De mí dirá.
Felician. ¡ No le puedo ver, por Dios !
D. Ber. Vamonos luego de aquí ;
ven conmigo y verle has.
Almiran. Vanse.
D. Beltr. Por éstos no más
en favorecerle di.
Haréisme, primo, merced
de que al Príncipe digáis,
y de que no le engañáis
por infalible tened,
que reciba en su servicio
este caballero pobre,
para que a su lado cobre
por vos tanto beneficio;
que tendréis en él y en mí
dos esclavos.
Almiran. Yo lo soy
vuestro, y la palabra os doy,
don Beltrán, de hacerlo ansí,
D. Beltr. Yo le he tenido en mi casa
estos días, y le he puesto
la suya en estilo honesto:
que, como en el mundo pasa,
ya podrá ser. Almirante,
que aunque le vemos tan falto,
adonde caiga algún alto
este humilde se levante.
Voy por él; luego vendré
con él, porque no me vea
el Príncipe.
Almiran. Porque sea
como más seguro esté,
prevenid bien a don Juan
que no diga que es conoce,
para que este puesto goce,
aunque por vos se le dan.
D. Beltr. Yo lo haré con eran recato.
Almiran.
Príncipe.
(ii) En el original: "Granada", por errata.
Almiran.
Príncipe.
Almiran.
Príncipe.
Almiran.
Príncipe.
Almiran.
Príncipe.
Almiran.
{Vase DON Beltrán.)
Aquí espero. — No ha nacido
un hombre tan socorrido
ni de tan hidalgo trato.
¡ Qué limpias entrañas tiene !
¡ Qué piedad, qué condición !
¡Oh, como a buena ocasión
y solo el Príncipe viene !
{Sale el Príncipe.)
Si tanto me ha de costar
el sufrir una mujer,
o por ella he de tener
tanta ocasión de pecar,
yo me iré, y acabarás
de afligirme y de cansarte.
¿Quién ha obligado a quejarte?
¡Oh, buen Peralta!, ¿aquí estás?
Aquí, a tu servicio, estoy
con la espada y con la vida.
¿ Quién puede haber que lo impida,
de cuanto en el mundo es hoy,
sino esta infame mujer,
al amor que me debía?
¡ Que no ha de haber paz un día !
Con mi muerte podría ser.
i Eso no, guárdete Dios,
y a pesar de quien pesare
tu vida logre y ampare !
Vivamos, Ramón, los dos;
y por vida de mi padre
que yo premie la lealtad.
Dios guarde a su Majestad,
que por más que de tu madre
le tenga obligado, agora
amor que le desatina
de la reina Catalina,
porque en sus hijos adora,
¿cómo te puede evitar
lo que es tuyo, siendo ley
divina y humana?
{Sale DON Juan.)
Príncipe.
Es Rev.
ACTO PRIMERO
615
D. Juan.
Príncipe.
Almiran.
Príncipe.
D. Juan.
Almiran.
D. Juan.
Príncipe.
D. Juan.
Almiran.
Príncipe,
Aquí los tengo de hablar.
Yo llego a buena ocasión;
juntos están; llegar quiero.
¿Quién es este caballero?
De los Reyes de Aragón
tiene más sangre que mía,
aunque es mi deudo, y pues viene
cuando vuestra Alteza tiene
mil peligros cada día,
por ser hombre tan leal,
tan bien nacido y valiente,
que puede seguramente
fiarse de un hombre tal,
quiero que te sirvas del,
pues entiendo que te hago
un gran servicio; y en pago
de un criado tan fiel,
sólo suplico a tu Alteza
le honre en lugar bastante.
Yo lo agradezco. Almirante;
bien se ve en él su nobleza.
De mí están los dos hablando.
Llegad, don Juan, y besad
la mano al Príncipe.
Honrad
boca que me está alabando
con poner la mano en ella
desta generosa mano ,
porque todo el bien humano
estimaré en menos que ella.
En ella juro y prometo
como reliquia sagrada
que es del Rey la mano espada,
pues es justicia, en efeto,
de serviros tan leal,
de perder por vos mil vidas.
Que os serán agradecidas
os doy palabra real.
Y porque estoy informado
de vuestro mucho valor
y pagaros el amor
que, en efeto, habéis mostrado,
de mi cámara seréis.
Besóos los pies.
Yo, pues soy
quien más obligado estoy,
pues por mi merced le hacéis,
mil veces, señor, los beso.
No hago nada. Almirante,
que en ocasión semejante
si no hago un gran exceso
es por no dar que decir
Almiran.
Príncipe.
D. Juan.
Almiran.
Príncipe.
D. Juan.
Almiran.
D. Juan.
Almiran.
D. Juan.
Almiran.
a quien mis cosas murmura.
Si mi palabra es segura
sobre ella puede servir,
que si vivo, vos veréis
qué lugar tiene don Juan.
¡ Buenos los principios van !
Y pues que los dos sabéis
de mis cosas el estado,
también que sepáis querría
que para más quietud mía
quiero partirme al Condado
de Ruisellón, donde esté
de mi madrastra seguro;
con secreto lo procuro,
y así entre los dos esté.
Y pues que sois de la llave
de mi pecho, hoy quiero ver
la más gallarda mujer,
de más belleza y más grave
que en esta edad ha nacido.
Para despedirme della
don Juan podrá hablar con ella,
y decir que yo la pido
licencia para decir
solamente el pensamiento
desta partida, que siento
poco menos que morir.
¡ Válame Dios!, ¿quién será?
¿Quién será?, ¡válame Dios!
Esperaremos los dos
y don Juan a hablarla irá;
porque ésta es doña Leonor,
dama, esta mi enemiga.
Parte, pues, porque te diga,
si da licencia mi amor
para que en esta partida
mi sentimiento le cuente.
Bastábame el mal de ausente
para quitarme la vida,
sin saber que a mi Leonor
adora el Príncipe !
i Ay, cielos,
cuan lejos de aquestos celos
pensé que estaba mi amor ! —
Don Juan.
Señor.
Oíd.
• Decid.
Pues a hablar vais a esa dama
que el Príncipe dice que ama,
lo que os responde advertid,
que me importa a mí no poco.
616
MUDANZAS DE FORTUNA, Y SUCESOS DE DON BELTRAN DE ARAGÓN
D. Juan. ¿A vos también?
Almiran. Sí, don Juan,
que también soy su galán^
D. Juan. ¡ Xunca lo fuera ; estoy loco !
Almirax. Dalde de parte mía
este anillo, este diamante,
que ella me dio por constante
de la fe que me debía.
Id presto, porque no entienda
el Príncipe lo que hablamos.
D. Juan. Voy. ¡ Ay, amor, bien medramos
por la primera encomienda !
¿ Esto es medrar ? ¿ Esto es ser ?
¡ Ah, cuánto mejor me fuera
ser lo mismo que antes era
que ver lo que vengo a ver !
Quien nació con dicha igual
ansí es bien que el bien le den,
que muchas veces el bien
viene para mayor mal.
Mi anillo es éste; ¡ ay de mí,
Leonor le dio ajl Almirante !
¿ Qué amor ha de haber constante,
ipues faltó firmeza en ti ?
{Vase DON Juan.)
Príncipe. Id entretanto, Ramón,
a saber lo que hace el Rey,
que mi ausencia a toda ley
leyes de obediencia son.
No quiero dalle pesar,
triunfe de su bien mi hermano.
Almiran. Tu ausencia procura en vano :
¿cómo te puede quitar
el justo derecho tuj'^o?
Voy a ver lo que se trata.
(^Vase el Almirante-)
Príncipe. Mi vida el cíelo dilata
contra el pensamiento suyo.
Pero la suma justicia,
suprema vara en el cielo,
contra quien no tiene el suelo
fuerza, soborno o malicia,
del brazo de su virtud
sacará el amparo mío. (i)
(Sale DON Bernardo :y Felici.\no.)
Don Bernardo.
¿Qué dudas? Solo está
Feliciano.
Guárdete el cielo,
a pesar de traidores envidiosos.
Príncipe.
Respondiste a mi intento y a tu celo.
Feliciano.
Como tienen los cielos generosos
a su cargo la vida de los reyes
más que de los comunes ciudadanos (i)
que al que puede quitar y poner leyes
suele, señor, diferenciar en todo
del que gobierna los humildes bueyes; (2)
no puede la mentira hallar el modo,
aunque es opinión lo que su fuerza aguarda, (3)
¡ oh, invicto Pedro ! ; ¡ oh, siempre ilustre godo !
Príncipe.
A mí ninguna cosa me acobarda
de cuanto la malicia humana puede
como el rigor desta mujer gallarda;
pero primero que sin reino quede
y Alfonso mi lugar, contra derecho,
cosa que a toda sinrazón excede,
no habrá quedado sangre en este pecho
ni en el de mis amigos, si hay amigos
en las adversidades de provecho.
Feliciano.
De algunos somos, gran señor, testigos
que no darán la suya en tu defensa.
Príncipe.
Esos son los mayores enemigos
de quien estar seguro un hombre piensa,
que cuando el enemigo es declarado
guardarse puede, porque ve la ofensa^
Feliciano.
¿ Quién dirás que estas cosas ha inventado ?
¿ Quién dirás que a la Reina la aconseja
que ponga a Alfonso en tu dichoso estado?
¿Quién dirás que jamás ocasión deja
en que no siembre entre los dos cizaña
y de tu condición también se queja?
¿ Quién pensarás que sigue y acompaña
la pretensión injusta del Infante,
para inquietud y destruíción de España?
Ci) Faltan los dos últimos versos de esta redon-
dilla.
(i) "Ciudadanos"' no es consonante de "genero-
)s".
(2) En el original : "bienes"', por errata.
(3) Verso equivocado y largo.
ACTO SEGUNDO
617
; Quién pensarás que dijo, y yo delante,
al Rey, que adora tu madrastra bella,
que la espada, furioso y arrogante,
sacaste de la vaina contra ella?
; Quién pensarás que ha de ser otro Bellido
si no le ataja tu valor con ella?
Prínxipe.
No puedo, amigos, presumir que ha sido
hombre que tenga amor y entendimiento,
ni que haya hidalgo en Aragón nacido.
Feliciano.
; Dirás que es don Beltrán?
Príncipe.
Diré que siento
que sólo para mí pudiera ese hombre
ofender su virtud y nacimiento.
Feliciano.
Pues huye, heroico Pedro, de su- nombre;
que ayer le dijo al Rey que airado el cielo,
para que más su deslealtad te asombre,
cuatro Pedros crueles daba al suelo,
todos a un tiempo : Ñapóles el uno,
que ya mostraba su sangriento celo;
otro en Castilla, a quien jamás ninguno
llegaría de todos si reinaba
ni le podría resistir ninguno;
otro que en Portugal indicios daba,
más que todos estos Pedros juntos;
la quintaesencia en tu rigor estaba.
Tras esto, aconsejándole por puntos
que diese a Alfonso el cetro, cuyos hechos
eran de su valor vivos trasuntos,
dejó de tal manera satisfechos
los oídos del Rey con sus mentiras
y más de cuatro generosos pechos,
que por lo menos, si por ti no miras,
guarde el cielo tu vida, no estás lejos
de ver sus armas y probar sus iras.
Príncipe.
¡ Que le dé don .Beltrán esos consejos
dende cerca, mostrándose mi amigo,
y trazando mi muerte desde lejos!
Don Bernardo.
Yo soy de todo, Príncipe, testigo,
y sé que estar a punto te conviene.
Príncipe.
Antes tendrá de su maldad testigos.
Disimulad, que el Almirante viene.
(SaU' el Almirante-)
Almiran. ¿ Puédote a solas hablar ?
Príncipe. Id, amigos, en buen hora,
y volveréisme a hablar.
Felician. Guárdete el cielo.
'(V'anse FEucrANo y Bernardo.)
Almiran.
Príncipe.
Almiran.
Príncipe.
Almiran.
Príncipe.
Almiran.
Príncipe.
Almiran.
Príncice.
Si ahora
la paz te diera lugar,
ocasión había de hacer
fiestas a un grande favor.
¿De Leonor debe ser?
Yo vi a don Juan con Leonor,
sin que me pudiese ver,
desde que salí de aquí.
¿ Sin duda hablaban de mí ?
Gran sentimiento mostraba.
¿ Cómo, Almirante, lloraba ?
Llorando estaba por ti.
Yo apostaré que don Juan
le pintaría mi ausencia
por término tan galán,
que perdiese la paciencia.
Tan tiernos los dos están,
que presumí que los vi
llorar juntos, o me engaño.
Quedo, que vienen aquí.
{Sale DON Juan y Leonor.)
D. Juan. Basta aqueste desengaño,
mi señora, para mí.
Y cuando éste no bastara,
al Príncipe le guardara
como criado el respeto,
que ya lo soy, en efeto,
pues que, como veis, me ampara.
Y si aquesto no es bastante,
por amigo al Almirante
guardo respeto en tu amor,
en cuya mano, Leonor,
tan falso vi tu diamante^
D.^ León. ¡ Bastara para acabarme
decirme, don Juan, tu ausencia,
sin querer también quitarme
la vida con la paciencia
y sin disculpa matarme !
D. Juan. ¡ Qué bien dices sin disculpa,
pues que desto no la tienes !
D.* León. No, pues que tu amor me culpa,
que cuando engañado vienes
no me admites la disculpa.
Servirme el Príncipe a mí
618
MUDANZAS DE FORTUNA, Y SUCESOS DE DON BELTRÁN DE ARAGÓN
ni el Almirante, ¿qué importa?
Almiran. Hablando estarán de ti.
D.^ León, Tus locos celos reporta,
pues ocasión no les di ;
que esto en el Príncipe es gala
y en el Ailmirante estilo
de palacio.
D. Juan. No te iguala
la muerte amor a tu filo.
Almiran. ¿Querrás hablarme en la sala?
Príncipe. Gusto, Almirante, tuviera;
pero un enojo me ha dado
que ansí el corazón me altera,
que el gusto se me ha quitado.
Salgámonos allá fuera. —
Aunque mal pienso que haré,
hasta que seguro esté
del Almirante en tratar
lo que con disimular
mejor remediar podré.
Almiran. ¿Disgusto, señor?
Príncipe. Ya veis
cuál me traen estas cosas
que de mi padre sabréis.
{Vansc el Príncipe y el Almirante.)
D. Juan. ¡ Manos, por mi mal hermosas,
dejadme, no me matéis;
que pues que mis prendas distes
ya para mí deshicistes
de mi obHgación los lazos!
D.^ León. ¡ Necio estás !
D. Juan. Quita los brazos.
D.'^ León. ¿Tú de mi amor te resistes?
¿ Dése modo me has pagado ?
¿Tú me tratas dése modo?
Pero ¿sabes que he pensado
que te vas inundando todo
con la mudanza de estado?
¿Cuál hombre, don Juan, se vio
en oficio o dignidad
que un punto más se acordó
de aquel con quien amistad
en sus desdichas trató?
De pobre a rico has venido,
y de humilde y derribado
a gran oficio has subido :
¿quién duda que estés mudado
y de mi amor divertido?
Pues si en el principio estás
desta suerte, cuando seas
más de lo que eres, ¿qué harás?
D. Juan. Cuando más alto me veas
haré por servirte más.
No me digas sinrazones,
que ni yo agora soy nada
ni el oficio en que me pones
me tiene el alma olvidada
de tantas obligaciones.
Asegúrame, si quieres,
de que culpa no has tenido,
y verás si mi bien eres.
D.^ León. Es propio de vuestro olvido
culpar siempre las mujeres.
Que el alma más ofendida
sola una lágrima honrada
puede hacerla asegurada
mientras tiene el cuerpo vida, (i)
Y pues que la viste en mí
¿por qué pides desengaño?
D. Jltan. Tienes razón, yo la vi :
maldiga el cielo mi engaño,
pues que con él te ofendí.
No te pese de mi estado,
que no seré yo de aquéllos,
ni seré ejemplo con ellos
de que se olvidó el pasado. (2)
Pues para tuyo nací,
desea mi bien, Leonor,
porque bien sabes de mí,
o a lo menos de mi amor.
que será bien para ti.
Si príncipes, si almirantes
no son para casamientos,
aunque hay méritos bastantes,
no fíes de sus pensamientos,
porque son falsos "diamantes.
Y pues no tienen' firmeza,
yo, que te trato verdad,
mereceré tu belleza,
que mi noble calidad
no nació de mi riqueza.
Antes que ingrato me veas
a ti y al gran don Beltrán,
quiero que mi muerte creas.
D.^ León. Guárdete el cielo, don Juan.
D. Juan. Sí hará, si tú lo deseas.
Dj^ León. Venme aquesta noche a ver.
D. Juan. Vendré a saber qué ha de ser,
pues se ha de acabar, mi vida,
la noche al amanecer. (3)
(i) Falta un verso a esta quintilla.
(2) También falta un verso a esta otra.
(3) Otra quintilla falta de un verso.
ACTO SEGUNDO
ón
Mas, ¿qué respuesta he de dar,
que al Príncipe voy a hablar?
D.^ Leox. Dile que te quiero a ti.
D. Juan. ¿Darásmc Hcencia?
D.» León. Sí.
D. Juan. í Quién la pudiera tomar !
(Vanse don Juan y doña Leonor y sale Jordán
bien vestido de lacayo y doña Elvira vestida de paje.)
D.'^ Elvir
Jordán.
D.a Elvir
Jordán.
D.^ Elvir
Jordán.
b.« Elvir.
Jordán.
D.a Elvir.
Jordán.
b.a Elvir.
Jordán.
b.* Elvir.
Jordán.
D.3 Elvir.
Jordán.
Di la carta a don Beltrán
de la suerte que os he dicho,
¿y de dónde bueno sois?
De Castilla, señor mío.
¿ De qué lugar ?
[De un lugar]
a quien le sobran vecinos
y es como enigma.
¿En qué forma?
Que tiene y no tiene río,
que está en alto y no está en alto,
que es limpio y que no es muy limpio,
que llueve en él y hace sol,
que tiene y no tiene frío.
¿Es Madrid, acaso?
El mismo.
¿Cómo fuiste a Teruel?
Tengo allá casado un tío
con una dama gallarda.
¿ Es hombre rico?
Y muy rico.
¿Pues cómo os deja servir?
Era esta ninfa que os dig"o_
por todo extremo viciosa :
dio en decir que era su hijo.
Y por verla desta suerte
estas cartas que os he dicho
le pidió a doña Violante.
Vos estaréis en servicio
del mejor hombre que agora
vive desde el Gange al Nilo.
Es don Beltrán de Aragón
un hombre donde se han visto
las partes de un caballero
más retratadas al vivo :
parece que le pintó
con soberano artificio
la misma naturaleza,
como Jenofonte a Ciro.
Primero que sus virtudes
pudiese yo referiros,
contaría las arenas,
contaría los martirios;
la hambre y necesidad
que yo y un don Juan que sirvo
antes que nos remediase
en esta vida tuvimos.
D.^ Elvir. j Ay de mí !
Jordán. ¿Pues qué tenemos?
D.'' Elvir. Pensé que' había perdido
el dinero que traía.
Jordán. ¿Topástele?
D.^ Elvir. Ya le he visto.
Mas, ¿quién es este don Juan?
Jordán. De lo que es ser bien nacido
no es mejor el mismo Alfonso;
. mas desto con que vivimos
y que ya en el mundo es honra
notables faltas me hizo.
Acontecióme traer
con hilo negro cosido
el cuello de la camisa,
por no tener otro hilo;
tal vez por no tener seda
este pobre dueño mío
para tomarse los puntos,
aunque no era mal arbitrio,
con tinta daba a las piernas
adonde estaba rompido,
dejándole al descalzar
con mil lunares postizos.
Calzas le vi yo poner
debajo del luto antiguo
cu3'a capa en una dama
fuera mianto de soplillo,
que no podía tener
aquel ciego laberinto
más entradas y salidas.
D.'^ Elvir. Yo he llegado a gran peligro. —
Ya, ¿cómo os va?
■ Jordán. Tan bien,
que al uso de corte vivo
y ha que no me espulgo un mes,
que era espantoso ejercicio.
Solía un pastel de a cuarto
tenerle así repartido :
!a hojaldre por la m.añana
y a mediodía por filo
la carne con las almenas
y a la noche el suelo frío.
Ahora como a mis horas,
y tal vez ando de vicio,
que con el vestido nuevo
me han buscado más de cinco.
620
MUDANZAS DE FORTUNA, Y SUCESOS DE DON BELTRAN DE ARAGÓN
D.^ Elvir. Yo pensé que ese don Juan
con el Príncipe era ido
a Ruisellón.
Jordán. Hoy decían,
y todos nos prevenimos ;
pero jornadas de reyes,
cuando no es breve el camino,
son como pagas con trampas
o deudas de algún amigo: '
hoy, mañana, esotro día,
este jueves, el domingo ;
finalmente, nunca llega.
D.^ Elvir. A gran desdicha he tenido
que os vais en esta ocasión,
porque sin duda me inclino
a hombre de vuestro humor.
Jordán. Hiciéraos todo servicio.
Yo os buscaré, si vuelvo,
(porque en los ojos os miro
que en lo que es hembra...
D.^* Elvir. ¡ Qué bien !
Jordán. No desecharemos ripio.
¿A'uestro nombre?
D.^ León. Yo, Guznián.
Jordán. ¿ Sois de caldera y armiño
o de los que ponen sierpe?
D.^ Elvir. Yo soy como blanco y tinto.
Jordán. ¿ Cómo así ?
D.'* Elvir. Soy de uno y otro,
que todo, en efeto, es vino.
¿ Vuestro nombre ?
Jordán. Es temerario :
yo tengo el nombre de un río.
D.a Elvir. ¿Ebro?
Jordán. Xo, que esto}' sin hebra.
D.'' Elvir. ¿Es Duero?
Jordán. No, que no he bebido
ni gota de agua en mi vida,
cuanto y más todos los" ríos.
D.a Elvir. ¿Tajo?
Jordán. No, porque al revés
mi padre andaba vestido,
la camisa sobre el sayo.
D.* Elvir. ¿Era abad?
Jordán. Era un bendito.
D.^ Elvir. ¿Turia?
Jordán. No soy de Valencia.
D.^ Elvir. ¿Guadalquivir?
Jordán. Soy morisco;
pero no lo acertaréis,
puesto que por el principio
de mi nombre los villanos
hacen parar los borricos.
D." Elvir. ¿ Cómo ?
Jordán. ¿No les dicen jo?
D.^ Elvir. Es verdad.
Jordán. Pues mi aipellido
es Jordán.
D.=^ Elvir. ¡ Buen nombre tienes !
Jordán. Quédate adiós, Guzmaníco,
que el que con el Almirante
viene hablando es aquel mismo
a quien vienes a buscar.
D." Elvir. ¿ Este ?
Jordán. Sí.
D." Elvir. ¡ Gallardo brío !
Jordán. ¿ Dónde nos hemos de ver ?
D." Elvir. En casa. Escucha quedito :
búscame alguna platera.
Jordán. ¿Traída o requiebro liso?
D.* Elvir. Dulce y agrá la quisiera.
Jordán. ¿Hay cólera?
D." Elvir. ¡ Estoy perdido !
Jordán. ¿Quiéresla morena?
D." Elvir. No ;
Pero un bellaco me dijo
que las mirase al pezcuezo.
Jordán. ¿ Pues qué tienen, lobanillos ?
D." Elvir. No ; mas que tienen corteza,
como los quesos de Pinto.
Jordán. ¿Pues que blanca?
D." Elvir. ¡Einda cosa!
Jordán. Dicen que es el color tibio.
D.'^ Elvir. Búscala con cabos negros.
Jordán. . ¿ Y si los tiene amarillos ?
D." Elvir. Názulas y miel, ¡ mal año !
Jordán. ¿Qué ojos, grandes o chicos?
D." Elvir. Como los tenga con alma,
no les pido titulillos.
Jordán. Ahora bien, déjame el cargo,
que yo te daré a mí estilo
fregona que pida celos
y que pise menudico.
(Vase JoRD.^' y sale el Almirante y don Beltrán.)
Almiran. Esto mi hermana me secribc.
D. Beltr. ¿Esto me habéis de decir,
si en mandarme en qué os servir
mayor merced se recibe?
No digo servirme el paje;
mas que yo lo serviré
Almiran. Es de buen talle, y yo sé
que es rico y de buen linaje.
Véisle allí.
ACTO SEGUNDO
621
D. Beltr.
Almiran.
D.^ Elvir.
D. Beltr.
Almirax.
D. Beltr.
D." Elvir.
D. Beltr.
D.'' Elvir.
D. Beltr.
D." Elvir.
D. Beltr,
Almir.^x.
D. Beltr
Almirax.
i Buena persona !
Llegad, gentlihombre, acá.
Dadme esos pies, pues me da
la mano quien hoy me abona ;
a cuya sombra me atrevo
a este pensamiento honrado
de serviros.
Yo he quedado
obligado a lo que hoy debo;
pues me habéis dado ocasión
en que sirva al Almirante.
Yo, por merced semejante,
os quedo en obligación.
¿Cómo es el nombre?
Guzmán.
Pues, Guzmán, para mi amigo
quedáis en casa conmigo.
¡ Temblando estoy a don Juan ! —
Yo os serviré con la fe
que se debe a un grande amor.
Yo os haré todo favor.
Ya le vi, ya le miré,
ya es tiempo de entrar en cuenta
con los ojos: Pues ¿qué haremos?
Decidme: ¿qué emprenderemos?
Respondedme si os contenta.
¿Qué decís, ojos, que asi
miráis, que os escucha el alma?
No me estéis agora en calma,
que nos perdemos aquí.
Con los ojos os miré.
con los oídos oí ;
mas, ¡ a\', cuitada de mí !,
¿ si en el blanco acertaré ?
Los ojos dicen que es justo
que les siga el pensamiento.
¿Consientes alma? — 'Consiento,
pues tienen los ojos gusto.
Basta; yo quedo vencida.
Vitoria por don Beltrán.
¿Que muestra amor a don Juan?
Parece cosa fingida.
Primo, la palabra os doy
que está tan contento del,
que pone su vida en él.
Yo por esto no lo soy.
Que este pobre caballero,
virtuoso y bien nacido,
vivía tan abatido,
como agora honrado espero.
Darle el parabién querría.
Yo os quiero acompañar.
D. Beltr. Guzmán.
D.^ Elvir. Señor.
D. Beltr. Ve a llamar
mis pajes.
D.^ Elvir. Hoy es el día,
(Vaso el Almirante y don Beltrán.)
amor, de mi perdición.
Hoy en tus libros me escribe ;
pon en ellos: desde hoy vive
contigo este corazón.
Penas por salarios das
y por sustentos venenos,
y tras éstos premias menos
a los que te sirven más.
Mas ya llegué, y asenté
plaza entre guerras y amor.
(Salen el Príncipe y don Juan.)
Príxcipe. Sin duda que algún traidor
quiere escurecer su fe.
Muchas cosas me has contado.
D."* Elvir. ¡ Cielos !, ¿no es éste don Juan?
El talle y voz me ha espantado.
De diez años me dejó;
en los demás no me ha visto,
y el miedo apenas resisto;
mas, ¿ conoceráme ? No.
Aunque si le he conocido
que me conozca es razón.
Quitar quiero la ocasión.
(Vatse DOÑA Elvira.)
Príxcipe. Resuelto estoy.
D. JuAX. ¡ Yo perdido !
Señor, por sin duda tengo
si algún traidor te ha engañado.
Príxcipe. Yo vengo bien informado :
muy bien informado vengo.
Y algunos dicho me han
que éste me ha hecho traición.
D. JuAx. ¡Ay, don Beltrán de Aragón!,
¿ qué es lo que escucha don Juan ?
Príxcipe. Tú no sabes las maldades
deste bárbaro cruel.
D. JuAx. Mil virtudes oigo del.
Príxcipe. Pues, ¿a qué te persuades?
D. Juan. A que, según es la fama,
algún envidioso intenta
su muerte, infamia y afrenta.
Príxcipe. Sola su maldad le infama.
¿Quién había de envidiar
622
MUDANZAS DE FORTUNA, Y SUCESOS DE DON BELTRAN DE ARAGÓN
un hombre vil, lisonjero
de su Rey mal caballero,
ni su muerte orocurar?
¿ Conócesle ?
D. Juan. No, señor:
aunque pienso que le vi.
Príncipe. ¿Cómo intenta contra mí
tal crueldad este traidor?
Al legítimo heredero
del reino quitar pretende,
y se lo da a quien defiende,
al segundo o al tercero.
A mi padre le ha contado
que yo la espada saqué
para mi madrastra, y fué
haber en su cruz jurado
que Alfonso no heredaría.
Tras desto, intenta mi muerte.
Don Juan, lo que digo advierte,
si estimas la vida mía.
Contado me ha el Almirante
que eres valiente, don Juan:
hoy me mata a don Beltrán,
hoy muera aqueste arrogante.
Mi padre está impedido
por Alfonso y Catalina ;
adora a Alfonso y se inclina;
si éste vive, soy perdido,
porque es quien lo ordena todo.
Esta noche has de aguardalle
al salir de aquí y matalle,
porque yo te diré el modo.
Luego postas tomaremos
a Ruisellón, que es Condado
fuerte, que estaré guardado
hasta que los dos reinemos.
Que te haré conmigo igual
bien lo ves, pues que te fío
mi vida y el honor mío.
D. Juan. ¡ Yo juré serle leal. —
Vete y no hables conmigo,
porque si juntos nos ven
podrán sospechar también
que yo soy parcial amigo;
y es mejor que con secreto
salgas de aquesta traición.
Príncipe. Paga, don Juan, mi afición.
(7'(7ÍC-.)
D. Juan. Yo haré más que te prometo. —
¿Hay desventura igual? ¿Cuál hombre ha
de cuantos han nacido, desdichado [sido.
en el grado que yo, pues levantado
estoy con más desdicha que caído?
¡ Nunca yo hubiera a tanto bien subido,
pues a tantas fortunas he bajado,
que a quien vida, honor y ser me ha dado
no me dejan mostrar agradecido !
Matar invidias a Beltrán intentan.
¡ Oh, nunca llegara adonde llego,
que aun sólo con decírmelo me afrentan !
Los príncipes al fin son como el fuego,
que a los que tiene lejos no calienta
y a los que tiene cerca abrasa luego.
(Salen don Beltrán y la Reina.)
Reina.
Esto me acaban de decir agora.
Don Beltrán.
¡ Por Dios vivo, señora, que es engaño !
Reina.
¿Tú hacerme tanto daño, tú enemigo,
haciendo yo contigo cuanto he hecho,
ofrecido mi pecho?
Don Beltrán.
Si traidores,
que siempre entre señores viven y andan
a tanto se desmandan, que en mi afrenta
su vil invidia intenta destruirme,
yo sé que vive firme mi esperanza,
que la verdad alcanza su justicia.
Reina.
¿ Pues qué mayor malicia que haber dado
en decir que el Estado Pedro tenga,
y que es justo que venga al heredero
Príncipe que primero vino al mundo,
y que porque el segundo se apercibe
a la corona y vive en su esperanza,
antes que espada y lanza lo averigüen
y leyes atestigüen su derecho,
le sosieguen el pecho con veneno?
¿Parécete muy bueno este consejo?
Don Beltrán.
A Dios, señora, dejo, pues le obliga
mi inocencia, castigue invidias tales,
la probanza y señales de mi abono.
Reina.
Sí juro, si corono a Alfonso, infame,
yo haré que no te llamen caballero.
Don Beltrán.
Si porque, humilde, callo con respeto
ACTO SEGUNDO
62:
intentas con engaño deshacerme,
como inocente digo que te engañas.
Reina.
El Rey ha de creerme.
Dox Beltrán'.
Pues yo apelo
del, señora, al cielo.
Reina.
Pues advierte,
si te mataren, que te do}' la muerte.
(l'ase ¡a Reixa.)
D. Juan.
D. Beltr.
D. Juan.
D. Beltr.
D. Juan,
D. Beltr.
D. Juan.
D. Beltr.
D. Juan.
¿Qué es esto?
¡ Oh, señor don Juan,
que puede ser mi desdicha
la rueda de la fortuna,
la mudanza de los días,
la condición de los hombres,
la brevedad de la vida,
los correos de la muerte
y la fuerza de la invidia !
¿Qué dice la Reina?
Dice
que digo al Rey de malicia
mal de Alfonso, bien de Pedro,
y que estas cosas estriban
en la discordia que pongo.
Sabe el cielo que es mentira ;
debe de ser que subió
mi estado donde podia ;
y como ha de declinar
quiere amenazar ruina.
Ha prometido matarme,
y justa razón le incita,
porque le han dicho que quiero
dar veneno en la comida
al infante don Alonso,
que estas sospechas confirma,
¿ Pareceos ése gran mal ?
Es mujer, está ofendida;
son fáciles en creer
y en la venganza prolijas.
Otro mal tienes mayor.
¿Pues hay más que me persigan?
El cielo, que no permite
que vuestras entrañas limpias
ensangriente el deshonor
destas lenguas fementidas,
quiso que el Príncipe agora,
mal informado, me diga
que le han dicho que intentáis
que él muera y que Alfonso viva,
y contra razón queréis
que Alfonso reine en sus días.
Fía tanto de mi pecho
y de la lealtad antigua
que de mis mayores sabe,
que el mataros me confía;
grandes cosas me promete
porque aquesta noche misma,
cuando salgáis de palacio,
llegue a quitaros la vida.
Vida de mí tan amada,
vida que debo la mía,
vida que si mil tuviera
y en cada mil cien mil vidas,
eran poco para dar
por un cabello, una cinta,
de vuestra persona. ¡ Ah, cielos !
¿ Qué ciencia, qué astrología
adivinara quién eran
estas lenguas fementidas,
para con los mismos dientes,
como los perros, que tiran
de las orejas del toro
cuando las tienen asidas,
sacando en ellas revueltas
el alma y la sangre misma !
D. Beltr. ¡ Válame Dios, cómo el alma,
a tanto mal prevenida,
no de balde os estimaba
y en tal lugar os ponía !
¿Dijiste que sí?
D. Juan. ¿ Pues no ?
Aunque el alma no quería
que aun de burlas pronuncíese
ser vuestro injusto homicida.
Pero temiendo que a otro
el Príncipe lo diría,
dije que os daría la muerte.
¡ Oh, qué cosa tan mal dicha !
Perdonadme, don Beltrán,
o con la que veis ceñida
me sacaré luego el pecho.
D. Beltr. ¡ Ya mi fortuna declina !
Vos fuisteis, don Juan, discreto;
mas si el Príncipe porfía
no escaparé de sus manos.
D. Juan. Huyámonos a Castilla.
D. Beltr. Yo lo habré de hacer de fuerza,
vos no, que si aquestos días
no queda entre estos traidores
624
MUDANZAS DE FORTUNA, Y SUCESOS DE DON BELTRÁN DE ARAGÓN
quien mis inocencias diga,
confirmaráse en los Reyes
mi deslealtad, y, por dicha,
me quitará el Rey mi hacienda.
D. Juan. ¿ Luego queréis que los sirva ?
D. Beltr. Matáisme si no lo hacéis,
pues contra tanta malicia
no tendré quien me defienda,
ni quien la verdad me escriba.
D. Juan. No me mandéis, don Beltrán,
que sin vos entre ellos viva ;
allá os serviré mejor.
D. Beltr. Si amor, don Juan, os obliga
aquí me lo mostraréis,
defendiendo mi justicia.
Subid vos, pues bajo yo;
quizá cuando estéis arriba
caeréis y yo volveré,
porque la fortuna misma
a las ruedas de las norias,
adonde llenos caminan
los arcaduces que suben
hasta que llegan arriba,
y los que vacíos bajan
otra vuelta que los tiran
tornan a subir con agua
cuando los altos declinan.
Es la fortuna la bestia
que, con antojos, no mira,
porque no se desvanezcan,
y ésta es nuestra historia misma.
Subamos, pues, y bajemos,
hasta que en la muerte embistan
los arcaduces de barro,
donde vive el alma asida.
Con lágrimas os escucho ;
pero si en esta partida
no os tengo de acompañar,
¿cómo queréis que le diga
al Príncipe que os maté?
Beltr. Esta noche, cuando os diga
que vais a matarme, iréis.
D. Juan. ¡Tiembla el alma, aunque lo finja!
D. Beltr. Elevaré un lacayo mío.
Ya conoces a García,
que es más alto que yo un poco,
y con plática fingida
le diré que voy a ver
ciertas damas de Sevilla ;'
trocaré con él la capa,
que será bien conocida
por la Cruz de Calatrava
D. TUAN.
D
que me dio el Rey de Castilla.
Daréisle de puñaladas;
yo, con escándalo y grita,
iré diciendo: "¡Ah, traidores,
venció mi lealtad la envidia!"'
Creerá el Príncipe con esto
que cumples lo que te fía,
y yo, quejándome al Rey,
me ausentaré algunos días.
D. Juan. Bien dices; guárdete el cielo.
D. Beltr. Don Juan, pues que subes, mira
las mudanzas de fortuna
y toma ejemplo en la mía.
aquí da fin el segundo acto de los sucesos
DE DON beltrán DE ARAGÓN
ACTO TERCERO
DE LA GRAN COMEDIA DE LAS "MuDANZAS DE
FORTUNA Y SUCESOS DE DON BelTRÁN
DE Aragón".
(Sale DOÑA Elvira y Jordáx.)
D.^ Elvir. No sé cómo acierte a darte
la bienvenida, Jordán.
Jordán. ¿Cómo hablaré a don Beltrán?
D.'^ Elvir. El vendrá presto a buscarte ;
que ya debe de saber
como has llegado a Toledo.
Jordán. ¿ Cómo os va ?
D.^ Elvir. Con menos miedo;
que era forzoso temer
de vuestro Príncipe ya
la espantosa condición.
Jordán. Llámale Rey de Aragón.
D.^ Elvir. ¿Reina pacífico ya?
Jordán. Murió su famoso padre
en Barcelona, Gu^mán,
luego que huyó don Beltrán.
D.^ Elvir. ¿ Qué hay de su madrastra-madre.
Jordán. Temiendo el rigor del Rey
se fué al Reino de A'alencia,
donde con harta violencia
la persigue. ' i
D.^ Elvir. ¡ Injusta ley !
Jordán. La discordia de Aragón
no tiene encarecimiento ;
yo por don Beltrán lo siento.
D.^ Elvir. Y tenéis mucha razón.
Porque, fuera de ser hombre
de tanto valor, yo sé
ACTO TERCERO
625
Jordán.
D.^ Elvira
TORDÁX.
D.» Elvir.
TORDÁX.
D.^ Elvir.
Jordán.
D.--' Elvir.
Jordán.
b.a Elvir.
Jordán.
b.'» Elvir.
le debe don Juan la fe.
Por él tiene forma y nombre..
y tiene el mejor lugar
cerca del Rey, y no hay cosa,
por grave y dificultosa,
que no la pueda alcanzar.
Es ya don Juan camarero
mayor del Rey, }• vizconde
de Ruy Ce r dan.
¿ Corresponde
aquel su valor primero
en reconocer su dicha
al favor de don Beltrán?
Todo lo juzga don Juan
a pesadumbre y desdicha.
Porque como rey se llama
don Alonso, y ha pensado
don Pedro que fué incitado
a cuanto la envidia infama
de tu señor don Beltrán,
títulos, rentas y haciendas
le quita, }' en encomiendas
y aun dados pienso que están.
; Pues cómo don Juan no puede
desengañarle, si es tanta
su gracia con él?
Espanta,
cuando lugar le concede,
lo que a don Beltrán alaba,
lo que a su lealtad defiende;
pero hasta de oír se ofende
su nombre.
¡ Desdicha brava !
Xo cesan los envidiosos
de decir que fué ocasión
de las guerras de Aragón.
¡ Oh, crueles alevosos !
Don Beltrán, que siempre fué
quien más lo pacificó,
¿ dicen que ocasión les dio ?
¿ Qué hace aquí ?
Xo lo sé.
i Hónrale el Rey de Castilla ?
Xotables honras le ha hecho,
pero de su grave pecho
con razón se maravilla.
Que si servirle quisiera
le diera tierras y hacienda,
y a su Cruz una encomienda
con que en descanso viviera.
Pero es tanta su lealtad
a la casa de Aragón.
que es notable su pasión :
el ver su necesidad,
vertida aquella riqueza,
casa, criados caballos,
deudos, amigos, vasallos;
pues vino a tanta pobreza,
que como estaba don Juan
solo en Aragón contigo
ansí viene a ser conmigo
en Castilla don Beltrán.
Al Rey se corre de ver,
de visitar sus iguales,
que los hombres principales
son más dejando de ser.
Que te diré como está :
solo en un pobre aposento.
Jordán. ¡ Sabe Dios el sentimiento
que tiene don Juan allá !
Yo traigo dos mil ducados,
aunque no sé para qué;
pero juntamente sé
que sin aquestos, contados,
traigo cédulas también
a seis ricos mercaderes.
D."* Elvir. ¡ Oh, Jordán santo, que hoy eres
como el de Jerusalén,
porque serás nueva edad
de don Beltrán, cuya A'ida
estaba j'a consumida
con tanta necesidad !
X'o fuera noble su pecho
ni aun caballero don Juan
a no hacer por don Beltrán
lo que don Beltrán ha hecho.
Bien se lo tiene pagado,
y con mucha más razón ;
pero fué la obligación
antes de habello obligado.
Jordán. ¿ Cómo tú solo has quedado
con don Beltrán, -Guzmanico?
D.'i Elvir. Servíle cuando era rico;
soy, Jordán, fidalgo honrado,
y no le quiero dejar
cuando es pobre.
Jordán. X'o hay más prueba,
es cosa es el ¡mundo nueva ;
porque al que ven levantar
todos le siguen y adaman :
pero al que cayendo ven
todos le olvidan también,
le aborecen y desaman.
Yo vi a don Juan de ^Mendoza
VII
40
626
MUDANZAS DE FORTUNA, Y SUCESOS DE DON BELTRAN DE ARAGÓN
arrodillado en palacio,
y en un año y más de espacio
no haber hombre en Zaragoza
que una palabra le hablase,
y agora tan admitido
que hasta llegar a su oído
no hay mundo que no se pase.
D.^ Elvir. Verdad es que cuando el bien
al que ya es bueno le dan,
se emplea- como, Jordán,
como merece también.
{Sale DON Beltrán.)
D. Beltr. Mil veces, Jordán amigo,
seas bien venido.
Jordán. El cielo
te guarde.
D. Beltr. Álzate del suelo,
no hagas eso conmigo,
que ya no es tiempo, Jordán;
si )-a, con discreto celo,
no te bajabas al suelo
a buscar a don Beltrán.
No quiera Dios, gran señor,
que esté vuestra señoría
en tanta humildad el día
que tiene don Juan valor.
Estas dos cartas me dio.
¿ Dónde ?
En Zaragoza están ya.
¿ Cómo el buen don Juan está ?
Su buena dicha os responde:
vive arrimado a buen árbol,
puesto que a vos os desmedra.
Pedro es piedra que su hiedra
tendrá los hombros de mármol.
Nunca yo su arrimo tuve,,
que si a mí mal aiie trató
fué que nunca me estimó,
que en pared más vieja estuve.
El sol que se va a poner
al que lo mira entristece ;
quien alcanza el que amanece,
¿ cómo se puede perder ?
¿Está el Rey jurado ya?
Jordán. Esa fuera justa ley;
mas llámase Alfonso rey,
y haciéndole guerra está.
Carta.
"Nuevamente, don Beltrán,
dicen vuestros enemigos
Jordán.
D. Beltr,
Jordán.
D. Beltr.
Jordán.
D. Beltr
al Re}', con falsos testigos
que por anomentos le dan,
que con el Rey castellano
tratáis, con industria vana,
de dar favor a su hermana,
y que ya por vuestra mano
pasan todos los decretos
de la guerra que se espera,
y así una causa tan fiera
produce tales efetos.
Vuestra hacienda os han quitado,
y porque hablé por vos
yo presumí que a los dos
igualara un mismo estado.
Paréceme que al momento
a Zaragoza vengáis,
y deis a entender que estáis
libre de tal pensamiento.
Y si el Rey hiciere en vos
por esta invidia y mentira
demostración de su ira,
muramos juntos los dos.
Que ni quiero ni deseo
el alto estado en que estoy,
cuando a vos, por quien yo soy
en tantas desdichas veo.
Responda vuestra partida
fiado en vuestra inocencia,
porque una misma sentencia
nos dé la muerte o la vida."
D. Beltr. Que me parta me aconseja
don Juan, y asegure al Rey.
D.^ Elvir. El piensa que por la ley
de la amistad formas queja
de que con descanso viva
cuando te vieres sin él,
y por la invidia cruel
que tus méritos derriba.
Jordán. Yo no puedo aconsejarte,
que soy quien sabes; mas creo,
por lo que a tu honor deseo,
que el partirte es remediarte.
Aquí están dos mil ducados
sin las letras que venían
en el pliego.
D. Beltr. ¡ A quién se fían
de mi vida los cuidados !
Ved qué buenos consejeros
de don Beltrán de Aragón,
en la más fuerte ocasión
y en los peligros más fieros !
Un paje de pocos años
ACTO TERCERO
627
y un lacayo montañés :
¡ ved la fortuna cuál es
y la fuerza de amistad !
¿ Dónde están 3-a los amigos
y ricoshombres que honraban
mi persona cuando estaban
en tierra mis enemigos ?
Mis criados de mí honrados
no me dan respuesta alguna ;
mas en la adversa fortuna
no hay amigos ni criados.
Ansí el bien me restituyen;
mas no me responderán,
que los que más cerca están
son los que primero huyen.
Pero si a mí me ha quedado
don Juan, que vale por todos,
no es bien que de aquesos modos
me queje a mi humilde estado.
Ahora bien, mis consejeros,
¿ iré a Aragón ? ¿ Qué decís ?
No os enojéis; ¿qué sentís?
Hablad, pues sois compañeros.
Guzmanico, ¿iré a Aragón?
D." Elvir. Yo pienso, señor, que aciertas,
pues al Rey abres las puertas
de tu verdad y opinión.
Tú no tienes en Castilla
para mostrar tu lealtad
ni hacienda ni calidad,
cosa que al Rey maravilla.
¿ Pues para qué das lugar
a que allá digan de ti
que ayudas a Alfonso aquí ?
D. Beltr. j\Ias votos quiero tomar. —
¿Acierto en ir a Aragón? (i)
Jordán. Respeto de la opinión
en que enemigos te han puesto
y el favor que allá tendrás
en hombre que fué tu hechura,
acertarás, por ventura,
y sin ventura, errarás.
D. Beltr. ¿ Qué oráculo respondiera
como tú ? Pero, por Dios,
que a no ser los votos dos
alguna réplica hubiera.
Mas será resolución,
que adonde don Juan está
ninguna cosa será
en daño de mi opinión.
(i) Falta un verso antes de éste.
Que tengo por experiencia
de su nobleza y valor
que será mi defensor,
volviendo por mí en ausencia.
Vamos, que si ya mi suerte
trazó mi fatal caída,
ni acá estimaré mí vida,
ni allá estimaré mi muerte.
(Vasc DON Beltrán y sus dos criados.)
{Tocan caja a batalla, ¡y sale el Rey don Pedro y
el Almirante, Feliciano y don Bernardo, y
otros, y dice de dentro don Bernardo.)
Don Bernardo.
¡ Viva el Rey de Aragón !
Feliciano.
i Viva don Pedro 1
Todos.
¡ Vitoria !
{Salen fuera.)
Príncipe.
¡ Ah, cíelos, cuánto os obliga la verdad !
Dentro.
i Vitoria !
Almirante.
¿ Qué menos, gran señor, te prometía
el derecho legítimo que tienes?
Príncipe.
¡ Gracias a Dios que de su trono eterno
miro. Almirante, la justicia mía !
Feliciano.
Xo son estos principios mal agüero
de la paz de tu imperio felicísimo.
Príncipe.
¿Adonde está el Vizconde, caballeros?
¿ Cómo don Juan no viene con vosotros ?
Almirante.
Yo le vi discurriendo la batalla
con una capellina de oro verde,
alta la espada, que bañaba en sangre;
perdióse de mis ojos, y en un punto
se cubrió de una nube poderosa.
Príncipe.
Si he perdido a don Juan, aunque ganara
mil reinos es tragedia la vitoria.
¿Quién buscará a don Juan? ¿Quién, soldados,
sabrá si es preso o muerto?
628
MUDANZAS DE FORTUXA, Y SUCESOS DE DOX BELTRÁN DE ARAGÓN
Don Bernardo.
Ya le tienes en tu presencia.
{Sale DON Juan y trac preso al Infante.)
Don Juan.
Dame, excelente Príncipe,
itus generosos pies,
adonde el mundo está mirando
la cruel envidia.
Príncipe.
¡ Oh, Conde de Teruel, alzaos del suelo !
Don Juan.
Otra vez, por merced tan grande, beso
los pies heroicos, Príncipe, y presento,
en contracambio, preso a vuestro hermano.
Príncipe.
¿ Preso a mi hermano ?
Don Juan.
Vuestro hermano es éste.
Príncipe.
¡ Pues, Marqués de Viad, dadme los brazos !
Don Juan.
¿Tantas mercedes, Alejandro nuevo,
tantos favores a la hechura vuestra?
Príncipe.
Llegad, Alfonso, aquí.
Almirante.
Llegad, Infante,
que esto es guerra.
Infante.
¡ Y desdichas. Almirante I
Príncipe. Cruel, atrevido hermano,
que contra el justo derecho,
la injusta espada en la mano,
guerra en mi justicia has hecho
con el favor castellano,
mira cómo el alto cielo
hoy te entrega a mi castigo,
conocido tu mal celo,
pues a tu sangre, enemigo,
serás ejemplo en el suelo.
Mi madrastra y madre tuya
ya no es posible que huya,
cargada de plata y oro,
que si eres tú su tesoro
bien es que la restituya.
Yo te pondré, Alfonso, en parte
donde ese altivo cuello, (i)
que pensaba coronarte,
baje la corona al cuello
para que pueda apretarte.
Yo te haré, Alfonso, Absalón
de tu loca presunción,
pues siendo yo el heredero
osaste, soberbio y fiero,
llamarte Rey de Aragón.
Yo haré, pues son tiranos
como tu, con tu cabeza
ejemplo a tus dos hermanos.
Infante. Pedro, tu mucha fiereza
puso la espada en mis manos.
No la tomé injustamente,
puesto que rey me he llamado,
ni fué soberbia que intente
del reino que has heredado
querer coronar mi frente.
Lo que mi padre dejó
a mi madre y mis hermanos
hoy tu ambición nos quitó,
que no son hechos tiranos,
Pedro, que los tome yo.
Mátame a mí si esto alcanza
a satisfacer en ti
esa tu loca esperanza,
que otros dos quedan sin mí
que sabrán tomar venganza
Príncipe. ¡ Llevaldc de aquí !
Infante. ¡ Ah, cruel,
córtame el cuello, que del'
saldrá tu sangre, ya fría,
que la de Castilla y mía
siempre han de quedarse en él !
Príncipe.
Id, Almirante, vos, y en una torre
poned al Infante preso.
Almirante.
Haré tu gusto.
(J'ausc el Almirante y el Infante.)
Don Juan.
Tu derecho ligitimo socorre
el cielo en todo, generoso augusto.
Príncipe.
Parece, amigos, que el valor socorre (2)
(i) Asi en el original: quizá ''cabello".
(2) Este verso está equivocado.
ACTO TERCERO
629
de que Alfonso se atreva a mi disgusto,
y que la Reina, con soberbio intento,
anime contra mi su atrevimiento.
Mas preso a Alfonso, y ella, aunque amparada
del tirano don Pedro de Ej erica
huirá de Aragón, tendrá mi espada
alguna vez, sino es que el Rey replica
en tanto, pues mi frente coronada,
que a Castilla su enojo significa,
quiero que dé terror a mis hermanos.
Dox JUAX.
Prospérente los cielos soberanos.
Hoy, gran señor, sin duda alguna es día
de hacer a todos honras y mercedes ;
las que me has hecho yo no te pedía
y a cuenta de tu amor ponerlas puedes.
Las que te pido y merecer quería
de ese valor con que a Alejandro excedes
serán las que mi amor con mi fe mide.
Príxcipe.
Pide, Marqués, un imposible pide.
Ninguna cosa tu temor revuelva
pensando que negártela podía :
oficios, honras, oro, aunque resuelva
mi reino en nada y aun la sangre mia,
como no sea que a mi gracia vuelva
don Beltrán de Aragón.
Dox JUAX.
Eso querría
Príxcipe.
Pues, don Juan, no lo tomes con los labios,
que no es el pedir mal de amigos sabios.
{Vasc el Príncipe.)
Felici.axo.
Pienso que' le enojaste.
Dox Berxardo.
En los ojos
le habéis dado un pesar, ^larqués, extraño.
Dox Juax.
Xunca le diera la verdad enojos
si la mentira no le hiciere engaño.
Es llano la opinión en los antojos,
que hacen mayor al ofendido el daño,
y como don Beltrán Castilla mira,
parécele verdad lo que es mentira.
Si no hubiera en la Corte ruiseñores
que engañaran al Príncipe el oído.
como su padre, hijos y sus mayores
tuviera don Beltrán lugar debido;
pero si de envidiosos y traidores
agora desterrado y abatido
vive en Castilla, Dios querrá algún día
que el agua vuelva al curso que solía.
Y entretanto, quizá don Juan, su hechura,
no Conde ni Marqués, que todo es mengua
de mi valor en tanta desventura,
sabrá cortar su espada alguna lengua,
que alguna lengua piensa estar segura
y en su ausencia y ofensa se deslengua,
que en esta puerta se ha de ver clavada,
aunque haya lengua que corte como espada.
Feliciaxo.
Parece que nos miras, y no entiendes,
si de nosotros sospechoso vives,
cuánto en amar a don Beltrán te ofendes,
de quien tan fiero deshonor recibes;
que cuando tú recuperar pretendes
su antiguo estado...
Dox Juax.
Engaños me apercibes.
Feliciaxo.
Si son engaños, dígalo tu honra,
que está por don Beltrán en tal deshonra.
Dox Juax.
Uno de los consejos, Feliciano,
que Tulio en su amistad nos pone ha sido
que del amigo, al maldiciente }• vano,
jamás lo que dijere sea creído.
Yo soy hechura de su ilustre mano
cuando era de vosotros abatido;
pues si miro por él del sol la frente,
¿qué deshonra me puede hacer ausente?
Diréis que del honor acompañado
a la raya camina de Valencia ;
que está en Castilla don Beltrán gozando.
Dox Bernardo.
Que no es honor, que es deshonor de ausencia.
Dox Juan.
Mucho ofendo al amigo si escuchando
estoy al enemigo.
Dox Berxardo.
Si es prudencia,
murmuran todos, pues que nunca has dado
en la razón de haberte levantado.
630
MUDANZAS DE FORTUNA, Y SUCESOS DE DON BELTRAN DE ARAGÓN
Don Juan.
Esa razón, Bernardo, es su nobleza.
Don Bernardo.
¿ Su nobleza ? ¿ No tienes una hermana ?
Don Juan.
Recogida en Teruel por mi pobreza;
mas ya que este imposible allana
y cesa de la guerra la fiereza,
aunque se ha de esperar la castellana,
por ella envío, que ha diez años creo
que no la he visto, y tengo gran deseo.
Déjela niña, y en miseria tanta
no he podido jamás favorecella ;
pero de que sepáis della me espanta.
Don Bernardo.
Harto mejor tu amigo sabe della.
Don Juan.
¡ Esta es maldad !
Feliciano.
También se ha murmurado (i)
í[ue desde que en Teruel la vio tan bella
comenzó a levantarte, que sin causa no ha
[sido. (2)
Don Juan.
¿ Hay tal maldad ? ¡ Todo es fingido !
Don Bernardo.
Si es engaño o si no, busca a tu hermana,
que desde entonces la sacó y la goza
y la llevó a Castilla, cosa es llana;
no hay hombre que lo ignore en Zaragoza.
Don Juan.
Si no es malicia vuestra, loca y vana,
ni fábula que ha dicho gente moza,
por donaire de verme en este estado,
mirad que soy don Juan...
Feliciano.
Ya lo he mirado.
(i) Verso equivocado. Quizá diría : "También se
adelanta."
(2) Verso largo y el siguiente incorrecto. Este
quizá diría: "¿Hay tamaña maldad? Todo es fin-
gido." También pudieran combinarse estos dos versos
de otra manera. Por ejemplo :
a levantarte, y no sin causa ha sido,
comenzó.
Don Juan.
¿ Hay tal maldad. ¡ Todo es fingido !
Don Juan.
¿Pues de qué sabéis esto?
Feliciano.
De que tengo
una prima monja en Teruel, y escribe
que falta doña Elvira.
Don Juan.
A pensar vengo
que nunca el bien sin causa se recibe,
pero si falta, con razón la tengo
a persuasión que el alma me prohibe,
pues no es bien argüir que la sacase.
¿Viste tú alguien con ella y que la hablase?
Feliciano.
Toma esta carta, que es la de mi prima.
Don Juan.
Muestra.
Feliciano.
Lee el capítulo postrero.
(Lee DON Ju.VN la carta.)
En lo que me escribís de doña Elvira, no sé
más de que vino aquí Lupercio, de don Beltrán
criado, y que la trajo mil escudos, los cuales
rescebidos, al otro día falló del Monasterio.
Felici.^no.
Di que eso es fingido.. ¡ Ah, Marqués noble,
cuantos veis, los buenos caballeros
son temidos por falsos y invidiosos !
Las liberalidades, las grandezas
de don Beltrán con vos no eran sin causa,
todo se hacía sobre aquesta prenda.
Don Juan.
¿Que don Beltrán es hombre cauteloso?
¿Que me engañó? ¿Que me quitó la honra?
¿ Que por el interés de doña Elvira
me hacía este favor, sólo fiado
en su virtud? ¡Mal haya, amén, mal haya,
el hombre que del hombre se confía !
Dejadme solo un rato, solo, caballeros.
Feliciano.
Nuestra amistad estima y agradece
y deja de pensar que esto es invidia,
que no es sino deseo de tu honra.
Don Bernardo.
Venga, pues eres noble, tu deshonra.
(Vanse Bernardo y Feli'ciano.)
ACTO TERCERO
631
Don Juax.
Puestos los pies en la deshonra mía
subí a tu rueda, próspera fortuna,
hasta tocar al centro de la luna,
donde he menguado el tiempo que crecía.
Contra mi honor, mi honor do estoy subía,
tan libre de tener mudanza alguna,
que pues el bien me cansa e importuna,
¡ mal haya el hombre que del hombre fía !
Espantábase el sátiro mirando
que lo que nuestro aliento resfriaba
aquello mismo calentar podía :
esto sucede a mí, que imaginando
que un hombre noble con piedad me honraba,
con los mismos favores me vendía.
(Sale JordAx.)
Jordán. Albricias me puedes dar.
D. Juan. ^:De qué me pides albricias?
Jordán. Del mayor bien que codicias.
D. Juan. Ningún bien puedo esperar.
Jordán. ¿ Cómo estás de esa manera ?
D. Juan. ¿Pues cómo tengo de estar?
Jordán. Con mucho gusto.
D. Juan. ¿De qué?
Jordán. ¿ De qué ?
Pues vuélvome.
D. Juan. Espera.
Jordán. ¿Qué quieres que espere aquí?
¿ Pues no será maravilla,
mientras he estado en Castilla,
esta novedad en ti ?
¿Habráte desvanecido,
señor, el alto lugar?
¿ No acertarás a mirar
la tierra donde ha subido ?
Sin duda se te olvidó
la bajeza de mi nombre,
porque estarás como hombre
que alguna torre subió ;
que en su pirámide altiva
de suerte se ensoberbece,
que una hormiga le parece
cuando mira desde arriba.
Pues, señor, no me des nada;
sólo que conozcas quiero
este villano grosero,
fin de mi alegre jornada.
(_Sale Dox Beltrán en hábito de villano.)
D. Beltr. ¿ Puedo entrar ?
Jordán. Seguro puedes.
D. Beltr. Dame los brazos, don Juan.
D. Juan. ¿Es, por dicha, don Beltrán?
Jordán. ¿Merezco agora mercedes?
D. Beltr. ¡ Oh, vil fortuna, veloz !
¿Así me recibes tú?
D. Juan. Las manos son de Esaú,
aunque de Jacob la voz.
Detenías en tanto engaño,
caballero desleal,
que de tu bien y tu mal
ha llegado el desengaño.
No me toques, que podrías
si es veneno la traición,
caminar a la razón
adonde vivir solías.
Mas ojalá que tan fuerte
adonde digo llegaras,
porque, viéndote, causaras
mi no m^erecida muerte.
Pero tu ponzoña aquí
de abeja era bien que fuera,
porque mi dolor pudiera
costarte la vida a ti ;
que puesto que aquese amor
que me muestras es fingido,
ya en tu rostro he conocido
que tienes pecho traidor.
¡ Oh, qué buen traje ha fingido
tu villano proceder,
qué bien haces de traer
conforme al alma el vestido!
iNIas fingido, dije mal,
que no es si no verdadero,
que nunca fué caballero
un hombre tan desleal.
D. Beltr. ¿ Qué estilo ?
D. Juan. ¿Ya no lo ves
de las palabras que digo?
D. Beltr. ¿Así se trata a un amigo
que trujo el tiempo a tus pies?
D. Juan. No tomes en tu traidora
boca ese nombre, pues fuiste
quien la infamaste y pusiste
donde la miras agora.
Y agradece que en tí veo
la imagen de la amistad
que tuve en mi adversidad,
y que respetar deseo;
que sí no me diera el verte
vergüenza, porque, en efeto,
aún corre sangre el respeto,
te diera y me diera muerte.
632
MUDANZAS DE FORTUNA, Y SUCESOS DE DON BELTRAN DE ARAGÓN
Pienso que naturaleza
quiso hacer un monstruo en ti.
D. Beltr. ¿Me has conocido?
D. Juan. Sí.
que me engañó tu nobleza.
Nunca yo por tus traiciones
llegara al lugar que tengo,
pues a ser fábula vengo
del vulgo, en que tú me pones.
Dejarásme en mi fortuna,
que al que está en su lugar
nadie le vuelve a mirar
ni teme caída alguna.
¿Para qué me hiciste, di,
del polvo desta deshonra,
pues no ser nada y con honra
fuera mejor para mi?
Como aquel pintor has sido
que im gallo tan mal pintó,
que el nombre en él escribió
porque fuese conocido.'
Ansí verá el mundo presto
para que tu ciencia arguya
que es toda la infamia tuya
en la infamia que me has puesto.
No en balde el discreto Rey,
cuando de ti le trataba,
como enfadado escuchaba
hombre sin lealtad ni ley;
sino que por no contarme
mi deshonra, no quería
decirme lo que sabía
ni de su boca infamarme.
Que dos ejemplos seremos
de risa a todo Aragón,
como en aquesta ocasión
justa venganza daremos:
tú caído de tu estado
y yo sin honra subido,
donde estaré más caído
cuando esté más levantado.
No te haré mal, aunque puedo,
porque, al fin, me hiciste bien;
mas fué tu interés también,
que desobligado quedo.
Cobre el cielo, a quien le debes
mi agravio, aunque justo fuera
que de tu sangre bebiera,
pues tú de mi sangre bebes.
(Vasc.)
[aquesto?
D. Beltr. ¡Don Juan, don Juan!, ¿qué es
Jordán. ¿ Qué ha hecho don Juan contigo ?
D. Beltr, ¡ Será la desdicha, amigo,
en que fortuna me ha puesto !
Jordán. ¿ Qué le has hecho ?
D, Beltr. Haber venido
a mirarle en tal lugar.
Jordán. ¿ Pues eso puede causar
esto que he visto y oído?
D. Beltr. Jordán, los que humildes fueron
y llegan a gran poder,
pésales mucho de ver
a los que humildes les vieron.
Nunca el que pobre se vio
cuando es rico ver querría
al que remediar solía
las miserias que pasó.
Jordán. Eso, señor, es en hombres
de bajo y vil movimiento,
que un desagradecimiento
bien merece iguales nombres.
Pero en cuanto habló don Juan
conoce su obligación,
y pues habla de traición,
algo ha visto, don Beltrán.
(Saleih el Príncipe, Feli'ciaxo y Bernardo, y gen-
te; el Capitán de la guarda.) ■
Príncipe. ¡ Prendelde !
D. Beltr, ¡ Válgame el cielo !
Príncipe. ¿Tú desta suerte, traidor?
D. Beltr. No es ese nombre, señor,
digno de mi honrado celo.
Príncipe. ¿Tú me vienes a matar
en hábito disfrazado?
D. Ber. Hazle mirar con cuidado.
Príncipe. Todo le podéis mirar.
Capitán. Una pistola encubría.
Felician. ¿Qué más testigos pretendes?
D. Beltr. En fin, ¿por traidor me prendes?
Príncipe. ¿Quién viene en su compañía?
Capitán. Un hombre de mala traza.
Príncipe. Traeldo acá.
Felician. Llega allí.
D. Beltr. ¡ Que don Juan me venda así !
Capitán. ¡ Llega presto !
Jordán. Ya va.
Capitán. ¡ Plaza !
Príncipe. ¿Quién eres, hombre?
Jordán. Un lacayo
de don Juan Abarca,
que habrá diez años que estoy
en su 'servicio.
I
ACTO TERCERO
63c
Prínxipe. ¿De dónde eres?
Jordán. Del lugar
que \'uestra Alteza quisiere.
Feliciax. Di presto el lugar.
Jordán. Espere,
que aún es mi oficio pensar.
Montañés; de Jaca soy,
con un girón de gabacho;
crióme el ^larqués muchacho.
Príncipe. ;Qué ^Marqués?
Jordán. A eso voy.
Padre de don Juan, mi dueño,
que fue de Falces Marqués
allá en Navarra.
Felici.vn. Esto es
mentira, ficción y sueño.
El viene con don Beltrán.
Jordán. Es verdad.
Príncipe. ¿De dó viene?
Jordán. De Castilla.
Príncipe. Culpa tiene.
Jordán. ¿ Cómo, si me envió don Juan ?
Felician. ¡ Qué gracioso desatino !
¿ Qué te daban por matar
a Su Alteza?
Jordán. ¿ Yo ?
Felician. El negar
no importa, yo sé que vino.
Traigan un tormento luego.
Príncipe. Llevarle preso es ¡m'ejor.
D. Beltr. ¿Quieres oírme, señor?
Oye a don Beltrán te ruego.
Príncipe. ¿Tienes vergüenza, villano? —
¡ Llevalde !
Jordán. ¿A mí, por qué?
Príncipe. ¡ Ahorcalde !
Jordán. Ya sé
por lo que vine a tu mano.
Príncipe. ¿Luego ocasión no me has dado?
Jordán. Yo sé que es harta ocasión
para morir sin razón
el juntarme a un desdichado.
(Llévale el Capitán de ¡a guarda y la demás gen le,
y por otra puerta sale don Juan.)
D. Juan. Dícenme que en este punto
has hallado a don Beltrán
en tu palacio.
Príncipe. Don Juan,
¿ será razón, te pregunto
volver su estado a un traidor
que le hallan como a villano
una pistola en la mano
para matar su señor?
D. Juan. Cuando te pedí volvieras
a tu gracia a don Beltrán
no creí a los que están
presentes creer pudieras.
Que estos hombres que a tu lado
susurran inútilmente
de lo que su pecho siente
me tienen desengañado.
Y pues han mentido aquí
en decir que en esta parte
don Beltrán viene a matarte,
que yo sé que no es ansí,
también en decir que ha hecho
contra mí otra gran traición,
es razón creer que son
falsedades de su pecho.
Yo le escribí a don Beltrán,
confiado en tu valor,
porque has de saber, señor,
que fué su hechura don Juan,
que a Zaragoza viniese
para que a tus pies hablase,
no para que te matase,
sino porque te sirviese.
Y en prueba de esta verdad
desmiento y reto a los dos,
y con el favor de Dios,
si me da tu Majestad
licencia, saldré en campaña
con entrambos solo yo.
Príncipe. ¿Qué dices? Al que retó,
conforme al fuero de España,
siendo este caso indeciso,
al campo habéis de salir,
o os habéis de desmentir.
Esto, don Juan, os aviso.
Felician. Salgan él y don Beltrán
conmigo solo.
Príncipe. Xo puede
el preso.
Felician. Pues quede
en que saldré con don Juan.
Y si me venciere a mí,
con don Bernardo saldrá.
Príncipe. Muy puesto en razón está.
Quede ansí.
D. Juan. Bien está ansí.
Príncipe. Pues apartaos unos de otros.
D. Ber. Yo espero que presto veas
a quien es razón que creas.
634
MUDANZAS DE FORTUNA, Y SUCESOS DE DON BELTRÁN DE ARAGÓN
D. Juan. Si más, no seréis vosotros.
Príncipe. A mucho te has atrevido.
D. Juan. Pésame, señor, que ignores
que estos hombres son traidores,
y don Beltrán te ha servido.
Príncipe. Don Beltrán ha de morir
si te vencieren, Marqués.
D. Juan. Hechura soy de tus pies.
Príncipe. No me aciertas a servir.
(Vansc ; queda dox Juax solo.}
D. Juan. Yo tiemblo ; que el edificio
he fabricado en el viento,
porque fué un hombre cimiento,
y es la mudanza su oficio.
No me sufre el corazón,
aunque traidor me haya sido,
el ser desagradecido
a quien tengo obligación.
Tenga o no tenga a mi hermana,
por él estO}- donde estoy;
yo he de hacer como quien soy.
(_Sa¡en doña Leonor, dos soldados criados de don
Juan, Alberto y Ñuño.)
Alberto. La satisfación es llana,
pues venís con vuestro gusto.
NuÑo. Aquí está el Marqués.
D.a León. Mi bien.
D. Juan. ¿ Sois vos, señora, por quien
he vivido en tal disgusto?
¿Sois vos, hermosa Leonor?
D.^ León. Aunque presa me han traído,
de mi voluntad ha sido,
porque no hay fuerza en amor.
D. Juan. ¿Hay semejante aventura?
¿Qué ha sido aquesto, soldados,
si os guiaron mis cuidados
a la luz de su hermosura ?
¿Cómo la hallaste?
D.a León. Yo creo
que haré mejor relación
con la Reina de Aragón,
a quien vida y paz deseo.
Entre otras damas, don Juan,
a Valencia caminaba,
mas siempre atrás me quedaba,
porque ellas huyendo van
de Zaragoza, y yo, en fin,
aquí dejaba mi bien,
cuando banderas se ven
del capitán don Martín.
Huye la Reina; yo quedo
para darles ocasión ;
préndenme; vengo en prisión,
encarecerte no puedo.
D. Juan. El gusto de tu venida,
y a tiempo que un gran pesar
mi vida quiere acabar,
si no fueras tú mi vida :
don Beltrán, por dos traidores,
preso está.
D.-'' León. ¿ Y eso consientes ?
D. Juan. Hay muchos inconvenientes,
de honra, de celos y amores.
Ven conmigo y te diré
casos notables y extraños,
que para mí son engaños.
D.^ León. ¡Triste me dejas!
D. Juan. ¿Por qué?
Ven y sabrás la verdad,
si falta don Juan así
a tal deuda de amistad, (i)
(Vansc; sale don Beltrán preso, y el Almirante,
y DOÑA Elvira.)
Almirante.
Don Juan, ha hecho lo que digo, primo,
y a los traidores ha desafiado.
Don Beltrán.
Que vuelva por mi honor don Juan estimo.
Mas, ¿cómo desta suerte me ha tratado?
Almirante.
No os espantéis, que si verdad ha sido,
no menos que en traición estáis culpado.
Don Beltrán.
¿Dice la causa?
Almirante.
Dice que ha sabido
que enamorado de su bella herm.ana,
a quien trujo su amor, habéis fingido;
y como falta, es cosa cierta y llana,
y contra vos el hecho se presuma.
Don Beltrán.
¿ Pues esa presunción no es loca y vana ?
1
(i) Falta un verso a esta redondilla.
ACTO TERCERO
635
Almirante.
¿ Por qué, si dicen que con cierta suma
de dineros llegó un criado vuestro,
que de sus alas fué la mayor pluma,
y que éste la sacó secreto y diestro
de suerte que os la trujo.
Don Beltrán.
No me espanto,
que eso rompiese el ñudo al amor vuestro.
Si miente Feliciano en todo cuanto
ha dicho del honor de doña Elvira,
yo dejo por testigo al cielo santo;
y si matar al Príncipe es mentira,
pues es un mismo autor, la intención mía (i)
diga ese paje, diga ese mancebo,
que en estas desventuras me acompaña,
si otra persona que la suya llevo;
y éste vos me le distes.
Almirante.
¡ Cosa extraña !
Don Beltrán.
Si acaso no me vuelvo doña Elvira,
quien eso ha dicho a su valor engaña.
Almirante.
Yo templé, don Beltrán, del Rey la ira,
y os quiere oír, que no hemos hecho poco.
Allá podéis saber cómo es mentira.
Licencia traigo.
Don Beltrán.
Si esos pies no toco...
Almirante.
Teneos por citado como digo (2).
Para qué vais a hablar al Rey conmigo.
Don Beltrán.
¿De quién, si no de vos, tal bien tuviera,
que me ha vendido mi mayor amigo?
Almirante.
Vamos, que si el enojo persevera,
bien se puede fiar el desafío
de quien serviros y vencer espera.
(i) Falta un verso después de éste.
(2) Falta un verso después de éste.
Don Beltrán.
Vamos, que mi justicia en vos confío.
(^Vaiise el Almirante 3' dox Beltráx.)
Doña Elvira.
¿Qué intenta este mi loco pensamiento?
Ya no parece amor, que es desvarío.
Después de aquel notable atrevimiento
me ha dado tal vergüenza declararme,
que con sólo servirle me contento.
Pensé yo que él supiera de mirarme
lo ha sido imposible de mi boca;
mas no quiere entender, quiere acabarme.
Ya pues que a ver el daño me provoca;
que ha hecho mi locura el descubrirme
para remedio de los dos me toca
y ver si premia el tiempo amor tan firme.
(Vase DO.ÑA ElviTía, y salen el Prínxipe don Pedro
y DON Juan.)
Príncipe. ¿Criado tuyo es el hombre?
D. Juan. Crea Vuestra Majestad
que tiene ese mismo nombre;
mándale dar libertad.
Príncipe. Xo hay delito que me asombre
como en don Beltrán no sea.
D. Juan. ¿ Quién hay que de un Rey lo crea,
siendo de piedad esmalte?
Que no es bien que el oro falte
que tu corona hermosea.
Castigar el Rey es cosa
tan santa, que se deriva
de Dios, pues en paz dichosa
hace que tu reino viva
esta virtud, siempre hermosa.
Mas también es excelente
perdonar al inocente
y oír al que está agraviado.
Príncipe. Yo te quiero por letrado
y sentenciar justamente.
Y así digo, que a Jordán
con sola tu información
demos libertad, don Juan;
y por la misma razón
pena y muerte a don Beltrán.
D. Juan. ¿Luego valgo para abono
de un criado y no de un hombre
cuya inocencia pregono ?
Príncipe. Al que tuviera ese nombre
desde luego le perdono;
mas habiéndote engañado,
636
MUDANZAS DE FORTUNA, Y SUCESOS DE DOX BELTRÁX DE ARAGÓN
como ya estoy informado,
y para gozar tu hermana,
puesto, como es cosa llana.
Marqués, en tan alto estado,
reo es de muerte. Si quieres
que sea Rey justo, ¿cómo
desta sentencia difieres?
D. Juan. Pues yo soy parte, yo tomo,
aunque la mayor tú eres,
a mi cuenta el deshonor;
pues no hay parte y eres Rey,
perdónale.
Prínxipe. ¡ Qué rigor !
¿ Quieres que promulgue ley
que se dé premio a un traidor?
Y resuélvome contigo
que sólo por quien me diera
a un ángel que adoro y sigo
perdonara y defendiera
la vida de tu enemigo.
D. JuAX. ¿Quién es la prenda, señor?
Príncipe. Es, don Juan, doña Leonor ,
que con mi madrastra va
cerca de Castilla ya,
porque me mata su amor.
D. JuAX. Pues da, señor, a don Juan
tu real palabra y fe
de dar libre a don Beltrán,
que yo iré y te la traeré.
Prínxipe. Mis deseos te la dan.
D. Juan. Pues aguarda aquí.
Príncipe. Camina.
(Vase DON Ju.\N.)
Hoy quiero en éste probar
si aquesta virtud divina
del amistad puede obrar
lo que éste ahora imagina.
Porque me han dicho que ahora
a doña Leonor, que adora,
han traído unos soldados,
y si con ser sus cuidados
y el mayor bien que atesora
me la da, por quien ha sido
traidor a tanta amistad
quedaré bien advertido
de fiar de su lealtad
el nuevo reino adquirido.
(Salen el Almirante, don Beltrán y doña Elvira.)
Almiran. Don Beltrán pide tus pies.
Príncipe. Si lo hubiera perdonado...
D. Beltr. Oye, señor.
Príncipe. Ya el Marqués
y yo habernos concertado,
don Beltrán, que libre estés.
Mas con una condición :
que me ha de dar por tu vida
lo que en aquesta ocasión
es la prenda más querida
de su alma y corazón.
Mira si le cuestas poco,
que va por ella a Castilla,
habiendo tú, como loco,
puesto en su lealtad sencilla
la ^fealdad que miro y toco.
En tanto, pues, estarás
en casa del Almirante.
D. Beltr. Señor, si informado estás
de que traición semejante
cupo en mi pecho jamás,
¿ cómo, siendo aborrecido,
te persuadiré que he sido
a ti fiel, leal a don Juan?
Mas si siendo don Beltrán,
supremo Rey, te ha ofendido,
no ha de vencer la verdad
de mi amistad, ni se entienda
que hay flaqueza en mi lealtad,
porque no ha de dar su prenda
don Juan por mi libertad.
Yo he de morir en rigor
y él gozar de su Leonor.
Príncipe. ¿En morir estás resuelto?
D.^ Elvir. i Qué de cosas ha revuelto
mi desatinado amor !
(Sale DON Juan y doña Leonor.)
D. Juan. Esta, señor, es la prenda
de la vida de un amigo.
Príncipe. ¿Quién hay que esta enima entienda?
¿Adonde estaba?
D. Juan. Conmigo.
D. Beltr. ¡ Fuego del cielo decienda
en quien consintiere tal ! —
Córtame, Rey de Aragón,
por traidor y desleal,
la cabeza; mi traición
confieso.
D. Juan. ¿Hay locura igual?
Beltrán, tú estás inocente.
D. Beltr. Digo que vine a matar
al Rey.
D. Juan. Espera, detente.
ACTO TERCERO
Almirax. Primo, ¿vos habéis de hablar
aquí temerariamente?
D. Beltr. Ahiiirante, si yo he sido
traidor, ¿no es bien que yo muera?
D. JuAx. Señor, la palabra pido.
Príncipe. Yo quiero cun^plirla.
D. Beltr. Espera.
Príncipe. Yo mi palabra he cumplido :
vaya libre don Beltrán.
(Sale cl Capitán de la guarda y Jordán.)
Capitán. Ya venís libre, Jordán,
besad las manos al Rey.
Jordán. Los pies es muy justa ley.
Príncipe, ¿ Qué hay del campo, capitán ?
Capitán. Fabricando la estacada
para el desafío propuesto
del marqués don Juan Abarca
y aquellos dos caballeros,
dicen que por las montañas
de Jaca a Francia partieron,
confesando que mentían,
}■ ansí a otro reino huyeron,
de sus haciendas llevando
la más parte que pudieron ;
aunque sus tierras dejaron
sin defensa.
Príncipe. ¡ Santo cielo !
D. Juan, ;^'es, señor, cómo es mentira?
Libra a don Beltrán te ruego.
D. Beltr. Señor, yo quiero morir.
D. Juan. ¿Sin culpa? ¡Es notable exceso i
D. Beltr. ¿ Qué importa que esté sin culpa
del testimonio propuesto,
si la he tenido en quitarte
la gloria de mi deseo,
la misma vida que vivo?
D. Juan. Eso y mucho más ofrezco
a tantas obligaciones
como sabes que te debo;
y sólo con una cosa
qucdaréí yo satisfecho :
con que digas que yo he sido
amigo más verdadero,
que he vencido tu lealtad;
que como confieses esto
volveré mi prenda amada
a mis brazos y a mi pecho.
D. Beltr. ¿ Pues cómo he de confesarlo,
pues ves que contento quedo,
porque goces tu Leonor
la culpa que yo no tengo?
D. Juan. ¿ No me robaste mi hermana,
y engañoso 3' lisonjero
me honraste para gozalla?
D. Beltr. Si fué mentira de aquellos
que al Rey también engañaron,
y por honrarte padezco
la invidia que me han tenido,
los agravios que me han hecho,
¿cómo diré que es verdad,
pues en todo aqueste tiempo
que vivo pobre en Castilla,
en este injusto destierro,
sólo he tenido este paje?
D.^ Elvir. Todo lo que ha dicho es cierto,
porque yo sé donde está
doña Elvira, y daros puedo
testigos, que don Beltrán
no sabe sus pensamientos.
D. Juan. ¿Tú lo sabes?
D.^ Elvir. Yo lo sé.
D. Beltr. Pues alto, yo me prefiero
por muestra de mi lealtad
de acetar el casamiento
a doña Elvira.
Príncipe. No he visto
más honrados caballeros. —
¿Qué decís desto. Almirante?
Almiran. Generoso Rey don Pedro,
dad con estos dos amigos
a España y al mundo ejemplo.
Príncipe. Para probar tu lealtad,
don Juan, en este suceso,
te quise pedir tu dama;
oíd lo que os digo atentos :
Yo te vuelvo a tu Leonor,
de tu lealtad satisfecho,
y su hacienda, honor y casas
también a don Beltrán vuelvo ;
añadiendo para dote
de doña Elvira los pueblos,
villas, fuerzas y vasallos
de los traidores que huyeron.
D. Beltr. Sin más, si no pareciese...
D.^ Elvir. Detente, que ya parezco.
D. Beltr. ¿Pues quién eres?
D.^ Elvira. Doña Elvira;
que aficionada a tus hechos,
sin que supieses quién era
te serví con tal silencio.
D. Beltr. ¿Que doña Elvira eres tú?
D.*^ Elvir. Sí, señor.
D. Beltr. ¡ Válgame el cielo !
638
MUDANZAS DE FORTUNA, Y SUCESOS DE DON BELTRAN DE ARAGÓN
En grande deuda te estoy,
pero pagote con esto.
Jordán. ¿ Guzmán era doña Elvira?
D.=^ Elvir. Jordán, por el parentesco
que habernos los dos tenido,
darte mil abrazos quiero.
Jordán. Guárdete el cielo mil años.
Príncipe. Caballeros, lo que os ruego
es que dos amigos tales
me recibáis por tercero.
D. Beltr. Tú serás honra de todos.
Príncipe. Abrazaos, (i)
Almiran. Aquí se da fin con esto.
AQUÍ DA FIN CON ESTO EL TERCERO ACTO DE LOS
SUCESOS DE DON BELTRÁN DE ARAGÓN.
(i) Sobra esta palabra.
LOS :v>/£TJEI^TOS "VI^OS
TRAGICOMEDIA FAMOSA
DE
LOPE DE VEGA CARPIÓ
DIRIGIDA AL
LICENCIADO SALUCIO DEL POYO
Lo que la antigíiedad llamaba llevar zasos a Sanios,
dice el adagio vulgar, hierro a Vizcaya. Esto es di-
rigir a V. m. una comedia, habiendo las muchas que
ha escrito adquirido tanto nombre, particularmente
La próspera y adversa fortuna del Condestable don
Ruy Lope::: de Avalos, qtie ni antes tuvieron ejem-
plo, ni después imitación. Del ingenio de V. m. de
6US letras y virtudes habla la fama, por el aplauso
común, y así sería mi alabanza añadir un arroyuelo pe-
queño a un mar océano. Resulta a V. m. de su mismo
grande ingenio una desdicha, que por la buena opinión
(¡ue tiene en esta corte, cualquiera comedia, de cu-
yo poeta no están satisfechos los autores, ilustra los
carteles con el nombre de V. m. Y como las más dellas,
por S'Cr de vtn cierto ignorante, son tan odiosas, per-
diera mucho de su crédito entre los que saben, si no
llegara a un tiempo mismo el agravio y el desenga-
ño en los que le estiman. Muchos años ha que V. m.
enseña a escribir ; no sé cómo le va agora de los que
se le oponen ; es cosa de gran donaire ver los nue-
vos cómicos venir a decir lo dicho, y querer que les
estén muy agradecidos de cosas que V. m. tiene
olvidadas ; por eso se dijo proverbialmente : Acta agis,
id est, nihil facit; así lo declara Cicerón en su libro De
amistad, y lo usurpó Terencio en los Adelphos. Donde
V. m. no está, todas las comedias de autor incóg-
nito son suyas; pero consuélese con que no siendo
en esta corte, a muchos ingenios de bien les sucede
lo mismo. Dos cosas tiene contra si este ejercicio :
la primera está dicha, la segunda los traslados, por-
que no hay cortesana que haya corrido a Italia, las
Indias, y la casa de Meca, que vuelva tan desfigu-
rada como una pobre comedia, que ha corrido por
aldeas, criados y hombres que viven de hurtarlas, y
de añadirlas. En esta parte he desconfiado de mu-
chos papeles mios, a quien yo llamo Pródigos, por-
que ni puedo vestirlos-, ni negarlos. Uno dellos es
esta comedia de Los muertos vivos, que nunca más
bien le vino este nombre ; y así suplico a V. m. que
muerta ya para mí, viva en su servicio, y a la som-
bra de su nombre, por lo que me debe de amor y re-
conocimiento en la amistad de tantos años. Dios guar-
de a V. m.
Su capellán y amigo.
Lope de Vega Carpió.
FIGURAS DE LA COMEDIA
Floriseo, Duque de Calabria.
ROSELIANO, su hijo.
Telefrido, su criado.
Roberto, Marqués de Catan ia.
Flaminia^ su hija.
Albania, sti dama.
CuRCio, secretario del Duque.
Armindo, sobrino del Marques.
Floripo, criado.
Hortensia, dama.
Tristán, su hermano.
Laurencio, su amigo.
DoRiSTO, jardinero.
FiNARDO, caballero.
Lavinio.
GiL.A, villana.
Dos Guardas.
Un Atameor.
Frondoso, villano.
Belardo, pastor.
Ergasto, pastor, (i)
REPRESENTÓLA VILLALBA
ACTO PRIMERO
{Sale Roseliano, armado, y en la mano un pedazo
de lanza de torneo, y Telefrido, su, criado.)
RosELiAx. A bien librar, Telefrido,
del torneo mal trazado
y a su pesar consentido,
basta salir escuchado
cuando no salga entendido.
En esto sólo consiste
la fuerza con que resiste
tanto mal el corazón,
(i) Entran además Riselo y Orsíndo.
640
LOS MUERTOS VIVOS
que publicar su pasión
es con lo que vive triste.
Telefrid. Bien has parecido en todo,
y en la noche la fortuna
te favorece de modo,
que has puesto sobre la luna
la fama del nombre godo.
Quiera el amor inhumano,
¡ oh, gallardo Roseliano !,
que este principio dichoso
tenga por fin ser esposo
de aquel ángel soberano ;
que su virtud y hermosura
merece tan alto nombre.
RosELiAX. ¿'Cómo tan alta ventura
puede caber en un hombre,
si en el bien tan poco dura?
■Pero, que sea o no sea,
como yo a Flaminia vea
para sustentarme basta,
que una hermosura tan casta
la ofende quien la desea.
Ten esa lanza rompida,
que si desde allí hasta aqui
ha sido de mí traída,
fué por sustentar ansí
la flaqueza de la vida.
Que en viéndola ansí me altera,
que hasta el movimiento pausa;
mas no es extraña quimera,
que con una misma causa
un corazón viva y muera.
Telefrid. Xo, señor, porque retrata
a la cera que sustenta
la vela y su luz remata,
que hacia arriba la alimenta
y vuelta al revés la mata.
Y ansí, no es mucho que el xer
esta gallarda mujer
te desmaye 3' te dé vida.
RoSELiAx. Sí, mas soy luz encendida,
que nunca deja de arder.
Si quisieran los romanos
aquel fuego nunca muerto
poner a sus dioses vanos,
en mí le hallaran más cierto,
sin abrasarles las manos.
Yo tengo fuego inmortal,
a la saJamandria igual;
vive en fuego el alma sola.
Telefrid. Desármate el peto y gola,
que temo que te haga mal.
que ha mucho que estás armado.
RosELiAN. Bien dices ; mas volver puedo
hasta el palenque embozado,
de adonde he venido, y quedo
fuertemente aprisionado.
No me desarmes aquí,
que allá me las quitarán.
Telefrid. ¿ Luego aquí te aguardo ?
ROSELIAN. Sí ;
porque si pasa Tristán
me avises.
Telefrid. Harélo ansí.
(l'asc Roseliano.)
Amor, no se engañaba el que decía
que eres monstruo engendrado de la tierra ;
que de los elementos eres guerra,
luz de la noche, escuridad del día.
Dios por temor, y rey por tiranía;
hijo de Marte, que la paz destierra,
y de una errada, porque siempre yerra,
vencida la razón de tu porfía.
No te ensalces en ver que te adoramos,
que de gentiles a temor sujetos
la muerte fué adorada por Dios fuerte.
Y ansí, como a la muerte, altar te damos,
que algunos dicen, viendo tus efetos,
que eres hijo del tiempo y de la muerte.
(Sale el Atambor con caja de guerra, y detrás dos
pajes con hachas encendidas, un padrino con itna
lan::a, y en ella un collar de oro, atado con un lis-
tón, y sale Armindo armado con v.n pedazo da
lan~a, y Floripo, su padrino.)
Floripo. ¿ No será de cortesía
que a la ventana llamemos?
Armindo. No, pues casi apunta el día,
antes al mundo daremos
una notable alegría.
Que a la ventana llamando
saldrá el sol antes al mundo,
que el sol que estaba esperando
esconderáse el segundo,
su curso eterno parando.
Y si no, volviendo atrás,
verán los indios dos días
que no los vieron jamás.
Floripo. No busques más fantasías
para encarecello más.
Pero la calle recorre,
no venga el competidor
que aquestas fronteras corre.
Armindo. Con luz, gente y atain])or,
ACTO PRIMERO
641
¿qué fama quieres que borre?
' Yo vengo deste torneo,
y llego públicamente
a ofrecer este trofeo,
premio desta dama ausente
y muestra de mi deseo.
Bien se puede el premio dar,
en una noche como ésta,
pues en público lugar
hizo el Marqués esta fiesta,
que Hortensia no quiso honrar.
Telefrid. El sobrino del Marqués
parece que se recata ;
voime y volveré después,
que de aqueste amor que trata
antes nos viene interés.
Es prima de Roseliano
la dama a quien trae el precio,
y que es casamiento es llano.
(Fase.)
Floripo. Yo, señor, temo aquel necio
que Hortensia adora, aunque en
mas no temes, como dices, [vano;
pues que tan público vienes,
porque a nadie escandalices.
Armindo. ¿Pues para qué me detienes,
si tú mismo te desdices?
Yo galán público soy,
y ansí este premio te doy. —
Toca, atambor, y despierta,
llegaré más a la puerta;
sepan que en la calle estoy.
(Tocan la caja y sale Hortensia al balcón.)
HoRTEX. ¡ Jesús ! ¿ Con tanto ruido ?
Armindo. A quien duerme como vos
todo necesario ha sido.
Gracias, mi señora, a Dios,
que habéis esta caja oído;
que según los vuestros cierra
el olvido que destierra
mi amor desos ojos claros,
es milagro despertaros
con una caja de guerra.
Sabed que toca a marchar
amor a mis pensamientos,
que os pretenden conquistar,
pero conquistan los vientos
y las rocas de la mar.
Va, por capitán perdido
el deseo que los guía
vil
sólo a rendirse a partido :
mirad qué guerra la mía,
pues os conquisto vencido.
Por alférez el cuidado,
sólo en ser vuestro pagado ;
que no va soldado aquí
que no sea contra mí :
mirad si voy bien guardado.
Por sargento y por despojos
van, señora, mis antojos,
y por cabo desta gente,
aquel primer accidente
con que puse en vos los ojos.
Es de aquesta compañía
pagador mi soledad;
y aunque marchan a porfía
y es necedad porfiar,
ésta es disculpa mía.
Va adelante la esperanza,
y sé que es espía perdida
del bien que sigue y no alcanza ;
y ansí viene a ser mi vida
el campo de la matanza.
HoRTEN. ¿ Cómo, Armindo valeroso,
de tantas armas armado,
■tan gallardo y belicoso,
tan caballero y soldado,
y viniendo vitorioso,
con tanta humildad os veo?
Armindo. Esto y más puede un deseo.
Y aunque es verdad que he vencido,
Vitoria sin honra ha sido,
pues fué sin vos el torneo ;
en el cual algunas damas
lucieron por faltar vos.
HoRTEN. ¿Lisonjas dices? No amas.
Armindo. Abrásenme, ¡ plegué a Dios !,
en el infierno mis llamas,
si se compara hermosura
ni discreción con la vuestra,
ni gloria con mi ventura,
cuando ese sol la luz muestra
y alegra mi noche obscura.
HoRTEN. ¿Y entre esas luces no había
alguna que en esta ausencia
hiciese esa noche día?
Armindo. No, que sin vuestra presencia
era imposible porfía;
que nadie tiene poder
sin el alba y sol divino,
mi bien, para amanecer.
Horten. ¿ Quién es, Armindo, el padrino ?
41
642
LOS MUERTOS VIVOS
Floripo.
HORTEN.
Floripo.
HORTEN.
Floripo.
HoRTEN.
Floripo.
Armindo.
HORTEN.
Armindo.
HoRTEN.
Armindo.
HORTEN.
Armindo.
HORTEN.
Armindo.
¿Quién, si no yo, podía ser?
¡ Ah, Floripo!, cómo ha ido?
Mal sin vos; pero, en efeto,
habernos por vos vencido
aquel gallardo sujeto
de vuestra ofensa y olvido.
¿ Que ha torneado Finardo ?
Y bizarro, así viváis.
¿Qué colores?
Oro y pardo.
Bien es que le conozcáis
por las señas de gallardo.
Antes por vuestro vencido;
que en competencias de amor
sabéis que de vos lo ha sido.
Vencer al competidor
es un glorioso partido.
Con él vine a tornear
y gánele este collar,
que os presento.
Huelgo del] o :
será argolla de mi cuello,
que por vos me quiero herrar.
Cuando le hierra el señor
es el esclavo culpado
de fugitivo y traidor.
Tan hermoso cuello herrado
mirad que es notable errpr.
Y hierro en el amor vuestro
que no le ha de haber confio,
que si en el rostro los muestro
es porque sois dueño mío
y yo soy esclavo vuestro.
Basta que lleve diamantes,
que son en obra y palabra
retrato de los amantes,
■que uno con otro se labra
en firmezas semejantes.
Adorne ese mármol bello
el oro y ellos, que dellos
icuál le queda más ignoro :
el cuello dellos y el oro,
o el oro y ellos del cuello.
¿ Qué divisa habéis sacado ?
Lleva, paje, esa tarjeta. —
Aquí traigo a Amor pintado
sobre el cíelo a quien sujeta,
y por letra: "No hay sagrado."
¿ Y Finardo ?
Un gran león.
Sí bien me acuerdo, a quien doma
Amor por yerro. a traición,
HORTEN.
Armindo.
que tirando a una paloma
le traspasó el corazón.
Mase el león pasado
de una flecha sobre un prado;
a la paloma, que huia,
y el niño Amor, que tenía
sin flecha el arco parado.
La letra, que Dios me acuerde,
decía: "En un campo verde
lo flaco amor perdonó
y lo fuerte derribó."
Tiempo gasta y pasos pierde.
Así lo dice el refrán.
(Salen Finardo, caballero; Lavinio, Riselo y Or-
siNDO, con rodelas, y embozados todos cuatro.)
Floripo. Ruido siento.
Finardo. Aquí están.
Lavinio. Hoy quedaremos vengados.
Armindo. ¿ Qué es esto ?
Floripo. Cuatro embozados
que la calle abajo van.
Las hachas corren los dos.
Armindo. Sigúelos.
HoKTEN, Todo eso pasa
en fiestas.
Armindo. Entraos.
HoRTEN. Adiós,
que sí es gente de mí casa
será por burlas con vos.
Armindo. Ya los dos vuelven aquí.
HoRTEN. Adiós, mi bien.
Armindo. El os guarde.
{Vasc Hortensia.)
Floripo. ¿Qué he de hacer?
Armindo. Estarte ansí.
Atambor. Yo soy un poco cobarde ;
hágase el campo sin mí.
{Vase el Atambor.)
Armindo. Caballeros, si el correr
las hachas fué por hacer
burla a mí fiesta, a la dama
de mi honor y de su fama,
no habrá que satisfacer.
Mas sí entre vosotros viene
alguno que le ha pesado
de saber que se entretiene
en escuchar mí cuidado,
porque envidia o amor tiene,
salga solo, que aquí estoy,
ACTO PRIMERO
643
o salgan dos, y dos miren.
FiNARDO. Annindo infame, yo soy:
Finardo soy, no te admiren
mis celos.
Armindo ¿Celos te doy?
¿ Pues cuándo, Finardo aleve,
me has visto favorecido,
que ansí la envidia te mueve?
Finardo. El que fué en burlas vencido,
bien es que las veras pruebe.
El collar que hoy me has ganado
yo sé que a Hortensia le has dado
y le has dicho que era mío;
para cobrarle confío
quitarte el que me has quitado.
Tú le presentas collar,
y j-o le he de presentar
el cuello de tu cabeza.
Armindo. Gran blasón de tu firmeza
si me la puedes quitar.
!Mas mira que vengo armado.
Finardo. El agravio es un acero
en el infierno templado.
Armindo. Pues sal, como caballero,
con sola tu espada al lado.
Que, ¡vive Dios!, de quitarme
gola, peto y espaldar,
y en un punto desarmarme.
Finardo. Xo vengo a desafiar,
vengo a matar y vengarme.
Defiéndete.
(Mete mano.)
Armindo. ¡ Oh, vil Finardo !
; Cuatro a dos ?
Finardo. A matar vengo;
esto pretendo, esto aguardo.
(Salen Roseliaxo, 3' Tristáx, metiendo mano.)
RosELiAN. Tristán, de saberlo tengo.
Tristán. ¿Piensas tú que me acobardo?
RosELiAN. Deteneos, caballeros,
que no es bien que cuatro a dos
queráis probar los aceros.
Lavinio. Si no os vais, llevaréis vos.
RosELiAN. ¿A mí, villanos groseros?
(Cae herido Armi'xdo, y prosigue Roseliano.)
Arrímate aquí, Tristán,
veamos cómo nos dan.
Tristán. Uno de los dos cayó.
RosELiAN. Ese quiero vengar yo;
cuatro por
Sigúelos.
él morirán.
Tristán.
Yo voy tras ellos.
(Huyen los cuatro y van tras ellos Roseliano y
Tristán.)
Floripo.
Armindo.
Floripo.
Armindo.
¿Hantc herido?
Estar armado
defenderme pude dellos.
¿ Conoces los que han llegado ?
No he podido conocellos.
Ponte en pie y vamos de aquí.
¿Tengo de irme sin saber
quién me ha defendido ansí?
(Vuekcn Roseliano y Tristán.)
RosELiAN. Tras ellos puede correr,
Tristán, el viento por mí.
Armindo. Quien de tal peligro escapa,
échese a esos pies.
RosELiAN. Yo os digo
que si la noche no tapa
su engaño a vuestro enemigo,
que no le cubra su capa.
Tristán. ¿ De qué suerte ?
RosELiAN. Como a toro
me la dejó, y traigo aquí.
Tristán. ¿ Sabes quién es?
Armindo. Xo lo ignoro.
RosELiAN. ¿ Por qué fué ?
Armindo. Celos le di
de cierta dama que adoro.
RosELiAN. ¿ Es caballero ?
Armindo. Sí es.
RosELiAN. Xo lo muestra.
Armindo. Está celoso.
RosELiAN. ¿ Quién sois ?
Armindo. Deudo del Marqués.
RosELiAN. Así, pues, será forzoso
que me arroje a vuestros pies.
Mas, ¿ cómo pongo en olvido
el saber si estáis herido?
Armindo. Defendióme estar armado,
que esta noche he torneado.
R0SELIAN. ¡ No poca ventura ha sido !
Armindo. Ya, señor, que bien sabéis
quién soy, pues aquí me habéis
vida por lo menos dado,
sepa yo quién me ha obligado.
RosELiAN. Eso no me lo mandéis.
Pero quedad satisfecho
que me huelgo sumamente
644
LOS MUERTOS VIVOS
Armindo.
roselian.
Armindo.
roselian.
Armindo.
roselian.
Armindo.
roselian.
Armindo.
roselian.
Armindo.
Roselian.
de haberos servicio heclio.
¿Hay algún inconveniente
de vuestro daño o provecho?
Tan grande, que os pesaría
deste favor que os he dado.
Fué tal vuestra cortesía
y tanto habéis obligado
con vuestra espada la mía,
que si mi tío el Marqués
con vos viniese, a ese lado
la pondré, y justo es,
pues me alzastes derribado
de mi enemigo a los pies.
El y yo sólo tenemos
en Italia un enemigo,
a quien tanto aborrecemos
cuanto es este mar testigo,
cuya agua en sangre volvemos.
Que si no nos dividiera
con ese poco de estrecho,
ya su tierra incendio fuera;
o la furia de su pecho
la nuestra en Troya volviera.
Que cuando este que aquí digo
fuérades vos, vive Dios,
de no ser vuestro enemigo,
sino de amaros a vos
como a verdadero amigo.
Porque tan hidalga espada
y en mi defensa movida
en ocasión tan honrada,
no ha de ser aborrecida,
sino por extremo amada.
Oídme aquí.
Deso gusto.
¿ No es el duque Floriseo
el que os da tanto disgusto?
Pagárnosle el mal deseo,
y viene la paga al justo.
Pues su hijo soy.
¿Su hijo?
En Catania enamorado
vengo a ver el regocijo,
y esta noche he torneado.
¡Basta, el alma me lo dijo!
Hoy, porque adoro, me embarco,
siendo mi deseo el barco,
remos del amor las flechas;
árbol, velas, cuerdas hechas
de las alas y del arco.
Si con aquesto he cumplido,
dadme licencia, señor,
que en haberos defendido
no os ha obligado mi amor
como en lo que habéis oído.
Armindo. Eso no, que el que yo os tengo
y la palabra jurada
poco harán si no os detengo.
RosELiA'N. Larga es, señor, la jornada,
y por eso la prevengo.
Armindo. No, por Dios, que, como digo,
ya que os tengo por amigo
quiero a mi casa llevaros,
donde pienso regalaros.
Roselian. Si no es mi muerte y castigo.
Porque si el Marqués lo sabe
es muy cierto que mi vida
entre sus manos acabe;
ésta, de vos defendida,
será del secreto llave.
Armindo. Venid a holgaros conmigo.
Roselian. Caballero soy y amigo. —
¿Qué te parece, Tristán? (-^p.)
Tristán. Que son necios los que van
a casa de su enemigo.
(Vanse ; sale Flaminia y Albania, y Doristo, jardi'
ñero, con unas flores.)
Doristo. Tome vuestra señoría
estas flores, y del pecho
la voluntad que le han hecho.
FiAMiNiA. ¡Qué hermosura, Albania mía!
Doristo. Grosero fué, como el dueño,
el ramillete, a la fe,
y es que de prisa le até
y algo vencido de sueño.
Que a saber yo que bajara
al jardín aquesta fiesta,
de azahar colmara una cesta
que Albania al hombro llevara.
Este es clavel carmesí,
lirio es aqueste morado,
narciso el blanco y dorado
y éste pajizo alelí.
Este jazmín y violeta,
ésta azucena suave
y ésta deste olor tan grave
es la divina mOsqueta.
Este es trébol de tres hojas,
y estos que de fuera están,
mirto, murta y arrayán,
contra amorosas congojas.
Pensé se llama esta flor,
espuela esta azul temprana,
ACTO PRIMERO
645
Fl.vmima.
DORISTO.
Flaminia.
DORISTO.
Flaminia.
DORISTO.
Flaminia.
DOKISTO.
Flaminia,
DORISTO.
y esta blanca es valeriana,
muy devota del amor.
¿Por qué del amor la llaman?
Siémbranla amantes, por ver
el bien o el mal proceder
de la persona que aman.
Yo, por Dios, que para mí
es todo borrachería,
que el enojo de la mía
nunca le conozco ansi.
¿Lu-ego estás enamorado?
Hasta los tuétanos mismos,
que puede a dos mil abismos
prestar fueso mi cuidado.
¿Que tú sabes qué es amor?
¡ Arre allá, por vida mía !
Perdone su señoría
el lenguaje labrador,
que el natural lo ha causado.
¿Que has amado?
Amo y amé.
¿Qué es amor?
Yo os lo diré.
Puesto que no soy letrado ;
porque algunos mentecatos
que han estudiado latín
piensan que el hombre es rocín,
siendo ellos bestias a ratos,
que no está el entendimiento
sólo en el ser bachiller,
que en alguno he visto yo hacer
lo que no hiciera un jumento.
Vuelto al propósito, pues,
digo que es amor im todo
que abarca el mundo de modo
que tiene el mundo a sus pies.
Es un deseo nacido
de la causa que engendró
la hermosura que se vio.
o que (i) entró por el oído.
Es un pretender juntarse
Pedro a Juana, Antón a Inés,
y un procurarse después
gozándose retratarse.
Es un preso que nos lleva
al centro de lo que amamos,
donde sólo descansamos,
sin que otro interés nos mueva.
Es amor un avariento
(i) En el original: "porque''^ por errata; en el
ms. está bien.
que de sí mismo se gasta,
y teniendo lo que basta
por tener más bebe el viento.
Es amor una pelea
de la razón y el sentido,
y un peligro conocido
que se busca y se desea.
Es amor tema en que da
la voluntal sin provecho,
por quien el alma del pecho
en ajeno cuerpo está.
Un desasosiego eterno
escrito siempre en la cara,
infierno que en gloria para,
gloria que para en infierno.
Es una correspondencia
de estrellas del nacimiento,
y un trato y conocimiento
que nace de la asistencia.
Y porque sale el compás
del punto de labrador,
digo que es sarna el amor,
que rascando crece más.
Flaminia. ¡ Notable definición !
Albania. Es aqueste amor profundo
todas las cosas del munao,
y ellas todas amor son.
Flaminia. ¡ Ay, Albania !
Albania. ¿ Cómo es eso ?
¿Tú suspiraste?
Flaminia. Sí, amiga.
Albania. ■ ¿ Amor te obliga ?
Flaminia. Y me obliga
a amar y perder el seso. —
Doristo.
DoRisTO. Señora.
Flaminia. Parte,
y alguna fruta nos coge.
(Vase Doristo.)
^^bania. ¿Bueno es que el amor te enoje
y que no me dieses parte?
Flaminia. Hasta agora amor no ha estado
conmigo tan riguroso
que me haya sido forzoso
haberlo comunicado.
Niño amor, no fué importante
decirte que le tenía;
agora sí, Albania mía,
que ha llegado a ser gigante.
Yo quiero, y quiero de suerte,
que el sujeto de mi amor
646
LOS MUERTOS VIVOS
es la desdicha mayor
que ha de llevarme a la muerte.
Bien que a las veces conmigo
que es este mi amor recelo
como no lo pide el cielo,
porque quiero a mi enemigo.
Aquí, Albania, disfrazado,
me ha mirado un caballero
con cuidado un año entero,
ocasión de mi cuidado.
Fué deste cuidado el pebo;
porque yo le resistía;
porque luego que le vía
volvía a salir de nuevo, (i)
Tan de veras, que el cruel
amor no tiene licencia
mayor que la resistencia,
porque hace pensar en él.
Llegó amor con fuerza escasa
a estar en mi pensamiento,
dile en él acogimiento,
y quedóse con la casa.
Ya no hablaba con el gusto
que solía, y si me hablaban
en mi suspensión notaban
la razón de mi disgusto.
Paró aquesto en no dormir,
y cuando ya vio mi honor
la desvergüenza de amor
comenzólo a resistir.
No salí en im mes a ver
aquel hombre, y cierto día
me engañó una celosía,
celos debieron de ser.
Miré por ella, y le vi
tan flaco y de tal presencia,
que conocí que mi ausencia
le había tratado ansí.
Luego que él me vio, encendido
de un nuevo placer lloró,
y con un lienzo cubrió
rostro y lágrimas, corrido.
Yo, si dcsto no te espantas,
que las vi, de amor vencida
pagúeselas) por tu vida,
con tierno amor otras tantas.
Y apenas él la cortina
del lienzo quitó a los ojos,
cuando aplaqué sus enojos
Albania.
Flaminia.
(i) Esta redondilla está defectuosa; pero no sa-
bemos cómo enmendarla.
Albania.
Flaminia.
Albania.
Flaminia,
Albania.
Flaminia.
Albania.
Flaminia.
con la mayor medicina :
la celosía corrí
y un lienzo caer dejé,
con que las suyas limpié
y mis lágrimas le di.
Besóle y fuese con él,
aumentando mi deseo;
hizo el Marqués el torneo,
y cifróse el mundo en él.
^'estíme con mil enojos,
y estando triste en la sala
entró con no vista gala,
atado el lienzo en los ojos.
Parecióme que era el mío,
que nunca en esta pasión
el pulso del corazón
da consonancia en vacío.
Miré la empresa, y noté
que en un campo un sol traía,
cuya humedad le debía,
y que esta la letra fué :
"Sol la hace y sol la seca",
donde vi que era por mí,
que ocasión y lienzo di
al llanto, que en gloria trueca.
Que si por rní lloró tanto
y, cual sol, su humor sequé,
también fui sol que enjugué
con A'ista }• lienzo su llanto.
¡ Discreto mote !
¡ Extremado !
Mas poco duró el placer,
que amor no suele tener
placer que no sea prestado.
Púdose llegar a mí,
donde, temblando, me habló,
y con hablar me mató.
¿Supiste quién era?
que desto me aflijo tanto.
¿Pues quién es?
Del Duque es hijo
de Calabria.
¡ El regocijo
me has vuelto, señora, en llanto I
¿Del Duque?
Del Duque, pues.
¿Que es su hijo?
Es el que digo;
que por mortal enemigo
tiene mi padre el Marqués.
ACTO PRIMERO
647
(Sale DoRiSTO con una cesta de fruta.)
Albania. ¿ Qué harás ?
Flaminia. j Morir !
DoRiSTO. Si he tardado,
podéis perdonar, señora,
que este oficio es del aurora,
cuando muestra el rostro helado;
la fruta entonces lo está,
y linda cosa es cogella,
porque el alba la flor bella
nueva hermosura le da.
Lleva aqueste canastillo
roja guinda y verde pera;
la cermeña como cera
y el no maduro membrillo.
Lleva la almendra vestida
de mezcla, y la nuez de verde,
serba que la fuerza pierde,
cereza en sangre teñida.
Roja manzana, y traslado
de vuestra boca y mejillas,
y destas verdes orillas
agraz verdoso y morado.
Tomad, que si yo decía
que ha de cogerse a la aurora,
al medio día, señora,
hacéis que amanezca el día.
Flaminia. Quiero estas manillas darte
si a tu dama las ofreces.
DoRisTO. Harélo ansí. Bien pareces
hija de Alejandro o Marte.
Flamixia. Vente, Albania, por aquí.
Albania. Triste vas.
Flaminia. ¿ Pues hay consuelo
para mi mal ?
DoRiSTO. Guarde el cíelo
tus años.
Flaminia. ¡ Triste de mí !
(Vanse las dos, y queda Doristo solo.)
DoRISTO.
No tiene el hombre obligación forzosa
como servir a la mujer, que ha slao
a quien debe la vida que ha tenido,
y mucho más cuando es mujer hermosa.
No tiene el aire, el mar, el mundo, cosa
que para la mujer no haya nacido,
desde el oro en las minas escondido
hasta en los muros del jardín la rosa.
Si corre alguna fuente mujer dice;
mujer dicen los aires, y están llenas
las aves de su amor por estos ramos.
¡ Maldiga Dios, amén, quien las maldice,
que aun para contemplar a Dios son buenas,
si como sus milagros las miramos !
(Sale RosELiANO v Telefrido, en hábito
de soldados.)
roselian.
Telefrid.
Roselian.
Doristo.
Roselian.
Telefrid.
Roselian.
Doristo.
Roselian.
Doristo.
Roselian.
Doristo.
Roselian.
Doristo.
Roselian.
Doristo.
Roselian.
Doristo.
Roselian.
Doristo.
Roselian.
Doristo.
Roselian.
Doristo.
Roselian.
Doristo.
Telefrid.
Otorga en todo conmigo.
A gran peligro te pones.
Ya es tarde para razones.
¡ Hola ! ¡ Aho, gente ! ¿ A quién digo ?
¿He de quitarme la honda
o ir allá con un lanzón ?
Aquí ha de entrar la invención.
¿Qué queréis que le responda?
A mí me deja con él.
Echa por allá en mal hora,
que aún anda aquí mi señora.
¿Guardas aqueste vergel?
De sus hortelanos soy.
¿Por adonde habéis entrado?
¡ Gracias a Dios que he llegado
y donde he nacido estoy !
Déjame, amigo, besar
esa tierra.
Alzaos del suelo,
que voto al sol que recelo
que me venís a engañar.
Déjame besar, amigo,
estas hierbas que pusieron
las manos que a mí me hicieron.
¡ Que os vais noramala, digo !
¡ Oh, maldiga Dios la guerra,
que ansí de vos me apartó,
y el traidor que me sacó
de mis padres y mi tierra. —
Dime, amigo : ¿ son difuntos
Florino y Rosana?
Ahí están,
en poder del sacristán,
más ha de dos años juntos.
¿Que murieron?
Ya murieron.
¡ Ay, mis padres !
; Padres ?
Sí.
¿ Cómo padres ?
Su hijo fui.
¿ Cómo, si a mí me parieron ?
¿A vos?
¡ A mí, juro a Dios ! ;
aunque no era tan barbado.
Sin duda el hombre es taimado.
648
LOS MUERTOS VIVOS
ROSELIAN.
DORISTO.
ROSELIAN.
DORISTO.
ROSELIAN.
DoRISTO.
ROSELIAN.
DORISTO.
ROSELIAN.
DORISTO.
ROSELIAN.
DORlSTO.
ROSELIAN.
DORISTO.
ROSELIAN.
DORI6TO.
ROSELIAN.
DORISTO.
Telefrid
roselian
¿Luego sois mi herm'ano vos?
¿Quién sois vos?
Soy Florino,
el que muchacho llevaron
los soldados que pasaron
a la conquista de Urbino.
¿Vos sois Florino?
Yo soy.
Yo no os conozco, aunque os vi.
Fuera de casa cumplí
diez años.
¡ Al diablo os doy :
Y agora vengo de allá
a ver mis padres y a vos.
¿ Engañáisme ?
j No, por Dios !
Pues alto, abrazadme ya.
Y si acaso sois ladrón,
creed que no rae hurtaréis
sino cabras diez y seis,
tres gabanes y un colchón.
Mas, ¿sabéis que he sospechado
que habéis las manillas visto?
¿Así recibes, Doristo,
tu hermano?
¡ Estáis tan barbado !
Nunca tuve en estos llanos
pariente mientras fui pobre,
y agora que es oro el cobre
salen parientes y hermanos.
No falta son que digáis
que este otro también lo es.
¿Yo hermano por interés?
¡ Qué lejos del caso estáis !
Si a heredar venís, por Dios,
que os diga lo que dejaron
nuestros padres, que finaron
de pestilencia los dos
estas hierbas hizo un año.
Que no quiero hacienda yo.
Un sayo el viejo dejó
de Londrino, muy buen paño ;
sino que fué de su abuelo,
y aun él lo heredó del suyo.
¡ Qué mal villano !
Yo arguyo
mi mal, y mi bien recelo.
Doristo. Dejó mi madre un monj
que cuarenta años había,
remendado como pía;
una artesa y un candil;
ima gentil espetera,
con un mortero y seis platos;
un mastín y cuaitro g-atos
y una burra paridera.
Y debían treinta reales
de unas tierras.
RosELiAN. Buenos son.
Doristo. Vino a casa un porquerón
por los bienes gananciales.
Sacó la burra...
RosELiAN. ¿ Lloráis r
Doristo. ¡ Heme con ella criado !
Hizo almoneda y mercado
della y lo que oyendo estáis,
Y pagados treinta reales
y costas, quedó una silla
con un pie y una costilla,
el mortero y dos varales.
Esto, hermano, se está ahí;
no quiera Dios que yo tome
vuestra hacienda.
Telefrid. No come
el pan de balde.
Roselian. Es asi. —
¡ Ay, Doristo. el que viniera
con aquesa confianza,
con qué engañada esperanza
parte de tu pan pidiera!
Yo traigo, gracias a Dios,
dos mil ducados, y aun más.
Doristo. Mas entiendo que hallarás,
Florino, una vaca o dos ;
cien ovejas y dos muías,
que creo se me olvidaba.
Telefrid. ¡ Qué villano !
Roselian. ¡ Cosa brava !
Telefrid. ¡ Me espanto que disimulas !
Roselian. Cuando ya rico me ves
me descubres esa historia.
Doristo. Soy muy flaco de memoria.
Roselian. Y yo de todo interés.
Ponte esta hermosa cadena
que compré en Roma por ti.
Doristo. Tendrásme cautivo ansí.
Roselian. Y esta sortija, que es buena.
Doristo. Parece, por Dios, que ya
te voy conociendo.
Rosell-vn. ¿Y cómo?
Doristo. Que del rostro indicios tomo
por los que el alma me da.
¿Es ésta fina?
Roselian. ¿Pues no?
Doristo. Ya te conozco del todo.
(Ap.)
ACTO PRIMERO
649
RosELiAX. Conocerás dése modo
quien nunca te conoció.
Tu hermano soy, por la prueba.
DoRiSTO. Tú lo dices, que, por Dios,
que yo entiendo que los dos
lo somos de Adán y Eva.
Vente a descansar la siesta.
RosELiAX. Hermano, mi intento es
no gastar este interés,
que tanta sangre me cuesta.
Quiero mudar este traje
y conservar lo ganado ;
mi padre no fué soldado,
ni le ha habido en mi linaje.
Yo quiero ser labrador
y casarme con mi igual,
que con este buen caudal
compraré hacienda y valor.
Estaráse este vestido
para que galán tú seas,
si acaso en toros deseas
salir al soto polido.
Labrador nací, no quiero
sino morir como digo. —
Vos, Telefrido, mi amigo,
camarada y compañero,
venidme a ver, que esta es
mi casa.
El tuyo es mi gusto.
Pues murió mi padre, es justo
morir sirviendo al Marqués.
Yo me voy, y volveré
a ver lo que me mandáis.
(Fase Telefrido.)
RosELiAX. Adiós.
DoRisTO. ¿Hermano, no entráis?
RosELiAN. ¡Plegué a Dios que con buen pie!
No más plumas, no más guerra ;
hoy vuelvo a ser hortelano.
DoEiSTO. Como hongo es este hermano (Ap.\
que ha nacido de la tierra.
(Vause, y sale Hortensia v Tristán.)
Hortensia.
Que no entre mi prima en la ciudad no es cosa
de tanta admiración. Tristán hermano;
pero en palacio es fiera espantosa.
Tristán.
Fiase de su dicha Roseliano.
Telefrid.
roselian.
Telefrid.
Hortensia.
Que enloquecen de Flaminia hermosa
los bellos ojos y la blanca mano.
¿ Señalóse, en ef eto, en el torneo ?
Tristán.
Por señalar el fin de su deseo.
Hortensia.
¿Quién fué el mantenedor?
Tristán.
Armindo el bravo ;
con nunca vista gala y bizarría
de oro y azul, y en la celada un pavo
que los cien ojos de Argos extendía:
"Comienzo en alto y en humilde acabo",
dice la letra que un cartón traía.
Entró galán, y fueron sus padrinos
Tebaldo, Alfredo, Horacio y Valdovinos.
Aventurero le siguió Finardo,
por divisa un león y una paloma,
el león herido del amor gallardo
y ella, que libremente el vuelo toma,
calzas y coselete de oro y pardo.
"Lo flaco deja amor, lo fuerte doma",
dice la letra, que un padrino lleva,
siéndolo el Conde de Arles y el de Teba.
De blanco solamente Roseliano,
con un lienzo los ojos encubiertos,
llevaba un sol, que la humedad de un llano
levantada a sus rayos encubiertos.
"Quien las saca, las seca", dice en vano
la divisa de casos tan inciertos.
Yo y Telefrido sus padrinos fuimos,
que vale este criado por dos primos.
Entró el marqués Lucindo de encarnado,
una culebra entre dos manos puesta:
"Invidia", dice en un cartel dorado,
"Está la gloria de mi bien opuesta".
Próspero entró con él, y de morado
Florando, el más gallardo desta fiesta:
era su empresa un águila sin miedo
mirando al sol; la letra dice: "Puedo".
Descubriéndose un carro en este punto,
sobre un caballo bla^jco entró la fama;
traían cuatro monstruos un difunto,
saliendo de las andas una llama.
El negro carro a los jueces junto,
alzóse el muerto, y dijo que a su dama
muerto agradaba y muerto pretendía
servirla, pues que vivo no podía.
Vino galán, como le viste, Armindo,
650
LOS MUERTOS VIVOS
sobrino del Marqués, y en la tarjeta
trajo pintado a Amor, hermoso y lindo,
sobre los cielos que su amor sujeta,
y luego un monte de Elicona y Pindó,
preciándose con ellos de poeta,
se descubrió con nueve musas solo,
y él entre Marte y el divino Apolo.
Uno le da la lanza, otro la pluma,
y él la pluma a la fama inmortal dando,
tomó la lanza a Marte ; siendo, en suma,
Enio en la pluma y en la lanza Orlando.
Descubriéndose un mar de blanca espuma,
dos delfines bellísimos nadando
■en una concha a don Dionís presentan,
y echando fuego el regocijo aumentan.
Por no cansarte, galas, invenciones,
fueron notables de una y otra gente,
gozando aquellas damas mil blasones,
porque estuviste de la fiesta ausente.
Y como siempre paran en quistiones,
la misma noche, de tu calle enfrente,
quisieron dar la muerte a Armindo cuatro :
destas tragedias sombras y el teatro.
Llegamos Roseliano y yo. y de suerte
le defendimos, que cobró la vida,
huyendo los ministros de su muerte
y no siendo persona conocida.
El, obligado a su dichosa suerte,
a su primo, con alma agradecida,
convida a sv posada, y él lo aceta,
y diciendo quién es, se le sujeta.
Hortensia.
¿Luego con él está?
Tristán.
Tanto ha podido
la pasión de Flaminia.
Hortensia.
Pites, hermano,
hoy le quiero ir a ver, por ver qué ha sido
la desesperación de Roseliano.
Tristán.
Yo parto a ver si hay coche apercebido,
que su remedio y vida está en tu mano.
Habla, Hortensia, a Flaminia, que el castigo
es bajeza tendido el enemigo.
(Vase)
Hortensia.
Si al rendido enemigo fué bajeza,
tirano amor, ejecutar castigo,
¿ qué te debe mi pecho, que conmigo
usas de tu vitoria sin nobleza?
Rendida estoy, confieso mi flaqueza;
a tu prisión mi libertad obligo,
no me defiendo, pues tu guerra sigo,
que no tiene defensa tu fiereza.
Amor, yo soy mujer; por lo que tienes
de ser hombre, aunque Dios piedad te venza,
que es vergüenza mayor a sangre y fuego ;
mas no acierto a pedir que el arco enfrenes,
que mal podrá tener miedo o vergüenza
quien ha tanto que está desnudo y ciego.
(J'^anse, y sale Flaminia y Albania.)
Flaminia. ¿ Cómo no es posible hablarte
en palacio sin temor?
Aquí vuelvo a declararte
de la historia de mi amor,
siendo la segunda parte.
Llégate, Albania, a esta fuente,
porque el son de su corriente
lágrimas y lengua mueva.
Albania. No hayas miedo que se atreva
si la de tus ojos siente.
Habla y descansa conmigo.
Flaminia. Es, pues, la parte segunda
de la historia que prosigo
muy lastimosa y profunda
en el bien de mi enemigo.
Y cuando, necesidad
en esta conformidad
obliga a entrar por sus puertas,
son las esperanzas muertas
y el vivir temeridad.
{Sale Roseliano con un azadón.)
Roseliano.
Amor, amor, un hábito vestí
con que parezco yo, mas no soy yo;
por ti mi entendimiento se perdió
y me ha dejado la razón por ti.
•Cuando contemplo lo que soy y fui,
pienso que i\x poder me transformó :
de todo lo mejor que Dios me dio
ya no ha quedado cosa buena en mí.
Mi ser perdiendo la memoria va,
que como mi discurso te entregué
del gusto la razón vencida está.
Soy labrador que el viento aré y sembré
en tierra que mis ojos riegan ya,
siendo la muerte el fruto de mi fe.
ACTO PRIMERO
651
(Sale DoRisTo.)
DORISTO.
ROSELIAN.
DoRISTO.
ROSELIAN.
DORISTO.
ROSELIAN.
DORISTO.
Flaminia.
DORISTO.
Flaminia.
DORISTO.
ROSELIAN.
DoRISTO.
ROSELIAX.
Albania.
DORISTO.
ROSELIAN.
Albania,
roselian.
Eso sí, con bendición
colgad, Florino, la espada
de dorada guarnición
y asid la encina manchada
del cabo del azadón.
Romped la tierra a placer,
que con el poder comer
lo que aquí habéis de sembrar;
que más vale aquí sudar
que no allá sangre verter.
¿Cómo va del nuevo oficio?
No me da mucha pereza,
que este roble es buen indicio,
porque la naturaleza
vuelve a su antiguo ejercicioi
Más quiero, por Dios, aquí
cavar esta tierra ansí
por una cebolla y pan,
que sufrir un capitán
soberbio y tirano en mí.
i Ah, pese a quien me parió !
¿Cómo?
Que está aquí mi ama.
¿Pues tengo la culpa yo?
i A fe que es hermosa dama !
No hay remedio, ya nos vio.
Hinca la rodilla en tierra.
¿ Quién es ?
Soy el hortelano;
Doristo soy.
Vete y cierra.
Y ése, ¿quién es?
Un mi hermano,
que ha venido de la guerra. —
Llega y la mano le besa.
¿Pues quién es?
Es la Marquesa.
¡ Ah, sí!, ¿la Marquesa es? —
Dadme, señora, los pies;
el cielo os haga duquesa.
No dijo mal el villano
si de Calabria dijera.
¡ Hola !, conozca a mi hermano.
No por lo que traigo afuera,
que es vestido pobre y llano.
El alma ha de conocer
que está en aqueste vestido.
El villano es bachiller.
Soldado, señora, he sido,
y he venido a pretender.
Flaminia. Buen hábito habéis tomado
para vuestra pretensión.
RosELiAN. Antes con éste he llegado,
a vista del galardón
que me tiene amor guardado.
Que si por éste no fuera
no hayáis miedo que él me viera; (i)
aqueste me trajo acá,
que el alma que dentro está
trae el aforro de fuera.
Yo juro que el azadón
cavando a enterrar alcanza
lo que siembra el corazón,
que es fruto que a mi esperanza
ha de dar la posesión.
Flaminia. ¿Qué sembráis?
RosELiAN. Lágrimas, luto
y deseos en tierra ajena.
Fl.\minia. ¿y esos qué dan por tributo?
Supuesto que siembran pena,
han de dar gloria por fruto.
Doristo. ¡ Valga el diablo tal hermano !
¿Qué es lo que dices, Florino?
Roselian. Soy soldado y cortesano,
que ante un rostro tan divino
no he de hablar como villano.
Flaminia. ¿De dónde sois?
Roselian. De aquí soy.
Flaminia. ¿Y cuándo venistes?
Roselian. Hoy.
Flaminia. ¿ Soldado sois ?
Roselian. De conquista.
Flaminia. ¿Qué conquistáis?
Roselian. Una vista.
Flaminia. ¿Y véisla?
Roselian. Viéndola estoy.
Flaminia. ¿Quién es?
Roselian. Fuego en que me quemo.
Flaminia. ¿Qué deseáis?
Roselian. Declararme.
Flaminia. ¿Sois conocido?
Roselian. Eso temo.
Flaminia. ¿Por qué?
Roselian. Porque han de matarme.
Flaminia. ¿Quieren os mal?
Roselian. , ¡ En extremo !
Flaminia. ¿Quién os aborrece?
Roselian. Un hombre.
Flaminia. ¿ Quién os ama ?
Roselian. Una mujer.
(i) En el ms. : "que le viera."
652
LOS MUERTOS VIVOS
Flaminia. ¿Cómo os llamáis?
RosELiAN. ¿ Yo ? Sin nombre.
Flaminia. Decilde.
RosELiAN. No puede ser.
Flaminia. ¿Por qué?
RosELiAN. Porque no os asombre.
Flaminia. ¿Sois gigante?
RosELiAN. Soy pequeño.
Flaminia. ¿Pues qué buscáis?
RosELiAN. A mi dueño.
Flaminia. Yo os conozco.
RosELiAN. Bien podéis.
DoRiSTO. Vos, a la fe, hermano, hacéis
por donde os den con un leño.
RosELiAN. Señora, como he pasado
tantas tierras y naciones
el tiempo que fui soldado,
en aquestas ocasiones
he cierta ciencia estudiado.
Alleg-ad, que yo os diré
algunas cosas que sé
por aquesa blanca mano.
(Apartándose a iin lado los dos y tomándole
RosELiANo la mano a Flaminia.)
DORISTO.
Albania.
DORISTO.
Albania.
DORISTO.
Albania.
DORISTO.
roselian.
Flaminia.
roselian.
DoRISTO.
Sin duda el hombre es villano ;
mano toma y danle pie. —
¿ Qué os parece, Albania hermosa,
de lo que quiere decir?
¿ Sábeslo tvi ?
Es cierta cosa
que dirá que ha de parir
y ser de un principe esposa.
Que la quiere un hombre bien,
aunque la muestre desdén.
¡ Oh, fuego en mí, que esto dice !
¿ Que éste es tu hermano ?
El lo dice.
¿Carnal?
De carne es también.
¿ Conocéisme?
¿ No sois vos
el hijo del Duque?
Paso,
no me descubráis, por Dios.
que pues esto por vos paso
no ha de salir de los dos.
Aunque si vos pretendéis
mi muerte, aquí de rodillas
os pido que me matéis.
(Arrodíllase.)
¡ Qué notables maravillas !
RosELiAN. Señora, aquí me tenéis.
Flaiminia. No sé, enemigo, qué os diga,
que hay grande peligro en esto.
Roselian, ¿Por qué, mi dulce enemiga?
DoRisTO. De rodillas se le ha puesto.
¿ Si le tienta la barriga ?
Que ella le preguntará
los hijos que ha de parir,
y él tanteándolo está.
Flaminia. Yo sólo os puedo decir
que os amo, enemigo, ya.
¿ Veis aquel tronco ?
Roselian. Sí, veo.
Flaminia. ¿Veis aquella puerta?
Roselian. Sí,
y que es de mi cielo creo.
Flaminia. Venid esta noche allí,
que hablaros largo deseo.
Y adiós.
Roselian. Id en buen hora.
(Vase Flaminia.)
que mi esperanza asegura
y trueca en gloria la pena.
Albania. La voz de Flaminia suena,
sigo mi norte y ventura.
(Vasc.)
DoRlSTQ. ¿Dices tú que parirá?
Roselian. La posesión del favor
que el alma esperando está,
bendito el fruto de amor
y la tierra que le da.
¡ Oh, soberana belleza !
DoRiSTO. i Grande mal se me endereza !
Roselian. ¡ Amor, tu ayuda me valga !
DoRiSTO. ¡Yo juro a Dios que yo salga
las manos en la cabeza!
ACTO SEGUNDO
(Salen Roseliano y Telei-rido.)
Telefrid. ¿ Que te ha puesto en tal estado
la que nunca está segura?
Roselian. Ningún mortal ha llegado
en brazos de su ventura
adonde me ha levantado.
Telefrid. Tan alto estás, que a sus brazos
han llegado tus abrazos?
Roselian. No dudo que si cayese
de adonde estoy, que me hiciese
ACTO SEGUNDO
653
Telefrid.
ROSELIAN.
Telefrid.
roselian.
Telefrid.
roselian.
Telefrid.
roselian.
antes del cielo pedazos.
Los amantes todos van
más altos que el pensamiento,
y así sobre el cielo están,
y es que viven en el viento
y al aire esperanzas dan.
Allá tendrás la razón
de tu loca pretcnsión.
¿El viento dices que alcanza?
Pues ya pasó de esperanza,
que ha llegado a posesión.
¿A posesión?
Es sin duda.
Cuéntame el caso.
Sí haré;
diré una verdad desnuda,
porque veas que una íe
hielos qu€ma y montes muda.
De su imposible lo creo.
No hay imposible deseo,
que la fe lo vence todo.
Oye, y verás de qué modo
tan alta gloria poseo.
En este rústico traje
con que jardinero he sido
destas flores que me escuchan
)' destas murtas y mirtos,
destas a quien dan mis ojos
COJTK» el aurora rocío,
que antes della a llorar salgo
y con el sol me despido.
Destas fuentes, que mil veces
han murmurado conmigo
las ausencias de aquel ángel
si faltaba deste sitio.
Destos laureles que fueron
brazos de Daphnes altivos
destos fresnos acopados
y destos olmos sombríos.
La primera vez que pude
hablé a Flaminia atrevido,
que el amor que no se atreve
no cumple bien con su oficio.
Represéntele mi amor
con lágrimas y suspiros,
y vi del suyo la fuerza
en unos ojos divinos.
Dióme licencia de hablarla
por un pequeño postigo
que del palacio a la huerta
sale por estos alisos.
Vino la noche, callada
con sus temerosos hijos;
la sombra, el hurto y el sueño,
y fuese el sol a los indios.
Yo entonces, como las aves
que van dejando sus nidos,
porque aborrecen la luz,
su escuro manto bendigo.
Dejo mi rústico traje;
armas y galas me visto,
y aguardo a que el ángel abra
la puerta del paraíso.
¿ No has visto el alba, que rompe
de la noche el manto frío ?
¿No has visto el sol, que tras ella
muestra sus cabellos rizos?
Pues desa manera veo,
con ojos del cuerpo indignos,
a Albania y luego a Flaminia,
alba y sol y cielos míos.
Lo que allí pasó entretanto,
que las puntas de los riscos
de blanca luz se bordaron,
¿ cómo es posible decirlo ?
No le enoja tanto el día,
entre nubes de zafiros,
al preso que está esperando
imorir por algún delito,
como a mí, que la perdí
cuando el sol a verla vino,
aunque salí de sus ojos
de mil esperanzas rico,
partí tan loco de ver
tan presto de mi edificio
las torres entre las nubes,
que me espanto cómo vivo.
Todo aquel día pasé
retirado yo en mí mismo,
bien que a ratos discurriendo,
que mis secretos testigos,
fuentes, árboles y flores,
salvias, violetas, lantiscos,
retamas, rosas, mosquetas,
jazmíries, claveles, lirios,
eran a quien j^o decía
¿habéis por ventura visto
algún hombre más dichoso
en la orilla destos ríos?
Respondedme, hermosas plantas ;
habladme, cristales limpios;
haced vuestros ojos lenguas
y vuestras aguas oídos.
Llegó otra vez a mis ojos
654
LOS MUERTOS VIVOS
la noche, y el día, prolijo,
huyendo fué de su sombra,
de su tiniebla ofendido.
Volví a mi huerta, y hallé
sólo a mí bien, que me dijo :
"i Qué largas horas, esposo,
para sin vos y conmigo!"
Lloré de tierno, y besando
sus blancas manos, escribo
con mis lágrimas en ellas
la fe de ser su marido.
Y imprimiéronse en su nieve
de tal suerte, que imagino,
aunque eran de agua, que el tiempo
no las borre en muchos siglos.
Así han pasado los días
que en este jardín me has visto,
donde no ha pasado noche
sin los favores que digo.
Ella afirma que es mi esposa,
yo que soy su esposo afirmo,
aunque pese a nuestros padres,
que han sido siempre enemigos.
No es ésta de las mujeres
que tienen la fe de olvido,
el blanco pecho de cera
y la firmeza de vidrio;
y aunque es juntar elementos
hacer a los dos amigos,
quizá lo serán los padres
por la amistad de los hijos.
Telefrid. ¡ Admirado estoy I
RosELiAX. Bien puedes,
Telefrido, estar suspenso,
y es muy justo que lo quedes
de saber que el cielo inmenso
me ha hecho tantas mercedes.
De Flaminia esposo soy.
Telefrid. ¡ Notable ha sido la traza !
RosELiAN. Gente suena.
Telefrid. Yo me voy.
RosELiAN. Si el ^Marqués saliese a caza,
seguro esta noche estoy.
{Vase Telefrido, v salen el Marqués y Armin-
DO, su sobrino.)
Marqués.
Que hayas disimulado estoy corrido
lo que la sangre del honor me toca.
Armindo.
Parecióme, señor, más noble término
tomar yo por mis manos la venganza.
AIaroués.
¿Que Finardo, sobrino, se atreviese
a poner, como aleve temerario,
las suyas en mi sangre?
Armindo.
Si algo puede
la que tengo de ti con los servicios
que te ofrecí desde mis tiernos años,
te suplico, señor, que no castigues
la celosa locura de Finardo,
i que amor exento vive de castigo
por la disculpa que consigo trae.
I ]\Iaroués.
I
Por lo menos no excuso su destierro.
Armindo.
En eso, gran señor, harás tu gusto;
y pues el tuyo es ir agora a caza,
en ella trataremos con espacio
lo que te pareciere conveniente
para excusar escándalo en tu corte,
que )'a conoces mi humildad.
Marqués.
Conozco
que correspondes a tu heroico padre
y al generoso tronco de que vienes.
Y aunque es verdad, sobrino, que esta caza
la intento por mi gusto, como dices,
nace de declararte mis propósitos,
que es la ocasión que a soledad me lleva
la confusión huyendo de la corte
la carga del gobierno, y los negocios,
que no me dan lugar sin esta excusa.
Y porque ya -llevemos los principios,
mientras la gente de la caza llega
a la puerta del parque, estáme atento,
y mira si hay alguno que me escuche.
Armindo.
Aquí está solamente un hortelano
igualando las murtas destos cuadros;
hablar podrás, señor, que es hombre rústico,
y solamente a su trabajo atento.
Marqués.
Sobrino, yo estoy viejo, y mis negocios
me quitan la salud a toda priesa;
ningún mortal de cuantos hizo el cielo
sabe la hora, si él no se la dice,
en que le ha de llevar a su juicio
a ser señor y príncipe cristiano.
ACTO SEGUNDO
655
de no cuidar de sucesión, y quiero
que sea breve el responderme en esto,
porque la remisión daña al bien público.
ROSELIANO.
¡Válgame Dios!, ¿qué es esto que se trata?
¡ Ay, viento, no me impidas que lo escuche,
antes me trac, como fiel amigo,
a mis oídos las razones todas !
Armixdo.
Señor, si a tu divino entendimiento
y los discursos del gobierno tuyo
quisiera comparar antiguos príncipes,
dijera que eras un Pompilio nuevo,
un famoso Catón y un gran Licurgo.
A tu cristiano pecho es conveniente
pensar en lo que importa a tus estados,
dejar quien los gobierne y te parezca,
agradezco el secreto que me encargas
y el tratar tus negocios con mi pecho.
]\Iaroués.
¿A quién mejor que a ti puedo fiarlos?
Y para que conozcas que en el mío
no hay cosa que más prive, estáme atento.
Yo no tengo más hija que Flaminia,
hermosa, aunque lo diga como padre,
y virtuosa por igual extremo ;
ésta me piden en Italia y Francia
mil príncipes diversos, mil señores,
y aunque pudiera darme estado alguno,
mejor es que no salga de mi sangre,
habiendo de mi sangre tu persona,
en quien Flaminia tenga esposo y primo
y yo sobrino y yerno, a quien soy padre.
Esto me pide amor; ti'i eres mi hijo;
yo te he querido, hereda mis estados
y goza de Flaminia ?argo tiempo.
(Hinca la rodilla.)
Armindo.
Dame esos generosos pies ilustres
por tan alta merced, príncipe heroico.
Marqués.
Alza del suelo,
Armindo.
De éste me levantas
al cielo de tus méritos, haciendo
eterno el gran valor de tu hechura.
¿Posible es que me elijas por tu hijo?
¿Posible es que Flaminia es ya mi esposa?
jMarqués.
Yo soy quien gana en esto honra y provecho.
ROSELIANO.
¡ Y yo quien pierdo en esto vida y alma !
¡ INIisero yo ! ¿ Qué cobardía es ésta ?
¿Cómo no me atravieso este vil pecho?
Marqués.
La gente llega al coche y los caballos;
el día es pardo ; allá tendré la noche
y podremos hablar de los conciertos.
Armindo.
Sabes que en todo soy hechura tuya.
Marqués.
Quiero a lo menos que mi honor conozcas.
{Vausc, y queda Rcseliano.)
RosELiAN. ¿A qué más puede llegar
mi desventura importuna ?
¡Ay, Dios!, ¿cómo la fortuna
no sabe en el bien parar?
Tras un encuentro un azar,
que el amor es como el dado,
con el bien y el mal pintado :
estaba en el bien, volvióse
la suerte al mal, y perdióse
todo el favor conquistado.
Ya mi Blaminia se casa
con su primo y con mi amigo.
¡ Oh, qué mal un enemigo
será dueño de una casa !
Cometa es el bien, que pasa ;
encendido brevemente,
el mal dura eternamente ;
y de tal manera dura,
que la muerte no procura
acabar al que le siente.
Fuentes, a quien dije el bien,
cuando fué mi bien igual,
oíd agora mí mal
y acompañadme también. ..
Jardines y tierra, en quien
sembré esperanza y favor,
vuestro triste labrador
con mal tiempo se ha perdido,
pues habiendo abril llovido
le seca mi vida en flor.
Quien se tiene por seguro
poco en los bienes advierte,
porque no hay contra la muerte
torre, defensa ni muro;
656
LOS MUERTOS VIVOS
cielo claro y cielo obscuro
van haciendo noche y día.
¡ Oh, si la ventura mía
tras esta noche trajese
otro sol, que al alma diese
cierta señal de alegría !
(Sale Hortensia.)
HoRTEN. En extremo agradecida
a Flaminia, que me ha dado
relación de su cuidado,
vengo a saber de tu vida,
primo mío.
RosELiAN. ¿Qué me quieres?
IIoRTEX. ¿Pues cómo ansí me recibes,
Roseliano? ¿Triste vives
si te adora por quien mueres?
Hazte escaso del secreto
que me ha dicho a quien le toca :
sella, callando tu boca,
muy a lo amante discreto.
Calla el bien, a lo fiel,
a quien ya sabe tu mal;
mira que para señal
me ha dado aqueste papel.
RosELi.\N. ¡ Ay, Hortensia, haz cuenta ya
que es sentencia de mi muerte
ese papel, que mi suerte
notificándome está.
No pongo duda en tu fe
ni te recibo sin gusto,
que sólo me da disgusto
la triste nueva que sé.
Hoy Flaminia se ha casado.
HoRTEN. Contigo debe de ser,
que tu lengua y su placer
ahora me lo han jurado.
RosELiAN. ¡ Ay, que no, que si eso fuera
era vicioso el quejarme !
¡ Hoy quiero desesperarme,
amor me manda que muera !
Y pues supiste mi gloria,
que ha durado como ajena,
oye, Hortensia, de mi pena
una breve 3^ triste historia.
Cavando estaba el jardín
y estas murtas afeitaba,
cuya esperanza aumentaba
dando a mi esperanza fin,
cuando Armindo y el IMarqués,
no llegando los caballos,
midieron, por esperallos.
Hurten,
roseliax.
IIORTEX.
estas carreras a pie.
Trataron del sucesor
que ha de tener el estado,
y entonces, con más cuidado,
quise escuchar mi dolor.
Comenzaron a escoger
marido con quien casar
a Flaminia, y emplear
al estado y tal mujer.
j Oh, cuan en vano se que j a
de la muerte nuestra vida
si, por dicha, divertida
mozos corta y viejos deja!
Porque yo, con los favores
que Armindo en esto te daba,
por cortar hojas, cortaba
los cogollos de las flores.
Fué resolución postrera,
que aquí el espíritu rindo,
casar con Flaminia a Armindo.
¡ Jesús !
¿ Qué es lo que te altera ?
Ya que le han de dar marido,
¿hay quién más méritos tenga
ni a quien más justo le venga?
¡ Mi muerte ha sido mi oído !
Por él mi muerte es notoria,
por él se ha entrado derecha,
siendo tus palabras flecha,
hierba y veneno tu historia ;
que el hierro untado con ella
me ha llegado al corazón
en la más fuerte ocasión
y con la causa más bella.
Haz cuenta que ha sido un tiro
con que a los dos nos han muerto;
nuestro mal de un golpe es cierto ;
por lo que lloras suspiro.
Si tú a Flaminia quisiste,
a Armindo 3-0 que ha quebrado
la palabra que me ha dado
3^ la que tú recebiste.
Galeras en nuestra afrenta
nos dio esta muerte, por Dios,
pues acabamos los dos
en una misma tormenta.
Hoy hace fin una suerte
nuestro amor, siendo infinito;
1103-, por un mismo delito,
nos condenan a la muerte.
Hoy los dos habernos sido
en esta amarga ocasión
ACTO SEGUNDO
657
las columnas de Sansón,
que hemos de un golpe caído.
Hoy flores que abrasó el hielo,
hoy álamo y yedra fuimos,
que al suelo juntos venimos
de un rayo mismo del cielo.
Y porque se nos acuerde,
hoy somos 'licor y vaso,
que si se quiebran acaso
uno con otro se pierde.
En fin, en desdicha igual
a entrambos iguala el cielo,
para que te den consuelo
los compañeros del mal.
RosELiAX- ¿ Es posible que en el mío
se pueda hallar compañía?
¡ Ay, Hortensia ! ¡ Ay, prima mía,
que en vano hablar te porfío !
Que si tengo de sentir
los dos por obligación,
mayores mis males son
y más seguro el morir.
Vuelve a Flaminia, y dirás
esto que* ves, y procura
que esta común desventura
no vaya adelante más ;
que, pues la noche se cierra,
presto con ella estaré.
HoRTEX. Yo presumo que -su fe
no tiene igual en la tierra.
Pero palabra te doy
de no salir de palacio,
Roseliano, en el espacio
que en este peligro estoy.
Xo me digas de tu parte
cosa ninguna este día,
pues sabes que por la mía
procuraré remediarte.
¿Que Armindo dijo que sí?
RosELi.^N". Por tal estado y mujer,
¿qué pudiera responder,
no estando fuera de ti ?
Ve, por Dios, que si amor puede
lo que todos dicen del,
no hayas miedo que el cruel
con sobrino y yerno quede.
Todos hemos de morir,
o a Flaminia he de gozar.
HoRTEX. Ahora bien : quiérola hablar.
RosELiAX. Esto le puedes decir. —
(Vase Hortensia.)
Vil
Jamás toda la luna está serena
ni pasa el sol su curso sin nublado;
no está siempre contento el engañado
ni libre de la mar la atada entena.
No canta alegre siempre Filomena
ni está vestido de verdura el prado ;
no siempre coge fruto el que ha sembrado,
el rico está sin mal, el Rey sin pena.
No corre el tiempo sin mudanza alguna;
detiene el ave alguna vez su vuelo;
el más alegre ha de tener tristeza ;
ni siempre está de un rostro la fortuna,
ni siempre en Libia hay sol, ni en Scitia hielo,
calma en el mar y en el amor firmeza.
(^Vanse.)
(Salen FiNARDO, Lavíxio y Doristo.)
DoRiSTO. Tal atrevimiento ha sido,
que de mí quedo espantado.
¿ Cómo, con Aboces que he dado,
estos muros no he rompido?
¿Vos entrar en el jardín?
FiNARDO. Doristo, el amor me abona;
si sabes lo que es, perdona,
o apercíbete a tu fin.
i Vive Dios, que si una voz
te sale acaso del pecho,
que tras ella entre derecho
tu muerte y mi filo atroz !
Yo vengo determinado ,
no me repliques razón ;
ya sabes la obligación
de un hombre precipitado.
Doristo. ¡ Por Dios, así me podéis
matar con un arcabuz,
o meter de punta a cruz
ésa tres veces a seis,
como no deje, entretanto
de hablar ! Por eso, volveos.
{Mete mano Fixardo a la espada.)
FixARDo. ¡ Desvíate !
Doristo. ¡ Deteneos,
que no lo digo por tanto !
FiNARDO. ¿ Hablarás ?
Doristo. Escucha, advierte...
Fixardo. ¡ Di presto !
DoRisfo. • ¡ Digo que no ;
pesar de quien me parió,
que es ver el rostro a la muerte !
Lavixio. ¿Es muy fea?
Doristo. Yo os prometo
42
658
LOS MUERTOS VIVOS
que lo es tanto, que al más loco
le hace detener un poco,
y más que un poco al discrero.
¿Qué es lo que queréis aquí,
que a todo os quiero ayudar?
FiNARDO. Por estas rejas hablar
una dama.
DoRiSTO. ¿ Dama ?
FlNARDO. Sí.
DoRisTo. ¿Quién es?
FiNARDO. Hortensia se llama ;
que hoy vino a ver la Marquesa.
DoRiSTO. ¿ Quiéresla bien?
FiNARDO, Es empresa
que me cuesta vida y fama.
DoRiSTO. ¿ Sabe ella que estáis aquí ?
FixARDO. Vete, Doristo, a acostar,
que yo sabré negociar
esto que ane importa a mí.
Doristo. No habrá más que hablar.
FiNARDO. Y aun eso
no sé yo cómo ha de ser.
Doristo. No dejéis, por Dios, perder
en este peligro el seso.
Antes que el alba matice
con aljófar estas flores
y canten los ruiseñores
las quejas que el mundo dice,
salid del jardín.
FiNARDO. Sí haré.
Doristo. Pues adiós.
L.-wiNio. ¡ El hombre es fino !
Doristo. No piséis el lechuguino,
echad por de fuera el pie.
Lavinio. Dale a este hombre alguna cosa,
que el dar cuanto quiere halla.
FiKARDO. Aquí traigo de mi hermana
una sortija famosa. —
Doristo.
Doristo. Echad por la loma.
FiNARDO. Tomad.
Doristo. No, no, señor.
Lavinio. Basta, que es como el doctor,
que no lo quiere y lo toma.
Dqristo. Ahora yo voy acostarme;
hablad la noche y el día,
y todo el año.
FixARDO. Querría
desta sola aprovecharme. —
(Vasc Doristo.)
; Fuese el villano ?
Lavinio.
FlNARDO.
Lavinio.
FlNARDO.
Lavinio.
FlNARDO.
Lavinio.
FlNARDO.
Lavinio.
FlNARDO.
Lavinio.
Ya es ido.
¿ Cómo y por dónde podré
subir?
Si te doy el pie,
podrás desta reja asido.
Ruido siento.
El Mai^qués
debe de ser que se apea ;
pues para que no te vea
menester habrás los, pies.
Si ha de entrar por el jardín,
en grande peligro estoy.
Huye, señor.
¡ Qué mal doy
a mis esperanzas fin !
¿Por qué tapias saltaremos?
Por ésta, que está más baja,
y pues llevamos ventaja,
no temas.
Vamos.
Saltemos.
(Vansc, y sale Roseliaxo de caballero.)
Roselian. Noche, para todos madre,
que el sol enemiga nombra,
hoy es razón que tu. sombra
más que su lumbre me cuadre.
Hoy, si me dejas gozar
deste dulce bien que adoro,
ofrezco un silencio de oro
a las aras de tu altar.
Enluta el funesto carro
en tiniebla y temor nuevo,
en tanto que el rubio Febo
entolda el suyo, bizarro.
Cubre, pues somos amigos,
de sombra tus luces bellas,
que aun no quiero las estrellas
en mi secreto testigo.
Déjame esta vez no más,
pues ha de ser la postrera,
que en aquellos brazos muera
que tú, piadosa, me das.
Deja que diga a mi bien
el mal que a los dos nos toca,
porque la mate mi boca
y a mí su ojos también.
Esta es la puerta; algún día
para mí del cielo abierta,
y ya del infierno puerta,
en que pena el alma mía.
Sin duda siento la llave.
ACTO SEGUNDO
659
{Sale Flaminia.)
Flaminia. ¿Eres tú?
'RosELiAN. Soy el que ayer
fuí tu esposo.
Flaminia. Y lo has de ser
hasta que el mundo se acabe.
RoSELiAK. ¿Cómo, si Armindo lo es?
Flaminia. Hante, mi bien, engañado,
que 3^a Hortensia me ha contado
íla pretensión del IMarqués.
Pero primero verás
parado, admirando el suelo,
el movimiento del cielo,
y su inteligencia más,
que no sea lo que fué;
que caiga del cielo el sol,
que falte fe al español
y el griego guarde la fe.
La mar espaciosa enjuta,
y el agua en las luces santas,
que lleven oro las plantas
y las minas lleven fruta.
Que se vea con los pies,
que se ande con los ojos,
que te pueda dar enojos
la pretensión del Marqués.
Entra, hablaremos despacio,
dando a nuestra vida traza,
que él está ahora en su caza
y está seguro el palacio.
Ea, ¿para qué te enojas?
Tuya soy, ¿qué te entristeces?
y esto lo diré más veces
que estos sauces tienen hojas.
Anda acá, por vida tuya,
que tengo mucho que hablarte.
RosELiAN. ¿Que eso merezca escucharte
y que tu lealtad no arguyas?
¡ Loco estoy, loco es amor !
¿Luego si de aquí te llevo
irás conmigo?
Flaminia. Eso debo
a tu verdad y a mi honor.
Entra.
RosELiAN.' Hoy se ha de ver en ti,
Flaminia, que hay mujer fuerte.
Flaminia. Entra, que sola la muerte
ane puede apartar de ti.
(J'anse y sale el Marqués y .\RMI^"DO y
dos Monteros.)
Marqués.
Seguros estarán de mi venida.
Armindo.
Como has dejado, gran señor, la gente
cazando por el bosque entretenida,
ni acá te aguardan ni el rumor se siente.
Marqués.
¿ Qué hará Flaminia agora ?
Armindo.
Recogida
y acostada estará.
Marqués.
¡ Qué alegremente
seré yo de sus brazos recebido
y tú de su temor como marido !
Armindo.
Si quisiese, señor, significarte
la merced que me has hecho, no podría
menos que el alma que me obligas darte
en cambio de la dulce prenda mía.
Quisiera ser para tus guerras Marte,
Catón para tus paces este día,
Trajano en dicha. Mucio en fortaleza,
Platón en ciencia y Midas en riqueza.
Cual soy me ofrezco, a no exceder un punto
de lo que fuere tu contento, y quiero
que al faltar esa fe quede difunto
al hierro infame de un alarbe fiero.
Marqués.
Harás como su sangre vuelva junto
ese escuadrón con el primer lucero,
que quiero suspender este ejercicio
por emplearme en más piadoso oficio.
Ahora, pues que tengo llave, entremos
por esta puerta, sin hacer ruido,
donde a Flaminia aquestas nuevas demos.
Armindo.
Por la noche estará su sol dormido.
Marqués.
Pues ruiseñores esta vez seremos
despertando su luz con el sonido
de nuestras voces y la nueva historia
que le ha de amanecer con tanta gloria.
Entro primero. Un hombre está aquí dentro
y una mujer subiendo va la escala.
Armindo.
¿Hombre, señor? ¡Qué temerario encuentro!
Llega y cierra la puerta de la sala.
Marqués.
Teneos vosotros; no entres tú.
660
LOS MUERTOS VIVOS
Armindo.
No entro.
Marqués.
¿Qué desvergüenza a la que he visto iguala?
Armindo.
Cerrado está, señor, entre dos puertas.
Marqués.
¡ Y las de mi deshonra están abiertas !
¿Por dónde puedo entrar?
Armindo.
El jardinero
desta deshonra alcahuete ha sido.
Marqués.
¿ Cuál es su casa?
Armindo.
Aquélla.
Llamar quiero.
Romped las puertas, mas no hagáis ruido.
Armindo.
¡ Hola, Doristo !
I."
¡ Ah. gente !
i¡ Ah, compañero !
i.°
Es labrador y está a placer dormido.
¡ Hola, Doristo !
Rómpele la puerta.
Marqués.
¡ Cierto es mi deshonor !
Armindo.
¡ Mi muerte es cierta I
(Dentro Doristo.)
Doristo. Algún villano ladrón
que vendrá a robar la fruta
llama en aquesta ocasión.
Marqués. ¡ Abre, villano !
Doristo. ¡ Hi de puta,
he de tomar un lanzón !
Armindo. ¡ Abre, Doristo !
Doristo. ¿Quién es?
Armindo. Armindo soy.
Marqués. Yo el Marqués.
Doristo. ¡ No tomaste buena traza,
que sabed que han ido a caza
y volverán de aquí a un mes !
Marqués. \¡ Ah, villano, ábreme aquí !
O echad la puerta en el suelo.
Doristo. Gila, escúrrete de ahí.
{Dice GiLA dentro.)
GiLA. ¿ Qué quieres, que estoy en pelo ?
¿Es el Marqués?
Doristo. Creo que sí.
GiLA. ¿Pues qué te puede querer?
Doristo. El debe ya de saber
que yo estoy amancebado
contigo.
Gila. Y bien, ¿qué has hurtado?
Es más que ser tu mujer.
Doristo. Levántate.
Gila. ¿ Y mi sayuelo ?
Doristo. Allí está, junto a la bota.
Gila. El vino está por el suelo.
Doristo. ¡ Sal presto !
Gila. ¿ He de ir en pelota ?
Doristo. Por jugalla estoy sin pelo.
Gila. ¡ Verá el diablo ! ¡ El gato estaba
en mi saya ! ¡ Zape aquí !
{Llaman.')
Doristo. Ya salgo.
Gila. Quita el aldaba.
Doristo. ¡ Misericordia de mí,
que aun agora me acostaba !
{Salen medio dormidos y Jiíncanse de rodUias.)
Marqués. ¿Quién es aquesta mujer?
Doristo. Señor, por no le tener,
pedí prestado este pan
a mi compadre Galván,
que está fuera desde ayer.
Gila. Señor, ya yo lo decía
que nos casásemos luego.
Marqués. ¡ Ved si la deshonra mía
ha sido incendio de fuego.
pues tales centellas cría ! —
Villano, ¿quién es un hombre
que por esta puerta entró?
Doristo. No sé, gran señor, su nombre,
que estas paredes saltó,
sin que vuestro honor le asombre.
Quise dar voces, y al fin
temí la espada que al pecho
amenazaba mi fin.
Marqués. ¡ Buen fruto, gentil provecho
ACTO SEGUNDO
661
de haber sembrado el jardín!
¿Qué te dio?
DoRiSTO. Aquesta sortija. —
Dásela, Gila, al señor —
y esas manillas tu hija.
^Marqués. Ved en qué anda mi honor
sin que mi sangre le rija.
¿Luego es mi hija culpada?
DoRiSTO. Xo, señor; Hortensia es,
que él lo dijo.
Armixdo. Eso no es nada;
que con casarlos desipués
queda esta mancha lavada.
Marqués. Bien dices. — 'iHola!, llevad
aquestos villanos presos
a esa torre.
GuARD. i.° Caminad.
Marqués. ¡ Qué para tales sucesos
guarden los cielos mi edad!
DoRiSTO. Ved en lo que el diablo mete
dos amancebados tristes,
acostados a las siete.
Gila. ¡ A la fe, porque quisistes
ser vos bellaco alcahuete !
(Lléz'anlos los Guardas.)
Marqués.
Abre esa puerta, de deshonra llena,
sobrino, y casa ese hombre desdichado,
Armindo.
Sal a la luz del cielo, infamia nuestra.
Marqués.
Aguarda, llegarán las guardas antes;
que un hombre que a morir se determina
suele hacer y valer por muchos hombres.
(Salen las Guardas.)
Guarda i."
Ya, señor, en la torre quedan presos.
^íaroués.
Encaminad las puntas a esa puerta.
Tú di que salga ; y si la espada saca,
pasalde luego el pecho.
(Sale RosELiANO.)
¿De qué sirve,
que a un hombre y preso desdichado aguardas
con tantas guardas? Yo no soy aleve
a tu persona y sangre, que a tu casa
he hecho solamente aquesta afrenta.
Marqués.
¿Quién eres, que extranjero me pareces?
ROSELIANO.
Verdad es que lo soy.
Marqués.
¿Qué te ha traído,
villano, de tu tierra?
ROSELIANO.
Amor, que puede
más que el temor y que la muerte.
Marqués.
¡ Oh, mundo,
qué recibida esta disculpa tienes !
¿A quién amabas?
ROSELIANO.
Fué mi desventura
que amase a Hortensia, y que ella ayer viniese
a visitar tu hija.
Armindo.
i Oh, gran suceso,
el alma me ha tornado al pecho !
Marqués.
Dime,
¿ es cierto?
ROSELIANO.
Xunca mienten los que mueren.
Marqués.
El dice que ama a Hortensia, y yo lo creo,
j porque Flaminia no es mujer, es ángel.
Armindo.
Su honestidad, señor, es alto ejemiplo.
Marqués.
¿De dónde eres?
ROSELIANO.
Bien sé que me conoces.
Marqués.
No te he visto en mi vida. — Dime, Armindo :
¿ Sabes quién es?
Armindo.
Señor, jamás le he visto.
ROSELIANO.
Señor, soy de Calabria.
Marqués.
¿Quién dudara
662
LOS MUERTOS VIVOS
que de allá fuera de mi afrenta el daño?
No se excusa tu muerte.
ROSELIANO.
Aquí me tienes.
Marqués.
Sobrino, muera este hombre, que me importa.
Yo voy a ver a mi querida hija
y hacer que a Hortensia prendan entretanto.
GDrta ese cuello, y dése muro arroja
su cuerpo infame.
Armindo.
Haré lo que me mandas. —
(J'asc el Marqués.)
Vosotros retiraos a aquellos árboles,
que quiero examinar a aqueste hombre
para seguridad del honor nuestro.
La espada que lleváis podéis volvelle,
que el caballero muere con la espada,
y más adonde cruz le falta.
Guarda i."
Toma.
Armindo.
Cíñete, caballero, aquesa espada. —
Idos vosotros.
Guarda i.*
Ya, señor, nos vamos.
Armindo.
¿Dónde estaréis? • '
Guarda 2°
Junto a la puerta estamos.
R0SELIAN. Mudio quisiera saber
el darme, Armindo, la espada
de qué puede proceder,
si en muerte tan desdichada
no me quiere defender.
Quiéremela desceñir;
o si tengo de morir
tomalla para besalla,
que pues ya tu lengua calla
más querrá hacer que decir.
Armindo. No callo para matarte,
ni la espada te he ceñido
por querer, muriendo, honrarte ;
mas porque te he conocido
y quiero, amigo, pagarte.
Mucho me quejo' de ti,
pues por no decirme a mí
yo soy el que te libré
pusiste duda en la fe
que como sabes te di.
Juré que contra el Marqués
a tu lado me pondría
sobre cualquier interés;
ves aquí llegado el día
en que aquesto verdad es,
pues no es, por Dios el menor
el interés del honor.
Camina y salva tu vida,
que la merced recibida
se paga con este amor.
En buenas manos caíste,
y aunque a tu bien me resuelvo,,
ventaja en todo me hiciste,
pues, en efeto, te vuelvo
lo primero que me diste.
Vida recibí, que vino
primero a mi pecho indigno,
porque no estaba obligado;
mas quien vuelve lo prestado
de poca alabanza es dmo.
Y más, que es bien que te arguya,
para que el alma no hu3'a
de estar más agradecida,
que defendiste mi vida
con peligro de la tuya.
Yo quedo libre sin él;
menos .hago que tú has hecho,
aunque a mi sangre, cruel,
no cumplo bien con el peoho
que me tiene por fiel,
Pero esto remedio tiene
con que no parezca más,
que si a verte el Marqués viene
todo el bien me quitarás
que agora a darme previene.
Dame palabra, si es justo,
de no volver en tu vida
adonde me des disgusto,
que harás que el Marqués impida
la pretensión de mi gusto.
Porque agora le diré
cómo te he dado la muerte,
y si por dicha te ve
vendré a perder desta suerte
que a mí Flaminia me dé,
Vame en esto su hermosura
y vame tan alto estado,
y de tan alta ventura
vendré por ti derribado
ACTO SEGUNDO
66c
a la mayor desventura.
¿Qué dices? ¿De qué estás triste?
Vida tienes, ¿qué te ahoga?
¿En qué tu pena consiste,
pues te han quitado la soga
las manos en que caíste?
¿ Xo hablas ?
RosELiAX. A Dios pluguiera
Armindo, que sin hablarte
en este punto muriera,
pues es forzoso rogarte
que me des la muerte fiera.
Mira a qué triste partido
hoy mis hados me han traído,
pues no excuso de rogarte
que me mates, o culparte
de que más que ingrato has sido.
La vida que aquí me das
yo no puedo agrade celia
porque, en efeto, perdella
aunque obligándome estás,
es lo que me importa más.
Y para que más incites
tu brazo a rigor conmigo
y mi muerte solicites,
me confesaré contigo
porque la vida me quites.
Dije al Marqués que venía
por Hortensia, y fué disculpa
de la hermosa prenda mía,
porque diesen a mi culpa
la culpa que ella tenía.
Mas la verdad desto es
que la hija del Marqués
es mi esposa, y soy su esposo;
mira, Armindo, si es forzoso
que aquí la muerte me des.
Dos cosa han de obligarte:
la primera, que no puedes,
siendo 3^0 vivo, casarte,
])ara que con honra quedes
y yo no pueda culparte;
la segunda, que dejarme
vivo en el mundo y mandarme
que me ausente de mi esposa,
aunque es muerte más piadosa,
es matarme sin matarme.
Saca la gallarda espada
al mejor lado ceñida
y del mejor brazo honrada,
porque en quitarme la vida
cumpla lo que está obligada.
Con la lealtad del Marqués,
pues su sangre tuya es;
contigo, por gozar della ;
conmigo, por no perdella,
y así cumple con los tres.
Pues que a todos nos agradas,
pues a todos das honor,
queden tres vidas honradas
muriendo la de un traidor
entre dos nobles espadas.
¿Qué haces, que no previenes
el acero que ya aguardo?
Venda mis ojos y sienes,
i ; oh, caballero gallardo !,
; si a mi rostro piedad tienes.
! Y así, pues el tiempo trata
desta suerte sus placeres,
con esta liga me ata:
I ni tú verás a quien hieres,
! ni yo veré quien me mata.
Armixdo. No, si no sea el concierto
que nos matemos los dos.
' RosELiAX. Que yo lo merezco es cierto.
! Armixdo. ¡ Ay, Roseliano, por Dios,
I que te do}' vida y me has muerto !
I Pues para matarme sobras
con lo que yo pierdo y cobras,
aunque el pecho no me abras,
pues matan más tus palabras
que te mataran mis obras.
.j ¿Que Flaminia es tu mujer?
Con fe, palabra y abrazos,
que su justo proceder
pisó los celos y lazos
que amor le pudo poner.
Júralo.
Por Dios lo juro.
Pues vete, que si el matarte
te importa, de aqueste muro
podrás mejor derribarte
que dejar mi acero obscuro.
Esta amistad prometí
y queda cumplida así.
Salta luego esas paredes.
RosELiAx. Daré voces.
Armindo. Darlas puedes,
y saldrá el mundo tras ti.
RosÉLiAX. ¡ Marqués de Catania !
Armixdo. ¡ Calla !
RosELiAX. i Yo soy Roseliano !
Armixdo. ; Oh, cielos,
cierra la boca I
ROSELIAN.
Armixdo.
roseliax.
Armixdo.
664
LOS MUERTOS VIVOS
ROSELIAN.
Armindo.
ROSELIAN.
Armindo.
ROSELIAN.
Tapalla ;
quiere amor, no quieren celos,
ni el honor puede cerralla.
¡ Roseliano, por Dios vivo,
que te va3^as !
¿ Cómo puedo,
pues de tu brazo recibo
ia muerte, si vivo quedo
y de la vida me privo?
y si palabra te doy
que te veré, ¿iráste?
Sí.
Armindo. ¿ Dónde estarás ?
RosELiAN. Donde estoy.
Armindo. Eso no ha de ser aquí.
RosELiAN. Pues no siendo, no me voy.
Armindo. Vete al bosque, y allí juro,
a fe de noble, de verte,
porque entretanto procuro
decir al Marqués tu muerte,
que así tu vida aseguro.
Y también de no casarme
con Flaminia.
A esos pies
me manda el alma arrojarme.
Vete, que siento al Marqués.
Mira que vengas a hablarme.
{Vase Roseliano 3' Armindo.)
(Sale el Marqués, Flaminia y Hortensia y Guardas.)
Flaminia. ¿A Hortensia prendes?
Marqués. Llevalda.
Hurten. Señor, sepa yo por qué.
Marqués. ¡ Si se resiste, matalda,
o aqueste le pasaré
por los pechos a la espalda !
Si sangre del Duque he sido
de Calabria, y te ofendí
por mi primo, que ha venido
algunas nodies aquí
con disfrazado vestido,
bien sabes que soy leal
y que te quiero y respeto.
Tú confesaste tu mal.
Diómedes fuiste, en efeto,
a sus crueldades igual.
¡ Nunca a tu casa viniera !
(Llévanla las Guardas.)
]Marqués. ¡ Llevadme de aquí esta fiera,
que me ha deshonrado y habla !
Flaminia. ¡ Qué bien mi disculpa entabla :
R0SELIAN.
Akmindo.
roselian.
HORTEN.
Marqués.
Hurten.
viva mi honor y ella muera !
Marqués. ¿ Qué te parece ?
Flaminia. Jurara
que era una santa, señor.
Marqués. ¡ Bien esta sangre declara
que en su vida tuvo honor !
Flaminia. Era honesta en lengua y cara.
^Marqués. Hija, ¿la lengua qué presta
cuando el alma no es honesta?
{Sa¡c Armindo.)
Flaminia. Armindo viene.
Armindo. Ya es hecho.
Marqués. ¿Pasaste su infame pecho?
Armindo. Sí, señor; la historia es ésta:
Este traidor atrevido
que fué de tu casa infamia,
quedando conmigo a solas,
bien que alrededor las guardas,
con triste llanto me dijo,
bañando en agua la cara,
haciendo sus ojos ríos
por la hierba de sus barbas :
"Suspende, ilustre mancebo,
esa vencedora espada,
entre enemigos teñida
en dos famosas batallas,
que yo soy el triste hijo
del gran Duque de Calabria,
que vine aquí por Hortensia,
más mi prima que mi dama.
Y si perdonas la vida
que ha puesto el tiempo a tus plantas,
oro, plata, perlas, piedras
pisarán cada año en parias,
■haréte dar, por Dios vivo."
Y esto diciendo, tocaba,
como jurando su cruz,
la guarnición de la daga.
"Todos los años que viva
ocho caballos de España,
con jaeces de oro y perlas
y con piezas de oro y plata.
Diez cautivos de Biserta
y cuatro bordadas camas,
en que goces a Flaminia
cuando heredes a Catania.
Treinta pistolas francesas,
de tela de oro las cajas,
y diez mil ducados de oro
que labraré con sus armas.'*
Erizóseme el cabello
ACTO SEGUNDO
665
viendo que en tu misma casa
tenías al traidor hijo
de aquel que tu afrenta causa ;
y este cuchillo de monte,
reliquias de aquella caza,
saqué con tanto furor,
que abrió su filo la vaina,
y cuando aquesto decía,
lleno de mortales ansias
rindió el alma por el golpe,
a vueltas de las palabras.
Cayó en tierra, levántele,
y alzando el cuerpo sin alma,
llevó dos cuerpos la mía,
puesto el suyo a mis espaldas.
Arrójele desde el muro
de aqueste adarve en la cava,
porque se acabase en ella
su vida con tu venganza.
Hundióse el triste en el cieno,
tiñendo de sangre el agua,
donde le cubrieron piedras,
que nunca a los muertos faltan.
Y viendo que ya rompía
la puerta del cielo el alba,
vine a contarte su muerte,
satisfación de tu fama.
M.^ROUÉS. ¿Qué tiene Flaminia, Armindo?
Armindo. Parece que se desmaya.
Flamikia. No hago cierto, señores,
que mi flaqueza lo causa,
que oír que maten a un hombre.
; a qué mujer no le espanta,
aunque tuviese los pechos
de hierro y de acero el alma?
Antes, pues que ya amanece,
quiero por aquestas plantas
perder la melancolía
de la tragedia contada,
que esperar volver al sueño
sería esperanza vana.
Sólo os suplico, señor,
mandéis que aquí venga Albania.
!M.^RQUÉs. Bien dices. — ^Vamos. Armindo,
que ha mucho que no descansas,
y quédese aquí Flaminia
al fresco de aquestas ramas. —
Pero recógete presto,
por tu vida.
Flaminia. ¡ Si eso aguardas,
padre cruel, estás ciego,
y el traidor que te acompaña !
Armindo. Adiós, dulce esposa mía.
Flaminia. ¡ Adiós, mano ensangrentada
en el cuello de aquel ángel,
verdugo de mis entrañas !
Armindo. Por llorar bramando queda,
como la fuente que tapan,
que cuando la mano quiían
revienta furiosa el agua.
Pero en sabiendo que es vivo
vivirá con esperanza.
¡ Oh, cuánto en los hombres puedes,
amistad divina y santa !
(Vansc todos, y queda Flaminia.)
Flamina. ¿Es posible, que ya muerta
la A'ida por quien vivía,
se atreve a vivir la mía,
de sangre amada cubierta?
¿ Posible es que siendo cierta
la relación de su muerte
a vivir mi vida acierte?
No es posible, muerta estoy;
sólo el espíritu soy,
que de lo que fué me advierte.
¡Válgame Dios, si yo fuera
muerta, como aquí recelo,
purgatorio, infierno o cielo
el alma tener debiera,
y en alguno déstos viera
a mi muerto Roseliano !
Todo lo que pienso es vano;
cuerpo es éste que me toco,
sino que amor se hace loco
para disculpar la mano.
Pues mataréme, sin duda,
y gozaré eterna palma,
quedando esta vez el alma
de hueso y carne desnuda.
Parece que se me muda
el color en nieve y grana ;
siento mi muerte inhumana.
Ea, fuerte corazón,
bramad hoy como león,
pues hoy tenéis la cuartana !
Rosas y flores divinas
que enamoráis a las aves ;
rosas, claveles suaves
y esmaltadas clavellinas ;
fuentes puras, cristalinas,
ya me vistes venturosa
ser de Roseliano esposa
aquí donde me abrazó :
666
LOS MUERTOS VIVOS
yo sé que alguna me vio
de mi ventura envidiosa.
Sabed que quiero matarme,
flores, si no lo sabéis;
fuentes, ya no me veréis,
pues nadie viene a estorbarme
la muerte que quiero darme
para que conmigo luche.
Un cuchillo deste estuche
abra al fuego puerta en hielo,
pues apenas tiene el cielo
oídos con que me escuche.
Pero, ¿ cómo tanta carga
de aquesta pesada vida
saldrá por pequeña herida,
sino es haciéndola larga?
Vida, enojosa y amarga,
¿qué me quieres, qué resistes?
Alma, que sin verme os fuistes,
esperadme, que ya voy.
Gente suena; viva estoy,
que viven mucho los tristes.
(Sale Albania.)
Albania. Cuando supe la ocasión
de tu desdichada historia,
vi que fué sueño tu gloria,
y las del mundo lo son.
Por el que me dio la nueva
las lágrimas reprimí ;
pero luego que te vi
no hay nube que tanto llucA^a.
¿Roseliano, en fin. murió?
Flaminia. Al fin murió Roseliano,
y agora, con esta mano,
Albania, moriré yo.
Albania. Deja desesperaciones
y advierte tu entendimiento,
que no es ese el sentimiento
para tales ocasiones.
Mucho más hace en vivir
el que tiene que llorar,
que en acabar de penar,
pues se acaba con morir.
Flaminia. ¡Ay, Albania, aquel cruel
de mi padre, ¿qué pensó?
Albania. Si aquella caza fingió,
no ha sido Armindo fiel.
Que él, por heredar su estado
y por casarse contigo,
le trajo, y mostró el postigo
adonde estaba encerrado.
El Marqués bien te pudiera
honrar, y no deshorirarte,
pues es cierto que el casarte
la paz destos reinos fuera.
Mas como quiere el tirano
que Armindo sea tu esposo,
parece que fué forzoso
dar la muerte a Roseliano.
(Hace locuras.)
Flaminia. ¿Casarme a mi con Armindo?
¡ Oh, qué lindo !
Albania. No seas loca,
que te oirán; calla la boca.
Flaminia. ¿ Con el verdugo ? ¡ Oh, qué lindo !
Albania. Señora, tente, ¡por Dios!,
que vendrá tu padre aquí.
Flaminia. ¿Qué importa que él diga sí,
no lo diciendo los dos?
Ese bellaco es verdugo
de mi bien, él lo mató,
y con sus manos rompió
el lazo de oro del yugo.
Yo me iré, desesperada,
a Calabria, a Floriseo.
que ya sé que en su deseo
hallaré mi muerte amada.
No pienses tú que me rindo
por amenazas feroces.
Albania. ; Ah, señora, no des voces !
Flaminia. ¿ Con el verdugo ? i Oh. qué lindo !
¿No viste que le arrojó
en la cava, .v el cobarde,
porque no salga a la tarde,
con mil piedras le cubrió?
Pues no me piense gozar,
que yo me iré ; ven tras mí.
Albania. ¿Adonde vas por aquí?
Flaminia. Albania, voy a la mar.
I Albania. ¿A la mar?
¡ Flaminia. Sí, que hoy' me quiero
ir, y ponerme en la mano
del padre de Roseliano.
que ensangriente en mí su acero.
¿El verdugo de mi esposo
me dan a mí por marido?
Albania. Ella ha perdido el sentido;
seguirla será forzoso.
Flaminia. Yo no argumento, deslindo
si es mi sangre.
Albania, Sí lo es.
ACTO TERCERO
667
Flaminia, ¿Casarme quiere el Marqués
con el verdugo ? ¡ Oh, qué lindo ;
ACTO TERCERO
(Salen Floriseo, Duque de Calabria, y Finardo,
caballero, Curcio, secretario.)
Duque.
¿Murió mi hijo, en fin?
FlNARDO.
Murió tu hijo.
Duque.
¡ En qué gentil empresa ! Gran consuelo
de un triste, solo y afligido padre.
¿Conquistando a Sicilia fué su muerte,
o de los moros las fronteras islas?
¡ Oh, mozo loco !
FlNARDO.
Justamente sientes,
famoso Duque, su llorosa pérdida.
Duque.
Sirviendo a una mujer perdió la vida,
y no mujer que disculparle pueda,
sino hija cruel de mi enemigo.
j Ved qué ciudad famosa, qué castillo
inexpugnable ! ¡ Ved qué Mucio en Roma,
por su patria abrasándose la mano !
¡ Ved qué soldado fuerte, Cinegiro !
asido de la barca del contrario !
¿Por Flaminia? ¿Mi hijo por Flaminia,
sangre de mi enemigo, sangre infame
del Marqués de Catania? ¡Muero, pierdo
el seso, y perderé la vida, y quiera
el cielo que también no pierda el alma !
FlNARDO.
Es la ocasión de tus piadosas lágrimas
tan justa, invicto Duque, que no hallo
razones con que pueda interrumpilla,
y más habiendo visto el triste mozo
muerto a las manos del cruel Armindo
y arrojado en el agua de la cava,
cosa que obliga a eterno sentimiento.
Nací vasallo del Marqués injusto;
en su corte asistí ; viví en Catania,
y esto, y la patria, y mi nobleza y sangre
no han sido parte a detenerme un punto;
la nueva traje de la muerte fiera
de Roseliano, de quien fui amigo,
y volveré con tu bandera y gente,
si gustas, contra el bárbaro tirano,
que no seré el primero que lo ha hecho
por librar a su patria y por la vida
de un amigo, que quise con el alma.
Duque.
Quiérotc dar mis brazos por respuesta
y imaginar que vive en ti mi hijo,
cuya muerte me obliga, como a padre,
a que en persona la venganza intente.
Pero serás mi general, Finardo,
y tú conducirás mi nuevo ejército,
que quiero hacer de tu extranjero pecho
una venganza propia en mi enemigo.
{Salen Lavinio y Flaminia.)
Lavinio. Detente, loca.
Flaminia. Tú eres
el loco, aunque a mí me afrentas,
pues que detener intentas
la furia de las mujeres.
Duque. ¿ Qué- es eso ?
Lavinio. Una mujer loca
que te quiere hablar y ver.
Duque. Bastaba decir mujer.
Lavinio. Y bien lo dice su boca;
de la cual milagro ha sido
haber con vida escapado.
Duque. ¿ Qué quieres, pues ya has entrado ?
Flaminia. Que me des atento oído.
Mas quiero saber primero
si eres el Duque.
Duque. Yo soy. .
Flaminia. Oye un poco.
Duque. Oyendo estoy,
y agradéceme que quiero;
que por quien así se nombra,
tanto aborrezco mujer,
que en tu rostro vengo a ver
de mi tragedia la sombra.
Flaminia. Duque ilustre de Calabria,
aquel ciego dios que pintan
rompiendo en el aire rayos,
que eso del arco es mentira,
a tu hijo Roseliano
trajo a ver la triste hija
del fiero marqués Roberto
desde Calabria a Sicilia.
Muchos dicen que por fama,
que amor, fama de la envidia,
lisonjea los oídos
para agradar con la vista,
668
LOS MUERTOS VIVOS
O a veces se sirve dellos
como el pintor cuando quita,
porque la figura agrande,
poco a poco la cortina.
Es como música amor,
que sin ver quien la ejercita,
por los oídos no más
el alma roba y cautiva.
Caso extraño es que la mar
estos dos reinos divida,
y que pasase su fuego
rompiendo sus aguas frías.
Sirvióla un año, en el cual
mil veces iba y venía,
sin que la triste supiese
quién fuese, y fué su desdicba.
Declaróse en un torneo,
donde su espada y divisa
de burlas vencieron hombres
y de veras a Flaminia.
Buscó remedios de hablarla
en su imposible conquista,
viendo que ya por los ojos
le mostraba estar rendida.
En fin, engañó un villano
que un verde jardín cultiva,
a quien balcones y rejas
del fuerte palacio miran.
Tomó su traje, y sirviendo
de cavar tierra enemiga
en producir duras sierpes,
más fieras que las de Libia,
entre esperanza y temor,
que uno da flor y otro espinas,
labores de sus deseos
dibujaba y componía,
y dilatándolos ella,
vergonzosa y recogida,
a un mismo tiempo sembraba
lágrimas y clavellinas.
Mas, cansado el niño amor
de hacer siempre niñerías,
puso en plática las veras,
que amor las veras estima.
Por una pequeña puerta
que del palacio salía
al jardín los dos se hablaron,
callando la noche amiga;
pero por la puerta alegre
que entró de los dos la dicha,
en la más segura noche
entró la desdicha misma.
Duque.
Flaminia.
El Marqués vino de caza,
y dejando su familia
quiso entrar por el jardín.
y hacia la puerta camina,
donde, abriendo, huyó la triste
por una escalera arriba,
y fué Roseliano hallado,
toda la color perdida.
Pusiéronle los monteros
al pecho las javalinas,
mandando el cruel tirano
que si se mueve le embistan.
Con esto, ya desarmado,
la vida Armindo le quita,
por saber que era tu sangre
y la enemistad antigua.
Ella, sabiendo el suceso,
una venganza imagina,
la más nueva que hasta ahora
ha sido vista ni escrita.
Pasa el mar, y así se entrega
donde, puesta de rodillas,
quiere, si él mató tu hijo,
que tú le mates su hija.
Flaminia soy, Flonseo ;
gran Duque, yo soy Flaminia;
yo soy hija del Marqués,
de Roseliano homicida.
Si él ha muerto al que engendraste,
a mí me ha muerto la vida;
pasa este pecho, y tendrás
la venganza que codicias;
pero dame con la espada
por la garganta la herida,
que si me das por el pecho
matarás tu sangre misma.
¿Que es Flaminia?
Sí, señor.
(Saca la daga.)
Duque.
CURCIO.
Duque.
CURCIO.
i Daréte la muerte !
Tente,
que no es cosa conveniente
a tu edad ni a tu valor,
i Morir tiene !
Y será justo;
pero no muera a tus manos,
que son los hechos tiranos
indignos de un hombre augusto.
Flaminia. ¿Quién os mete a vos, hermano,
en hablarle desa suerte?
Dejad que me dé la muerte.
ACTO TERCERO
669
pues es muerto Roseliano.
FiNARDO. Flaminia desesperada,
nadie te quiere matar,
que es deslvonra ensangrentar
en una mujer la espada.
Finardo soy. ¿No conoces
a Finardo? Vete luego.
que echas pólvora en el fuego
pidiendo la muerte a voces
Flaminia. ¡ Cobarde sois, por Dios vivo !
Nadie se atreve a matarme,
o porque el vivir es darme
tormento más excesivo.
Pues dame una espada a mí.
Duque. ¡ Yo la matare !
Finardo. Señor,
advierte que es éste amor
y que está • fuera de si.
Flaminia. En mí estoy; Duque, ¿no llegas?
Finardo. Señor, mándala matar.
si es que te quieres vengar.
Flaminia. ¡ Oh, qué a mi gusto le ruegas I
Sí, señor, manda matarme,
DuoüE. Eso será lo mejor. —
Mátala, Curcio.
CuRCio. Señor,
será en público infamarme.
Yo la llevaré a la mar
y en ella le daré muerte.
Duque. Pues llévala, y desa suerte
podrás su vida acabar ;
que si amor es fuego, es bien
que en el agua se consuma.
Flaminia. Xació en la mar, como espuma,
y muere en la mar también.
Vamos, vamos a morir,
que se queja Roseliano.
CuRCio. Camina.
Flaminia. Sigúeme, hermano.
que ya me cansa el vivir. — ■
Adiós, padre de mi bien,
tan piadoso para mí.
(Vansc CuRcro 3; Flaminia y Lavinio.)
Finardo. A lo que ha pasado aquí
lugar las historias den.
¡ Qué fiero amor, qué constante !
Duque. Ven, que voy perdiendo el seso
de lástima del suceso.
Finardo. Haz que no pase adelante.
Duque. Eso no tiene remedio,
que es venganza.
Finardo. ¡ Ah, pobre dama,
los siglos te darán fama,
aunque haya siglos en medio.
(Vatise los dos y asúmanse a lo alto Doristo jy Gh-a,
presos.)
Doristo. Ata aquesta cuerda bien,
Gila, y no sea el demonio.
GiLA. Tú das gentil testimonio
de tu amor.
Doristo. Ten.
GiLA. Tengo.
Doristo. Ten.
GiLA. ¿ Que te quieres descolgar ?
Doristo. Dios sabe lo que me pesa.
Gila. ¿Y, dejándome aquí presa,
escurrirte del lugar?
Doristo. Gila, por Dios, que te quiero
cuanto se puede querer;
pero, ¿quién no ha de temer
que le api-ieten el garguero ?
Eso de hacer cabriolas
asido por el pescuezo
es tm bellaco estropiezo.
Gila. ¡ Buenas quedaremos solas
la triste Hortensia y la pobre
Gila, que a la sombra están.
Doristo. Gila, yo no soy galán,
puesto que razón te sobre.
Ese bellaco de Armindo,
que a Hortensia amaba y la deja
a la sombra de una reja,
preciado de amante y lindo,
puedes culpar, y no a mí,
que yo soy un mazacote
metido en este capote,
en que villano nací.
No tengo espada, y trabajo
con un azadón no más;
si has de bajar, bien podrás
uña en pared y alto abajo;
sino, abrázame y adiós.
Y por si me desgobierno,
¿qué mandan para el infierno?
Gila. ¿ Que, en fin, Doristo, los dos
nos apartamos?
Doristo. Sí, Gila;
y adiós, que temo el resuello,
que en habiendo aprieta cuello
todo cristiano rehila.
Gila. San Antón vaya contigo.
70
LOS MUERTOS VIVOS
DORISTO.
GiLA.
DORISTO.
GiLA.
DORISTO.
GiLA.
DORISTO.
GiLA.
DORISTO.
GiLA.
DORISTO.
GiLA.
DORISTO.
GiLA.
DORISTO.
GiLA.
DORISTO.
GiLA.
DoRISTO.
San Roque y San Sebastián,
San Cosme y San Damián,
San Pelayo y San Rodrigo.
Válgate la emparedada,
que era oración de mi agüela;
de San Cristóbal la muela
y de San Blas la quijada.
Ya me descuelgo.
Camina.
Gila, ten la soga bien,
¡Válgate la sarna, amén,
del pobre de la pecina.
Válgante los siete signos
del libro de Salomón,
válgate el caparazón
del caballo de Longinos.
Válgate el río Jordán,
Santander y Santarén;
válgate el buey de Belén
y la burra de Balan.
Ya, por Dios, en salvo estoy.
¿Acordaráste de mí?
¿Pues no?
Dónde vas me di.
A ver el mundo me voy.
¿Pues está enfermo?
No digo
son que voy andar por él.
Allá queda un zaragüel
de lienzo y un papahígo
con que mi padre dormía
de San Lucas a San Blas;
si me ahorcaren, Gila, harás
que se lo den a mi tía.
Yo tendré mucho cuidado
si con buen juicio quedo.
Sí harás, que eso dura un credo
y tras un credo es pasado.
Ten mucha solicitud
en cobrar lo que dejé,
que yo te lo pagaré
en dos misas de salud.
¿Mandas otra cosa?
No.
¿Qué diré a Hortensia?
Que fui
a ver si topaba aquí
al traidor que la dejó.
En dejarme aquí tu intento
es más traidor y villano.
Por Dios, Gila, que en verano
es muy fresco ese aposento.
(Vase DoRrsTO y quítase Gila de la torre, y salen
ROSELIANO y Armindo.)
RosELiAN. ¿Que creyendo que era muerto
Flaminia, desesperada,
se huyó por la mañana ?
Armindo. Es cierto,
que de su fuego amparada
en Calabria tomó puerto.
RosELiAN. ¿A qué fué?
Armindo. Dicen que es ida
como parte de la vida
que su padre te ha quitado,
a pedir del tuyo amado
justicia del homicida.
Con esto el Marqués, perdido
de justo enojo, reforma
su campo de armas lucido,
y del agravio me informa
a mí, como a su marido.
Pero yo, que desde el día
que en este bosque te hablé
otra vez juré que haría
lo que primero juré,
te doy la parte que es mía.
Busca a Flaminia, tu esposa,
pues por tu muerte, furiosa,
su padre, patria y honor
deja, vencida de amor,
y está en la tuya gozosa.
Y no presuma el Marqués
que puede a mí de su estado
obligarme el interés ;
que me precio más de honrado
que él se precia de quien es.
Sólo te pido, si acaso
sabes si a Hortensia adoré,
supuesto que en aquel paso
sola y triste la dejé,
ya por sus ojos me abraso,
que Tristán me la conceda
por mujer.
RosELiAN. Dame que pueda
sacalla de la prisión,
que él gana en esta ocasión
y ella satisfecha queda.
Débeselo, Armindo noble,
porque ha sido ausente y presa,
firme palma, antiguo roble,
y viendo que no te pesa
te quiere y estima al doble.
Armindo. Como que pueda sacalla
de la prisión, oye y calla.
ACTO TERCERO
671
¿ Xo es ésta la torre ?
ROSELIAN. Sí.
Armindo. Aguárdame un poco aquí.
{Vasc Armindo.)
RosELiAN. Bien sé qué puede aguardalla. Tristán.
¿ Qué importa que la mar su arena envuelva Roselian.
con las estrellas en tormenta grave? Tristán.
¿ Qué importa que una máquina de nave
en una tabla sola se resuelva? ,
¿Y qué importa que él solo vaya y vuelva
y falte al preso de los yerros llave,
pellejo a la culebra, pluma al ave,
agua a la fuente y hojas a la selva? Roselian.
Sosiego el mar tendrá y el hombre puerto
en la tabla del mar, el soí serena
la cara, el preso y los demás vitoria.
Y aun estoy por decir que viva un muerto, i
que el tiempo que volvió la gloria en pena Tristán.
también podrá volver la pena en gloria.
{Sale
Tristáx con una cesta de comida.)
Roselian
Tristán.
Perdona, por vida mía,
primo, si acaso he tardado.
Roselian.
A muy buen tiempo has llegado.
Tristán.
Tristán.
Pienso que declina el día.
¡ Qué hambre que habrás tenido
Roselian
en este bosque !
Tristán.
Roselian.
Es verdad;
pero mayor soledad
Roselian
aguardando a Telefrido.
Tristán.
¿Dónde fué?
Roselian.
Sirve de espía
de lo que en la corte pasa,
que de nadie de su casa
este secreto confía.
Tristán.
Tristán.
Tanto es eso, Roseliano,
y tanto importa tu vida.
que )'0 traigo la comida
Roselian
sin fiarla de hombre humano.
¿Vino Armindo desde ayer?
Roselian.
¿Ves esa torre?
Tristán.
; Ay de mí !
; No está allí mi hermana ?
Roselian.
Sí,
pues allí está su mujer.
Tristán.
¿Cómo?
Roselian.
Ahora entró por ella.
Tristán.
¿ Sacarla quiere?
Roselian.
Sí.
Tristán.
¿ Es cierto ?
Roselian.
Y aunque pese al vil Roberto
se quiere casar con ella.
Y porque también a mí
me des otro parabién,
Flaminia queda también
con mi padre.
¿Es cierto?
Sí.
¿ Qué mal habrá que temer ?,
¡ oh, humana naturaleza !
¡ Que el árbol de la tristeza
tenga por fruto el placer !
Siéntate y come un bocado,
y hoy a Calabria te irás.
¿ Qué tengo que esperar más
después de mi bien hallado?
Tiende sobre aquesta hierba
esa toalla, a la sombra
deste sauce.
¡ Oh, verde alfombra
del pastor y de la cierva !
Ves aquí el pan y el cuchillo.
Con bendición parto el pan;
parece, por Dios, Tristán,
merienda de pastorcillo.
Cien dices, rústica es;
pero esto importa al secreto.
Echa vino.
Y te prometo
que no lo bebe el Marqués,
¡ Ah, primo, y cuánta licencia
le da un bosque a un desdichado !
Tú me sirves.
Buen cuidado
y a buen tiempo en mi conciencia.
Bebe, aunque no está muy fresco,
como vino entre la ropa;
que en el hablar con la copa
tienes algo de tudesco.
Aves, que bebéis sin manos
aquestos cristales tiernos,
calientes por los inviernos
y frescos por los veranos.
Animales, que a estos bellos
ríos, y con sed no poca,
llegáis, antes que a la boca
os mojáis los pies en ellos.
Olmos, que bañáis los troncos
en los arroyos que estáis ;
corderos, que al agua vais,
de sed calurosa roncos,
Flores, que aguardáis rocío
y en las hojas lo bebéis,
672
LOS MUERTOS VIVOS
una vez, y dos, y seis,
a beber os desafío.
Brindis a todos, borrachos,
por la salud de Flaminia,
que amando no es ignominia
que nos griten los muchachos.
Tristán. Asi las viñas lo lleven.
Pero estoy muy enojado
de que habiendo aqui brindado
cuantos beben y no beben,
me dejes sin tus favores.
RosELiAX. Pues brindóte, Tristanejo,
y bebo otra vez.
Tristán. ¡ Oh, espejo
de amantes y bebedores !
Echa para mi.
RosELiAX. Bien dicho.
Tristán. Ahora bien, aves y fieras,
que bebéis destas riberas
cuando se os viene al capricho;
alemanes y bretones,
exquizaros, irlandeses,
españoles y franceses,
tudescos y borgoñones,
brindis por la vida y gusto
de Roseliano y Flaminia.
RosELiAN. Mereces la verde insignia
de Baco, César augusto. —
¡ Ay, Flaminia, si esto vieras !
Tristán. ¿Pues qué nos faltara más?
(Sale Telefrido solo y dice.)
Telefrid. ¡ Qué descuidado que estás
de tantas desgracias fieras !
Come agora y bebe tú,
y Flaminia, degollada,
tiñe a tu padre la espada.
RosELiAN. ¡ Jesús, mil veces Jesús i
Telefrid. Nueva ha llegado al I\Iarqués
que tu padre, por tu muerte,
mató a Flaminia.
RosELiAN. ¡ Qué fuerte
desdicha !
Tristán. ¡ Inhumana es !
Telefrid. Dicen que ella le pidió
la muerte, desesperada,
por vengar tu vida amada,
y que él matarla mandó.
Y un Curcio, su secretario,
aunque con harta pasión,
fué de aquesta ejecución
el verdugo temerario.
RosELiAN. ¡ Válgame Dios dos m.il veces !
¿ Que Flaminia es muerta ?
Telefrid. Sí.
RosELiAN. Padre, ¿qué diré de ti?
Tirano, ¿a quién te pareces?
¿ Eres Eliano tú ?
No hay roca más diamantina
de Finisterre a la China,
de la Habana al Corfú.
Ni cosa como yo mismo
mayor desventura encierra
desde eí aire hasta la tierra,
y desde el mar al abismo.
¡ Esta sí que fué desdicha !
Es el brazo como flecha,
pues que fué su muerte hecha
y la mía ha sido dicha.
¡ Oh, Armindo, pluguiera a Dios
que me mataras de veras,
que la vida no me dieras
que nos ha muerto a los dos !
Tu piedad fué mi ignominia,
y ya por crueldad condeno
de tu amistad el veneno,
que ha dado muerte a Flaminia.
¿Qué haré, amigos? ¿Dónde iré?
]\íadrastra es ya, que no madre,
mi patria. Alarbe es mi padre,
donde no hay amor ni fe.
¿ A Flaminia, a un ángel bello
que en sus manos se ponía,
aunque culpa no tenía,
a tal pecho y a tal cuello?
i Jesús ! ¿ Que pasase un hombre
las carnes de tal mujer?
¿Este es padre? Es Lucifer,
y aun le viene honrado el nombre.
¡Tirano!, ¿mejor no fuera
estimar su rostro y llanto
haciéndole un altar santo,
que piadoso ejemplo diera?
¿ No le merecía un amor
y una fe jamás oída?
¡ Quitarle quiero la vida,
no es mi padre, es un traidor !
¡ Ah, bienes del mundo loco,
si fué bien llamaros bien !,
¿I)ara qué os estima quien
sabe que duráis tan poco?
Comí de tristeza falto ;
pero no hay en esta vida
seguridad en comida
'^
ACTO TERCERO
673
ni sueño sin sobresalto.
(Fase RosELiANO y dice Telefrido.)
Telefrid. El se va desesperado.
Tristán. y tiene mucha razón.
Telefrid. Sigámosle, que es pasión
en que lleva el resto echado.
{Vansc, y sale Doristo acechando.)
DoRiSTO. ¿ Si habrá alguien que me vea,
que dende que me escapé
no acierto a poner el pie
en cosa que firme sea?
Lloran las tripas de hambre
por falta de dos raciones;
por de dentro sabañones
y por de fuera calambre.
¡ Válgame la Cananea !
¿ Qué me huele por aquí ?
¿Es esto comida? Sí.
¡ Muy en horabuena sea !
¡ Vive Dios, que este país
es el de la gran hazaña,
que por juncia y espadaña
lleva confites de anís !
Cosa que me diese asalto
el dueño tras esta murta.
El mayor mal del que hurta
es comer con sobresalto.
{Bebe Doristo.)
¡ Rica bota ! Echóme aquesta.
Pero no hay a quien brindar;
comer solo es grande azar
y entre amigos grande fiesta.
Quiérome brindar a mí.
Brindis, ¡hola!, que te aferré:
totis^ cotis, comi herré.
(Salen Armixdo, Hortensia y Gila.)
Armindo.
HORTEX.
Armixdo.
Doristo.
GlL.\.
Doristo.
GlL.\.
HORTEX.
Vil
Tu primo quedaba aquí.
¿Que te tengo de creer?
Sí, Hortensia, porque te adoro.
Y a mí que me mate un toro,
que estoy harto de comer. (Ap.)
Quizá en aquesta ocasión
éste es conde, y disimula.
Cogido me han, por la gula,
con queso, como a ratón.
¡ Ay, Dios ! ¿ No es Doristo aquél ?
Comiendo está el jardinero.
GiL.\. ¡ Ah, bellaco golosmero,
que os alargue mal cordel
ocho dedos el pescuezo !
Doristo. ¿Es Gila?
Gila. ¿Pues no lo ves?
Doristo. Siéntate, que esto no es
comida, sino estropiezo.
Gila. Mira que está Hortensia aquí
y Armindo.
Doristo. ¿ Armindo ?
(Hace que se va y detiénele Armixdo.)
Armindo, No huyas.
(De rodillas.)
Doristo. Ya estoy en las manos tuyas,
¡ misericordia de mí ! —
Hoy me echan a Galilea,
Armixdo. ¿Has visto aquí a Roseliano?
Doristo. No, señor; sólo a su hermano
de Hortensia vi en esta aldea.
Pero por aquí andará,
si es verdad que andan en pena.
Que no es muerto, en hora buena.
Pues ¿que resucitó ya?
Gila. No, que fue todo fingido;
que así a Hortensia lo ha contado
Armindo, que la ha sacado
de la cárcel.
Doristo. Justo ha sido.
Yo topé esta mesa amiga
y di en comer y en hartarme,
tanto, que pueden matarme
un piojo en la barriga.
Y del vino que he bebido
desta bota, ¡ rica pieza !,
voto al sol que la cabeza
está como pie dormido.
HoRTEX. Dime, Armindo : ¿ qué remedio
será más posible y llano
para hablar a Roseliano,
si está deste bosque en medio?
Armixdo. Que tú y Gila aquí os quedéis,
ocultos entre estos ramos,
mientras yo y Doristo vamos.
Horten. Id, y aquí nos hallaréis.
Armindo. ¿ Sabéis bien el bosque ?
Doristo. ¿ Hay cierva
que le sepa como yo?
Armindo. Parte.
Doristo. A un tiempo aquí nació
esta barba y esta hierba.
43
674
LOS MUERTOS VIVOS
(Vanse A'rmindo y Doristo, y quedan
Hortensia y Gila.)
HoRTEN. Dichosas habernos sido
en haber a un tiempo hallado
tú al pastor, tu enamorado,
y yo al Conde, mi marido.
¿Quiéresle bien?
Gila. Sí, señora.
HoRTEN. ¿Ha mucho?
Gila. Ha más de tres años.
HoRTEN. Serán amores extraños,
y muy propios para agora.
¿ Cómo fueron ?
Gila. Cierto día,
Dios y en hora buena sea,
iba yo desde mi aldea
por agua a una fuente fría
en la ocasión que Doristo
la aceituna A-areaba ;
echóme una pulla brava,
cual en mi vida la he visto.
Respondísela a la he,
que no se me queda acá
cuando alguno me la da;
replicómela, y pasé.
Desde entonces me miró
en la igreja más aprisa,
y un día, al salir de misa,
¡ pardiez !, que me pellizco.
Yo no sé lo que traía
en los dedos o qué fué,
que desde entonces pensé
que algún hecliizo sabía.
Después, el mes que se hace
el mayo, me dijo, amén:
"Gila, que vos quiero bien."
Y respondí: "¡Que me place!"
Fué desto tan hecho miel,
que unas cintas me compró ;
ya entonces no pude yo
ser más crudelia con él.
Y habléle por el humero,
aunque a fe que me costó
que al sobir se me cayó
el garvín en el caldero.
Aquí fueron las cosquillas ;
porque después, si fregaba,
como en Doristo pensaba
quebraba las escodillas.
Quiso Dios que al fin un día
en las eras me cogió ;
mas, par Dios, que aunque luchó
que fué en vano su porfía ,
que le entendí los reveses.
Y tanto supe gruñir,
que al fin lo vine a parir
cumplidos los nueve meses.
Hurten. ¿ Hay más bella narración ?
¿Hay retórica como ésta?
Gila. Gente suena en la floresta.
HoRTEN. Soldados del fuerte son.
Huye, Gila, por aquí,
que al Marqués nos llevarán.
Gila. Parece que en orden van. {Ap.)
HoRTEN. Sin duda que van por mí. {Ap.)
{Vansc los dos, y salen CuRCio _v Frondoso, pastor.)
CURCIO.
Impórtame el secreto,
y por eso. Frondoso,
vuelvo desde la corte a visitaros.
Frondoso.
Estad, señor, seguro
que tengo de serviros. ,
CURCIO.
Mejor está de su furor Flaminia.
Frondoso.
Eso tienen los males
que del amor proceden,
que si entran furiosos
con más paciencia salqn.
CURCIO.
En fin, ¿se viste de ^pastora humilde?
Frondoso.
Ansí, señor, se viste,
que con tratarse mal descansa un triste.
Curcio.
A la corte me vuelvo,
que hago en ella falta.
Vos en tanto, asistid a su servicio,
y guardad el secreto.
Frondoso.
Seguro, señor Curcio,
podéis estar del pecho de Frondoso.
Curcio.
¿ Sabe pastor alguno
quién es aquesta dama?
%
ACTO TERCERO
675
Frondoso.
De ninguna manera.
CuRCio.
Pues eso liaced, que es justo.
Y adiós, que se hace tarde.
Frondo?/).
El cielo os guarde.
¿'Cuándo parte al armada?
CURCIO.
Hoy comienza su bélica jornada.
(l'ase CuRCio.)
Frondoso.
Justamente pretende
el Duque su venganza,
pues su hijo mató el marqués Roberto,
y gran lealtad ha sido
la deste mozo ilustre,
que habiéndole mandado dar la muerte
a la pobre Flaminia
por el amor que tuvo
al muerto Roseliano,
ha guardado su vida,
y aquí la tiene, en traje de pastora.
¡ Válgame Dios ! ¿ Qué es esto ?
En la mar oigo quejas.
(Dice Roseliano de dentro, como en mar.)
¡ Presto, presto !
Roseliano.
Frondoso.
Parece que perdida
una pobre falúa
va flotando por las altas ondas
y la gente se anega.
Roseliano,
¡ Oh, virgen de Loreto !
; Oh, casa ilustre y santa, que los ángeles
en sus manos trajeron una noche
de Nazarén a Italia !
Frondoso.
Un hombre hacia la orilla
nadando viene. — ; Amigo,
buen ánimo, camina !
Roseliano.
Madre de Dios, Baptista, Ángel custodio !
Frondoso.
Escapó de su guerra.
Dame esa mano.
{Sale Roseliano como de la mar, todo mojado.)
Roseliano.
¡ Oh, deseada tierra !
Frondoso.
¡ Pobre de ti, cuál vienes !
Roseliano.
¡Oh, amigo, peor estuve !
¡ Ah, vida, nadie diga estando triste
que desea perderte,
pues yo quise guardarte,
siendo el más desdichado de los hombres !
Frondoso.
Cúbrete aqueste sayo
y ponte este capote,
y alégrate, mancebo,
que aquélla es mi cabana. — ¡ Hola, Lucinda !
(Abrígale con un capote.)
Roseliano.
¿A quién llamáis, hermano?
Frondoso.
Llamo a una hija mía,
que te dará, mirándola alegría.
(Sale Flaminia en hábito de pastora./
Flaminia. ¿Qué es, padre, lo que queréis?
Frondoso. Este pobre gentil hombre,
porque no le sé otro nombre,
sale de la mar cual veis.
Por lumbre voy; por mi vida,
que le amparéis.
(Vase Frondoso-)
Flaminia-
i Oh, qué dolor !• —
¿ De dó bueno sois, señor ?
RosELiAN. Soy de una nave perdida.
Flaminia. Abrigaos.
Ángel pareces.
; Queréis lumbre ?
No, que tengo,
puesto que por agua vengo,
más que el infierno mil veces.
Es eso lo prometido
si Dios os sacaba acá;
roselian.
Flaminia
RoselIan.
Flaminia,
676
LOS MUERTOS VIVOS
pero estáis en tierra ya
y habéislo puesto en olvido.
(Abrígale.)
Cubrios.
RoSEi.iAN. Ya estoy cubierto.
Flaminia. ¿De dónde sois?
RosELiAx. De Catania,
puesto que una tigre hircania
me ha engendrado en un desierto.
Flamima. ¿A^os de Catania?
RosELiAN. Y lo digo.
Flamixia. ¿ Qué dicen allá después
que la hija del Marqués
fué en casa de tu enemigo?
RosELiAX. ¡ Ay, mi bien !
Flaminia. ¿ Suspiráis ?
ROSELIAN. Si.
Flaminia. Pues, ¿conocisteisla vos?
RosELiAN. Y nos hablamos los dos
como yo y vos.
Flaminia. ¡ Ay de mí !
Sin duda que es caballero.-—
¿ Qué dicen, en fin ?
RosELiAN. Que ha muerto
a su hija de Roberto
. en su casa el Duque fiero.
Flaminia. ¿ Quién ?
RosELiAN. Aqueste calabrés
que fué sucesor de Judas.
Flaminia. ¡ Qué bien contra el Duque ayudas
la venganza del Marqués !
Pero no tienes razón,
pues el primero dio muerte
al buen Roseliano.
RosELi.\N„ Advierte
que tUA'O justa ocasión,
porque le halló con Flaminia ;
pero el otro la mató
porque ella se le entregó,
que fué notable ignominia.
Flaminia. ; No ves tú que la venganza
no mira en inconvenientes
de nobleza ni parientes?
RosELiAX. No es ley que a reyes alcanza.
En ellos es gran bajeza.
Flaminia. ¿Eres caballero, amigo?
RosELiAN. ¿ En las razones que digo
no conoces mi nobleza?
Flaminia. ¿A qué ibas?
RosELiAN. A matar
al Duque.
Flaminia. ¿Ves que era injusto
en que estorbó Dios tu gusto
con toda el agua del mar ?
Pero aquí, donde me ves,
también de Catania soy.
(Aha el rostro Roseliano a mirar a Flaminia, _v co-
nócela, y dice.)
Roselian. Agora a mirarte V03',
que voy a echarme a tus pies,
Flaminia. ¿ Qué es esto, cielos, que veo ?
Roselian. ¡ Ay, Dios! ¿Qué es esto que vi?
Flaminia. ¿ Eres Roseliano ?
Roselian. Sí.
Flaminia. ¡ No es posible, no lo creo !
Roselian. ¿Eres Flaminia?
Flaminia. Sí soy.
Roselian. ¿Flaminia viva?
Fl.\minia. j Desvia !
{Anda huyendo-)
Roselian. ¿Que vives, señora mía?
Flaminia. ¿ Qué es esto que viendo esto\' ?
¿ Eres Roseliano ?
Roselian. Llega,
llégate a mí.
Flaminia. ¡ Ah, fiera sombra !
Roselian. ¡ Ah, Flaminia !
Flaminia. ¿Quién ine nombra?
Roselian. Mírame, escucha. ¿Estás ciega?
Flaminia. ¡ Alma de mi muerto bien,
déjame, no me hagas mal !
Roselian. ¿ Hase visto cosa igual?
yi'i bien, los pasos deten. —
Sin duda que ella no es
y que me engaña el deseo.
¿ Si han burlado a Floriseo
como en Catania al Marqués?
¿ Si es viva ?
Flaminia. ¿ Qué quieres, alma ?
¿Tienes algo que decirme?
RosELi.\N. Sí, señora, que estoy firme
más que la africana palma.
Flaminia. Alma, yo no te ofendí ;
con mi amor la muerte aBouí^
de tu cuerpo.
Roselian. Y yo perdono
la que me han dado por ti.
Flaminia. Alma, yo no siento fuerzas
para allegarme a tus brazos.
Roselian. Tú verás en mis abrazos
que soy cuerpo, si te esfuerzas.
Flaminia. ¡ Padre, padre, que me mata !
ACTO TERCERO
677
RosELiAN. Cuerpo soy, tócame bien,
y aunque fuera alma, también
fueras en huir ingrata.
Flaminia. ¡ Ah, pastores ! ¡ Ah, Frondoso,
que me mata un alma en pena !
RosELiAN. Ya está de mil glorias llena
gozando tu rostro hermoso.
(Salen Froxdoso y los pastores.)
Frondoso. ¡ Acudid, hola, vaqueros,
que da mi Lucinda voces.
RosELiAN. Señora, ¿no me conoces?
Flamixia. ¡ Desvía esos brazos fieros !
Frondoso. ¿Qué es esto, Lucinda mía?
Flaminia. ¡ Ay, padre, no es cuento vano :
el alma de Roseliano.
que da voces y porfía
que me quiere abrazar !
Frondoso. ¿ Cómo ?
Flaminia. Que me quiere llevar.
Ergasto. ¡ Bueno !
RoSELiAN. Si soy alma, por ti peno.
Belardo. i Juro a Dios si un gancho tomo,
que aviente el alma a los trigos !
Frondoso. Quedo, que si es cosa mala
en asiéndola resbala
y no se le da dos higos.
Parece que el miedo os calma.
Démosle del pie al cogote
sobre ella tanto garrote,
que si es cuerpo deje el alma.
Que si es alma, no por buena
anda en pena por ahí;
ni volverá más aquí
viendo que le dan más pena.
RoSELiAN. Estos conciertan matarme; (Ap.)
huir al monte es mejor.
¡ Ah, ingrata ! ¿ Que este rigor
trazaste por acabarme?
Tuya ha sido la invención ;
mas si de mi muerte gustas,
no sea a manos robustas
de aqueste infame escuadrón.
Belardo. ¿Hablan ansí en el abismo?
RosELiAN. No maten a un caballero
armas de un villano fiero ;
yo me mataré a mí mismo.
Cuando nos vimos los dos
no me quisiste abrazar,
pues yo me voy a matar.
¡ Flaminia, Flaminia, adiós !
{Vase Roseliano.)
Frondoso.
Ergasto.
Frondoso.
Flaminia.
Frondoso.
Fla^iinia.
Frondoso.
Flaíiinia.
Frondoso.
Ergasto.
Frondoso.
Belardo.
Frondoso.
Belardo.
Frondoso,
Belardo.
Huye, Ergasto, aquí te mete.
¿Esto de ánimo te priva?
Entendí, como se iba,
que soltara algún cohete. —
Hija, ¿qué es esto?
¡ Ay, Frondoso,
llegaos a mí, que me muero !
Este no era caballero?
¡ Era el alma de mi esposo !
¿ Pues no salió de la mar
desta nuestra playa estrecha,
que con fortuna deshecha
en sus rocas vino a dar?
Eso, padre, pareció,
y cuando echado le vi
sobre estas algas aquí,
lo mismo pensaba yo.
^las no sé cómo os lo diga,
que estándole consolando
se levantó suspirando
y me llamó esposa amiga,
mi bien y otras cosas tales,
y los brazos me pedía.
Sin duda el alma sería.
Todas son claras señales.
¿ Qué te parece, Belardo,
tú que has sido sacristán,
las ánimas que allí están,
que nunca verlas aguardo,
suelen venir por acá
si tienen algo que hacer?
Xo hay hombre tan bachiller
que sepa lo que hay allá.
Y aunque a veces yo he cantado
responsos a los difuntos,
nunca, por Dios, a esos puntos
con los muertos he llegado.
Verdad es que oí decir
que mi abuela era fantasma.
¿ Fantasma ?
¿ Sólo esto os pasma ?
Cómo eso suelen fingir.
Una vez dicen que asió
a Gil con un garabato,
y que otra vez como gato
al cura se apareció.
Y aún más, que una noche a mí
me picó con una aguja.
¡'Calla, que sería bruja!
¡ Por Dios, que creo que sí !
Que decían que un muchacho
le estrujó para comer.
678
LOS MUERTOS VIVOS
Frondoso. ¡ Pues brujas tienen que ser
con alma en pena, borracho !
Belardo. i Luego una cosa no son ?
Ergasto. j Calla, necio, mentecato !
Belardo. ¿ No pudo ser alma y gato
si era alma de algún ladrón?
Frondoso. Ahora bien, Lucinda mía,
no te dejar sola importa,
y, por tus ojos, reporta
tan triste melancolía.
Que los espritus acuden
a los que tristes están;
y estos pastores irán,
con otros que les ayuden,
por esos montes con hondas
hasta que el alma se vaya
noramala desta playa.
Si te llama, no respondas ;
son déjala para roín.
Belardo. No temas que ha de volver.
Flaminia. i Almas me vienen a ver,
sin duda es cierto mi fin !
{Vaiise, y salen el Marqués .v Armindo,
y soldados con caja.)
Marqués. Tomaré tierra, a pesar
del Duque, y como otro griego
pondré a sus ciudades fuego.
Armindo. Salga tu gente del mar;
fórmese un bello escuadrón
con que su Troya aniquiles,
que yo quiero ser Aquiles
si fueses Agamenón.
¿ A Flaminia ha dado muerte ?
¿A una mujer?
Marqués. Hoy, sobrino,
la nueva trágica vino
a mis oídos de suerte,
que fué milagro vivir;
mas bien sabe el sentimiento
en el furor con que intento
a Calabria destruir.
¡ Cruel hombre ! ¿ A una muj er
que por su hijo perdida
iba a ofrecerle la vida,
tanto mal la pudo hacer?
¿De qué Diómedes se cuenta
tal linaje de crueldad,
que la mía fué piedad
de satisfacer mi afrenta?
Hallé en mi casa escondido
a Roseliano cruel;
halló en la suya por él
mi hija el honor perdido.
Dióla muerte sin ofensa;
sangre inocente vertió.
Armindo. No pienses que la mató;
en que has de vengarte piensa.
Que de pensar en su muerte
te desmayará el dolor,
y de vengarte el rigor
hará tu pecho más fuerte.
Marqués. ¿Quién viene?
Armindo. Hortensia, su prima.
(Sale Hortensia cii hábito da hombre y con espada,
y algunos soldados con ella.)
Marqués. ¡ Sangre del Duque !
Armindo. No es
sino sangre del Marqués,
y como tuya la estima.'
Agora que en esta guerra
te he servido y me acompaña,
en ninguna cosa daña
la paz de tu amiada tierra.
Después de ser mi mujer
llora a Flaminia.
HoRTEN. ¿Qué pecho,
aunque de mármoles hecho,
no pudiera enternecer?
No te turbe el ver que soy
sangre del Duque cruel,
que si alguna tengo del
aquí te la ofrezco y doy.
Las armas que traigo al lado
las primeras han de ser
que se saquen para hacer
estrago en él y su estado.
Marqués. ¡ Ay. Hortensia ! ¿ Qué consuelo
será en mi mal conveniente ?
i Sangre de aquella inocente,
dad voces, clamad al cielo ! —
Ea, valientes soldados,
mi sangre y honra vengáis.
(Sale Teistáx solo, y dice.)
Tristán. ¿Cómo, señores, estáis
de tanto mal descuidados,
que el Duque viene a estorbaros
que aquí no desembarquéis?
Armindo. La causa que defendéis,
soldados, ha de animaros.
Marqués. Ea, tocad esa caja,
(Tocan.)
ACTO TERCERO
679
que ya las contrarias suenan,
Armindo. Los altos montes atruenan.
Marqués. De las altas cumbres baja.
(Salen el Duque y Finardo y Curcio con caja de gue-
rra y bandera, y soldados, todos en orden.)
Finardo.
DUOUE.
Curcio.
Tú llevas justa razón.
Sí; pero el ver que en mi tierra
haga el Marqués cruda guerra
me ha causado confusión. —
Parte, Curcio, y di que quiero
hablarle en paz.
Yo voy,
que si arrepentido estoy
mi destrución considero.
(Sale DoRisTo de soldado a lo gracioso con
lina espada mohosa, y Gila con él.)
GiLA. ¿ Quién te mete en ser soldado ?
DoRiSTO. ¡ No hay más, 3-0 he de pelear !
GiLA. ¿Por qué te quieres soldar,
si nunca fuiste quebrado?
DoRisTO. Los campos tienen sus puestos.
GiLA. Huyamos por este risco.
DoRiSTO. i Gila, por Santiliprisco,
que he de matar veinte déstos !
(Mete mano.)
GiLA.
i Tente !
DORISTO.
No tiene remedio.
GiLA.
¿No miras que estoy preñada?
DORISTO.
; Pues qué he de hacer del espada,
que me costó real y medio?
Curcio.
El Duque, señor, pretende
hablarte de paz.
Marqués.
Pues llegue,
que no es justo se le niegue
a enemigo que no ofende.
Pero, ¿qué puede tratar?
¿En que quedamos amigos?
Curcio.
Voile a llamar.
Marqués.
¡ Sed testigos,
cielos, que os quiero vengar !
Curcio.
Habla, señor, que ya escucha
el Marqués.
Duque.
Marqués Roberto,
¿estás de que tienes cierto
justicia?
Marqués.
¡ Y tengo mucha !
Duque.
¿ Qué me pides ?
Marqués.
La crueldad
de haber muerto una mujer.
Duque. ¿ Y querrás darme a entender
que fué la tuya piedad?
¿ No mataste a Roseliano ?
Marqués. Quitóme el honor.
Duque. Yo quiero
hacer, como caballero,
• un hecho noble y romano.
No lo pague nuestra gente
ni aquí su sangre vertamos;
los dos este campo hagamos
cuerpo a cuerpo solamente.
Marqués. Soy contento.
Finardo. No es razón
donde hay mozos. — ^Ea, gallardo
Armindo, aquí está Finardo.
Armindo. Yo huelgo desta ocasión.
(Salen Frondoso y los pastores huyendo.)
Frondoso. ¡ Aquí, favor ! ¡ Ay de mí,
fuertes campos sicilianos !
Marqués. ¿Dónde van estos villanos?
Duque. Tente; ¿dónde vais ansí?
Frondoso. Los pastores que habitamos
por estos ásperos riscos,
que están mirando en el mar
desiguales edificios,
del alma de Roseliano,
señor, huyendo venimos,
que anda en pena en este monte,
dando por Flaminia gritos.
Y aunque es alma, es tan cruel,
que trae en la mano un pino
con que no ha dejado en pie
pastor, cabana ni aprisco.
Duque. Bien es menester juntaros
y a defensa preveniros,
que ya desciende furiosa.
(Sale Roseliano con un bastón.)
R0SELIAN. ¿Adonde vais, enemigos?
¡ Fuera, que soy alma en pena
que en aqueste cuerpo habito,
para pagar el pecado
del villano padre mío !
Duque. Tente, si es posible; tente,
alma de mi pobre hijo.
RosELiAN. ¿Quién eres tú?
Duque. Soy tu padre,
y éste el Marqués, tu enemigo.
Armindo. ¡ Roseliano !
R0SELIAN. ¡ Armindo noble !
Marqués. ¿Qué es esto, engañoso Armindo?
680
LOS MUERTOS VIVOS
¿No mataste a Roseliano?
Armindo. No, señor, que era mi amigo.
Marqués. í Pues hazte afuei-a, cobarde,
vil sangre, que me has vendido;
que a ti conu) al Duque fiero
a batalla os desafío !
Duque. Hijo, ¿que eres vivo?
Armindo. El cielo
sabe que no te he ofendido ;
en las leyes de amistad
fuera el matarle delito.
Marqués. Si teniéndote por muerto
intenté lo que habéis visto,
¿qué haré si vivo te ■\cn
y todo mi bien perdido? —
¡Tocad las cajas al arma!
¡ Animo, soldados míos,
vengadme, y muera el primero
mi mal nacido sobrino !
RosELiAx. Detente, que si yo soy
^ivo, ir.is ojos lian visto
viva a Flaminia, tu hija.
Marqués. ¿Viva, dices?
RosELiAN. Viva, digo.
Marqués. Ya es tarde para engañarme.
CuRCio. Señor, la verdad te ha dicho.
Entregándomela el Duque,
como Roseliano a Armindo,
la guardé entre estos pastores.
Frondoso. ¿ Luego la que yo he tenido .
es Flaminia?
•CuKCio. Ve por ella.
{Vasa Frondoso.)
Marqués. ¡ Al cielo santo bendigo !
Duque. Yo te perdono el engaño,
Curcio, y digo que eres digno,
por la piedad que tuviste,
de premio, en vez de castigo.
Marqués. Mejor de mí se merece
desde aquí empeño, y me obligo
esta palabra y mis brazos.
(Salen Frondoso y Fl.MiIinia.)
Flaminia. ¿Que era el cuerpo?
Frondoso. El cuerpo, digo.
Flamini.\. ¿Tocástele?
Frondoso. Llega y mira
este engaño.
Flaminia. ¡ Esposo mío !
RosELiAN. ¡ Flaminia !
Marqués. ¡Hija!
Flaminia. ¡ Señor !
DoRiSTO. i Juntádose ha el regocijo !
Flaminia. ¿ Es posible que te veo ?
Roseliax. Mi vida debes a x\rmindo.
Flaminia. ¡ Hortensia !
HoRTEN. ¡ Señora mía !
Duque. ¡Contento estoy!
Marqués. ¡ Yo infinito !
Roselian. Ea, pues, haced las paces,
pues ya tenéis vuestros hijos;
pero que estamos casados
quiero primero advertiros.
Duque. Yo abrazo al Marqués.
Marqués. Yo al Duque.
Armindo. Señores, oíd a .Vrmindo.
Esta es Hortensia, mi esposa.
Finardo. ¡ Eso no, que yo lo impido.
Armindo. Ella elija.
Finardo. Soy contento.
Horten. Que Armindo es mi esposo, digo.
Tristán. Tristán, tu hermano te abraza.
Duque. Haga Finardo lo mismo,
}'• doile a Julia y seis villas.
Duque. Aquí está, señor, Doristo.
Marqués. ¿ Quién es éste ?
RosELiAN. El jardinero.
Doristo. Señor, yo soy el que ha sido
el alcahuete de todo.
Marqués. ¿Qué quieres?
Doristo. Premio o castigo.
Duque. Yo le doy seis mil ducados.
Marqués. Yo de reñía un pan y vino
y dos mil.
Doristo. ¿Y a Gila, señor?
Marqués. Otros dos para zarcillos.
Flaminia. Y yo le mando mis joyas
a Hortensia.
Roselian. a Telefrido
doy cuatro villas, y mando
mis caballos y vestidos.
Telefrid. Yo beso tus pies, señor.
Marqués. Pues vamos todos, amigos,
a Catania.
Roselian. Aquí, senado,
se acaban Los muertos vivos.
FIN
n^^iDiE SE GonsroGE
COMEDIA FAMOSA
DE
LOPE FÉLIX DE VEGA CARPIÓ
Roberto, Rey de Hungría.
LiSARDO. Principe.
Celía_ dama.
DoRisTA, dama.
Belisa, dama.
PERSONAS
El DCOUE .^RNALDO.
Alba^'o, caballero.
Feliciano, caballero.
Fabio, lacayo.
LuciNDO, criado.
Fileno, labrador.
ClarinOj labrador.
[Bato.]
ACTO PRIMERO
{Salen Roberto, Rey de Huxgría, y Alsaxo,
llero.)
Aleaxo. Vuestra majestad intente
dividirlos a los dos.
Rev. ; Cómo el Príncipe no siente
que castigos tiene Dios
para un hijo inobediente?
Aleaxo. _\mor es ciego sin guía,
y en la humana jerarquía
tiene tanta autoridad,
que aun dijo la antigüedad
que a los dioses se atrevía.
Pintóle un sabio rompiendo
rayos en el aire.
Rey. El daño
es que yo no le reprendo
para dar fuerza a su engaño
con lo mismo que me ofendo.
Porque es pasión ofendida
de ver que nadie la impida,
se opone al más atrevido,
que crece amor resistido
como el agua detenida.
.\JLEAX0. Señor, dicen que en amor
hay dos fines desiguales,
con que se templa su ardor.
Rey. Con pensamientos iguales
tengo al remedio temor.
Aleaxo. Cuando es amor que desea,
en gozando, la hermosura
caba-
Rey.
Aleaxo.
Rey.
suele parecerle fea,
que templa el bien que procura
ver que le goce y posea.
De suerte, que esta mudanza
nace del bien que se alcanza,
porque en los brazos le halló
menor que se le mostró
el deseo a la esperanza.
El otro amor es del trato,
y mucho más peligroso,
porque es de Midas retrato
abundante y deseoso,
nunca mudable ni ingrato.
Y como en la ejecución
no se templa su pasión,
tiene por fin el agravio;
sólo este médico es sabio,
que los demás no lo son.
Ya te entiendo.
Puede ser.
Dices que el Príncipe quiere
por trato aquesta mujer,
donde el deseo no muere
ejecutado el placer:
y que no podrá olvidar
sino sólo por agravio ;
pero, ¿quién ha de agraviar
a un hombre gallardo y sabio,,
que quiere y sabe obligar?
Demás, de que yo he sabido
que de los dos ha nacido
682
XADIE SE CONOCE
el vínculo deste amor:
los hijos es el mayor,
y es imposible el olvido.
Celia es mujer principal;
¿ qué agravio le puede hacer ?
¿ Cómo será desleal
obligada una mujer
y siendo tan desigual?
Fué su padre caballero
noble, según me han contado ,
si bien de Hungría extranjero,
y en Francia el mejor soldado
que ciñó lustroso acero.
Yo no la he visto en mi vida,
pero dicen que es mujer
virtuosa y recogida.
¿Pues cómo puede ofender
ni ser de olvido ofendida?
Aldano. Señor, si bien las mujeres
saben resistir amando
y de sus partes lo infieres,
porfiando y conquistando
puede haber algo en que esperes.
Que hasta un poeta llamó
lo que nadie conquistó;
y cuando Celia lo sea,
ni escuche, ni hable, ni vea,
con eso sólo haré yo
que el Príncipe esté quejoso
y aun celoso, que esto basta :
no es caso dificultoso
pintarle de la más casta
un agravio mentiroso.
que si él lo llega a creer
el mismo efeto ha de hacer
que la verdad.
T^EY Es engaño,
porque en Añendo el desengaño
se han de volver a querer.
De manera que es error
darle fingidos recelos
desengañando el temor,
que amistades sobre celos
doblan, Albano, el amor.
ÁLr.Axo. Cuando un hombre está quejoso
del agravio de su dama,
del olvido codicioso,
por venganza finge que ama
y se entretiene celoso.
Prevenir una mujer
que solicite querer
al Príncipe, y que esto sea
de suerte, que Celia crea
que agravio le pudo hacer.
Pues ella la ofensa mira
y el Príncipe lo sospecha;
aunque todo sea mentira
tú verás lo que aprovecha
para moverlos a ira.
Y por donde no lo piensas
tendrán por ciertas las culpas
y imposibles las defensas,
que antes que se den disculpas
se habrán hecho mil ofensas.
Rey. ¿ Pues quién te parece a ti
que sirva a Celia?
Albano. Señor,
el duque Arnaldo está aquí,
hombre de pecho y valor ;
esto en secreto le di,
y da principio al engaño,
que yo por mi parte haré
que crean los dos su daño.
Rey. Voile hablar para que esté
prevenido en el engaño.
{Vase)
Albano.
Deseos de subir adonde pueda
tener lugar que a tqdos me adelante
me incitan a inquietar un noble amante,
aunque de serlo yo la culpa exceda.
A la fortuna le pusieron rueda,
no sólo por ser fácil y inconstante,
mas porque im hombre en ella se levante,
pues si no la provoca, se está queda.
Tan presto es liberal como es avara ;
ya los que estaban llenos se ven faltos,
ya los que eran cobardes atrevidos.
Ella, en efeto, es rueda, y nunca para,
y así, por fuerza, donde caen los altos
vienen a levantarse los caídos.
{Vasc. Y salen el Príncipe, y Feliciano, caballero,
Celia, dama; Dorista y Belisa, damas sUyas.)
Lisardo. Quiero encarecer mi amor
y parece que no acierto ;
pero sé que estoy muy cierto
que no puede ser mayor.
Celia. Si vos no tenéis temor
mal podéis encarecer
vuestro amor, porque vencer
al temor, mi bien, quien ama
\crdadero amor se llama.
ACTO PRIMERO
683
y así es mayor en mujer.
Teme la mujer que amando
corre peligro su honor;
teme, si hay competidor,
perder lo que está gozando ;
si hay marido, está temblando;
si hay padre, el justo pesar
que en saberlo le ha de dar ;
a quien teme, como temo,
a im Re\- con mayor extremo,
¿qué mayor fuerza de amar?
LiSARno. Y quien por vos aventura
de su padre la obediencia,
del reino la diligencia
con que casarme procura,
¿qué le debe a esa hermosura?
■_ Es menor la obligación ?
Pero diréis que éstas son
obras en hombre obligado
al hombre, a quien Dios le ha dado
más valor y perfección.
Celia.
No puede haber amor que iguale al mío ;
mi sentido excedió mi sentimienro;
cuanto sin vos es bien, cuanto es contento,
es para mí tormento \ desvarío.
Tan nuevas almas en mi pecho crío,
que son pocas cien mil para un momento;
háceme sombra el mismo pensamiento,
y dclla, si os ofende, me desvío.
Amor no tiene en mí cosa imposible,
por mí sola se pudo pintar ciego ;
el alma para vos no es invisible.
Con esta fuerza a lo imposible llego,
y os quiero tanto más de lo posible,
que si no soy amor, vengo a ser fuego.
LlSARDO.
Nace del dulce pensamiento mío
siempre, señora, en vos mi sentimiento,
porque pensar tener otro contento
si no es pensando en vos, es desvarío.
Pienso en pensar que pensamientos crío
que no falten de vos solo un momento,
y por no tener otro pensamiento,
de pensar en perderle me desvío.
Corrido está de verme el imposible,
la majestad rendida, el temor ciego,
y yo para oti'os gustos invisible;
pues cuando a ver vuestra hermosura llego
desprecio tanto amaros lo posible,
que con sólo mirar abraso al fuego.
Felician. Vos y yo poco sabremos
decirnos desto.
DoRiSTA. Es verdad,
que donde no hay voluntad
pocos serán los extremos.
Felician. Yo os tengo alguna.
DoRiST.v Dejemos
eso de tener alguna.
Felician. Alguna es principio de una.
DoRiSTA. Amad con mucha o callad;
porque alguna voluntad
está cerca de ninguna.
{Sale Fabio, criado, del Príncipe.)
Fabio. ¿El Príncipe mi señor?
Felician. Aquí está.
LisARDO. Pues bien; ¿qué ha}'^, Fabio?
Fabio. Que todos tratan tu agravio,
desde el mayor al menor.
Tan público llega a ser,
que Riselo me ha contado
que quiere tu padre, airado,
valerse de su poder.
Celia en gran peligro está.
Lisardo. Siempre, Fabio, lo temí.
Celia. Si hay peligro para mí,
el de perderte será.
Lisardo. Antes perderé la vida.
Celia. La corte quiero dejar,
que el Rey me hace buscar :
o soy muerta, o soy perdida.
Lisardo. Sabe el Rey que para Dios
eres, Celia, mi mujer.
Celia. Sé yo que tiene poder
de apartarnos a los dos.
Felician. Si la corte has de dejar
aquí cerca hay una aldea.
Lisardo. Y no ha}' remedio que sea
más fácil, pues hay lugar
de verte siempre que quiera.
Fabio. El bosque de Miraflor
tiene un castillo, señor,
puesto en su verde ribera;
hay desde la aldea a él
un tiro de piedra menos,
donde mil olmos amenos
forman un verde dosel.
Es casa llana y cerrada ,
haz que Celia viva allí ;
no en el traje que está aquí,
pues puede andar disfrazada.
Y porque los labradores
684
NADIE SE CONOCE
son maliciosos, que, en fin,
nunca verás hombre ruin
con pensamientos mejores,
un criado que no sea
en la corte conocido
se finja ser su marido
y satisfaga la aldea.
LisARDo. Bien dice, y nadie mejor
que Feliciano.
Felician. Si puedo
servirte, aquí estoy.
LiSARDO. Yo quedo
satisfecho de tu amor.
Celia . será labradora,
tú marido y yo quien
vaya secreto, mi bien,
a ver el que el alma adora.
Todo está bien ordenado;
mas, ¿no ves que si me ausento
me ha de buscar?
Pensamiento
bien temido y bien fundado.
¿ Pues qué remedio ?
Que aquí
Dorista se quede agora
en nombre de mi señora.
i Y den los rayos en mí !
No temas que el Rey te ofenda,
y más que te he de guardar,
estimar y visitar
como a mi querida prenda.
Quédate, Dorista, aquí,
que yo tengo quien te guarde.
Dorista. No me tengas por cobarde,
que más valor vive en mí.
Digo que me quedaré
siendo Celia a i"esistir
sus llamas hasta morir.'
LisARDO. Pues haced que a punto esté
una carroza.
Fabio. i Carroza,
señor? Un carro ha de ser,
que la industria del poder
notables Vitorias goza.
Feliciano, disfrazado,
en las muías ha de ir,
y en el lugar prevenir
que este castillo ha tomado
por algún arrendamiento
para ganado y labranza,
que dar esta confianza
es el mejor fundamento.
Celia.
Felician.
LlSARDO.
Felician.
Dorista.
LlSARDO.
LiSARDO. Bien dice ; esto queda así.
Vístanse los que han de ser
labradores.
Celia. Voy a ver
lo que vengo a ser por ti ;
aunque lo más tengo ya
de labradora y de honrada,
que es estar del sol quemada
que de tus ojos me da.
LlSARDO. Antes yo tu sombra soy
}• te sigo desde agora,
y si soy tu sol, señora,
tú eres el cielo en que estoy.
Celia. Ya mi temor me importuna ;
ni seas sol ni yo tus cielos,
porque vendré a tener celos
de que des luz a la luna.
(l'aiise todos, y quedan Belisa y Fabio.)
Fabio.
Belisa.
Fabio.
Belisa.
Fabio.
Belisa.
Fabio.
Velisa.
Fabio.
¿ Vuesa merced no me dice
alguna cosa, pues ya
a ser villana se va?
Mucho a quien soy contradice.
No sé si sabré fingir;
pero, ¿qué se puede hacer?
Mujer, fingir y nacer
a un tiempo suele salir.
Esto por extremo hacen
sin maestros de danzar,
porque bailar y engañar
lo saben desde que nacen.
¿Por qué piensas que lloramos
los hombres cuando nacimos?
Porque obligados salimos
•a lo que después pagamos.
Es deuda que nunca pasa
su beldad y engaño inmenso,
cargar un perpetuo censo
por nueve meses de casa.
;Y nosotras no lloramos
porque sujetas nacimos?
Fué maldición.
Ya servimos.
¿ Y no medran ?
¿ Qué medramos ?
El hombre manda, es señor
del gobierno y del dinero.
Del dinero, eso no quiero,
que allá le tenéis mejor;
porque si cuanto tenemos
nos quitáis cuando os le damos,
¿qué sirve que le tengamos.
ACTO PRIMERO
685
pues tan presto le perdemos?
Comienza el dinero en di
porque di, y acaba en ñero
porque es crueldad dar dinero,
que el ñero lo dice ansí.
Ahora bien; mira qué quieres,
pues quedo a ser cortesano.
Belisa. Que te vayas a la mano
en hablar mal de mujeres;
que los cortesanos son
gente libre en esta parte.
Faeio. Honrarélas, por honrarte,
de cualquiera condición.
Las flacas y carnisecas
llamaré desde hoy jarifas,
gallardas las hipogrifas,
las tentadas de muñecas
trataré con dulces nombres;
diré que enfermas están,
pues por doquiera que van
van dando el pulso a los hombres.
Las gordas diré que son
gente de asiento y de peso,
porque es la mujer sin seso
calabaza del varón.
Las frías diré que anima
su frialdad y que enamora,
pues lo es más la cantimplora
y hay tiempos en que se estima.
Las cálidas que son nobles,
pues que tienen calidad;
las que no tratan verdad,
pues también hay tratos dobles
en la milicia, que es cosa
de los hombres tan honrada,
que la adúltera casada
de su dueño está quejosa.
Pues no hay mujer si se piensa
• aunque en las malvas nacida,
que bien comida y bebida
hiciese a su dueño ofensa.
La doncella que no dio
buena razón a su madre,
que fué descuido del padre,
pues grande no la casó,
no hay delito que no cubra,
pues una doncella grande,
aunque el rey no se lo mande,
es forzoso que se encubra.
La soltera tomajona
bien la sabré disculpar,
aunque aquesto del tomar
Belisa.
Fabio.
hasta el oro no perdona.
La buscona, a pie o en coche,
diré, por hacerlas graves,
que crió Dios muchas aves
que se sustentan de noche.
Con esto que les ofrezco
de la obligación te saco.
¡ Qué grandísimo bellaco !
Por honrarte lo merezco.
(J'ansc. Y sale el Rey, el Duque Arxaldo .v Albano.)
Rey.
Esto has de hacer por mí.
Arnaldo.
Serás servido,
puesto que con razón siento, en efeto,
ofender en su gusto a quien ha sido
mi Príncipe y señor.
Rey.
Será secreto.
Arnaldo.
Xo hay amante que viva en tanto olvido
que no sienta los celos, si es discreto ;
porque los celos hacen compañía
siempre al amor, como la luz al día.
Rey.
Cuando lo entienda puedes dar disculpa
con que sirves alguna de sus damas.
Arxaldo.
]^Iejor obedecerte me disculpa,
aunque pierda mil vidas y mil famas.
Rey.
; Has visto a Celia ?
Arnaldo.
Fuera mayor culpa.
Rey.
¿Culpa el servicio de tus Reyes llamas,
viendo que si Lisardo no se casa
a dueño extraño nuestro reino pasa?
Arnaldo.
Yo voy a obedecerte; venga Albano
que m'e enseñe la casa.
Albano.
Xo la he visto;
mas podréme informan
686
NADIE SE CX>NOCE
Arnaldo.
Pienso que en vano,
invicto Rey, esta mujer conquisto,
pues nunca se ha alabado cortesano
de haberla visto; con que más resisto
a lo que intento, si vencerla quieres,
pues en la corte hay linces de mujeres.
¿ Cuál viuda recogida se ha escapado ?
¿ Qué doncella metida entre paredes ?
¿ Qué casada en lugar más retirado,
y hasta las que defienden sacras redes?
Rey.
Parte de lo que digo confiado,
que a mí y al reino remediarnos puedes.
Arnaldo.
Sabe Dios lo que siento que le ofendo.
Albano.
Ella es mujer. ¿Qué tienes?
Arn.\ldo.
Yo me entiendo.
(Vanse los dos. Y entra el Príncipe.)
LlSARDO.
Dicenme, gran señor, que me has llamado.
Rey.
Dame voces el reino que te case,
y tú, de mí y del reino descuidado,
dejas que uno se queje y otro pase.
¡ Ah, cómo vives, Principe, engallado,
aunque te ciegue amor, aunque te abrase !
i Qué necio estás, si no es que te lo impida
sentir que quieres acortar mi vida !
No me admiro que un mozo tenga un gusto,
porque la edad es dueño de los ojos;
pero no ha de exceder de lo que es justo,
ni a un tirano cruel darse en despojos.
No compres tu placer con mi disgusto,
ni tu libre vivir con mis enojos;
no asi se crían, con injustas leyes,
los principes que nacen para reyes.
Yo te quiero casar; no quiero darte
pena en quitarte esa mujer que adoras :
¿qué pudieran quitarte y enojarte
manos que fueron de tu vida auroras?
Mas quiero con mi edad aconsejarte,
que no con mi poder, pues no le ignoras ;
mira que el que es ingrato al padre yerra,
pues no puede vivir sobre la tierra.
(J'asc-)
LiSARDO. En extraña confusión
me deja verdad tan clara,
pues no la puedo negar,
siendo a mi gusto contraria.
¿ Qué haré, que no puede ser
dejar a Celia burlada
ni puede sufrir mi amor
que piense el alma olvidarla ?
Obedecer a mi padre
es justo; ¿pero quién basta
contra amor, si amor es Dios
y lo contrario me manda?
No- es tarde para casarme;
otros más tarde se casan.
(Entra Fabio.)
Fabio. a tus postreras razones
llega Fabio.
LiSARDO. Aqui trataba
de que me casa mi padre.
Fabio. ¡ Linda materia !
LiSARDO. ¡ Extremada !
Más tarde se casan otros.
Fabio. Dirálo porque ya pasan
con más brevedad las vidas,
y pienso que ésta es la causa
de casarse las mujeres
tan niñas, que muchas andan
con las muñecas el día
que al desposorio las llaman.
Verdad es que he visto a muchas
con las muñecas descalzas,
que en treinta y nueve se quedan
y algún caballo descartan.
¡Oh, Fabio, si ya las vidas
como en el tiempo se usaran
de nuestros padres primeros !
No son las nuestras tan largas.
¿ En qué piensas que consiste ?
¿En qué?
Las saladas aguas
del diluvio de la tierra
la dejaron tan salada,
que lo es cuanto produce ;
y ansí el sustento le falta
con que los hombres vivían
tan largos siglos sin canas.
Agora a treinta años hay
inmensas canas y calvas.
LiSARDO. ¿A treinta años?
Fabio. Es lisonja
que a más de dos les agrada.
Lisardo.
Fabio.
Lisardo.
Fabio.
ACTO PRIMERO
687
antiguamente el oficio,
o el arte, que asi se llama,
eran pintor y platero,
pintor es cosa que espanta
la misma naturaleza;
platero es cosa tan rara,
que como a Rey le obedecen
oro, diamantes y plata.
Pero ya los tintoreros
tienen la esfera más alta :
culpa de la edad, que es breve,
y cuando comienza acaba.
LiSARDO. Dice mi padre que os tiempo
de casarme. Si me hallara
en la edad en que vivían
mil años no me pesara:
viviera los novecientos
con Celia, y ciento que faltan
casado donde él quisiera.
Fabio. Famosamente lo trazas ;
y dijéraslo de veras
si vieras que se apeaba
algún carro como el sol,
dando al aldea dos albas,
Feliciano, su faetonte,
no los caballos guiaba,
sino las muías, que, en fin,
si hay sol con uñas, no espanta
que haya tal vez sol con muías,
si el sol es hembra, que basta.
¿ Cómo te diré su traje ?
¿ Cómo el sayuelo y la saya ?
¿Cómo tendido el cabello
entre las sartas de plaia,
haciendo cadenas de oro
y guarnición a la grana?
La labor negra del cuello
ihizo la carne tan blanca,
que pensaras que la Scitia
a Etiopía se juntara.
Unos bordados leones
le cercaban la garganta,
que como son africanos
quietos a nieve temblaban.
Las mangas de la camisa...
no quiero hablarte en las mangaS;
que las tomara algún rey
por mangas después de Pascua.
Iba en la chinela el pie,
adonde con tanta gracia
ojos ataban las cintas,
las suelas pisaban almas.
El delantal encubría
cierta barriga de nácar,
donde vive alguna perla
que aquestos reinos aguarda.
Dios te la deje gozar.
Li SARDO. Notable gusto me dabas.
Prosigue.
Fabio. ¿Qué hay que decir?
Así la imitan sus damas:
Fílida de azul, haciendo,
sobre este mar que imitaba,
las ondas con sus cabellos;
Silvia, de amarillo y plata ;
Lucinda, de nácar y oro,
y Eclisa...
LisARDO. Fabio, para ;
que sospecho que Belisa...
Fabio. Pues ya no podré pintarla.
Mas como suele comer
racimo de uvas quien anda
escogiendo las maduras
y después no deja nada,
así seré con Belisa.
LisARDO. Albano es aqueste ; aguarda.
{Sale Albako.)
Albano. Díjome el Rey mi señor
que va a los bosques a caza,
y que quiere divertirte.
LiSARDO. Di que haré lo que me manda. —
¿Qué es esto?
F.\Bio. ;Cosa que fuese
donde está Celia alojada,
que puede llegar a verla?
LiSARDO. ¿ Cómo ?
F.ABio. En la reja de casa
la vi; pero no te espantes,
que es naturaleza y casta,
que la mujer y el botón
siempre están a la ventana.
(Vaiisc, y entran el Duque Arxaldo y Li;cindo.)
Arxaldo. De mala gana obedezco
al Rey en esta ocasión ;
pero es ley y obligación.
i Dios sabe lo que padezco "
Ya he dado vuelta al terrero.
LuciNDO. A Celia sospecho ya (i)
que vi en las rejas primero.
Arnaluo. ; Conócesla tú ?
(i> Falta un verso antes o después de éste.
688
XADIE SE CONOCE
LuciNDO. En mi vida
diré, señor, que la vi;
antes alabarla oí
de honesta y de recogida.
Y que estar a la ventana
parece cosa muy nuevru
Arnaldo. Lo que el Rey en esto prueba
es empresa loca y vana.
Que una principal mujer,
y de un Príncipe obligada,
no ha de querer, conquistada;
no ha de dejar de querer.
LrcixDO. Yo sospecho que esto ha sido
sólo para darle celos.
Arnaldo. Y si yo le doy desvelos,
un poderoso ofendido,
Lucindo, ¿qué puede hacer?
LuciNDO. ¿ Qué hicieras tu ?
Arnaldo. Yo matara
quien mi gusto me quitara,
como tuviera poder.
Lucindo. Pues lo mismo hará Lisardo.
Arnaldo. Desengañaréle yo
de lo que el Rey me mandó :
ya todo peligro aguardo.
¿ Pero ya qué puedo hacer?
Llego a la reja atrevido.
Lucindo. Oye un consejo.
Arnaldo. Yo he sido
sobre quien viene a caer
todo el rigor deste caso.
Lucindo. Finge que no has conocido
a 'Celia, sino que ha sido
el ver su hermosura acaso.
Arn.\ldo. Bien dices, que asi podré,
si se quejare de mí,
disculparme. Llego así.
(Sale DoRiSTA en alto vestida en forma de Celia.)
DoRiSTA. Si no saben que se fué
Celia de la corte ya,
vendrán del Rey los espías,
viendo que noches y días
Lisardo con ella está.
El duque Arnaldo ha venido;
por ventura, con intento
de saber el fundamento
que este suceso ha tenido.
Aunque el mirar más parece
amorosa voluntad
que vana curiosidad
de lo que el Rey encarece,
Arnaldo.
Dorista.
Arnaldo.
Dorista.
Arnaldo.
Dorista.
Arnaldo.
Dorista.
Arnaldo.
Dorista.
Arnaldo.
Dorista.
Arnaldo.
Dorista.
Arnaldo.
Dorista.
Arnaldo.
que tiene por gran delito
ver en un mancebo amor.
Ya, señora, a mi temor
que se mude le peí-mito
en forma de atrevimiento,
}■ que os diga que, pasando
acaso, y no levantando
con la vista el pensamiento,
me obligó a ponerla en vos
el veros : si os he ofendido,
perdón del agravio os pido.
¿ Sabéis quién soy ?
No, por Dios;
mas ya, señora, recelo
quién será vuestra belleza,
porque la naturaleza
es instrumento del cielo.
¿ Que no sabéis quién soy ?
Creo
que acierto en lo que he pensado,
pues otra causa no ha dado
esperanza a mi deseo.
¿No sabéis quién vive aquí?
No, señora, que ya os digo
que acaso y solo conmigo
alcé los ojos y os vi.
Pues quiéroos decir quién soy
para que dejéis la empresa.
Si sois casada, me pesa;
si libre, palabra os doy
que si el Príncipe de Hungría
me fuera el competidor,
no me quitara el amor,
aunque la vida podría.
Pues sabed que suya soy.
¿Sois Celia, a quien ama tanto?
La misma.
¿ De qué me espanto ?
¡ Oh, cómo culpa le doy
de no se querer casar !
Aunque al fin lo habrá de hacer
quien tiene tanto poder,
que se lo puede mandar.
Pero sea como fuere,
yo os tengo de amar.
No haréis,
que al dueño respetaréis
que os he dicho que me quiere.
¿ Sabéis quién soy?
Bien sospecho
que sois hombre principal.
En sangre le soy igual
ACTO PRIMERO
689
DORISTA.
ARXALnO.
DORlSTA.
Arxaldo.
DOKISTA.
Arnaldo.
LUCINDO.
Arxaldo.
LUCIXDO.
Arxaldo.
LuCIXDO.
Arx.\ldo.
VII
y en todo el valor del pecho.
Como estoy tan encerrada,
se muy poco de la corte.
No hay cosa que más importe
para vivir estimada,
Y por ésta lo sois tanto,
que hasta el Rey lo sabe ya;
pues nadie en Palacio está,
cosa que me causa espanto,
que os haya visto jamás,
si no soy yo.
Estoy cansada
de vivir tan encerrada,
y no pienso estarlo más ;
que no se puede vender
la libertad por el oro,
y por guardar el decoro
con que debo agradecer
al Príncipe tanto amor,
agora os pido que os vais,
pues del que vos me mostráis
será obligación maj-or;
que de noche os hablaré,
si con secreto venís.
Haré cuanto me decís,
y tan secreto vendré,
que aun yo no sepa de mí ;
desto la palabra os doy :
ni es mucho si en vos estoy,
y no en mí después que os vi.
Duque, adiós.
(Vasc.)
El ciclo os guarde.
¿Qué te dice ?
Que es mujer,
y que he venido a creer
que la hace firme el cobarde.
¿ Aquesta es la recogida
y la que el Príncipe adora?
La que más quiere y más llora,
al menor envite olvida.
¿ Esta es Celia ? ¡ Vive el cielo,
que pienso que me engañó !
Ella es, sin duda, que yo
la he visto.
¡ Engaño recelo !
¿ Pues cómo, si vive aquí
y esta noche te previene?
Todo a propósito viene,
y mejor sucede ansí.
Porque si me favorece.
ha de callar, por su honor.
Lucindo. No tiene a Lisardo amor;
a lo menos lo parece.
Arxaldo. Nace de ser muy amadas.
sin duda, el dejar de amar;
o las debe de cansar
que las tengan encerradas.
(Vanse.)
(Sale Celia con hábito de labradora, coii Belisa; Fe-
liciano, de labrador, fingiéndose su marido.)
Celia. ¿Está todo acomodado?
Belisa. Todo está como deseas.
Feliciax. ¿ Qué te dicen las aldeas,
el bosque, el monte y el prado ?
Celia. Todo me parece bien
si el Príncipe mi señor
me asegura de su amor,
ya que mis ojos le ven.
Que si vive descuidado
de que estoy sin él aquí,
será muerte para mí
el bosque, el monte y el prado.
Beli.sa. ¿ Qué hará Dorista en la corte ?
Celia. Fingir.
Feliciax. ¿Y sabrálo hacer?
Belisa. Dice Fabio que es mujer.
Celi.^. De ser maldiciente acorte ;
que la que sabe querer
puede enseñar a tratar.
¿Verdad?
Felician. Quiérote culpar,
pues finges ser mi mujer.
Celia. Eso no es hacer engaño,
sino defender mi vida
de un Rey.
Feliciax. Ya está conocida
tu verdad.
Celia. Temo mi daño.
Parte luego, Feliciano,
a acomodar esa gente.
Feliciax. Voy.
(Vasc.)
Belisa. ¿Que el Rey tu agravio intente?
Celia. Contra amor se cansa en vano.
Es amor la fortaleza
mayor del alma; es amor
del poder competidor,
sin temer mortal grandeza.
Es amor, aunque es pasión,
como una cuarta potencia,
que le pone en resistencia
44
690
NADIE SE CONOCE
del alma y de la razón.
(Sale el Rey con un venablo.)
Rey. i Qué deleitoso ejercicio
es la caza ! Pero cansa
tal vez el mayor deleite.
Siga mi gente la caza,
que este prado me convida
y esta fuentecilla ciara,
traidora a su mísma arena,
pues descubre lo que guarda,
a gozar del aire un poco.
i Ah, qué graciosas villanas !
Parece que son las flores
que este verde prado esmaltan. —
¡ Ah, zagalas !
Celia. ¡ Ay de mi !
Rey. ¿ Qué temes ? Escucha, para ;
no vengo a matarte yo,
fieras buscan estas armas,
no bellezas, no hermosuras.
Celia. A la fe que estoy turbada;
que ha poco, señor, que el cura...
Rey. Sosiega. — ¡ Qué hermosa cara !
i Qué buen talle, aseo y brío !
Celia. Yo le dije dos palabras;
el me dijo...
Rey. No te turbes.
¿Qué dices?
Celia. Que soy casada,
y me reñirán, señor,
si me pezilgan y hablan.
Tengo un marido más hosco
que un novillo.
Rey. Espera, aguarda;
que cuando sepa quien soy
él me llevará a su casa.
Celia. Aunque fuérades el Rey
presumo que no os llevara;
si bien en vos aseguran
la autoridad y las canas.
Rey. De ésas nunca lo estés mucho;
que en edades no hay muy largas,
sólo está la diferencia
en trocar el oro en plata.
Celia. También oí yo decir
a mi padre, que Dios haya,
que había rocines blancos
que les venía de casta;
y así será su merced.
Rey. No he visto mejor villana,
¿Hay gracia, hay donaire y brío
como el que tiene? ¿Qué dama
puede igualarla en la corte?
(Salen el Principe de casa y Faeio.)
Lisardo. ¿Es Celia?
Fabio. Sí.
Lisardo. ¿ Con quién habla ?
Fabio. Con tu padre.
LiSAROo. ¿ Con mi padre ?
Fabio. ¿ Qué dudas ?
Lisardo. ¿Hay tal desgracia?
Fabio. ¿Por qué, si no la conoce?
Lisardo. ¿Qué haré para que se vaya?
Fabio. Llegar de golpe.
Lisardo. Señor,
por mi vida, que me agrada
la caza.
Rey. Tiene estos lances;
nunca accidentes le faltan.
Pienso que has de entretenerte
entre tantas cosas varias
como suceden en ella.
No sé cómo no te cansas
de esa tu Celia enfadosa.
Lisardo. ¿ Agora de eso me tratas ?
Rey. No has querido divertir
años ha con otras damas;
abrevias la mano al cielo,
no quieres creer que basta
a hacer otras hermosuras.
Pues mira tú si te engañas,
que en un monte, en una aldea
hay esta belleza y gracia. —
Vuelve, labradora el rostro. —
¿Viste belleza más rara?
Pues si esto se cría en un monte,
entre sabinas y hayas,
¿qué hallarás en una corte?
Lisardo. Señor, en mucho te engañas,
que no son mis desatinos
tantos como me levantan ;
que te obligan a creerlos
con sus fingidas palabras.
Rey. Pues siendo como tú dices,
¿por qué causa no te casas?
¿ Qué hechizos te ha dado Celia
que así te abrasan el alma?
Pondré los ojos, la vida,
que con mil leguas no iguala
a esta Humilde labradora.
Lisardo. Quisiera poder mostrarla
y que la hablaras, señor;
ACTO PRIMERO
691
que si la vieras y hablaras
yo sé...
Rey. ¿Qué puedo sabcr
qne en tanto engaño te valga?
¿ Que será Celia Medea
o Circe, que así te encanta?
Amor tratado será
no méritos.
Li SARDO. Cuando faltan
méritos en el sujeto,
¿cuál es el hombre que ama?
Rey. Yo sé que tus desatinos
no nacieron de esa causa,
que el amor que más se hechiza
es aquel que más se trata.
Celia. ¿Que su merced era el Rey?
'Cierto que no lo pensara.
¿Los reyes riñen los hijos?
Rey. ¿De qué te espantas, serrana?
Celia. Eso toca a sus maestros.
¿No tienen ayos?
Rey. Repara
que en esta edad no hay maestros.
Celia. A la fe que la crianza
de los reyes está en cifra
cuanto después se dilata.
Bien sabéis ; reñilde bien. ,
porque deje en hora mala
esa Celia o Celestina.
IMas. porque vienen mis cabras,
quedad, señor, en buen hora,
que también de su labranza
viene a cenar mi marido,
y si un instante le falta
esto que llamamos olla
habrá en su lugar estaca.
(Vanse Celia y Belisa, y sale Albaxo.;
Albaxo. ¿Ha de volver a la corte
Vuestra I\Iaj estad?
Rey. Advierte...
Albano. Señor, ¿qué mandas?
Rey. ¡ Qué suerte,
plega a los cielos que importe !
Divierto, Albano, el amor
que a Celia tiene Lisardo,
que ya le encierro y le guardo
lleno de pena y temor. —
Quiero ver si vuelve a vella. —
; Puedo esta noche pasar
en este pobre lugar?
Alb.\no. Ya sale del sol la estrella,
I y es tarde para tu gente.
I No sé cómo han de alojarse.
j Rey. ¿No podrán acomodarse?
I Albano. Sí podrán difícilmente.
Para Vuestra Majestad
es el castillo extremado.
¡ Rey. Lisardo me da cuidado.
Lisardo. ¿ Qué es aquesto ?
Fabio. Novedad.
Albano. En el castillo también
se puede alojar, señor;
porque solo un labrador
le vive.
Fabio. ¿Entiéndeslo bien?
Lisardo. ¡ Y tan bien, que estoy sin mí.
Rey. Llama en el castillo.
Albano. ; Ah, gente !
I
¡ {Sale Feliciano con sii hábito de labrador.)
i Felician. ¿Quién llama tan fuertemente?
I Albano. Mira que el Rey está aquí.
; Felician. Déme Vuestra Señoría
los pies.
; Rey. Levanta.
Felician. Señor,
¿ en casa de un labrador ?
j Notable ventura mía !
Rey. ¿ CÚ3'o es aqueste castillo ?
Felician. Vuestro, señor, y olvidado.
Albano. ¿Eres tú su alcaide?
Felician. Soy
un labrador que estos campos
en arrendamiento tiene;
que por estar derribado
ya no vive alcaide en él.
Rey. ¿Era tu mujer acaso
la labradora que aquí
habló conmigo?
Felician. ¡ Los diablos
me casaron con mujer
tan bachillera !
Rey. Entre tanto
que aperciben de cenar,
di que me vea en mi cuarto.
(Vanse el Rey y Albaxo.)
Lisardo. i Qué es aquesto?
Felician. No lo sé.
Pésame que hayas llegado
a tal desdicha que el Rey
se aloje con sus criados
adonde has traído a Celia,
692
XADIE SE COXOCE
LlSARIX).
Fabio.
LlSARDO.
Fabio.
LlSARDO.
Fabio.
¿Quién lo hubiera imaginado?
¿Quién hubiera prevenido
tal desdicha, Feliciano?
Aqui la habló, y esta noche
quiere, con todos sus años,
que le venga a entretener;
y a mí me dice que el trato
me ha enamorado de Celia,
y él, de verla enamorado,
no repara en que me riñe.
Señor, vamos al reparo :
ninguno a Celia conoce,
no la escondas, que el engaño
podría ser tu remedio.
¿Mi remedio?
Y está claro ;
pues cuanto más le agradare
tanto estarás disculpado.
Llama a Celia.
Aquí está Celia.
(Sale Celia.)
Celia. Señor, ¿qué es lo que intentamos,
que así nos sale a los ojos?
LlSARDO. ^li bien, por hacer reparos
a las flechas de tus ojos,
a las armas de tus manos,
mi padre quiere apartarme
de la corte, y fué juntarnos,
pues tan junto a su aposento
tendremos el nuestro entrambos,
que oirá nuestros amores
si no los decimos paso.
No temas, habíale bien ;
que si te quiere está llano
nuestro remedio.
Celia. Sí haré,
que bien sé que el cielo santo
permite que yo le agrade
porque vea el desengaño
de lo que piensa de mí.
LlSARDO. Yo sé que le han informado
mal de tus merecimientos ;
mas, ¿qué mayor desengaño?
Vete, mi bien, no nos vea.
Celia. Dame primero tus brazos
por buen agüero del bien,
que toda la noche aguardo.
Feliciax. ¿Eso se sufre delante
de un marido?
F.^cio. Feliciano,
va están las cosas del mundo
tan pacíficas, tan llanos
los hombres, las amistades,
las conveniencias, los tratos,
que andan con otros las cabras
en presencia de los cabros.
SEGUNDA JORNADA
(Salen Alb.^xo 3- el Rey.)
Albaxo. ¿Es posible que la quiera
Vuestra Majestad así?
Rey. Si lo creyera de mí,
de mi edad no lo creyera.
Albaxo. Ella es hermosa mujer,
y tuviera por mejor
que el Príncipe mi señor
la comenzara a querer.
Rey. No estoy, Albano, en estado
que lo pueda permitir,
y vengóme a persuadir
que está muy enamorado ;
pues viéndola como yo,
como yo no la ha querido.
Albaxo. ^lás puesto en razón ha sido
lo que a entrambos sucedió.
De que es fuego se te acuerde
amor, y así viene a ser
más puesto en razón arder
el leño seco que el verde.
Rey. a influencia lo atribuyo
del cielo.
Albaxo. ¿Tienes pensado
lo que has de hacer?
Rey. He mandado
que al villano esposo suyo
se dé bastante dinero
para reparar la casa,
y aunque otro fuego me abrasa
culpar el de junio quiero,
y decir que en la ribera
me tengo de entretener.
Albano. ¿Tanto será menester
para que, humilde, te quiera
una pobre labradora?
Rey. Si la miras bien, Albano,
aunque en estilo villano, ,
tiene cosas de señora.
Divertir pensé a Lisardo
de amor, y vengo a inferir
que él me viene a divertir :
ya su reprensión aguardo.
ACTO SEGUNDO
693
Aleaxo. ¿ Pues entiende alguna cosa
dcste pensamiento?
Rey. No,
que se lo he mandado yo
a la villaneja hermosa.
Y es tan aguda y discreta,
que sabe disimular;
ni él puede ya reparar
que su amor a mi me inquieta.
{Sale el Duque Arxaldo.)
Arxaldo. Pienso que me puede dar
Vuestra Majestad albricias.
Rey. Si alguna cosa codicias,
ya la comienzo a mandar.
Arx.\ldo. Celia está ya de mi parte ,
anoche en su casa entré;
si bien mi visita fué .
dejando mi amor aparte.
Pero xdi la inclinación
da muestras de más flaqueza.
Rey. No hay en mujer fortaleza.
A2BAXO. Fuertes en flaquezas son.
Rey. ¿'Celia te ha dado lugar
a que entres a verla ?
Arx.\ldo. y creo
que pudiera mi deseo
a lo posible llegar
?i el Príncipe mi señor
no tuviera sangre allí.
Rey. Pues Celia se rinde así,
; quién tendrá seguro honor?
¡ !Mal haya el hombre que fía
de oUligar y de querer !
Alsaxo. Es mujer.
Rey. Sí; mas mujer
que por mil causas querría...
Arxaldo. Lo más que della entendí
es que el tenerla encerrada
Lisardo la trae cansada.
Rey. Pues eso será por mí.
;Oué familia tiene?
Arxaldo Poca.
Rey. ; Qué casa ?
Arxaldo. Curiosa y rica.
Bien al dueño significa,
por la parte que le toca.
Rey. ;PIijos?
Arxaldo. Uno, y no le vi;
que luego a entender me dio
que a Alemania le envió
por tener miedo de ti.
Rey.
Albaxo.
Fabio.
Mal hizo; en fin, es mi nieto.
Lisardo.
(Eiitra'i Lisardo y Fabio.)
La voluntad,
si confirma la amistad,
es potencia sin respeto.
Y siempre decir oí
que el apetito, señor,
nunca envejece.
Lisardo. Es error,
que en fin...
Fabio. Tu padre está aquí.
Rey.
; Has pensado, Lisardo, por ventura
lo que te he dicho acerca de casarte,
o la aspereza en tus respuestas dura?.
LlS.\RD0.
Yo debo obedecerte y agradarte;
mas no se pasa agora coyuntura
ni así puede tu edad desconfiarte.
Yo te responderé.
Rey.
¿ Cuándo ?
Lisardo.
!Muy presto.
Re\.
Presto es llevarlo en mi obediencia puesto.
Lisardo.
Señor, yo voy mis cosas disponiendo
a término que pueda, sin errarme,
perdona si el respeto voy perdiendo,
más libre y menos bárbaro; casarme
no puedo; mas si bien me reprehendo
de no poder vencerme y consolarme,
yo haré cuanto pudiere, que es muy justo,
que sólo estime obedecer tu gusto.
Cargan sobre el A-alor obligaciones
que no me dan lug'ar a obedecerte ;
pero yo saldré dellas. si hay razones
que puedan obligarme de otra suerte.
Rey.
Y si anda 3-a tu honor en opiniones
y dicen que esa dama se divierte
con cuantos quieren verla, ¿será justo
mirar su obligación y no mi gusto?
Lisardo.
A lo que miro yo ni el sol se atreve.
694
XADIE SE CONOCE
porque pide licencia a mis cristales
para entrar a tocar en esta nieve.
Rey.
Derrite el sol a veces nubes tales.
Amor, como te engaña, a honrar te mueve
quien te ofende con prendas desiguales.
LlSARDO.
A Vuestra Majestad le han engañado.
Rey.
¿ Quiéreslo ver ?
LlSARDO.
Yo estoy bien confiado.
Rey.
¿Cuánto va que esta noche...?
LlSARDO.
No me digas
cosa tan imposible.
Rey.
Verlo tienes,
para que mi verdad no contradigas.
Algún engaño a su lealtad previenes.
Mas, ¿por qué destas cosas te fatigas,
¡oh, gran señor!, y tan airado Ajenes?
¿Nunca fuiste mancebo? ¿Nunca diste
lugar a amor? ¿Tan cuerdo siempre fuiste?
¿Es delito querer, siendo querido,
a una mujer tan principal?
Rey.
Si fuera
principal, en ser casta hubiera sido
disculpa que a tu error darla pudiera;
pero si mientras andas divertido
conmigo dése bosque en la ribera
entra en su casa quien te ofende, ¿quieres
que diga que es ejemplo de mujeres?
LlSARDO.
Llévame a que lo vea.
Rey.
Soy contento,
para que más de su traición te asombres,
y mira que los reyes, está atento,
no pasan por las leyes de otros hombres.
Nunca fué mozo un Rey.
LlSARDO.
¡ Extraño cuento !
Rey.
Que es hombre aparte de los otros hombres,
que, a ser posible, en las humanas leyes
viejos habían de nacer los Reyes.
(Vasc.)
LlSARDO. • Si no guardara respeto
a lo que el cielo me avisa,
yo celebrara con risa,
Fabio amigo, este conceto,
¿ Qué te parece de ver
hecho a mi padre un Catón
y perdido de afición
de una rústica mujer?
Fabio. Así va el mundo, señor;
quien puede su gusto goce,
porque nadie se conoce
ni advierte en su propio error.
Reprehende un viejo a un mozo
que trata de amor, sin ver
que le disculpa tener
crespo, rubio o negro el bozo.
Y él a Jacinta o JMarfrodia,
sirve, solicita y trata,
con una barba de plata,
como santo de custodia.
Ríese con su mujer
en la mesa del vecino,
que a ser desdichado vino,
por dicha a más no poder,
el que le murmura mal
y vive en sus cosas ciego,
3' sale su mujer luego,
y ve el señor don tal (i).
Riñe un padre que ha jugado
su hacienda a un hijo, que ya
comienza a jugar, y está
a parecerlc obligado,
y no mira y considera
que ganando lo engendró,
que la noche que perdió
claro está que no pudiera.
Maldice la madre anciana
la hija que se entretuvo
sólo un momento que estuvo
de pechos en la ventana,
y no se acuerda que fué
dama de tres, y aun de trece,
porque sólo le parece
yerro el que en los otros ve.
(i) Este verso parece errado.
ACTO SEGUNDO
695
LlSARDO.
Faeio.
LlSARDO.
Fabio.
LlSARDO.
Fabio.
El otro que no alcanzó
la que sin razón pretende,
culpa al que se lo defiende
de la causa que le dio.
Culpa un bárbaro ignorante
a un sabio de algún error,
y no lo hiciera mayor
que el suyo algún elefante.
Ríese el otro, en efcto,
del testamento que vio,
y él sin hacerle murió,
de prevenido y discreto.
Trae doña Mergelina
las galas de don Pascual,
y paréceie muy mal
la saya de su vecina.
Temblaba el otro, cobarde,
del ruido de un broquel,
y dice que huyeron del
seis hombres en una tarde.
El otro que gastó mal
mucha hacienda en tiempo breve,
de que el diablo se la lleve
y se vaya tal por tal
está haciendo admiraciones,
como alguno que en linajes
de otros hace mil potajes
y tiene sus dos listones.
¡ Oh, cuánto amor desconoce !
Mas no quiero decir más,
pues por aquí sacarás
que ninguno se conoce.
Bien; pero, ¿qué quiere ser
que haya entrado en nuestra casa
hombre humano ?
Lo que pasa
me contó Dorista ayer.
El duque Arnaldo ha venido,
muy falso, a fingir amor
a Celia.
¿Arnaldo traidor?
Por obediencia lo ha sido.
Mándale el Rey que te dé
celos, porque así la dejes;
luego no es bien que te quejes.
¿Y sin avisarme fué?
Fuera avisarte, señor,
a tu padre deslealtad.
LlSARDO.
Felician.
LlSARDO.
Felician.
(Sale Feliciano.)
Felician. En efeto, la ciudad
me ha parecido mayor.
Esto de hacerse los ojos
a la soledad lo causa.
Yo tengo bastante causa
para mayores enojos.
Señor.
Feliciano amigo,
¿vino Celia?
Sí, señor ;
Celia ha venido a la corte,
y vino con ella el sol.
Ya está en su casa, que siente
tu ausencia, y tiene razón,
aunque allá sientan la suya
las riberas que pisó;
que parece que sin ella
están los prados sin flor,
sin consonancia las fuentes
y hasta las aves sin vbz.
P>ien parecía en los campos ;
pero a Celia pareció
tener celos de tu ausencia.
LlSARDO. Temo a mi- padre.
Felician. Yo no ;
que si a visitarla envía
con este su necio amor,
dirán que a la corte vino
a comprar algo.
LlSARDO. Mejor
fuera que allá se volviera.
Fabio. Celos bachilleres son :
todo lo quieren saber.
Felician. Pienso, y en lo cierto estoy,
que piensa que te diviertes
por respeto y por temor
de tu padre, o que a casarte
ya tienes obligación.
LiSARDo. Voy a verla, y a que sepa
que antes de serle traidor
faltará el sol a su esfera,
al mundo el aire veloz,
lengua a la envidia atrevida,
al poder murmuración,
al sabio algún enemigo,
el necio algún defensor,
libertad al vulgo junto,
■que junto es bestia feroz,
y desdichas a mujer
que quisiere bien a dos.
(Vase LlSARDO con Feliciano y entra Albano.)
Albano. El Rey me envía a llamarte,
Fabio.
Ó96
NADIE SE CONOCE
Fabio.
Aleano.
Fabio.
Albano.
Fabio.
¿A mí?
¿Y te admiró?
No me admiró; mas parece
cosa nueva a mi opinión;
porque la tengo en la corte
de mozo de buen humor,
no de consejero sabio,
no de buen gobernador,
no de soldado valiente
para cualquier facción;
y siendo así, no te espantes,
Albano, que lo esté yo
de verme llamar de un Rey.
Calla y ven.
Ya callo y voy.
{Vanse, y salen Celia, Dorista y Belisa.j
Celia. Fué mucha bachillería
dar al Duque entrada aquí.
Dorista. Engañarle presumí ;
no entendí que te ofendía.
Celia. ¡ Muy bueno pones mi honor
si lo que tú hicieres mal
corre por mí !
Dorista. Desigual.
castigo a mi grande amor.
Aventuro yo mi vida
por servirte, y tú, señora,
me pagas ingrata agora.
Celia. Estoy, Dorista, ofendida;
porque ya que te fingías
ser yo, no habías de hacer
lo que no pudiera ser
conforme a las prendas mías.
Belisa. Pues, señora, ¿qué has perdido?
Celia. Belisa, no era razón
burlarse de mi opinión,
aunque era el papel fingido.
Belisa. Pensé que no te ofendía.
Celia. No es buen modo de lealtad
disf raziar su liviandad
con decir que me servía.
Dorista. ¿ Quién sirvió que no tuviese
este premio ?
Celia. Si yo fuera
mujer que nacido hubiera
de quien menos mereciese
que yo ser reina de Hungría,
¿cómo lo tengo de ser?
Dorista. El cielo te deje ver,
señora, ese alegre día.
Celia. Sin esto, dicen que aquí
Dorista.
Celia.
Dorista.
Cilia.
Dorista.
Celia.
Dorista.
Celia.
Dorista.
Celia.
Dorista.
Celia.
Dorista.
Celia.
Dorista.
Belisa.
Celia.
viene Lisardo : ¿ a qué viene
no estando yo aquí ? ¿ Qué tiene
que visitarte sin mí?
Querrá desmentir espías.
No le dejes desmentir,
que suelen noches mentir
lo que desmienten los días.
Eso sí, di que son celos,
y acaba de declararte.
¿Celos? ¿'Cómo? ¿De qué parte?
De parte de tus desvelos,
que no hay otra parte aquí.
¿No tienes atrevimiento
a decir con mal intento
que estoy celosa de ti?
No, señora.
¡ Aquí me ofrecen
nuevas desdichas los cielos !
No digo )'0 que son celos.
¿ Qué dices ?
Que lo parecen.
i No lo parecen ni son !
Pues eso los celos es :
cosa que ves y no ves
entre verdad y ilusión.
Es liaccr sol y llover
a un tiempo y en un lugar
que se ve un hombre mojar
y no lo quiere creer.
Es un sueño desigual
de los que no están dormidos,
respuesta com dos sentidos,
que se entiende bien y mal.
Está entre celos amor
siendo en luces de temores,
tornasol de dos colores,
que no declara el color.
Es fuego en monte, que así
la vista de noche acerca,
que parece que está cerca
y está mil leguas de allí.
Esto es celos, que el amor
finge y declara después.
¿ Qué importa si es o no es,
si después es lo peor?
.•\hora bien ; no quiero más
fingimientos.
Haz tu gusto.
Gente siento.
¿ Este disgusto,
Dorista, agora me das?
Aquí me voy a esconder.
ACTO SEGUNDO
697
Ven, Belisa.
DoRiSTA. Está segura.
Celia. Xiiigún valor me asegura :
soy mujer y eres mujer.
(Sale el Príncipe.)
LiSARDO. Dorista, pienso que el Rey,
como te tiene por Celia,
quiere engañarme con celos,
para que así te aborrezca.
Dice que quiere esta noche
hacer que 3'0 mismo vea
que no mereces mi amor.
¿Hay gracia, hay cosa como ésta?
Si me enojare contigo,
desde agora es bien que adviertas
que me des satisfacioncs
para que mejor lo crean,
que con este fingimiento
vivirá mi Celia bella
segura de su poder.
Dorista. Antes pido a Vuestra Alteza'
de rodillas por el suelo
que no permita que sea
más Celia.
LiSARDO. Dime por qué.
Dorista. Señor, por ciertas sospechas.
LiSARDO. ¿Por sospechas? ¿De qué suerte?
Levántate.
Dorista. Cuando entienda
que me has hecho esta merced.
LiSARDO. Levantaréte por fuerza.
{Al asirle los brazos para levantarla, entran
Celia y Belisa.)
Celia. Xo eran mis sospechas vanas,
los dos se abrazan, y ella
le está requebrando agora.
Belisa. ¿ Qué haces ? ¿ Por qué no llegas ?
Celia. ¿Así se tratan, señor,
las amigas en la ausencia?
¿Los brazos dais a Dorista?
LiSARDO. Levántela de la tierra :
que para ninguna cosa
que levantarla no fuera
pudiera darle mis brazos,
que no para hacerte ofensa.
Celia. ¿ Quién duda que es levantarla
igualarla a Vuestra Alteza ?
Veis aquí, señor, la causa
porque vine de la aldea.
¡Oh, mal seguros los hombres!
Dorista. Estas las sospechas eran
por quien de rodillas quise,
señor, pediros licencia.
Celia. Yo la tomaré primero,
para pedir c[ue el Rey venga
a vengarse y a matarme;
diré a voces que soy Celia.
Toma, Belisa, este traje.
Venga el Rey, máteme, muera
mujer que os ha merecido
y que no os merece.
Li SARDO. Espera,
que sin causa no es razón
que tus méritos ofendas,
ya que mi amor no conoces,
ya que mi valor desprecias;
mira que quien pide celos
sin ocasión da sospechas
de que tiene amor fingido
y quiere engañar con ellas.
]\Ial pagas, Celia, los años
que te he servido si piensas
que una dama que te sirve
me obliga a que te aborrezca.
Por ti pasé, como sabes,
tanto número de penas,
que es imposible, señora,
que pueda olvidarme dellas.
Por ti se cjueja mi padre,
A'iendo que el reino se queja,
de verme sin sucesión,
ipuesto que de ti la tenga.
Por ti...
Celia. Basta, señor mío ;
no digas más, que ya queda
asegurada mí alma
de tu amor y mis sospechas.
Perdona, dulce bien mío,
que las mujeres más cuerdas,
si con amor somos locas
con los celos somos necias.
Mal hice en creer mi engaño ;
pero quien ama y no cela
el viento, el sol y la sombra
no es honrada o no es discreta.
Bien sé yo lo que me estimas,
y por lo mismo, sí es Celia
Dorista, en mí transformada,
me dice el alma que tema ;
que como por mí la tienes
y vienes de fviera a verla,
mientras que te desengañas
698
NADIE SE CONOCE
ya puede ser que me ofendas,
porque la imaginación
suele tener tanta fuerza,
que por Celia la tendrás
y a mí me tendrás por ella.
LiSARDO. Basta, mi bien; yo recibo
la satisfación, y crea
vuesl:ro amor de mi lealtad
que no haré cosa tan ciega.
Yo os tendré por Celia a vos,
y sabré también tenerla
por Dorista, que el amor
no es ciego en las diferencias.
Por levantarla del suelo
le di los brazos, que llegan
a confirmar con los tuyos,
paces para ser eternas.
Celia. Aquí tienes a tu esclava.
Belisa. Advierte que gente suena.
LiSARDO. Escóndete, Celia mía,
y tú, Belisa, no sea
mi desdicha que os conozcan.
Celia. Mira que con Celia quedas.
il'anse Celia y Belisa, y queda Dorista, y sale el
Duque Arnaldo, y el Príncipe se retira.')
Arnaldo. Ya como prenda más tuya
tengo más atrevimiento,
que quiere mi pensamiento
que de atreverme se arguya,
pues toda la fuerza suya
es de aquesta causa efeto,
aunque el amor y el respeto
suelen hacer compañía;
mas nunca la cobardía
fué pensamiento discreto.
Amor es una pasión
que hace atrevido al cobarde,
que suele alcanzarla tarde
el que pierde la ocasión.
A la determinación
sigue la buena fortuna;
quien piense tener alguna
a ser atrevido pruebe,
que quien ama y no se atreve
no puede tener ninguna.
Quien tiene pleito esté cierto
que le ha de solicitar;
quien navega por la mar,
procure llegar al puerto ;
quien espera bien incierto
a su pretensión asista;
dificultades conquista
quien ama y tiene valor,
que el favor por el temor
suele perderse de vista.
Dorista. ¿ Cuándo he sido yo tan loca
que os haya dado ocasión
para mayor pretensión
que a la que a mis prendas toca?
Si me dejé visitar
fué porque esta cortesía
a ser quien sois se debía.
Arnaldo. Eso me pudo obligar;
porque no hay por donde amor
pueda entrar más fácilmente.
Dorista. No entra bien nadie que intente
romper la puerta al honor.
Y el respeto que se debe
a quien soy y al dueño mío
no permite el desvarío
de quien a los dos se atreve.
(Llega LiSARDo a ella.)
Arnaldo. Señora...
Lisardo. Arnaldo, ¿qué es esto?
¿ Por dónde has entrado aquí ?
No pudo caber en tí
ser tan libre y descompuesto.
¿Tú en mi casa? ¿Tú queriendo
hacer fuerza a quien adoro?
¿Así se guarda el decoro
de quien tanto honrar pretendo?
¿Quién te ha dado para entrar
puerta donde vivo yo?
¿Quién la licencia te dio?
¿Quién la ocasión y el lugar?
¿ Cómo has entrado ? Responde.
Pero entre tantos desprecios
no sabrás que es muy de necios
entrarse sin saber dónde.
¿ Sabes que vivo yo aquí,
que aquestas paredes guardo,
y que el nombre de Lisardo
por privilegio le di?
En casas reales tienen
los que delitos han hecho
el sagrado de mi pecho,
mas no los que a hacerlos vienen.
Mirando tu atrevimiento
no sé qué castigo darte,
sino sólo disculparte
con tu poco entendimiento.
Arnaldo. Señor, si me das licencia,
ACTO SEGUNDO
609
LlSARDO.
sabrás que estoy disculpado
con no haber imaginado
tu ofensa mi diligencia.
Que si supiera que aquí
vivías, antes me diera
mil muertes que te ofendiera,
i No hay disculpas contra mí,
quitarte tengo la vida !
(Mete mano el Príncipe, y entra el Rey con albaxo
y otros.)
Rey. ¿ Qué es esto ?
LisARDo. ¿Tú aquí?
Rev. Yo vengo
por la sospecha que tengo,
verdadera o presumida.
LisARDO. Agora lo entiendo todo.
Rey. Suelta la espada.
LiSARDO. ¿A qué efeto?
Pues por tu vida prometo
de guardalla deste modo.
(Envaínala.)
Rey. Los locos no han de tener
armas.
LiSARDO. ¿Pues en qué lo soy?
Envainada te la doy,
y aun será bien menester;
que aun pienso que importa aquí
darte cubierto su acero,
no diga algún lisonjero
que desnuda te la di.
Ni es bien que seguro esté,
que según son los consejos
dirá alguno desde lejos
que para ti la saqué.
Mal vienes aconsejado;
mucho me aprietas, señor;
bien dijo a un rey un cantor
que era músico extremado,
viendo algunos caballeros
que le adulaban delante;
"¿Para qué quieres que cante
donde hay tantos lisonjeros?"
En poderosos oídos
nunca otra música suena.
Rey. Tarde tu disculpa ordena
culpar mis libres sentidos;
ni lo están las majestades
de algunas comunes leyes,
que también tienen los reyes
quien les diga las verdades.
LlSARDO.
Rey.
LlSARDO.
Rey.
Albano.
Rey.
LlSARDO.
Rey.
DORTSTA.
Rey,
DORISTA.
Rey.
DoRISTA.
Rey.
DORISTA.
En no se haciendo las cosas
a gusto del vulgo loco,
culpan y tienen en poco
las personas poderosas.
Tú no has de entrar en la corte.
¿ Prende sme?
Sí.
¿ Por qué ?
Porque de lo qtie yo sé
larga ausencia te reporte. —
No estarás lejos, Albano;
ve con él.
¿ Dónde, señor ?
Al fuerte de Miraflor.
Beso mil veces tu mano
por la merced que me has hecho,
pues sé que allí me verás.
Celia.
Señor.
No dirás
que con riguroso pecho
quiero quitarte a Lisardo,
ni será mucha prisión
la tuya.
En esta ocasión
piedad de tu pecho aguardo.
Del emperador Conrado
fué mi padre general,
que no hay ser más principal
que nacer de ser saldado.
Muerto me trujo a esta tierra
ver su ingratitud, señor,
que es pagar mal la mayor
a quien ha muerto en la guerra.
Aquí Lisardo me vio,
y sabiendo bien quién fui,
cuando la mano le di
la de marido me dio.
¿ Esto escucho ?
Soy quien digo.
Yo te tuviera respeto
si fueras, Celia, en efeto,
tal para igualar conmigo.
Que si bien tu calidad
es para igualar a un rey,
no has guardado bien la ley
de amor ni de honestidad.
Presente está el Duque.
El sabe
la licencia que le di:
más para engañarte a ti
que porque él de mí se alabe.
'00
NADIE SE CONOCE
Pretendía asegurarte
de que no era su mujer
de tu hijo con hacer
fingimientos de mi parte.
La verdad es que le adoro.
Rey. Llevalda, Duque, en prisión
a una torre.
DoRisTA. La opinión
del vulgo ofende al decoro.
Mas no ofende la verdad,
3' tú sabrás algún día
quién soy.
Rey. Casarte quería
y tener de ti piedad.
DoRisT.\. Ya lo estoy.
Rey. Llevalda luego.
Arnalbo. Camina y calla.
DoRisTA. ¡ Ah, traidor !
¿ese fué el fingido amor?
(Llcvanla, y entra F.\iiio.)
Arnaldo. Camina.
Fabio. ¡ Temblando llego ! —
Aquí está Fabio, señor.
Rey. ¿ Eres tú de quien más fía
mi hijo?
Faeio. De mí soJía
gustar, por hombre de humor.
Pero pensar que yo sea
de más consideración,
es ofender su opinión.
Rey. Yo sé muy bien que te emplea
en las cosas de su gusto,
por agudo y por discreto.
Fabio. ¿ Quieres decir, en ef eto,
que soy su alcahuete?
Rey. Al justo.
Fabio. Del mancebo que es vicioso
y en varios gustos ha dado
es alcahuete el criado
aquí, y allí codicioso.
Estos se llaman ventores,
porque de la misma traza
van levantando la caza
a sus viciosos señores.
Mas quien sirve a un firme amante
destos de pan y cuchillo,
que les des me maravillo
im título semejante.
Rey. ¿ Pues cómo se ha de llamar ?
Fabio. Guardarropa del señor,
porque el criado mejor
Rey.
Fabio.
Rey.
Fabio.
Rey.
Fabio.
Rey.
Fabio.
Rey.
Fabio.
Rey.
Fabio.
Rey.
Fabio.
Rey.
Fabio.
Rey.
Fabio.
Rey.
es el que sabe guardar.
Con eso me has confesado
que has sido guarda mayor
de Celia.
¿Quién, gran señor,
guardó jamás lo guardado?
¿Luego hay segura mujer?
Resquicios tienen a veces
donde no hay ojos jueces,
y algo también que perder.
¿Qué es resquicios?
Ocasión,
que ellos pesos falsos llaman
cuando a los hombres que aman
les suelen dar trascantón.
Si la mujer se desliza,
detenella con el dar,
que si dan en colear
es gente resbaladiza.
Xoy conociendo tu humor.
Con eso habrás conocido
de qué puedo haber servido
al Príncipe mi señor.
Pero en lo que a Celia toca
poco había que guardar,
que en prenda tan singular
es la resistencia poca.
Arnaldo me ha dicho a mí
sus flaquezas.
Si yo fuera
su igual, yo le desmintiera,
que hay mucha virtud allí.
Retárale de traidor,
y hubiera caballo y lanza.
Yo quiero hacer confianza
en tu ingenio de mi honor.
Bálsamo pones en barro
de oro, envuelto en anjeo.
Honrarte, Fabio, deseo ;
tienes ingenio bizarro.
Para lo que te he llamado
ya tú lo echarás de ver :
cosas son desta mujer.
¿Está el Príncipe casado?
Para Dios, yo lo sospecno.
¡ Perderé el seso !
No harás,
si ella es quien es.
¡ No hables más !
Perdona.
¡ Abrásasme el pecho !
¿Qué hijos tiene? Habla, responde.
ACTO SEGUNDO
701
Faeio.
¿ Xo me mandaste callar ?
Rey.
Agora te mando hablar.
Faeio.
Tiene al Conde.
Rey.
¿ A quién ?
I'abio.
Al Cond
J-íey.
; Qué Conde v de dónde ?
Fabiü.
Yo.
el Conde le oigo nombrar.
Rey.
¡ El seso me han de quitar !
; Qué años ?
Fabio.
Cinco.
Rey.
¿ Xo más ?
1\\EI0.
Xo.
Rey.
; Tiene más?
Fabio.
Tiene al r^íarqués.
Rey.
¿Qué [Marqués?
I-\\BIO.
Otro garzón.
Rey.
¿Tantos tiene?
Fabio.
Tantos son.
Rey.
¿X'o ha}' hijas?
Fabio.
Si, señor : tres.
Rey.
¿Tres hijas?
Fabio.
Como tres flores ;
y la que está en la barriga,
que todo el cielo bendiga.
l<xy.
¡ Buen fruto !
Fabio.
¡ Lindos amores !
Pesárame que la tenga (i) ;
es mujer de condición,
que con la imaginación
no hay basquina que le Yenga.
Rey.
Si tú mi pecho supieses,
¡ oh, cuánto della se aparta !
Fabio.
Solamente de una carta
amanece en cuatro meses.
Rey.
¡ Fértil cosa !
Fabio.
¡ Gran terreno !
Rey.
¿Dónde están?
Fabio.
Eso no sé.
Rey.
Daréte tormento.
Fabio.
Haré
lo que debo a ley del dueño.
Rey.
Tú lo dirás, que es razón.
\'cn conmigo.
Fabio.
El rigor cese;
que no es justo que te pese
de tener tal sucesión.
Rey.
Presto verás.
Fabio.
X'o lo intentes,
que es noble aquesta mujer;
t,ij Este verso parece errado.
si no es que quieres hacer
otra historia de inocentes.
{Vatisc, y salen el Príncipe y Alca.no. j
Albaxo.
Xo tenga Wiestra Alteza mal conecto
de Albano, si es servido, en este caso.
Lisardo.
.\lbano, tú haces bien, yo estoy sujeto
por el Rey. mi señor, lo sufro y paso.
Basta que a mí me prende por inquieto,
.'-in haber dado en su disgusto un paso :
oféndele el amor que a Celia tengo.
Albaxo.
Quiere casarte.
Lisardo.
A obedecerle vengo.
Pero dime, por Dios: ¿quién no ha querido
tal vez en tierna edad, de cuantos fueron?
¿ Xunca tener amor le ha sucedido ?
Alb.wo.
Que amaron pienso yo cuantos nacieron.
Dijo Xerón que todos han tenido
ese defecto, si hermosuras vieron;
mas que la diferencia consistía
en el que lo callaba o lo decía.
Lisardo.
Yo sé quien, si quisiera, bien pudiera
conocerse; mas nadie se conoce:
deja la edad, si el tiempo considera,
que lo que es de su tiempo entonces goce.
¿IMi Celia prende con crueldad tan fiera,
y en su pecho mi sangre desconoce?
; El me hiciera perder...!
Albaxo.
Xo te apasiones,
que retirarte así no son prisiones.
Lisardo.
¿Es aqueste el castillo?
Albaxo.
; Xo le viste
estos días atrás, que en su ribera
con el Rey mi señor te divertiste?
Lisardo.
¿Y aquí me manda que sin Celia muera?
Albaxo.
Si en ser tú alcaide yo verla consiste,
702
XADIE SE CONOCE
de noche o cuando Vuestra Alteza quiera,
iremos juntos donde presa vive.
LlSARDO.
Mas cerca pienso yo que me recibe. (Ap.)
¿Hay engaño a su engaño semejante?
Que me traiga mi padre donde tengo
a mi querida Celia? ¿A cuál amante
dio el cielo mayor bien, si a verla vengo?
De que ha prendido a Celia está arrogante,
y con la misma Celia me entretengo,
y es tanta su locura, que la adora
en hábito de himiilde labradora.
Cubra la noche de su sombra escura
el resplandor con que se ilustra el día,
que aquí será de Celia la hermosura
opuesta luz a la tristeza mía.
Salga la blanca aurora en rosa pura,
huya sus rayos la tiniebla fría,
que aquí también será mi Celia hermosa
estrella de mis ojos amorosa.
{Entra Faeio)
Fabio. Si fuera yo gran señor,
desta prisión, desta ausencia,
a lo cortesano Fabio,
el pésame recibieras ;
y aunque te le vengo a dar,
pretendo que a solas sea,
por excusar ceremonias.
LiSARDO. Albano, un rato nos deja.
Faeio. Señor, el Rey me llamó :
¿qué te diré de la fuerza
que puso en que le dijese
toda la historia de Celia?
Preguntóme por tus hijos,
quiso saber cuántos eran :
di j ele en esto verdad,
para moverle a clemencia;
pero no donde estuviesen,
aunque de manera queda,
que pienso que a costa mía
ha de hacer la diligencia,
i Extraño caso que aquí
a Celia y sus nietos tenga,
y que ande abrasando al mundo !
¿De quién tal error se cuenta?
Y aun esto es menos que estar
perdido de amor por ella,
y pensar que con mil guardas
la tiene en sus torres presa.
Puso a x\rnaMo con malicia
para que tengas sospecha,
como si fuese Dorista
la que mil años poseas.
Doite el parabién, señor,
desta prisión, pues en ella,
siendo el tercero tu padre,
la gozas cuanto deseas.
LiSARDO. Así es verdad, Fabio amigo,
y que no tengo defensa
como su persecución:
todo es mi bien cuanto intenta.
Aquí con Celia y mis hijos
pasaré, sin que él lo entienda,
alegres noches y días,
con risa de ver que quiera
eso mismo que persigue,
eso mismo que desprecia.
Fabio. El viene con este achaque
de verte a ti, y viene a verla,
y a darte reprehensiones
de aquello mismo en que él peca.
¡ Oh, qué tiene el mundo desto !
LisARDO. ¿ Pues quién hay, Fabio, que vea
sus faltas?
Fabio. Tenía un pintor
hijos y hijas muy feas,
y las figuras que hacía
eran por extremo bellas.
Preguntáronle la causa,
y dio esta respuesta honesta:
"Pinto los hijos de noche,
y de día la belleza
de las figuras", y así,
el que reprehendo y 3'crra,
de noche pinta sus faltas
y de día las ajenas.
{Sale el Rey con Celia, Belisa y Feliciano.)
Celia. A la fe que con tal presa
la fortaleza honraréis (i).
Felician. Gran favor si mi humildad
ser su alcaide mereciera.
Rey. Llegadle los dos a hablar.
Felician. Dénos los pies Vuestra Alteza.
Celia. A mí la mano, señor:
sepa que soy su alcaldesa.
(i) Quizás estos dos versos se habrán escrito así;
"Celia. A la fe que con tal preso
honraréis la fortaleza."
ACTO SEGUNDO
70Í
LlSARDO.
Celia.
Rev.
Albaxo.
Rey.
Albaxo.
Rey.
Albano.
Rey.
-\LEAXO.
Rey.
Albano.
Rey.
Albano.
Celia.
LlSARDO.
Rey.
Albano.
Rey.
Albano.
Rey.
Aleano.
Rey.
Felician
Rey.
Albano.
Levantaos.
i Qué triste estáis !
¿De qué tenéis tanta pena?
En tierra estáis de cristianos.
Albano. (Aparte.)
Señor.
¿No es bella?
Es un ángel disfrazado.
¡ Con qué gracia le consuela !
A solas con ella habla.
Pues yo te digo que sean
debajo de aquel lenguaje
las razones harto cuerdas.
¿Tiene buen entendimiento?
No es posible que le tenga
la Celia que él quiere tanto
y por divina celebra,
como le tiene Diana.
¿ Cuándo has hablado con ella ?
Dos o tres noches después
de caza, y no hay diferencia
della al mejor cortesano:
los pensamientos penetra;
habla en todo y da razones
de notable sutileza.
¡Diamante engastado en plomo!
[(Apahc.)
Mi bien, ¿quién habrá que crea
tal dicha en dos que se aman?
El verte preso me alegra,
porque con ser yo tu alcaide,
tus esposas — ¡ ay, quién fuera
tu esposa ! — , estaré segura .
de que nadie te entretenga.
¿ Estás contento conmigo ?
Si son tus brazos cadena
de mi prisión, ¿qué preguntas?
Mucho hablan. (Aparte.)
¿ Qué recelas ?
Que no le agrade a Lisardo.
Mas plega a Dios que la quiera,
para que esta Celia olvide.
Más vale que quiera a Celia.
¿ Eso dices ?
¡ Tal estoy !
, Xo deis ocasión que entienda
el Rey nuestra cifra.
Mira
que pienso que la requiebra.
Delante de su marido,
¿qué le dirá que no sea
cosa muy puesta en razón?
Rey. Es el marido una bestia.
¿Qué respecto ha de guardar
a la humildad la grandeza?
Erré en traerle al castillo.
Albano. ¿ Celos tienes ?
Rey, Ya me pesa.
Celia. A hablar a tu padre voy. —
Señor, haga que no vengan
tantos criados acá,
mire que es la casa' estrecha;
que yo, con mis labradores,
serviré, con su licencia,
al Príncipe mi señor
de la manera que sepa.
Que a fe que si alguna noche
probasen las ollas nuestras,
el repollo y el tocino,
la vaca manida y tierna,
que olvidasen las perdices
y esos guisados que llevan
guardados con alabardas.
Rey. ¡ Qué ignorancia tan discreta !
Celia. ]Mala gente hay en la corte,
pues es menester que venga
quien guarde al Rey la comida,
que si no, pienso que hubiera
quien le agarrara los platos.
Rey. ¿No ves que aquello es grandeza!
Celia. Más seguranza tenemos
por acá, que si a la mesa
llevo la comida yo,
solamente van con ella
perros y gatos, que son
los músicos que la cercan.
Tal vez se suelta el pollino
y hasta los manteles llega,
por dicha, a ser maestresala.
Rey. Albano, di le que venga
Lisardo a cenar conmigo.
(Vasc.)
Albano. ¿Halo oído Vuestra Alteza? .
Lisardo. Ya voy, aunque sé que quiere
que todo el discurso della
sea reprender mi amor.
Celia. Vamos, marido, pues entra
nuestra rudeza a la parte
con su dorada grandeza,
y veámoslos cenar.
Felician. Vamos; aunque más quisiera
704
NADIE SE CONOCE
que ¿11 nq'.eza malsana,
mi bien segura pobreza.
(P'ause.)
Faeio. Oiga.
Belisa. No me diga nada.
Fabio. ¿Asperilla se me muestra
de labradora a esta parte ?
Belisa. Pues si me quiere más tierna
vaya a buscarme a la corte.
Fabio. Bien dice, que allá profesan
blandura para pedir,
y en agarrando, aspereza.
TERCER JORNADA
(Fileno, Cílarino y B.\to, villanos.)
Bato. ¿Que la mujer de Felino
parió una niña?
Clarino. Tan l^ella,
que pudiera ser estrella
en la frente de algún sino.
Fileno. A la fe que fue dichosa
en parir donde está preso
el Príncipe.
Bato. Yo os confieso
que hay más de alguna envidiosa ;
pues el Rey si viene acá
algo le dará también.
Fileno. Felino es hombre de bien.
Bato. ¿Está rico?
Clarino. Rico está :
que le han dado muchas cosas
después que está en el castillo.
B.SkTO. ¡ El es un gentil novillo !
Fileno. ¿Qué palabras?
Clarino. Envidiosas.
Bato. Nunca tuve envidia al bien
que por mal camino Aliene.
Fileno. ¿ Pues qué mal camino tiene
que alguna cosa le den?
B.^TO. No sé a quién oí decir
que tener bella mujer
era demanda tener
destas de andar a pedir.
Todos, en efeto, dan,
porque no hay hombre que vea
visita en casa de fea.
Clarino. Malicias no faltarán.
Cuando la vuestra era moza
alguno también la vía.
Bato. Era su primo, y podía.
Clarino. ¡ Lindamente se reboza
con un pariente un delito.
Fileno. Anda, que no os conocéis ;
que lo que en los oti-os veis
tenéis en la frente escrito.
B.A.T0. Yo he visto alguna mañana
al Príncipe hablar con ella,
y es casada y no es doncella.
Fileno. Falta ponéis en Diana
por envidia y intereses.
B.^to. Una no, que más han sido :
nueve faltas ha tenido,
pues que pare a nueve meses.
Clarino. ¿ Y las vuestras, no las veis ?
B.ato. ¿Pues cuándo estuve preñado?
Clarino. Cortesano habéis hablado ;
hacéis burla y ofendéis.
Son muy bellacas costumbres
tirar cañas por los aires,
y en son de decir donaires
deshonrar con pesadumbres.
Mas dejad faltas ajenas.
¿Cuándo el bautismo ha de ser?
Fileno. Hoy, y dicen que ha de haber
colación a manos llenas.
Bato. ¿Qué darán al sacristán?
Clarino. Conforme fuere el padrino.
Fileno. Bueno será.
B.^to. Denle vino.
que él perdona el mazapán.
Fileno. Callad; que yo sé algún día
que jugastes al rento}-,
que estuvistes...
Bato. Bueno estoy.
Fileno. ¿ Conóceos ?
Bato. Harto querría.
Clarino. El Rey.
Bato. ¿ Pues vino ?
.Clarino. Ya vino.
(Salen el Rey y Albaxo.)
Rey. Al punto que me avisaste
y del caso me informaste,
me puse, Albano, en camino.
Labradores hay aquí.
Clarino. ¿Huese Bato?
Rey. Vuelve acá.
El Príncipe, ¿dónde está?
B.\TO. Con la parida le vi
debe de haber media hora ;
porque está ya levantada,
con la muchacha abrazada.
ACTO TERCERO
705
Rey. ¿Pues tan presto?
Bato. Es labradora ;
que no son tan melindrosas
como allá las cortesanas :
son fuertes como villanas ;
como pobres, animosas.
Aun apenas han parido,
cuando, si es menester,
se levantan a poner
la olla de su marido.
Rev. Vete.
Rey. ¡ Viva su mercé
más que un pleito sin favor !
Nunca se le atreva humor,
ni aun una gota en el pie !
¡ Ni se le atreva algún dia
por los excesos mayores
el fiscal de los señores,
que llaman apoplejía!
(Vasc.)
Rey.
En fin, ¿mi hijo está, como me adviertes,
enamorado desta labradora ?
Albano.
Señor, a mi lealtad y a tu servicio
fué justo darte aviso del indicio.
Que deste amor me ha dado el verlos juntos,
reírse, hablarse, y, si verdad te digo,
dar lugar el villano a que la mano
le tomase alguna vez.
Rey.
¡ En fin, villano !
Será bueno matarle.
Albano.
¿A qué propósito?
Rey.
Si Lisardo la habla, me parece
llegado a ejecución este deseo,
que si es A-erdad, por imposible veo
mi pretensión.
Albano.
Señor, es ya posible;
respeto de que el parto se acercaba,
y el amor de los dos me ha parecido
que fué mayor después de haber parido.
Ella estaba en la cama con su hija,
hermosa como el sol — mal dije^ — .
vil
Rey.
; Cómo ?
Albano.
Y él entraba contento a visitarla.
Sentábase a las nueve, y a las doce,
llamándole a la mesa, no salía;
pasaba claro el sol del medio día,
y el Príncipe en la silla sin moverse.
Daban las dos, y entraban a atreverse,
Fabio tal vez, tal vez un maestresala,
y a entrambos enviaba noramala.
Rey.
¿ Qué eso, Albano, pasó ? ¡ Mi mal es cierto !
¡ Pluguiera a Dios que nunca yo intentara
prender a Celia !
Albano.
¿Quién imaginara
que había de amar aquesta labradora
y por ella olvidar tan gran señora?
Rey.
¿Quién vio que yo la amaba y conquistaba
con la plata que ves, perlas y oro,
perdiendo a cuanto soy, honra y decoro í
Yo sabré la verdad.
Albano.
¿De qué manera?
Rey.
Agora lo verás, pues viene a verme.
(Salen el príncipe Lisardo y Fabio.)
Lisardo.
Aquí tienes, señor, tu humilde hechura.
Rey.
Levántate, Lisardo, que obligado
de tu humildad, ya quiero que estés libre,
y que luego te vayas a la corte.
Lisardo.
Recibo la merced que el amor tuyo
a mi obediencia intenta; mas no quiero
darte ocasión para' pensar que a Celia
estimo como piensas, porque estimo
tu gusto más, y quiero que le tengas
en casai;me, señor, y en darle al reino.
Ya no me reñirás; ya es acabado
aquel amor; que sólo me ha quedado
tal arrepentimiento, que no creo
que fué jamás tan grande mi deseo.
Entra a ver a la parida, pues te he visto,
45
706
XADIE SE CONOCE
por lo que tú la quieres y le debo,
que en aquesta prisión me ha regalado,
y hoy quiere bautizar su bella hija,
y es justo que yo acuda a darla gusto,
pues siendo cosa que amas es tan justo.
iJ'asc.)
Rey. i Fabio, Fabio !
Fabio. ¿Q'jé me mandas?
Rey. ¿ Qué es esto ?
Fabio. La obligación
a cosas que tuyas son.
Rey. ¡ Bueno en disparates andas !
¿Lisardo tiene juicio?
¿A la corte no verá
que por él tan triste está?
Fabio. Pienso que el piadoso oficio
de hallarse presente a ver
hacer aqueste bautismo
le detiene, o que tú mismo,
señor, le vienes a hacer.
Es de un hijo discreción
estimar, y siempre es justo
lo que a su padre da gusto.
Rey. ¿Pues tiénesme en opinión
que había de querer más
que gustar de ver agora
una simple labradora?
F.\EI0. ¿Y tú en opinión estás
que Lisardo ha de querer
más que reír y burlar
con mujer que va a labrar
el campo?
Rey. ¿ y se hecha de ver
en lo que labra y cultiva?
Fabio. Deste bautismo me han hecho
mayordomo, y ya sospecho
que quieren que se aperciba.
Voy a poner en razón
las fuentes y el mazapán;
prevenir el sacristán,
porque no haya excomunión.
Que sin ocasión ninguna
son sus condiciones tales,
que por deuda de dos reales
me echará de la tribuna.
{Vase.)
Rey. Albano, esto va perdido.
Parte a la corte, y dirás
al duque Arnaldo que vas,
por lo que has visto y oído,
por Celia, a traerla aquí;
di que le dé libertad.
Albano. ¿Qué dices?
Rey. Fué crueldad
prenderla y tratarla así.
Albano. ¿Qué dirá el Príncipe?
Rey. En viendo
cosa que tanto ha querido,
pondrá a Diana en olvido.
Ya con Celia me defiendo,
a quien tanto aborrecí.
Albano. ¿No quieres consejo?
Rey. No,
que desde que me faltó
razón no hay consejo en mí.
Albano. No he visto rey sin consejo.
Rey. Ni yo más necio criado.
Albano. Siempre es necio el que es honrado.
(Aparte.)
Mal me va después que dejo
lisonjas y adulaciones,
que no se puede medrar
sin mentir y sin tratar
deslealtades y traiciones.
(Vasc-)
Rey.
¡ Qué fácil es reprehender el daño
que está fuera de sí ! Por mí lo siento ;
yerro en lo mismo que reñir intento,
y viendo la verdad amo el engaño.
Ciego a mi propio error miro el extraño,
y en vez de tener del conocimiento,
lo que niego a mi mismo pensamiento
quiero que en otros tenga desengaño.
En el espejo donde puedo verme
miro el ajeno error, que así destierra
amor a la razón que ha de valerme.
Burlo del que cayó y estoy en tierra,
y conozco por mi fin sin conocerme,
que nadie se conoce cuando yerra.
(Sale Celia de parida con tocado y cinta por la
frente, y Belisa.)
Celia. Sea Vuestra Majestad
bien venido.
Rey. ¡ Oh, mi Diana !,
¿Con tal salud y hermosura
de la cama te levantas ?
Celia. A tu servicio, señor,
como tu hechura }- tu esclava.
ACTO TERCERO
707
con una criada más
que te sirva, y que has de honrarla
hoy con sacarla de pila;
pues cuando los reyes andan
con humildes labradores
por las riberas de caza
ya parece que con ellos
se truecan, si no se igualan ;
que allá en las cortes son otros
entre las doradas salas,
donde tiene la grandeza
la silla de su arrogancia,
digna de su ostentación.
Rey. ,: Quién te dijo esa palabra?
Que esa palabra no es
de las menos cortesanas.
Celia. Ya lo soy yo desde el día
que Su Majestad cesárea
vino a hacer corte el aldea
y palacios las cabanas.
Rey. Tu ingenio es tal, que lo creo:
ya me parece que hablas
de otra suerte.
Celi.a. Sí, señor,
siempre habla mejor quien gana.
Ando de dicha, y así
parece que digo gracias,
porque todas lo parecen
a los que están de ganancia.
A la mujer no hay más dicha
que tener marido y casa
a su gusto, y en su estado
cuatro cosas necesarias :
salud, que esto es lo primero;
hijos, regalos y galas.
Rey. ;Y todo lo tienes?
Celia. Todo,
si no se me desbarata;
mas ya no hará, si Dios quiere.
Rey. En fin, Diana, ;te agrada
tu marido ?
■Celia. Sumamente.
Rey. ¿ Sumamente ?
Celia. Bien reparas ;
pues si sumamente dije
he puesto suma en sus gracias,
siendo sus gracias sin suma.
Rey. Sólo en eso eres villana,
pues te pagas de un villano.
Celia. Después que entraste en su casa
la ennobleciste de suerte,
que con los reyes se iguala.
¿Qué le falta para rey?
Rey. ¿a quién?
Celia. Mas, ¿por qué dilatas
el hacerme esta merced?
Rey. Que tú gustes dello basta;
que me debes más que piensas.
Celia. Señor, si esta niña sacas
de pila, que lo merece
por la inocencia y la cara,
seremos parientes luego.
Rey. ¡ Qué discreción ! ¿ Quién pensara
que ésta supiera decir
con tan fáciles palabras
que será mía después
que aquesta merced le haga? —
Ahora bien; pues ya estás buena,
quiero que a la corte vayas,
daré un oficio a tu esposo.
Celia. Dame tu mano.
Rey. Levanta.
Voy a esperar a la iglesia;
di que el Rey en ella aguarda
la niña de quien tú quieres
que sea padrino.
(Vase-)
Celia. Reparta
todos sus bienes el cielo,
en las paces y en las armas,
en tu sucesión, señor,
de suerte que en Alemania
tengan las tuyas por orla
las águilas coronadas. —
¿Qué te parece, Belisa?
Belisa. Que ya tus trabajos paran,
que ya se acercan tus dichas
y logran tus esperanzas.
(Salen el Príncipe y Fabio.)
LisARDo. No sé si estamos seguros.
Celia. ¿De qué suerte, mi señor?
LiSARDO. No tiene palabra amor.
Fabio. Hace amor muchos perjuros.
LisARDo. Al Rey le ha pesado ya
de la prisión de Dorista,
que como, en fin, te conquista
• celoso de verme está.
Y de manera le veo
proseguir en este error,
que ha de sentir nuestro amor
la fuerza de su deseo.
Celia. No hará, porque quiere agora
que vaya a la corte yo.
708
NADIE SE CONOCE
LiSARDO. ¿Y eso ha de ser?
Celia. ¿Por qué no ?
LisARDo. ¿ Pues cómo, si el Rey te adora ?
Celia. Yo me sabré defender.
LiSARDO. Ese es engaño animoso :
contra un hombre poderoso
no hay resistencia en mujer.
Fabio. La justicia dicen que es
como la tela de araña,
que una mosca se enmaraña
adonde muere después.
Pero un valiente animal
la tela rompe y traspasa :
lo mismo en defensa pasa
de una mujer principah
El pobre quédase aparte,
pero el rico y el señor
rompen la puerta al honor
y pasan de la otra parte.
LiSARDO. Bien dice; no hay resistencia
ni quien sus gustos impida,
porque quitarán la vida
a quien faltare paciencia.
Fabio. ¿ Sabes cómo han enviado
por Dorista, para hacer
que la vuelvas a querer?
LiSARDO. ¡ Qué pesadumbre me has dado !
Pero Celia está segura
de que es Celia, y que es mi vida,
que esotra Celia es fingida.
Celia. ¿ Puede haber mayor locura ?
¿ Por quien pretendió quitarte,
por quien tanto te ha reñido,
por quien dice que ha tenido
la culpa de no casarte,
por ésa envía?
LisARDO. ¿ Qué importa,
si eres tú la verdadera?
Celia. Lo que tu lealtad espera
mi amor me vence y reporta.
Bien sé yo que no la quieres.
LiSARDO. Palabra te da mi amor
de no hablarla.
Celia. Eso es rigor.
LiSARDO. Pues óyeme, y no te alteres.
Primero que mi amor, Celia divina,
olvide obligaciones tan notables,
los polos de los cielos, variables,
vendrán al suelo con fatal ruina.
Primero el mar, adonde el sol declina,
le verá amanecer, y sus mudables
ondas sin movimiento favorables
al pecho que romperlas determina.
Primero se verá roto y deshecho
el primer movimiento en que está asida
la ardiente esfera del supremo techo,
y de tinieblas se verá vestida,
que dejes tú de ser alma en mi pecho,
luz en mis ojos y en mi aliento vida.
Celia.
Primero, mi Lisardo, habrá firmeza
en la mudable rueda de fortuna,
y no se quejarán de envidia alguna
la virtud, el ingenio y la nobleza.
No tendrá lisonjeros la grandeza,
ni la vida mortal muerte ninguna;
no pedirá su luz al sol la luna,
ni será desdichada la belleza.
Primero se verá que se concluya
mi amor inmenso, el monte más pequeño
al Imperio arrimar la frente suya,
y el agravió tendrá seguro sueño,
que deje yo de ser esclava tuya
ni tengan estos ojos otro dueño.
(Salgan ¡os labradores que pudieren, con fuentes^ y
aguamaniles, los músicos de villanos bailando. Al-
BANO y el Rey detrás del que trae la niña.)
Cantan.
"Que si linda era la parida,
por mi fe que la niña es linda.
La parida linda era,
pero la niña no hallara
belleza que la igualara
si tal madre no tuviera :
bien lo dijo la partera
en viéndole la barriga.
Por mi fe", etc.
Bato. ¡ Famosamente lo ha hecho
la muchaohaj
Felician. ¡ Con qué risa
estaba mirando al cura,
puesta de pies en la pila.
Bato. ¿Sabéis qué noté?
Clarino. ¿ Qué fué ?
Bato. Que cuando el Rey la tenía
sobre la pila desnuda,
más agua dejó que había.
Felician. ¿Qué sería la ocasión?
Bato. Miedo que del Rey tendría,
que da gran temor un Rey.
Clarino. ¿ Temor en aquella niña ?
Bato. ¿ Por qué pensáis que al llegar
ACTO TERCERO
709
a los hombres la justicia
no dice que es alguacil,
porque nadie se tendría;
mas dice: "Ténganse al Rey''?
Y luego el temor obliga
a respetar aquel nombre,
no porque el otro lo diga.
Feliciax. ¿ \''istes qué de sal le puso
el cura ?
Clarixo. Bien se entendía
la ceremonia.
Bato. A la fe
que si algunas cuando chicas
las salasen, que después
quizá no se dañarían.
Rey. Aquí está el Príncipe.
Albano. Aquí
está también la parida.
Rey. ¡Siempre juntos! ¡iCaso extraño!
Celia. Mercedes tan infinitas
¿quién las pagará, señor?
Rey. Diana, quien las reciba
con ánimo de pagarlas,
Celia. Soy 30 la pobreza misma.
Albano. ¿Dónde está tu esposo?
Felician. Aquí,
con el alma agradecida
de lo que por todos haces.
Rey. Doy, desde luego, a la niña
dosmil ducados de renta
para que podáis vestirla,
y palabra de tratarla
como a mi nieta podría,
si la tuviese.
Felician-, Bien puede
hacerlo Su Señoría,
pues ya somos sus parientes.
Rey. Haced muchas alegrías
y llevadla a descansar.
Bato. ¡ Por Dios, que en toda la villa
se han de poner hmiinarias !
Feliciax. ;No habrá mañana sortija?
B.ATO. ¡ Y cómo ! Yo salgo a ella,
porque tengo una pollina
aue corre como un corchete.
Clarino. Toca, Pascual, y relincha.
Cantan. "Que si linda era la parida,
por mi fe que la niña es linda."
(Vanse todos, y queda el Rey con Albaxo.)
Rey. ¡ Cómo tarda Celia, Albano !
Albano. Espantóme de que sea
tan breve el camino y vea
el Duque, si está en su mano,
lo que esto importa a tu gusto
y que se detenga allá,
Pero ya a la puerta está.
Rey. Llegó a templar mi disgusto.
Aquí me quiero esconder;
tú llama al Príncipe luego,
{Salen el Duque Arkaldo y Dorista, y el
Rey se esconde.)
Dorista. Alegre y sin gusto llego.
Arnaldo. ¿Eso cómo puede ser?
Dorista. Porque nace mi alegría
de que al Príncipe veré ;
mi pena, de qué no sé:
si el Rey a llamar me envía
para mayores agravios.
Arnaldo. Si el Rey vengarse quisiera
con otro término fuera,
como lo intentan los sabios,
Pero yo sé que te estima
y que te quiere casar.
Albano. La mano me puedes dar,
Dorista. El verte humilde me anima.
¿Vengo a morir o vivir?
Tú bien lo sabes, Albano.
Albano. Pues yo te pido la mano,
vienes, señora, a vivir.
El Rey, ya desengañado,
quiere que vuelvas a ver
al Príncipe.
Dorista. Puede ser
que le hayan bien informado.
Aunque suele a los señores
la primera información
darles tan fuerte opinión,
que es causa de mil errores.
Albano, Voy a llamar a Lisardo;
albricias quiero ganar,
{Vase.)
Dorista. Nadie las pudiera dar
como yo del bien que aguardo.
En fin, Duque, ¿ha conocido
el Rey quién soy?
Arn.^ldo. Yo sospecho
que aqueste milagro han hecho
ciertos celos que ha tenido.
Esto te digo obligado
de mi amor, que comenzó
fingido, y después llegó
710
NADIE SE CONOCE
a darme pena y cuidado.
Que a no ser por el respeto
del Príncipe mi señor,
hubiera dado a mi amor
esperanzas de secreto.
DoRisTA. El estar agradecida
por lo menos me debéis.
Arnaldo. ¿Obligaciones hacéis
de lo que estáis ofendida?
{Salen el Príncipe, Albaxo y F.\bio.)
Albano. Pensé que albricias me diera
Vuestra Alteza.
LiSARDo. Ya pasó
el tiempo en que diera yo
mil reinos, si mil tuviera.
Albako. ¿ Es posible ?
LisARDO. Yo te digo
la verdad.
Albano. Pues vesla aquí.
DoEiSTA. ¡ Señor mío !
LisARDO. ¡ Tente !
DORISTA. ¿ Así
me recibes?
LiSARDO. Si contigo
tengo el mayor enemigo,
de mi honor y de mi amor,
¿de qué te espanta el rigor
con que te aparto y desecho .,
porque no ofendas el pecho,
ya que ofendiste el honor?
DoRiSTA. ¿Yo, señor?
LisARDo. Ya se han sabido,
Celia, todas tus maldades.
DoRisTA. ¿Luego tú te persuades,
Lisardo, que te he ofendido?
¿No sabes que fué fingido
del Duque mi amor?
Lisardo. No sé
si es verdad o no lo fué;
sé que en un hora de ausencia,
como os falta resistencia,
perdéis de vista la fe.
¡ Desdichado del que alcanza
tal premio en tanta fatiga,
pues mientras más os obliga
más os dispone a mudanza !
Burlaste mi confianza,
perdiste ei mayor amigo ;
mas no he podido conmigo
vengarme, Celia, en matarte,
porque pienso que el dejarte
es el más justo castigo.
Esas prendas que tenías
allá también las tendrás:
di que son tuyas no más,
y no digas que son mías;
que aunque con ellas solías
prenderme más cada hora,
tu sangre así lo desdora,
que temo alguna traición
cuando me acuerdo que son
hijos de mujer traidora.
DoRiSTA. i Qué buen pago que me quieres
dar con tan infames nombres !
Mas, ¿cuándo mejor los hombres
pagaron a las mujeres?
¿Tú eres Lisardo? ¿Quién eres?
No es posible, o no soy yo
la que tanto te obligó,
pues me desprecias así.
!Mas amor dice que sí,
y tu ingratitud que no.
Como ya tratas de amar
quien sabes, y yo también,
que te merece más bien
que quien te supo obligar,
de mí te quieres quejar;
que sois los hombres tan fieros,
tan mudables, tan ligeros,
que cuando olvidar queréis,
¡ cómo en la mano tenéis
la disculpa de ofenderos !
Bien me pudieras dejar
mal pagada de mi amor
sin ofender a mi honor
ni dar al vulgo lugar
a que me pueda infamar,
siquiera porque tenía
esta sangre, tuya y mía,
necesidad de opinión;
pero siempre la traición
lleva la crueldad por guía.
Esas prendas no diré
que son tuyas ni son mías,
que yo acortaré sus días
y en ellas me vengaré.
En los brazos tomaré
partes que tengo de ti:
diréles que te perdí,
y tú los pierdes a ellos,
y me mataré con ellos
por apartarme de ti.
(Vase. Y sale el Rey, y detiénela.)
ACTO TERCERO
711
Rey. Detente, que esta crueldad
no cabe en humano pecho;
por lo menos en el mío
ha podido el sentimiento
dar ocasión a los ojos. —
Dime, Lisardo, ¿qué fiero (i)
,; Cuál áspid, en los desiertos
de Arabia o Libia? ¿Eres tú
mi sangre? Yo no lo creo,
ni que la tengas humana,
pues que con tanto desprecio
tratas quien amaste tanto.
Lisardo. ¿Hablas conmigo? No pienso
que te acuerdas que tú fuiste
quien aquí me tiene presu,
porque quiero, o porque quise
la que dices que desprecio.
¿Acuerdaste que en su casa
entraste una noche haciendo
alarde de tus crueldades
con este mismo sujeto?
Esta es -la misma, ésta es Celia :
dime qué pena merezco
por obedecerte yo
Lo mismo que quieres, quiero.
¿Tú pretendes que la olvide?
Pues eso mismo pretendo.
¿Quieres que deje mis hijos?
Pues, señor, mis hijos dejo.
¿ Cómo te he de contestar,
si cuando pienso que acierto
yerro más por tus mudanzas
y acierto más cuando yerro?
De manera que he de andar
en mis desdichas a tiento,
y en una misma ocasión
queriendo y aborreciendo :
cuando olvido, porque olvido;
cuando quiero, porque quiero.
¿Qué quieres hacer de mí?
Rey. Ya, Lisardo, es otro tiempo.
Esta dama es gran señora,
fué su padre Filiberto
gran capitán general
del águila del Imperio.
Con ella no sólo puedes
casarte, pero sospecho
que con cualquier dama suya;
(i) Falta un verso después de éste, que empezaba
por la palabra "tigre", que es el reclamo de la página
siguiente.
y cuando lo que refiero
no te obligara, ¿no basta
que ya es madre de mis nietos?
¿Qué has de hacer con cinco hijos,
que basta cualquiera dellos,
creciendo, a dar confusión
a tu casa y a tu reino?
Vuelve en ti, no seas cruel.
Lis.\RD0. ¿ Agora me dices esto ?
¿Celia es principal agora?
¿ No dices tú que la vieron
hablar con el duque Arnaldo?
Rey. Esa fué traza y concierto
para quitarte el amor
con la capa de los celos.
Lisardo. ¿Pues qué es lo que agora quieres,
ya que tanto mal me has hecho?
Rey. Que te cases y que pagues
tus justas deudas.
Lisardo. No creo
que hablas de veras.
Rey. Lisardo,
esto no puede ser menos:
paga tanta obligación,
yo hablaré después al reino;
yo diré que cinco hijos
de una señora, a quien tengo
deudo por parte de Francia,
son muy justos herederos.
No hay que buscar otra cosa.
Lisardo. ¿Tit no lo abonas?
Rey. Deseo
que conozcas lo que vale
y hacer este casamiento.
Venga mi Celia conmigo,
ya es mi hija; vengan luego
mis nietos, y en esta aldea
os casaréis con secreto ;
que no quiero que se sepa
hasta que todos estemos
contentos y en paz.
DoRiSTA. Señor,
la tierra que pisas beso.
Rey. Ven, Celia ; venid con ella
vosotros.
Arnaldo. Tú has dado ejemplo
de piedad y de justicia.
Albaxo. Hoy a tus gloriosos hechos
has añadido el mayor.
(Vanse todos acompañando a Dorista. Y quedan el
Príncipe y Fabio.)
Fabio. ¡Oh, qué lindos lisonjeros!
712
NADIE SE CONOCE
Cuando el Rey la aborrecía
alababan sus despechos,
y ahora los vituperan.
LisARDO. Fabio, ese linaje necio
es como sombra,
Fabio. Bien dices,
siempre va siguiendo al cuerpo.
(Salen Celia y Belisa.)
Celia. ¡ Vengo cual fuera de mí !
Belisa. Nunca con mayor razón.
Celia. Lisardo, ¿qué confusión
es ésta que pasa aquí?
¿Dorista en nuestro castillo,
y del Rey acomipañada?
Lisardo. Tú, Celia, fuiste culpada:
tú fuiste, Celia, el cuchillo
para nuestra perdición.-
Quiérela hacer degollar
el Rey, pensando acabar
nuestra amorosa afición.
Y así es fuerza que de aquí
salgas huyendo.
Celia. ¡ Qué presto
fortuna, inconstante, ha puesto
sus pies mudables en mí !
¿ Pero cómo haré, mi bien,
que no den muerte a Dorista,
que aunque ella no se resista
es grande crueldad también?
Es mi prima, y, como sabes,
es hija del conde Alberto.
Lisardo. No más burlas, que no es cierto.
Antes ya, quieren que acabes
con tus desdichas los cielos,
que el Rey, celoso de mí,
a Dorista trujo aquí
para sosegar sus celos ;
y como la desprecié
dice que me ha de casar
con Celia, y que quiere hablar
al reino, y por eso fué
acompañándola aquí
con tan alegres efetos.
que le ha pedido sus nietos.
Celia. ¿Cierto?
Lis.^RDO. Todo pasa así.
Celia. ¿ Búrlase el Príncipe, Fabio ?
Fabio. La verdad te ha dicho en todo;
no hay sino buscar el modo
conque no parezca agravio
de su honor y entendimiento
Lisardo.
Fabio.
el engaño que le hacéis,
pues excusar no podéis
de acetar el casamiento.
Celia. ¿ Qué modo se puede hallar ?
Fabio. ¿ Pues cómo se puede hacer,
si es que Dorista ha de ser
ia que se viene a casar?
Aunque él está tan perdido
de celos, que por librarse
de Lisardo, ha de alegrarse
del engaño en que ha vivido.
Mirad en lo que han parado
aquellas reprehensiones,
¡ Qué de prudentes Catones,
doctos en razón de estado,
hacen cosas semejantes,
sin conocer sus errores !
Solas las que son de amores
parecen más importantes.
Es, sin duda, por que son
acciones de gran flaqueza
ofender la fortaleza
y derribar la opinión.
A un hombre grave destruye
y desautoriza el ver
que siga alguna mujer,
por la flaqueza que arguye.
Dicen que la autoridad
fué la primera inventora
de las puertas falsas.
Lisardo. Dora
el hurto la liviandad.
Pero dejemos, ¡oh, Fabio!,
el murmurar, que es locura,
pues quien agraviar procura
no ha de quedar sin agravio.
Grecia, de ciencias abismo,
puso por mayor trofeo
en las puertas del Liceo
el conocerse a sí mismo.
Mira, Celia, y sólo bien
del alma con que te adoro,
cómo tu honor y decoro
premian los cielos también.
Hoy has de quedar casada,
porque, como vez alguna,
suele burlar la fortuna,
ésta ha de quedar burlada.
Dame tus hermosos brazos
y confirma aquí el amor
mientras el Rey mi señor
nos pone mayores lazos.
ACTO TERCERO
7i;
(Sclc el Rey.)
Celia. ¿Qué mayor pudiera ser
que el de amor en mi deseo?
Rey. ¡Cielos!, ¿qué es esto que veo?
Belisa. ¡ El Rey, Celia !
Rey. i Al fin muj er ! —
Pues di. Lisardo: ¿tratando
de casarte con quien tienes
gusto, a dar los brazos vienes
tan públicamente, cuando
ya tienes a Celia aquí?
Lisardo. Pues eso, señor, ¿qué importa?
Celia. Si su merced se reporta,
Celia. sabrá por qué se los di.
Como mi marido y yo
vamos a la corte ya
y el señor se queda acá,
sus nobles brazos me dio,
llegándole yo a pedir
la mano para besar.
Rey. ¿y sin venirle a buscar
no te pudieras partir?
Celia. Soy yo tan agradecida
a la merced que me has hecho,
que quise ofrecerle el pecho,
la sangre, el alma y la vida.
Rey. Basta, discreta Diana,
que te haces, como agora,
cuando quieres, labradora;
cuando quieres, cortesana.
Vete a la corte con Dios;
buena serás para allá.
Celia. Dadme los pies.
Rey. Bien está.
Celia. Siento apartarme de vos ;
pero ya podría ser
que nos juntásemos tanto,
que diese a este reino espante.
Rey. ' ¿Cierto?
Celia. Dios lo puede hacer.
Belisa. Échame también a mí
en merced la bendición.
Rey. En la corte habrá ocasión
de darte remedio a ti.
Haz buen oficio, Belisa,
en mis cosas.
Belisa. Vos veréis
que memoria en mí tenéis.
Lisardo. ; Muriendo me estoy de risa !
Fabio. ¿ Que esto no conozca un hombre ?
Lisardo. Nadie se conoce, Fabio.
Fabio. Sí; pero siendo tan sabio,
¿no quieres tú que me asombre?
Rey. Lisardo.
Lisardo. Señor.
Rey. Aparte
escucha.
Lisardo. ¿Qué es lo que quieres?
Rey. Parte de mi alma eres,
della te quiero dar parte.
De ti me importa saber
una verdad, que podría
ser, por inocencia mía,
grande error : esta mujer
esta Diana, esa bella
labradora..., óyeme atento...
Lisardo. Ya entiendo tu pensamiento.
¿Es amor?
Rey. ¡ Afuero por ella !
Y cuando en aquesta edad
llega un hombre a hablar asi...
Lisardo. Antes de agoi-a entendí,
gran señor, tu voluntad.
Plega el cielo que si he dado
mis brazos a otra mujer
que a Celia, y esto con ser
su esposo, escrito y jurado;
si jamás llegué mis labios
a otro clavel que a su boca,
ni en plática, mucha o poca,
traté amorosos agravios;
si tomé jamás la mano
de otra mujer, con intento •
de lascivo pensamiento,
todo el cielo soberano
se conjure contra mí;
pierda el crédito y honor,
porque no puede un señor
hacer más mal contra sí.
Y plega a Dios...
Rey. No haya más.
Perdona, hijo, al deseo,
que no pensé que tan feo
cupiera en mi edad jamás.
No fuera amor tan temido
si alguna edad respetara,
si algún estado mirara
de cuantos serán y han sido.
¿ Por qué me da amor tal guerra ?
Dos mundos pintan a amor
para decir que es señor,
igualmente en cielo y tierra.
En cuya conformidad
14
NADIE SE CONOCE
vesme aquí rendido y preso,
para mi grandeza exceso,
deshonor para mi edad.
Con esto, seguro estoy.
Pídeme, si hacerte puedo,
algún gusto.
LisARDo. Cierto quedo
que lo estás de lo que soy.
Y pues me mandas que pida,
ya te pido.
Rey, Ya deseo
saber lo que es.
LiSARDO. Gran señor,
Arnaldo, poco discreto,
ha quitado la opinión
a una dama, de quien puedo
asegurarte que tiene
iguales merecimientos.
Entró en su casa atrevido,
y con fingidos requiebros
solicitaba su honor.
Rey. ¿Pues qué resultaba deso?
LiSARDo. Que ella está sin opinión.
Rey. Cobrarála el casamiento.
LiSARDO. Sólo ese remedio tiene
en su honor.
Rey. Prevenle luego,
LiSARDO. Pues luego a traerle voy.
Guárdete, señor, el cielo.
Fabio. ¿Qué le has dicho?
LisARDO, Fabio amigo,
como veo que a este juego
voy ganando voy parando
cuanto delante me han puesto.
{Fase el Príncipe con Fabio.)
Rey.
Arnaldo.
Rey.
Arnaldo.
Señor.
Rey.
Mi hijo
ha sido agora tercero
de un casamiento contigo.
Arnaldo.
¿ Conmigo ?
Rey.
Y yo te prometo,
Celia.
que porque estás obligado
Rey.
a su opinión cuando menos,
Celia.
te has de casar.
Rey.
Arnaldo,
¿Yo, señor?
Celia.
Rey.
Arnaldo, ya no hay remedio.
Arnaldo.
¿Yo debo a nadie opinión?
Rey.
Eso te dirán muy presto,
porque se han de hacer tus bodas
con las de mi hijo.
Arnaldo. Pienso
que te han engañado.
Rey. Mira
que no es caballero cuerdo
quien niega al Rey la verdad.
(Entra Alean o.)
Albano. Ya, con tu consentimiento,
vienen el Príncipe y Ceba,
sus damas y todo el pueblo
a jurar el desposorio
en tus manos.
Rey. Yo me alegro.
Mas, Albano, ¿mi Diana
fuese a la corte?
Albano. Yo creo
que ella, su marido y casa
con mucho gusto se fueron.
Rey. Advierte que han de tenerle
en la tuya, porque quiero
ir a verla algunas noches.
Albano. Sólo servirte deseo.
{Cantan dentro)
Rey, ¿ Qué es esto ?
Albano. Vienen cantando
los labradores.
Rey. Teneos,
que es esa mucha alegría
para casos tan secretos.
{Salen todos los labradores con inúsiea. El Príncipe
galán de noz'io. Celia con vestido rico de dama, con
ella Belisa Dorista y Feliciano, y Fabio, que
las trae de las manos.)
LlSARDO.
Aquí tienes, gran señor,
a tus hijos.
Aquí tengo
todo mí bien, pues casado
y con sucesión te veo.
Dame, Celia, tus brazos,
yo te recibo en mi pecho
para confirmar mi amor.
Yo soy tu esclava.
¿Qué es esto?
Que yo soy Celia, señor.
¿No eres Diana?
Sabiendo
que me querías matar
o quitarme, cuando menos,
mí esposo y mis bellos hijos,
tomé este traje, y viviendo
con este engaño segura
ACTO TERCERO
715
has ablandado tu pecho.
Pues si tanto me has querido
que consideres te ruego
que no es mucho que Lisardo
me quiera como te quiero.
Tú has mandado que se case,
puesto que ya estaba hecho;
si agora te has de enojar,
aquí nos tienes.
Rev. No acierto
a responder de turbado.
¿Hay engaño tan discreto?
Corrido estoy, duque Arnaldo;
Albano, corrido quedo.
La otra Ceha, ¿dónde está?
DoRisTA. Aquí, señor, y temiendo
que vengues en mí tu enojo.
LiSARDO. Esta es la hija de Alberto,
que por ser Ceha fingida
en tal pehgro se ha puesto.
Manda que el Duque se case,
pues por su loco deseo
le ha quitado la opinión.
Arxaldo. Antes que lo mandes llego
a darle la mano, y digo
que por dichoso me tengo.
Fabio. ¿Fabio no ha de pedir nada?
Rey.
¿Qué quieres, que estoy sin seso.
pues no conocí mi error
y castigado le veo?
¿Qué es del marido fingido
de Celia?
Felician.
A pedirte llego
perdón del engaño.
Rey.
A todos
desde agora le concedo.
Fabio.
¿ Concedo ?
Rey.
¿Qué te parece?
Fabio.
Palabra de jubileo.
Mas, ¿no me dan a Belisa?
Rey.
Con un oficio muy nuevo.
Fabio.
¿De qué?
Rey.
De guía de amor.
Fabio.
¿ Con qué renta ?
Rey.
Con docientos.
Fabio.
¿Yo, señor?
Rey.
¿ Niegas ?
Fabio.
¿Pues no?
Lisardo.
Bien has dicho, pues con eso
da fin Nadie se conoce,
si no son dos, que esto es cierto:
el poeta de ignorante.
y nuestro autor de sus yerros.
Fin.
ERRATAS, ADICIONES Y ENMIENDAS
PAG. COI-. LIN.
í 30 y ¿7 IJi<-'e, "aún" ; léase, "auir".
1 15 a i<) Están mal puntuados estos versos,
que deben leerse así :
"Si el amor no me deb\elri,
que es todo antojos amor,
todo ilusión y cautela,
es la hija de Vidal,
aquel aldeano rico."
26 2 17
•^4
40
-2
40
4-
2
14
55
I
31
55
I
32
56
I
26
56
2
20
59
2
59
61
2
últ.
66
2
últ.
68
2
21
68
0
ante
pÁü.
COI
. LlN.
I 01
I
I 7
1 0 j
-
penúli.
104
I
13
114
r
35
133
I
24
138
I
25
140
I
4-'
140
2
6
141
2
-5
157 I 38 y 39
82
86
2 26
Dice, "a topes les impedía" ; '"léa-
se . "a topes lo impedía".
Dice, "la sabe" ; léase, ''le sabe".
Dice, "embestir" ; léase, "envestir"
Kxnvcsiir).
"la vida". íAsi en el original;
pero quizá deba decir '"la honra".)
Dice. "Luego" ; léase, "Leyó".
Dice, "trae un joyel" ; léase, "trae
joyel".
i^Falta al margen la palabra "Ju-
lián.")
(Falta al margen la palabra "M.\-
RÍA.")
Dice, Inglaterra"; léase, "Ingala-
terra."
Dice, "hoja" ; léase, "honra".
Dice, '"Duni" ; léase, "Duay."
Dice, "siento" ; léase, "si entro".
Dice, "mal tratáis" ; léase, "nial
me tratáis".
Dice, "causa" : léase, '"casa".
Dice, "más famoso" ; léase, "más
honroso". i
5 Dice, "caminan"; léase, "camina". ; 207 i 11
8 y II (Falta un verso a cada una de estas j
redondillas.) 212 i 5
Dice, "al quer" ; léase, "al querer. 1
Dice, "si la hubo" : léase, "si lo | 213 i 14
hubo". i 22^ I 16
161 -
31
186 -
í>
188 I
10
192 I
8
207
4
99 2
Dice, "tonto fué" ; léase, "tonto que
fué".
(Falta al margen la palabra "Leo-
N.'\RD0.")
229 I 30
245 I 4
257 2 40
258 I 7,
Dice, "Duque y el Marqués"; léa-
se, "Duque y Marqués,"
Dice, "tormento" ; léase, "tormen-
ta".
(Faltan dos versos para que sea
redondilla.)
Dice, "Tú, que" ; léase, "Tú, si,
que."
Dice, "dulce sueño" ; léase, "dul-
ce dueño".
(Falta al margen la palabra "Oc-
tavio.")
Dice, "de lo que" ; léase, "de que
lo".
Dice, "puede" ; léase, "pude".
(Falta al margen la palabra "Lau-
R.\.")
I Sobra al margen la palabra "L.^u-
Dice, "alcorcados" : léase, "alcor-
zados".
Deben decir estos versos:
" Pues no puede hablar conmigo
respóndele tú que puedes."
Dice, "os tuviese" ; léase, "os es-
tuviese".
(Falta al margen la palabra '"Uber-
TC")
Dice, '"Vete" ; léase, "Vele."
Dice, "ofenda" ; léase, "ofensa".
Dice, "me habéis" ; léase, "me
has".
Dice, "Luego ha" ; léase, "Luego
no ha".
Dice, "tu hermosura"; léase, "[en
vano] tu hermosura".
Dice, "el caso" ; léase, "el caso he".
Dice, "sosechas" ; léase, sospechas"
Dice, "rosto"; léase, "rostro".
Dice, "quiere" ; léase, "quieres".
Dice, "el pollo"; léase, "al pollo".
Dice, "cabes" ; léase, "cables".
46
718
ERRATAS, ADICIONES Y ENMIENDAS
PAG. COL. LIN.
261 I 4
262
25
346 I 6
349 I -7
355 -' antep.
356 2 35
369 I 8
385 2 9
388 r penúlt.
416 I 25
418 -' 25
437 ' 39
441 j 2
445 ' -'I
457 2 20
469 I 31
492 2 29
522 2 últ.
530 r 47
542 I 43
54^ - 34
555 I 6
558 1 7
561 2 30
576 2 ante,'!
577 2 i;
577 2 46
580 2 26
582 2 35
582 _. 39
583
14
583
22
S86 .
' 19
586 .
22
588 :
ri
591 I
37
Dice, "que a Juno le daba el vien-
to" ; léase, "que Juno le daba a!
Viento".
Dice, "estorbaba" ; léase, "estorba-
ra".
Dice, "mor" ; léase, amor".
(Falta un verso a esta quintilla.)
Dice, "que amor" ; léase, "que el
amor".
Dice, "Agúale" ; léase, Agüele".
Este pasaje debe leerse así :
"conmigo.
Conde. A este infame luego
le meted en el castillo".
(El '"l'anse" de esta linea debe co-
locarse entre la 13 y la 14.)
Dice, "ablanda" ; léase, "ablan-
dara".
Dice, "suyos al" ; léase, "suyos lo".
Dice, "de marte" ; léase, "de amar-
te".
Dice, "quizás" ; léase, "quizá".
Dice, "Dios" ; léase, "Dioso."
Dice, "todos dan" ; léase, "todos
han".
Dice, "cortina a los" ; léase, "corti-
na de los".
Dice, "la boca" ; léase, "la toca".
Dice, "berberisma" ; léase, "berbe
risca".
Dice, "labra" ; léase, "labrada".
Este ^■erso quizá deba leerse asi :
"lo tierno de mi amor que el tiempo
[adarva".
Dice, "serviros" ; léase, "servirlos".
Dice, "D. Juan" ; léase, "D. Dii;-
GO."
(Sobra este \erso que esta repeti-
do.)
Dice, "Las" ; léase, "Los."
Dice, "mayor" ; léase, "mas yo".
Dice, "efecto" ; léase, "afecto".
Dice, "pereció" ; léase, "pareció".
Dice, "arrimada" ; léase, "ani-
mada".
Dice, "y yo la" ; léase, "y la".
Dice, "ricas peñas despeñada" ; léa-
se, "ricas hebras de peinada".
Dice, "frondosos" ; léase, "frondo-
sas".
Dice, "traidor" ; léase, "traidor y".
Dice, "solo es" ; léase, "solo el".
Dice, "¿Qué"; léase, "¡Qué".
Dice, "fácilmente?"; léase, "fácil-
mente ! "
Dice, "restaurada" ; léase, "restau-
rara".
Dice, "con fuerza" ; léase, "fuerte"
TAG.
COL. LIN.
594
I
27
600
I
If)
600
I
21
600
I
21
614
2
46
625
2
46
626
I
J7
627
627
62S
628
630
6¿2
633
633
634
17, 18. 2
Dice, "ingrato" ; léase, "ingrata".
Dice, "¡Haré"; léase, "Haré".
Dice, "¡a quien" ; léase, "A quien".
Dice, "pesadumbre!"; léase, "pesa-
dumbre".
Dice, "evitar" ; léase, "quitar".
Dice, "es el"; léase, "en el".
Dice, "Estas dos cartas" ; léase,
"Estas cartas".
: y 23 (Sobran estas lineas, aunque
están en e! original, porque es-
tán fuera de rima.)
21 Dice, "cuanto os obliga" ; léase,
"cuanto obliga".
5 Dice, "excelente" : léase, "excelso"
a o Este pasaje deberá ordenarse asi :
"Dox Bernardo.
Ya le tienes
en tu presencia.
(Sale Ü. JuAX y trae preso al I.v-
F.\NTE.)
Dox Juax.
Dame, excelso Principe
tus generosos pies, adonde el mundo
está mirando la cruel en\idia."
7 Dice, "imposible allana" ; léase,
"imposible el tiempo allana".
22 Esta redondilla debe completarse
así :
" üo.v Ji".\x. ¿Pues cómo quieres que esté?
Jordán. Con mucho gusto.
Don Juan. ¿De iiué?
JoRD.'vx. ¿De qué? Pues \ uélvome.
Dox Juan. Espera."
17 Dice, "movimiento"; quizá, "na-
cimiento",
antep. Dice. "Abarca" ; léase, "Abarca
soy".
37 Dice, "Ya sé" ; léase, "Pues ya sé".
42 Dice, "el preso" ; léase, "el preso
salir".
4 Este verso y los seis rpie si^utn
deben puntuarse asi :
"préndenme; \ engo en ¡irisinn.
DüX Juan. Encarecerte no puedo
el gusto de tu venidr.
y a tiempo que un gran pesar
mi vida quiere acabar,
si no fueras tú mi vida.
Don Beltrán por dos traidores".
634 2 41 Uice. "y contra" ; léase, "que con-
tra".
2 8 Dice, "pude" ; léase, "pudo".
2 15 Dice, "Echa"; léase, "Echa."
1 antL'p. Dice, "fiera" ; léase, "fiereza".
2 20 Dice, "buen hora" : léase, "hora
))i'ena".
043
647
G49
652
ERRATAS, ADICIONES Y ENMIENDAS
719
FAG. COL. LIN.
4mo 1 1) Dice, "puedo"; léase, "pudo".
66o t 1 6 Después de esta línea intercalar,
en otra línea la voz
"Marqués."
tió^ 1 35 y ¿h Estos dos versos dirán :
"no me quiero defender,
quiéromela desceñir;".
666 I J7 Dice, "advierte" ; léase, "advierta".
■6/0 J 5 Dice, "huyó por"; léase, "huyó a".
6yo 2 7 Dice, "fuego" ; léase, "fuga".
670 j 46 Dice, "Débeselo" ; léase. "Débes-
selo".
Ó71 I 5 Dice, "puede" ; léase, "puedo".
671 I lu Dice, "'él solo"; léase, "el sol o".
675 -' 3.5 Dice, "¡oh, qué dolor! — ", léase,
"; Qué dolor I — "
PAG. COL. LIN.
675 ^
675 ->
676 I
678 1
peniilt.
últ.
678 I
679 1 1 1
690 I .( -•
69 1 I o
705 I 12
706 1 3o
706 I 34
Dice, "Es"; léase, "¿Es."
Dice, "acá"; léase, "acá?"
Dice, "pero" ; léase, "Pero."
Dice, "¡ Pues brujas tienen que
ser"; léase, ";Pues brujas tienen
que ver."
Dice, "borracho!; léase, "borra-
cho?"
Dice, "hablarle en" ; léase, "hablar-
le de".
Dice, "no hay muy" ; léase, "no
muy".
Dice, "puedo" ; léase, "puedes".
Dice, "Rey" ; léase "Bato".
Dice, "; Y se hecha" ; léase, "Y se
echa".
Dice, "cultiva?" ; léase, "cultiva".
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